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Los desafíos de la comunicación de género

http://www.isis.cl/mujereshoy/cominf/quehay0602.htm

FIM 2138.00
MFN 2916
Sara Lovera*
*Periodista mexicana. Secretaria ejecutiva de Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC), e integrante de
la coordinación colegiada del Foro Nacional de Mujeres y Políticas de Población y de la Red Nacional de Periodistas;
es asesora en comunicación para organismos nacionales e internacionales.
En el siglo XXI se consolidará la gran revolución de las comunicaciones y su complejidad que marcó al
siglo XX. El panorama es vasto y profundo. La comunicación ha recibido nuevos y variados epítetos. Del
"cuarto poder", como se calificó a la prensa, hemos pasado a la convicción de que entramos en la
sociedad mediática.

La internet y el correo electrónico se han convertido en instrumentos básicos de comunicación en todo el


globo terráqueo. ¿Quién los tiene?, ¿cómo se manejan?, ¿dónde llegan?, ¿cuál es su influencia real?,
son preguntas que se hacen los/as expertos/as en el mundo entero. Nadie conoce respuestas precisas,
pero lo que sí se sabe es que sus mensajes y contenidos influyen en la construcción de las y los
humanos.

México no vive en una isla. Por ello, los impactos de esta silenciosa y profunda revolución son diversos y
desconocidos. Un mensaje puede, hoy en día, "atravesar longitudinalmente todas las esferas de la vida"
y sus efectos serán imperceptibles al lego en el asunto y pueden, se dice, determinar perfiles humanos,
poner a debate la cultura y revoluciona, desde ahora, el proceso de transculturación en todo el globo.

La comunicación es un inmenso panorama, difícil de desenredar y mirar. Como parte de ese ámbito, el
periodismo se ha convertido en una vía trascendente para conseguir actos de comunicación. Éste se
puede realizar con cualquier instrumento –antiguo o nuevo–, es decir, desde el portal posmoderno o
desde la pequeña radiodifusora con bobinas y una cinta elemental; desde el producto impreso en
maquinarias sofisticadas y manejadas con sistemas electrónicos avanzados o en la vieja prensa plana
del diario de una pequeña población mexicana.

Según los comunicadores y las comunicadoras, el periodismo puede considerarse como un método de
interpretación sucesiva de la realidad social. Quien lo ejerce como profesión u oficio lo sabe. Es, dicen
sus más enloquecidos/as militantes, una pasión milenaria y forma parte de la vida.

El periodismo también puede ser uno más de los espejismos con que se teje la realidad. Curiosamente,
definir ¿qué es periodismo?, no genera debates de alcance o ambición científica; se da por supuesto su
significado, se describen sus actividades y, con frecuencia, sus hábitos.

En la actividad cotidiana del periodismo, así como en la de las y los periodistas, la ruleta del poder ha
producido diversas clases sociales dentro del ejercicio profesional: los editores (dueños de los medios) y
sus trabajadoras(es) que llevan a cabo la recopilación de hechos y datos, dos puntas de un mismo lazo;
pero también existen lectores y espectadores que toman de él conocimientos, verdades y expectativas;
hay quienes buscan entretenimiento y ficción. Su contenido varía, se bifurca y puede tener un mayor o
menor impacto en la vida de cada individuo.

Y la opinión pública, ¿qué es la opinión pública? No hay documento alguno donde se halle dicha
definición. Lo cierto es que el periodismo es el instrumento que crea y recrea la historia cotidiana, que
refleja o distorsiona la realidad más inmediata y promueve opinión, puntos de vista. Al definírsele como
"cuarto poder", se reconoció su capacidad de influencia sobre el acontecer cotidiano. Hoy se habla de
que esa opinión participa directa o indirectamente en el desarrollo y aplicación de políticas públicas.

Pero, sin duda, el periodismo es la caja de resonancia de todos los poderes, de la cual se sirven
principalmente sus dueños. Sin embargo, también sabemos que puede convertirse en un instrumento
para la democratización de las sociedades, porque se trata de un servicio público. En México el derecho
a la información está inscrito en la Constitución Política, es decir, la información y la libre expresión de
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las ideas son un derecho humano intransferible e irrenunciable. Por lo tanto, podría decirse que el
periodismo es un fenómeno de interpretación; un método para interpretar con regularidad la realidad
social del entorno humano. Esta interpretación no se da de una vez y para siempre, es sucesiva, pues
empieza y termina en cada edición; además, no puede ser completa y hasta pretende no serlo. La
función principal de la interpretación (Wright, 1980), es cuidar las consecuencias indeseables de la
comunicación masiva de noticias, ya que su espacio debiera conducir, más bien, a la reflexión.

De esa función le viene el poder. Actualmente, de la mano de este proceso profundo que se llama
Transición a la Democracia, el periodismo mexicano (impreso, radiado, televisivo o virtual) vive
momentos de redefinición trascendente.

Según Oscar Edmundo Palma (Revista Equis: Cultura y Sociedad, julio 1999), la prensa impresa cumple
501 años de existencia; el periodismo, en cambio, nació con la humanidad y su práctica social, parece,
así, consustancial a todo lo humano. El primer periódico de que se tenga memoria es el mural Acta
Divina, creado durante el imperio romano, hace 2 mil 59 años y así se forjó la información social que
comenzó a tener un carácter abierto y concreto al nacer la imprenta en 1445. Ahora, con las nuevas
tecnologías de la información hemos saltado de Gutenberg a Bill Gates.

El panorama es riquísimo. En América Latina –según el mismo autor– se editan más de 900 diarios, con
un tiraje total que no sobrepasa los 10 millones de ejemplares. En México existen 311 diarios registrados
y nuestro país ocupa el primer lugar en el subcontinente latinoamericano en número de diarios. Tenemos
la tercera posición mundial en el mismo sentido. Sólo en el Distrito Federal se editan 30 periódicos todos
los días.

Sin considerar que las noticias corren por otros medios en forma instantánea, México tenía, en 1998,
más de mil 155 radioemisoras y televisoras de servicio público, según la Cámara Nacional de la Industria
de Radio y Televisión y el público potencial puede significar al 70% de la población (aproximadamente 71
millones de personas). Existen cuatro agencias de noticias que llegan a decenas de diarios y
radioemisoras (Notimex, la agencia de El Universal, Infosel y Lemus).

Se requeriría un capítulo aparte para reflexionar sobre la forma en se ha popularizado la información


horizontal a través de internet. Todos los días nos enteramos de nuevas páginas web, portales, revistas
o periódicos virtuales, o una nueva cadena o red de información.

Los dueños o editores son muy diversos. Existen fuertes monopolios al lado de propuestas y
recomposiciones de capital en on line. Los productos televisivos ofrecen al telespectador todas las
opciones y, parece claro, que el mercado está dividido entre dos grandes productoras de televisión y
algunas de cable; las repetidoras de poderosas cadenas mundiales, como CNN, tienen su preferencia y
son inmensos los negocios de la comunicación en la actualidad. La Agencia Latinoamericana de
Información, ALAI, asegura que en este campo cada 30 días se duplica la inversión y la ganancia.

Lo que unifica a los medios, hoy en día, es que tienen uniformada la interpretación de la realidad. Por
ejemplo, al abrir cualquier portal en internet se encuentran horóscopos, noticias de espectáculos,
asuntos banales o deportivos, espacios sólo para comprar y vender. Los dueños de estos portales están
definiendo el gusto y el traslado de conocimiento a millones de personas de distinto origen cultural. La
inmensa mayoría pueden definirse como correas de transmisión de lo que los centros del poder y el
comercio quieren difundir. Su estructura globalizada asegura mercados y respuestas culturales según
sus intereses particulares.

La situación se profundiza si consideramos que no existe un marco legal claro y definido de cómo deben
funcionar los medios de comunicación de masas en México, lo que proporciona –a dueños, editores y
concesionarios de los medios– una libertad sin límite. Es absurdo que existan al menos cuatro
ordenamientos legales, de distintas épocas, fuera de la realidad y que no responden a las necesidades y
actitudes de la población que, además, están por fuera del contexto político. El colmo es que desde hace
casi 20 años se discute la reglamentación del Derecho a la Información y nadie está dispuesto a tomarla
en serio.

Ese panorama puede considerarse, legítimamente, como de poder patriarcal, donde las nuevas
propuestas o pensamientos no tienen espacio para actuar. Así, los medios en México van a la zaga de

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los cambios y no existe ninguna instancia que los vigile o les exija responder a la sociedad.

¿Y las mujeres qué?


El inmenso panorama de los medios, sus canales noticiosos e informativos, produce, como afirma
Regina Festa, una especie de mareo, es tan grande el espacio como pequeño lo que se puede hacer.
Una teoría que hemos ensayado las mujeres, de cara a esta realidad, es desarrollar estrategias que
realmente incidan en el cambio de contenidos del mensaje en los medios. Dejar de hacer lo alternativo
en espacios marginales, para realmente incidir en los cambios.

Sin embargo, podría asegurarse que ninguna empresa alternativa o marginal podría intentar contribuir al
cambio cultural desde la perspectiva de las mujeres, considerando que los medios son poca cosa. Saber
que existe este inmenso espacio, ese mosaico, tendría que cimbrarnos hasta las entrañas si lo que
queremos es ofrecer alternativas de vida, distintas a las que culturalmente se han edificado en los
últimos 4 mil años.

La crítica feminista ha llenado miles de cuartillas explicando cómo los medios –desde la prensa menos
tecnificada hasta el portal más novedoso– han distorsionado nuestra imagen, tomando de la realidad
únicamente lo que es funcional a un sistema edificado por los varones. ¿Cómo nos ven? ¿Cómo nos
proyectan?

En escritos anteriores he señalado que la prensa ha jugado un papel político concreto, compartiendo el
devenir histórico del país desde la formación de su Estado independiente. La tarea de la prensa, como
observadora y testigo de los acontecimientos, con capacidad crítica e influencia, al entrar en juego con
los intereses de los poderosos, la convirtió rápidamente en un instrumento de mediación simbólica entre
el Estado y la sociedad; de ahí el calificativo de "cuarto poder".

También he dicho que es un instrumento de propaganda, capaz de manipular, omitir, desinformar y, al


mismo tiempo, orientar a la (difusa y confusa) opinión pública. Lo cierto es que la prensa interviene,
circula ideas, verdades y puntos de vista sobre el acontecer social, en forma creciente e instantánea.

La prensa se convirtió, al consolidarse el Estado Revolucionario del siglo XX, en un instrumento de ese
Estado y sus intereses. Se incluyó en el grupo gobernante como un poder adicional del sistema. No
podemos determinar en qué momento prensa y poder en México se convirtieron en lo mismo.

Pero el sistema fue alterado en los años 60, momento que se identifica, en México, como el que marcó
un quiebre político trascendente, que muchos especialistas consideran como el momento en que se
inició en nuestro país la transición democrática. Esta situación repercutió, igualmente, en la prensa,
aunque sus cambios han sido mucho más lentos que los ocurridos en la sociedad. Aparecieron, por
ejemplo, nuevas propuestas, como el diario El Día (1964), resultado de una conferencia de militantes
comunistas. No obstante, la prensa continua siendo una aliada eficiente y funcional de los intereses y
necesidades del poder gubernamental; ha sido un espacio utilizado para distintos fines. Es, al mismo
tiempo, el soporte del Estado instituido y una fuente de poder y presión frente a ese Estado. Su
maravillosa contradicción abre espacios y posibilita, con una buena estrategia, hacer hendiduras para la
expresión de una sociedad cada vez más consciente de sus derechos. Esto lo han considerado muy
distintos grupos, entre ellos los de la apuesta feminista, no con la permanencia y hondura suficientes,
pero con gran creatividad, como veremos más adelante.

Los tirajes de medios impresos, como hemos visto, son millonarios. Se calculan en casi 5 millones al año
en México. La edición de revistas, impresos especializados y de análisis político rebasan toda
imaginación. Hay medios de influencia regional y de circulación variada, existen pueblerinos y de grupo,
especializados y abiertos. A ello, como ya decíamos, se suma la distribución de información de las
agencias de noticias y la información que genera a partir de la tecnología de punta. El desafío es cómo
romper el monopolio de enfoque, siempre distorsionador de la imagen de las mujeres.

En los últimos 30 años la presencia femenina en la factura informativa creció geométricamente. Existen
diarios, revistas, estaciones de radio, entre otros, donde las mujeres pueden llegar a constituir hasta más
del 50 por ciento del personal.

Nada de lo anterior, sin embargo, ha significado un cambio fundamental en el contenido y enfoque de las

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informaciones. Este es el gran reto del siglo XXI.

Lo simbólico y lo real
En los últimos años han sucedido importantes cambios en la sociedad mexicana y en la vida concreta de
hombres y mujeres de todo el mundo. Estos cambios originaron nuevos entretejidos en la vida y
relaciones de la humanidad, y las mujeres, como género, tomamos otros lugares, haceres y propuestas
en la sociedad, que no son reflejados y, con frecuencia hasta fustigados, por amplios sectores de la
sociedad y también por los medios.

Paralelamente a estos cambios ocurridos en la vida simbólica y material de hombres y mujeres, existen
nuevos análisis de esta realidad que obligan a considerar que el desarrollo desigual de las distintas
prácticas sociales constituyen y construyen otras formas de subordinación-liberación, frecuentemente
marginalizadas en los medios. Ya no es posible, entonces, ver la opresión de las mujeres como una
categoría preconstituida e inamovible o universal.

En el mundo de las reivindicaciones políticas de las mujeres, las luchas por la igualdad de salarios y de
funciones, por el acceso al poder en las instituciones sociales a igual título que los hombres, o bien en la
diferencia, son hechos importantes a considerar en la visión preconcebida de cómo somos las mujeres.
Es urgente reconocer que somos distintas a lo que éramos a principios de siglo, aun cuando en
importantes segmentos de la población las mujeres, y también los hombres, mantengan imaginarios
culturales tradicionales. Existe una idea muy generalizada de que millones de mujeres están rechazando
los atributos tradicionalmente considerados como femeninos o maternos. Esto puede ser cierto. Sin
embargo, al invisibilizarse las transformaciones materiales y simbólicas, el cambio de fondo es lento y
desigual.

Para acercarnos a lo que sucede en los medios, es necesario tomar en cuenta estos cambios ocurridos
en muchos territorios, así como la intervención de más y más mujeres en los procesos de transformación
social, y la de aquellas que conscientemente trabajan para el cambio de su realidad. Entonces es
evidente que urge insertar una nueva estrategia. En ese sentido, la crítica feminista a los medios
empieza a tomar en cuenta diversos factores: uno importante es, sin duda, la persistencia de un sistema
sexo/género activo en la sociedad, que debemos destruir.

Estudiar el imaginario y explorar cómo se mantiene invariable la estructura donde la femineidad se ve


subordinada a la masculinidad, es otro de los grandes desafíos y puede dar pautas a un periodismo
moderno, incluyente, con nuevos temas y motivos de investigación. Reconocer los cambios en los
papeles de hombres y mujeres se convierte, así, en un referente básico en la tarea periodística. También
habría que develar esos cambios y estudiarlos, saber cuándo y cómo operan en los contenidos y
mensajes de los medios. Una podría afirmar que a pesar de la reticencia de los editores y
concesionarios, existen pequeños cambios en el orden simbólico: un ejemplo es el discurso de las
telenovelas que ven como algo común a una mujer divorciada o emprendedora, pero que siguen
proyectando, y así afirmando, algunas conductas y actitudes tradicionales. Esto nos hace afirmar que
dichos cambios, algunos trascendentes en la vida real, no se articulan automáticamente al discurso de
los medios.

Camino lleno de espinas


Al final del siglo XX existen algunas certezas. Los medios de comunicación predominantes constituyen
un instrumento para propagar el paradigma del desarrollo patriarcal, es decir, el del poder. Son una
herramienta para fortalecer la situación actual de cosas y la estructura, controlada desde las cúpulas
decisorias, muchas de ellas fuera de la realidad y del control nacional.

Los medios –desde la prensa escrita hasta la internet– podrían ser un instrumento para aumentar las
disparidades y convertir a los pueblos –y a sus mujeres– en consumidores contumaces tanto de bienes
como de ideologías.

Kamla Bhasin, socióloga feminista, al analizar el significado de los medios para la población del lado sur
del mundo, afirma que la entrada de las transnacionales mediáticas consiguió hacer ventas masivas con
un click y al mismo tiempo, trasladan, sin control nacional, los discursos internacionales del poder global.

Otra certeza es que muchas de nosotras pensamos que ya es tiempo de analizar los medios desde la

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crítica feminista, no sólo como instrumentos de poder y control, sino como probables instrumentos para
el cambio.

Es claro, además, que los cambios en el contenido y mensaje de los medios están ligados al cambio en
los escenarios económico y político globales. Ahí, en ese análisis, las mujeres estamos obligadas a
encontrar sus contradicciones y usar los caminos que esas contradicciones ofrecen a nuestros intereses.
Si el extremo peligroso es que se eternizará el modelo explotador, el libre mercado y la afirmación de
sociedades excluyentes, el otro es el de la democracia. El tema es cómo encontrar el hilo conductor a
nuestro favor; y eso depende de quién y cómo intervenga en el proceso de producción de los medios. De
ahí la importancia de insertarnos en las nuevas tecnologías y en el conocimiento del lenguaje de los
medios.

Nuestros saberes están ahí. Es tiempo de elaborar, como ya decía, una nueva estrategia para nuevos
medios. Tenemos que analizar el significado de la globalidad, de la manera cómo operan los monopolios,
de la existencia de acuerdos internacionales, de la defensa y promoción de los derechos a la información
y la libre expresión. De la urgencia de incluir con profundidad temas, análisis, informaciones de esa
realidad social que denota diversidad, propuestas, agendas de promoción para las mujeres y, por
supuesto, del uso y manejo de las nuevas tecnologías. Ello ayudará a despejar el miedo que paraliza,
con la idea de que la globalización nos subsume.

Hagamos algo distinto


Existe una corriente feminista que también quiere hacer un uso instrumental de los medios. Una corriente
que se cree con poder para usar esos instrumentos en favor de sus ideas o imágenes personales. El
problema, grave, es que los medios están controlados por grandes consorcios de nuevo cuño. Un
ejemplo son los convenios de la gran empresa de Bill Gates y las transnacionales telefónicas como ATT.
La justificación es su uso a través del diálogo con los grandes medios. Lo que falta es saber si esta
estrategia podría ser real.

Lo que trato de decir aquí es que el panorama, como antes nunca, se presenta escindido, precisamente
por la gran competencia entre los consorcios comunicacionales. La revisión de haceres planteada por
Ana María Portugal (2000) nos podría dar algunas clave. ¿Se pueden hacer pactos, alianzas,
discusiones, diálogos, hoy en día, con los dueños de los grandes medios a partir de la agenda de las
mujeres?

El desafío es identificar esas posibilidades. No podemos negar que existe un halo de esperanza. Los
cambios ocurridos entre las cúpulas controladoras del poder y de los medios han generado, lentamente,
esta posibilidad.

Es verdad que se ha producido otra cultura a lo largo de los dos últimos siglos y, con frecuencia, los
medios han captado algunos de estos cambios. La cultura feminista, por ejemplo, subyace en muchas de
las protestas ciudadanas, algunas de las cuales hoy traspasan el umbral de los medios; hablar de
tolerancia, de no violencia, de derechos humanos, de política incluyente, es también hablar con el
lenguaje aprendido en el movimiento feminista.

La doctora Marcela Lagarde nos ha llevado a reflexionar sobre lo que significó la escritura para las
mujeres. Sin la escritura y sin la imprenta jamás hubiéramos conocido el pensamiento de nuestras
ancestras, tampoco conoceríamos la historia de sus luchas. Sin la investigación feminista tampoco.
¿Entonces, qué hacer?

Frente a este inmenso y entramado desafío que son los medios, nuestra esperanza tendrá que fundarse
en lo que tenemos y cómo, en cada época, hemos roto el silencio.

Romper el silencio
La globalización que ofrecen las nuevas tecnologías de la comunicación abre nuevos caminos y presenta
oportunidades para hacer visible la condición de las mujeres en dimensiones diferentes, es posible que
haya una nueva lectura sobre nuestra condición. Hemos puesto bases suficientes; lo incierto, aún, es si
el movimiento de mujeres o feminista lo sabe.

Si bien la crítica feminista puso un foco rojo ahí donde se nos ha representado con espejos

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distorsionados, ha sido posible –con contradicciones– crear una cultura feminista. Hemos rescatado la
experiencia personal y colectiva de las mujeres "que han pintado el mundo y sus vidas como vitrales
coloridos". Es decir, esta cultura, ha sido, a pesar de todo, difundida y elaborada con la escritura y la
experiencia de las mujeres. Hoy, esos pensamientos surgidos de la reflexión en pequeños grupos,
develados en libros, espacios académicos y grupos sociales, podrían asaltar los medios de
comunicación de masas.

De la misma manera que Sor Juana tomó la palabra, así lo hicieron las Violentas del Anahuác; y las
feministas de los años 70 decidieron crear sus propios medios con resultados alentadores. Pero eso no
es suficiente. Al final del siglo las periodistas cibernéticas han empezado a hacer su parte.

En los años 70 balbuceaba apenas la globalización y nos parecía distante este mundo, hoy
revolucionado y globalizado, de los medios de comunicación. Nuestros contenidos subversivos,
transgresores y la crítica a las instituciones patriarcales, dio lugar a la creación de un lenguaje
ideologizado y altisonante, frecuentemente acompañado de la diatriba y la descalificación al mundo de
los hombres. En ese momento sabíamos que eso era un hecho mediático; y fue así que impactamos,
irrumpimos en las buenas conciencias, nos fotografiaron y televisaron. Existíamos.

Pero muy rápido nos expulsaron de los medios, habíamos dejado de ser noticia; entonces, hicimos los
nuestros. De estas experiencias, en México surgió el Foro de las Mujeres en Radio UNAM; la Barra de
Mujeres en el Canal 13; la Causa de las Mujeres en Radio Educación y la ya legendaria Revista Fem;
creamos cadenas de comunicación personal, telarañas infinitas; difundimos la polémica feminista en la
revista Siempre y empezamos a nombrar los derechos silenciados.

En los primeros años de la década de los 80, algunas feministas escribían en los diarios El Universal,
Excelsior y Unomásuno. Surgieron iniciativas como el colectivo Cine Mujer y se empezó a crear un
lenguaje nuevo. Cientos de folletos, cuadernos de reflexión, análisis y testimonios circularon
profusamente y continúan circulando; es decir, habíamos utilizado ampliamente la escritura y lentamente
la imagen. En esos años ya era una revolución el fax. La comunicación crecía.

Nuestros medios llegaron a miles de mujeres, pero en la actualidad es más desafiante, pues en la
medida en que nuestra palabra fue colectivizándose, surgieron nuevos grupos de mujeres y múltiples
conocimientos. Nacieron así muchos y variados programas de radio en emisoras universitarias y
culturales.

Mientras tanto, todo era crecimiento y cambio en los periódicos, en las redacciones de noticiarios y en el
manejo tecnológico de los medios de comunicación de masas. Sin que fuera percibido por la sociedad,
se recompusieron los monopolios y se popularizaba o socializaba su avance tecnológico. Las
computadoras invadieron las redacciones de los diarios, se multiplicaron los noticiarios radiales –antes
inexistentes– y balbuceaba lo que se conoce hoy como radio hablado y de discusión pública, micrófonos
abiertos e intervención ciudadana. Miles de mujeres ingresaron como trabajadoras en esos medios.

A finales de la década de los 80 apareció una creciente protesta civil, muchas mujeres contribuyeron a
ello. Pero los medios, esos, los grandes, estaban otra vez ausentes del movimiento como tal. Nosotras,
primero expulsadas, nos habíamos marginado y durante un largo periodo también estuvimos desligadas
de esos medios.

Así sucedió la revolución alterna. Frente al control tradicional de sólo varones en los medios, la llegada
masiva de mujeres a distintos espacios de comunicación alteraba todo el entramado. Nosotras, ellas,
ocupamos todas las actividades, desde la reporteril y de locución, hasta la de producción, programación,
editorial, de contenidos y de reflexión. Incluso de dirección.

Sin embargo, en este lapso no hubo un cambio significativo en los contenidos de los mensajes
mediáticos, ya que, como en otras esferas del hacer público, las mujeres de medios repitieron las formas
de hacer y jerarquizar las noticias. En la práctica, los medios seguían ocultando nuestras propuestas y se
mantuvo el modo de hacer periodismo con visión patriarcal. La llegada masiva y creciente de mujeres a
los medios se convirtió en una quimera, no había –no existe aún– una relación entre éstas, es decir, las
mujeres de los medios y las otras, las mujeres de nuevo lenguaje y aprendizaje, las libertarias. Los
medios, incluso, fueron fuente de crítica negativa a las propuestas y al trabajo de las mujeres feministas.

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Esta también fue la época en que surgieron y se masificaron las telenovelas, llegó a un millón semanal el
tiraje de las revistas femeninas y empezó a aparecer una nueva imagen: la de la mujer moderna. ¿Quién
no recuerda el éxito de la revista Cosmopolitan y la Chica Cosmos?, una idealización consumista de la
Doble Jornada femenina y el nuevo mandato de convertirnos en la mujer perfecta. Esta imagen sigue
congelada en la conciencia de miles de mujeres.

Algunos intentos
A pesar de este inmenso divorcio entre las ideas del naciente movimiento feminista y el amplio de
mujeres y los medios de comunicación de masas, hubo importantes experiencias nacionales e
internacionales. En los años 80, la revista Fem, de información y reflexión feminista que daba testimonio
del pujante movimiento de las mujeres, se propuso circular dentro del diario Unomásuno para llegar a
ámbitos distintos a los de las iniciadas o activistas; se produjo en Canal 13 el programa A brazo partido;
surgió La Causa de las Mujeres en Radio Educación y apareció la página de La Mujer en el Mundo en el
diario El Día, aún vigente.

Los contenidos de estos espacios comunicacionales intentaban testimoniar el cambio que operaba en las
mujeres, sus reflexiones, sus propuestas y sus luchas –que eran muchas–; también difundían la reflexión
feminista y daban cuenta de las primeras iniciativas en la academia; asimismo, testimoniaban de los
deseos y sufrimientos de las mujeres.

En el ámbito internacional ya funcionaba la agencia de noticias Servicio Especial de la Mujer (IPS) y el


proyecto de la agencia latinoamericana Fempress, que daba cuenta de los sucesos más importantes en
la región, con una perspectiva feminista. Ambas agencias difundían a esa otra mujer que nacía en la
sociedad mundial. Aquella que iba convirtiéndose en sujeto político y construía una nueva ciudadanía.

Sin embargo, estas experiencias, incluso hasta finales de los años 80, poco impactaron en forma
importante el contenido e información de los grandes medios. En el movimiento feminista y amplio de
mujeres persistía una postura marginal y contraria a intervenir los medios.

El gran cambio
Ana María Amado (1995) da cuenta de cómo la crítica y el hacer feministas no habían considerado como
un aspecto fundamental para su intervención en la sociedad, a los medios de comunicación de masas, a
la gran prensa. Las periodistas habían hecho lo suyo, según ella, con la aparición y desarrollo de la
comunicación alternativa, no marginal, que había aparecido a partir de los años 80. Es decir, no obstante
el divorcio, en los anos 90 se identificaron cientos de mujeres periodistas en todo el mundo realizando
esfuerzos descomunales, pero aislados, para difundir imágenes más realistas y objetivas de la mujer
actual.

En México dos hechos marcaron este cambio; el primero es la aparición del suplemento mensual
feminista Doble Jornada dentro de la edición normal del diario La Jornada que nació en marzo de 1987 y
terminó en 1998, pero del cual surgió su segunda época con Triple Jornada.

Este suplemento se propuso dar cuenta de la condición social de las mujeres con una apuesta
periodística profesional y usando las reglas del juego de la comunicación comercial. Escribir reportajes y
reflexiones para el gran público, cuyas formas de presentación fueran muy semejantes a los
confeccionados por el poder, pero con contenidos distintos. El suplemento pudo competir con la
información periodística nacional y colocarse durante más de once años en la preferencia de muchos
lectores y lectoras. Sin embargo, su influencia real fue limitada.

Uno de sus principales desafíos fue encontrar el equilibrio entre el lenguaje tradicional y las claves
feministas de la información, los textos reflexivos y la divulgación feminista. Cómo informar, qué informar,
hasta dónde introducir el lenguaje crítico feminista, o cómo cambiarlo, fue tema permanente de
preocupación para el grupo editor.

El otro hecho importante ha sido el proceso de cambio en el movimiento y las propuestas de los
organismos internacionales (como Naciones Unidas) y de las fundaciones privadas, para intervenir los
grandes medios. Temas como derechos de las humanas; la salud reproductiva; las experiencias de vida
y grupales, así como las propuestas elaboradas en los terrenos nacional e internacional para el avance

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de la mujer, han sido detonantes para el futuro. Aunque no han conseguido suficientes espacios, son
palancas indiscutibles para el cambio.

Existe, en estas preocupaciones y reconocimientos, la convicción de que la mitad de la población sigue


invisibilizada en los medios, de que los mandatos internacionales no han pasado a la discusión de la
opinión pública y hay dificultades para impulsar políticas públicas en favor del avance de la mujer.

Nuevas estrategias se han puesto en boga, en ellas abreva el movimiento de mujeres generando
experiencias importantes; redes de comunicadoras y perfeccionamiento de algunas alternativas
comunicacionales están a discusión; hay preocupación por ensayar nuevos lenguajes y la creación de
redes computacionales como herramienta para la circulación horizontal de las ideas.

El gran desafío
Pero estas experiencias no serán suficientes si las mujeres no se apropian de las nuevas tecnologías y
no opera en los medios un proceso democratizador. Una esperanza adicional en la complejidad del uso,
tenencia y distribución de los mensajes progresistas y revolucionarios en los medios es, sin duda, el
control del conocimiento y su divulgación, como divisas para la transformación social y el logro de la
equidad y la justicia.

Los cambios culturales parecen urgentes e ingentes. El siglo XXI podría caracterizarse como el siglo de
las mujeres, frase figurativa, que implica tomar de sus propuestas y creaciones culturales claves vitales
para reformar al mundo. Tomar de sus saberes acumulados como creación cultural universal en favor del
desarrollo humano.

El desarrollo tecnológico de las comunicaciones ofrece una herramienta fundamental, pero no será
suficiente si no existe la voluntad social e individual de todas y todos los seres humanos para transformar
este mundo violento, injusto, inequitativo y desigual.

Desde distintos foros, las mujeres hemos elaborando una agenda para el siglo XXI. Hemos propuesto,
igualmente, durante dos siglos, algunas estrategias; hemos develado nuestra historia: "durante las dos
últimas décadas, los movimientos de mujeres y la investigación académica feminista han hecho evidente
la posición subordinada de las mujeres en la estructura, organización y programación de las industrias de
la comunicación", lo que incluye el reconocimiento a la falta de participación y representación de éstas –
de nosotras–, en los medios tradicionales (por ejemplo, la falta de control, por parte de las mujeres, de
los canales de comunicación); la permanencia de la visión sexista que se tiene sobre la mujer, su
ausencia en los contenidos de la información noticiosa y su acceso desequilibrado a las nuevas
tecnologías de la comunicación.

A pesar de la gran participación femenina en la elaboración de contenidos y mensajes en los medios, el


cambio es muy lento. El gran reto es encontrar las mejores vías para que se produzcan transformaciones
profundas, tanto en el contenido como en la democratización de los medios. La lucha es por la inclusión
de una visión de género, no sexista y democrática. La utopía es que estos deseos dejen de ser una
quimera.

Habrá que elaborar un código de ética en los medios para que éstos recuperen su papel de servicio
público; igualmente, llamar a una nueva alianza de los trabajadores(as) de los medios con la causa de la
mujer y la suya propia; será necesario intervenir como sociedad civil, con la armadura de una nueva
ciudadanía para propiciar estos cambios.

Esta apresurada e incompleta reflexión sobre los medios y sus contenidos de género de cara al siglo XXI
nos obligó a crear Comunicación e Información de la Mujer e impulsar la Red Nacional de Periodistas
cuya historia se cuenta en las páginas de este libro.

Creemos que la alianza entre comunicadoras y comunicadores con una propuesta de desarrollo humano
y de revolución genérica, será capaz de acompañar los cambios que hoy operan en las conciencias de
millones de personas y será capaz, también, de mediatizar los efectos más nefastos de la globalización
del capitalismo salvaje, patriarcal y violento.

Bibliografía

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Amado, Ana María. 1995. Estrategias para entrar a los medios masivos. En: Gloria Bonder, compiladora, Mujer y
Comunicación, una alianza posible, Buenos Aires: Asociación Mundial para la Comunicación Cristiana (WACC) y
Centro de Estudios de la Mujer (CEM).

Bhasin, Kamla. 1994. Ponencia presentada en la Conferencia Women Empowering Communication. Bankok,
febrero.

Erazo, Viviana y Adriana Santa Cruz. 1978. Compromolitan. México: Universidad del Tercer Mundo, DF.

Lagarde, Marcela. 1996. Feminismo, género y desarrollo humano. Madrid, Horas y Horas.

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