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Agnosticismo

(del griego agnostos, de agnoein, no saber, ignorar) Término acuñado por Thomas Henry Huxley
(1825-1895), en 1869, para diferenciar su sistema de ideas del de los metafísicos, en el seno de la
Metaphysical Society, que mantenían poder probar la existencia de Dios o sostenían la racionalidad
de la fe. En general, supone la afirmación de que no hay que creer en aquello para lo cual no existen
suficientes pruebas. En sentido estricto, suele entenderse como la afirmación de que no es posible
afirmar racionalmente la existencia de Dios ni su no existencia

Ateísmo
(del griego theós, dios, y de la a privativa: sin dios). En el aspecto teórico, es la negación de la
existencia de Dios o de la posibilidad de conocer su existencia, o hasta la afirmación de que «Dios»
es un concepto carente de sentido. En su aspecto práctico, coincide con la indiferencia religiosa de
quien vive de forma que no tiene en cuenta para nada el concepto de Dios. Ateo es, pues, quien
sostiene, en la teoría o en la práctica, que «Dios no existe».

Son teóricamente ateos todos aquellos sistemas filosóficos que se fundamentan en el materialismo
o en el monismo materialista, como por ejemplo, en la antigüedad el atomismo, el epicureísmo, T.
Campanella, en el Renacimiento, el materialismo francés de la Ilustración, los hegelianos de
izquierda, como Feuerbach y Marx, el materialismo dialéctico; lo son también el existencialismo, por
lo menos en autores como Camus y Sartre, influidos por Nietzsche; el panteísmo en general y el
idealismo alemán en cuanto identifica el absoluto con la conciencia humana (ver Atheismusstreit).
En el ateísmo teórico, o filosófico, la negación razonada de la existencia de Dios se considera
totalmente coherente con las afirmaciones básicas del propio sistema filosófico, o bien simplemente
se considera incompatible con el sistema la afirmación de la existencia de Dios, o hasta la misma
noción o concepto de Dios. En este sentido, son de notar los denominados ataques globales al
teísmo, que sostienen que no sólo es improbable la existencia de Dios, sino que es imposible, por
tratarse de un concepto incoherente o contradictorio. Así, Kai Nielsen y M. Durrant, para quienes
este concepto carece totalmente de sentido al no poder nosotros señalar ningún referente de Dios;
o A. Flew, quien afirma que la noción de «ser perfecto», el ser que posee todas las perfecciones,
incluidas por tanto las contradictorias, es también contradictoria, o bien que la noción cristiana de
Dios creador y omnipotente es incompatible con la libertad humana.

Sostienen, por otro lado, un ateísmo práctico, además del teórico, aquellos sistemas filosóficos que
propugnan una visión del mundo de la que se excluye positivamente la idea de Dios: Nietzsche, que
proclama una moral cuyo punto de partida es que «Dios ha muerto»; el existencialismo del que
Sartre afirma que es la consecuencia coherente de la inexistencia de Dios, o el marxismo, para el
que la crítica a la religión es la condición previa de toda crítica. Se suele hablar también de un
ateísmo postulatorio, a saber, aquel que supone que la negación de la existencia de Dios es una
premisa o postulado del propio sistema; éste es el caso, por ejemplo, del existencialismo de Sartre.
Ciencia (del latín scientia, de scire, saber)
Es la actividad humana productora de conocimiento científico . Aquella actividad cultural humana
que tiene como objetivo la constitución y fundamentación de un cuerpo sistemático del saber (ver
texto ). Así definida, esta actividad podría confundirse con otras parecidas con un objetivo parecido,
como la filosofía, el arte, y hasta la misma religión. Pero la actividad científica se distingue de otras
similares por sus características específicas: el conocimiento del que trata es un conocimiento
racional, que se refiere al mundo material o naturaleza, cuyas regularidades quiere explicar y
predecir; obtenido mediante un método experimental, del cual forman parte la observación, la
experimentación y las inferencias de los hechos observados; es sistemático porque se organiza
mediante hipótesis, leyes y teorías, y es un conocimiento objetivo y público, porque busca ser
reconocido por todos como verdadero o, por lo menos, ser aceptado por consenso universal (ver
texto ). Así entendido, el concepto de ciencia debería aplicarse exclusivamente a las denominadas
ciencias empíricas, como la física o la zoología, excluyendo a las llamadas ciencias formales, como
la matemática y la lógica. Pero estas últimas son también ciencias en el pleno sentido de la palabra
porque, si bien no se refieren a hechos de la naturaleza, son también un conocimiento universal,
sistemático y metódico, proporcionan los instrumentos de cálculo e inferencia, necesarios para el
método y la sistematización de las ciencias empíricas y, además, también mantienen alguna relación
con la naturaleza, de la cual constituyen modelos o formas para pensarla.

Históricamente, este tipo de conocimiento tuvo sus orígenes en Grecia, hacia el s. VI a.C., en las
colonias jonias de Asia Menor, primero en forma de conocimientos de matemáticas y astronomía, y
luego en forma de cosmologías nuevas que sustituyeron -en sus métodos, pero no en sus objetivos-
a las viejas cosmogonías, tanto griegas y egipcias como babilónicas y hebreas. A este primer
nacimiento se añadió, en el s. XVII, también en occidente y en la cuenca del Mediterráneo, el
segundo y definitivo surgimiento de la ciencia, gracias a la renovación del modelo astronómico del
mundo por obra de Nicolás Copérnico y, luego, a la aplicación del método matemático a los
fenómenos físicos de la naturaleza, obra de Galileo. Estos autores y quienes siguieron apoyándose
en su modelo de investigar dieron origen a lo que se denominó entonces «ciencia nueva» y
posteriormente «ciencia moderna», la cual, con la síntesis posterior de la mecánica clásica de
Newton, que supuso su culminación, se constituyó en modelo de conocimiento científico, o de
ciencia, para toda la civilización posterior. Cuatro son los períodos que suelen destacarse como
característicos de la aparición y constitución histórica de la ciencia:

1) El paso de las primitivas cosmogonías (babilónicas, egipcias, hebreas y griegas) a las nuevas
cosmologías, iniciadas por el pensamiento racional de los jonios del Asia Menor, hecho que supone
el surgimiento de la filosofía en el s. VI a.C.;

2) la aparición de la tradición geocéntrica y geoestática por obra de Platón y Aristóteles y, sobre


todo, de la astronomía y la física aristotélicas;

3) la crisis y crítica (según algunos, gradual a partir de la Edad Media) de las ideas aristotélicas, en la
denominada revolución científica, a comienzos de la era moderna, con el establecimiento del
paradigma de la mecánica de Newton; 4) las modificaciones de este mismo paradigma, y por lo
mismo, de la mecánica clásica y del modelo clásico de ciencia, por obra de la teoría de la relatividad
especial de Einstein, en cosmología, y la nueva física cuántica, en lo relativo a la constitución de la
materia.

Las características básicas de que goza la ciencia son las mismas que se atribuyen al conocimiento
científico, ya que, en definitiva, son una sola y misma cosa (uno es el resultado de la actividad y la
otra es la actividad humana que lo produce), y sólo a ellos se aplica la noción de episteme, tal como
se denominaba al verdadero saber entre los griegos, por oposición a la mera opinión, que se
consideraba conocimiento impropio o saber infundado. Pero debe reducirse a su justa medida el
valor de verdad de la ciencia. Y, así, la filosofía de la ciencia resalta el aspecto de provisionalidad del
conocimiento científico e insiste en que la ciencia es sobre todo aquella actividad racional que
consiste en proponer teorías provisionales, a modo de conjeturas audaces, a partir de los problemas
que surgen de nuestra adaptación al medio, para someterlas a la prueba del experimento,
contrastándolas con los hechos, a fin de descubrir su posible falsedad. De aquí que lo que caracteriza
al desarrollo de la ciencia no sea precisamente la acumulación de conocimientos, sino la «indagación
de la verdad persistente y temerariamente crítica»

Criticismo
El término, además de referirse genéricamente a la actividad constante de la crítica, como propia
de la filosofía, y a diversas actitudes específicamente críticas de algunos sistemas filosóficos, se
refiere de un modo peculiar a la filosofía crítica de Kant. Kant habla del criticismo de la razón pura
para referirse a una etapa de la filosofía, en la que, frente al dogmatismo y escepticismo, ya no
queda sino seguir la vía de la filosofía trascendental.

Dogmatismo
En el ámbito de la religión, proposición de la verdad de una doctrina por razones externas a la
misma; por la autoridad, por ejemplo. En un terreno epistemológico, y ya con connotación
peyorativa, la postura que implica mantener la verdad de un enunciado sin demasiadas razones que
lo justifiquen o, en un sentido más amplio y directamente opuesto a escepticismo, la convicción de
que son muchos los enunciados cuya verdad podemos saber. Para Kant, es la pretensión de avanzar
en el conocimiento filosófico sin haber sometido a crítica los principios del pensar. Sus opuestos
son, por tanto, el criticismo y el escepticismo.
Empirismo
(del griego empeiría, experiencia, empeiros, experimentado; referido especialmente a las prácticas
médicas que no se apoyaban en teorías, sentido en que todavía se usa en la Enciclopedia francesa)
La doctrina filosófica que sostiene que las ideas y el conocimiento en general provienen de la
experiencia, tanto en sentido psicológico (o temporal: el conocimiento nace con la experiencia)
como en sentido epistemológico(o lógico: el conocimiento se justifica por la experiencia). A Kant se
debe su uso en filosofía en el sentido actual: llama a Aristóteles «principal representante de los
empiristas» y, a Locke, uno de sus seguidores actuales al referirse a la teoría que deriva de la
experiencia los conocimientos que posee la razón.

A Aristóteles se debe la primera línea de pensamiento que vincula de manera sistemática el conocer
a la experiencia sensible, pero el empirismo, como doctrina filosófica sistemática, se supone
característica de la filosofía inglesa; indicios de este tipo de pensamiento se ven incluso en la actitud
teórica de algunos escolásticos, como Roger Bacon y Guillermo de Oc-cam, si bien los verdaderos
precursores del empirismo teórico son, en realidad, Francis Bacon (1561-1626) y Hobbes (1588-
1679); el primero destaca la necesidad de recurrir a la inducción y a la observación para hacer ciencia
y el supuesto del segundo -racionalista en algunos de sus planteamientos- de que «todo es cuerpo»
no permite comenzar y justificar el conocimiento si no es a partir de la sensación. Quienes dan forma
sistemática al empirismo son, sin embargo, Locke (1632-1704), Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-
1776). A ellos se debe la versión clásica del empirismo, cuyos puntos fundamentales son: 1) la
afirmación de que no existen ideas innatas y 2) que el conocimiento procede de la sensación, o
experiencia interna o externa; de este modo afirma tanto la prioridad temporal del conocimiento
sensible (el conocimiento empieza con la experiencia) como su prioridad epistemológica o lógica (el
conocimiento requiere de la experiencia como justificación).Los textos más fundamentales del
empirismo clásico pertenecen a J. Locke, en especial a su obra Ensayo del entendimiento humano
(1690) (ver texto 1 y texto 2 ).

El libro I de esta obra es una crítica cerrada a la doctrina de las ideas innatas, tal como las entendían
los cartesianos; no hay ideas innatas ni principios teóricos o morales. El entendimiento, antes de
toda experiencia, no es más que una tabula rasa. El libro II trata del origen de las ideas a partir de la
experiencia sensible, interna o externa; nacidas las ideas simples de la sensación o de la reflexión,
el entendimiento puede a partir de ellas componer ideas complejas. En una de estas ideas
complejas, la sustancia, pueden distinguirse cualidades primarias (objetivas) y cualidades
secundarias (subjetivas).El libro III estudia el lenguaje y el IV el conocimiento (si bien de un modo
que no está en plena consonancia con el libro I).La influencia de esta obra en los ilustrados franceses
fue enorme; éstos vieron en Locke la superación del racionalismo que dominaba en el continente
europeo desde Descartes a Leibniz, y fundaron en ella su modelo de razón empírica. Leibniz criticó
el empirismo de Locke en su obra Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (1703-1704).Las
ideas simples de Locke se agrupan en cuatro clases:1) las que provienen de un solo sentido;
«amarillo», por ejemplo.2) las que provienen de varios sentidos; la «forma», por ejemplo.3) las que
provienen de la reflexión interna, por pensar sobre ideas simples de los sentidos; el «pensamiento»
y la «voluntad», por ejemplo.4) las que proceden, de forma combinada, de la sensación y la reflexión
a un mismo tiempo a manera de síntesis; la percepción de la «existencia» de un objeto externo, por
ejemplo, o el «dolor».La mente, combinando, relacionando y abstrayendo, puede formar ideas
complejas -«la belleza, la gratitud, un hombre, un ejército, el universo»-, relaciones y abstracciones.
Las ideas complejas se dividen en modos, sustancias y relaciones. Una sustancia es una idea
compleja con la que concebimos un ser particular; la idea de «hombre», por ejemplo.Un modo es la
idea compleja con la que pensamos, por abstracción, conjuntos de ideas simples -referibles a
diversas sustancias- que no subsisten como un ser particular; la «danza», por ejemplo, o la
«belleza».Una relación es una idea compleja que surge de la comparación de ideas; Caio, por
ejemplo, pensado como hombre no dice más relación que a sí mismo, pero pensado como
«marido», o como «padre» entra en relación con otra idea.La distinción entre cualidades primarias
y secundarias, divulgada por Locke, pero utilizada ya por Descartes, divide las cualidades de las cosas
sensibles entre las que son objetivas y, por tanto, cualidades sustanciales de los cuerpos (extensión,
figura, número, movimiento y solidez), y las que son subjetivas, que sólo indirectamente podemos
atribuir a la sustancia porque las producen en nosotros las cualidades primarias (color, sabor,
sonido, temperatura, etc.). Cualidades primarias y secundarias son ideas con las que pensamos los
cuerpos.El punto de partida de Berkeley es la crítica a la distinción, hecha por Locke, entre
cualidades primarias y secundarias; la conciencia no hace distinción entre primarias y secundarias:
toda idea es un fenómeno (subjetivo) de la conciencia y todo cuanto sabemos de las cosas es sólo
lo que percibimos (subjetivamente). Por ello «ser es ser percibido» o «percibir».Hume, a su vez,
admite la crítica de Berkeley y asume como punto de partida que las ideas son fenómenos de la
conciencia, pero critica no sólo la idea de sustancia externa, sino también la de sustancia interna, o
yo. De ahí procede su escepticismo, por cuanto lo que pensamos supera con creces lo percibido,
pero sólo hay certeza de lo percibido, y su fenomenismo.En tiempos de Hume, el modelo científico
newtoniano es una ciencia empírica con pleno derecho; el empirismo de Hume dirige su atención,
no sólo hacia la manera y el fundamento de nuestro conocer, sino también hacia una ciencia
empírica del hombre: el Tratado de la naturaleza humana (1739) no confiesa otro objetivo que el de
lograr en el mundo de la moral lo que Newton ha logrado en el mundo de la física. Las
investigaciones de Hume se centran, no sólo en el estudio del entendimiento (Libro I del Tratado de
la naturaleza humana, e Investigación sobre el entendimiento huma-no ), sino también en el de las
pasiones (Libro II del Tratado) y la moral (Libro III del Tratado e Investigación sobre los principios de
la moral).La innovación fundamental de Hume en la teoría del conocimiento es su distinción entre
impresiones e ideas, la relación que existe entre unas y otras y la posibilidad de que las ideas se
asocien entre sí. Una impresión es una percepción que, por ser inmediata y actual, es viva e intensa,
mientras que una idea es una copia de una impresión, y por lo mismo no es más que una percepción
menos viva e intensa, que consiste en la reflexión de la mente sobre una impresión; tal reflexión se
hace por la memoria o la imaginación. Pero, además, las ideas se relacionan entre sí por una especie
de atracción mutua necesaria entre ellas: por semejanza, por contigüidad y por causalidad. Igual
como en el universo de Newton la atracción explica el movimiento de las partículas, en el sistema
filosófico de Hume las ideas simples se relacionan -se asocian- entre sí por una triple ley que las une.
En el conocimiento de lo que él denomina cuestiones de hecho, la relación de causalidad ejerce una
función fundamental: síntesis de las dos leyes anteriores, semejanza y contiguïdad, es ambas cosas
a la vez (ha de haber semejanza entre causa y efecto, y es necesaria una contigüidad en el espacio
y el tiempo entre causa y efecto) más la costumbre, o hábito, de generalizar en forma de ley, o
enunciado universal, las sucesiones de fenómenos que suceden regularmente en el tiempo.La
exigencia básica de que a toda idea ha de corresponderle una impresión para que tenga sentido, o
para que a la palabra le corresponda una idea con un contenido verdadero, se constituye en el
instrumento ineludible de la crítica que instituye a todos los conceptos fundamentales de la filosofía
tradicional: causalidad, sustancia, alma, Dios y libertad. ¿A qué impresión -se pregunta- corresponde
cada una de estas ideas?La crítica que instaura el empirismo clásico acaba en el fenomenismo y el
escepticismo. Frente a la dogmática seguridad que exige y pretende haber hallado el racionalismo,
el empirismo oferta la razonabilidad del conocimiento probable y de los límites del conocimiento.
El valor histórico del empirismo está en su crítica; pero no en la empresa no lograda de fundar
suficientemente el conocimiento científico. Ofrece una alternativa, pero no una síntesis y, por lo
mismo, no una superación del racionalismo y el dogmatismo.Asociacionismo de ideas y perspectiva
fenomenista son los dos ejes sobre los que han girado los sucesivos sistemas empiristas posteriores,
en J.S. Mill, H. Spencer, F. Brentano, E. Mach y otros, pero también son empiristas otros sistemas
filosóficos que deben sus presupuestos más bien al positivismo del s. XIX, como son los de Duhem,
James, Peirce, Dewey o Russell.El empirismo por excelencia de la edad contemporánea recibe el
nombre de empirismo lógico o neopositivismo. Sus dos principios empiristas fundamentales son: el
problema de la verificabilidad, con sus diversas soluciones más o menos radicales, y el
reduccionismo de los conceptos no lógicos o no matemáticos de las teorías a enunciados
observacionales o a conceptos, en última instancia, reducibles a ellos. Los escritos de Karl R. Popper
representan una crítica dirigida al neopositivismo en general desde un punto de vista empirista
crítico, que su autor llamó racionalismo crítico. Su principio de falsabilidad se opone diametralmente
al inductivismo que supone el principio de verificación.La nueva filosofía de la ciencia, esto es,
aquella que se opone a la concepción estándar de la ciencia, insiste sobre cuestiones que parecen
minar los puntos fundamentales en que se sostiene el empirismo: la importancia de la teoría en la
misma observación (observaciones «cargadas de teoría») y la crítica dirigida hacia la excesiva
distinción ente lo teórico y lo observacional. W.V.O. Quine, que ha puesto en evidencia los dos
denominados «dogmas del empirismo», a saber, el reduccionismo y la distinción entre analítico y
sintético, también ha destacado que sólo «lo sensorial» es suficiente fundamento para la ciencia o
para el significado de las palabras.

Epistemología
(del griego epistéme, conocimiento o ciencia, y, logos, teoría o estudio) Etimológicamente significa
«estudio del conocimiento», o «estudio de la ciencia», y puede entenderse como la rama de la
filosofía que estudia los problemas del conocimiento. Este término, que empieza a generalizarse a
finales del s. XIX, sustituyendo al más antiguo de teoría del conocimiento y, luego, al de gnoseología,
presenta cierta ambigüedad, por lo que no siempre se usa con idéntico sentido. Cuando se le
atribuye un significado tradicional y clásico, se refiere al estudio crítico de las condiciones de
posibilidad del conocimiento en general, ocupándose de responder a preguntas como: ¿Qué
podemos conocer?, o ¿cómo sabemos que lo que creemos acerca del mundo es verdadero? En este
caso, su objeto de estudio coincide con el de la teoría del conocimiento (ver texto ). Pero asimismo
-más bien recientemente- se le atribuye la función de ocuparse de la ciencia y del conocimiento
científico, como objeto propio de estudio, por lo que se identifica con lo que, sobre todo en países
de influencia anglosajona, se llama más adecuadamente «filosofía de la ciencia» (inicialmente
entendida como «metodología de la ciencia» o «lógica de la ciencia»; ver cita). La tradición francesa
tiende a diferenciar entre una reflexión genérica sobre la ciencia (filosofía de la ciencia) y el estudio
histórico y crítico de las ciencias, sus principios, sus métodos y sus resultados (epistemología). Mario
Bunge, epistemólogo argentino que reside en el Canadá, usa indiferentemente «epistemología» o
«filosofía de la ciencia» y, en la práctica, éste es, entre nosotros, el uso común.
escepticismo (del griego skeptomai, investigar atentamente, o simplemente de skeptesthai,
investigar) Concepción en teoría del conocimiento que sostiene, en principio, que la mente humana
no es capaz de justificar afirmaciones verdaderas. Un escepticismo extremo o absoluto sostendría
que no existe ningún enunciado objetivamente verdadero para la mente humana, o la imposibilidad
total de justificar afirmaciones verdaderas; de este escepticismo se suele decir que se refuta a sí
mismo o que es imposible, puesto que se niega en su propia afirmación. El escepticismo moderado
o relativo sostiene que son pocos los enunciados objetivamente verdaderos, o bien establece dudas
razonadas sobre la capacidad de la mente humana de poder conocer las cosas y, por lo mismo, la
somete a examen. Este relativismo propugna una actitud crítica ante el dogmatismo.
Históricamente, las afirmaciones de escepticismo moderado aparecen tanto en épocas de
decadencia cultural o cansancio intelectual, como de renovación e Ilustración, y la historia misma
de la filosofía occidental alterna épocas de escepticismo y dogmatismo. La duda metódica y el
espíritu crítico o el rigor científico son manifestaciones prácticas de un escepticismo moderado

Históricamente, una corriente de la filosofía helenística, el pirronismo, o escuela escéptica que nace
con Pirrón de Elis (360-272) y su discípulo Timón de Fliunte (325/320-235/230), para quienes ni los
sentidos ni la razón pueden suministrarnos un conocimiento verdadero, por lo que lo más sabio, si
queremos llegar a la ataraxia, es permanecer indiferentes a todo absteniéndonos de hacer juicios;
los estoicos llamaron a esta suspensión de juicios epokhé. Con Arcesilao (315-ca. 240), considerado
el fundador de la Academia nueva, entra el escepticismo en la Academia platónica; criticó la teoría
del conocimiento de los estoicos, y excluyó del escepticismo el razonamiento moral: pese a
desconocer dónde está la verdad, el sabio es capaz de actuar moralmente. Carneades (219-128),
uno de sus sucesores, desarrolló una teoría del conocimiento probable (píthanon, «lo digno de
crédito»): su escepticismo está basado en la distinción que establece entre lo objetivamente
verdadero, desconocido para el hombre, y lo subjetivamente verdadero. A partir del s. II a.C., el
escepticismo tiende a convertirse en eclecticismo, pensamiento que invade tanto la Academia
platónica como las restantes escuelas helenísticas, si bien en menor medida. Enesidemo de Cnossos
(hacia al año 50 a.C.) renueva el pirronismo antiguo y estudia sus «tropos», o lista de
contraposiciones que fundamentan el escepticismo de la vida (Razonamientos pirrónicos). Hacia el
s. II d.C. el escepticismo se funde con el empirismo médico. En esta corriente destaca Sexto Empírico
(Alejandría, hacia la segunda mitad del s. II d.C.), el autor más importante para el conocimiento del
escepticismo antiguo, que lo entiende (Supuestos del escepticismo pirrónico) como el arte de
enfrentar todas las contradicciones de las cosas y el pensamiento; el escéptico logra la ataraxia, o
tranquilidad interior, renunciando a decidir sobre opiniones contradictorias (ver texto ).En general,
la dificultad de resolver la cuestión epistemológica de la verdad y la falsedad se combinó, en el
escepticismo antiguo, con la adopción de certezas de tipo práctico, que se fundamentaban en
criterios éticos, estéticos, de utilidad, etc. En cambio, en el escepticismo renacentista se acentúa
sobre todo el aspecto racional del problema, dejando de lado la actitud más vital que representaba
el escepticismo griego. Montaigne (1533-1592), Charron (1541-1603) y Francisco Sánchez (1562-
1632) son los escépticos destacados de esta época.

David Hume (1711-1776) integra el escepticismo en la misma actividad filosófica. Distingue


(Investigación sobre el entendimiento humano, sec. XII) entre escepticismo «antecedente» y
escepticismo «consecuente». El primero es «anterior a todo estudio y filosofía», y un ejemplo podría
ser la duda metódica cartesiana, que plantea la búsqueda de un primer principio de certeza infalible;
el segundo es «posterior a la ciencia y a la investigación». Mantener un escepticismo antecedente
en forma exagerada -pirrónica- equivale a negar cualquier posibilidad de llegar a la certeza. El
escepticismo consecuente es el que hay que adoptar después de haber sometido a examen nuestras
posibilidades cognoscitivas. Este escepticismo pone de manifiesto la imposibilidad de conciliar lo
que creemos por sentido común y lo que sostenemos tras un examen filosófico de muchas
cuestiones: por sentido común creemos que lo que vemos es lo que existe, pero la razón filosófica
rechaza identificar nuestras representaciones con los objetos que representan; por otro lado, no
disponemos de buenos argumentos para demostrar que nuestras percepciones o representaciones
correspondan a los objetos reales. Al hombre razonable le es necesario un escepticismo mitigado o
«académico», que es el resultado de combinar un severo examen crítico de nuestras capacidades
cognoscitivas con el sentido común y la reflexión. Y así, hay que recordar que todos nuestros
conocimientos se reducen a la relación de ideas, o lo que puede saberse por demostración, y a
cuestiones de hecho, que fundamos en la relación de causa y efecto (ver texto ). Este escepticismo
«académico» de Hume ha pasado a ser una de las posturas fundamentales de la filosofía
neopositivista del s. XX, pero es también una característica de todos aquellos filósofos que, desde
Kant, han tendido a someter a examen a la razón humana. Nietzsche llamó a los escépticos «los
únicos filósofos honorables» (Ecce Homo).

Ética
Rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es la moral. Si por moral hay que entender el conjunto
de normas o costumbres (mores) que rigen la conducta de una persona para que pueda considerarse
buena, la ética es la reflexión racional sobre qué se entiende por conducta buena y en qué se
fundamentan los denominados juicios morales. Las morales, puesto que forman parte de la vida
humana concreta y tienen su fundamento en las costumbres, son muchas y variadas (la cristiana, la
musulmana, la moral de los indios hopi, etc.) y se aceptan tal como son, mientras que la ética, que
se apoya en un análisis racional de la conducta moral, tiende a cierta universalidad de conceptos y
principios y, aunque admita diversidad de sistemas éticos, o maneras concretas de reflexionar sobre
la moral, exige su fundamentación y admite su crítica, igual como han de fundamentarse y pueden
criticarse las opiniones. En resumen, la ética es a la moral lo que la teoría es a la práctica; la moral
es un tipo de conducta, la ética es una reflexión filosófica

Tanto la moral como la ética, términos que en la práctica suelen identificarse, tienen una función
práctica: se refieren, aunque no exclusivamente, a situaciones conflictivas de la vida de las personas.
Desde el punto de vista de la moral, hay que tomar una decisión práctica; desde el punto de vista
de la ética, ha de formarse la conciencia en el hábito de saber decidir moralmente. En ambos casos,
se trata de una tarea de fundamentación moral.

Esta fundamentación puede entenderse de dos maneras: como metaética o como ética normativa.
La primera busca entender cuál es la naturaleza de la ética en el plano del análisis de los conceptos,
y trata de cuestiones como «¿qué se entiende por moral?», «¿qué es bueno?», etc. (ver ejemplo),
mientras que la segunda se ocupa de la justificación de las normas, criterios y valores morales y de
la fundamentación de los juicios morales, y trata de enunciados como «es preferible sufrir la
injusticia que cometerla», «obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al
mismo tiempo, en ley universal». Hay diversas clases de metaética, así como hay diversos tipos de
éticas normativas, normalmente llamados sistemas éticos o morales, y, por supuesto, la metaética
y la ética normativa no se excluyen mutuamente, sino que aquélla es la antesala de ésta.

Como que la ética se interpreta como la parte de la filosofía que estudia la conducta humana en
cuanto la llamamos buena, la primera cuestión metaética es definir qué se entiende por acto
moralmente bueno. Las teorías metaéticas que intentan responder a esta cuestión se dividen en
teorías no cognitivas, si afirman que no es posible demostrar la bondad moral por medios racionales,
y teorías cognitivas, si afirman que esto es posible. Las teorías no cognitivas se dividen, a su vez, en
emotivismo y prescriptivismo, y las cognitivas en intuicionismo y descriptivismo.

G. E. Moore es un buen ejemplo de lo que representa una teoría metaética. En Principia Ethica
(1903), sostiene que el concepto de bueno, problema central de la ética, es indefinible, y que saber
qué es bueno sólo es posible mediante una intuición. Pretender analizarlo, descomponiéndolo en
propiedades o características, es confundirlo con un objeto de la naturaleza y cometer la falacia
naturalista (ver texto ). Es la postura del intuicionismo ético que, contra el naturalismo ético afirma
que las verdades morales -por lo menos algunas- son conocidas por intuición y que por intuición
sabemos que un acto humano es un acto moral.

El intuicionismo es rechazado por la teoría emotivista. Para Alfred J. Ayer, el más radical de los
emotivistas, sostener que algo es bueno, o afirmar un enunciado moral, carece de todo valor
cognoscitivo y descriptivo, porque un enunciado de este género no puede ser ni verdadero ni falso,
dado que se trata de pseudoenunciados y con ellos sólo se expresan los gustos morales personales
y hasta el intento de dar una orden (ver texto ). El filósofo americano, Charles L. Stevenson (1908-
1978), desarrolla, en Ética y lenguaje (1945), partiendo de las ideas sobre el significado de C.K.
Odgen e I.A. Richards (1923), la teoría sólo afirmada por Ayer. En los enunciados éticos puede
distinguirse un contenido descriptivo y un contenido imperativo indefinido; éste es el propiamente
moral. Así, en «esto es bueno», hay una descripción y la sugerencia a que otro mantenga la misma
actitud que uno tiene a su respecto («yo lo apruebo y tú deberías también aprobarlo«). A diferencia
de Ayer, sostiene que el método científico o empírico de verificación no es el adecuado para la ética.

El Prescriptivismo es otra de las metateorías no cognitivas sobre la ética, según la cual los
enunciados éticos expresan prescripciones o mandatos, pero de tal índole que en el fondo permiten
adoptar criterios de discusión sobre las argumentaciones morales (con lo que, en este aspecto, esta
teoría sobre «qué es bueno o moral» deja de ser meramente no cognitiva). Su principal
representante es Richard M. Hare. Su punto de vista es que lo moral es aquello que se presenta
como un «mandato universalizable», esto es, un enunciado ético es un juicio prescriptivo, que
puede ser un imperativo, una norma o un juicio de valor, o valoración. Un imperativo se impone a
una persona, porque ésta admite normas, y éstas debe admitirlas porque participa de la común
aceptación de unos valores en los que socialmente se halla inmerso. «No matarás» es un imperativo;
si se pregunta «¿por qué?», se responde que «hay que respetar la vida de los demás (a menos que
ponga en peligro la propia)», norma ética, a la que, si se pregunta «¿por qué hay que respetar la
vida de los demás?», puede responderse: porque la vida humana se considera un valor supremo. Al
decir «no matarás», se expresa también la adhesión personal a un principio que expresa un valor
universal y, por lo mismo, quien hace un juicio moral que prohíbe o prescribe una acción
determinada, afirma también que la prescribe y prohíbe para cualquier ocasión, persona o situación.

El prescriptivismo ha sido criticado desde el descriptivismo, teoría metaética cuyos principales


representantes son G.J. Warnock, Philippa Foot y Peter Geach. Warnock sostiene que lo moral no
se identifica forzosamente ni con lo prescriptivo ni con lo universal, sino que es simplemente lo
regulado con normas por ser algo que se considera vitalmente importante, o fuente de conflictos
internos o causa de conflictos externos, mientras que Ph. Foot y P. Geach presentan contraejemplos
a la tesis prescriptivista según la cual, para que un enunciado sea moral, ha de ser obligadamente
prescriptivo o valorativo. Según Ph. Foot, hay palabras valorativas, como «grosero» y «valiente» que
se aplican con criterios fácticos, y, según P. Geach, los criterios por los que algo se llama «bueno»
dependen de cualidades naturales, equiparando enunciados como «un buen reloj» y «un buen
hombre».

La ética normativa, por su parte, es un conjunto de concepciones diversas que se articulan en torno
a principios y métodos en que se funda la vida moral. Se distinguen básicamente en éticas
teleológicas y éticas deontológicas. Las primeras, también llamadas éticas consecuencialistas, se
estructuran en torno a fines o en torno a la consideración de las consecuencias de las acciones; las
segundas, en torno a la consideración del principio del deber. Ejemplo claro de ética deontológica
es la moral formal de Kant; de ética teleológica lo es el eudemonismo de Aristóteles.

La ética griega de orientación teleológica comienza con Sócrates, fundador de la investigación ética
por medio del diálogo y la búsqueda de definiciones y quien, con su «arte de partear» saca a la luz
los conceptos fundamentales de la ética, pero alcanza su punto álgido con la ética de Aristóteles. La
felicidad, eudaimonía, es el fin de la vida, y no puede consistir más que en una actividad del alma,
por lo que la felicidad perfecta ha de consistir en la actividad «más excelente»: la vida de la mente
(ver texto y ver cita). De ahí que la ética griega -la de Sócrates, Platón y Aristóteles,
fundamentalmente- sea una moral de virtudes (éticas y dianoéticas).

La ética kantiana es el modelo de las teorías deontológicas. Se estructura en torno al principio de


actuar conforme al deber, que la conciencia humana -la razón práctica- se impone a sí misma
mediante el imperativo categórico: «obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se
convierta, al mismo tiempo, en ley universal». Kant sostiene que ésta es la única ética racional digna
del ser humano, que no prescribe nada concreto, nada material por tanto, y que sólo impone un
motivo formal a la voluntad, válido para todo hombre y para cualquier ocasión (universal y
necesario): no hay intereses ni egoísmos, sino sólo la buena voluntad de actuar de acuerdo con el
deber (ver texto ). A esta ética llama Kant «formal» y «autónoma», mientras que considera que las
restantes son «materiales» y «heterónomas», por cuanto en ellas la voluntad humana se determina
a obrar por motivos prácticos. La ética kantiana dignifica la voluntad y la persona humana, pero
históricamente se la considera rigorista, vacía de los valores por los que actúan las personas y no
apta para fundar un comportamiento moral que tenga en cuenta seres no humanos.

El utilitarismo, oponiéndose al carácter formal y rigorista de la ética kantiana, se sistematiza en


torno a la finalidad de las acciones humanas y la valoración de sus consecuencias. Es, por tanto, una
ética finalista o consecuencialista. La finalidad la define como utilidad, y ésta, como «el mayor bien
para el mayor número posible de personas», para lo que es necesario, mediante el cálculo utilitarista
valorar la cantidad de placer y de dolor, de felicidad e infelicidad, de satisfacción e insatisfacción. El
único criterio racional de que disponemos para apreciar la moralidad de un acto es la consideración
de las consecuencias que se derivan de él para la felicidad humana.

En la primera maximización del bien, según Bentham, se considera sólo la cantidad del bienestar
como criterio de moralidad. Con J. Stuart Mill se introduce la distinción entre cantidad y cualidad de
bienestar y se afirma que sólo el individuo es plenamente responsable de los criterios que utiliza.
Finalmente, ya en pleno siglo XX, con el llamado «utilitarismo de las preferencias», se introducen en
la consideración del cálculo del bienestar las preferencias de todos los implicados en la decisión.

En épocas recientes, la teoría de la justicia propuesta por J. Rawls, que se inspira abiertamente en
Kant y en las doctrinas contractualistas, esto es, aquellas que proponen que los principios éticos son
de libre convención, y que pretende superar los inconvenientes del utilitarismo, aunque se refiera
directamente a la fundamentación de la sociedad, puede aplicarse también a la ética. Para decidir
en situaciones conflictivas sobre cuestiones de libertad, igualdad de oportunidades, renta, riqueza,
etc., puede recurrirse al principio que denomina del maximin: maximizar las exigencias de los
individuos socialmente más débiles

Existencialismo

Conjunto de tendencias filosóficas modernas, que, pese a sus divergencias, coinciden en entender
por existencia, no la mera actualidad de unas cosas o el simple hecho de existir, sino aquello que
constituye la esencia misma del hombre. El hombre, en esta perspectiva, no es la especie humana
o una noción general, sino el individuo humano considerado en su absoluta singularidad.

Los comienzos del existencialismo moderno –prescindiendo de referencias a la singularidad del


individuo o de la existencia humana individual en autores como, por ejemplo, Agustín de Hipona,
Pascal, Kierkegaard, quizás el único antecedente propiamente existencialista, Dostoievski,
Nietzsche, Miguel de Unamuno- se sitúan, a comienzos del s. XX, en el período entre las dos guerras
mundiales, pero su momento de mayor influencia se sitúa hacia los años cincuenta. Sus autores
fundamentales son: Gabriel Marcel, Karl Jaspers, Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre; a éstos
acompañan sus discípulos: Simone de Beauvoir, Maurice Merleau-Ponty, Karl Löwith, Hans G.
Gadamer, Hannah Arendt, y otros, y aquellos además que, aunque pertenecientes a otros campos
de investigación, han sentido la influencia de las ideas existencialistas, como Albert Camus, en
literatura, L. Binswanger, en psicología, O. Bollnow, en pedagogía, R. Bultmann, P. Tillich, R. Guardini
y K. Rahner, en teología, y E. Mounier en una filosofía cristiana, llamada personalismo.
La mayoría de autores se remiten a Søren Kierkegaard (1813-1855), como punto de referencia
inicial. Señala éste el momento de la rebelión contra el idealismo de Hegel y su espíritu de sistema,
frente al cual esgrime el valor del pensamiento subjetivo y del «singular». No son puntos de
referencia existencialista menores su sentido de la angustia y de la soledad humanas.Al hombre
singular, al modo de existir el individuo, llama el existencialismo sin más «existencia». Analizar esta
existencia es labor de la filosofía existencialista o de la existencia. El hombre -Dasein, «ser ahí»,
Existenz, «ser para sí» (ver dibujo)- es el único que propiamente existe, o el único cuya esencia
consiste en preguntarse por su existencia. No es ésta algo dado y acabado, sino sólo proyecto, o
posibilidad que se cumple a lo largo del tiempo, no sin la angustia que proviene del desamparo en
el que se siente el hombre para lograr hacerlo; la temporalidad y la historicidad son esa misma
existencia.

La concepción de la esencia del hombre como existencia individual se complementa bien con la idea
de subjetividad: el hombre, conciencia que se hace a sí misma en total libertad. Y esto explica
también el enlace y la referencia con la fenomenología de Husserl. El existencialismo, el de
Heidegger y el de Sartre por lo menos, deja claro que no hay más ontología que la fenomenología
(ver texto ). Significa esto que a la filosofía de la existencia le interesa el fenómeno, no el ser o las
cosas en sí, puesto que aquel que se pregunta por el ser -en palabras de Heidegger, aquel a quien
«en su ser le va este su ser»- se sitúa en el terreno, no de lo real, sino de lo posible, del
descubrimiento continuado, de la interpretación. En esto es tributario el existencialismo de la
fenomenología: toma de ella sus métodos de análisis aplicados a la existencia humana.

Existen, por otra parte, diferencias fundamentales entre las distintas corrientes de existencialismo.
Unas se refieren ya a la manera misma de entender la existencia, distinta para cada uno de los
autores; otras permiten hablar, quizás superficialmente, de un existencialismo ateo y un
existencialismo cristiano: Marcel es teísta, como lo es Kierkegaard; Jaspers, sin serlo, habla de una
trascendencia; Sartre sostiene que el existencialismo representa un ateísmo consecuente;
Heidegger, aparentemente ateo, no excluye en su sistema, sobre todo en sus últimas obras, oscuras
y enigmáticas alusiones a Dios. Las obras fundamentales del existencialismo son El ser y el tiempo
(1927), de Heidegger, y El ser y la nada (1943), de Sartre. Sartre escribe esta obra durante el
paréntesis en que se halla la filosofía alemana por causa de la guerra, y este existencialismo francés,
con la rama cristiana representada por G. Marcel y M. Mounier, muy influido por lo demás por
Heidegger y Jaspers, es el que logra ser predominante y extenderse a otros ámbitos culturales, ya
no expresamente filosóficos, como son la literatura y el cine. A ello han contribuido determinados
elementos conceptuales del existencialismo, particularmente chocantes, procedentes de la
situación histórica en que se desarrolla, el período de entre guerras, y el periodo en que se propaga,
la posguerra: la angustia, el fracaso, el absurdo, la muerte o la culpa.

Fe (del latín fides, fe, confianza; en griego B\FJ4H, pístis)

En general, creencia en la verdad de determinados enunciados, sin pruebas suficientes que la


conviertan en una creencia racional o en saber. Se cree por motivos de confianza o sumisión a
alguien a quien se concede autoridad, por sentimiento, por alguna clase de intuición, esto es, por
razones que no alcanzan el nivel de conocimiento intersubjetivo.
Normalmente, el término se aplica al contexto religioso y sobrenatural cristiano, donde fe supone
adhesión de la persona a la revelación divina.

Karl Jaspers habla de la «fe filosófica» (ver referencia), expresión con la que, aparte del misticismo
propio de su existencialismo creyente, parece indicar la confianza que el filósofo, igual que todo
hombre de ciencia, ha de depositar inicialmente en la razón y en la posibilidad del conocimiento.

Fideismo

En general, es la afirmación de la insuficiencia de la razón para fundamentar cualquier creencia,


religiosa, moral o científica. En este sentido amplio, pueden considerarse posturas fideístas las
mantenidas por todos aquellos que sostienen que la fe religiosa carece de todo fundamento
racional, como por ejemplo S. Kierkegaard, y aquellos que afirman que los presupuestos
fundamentales de la ciencia no son demostrables y se aceptan por fe, por ejemplo, B. Russell. En un
sentido histórico, mucho más estricto, fideísmo es la manifestación de irracionalismo aparecida en
Francia, en el s. XIX, junto con el tradicionalismo, y sostenida entre otros por L.G. de Bonald, L.
Bautain (La filosofía del cristianismo, 1835) A. Bonnetty y Robert de Lamennais, pero también por
Heinrich Jacobi y Schleiermacher en Alemania, según la cual la fe, y no la razón, o la razonabilidad,
es fundamento suficiente para la creencia religiosa y toda verdad de orden metafísico, moral o
religioso descansa sobre el «sentimiento» y en modo alguno sobre la razón.

Aunque los términos en que debe entenderse el concepto amplio de fideísmo no son muy definidos,
el significado del fideísmo histórico sí queda claro por la forma como lo interpretó y condenó el
concilio Vaticano I, en la constitución dogmática De fide catholica, de 14 de abril de 1870 (Denzinger
1781-1820), afirmando que la razón humana tiene la capacidad natural de conocer a Dios y de
conocer los preámbulos de la fe.

Filosofia (del griego phylosophía, amor al saber, derivado de filos = amar y sophia = saber, sabiduría)
Etimológicamente, en una traducción excesivamente convencional, «amor a la sabiduría», donde la
palabra sophía, en lugar de ser traducida como «sabiduría», término con connotaciones
grandilocuentes, debe traducirse como «saber teórico», o, en palabras de Aristóteles, como
«entendimiento y ciencia» (ver cita); de igual manera, philos, el «amigo» o el «amante» de este
saber intelectual puede entenderse, a la manera de Platón, como aplicado a aquel que desea o está
ávido de saber .

Históricamente, la invención -hecha por los griegos de las colonias jonias de Asia Menor, hacia el s.
VI a.C.,- de hacer frente con la reflexión racional a los problemas que les presentaba la naturaleza.
La invención consistió -es la tesis de Karl R. Popper- en un cambio de actitud ante las afirmaciones
tradicionales acerca del mundo y el lugar que ocupa el hombre en el mundo, sobre todo acerca de
los orígenes de ambos, debido a profundas transformaciones sociales. De una actitud tradicional,
conservadora y acrítica, basada en el mito, se pasa a una actitud nueva, innovadora y crítica, que se
expresa mediante teorías sobre el mundo, al comienzo rudimentarias. Esta actitud llega a
convertirse en la tradición de criticar teorías, de modo que la filosofía, primero, y luego la ciencia,
que irá naciendo de aquélla, no son más que la actitud crítica del hombre ante las cosas -la
naturaleza, el universo y él mismo-, tal como se ha desarrollado a lo largo de la historia.
Cómo se ha entendido y desarrollado esta actitud crítica, o esta actividad de reflexión racional, a
través de los tiempos constituye la historia de la filosofía y de la ciencia, y aun de la misma
civilización. En líneas generales, tras la espléndida aparición del pensamiento griego, que desarrolla
la filosofía primero como un saber acerca de la naturaleza (presocráticos), luego como un saber
sistemático e integral (Platón y Aristóteles) y, finalmente, como una forma ética de vivir (helenismo),
la filosofía se funde de nuevo con el pensamiento religioso, de donde había surgido como crítica y
alternativa, en parte para confundirse con él y en parte para reelaborarlo desde su interior
(neoplatonismo, cristianismo, filosofía escolástica). Tras una larga y más bien confusa, pero en
ningún modo infructuosa relación que la fe y la razón mantienen en el mundo medieval occidental,
ya sea cristiano, árabe o judío, el pensamiento racional se reestructura de forma autónoma con el
Renacimiento y la revolución científica. Así como en esta época nace la ciencia moderna, hace
también su aparición la filosofía moderna.

Descartes establece la nueva función de la filosofía: asegurar la certeza del conocimiento humano;
la misión de la filosofía es poner en claro en qué fundamenta el sujeto humano su confianza en
saber. Racionalismo y empirismo son dos maneras de responder a lo mismo: la certeza la da la razón
o la experiencia. Hay acuerdo en admitir la existencia de un conocimiento objetivo y común; el
desacuerdo está en el método de conseguirlo y en la medida en que es posible conseguirlo.

Kant invierte sustancialmente la perspectiva y la actitud crítica se dirige al mismo sujeto que la
ejerce; se investiga su capacidad estructural de conocer y, como resultado del «giro copernicano»,
establece que el conocimiento es, de algún modo, constituido por el mismo sujeto humano -por la
naturaleza humana-, no sólo en sus límites sino también en su mismo contenido, y este
conocimiento es universal y el mismo para todos porque la naturaleza humana es la misma en todos.
En la historia posterior a Kant, la creencia en una naturaleza humana y en un solo tipo de
racionalidad ha sido puesta en cuestión. Además de naturaleza, hay historia y evolución y, además
de razón, valores, estructuras económicas, inconsciente y vida. No puede darse ya por supuesto que
existe una cosa tal como racionalidad y naturaleza humana, igual como no hay una cosa objetiva
que pueda llamarse «verdad»; más bien hay que preguntarse por cuáles son las condiciones que
hacen posible que haya racionalidad, naturaleza y verdad.

El desarrollo de las mismas ciencias empíricas durante los dos últimos siglos, y sobre todo el de su
metodología, ha llevado a la conclusión de que la investigación científica no apunta simplemente a
la verdad y a la certeza. El valor de la ciencia es incuestionable y sus procedimientos son modelos
de racionalidad, pero lo son precisamente porque cree que debe cuestionarse a sí misma
constantemente.

No porque haya una naturaleza, un modelo de racionalidad y un conocimiento verdadero se ponen


los hombre de acuerdo; más bien porque los hombres se ponen de acuerdo es posible hablar de
conocimiento verdadero, de racionalidad y de aquello que es, o ha de ser, común a todos.
A la filosofía corresponde, en los distintos ámbitos en que es necesario el acuerdo -en lo social, en
lo ético, en lo teórico, en lo científico- tratar de las condiciones que lo hacen posible y de los
términos en que puede establecerse.

Aunque a lo largo de su historia la filosofía ha consistido en un saber sustantivo y autónomo, en


ocasiones, ha sido el único saber disponible; en la actualidad no se atribuye a la filosofía un objeto
propio de estudio, por la simple razón de que puede abarcarlos todos. Las ciencias son posteriores
a la filosofía en cuanto a su nacimiento cronológico, pero ésta ejerce ahora su actividad tras la
actividad de las ciencias. Por esto suele definirse la filosofía como una reflexión de segundo orden
que se ejerce sobre otras actividades reflexivas de primer orden. Estas actividades reflexivas de
primer orden se ejercen directamente sobre la naturaleza en su sentido más amplio, que abarca
desde el universo hasta el individuo pasando por la sociedad y la historia, y sobre esta actividad
primera reflexiona posteriormente la filosofía, analizando, criticando, dilucidando, interpretando o
evaluando sus presupuestos, sus conceptos básicos, sus métodos, sus resultados y sus objetivos.

No constituye, pues, la filosofía un cuerpo de doctrinas, propio y exclusivo, y distinto de los demás
saberes, sino una actividad racional de reflexión sobre todos aquellos aspectos que se consideran
fundamentales en distintos ámbitos de la vida humana. Esta actividad se desarrolla

a) constituyendo sus propias reflexiones teóricas en aquellos aspectos no susceptibles de ser


tratados científicamente o técnicamente, y

b) sometiendo a crítica, con todos los medios de que dispone la racionalidad humana -desde
procedimientos formales de la lógica y del análisis del lenguaje hasta la sola actividad reflexiva-
presupuestos, nociones fundamentales, creencias básicas, objetivos y métodos de la vida científica
o de la vida ordinaria.

[Por lo demás, también puede decirse que filosofía es de lo que trata este diccionario].

Formal

En general, el adjetivo atribuye a algo una relación con la forma. Cuando se opone a fondo, sustancia
o materia de un asunto o de una cosa, o al valor semántico, emotivo, expresivo, pragmático o
figurativo de una expresión lingüística o artística, se refiere al aspecto estructural o abstracto. Si se
relaciona con la noción clásica de forma sustancial, o un derivado de la misma, significa lo que es lo
esencial a algo. Si se trata de la forma lógica, se refiere al objeto propio de la lógica, a saber, la
consideración de aquellas estructuras mentales, que expresamos mediante símbolos, de las que
sólo interesa su valor de verdad o su validez.
logica ( del griego lógiké, derivado de logikós, que se refiere a la razón, de lógos, razón) Estudio de
los razonamientos bien hechos. Es el procedimiento sistemático y fundado que nos permite
diferenciar un razonamiento correcto, o válido de otro incorrecto, o inválido. Es, por lo mismo,
estudio de la deducción lógica o de la inferencia lógica.Puede también definirse como el estudio
sobre la consistencia de los enunciados que afirmamos (ver cita), o como la ciencia de las reglas
que nos permiten usar correctamente la expresión «por consiguiente», o un equivalente de la
misma (ver cita).Los siguientes párrafos son ejemplos de argumentaciones o razonamientosPuesto
que son razonamientos válidos o correctos, los enunciados de que se compone cada uno de ellos
son consistentes entre sí, el empleo de la expresión «por tanto» o equivalente es legítima, y, en
cada caso, la conclusión ha sido deducida válidamente de las premisas.Para que haya un
razonamiento, no es preciso que la disposición de los enunciados sea la formal, la propia de la
lógica; un razonamiento puede tener también una disposición informal, como en el ejemplo
siguiente: también aquí la conclusión se deduce correctamente -válidamente- de sus premisas. No
es éste el caso, pese a las apariencias, de los siguientes razonamientos:La corrección -o validez- de
un argumento no depende de que los enunciados de que se compone sean, de hecho, verdaderos
o falsos, sino de si, entre premisas y conclusión, existe consecuencia lógica. La lógica estudia la
consecuencia lógica desde un punto de vista formal, esto es, no atendiendo a la verdad de hecho
de los enunciados, sino a la forma como se argumenta: si la forma de argumentar es correcta,
entonces, si las premisas son verdaderas la conclusión será también verdadera. Hallar las formas
correctas de argumentar supone hallar el criterio por el que decidimos que un razonamiento es
válido o inválido.

Positivismo

En general, aquella actitud teórica que sostiene que el único auténtico conocimiento o saber es el
saber científico. Le caracteriza una actitud crítica ante la filosofía tradicional, en especial la
metafísica, y afirma que también la filosofía ha de ser científica. Para ello, el «espíritu positivo» es
fiel a unos principios orientativos o reglas (L. Kolakowski), que se mantienen en todas las filosofías
positivas de las diversas épocas: la regla ontológica del fenomenismo, según el cual la realidad se
manifiesta en los fenómenos, obliga a rechazar cualquier concepción de una esencia oculta más allá
de los fenómenos; la regla del nominalismo, según la cual el saber abstracto no es saber de cosas
en sí o universales, sino de meras cosas individuales generalizadas; la regla que obliga a renunciar a
juicios de valor y a enunciados normativos, en cuanto carentes de sentido cognoscitivo y,
finalmente, la regla de la unidad del método de la ciencia, según la cual cabe pensar en un solo
ámbito del saber, reducible a la observación y a la experiencia, en definitiva a una única ciencia,
preferentemente la física.

La principal aportación de Comte al positivismo es la idea de que la realidad humana es social y


también ella debe poder ser conocida científicamente. A la ciencia que estudia esta realidad como
síntesis de todos los conocimientos humanos llamó Comte «sociología». Este positivismo
sociológico, junto con el positivismo biológico de Claude Bernard, la ética positivista de John Stuart
Mill y el positivismo evolucionista de Herbert Spencer son los principales representantes del espíritu
positivo europeo del s. XIX. En el último cuarto del siglo pasado, el empiriocriticismo de Mach y
Avenarius defiende la necesidad de una filosofía científica y, en el período que transcurre entre los
años veinte y los treinta de este siglo, tras la primera guerra mundial, se desarrolla el denominado
positivismo lógico, empirismo lógico o neopositivismo. Este neopositivismo, que representa

la tradición positivista germánico-austríaca, y que cristaliza en torno al llamado Círculo de Viena,


cuyos representantes más destacados son M. Schlick, R. Carnap, C. Hempel y O. Neurath, además
de inspirarse en Hume, Comte y Mach, se distingue del positivismo del s. XIX por centrar su estudio,
no en los hechos, objeto de las ciencias naturales, sino en el análisis lógico del lenguaje. Su
característica más positivista es, sin embargo, el criterio empirista del significado, o principio de
verificación, según el cual sólo tienen significado, y producen conocimiento, por tanto, aquellos
enunciados que son susceptibles de verificación, esto es, aquellos para los cuales existe un método
de comprobar si son verdaderos o falsos. El Círculo de Viena propugna, además, la tesis de la unidad
de la ciencia, o de la ciencia unificada y, por lo menos algunos de sus miembros sostienen también
la afirmación, propia de Comte, de que la sociología ha de seguir los mismos métodos que las
ciencias de la naturaleza; esta afirmación constituye el núcleo del llamado «positivismo
sociológico».

Psicologia

Término introducido por Goclenius (Rudolf Göckel) hacia 1590, con la obra Psichologia, hoc est de
hominis perfectione, animo et in primis ortu huius commentationes ac disputationes quorundam
theologorum et philosophorum nostrae aetatis [Psicología, esto es, comentarios y tratados de
teólogos y filósofos de nuestro tiempo sobre la perfección del hombre y de su ánimo, y sobre todo
del origen de éste].

El título remite al Sobre el alma (perí psykhés) de Aristóteles, e indica claramente cómo era tratada
la psicología antes de que naciera como ciencia independiente: como parte de la filosofía,
mejorando no obstante el tratamiento que le diera Aristóteles, como parte de la física.

Nace como ciencia, o como disciplina independiente de la filosofía, en 1879, con la fundación por
Wilhelm Wundt, en Leipzig, de un laboratorio experimental de psicología. Su paternidad filosófica
queda puesta, no obstante, de manifiesto con el título de la primera revista de psicología:
«Philosophische Studien».

Se le otorgan, sin embargo, otros sucesivos nacimientos en función de la fundación de escuelas


psicológicas importantes que reorientan la psicología o renuevan su contenido. En realidad, no hay
una sola psicología, sino muchas y diversas escuelas psicológicas.

Los primeros intentos de independencia de la psicología respecto de la filosofía se llevan a cabo


durante el s. XIX de la mano de la psicofísica y la psicofisiología. Son conocidos los trabajos en este
terreno de E.H. Weber (1795-1878) y de Theodor Fechner (1801-1887), que culminan con Elementos
de psicofísica (1860), publicado por Fechner con la primera ley experimental importante sobre la
sensación, llamada ley de Weber-Fechner. La fundación, por Wilhelm Wundt (1821-1920), del
primer laboratorio experimental de psicología, supone no sólo el paso de la psicofisiología a la
psicofísica, sino también la conversión de la psicología en ciencia empírica. El método psicológico
iniciado por Wundt y desarrollado principalmente por Titchener en la Cornell University, en los
EE.UU., es conocido como estructuralismo, y se basaba en la identificación de los elementos que
constituyen o estructuran la mente humana; el método a que recurrieron es conocido con el nombre
de introspección.

El enfoque dado por Wundt a la psicología sirvió como punto de arranque de la reacción en contra
de otras psicologías que se le opusieron en la concepción del objeto de estudio y del método. La
primera reacción -siguiendo la pauta indicada por Benjamin B. Wolman- llega en la triple forma de
funcionalismo, reflejos condicionados y conductismo; el objeto no son ya los procesos internos sólo
cognoscibles por introspección, sino la observación de la conducta externa. El funcionalismo
psicológico -que supone la introducción de la idea de adaptación biológica a la psicología- tiene sus
antecedentes en Darwin, Spencer y Galton, y sus patrocinadores en William James y John Dewey,
especialmente: la vida psíquica entendida como función de adaptación al ambiente. Los estudios de
Pavlov sobre reflejos condicionados señalan el comienzo de la teoría del condicionamiento y el inicio
de métodos experimentales de estudio de la conducta externa como respuesta a un estímulo. El
conductismo de John B. Watson representa la redefinición de la psicología como ciencia de la
conducta y la exclusión de todo método que no sea la directa observación de la conducta externa;
desaparecen de la psicología no sólo los términos de «conciencia», «introspección» o «voluntad»,
sino también «sensación», «percepción», «imaginación», etc. Las investigaciones se desplazan hacia
el estudio del aprendizaje de conductas nuevas.

Las teorías del conductismo de primera hora ya no están vigentes en la psicología actual. En su lugar
surgen las nuevas teorías del neoconductismo de Edwin R. Guthrie (1886-1959) (aprendizaje por
contigüidad), de Clark L. Hull (1884-1952) (expuesto en forma hipotético-deductiva), de B. Frederick
Skinner (1904-1990) (conductismo inductivo en forma pura) y Edward C. Tolmann (1886-1959) (con
introducción de aspectos cognitivos e intencionales, o conductismo intencionado).

La psicología de la Gestalt fue la segunda reacción en contra del estructuralismo y del


asociacionismo de Wundt. Nacida de la tradición fenomenológica alemana, del positivismo de Ernst
Mach y del funcionalismo de Karl Bühler (1879-1963) y, a través de éste, del funcionalismo
americano, tiene sus iniciadores en Max Wertheimer (1880-1943), Kurt Koffka (1886-1941) y
Wolfgang Köhler (1887-1967), quienes, si bien volvieron al análisis de las experiencias subjetivas del
individuo, no lo centraron en el conocimiento de los elementos sino en la percepción de las
totalidades. Los estudios empíricos que llevaron a cabo para investigar la percepción y, en concreto,
los fenómenos visuales de la percepción, son notables y muy conocidos. En la teoría del aprendizaje
insistieron en la importancia de la «comprensión», o visión del conjunto del problema.

La tercera de las reacciones nace de la práctica terapéutica de los enfermos mentales, como doctrina
sobre el inconsciente. Las influencias que recibe Freud, fundador del psicoanálisis, son muchas y
abarcan desde las teorías evolucionistas, materialistas y mecanicistas de las ciencias naturales de su
época hasta supuestos del romanticismo y de la filosofía idealista alemana, en general, y en especial
doctrinas de filósofos como Empédocles, Kant, Schelling, Schopenhauer y Nietzsche.
Paradójicamente, Freud hace del inconsciente -no de la conciencia- el objeto más propio de la
psicología. El psicoanálisis es, a la vez, una teoría psicológica y un método terapéutico, una teoría
de la personalidad y hasta, según algunos, una visión del mundo. Ha influido enormemente sobre la
psiquiatría, la teoría de la personalidad y la psicología clínica.

Tras estas escuelas clásicas de psicología, que pueden considerarse otros tantos nacimientos de la
psicología como ciencia autónoma, surgen múltiples psicologías derivadas o mezclas de unas y otras.
Una de las más importantes es la psicología humanística, también llamada «tercera fuerza», en una
vía intermedia, armónica con las humanidades, entre la visión psicoanalítica del hombre y el método
estrictamente científico del conductismo, personalizada en psicólogos como Abraham Maslow,
Gordon Allport y Carl Rogers. Importancia especial debe atribuirse al surgimiento de la psicología
social, desde los años treinta, a partir de los estudios sobre dinámica de grupos, de Kurt Lewin (1890-
1947), del psiquiatra vienés Jacob Levy Moreno (1892-1974), con la introducción del psicodrama, el
sociodrama y la sociometría, y el estudio de las human relations [relaciones humanas] llevado a cabo
por Elton Mayo (1880-1949). No se trata sólo de una especie de psicología aplicada a un nuevo
campo, la sociedad, sino que introduce nuevos temas de estudio psicológico -y nuevas
metodologías-, como son la comunicación, la conducta desviada, el grupo, la dinámica de grupos, el
comportamiento de las masas y la comunicación de masas. Entre las corrientes teóricas más
recientes, estrictamente psicológicas o bien relacionadas, son importantes el interaccionismo
simbólico, el freudomarxismo y el funcionalismo antropológico.

La psicología cognitiva es una de las ramas de la psicología más recientes, cuyo inicio se debe a la
fundación, por los psicólogos George Miller y Jerome Bruner, del Harvard Center for Cognitive
Studies, en 1960, y a la aparición, en 1967, del primer texto de Psicología cognitiva, escrito por Ulric
Neisser.

Racionalismo (del latín, ratio, razón)

En general, actitud filosófica de confianza en la razón, las ideas o el pensamiento, que exalta su
importancia y los independiza de su vínculo con la experiencia. En este sentido de exaltación de la
autonomía de la razón, el racionalismo se aplica tanto a filósofos de la antigüedad griega, como
Parménides y Platón, que atribuyen a la razón una autonomía (problemática) respecto del mundo
sensible - sin olvidar el intelectualismo moral o racionalismo ético, en Sócrates y Platón-, como al
pensar crítico de los filósofos ilustrados contra las ideas socialmente admitidas. En sentido estricto,
es el «racionalismo moderno» que, como corriente filosófica, nace en Francia en el s. XVII y se
difunde por Europa, en directa oposición al empirismo, y que sostiene que el punto de partida del
conocimiento no son los datos de los sentidos, sino las ideas propias del espíritu humano. Surge
como reacción a la orientación filosófica medieval puesta en crisis por las nuevas ideas del
Renacimiento, que entre otra cosa renueva el escepticismo de los antiguos, el espíritu de la Reforma
protestante que mina el principio de autoridad doctrinal, y los éxitos del método científico
impulsado por la revolución científica.

El Racionalismo moderno, revolucionario para su época, y cuyos principales representantes son


Descartes, su iniciador, Spinoza y Leibniz, representa no obstante una visión general del mundo y
del conocimiento armoniosa, ordenada, racional, geométrica y estable, basada en el pensamiento
metódico (de la duda o del método more geométrico), la claridad de ideas (principio de evidencia)
y la creencia en la estabilidad de las ideas (la doctrina sobre la sustancia), y acompañada, en el
terreno de las artes, por el «clasicismo», mientras que, en el lado opuesto, el empirismo representa
una visión del mundo dinámica, cambiante, interesada por la utilidad del saber, innovadora en
teorías del conocimiento y de la sociedad, acompañada a su vez en el mundo del arte por el
«barroco», de características opuestas al clásico (ver texto ). La estabilidad del ser, frente a la
confusión dinámica del devenir.

Las principales doctrinas racionalistas son la afirmación de 1) la existencia de ideas innatas, punto
de partida (en el sentido lógico) del conocimiento (Leibniz admitía también principios del
entendimiento innatos), y 2) la relación directa -prácticamente coincidencia- entre pensamiento y
realidad, que Spinoza expresó gráficamente con la frase «El orden y conexión de las ideas es el
mismo que el orden y la conexión de las cosas» (ver cita). Junto a esto, se sostiene que 3) el
conocimiento es de tipo deductivo, como el que se da en las matemáticas, y se atribuye 4) un
carácter fundamental a la sustancia (las dos sustancias de Descartes, la sustancia única de Spinoza,
Deus sive natura, y las mónadas de Leibniz).

La forma característica de argumentación racionalista excluye el recurso a la experiencia y al


conocimiento que proviene de los sentidos, y se remite exclusivamente a la razón, a la claridad y
distinción de ideas y a la suposición de que el buen pensar coincide forzosamente con la realidad:
conocer es conocer por la razón .

Realismo (del latín realis, de res, cosa, objeto, realidad)

Creencia en que existe un mundo externo (realismo ontológico) y que puede ser conocido (realismo
epistemológico). Estas tesis pueden son una simple afirmación ingenua y acrítica, si no se
fundamentan más que en la aparente evidencia de los sentidos (realismo ingenuo) o bien incluyen
una fundamentación más o menos crítica. El realismo filosófico sostiene con argumentos la
existencia de un mundo real independiente del pensamiento y de la experiencia, pero no afirma que
percibamos el mundo tal como es en realidad. Es, pues, ante todo, una afirmación de tipo ontológico
(acerca de que las cosas son), que implica una determinada teoría del conocimiento, así como una
teoría sobre la percepción (acerca de que las cosas no son tal como aparecen).

Históricamente, el realismo es una de las soluciones que en la Edad Media se dio a la llamada
cuestión de los universales, centrada en decidir qué grado de realidad hay que atribuir a los
universales, o ideas abstractas. La primera de las tres soluciones dadas al problema, el llamado
realismo exagerado, -mantenido, entre otros, por Agustín de Hipona y la escuela de Chartres- debe
su origen a la consideración, por parte de Platón, de las ideas o formas como entidades subsistentes
y separadas de los individuos particulares. El realismo moderado -mantenido, entre otros, por
Alberto Magno y Tomás de Aquino-, en cambio, se remonta a la postura de Aristóteles que sitúa el
universal, como forma que puede ser abstraída por la mente, en los individuos y cosas. Frente a esos
realismos, el nominalismo sostuvo que los universales o eran meros nombres o simples conceptos;
tesis mantenida por muchos autores de la filosofía analítica contemporánea. Estas distintas
posturas se repiten también o rechazan en las distintas corrientes de filosofía actual. Charles
Sanders Peirce no es sólo un decidido realista, sino que no admite ninguna solución intermedia entre
realismo y nominalismo. Gottlob Frege es partidario de una ontología y una epistemología realistas:
sostiene que existen entidades abstractas, que llama «entidades objetivas no-reales», y que los
conceptos son ontológicamente superiores a los objetos: se puede hablar de un mundo interior, al
que pertenecen los hechos mentales o psicológicos; de un mundo exterior y real, al que pertenecen
los objetos físicos, y de un mundo objetivo no-real, al que pertenecen las entidades objetivas, como
los pensamientos, los sentimientos, etc., que no pueden identificarse sin más con los hechos
psicológicos, pero que tampoco son cosas en el espacio-tiempo, y de los que se ocupa la ciencia.
George Edward Moore y Bertrand Russell son ambos realistas en cuanto consideran que los
universales son entidades subsistentes, necesarias para el conocimiento científico. Quine y
Goodman, que afirman conjuntamente no admitir la existencia de entidades abstractas, sostienen
una postura nominalista «corregida». Para Quine sólo existen individuos, pero la ciencia requiere
hablar también de clases como entidades abstractas. Muchas de las afirmaciones sostenidas por
Quine han sido punto de referencia y discusión para autores posteriores también de orientación
analítica; su tesis sobre «lo que hay» ha dado lugar a una verdadera controversia sobre «realismo»
e «irrealismo», referido a las entidades abstractas en el seno de la filosofía analítica, que enlaza con
el llamado «nuevo realismo» de la filosofía moderna -para distinguirlo del realismo clásico de la
mayor parte de la tradición filosófica-, surgido en Inglaterra y EE.UU. a comienzos del siglo XX, y con
la polémica posterior sobre el realismo científico en filosofía de la ciencia. El nuevo realismo, como
reacción contra el idealismo inglés y continental del s. XIX (que hacía de lo percibido y conocido un
simple estado de conciencia del sujeto, como reza la fórmula del fenomenismo «ser es ser
percibido»), tiene como principales representantes a Moore y Russell, en Inglaterra, y a W. James,
E.B. Holt, W.P. Montagu, R.B. Perry, W.T. Marwin, W.B. Pitkin y E.G. Spaulding, en América, y
proponen, como solución al problema de la dualidad entre mente ycuerpo, en general la idea,
patrocinada por el «monismo neutral», de una entidad intermedia y confusa entre lo mental y lo
material. D. Drake, A.O. Lovejoy, R.W. Sellars y George Santayana, entre otros, respondieron a este
realismo con Ensayos sobre el realismo crítico (1920).

Los partidarios del realismo crítico (título también de una obra de R.W. Sellars, de 1916) sostienen
un realismo indirecto basado en que los datos sensoriales no pertenecen tal cual aparecen al mundo
físico, distinguiendo de nuevo, entre cosa externa, dato sensorial (sense-datum) y el acto de la
percepción.. Dentro del realismo critico, se presentan diversas maneras de interpretar los datos
sensoriales. En el ámbito de la filosofía de la ciencia, se discute también si los supuestos científicos,
muchos de los cuales se basan en que las leyes causales y muchas entidades teóricas tengan una
existencia objetiva para que la ciencia pueda ejercer su función explicativa, son una demostración
de la verdad de las tesis realistas, y en este caso se habla de realismo científico. Muchos teóricos
de la ciencia han insistido en la necesidad de interpretar las teorías científicas en sentido realista,
como (más o menos) verdaderas descripciones del mundo, llevados por la fuerza de la afirmación
de que sólo las causas explican .
Al realismo en general se opone el idealismo y el fenomenismo. Kant se halla en una posición
intermedia que combina el realismo empírico (los fenómenos son empíricamente reales) con el
idealismo trascendental (la forma de los fenómenos se debe a la mente). Al realismo científico se
opone el instrumentalismo (los enunciados observacionales sí describen el mundo, pero no los
teóricos) y, en cierta medida, el pragmatismo.

Realismo científico
Punto de vista en filosofía de la ciencia, según el cual las ciencias describen realmente un mundo
independiente de la mente humana, de modo que a las teorías y a los términos teóricos les
corresponden entidades existentes (ver texto). El principal argumento en que se funda es que se
supone que las teorías tienen carácter de explicación científica; muchos científicos creen que los
nexos causales entre los fenómenos constituyen la principal de las explicaciones. La opinión
directamente opuesta es el instrumentalismo, de acuerdo con el cual las ciencias propiamente sólo
predicen el acontecer de los fenómenos, para lo cual basta suponer que las teorías son meramente
cálculos adecuados o instrumentos de predicción. El instrumentalismo no niega que la realidad
pueda describirse mediante enunciados observacionales, sino que esto pueda hacerse mediante
enunciados teóricos, leyes o predicados referidos a entidades no observables.

H. Putnam defiende un realismo moderado, que denomina «realismo interno», que exige que toda
afirmación de tipo realista tenga sentido sólo dentro de una teoría determinada.

Realismo critico
Históricamente, la crítica al «nuevo realismo» inglés y americano de comienzos de siglo, que realiza
un grupo de filósofos americanos - D. Drake, A.O. Lovejoy, A.K. Rogers, R.W. Sellars y George
Santayana, entre otros- utilizando como lema el título de Critical Realism [Realismo crítico], de una
obra de Roy W. Sellars, publicada en 1916. El realismo crítico no acepta la idea del «nuevo realismo»
de que lo percibido forma parte del mundo físico, ni su «monismo neutral», y sostiene que, además
del mundo físico real, existe también el mundo de la percepción. La manera como se interpreta,
esto es, qué clase de entidad corresponde a los datos sensoriales, difiere según los diversos autores.
Acostumbran a llamar a los sense- data «complejo de caracteres». Las interpretaciones más
peculiares son las de Lovejoy, que lo considera una cosa mental, y la de Santayana, que lo considera
a modo de una esencia o cualidad, pero en ambos casos con referencia a la cosa externa percibida.

Por otra parte, Karl R. Popper llamó «realismo crítico» a su interpretación realista de la ciencia en
general (ver texto ) y de las teorías científicas en particular, de la misma manera que lo llama
también racionalismo crítico: las teorías científicas no son sólo instrumentos útiles, sino también y
sobre todo conjeturas sobre cómo es la realidad.

El llamado «realismo directo científico» (ver texto ) es una forma de realismo crítico.

Realismo ingenuo
Creencia fundamentada en el sentido común, que sostiene que existe un mundo real y que es
sustancialmente tal como lo percibimos. Las cosas, según este realismo naïfe, no sólo poseen una
forma determinada y una posición en el espacio, sino que además son verdaderamente rugosas o
lisas, sabrosas o perfumadas, de colores, etc. Este realismo sostiene, por tanto, que el mundo real
coincide con el mundo percibido y que es independiente del sujeto. El realismo crítico sostiene
también la existencia de un mundo independiente de la percepción humana, pero establece
distinciones y matices respecto a la manera como es percibido. Al realismo ingenuo se le llama
también «realismo directo ingenuo»

Relativismo
Afirmación teórica de que no hay principios con los que sea posible determinar la bondad o la
maldad moral de las acciones, pero también afirmación de que, en definitiva, no existe ni bien ni
mal moral. Puede ser una consecuencia del relativismo moral o de una actitud crítica ante la moral
establecida, pero históricamente se atribuye preferentemente a la actitud que adopta Nietzsche en
su insistencia en el nihilismo.

Sistema formal
En lógica, un lenguaje formal que, además de símbolos y fórmulas, consta de procedimientos
deductivos, convirtiéndose, por lo mismo, en un cálculo lógico. Como lenguaje deductivo ha de
definir los símbolos básicos o primitivos de que dispone, las reglas (sintácticas) de formación de
fórmulas y las de transformación de fórmulas, o reglas de inferencia. Los métodos de deducción
pueden basarse en axiomas, en axiomas y reglas de inferencia (sistemas axiomáticos) o sólo en
reglas de inferencia (sistemas de deducción natural, por ejemplo).Los sistemas formales deben
gozar de determinadas propiedades, o atributos, para ser adecuados: han de ser capaces de
expresar todo aquello que les importa expresar (sus teoremas) y, como deductivos, han de ser
capaces de demostrar cuáles de sus expresiones son fórmulas válidas y si sólo éstas lo son. Por tanto,
han de gozar de consistencia, compatibilidad o no-contradicción, de modo que toda fórmula que
pueda demostrarse sea también verdadera (y si es deducible sin premisas, ha de ser una verdad
universalmente verdadera), lo que implica, a su vez, que del sistema formal no pueda derivarse una
fórmula A y su contraria A. Ha de gozar también de completud, de modo que toda fórmula verdadera
en el sistema pueda ser también demostrada (y si es universalmente válida ha de ser un teorema
del sistema).La lógica elemental, según demostró Gödel en 1930, es un sistema formal deductivo
que goza de ambas propiedades.

Sociologia (del latín socius, socio, compañero, y logos, discurso racional; por consiguiente,
estudio del otro como compañero)

Según Comte, que fue el primero en utilizar el término, estudio de las leyes que rigen los fenómenos
sociales. En general, puede definirse como una manera de conocer científicamente lo que se
considera como propio de «lo social», recurriendo a procedimientos de análisis del comportamiento
humano en sociedad.

Justamente, la identificación de en qué consiste aquello que puede llamarse «lo social» señala el
nacimiento y primer desarrollo de la sociología como ciencia, en Francia y en Alemania.

La búsqueda de las leyes de los fenómenos sociales, de que habla Comte, se apoya en un principio
en un modelo biológico; si el hombre es un organismo, se puede recurrir al modelo de la biología
para estudiar el hombre en sociedad, que se compone de organismos. La idea, no extraña al mismo
Comte, cobra auge con las teorías del organicismo que se difunde en Inglaterra, Francia y Alemania
por obra, sobre todo, de Herbert Spencer, para quien la sociedad humana es un organismo real; la
concepción organicista de la vida social recibe claras influencias del evolucionismo y del darwinismo.

Por otra parte, durante el siglo XIX proliferan en Europa las encuestas de carácter social y los
estudios monográficos que investigan la situación de crisis, sobre todo de las clases menos
favorecidas, a que se llega tras un período de transición a la era industrial y de revoluciones sociales,
que deja en entredicho la creencia ciega de la Ilustración en el desarrollo y el progreso. Las
sociedades de intelectuales desarrollan también sus métodos y estudios estadísticos, cuya
implantación habían generalizado los gobiernos de los países desde comienzos de siglo. A esta época
corresponden estudios como el de La situación de las clases trabajadoras en Inglaterra (1845), de
Engels, o Vida y trabajo de la gente en Londres, de C.J. Booth (1840-1916), obra en 17 volúmenes
publicados entre 1892 y 1903. Del fondo de estas investigaciones sociológicas descriptivas, hechas,
no por sociólogos, sino por profesionales de diversa clases -médicos, historiadores, maestros,
sacerdotes-, surge la primera tendencia sociológica científica, orientada al descubrimiento del
elemento de cohesión de la sociedad, del vínculo social, cuyas características sirvan para dar
explicación de los fenómenos sociales.

Basándose en la distinción entre comunidad y sociedad, hecha por Ferdinand Tönnies en 1887, que
establece para cada una de ellas una forma distinta de vinculación entre individuo y sociedad
(tradicional y agrícola la primera, basada en vínculos de parentesco y en la participación de idénticos
valores, mientras que la segunda, moderna e industrial, remite a una asociación basada en el
contrato y en relaciones determinadas por la división de trabajo), É. Durkheim publica las primeras
investigaciones sociológicas con carácter científico, que identifican en la situación de anomía,
consecuencia inevitable de los procesos psicológicos que acarrea la división del trabajo en las
sociedades modernas, la condición básica de la relación entre individuo y sociedad. Contra el
biologismo anterior y contra el psicologismo, protagonizado en Francia por Gabriel Tarde (1843-
1904), que interpreta los fenómenos sociales a través de leyes psicológicas propias del grupo,
identifica el hecho social como algo sui generis y objeto propio de estudio de la sociología, e
investiga sobre los métodos propios de la sociología.

En Francia, la sociología que se desarrolla en torno a estas investigaciones adquiere un carácter


preferentemente descriptivo y explicativo de los hechos sociales. La revista «L´Année sociologique»,
fundada por Durkheim en 1989, es el medio de publicación de los principales estudios sociológicos
de este período, que mantienen cierto nexo con los estudios de etnología, historia y estadística .
Max Weber, autor de una síntesis entre historia y sociología fundamentada en Dilthey, Windelband
y Rickert y a la que se da el nombre de «sociología comprensiva», señala en Alemania el comienzo
de una sociología con objeto propio. El objetivo de la sociología es la comprensión de la acción social,
esto es, aquellos hechos producidos por la actividad humana en los que es esencial la
intencionalidad. A estos hechos característicamente sociales, o a estas acciones sociales, no se
accede si no es a través de la comprensión, única manera de captar, si no sus leyes, su sentido.

De las investigaciones sociológicas de Weber y de G. Simmel arranca la sociología científica alemana,


cuyo órgano principal de difusión es la revista «Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik»
[Archivo de Ciencias Sociales y Política Social] (1902).

El marxismo también interviene en el nacimiento de la sociología como ciencia. La interpretación de


la realidad social, a la vez que la respuesta a la crisis de la sociedad, la da el marxismo desde la
interpretación materialista de la historia o el materialismo histórico (ver texto ). La sociología es, en
este caso, el mismo marxismo que interpreta la historia como una lucha de clases, que pone de
manifiesto que la organización social -el vínculo social- depende directamente de las relaciones de
producción propias de cada época; en el modo de producción capitalista, estas relaciones reflejan
la situación de desigualdad que proviene de la apropiación de los medios de producción por la
burguesía. Tales relaciones son conflictivas por naturaleza y se traducen en «lucha de clases»; la
historia de la humanidad hasta nuestros días -dice Marx en el Manifiesto- no ha sido más que la
historia de la lucha de clases.

Las corrientes clásicas de sociología europea pasan a Norteamérica, durante el período de entre
guerras, a través de emigraciones masivas de intelectuales europeos y de traducciones de obras, y
allí encuentran un ambiente propicio para su difusión, de la que es parcialmente responsable la
traducción hecha por Talcott Parsons de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Weber.
El centro impulsor de las investigaciones sociológicas americanas es la «escuela de Chicago», creada
en 1892 como departamento de sociología en la universidad de Chicago, donde se funden la
tradición del empirismo británico y el utilitarismo de Jeremy Bentham con el pragmatismo de
William James, Charles S. Peirce y John Dewey. Al ser la ciudad de Chicago un centro importante de
inmigración étnicamente muy variada, se convierte en un campo abierto para la investigación
sociológica. Albion Small, el fundador del centro sociológico, y Robert Park, su sucesor, fundan una
sociología eminentemente urbana, que se caracteriza por su orientación empírica y la adopción de
una metodología basada en la observación y la historia de casos.

La universidad de Columbia sustituirá estos métodos de investigación más bien cualitativos por
otros estrictamente cuantitativos. Esta nueva orientación dispone, a partir de 1935, de un órgano
de difusión propio: la revista «The American Sociological Review».
La aparición en 1937 de la primera obra importante del profesor de Harvard T. Parsons, La estructura
de la acción social, representa la introducción de la noción de estructura interiorizada (de los valores
y las normas) como fuente de interpretación de la acción social. Más adelante, en 1951, su obra El
sistema social significa la aplicación del funcionalismo de Malinowski a la sociología. El
funcionalismo americano entra en crisis hacia los años setenta, mientras cobra auge la nueva
corriente sociológica conocida como interaccionismo simbólico.

Teísmo (del griego theós, Dios, y el sufijo -ismo) Doctrina que sostiene la existencia de un Dios
personal, único, trascendente al mundo y creador del mismo. A diferencia del deísmo, el teísmo
defiende que es posible conocer tanto la existencia de Dios como su naturaleza y atributos. La
reflexión teísta se apoya en una teología natural, o teología filosófica, que en la definición de Kant
es el conocimiento de Dios a partir de la razón y recurriendo a la analogía .

Uno de los problemas filosóficos del teísmo es la dificultad o imposibilidad de hallar argumentos
razonables de la existencia de Dios. Aparte de las clásicas y conocidas cinco vías tomistas, no faltan
autores que consideran «racionalmente aceptables» o «muy probables» versiones modernas del
argumento ontológico (A. Plantinga), del argumento cosmológico, o de la contingencia del mundo
(W.K. Craig) y del argumento teleológico, o argumento del designio (R. Swinburne). Como
contrapartida, también el argumento del mal -si el mal existe, Dios no existe- tiene nuevas y
desafiantes versiones.

Filósofos analíticos, como Kai Nielsen, M. Durrant, o Anthony Flew y otros, critican este concepto
basándose en la incoherencia, incompatibilidad o contradicción de los predicados que encierra la
noción misma de Dios. Los hay, en cambio, que sostienen no sólo la racionalidad del concepto, sino
hasta la racionalidad de creer en la existencia de Dios sin argumentos suficientes .

Teologia (del griego theo-logia : tratado sobre Dios)

Ciencia de lo divino (ver cita), o ciencia o reflexión según métodos racionales sobre la fe aceptada
por revelación. Lo paradójico de la situación es que se trata de, o quiere ser, una forma de
conocimiento sobre algo que se cree por fe. No obstante, la teología cristiana, desde los tiempos de
Tomás de Aquino, distingue netamente los ámbitos de la fe y los de la razón, y se apoya también en
la distinción entre razón teórica y razón práctica para permitir a la inteligencia el examen crítico de
aquello mismo que acepta por fe. El problema epistemológico propio de la teología está en el valor,
función y sentido que puedan tener argumentos racionales basados en la fe u orientados a ella.

El término, que ya usa Aristóteles como sinónimo de «filosofía primera», se difunde, en el ámbito
cristiano, principalmente a través de los escritos de la filosofía medieval, sobre todo de las Sumas
de teología. En la actualidad se distinguen diversas clases: teología histórica, teología sistemática,
teología práctica, teología bíblica, teología fundamental y teología natural. DICC DE FILOSOFIA EN
CDROM - ED. HERDER

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