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19 de febrero de 2019
La psicología humanista surge en 1929 con la crisis económica mundial y culmina en 1962
con la fundación de la American Association of Humanistic Psychology. Fue de vital
importancia la política del presidente Roosevelt, quien incluía dentro de su base una visión
más humanista e integradora de la persona, quien a su vez consideraba importantes no solo
el desarrollo cognitivo sino también las emociones y la empatía, por principio, veía al ser
humano como bueno y razonable por naturaleza.
A la par, en 1962 Murphy y Price fundan asimismo el Instituto Esalen, donde realizan un
trabajo de grupos con una amplia apertura a diferentes metodologías para que las personas
puedan llegar a experimentarse tal y como son, para desarrollar su potencial humano. Por
otro lado, la llegada de JFK a la presidencia de los E.U. prepara aun más el terreno para que
la psicología humanista, y en específico Carl Rogers, impacten de manera profunda en la
sociedad norteamericana, ya que se vivía una revolución ideológica que buscaba separarse
de la influencia de conceptos como la religiosidad, el patriotismo o la familia como autoridad
absoluta.
La comunidad como forma básica del funcionamiento del ser humano se convierte en una
alternativa que se ajusta a las necesidades del momento. Dado que hace énfasis en los
principios de unidad y colaboración responsable entre personas que a la vez fortalece la
libertad e individualidad.
Para el final del artículo Quitmann realiza una breve reseña del proceso que vivió para
encontrarse con la psicología humanista. Partiendo de las vivencias al interior de su familia y
en la relación con sus padres, a través de su búsqueda de sentido en la psicología de la tercera
fuerza con la que se encontró posteriormente y que dio forma a su persona.
Me parece una lectura bastante reveladora en torno al proceso desde el cual surge la
psicología humanista. El contraste con el clima mundial que se vivía en aquel entonces donde
el conductivo y psicoanálisis pretendían explicar y determinar el comportamiento humano,
con una psicología que emergía de la necesidad de devolver al ser humano su esencia social,
libre y responsable.
Todo esto me ayuda a comprender la importancia que posee que se den las “condiciones
necesarias y suficientes” para que el cambio se presente inclusive en una sociedad entera.
Me entusiasma la idea de seguir conociendo más acerca de la psicología humanista, en
especial de la Gestalt, ya que considero de especial importancia conocer el contexto en el
que nace para comprender mejor mi labor como terapeuta desde este enfoque.
Cuando me decidí a leerlo, estando por terminar mi carrera, me impacto de forma profunda
la filosofía de vida que Frankl compartía desde sus propias vivencias. Caló profundamente en
mi forma de ver la psicología pero sobre todo, la forma en que comprendía al ser humano.
Me vi rápidamente interesado en conocer más sobre la logoterapia, por lo que el tema de
investigación funcionó como un pretexto perfecto para involucrarme más en la visión de
Frankl.
El tema de mi investigación y ponencia, “El vacío existencial como una necesidad de retorno
hacia lo humano” me vinculó de forma permanente a la visión humanista de la persona y de
la psicología, que en retrospectiva me doy cuenta era también mi necesidad de retornar a
mi parte más humana y auténtica.
Poco a poco me fui empapando de otros autores y cuando llegó el momento de ejercer mi
profesión tuve la oportunidad de hacerlo con niños, entonces busqué un modelo que me
fuera útil, pero sobre todo, que mantuviera el enfoque de la psicología humanista que ahora
me apasionaba. Estudié la terapia de juego centrada en el niño de Axline y la terapia de juego
Gestalt de Oaklander, lo que al fin me catapultaron a dedicar mi vida a encontrar formas más
auténticas de vivir, desde una filosofía humanista que perdurara dentro y fuera del
consultorio.
BIBLIOGRAFÍA