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Martín Hopenhayn
Jesús Martín Barbero
Rigoberto Lanz
Roberto Follari
Santiago Castro-Gómez
Alexander Jiménez
Magaldy Téllez
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1
«Hay algunos ignorantes que hablan de posmodernidad», sentenció Ma-
nuel Garretón en un alarde de efectismo retórico (encuestro organizado por
la Federación de Estudiantes, ciudad de Rosario, Argentina, octubre de 1996).
Tras este juicio desmesurado, siguió con una argumentación de tintes poco
académicos para convencer al público estudiantil de que se sigue usando la
razón y —por ello— no existe crisis de ésta. ¿Será necesario aclarar todavía
que la crisis de la razón implica solamente la de sus modos modernos de uso, la
de su pretendida neutralidad y omnipotencia? En su contribución con este
libro, Rigoberto Lanz discute y refuta posiciones de Garretón.
2
Los trabajos de Beatriz Sarlo pueden interpretarse desde esta perspectiva.
De hecho, ello llevó a una breve polémica sostenida con Roberto Follari (En-
cuentro sobre Formación de Profesores, FLACSO, Buenos Aires, junio 1996),
quien entiende que lo posmoderno no debiera interpretarse en clave básica de
decadencia cultural.
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RECONFIGURACIONES
CULTURALES
1. TEJIDO INTERCULTURAL:
DEL MESTIZAJE ORIGINARIO AL MASSMEDIÁTICO
1
Entrevista en S. Marras: América Latina, marca registrada, Edic. B-Grupo
Editorial Zeta, Barcelona, 1992.
21
2
Véanse O. Paz: El laberinto de la soledad, Fondo de Cultura Económica,
México, 1978; y R. Bartra: La jaula de la melancolía: identidad y metamorfosis
del mexicano, Edit. Grijalbo, México, 1987.
3
N. García Canclini: Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad, Edit. Grijalbo, México, 1990.
22
23
24
4
J. J. Brunner: «Tradicionalismo y modernidad en la cultura latinoamerica-
na», documento de trabajo, FLACSO, Santiago de Chile, 1990, p. 32.
25
5
J. J. Brunner: El espejo trizado: ensayo sobre cultura y políticas culturales,
FLACSO, Santiago de Chile, 1988, p. 24.
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del cauce, la desmesura que alivia del tenaz esfuerzo por conte-
nernos en una imagen funcional del yo—. Sobre estas pulsiones
se constituyen identidades frágiles, fugaces, cambiantes.
La fusión neotribal vuelve con otro sentido, como repulsa y
protesta contra un orden que prescribe la identificación con el
statu quo, pero también como experiencia expansiva en esa mis-
ma protesta. El rechazo de los límites consiste menos en una in-
vocación crítica que en un gesto afirmativo que se justifica por el
rebasamiento que provoca en su artífice. El recurso a la transgre-
sión implica otra propuesta contestataria: la distancia crítica se
revierte en efusividad del desborde. No importa la falta de agu-
deza siempre que el derrame emocional sea una evidencia expe-
rimental más que una propuesta y que la transgresión sea afirma-
tiva por la irrecusable explosión que provoca en la subjetividad.
Importa menos su duración que su vibración, y menos sus enca-
denamientos hacia adelante que su recurrencia espasmódica (su
eterno retorno). La proliferación de tribus urbanas es sintomáti-
ca. Rock, fiesta improvisada, encuentro esotérico, manifestación
espontánea, barras de fútbol, grupos anfetaminizados o cannabi-
zados, danzas terapéuticas, constituyen balbuceos tribales por
cuyo expediente se busca este coqueteo con lo no domado: como
rebasamiento y fusión en el rebasamiento, autodisolución o fies-
ta dionisíaca en que convive la alienación del yo con la liberación
del yo. La droga también expresa esta rebelión contra la auto-
contención gregaria. Nuevo panteísmo urbano-moderno despo-
blado de dioses pero hiperpoblado por energías, nuevo paganis-
mo envasado en mil rituales que invitan a romper el tedio de la
individualidad o el sopor de la consistencia.
¿Pero hay algo más o el gesto se agota en este grito que mira
hacia el cielo? Quizás el paganismo neotribal de nuestras ciuda-
des responde todavía a una sed de utopías: voluntad micro-utó-
pica que busca aglutinarse en tribus o pequeños grupos y que
quiere constituir imaginarios irreductibles a la lógica del merca-
do, al consenso de superestructura y a la racionalización del tra-
bajo. Es fusión, pero en la diferenciación: cada tribu lleva su in-
confundible marca de repulsa y de rebasamiento, de concentración
y fuga de energía; y cada ritual tiene un contenido específico que
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1
Ver a ese propósito: C. Geertz: «Géneros confusos. La reconfiguración del
pensamiento social» en C. Reynoso (comp.): El surgimiento de la antropología
postmoderna, Edit. Gedisa, México, 1991, pp. 63-77.
2
«Desencantados y triunfadores camino al siglo XXI: una prospectiva de
atmósferas culturales en América del Sur», en Ni apocalípticos ni integrados,
Fondo de Cultura Económica, Santiago, 1994.
3
Ibídem, p. 40.
39
4
J. J. Brunner: Bienvenidos a la modernidad, Edit. Planeta, Santiago, 1994,
p. 37.
5
N. Lechner: «América Latina: la visión de los cientistas sociales», en Nueva
Sociedad, no 139, Caracas, 1995, p. 124.
40
6
M. A. Garretón: «Cultura política y sociedad en la reconstrucción demo-
crática», en La faz sumergida del iceberg, LOM/CESOC, Santiago, 1994, p. 22.
41
7
M. Augé: Los «no-lugares». Espacios de anonimato. (Una antropología de la
sobremodernidad), Edit. Gedisa, Barcelona, 1992.
42
8
A. Giddens: «Desanclaje», en Consecuencias de la modernidad, Edit. Alianza,
Madrid, 1993, pp. 32 ss.
9
Ver a ese propósito O. Monguin: «¿Una memoria sin historia?», en Punto
de vista, no 49, Buenos Aires, 1994, pp. 22 ss.
10
G. Richeri: «Crisis de la sociedad, crisis de la televisión» en Contratexto, no 4,
Lima, 1989.
43
11
N. García Canclini: «De Paz a Borges: comportamientos ante el televisor»,
en Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Edit. Grijalbo,
México, 1990, pp. 96 ss.
44
45
12
D. Pecaut: «Modernidad, modernización y cultura», en Gaceta de Colcul-
tura, Bogotá, 1990.
13
B. Sarlo: Escenas de la vida postmoderna. Intelectuales, arte y videocultura
en Argentina, Edit. Ariel, Buenos Aires, 1994, p. 180.
14
J. J. Brunner: Conocimiento, sociedad y política, FLACSO, Santiago, 1993, p. 15.
15
H. A. Faciolince: «La telenovela o el bienestar en la incultura», en Núme-
ro, no 9, Bogotá, 1996.
46
16
W. Benjamin: Discursos interrumpidos, Edit. Taurus, Madrid, 1982, p. 25.
47
17
U. Eco: «La multiplicación de los medios», en Cultura y nuevas tecnologías,
Novatex, Madrid, 1986, p. 124.
18
J. Echeverría: Telépolis, Edit. Destino, Barcelona, 1994, p. 9.
19
A. Gramsci: «Los intelectuales y la organización de la cultura», en Cultura
y literatura, Edit. Península, Barcelona, 1977.
48
20
B. Sarlo: ob. cit., p. 179.
21
B. Anderson: Comunidades imaginadas, Fondo de Cultura Económica,
México, 1993, p. 47.
22
P. Nora: Lers lieux de memoire, Edit. Gallimard, vol. III, París, 1992,
p. 1.009.
49
23
O. Monguin: ob. cit., p. 26
24
C. Monsivais: «Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX», en Historia
general de México, vol. IV, Colegio de México, 1976.
25
O. Monguin: ob. cit., p. 25.
50
26
U. Eco: «Apostilla a El nombre de la rosa», en Análisis, no 9, Barcelona,
1984, pp. 27 ss.
27
F. Jameson: El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanza-
do, Edit. Paidós, Barcelona, 1992, p. 45.
28
N. Lechner: «La democracia en el contexto de una cultura postmoderna»,
en Cultura política y democratización, FLACSO, Buenos Aires, 1987, p. 260.
51
29
Sobre el concepto de flujo en televisión: G. Barlozatti: Il palinsesto: texto
aparati e géneri della televisione, Franco Angelli, Milán, 1986.
52
30
C. Geerzt: ob. cit., p. 76.
31
G. Vattimo: La sociedad transparente, Edit. Paidós, Barcelona, 1990, p. 88.
53
32
M. Heidegger: «La pregunta por la técnica», en Revista de la Universidad
de Antioquia, no 205, Medellín, 1986.
33
A. Gargani: «La fricción del pensamiento», en La secularización de la
filosofía, Edit. Gedisa, Barcelona, 1992, pp. 9 ss.
34
G. Vattimo: ob. cit., p. 95.
35
J. Habermas: Teoría de la acción comunicativa, Edit. Cátedra, Madrid, 1989.
54
36
Sobre el concepto de reflexividad: P. Bourdieu: Les regles de l’art, Seuil,
París, 1992, pp. 290 ss.; A. Giddens: «La índole reflexiva de la modernidad»,
en ob. cit., pp. 44 ss.
37
J. Habermas: Historia y crítica de la opinión pública, G. Gili, Barcelona,
1982.
38
J. Keane: «Structural Transformation of the Public Sphere», en The
Communication Review, no 1, San Diego, California, 1995.
39
F. Cruces: Perplejidades comunes al agente político y al investigador social,
mimeo, México, 1995.
40
M. Augé: Hacia una antropología de los mundos contemporáneos, Edit.
Gedisa, Barcelona, 1995, p. 88.
55
41
Ibídem, p. 109.
42
Sobre esa conexión es significativo que el subtítulo del libro-eje del debate
que introduce J. F. Lyotard: La condición postmoderna, sea Informe sobre el saber,
Edit. Cátedra, Madrid, 1984; ver asimismo, M. Maffesoli: El tiempo de las tribus.
El declive del individualismo en la sociedad de masas, Icaria, Barcelona, 1990.
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43
J. Cortázar recoge esos graffitis en «Noticias del mes de mayo», Casa de las
Américas. Diez Años, La Habana, 1970, pp. 246 ss.
44
A. Renaud: Fin de siglo, Edit. Cátedra, Madrid, 1990, p. 17.
45
M. Foucault: Les mots et les choses, Edit. Gallimard, París, 1966, pp. 262 ss.
57
46
A. Renaud: «L’image: de l’economie informationelle a la pensée visuelle»,
en Reseaux, no 74, París, 1995, pp. 14 ss.; para una aproximación a esa pers-
pectiva: G. Chartron (dir.): Pour une nouvelle economie du savoir, Presses Univer-
sitaires de Rennes, 1994.
47
P. Virilio: La máquina de visión, Edit. Cátedra, Madrid, 1989, p. 81.
S. Gruzinski: La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner,
48
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49
M. Zires: «Cuando Heidi, Walt Disney y Marylin Monroe hablan por la
Virgen de Guadalupe», en Versión, no 4, México, 1992.
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50
O. Calabrese caracteriza la postmodernidad como La era neobarroca, Edit.
Cátedra, Madrid, 1989.
51
S. Gruzinski: ob. cit., p. 214.
60
52
N. García Canclini: «Culturas de la ciudad de México: símbolos colectivos
y usos del espacio urbano», en El consumo cultural en México, Conaculta, Méxi-
co, 1991, p. 49.
53
C. Ferrer: «Taenia saginata o el veneno en la red», en Nueva Sociedad,
n o 140, Caracas, 1995, p. 155.
61
54
F. Colombo: Rabia y televisión, G. Gili, Barcelona, 1983, p. 47.
55
G. Richeri: ob. cit., p. 144.
56
J. Martín Barbero: «La ciudad: entre medios y miedos», en Imágenes y
reflexiones de la cultura en Colombia, Colcultura, Bogotá, 1990.
62
57
J. Martín Barbero: «Prácticas de comunicación en la cultura popular», en
M. Simpson (coord.): Comunicación alternativa y cambio social en América
Latina, UNAM, México, 1981, p. 244.
63
58
Además del libro de M. Maffesoli ya citado, ver: J. Pérez Tornero y otros:
Tribus urbanas, Edit. Gedisa, Barcelona, 1996.
59
A. Ulloa: Culturas juveniles, consumo musical e identidades sociales, mimeo,
Univalle, 1995; G. Muñoz: El rock en las culturas juveniles urbanas, Bogotá,
1995.
60
M. Margulis y otros: La cultura de la noche, Espasa Hoy, Buenos Aires,
1994; R. Reguillo: En la calle otra vez, Iteso, Guadalajara, 1991; A. Salazar:
No nacimos pa’ semilla: la cultura de las bandas juveniles de Medellín, CINEP,
Bogotá, 1990.
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61
W. Benjamin: ob. cit., pp. 47 ss.
62
R. Silverston: «De la sociología de la televisión a la sociología de la panta-
lla», en Telos, no 22, Madrid, 1990; H. Vezzetti: «El sujeto psicológico en el
universo massmediático», en Punto de vista, no 47, Buenos Aires, 1993; A.
Novaes (coord.): Rede imaginaria: televisão e democracia, C das Letras, Sao
Paolo, 1991.
65
63
J. Echeverría: Cosmopolitas domésticos, Edit. Anagrama, Barcelona, 1995,
p. 81.
64
J. Echeverría: Telépolis, ob. cit., p. 72.
65
Sobre análisis de los cambios en el consumo cultural, además de la obra
coordinada por N. García Canclini para el caso de México ya citada, ver: C.
Catalán y G. Sunkel: Algunas tendencias del consumo de bienes culturales en
América Latina, FLACSO, Santiago, 1992.
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67
66
F. Giraldo y H. F. López: «La metamorfosis de la modernidad», en Colom-
bia: el despertar de la modernidad, Foro, Bogotá, 1991, p. 260.
68
67
F. Cruz Kronfly: «El intelectual en la nueva Babel colombiana», en La
sombrilla planetaria, Edit. Planeta, Bogotá, 1994, p. 60.
68
El concepto ha sido elaborado por W. Ong en Oralidad y escritura: tecno-
logías de la palabra, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, pp. 130 ss.
69
Ver a ese propósito A. Ford: «Culturas orales, culturas electrónicas, cultu-
ras narrativas», en Navegaciones. Comunicación, cultura y crisis, Edit. Amorrortu,
Buenos Aires, 1994, pp. 29-42.
70
G. Marramao: «Metapolítica: más allá de los esquemas binarios», en Ra-
zón, ética y política, Edit. Anthropos, Barcelona, 1988, p. 60.
69
71
S. Ramírez y S. Muñoz: Trayectos del consumo, Univalle, Cali, 1996, p. 60.
72
A. Piscitelli: «Del péndulo a la máquina virtual», en S. Bleicmar (comp.):
Temporalidad, determinación, azar: lo reversible y lo irreversible, Edit. Paidós,
Buenos Aires, 1994.
70
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REPENSANDO
LA POSMODERNIDAD
RIGOBERTO LANZ
EL DEBATE TEÓRICO puede ser una simple excusa para «fijar posi-
ción» en términos de intereses extra teóricos. Pero sigue siendo el
principal recurso disponible para hacer avanzar las ideas, para
expandir sus resonancias, para clarificar tantas confusiones. Po-
der precisar el contenido sustantivo de lo que cada quien piensa
es una condición de ese debate. Mas, lo que en verdad trasciende
como aporte interesante es el pensamiento que interactúa, que se
hace parte del otro, que interpela lo pensado sin complejos y sin
exclusiones anticipadas.
En el terreno particular del debate modernidad/posmoder-
nidad en América Latina conviene ejercitar esta capacidad de in-
terpelación intelectual, no sólo como síntoma de las buenas cos-
tumbres académicas, sino como requisito interno del propio curso
de constitución de un pensamiento crítico en nuestro continente.
Me parece que ese camino se recorre hoy de modos variados
y a ritmos desiguales. Ello es más que comprensible si miramos
con atención los efectos devastadores de la crisis.
Observo con relativo optimismo el desarrollo progresivo de
los aportes teóricos en varios frentes. Los perfiles y sensibilidades
seguirán siendo diferenciados (afortunadamente). Allí no es don-
de radica la dificultad del presente. Fortalecer una auténtica vo-
77
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2
Recomiendo la lectura del libro de M. A. Garretón: La faz sumergida del
iceberg, CESAC-COM, Santiago, 1994. Igualmente su artículo: «Los partidos po-
líticos y su nuevo contexto en América Latina», revista Relea, no 1, Caracas,
agosto, 1996.
3
M. A. Garretón: La faz sumergida del iceberg, ob. cit., p. 22. Sería muy útil
consultar el libro colectivo: El final de los grandes proyectos, Edit. Gedisa, Barce-
lona, 1997.
4
Me parece que los aportes de autores como Boaventura De Sousa Santos
(Toward a New Common Sense, Edit. Routledge, Nueva York, 1996) constitu-
yen una impugnación teórica radical a todo tipo de etnocentrismo.
79
5
Fernando Mires lo ha visto claramente, al punto de anunciar desde ya el
advenimiento silencioso de una «revolución» epistemológica: Ver F. Mires: La
revolución que nadie soñó o la otra posmodernidad, Edit. Nueva Sociedad, Ca-
racas, 1996.
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6
Recomiendo leer con atención el importante texto de los amigos Fernando
Calderón, Martín Hopenhayn y Ernesto Ottone: «Desarrollo, ciudadanía y ne-
gación del otro», revista Relea, no 1, Caracas, agosto, 1996. Esta perspectiva
está más desarrollada en el libro de los mismos autores: Esa esquiva moderni-
dad, Edit. Nueva Sociedad, Caracas, 1996.
7
F. Calderón, M. Hopenhayn y E. Ottone: Esa esquiva modernidad, ob. cit.,
p. 70.
8
Ibídem, p. 39.
82
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9
Ver el artículo: «Neobarroco» en el libro colectivo Barroco y neobarroco,
Edit. Círculo de Bellas Artes, Madrid, 1992.
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Ibídem, p. 91.
85
tura en Argentina, Edit. Ariel, Buenos Aires, 1994; y Una modernidad periférica,
Edit. Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.
86
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13
He desarrollado una discusión actualizada sobre el tema del «fin de la
historia» en un ensayo titulado: «La historia finaliza por la izquierda», el cual
forma parte de Temas posmodernos. Crítica de la razón formal, Fondo Editorial
de la Asamblea Legislativa del Estado Miranda, Caracas, 1998.
14
Roberto Follari ha publicado un buen número de trabajos sobre el tema de
la posmodernidad. Además ha compartido en nuestro centro de investigación
(CIPOST) diálogos directos que nos permiten calibrar mejor el tenor intelectual
de su posición. Para los efectos del matiz que quiero poner de relieve, reco-
miendo su libro Territorios posmodernos, Universidad Nacional de Cuyo,
Mendoza, 1995. De igual manera recomiendo su excelente ensayo «Muerte del
sujeto y ocaso de la representación», publicado en la revista Relea, no 2, Cara-
cas, enero-abril, 1997.
90
91
92
15
Una amplia producción da cuenta de la tonalidad y profusión temática de
Anthony Giddens. Además de sus ya clásicos tratados de sociología, recomien-
do una lectura atenta de su libro Consecuencias de la modernidad, Edit. Alian-
za, Madrid, 1993.
16
A. Giddens: Consecuencias de la modernidad, ob. cit., pp. 140-141.
17
No es posible en este texto extenderse en la precisión de temas y autores.
Pero puedo asegurar con propiedad (propiedad intelectual proveniente de mu-
chos años de investigación sobre este asunto) que sobre los planteamientos
posmodernos en diez grandes tópicos de la agenda contemporánea mundial, lo
dicho por Giddens es una caricatura inaceptable.
93
94
8. LO POSMODERNO Y LA DISOLUCIÓN
DE LO POLÍTICO EN LA ESPECTACULARIZACIÓN
(Jesús Martín Barbero)
18
Recomiendo los siguientes trabajos de J. Martín Barbero: De los medios a
las mediaciones, Edit. B. Gali, México, 1987; «Comunicación plural: paradojas
y desafíos», revista Nueva Sociedad, no 140, noviembre-diciembre, Caracas,
1995; «Mediaciones urbanas y nuevos escenarios de comunicación», revista
Sociedad, no 5, Buenos Aires, octubre, 1994; «Pensar la educación desde la
comunicación», revista Nómadas, no 5, Bogotá, 1996; «Modernidad y postmo-
dernidad en la periferia», revista Politeia, no 11, Bogotá, 1992; «Modernidad,
postmodernidad, modernidades. Discursos sobre la crisis y la diferencia», re-
vista Praxis Filosófica, no 2, Cali, marzo, 1992.
95
19
En el texto «El vaciamiento massmediático del discurso político» (R. Lanz,
revista Relea, no 0, Caracas, julio 1995), se puede notar esta dificultad de valo-
ración del vacío: en parte es una constatación crítica del derrumbe, en parte
también la postulación positiva de cierto imaginario deseable. (El ensayo de J.
Martín Barbero: «Hegemonía comunicacional y des-centramiento cultural», in-
cluido en este libro, es una recuperación positiva del fenómeno posmoderno.)
96
20
A los fines de estas observaciones sugiero la lectura del libro de J. Rubio
Carracedo: Educación moral, postmodernidad y democracia, Edit. Trotta, Ma-
drid, 1996, pp. 89-110.
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21
Ibídem, p. 190.
22
Ibídem, p. 89.
98
23
Estoy usando un comentario de Julio Ortega (entrevista en la revista Relea,
no 0, Caracas, julio, 1995) como si se tratara de una tesis teórica. Ello no es
necesariamente así. Ha habido distintas ocasiones donde hemos discutido di-
rectamente este matiz. Pero me interesa marcar con cierto énfasis la distinción
entre posmodernidad y «estudios culturales», para lo cual cuento con la bene-
volencia de mi amistad con Julio Ortega.
24
Esta discusión la hemos escenificado constantemente en el Centro de In-
vestigaciones Post-doctorales (CIPOST, Caracas). No creo que sea por pura casua-
99
lidad que hayamos definido dos áreas de investigación bien delimitadas: Pro-
grama de estudios culturales y, por otro lado, Programa de estudios posmoder-
nos. Ver el ensayo de F. Jameson: «Sobre los estudios culturales», en varios:
Cultura y Tercer Mundo, Edit. Nueva Sociedad, Caracas, 1996, pp. 167-232.
100
25
Podemos encontrar los grandes temas de la crisis de la política en textos
como El poder en vilo, Edit. Tecnos, Madrid, 1994; en su incansable trabajo de
interpelación recogido en Argumentos para una época, Edit. Anthropos, Barce-
lona, 1993; en su activa presencia en el debate público recogido en El vértigo
de la democracia, Ediciones de la Ilustración, Madrid, 1996; o en el texto que
sirve de excusa a mi comentario crítico, Modernidad, historia y política, Edit.
Verbo Divino, Navarra, 1992, pp. 81-102.
101
26
Recomiendo la lectura de A. Heller: Crítica de la Ilustración, Edit. Penínsu-
la, Barcelona, 1984; A. Heller y F. Fehér: Políticas de la postmodernidad, Edit.
Península, Barcelona, 1989; A. Heller: Historia y futuro, Edit. Península, Barce-
lona, l991; A. Heller y F. Fehér: Biopolítica, Edit. Península, Barcelona, 1995.
27
El Centro de Investigaciones Post-doctorales (CIPOST) tuvo la oportunidad
de invitar a Ágnes Heller para la realización de un seminario sobre «Una teoría
de la modernidad» (1995). Me ha tocado prologar su libro que lleva el mismo
título (ediciones del CIPOST, Caracas, 1997) donde recojo sumariamente las lí-
neas gruesas de este debate.
102
103
28
«Los que han elegido vivir en la postmodernidad viven, no obstante, entre
modernos y premodernos». (Políticas de la postmodernidad, ob. cit., p. 149.)
104
29
Recomiendo consultar el libro de F. Jameson: Teoría de la postmoderni-
dad, Edit. Trotta, Madrid, 1996.
105
106
30
Ibídem, p. 92.
31
Son muchos los tópicos que merecerían una discusión sistemática y extensa.
En el campo del debate teórico-político son múltiples los asuntos que alimentan
una agenda rica en matices controversiales. Recomiendo revisar los siguientes tra-
bajos del amigo César Cansino: «La metapolítica como problema», en Varios: Estu-
dios de teoría e historia de la sociología en México, UNAM, México, 1996; «Partidos
políticos y gobernabilidad», revista Nueva Sociedad, no 139, Caracas, septiembre-
octubre, 1995; «Teoría política: historia y filosofía», revista Metapolítica, no l, México,
enero-marzo, 1997; «De la politización de los medios a la despolitización de la
sociedad», revista La Brecha, no 4, Madrid, enero-febrero, 1997; C. Cansino y V.
Alarcón: América Latina: ¿renacimiento o decadencia?, FLACSO, San José, 1993; C.
Cansino (comp.): Las teorías del cambio político, Universidad Iberoamericana,
México, 1993; C. Cansino (comp.): Las relaciones gobierno-partido en América
Latina. Un estudio comparado, CIDE, México, 1995.
32
C. Cansino: «Teoría política: historia y filosofía», ob. cit., pp. 39-40.
107
108
33
En los límites de este ensayo no puedo extenderme en ejemplos demostra-
tivos de esta tesis. Remitiría al lector a un texto donde he caracterizado autor
por autor en este mapa teórico: «Posmodernidades: la ventaja de llamarse Amé-
rica Latina» (forma parte del libro coordinado por Julio Ortega: Manual para el
nuevo milenio, Edit. La Torre, San Juan, Puerto Rico, 1997).
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UN VISTAZO A LA PRODUCCIÓN
BIBLIOGRÁFICA DE LOS NOVENTA SOBRE POSMODERNIDAD
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121
1. RACIONALISMO, POSMODERNIDAD
Y TOTALITARISMO FASCISTA
1
J. Sebreli: El asedio a la modernidad, Edit. Planeta, Buenos Aires, 1991.
122
123
2
J. F. Lyotard: La posmodernidad (explicada a los niños), Edit. Gedisa, Bar-
celona, 1989; G. Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica
en la cultura posmoderna, Edit. Gedisa, Barcelona, 1987.
3
J. Habermas: El discurso filosófico de la modernidad, Edit. Taurus, Buenos
Aires, 1989.
4
C. Castoriadis: Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto,
Edit. Gedisa, Barcelona, 1988.
5
J. Habermas: Pensamiento postmetafísico, Edit. Taurus, México, 1990.
124
125
6
R. Follari: Modernidad y posmodernidad: una óptica desde América Latina,
Aique/Rei/Ideas, Buenos Aires, 1990.
7
J. Habermas: Pensamiento postmetafísico, ob. cit.
126
127
128
129
8
J. Herf: El modernismo reaccionario (tecnología, cultura y política en Weimar
y el Tercer Reich), Fondo de Cultura Económica, México, 1990.
130
9
Ibídem, pp. 117-118.
10
Ibídem, p. 159.
131
11
T. Mann: Essays (Band 2), citado en J. Hert, ob. cit., p. 19.
12
M. Augé: Los «no-lugares». Espacios del anonimato. (Una antropología de
la sobremodernidad), Edit. Gedisa, Barcelona, 1993.
132
13
G. Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cul-
tura posmoderna, ob. cit.
14
J. F. Lyotard: La condición posmoderna, Rei, Buenos Aires, 1987.
15
J. F. Lyotard: La posmodernidad (explicada a los niños), ob. cit.
133
16
J. F. Lyotard: El entusiasmo, Edit. Gedisa, Barcelona, 1993.
17
G. Lipovetsky: El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las socie-
dades modernas, Edit. Anagrama, Barcelona, 1990.
134
EPISTEMOLOGÍA MINIMAL
18
W. Stegmüller: Estructura y dinámica de teorías, Edit. Ariel, Barcelona, 1983.
19
T. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1989; Qué son las revoluciones científicas y otros ensayos,
Paidós/I.C.E., Barcelona, 1989.
135
20
R. Follari: «La restauración racionalista, o el miedo a la intemperie», en
Posmodernidad, filosofía y crisis política, Aique/Rei/Ideas, Buenos Aires, 1993.
136
21
Ibídem. Se hace referencia directa a algunos autores que sostienen esta tesi-
tura.
137
22
A. Ambroggi: «El programa filosófico de los estudios sociológicos», mimeo,
Coloquio Ciencia y Sociedad, Rosario, 1994; C. Prego: Las bases sociales del
conocimiento científico (la revolución cognitiva en filosofía de la ciencia), Cen-
tro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992.
138
23
G. Lipovetsky: La era del vacío, Edit. Anagrama, Barcelona, 1986.
24
G. Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cul-
tura posmoderna, ob. cit.
25
J. Habermas: «La modernidad, un proyecto incompleto», en H. Foster: La
posmodernidad, Edit. Kairós, Barcelona, 1986.
26
J. F. Lyotard: La posmodernidad (explicada a los niños), ob. cit.
139
27
L. Althusser: Para leer El Capital, Edit. Siglo XXI, México, 1969.
140
28
G. Lipovetsky: La era del vacío, ob. cit.
141
29
De ella han adquirido notoriedad algunos trabajos como La sociedad trans-
parente y La secularización de la filosofía.
142
143
144
30
G. Lipovetsky: «Espacio privado y espacio público en la era posmoderna»,
en Sociología, no 22, UAM-Azcapotzalco, México, mayo-agosto, 1993.
145
146
31
R. Follari: Modernidad y posmodernidad: una óptica desde América Lati-
na, ob. cit.; Posmodernidad, filosofía y crisis política, ob. cit.
32
M. Augé: Los «no-lugares». Espacios de anonimato. (Una antropología de
la sobremodernidad), ob. cit., p. 83.
147
33
N. Bistué y C. Yarza: «La deriva posmoderna: estancamiento y punto de
inflexión», mimeo, Mendoza, 1994.
148
149
34
M. Cacciari: Desde Nietzsche. Tiempo, arte, política, Biblos Ed., Buenos
Aires, 1994.
35
C. Castoriadis: Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto,
ob. cit.
36
W. Benjamin: Discursos interrumpidos, Edit. Planeta, Buenos Aires, 1994.
Ver prólogo de Aguirre, especialmente página 9.
150
37
B. Sarlo: Escenas de la vida postmoderna. Intelectuales, arte y videocultura
en Argentina, Edit. Ariel, Buenos Aires, 1994.
151
CONSTELACIONES
ESPACIO-TEMPORALES
SANTIAGO CASTRO-GÓMEZ
1
J. Habermas: Teoría de la acción comunicativa, Edit. Taurus, tomo II, Ma-
drid, 1988, pp. 469 ss.
157
1. GLOBALIZACIONES LOCALIZADAS
Y LOCALIZACIONES GLOBALIZADAS
2
Cf. A. Giddens: Konsequenzen der Moderne, Francfort, Suhrkamp, 1990, pp.
84 ss.; E. Dussel: «The World-System: Europe als Center and its Periphery», manus-
crito, 1994.
158
3
Cf. R. Ortiz: «La mundialización de la cultura», en N. García Canclini (et.
al.): De lo local a lo global. Perspectivas desde la antropología, Universidad
Autónoma Metropolitana, México, 1994, pp. 165-181.
4
Cf. S. Lash y J. Urry: The End of Organized Capitalism, Polity Press, Cam-
bridge, 1987.
159
5
De la ya extensa bibliografía, me permito seleccionar los siguientes títulos:
A. Giddens: The Constitution of Society, Polity Press, Cambridge, 1984; M.
Featherstone (ed.): Global Culture. Nationalism, Globalization and Modernity,
Sage, Londres, 1992; D. Harvey: The Condition of Postmodernity, Oxford,
Blackwell, 1989; F. W. Soja: Postmodern Geographies. The Reassertion of Space
in Critical Social Theory, Verso, Londres, 1989; H. Lefebvre: The Production of
Space, Oxford, Blackwell, 1991; S. Lash: Sociology of Postmodernism, Routledge,
Londres, 1990; S. Lash, J. Urry: Economies of Signs and Space, Sage, Londres,
1994; U. Beck, A. Giddens, S. Lash: Reflexive Modernisierung. Eine Kontroverse,
Francfort, Suhrkamp, 1996; E. Mendieta: «When and Where was Modernity /
Postmodernity», en E. Mendieta, P. Lange-Churión (eds.): Latin America and
Postmodernity. A Reader, Humanities Press, Nueva Jersey, 1997.
160
6
Cf. D. Mato: «Procesos culturales y transformaciones sociopolíticas en
América Latina en tiempos de globalización», en D. Mato, M. Montero, E.
Amodio (eds.): América Latina en tiempos de globalización: procesos culturales
y transformaciones sociopolíticas, UNESCO, Caracas, 1996, p. 18.
7
Véanse las reflexiones de Anthony Giddens en su artículo «Leben in einer
posttraditionalen Gesellschaft», en U. Beck, A. Giddens, S. Lash (eds.): Reflexive
Modernisierung, ob. cit., pp. 114 ss.
161
162
8
Para el caso latinoamericano, véanse los estudios sobre el consumo cultural
llevados a cabo por Néstor García Canclini y su equipo de colaboradores en:
N. García Canclini (ed.): El consumo cultural en México, Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes, México, 1993. Véase también: G. Lipovetsky: El impe-
rio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas, Edit. Ana-
grama, Barcelona, 1990; G. Schulze: Die Erlebnisgesellschaft. Kultursoziologie
der Gegenwart, Campus Verlag, Francfort, Nueva York, 1995.
9
Véase el ya clásico estudio de Jean Baudrillard: Crítica de la economía
política del signo, Edit. Siglo XXI, Madrid, 1972.
10
N. García Canclini: Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad, Edit. Grijalbo, México, 1989.
163
11
J. Habermas: Teoría de la acción comunicativa, ob. cit., pp. 169 ss.
12
Cf. A. Giddens, Konsequenzen der Moderne, ob. cit., pp. 52 ss.
164
XVIII ,
la misión de intelectuales y científicos había sido la de trans-
mitir un saber que pudiese liberar al hombre de la ignorancia y las
supersticiones para conducirlo a la «mayoría de edad», a un esta-
do racional de dominio sobre las contingencias de la vida. Los ilus-
trados y sus seguidores partieron de la premisa de que un aumento
progresivo del saber conduciría necesariamente a un aumento de
nuestra capacidad para construir activamente la historia y colocar-
la bajo nuestro control. Pero a finales del siglo XX, esta pretensión
se ha revelado como ilusoria. Mientras más estrechamente nos
interconectamos con el mundo, más débil es nuestro poder de
controlar las consecuencias de nuestros actos. Una acción realiza-
da concientemente en una localidad específica puede repercutir
negativamente, sin que lo queramos o sepamos, en otra localidad
alejada. La organización transnacional de la economía hace que la
creación de empleo en México y Brasil por parte de una multina-
cional alemana como la Volkswagen, genere tasas inmensas de
desempleo en Alemania. El consumo de flores colombianas en
París o Nueva York refuerza la explotación infame que sufren al-
gunas mujeres trabajadoras en los alrededores de Bogotá. De otro
lado, el incremento del saber científico y tecnológico, que los in-
telectuales decimonónicos celebraron como encarnación del pro-
greso, ha conducido a la destrucción, quizás irreversible, del en-
torno ecológico. La complejísima red de causas y efectos en los
que están envueltas todas nuestras prácticas deja mal parada la
idea de una humanización por el saber, así como el papel vanguar-
dista y representativo de los intelectuales. Querámoslo o no, la
globalización nos ha lanzado en un experimento gigantesco cuyos
resultados no podemos calcular. Utilizando la expresión de Ulrich
Beck, vivimos en una sociedad planetaria del riesgo, en una Risiko-
gesellschaft.13
¿Qué consecuencias tiene todo esto para los intelectuales que
elaboran teorías sobre América Latina? Desde el siglo XIX hasta
mediados del XX, la producción de saberes sobre «lo latinoameri-
cano» tuvo como espacio originario los territorios demarcados
13
Cf. U. Beck: Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne, Suhr-
kamp, Francfort, 1986.
165
14
De este problema me ocupo ampliamente en mi libro Crítica de la razón
latinoamericana, Puvill Libros, Barcelona, 1996.
166
15
Cf. E. Dussel: «The World-System: Europe als Center and its Periphery», ob.
cit., pp. 1-7; consúltese también M. Bernal: Black Athena: The Afroasiatic Roots of
Classical Civilization, Rutgers University Press, New Brunswick, 1981.
167
16
Cr. D. Mato: «Procesos culturales y transformaciones sociopolíticas en
América Latina en tiempos de globalización», ob. cit., pp. 28-29.
17
Ídem.
168
18
Cr. S. Castro-Gómez: «Populismo y filosofía. Los discursos de identidad
en la filosofía latinoamericana del siglo XX», en Crítica de la razón latinoameri-
cana, ob. cit., pp. 67-97.
19
Para una recopilación de algunos de estos artículos, véase: R. Guha, G.
Spivak (eds.): Selected Subaltern Studies, Oxford University Press, Nueva York,
1988.
169
do sobre el pueblo indio por los historiadores y por las élites po-
líticas. La independencia india frente al dominio británico era
presentada allí como un proceso anclado en una «ética universal»,
traicionada por los colonizadores, pero recuperada eficazmente
por Ghandi, Nehru y otros líderes nacionalistas. En opinión de
los críticos poscoloniales, el recurso a una supuesta «exterioridad
moral» frente a Occidente conllevaba una retórica cristiana de la
victimización, en la que las masas, por el simple hecho de ser
oprimidas, aparecían dotadas de una superioridad moral frente al
colonizador. El proceso independentista indio era narrado de este
modo como la realización del proyecto cristiano-humanista de
redención universal, es decir, utilizando las mismas figuras discur-
sivas que sirvieron para legitimar el colonialismo europeo en ul-
tramar.20
Esta desmitologización del nacionalismo anticolonialista su-
ponía una fuerte crítica a la retórica imperial del marxismo inglés,
que para legitimarse políticamente en la metrópoli necesitaba re-
currir a los ejemplos distantes de las luchas antimperialistas en el
«Tercer Mundo». Guha y sus colegas atisban de este modo lo que
otros teóricos poscoloniales como Bhabha y Spivak mostrarían
posteriormente: el expansionismo europeo necesitó siempre de la
generación discursiva de un «otro», de una exterioridad moral
que le sirviera para legitimar a contraluz su propia empresa colo-
nizadora. Por esta razón, la crítica poscolonial al esencialismo de
los discursos nacionalistas rompe decididamente con las narrati-
vas anticolonialistas de la izquierda de los años setenta, que se
consolidaron precisamente sobre la base de un tercermundismo
romántico. La nostalgia por la bondad exótica y por un ethos no
contaminado todavía por la «maldad» del capitalismo occidental,
el ansia por lo «totalmente otro» de Occidente, jugaron allí como
narrativas esencialistas, sujetas todavía a las epistemologías colo-
niales, que ocultaban las hibridaciones culturales, los espacios
mixtos y las identidades transversas.
20
Véase la lectura que hace Patricia Seed de los estudios subalternos indios
en su artículo «Subaltern Studies in the Post-Colonial Americas», en Dispositio,
no 46, 1996, pp. 217-228.
170
171
23
Cf. G. Spivak: «Can the Subaltern Speak?», en P. Williams, L. Chrisman
(ed.): Colonial Discourse and Postcolonial Theory. A Reader, Columbia University
Press, Nueva York, 1994, pp. 66-111.
172
24
J. Beverley: «¿Posliteratura? Sujeto subalterno e impasse de las humanida-
des», ob. cit., pp. 145-148.
173
25
La universidad es una especie de panacea en donde aparecen reflejados
todos los conflictos de la sociedad. Por eso Beverley puede afirmar que la inter-
vención política del intelectual ya no necesita de un «afuera» de la universidad:
Modifying Derrida’s famous slogan, I would risk saying, in fact, that there
is no «outside-the-university», in the sense that all contemporary practices
of hegemony (including those of groups whose subalternity is constituted
in part by their lack of access to schools and universities) pass through it
or are favorably or adversely in some way by its operations. [Cf. Against
Literature, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1993, p. X.]
174
26
W. Mignolo: «Are Subaltern Studies Postmodern or Poscolonial? The Politics
and Sensibilities of Geo-Cultural Locations», en Dispositio, no 46, 1996, pp. 45-73,
175
27
W. Mignolo: «Herencias coloniales y teorías poscoloniales», en B. González
Stephan (ed.): Cultura y Tercer Mundo, ob cit., pp. 113-114.
28
Al respecto escribe Mignolo:
Me gustaría insistir en el hecho de que el «post» en «postcolonial» es
notablemente diferente de los otros post de la crítica cultural contempo-
ránea. Iré aun más allá al sugerir que cuando se compara con la razón
postmoderna, nos encontramos con dos maneras fundamentales para cri-
ticar la modernidad: una, la postcolonial, desde las historias y herencias
coloniales, la otra, la postmoderna, desde los límites de la narrativa hege-
mónica de la historia universal. [Ibídem, pp. 101-102.]
29
Ibídem, p. 113.
176
30
W. Mignolo: «Are Subaltern Studies Postmodern or Poscolonial? The Politics
and Sensibilities of Geo-Cultural Locations», ob. cit., pp. 50-54.
31
W. Mignolo: «Herencias coloniales y teorías poscoloniales», ob. cit., p. 118.
W. Mignolo: The Darker Side of the Renaissance. Literacy, Territoriality
32
177
3. REFLEXIONES FINALES:
RECONVERSIÓN DE ARIEL Y MUERTE DE CALIBÁN
33
Ibídem, p. 110.
34
J. Beverley: Against Literature, ob. cit., p. 4.
178
35
R. Fernández Retamar: Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra Amé-
rica, Edit. La Pléyade, Buenos Aires, 1984, p. 53.
36
Ibídem, p. 52.
37
J. Beverley: Against Literature, ob. cit., p. 5.
179
38
«Cannibal/Caliban/By Lacan: the sequence of names configures the stages
and the historical subjects of, respectively, the colonization, decolonization, and
postcoloniality of Latin America». (Ibídem, p. 4.)
39
Desde este punto de vista, no deja de sorprender el hecho de que autores
como Said, Jameson y el mismo Mignolo vean en Calibán el símbolo de una
«inserción epistemológica», y en Retamar a uno de los precursores latinoameri-
canos de la teoría poscolonial. En un universo discursivo como el de Retamar,
atravesado de un lado a otro por compartimientos ideológicos (burguesía/pro-
letariado, opresores/oprimidos, capitalismo/socialismo), resulta difícil ver de
qué manera podrían los sujetos marginales —que son siempre sujetos híbri-
dos— articular sus «pequeñas historias». Colonizadores y colonizados son pre-
sentados allí como entidades homogéneas, con intereses antagónicos. La Tem-
pestad de Shakespeare —así como la historia latinoamericana— es vista por
Fernández Retamar como el escenario mítico en donde se enfrentan dos perso-
najes (Próspero/Calibán) y dos visiones contrapuestas del mundo: la de «nues-
tra América», enunciada por intelectuales orgánicos como José Martí, y la de
«Occidente», representada por intelectuales «lacayos del imperialismo» como
Borges, Sarduy, Fuentes y Rodríguez Monegar. (Cf. R. Fernández Retamar, ob.
cit., pp. 89 ss.)
180
181
40
Cf. U. Beck: Die Erfindung des Politischen. Zu einer Theorie reflexiver
Modernisierung, Suhrkamp, Francfort, 1993, pp. 35 ss.
182
ALEXANDER JIMÉNEZ
NOTA PRELIMINAR
185
1
Aquí está en juego, al mismo tiempo, la reorganización del espacio público.
Allí donde el duelo suponía un distanciamiento y una retirada afectiva de los
otros, hoy día los media configuran espacios abiertos, cercanos, masivos. La
pantalla nos involucra a todos como dolientes de alguien a quien no conoci-
mos. Nos ponen a sufrir lo que no hemos padecido. El luto personal ya no es
necesario puesto que lo cargamos todos. Esta amplificación del espacio social
del duelo es sólo una de las variantes de un giro en la socialidad básica produ-
cido por los media. Rigoberto Lanz afirma que las antiguas regulaciones del
espacio público se sustituyen por la subcultura massmediática, creándose otro
tipo de sensibilidad. Cf. R. Lanz: «El vaciamiento massmediático del discurso
político», en Relea (Revista Latinoamericana de Estudios Avanzados), no 0, Ca-
racas, abril de 1995. En la presentación del número 1 de esa misma revista
(julio de 1996), Lanz estima que la posmodernidad anuncia la emergencia de
otra socialidad a partir de nuevos referentes para fundar el espacio público, y
liga esa emergencia a la crisis del imaginario moderno del espacio público. En
el espacio teórico que se abre con estas constataciones situamos nuestra re-
flexión. Afectivamente, retomamos su desafío de comprometer lo que va que-
dando de pasión, con el fin de enfrentar la retirada de lo público con algunas
reservas éticas y estéticas: aquellas que permitan una convivencia en la cual el
duelo y la alegría lleguen o se elijan conforme a las demandas del corazón y de
los ojos.
2
La diseminación de estos poderes revela el modo particular de estar cons-
truidos y de circular los saberes y la información en los massmedia. Supone
también una manera particular de estar dados los objetos y las relaciones. En
todo ello operan estructuras imaginarias de carácter performativo. De acuerdo
a Rafael Ángel Herra, filósofo y escritor costarricense, una modalidad de la
conciencia es que
[...] en ella la realidad se da insistentemente interferida, mediada, filtra-
da, iluminada, guiada, o incluso constituida por construcciones imagina-
rias; y estas construcciones imaginarias viven como una lengua; en ellas
se tejen y convergen redes de significantes de la cultura y se articulan
para consolidarse, pervivir y renovarse en sistemas más o menos cohe-
rentes[...] y en este dominio de la ficcionalización se organiza la vida
interior del mundo cultural. [Rafael Ángel Herra: «El papel de lo imagi-
nario: perspectiva intercultural», ponencia ante la Sociedad Internacio-
nal de Filosofía Intercultural, Kioto, Japón, 1997.]
En la manera como aparece o es propiciado el duelo en los medios de comuni-
cación social se torna evidente la elaboración imaginaria de las percepciones
sobre los cuerpos y los afectos.
186
3
Hacemos aquí nuestro el parecer de Rigoberto Lanz, en El discurso posmo-
derno: crítica de la razón escéptica, según el cual
[...] la teoría estética que se deriva de la tradición de Frankfurt, así como
la sensibilidad ética que le acompaña, deben ser radicalizadas hasta sus
últimas consecuencias. [Universidad Central de Venezuela, Consejo de
Desarrollo Científico y Humanístico, Caracas, 1996, p. 141.]
En el punto preciso en que se ubica este trabajo, esto supone considerar en
extremo el carácter de violencia diseminada, aprobada y disfrutada que tiene la
prensa en el imaginario social. Los medios son también un plexo de instrumen-
tos, discursos, estrategias y objetos, sostenidos por un asentimiento social que
prolonga y refuerza, sin necesidad de un dominio obvio, el dominio sistémico
sobre el mundo vital. En Dialéctica del iluminismo, Horkheimer y Adorno afir-
man que
[...] al multiplicar la violencia a través de la mediación del mercado, la
economía burguesa ha multiplicado también sus propios bienes y sus pro-
pias fuerzas hasta el punto de que ya no es necesario, para administrarlas,
no sólo de los reyes ni tampoco de los burgueses: basta simplemente con
todos. Todos aprenden, a través del poder de las cosas, a desatenderse del
poder. [Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1969, p. 59.]
Esto significa que encima de padecerlos, esos poderes nos parecen naturales y
aprendemos a gozar su violencia.
4
El presente ensayo reelabora y continúa un trabajo aparecido en la revista
Chasqui, no 53, marzo de 1996, pp. 60-63, con el título «Las trampas de la
desgracia».
187
5
Según Daniel Bell la vida cotidiana cambió más radicalmente entre 1850 y
1940 —a causa del impacto de los ferrocarriles, la electricidad, los barcos a
vapor, el telégrafo, el automóvil, el cine, la radio y los aviones— que en cual-
quier otra época. Eso puede ser cierto respecto a los efectos de esas novedades
en prácticas materiales básicas. Las tecnologías informático-comunicativas, en
cambio, reelaboran las capacidades de autopercepción subjetiva, prácticas sim-
bólicas y relaciones complejas entre la percepción del mundo y su propia con-
sistencia. Es decir, las tecnologías de la información no sólo producen y repro-
ducen niveles elementales de la vida material, sino que afectan las instancias
más complejas de la reproducción simbólica. En este orden, la autonomía de
los media respecto al fondo tradicional de la vida cotidiana termina por avasa-
llar y reconfigurar prácticas simbólicas elementales. El duelo es una de ellas.
6
J. Baudrillard: La ilusión del fin. La huelga de los acontecimientos, Edit.
Anagrama, Barcelona, 1993, p. 89.
7
Ibídem, p. 95.
8
Ídem.
188
9
Baudrillard cierra la posibilidad de iniciar el proceso a la información y a
los medios de comunicación por
[...] la sencilla razón de que los propios medios de comunicación deten-
tan la llave de la instrucción. Su inocencia es inapelable, puesto que la
«desinformación» siempre se imputa a un accidente de la información,
sin que su principio llegue jamás a ser cuestionado. [Ídem]
Si la única vía de resistencia es discutir la desinformación, la pertinencia del
argumento se concede; pero en la de menos lo que se apela contra los media
está puesto en otro lugar.
10
Entre otras razones, este cambio alude al desplazamiento o anulación de
un tipo de subjetividad que propiciaba una mirada unificante y dadora de sen-
tido. Horkheimer y Adorno se quejan de que
[...] incluso el sujeto trascendental del conocimiento es en apariencia li-
quidado como último recuerdo de la subjetividad, y sustituido por el
trabajo tanto más uniforme de los mecanismos reguladores automáticos.
[M. Horkheimer y T. Adorno: Dialéctica del iluminismo, ob. cit., p. 45.]
11
Jean Baudrillard repite, hasta la saturación insoportable, la tesis según la
cual «hemos superado ese límite en el que, a fuerza de sofisticación en los acon-
tecimientos y en la información, la historia deja de existir como tal». [Cf. La
ilusión del fin. La huelga de los acontecimientos, ob. cit., p. 16.]
Su tesis complementaria es que «salir de la historia para entrar en la simula-
ción no es más que la consecuencia del hecho de que la propia historia no era
en el fondo más que un inmenso modelo de simulación». [Ibídem, p. 18.]
189
190
12
Michel Foucault liga esta obsesión de poner a hablar, de incitar a hablar la
verdad, con una estrategia del poder:
Tenemos que decir la verdad [...]. El poder no cesa de preguntarnos, de
indagar, de registrar [...]. En el fondo, tenemos que producir verdad igual
que tenemos que producir riquezas. [«Curso del 14 de enero de 1976» en
Microfísica del poder, Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1992, p. 140.]
13
Los poderes disciplinarios no son, sin embargo, ilimitados. La corporali-
dad sobre la que aplica sus mecanismos de control es también un territorio con
defensas y resistencias significativas. Punto de aplicación, el cuerpo es también
punto de respuesta al ejercicio del poder: cuerpos tatuados, carnavalizados,
trasvestidos, vírgenes, operan como resistencias simbólicas de reapropiación de
un territorio.
191
192
14
La Nación es el diario con mayor poder social en Costa Rica. Sus páginas
de opinión y sus editoriales afectan de manera significativa la agenda económi-
ca y política del país. Al mismo tiempo, y quizá debido a ello, es uno de los ejes
de circulación de las representaciones imaginarias de los costarricenses. En ese
sentido, La Nación es la nación.
193
194
EL CUERPO Y SU HISTORIA
15
A. y M. Mtscherlich: Fundamentos del comportamiento colectivo, Edit.
Alianza, Madrid, 1973, p. 39.
195
16
M. Horkheimer y T. Adorno: ob. cit., p. 174.
17
J. Baudrillard: ob. cit., p. 29.
196
197
18
M. Horkheimer y T. Adorno: ob. cit., pp. 43-44.
198
19
El nombre de esta prisión es un buen signo de lo que pretende; pero casi
siempre fracasa. Parecería estar hecha para fracasar, a pesar de su nombre.
199
SIMULAR, DISIMULAR
200
201
NOTA INTRODUCTORIA
207
1
Me refiero al ensayo incluido en G. Vattimo y otros: En torno a la posmo-
dernidad, Anthropos, Barcelona, 1991, pp. 137-159.
208
209
2
«[...] son los problemas de conceptuación y definición necesarios para com-
prender la relevancia o expansión del papel de la cultura en las sociedades
contemporáneas, los que tornan intrigante la cuestión de lo posmoderno». M.
Featherstone: Cultura de consumo e pós-modernismo, Studio Nobel, Sao Paolo,
1995, p. 13.
210
3
I. Urdanibia: «Lo narrativo en la posmodernidad», en G. Vattimo y otros,
ob. cit., p. 42.
211
4
Cf. P. Veyne: Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia,
Edit. Alianza, Madrid, 1984, pp. 33-41.
5
C. A. Viano: «Los paradigmas de la modernidad». En Varios: El debate
modernidad-posmodernidad, Edit. Puntosur, Buenos Aires, 1989, pp. 175-193.
212
6
«La modernidad se puede caracterizar, en efecto, como un fenómeno
dominado por la idea de la historia del pensamiento, entendida como una
progresiva “iluminación” que se desarrolla sobre la base de un proceso cada vez
más pleno de apropiación y reapropiación de los “fundamentos”, los cuales a
menudo se conciben como los “orígenes”, de suerte que las revoluciones, teó-
ricas y prácticas, de la historia occidental se presentan y se legitiman por lo
común como “recuperaciones”, renacimientos, retornos». G. Vattimo: El fin
de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Edit. Gedisa,
Barcelona, 1987, p. 10. (Cursivas mías.)
7
Al respecto, concuerdo con el planteamiento de R. Lanz sobre la pertinen-
cia de situar la emergencia de la modernidad, como categoría histórico-cultu-
ral, en el siglo XVIII, cuya «atmósfera cultural [...] está marcada por el entrecru-
zamiento de Razón, Progreso, Historia». Categorías éstas que se instalaron
como claves fundantes de maneras de pensar y de actuar, constituyendo así
una matriz civilizacional que perdura «de un modo impresionante hasta nues-
tros días». En El discurso posmoderno: Crítica de la razón escéptica, Consejo de
Desarrollo Científico y Humanístico, Universidad Central de Venezuela, Cara-
cas, 1993, pp. 28-30.
213
214
8
La modernidad, un proyecto incompleto, es el título de un ensayo de Haber-
mas publicado en diversas oportunidades. Su primera publicación se hizo con
el título de Modernidad contra posmodernidad, en New German Critique (invier-
no, 1981). Se trata del trabajo de Habermas con mayor impacto en el debate
sobre la posmodernidad. Aquí he utilizado la versión que aparece en H. Foster
y otros: La posmodernidad, Edit. Kairós, Barcelona, 1986, pp. 19-36. Además
de este ensayo, para las consideraciones que aquí se presentan he utilizado
como referencias fundamentales: el capítulo VIII del volumen II de Teoría de la
acción comunicativa y los capítulos 11 y 12 de El discurso filosófico de la moder-
nidad.
215
216
9
J. Habermas: El discurso filosófico de la modernidad, Edit. Taurus, Madrid,
1989, p. 15.
217
10
M. Berman: Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la moder-
nidad, me remito particularmente a su introducción «La modernidad: ayer,
hoy y mañana», Edit. Siglo XXI, Madrid, 1988; «Brindis por la modernidad» y
«Las señales de la calle. (Respuesta a Perry Anderson)», ambos en Varios: El
debate modernidad-posmodernidad, ob. cit.
11
«El eclipse del problema de la modernidad en la década de los setenta ha
significado la destrucción de una forma vital del espacio público. Ha apresurado
la desintegración de nuestro mundo en una agregación de grupos privados de
interés material y espiritual, habitantes de mónadas sin ventanas, mucho más aislados
de lo que necesitamos estar». M. Berman: Todo lo sólido se desvanece en el aire. La
experiencia de la modernidad, ob. cit., p. 24.
218
3. EL CONCEPTO DE POSMODERNIDAD
DESDE EL DISCURSO POSMODERNO
12
M. Berman: «Brindis por la modernidad», ob. cit., p. 89.
219
220
221
13
J. F. Lyotard: La condición postmoderna, Edit. Cátedra, Madrid, 1986, p. 69.
14
Ibídem, p. 68.
222
15
Ibídem, p. 10. «[...] ¿quién decide lo que es saber, y quién sabe lo que
conviene decidir? La cuestión del saber en la edad de la informática es más que
nunca la cuestión del gobierno», ibídem, p. 24.
223
224
16
Ibídem, p. 118.
225
17
Ibídem, p. 119.
18
«Quizás —prosigue esta autora— Foucault continúa teniendo razón
cuando sostuvo que: “escapar realmente de Hegel supone apreciar exacta-
mente lo que cuesta separarse de él; esto supone saber hasta qué punto
Hegel, insidiosamente quizás, se ha aproximado a nosotros; esto supone
saber lo que es todavía hegeliano en aquello que nos permite pensar contra
Hegel; y medir hasta qué punto nuestro recurso contra él es quizás todavía
una astucia que nos opone y al término de la cual nos espera, inmóvil y en
otra parte”». Esta cita de Foucault, referida por Lanceros, corresponde a El
orden del discurso.
226
19
G. Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura
posmoderna, ob. cit., p. 13.
20
G. Vattimo: Ética de la interpretación, capítulo I, Edit. Paidós, Buenos
Aires, 1991.
227
21
Ibídem, p. 20.
22
Ibídem, p. 23.
228
23
Ibídem, p. 20.
24
G. Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura
posmoderna, ob. cit., p. 145.
25
Los fragmentos citados corresponden a Ética de la interpretación, ob. cit.,
pp. 47 y 25, respectivamente.
229
26
Vattimo indica que retoma esta categoría de A. Ghelen (1967) y de K.
Pomian (1981), procediendo, a la vez, a precisar su significado en ambos auto-
res. Cf. El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmo-
derna, ob. cit., pp. 92-95.
27
Ibídem, p. 97.
28
Ibídem, p. 92.
230
231
29
G. Vattimo: «Posmodernidad: ¿una sociedad transparente?», en G. Vatti-
mo y otros: En torno a la posmodernidad, ob. cit., p. 17.
232
4. POSMODERNIDAD:
CONCEPTO DECONSTRUCTIVO DE CRONOS
30
G. Vattimo: El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura
posmoderna, ob. cit., p. 20.
233
31
G. Deleuze y F. Guattari: Mil mesetas, Edit. Pre-texto, Valencia, 1994,
p. 264. (Este punto de partida me lo ha sugerido la lectura de un excelente
ensayo de J. Ibáñez: «Tiempo de postmodernidad», en J. Martínez: Polémica de
la posmodernidad, ob. cit., pp. 27-60.)
32
Principio que es, al mismo tiempo:
[...] el correlato indispensable de la función fundadora del sujeto: la
garantía de que todo cuanto le ha escapado podrá serle devuelto; la
certidumbre de que el tiempo no dispersará nada sin restituirlo a una
unidad recompuesta; la promesa de que el sujeto podrá un día —bajo la
forma de conciencia histórica— apropiarse nuevamente todas esas cosas
mantenidas lejanas por la diferencia, restaurará su poderío sobre ellas y
en ellas encontrará lo que se puede muy bien llamar su morada. [M.
Foucault: La arqueología del saber, Edit. Siglo XXI, México, 1979, p. 20.]
234
33
E. Morin: Para salir del siglo XX, Edit. Kairós, Barcelona, 1981, p. 304.
235
34
G. Deleuze: Lógica del sentido, Edit. Barral, Barcelona, 1971, p. 210. Desde
Aiôn, no se trata de que los presentes comprendan el futuro y el pasado —como
en Cronos, lectura para la cual «sólo el presente llena el tiempo»—, pues, «se-
gún Aiôn, sólo el pasado y el futuro subsisten en el tiempo» dividiendo y subdi-
vidiendo el presente. De allí que pasado y futuro dejan de ser —como en
Cronos— «los subvertidores del presente», pues, es lo finito del «instante lo que
pervierte el presente en pasado y futuro insistentes». El instante —que es
«atópico»— es
[...] la instancia paradójica o el punto aleatorio, el sinsentido de superfi-
cie y la cuasi-causa, puro momento de abstracción cuyo papel es, prime-
ro, dividir y subdividir todo presente en los dos sentidos a la vez, en
pasado-futuro, sobre la línea del Aiôn [«siempre pasado, ya, y eterna-
mente por venir»]. En segundo lugar, lo que el instante extrae así del
presente, como de los individuos y de las personas que ocupan el presen-
te, son las singularidades, los puntos singulares dos veces proyectados,
una vez en el futuro, una vez en el pasado, formando bajo esta doble
ecuación los elementos constituyentes del acontecimiento puro, a la ma-
nera de un saco polínico que suelta sus esporas [...]. [Ibídem, p. 21.]
35
J. L. Brea: ob cit., p. 141.
236
36
M. Foucault: La arqueología del saber, ob. cit., pp. 223-224.
237
238
38
F. Jameson: Teoría de la posmodernidad, Edit. Trotta, Madrid, 1996, p. 9.
239
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
240
241
Presentación
Balance sobre lo posmoderno
en América Latina ............................................ 7
ROBERTO FOLLARI y RIGOBERTO LANZ
PARTE I
PARTE
RECONFIGURACIONES CULTURALES
Tribu y metrópoli
en la postmodernidad latinoamericana ........... 19
MARTÍN HOPENHAYN
Hegemonía comunicacional
y des-centramiento cultural ............................ 37
JESÚS MARTÍN BARBERO
TE II
PARTE
PAR
REPENSANDO LA POSMODERNIDAD
Esa incómoda posmodernidad
Pensar desde América Latina .................................. 75
RIGOBERTO LANZ
PARTE III
PARTE
CONSTELACIONES ESPACIO-TEMPORALES
Geografías poscoloniales y translocalizaciones
narrativas de «lo latinoamericano»
La crítica al colonialismo
en tiempos de la globalización .............................. 155
SANTIAGO CASTRO-GÓMEZ
El concepto de posmodernidad:
deconstrucción de Cronos ............................ 203
MAGALDY TÉLLEZ