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Resumen de Psicoterapia 2 – Prácticos

FUNDAMENTACIÓN
Las psicoterapias de grupo, los abordajes vinculares, incluidos los de pareja y familia y otras modalidades
de encuentros multipersonales –acaso no encuadrados en el eje terapéutico-asistencial- han sido
considerados necesarios en el plan curricular de la carrera para la capacitación profesional del psicólogo.
En la Resolución ministerial 343/09, respecto de las actividades profesionales reservadas a la profesión del
psicólogo, en sus incisos 3 y 4 se estipula: “Prescribir y realizar acciones de evaluación psicológica,
psicodiagnóstico, pronóstico y seguimiento en los abordajes: individual, de pareja y familia. Prescribir y
efectuar psicoterapias individuales, familiares, grupales y de pareja”. La materia Psicoterapia II (grupos)
abarca un segmento importante de estas actividades.

Acerca de la noción de psicoterapia y la noción de clínica.


La denominación de psicoterapia ha agrupado diversas prácticas; su significación ha sufrido importantes
transformaciones en la medida que variaban los contextos de referencia y la hegemonía teórica respecto de
su de su fundamentación. La nominación de los diversos procedimientos de intervención de la psicología fue
condicionada por su cercanía o inclusión a ciertas disciplinas hegemónicas. La pedagogía y la medicina
alternaron en ese lugar; así el vocablo "psicoterapia" pudo designar a los procesos de corrección del
aprendizaje (re-aprendizaje), o a una curación entendida en términos médicos. En la medida en que la
psicología fue constituyéndose en una disciplina con una cierta autonomía, fue distanciando sus
procedimientos de la medicina y la psiquiatría, que ceñían las intervenciones psicológicas a la curación de
una enfermedad mental.
Inscribimos este programa en la perspectiva que considera la renovación conceptual en curso desde
mediados del siglo XX que cuestiona la tradicional oposición sujeto/grupo, correlativa de aquella otra
individuo/sociedad con las que se matrizaron las así llamadas ‘ciencias sociales’. Como alternativa a estas
corrientes y en el esfuerzo por conceptualizar los múltiples procesos de subjetivación, se vienen produciendo
fuertes alteraciones respecto de algunas de las certezas teóricas que en su momento constituyeron el
fundamento de la psicología como disciplina. Una de ellas ha sido conmover la presuposición de un sujeto
universal, al que se asume uno y que se admite modelado a posteriori de acuerdo con problemáticas y
prescripciones epocales.
En consideración de ese sesgo, la perspectiva asumida para la formulación de este programa se apoya en
desarrollos realizados por pensadores contemporáneos como Cornelius Castoriadis, Michel Foucault y Gilles
Deleuze, pues los conceptos propuestos por estos autores permiten visibilizar y entonces transformar en
pensables algunos fenómenos psicosociales que se presentan como anomalías para las concepciones
tradicionales; a su vez, han orientado la investigación acerca de las formas de la subjetividad y de los
vínculos. Se han incluido también otros pensadores (Guattari, Lazzarato, Lewkowicz, Berardi, Virno,
Rolnik, Esposito) que permiten un abordaje teórico que suplementa cierta clave de lectura en semiótica
significante, en la medida que esta tiende a orientar la intervención del psicólogo a la toma de conciencia,
sea en el análisis de las implicaciones institucionales o en la elucidación crítica de las significaciones
sociales, y bajo el reinado de la representación. La inclusión del registro de afectaciones corporales ha
enriquecido la perspectiva, lo que permite un incremento de dispositivos, procedimientos y concepciones
estratégicas.
Dado que esto es una cuestión eminentemente conceptual, con decisivas improntas filosóficas, no podemos
suscribir la tradicional dicotomía entre teoría y técnica, entre cuerpo teórico de una disciplina y sus
“aplicaciones”. Las concepciones según las cuales la teoría se colocaba en un plano de superioridad y las
técnicas o las prácticas se desprendían por ‘aplicación’ se muestran agotadas. A consecuencia de tal
concepción, la experimentación y capacitación en dispositivos grupales lejos de ser un área de ‘aplicación’
de saberes teóricos supuestamente consolidados, es campo y fuente de desarrollos teóricos.
Los fundamentos de la perspectiva teórica de este Programa en los aportes de pensadores contemporáneos
mencionados, como Castoriadis, Foucault, Deleuze y Guattari, permite entender al pensamiento
inextricablemente unido al acto que hace ser, o al despliegue de una potencia, es decir de una capacidad de
hacer. En el enfoque que establecemos entendemos el pensamiento como parte de la operación que se
produce. La elucidación del problema y los procedimientos de intervención a implementar requieren –
para producir una verdadera capacitación- un pliegue reflexivo.
1
Se apuesta a capacitar a los estudiantes en el diseño de estrategias de intervención apropiadas para cada
situación que convoque al psicólogo, sorteando suministrar modelos o recetas de las diversas tecnologías
psicoterapéuticas. La noción de situación en la que inscribimos esta afirmación no se refiere a un escenario
descripto en exterioridad, que tanto abunda en los relatos sociológicos o psico-sociales sino a la concepción
de la situación como aquello que sólo puede ser pensado si se la constituye, como condición para poder
operar en ella con potencia, bajo condiciones contemporáneas de subjetivación.
La propuesta de la cátedra, resumida en la consigna "aprender clínica haciendo clínica", indica que se trata
de un dispositivo de capacitación en la construcción del oficio de psicólogo. Con lo dicho queda explícita
una perspectiva que inscribe al perfil profesional del psicólogo, menos como experto exterior a la situación
que lo convoca y más posicionado como un agente en la propia situación, que tiene un oficio en tanto saber
hacer.
Rescatamos al respecto una diferenciación, postulada por F. Ulloa, respecto de la formación: “La
capacitación supone siempre una conceptualización de la práctica, la formación gira más en torno a la
especulación teórica”1, “la formación (…) necesita ir acompañada de (…) la capacitación que proponemos
como Comunidad Clínica. (…) es pues práctica organizada coherentemente, sin saltearse las condiciones
reales facilitadoras o adversas en que deberá ejercer su tarea el futuro clínico”2.
La capacitación, al pasar por un habitar clínico constituye toda situación clínica y no puede -ni debe
pretender hacerlo- abordarla desde afuera, tal como lo inducía la prescripción metodológica propia del
positivismo y el cartesianismo. Tal capacitación clínica incluye no sólo una revisión de los procedimientos
psicoterapéuticos vinculares más frecuentemente usados y los rasgos principales de esos dispositivos, sino
además un cierto entrenamiento en la detección de aquellos aspectos que se presentan en la situación en la
que se pretende intervenir y que guiarán cierta estrategia. La brújula de esta detección es frecuentemente el
propio registro corporal de sus afecciones. La noción de afección es bien lejana de las tan transitadas de
vivencia o sentimiento; indica en la filosofía de Spinoza -retomada por Deleuze- la capacidad de todo
viviente de afectar y ser afectado y en vez de oponerse al pensar racional constituye base indispensable de la
construcción de conceptos. La prolongación de estos registros en elaboraciones conceptuales contribuye a la
promoción de un profesional capacitado para la invención y el diseño de dispositivos adecuados ante cada
convocatoria y para implementar las operaciones clínicos en cada situación.
El perceptible agotamiento de la exclusividad de los que fueron denominados saberes disciplinarios, como
conjuntos teórico-técnicos suficientes en manos de un profesional experto, llevó a constituir equipos
profesionales enfocados y nucleados en torno a los problemas a resolver, antes que por su pertenencia a una
u otra profesión. Una perspectiva transdisciplinaria apuesta a la presentación de los no-visibles y en tanto
tal, impensables de cada recorte disciplinar. Es la idea de caja de herramientas (Michel Foucault) es decir, un
conjunto de nociones y recursos técnicos provenientes de distintos campos de saber que puedan resultar de
utilidad y que van enriqueciéndose con diversas prácticas, en las que muestren potencia para operar y hacer
con eficacia. En la perspectiva que se inscribe este programa, se consideran tanto las herramientas de
pensamiento como la constitución del problema sobre el que se intervendrá, en la medida que no se lo
supone ya establecido, sino parte de la tarea de intervención.
El término psicoterapia alberga variantes, opciones y polémicas. Algunas intervenciones psicológicas, tales
como reinscripciones, resignificaciones, construcciones y demás operaciones psíquicas son incluidas de
pleno derecho, en la medida que se ponen bajo sospecha y revisión ciertas hegemonías de la “palabra” y la
“escucha”. Algunas producciones de actos-pensamientos que se mueven bajo otra lógica que la semiología
de las estructuras significantes, son indispensables en los procesos de subjetivación y se corresponden con
las lógicas denominadas por Félix Guattari como a-significantes, bajo una concepción de semióticas
múltiples y entrelazadas.
Hemos retomado la noción de clínica trabajada en los años sesenta por Fernando Ulloa, replanteándola en
las condiciones contemporáneas. “Entendemos la experiencia que estamos realizando como una oportunidad
para inventar procedimientos eficaces para la clínica actual. Es por ello que venimos trabajando en la
producción de herramientas que permitan a los estudiantes de la materia, ya muy cerca de recibirse, una
cierta capacitación como clínicos. Para esto último retomamos (…) la experiencia de la comunidad clínica
de Fernando Ulloa. La experiencia será coordinada con una tecnología que hemos ido acuñando, que retoma

1 Ulloa, F. Novela Clínica psicoanalítica. Ed. Paidos, Buenos Aires, 1995, Pág. 76.
2 Ulloa, F. “Comunidad clínica” (Ficha de cátedra.)
2
el concepto de la comunidad pensante de analistas, en diferentes grados de formación. El objetivo (…) es
que cada uno de los integrantes de la comunidad vaya trabajando y trabajándose, para constituirse en clínico,
al compás del abordaje de un problema habitual de la clínica actual. (…) hemos programado diferentes
experiencias por las que podrá atravesar el alumno”.3
Algunos vectores de la Comunidad Clínica vienen proporcionando ciertas bases para un posicionamiento
subjetivo y algunos procedimientos apropiados. La comunidad clínica implica reciprocidad en la donación
correlativa de torpezas y habilidades. La elucidación permanente de la subjetividad de los docentes, su
responsabilidad en la co-producción de lo que padecen, ha constituido un vector indispensable,
especialmente en el ámbito de una supervisión sistemática de la conducción de sus comisiones, con el
objetivo de alcanzar un mínimo de congruencia entre la propuesta y sus efectos verificables.
La clínica que nos interesa experimentar y transmitir aquí es aquella que se produce en las numerosas
prácticas de intervención de las que suele participar el psicólogo, aunque en muchas de ellas no lo haga en
forma aislada ni excluyente de otros profesionales, tales como antropólogos, historiadores, sociólogos,
trabajadores sociales, psicólogos sociales, etc. En numerosas ocasiones la interpelación al profesional
psicólogo, la convocatoria o la demanda se producen desde un agrupamiento familiar, de trabajo o
institucional. En otras, la consulta se realiza desde un individuo, una persona, pero el abordaje del caso se
realiza en forma multipersonal, mediante entrevistas vinculares, o reuniones conjuntas o asambleas
institucionales. Hay también ocasiones donde el operador “psi” ofrece una actividad pautada, con un
dispositivo diseñado para una cierta experiencia, esperando configurar un encuentro con otros, en una
confluencia de deseos o apuestas. Hay oportunidades en que la actividad amerita ser incluida en el
dispositivo de la cura, otras en los dispositivos de trabajo llamados institucionales, otras en los denominados
abordajes comunitarios, o eventualmente, configurar situaciones de encuentro, (que tradicionalmente
formaron parte de las actividades de promoción de salud). En otro momento, la práctica se podrá incluir en
las de rehabilitación, de peritaje, de aprendizaje o de re-socialización.
Estas variadas experiencias, que se caracterizan por la tramitación de conflictos, padecimientos,
sufrimientos, malestares, pueden también presentar, como formación sintomática, disfunciones en las tareas
que se propusieron realizar, tanto los sujetos individuales como los agrupamientos consultantes. Hemos
intentado hacer un listado no exhaustivo, pero suficientemente extenso, para dar cuenta de la amplitud de los
campos donde un profesional psi puede intervenir.

El campo grupal, vincular e institucional.


En los últimos años se ha podido constatar que los grupos en tanto dispositivos propuestos y operados por
profesionales fueron dejando el lugar prestigiado y central que tuvieron en décadas pasadas: tanto en la
asistencia psicoanalítica, como en las carreras de Psicología. Dicho desplazamiento y en casos exclusión, se
justifica, para algunos colegas, en ciertas hegemonías teóricas. En otros terrenos, por fuera de las prácticas
asistenciales, hegemonizadas por la cura psicoanalítica, surgieron en los más variados ámbitos, no
capturados por profesiones o disciplinas, numerosas actividades que se desarrollan en grupo. Algunas de
ellas se inician alrededor de sufrimientos comunes, con personas que han padecido alguna pérdida
importante, un ser querido o una situación laboral estable. Se agrupan también -en ocasiones en forma
espontánea- los afectados por situaciones de tipo social, migraciones, víctimas de violencia doméstica, y/o
institucional. Muchos de estos agrupamientos implicaron la extensión del modelo de Alcohólicos Anónimos,
iniciado en los bordes de la psiquiatría, con algunas variantes de acuerdo a la característica conductual que
se aborda. Aquellas concepciones que entienden el psicoanálisis como centrado en el sujeto individual,
enfatizan dominantemente la función protésica del grupo en estos agrupamientos, resaltando el polo de la
alienación, y desconfiando al extremo de la invalidación de otros efectos transformadores.
Entre profesionales provenientes del trabajo social o de la psicología social, que intervienen en calidad de
operadores del campo, se tiende a subrayar la resolución concreta de problemas, la acción cooperativa, la tan
mentada resolución de necesidades, etc. La dificultad en la nominación (“autoayuda”, “homogéneos”, de
pares, etc.) habla de una transformación de los lazos (que afrontan la constante tensión entre la disolución
disgregante y la masificación globalizada) a la vez que un agotamiento de los instrumentos del pensar de los
expertos acostumbrados a pensar desde “modelos”. Constatamos que los saberes recortados en forma
disciplinaria se muestran insuficientes para dar cuenta de los procesos aludidos; para ello hemos incluido la

3 Bozzolo, R: "Actualizaciones 2005". Ficha de cátedra


3
problematización de la denominada interdisciplina y los efectos en las subjetividades profesionales, que la
constitución del equipo calificado como interdisciplinario produce.
Los psicólogos se encuentran a menudo con la necesidad de comprender los dinamismos psicológicos
propios y específicos de una institución o de un determinado grupo preformado, sea una organización, una
familia o un grupo de amigos. Suele pasar que la tarea como psicólogos clínicos, psicoanalistas o
psicoterapeutas de diferentes orientaciones se vea obstaculizada o ayudada por estos dinamismos, en un
actuar a tientas en la medida que no se tiene la información y formación necesarias.
Esta asignatura aborda aquel campo al que Ulloa denominaba de la “numerosidad social”. Allí la dimensión
de los cuerpos, del espacio físico, de los movimientos y de lo escénico como constitutivo, son existentes no
solo insoslayables sino materia misma de las operaciones. Cabe ponderar que el dispositivo psicoanalítico
clásico desplaza y hasta neutraliza estos elementos, y de este modo torna invisibles esas dimensiones;
consecuentemente las operaciones del psicólogo podrían ser torpes, infundadas, carentes de la un inteligir
necesario. Cierto forzamiento hacia el desfiladero de la palabra y la representación, imprescindible para el
dispositivo de diván, tiende a reducir el encuentro al intercambio verbal asociativo; aquello que habilita una
modalidad de trabajo puede obstaculizar otras. En el dispositivo terapéutico individual clásico, toda
provocación transferencial está forzada a transitar por la palabra; lo que no ocurre en los grupos, donde la(s)
transferencia(s) trasmutan como investidura libidinal directa del otro, compañero, del coordinador, o del
terapeuta y pueden devenir ocasión de encuentro.
En la clínica asistencial, con frecuencia el profesional se ve demandado para el diseño de intervenciones que
requerirían variedad de recursos, pero al encontrase pertrechado en forma estrecha con herramientas
conceptuales y técnicas reducidas al trabajo individual de tipo verbal, cae en procederes escasos de inventiva
y de poca eficacia. A estos forzamientos teórico-clínicos se suma el desaliento que provoca la falta de
capacitación en el trabajo con la dimensión inconciente de la grupalidad, la vincularidad y los organizadores
fantasmáticos. En suma, cierta cultura de lo inmediatez, propia de las condiciones actuales de existencia, ha
ido produciendo un modo de coordinación de grupos con un modelo alternativo más bien conductista y
adaptativo, que termina asimilando de este modo el trabajo grupal al modo de disciplinamiento reeducativo
vigente en los procesos de rehabilitación de las adicciones. El abordaje de familias, parejas y/o formas
vinculares diversas (madre o padre e hijos, abuelos y nietos, ex-cónyuges con o sin sus hijos, etc.), ha
abierto un campo de problemas al psicoterapeuta, con desacoples entre funciones tradicionalmente
anudadas (como la de la pareja conyugal y la parental), que requieren de una investigación precisa, en
cuanto a los encuadres más adecuados y las herramientas más efectivas.
Un aspecto de talles herramientas pasa por un conjunto de procedimientos grupales, basados en experiencias
largamente repetidas en nuestro país, que a la vez que utilizan la potencia de la herramienta grupal para el
aprendizaje, sirvan para la transmisión en vivo y en forma experiencial de las dimensiones grupales del
sujeto, de los procesos intertransferenciales, y de las modalidades de trato, de operación y de conducción de
tales aconteceres grupales. Los procedimientos útiles en este caso son especialmente una modificación
pertinente del grupo operativo de aprendizaje, particularmente en el modo de lectura del acontecer grupal
respecto de la dinámica y la devolución de esa lectura bajo formas no necesariamente interpretativas, sino
sustancialmente pedagógicas.
Las formas implementada implican una singularidad y a la vez se apoyan en una extensa generalización
dado los diversos usos por parte de quienes lo han utilizado en las prácticas grupalistas desde hace no
menos de cuatro décadas. Por ello cabe abordar un cierto sumario de las transformaciones sufridas por ellas 4,
y su correlación con sus respaldos teóricos, dado su convergencia con los contenidos de la asignatura.
Las prácticas en la coordinación y supervisión de grupos operativos de aprendizaje están basadas en un
linaje: la concepción operativa de los grupos, con las alteraciones que implicaron en su momento su
intervención por el análisis institucional y por las concepciones de C. Castoriadis respecto de la creación
permanente de lo histórico-social y el papel inmanente de éste en la constitución de la subjetividad.
Actualmente, las contribuciones de Foucault, Deleuze y Guattari sobre la producción de subjetividad, en el
pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control, resuelven de otro modo, completamente

4 Bonano, O: Del grupo reflexivo a los procesos de subjetivación, trabajo presentado en PSICOLOGÍA SOCIAL EN
ARGENTINA - 2° Congreso Nacional con participación Latinoamericana y III Encuentro Actualización Teórica y
Técnica, convocado y organizado por INSERCION, Asociación Civil - 18, 19 y 20 de Agosto 2001 - Tandil - Buenos
Aires – Argentina.
4
inédito, ciertas ataduras estructuralistas y resabios sustancialistas que arrastraba tal concepción del grupo
operativo, en la medida que lo que cuenta no es lo que es “el grupo” en tanto universal o sustancial, sino lo
que lo grupal hace, constituye, deviene.
Ahora bien, los muy diversos tipos y tamaños de agrupamientos que pueden beneficiarse con
procedimientos de intervención que incluyan herramientas grupales, son agrupamientos de muy diverso
tamaño: en nuestro caso (la clase de trabajos prácticos, de alrededor de treinta integrantes y también el
espacio teórico clínico) la tipología se acerca más al grupo amplio de Anzieu 5 (aunque se conforman
pequeños grupos en diversas ocasiones); el problema gira en torno a las apuestas para que se constituya un
común, si bien incluye la aprehensión de fenómenos de grupo, se centra en la capacitación conceptual y
operacional. La red transferencial está torsionada de tal modo por la institución docente que implica un
obstáculo serio para que el coordinador-docente ejerza efectivamente funciones de coordinación. Por último
la así llamada “dimensión institucional” lejos de ser "contexto", es materia misma de las subjetividades
implicadas en el agrupamiento.
Para la concepción operativa, la tarea es organizador principal del grupo. La proposición de la tarea como un
neutro organizador estructurante del agrupamiento es consistente con el horizonte problemático de la
Psicología Social pichoniana (“la tarea es la marcha del grupo hacia sus objetivos”) La dimensión
instituida de la tarea y por lo tanto su sentido y significación política y subjetiva –en sentido estricto- ha sido
no solo un invisible sino un impensable para la Psicología Social, por su sujetamiento al funcionalismo y a
un estructuralismo no elucidado.6
Pero sucede que el eje de la tarea en su generalidad, es el ombligo que conecta al agrupamiento con la
circulación social de prácticas y por lo tanto con significaciones sociales que nunca van a poder reducirse a
contenidos y procesos psíquicos. La prescripción impuesta al equipo de coordinación de no reemplazar al
agrupamiento en la gestión de su tarea y la definición de sus metas, todavía deja en la invisibilidad que la
dimensión de tarea está impuesta a las subjetividades por la institución en la que el agrupamiento despliega
sus actividades. Es la institución, su carta, su historia y sus mitos quien produjo y saturó las definiciones de
tarea y por lo tanto los objetivos y las necesidades supuestas. La tarea está instituida y esta dimensión
institucional es precisamente uno de los límites de la concepción establecida de los grupos operativos.
Tomando en cuenta ciertas vacancias de formación, en los distintos espacios de la cursada se apunta a
formar un psicólogo disponible y a la vez entrenado, abierto a la invención de dispositivos y procedimientos
de intervención, que colaboren con procesos colectivos de subjetivación al servicio de expandir la vida, en
los diversos modos de existencia que la contemporaneidad permite y al mismo tiempo desvía, deforma y
recaptura. El objetivo de las clínicas plurales es abrir nuevos posibles y acompañar el devenir, en cuanto
tránsito de lo actual efectuado a lo posible.
La propuesta de este programa es a la vez teórica y profesional, ética y política, dado que se presenta la
problemática ética al interior de las prácticas clínicas.

A - La comunidad y lo común.

Lewkowicz I.: “Escritos varios sobre comunidad, lo común y la subjetividad actual”. Ficha
bibliográfica. (TEORICO)

Lewkowicz I.: “Sobre la confianza”. Inédito. Ficha bibliográfica

1 - La confianza es a las prácticas neoliberales lo que la conciencia es a las prácticas estatales. Desde que
Descartes planteó ahí un fundamento, la conciencia fue objeto de observación, de vigilancia, de castigo y de
saber. El volumen de los estudios sobre la conciencia (pedagogía, psicología, filosofía, moral, etc.) es
descomunal, la confianza no ha tenido desarrollos semejantes. Quizá la dificultad radique en el hecho de que
la conciencia es propiedad de un individuo, y la confianza es una cualidad de una relación entre múltiples
tipos que operan a ciegas unos respecto de otros. En con-ciencia, está presente el saber (scire); en con-fianza

5 Anzieu, D: “El trabajo psicoanalítico en los grupos amplios”, Cap. 4 de Primera Parte, en El grupo y el inconciente, Biblioteca
Nueva, Madrid, 1978
6 Bonano, O: “Algunas tesis sobre la tarea” en http://obonano.spaces.live.com/.

5
está presente el fiar. Por otra parte, la conciencia es acumulativa, mientras que la confianza es esencialmente
volátil. La conciencia tiene la estructura sólida del saber, y la confianza tiene la cohesión lábil del fluido.en
un espacio fluido como el mercantil, no hay ninguna instancia que consolide articulaciones. Las prácticas
están conectadas y nada más. No hay una que articule, no hay ninguna que disponga de una representación
general de las otras prácticas.Toda la dinámica económica está basada en la confianza. Cuando no hay
instituciones es preciso confiar, pero confiar en qué. No se puede confiar en la solidez, se debe -como dice
Fukuyama- confiar en que si no se confía se desarticula el sistema. Podría decir que se trata del paradigma
de la subjetividad en la era de la fluidez. Como no hay un espacio de consistencia al cual transferirle saber,
no queda otra que confiar. Ahora, ¿qué es confiar? ¿Cómo confiar? ¿Qué operaciones generan confianza y
cuáles no? Es un espacio muy difícil de empezar a pensar, es un terreno de investigación psicológica y
subjetiva enorme. ¿Cuál es la Microfísica de la confianza? Ésta es la primera época de la historia en la que la
confianza aparece desencarnada, es decir, que es necesario confiar en la potencia de la confianza, y no
confiar en un dios, en un partido, en un estado, en una regla.
La idea es que la confianza es la condición vincular básica que deviene imprescindible cuando no hay un eje
estructural. Porque si hay una estructura que nos vincula, hay un horizonte de saber a partir del cual yo
puedo confiar. Y como hay ese horizonte de saber, la confianza no es el atributo primordial sino un
predicado de ese saber. Detento un saber supuesto sobre el saber efectivo de otro y eso está garantizado por
instituciones que hacen que sea esperable tal o cual cosa de otro. Y si no hay decepciones, traición o estafa,
eso funciona porque se supone que hay lugares, hay saber de los lugares, hay determinaciones de ese saber,
y se transfiere consistencia a ese saber.
Lo que cabría determinar es si existe otra manera de articular en confianza que no sea por transferencia de
saber. Porque en condiciones de fluidez, la transferencia de saber es delirante dado que no hay ninguna
estructura, orden, determinación. Yo diría que en condiciones de inestabilidad fluida, cualquier transferencia
de saber es una superstición destructiva. Pero no por eso se deja de confiar. Más bien por eso se empieza a
confiar, pero ¿qué es confiar? ¿Qué disposición subjetiva es confiar?
La confianza en otro es la confianza en que el otro va a estar donde yo lo espero. Pero eso supone un espacio
regular, un espacio en el cual el otro que está ausente puede ser convocado a la presencia y volver siendo el
mismo. Esto supone una estructura, alguien que se retira y que vuelve, está presente o ausente pero
permanece idéntico a sí mismo aunque no esté en su lugar.
En el espacio de los negocios, los ciclos de prosperidad son ciclos de confianza y las crisis se producen
cuando cae la confianza. Ahora bien, nunca se sabe cuáles indicadores van a hacer caer la confianza y cuáles
van a ser despreciables. Por eso, es tan decisiva la función de la publicidad y del marketing, como sostenes
de la confianza. Entonces, ¿qué cosas hay que hacer para que se confíe en algo?
Hegel había llamado a la fenomenología del espíritu ciencia de la experiencia de la conciencia. La
fenomenología es el estudio científico de cuál es la experiencia que la conciencia hace del mundo. Es la
conciencia lo que ocupa y preocupa, es a lo que nos dedicamos: conciencia de clase, del mundo, del
inconciente. La conciencia movía a las personas. En cambio, en condiciones neoliberales, lo que mueve todo
es la confianza. Y nosotros que sabemos mucho de la conciencia o del inconciente, no sabemos ¿qué es
confiar? ¿Con qué parte del alma se confía? ¿Cuál es la parte confiante de la subjetividad? Y esto es
convocado en todo momento. Lo que uno solicita y por lo que es solicitado es por confianza.
La confianza es lo que se busca, se pide y lo que, al mismo tiempo, es enormemente volátil. . Un gran
proyecto es un proyecto capaz de generar en otros la confianza en que va a andar, y por eso anda. Pero no
por un saber técnico, sino porque se ha adoptado la estrategia pertinente para que los otros confíen. Pero
¿cuál es la estrategia pertinente? Si confían es pertinente.
- Me parece que habrá que empezar a distinguir lo que es la confianza personal o la confianza en los
negocios, pero sabiendo que toda esa confianza es el cimiento del lazo social. No hay una operatoria hacia la
que se transfiere, no hay un andamiaje estructural al que se le supone un saber. Más bien, hay una conjetura
de que esto va a andar y de con esto me va a ir bien. Pero no bajo la suposición de saber sino bajo la
condición de que estoy sabiendo que confío.
Un punto interesante puede ser la diferencia entre una subjetividad que confía y una subjetividad que
transfiera. Es decir, entre una modalidad subjetiva que no supone que el otro sabe porque un eje estructural
le dice que el otro está en tal lugar y que si está allí tiene tales características, sino que confía en que algo

6
vamos a hacer. Confía en que puede operar para que ese opere con uno pero sin ninguna ilusión respecto del
saber o la consistencia.
En algún momento habíamos tomado la lectura que hace Kierkegaard del episodio bíblico de Abraham y de
Isaac.
La transferencia al suponerle saber a otro inculca al que transfiere las capacidades de pensar. Una cosa es
confiar en que con otro podés pensar, y otra cosa es transferirle saber a otro. No habría alienación alguna en
el caso de la confianza, y sí en el de la transferencia.
Podría ser interesante leer lo que plantea Fukuyama en el manifiesto sobre la confianza. Se trata de una
confianza desesperada, y no una confianza segura. Por ejemplo, un chico inerme necesita que otro le
garantice, o un chico con estrategia hace que otro lo atienda. Es según como se lee la escena. Si uno es
demasiado psicoanalista va a pensar que el chico es un puro cachorro, y que la madre, como a su vez fue
hija, se identifica con ese hijo y lo amamanta. Es decir, el chico va a confiar en el saber de la madre pero
porque la madre sabe. Otra cosa es leer la escena desde este otro sesgo: el chico confía en su capacidad de
llamar a la madre y no en que la madre sabe, ni en la madre de la madre sino que confía en su estrategia para
constituirla. O sea que tres o cuatro operaciones eficaces le dan al chico confianza en su estrategia y no en
ella. Entonces, hay una operatoria del bebé. Leyéndola de otra manera se suprime la confianza y se instaura
la transferencia. Depende de qué dispositivo social de lectura haya de la escena para que consista en una
operación del bebé o en la operación de la madre que organiza el saber y el sentido. Depende de las teorías y
las prácticas en las que se inscriba la escena, para que ahí haya una actualidad que produce subjetividad o la
actualización de una subjetividad ya instituida.
La suposición imprescindible en la era de la conciencia, es un estorbo en la era de la confianza. Existe la
diferencia entre preguntarse ¿con quién puedo yo pensar esto? y ¿quién sabe de esto?
En la medida en que el análisis o el análisis institucional exigen la transferencia y esperan la demanda, hay
una operatoria determinada. Lo que se llama transferencia en realidad es el establecimiento de condiciones
amigables para pensar con otro, que es interesante como posición. Cada uno es convocado desde otro lado.
Los analistas de la transferencia tienen que andar impostando saber. En cambio, los otros tienen que andar
mostrando su operatoria. ¿Cómo hace uno para ofrecerse como instrumento para pensar, o como un término
con el que otro puede entrar en composición? ¿Cómo hace uno para ofrecerse y ser demandado sin que eso
signifique suprimir las capacidades de pensamiento de otro? Es una operatoria de otro orden porque supone
admisión. No se trata de que la persona tiene una estructuración pronta a ser transferida al que se le preste,
sino que la subjetividad de que se trate anda con un problema y quiere poder pensarlo. Entonces, el vínculo
va a estar sostenido en la confianza y no en la suposición de saber. Y esto significa que va a ser un espacio
en el que se va a tolerar el error y el malentendido, y se garantiza que el otro no me va a abolir, no me va a
instrumentar, me va a permitir pensar con él.
Por ejemplo, es difícil, si uno se analizó mucho, estar en una asamblea, porque allí no hay un espacio en el
que se suponga saber, hay que estar dispuesto a confiar en la capacidad de pensar. O si uno militó mucho, en
la asamblea no puede estar. La transferencia siempre recae sobre otro y la confianza es que voy a elegir a la
persona adecuada para poder hacer algo y no confianza en esa persona. La confianza en que voy a elegir el
partido, pero que depende del modo en que se organice después esa cohesión. Porque lo que llamamos
cohesión es confianza. Los modos de agrupamiento que se dan en la fluidez son operaciones sobre la
confianza. Confiar sería hacer algo con el otro que me permite establecer esa conexión, pero sería uno el que
hace esa conexión y no es que hay algo del otro que me permite hacerla. Recae más sobre uno que sobre el
otro y no por transferencia.

Bonano, O. (2008) “Sustracción, capacitación, composición. Una experiencia en La Plata”. Ficha de


cátedra.

Polifonía
Los problemas, reflexiones y tesis que se presentan en este texto surgen de las experiencias del responsable
del mismo -Jefe de Trabajos Prácticos Ordinario desde 2004- al frente de una de las comisiones y de su
inmersión en los otros espacios que lo afectaron.
Ejercitando una cierta práctica antropofágica - dejarse afectar por esos otros deseados al punto de
absorberlos en el cuerpo para que algunas partículas de su virtud se integren en uno - diremos aquí con

7
Deleuze y Guattari que un texto no tiene objeto ni sujeto, pues está hecho de materias diversamente
formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes y que cuando se atribuye el texto a un sujeto, se está
descuidando ese trabajo de las materias y la exterioridad de sus relaciones. Un texto es precisamente un
agenciamiento, una multiplicidad y como tal inatribuible. Pero como todavía no sabemos muy bien qué
significa lo múltiple cuando cesa de ser atribuido, aquí se pretende que el texto en sí tiene un responsable -ya
no autor-.
El campo problemático
Partimos de la problemática del campo en el que venimos practicando e investigando hace ya más de 20
años, respecto de la potencia de las intervenciones en agrupamientos e instituciones en condiciones socio-
histórico-subjetivas alteradas . Indicaremos algunas de las cuestiones que señalan la coyuntura intelectual en
la que se referencian las experiencias y pensares que se vierten en el texto. En los siguientes párrafos se
presentan reflexiones y tesis ubicadas circa 2002 , período en que el equipo que integra el responsable del
presente texto, señaló algunas problemáticas y planteó ciertas proposiciones:
El punto pasa por establecer la posición subjetiva que permita hoy sostener operaciones de intervención
efectiva, que no queden esterilizadas ante los caídos lugares de la transferencia o de la transmisión más o
menos académica de saberes. En tiempos de otra consistencia, ciertos lugares, dados tanto por las
suposiciones transferenciales como por las implicaciones a las instituciones, suponían condiciones
necesarias para sostener la eficacia de las operatorias. Entonces el sufrimiento del otro era el sitio de la
intervención, en tanto ese sufrimiento era fuente de la demanda y vector fundante de la transferencia. Hoy ya
no hay tales lugares que garanticen eficacia y sostengan subjetivamente al operador; no nos topamos con
sufrimientos definidos y una demanda consecuente, sino más bien con padecimientos difusos. Algunos de
los sufrimientos se originan en la apelación inútil a sentidos que ya han dejado de regular la vida pero siguen
alojados en la subjetividad como sombras de significaciones vaciadas que caen sobre ella. Estos islotes,
consistentes al viejo estilo, son fuente de un sufrimiento adicional en cuanto carecen de potencia, bajo estas
condiciones alteradas, para instituir formas de habitar la situación.
Si ya no podemos sostener la tarea recíprocamente en tales sentidos colectivos compartidos, ¿en qué se
sostienen? Ese es un problema para el que no tenemos respuesta y tal vez nadie la tenga, pero es el problema
que la operación de intervención debe plantearse sin esquivar. Quizá este sea un punto en que la situación se
encuentra con su imposible.
Construir condiciones para la potencia de las operaciones pasa por instaurar un lazo singular, más que darlo
por supuesto; lo cual exige fundarse con el otro. Se trata del rehusamiento por parte del operador, que fuerza
la ruptura de la complicidad de suponer la preexistencia de un cierto lazo.
Nuestra posición apuesta a realizar una experiencia en la que se produzca testimonio de las alternativas
subjetivas que se van presentando. Hacer experiencia implica afrontar los riesgos de lo incierto que se
producirá allí con otros, en esa singular forma del estar allí.
Somos testigos cuando logramos componer con los miembros del agrupamiento el lugar de enunciación que
permite que algo de la anterior posición subjetiva se abandone. Para ello se requiere de un operador
implicado desde el propio sufrimiento por las marcas dejadas en él por las prácticas constantes de
desubjetivación. La intervención se produce cuando se construye el problema sin ceder a ninguna de las
asignaciones de sentido previas y cuando la subjetividad del operador admite la alteración de sí, en la
situación conformada también con su propio posicionamiento. Es a esto a lo que hoy llamamos procesos de
subjetivación.
No pretendemos presentar respuestas a las problemáticas expuestas, sí acaso los devenires de pensamiento
emergentes de las experiencias transitadas, devenires que en ciertos casos consistieron, una vez más, en la
caducidad de las herramientas que empero habían permitido llegar a ese punto del pensar, y en otros la
exigencia de trabajar cuestiones medulares con conceptos renovados, como por ejemplo los persistentes
problemas del "sujeto colectivo", de lo común, del lazo y el vínculo. La recurrente extenuación de
operadores conceptuales afecta, como no podría ser de otro modo, también a los párrafos precedentes, como
se irá viendo.
La experiencia
La experiencia, iniciada en 2002, fue modificando varios de sus elementos. Resumiremos, algunos de los
rasgos centrales de la propuesta tal como se viene implementando desde 2005:

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Las formas heredadas del pensar se muestran inadecuadas para intervenir clínicamente en situaciones
diversas y complejas (…) nos interesa participar de una redefinición más ajustada de la clínica donde
intervendrá el futuro psicólogo. Entendemos la experiencia que estamos realizando como una oportunidad
para inventar procedimientos eficaces para la clínica actual. Es por ello que venimos trabajando en la
producción de herramientas que permitan, una cierta capacitación como clínicos. Para esto retomamos (…)
la experiencia de la comunidad clínica de Fernando Ulloa. La experiencia será coordinada con una
tecnología que hemos ido acuñando, que retoma el concepto de la comunidad pensante de analistas, en
diferentes grados de formación. El objetivo (…) es que cada uno de los integrantes de la comunidad vaya
trabajando y trabajándose, para constituirse en clínico, al compás del abordaje de un problema habitual de la
clínica actual. En esta situación así configurada, la cátedra ha reformulado la propuesta temática, a la vez
que el dispositivo teórico práctico, para cursar la materia; (…) en las actuales condiciones, es necesario
realizar una experiencia, que produzca pensamiento. Cuando decimos ‘realizar una experiencia’ estamos
concibiendo (…) efectuar una cierta facticidad y pensarla, para que conmocione en algún grado la
subjetividad instituida; estamos hablando de la subjetividad predominante tanto en los estudiantes y en los
docentes que participan en ella (…) hemos programado diferentes experiencias por las que podrá atravesar
el alumno.
Estas definiciones, implicaron una redefinición de la direccionalidad de la misma, resumida en la consigna
"aprender clínica haciendo clínica", no se trataba de una práctica genérica de intervención sobre la
subjetividad, sino de un dispositivo de capacitación en la construcción del oficio de psicólogo. Una de las
"intenciones" iniciales de la proposición desde 2005 pasaba por intentar conectar lo que fuimos constatando
como desconectado: estudiar Psicología en la Universidad / ejercer como psicólogo
Nos hemos esforzado en revisar los procedimientos del dispositivo y poner una especial atención a la
capacidad de estos en constituir operaciones con potencia de intervención. El carozo de tales procedimientos
pasa por atravesar experiencias y poder pensarlas, pensar la experiencia que ofrece el acontecer del propio
agrupamiento en su relación con una clínica de la subjetividad.
Estas prácticas, junto con renovadas lecturas, nos han ido llevando a una mudanza en concepciones sobre
las situaciones y el acontecimiento. En este contexto, acontecimientos serán entonces aquellos efectos de
operaciones que tuvieron potencia suficiente para configurar situación, allí donde reinaba esa mezcla
confusa de dispersión, suposiciones de lazo, hábitos arruinados en su eficacia y padecimientos difusos que
no alcanzan siquiera a inteligir reflexivamente su propia enunciación.
El dispositivo vigente
Hay algunos "toques" un tanto especiales en nuestro dispositivo que es preciso reseñar: hacemos una
convocatoria a una clase teórica inaugural, con asistencia obligatoria en la que presentamos a viva voz la
singularidad de nuestra propuesta; en la primera semana de funcionamiento de trabajos prácticos no nos
dedicamos ni a la presentación del programa ni a consignar y controlar la lectura de la bibliografía, sino a
explorar la relación de los alumnos con la materia, con los equipos docentes, y entre ellos; para lo cual
usualmente nos presentamos con un diálogo provocador entre nosotros, "provocador" en el doble sentido,
porque también tiene la intención de multiplicar las voces, tanto las del equipo como las de los alumnos.
Hemos realizado a la altura de la segunda semana una jornada de experiencia grupal (JEG), de asistencia
también obligatoria, un sábado por la mañana, en talleres por comisión de trabajos prácticos con el eje de
explorar imaginativamente el posicionamiento ante la muy próxima futura práctica profesional como
psicólogos ya recibidos . Ya en la primera semana, así como en la JEG, instalamos la confección de crónicas
por parte de los alumnos, crónicas que son leídas en la reunión siguiente, hechas circular por la lista
informática que instamos a organizar y que van constituyendo insumos centrales para la elaboración de los
trabajos.
A la altura de la séptima semana, organizados en grupos de no más de cinco, los alumnos deben entregar el
primer parcial, que es cuidadosamente consignado ("El objetivo del escrito es dar cuenta de una tarea de
elaboración, a través de la cual se plasmará la capacitación alcanzada respecto de las experiencias
compartidas y los ejes conceptuales trabajados durante la cursada (…) haciendo el mayor esfuerzo para
utilizar tales ejes conceptuales como herramientas para el análisis y no para la repetición en abstracto de los
conceptos"). La devolución comentada de esos textos y su calificación constituyen un momento decisivo en
la marcha del dispositivo y sus efectos.

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El segundo texto de elaboración, (que es individual) .Hemos instalado también un régimen de promoción sin
examen que implica, para quienes lo asuman, la obligatoriedad de concurrencia a lo que dimos en llamar
Teórico-Clínicos y la presentación de un escrito final del tipo ya señalado, en este caso centrado en las
experiencias que se hayan atravesado en ese ámbito, y que será tema de diálogo en la mesa en que el alumno
se presente para la aprobación final. El número de interesados que nos acompañó en ese ámbito es pequeño,
alrededor de un 10 a 15 % del total.
El islote pedagógico
En condiciones de Estado Nación vigente, la lógica cruzada y articulada del pasaje instituyente por las
instituciones garantizaba pertenencia y sentido social. Estudiar, aprender (y entonces: enseñar) se dio como
uno de los modos generales de constitución subjetiva solo con la modernidad, que instauró la escolaridad
obligatoria, las especialización extendida de los servicios y por tanto las profesiones vinculadas al progreso
y al ascenso social.
La ruina en curso de los mercados laborales de las profesiones (tanto de empleo como liberales) es
condición impuesta para el agotamiento de los sentidos para la experiencia social que la modernidad donó en
su tiempo a esas subjetividades. Ya no hay continente que albergue a los distintos dispositivos de institución
subjetiva y que garantice su intercambio y articulación; sólo quedan entonces fragmentos, islotes.
Pondremos a propósito de esto una cita un tanto extensa de Cristina Corea
(…) estamos hablando de un saber instituido sobre un dispositivo de poder y de autoridad específico, que es
el de los estados nacionales. El estado respalda las diferencias enunciativas instituidas en torno al saber que
a su vez instauran las figuras de la autoridad. En el dispositivo pedagógico, el saber se transmite siempre
desde una posición de autoridad. La conclusión es obvia: sin posición de autoridad instituida, esto es,
legitimada por el Estado, no hay lugar de enunciación del saber. (…) La relación instituida en torno al saber
instaura un sujeto del saber supuesto. Supuesto aquí significa: instituido; supongo que hay saber, porque el
saber y sus portadores se instituyen desde el Estado. (…) Para que se instaure la relación pedagógica, para
que se instaure una relación mediada por el saber, es necesario que se instale una relación de transferencia
con el saber y con el otro: el otro sabe; hay saber. En esas condiciones, la intervención pedagógica (vía
escuela, familia, academia o clínica) tiene efectos en tanto que hay sujeto de supuesto saber. Todo lo que se
hace tiene sentido porque alguien sabe; y alguien sabe porque hay saber.
La condición histórica que es el agotamiento de las instituciones estatales, afecta gravemente el dispositivo
pedagógico: sin posición de autoridad los agentes del saber oscilan entre el autoritarismo y el caos; el saber,
tomado por la lógica de la información, se disemina en opiniones, en pareceres, en puntos de vista. (…) los
mismos temas pueden tratarse como saber o como información. ¿De qué depende? Del tipo de operaciones
discursivas que se haga con unos “datos”. (…) Todas las operaciones del saber requieren, para llevarse a
cabo, la condición de un tiempo acumulativo y la presencia de los dos lugares de la comunicación: el
maestro, el profesor, el adulto, el sabio -cualquier figura de la autoridad- transmite el saber; el alumno, el
estudiante, el discípulo -cualquier figura del educando- lo recibe. La subjetividad instituida en torno al saber
es radicalmente distinta de la subjetividad que se produce en el entorno de la información. (…) En el primer
caso estamos ante sujetos institucionalmente legitimados en posiciones distintas respecto de la transmisión
del saber y en el segundo caso ante agentes que pueden manejar o administrar indistintamente la
información necesaria en el momento oportuno.
(…) La consecuencia más seria de todo esto es cuál es el tipo de subjetividad necesaria para sostener las
experiencias actuales de enseñanza, cuando la autoridad que se sostenía en el saber ya no se instituye.
Este proceso general de agotamiento de la estatalidad ha dejado colgadas del pincel a las pre-condiciones del
llamado "contrato pedagógico", apoyatura indispensable para la función docente convencional..
Dice Silvia Duschatzky.
Las escenas testimonian la imposibilidad de armar situación educativa. En tiempos estatales, en sociedad
disciplinaria, la situación educativa estaba dada (…) la situación se armaba por efecto de la eficacia de los
lugares instituidos. Bastaba con un docente (dícese del que ejerce su lugar) y un alumno (dícese del que
ejerce su lugar) para que la situación se planteara. Por lo tanto el encuentro, término que remite no a una
mera reunión de términos sino a la capacidad de que esos términos se afecten, fundaba el principio de la
situación educativa. Desde aquí que la imposibilidad de situación educativa en los tiempos que vivimos, no
radica en que no se enseñan contenidos pedagógicos sino en un estar desencontrados.

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Un estar a la deriva es un estar padeciente. (…) El padecimiento revela una posición de vulnerabilidad y la
vulnerabilidad habla de un afectarse por la situación. La vulnerabilidad es la condición primera de un
pensamiento en inmanencia, un pensamiento cuya fertilidad no está en criterios externos de legitimidad sino
en su poder de afectar-se y afectar una práctica. La percepción de vulnerabilidad deviene de la ineficacia de
las representaciones. Lo que se suponía no se presenta, lo que se hacía ya no resulta productivo, lo que se
imaginaba no se halla en ningún lugar. La vulnerabilidad es el modo en que se expresa el agotamiento de
una lógica (y) supone un pliegue en dos direcciones: por un lado en relación a las representaciones de la
cultura escolar tan afecta a las jerarquías y las asimetrías. La pedagogía en su trayectoria produjo
asociaciones de sentido entre autoridad-saber-verdad- . Así, cuanto más poder y más saber más autoridad y
más sentido saturando (y suturando) la vida social.
En este plano admitir la vulnerabilidad compartida coloca a los sujetos en un plano equivalente de
posibilidades. Por el otro, si la vulnerabilidad es en este caso vulnerabilidad de las representaciones y los
dispositivos instituidos, crece la responsabilidad y la decisión subjetiva en torno de pensar lo que vivimos.
La vulnerabilidad entonces es un pliegue en tanto de ahora en más los modos de habitar resultan de un doble
juego: decidir y hacerlo con otros. Estos otros no resultan de un organigrama sino que son aquellos con los
que podemos componernos para desanudar problemas y desplegar posibilidades. La vulnerabilidad se
presenta entonces como punto de partida para entrar en relación con lo que hay. Pero sólo punto de partida,
es necesario hacer activa la vulnerabilidad y esto implica producir un intervalo en la velocidad incesante de
lo que acontece. La idea de intervalos-pliegues da cuenta de un movimiento que permita albergar, alojar un
dato, hacerlo inteligible en los marcos de la singularidad y no de los supuestos.
La toma en consideración de estas alteraciones socio-históricas es decisiva, porque la maldición que pesa
sobre la docencia en las condiciones actuales se juega en el desacople manifestado entre las suposiciones,
sujetadas al extenuado continente estatal y sus dispositivos instituidos, y las subjetividades vigentes, no
marcadas eficientemente por esos ordenes.
Encuentros
Toda investigación es conjetural y renga; esta no es una excepción.
Arruinados ya los lugares de la transferencia y la transmisión académica de saberes como código, cabe esta
inquietud: en los inicios de cada cuatrimestre y respecto de encuentros posibles entre el equipo docente y los
alumnos, ¿hay algo o no hay nada? Si como dijo FdD "el silencio declara que no hay situación", surgen dos
preguntas decisivas ¿entonces qué hay? y ¿se pueden disponer procedimientos y efectuar operaciones
capaces de componer encuentro y situación e instaurar sentidos a la experiencia? Entre los mismos alumnos,
más allá de la coincidencia azarosa en una materia, horario y aula, ¿qué hay?
Ciertos rasgos del dispositivo que implementamos en las comisiones de trabajos prácticos llevan a que los
alumnos reiteradamente señalen como impedimento para algún vínculo viable que no están allí por elección
y menos por deseo, sino por pura constricción institucional; a lo sumo podría unirlos en alguna
representación unificante la necesidad y pretensión de “todos” –o mejor, de cada uno- de aprobar la materia,
vector que no propicia la cooperación.
Se presenta así uno de los tenaces rasgos de las subjetividades actuales, producidas específicamente por las
prácticas en vigencia, prácticas que se soportan en cuerpos-agentes, lo cual es bien distinto de la suposición
de un "sujeto" unificado. Por ello hablamos de "subjetividad alumno", “subjetividad gestionaria”,
“subjetividad informacional” y "subjetividad docente" y las remitimos a los agenciamientos que así las
producen. Deslindamos así el término subjetividad de su habitual utilización en psicoanálisis como
equivalente a psiquismo o sujeto psíquico y también de su también habitual remisión a la individualidad de
un sujeto. Esta es una decisión enunciativa según la cual cada subjetividad es sin duda una singularidad,
pero nunca la colección de atributos más o menos consistente de un sujeto y, menos aún, de un individuo.
La revisión de las experiencias muestra lo que hay: sobreabundancia de suposiciones; de todos, tanto
alumnos como docentes. Para que estas no funcionen todo el tiempo como abuso de suposición (como tantas
veces pasó) hemos operado montados en una paradoja al estilo winnicottiano: no es posible no suponer las
posiciones del otro, en el espacio -¿común?- que a su vez supone las de uno; vale sostener que tales
suposiciones inconducentes son lo único que hay al principio, dado que la estructura y el lazo institucionales
ya no tienen la capacidad que otrora tuvieron para ordenar las subjetividades en torno de algo común y que
el dispositivo pedagógico trabaje en orden a su función establecida.

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Los actuales alumnos de psicología de la UNLP cuestionan airadamente la instalación de algún requisito que
salga de las rutinas y hábitos más difundidos en los últimos años, que no responda a una demanda emanada
de ellos ni calce a su deseo. Hubo años que gruesa parte de la multiplicación dramática que implementamos
en esas jornadas, ponía en escena el disgusto y el rechazo por tener que estar ahí… Sin vigencia alguna del
contrato pedagógico, el alumno ha devenido en consumidor-con-derechos; los docentes ya no son maestros
del saber, sino meros proveedores de servicios. Es la subjetividad consumidora, estúpido.
La constatación de esas formas del estar no fueron una completa sorpresa, pero es notable la persistencia,
tanto en alumnos como en docentes, de la tendencia a actuar regidos por suposiciones que ilusionan
seguridad ante la incertidumbre y perplejidad que despiertan el contacto y la comprobación de que en verdad
no hay piso sólido en el que pararse.
Para conceptualizar estos modos de estar, hemos utilizado durante un tiempo la proposición de Ignacio
Lewkowicz del "galpón" . Hoy presentamos una revisión de cierto uso dominante de ese operador de
pensamiento.
La afectación de los docentes que hemos utilizado el término "galpón" -tantas veces en forma sustancialista-
es de injuria. Ello nos ha llevado en ocasiones a un rechazo frontal a condiciones de erosión constante, que
en el extremo podrían desubjetivarnos; acaso por eso fuimos ganados por un uso de la noción que muchas
veces llevó a no lograr conectar ni componer con lo que hay.
La nominación “galpón” vino a describir y denunciar el desacople entre las suposiciones docentes acerca de
las habilidades esperadas para habitar un aula y lo que se presenta actualmente como lógica subjetiva
dominante, caracterizada en su momento como “massmediática”. Es probable que en el "galpón" haya
desvinculación, dispersión e incluso estupidez, pero no necesariamente pura indiferencia, desimplicación y
recorridos de uso solamente oportunistas. La definición como “masmediáticos” de los hábitos vigentes es
claramente insuficiente, pues si bien abundan opiniones e imágenes ello no agota ni circunscribe los modos
subjetivos que se presentan. Por ejemplo, los posicionamientos tan extendidos de no lanzarse a poner algo en
juego, tantas veces excusados o justificados por la timidez, también configuran un tipo subjetivo: aquel
ganado no ya por la gestión sino por el miedo, la desconfianza.
¿Comunidad?
La (pre)existencia de algo común que constituya una comunidad de aprendizaje, transmisión o formación es
una suposición entre otras, completamente desacoplada de las configuraciones subjetivas efectivamente
vigentes. Los procedimientos con los que lanzamos el dispositivo y su choque con las suposiciones y
tendencias inerciales producen un estado singular en el agrupamiento y tornan descifrables -en forma
retrospectiva- los estares tipo "galpón", con sus rasgos de amontonamiento de cuerpos afectados, pero sin
liga ni común y nula cooperación o reciprocidad hacia el otro.
Hace ya tiempo que en el equipo docente nos apoyamos en la proposición de dejar caer las tesis de una
comunidad "sustancial" ( ya dada, esencialmente por vigencia institucional) para forzar la producción de una
comunidad problemática, aquella que se constituye en torno a un problema común. Ahora bien, sucede que
a partir del empuje de las inevitables suposiciones, para la mayoría de los alumnos el problema “común”, en
el mejor de los casos, es la gestión (individual por definición) en el cursar y aprobar la materia; para nuestro
equipo es la actividad de un pensar/hacer clínico mediante el dispositivo de la Comunidad Clínica
Se impone entonces revisar cada vez, en el desenvolvimiento de estos "sistemas" de suposiciones, si
efectivamente se va pasando del desencuentro -inevitable, dadas las premisas- a una composición inventora
en la que cada uno se constituya con otros, sin que opere la mediación de una "unidad" o enlace pre-
supuestos, o sea sin tercero –en definitiva: un soberano- que opere la mediación salvadora. El “ser tomado”
por un problema seguramente es contingente, no-necesario, pero ¿hay alguna operación que se pueda lanzar
allí?
Revisemos algunos fragmentos de este sistema de suposiciones: para lo gestionario, el docente es un
"aparato de poner notas", los exámenes obstáculos a salvar en una carrera signada por una valorización dada
por la rapidez con que se alcanza la aprobación, y los corpus de lecturas y saberes, objetos consumibles a
incorporar como información para presentar en la "terminal" correspondiente –parcial, mesa de exámenes,
etc.-, de acuerdo con la lógica de la información.
En las diatribas, caricaturas y críticas (también temores) de los alumnos hacia los docentes se percibe el
desmoronamiento del 3º como organizador simbólico y garante de lugares, tareas y funciones; más bien se lo
sospecha como fuente de arbitrariedad o goce, también de estupidez.

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Un aspecto de la lógica imperante para tolerar tal situación es lo que dimos en llamar prácticas ecolálicas
sin consentimiento subjetivo: repetición a la letra de aquello que se sabe el docente soporta escuchar y
acepta aprobar.
Caído el sentido institucional del saber, y de la autoridad -que se sostiene en él- no es posible la transferencia
al saber. Hoy, la institución universitaria no produce la subjetividad capaz de habitarla. En varios prácticos
surgía un desinterés por aprender lo que había pensado tal o cual autor y por pensar. Cuando les
preguntamos a los estudiantes qué es entonces lo que les interesa, nos dicen: saber las fechas de exámenes,
del artículo 14, qué textos entran en el parcial, cuáles no, y también querían saber qué queríamos nosotros
que ellos escribiesen en el examen para aprobar
En esta escena podemos apreciar de un modo brutal lo que oportunamente dimos en llamar subjetividad
gestionaria. “Aprender” y “pensar” (suposiciones de los docentes) son sentidos instituidos que implican y
requieren consentimiento subjetivo. Los enunciados y demandas de los alumnos suponen hábitos,
facticidades que lejos están de constituir sentido para la experiencia en curso y presentan en forma notoria lo
que anteriormente puntuamos -con Cristina Corea- respecto de la vigencia efectiva del paradigma de la
información: agentes que pueden manejar o administrar indistintamente la información necesaria en el
momento oportuno.
Cuando se escucha esa protesta docente tan extendida “Los alumnos... no estudian, no leen, no se interesan
en la materia...” -o sea que no hacen lo que debieran hacer según la suposición docente respecto del saber y
la lectura- explota un desencuentro irremediable; en un polo hay el reclamo de lugares complementarios y
legitimados y en el otro un entrenamiento eficaz en la administración de las cosas. Bajo esa constelación, los
docentes naufragan en su pretensión de ordenar su función sobre formas convencionales y a partir de allí
hacen cualquier cosa: transforman el práctico en un petit teórico, se posicionan como amos despóticos, leen
–aburridamente- su clase o propinan saberes que nadie espera ni demanda. En definitiva, padecen en
secuencias que les bloquean un mínimo de subjetivación decente o digna, al reiterar prácticas o hábitos que
no les devuelven identidad ni confirmación alguna. Es este un buen ejemplo de cómo las pretensiones
identitarias, en condiciones fluidas, solo acarrean naufragios, y que toda subjetivación efectiva solo puede
ser situacional e impone un devenir otro.
Lo gestionario, en su sesgo de cumplimiento "sometido" a las condiciones que se imponen para la gestión de
la carrera, no supone ni contiene consentimiento subjetivo. No se reconoce autoridad al aparato docente ni se
respeta a la maquinaria académica, simplemente se les teme. De allí que tantas veces se impute a cualquier
reglamentación o norma el carácter de ser una inadmisible restricción a la “libertad” y que ciertas
evoluciones subjetivas anhelen una constitución de otra Facultad ("eso que Uds. proponen, nosotros lo
hacemos afuera") en una suerte de exilio y se practiquen intensivamente movimientos de evasión a los
instituidos, registrados enteramente como despóticos y sin sentido.
Sustracción, inmunización.
La colisión entre los estares inerciales y nuestros forzamientos produce un movimiento de sustracción a la
interacción, al intercambio recíproco de lo que cada uno ¿debería? poner. Los movimientos de retracción y
sustracción son intensos y generalizados; con la aparente “excepción” de unos pocos que rápidamente van a
convertirse en monopolistas, según una clásica figura del grupalismo, sin que eso implique para nada la
constitución de un diálogo no ya generalizado ni tan siquiera focal, puesto que los parlanchines en exceso
hablan mucho y escuchan nada.
Quienes coordinamos grupos hace tiempo disponemos ya-ahí de una interpretación tipo para los que se
resguardan en el silencio: son amarretes que recogen alimentos de la mesa tendida por otros, pero que no
ponen recíprocamente lo suyo para que otros a su vez se enriquezcan. Esa interpretación se proponía,
clásicamente, denunciar y eventualmente desmontar una lógica de pacto y de roles complementarios entre
monopolistas que exigen participación a los otros, pero no dejan de empuñar la batuta, y esos otros retraídos
y escasamente participativos. Tal interpretación parte de la suposición de que hay un juego abarcativo del
conjunto, que existe ese tal conjunto (precisamente: el grupo) y que los roles actúan posiciones y lugares
complementarios.
Pero ninguna interpretación o señalamiento en esta línea, tan propia de la dinámica de grupos, produjo la
"superación" del obstáculo. El fracaso de un procedimiento impone la sospecha que se trata de otra cosa que
no se llega a inteligir con las herramientas disponibles. La sustracción descripta supuso una resistencia tenaz
a los diversos procedimientos con los que hemos intentado operar; ello fue provocando entonces la

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caducidad de herramientas tanto teóricas como operativas y la necesidad de ir a la búsqueda de otras que
proporcionen potencia a las operaciones.
En los ensayos de los alumnos se presenta un silenciamiento enigmático para el mismo que lo padece;
relatos de una mortificación que permanece en silencio, o mejor silenciada, en el funcionamiento en vivo del
agrupamiento.
Tuvimos un primer acercamiento a una comprensión de lo más visible: el silencio. El contacto con los
escritos individuales, ya sobre los finales de cada cursada, nos permitió captar que aún aquellos que anhelan
con cierta intensidad participar y hablar, no pueden hacerlo y quedan paralizados en una suerte de pasmo
mortificado. Sufren un "accidente grave y silencioso" y atraviesan la experiencia con considerable tormento;
si bien su mente está poblada de ocurrencias e ideas, no pueden accionar ni decir, tampoco pueden inteligir
qué les está pasando.
Entre las herramientas utilizadas con cierto resultado, replanteamos algo derivado de la noción de
sufrimiento psíquico en instituciones, propuesta por René Kaës, que en su momento fue apoyatura central en
nuestra plataforma de operaciones para legitimar la operación de intervención. En elaboraciones anteriores
ya habíamos sugerido que el sufrimiento implica registro subjetivo, de él puede emerger una demanda;
mientras que aquí se trata más bien de los efectos de un proceso de desfallecimiento subjetivo para el que
habíamos propuesto un término sugerido por Noe Jitrik: padecimiento: aquello difuso que no organiza un
afecto enlazado a una representación psíquica determinada, eso que no alcanza un status enunciable y
entonces instala una mudez en la que se sofoca cualquier apelación al otro.
Pero no era el silencio tan extendido el corazón del problema, sino más precisamente la constitución de ese
gran bloque, ya no de silenciosos sino de sustraídos, lo que implicó un muro contra el que chocamos una y
otra vez. Nos afectó de frustración, de irritación e impotencia, pero sobre todo nos desafió y sigue
desafiando como formidable enigma que no se deja reducir ni por las suposiciones mencionadas ni por
apelaciones en todos los tonos a que fueran más generosos y donativos.
Se apreciará que semejante estado de cosas arruina las pretensiones de utilizar el funcionamiento típico de
una comisión de trabajos prácticos como escenario activo de capacitación y aprendizaje. Es cierto que el
formato típico de los así llamados trabajos “prácticos”, jamás fue apto para la capacitación en un oficio
práctico como es el del psicólogo; pero nunca como hoy se manifiesta el vaciamiento de funcionalidad y
sentido que presenta.
Los testimonios de quienes sostuvieron que "la salida más sencilla fue la de la invisibilización, como un
intento de no dejarme afectar (afectar-me) por esta situación" y "El ambiente está cargado de agresividad y
eso parece inhibirme, me silencia. Es algo así como un temor a exponerme y a ser “atacada”, prefiero ser
invisible", nos ponen sobre la pista de que se trata de una respuesta de protección ante un peligro.
El contacto con las tesis de lo que R. Esposito llama el “paradigma de inmunización” nos está permitiendo
tener un acceso más inteligente -y más operativo- a esta modulación actual de la subjetividad, en el marco de
una concepción de la biopolítica que retoma, prolonga y modifica las tesis de Michel Foucault.
En el proceso que estamos analizando, el argumento más generalizado de quienes accionan para sí la
protección de inmunización es que están allí por derecho propio a cursar y aprobar, y que eso no los obliga a
interactuar, hablar ni cooperar con el resto de los integrantes de esa “comunidad”, sea la comisión de
trabajos prácticos, el teórico–clínico o cualquiera de las instancias que reclamen algo del orden de lo común
o colectivo. Esta presencia del bloque de los casi-todos-inmunizados nos está mostrando con toda su fuerza
que “en el orden jurídico moderno sólo es común la reivindicación de lo propio”.
Las relaciones entre comunidad, biopolítica y soberanía se encuentran en el centro de estos modos
subjetivos. Como dice Esposito, la inmunidad preserva la comunidad a la vez que la debilita. De acuerdo a
esta concepción, y en una inflexión de pensamiento no fácil de captar, la inmunidad no impide la
comunidad, forma parte de ella. Sucede que cuando hay un trastorno mayor respecto de la ley o el 3°
(gobierno político) que garantice la preservación, se exacerban entonces los procesos inmunitarios,
disparados desde los mismos integrantes. Si antes, en el continente estatal, la ley de igualdad entre
ciudadanos garantizaba la continuidad en la pertenencia a una comunidad, hoy los consumidores sin
obligaciones de reciprocidad, no tienden a la cooperación sino a la “competencia entre egoísmos” como
dice, a su vez, M.Lazzarato.
Desde la suposición de la existencia natural de una comunidad, los miembros de tal comunidad están
vinculados por el deber de restituir el munus, que los define en tanto tales. Si el munus es encargo,

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obligación, deber, se puede definir como inmune a quien no tiene a su cargo ninguna obligación. "La
inmunidad interrumpe el circuito social de la donación recíproca al que remite el significado más originario
y comprometido de la communitas” . Inmune es, entonces quien está dispensado de cargos, que otros deben
llevar sobre sí; la inmunidad es también un privilegio, la excepción a una regla que en cambio siguen todos
los demás; el inmune es una suerte de ingrato opuesto al munífico, al agradecido y generoso en la
reciprocidad de los dones.
Pero nosotros estamos inmersos en una situación en la que no se expresa el privilegio de unos pocos, sino de
muchos-casi-todos que se sustraen, pues aún en los más participativos se percibe una reserva, una
superficialidad en el contacto, una banalización en lo que se dice o propone, que desde lo políticamente
correcto se denunciaría como "falta de compromiso", si optáramos por una suerte de reclamo moral o
político que no hace más que empeorar las cosas.
Esta innumerable presencia ausente de los sustraídos e inmunizados nos advierte acerca del colapso actual
de la comunidad, nos muestra que hoy no vincula el deber de restituir el munus. Rota la garantía y la
protección que daban la delegación del poder a algún soberano, el otro ya no es un semejante más o menos
confiable, y se despliega una inquietante percepción de la alteridad, la otredad o la ajenidad como peligro
para la existencia propia…“Como si, desde una grieta abierta de improviso en el reino de la inmanencia
-justamente, el de la biopolítica- volviera a vibrar la espada de la trascendencia, el antiguo poder soberano
de dar muerte” .
Ello (…) "ocurrió cuando cayeron las defensas naturales que hasta cierto punto habían constituido el
caparazón de protección simbólica de la experiencia humana: en primer lugar el orden trascendente de
matriz teológica. Ahí se abre la necesidad de un aparato defensivo diferente, de tipo artificial (…) en la
política moderna se establecen mediaciones (normativas) para la conservación de la vida: soberanía,
propiedad, libertad; todos ellos tienden a reducirse a la seguridad del sujeto, que es su titular o beneficiario"
En nuestro singular plano de operaciones, esa mediación normativa, que en su momento habilitó e impuso
con eficacia el intercambio es, al interior del contrato pedagógico, la autoridad docente. Toda la plataforma
teórica y operacional de las tecnologías grupales aplicadas a la enseñanza está basada en la suposición de la
existencia de esta configuración subjetiva. De acuerdo con esa lógica se concibe como posible que un
agrupamiento se produzca como grupo en un proceso de trabajo grupal, porque se supone que hay un
vínculo en el que está eficazmente presente el vector de la solidaridad, o sea un destino soldado en el común.
Sin vigencia ya de ese lazo, el equilibrio o compensación entre comunidad e inmunidad se rompe, hay un
pronunciado declive hacia la lógica inmunitaria lo que conlleva un bloqueo formidable (¿absoluto?) a los
procesos de constitución de grupo. Ninguna apelación grupista, ideológica, moral o política van a tener la
menor eficacia en su convocatoria a algo tan “simple” como: ¡interactúen, cooperen y produzcan
cooperativamente!
La tesis que manejamos es que nuestra efectuación del abatimiento del poder soberano, en este caso respecto
del lugar docente y la transferencia al saber, desencadena tal extrema intensificación de la protección de
inmunización, y su consecuencia fatal: la retracción, el silencio y una extendida restricción a las
interacciones.
Subrayamos que en todo caso se trata de una intensificación de lo que ya venía efectuándose, puesto que “la
soberanía no está ni antes ni después de la biopolítica, sino que corta todo su horizonte, proveyendo la más
poderosa respuesta ordenadora al problema moderno de la autoconservación de la vida” . Con esto queremos
decir que la cuestión de la soberanía y la sujeción al soberano no es un tema que haya quedado atrás una vez
que se desplegaran las lógicas disciplinarias y luego las de control. La biopolítica, en sentido inmunitario
tiende a preservar al individuo, esa producción subjetiva que nos constituye.
Esto es lo que específicamente diferencia lo antiguo (griegos, romanos) de lo moderno, pues solo en la
subjetividad moderna lo único verdaderamente en común es la preservación de lo propio del sujeto-
individuo; recordemos que entre los griegos clásicos, por ej., la individuación estaba apenas tenuemente
esbozada y no era en absoluto el carozo del polités.
En este sentido nuestros alumnos presentifican la culminación exasperada de la modernidad cuando
sostienen que lo único que tienen en común es la necesidad individual, propia de aprobar la materia, en un
vector que refiere más a la relación de cada uno con el aparato docente de calificar y aprobar, que a la
relación digamos "horizontal" con sus… ¿compañeros?. Hay un thema que vemos se repite hasta el
cansancio en los alegatos que reclaman que se respete la libertad y la singularidad tanto de los tiempos como

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de los modos que le son propios a cada uno. ¿Individualismo?, sin duda, pero la denuncia y el reproche
moral o político-ideológico que se le dirige -que también se reiteraron hasta el cansancio- en nada pueden
conmover este posicionamiento subjetivo, en un todo congruente con lo epocal. Aquel que se acantona en
imprecaciones contra el individualismo egoísta de los otros, en nombre del compromiso o la implicación, no
ha captado y elucidado aún que ese individualismo también lo constituye a él, como sujeto que se precia ser.
Sujeto y subjetivización se encuentran singularmente entrelazados. En el pensamiento foucaultiano el poder
individúa a quien somete en calidad de objeto propio, pero, al obrar de este modo, lo reconoce como
individuo dotado de una específica subjetividad. "es una forma de poder que transforma a los individuos en
sujetos. Hay dos sentidos de la palabra 'sujeto': sujeto sometido a otro por el control y la dependencia, y
sujeto que queda adherido a su propia identidad mediante la conciencia o el conocimiento de sí. En ambos
casos, esta palabra sugiere una forma de poder que sojuzga y somete" . (el subrayado es mío - OB)
Un modo claro de describir en qué consiste la inmunidad como protección negativa de la vida sería el
siguiente: "aquello mismo que yo activo para protegerme, es lo que, antes que el otro igual a mí me aniquile,
me lleva a desvanecerme a mí mismo, en cuanto a una vida afirmativa de su potencial expansivo".
Recordemos que la protección de inmunización es una fuerza reactiva, responsable del estado de
agotamiento que los alumnos registran; quienes accionan el paradigma inmunitario tienen que estar todo el
tiempo desplegando una intensa fuerza en su reacción contra los que los invitan –los amenazan- a hablar, a
apostar, a compartir (o sea: a donar). Esto proviene tanto de la constitución misma del dispositivo de la
comunidad clínica como del insistente reclamo/reproche de los militantes de la participación, el compromiso
y la ‘implicación’. “Una debilidad que para absorber una fuerza, la seca desde adentro, la separa de sí
misma. La fuerza reactiva actúa por descomposición y desviación, sustrae a la fuerza activa su poder
(G.Deleuze)… instalada dentro del organismo –individual o colectivo- que aspira a defender, termina por
llevarlo a su ruina” Y es esto lo que lleva a erigir un punto de trascendencia que de orden y protección…
creación de un artificio (soberano) con idéntico fin que el de la autoconservación de la vida.
Se torna inconducente y en el extremo imposible fundar una situación de contacto y composición, cuando
los potenciales integrantes de esa comunidad se encuentran instalados en una posición que los dispensa de la
carga que supone lo común. Pero claro, eso depende del problema que se enfrente: si se trata de cursar y
aprobar, en absoluto es necesario componer comunidad, grupo, o máquina colectiva de producción de
subjetividad. Tal vez lo sea si se postula que lo que no se puede hacer bajo esa forma radical de individuo
aislado, es capacitarse clínicamente.
De acuerdo con esto, entre otros procedimientos, la interpelación a los alumnos como psicólogos y clínicos
tal vez tenga alguna potencia como llave para la producción de un común, por supuesto sin ninguna garantía
-y menos anticipada- de éxito.
Si se supera ese clima bélico, si se abandona ese relato de la lucha a muerte entre comunidad de contagio e
inmunidad como radical defensa, tal vez se pueda inteligir que lo que me es propio lejos de ser el resultado
de una exclusión (de lo ajeno) o de una selección de las diferencias, deviene el producto de ellas, puesto que
solo lo ajeno y diferente enriquece lo que termina siendo una "identidad" caracterizada no por ese
espléndido aislamiento en su mismidad, sino por la complejidad de sus respuestas.
Bajo esas condiciones la composición de un encuentro será cosa a producir, para lo cual habrá que operar
sobre las condiciones de partida. En muchos momentos inevitablemente se tratará más de un choque que de
un encuentro. Antes de suponer que hay lo que supone el anhelo de un lugar docente más o menos protegido
y valorizado, se trata de realizar una apuesta acerca del vínculo que se forzará a constituir. Se trata del
devenir pensamiento de una suposición, donde "pensamiento" no es un contenido mental sino una realidad
efectuada, un hacer ser. Esta noción –forzar- también es dura, pero hace honor a la verdad de las operaciones
que mostraron efectos con alguna potencia.
En los comienzos de la experiencia no hubiéramos podido decir nada de lo recién enunciado. Operar sobre
las condiciones abrió la posibilidad de que se produjeran enunciados que a su vez puedan ser escuchados.
Esa alteración pasa en parte por la elucidación –siempre en pleno curso- de las suposiciones propias; se trata
de poner en el pensamiento que una suposición no es un dato, que hay que estar disponibles para que la
desconfirmación y caída de las suposiciones produzcan no solo el cambio de cierta idea que existe en el
marote de cada quien, sino un devenir subjetivo. Tal vez por esto, al texto de avance anterior lo llamamos
"Una subjetivación docente" y acaso por las mismas razones Julieta Veloz y Selva Hurtado Atienza habían
propuesto la figura de la destitución (inconclusa).

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La interrupción y sus efectos
En experiencias anteriores habíamos sufrido en carne propia lo que venimos reiterando: la docencia ha
devenido imposible, por agotamiento del contrato pedagógico y el desfondamiento de las instituciones
correlativas . Nuestro dispositivo se empeñó, en primer término, en operar sobre condiciones que no son
-como lo quisiera el pensamiento estructural- determinaciones inoperables; puesto que no hay un solo tipo
de imposible, en el caso de este imposible situacional, se trata de operar sobre las condiciones para hacer ser
una situación en la que un posible se efectúe.
El primero de los procedimientos que aspira a modificar las condiciones de partida, es efectuar una
interpelación a los "alumnos" como psicólogos en cierne y forzar una transformación al proponer como
código un diálogo entre clínicos con una asimetría inicial en cuanto a su nivel de capacitación. Hemos
adoptado para ello el dispositivo de la Comunidad Clínica conformado por Fernando Ulloa en los '70. Tal
propuesta obliga a un alejamiento considerable y acaso una ruptura con la escena de profesores-que-
transmiten-saberes-y–alumnos-que-aprenden e implica forzar un desalojo de las convenciones tradicionales
del saber y la formación.
El segundo procedimiento, fuertemente acoplado con el primero, es la destitución -siempre inconclusa,
siempre en proceso- del lugar docente, lo que conlleva un rehusamiento sostenido y sistemático a hacerse
cargo de las funciones convencionales. Estas operaciones inaugurales procuran la interrupción de hábitos e
inercias, propios de la pervivencia de la subjetividad pedagógica, que se expresan en aquellas suposiciones
que los alumnos efectúan acerca de expectativas, consignas y demandas de los docentes y del dispositivo al
que presumen hay que ajustarse, lo que de hecho se expresa en una presión insidiosa y formidable para que
eso sea lo que transcurra.
Si se procura abrir otras condiciones para que se produzca algo más que el simple estar es imperioso
interrumpir los efectos repetitivos que estas inercias conllevan. El gesto inaugural de la operación de
interrupción en el espacio semanal de los trabajos prácticos consiste en que, si bien cada vez dejamos en
claro el momento del programa que se atraviesa y la bibliografía de respaldo, no nos ocupamos en realizar
controles de lectura, sino en puntuar y comentar las interacciones y posicionamientos que se van
manifestando y cuando la conversación y el clima lo habilitan, desarrollar algunas hebras conceptuales
pertinentes.
Dado que las técnicas acuñadas en la docencia, en las actuales condiciones, suelen empedrar el camino del
infierno, nos apoyamos intensivamente en las tecnologías de la coordinación de grupos no-directiva y en lo
que nos proporciona la corriente psicoanalítica de grupos: una adecuada abstinencia ante las brutales
inducciones transferenciales que excitan las inercias subjetivas propias. Abstinencia que hay que lograr que
no trastrueque en impotencia o en indolencia, que lleva a dejar sin piso alguno una experiencia posible.
Vamos incorporando al trabajo en los trabajos prácticos un conjunto de procedimientos, que sirvan para la
transmisión en vivo y en forma experiencial de las dimensiones grupales del sujeto psíquico, de los procesos
intertransferenciales, y de las modalidades de trato, de operación y de conducción de tales aconteceres. Cabe
tener en cuenta que en los contenidos mínimos establecidos por la currícula de la carrera para Psicoterapia II
constan los abordajes grupales y familiares; el otro nombre de nuestra materia es “Psicoterapia de grupos”.
Los procedimientos especialmente útiles en este caso son una modificación pertinente del grupo operativo
de aprendizaje, particularmente en el modo de lectura de los aconteceres del agrupamiento, respecto de la
dinámica, y la devolución de esa lectura bajo formas no necesariamente interpretativas sino sustancialmente
conceptuales. En otras palabras: lectura en dinámica y propuesta en temática. Este eje estratégico, respecto
de las actividades en los prácticos, implica una capacitación constante de los auxiliares docentes, puesto que
de ello depende en buena medida que los propósitos puedan implementarse en forma efectiva.
El rehusamiento por parte del docente a "decir qué tienen que hacer" no solo es algo activo sino debe ser
constante, pues hay que recorrer exhaustivamente este topos sin indolencia alguna. Por ejemplo, en la
devolución que hiciéramos a uno de los parciales grupales, expresamos: "Lo que pase, lo que haya, lo que
suceda, va a depender de lo que los alumnos jueguen, apuesten, pongan; si no hay ese poner, entonces no
habrá nada ("el vacío que hay", como dice A.) y eso generará, parece, esa tensión tan desagradable, tensión
que seguramente no se irá a resolver porque los docentes re-asumamos el rol convencional y nos pongamos
a llenar con sapiencias inútiles e infructuosas el silencio y la ausencia, porque -ya está dicho- a ese juego no
jugamos.".

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Que los vectores que otrora habilitaban marcas en la subjetividad, procesos de aprendizaje y eficacia de la
transmisión estén arruinados no quiere decir que estén simplemente ausentes. Sin potencia ya para habilitar
un espacio y un modo de habitarlo en que se cumpla un proceso de capacitación, esas lógicas caducas
perviven. Ante la inercia con que se reiteran, cabe conjeturar que tal insistencia es porque acaso permitan
sobrevivir, gambeteando una expulsión más radical del ámbito en cuestión.
Lo cierto es que si dejáramos que se despliegue el dispositivo docente convencional, no sería siquiera visible
ese modo de aguantar, que al decir del alumno consiste en… asistir a clases y encender el ‘piloto
automático’. Efectivamente, los procedimientos con que iniciamos nuestro dispositivo de operaciones
originan malestar, tensión, incomodidad, incertidumbre, silenciamientos y agresividad. Padecimientos
difusos e inasibles, sometidos a cierto forzamiento, pueden devenir en sufrimiento nominado y, en tanto tal,
elucidable.
El ejercicio de la violencia que supone la implementación de esos procedimientos, merece una discusión que
afrontaremos, a partir de las arduas preguntas que se plantean. De modo genérico, denominamos violencia a
lo que se registra en ciertas afectaciones, violencia que en nuestro parecer es inherente a la puesta en juego
de las subjetividades vigentes.
La hostilidad que se despierta entre los integrantes de un agrupamiento es un conocido problema para
cualquiera que tenga experiencia en la coordinación en dispositivos grupales. Sucede que la idea de la
"superación" -por mediación simbólica de la tarea- de las peleas dominadas por lo imaginario, tesis solidaria
con la idealización del grupo como herramienta de operación psicosocial, ofusca el afrontamiento de la
cuestión en condiciones de derrumbe de todo poder soberano que imponga una ley, seguramente injusta,
pero pacificadora.
Nos apoyamos en aquel momento en la afirmación de I. Lewkowicz: “entre derechos iguales, validados por
cada consumidor, decide la fuerza, ya que tales ‘derechos’ son imaginariamente equivalentes; lo que ‘está
bien o mal’ se llena desde el sentido de cada uno, el que se trata de imponer a los demás”. Si el 2005 nos
mostró que "roto el código, lo que queda es la violencia", en el 2006 comprendimos que "no hay respeto ni
reconocimiento del otro, solo temor".
Nos proponemos ahora trabajar la cuestión de la destructividad y la violencia con las herramientas de
pensamiento que proporcionan las tesis de Paolo Virno acerca de la multitud : pluralidad de singularidades
inclinadas a eludir y obstruir los circuitos de la democracia representativa, formas de vida refractarias al
vínculo preliminar de obediencia a partir del desmoronamiento del monopolio de la decisión política, propio
de la estatalidad; esa multitud a veces es solidaria y a veces agresiva, inclinada a la cooperación inteligente,
pero también a la guerra entre bandos. 'Asambleas de gente, desprovista de una unión tendiente a un
proyecto particular, o determinada por obligaciones de los unos con los otros'.
Virno sostiene que la multitud está caracterizada por una fundamental oscilación entre la innovación y la
negatividad, esa carga destructiva inscripta en la especie, con la que tiene que lidiar un ser dotado de
lenguaje. (…) Pensar que la multitud es absoluta positividad es una tontería inexcusable. (…) La multitud
está sujeta a disgregación, corrupción, violencia intestina (…) necesitamos categorías que estén en
condiciones de asumir toda la realidad de lo negativo, en lugar de excluirlo o velarlo.
Acaso estas categorías nos permitan producir pensamiento, no ya sobre esa mortificación que se padece más
o menos pasivamente, sino acerca de la activa violencia intestina que crudamente se despliega en nuestros
agrupamientos. Proponemos la idea de que el dispositivo pedagógico inercial contiene a su modo esa
destructividad, pero, dado el agotamiento terminal de la potencia simbolígena de la institución, se paga el
precio de una brutal hiperreducción de todo movimiento vital; de allí que impere un tono apagado,
desvitalizado, mortecino, pasiones tristes que sustraen toda potencia a las actividades de cada uno y a las del
agrupamiento.
Los procedimientos inaugurales producen la caducidad de la clase de los “alumnos que están acostumbrados
a” y fuerzan su devenir en multitud. En efecto, si seguimos a Virno, el estado civil ofrece una orientación
protectora y recorta un seudo ambiente en donde prevalecen comportamientos unívocos y repetitivos. Ese
ambiente reglado en "el que estamos acostumbrados a” se desvanece, caen las rutinas que organizan el
simple estar en un determinado lugar (tarea prescripta) y nada más, (…) las directivas de qué tenemos que
hacer para estar en la facultad y entonces resurge el “estado de naturaleza”.
En este, un pueblo, un uno que debiera tener una voluntad única (en nuestro caso, una comunidad instituida
de transmisión de saber) se descompone en multitud, pluralidad de singularidades; como toda multitud

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rehúye la unidad política y todo tipo de unidad pre-supuesta, desde el momento que no transfiere sus
derechos al soberano, cualesquiera que sea este. También podemos proponer con Virno que sucede eso
porque el soberano suspende las leyes ordinarias y proclama el estado de excepción, siendo en este caso el
“soberano” los arreglos de la cátedra acerca del dispositivo; los alumnos no se cansan de subrayar que los
enfrentamos a condiciones no habituales, sino precisamente excepcionales en las que reina una fuerte
incertidumbre respecto de lo que hay que hacer, como ya hemos mostrado.
P. Virno propone tres vectores para considerar la multitud; ambivalencia: la amistad sin familiaridad,
auténtico punto de apoyo de una comunidad política, puede siempre invertirse en familiaridad cargada de
enemistad que instiga las masacres entre facciones, bandas, tribus; oscilación: el movimiento pendular que
va del reconocimiento del semejante al fracaso del mismo; siniestro: es aquello con lo que tenemos la mayor
intimidad y que además de amenazante puede cumplir también una función protectora. Este último factor ya
lo hemos trabajado con las proposiciones de Esposito sobre inmunización. Lo cierto es que una multitud es a
veces agresiva, a veces solidaria, inclinada a la guerra entre bandas pero también a la cooperación
inteligente.
En nuestra experiencia, esta “guerra entre bandas” se ha producido regularmente, aunque bajo figuraciones
variadas: los comprometidos vs. los indiferentes, los participantes vs. los silenciosos, etc.
Reparemos en lo ambivalente de esta organización en bandos. Por un lado provee de figurabilidad a escenas
que en una lógica anterior estaban dominadas no solo por la incertidumbre, sino por lo caótico y lo
inaprensible, pero lo hace bajo una negatividad que por un lado provoca fuertes sufrimientos y repudios y
por el otro implica una sustracción de palabra enunciada -y aparentemente de participación- que deja al
grupo de discusión sin piso. Por el lado de su aporte a ir haciendo pensable la situación, ofrece una
contribución notable a la explosión ulterior de vivacidad e innovación que se registra en los escritos
individuales y, aunque sea en forma incipiente y fugaz, en las interacciones en vivo con los que se van
cerrando las actividades del cuatrimestre.
Empero, hay una condición para que esto efectivamente se produzca y es realizar una operación por parte de
la coordinación docente -a través de puntuaciones e interpretaciones- que bloquee la suposición, regida por
lo ideológico, que “los de la cátedra” estamos del lado de los ‘comprometidos’ o los participativos y que la
consigna a la que hay que adherir es “hacer grupo”. Si inadvertidamente tal cosa sucede, los docentes nos
convertimos en atractores de esa violencia y ello lleva fatalmente a paralizar la intensa actividad que reclama
el devenir de estas escenas, dado nuestro –ineludible- lugar como evaluadores y calificadores. Igualmente
indispensable es la interpretación sistemática de cualquier tiranía de un “todos” que surge constantemente
por parte de varios discursos. Pero la cuestión de lo uno y de los diferentes tipos de todos merece una
discusión aparte, que oportunamente retomaremos.
Ciertas inercias subjetivas y categoriales representaron obstáculos para habilitar operaciones adecuadas a
este escenario. El modelo que proporcionó en su momento C. Castoriadis, respecto de la contienda de las
significaciones, por un lado, y por otro las concepciones de M. Foucault sobre estrategia y guerra (“la
historicidad que nos lastra y determina no es lenguaraz sino belicosa”) han llevado tanto a docentes como a
una porción de los alumnos, impregnados ambos por una subjetividad heroica y militante, a fogonear las
confrontaciones en términos crecientemente bélicos. La experiencia sufrida, junto con otros operadores de
pensamiento, nos han permitido entender que esos choques son “intentos desesperados de encuentro” y que
para su devenir en pensamientos compartidos conviene ir tramando un sostén, más bien tierno, que no
redoble la agresión.
Un texto reciente tematiza cuestiones que hacen a la docencia, por cierto que en un contexto bien diferente ,
y también se apoya en operadores de pensamiento propuestos por Paolo Virno en sus planteos acerca de la
multitud: en un territorio de proximidades ineludibles se percibe toda extrañeza como fuente de amenaza
para la propia integridad. En nuestro caso, el registro de extrañeza proviene en parte de lo raro o
desacostumbrado de la propuesta de la cátedra, pero sobre todo del compañero, que en el inicio lejos está de
instaurarse como un semejante confiable, sino más bien aparece como fuente de una sanción nulificadora y
expulsiva.
Esto es lo que nos lleva a asimilar la circunstancia descripta con la figura propuesta de "proximidades
ineludibles" que no obedece ni a lazos institucionalmente pre-estructurados ni a conjunciones libidinales,
apenas cuerpos amontonados en un espacio circunscrito. De allí el hallazgo terminológico que resultó

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cuando a uno de tales agrupamientos se lo nominó como "combinado": aquello que no llega a recibirse de
equipo y no es en rigor un grupo; algo mezclado, misceláneo, revuelto, variado, radicalmente heterogéneo.
En nuestro caso -y a diferencia del escenario de la Villa 1-11-14 que trata Maestros Errantes- seguramente
no se trata de una existencia sometida a la intemperie extrema, pero nos parece que en nuestro escenario, la
"intemperie", como consecuencia ineludible de la expulsión, se cierne todo el tiempo como apremio y está
en el origen de la vivencia de amenaza, ese rasgo que el dispositivo de operaciones permitió registrar y
tornar enunciable.
Desaceleraciones. Testimonio y actividad del pensar
Los textos de los alumnos son vía de acceso a la capacidad de invención y creación. Un recorrido por
secuencias temporales que abarquen las doce o catorce semanas del cuatrimestre y sus diversos topoi, en
este caso la actividad escritural, permite tener acceso a una variedad de posiciones subjetivas, pensares y
procesos que, silenciados o sencillamente ocultos ante el resto o el conjunto del agrupamiento, son de
extraordinaria intensidad y productividad..
Al tomar indicaciones de Bajtin, nos manejamos con una concepción dialógica y polifónica de la producción
subjetiva , a los insumos tradicionales del dispositivo pedagógico (bibliografía, textos ocasionales, trabajos
de elaboración) los hacemos jugar como "provocadores", en el sentido específico de multiplicar y
entrecruzar las voces.
No se trata de un diálogo entre "personas", sean estas alumnos y docentes, tampoco de alumnos entre sí, sino
más bien de una actividad de acoplamiento sucesivo entre experiencias que se viven (que gustamos llamar
afectaciones), en cada una de las zonas que se transitan, las actividades de elaboración de textos, (crónicas,
parciales, evaluaciones recíprocas, etc.), las puntuaciones, señalamientos e interpretaciones de los equipos
docentes y los comentarios, ocurrencias e ideas de los alumnos, todo lo cual va configurando una verdadera
masa crítica que en su amalgama colectiva va produciendo inteligencia, pensamientos y capacitación clínica.
En los escritos de los alumnos, se hace presente un mundo inaudito respecto de lo que se hace manifiesto en
el funcionamiento de los cuerpos reunidos en las reuniones semanales. Puntualicemos que esas
enunciaciones, en tanto tales, ya han podido salir del silenciamiento por efecto de un dispositivo en el que la
interpelación y la interrupción mencionadas, seguidas de la propuesta de "pensar la experiencia" y dejar
testimonio por escrito de ello, habilitan que eso pueda decirse y por lo tanto escucharse.
Ya hemos señalado al principio de este escrito que concebimos la producción de testimonio cuando se logra
componer entre los miembros del agrupamiento una posición de enunciación que permite que algo de la
anterior posición subjetiva se abandone, en el mismo movimiento con que se la está elucidando.
Pretendemos y prescribimos que se escriban ensayos y no monografías.
Las precisiones de Berardi sobre el paradigma informacional en lo que él llama "semiocapitalismo" nos
pueden ayudar a poner en forma nuestra jugada de impugnar las "monografías" y promover la producción de
ensayos.
En el semiocapitalismo todo acto de transformación puede ser sustituido por información. Cuando la
actividad semiótica se vuelve parte del ciclo de producción de valor, producir significado no es ya la
finalidad del lenguaje; en la esfera de producción de mercancías la producción de valor y la producción de
significado se contradicen, hasta eliminarse recíprocamente. El contenido hace más lenta la velocidad del
intercambio virtualizado, y el significado se vuelve la contradicción antagónica de la información. Cuanto
más denso de significado es un mensaje, tanto más lenta es la transferencia de información. El enemigo
principal del semiocapital es el significado; para acelerar el intercambio, el consumo y la valorización es
necesaria una simplificación de los recorridos. Esta aceleración semiótica aumenta en exceso los signos que
requieren ser más que interpretados, consumidos por parte del mercado social de la atención.
Proponemos que tales procesos de producción de subjetividad se expresan en un rasgo ya mencionado: la
propensión de los alumnos a realizar la carrera del modo más acelerado posible, una modulación que ya no
se caracteriza por su significado y sentido, sino por su velocidad. Hay una conexión inherente entre esa
veloz carrera, su polarización por la rápida conquista del título como valor mercantil y el afrontamiento de
las instancias evaluatorias con modalidades en las que domina la presentación de información utilitaria que
aplana la densidad de significación hasta su virtual extinción y deja patente su carácter de acto vertiginoso
de consumo. Lo mismo se puede conjeturar como posible origen del notable aplastamiento y la pobreza de
los intercambios conceptuales en el funcionamiento "en vivo" de la comisión.

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Impulsamos este género escritural, en el que se produzca una densificación del pensar en quienes ya
emplean o van a tener que emplear herramientas naturalmente complejas para el ejercicio del oficio.
Esto implica ir en contrario de las lógicas del semiocapitalismo, en el que "todo el ciclo de innovación
tecnológica es dirigido hacia la simplificación de los recorridos del usuario, del consumo, de la
interpretación" . Esta operación, dentro de lo que genéricamente venimos llamando "interrupción" implica
una modulación por intensificación de otra lógica y requiere instaurar una desaceleración del tiempo, un
pliegue . Tal vez a eso se refería Ignacio Lewkowicz cuando proponía conformar remansos en la aceleración
propia de la fluidez contemporánea, que entre otros efectos lleva a una saturación de la atención, rasgo
señalado también por Berardi , quien agrega que esta sobrecarga de la atención se vuelve un factor patógeno.
Al respecto, vale citar las prescripciones que incorporamos en la guía de confección de los parciales:
Nombrar lo que hacemos, pensar a partir de nuestra situación en el terreno que habitamos, puede habilitar la
posibilidad de dar un paso cardinal en la práctica del oficio (…) dar cuenta de las conceptualizaciones a las
que se ha arribado, a través de la cuales se plasmará la capacitación alcanzada respecto de las experiencias
compartidas y los ejes conceptuales trabajados durante la cursada (…) realizar el mayor esfuerzo para
utilizar tales ejes conceptuales como herramientas para el análisis, no para la repetición en abstracto de los
conceptos, ni tampoco bajo el formato: concepto  ejemplo del concepto. Es imprescindible que se incluya
un análisis de la implicación grupal e individual y de las afectaciones experimentadas en las experiencias
transitadas, recuperando las resonancias imaginativas y afectivas que se van experimentando y
reflexionando durante la realización del trabajo.
Del mismo modo es decisiva la explicitación de los criterios con los que van a ser evaluados y calificados
los textos, y ser rigurosamente fieles a tales criterios, lo que implica un tipo de lectura, comentarios y
acotaciones en los que se juega el posicionamiento de co-pensor del docente.
Conceptos: prestar especial atención a que estén presentes, citados, brevemente desarrollados y usados los
ejes conceptuales. Tesis: enunciados singulares en los que el autor afirme una idea -propia o extraída del
trabajo colectivo de enunciación, pero de la que el autor se apropió - en la que se elucide, analice o interprete
algún síntoma, figura o secuencia del acontecer de la comisión. Prácticas Universitarias: fragmentos de texto
en los que se haga -al menos- una descripción de las prácticas y discursos que producen la actual
subjetividad universitaria de Psicología. Análisis de la implicación propia y posición reflexiva: descripción y
eventualmente elucidación de la propia posición subjetiva ante el agrupamiento y su devenir. Percatación de
alguna alteración subjetiva o resubjetivación, si las hubo.
Un docente típicamente corrige, evalúa y califica trabajos monográficos. Nosotros pretendemos convertirnos
en co-pensores de ensayos. Textos en los que se logre zafar del hábito de escribir aquello que el docente
vaya a aprobar, para acceder a una escritura en la que se piensa con otros. Hemos impulsado en las dos
últimas promociones que los textos circulen entre todos, para destituir en lo posible el lugar panóptico del
docente, que desde su torre central tiene el dudoso privilegio de acceder a los pensamientos de todos y de
cada uno, que quedan ocultos para todos los demás. Es cierto que, como sagazmente señaló un colaborador,
el docente a cargo del práctico es intensivamente mirado y su “torre” inspeccionada, lejos de la invisibilidad
del vigilador panóptico clásicamente descripto.
También hemos propuesto que el escrito individual, antes de ser entregado al docente, sea leído y comentado
por dos o tres co-pensores. Esto no pudo generalizarse hasta ahora, en primer lugar porque el clima de
amenaza despertó resistencias a esta sugerencia y en segundo lugar por ser un tanto engorroso, pero se puede
afirmar que para unos cuantos ha sido una sorprendente y rica experiencia. Aquí la operación clave pasa por
el devenir de ese centro a nodo y la constitución de una pluralidad de nodos descentralizados. Esto requiere
cierta construcción de confianza, que no siempre se alcanza y menos de un modo generalizado.
Si bien tales elaboraciones fungen como parciales que serán evaluados y calificados, esperamos que se
perciba que el carácter de ensayo que estimulamos se les imprima, los hace exceder la mera función
académica de instancia de calificación, para devenir en manifestaciones de la capacidad de análisis clínico
alcanzada y testimonio de los procesos de subjetivación en curso, lo cual es consistente, estimamos, con el
núcleo de la propuesta: aprender clínica haciendo clínica, que en las condiciones actuales implica e impone
devenires subjetivos propios.
Acaso para nuestra imprecisa indicación de "ensayo" sea necesario buscar inspiración ya no en géneros
académicos, sino más bien en el paradigma estético. Dice Ricardo Bartis, dramaturgo y director teatral : "el
(teatro) que domina hoy es un teatro de representación, donde existen una obra y un sentido ya dados (…)

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hoy todo es actuación, campo de representación (…) El ensayo es un territorio singularísimo y poco
pensado. Sin embargo … en los ensayos se ven situaciones de enorme intensidad y singularidad, con ritmos
epifánicos y encadenamientos … es uno de los últimos territorios humanos donde puede haber una
circulación del contagio y una intensidad de las creencias que abandone el didactismo de la política o el
fundamentalismo de las religiones (…) requiere un rigor específico, saberes inherentes para retraducir en
signos y en elementos que conviertan en un material potente un campo de ideas y sensibilidades".
Los efectos de subjetivación producidos en estas actividades escriturales fueron bien dispares: algunos
textos fueron escritos en un diálogo casi íntimo con el docente; en este caso el vector transferencial funcionó
como apoyatura de confianza para compartir con otro pensares y afectaciones propios. Algunos otros, por el
contrario, se confeccionaron más allá de la búsqueda de la aprobación y una cierta cantidad ni siquiera
fueron escritos para el docente.
Ahora bien, ¿se trata de trabajos?, ¿de la producción de trabajos? En este punto seguimos la distinción
establecida por M. Lazzarato . Si fuesen trabajos regidos por la lógica de la producción se recae
inevitablemente, por fuerza de lo inercial reproductivo, en un objeto-producto cuyo valor está dado por su
contribución a la "carrera rápida sin detenimiento, para alcanzar velozmente el banderín de “Licenciados en
Psicología” (J.C.).
En otra lógica subjetiva ya no se tratará de producción de objetos con valor mercantil sino de la producción
de mundos, en el más amplio despliegue de los posibles de pensamiento. El mismo C. Marx advirtió que en
la subjetividad capitalista, la cooperación fundada en el trabajo no pasa de ser una "base miserable" para
aprehender la producción de riqueza (de mundos, no ya de objetos consumibles). Marquemos, de paso, que
consecuentemente queda también en cuestión otro operador monumental de la dinámica de grupos y aún de
la psicología social más avanzada: la cooperación en la tarea, si a esta se la subsume en la lógica del trabajo
y el producto.
Esta otra lógica subjetiva, que es la del acontecimiento y no la de la producción-reproducción, implica otro
tipo de colaboración, llamada por Lazzarato cooperación entre "cerebros". En esta, los valores no se
constituyen por totalización en una esencia –propia por otra parte de los todos colectivos- sino por
acoplamientos sucesivos entre los muchos no-todos que participan de esa actividad. Por lo expuesto estamos
tratando de comprender la importancia de nominar a los ensayos como producción de un bien común; de lo
contrario, se recae en que el docente sea un consumidor que califica un producto y entonces cierra el círculo
sobre un valor colectivo.
De tal modo, si la cooperación del trabajo produce objetos tangibles, apropiables, intercambiables y
consumibles (llamados por Lazzarato "bienes públicos colectivos"), la otra cooperación, que preferimos
llamar actividad, promueve "bienes comunes": conocimientos, lenguajes, ciencias, artes, que implican un
rasgo singular: su ser "entre", puesto que son "ideados y realizados sobre una modalidad singular: mitad es
el resultado de la actividad del realizador y mitad es el resultado de la actividad del público". Este ser "entre"
es propio de la concepción dialógica y acontecimental de la producción de sentido y de la composición de
encuentros.
Esta modalidad bien puede ser tomada para nuestro propósito, ya que los textos "individuales" quedan
abiertos, porosos al devenir de la lectura y acoplamiento de los otros que componen ese "todo distributivo"
en el que se pueda acoger la creatividad y la invención. La propuesta, en definitiva, es que predomine la
generación de un bien común, efecto de una actividad, más que un producto consumible de un trabajo.

Labandeira, M. C. (2006) “Sólo hay encuentros” Publicado en Campo Grupal N° 83 A propósito de I.


Lewkowicz. Octubre 2006, Buen os Aires. (TEÓRICO)

Moratti Serrichio, M. F.: Lo inmune y la producción de subjetividad. Una herramienta posible. Texto
inédito. Ficha de cátedra.

Comunitas, Immunitas, Bios:


La dinámica inmunitaria se constituye en el eslabón faltante de la argumentación foucaultiana entre
biopolítica y modernidad; en tanto y en cuanto la modernidad hace de la autoconservación del individuo el
presupuesto primero, tornándose la vida misma la apuesta de las luchas políticas.

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El ingreso y mas tarde la colonización del saber médico en el ámbito que antes era de competencia del
derecho (soberanía), determina un auténtico pasaje a un régimen ya no basado en la abstracción de las
relaciones jurídicas, sino en tomar a cargo la vida en el cuerpo mismo de quienes son sus portadores. En el
momento en que el acto criminal ya no es atribuible a la voluntad responsable del sujeto, sino a su
configuración psicológica, se ingresa en una zona de indistinción entre derecho y medicina, sobre cuyo
fondo se perfila una nueva racionalidad centrada en la cuestión de la vida: su conservación, desarrollo, su
administración.
La modernidad es el lugar de ese tránsito
Por una parte: todas las prácticas políticas de los gobiernos tienen como meta la vida (sus procesos,
necesidades, fracturas)
Por la otra: la vida entra en el juego del poder no sólo por sus excepciones patológicas sino en toda su
extensión, articulación y duración.
La vida, y nada más que la vida es tocada, atravesada, modificada en sus fibras íntimas por la historia. Esta
es la lección que Foucault había extraído de la genealogía nietzcheana, dentro de un marco teórico que
reemplazaba la búsqueda del origen, por un campo de fuerzas desencadenado por la sucesión de los
acontecimientos y por el enfrentamiento de los cuerpos.
Biopolítica remite al modo en que la vida es aferrada, desafiada y penetrada por la política.
Foucault: biopolítica para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los
cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana.”
Esposito dos posibilidades:
- o la política es frenada por una vida que la encadena a su insuperable limite natural
(política de la vida – biopolítica afirmativa)
- o por el contrario, la vida queda atrapada, presa de una política que sojuzga su potencia innovadora.
(política sobre la vida – biopolítica negativa)
Poder y vida. Para potenciarse a si mismo el poder está obligado a potenciar a la vez el objeto sobre el cual
se descarga, incluso a tornarlo sujeto (subjetivación) de su propio sometimiento. El poder debe producir las
condiciones de libertad de los sujetos a quienes se aplica. Y si somos libres por el poder, podemos serlo
también en su contra. El poder necesita un punto de confrontación, una fractura que lo arrastre a donde no
estaba y esta saliente es la vida misma. Ella es el lugar de la resistencia, a la vez parte del poder y ajena a él,
la vida parece llenar todo el escenario de la existencia.
Esta es la paradoja ¿Por qué la biopolítica amenaza continuamente en volverse tanatopolítica? ¿Si la
biopolítica fuera solo hacer vivir, a que se debe la proliferación de hacer morir
Es en este punto donde plantea que el vacío semántico entre los dos polos de la biopolítica se puede rastrear
en el paradigma de la inmunización.
Inmunidad: alude a la exención temporal o definitiva de un sujeto respecto de determinadas obligaciones o
responsabilidades que rigen normalmente para los demás. La inmunidad no es únicamente la relación que
vincula vida con poder sino el poder de conservación de la vida, no existe un poder exterior a la vida, así
como ésta nunca se produce fuera de su relación con el poder.
Primer obstáculo que pretende salvar con su propuesta en clave dialéctica la distancia, conjunción,
disyunción entre vida y política.
Segundo: En el paradigma inmunitario estas dos modalidades: conservativa y destructiva se encuentran en
una articulación interna: la inmunidad es protección negativa de la vida.
En este caso la negación no sería la forma de sujeción violenta que el poder impone a la vida desde afuera,
sino el modo antinómico en que la vida se conserva a través del poder. La inmunización salva, asegura,
preserva al organismo, individual o colectivo al cual es inherente, pero lo hace reduciendo su potencia
expansiva, la inmunización del cuerpo político funciona introduciendo dentro de él una mínima cantidad de
la misma sustancia patógena de la cual quiere protegerlo, bloqueando así el desarrollo.
MUNUS: Es el don que se da, implica pérdida, sustracción, cesión, es un tributo que se paga
obligatoriamente.
Lo que prevalece en el munus es la Reciprocidad o Mutualidad de dar, que determina entre el uno y el otro
un compromiso y un juramento. El ser-juntos es una condición y no un valor es condición de coexistencia de
singularidades finitas, entre las cuales circula la posibilidad.

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CUM: es lo que vincula o junta el MUNUS, es el reparto de una carga, de un deber o de una tarea y no la
comunidad de una sustancia.
COMMUNITAS entonces es el conjunto de personas a las que une, no una propiedad sino un deber o una
deuda. Conjunto de personas unidas no por un más, sino por un menos, por una falta para quien está
afectado.
La comunidad consiste en un circuito de donación reciproca cuya peculiaridad reside en su oblicuidad. No
es indolora, empuja al sujeto a tomar contacto con lo que no es, con su nada, y esta es la más extrema de sus
posibilidades pero también la más riesgosa de sus amenazas: lo que se teme entonces es la pérdida violenta
de los límites que confiriendo identidad aseguran la subsistencia.
La individualidad es la modalidad conservativa de la vida tanto como la comunidad es la modalidad de la
existencia vital, de la vida como pura existencia. Conexión entre comunidad y existencia, existencia como
modalidad especifica de lo común. Coexistencia como común coexistir.
- Si la communitas es el negativo de la immunitas, entonces LO INMUNE: es algo que irrumpe el circuito
social de donación recíproca. Si los miembros de la comunidad están obligados a restituir el munus que los
define en cuanto tales, es inmune quien, desligándose se pone fuera de ella. Destaca su carácter antisocial,
anticomunitario.
Lo inmune es una Respuesta de protección ante un peligro que se presenta como intrusión. El lugar donde se
sitúa la amenaza es invariado, está en la frontera entre el interior y lo exterior; lo propio y lo extraño, lo
individual y lo común. Alguien o algo penetra en un cuerpo – individual o colectivo- y lo altera, lo
transforma, lo corrompe.
Aparte de privativo es un concepto comparativo. Se llama inmune a quien no cumple con ningún deber, ya
sea estatal o societario; quien esta dispensado de esos deberes societarios que son comunes a todos. La
inmunidad es una condición de particularidad, siempre es propia, y por ende, no común. La inmunidad
PRESUPONE la existencia del mal que debe enfrentar.
Conservativo de la vida porque la conserva en el interior de un orden que excluye su libre desarrollo, porque
la retiene en una situación supuesta, por una anticipación se instala lo TRASCENDENTE: Se inmuniza el
devenir: haciendo de él un ESTADO, UN DATO, UN DEVENIDO.
Para salvarse de modo duradero la vida debe hacerse Privada, Individuada, Indivisa; se crea un vacío
artificial alrededor de cada individuo, una relación negativa entre entidades no relacionadas. La intensidad
de la co-existencia, se sacrifica a la necesidad de preservación.
Una instrumentación clínica posible:
La vinculación entre inmunidad y comunidad, en términos de comunidad inmanente que existe en tanto y en
cuanto uno/unos problemas singulares la componen. Planteado en términos de producciones de subjetividad,
ella existe en una composición que le es propia, sin reglas trascendentes que le otorguen su ontología, ni
numeración válida de cuerpos que la hagan suficientemente “comunitaria”, ni atributo especial distribuido
en el todos y cada uno de un agrupamiento.
El despliegue de procedimientos inmunitarios, un movimiento que conforme a las reglas propias de ese
común, produce unos mecanismos específicos como único modo de supervivencia. Lo “Preventivo” citado
por Esposito no puede plantearse como un a priori de lo experienciado. Sino que al ser un despliegue
inmanente, es una producción colectiva que tiene lugar en la actualidad de la experiencia.
Esposito cita un pasaje de Rousseau: “aquel que a fuerza de concentrase dentro de sí, llega a no amar más
que a sí mismo; ya no siente, ya no vive, está ya muerto”, y continua -precisamente porque está concentrado
en el esfuerzo de autoconservación para vivir más, termina por vivir menos, incluso por no vivir en absoluto,
dado que el tiempo empleado en conservar la vida se pierde para su utilización, debe sustraerse. Su vida
transcurre insensiblemente, fuera de ese sentir común que es la existencia.-
Ante tal exposición enfatizo dos puntuaciones:
1 – La sustracción como aparente desconexión con los otros, es una de sus manifestaciones posibles; y no
por ello la única:
2 - No toda manifestación de sustracción evidente es respuesta exclusiva de un despliegue inmunitario. Es
necesario que pensemos en producciones de subjetividad contemporáneas que no se configuran como
respuestas inmanentes a un peligro vital, sino como singular modo de subjetivación.
La intervención en pos de la expansión de intensidades, factibilidad de disponibilidad para hacer con los
otros unas estrategias que no sean meramente restrictivas, sino exponenciales y creadoras, debe ser

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instrumentada en la complejidad de la situación clínica, donde no podemos estar ajenos como clínicos. La
posibilidad de reflexión y hacer clínico con ellas (es decir, inmiscuidos en las redes actuales de su
producción), compone una apertura a estrategias colectivas enriquecedoras, como modos singulares y
plurales de ampliar una vida, la vida de ese común.
No obstante, una vez más, la decisión ética se instaura cada vez, requiriendo de la pregunta inmanente sobre
la pertinencia, modos específicos de intervención, y potencialidad del agrupamiento para producir otros
modos vitales de existencia, de modo de no desarticular modos únicos de supervivencia, sin sostén, redes, o
entramados capaces de potenciar nuevos recorridos.

Ulloa, F: (2012) Salud ele-mental. Con toda la mar detrás; Cap: IV: “Barriletes en bandada”. Ed. El
Zorzal. Buenos Aires. (NO ESTÁ)

Ulloa, F: (2007) “En la numerosidad social hay algo de puesta en escena”, en Cuadernos de campo Nº
2, publicación de Campo Grupal. Octubre.

¿Cómo va variando la práctica del análisis institucional a medida que van variando los contextos sociales y
las configuraciones institucionales?
Yo en este momento no hablo de instituciones sino de numerosidad social. Numerosidad social al principio
era todo el campo social. Cuando pude definir la numerosidad social como el campo donde cuentan tantos
sujetos de cuerpo presente como sujetos hablantes cuentan. El primer cuentan tiene que ver con la mirada en
reciprocidad. El segundo cuentan tiene que ver con el sujeto singular. En el campo de la numerosidad social,
dónde la palabra y la mirada son en reciprocidad, y donde hay un sujeto singular que además esta
contextuado socialmente, hay algo de puesta en escena teatral. “Per” es un prefijo que significa intensidad
emotiva, intelectiva, sostenida en el tiempo.
Hay una frase de Freud que dice “los pacientes graves son los que hacen avanzar el psicoanálisis”. Entonces
las condiciones adversas graves, meterse en camisa de once varas, te obliga a avanzar. En las ocurrencias
hay una memoria recuperada, rompen con el repetir para no recordar. En un grupo para mí es básico el
registro de las ocurrencias que van disparando con valor de interpretación el comentario de un compañero.
Con valor de interpretación porque rompen una inhibición.
La cuarta variación es el agravio. Cuando uno se descubre en una falencia narcisística o se descubre en algo
que el paciente hizo y que uno no lo tolera. Ahí es donde hay que retroceder frente al agravio. Si uno está en
formación lo llevará al propio análisis y si uno está cerca del fin de análisis, cuyo indicio es que uno ha
adquirido una capacidad de propio análisis, no retroceder ante los agravios, saber que solamente desde ahí se
acrecienta la presencia, se acrecienta el gravamen, y se acrecienta la gravidez, es decir, la fecundidad.
No se trata de interpretar la neurosis de transferencia, sino de interpretar lo que es pertinente a ese momento.
Lo que uno interpreta en realidad es la transferencia en el sentido primero que le dio Freud: transferencia
intertópica de la tópica inconsciente a la tópica conciente. Las ocurrencias (“a propósito de esto”, “me di
cuenta de que siempre supe lo que acabo de decir”), son la estructurada hablada de lo percibido, son casi una
interpretación, totalmente pertinente que no se mete con la estructura singular de un sujeto, son con lo que
ahí está pasando.

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B - Dispositivos

Deleuze, G. (1989) “¿Qué es un dispositivo?”. Conferencia de enero 1988, en el primer encuentro


internacional organizado por la Association pour le centre Michel Foucault, publicada por du Seuil,
Paris, en el texto colectivo: Michel Foucault, philosophe. Ficha bibliográfica. (TEÓRICO)

Fernández, A. (2007): “Un modo de lectura que rodea sin decir”, segunda parte, cap.2, en: Las lógicas
colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Buenos Aires, Editorial Biblos (MALO)

Bonano, O: (2014) “Dispositivos y agenciamientos grupales”, publicado en Cuadernos de Campo N°


15, Buenos Aires, publicación de Revista Campo Grupal.

Progresivamente se pasó de hablar de “los grupos” a los “dispositivos grupales”. Esto implica un doble
tránsito, o mejor mutaciones, en dos planos del pensar. Una mutación corresponde propiamente a la noción
de dispositivos, tema de esta colaboración; la otra implica la migración desde un sustantivo que esencializa y
nombra un ‘objeto’ (“grupo”) ya constituido desde alguna trascendencia o por una dimensión ‘teórica’, hacia
lo grupal como aquello que evalúa una actividad, un devenir.
Pero acaso las mutaciones no se produzcan a través de instantes cortos, sino que acarreen un extenso proceso
de pensamiento. La puntuación viene al caso, puesto que sostengo que esa mutación está produciéndose. La
presente colaboración pretende inscribirse en un agenciamiento de enunciación necesariamente colectivo.
Digamos brevemente que el problema que intentaban pensar esas prácticas de intervención a través de
dispositivos grupales, era la tramitación (o elaboración) de esas alteraciones socio históricas de un modo que
fuese inherentemente psíquico e histórico-social. Hoy no usaríamos esa forma de decirlo, pues allí perdura la
operación de separación propia del “pensamiento heredado”, al decir de C.Castoriadis; distantes todavía de
una asimilación más robusta de las lógicas de la disyunción inclusiva o síntesis disyuntiva (Deleuze) aún
debíamos remar contra corriente de nuestras propias teorías o categorías –en definitiva: subjetivaciones- que
seguían separando: lo psíquico / lo social.
Pero la cuestión que aquí venimos a revisar es la potencia relativa de las diversas líneas de
conceptualización respecto de lo que hoy llamamos dispositivos grupales de todo tipo. La larga y digna
prosapia del Grupo Operativo, fuente indudable de los dispositivos grupales más extensamente utilizados en
nuestro país y varios otros por lo menos de América, también merece una revisión con respecto a las
visibilidades que abrió y a las que no.
La aclaración, que parece consideramos necesaria en aquel momento, que eran dispositivos no terapéuticos
es testimonio de la fuerza que tenían concepciones según las cuales había un centro y un modelo respaldado
teóricamente: los grupos terapéuticos fundados mayormente en el Psicoanálisis, asignados como aquellos
que genuinamente podían procesar transformaciones subjetivas, y correlativamente una posición satelital o
menor que tenían los otros “grupos”… y en especial otras conceptualizaciones. Curiosamente, si se
considera los diversos campos de operaciones, la inmensa mayoría de las prácticas grupales eran y son
“no…. terapéuticas”. El punto en cuestión es, entonces, como fundamentar conceptualmente y de modo
riguroso tales prácticas, habida cuenta que también las otras conceptualizaciones fueron mostrando sus
límites y limitaciones. La noción de dispositivo juega en ese problema el impacto de su intervención.
Recordemos con Ignacio Lewkowicz que cierta inestabilidad de los términos es signo de la presencia de un
problema de los buenos, aquellos que no admite respuestas, sino experimentación que va siendo pensada con
las herramientas terminológicas disponibles. La noción de “dispositivos” fue provista por la fecunda cantera
de pensamiento de Michel Foucault. Recordemos aquella contundente proposición foucaultiana que marcó
la transición de las epistemes a los dispositivos: “… un dispositivo es un conjunto resueltamente
heterogéneo”. Esta noción post-estructuralista permite pensar aquellos conjuntos en los que se enredan y
acoplan distintas hebras, componente o líneas -ya veremos a qué aluden estos términos- y en tanto es así
permiten salir del cepo que imponían las remisiones teóricas a los sistemas homogéneos, ese núcleo del
estructuralismo, siempre y cuando aquella noción se la aprehenda en su cabal dimensión. dispositivo, tal
como lo entiende y propone Michel Foucault no es un artificio tecnológico sino la forma misma de las
efectuaciones de lo real, que incluye en sí los posibles de lo virtual y que la remisión a un sistema teórico en
tanto modelo o teoría consolidada no es la forma obligada de una conceptualización.

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La imposibilidad de pensar la subjetividad si no es articulada en representaciones, presentó y sigue
presentando un obstáculo formidable, que solo las concepciones que piensan la producción de subjetividad
por múltiples vías semióticas permiten superar.
DISPOSITIVOS
La introducción de la noción de dispositivo implicó una novedad cuya potencia sigue produciendo efectos. A
modo de ejemplo, uno de estos es que suplantó en gran medida al término “encuadre”. Es difícil que alguien
utilice hoy “encuadre” grupal para describir y diferenciarlo del “encuadre” individual. Sin duda dispositivo
es más abarcativo que encuadre y acaso permita incluir aspectos antes excluidos o desmentidos por
epistemes cientificistas que dominaron en su momento: por ejemplo permitiría incluir las relaciones de
implicación del operador con sus instituciones de pertenencia. Pero con las relaciones de implicación sucede
algo similar a los usos de la noción de dispositivo, ya que ellas bien lejos están del “comprometerse” o de
una actividad voluntaria, como muchos siguen creyendo hoy. Si la implicación es uno de los efectos de
captura en la producción de subjetividad del científico, profesional, técnico respecto de sus instituciones de
pertenencia y referencia, difícil es que puedan regularse desde la voluntad. De lo que se trata es de
analizarlas, elucidarlas, pero es bastante sabido que las corporaciones profesionales y científicas son más
bien reacias a elucidar sus implicaciones… con lo cual se obturan los posibles de subjetivaciones en las que
devengan otras.
La potencia no es de la noción en sí, sino del uso –en verdad la transcripción o versión- que le vayan dando
las distintas comunidades o usuarios que la utilizan. Tengo la fuerte impresión, que en muchos casos se ha
reducido el dispositivo a sus aspectos instrumentales, bajo una cierta asimilación a un aparejo tecnológico;
en tal caso, la potencia va atenuándose.
Es por ello que se presenta ineludible el movimiento de revisar y profundizar el legado foucaultiano al
respecto.
Tal vez una exploración renovada de los dispositivos según Foucault nos permita orientarnos con mayor
claridad. Justamente, el régimen de luz singular, que determina lo visible de cada dispositivo es una de las
instancias, líneas o dimensiones del dispositivo, en la medida que este: “es una especie de ovillo o madeja,
un conjunto multilineal. Está compuesto de líneas diferente naturaleza y esas líneas del dispositivo no
abarcan ni rodean sistemas, cada uno de los cuales sería homogéneo por su cuenta (el objeto, el sujeto, el
lenguaje), sino que siguen direcciones diferentes, forman procesos siempre en desequilibrio…”7
Saber
¿Cuáles son esas líneas, esas dimensiones o componentes? Las líneas de visibilidad, que no consiste en una
luz que emerge de los objetos, sino en un régimen que al distribuir lo invisible y lo visible, los hace nacer o
los deja ya no en la oscuridad, sino fuera de registro. Esas líneas de visibilidad se entrelazan con las de
producción de enunciados, que lejos de lo que usualmente se cree no son ni palabras ni proposiciones ya
emitidos, sino algo a producir, sobre un corpus que se debe recopilar. Estas dos líneas son los componentes
del saber. Así entendido, en el saber hay captura mutua entre esas dos formas (lo visible y lo enunciable),
que son heterogéneas y no comunicantes, pero que entre ellas pasa una falla o abertura.
Las dimensiones que componen los dispositivos, entonces, afirman líneas de variación continua. Y esto
acopla de un modo ajustado con la concepción de los procesos de subjetivación como alteración constante.
De este modo puede salvarse, al menos en parte, uno de las molestas y pesadas cargas que ha dejado cierta
recepción y difusión del pensamiento de C.Castoriadis, cuando se entiende a lo ‘instituido’ como algo inerte
e inmóvil y consecuentemente se concibe a, lo ‘instituyente’ como su opuesto, móvil y novedoso. Nos resta
aún producir una diferenciación más clara entre esa idea de lo instituido inerte y la distinción, ya dentro de
los dispositivos, entre las líneas de estratificación/sedimentación y las de creatividad y actualización.
Poder
Otro de los componentes de este conjunto multilineal, tiene el nombre de Michel Foucault, en tanto
pareciera ser su aporte singular en el paisaje filosófico del siglo XX: el poder.
…el poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un
grupo sobre otros, de una clase sobre otras; el poder contemplado desde cerca no es algo dividido entre
quienes lo poseen y los que no lo tienen y lo soportan. El poder tiene que ser analizado como algo que no
funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El
poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes circulan los individuos

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quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercitar ese poder, no son nunca el blanco inerte o
consistente del poder ni son siempre los elementos de conexión. El poder transita transversalmente, no está
quieto en los individuos.8
Hay usos en los que se empobrece y simplifica la noción, en tanto se sigue concibiendo al poder –acaso con
P mayúscula- como algo que se ejerce despóticamente desde un lugar hacia los otros, ante el cual apenas
caben la queja o el reproche, quizá la resistencia, pero entendida de un modo que conlleva la impotencia;
en este modalidad se confunde relaciones de poder con dominación. La concepción de la cosa como
relaciones de poder (en tanto cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta del otro,
relaciones móviles, reversibles, inestables que no pueden existir más que en la medida en que los sujetos
son libres) es la que habilita la potencia que puede ejercerse desde aquellos puntos móviles y dispersos, que
se mueven sobre líneas de fuga inmanentes al dispositivo. En su entrelazamiento con las otras dimensiones
las líneas de fuerza, propias de las relaciones de poder, son ‘flechas que no cesan de penetrar en las cosas y
las palabras’ y que pasan por todos los lugares de un dispositivo.
Como se ve, no basta con retener los rasgos de heterogeneidad y singularidad del dispositivo, sino que se
trata de un modo de concebir lo real efectuado y las lógicas del entrelazamiento de sus dimensiones,
cuestión que dista mucho aún de ser cabalmente captada. Estamos ante conceptualizaciones creativas y
novedosas, que desafían y cuestionan los esquemas y categorías de pensamiento que nos habitan (y
parasitan). Ante esta novedad, que entre otros aspectos es bien compleja, me temo que ninguna de las
teorías de la complejidad en boga permita su cabal aprehensión.
Subjetivación
Los procesos de subjetivación es el otro de los componentes o líneas inmanentes que entrelazadas forman
esos ‘procesos en desequilibrio’; están conectados con las líneas de fuga, tal vez discurren sobre ellas o se
confunden con ellas. No son algo que sucede en un dispositivo, algo que deba ser aportado desde una
dimensión suplementaria desde el ‘exterior’. Las líneas de subjetivación constituyen aquello que no deja que
los dispositivos queden cerrados en líneas de fuerza infranqueables dado que permiten ‘cruzar la línea, pasar
al otro lado’.
Un rasgo relevante consiste en que la subjetivación sucede cuando la fuerza, en lugar de entrar en relación
lineal con otra, se vuelve sobre sí misma, se afecta a sí; esta dimensión del sí mismo no es algo que ya esté
hecho, sino a producir; de allí la nominación producción de subjetividad. Los últimos años de la reflexión de
Foucault 9 estuvieron dedicados a la “inquietud de sí”, a las reglas facultativas de la dominación de uno
mismo, tales que constituyan una subjetivación autónoma. Tal vez otros esfuerzos del pensar, como los de
C.Castoriadis respecto de la subjetividad reflexiva y deliberante en el proyecto de autonomía, conecten con
la proposición foucaultiana, solo que en ésta la subjetivación no se plantea centrada ni reducida a la
elucidación de las significaciones imaginario-sociales, sino concierne al devenir de un viviente. Todo
dispositivo en que la subjetividad esté en juego concierne a lo viviente, y en tanto tal se trata de cuerpos
afectados y de los diagramas y cartografías que las subjetividades actuantes van trazando en sus
experimentaciones. En la trascripción de la noción de dispositivo realizada por Deleuze, y en coherencia
con la diferenciación, por ejemplo, entre los códigos que cuadriculan el espacio social, al modo de lo
disciplinario y las axiomáticas que diagraman y modulan los deseos, en los dispositivos se despliegan tanto
líneas de estratificación que consolidan sedimentos, como líneas de creatividad o actualización. En cada
dispositivo hay que discernir las líneas de fisura y de fractura que afectan a los saberes y los poderes. Hay
entonces, tanto estratos como actualidad; las líneas de subjetivación son capaces de trazar caminos de
creación hasta llegar a la ruptura del antiguo dispositivo, pues justamente son ellas las que vehiculizan las
fisuras y las fracturas y aquello que sin ser una relación indica las fallas o aberturas que conectan y
atraviesan las líneas de la madeja hasta topar con sus bordes.
Cabe tomar en cuenta que lo nuevo en este esquema es lo actual, lo que vamos siendo; entonces cabe
distinguir lo que (ya no) somos y lo que estamos siendo. Lo actual es lo otro con lo cual ya no coincidimos.
Si tomamos el esquema de los regímenes de gubernamentalidad, y enfocamos el paisaje contemporáneo de
subjetivaciones, lo disciplinario es la historia de lo que poco a poco dejamos de ser, mientras vamos siendo
en disposiciones de control abierto y continuo, lo que es un claro ejemplo de las variaciones continuas de las
subjetivaciones en los dispositivos que las producen.

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Problemas bien actuales
¿Cuáles son las relaciones entre los procesos de subjetivación y las operaciones de intervención?, ¿es la
intervención la que produce subjetivaciones creadoras, esas que permiten ‘pasar al otro lado’, franquear un
límite o borde?; con ajuste a los conceptos aquí revisados ¿se pueden proponer dispositivos “de
intervención”?
Ya fue dicho que lo que importa son los procesos de subjetivación, en los que emerge una alteración fuerte,
un devenir. Pero ese proceso de subjetivación ¿es algo que la operación de intervención es aquello que (si no
lo produce) al menos lo introduce, lo induce? En ciertos momentos, nuestro fluctuante ejercicio de
coordinación se inclinó hacia ese sesgo.
El problema es serio, porque no se trata de una investigación desde afuera de lo que los agrupamientos de
todo tipo hacen y pueden, si no de lo que hacemos, bajo el modo de la experimentación, los que
componemos un… ¿reagrupamiento?, incluidos los que intentamos esquivar situarnos como coordinadores
desde cualquier orden trascendente, como es el caso bien conocido del ‘profesional experto’. Si bien
ejercemos un rol designado llamado “coordinador”, ello de por sí no resuelve ni el posicionamiento
subjetivo, tan diverso de un lugar asignado en una estructura, ni los interrogantes sobre qué función
(¿mutantemente?) ejercemos.
Desde el seno mismo del Psicoanálisis de los grupos surge la proposición de la función interpretante que
circula es propiedad de cualquiera que capte y enuncie algo de la fantasmática en juego. Ya Enrique Pichon
Rivière con sus nociones de portavoz y chivo había arrimado a esta cuestión. Otra proposición que jugó en
esto provino una vez más de la corriente del Análisis Institucional (aunque parece que el creador del
concepto es Guattari); se trata de la noción de analizador, y que contribuyó aún más a descentrar del analista
la tarea o función de analizar, al punto tal que se podría hablar de un ‘análisis sin sujeto’ si son los
analizadores -naturales o construidos- los que analizan. En todo caso un analista institucional o un
coordinador de grupos puede puntuar, subrayar o enfatizar algo que asoma para que ese posible analizador
no se diluya.
Otro término problemático: “intervención”. Si se trata de una intervención institucional, el que la ejerce ¿se
nombra ‘interventor’…?. No sólo que suena feo, sino que es un término que ofrece de un lado algunas
ventajas, pues permite en su plural ‘intervenciones’ albergar un conjunto variado de operaciones (puntuar,
señalar, insistir, enfatizar, etc.) que no se centran ni reducen a la tradicional interpretación; pero por otro
lado corre el riesgo de indicar (como lo muestran sus sinónimos ‘intrusión e ´intromisión’) que es algo que
se hace desde un afuera hacia un adentro.
Nos proponemos elucidar el ‘lugar y función' de aquello que Michel Foucault denominó estrategia.
Recordemos que en su definición, Foucault afirmaba: por dispositivo, entiendo una especie -digamos- de
formación que tuvo por función mayor responder a una urgencia en un determinado momento. El
dispositivo tiene pues una función estratégica dominante....
Nuestras formulaciones de los ’90 proponían así la cuestión:
Por eso era un dispositivo: un conjunto heterogéneo que encuentra su consistencia en un eje estratégico: lo
que al principio llamamos análisis de las implicaciones y luego se transformó en la elucidación de las
mismas. Hoy, a ese vector lo llamamos destitución de subjetividades instituidas10
Cabe entonces explorar una cuestión nada menor: ¿el eje estratégico es el que otorga consistencia a esa
multiplicidad que es todo dispositivo?, ¿es el que abrocha -por decirlo de algún modo- a las líneas o
dimensiones que lo componen?. Conviene conectar este vector de la estrategia con la perspectiva de los
dispositivos de intervención. En el dispositivo psicoanalítico, por ejemplo, ¿el analista es quien lleva
adelante una estrategia vinculada a la dirección de la cura? En los dispositivos que por tanto tiempo
llamamos ‘grupales’, la estrategia ¿es del coordinador, aunque no haya sido diseñada en un antes previo a su
composición con los integrantes del agrupamiento en el devenir grupal? Que el dispositivo tenga ‘una
función estratégica dominante’ y que esto esté conectado indudablemente con la dimensión de las relaciones
de fuerza, debería llevarnos (a los analistas, ‘intervinientes’, coordinadores) a la más extrema prudencia en
adjudicarnos esa función.

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30
En su momento bautizamos a nuestro dispositivo singular “grupo reflexivo”, en tanto centrado en la
elucidación o análisis de las significaciones; luego cambiamos su eje estratégico 11, sin cambiarle la
nominación ni en el eje ‘reflexivo’ ni el sustantivo de partida: ‘grupo’.
Entonces, ¿dispositivos analizadores?, el análisis no es vector único y menos dominante; ¿dispositivos de
intervención?: ya presentamos los inconvenientes de ese término.
Cuando ya no se implementa ‘una totalización interpretativa trascendente, que lleva a reconocer siempre lo
que ya ocurre’, sino el estar sensible al ‘deslizamiento de una organización de signos a otra’, cuando sí se
trata de ‘extraer del caos pero bajo formas de un discernimiento inmanente’ estamos ante la clínica en tanto
‘evaluación de un devenir’. Deleuze.
Serán los nuestros, entonces, dispositivos clínicos?

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32
C - La clínica más alla de los dispositivos de cura. Intervención y operación clínica.

Bonano, O, Bozzolo, R, L´Hoste, M: “Elucidación y subjetivación” Texto inédito. Ficha de cátedra.


(TEÓRICO)

Bozzolo, R, (2008) “Clínicas que desbordan la cubeta psicoanalítica” en El oficio de intervenir.


Políticas de subjetivación en grupos e instituciones. Buenos Aires, Editorial Biblos. (TEÓRICO)

Bozzolo, R. (2008) "La noción de clínica y su relación con los procesos de subjetivación". Texto
inédito. Ficha de cátedra.

Incluimos las psicoterapias en una clínica singular que apuesta al despliegue de las potencialidades que, al
haber quedado capturadas en lo que denominamos subjetividades instituidas, obstaculizan tanto el
pensamiento como el placer de un hacer creador.
En algunas oportunidades la actividad amerita ser incluida en el dispositivo de la cura, a veces en los
dispositivos de trabajo llamados institucionales, otras en los denominados abordajes comunitarios, o
eventualmente, configurar situaciones de encuentro, (que tradicionalmente formaron parte de las
actividades de promoción de salud). En otro momento, la práctica se podrá incluir en las tareas de
rehabilitación, de peritaje, de aprendizaje o de re-socialización. Tales prácticas que se caracterizan por
exponer conflictos, padecimientos, sufrimientos, malestares, pueden también presentar, como formación
sintomática, disfunciones en las tareas que se propusieron realizar tanto los sujetos individuales como los
agrupamientos consultantes.
El despliegue de la diversidad de prácticas a las que nos referiremos, se ubica en un más allá del individuo,
puesto que no asumimos la escisión creada en la modernidad que establece por separado al individuo y a la
sociedad.
Dentro de este campo de problemas se encuentran a nuestro criterio gran parte de las experiencias que
producen subjetivación, es decir proceso por el cual se destraba la maquinaria que fija las formas
repetitivas y empobrecedoras de habitar el mundo y se experimentan y habilitan otras modalidades
subjetivas.
En la búsqueda de teorizaciones apropiadas para pensar las clínicas que desbordaban la cubeta
psicoanalítica encontramos fuertes obstáculos en líneas teóricas que, bajo el imperio del modelo
estructuralista, impidieron pensar lo radicalmente nuevo. La conceptualización del deseo así como la del
vínculo sujeto-cultura tuvieron que ser problematizadas a la luz de otros paradigmas de pensamiento.
Consideramos a la psicoterapia como una específica práctica de intervención en un plano de consistencia
que solemos denominar psíquico, diferenciada de otras prácticas comunitarias o institucionales.
En nuestra concepción toda clínica implica una cierta transformación en los modos de habitar el mundo, de
modo tal que tendrán que verse afectadas, aunque lo hagan en distintos grados, cualesquiera de las
dimensiones subjetivas, la dimensión psíquica (ya sea de inscripción inconsciente o consiente), y la
dimensión institucional-social,
El “psicoanálisis de las configuraciones vinculares”, ha sido la nominación inicial, dentro del ambiente psi
de nuestro país, de una orientación teórica que ha enriquecido nuestras herramientas. Esta designación
intenta diferenciarse del psicoanálisis clásico, mal considerado individual.

Acerca del “Psicoanálisis de las configuraciones vinculares” (P.C.V).


Tal como decía Humpty Dumpty a la Alicia de Lewis Carrol: “Lo que significan las nominaciones depende
de quien tiene el poder”. Entonces: ¿Qué define qué es el psicoanálisis?
En los últimos desarrollos acerca del “vínculo” realizados por Isidoro Berenstein se plantea una interesante
manera de alojar lo ajeno, el exceso, lo otro, el plus, y no sólo lo que ocupa el lugar dejado por la falta. Esta
perspectiva de pensar el vínculo abre nuevas posibilidades de comprensión de procesos colectivos, en los
cuales la suplementación resulta transformadora.
Todos estos lugares presentan un rasgo que me interesa resaltar: el evidente e insoslayable abordaje de los
anudamientos singulares entre lo significante social y lo fantasmático individual, que suele quedar
neutralizado en los dispositivos mas clásicos, centrados en la cura.

33
Nos queda claro que no hay “una” teoría, para dar cuenta de estas prácticas. Hay en su lugar, teorizaciones
que no pretenden construir en forma apresurada un sistema teórico acabado, válido para cualquier situación.
La denominación “conjuntos plurisubjetivos”, exige la elucidación de la significación que homologa
psiquismo y/o a persona individual y a subjetividad. Los conjuntos plurisubjetivos suelen aludir a “muchos
psiquismos juntos”; y en este caso se puede volver a neutralizarse lo significante social.
La inclusión de una variedad de recursos teóricos, que al modo de herramientas nos prestan ayuda para el
diseño de intervenciones, que de acuerdo a la evaluación del campo donde se implementen, conquistan una
legitimación para la situación. De este modo, incorporamos diversas nociones, a las que hemos hecho
trabajar en situación de intervención: dispositivo social y modos históricos de subjetivación, ambas de
Michel Foucault; las nociones de implicación institucional y de analizador, de René Lourau; la perspectiva
de Félix Guattari para lo que él denomina el coeficiente de transversalidad institucional; las nociones de
significación social, de imaginación radical y de elucidación crítica de Cornelius Castoriadis, las nociones
de Carlos Marx de alienación y de fetichismo de la mercancía. Incorporamos, también de Castoriadis, la
noción de proyecto de autonomía, con el consiguiente replanteo de la noción freudiana de sublimación.
Consideramos de importancia el aporte de Alain Badiou, con sus nociones de situación, acontecimiento y
sus formulaciones acerca del sujeto como posición, que ya no corresponde a la persona sino a los efectos de
los dispositivos sociales y los posicionamientos suscitados en ellos. También lo es el pensamiento de G.
Deleuze acerca de las afectaciones y las intensidades en el devenir de la subjetivación. Todos estos aportes
han sido formulados fuera del universo de referencia psicoanalítica, aunque no hubieran sido posibles sin las
intervenciones transformadoras del psicoanálisis y del marxismo.
Dentro de aquellas nociones propias del psicoanálisis, resultaron relevantes en un comienzo, el análisis del
lazo social y libidinal como matriz de los procesos de identificación realizado por Freud, las nociones
acuñadas por Bleger sobre lo que él llamó sociabilidad sincrética, que han sido desarrolladas por Marcos
Bernard, al trabajar la identidad por pertenencia al grupo. Nos fueron resultando potentes y útiles las
redefiniciones de la posición del analista, que realiza Lacan, sobre todo en cuanto a las modalidades de
enunciación, acto e interpretación, trabajando en inmanencia y en abstinencia, sin recurrir a lecturas
traductivas de otras perspectivas psicoanalíticas, que suponen un sentido ya establecido, fuera de la situación
analítica. Los desarrollos acerca de la representación y el pensamiento y la noción de contrato narcisista,
han resultado aportes insoslayables de Piera Aulagnier. Las nociones de pacto denegativo, apuntalamiento y
transicionalidad, los desarrollos sobre el psiquismo grupal y de la grupalidad de la fantasía, nos permiten
pensar la tensión homomorfia-isomorfia en un grupo, nociones estas, en su mayoría re-trabajadas por el
psicoanálisis francés, especialmente por René Kaës.
Retomamos los actuales desarrollos del análisis del discurso que permiten trabajar la constitución subjetiva
no sólo en función de los enunciados identificatorios, sino de las reglas de la enunciación, como proponía
hace algunos años Hugo Bleichmar, al pensar el narcisismo y la construcción del Yo. Los aportes de la
semiología de Bajtin, retomados por Agamben, nos han hecho priorizar el diálogo y el testimonio como
procedimientos de subjetivación.
Con respecto a los aportes en los que nos apoyamos, queremos hacer mención del insustituible trabajo
realizado con el historiador Ignacio Lewkowicz, y con su mujer la semióloga Cristina Corea, en la
apropiación de herramientas del pensamiento contemporáneo y de sus propios desarrollos.
Las enseñanzas de Pichón Rivière, que se suelen confundir entre nosotros con “dinámica de grupos”: la
noción de tarea, de pertinencia, de lo emergente, de portavoz, de enseñaje, de praxis, (en el sentido de una
experiencia pensada y en el de pensar pensándose), nos siguen resultando de utilidad para la comprensión
del trabajo con agrupamientos centrados en una tarea real externa, que no son tradicionalmente incluidos en
los desarrollos teóricos del psicoanálisis de grupos.
Finalmente, están siendo decisivos para pensar nuestras intervenciones, los aportes -acerca de las
condiciones del capitalismo contemporáneo como productor de formas inéditas de lazo- de Maurizio
Lazzarato y Paolo Virno. Con ellos estamos pensando los modos subjetivos de la multitud y el
acontecimiento. Los desarrollos de Roberto Esposito han enriquecido nuestra mirada –sobre todo de los
procesos negativos de protección de la vida (procesos inmunitarios)- en las dificultades para la construcción
de un común, de una comunidad.

34
¿Es esta una nueva clínica?
La dimensión de los cuerpos, del espacio físico, de los movimientos, de lo dramático, son existentes
insoslayables en el campo de los grupos y en el llamado campo “social”.
En los grupos llamados “naturales” o “espontáneos” o en los llamados “agrupamientos con tarea”, el efecto
histerógeno del grupo que está siempre presente, para las teorizaciones realizadas por Pichón Rivière este
efecto tiene un tope: la tarea. La pertinencia a la tarea es el tope a la llamada fomentación obscena de lo
imaginario. Para los desarrollos de la psicología social, el coordinador del grupo sostiene una pertinencia
que se va construyendo en el proceso grupal. Hemos desarrollado en los últimos años ciertas precisiones
sobre la tarea, ubicándola como operador vacío (ver O. Bonano: “Algunas tesis sobre la tarea”, ficha de
Cátedra) y por lo tanto, al considerar a la tarea como dimensión política instituida, nos hemos distanciado de
una definición neutramente funcionalista de la misma. En estos grupos, la presencia y las intervenciones del
coordinador-experto tienen un enclavamiento distinto al que tienen en el dispositivo artificial de la asistencia
terapéutica; y por lo tanto su conceptualización impone la utilización de nociones extra-analíticas. El hecho
de no ser el coordinador el centro organizador de lo grupal, sino sólo el garante del dispositivo tecnológico
encabalgado al agrupamiento preexistente y al no ser exclusivamente la transferencia al coordinador sobre la
que se organiza el proceso, genera diferencias no despreciables con la corriente francesa de psicoanálisis de
grupos (Anzieu y Kaës).
Si además, pensamos que la “grupalidad psíquica” no agota las dimensiones colectivas de los sujetos, se nos
complica aún más la tarea, ya que si en la conformación del agrupamiento están presentes y activas las
significaciones sociales, elucidarlas será una tarea posible sólo cuando junto con el trabajo interpretativo que
demande la tramitación del sufrimiento psíquico, se componga un sujeto (ya no individual ni multipersonal)
de pensamiento: un “nosotros”, que no se constituye desde la suma de los “yoes”.
Las actuales condiciones de rotura del lazo social, instituido en la sociedad moderna, no dejan al
coordinador al margen de estos desfondamientos, ya que lo constituyen al igual que al resto de los
integrantes del grupo. Diferenciamos abstinencia de neutralidad: el posicionamiento psicoanalítico de
abstinencia de deseo en el psicoanalista, no sólo es posible sino imprescindible en estas coordinaciones, sin
neutralizar aquellos factores provenientes de lo significante-social, ante lo cual no somos neutrales; por el
contrario estamos implicados al igual que los integrantes del agrupamiento. El trabajo de los encuentros que
logran producir pensamiento altera las subjetividades instituidas y desata procesos de subjetivación.
En el dispositivo de grupo terapéutico, la presencia de los otros expuestos a las miradas (y mirando a los
otros) genera un campo similar al de los grupos espontáneos, de allí que la dificultad de sustracción al efecto
histerógeno sea mayor que en el dispositivo de análisis individual de diván. La tarea del terapeuta se
acrecienta ya que debe tomar como existente aquello que el grupo produce allí en sesión, más allá de lo
asociativo-transferencial ¿Cómo tomarlo? ¿Cuándo señalarlo? ¿Cuándo interpretarlo? La conducción de un
análisis de grupo requiere de un esfuerzo supletorio para la configuración del campo, su distribución
espacial y su consigna de trabajo y asignación de roles, aunque enriquece su capacidad de transformación,
en los casos indicados.
En la actualidad, hemos rescatado un aspecto del dispositivo grupal: la función de co-pensor que formuló
Pichón Rivière, en el sentido de producción de inteligencia de Fernando Ulloa. Ambas cuestiones hablan de
una función tradicionalmente entendida como conciente, que se comparte y que colabora en los procesos de
subjetivación. La producción de pensamiento tiene que ver con estos procesos y no se reduce a una actividad
mental, ya que el pensar es a la vez el hacer ser un mundo y su forma de habitarlo.

La cuestión de lo histórico social y lo psíquico individual


No consideramos lo histórico social como contexto del individuo.
La subjetividad instituida es la manera de existencia de un habitante de una situación. Las formas de
construcción de subjetividad varían según las modalidades del socius y de las tecnologías de producción
imperantes. En plena sociedad moderna esta conformación subjetiva se realizaba por moldeamiento de los
cuerpos en los dispositivos disciplinarios (cárceles, escuelas, fábricas, hogares familiares, etc.) y hoy, en la
denominada sociedad de seguridad (Foucault) o de control (Deleuze) se realiza a través de dispositivos que
acoplan de manera maquínica procesos diversos: por ejemplo elementos vivos con elementos técnicos
(cuerpo + computadora), y controlan a distancia a las grandes conjuntos humanos: las poblaciones. El
acontecimiento, que en la sociedad moderna se configuraba en ruptura con lo disciplinado, por presentación

35
de deseos que habían sido sofocados, hoy es objeto de control, ya no por la vía represiva, sino la de la
modulación, de la canalización que regula construyendo además del objeto de deseo, las diversas formas del
desear.
Desde el punto de vista de una teoría de la subjetividad, no hay subjetividad construida de una vez y para
siempre. Tampoco nos es posible pensar una identidad psicológica de una vez y para siempre. Los procesos
psicoterapéuticos inciden en los psiquismos, gracias a sus producciones sintomáticas (que a la vez que están
sobredeterminados, expresan zonas de indeterminación) y los procesos de subjetivación operan en las zonas
de inconsistencia de las subjetividades instituidas, transformándolas. Estas zonas de inconsistencia suelen
presentar tanto el resto de las operaciones de subjetivación anteriores como el exceso producido por lo que
no ha sido capturada por ella.
Cuando hablamos de psiquismo nos referimos al precipitado singular de múltiples transcripciones (desde las
series complementarias hasta las marcas de las situaciones actuales) que tiene modalidades de significación
ya descriptas por Freud al postular las formas de procesamiento de las diferentes instancias, tal como lo hace
Silvia Bleichmar. Nos interroga la posibilidad, ya confirmada por las alteraciones actuales, de
transformación histórica de aquello que se supone condición de producción de sujeto psíquico, que en las
versiones más actuales del psicoanálisis constituye una invariante estructural. Si el suelo de constitución del
psiquismo que hemos estudiado se altera, ¿qué se produce? Los trabajos de Félix Guattari en los sesenta y
hoy de Franco Berardi (Bifo) apuntan al trabajo de tramitación de estas alteraciones.
Las formas en que se precipitan tanto los sucesos del pasado como las situaciones del presente son
singulares, es decir no son individuales, sino que en cada situación (signada por el anudamiento de lo
deseante y la cultura en un cierto momento histórico) el arreglo será diferente. El discurso social (como
conjunto de procedimientos pautados y no sólo de enunciados) que otorga significación ha jugado con
importancia decisiva. La dimensión del tiempo se ha transformado con respecto al planteo de la modernidad
del tiempo reversible y lineal y hoy se abre la posibilidad de re-pensar los procesos de historización.
No hay forma de transformación del otro sin alteración propia.

Catani, J. P. y Glaz, M.: “Potencia y profanación. Elementos para una ética de capacitación clínica”
Texto inédito. Ficha de cátedra.

El estar clínico y la ética situacional que éste conlleva, encuentran en lo que denominamos subjetividad
universitaria un obstáculo. El mismo deberá ponerse a trabajar a los fines de poder elucidarlo y conmoverlo
para que otro devenir, el clínico, sea posible. Partimos entonces, de preguntas que insisten en los prácticos
como: “¿por qué nos hacen esto?” y si “¿es ético hacer esto en la universidad?” caben dos consideraciones:
En primer lugar resulta necesario detenernos en la idea de poder que subyace a la primera pregunta. Su
formulación parece sostenerse en la premisa teórica de la existencia de una división entre quienes poseen el
poder y quienes padecen de sus efectos, objetalizados en la pasividad. Sin embargo, según las teorizaciones
foucaultianas acerca del poder: “Un ejercicio del poder aparece como un afecto, puesto que la propia fuerza
se define por su poder de afectar a otras. Cada fuerza tiene a la vez un poder de afectar (a otras) y de ser
afectadas (por otras)…” La idea de que unos “tienen el poder” y otros no, es ella misma producto del
dispositivo social que se reproduce de una forma particular en la universidad. Podemos servirnos de la
elucidación para visibilizarnos como producidos por esa institución, pero este procedimiento tiene sus
límites a la hora de hacer algo con ese saldo de saber. Se vuelve necesario entonces, inventar procedimientos
para conmover esa producción.
Quedando estas relaciones invisibilizadas, o caricaturizadas, proliferan enunciados como “¿qué quiere la
cátedra?” o “¿por qué nos hacen esto?”, expresiones que suponen a la cátedra exenta de esta producción,
como si ella misma no fuera producida socialmente por esta institución, como una suerte de entelequia que
cranea “vamos a hacerles tal o cual cosa…”
Nos parece importante deslindar la idea de ética de la idea de moral, ya que muchas veces en los prácticos
aparecen enmarañadas. Deleuze dice: “la moral es inseparable de una especie de jerarquía de los valores. No
hay moral si algo no vale más que otra cosa. Hay una ética de “todo es igual. Aquellos que gustan de la
moral son aquellos que gustan del juicio. Juzgar implica siempre una instancia superior al ser, algo superior
a una ontología. En una ética es completamente diferente, no juzgan. (…) no lo relacionan con valores.
Buscan los modos de ser involucrados y no los valores trascendentes.”

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La singularidad para nosotros implica siempre una multiplicidad, es decir, que una singularidad no es un
uno: ni un uno chiquitito, ni “mi propia subjetividad”. Como dice Lewkowicz: “ni la singularidad significa
"uno" ni el universal admite la significación intuitiva "todos”.
Pensar lo singular como multiplicidad nos remite a la idea de situación. Tal como lo trabaja Lewkowicz:
“(…) hay situaciones porque no hay totalidades (…) al pensar una situación habrá que pensar que no es
parte de un todo (…) no habrá situación cuando el sentido venga de afuera (…) lo que forma parte de una
situación es la serie de conexiones sobre un punto específico, es lo que conecta sin importar de dónde
proceda (…) la idea de situación no remite a lo inmediatamente próximo sino a lo materialmente conectado
con ella. Una situación se determina desde un punto y no desde un todo (…) un punto problemático a habitar
(…)”Entendida de este modo, la singularidad es siempre múltiple, es decir, que es la composición de varios
elementos que hacen de este encuentro, esta situación, algo que se sustrae a la posibilidad de la
generalización.
En el marco de lo singular, de aquello que no admite generalizaciones, es que pensamos la ética. Por esto es
que hablamos de “una” ética. Porque pensamos a las éticas ligadas a las prácticas en situación. Cada práctica
comporta una ética y una ética del estar clínico sólo vale para esa práctica. Cuando la ética se universaliza,
se moraliza.
La tendencia a universalizar y pensar desde las trascendencias responde a una inercia, a una producción
subjetiva que nos habita y que consideramos necesario interrumpir para poder habitar clínicamente una
situación. Retomando entonces aquel “¿por qué nos hacen esto?” y habiendo hecho las salvedades que
creímos necesarias, podríamos reformularlo de la siguiente manera: ¿por qué hacemos esto? ¿Por qué desde
la cátedra apostamos a una alteración en los modos de habitar la universidad? ¿Por qué es necesaria una
alteración subjetiva? no tiene que ver ni con hacer amigos, ni con armar un buen grupo, ni con estar
afectado porque sí, ni con cualquier otra bandera. La ideologización de ciertos enunciados o ciertos
supuestos circula en los pasillos pero, la ideología es un obstáculo para la clínica.
La hipótesis de nuestro trabajo: la producción de subjetividad universitaria es obstáculo para el estar clínico.
Concluimos en un panorama desolador ya que si queremos ser psicólogos, ser clínicos, ese camino lo
tendríamos que hacer en otro lado y no tiene nada que ver con lo que hacemos acá, en la universidad. A
veces, extremar las condiciones resulta una operación necesaria para hacer visibles los puntos problemáticos
que nos atraviesan. Permitamos que esta tesis nos conduzca.
La disciplina de los cuerpos:
La producción universitaria contemporánea opera, a la vez, por disciplina y por control y tiene efectos
destacables en los cuerpos: una dificultad de registro tanto del semejante, del espacio, de las condiciones, de
los modos de producción, como del propio cuerpo. Opera por disciplina: la silla, la vista al frente, los
horarios. También por control: producción de subjetividad contemporánea signada por el consumo, el
individualismo y la dificultad para componer un colectivo.
De aquí que el problema de habilitar los registros o vibratilizar los cuerpos se vuelve un elemento esencial
para la aptitud clínica. Nos preguntamos qué es lo que puede un clínico cuando vibra, y qué cuando no vibra.
Tengo tal o cual potencia y es eso lo que me sitúa en la escala cuantitativa de los seres (…) ‘¿Qué puedes?’
en virtud de tu potencia es muy diferente de la pregunta moral ‘¿qué debes?’ en virtud de tu esencia.”
Cuando Deleuze dice “¿qué puede un cuerpo?”, no se refiere al cuerpo orgánico, no remite a la idea de que
el cuerpo puede más que la mente.
Un cuerpo puede en tanto se conecta, vibra, se deja afectar. Un clínico puede si es cuerpo vibrátil, cuerpo
afectado capaz de estar y componer con otros. Puede registrar el padecimiento del otro, puede pensar e
intervenir en situación. En este sentido pensamos que si un cuerpo puede en la medida en que es afectado, el
estar clínico requiere de esa porosidad, de esa vulnerabilidad a las existencias otras. En los extremos está la
impotencia: la pura afectación nos inhabilita a intervenir y en el extremo de la no vibración, está la muerte.
Impotencias que se expresan en malestares tenues pero constantes, como la mortificación en las instituciones
que plantea Ulloa, donde algo de la vida tiende a apagarse o a adormecerse. Según Spinoza las afecciones
que pueden tocar los cuerpos se distinguen entre alegres y tristes, afectos respectivamente, que aumentan o
disminuyen la potencia de un cuerpo.
Pasión es un término simple que se opone a acción. Pasión es lo contrario de acción. Entonces, los afectos de
aumento de potencia, las alegrías, no son menos pasiones que las tristezas que causan las disminuciones de

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potencia. Alegría y tristeza es una distinción al interior de la pasión. Hay pasiones alegres y pasiones tristes.
Esos son los dos tipos de afectos-pasión.
Aún no soy dueño de esa potencia de actuar.
Un estado donde el cuerpo afectado no es dueño de su propia potencia de actuar. Esta distinción entre pasión
y acción es crucial para la capacitación clínica ya que para el estar clínico es entonces necesario, cierta
instrumentalización de esa capacidad de estar afectado. El estar clínico, insistimos, tiene que ver con el
poder afectarse y estar poroso a lo que sucede pero requiere también de la posibilidad de instrumentalizar
ese registro sin quedar capturados por él y así estar disponibles para poder operar.
La producción de saber y pensamiento:
La institución universitaria produce un saber ligado a lo universal y consigna al pensamiento como el
camino para la obtención de saber, reduciéndolo a un medio, a un mero camino hacia una meta prefijada: el
saber acabado y único. Al mismo tiempo esa producción constituye lugares diferenciados y jerarquizados:
uno que conoce el camino y otro que no. De allí que quien no lo conoce, deba preguntar al otro, a quien sabe
lo que hay que hacer para llegar. Lugares que distan evidentemente del posicionamiento clínico. Una
producción de representaciones y prácticas de este tipo constituye un obstáculo para el proceso subjetivo de
habilitarse al estar clínico.
Otro de los elementos de esta producción constituye un obstáculo. La teoría es primera en el tiempo y en el
espacio. Evidencia esta jerarquía la tan mentada idea de “bajar la teoría a la práctica”, aludiendo a lo que se
universalizó en un concepto.
Toda esta composición de prácticas y sentidos, produce a su vez un doble aplazamiento de la habilitación al
pensamiento clínico, tanto en el tiempo como en el espacio. Respecto del aplazamiento espacial: “yo esas
cosas no las trabajo acá, no es pertinente trabajarlo acá con ustedes, me lo guardo para mi espacio, privado,
de mi terapia” y respecto del aplazamiento temporal: “voy a ser psicólogo cuando me reciba, cuando tenga
un título”.
La producción de subjetividad que venimos trabajando compone una trama que nos invita a pensar estas
escenas repetidas con categorías de la producción grupal. Podríamos servirnos de la categoría de supuesto
básico mesiánico, producción bajo la cual el grupo sostiene que va a llegar un Mesías a resolver la
habilitación al pensamiento clínico que tanta ansiedad despierta. Producción que perpetúa una espera pasiva,
una reproducción de lo mismo. Entonces, el pensar clínicamente se posterga, se desplaza hacia adelante en
un pacto producido y sostenido por los presentes. El pensar clínicamente queda relegado hacia otro tiempo y
espacio, volviéndose patrimonio de aquellos a quienes ya les ha llegado el tiempo. Se produce así lo que,
con Agamben, podríamos llamar un proceso de sacralización. La producción universitaria enfatiza la
necesidad de saber, y amalgamada con la producción capitalista, empuja a un consumo vaciado de
información. Mientras tanto el quehacer clínico como praxis, como oficio, se sacraliza. Pero entonces,
¿cómo capacitarnos clínicamente en un ámbito donde lo clínico no está disponible?
¿Por qué hacer clínica en la universidad?
La universidad produce esta sacralización de la clínica, volviéndola no disponible para el uso “de los
hombres comunes”. Se produce una subjetividad que se sostiene en la idea del aplazo: el que está en
posición de alumno está siempre aplazado, no se va habilitando progresivamente en un camino hacia la
autorización a ejercer la clínica. Esto alimenta una serie interminable de instancias: circula entonces que no
basta con recibirse, que es necesario hacer rápido la carrera, con buen promedio, mientras se toman algunos
cursos en alguna institución y que una vez recibido, recién ahí… hacer un post grado, para luego un
doctorado, así parece infinitizarse y miles de etcéteras engordan la lista de postergaciones. A la par de ello,
se empobrece el recorrido por la universidad y nos impregna la idea de que ese tránsito no nos habilita para
el quehacer clínico.
Nuestra propuesta ético-política de profanar la sacralización de lo clínico.
Creemos que es necesario profanar esta producción que concluye en dicho aplazamiento espacial y temporal
de lo clínico, reduciendo a la universidad a una mera expendedora de títulos que habilita al ejercicio de la
profesión y a los estudiantes y docentes a consumidores de información carente de sentido. No estamos
desconociendo la necesidad de cierto bagaje conceptual para poder hacer una lectura clínica, pero este
bagaje no es un primero lógico, un saber-uno anterior, la moral que requiere saberes totalizantes,
jerarquizados y previos. La clínica es el quehacer que nos confronta con la necesidad de pensar las
herramientas conceptuales adquiridas, a la luz y según lo requiera la situación. El estar clínico es un

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permanente pensar donde se dibuja el problema, donde aparecen las preguntas y la incomodidad de la
incertidumbre. Proceso de pensar entendido no como un paso previo para el saber, si no como la misma
constitución de la situación clínica, donde los insumos bibliográficos, la afectación, lo otro, componen la
situación. De ahí, la ética de la intervención. Bajo esta lógica de pensamiento, la secuencia “primero leo y
después…” evidencia su límite.
La sacralización implica la negación de las condiciones de producción, de las condiciones materiales
históricas en las que se producen las cosas. Cuando el saber queda desconectado de las condiciones de
producción se sacraliza y puede resultar tan inalcanzable que se experimentan impotencia y postergación:
“¿cómo hago yo para poder alcanzarlo?”. Eso es lo que nosotros intentamos hacer: restituir la capacitación
clínica al ámbito universitario. Que la clínica deje de ser un bien sagrado que le pertenece a otros y que se
conoce en instancias siempre postergadas (y mayoritariamente pagas), para volverse disponible a nuestra
formación de grado.
Al mismo tiempo que la universidad habilita legalmente a los alumnos a ejercer la profesión, merced a la
producción de su propio modo de funcionamiento, los aplaza en la progresiva habilitación subjetiva para el
posicionamiento clínico. A su vez, este movimiento paradojal suele estar invisibilizado, en pos de la
supervivencia de quienes transitamos por la universidad. Conmover esa estrategia, visibilizarla, es materia
de una pregunta ética. No hay a priori desde el cual se pueda decir si es en sí mismo bueno o malo. Se trata
de una decisión ética.
Sostenemos que es válido intervenir en ese punto de producción de subjetividad universitaria ya que de lo
contrario estaríamos participando activamente en ese movimiento de negación y con ello de la sacralización
de la clínica. De allí nuestra propuesta de profanación, propuesta ética que apuntaría a la restitución de
estos problemas al colectivo. Puesto que un posicionamiento ético implica una decisión en situación, más
que un a-priori trascendental y válido para toda escena clínica posible, quedará por resolver, vez a vez, la
ética de cada intervención. Nos preguntamos entonces ¿qué es lo pertinente de ser intervenido cada vez?.

Ulloa F: (2008) “Innovaciones en el psicoanálisis” (fragmentos) Publicado en Imago Agenda N° 118


Abril 2008, Buenos Aires (TEÓRICO)

Ulloa, F., (1995) Fragmentos sobre mortificación y ternura (Págs. 238-241). en Novela Clínica
Psicoanálitica. Buenos Aires, Paidos. (TEÓRICO)

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40
D – Los vínculos bajo condición contemporánea.

Berenstein Isidoro: “Una visión personal del psicoanálisis de las configuraciones vinculares” en
Hermanos, Revista de la AAPPG.

El vínculo es una estructura inconsciente que liga a dos o más, generando una suerte de elección
inconsciente, esto es en base a una realización retroactiva, pero lo fundamental es que los sujetos a su vez
van a ser determinados por esa relacion de presencia.
Esta definición ha de relacionar dos campos llamados relación de objeto y vínculos de (entre) sujetos.
Muestra nuestro camino, no el único seguramente, de un arduo andar entre lo particular, lo individual y la
singularidad derivada de ese universal dado por lo “inter” o el “entre” uno y otro. Una discusión
psicoanalítica involucra una consideración del sujeto y lo que he llamado “multiplicidad”, el lugar del otro y
el otro en su diferencia con el objeto interno y el objeto externo, la realidad interna y su relación con la
realidad externa, la semejanza y la ajenidad en el vínculo entre sujetos y, como se insinúa más arriba,
también algunas ideas acerca del origen.
El vínculo es entre sujetos.
Un sujeto resulta primero de la investidura del yo a partir de los otros, de las zonas erógenas, del yo
corporal, parcial, inicialmente fragmentado. Sus mecanismos, los de investidura, son la identificación,
expresada como “deseo ser como tú”, o lo que llamaremos imposición dicha como deber: “debes ser como
yo”. Tanto la identificación como la imposición primarias son con y desde el otro, inicialmente los padres
respecto de un bebé en quien, por otra parte, establecen marcas inconscientes en la fundación de su
psiquismo y empujan una forma de ser y de hacer. Así se forma como sujeto del vínculo, en ese paraíso de la
pertenencia a ese subconjunto, que lo hace sujeto social.
Así se produce tanto un yo escindido, plenamente aceptado, así como un sujeto múltiple. Es “múltiple” el
conjunto de suplementación del sujeto correspondiente a cada vínculo significativo y es precisamente lo que
lo hace indeterminado, ya que se determinaba en la relación con el yo-cuerpo y lo pulsional. Eso parecía
claro, y también se determina en el vínculo con el otro y lo social. El sujeto se sostiene en el sentimiento de
pertenencia inherente al vínculo, distinto al sentimiento de identidad inherente al yo, ambos hacen a la
construcción de la subjetividad, proceso este de constitución del sujeto y todo lo atinente a él desde el punto
de vista psicoanalítico.
Modalidad de relaciones en la familia:
Hay dos tipos de relación:
1. La de pareja entre dos integrantes de estructuras familiares distinta, entre dos ajenidades que intentan
infructuosamente ser suprimidas.
2. La relación entre los padres y el hijo, relacion de estructura, donde hay lugares que investirán al yo
así como éste deberá investirlos, convirtiéndolos en un lugar propio, el de cada uno y el de los otros
de la estructura de parentesco. Son lugares: padre, madre, hijo, cuarto término.
En el vínculo entre sujetos, los deseos no remiten a uno solo, el yo.
Relación de objeto y ausencia del otro:
La fantasía inconsciente y la fantasía diurna del yo recubren al otro pero no del todo, ya que su cualidad de
presencia necesariamente excede lo que se acostumbra llamar relacion de objeto proyectada en el objeto
externo. En un acto psíquico distinto pasará de “ser” a “tener-lo” como objeto. Resultado de la ausencia del
sujeto materno o paterno y lo que permite aceptarla, se constituye la relación de objeto.
La imposición:
Imposición es la acción de otro sobre el otro o de éste otro al establecer una marca no dependiente del deseo
de quien la recibe, y que requiere de una relación entre quien la impone y a quien le es impuesta. Imponer es
una acción constitutiva y como tal refiere a la obligatoriedad de incluir y hacer un lugar a una marca
proveniente de un nuevo significado en el vínculo entre dos sujetos. Nuevo refiere a que el sujeto no la tenía
previamente a su inclusión en ese vínculo.
En la relación de objeto el mecanismo constitutivo es la proyección-introyección en sus distintas variedades,
con los cuales el propio yo con lo que recibe del otro produce el objeto, aquello que puede reconocer y
aceptar como propio.
La variedad de ajenos:

41
Hay tres elementos ajenos con relación al sujeto:
 El inconsciente reprimido
 La alteridad del otro
 La dimensión social del conjunto del que forma parte.
Lo que tiene de común entre sí estos tres elementos es el de ser ajenos al propio yo.
Acerca del origen
El punto de partida de un encuentro significativo con el otro puede constituirse o no en un origen, esto es,
implicar una novedad. Se habla de origen cuando la serie de acontecimientos que siguen remiten a él y
llevan su marca. Un encuentro es significativo si modifica a quienes lo producen.
Otra resistencia
Freud ubicó la resistencia como un problema de la técnica encarnado en la práctica psicoanalítica, ya que es
un impedimento para su consecución, surgido como oposición a asociar libremente, así como incluyéndose
en la transferencia. Pero no sólo se trató de un obstáculo a suprimir sino que adquirió sentido en sí mismo
para la práctica analítica ya que siguió el modelo de la defensa y de la relación del yo con lo inconsciente.
La resistencia se relaciona con la represión, como el esfuerzo de desalojo o esfuerzo de suplantación, es
decir con el esforzar continuo de las pulsiones. Ante la presencia del otro, la pulsión trata de investirlo como
objeto deseado, pero la parte ajena de ese otro supuestamente deseado no puede ser abarcada por el deseo,
que sólo lo acepta en tanto semejante, posible de identificar o, a lo sumo, en tanto diferente, con el cual
podrá superponer poco a poco con el propio cuerpo mediante la identificación. En ese camino sigue los
mandatos del ideal. El semejante estimula la investidura de la pulsión.
Nada de esto es posible con lo ajeno del otro, por lo tanto una posibilidad es declararlo hostil.
Otro camino es exponerse a inscribirlo, los cual supone no encontrar dentro de sí una representación. Es
otorgarle carácter de nuevo cada vez que se presenta. Una contrainvestidura es declararlo semejante y
suprimir lo ajeno del otro y de sí mismo, lo cual constituye una resistencia.
Freud describió 5 resistencias, las tres instancias del yo:
 La represión contra la acción de las pulsiones
 La resistencia de transferencia derivada de la anterior
 El beneficio secundario o la oposición a abandonar la satisfacción sustitutiva del síntoma a veces al
propio yo
 La del ello o de lo inconsciente vinculada a la compulsión de repetición y expresada como reacción
terapéutica negativa.
 La del superyó referida a la culpa inconsciente y necesidad de castigo.
Otra resistencia sería la de inscribir o incorporar la presencia del otro con quien se da, y no puede no darse,
una experiencia significativa. La particularidad es que la pertenencia a la relación con ese otro específico y
singular lo erige a uno como sujeto propio de esa relación. Entonces, a la escisión del yo, a su unidad
imaginaria como identidad, debe agregarse su multiplicidad acorde a la pertenencia. La resistencia le hace
proclamarse idéntico y único. Esta resistencia a aceptar lo ajeno del otro aquello que no es pasible de
identificación y que sin embargo lo marca como sujeto de esa relacion. Es una resistencia al vinculo con el
otro que inevitablemente altera al narcisismo, por mucho que el yo se declare inaccesible, o sea altera al
propio yo. Esa presencia excede la representación y la investidura objetal. El objeto proyectado no coincide
con el otro.
No se trata de renegación, la resistencia a la vincularidad se opone a dar lugar a una presenta indicada por la
ajenidad del otro. Su rechazo no es del orden de la represión con desinvestidura y posibilidad de
contrainvestidura. No es un retorno a una representación previa, sino una oposición a una nueva inscripción
del otro.
Lo ajeno no tiene inscripción inconsciente, pues cuando la tiene se hace posible simbolizarlo9, esto es,
hacerlo propio. Lo ajeno es del orden de lo irrepresentable y no obstante deberá hacérsele un lugar, lo cual
convoca a ser un sujeto otro.
Cabe preguntarse si la resistencia a la ajenidad de otro y al vinculo con él es un fenómeno individual y/o
vincular y/o quizá institucional y social.
La resistencia a lo ajeno es un fenómeno vincular e institucional.

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Bozzolo, R. (2008) “Los vínculos y la producción de subjetividades”, Cap. 4 de Parte V, pág. 264 en El
oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones. Buenos Aires 2008, Editorial
Biblos. (TEÓRICO)

Fernandez, Ana María: (2007) Cap. 2, Tercera Parte “Lógicas colectivas y producción de
subjetividad”, Págs. 271 a 283, en Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Buenos
Aires, Editorial Biblos.

1. Los topes de la amalgama moderna. Tornar la advertencia foucaultiana del universal antropológico
implica encontrarse permanentemente con el tope de la amalgama moderna, es decir, las invisibilizaciones
que genera un modo de naturalización por el cual pesamos que la realidad está efectivamente compuesta de
sujetos, objetos y representaciones; en tal operatoria deshistorizamos -universalizamos- tanto la idea de "un
sujeto" que conoce el mundo a través de "sus representaciones" como el criterio por el cual la diferencia será
pensada como negativo de lo idéntico, o sea, queda reducida a la alteridad.
Foucault con la idea de pliegue de lo empírico en lo trascendental se refiere a la encerrona que supone el
desarrollo de indagaciones empíricas "positivas" que toman como "objeto" de estudio un sujeto
trascendental, universal: el Hombre. Una de sus consecuencias más significativas es que la institución de
este sujeto universal y el paradigma antropológico que se instituye no sólo se circunscriben a lo humano
racional sino que no pueden escapar al etno-logo-falo-centrismo y conllevan la imposibilidad de pensar lo
otro, salvo como diferencia desigualada; de allí que planteará que pensar de otro modo es la condición de
posibilidad para la creación de aquellas libertades por venir.
La posibilidad de construir tales libertades tendrá como una de sus condiciones historizar-desesencializar un
pensamiento que ha pensado la diferencia como alteridad donde el diferente necesariamente será
imaginarizado como inferior, peligroso o enfermo.
En tal naturalización, el sujeto trascendental escindido metafísicamente del mundo sólo puede conocer a
través de las representaciones que construya de la realidad. Instituido como sujeto, necesariamente lo que no
es sujeto —el objeto— sólo puede ser abordado gnoseológicamente mediado por las representaciones.
En un mismo movimiento se universaliza el sujeto, se esencializa la representación y se designa la
diferencia.
En tanto el Hombre se constituyó como sujeto y el mundo como imagen, en esta producción representadora
él será "medida de todo lo ente y pondrá todas las normas". Allí "el otro" siempre extranjería, diferencia,
complemento o suplemento, es decir, mujeres, homosexuales, clases, etnias y religiones no hegemónicas,
fueron y son considerados inferiores, peligrosos o enfermos. Desde allí han soportado por muchos siglos
dispositivos de desigualación, discriminación, exclusión, estigmatización o exterminio, aún vigentes.
La puntuación como producción histórica y no esencial por la cual se fundan en un mismo movimiento el
hombre, el sujeto y la representación implica abrir condiciones de posibilidad para desnaturalizar esta
amalgama moderna.
La invención psicoanalítica compartió con las vanguardias estéticas del siglo XX un movimiento de ruptura
de la "evi¬dencias" que la amalgama moderna había instituido. En esa línea, cuando di¬señó sus primeros
dispositivos también junto a la descomposición de palabra y concepto (asociación libre) desarmó un uso
convencional de reunión al inaugurar un estilo de trabajo que instituyó una de sus tecnologías más
importantes: el uso del diván, que desarticula las condiciones usuales de diálogo y opera como condición de
posibilidad de las operaciones propiamente psicoanalíticas en los dispositivos de cura de "uno por uno". Para
que las operaciones del inconsciente operaran visibilidad, por alguna razón, fue necesario que los cuerpos
abandonaran sus posiciones habituales de uso en las situaciones téte-á-téte.
Pero en el juego de abrir visibilidad se abren necesariamente otras invisibilidades por lo que en tanto su
diseño habilitó un dispositivo de "uno por uno" creó condiciones para invisibilizar el entre-algunos o el
entre-muchos en que se producían los mecanismos que luego serían conceptualizados también desde el uno-
por-uno.
Quedaron en menor visibilidad en ese uno-por-uno la producción, acumulación y distribución de las
intensidades de las máquinas corporales colectivas y la producción colectiva de los agenciamientos de
enunciación.

43
El dispositivo con que se trabaja en las jornadas de producciones grupales no sólo es colectivo sino que
emplea un recurso psicodramático como la multiplicación dramática que dispone a abrir visibilidad a los
cuerpos que se afectan colectivamente. Vuelven visibles las afectaciones de los cuerpos y sus intensidades,
por lo que fuerzan a pensar estos impensados del lenguaje y la representación de la amalgama moderna.
2. De la diferencia a la multiplicidad. Castoriadis indagó las condiciones de producción de aquellas
invenciones colectivas y anónimas por las cuales lo histórico social opera transformaciones de sentido en
una sociedad, desmarcando su pensamiento de una idea de sujeto y/o inconsciente colectivo. Para ello,
estableció unas primeras puntuaciones con relación a la producción de invención de las lógicas colectivas
con la noción de magma. Interesa aquí resaltar tres cuestiones:
•Habilitó el pensamiento de lo colectivo como un campo de heterogeneidad. Se trata de pensar la diversidad,
la multiplicidad en tanto categoría. Pudo pensar lo que no es idéntico ni diferente.
•Lo imaginario social, lo histórico social, es indefinidamente determinable.
•Al señalar la permanente tensión entre las dimensiones identitarias y magmáticas, evitó los binarismos
clásicos.
Importancia de la noción Deleuze de multiplicidad. No se trata de negar identidades ni totalizaciones sino
de pensar totalizaciones que no subsuman las partes. La multiplicidad es el don de lo di verso, de las
diferencias que retornan como intensidades que se repiten configurando plexos de relaciones rizomáticas.
Los momentos de invención imaginante se desborda la representación y un agrupamiento trabaja en lógica
de multiplicidad
3. De los modos de subjetivación a la producción de subjetividad. Foucault trabajó en la historia de los
modos de subjetivación, o sea, en las transformaciones, en las variaciones que cada sociedad presenta, en la
construcción de sus habitantes, en cierto momento histórico. A su vez, se podrán encontrar diferentes
dispositivos, estrategias y tecnologías que producirán diversas modalidades de subjetivación, que
distinguirán a los diferentes grupos sociales que integran esa sociedad y crearán las condiciones de
circulación y apropiación de sus integrantes.
Los modos de subjetivación se articulan con los modos de objetivación que establecen relaciones de saber y
legitiman las distribuciones de poder y los espacios (público y privado) legitimados para la circulación de
cada colectivo (clases, géneros, etnias, colectividades religiosas, grupos etarios, etcétera).
Los diferentes modos históricos de subjetivación son elementos estratégicos en el policiamiento de cada
sociedad. Tal ordenamiento no se logra sólo a través del modo en que los integrantes de una sociedad
piensan, sienten y actúan, sino también marcando sus cuerpos. El análisis de las estrategias de poder que
intervienen y de las producciones de saber que objetivan y legitiman tanto las posiciones privilegiadas como
las desfavorables haría posible volver a la clásica interrogación de por qué los hombres luchan por su
servidumbre como si lucharan por su libertad. Al mismo tiempo, toda instancia de análisis de los poderes
tendrá que establecer las múltiples formas de resistencia a éstos, es decir, de enfrentar también de muy
diversas maneras a los aparatos de dominio. Siempre hay un resto o un exceso que no puede disciplinarse.
Ese resto-exceso que resiste a disciplinamientos puede ser pensado tanto en el plano sociohistórico,
colectivo, en las revueltas e insubordinaciones a órdenes políticos y económicos, como en las resistencias,
desobediencias, transgresiones anónimas propias de quien resiste en sus síntomas, locuras, delirios, sueños o
enfrentamientos más o menos silenciosos o anónimos por sus autonomías y/o por sus afirmaciones de lo que
le es propio.
Puntuaciones que estas nociones foucaultianas han permitido para pensar en el campo de problemas de la
subjetividad:
•El referir a lo histórico ha sido un elemento estratégico para desesencializar la cuestión de la subjetividad.
•Pensar la subjetividad exige desandar un sentido común disciplinario, fundado a partir de un modo
particular de la territorialización disciplinaria como efecto de identificaciones tempranas. Abrir la
constitución de campos de problemas, necesariamente desdisciplinarios, donde las teorías intervinientes
aporten problemas y no sistemas donde aporten herramientas para pensar y no verdades de referencia.
•Deconstrucción de oposiciones binarias clásicas: interioridad-exterioridad, profundidad-superficie, sujeto-
objeto, individuo-sociedad, consciente-inconsciente, estructura-acontecimiento.
La noción de modos de subjetivación se refiere a procesos históricos y estos escritos intentan pensar la
dimensión subjetiva en situaciones del aquí y ahora, en las múltiples producciones de un dispositivo grupal-
institucional en acción.

44
El término subjetividad aquí se emplea como producción de subjetividad, refiriéndose con el término
producción a la instancia de pensar lo subjetivo básicamente como proceso, como devenir
Se trata de construir herramientas conceptuales que no circunscriban la subjetividad a un plano estrictamente
mental.
Se trata de pensar una dimensión subjetiva que se produce en acto, que produce sus potencias en su
accionar; es decir, pensar básicamente en un campo de inmanencia y no trascendental, singular y no
universal. Pensar cómo se instituyen las dimensiones subjetivas en las situaciones colectivas que indagamos.
En este campo de inmanencia la subjetividad es producida en instancias colectivas institucionales-
comunitarias, en instancias colectivas.
Se trata de subjetividades producidas en acto, que quiebran toda idea de trascendencia.
Pensar una dimensión subjetiva producida en el "entre" de un colectivo en acción; se trata de pensar esos
restos-excesos que se producen en el "entre" de los pliegues, repliegues y despliegues de las multiplicidades.
Pensar los cuerpos, es hacer visibles y enunciables los impensados del lenguaje, pensar las intensidades
implica forzar a pensar los impensados de la representación.
La idea de situación permite pensar, más que la unidad de un evento colectivo -siempre singular-, su
heterogeneidad compuesta de infinitos elementos variables. Indagar las situaciones que los dispositivos en
acción disparan es elucidar las configuraciones que allí se componen, pero que no responden a un plan
previamente estipulado.

Bozzolo, R. y L’Hoste, M.: “Nuevas condiciones para el trabajo con grupos e instituciones” Texto
inédito. Ficha de cátedra.

Trabajar con colectivos que, al calor de ciertas prácticas, gestan una posición de sujeto e inventan sus
propias nominaciones.
hemos retomado algunas herramientas del psicoanálisis de los grupos, de la psicología social pichoniana y
del análisis institucional. Puestas en el campo de los grupos y de sus tecnologías, queremos diferenciar dos
tipos de dispositivos: por un lado los dispositivos tecnológicos que diseñamos como entendidos y por el otro
aquellos dispositivos generados en la lucha de las madres. Lo que en ese entonces denominamos
acompañamiento de esa lucha hoy lo enunciamos como participar en la composición de un sujeto colectivo.
Nuestra apuesta es componer el trabajo con agrupamientos espontáneos que enuncian e instauran
condiciones para habitar y hacer ser un mundo.
Formamos parte, en nuestro país, de una corriente en el campo de la psicología que se dedicó al trabajo
grupal con la convicción de que los grupos eran instrumentos privilegiados para la articulación de lo que se
denominaba en ese momento lo psicosocial. Nuestro posicionamiento se fundaba en el pensamiento de que
las prácticas políticas de las masas iban a transformar el mundo, y no los dispositivos tecnológicos,
elaborados por profesionales expertos.
Al instalarse la dictadura, que alteró las condiciones en que se desarrollaban las formas de la vida cotidiana,
trabajar con las Madres fue para nosotras una forma de preservar la capacidad de pensar en medio de la
devastación, más que una prescripción del ideal militante.
Muchas de nuestras experiencias de trabajo han sido desde entonces lo que denominamos talleres reflexivos
de tramitación subjetiva. Tal tramitación ha ido variando, así como ciertos aspectos de los dispositivos
empleados. Transitamos de los efectos del terror a los efectos de la caída de la ley y de las garantías del
Estado. Lo que fue pensado en un principio como estado de excepción, se instaló como alteración
permanente.
¿En que condiciones trabajamos hoy? En esta mesa se nos convocó a hablar acerca de “¿qué denuncian los
grupos de las instituciones?”. Nos venimos preguntando largamente ¿qué fue de aquellos “valores y aquellas
normas que orientaban las prácticas sociales”, definición clásica de institución? ¿Podemos seguir hablando
de instituciones, o de lo que se trata hoy es de intervenir en los efectos del agotamiento de las mismas? Las
diversas situaciones experimentadas en nuestra práctica nos han ido alejando de una idea de crisis en la que
algo se altera y deberá reorganizarse La alteración socio histórica subjetiva en la que estamos inmersos no es
una crisis en esos términos, solemos declararla como alteración radical de nuestras formas colectivas de
vivir y de ser con otros, en la que no hay retorno.

45
En las intervenciones en agrupamientos organizados alrededor de tareas, nos encontramos con formas
singulares de estar y padecer la coyuntura actual. Las formas de estar en esos ámbitos, suelen presentarse
disgregadas, dispersas, fragmentadas, carentes de un articulador común. Los cuerpos, juntos en un espacio y
tiempo se encuentran, entonces sólo fácticamente bajo la forma de un amontonamiento.
Las formas subjetivas se caracterizan por una desagregación, cada uno de los habitantes está aislado en su
propio discurso. ¿Como qué nos demandan? Nos decimos: como analistas institucionales, como
supervisores, como expertos en grupos, sin embargo, con frecuencia se nos requiere como un algo
impreciso...sin nominación. Se manifiestan distintos grados de incomodidad y malestar en las relaciones
interpersonales; suelen presentarse letargo, aburrimiento y sensaciones de inutilidad, futilidad, e impotencia
ante cualquier posibilidad de transformar algo.
Hemos denominado padecimiento a esta modalidad del sufrimiento o dolor no muy visible, no muy
consciente, que no se impone como experiencia subjetiva, sino que se instala y se hace cuerpo. Estos
padecimientos no tienen una consistencia en el orden de un instituido a develar sino que son la presentación
de vacíos. En este sentido no son aspectos silenciados de la institución, sino más bien las figuras de su
declive. Estamos entonces estableciendo otra manera de pensar la convocatoria a este panel: no creemos que
hoy los “grupos” denuncien lo silenciado en las instituciones como sí lo hacían en los cincuenta o sesenta.
La fragmentación y el tedio se presentan en la superficie y no necesitan ser denunciados, sino
experimentados, pensados.
Constituir un grupo requiere hoy un acto de instauración que demanda procedimientos precisos.
Hoy, en plena proliferación de información mediática, reina el sin sentido.
Respecto de las reglas que armaban institución, la predominancia actual, es la ley de la no ley; y esto no es
“sin consecuencias”.
Hay dos modalidades en que se presentan las operatorias de recubrimiento del vacío en los agrupamientos
actuales. Una apela a restituir la normatividad perdida, procedimiento que en general carece de potencia para
crear formas de vivir en condiciones alteradas; otra se suma a la proliferación en el registro imaginario de
los sujetos psicológicos, con sus peleas y conflictos sin que esto encuentre el tope en una forma socio-
histórico-subjetiva necesaria para la producción pensante.
En qué condiciones subjetivas podemos pensar estos procedimientos?
Hace diez años hubiéramos contestado rápidamente que los grupos hubieran sido instrumento privilegiado
para develar lo inconciente institucional, pues estaban dadas las condiciones de posibilidad de operar en un
sentido visibilizador. Hoy estamos convencidas que las herramientas van a construirse en la delimitación del
problema a abordar.
Nuestro posicionamiento en las intervenciones fue abandonando la primacía de la interpretación, también
rehusándonos a asumir la actitud de denunciante. Intentamos ser testigos¡ que señalan aquellos gestos,
enunciados, convergencias y padecimientos que se presentan en los agrupamientos. Una de nuestras
estrategias es el recorrido por los sentidos institucionales caídos y que se encuentran aún adheridos como
lastre. El trabajo de extenuación de esos lastres tiene siempre un efecto de destitución subjetiva. Esta tarea
implica acompasar, soportar el vacío, arriar ideales, en primer lugar los propios, bloquear la tentación de
sutura, fogonear el agotamiento y la destitución de la expectativa de reponer lo que se cayó para dar paso a
la creación, a partir de lo que hay, de lo que nunca fue.
Apostamos a componer con el agrupamiento una enunciación que instaure nuevos sentidos. Nos
enfrentamos a fuerzas de resistencia tanto en los integrantes de los agrupamientos como en nosotros mismos
para dejar de ser los expertos, los sujetos del supuesto saber, los objetos de transferencia. Deslindarnos de
esa oferta, es un trabajo permanente en el camino de producir otro nosotros.

Lazzarato, M: (206) “El acontecimiento y la política” (fragmentos del Cap 1) en Políticas del
acontecimiento, Buenos Aires, Tinta Limón ediciones.

Cada nuevo comienzo, cada nueva invención, recae en un tejido de relaciones ya constituidas. La
integración de este nuevo comienzo en las redes de cooperación es, a su vez, el comienzo de otros procesos
de creación, de otros acontecimientos imprevisibles.
La formación del valor depende entonces, a la vez, de la invención y la difusión, de la expresión de una
virtualidad y su efectuación social. Las dos dimensiones del proceso constitutivo del acontecimiento –la

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dimensión espiritual y la dimensión material (efectuación)- se relanzan la una a1a otra y se aplican
recíprocamente. De los dos a lados el proceso es impredecible, imprevisible y arriesgado, ya que no se puede
dirigir la invención ni la difusión social. En esta teoría de la creación como encuentro acontecimental,
combinación, interferencia, hibridación hay que subrayar que la invención implica una dimensión
suplementaria de la acción colectiva o social. Porque si la invención es siempre una colaboración, una co-
operación, un co-funcionamiento, es al mismo tiempo una acción que suspende en el individuo y en la
sociedad lo que hay de constituido, de individuado, de habitual. La invención es un proceso de creación de
la diferencia que pone en juego, cada vez, al ser y a su individuación. Toda invención es ruptura de normas,
de reglas, de hábitos que definen el individuo y la sociedad. La invención es un acto que pone al que la
realiza fuera del tiempo histórico y lo hace entrar en la temporalidad del acontecimiento.
La creación requiere la liberación parcial del individuo en relación con la sociedad, el “desgarramiento
momentáneo del tejido de ilusiones sociales mutuas, del velo de las influencias intermentales”. La invención
se hace en una dimensión a-histórica, como diría Nietzsche, al escapar momentáneamente de la cadena de la
imitación ambiente, y ubica al inventor frente al “afuera universal”.
La invención implica pues, un doble proceso de desubjetivación que abre una nueva producción de
subjetividad, que concierne tanto a la singularidad que produce algo nuevo como al público que participa en
esta co-creación y la prolonga, ya que ambos deben escapar a los hábitos establecidos (a lo social), a las
alternativas binarias que imponen.
Los efectos de la invención y de la creación, a diferencia de los efectos del trabajo, son infinitos.
A diferencia del trabajo, esta acción también es inmediatamente pública, ya que está abierta a todos; se hace
bajo los ojos, los afectos, las inteligencias y las voluntades de todos. Esta publicidad abre al encuentro
acontecimental de los posibles y no al reconocimiento subjetivo.
Los todos distributivos y los todos colectivos
La efectuación social, es decir, la propagación de la posibilidad creada por la invención, se hace poco a
poco, por captura y apropiación de otras mónadas. Efectuar es prolongar una singularidad en la cercanía de
otra singularidad, enlazar las mónadas entre ellas, trazar una línea de fuerza entre mónadas,
homogeneizarlas, convertirlas momentáneamente en parecidas y hacerlas cooperar por un tiempo, para un
objetivo común, sin por eso negar su singularidad, sin totalizarlas.
No se pasa de la invención a la constitución en valor, de lo micro a lo macro, de lo local a lo global, por
abstracción o totalización, sino por capacidad de hacer que se mantengan juntos, de agenciar, poco a poco,
los patchworks y los networks), para utilizar el vocabulario de William James, o también los flujos (de
creencias y de deseos) y los agregados, para usar las categorías de Tarde.
La manera más fácil de comprender este proceso de constitución es pensar en la net. La net es una malla de
flujos y de redes, de flujos y de redes actuales y de flujos y de redes virtuales. La actualización de una red
depende de la potencia de agenciamiento y de conexión que se hace poco a poco. Navegar significa operar
continuamente conjunciones y disyunciones de flujos. Al navegar, se entra en una red donde se cambia
inmediatamente la configuración, puesto que allí se induce su propia singularidad, su propia mónada con sus
diferencias, actuales y virtuales.
Al entrar en una red, entramos en una relación de posesión, en una relación de coproducción, de cooperación
simpática o de oposición. La net es una aprehensión de aprehensiones, una captura de capturas, y no es
totalizable
la diferencia entre los “todos distributivos” o “distintivos” y los “todos colectivos”. Los todos distributivos
son formas de coordinación de singularidades que constituyen sumas que no totalizan sus propios elementos.
La distribución se explica por la conjunción “y” y no por el verbo ser. “Esto y aquello: alternancias y
entre1azamientos, diferencias y semejanzas, atracciones y repulsiones, matices y brusquedades.” La
coordinación, el ser conjunto, expresa una potencia en la cual las mónadas, las singularidades existen una a
una, cada una por su propia cuenta.
Los todos tardianos no se dirigen hacia la identidad ni hacia la contradicción, sino a la composición y a la
descomposición. Coordinaciones y disyunciones .
Pensar el proceso constitutivo a través de agenciamientos de flujos y de networks, de invención y de
repetición, de singularidad y multiplicidad, había sido ya la innovación teórica fundamental del pragmatismo
norteamericano y de la sociología de Tarde a fines del siglo XIX.

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Los ejes de efectuación social de la invención son las corrientes (flujos) y las redes (o agregados). Los flujos
resultan de las esferas de acción de las mónadas (deseos y creencias) y circulan entre los cerebros. Los
agregados son multiplicidades de mónadas que se entre-poseen. Un agregado es una manera de hacer que se
mantenga juntas las singularidades, que se sostienen por apropiación unilateral o recíproca.
Cada individuo (humano, vital, físico) es de este modo un agregado y “un agregado cualquiera es un
compuesto de seres adaptados que están juntos, sean los unos a los otros, sean juntos en una función común.
Agregado significa adaptado”.
Todo lo que existe es un adaptado de fuerzas que se imbrican y se componen, según una intuición
leibniziana, al infinito. Agreguemos que no es un amontonamiento, una suma, sino una coordinación
sistemática de singularidades, de monadas. Y cada agregación o cada adaptación es una individuación, una
invención, un acontecimiento.
Un agregado es un agenciamiento de agenciamientos. Y este agregado puede a su vez entrar en la
constitución de otro agregado que expresa una mayor potencia de posesión o agenciamiento. En cada
agregado, cada mónada conserva su singularidad relativa y cada agregado su individualidad. Los agregado
no están unificados en un sistema y no obedecen a leyes generales, sino que se conservan juntos, se entre-
poseen. La constitución de una cantidad social, la transformación de un posible en valor, se hace poco a
poco por integración de singularidades. La integración global es el conjunto de las integraciones locales.
Así es como Bourdieu (al igual que la mayoría de los sociólogos constructivistas) piensa la acción social en
tanto una construcción. Pero en la medida en que no tiene en cuenta el acontecimiento y la invención, es
incapaz de comprender el surgimiento de lo nuevo de otro modo que no sea degradación o alteración. Si se
ignora la invención, sólo es pensable la reproducción.
Tarde no rechaza aprehender la sociedad como un todo (coordinación de cerebros). Por el contrario, rechaza
categóricamente la descripción de su constitución por la acción de seres superiores y distintos,
“condicionados pero no constituidos por los cerebros, de los cuales no serian sólo la mutua penetración
mental y moral, sino también la sublimación y la transfiguración reales existentes por fuera de la acción de
cada uno de ellos”. Al proponer una dinámica constitutiva basada en las acciones individuales singulares y
una coordinación que les es inmanente, Tarde devuelve la libertad y la autonomía a los individuos y abre el
proceso de su coordinación a la indeterminación y a la imprevisibilidad de la acción.
Tarde saca una conclusión más general de su concepción de la constitución: no hay leyes sociales, no hay
leyes económicas que se impondrían de manera impersonal, sin que ninguna mónada las haya querido ni
concebido. No hay más que relaciones de mando y obediencia, de capturas entre mónadas. El mercado, la
bolsa, el capital, la sociedad son capturas de capturas

48
E - Dispositivos grupales de capacitación clínica

Ulloa, F: (1973) “Comunidad Clínica” Inédito. Ficha bibliográfica. (TEÓRICO)

Bonano, Bozzolo, L´ Hoste: “Posición subjetiva e intervención institucional”. (Inédito) Ficha de


cátedra. (NO ESTÁ)

Bonano, O y Bozzolo, R. (2007) “La nominación y las practicas actuales de análisis institucional”.
Cuadernos de Campo nº 2 publicado por Campo Grupal, Octubre. (TEÓRICO)

Bonano, O: (2008) “Sufrimiento psíquico en instituciones”, en El oficio de intervenir. Políticas de


subjetivación en grupos e instituciones. Editorial Biblos (TEÓRICO)

Duschatzky, S. (2007) “La educación: una posibilidad en los pliegues del desfondamiento”. En
Cuadernos de campo Nº 2, publicación de Campo Grupal. Octubre 2007.

Información es todo aquello que se nos impone, que nos convoca a una operación de conexión. La
información en la era de la velocidad no es un dato pleno de valor, sino el nodo que nos conecta a una red.
Su único valor es producir una operación de enganche capaz de diluirse frente a una nueva operación.
Los protagonistas de las escenas insisten en no saber qué hacer; los padres no saben qué hacer, los docentes
no saben qué hacer y los chicos hacen más allá del saber. El no saber no es mera ignorancia sino una
constatación de que el saber que no dialoga con lo que se presenta no produce efectos prácticos, no habilita
modos subjetivantes de hacer con lo real.
Decíamos, que la impotencia envuelve a los sujetos. Me atrevería a dar vuelta la afirmación: no se trata de
un mero no saber sino de un saber que no habla, que no produce actos, no arma lazo, no crea posibilidades
de existencia .
Veamos como opera un saber que ha dejado de hablar. ¿Qué sabemos de la función paterna? Ante todo que
es portadora de ley, que su función es inscribir al cachorro humano en el universo de la cultura, en el mundo
de las convenciones que nos unen a los otros; pero resulta que sorpresivamente nos topamos con un padre
que nos comenta que por las noches sale a robar con su hijo. Y ¿qué sabemos de la función docente?: que
cuenta con los recursos para afectar al alumno en una dirección determinada y ¿con qué nos encontramos?,
con un profesor agredido, otro que renuncia y un director que pide licencia porque las circunstancias lo
superan. ¿Qué sabíamos de los dispositivos de producción de ley?, que prescribían y ordenaban un hacer.
Qué su fuerza no radicaba en la presencia física - de las máximas autoridades en la escuela- sino en la
capacidad performativa de sus normas y discursos. ¿Qué ocurre en cambio?
Los docentes, directivos, alumnos, padres devienen habitantes de un universo desreglado. ¿Cómo pensar al
habitante de un universo desreglado? En principio se trata de un sujeto a la deriva, sin anclaje que lo funde,
sin una anterioridad que lo constituya. Pero la paradoja de esta situación es que un sujeto a la deriva o se
deshace o se constituye pensando lo que hay.
Los testimonios nos hablan del padecimiento de un estar a la deriva. Se padece por dispersión, por
superfluidad. Pero no es igual padecer que dar cuenta que se padece, que narrar el padecimiento. Se padece
con el cuerpo, se padece en soledad, se padece porque no alcanzamos a descifrar qué nos hace padecer.
Cuando el padecimiento se narra, se arma un interlocutor y se instala una palabra, una palabra que al ser
dicha instaura un principio de simbolización dónde no lo había.
Por lo tanto el encuentro, término que remite no a una mera reunión de términos sino a la capacidad de que
esos términos se afecten, fundaba el principio de la situación educativa. Desde aquí la imposibilidad de
situación educativa en los tiempos que vivimos, no radica en que no se enseñan contenidos pedagógicos sino
en un estar desencontrados.
Un estar a la deriva es un estar padeciente. El padecimiento en los relatos se insinúa como un padecimiento
extensivo: es un padecer de alumnos, docentes, padres. El padecimiento revela una posición de
vulnerabilidad y la vulnerabilidad habla de un afectarse por la situación. La vulnerabilidad es la condición
primera de un pensamiento en inmanencia, un pensamiento cuya fertilidad no está en criterios externos de

49
legitimidad sino en su poder de afectar-se y afectar una práctica. La percepción de vulnerabilidad deviene de
la ineficacia de las representaciones.
La vulnerabilidad supone un pliegue en dos direcciones: por un lado en relación a las representaciones de la
cultura escolar tan afecta a las jerarquías y las asimetrías. La pedagogía en su trayectoria produjo
asociaciones de sentido entre autoridad-saber-verdad- . Así, cuanto más poder y más saber más autoridad y
más sentido saturando (y suturando) la vida social. La vulnerabilidad entonces es un pliegue en tanto de
ahora en más los modos de habitar resultan de un doble juego: decidir y hacerlo con otros.
El pliegue no es un pensamiento en busca de entidades fijas. El pliegue huye del verbo ser y remite a
circunstancias: en qué caso, donde, cuando, cómo. El pliegue es un pensamiento de las formas, un
pensamiento que permite componer lo que se muestra desarticulado, informe o pleno de forma. Un
pensamiento en pliegue es un pensamiento de la composición no de la clasificación.
Los testimonios testimonian la imposibilidad del ejercicio del rol. Sin embargo no se trata de disfunciones,
sino de los efectos de la caída de la función. El Nombre del padre, maestro, alumno es un vestigio, hoy solo
se trata de nombres que han perdido la cosa que nombran. Ser director, docente, alumno será entonces
producto de movimientos que produzcan la relación donde no la hay, donde ya no se produce por efecto
automático de los instituidos. La cohesión por ejemplo entre ese padre y el docente no resultará de la
equivalencia de identidades sino de las huellas de un hacer juntos.
Como sugiere Cristina Corea, en condiciones de fluidez, si una experiencia no está hecha de múltiples
operaciones, se cae, se diluye, no acontece.
Los testimonios testimonian un hacer que no produce, un estar que amontona pero no enlaza, un choque de
presencias que no alcanza a convertirse en encuentro. Pero también dan cuenta de las potencias: la cercanía
de los cuerpos, la vulnerabilidad compartida, la ignorancia de partida.
Dicho de otro modo; la potencia está en lo que hay: presencias desarticuladas, fragmentadas pero presencias
al fin. Se trata de que esas presencias produzcan una existencia (La existencia no es de índole física sino
simbólica. La existencia es del orden de la creación).

Fernández, A. (2007): El dispositivo: la experiencia de la diversidad “segunda parte, cap.1, en Lógicas


colectivas y producción de subjetividad”, Buenos Aires, Editorial Biblos. (FALTA)

Glaz, Miriam, Moratti, F. y Urbieta, V. “Sonoridades con cuerpo”. Texto inédito. Ficha de cátedra.

Nos proponemos acercarles un diálogo sobre la corporalidad del posicionamiento clínico, tomando como
referencia procedimental una jornada ( de multiplicación dramática) que apunta a conmover y alterar ciertas
inercias en los modos del estar en la formación universitaria que obstaculizan el hacer clínico.
En el recorrido por situar la importancia del cuerpo en la capacitación y oficio, partimos de frases de los
estudiantes, en las que reconocemos la matriz de pensamiento y producción de subjetividad moderna. Dichas
concepciones suponen un cuerpo-sustancia que se pretende ajeno a la capacitación. Qué concepciones y
experiencias de cuerpo están siendo producidas en la subjetividad contemporánea, ¿Qué lugar tiene el
cuerpo en la Universidad?, ¿Qué lugar se destina al cuerpo en la clínica desde la producción académica? Y
¿Qué de ello resulta un obstáculo para nuestra capacitación como clínicos?
Proponemos entonces, la necesaria alteración que permita devenir un cuerpo asonante en cuerpo vibrátil,
para habilitar con ello una progresiva disponibilidad instrumental de la sensibilidad del cuerpo.
“Es tan fuerte el peso de la herencia mecánica, la potencia y la inmensa presencia de sus imágenes “claras y
distintas” en nuestra vida cotidiana y en las prácticas profesionales, que nos cuesta un inmenso esfuerzo de
pensamiento buscar otras formas de comprender nuestra propia experiencia como cuerpos”. (Kesselman,
2009)
Este escrito es una afección de un encuentro múltiple donde nos proponemos acercarles un diálogo sobre la
corporalidad del posicionamiento clínico, el cuerpo en la clínica, el clínico y su cuerpo.
El dualismo Mente-Cuerpo se disemina en múltiples tentáculos en nuestras conversaciones. Incluso andando
y serpenteando senderos insospechados, muchas veces a tientas, caemos una y otra vez en las dicotomías
mecánicas; pero el desafío nos sigue interpelando en la necesidad de un movimiento que engendre nuevas
herramientas a los problemas que nos fundan.

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Convocadas entonces por los mismos interrogantes, armonizamos cuerpo (una corporalidad de tres, si de
discriminaciones cuantitativas se trata) en estas letras, donde el texto se gesta una y otra vez en tantos ojos
que los leen y en esta corporalidad escribiente, que invita a otros a conectarse con nuevas cadencias,
intentando despojarnos de las muletas obsoletas donde un cuerpo-sustancia se pretende ajeno a la
capacitación del clínico.
Nuestros cuerpos discretos, ritualizados, individuados, marcados por las modas, por momentos olvidados,
avergonzados, arrebatados, hiperexpresados en pantallas virtuales, anestesiados en los recintos del saber
“abstinente”, en la caricatura imposible del psi-insensible, son confrontados por ciertas experiencias que nos
alteran, mutando quizás en encuentros fugaces, el adiestrado cuerpo-sustancia en superficie conectiva,
pasible de resonar y componer con otros cuerpos.
En aquellas situaciones que devienen “experiencia” , es decir, aquellas circunstancias que por la
presentificación de lo nuevo e inesperado, alteran un modo de estar inercial por un habitar intenso que
demanda una cierta elaboración compartida de lo vivenciado; se descubre la propia vulnerabilidad, aquello
que una y otra vez escapa a nuestro saber, alterándonos en sujeto pasional, receptivo, expuesto. Es en este
sentido, que la apertura al adiestramiento instrumental, habilita para el clínico la visibilidad de múltiples
registros que perforan la lógica representacional.
La disponibilidad instrumental del cuerpo-afección permite capturar los ínfimos haces por los que los
cuerpos circulan, posibilitando el registro de las intensidades no significables y la potencia de un hacer no
reductible a la palabra, quien obsoleta, tantas veces demuestra su impotencia, su límite palpable, su no-lugar.
Nos proponemos entonces, compartir una composición de problemas a partir de los cuales repensar las
viejas categorías y arriesgar una fuga de pensamiento sobre el cuerpo en el posicionamiento clínico, por
considerar la experiencia en el cuerpo, insoslayable en un proceso de capacitación clínica. Sobre lo escrito
en el cuerpo ¿Qué caminos hemos tenido que desandar para trazar nuevas geografías? Algunos de las
siguientes:“El psicólogo “no se involucra” con el paciente”.“¿Como se va a afectar el psicólogo si debe ser
abstinente? ¿Como va a “sentir” el Psicólogo? No es ético”.“El saber (textos, autores) nos darán la pericia
para el posicionamiento clínico y el “timing” de la intervención”.“Trabajar con el cuerpo debe implicar un
saber especializado en técnicas psicodramáticas”.
¿Qué fundamentos se encuentran en estos presupuestos?:
Una conceptualización, una vivencia, una historia relatada y encarnada de unos cuerpos moldeados por
dispositivos de saber-poder de la modernidad: El cuerpo cartesiano, res extensa en oposición e
independencia de una sustancia pensante; y un pensamiento disociado y obstaculizado por los afectos; ellos
reductos neutros que en ocasionales circunstancias establecen relaciones de comunicación o influencias
mutuas. Hablaríamos básicamente del cuerpo anatómico individual coincidente con un “individuo”, la
conjunción del atomismo y el dualismo cartesiano.
Recordando a Michel Foucault, el “cuerpo disciplinado” conlleva en sí la individualidad, sustancialidad, un
lugar en el espacio, relaciones con otros cuerpos individuales, un saber sumativo sobre sus propiedades y
características; normalización o estandarización de sus formas y manifestaciones. La misma producción
disciplinaria, captura el cuerpo como Uno, asimilándolo a “un” sujeto - “una” subjetividad, conformando
así, una célula indisociada, totalidad discreta, que invisibiliza sus diferencias, y potencias.
En tales distribuciones, el cuerpo del psicólogo está cuidadosamente disciplinado por categorías donde se
produce inalterable, imperturbable en la situación clínica y hasta un obstáculo a sortear. En ciertas
circunstancias hasta escuchamos resonar frases como “ahí hay que poner el cuerpo”; y entonces nuevamente
tintinean las categorías disciplinarias… ¿De qué cuerpo se trata en ese enunciado? ¿Podrá “ponerse” y
“sacarse” el cuerpo de acuerdo a situaciones clínicas especificas? ¿Poner el cuerpo, será un acto garantizado
por la voluntad expresa? ¿Su mera enunciación nos garantiza la disponibilidad de las herramientas acordes?
¿Poner el cuerpo, será un acto sacrificial y heroico?
En el tope necesario que las categorías estancas nos imponen, nos encontramos dialogando con cierta
concepción, donde las producciones de subjetividades no coinciden necesariamente con ese cuerpo Uno.
Entonces, la pregunta insiste ¿Qué es un cuerpo, dónde está su límite? La respuesta desde Baruj Spinoza no
se sitúa a nivel anatómico; sino a nivel de la potencia. Los grados de potencia remiten a poderes de ser
afectado, siendo los afectos las intensidades de la que un ser es capaz. Entre las pasiones, Spinoza sitúa la
alegría y la tristeza: mis afectos son tristes cuando mi potencia de actuar disminuye, las potencias se
sustraerán cuando están ocupadas en luchar contra la tristeza; al contrario, los afectos son alegres cuando la

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potencia de la cosa que nos afecta y la nuestra se componen y adicionan, de esta manera la potencia de
actuar se expande.
La potencia de actuar aumenta o disminuye según los afectos que se padezcan. Un cuerpo entonces, puede
componerse de muchos individuos de distinta naturaleza, los cuales están afectados de una infinidad de
maneras. Un cuerpo se define por una cierta potencia de afectar y ser afectado y por una cierta relación de
movimiento y reposo, por una potencia fundamental de existir y actuar.
Entiéndase bien, afectar es producir alteración o mudanza en algo, una materia afectiva es aquella capaz de
afectar y ser afectada. En estas conversaciones sobre la disponibilidad instrumental de la sensibilidad, nos
preguntamos qué concepciones y experiencias de cuerpo están siendo producidas en la subjetividad
contemporánea y qué de ello resulta un obstáculo para nuestra capacitación como clínicos.
¿Qué lugar tiene el cuerpo en la Universidad? Como materialidad pensemos nuestro cotidiano: pasillos
atiborrados de cuerpos que chocan, se entrecruzan, se enredan y se indiscriminan con el exceso pujante de la
contaminación visual. En las aulas los cuerpos se inmovilizan, acorralados en su pequeño territorio
circunscrito por el pupitre. Como cuerpo pensado en la clínica, se reduce aún más su visibilidad y con ello
su disponibilidad, ya que para la formación, el cuerpo bien podría ser prescindible para el dispositivo
universitario… para la universidad bastan unos ojos lectores, una oreja disciplinada en la receptividad de lo
que debe ser aprendido y una boca capaz de articular lo que debe ser dicho.
¿Qué producciones de subjetividades contemporáneas asistimos, componemos y/o padecemos?
Con Roberto Esposito vislumbramos las producciones de supervivencia negativas, donde en el afán de
preservarse, el cuerpo se amuralla, instrumenta los mecanismos necesarios para la supervivencia situacional
impermeabilizando su superficie, reduciendo la reciprocidad a un intercambio en cortocircuito con unos
otros prescindibles para la experiencia. Estos despliegues inmunitarios producen cuerpos solos, porque la
disponibilidad a hacer común requiere del necesario movimiento de la entrega del ser al otro, arriesgar sin
garantías el ser como don, su potencia vital.
La producción inmune se resguarda de la percepción de la contingencia y en esa anestesia preventiva,
sobrevive sin arriesgar, perdiéndose u opacándose imperceptiblemente. El cuerpo inmune restaura la Lógica
de lo Uno al oponer el individuo al común e invisibiliza el plano de las producciones colectivas; haciendo
del cuerpo una propiedad individuada y rigidizada.
La Mortificación desarrollada por Fernando Ulloa , como velo quejumbroso que impregna los espacios, un
adormecimiento acostumbrado, una grisura que suprime la posibilidad de pensamiento de lo que sucede, que
coarta la movilidad de la reflexión y las fisuras donde impulsar una alteración. En tal vivencia restrictiva el
ánimo se opaca, rebuzna quejas proyectadas a otros espacios imaginarios y compone en el fastidio a unos
“otros” siempre ausentes que escatiman soluciones prefabricadas.
Cuerpos disciplinados, despliegues inmunitarios, producciones contemporáneas de des-sensibilización,
mortificación expandida en climas emocionales grises, entretejen un cuerpo del clínico en la intemperie,
desprovisto de su potencia y superficie vibrátil , ante la sola idea del encuentro clínico, lo invade la vivencia
de la desolación.
Nos vivimos solos, urgidos de drenar el miedo en las terapias de cada cual, responsabilizando a las
currículas de la formación, consultando enciclopedias letradas, buscando el texto que nos rescate del
naufragio…
Podemos producir y habitar cuerpos preventivamente sustraídos, cuerpos reactivamente anestesiados o bien
cuerpos-sustancia disciplinados; producciones positivas o bien modalidades defensivas de sustracción, de
todas formas producen cuerpos reductos, que no solo ensordecen, o vibrátil, para habilitar con ello una
progresiva disponibilidad instrumental del cuerpo. Ésta supone una estructura de demora que permita
servirnos de la afectación para intervenir en la situación.
Disponer el cuerpo en la situación clínica implica sintonizar la reciprocidad y el juego cadencial entre
resonar y no perderse en su captura; tolerar de modo versátil el flujo de afectos circundantes, que requiera
dialogar con las herramientas disponibles y a su vez arriesgar la producción inmanente de herramientas o
procedimientos de intervención.
Requiere entonces una cierta disponibilidad a la afección, a volverse superficie resonante, en exposición a la
alteridad.
El cuerpo como “brújula” en su actualización ética, siguiendo a Suely Rolnik, compone una corporalidad
que opera en función de los intereses de la vida y que conllevan en su ética el ejercicio de las potencias del

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cuerpo. Dirá que la capacidad vibrátil remite a los cuerpos capaces de afectarse, a la capacidad sensible de
darle presencia, vida, al otro en mi cuerpo, con un grado significativo de exposición a la alteridad que
expanda la potencia vital. Y explica: “la vulnerabilidad, como potencia y no como debilidad, es lo que
permite aprovechar lo que trae el otro, es condición para que el otro pueda convertirse en presencia viva y no
quede reducido a objeto. Ser vulnerable implica la activación de lo sensible.”
Con el “estar sensible” nos referimos a aquello definido por Susana Kesselman como “la capacidad de
orientar la atención hacia las sensaciones que emergen, tanto al registro de formas, pesos, temperaturas,
texturas, consistencias, direcciones, distancias, volúmenes, formas de hacer los movimientos, ritmos, como a
sensibilidades sin nombre (por los bordes de las percepciones dominantes), de consciencia brumosa:
intensidades, planos, flujos, movimientos de las vísceras. Estas sensibilidades apuntan a la preparación del
territorio de experimentación y percepción, a una disposición a la fragilidad dada por la naturaleza de la
sensación, a la no espera de resultados, a la no valoración crítica de lo que viene del cuerpo, a despertar la
inquietud para la captación de lo pequeño.”
Y entonces nuevas preguntas, desde qué es un cuerpo, nos trasladamos a: ¿Qué puede un cuerpo? ¿Qué
ficciones disminuyen su potencia? ¿Qué anudamientos contribuyen a estancar la corporalidad dinámica en
un solo cuerpo-sustancial indisponible a la alteración, fijando e inmovilizando su potencia?
Estos interrogantes nos sitúan en el problema nunca acabado de la ética que funda nuestras prácticas; una
ética que también desde este movimiento se sacude los vestigios de definición trascendente y multiuso, para
componerse dinámicamente sobre las producciones de existencia.
Lo clínico más allá del Dispositivo: Tal y como enunciáramos en la introducción, y ahora, tras haber
compartido algunos avatares de nuestro pensamiento es que se hace más clara la inoperancia de establecer el
eje de la discusión en la cantidad de miembros de la situación clínica. La disponibilidad del cuerpo no se
define por dispositivos individuales o grupales, psicodramáticos, con psicosis, con niños, con adictos; del
mismo modo que vuelve impotente la discusión sobre los saberes disciplinarios como garantes de destrezas
para la intervención.
El cuerpo como instrumento clínico efectúa su potencia en la captura de un gesto, la receptividad de un
matiz afectivo innombrable, la flexibilidad de tomar el gesto e instrumentar un procedimiento (conocido o
inventado) y que en la posibilidad de la apertura habilite nuevas potencias.
Del mismo modo, consultorios con divanes, hospitales públicos, aulas de universidad no pueden pretenderse
prácticas solitarias entre psicólogos y pacientes /estudiantes /actores institucionales que realizan un encargo
de intervención. El psicólogo dialoga, naufraga, se enreda o incluso se asfixia, en prácticas institucionales,
procedimientos de gestión, discursos de la institución de los que no puede pretenderse esterilizado; el cuerpo
que se constituye en el ámbito de sus prácticas se produce entonces en consonancia o disonancia con estos
elementos insoslayables.
Es por ello que coincidiendo con D. Najmanovich no se trata de “disolver al individuo en una masa
indiferenciada” sino capacitarnos en una corporalidad que conlleva un proceso continuo de individuación e
intercambio, de autonomías ligadas, de arquitectura multidimensional. En esta búsqueda y composición
ética, centrarnos en un cuerpo sustancia como inmutabilidad atómica ya nos queda escaso...
Es desde la interpelación de nuestras prácticas, de la necesidad de componer otra vivencia y
conceptualización del cuerpo, que proponemos el pasaje desde el cuerpo asonante, haciendo activa la
vulnerabilidad y con ello la fragilidad de la superficie corporal, disponible a conectar y resonar con los
múltiples elementos, significantes y a-significantes, y el necesario trabajo sobre la afectación que haga de
ello un instrumento clínico. Por ello: de la asonancia a la vibratilidad, y de la vibratilidad al instrumento.
Habilitar la porosidad para lo múltiple y heterogéneo será un requisito indispensable para luego trabajar la
disponibilidad instrumental del cuerpo como superficie vibrátil. Hacer cuerpo, componer corporalidad no es
sin otros… porque es en los encuentros donde se efectúa la existencia.

Hurtado Atienza S. “Acerca del uso de técnicas dramáticas en el aprendizaje”. Informe primero:
Crónicas de tres años de un trabajo. Texto inédito. Ficha de cátedra.

53
54
F - Producción de subjetividad.

Bozzolo, R. (2008) “Condiciones Actuales de producción de subjetividad” ponencia en panel. II


Congreso de Configuraciones Vinculares. Ficha de cátedra. (TEÓRICO)

Fernández, A. (2007): “Lógicas colectivas y producción de subjetividad”, tercera parte, cap.2, en: Las
lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades. Buenos Aires, Editorial Biblos.

Tornar la advertencia foucaultiana del universal antropológico implica encontrarse permanentemente con el
tope de la amalgama moderna, es decir, las invisibilizaciones que genera un modo de naturalización por el
cual pesamos que la realidad está efectivamente compuesta de sujetos, objetos y representaciones; en tal
operatoria deshistorizamos -universalizamos- tanto la idea de "un sujeto" que conoce el mundo a través de
"sus representaciones" como el criterio por el cual la diferencia será pensada como negativo de lo idéntico, o
sea, queda reducida a la alteridad.
Indagar las lógicas colectivas supone desde esta perspectiva trabajar las dimensiones subjetivas puestas en
juego evitando, como ya se ha dicho, sustancializar, esencializar o naturalizar una idea de sujeto que se
connote en el marco del universal antropológico.
Con esta idea de pliegue de lo empírico en lo trascendental se refiere a la encerrona que supone el desarrollo
de indagaciones empíricas "positivas" que toman como "objeto" de estudio un sujeto trascendental,
universal: el Hombre.
De allí que planteará que pensar de otro modo es la condición de posibilidad para la creación de aquellas
libertades por venir.
La posibilidad de construir tales libertades tendrá como una de sus condiciones historizar-desesencializar un
pensamiento que ha pensado la diferencia como alteridad donde el diferente necesariamente será
imaginarizado como inferior, peligroso o enfermo.
En realidad, la noción moderna de sujeto es inseparable de la noción de representación y de un modo
particular de pensar la diferencia —en clave platónico-hegeliana— como negativo de lo idéntico una
reformulación crítica del sujeto cartesiano implica, a su vez, poner en discusión — la noción de
representación y la relación identidad-diferencia.
En la misma línea el sujeto político, por ejemplo "el ciudadano" sólo puede gobernar a través de sus
representantes. En síntesis, en un mismo movimiento se universaliza el sujeto, se esencializa la
representación y se designa la diferencia.
Allí "el otro" siempre extranjería, diferencia, complemento o suplemento, es decir, mujeres, homosexuales,
clases, etnias y religiones no hegemónicas, Allí "el otro" siempre extranjería, diferencia, complemento o
suplemento, es decir, mujeres, homosexuales, clases, etnias y religiones no hegemónicas,
Cuando Heidegger se pregunta por lo propio de la imagen del mundo que constituye la modernidad
considera que producir una imagen del mundo no implica que "lo ente se nos represente", sino que "en todo
lo que le pertenece y forma parte de él, se presenta ante nosotros como sistema".
De que el mundo pueda convertirse en imagen es lo que caracteriza la esencia de la Edad Moderna.
Que el mundo se convierta en imagen es exactamente el mismo proceso por el que el hombre se convierte en
subjectum y, por tanto, ha llevado su vida a la posición principal, en el centro de toda relación. Esta
composición moderna del mundo como imagen implica necesariamente la configuración de la producción
representadora. En esta producción representadora "el hombre" dará medida a todo ente y pondrá todas las
normas.
La puntuación como producción histórica y no esencial por la cual se fundan en un mismo movimiento el
hombre, el sujeto y la representación implica abrir condiciones de posibilidad para desnaturalizar esta
amalgama moderna.
En el siglo XIX los "maestros de la sospecha": Freud, Marx y Nietzsche
El siglo XX; el propio Heidegger, también Foucault, Deleuze, Castoriadis, Freud, Lacan y Derrida,
produjeron pensamiento inaugurando áreas de saberes y prácticas donde la episteme moderna había
instituido sus invisibilidades y silencios de enunciados.

55
El uso del diván en los dispositivos de cura de "uno por uno". Para que las operaciones del inconsciente
operaran visibilidad, por alguna razón, fue necesario que los cuerpos abandonaran sus posiciones habituales
de uso en las situaciones téte-á-téte.
Pero en el juego de abrir visibilidad se abren necesariamente otras invisibilidades por lo que en tanto su
diseño habilitó un dispositivo de "uno por uno" creó condiciones para invisibilizar el entre-algunos o el
entre-muchos en que se producían los mecanismos que luego serían conceptualizados también desde el uno-
por-uno.
Al mismo tiempo, al centrar sus recursos en el ejercicio de la escucha y distanciar lo más posible el entre-
dos en el uso del diván, quedaron en menor visibilidad en ese uno-por-uno la producción, acumulación y
distribución de las intensidades de las máquinas corporales colectivas (agenciamientos maquínicos
corporales) y la producción colectiva de los agenciamientos de enunciación.
Rene Kaës señala los obstáculos que el "nacimiento" del psicoanálisis surgido como abordaje de procesos
individuales presenta frecuentemente para muchos psicoanalistas para entender la especificidad de los
aconteceres grupales y la especificidad de lo que en tales instancias colectivas se produce, particularmente la
"diversidad de las dinámicas inconscientes grupales".
El dispositivo con que se trabaja en las jornadas de producciones grupales no sólo es colectivo sino que
emplea un recurso psicodramático como la multiplicación dramática que dispone a abrir visibilidad a los
cuerpos que se afectan colectivamente.
No se trata de ponderar qué dispositivo tiene mayores méritos, sino simplemente de señalar que para poder
pensar las lógicas colectivas de producción de subjetividad posiblemente serán más aptos para ese fin
diseños de dispositivos colectivos. Éstos, cuando utilizan recursos tecnológicos psicodramáticos, vuelven
visibles las afectaciones de los cuerpos y sus intensidades, por lo que fuerzan a pensar estos impensados del
lenguaje y la representación de la amalgama moderna.
2. De la diferencia a la multiplicidad
En su conceptualización de los imaginarios sociales, Castoriadis indagó las condiciones de producción de
aquellas invenciones colectivas y anónimas por las cuales lo histórico social opera transformaciones de
sentido en una sociedad, desmarcando su pensamiento de una idea de sujeto y/o inconsciente colectivo. Para
ello, luego de señalar los límites del "pensamiento heredado" para pensar la imaginación colectiva,
estableció unas primeras puntuaciones con relación a la producción de invención de las lógicas colectivas
con la noción de magma.
•Al apuntar la idea de magma como multiplicidad, habilitó el pensamiento de lo colectivo como un campo
de heterogeneidad. Se trata de pensar la diversidad, la multiplicidad en tanto categoría. Al indagar la
capacidad de invención colectiva pudo pensar lo que no es idéntico ni diferente.
•Lo imaginario social, lo histórico social, es indefinidamente determinable.
•Las dimensiones de multiplicidad magmática, indefinidamente determinables, operan en permanente
articulación con las dimensiones identitarias de la determinación.
Al señalar la permanente tensión entre las dimensiones identitarias y magmáticas, evitó los binarismos
clásicos.
Deleuze: no se trata de la crítica a la mera diferencia sino de la diferencia como negativo de lo idéntico, por
lo que en el mismo movimiento en que se distingue la diferencia se instituye la desigualdad
De ahí la importancia otorgada a pensar multiplicidades y no la diferencia, producciones de subjetividad y
no sujeto.
Esta idea deleuzeana de diferencia de diferencias que no remiten a ningún centro o idéntico se acompaña de
la idea de una repetición que no remite a ningún origen; se trata de hacer diferencias más que de ser
diferente; de este modo refiere a diferencias de intensidades, no a alteridad. Son diferencias que están ínsitas
en aquello que se va diferenciando. Es un poder ser, un poder de ser abierto, activo que en este hacer
diferencias va produciendo multiplicidades
De ahí la importancia de la noción deleuzeana de multiplicidad, no se trata de negar identidades ni
totalizaciones sino de pensar totalizaciones que no subsuman las partes, la multiplicidad es el don de lo di
verso, de las diferencias que retornan como intensidades que se repiten configurando plexos de relaciones
rizomáticas
3. De los modos de subjetivación a la producción de subjetividad

56
En la tarea de desesencializar la noción de sujeto han sido valiosos los aportes de Foucault con su noción de
modo de subjetivación.
a través de la indagación de los dispositivos de saber-poder que instituye, las estrategias biopolíticas que
despliega, las prácticas institucionales y prácticas de sí que habilita- en la construcción de sus habitantes, en
cierto momento histórico.
Los modos de subjetivación se articulan con los modos de objetivación que establecen relaciones de saber y
legitiman las distribuciones de poder y los espacios (público y privado) legitimados para la circulación de
cada colectivo (clases, géneros, etnias, colectividades religiosas, grupos etarios, etcétera).
Los diferentes modos históricos de subjetivación son elementos estratégicos en el policiamiento de cada
sociedad. Tal ordenamiento no se logra sólo a través del modo en que los integrantes de una sociedad
piensan, sienten y actúan, . El análisis de las estrategias de poder que intervienen.
Al mismo tiempo, y siguiendo a Foucault, los modos de subjetivación —en tanto formas de actividad sobre
sí mismo— no sólo darán cuenta de los modos de sujeción; toda instancia de análisis de los poderes tendrá
que establecer las múltiples formas de resistencia a éstos, es decir, de enfrentar también de muy diversas
maneras a los aparatos de dominio. Siempre hay un resto o un exceso que no puede disciplinarse. Es decir
que no puede pensarse la subjetividad como el mero resultado o efecto de los dispositivos de saber-poder y
sus estrategias; habrá que tener siempre en cuenta ese resto-exceso que resiste a la inclusión en lo instituido.
Ese resto-exceso que resiste a disciplinamientos puede ser pensado tanto en el plano sociohistórico,
colectivo, en las revueltas e insubordinaciones a órdenes políticos y económicos, como en las resistencias,
desobediencias, transgresiones anónimas propias de quien resiste en sus síntomas, locuras, delirios, sueños o
enfrentamientos más o menos silenciosos o anónimos por sus autonomías y/o por sus afirmaciones de lo que
le es propio.
Interesa aquí rescatar algunas puntuaciones que estas nociones foucaultianas han permitido para pensar en el
campo de problemas de la subjetividad:
•El referir a lo histórico ha sido un elemento estratégico para desesencializar la cuestión de la subjetividad.
•Pensar la subjetividad exige desandar un sentido común disciplinario-que ha ubicado la cuestión del sujeto
en la interioridad, en oposición a un mundo o realidad pensados como exterioridad- fundado a partir de un
modo particular de la territorialización disciplinaria como efecto de identificaciones tempranas
•Producir elementos conceptuales que permitan pensar ese resto-exceso requiere desdisciplinar los dominios
de objeto unidisciplinarios y abrir la constitución de campos de problemas, necesariamente desdisciplinarios,
donde las teorías intervinientes aporten problemas y no sistemas donde aporten herramientas para pensar y
no verdades de referencia.
•Se inscribe en aquellos linajes de pensamiento que trabajan en la deconstrucción de oposiciones binarias
clásicas: interioridad-exterioridad, profundidad-superficie, sujeto-objeto, individuo-sociedad, consciente-
inconsciente, estructura-acontecimiento.
La noción de modos de subjetivación se refiere a procesos históricos y estos escritos intentan pensar la
dimensión subjetiva en situaciones del aquí y ahora, en las múltiples producciones de un dispositivo grupal-
institucional en acción o bien en colectivos que implementan sus propios dispositivos tal como las
asambleas barriales y las fábricas recuperadas que visitamos como parte de un programa de investigación.
Aquí se emplea como producción de subjetividad, refiriéndose con el término producción a la instancia de
pensar lo subjetivo básicamente como proceso, como devenir, y por tanto no necesariamente enmarcado en
el paradigma de la representación.
El término subjetividad presenta el desafío de pensar la articulación entre los modos sociales de sujeción y
su resto o excedente no sujetado tratando de mantener un modo de categoría de sujeto que no parta de un
origen indiviso "interior" que luego habría que relacionarlo con "el afuera". En esa línea se trata de construir
herramientas conceptuales que no circunscriban la subjetividad a un plano estrictamente mental.
Entonces, se trata de pensar una dimensión subjetiva que se produce en acto, que produce sus potencias en
su accionar; es decir, pensar básicamente en un campo de inmanencia y no trascendental, singular y no
universal. No se trata aquí de definir qué es la subjetividad sino de pensar cómo se instituyen las
dimensiones subjetivas en las situaciones colectivas que indagamos.
En tal sentido, se ha tratado de localizar situaciones donde se produce subjetividad, por lo que más que a
una sustancia que subyace refiere a un accionar, a procedimientos de producción de un tipo particular de
singularidad, de potencia en acto; en este campo de inmanencia la subjetividad es producida en instancias

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colectivas institucionales-comunitarias, en instancias colectivas de pequeño grupo o grupo amplio, sea en
dispositivos diseñados especialmente o en los colectivos de los ámbitos institucionales o comunitario por los
que transcurre la vida.
Es esta idea de producción en situación, en acto y por tanto inmanente lo que quiere resaltarse. Se trata no
sólo, entonces, de un sujeto barrado —en tanto que sujeto del inconsciente que quiebra el paradigma de un
sujeto de conciencia— sino de subjetividades producidas en acto, que quiebran toda idea de trascendencia.
No se trata de negar la categoría de sujeto, mucho menos de negar lo que permanece sino de producir las
herramientas conceptuales para pensar una dimensión subjetiva producida en el "entre" de un colectivo en
acción; es decir que se trata de pensar esos restos-excesos que se producen en el "entre" de los pliegues,
repliegues y despliegues de las multiplicidades.
Pensar los cuerpos, en tal sentido, es hacer visibles y enunciables los impensados del lenguaje, pensar las
intensidades implica forzar a pensar los impensados de la representación
Tratar de pensar estas lógicas colectivas desde herramientas conceptuales que desborden la amalgama
moderna es trabajar desde subjetividades que se producen en la inmanencia de los cuerpos en acción.
La idea de situación permite pensar, más que la unidad de un evento colectivo -siempre singular-, su
heterogeneidad compuesta de infinitos elementos variables. Indagar las situaciones que los dispositivos en
acción disparan es elucidar las configuraciones que allí se componen, pero que no responden a un plan
previamente estipulado. En tal sentido se ha planteado que el dispositivo dispone, ni predice, ni previene. Es,
al mismo tiempo, distinguir las transformaciones de intensidad de sus potencias cuando se actualizan,
haciendo de ellas experiencias diferentes para quienes las habitan.
En síntesis, pensar en términos de producción de subjetividad y no de sujeto no es una mera cuestión
semántica; no se trata de agregar o ampliar a un sujeto psíquico de la interioridad constituido en
identificaciones familiares tempranas aspectos sociohistóricos; tampoco la palabra subjetividad busca darle
una levedad o porosidad posmoderna al pesado subjectum moderno sino sumar esfuerzos en el desafío de
crear conceptos en la desnaturalización de un modo particular de ontologización que la metafísica moderna
ha efectuado con respecto a la subjetividad.

Guattari, F. (1996) “Acerca de la producción de subjetividad”, Cap. 1 de Caosmosis, Buenos Aires,


Editorial Manantial. (TEÓRICO)

Lazzarato, M: “La máquina”, Ficha bibliográfica, en http://transform.eipcp.net/transversal

Interpretando el punto de vista de Deleuze y Guattari se podría afirmar que el capitalismo no es un “modo de
producción”; ya no es un sistema, sino un conjunto de dispositivos de servidumbre maquínica
[asservissement machinique] y a la vez un conjunto de dispositivos de sujeción social [assujettissement
sociale].
Uno puede vivir sometido a “servidumbre” o puede estar “sujeto” a una máquina (técnica, social,comunica-
tiva, etcétera).
Estamos sujetos a la máquina en tanto que somos sus usuarios, en tanto que somos sujetos de acción de los
que ella se sirve. La sujeción actúa sobre la dimensión molar del individuo (su dimensión social, sus roles,
sus funciones, sus representaciones, sus afectos), mientras que la servidumbre maquínica actúa sobre la
dimensión molecular, preindividual, infrasocial (los afectos, las sensaciones, los deseos, las relaciones aún
no individualizadas, no asignables a un sujeto).

La constitución del sujeto en la comunicación y en el lenguaje


El sistema capitalista, mediante la sujeción social, produce y distribuye roles y funciones, nos equipa con
una subjetividad y nos asigna una individuación específica (identidad, sexo, profesión, nacionalidad,
etcétera). La sujeción, por una parte, nos individúa, nos constituye en sujeto siguiendo las exigencias del
poder y, por otra parte, une a cada individuo a una identidad “propia y sabida”, bien determinada de una vez
por todas.
¿Cuál es la forma en que la televisión produce sujeción? ¿Qué papel juegan el lenguaje y la comunicación en
este proceso?

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La función-sujeto en la comunicación y en el lenguaje no tiene nada de natural; debe ser, por el contrario,
constituida e impuesta. Según Deleuze y Guattari el sujeto no es ni condición de lenguaje ni causa de
enunciado. En realidad, dice Deleuze, lo que produce los enunciados en cada uno de nosotros no es nosotros,
en tanto que sujeto, sino algo totalmente diferente: son “las multiplicidades, las masas y los grupos, los
pueblos y las tribus, los agenciamientos colectivos que nos atraviesan, interiores a nosotros, y que ya no
conocemos”. Son ellos los que nos hacen hablar y es a partir de ellos que producimos enunciados. No hay
sujeto, sólo hay agenciamientos colectivos de enunciación productores de enunciados. “El enunciado es
siempre colectivo, incluso cuando parece haber sido emitido por una singularidad solitaria como la del
artista”.
La máquina televisual extrae de estos agenciamientos colectivos, de la multiplicidad que nos atraviesa y nos
constituye, un sujeto que se piensa y se vive como causa y origen absoluto e individual de sus expresiones,
palabras, afectos. La televisión funciona a partir de un pequeño número de enunciados ya codificados que
son los enunciados de la realidad dominante y a partir también de una serie de modalidades de expresión
prefabricadas, buscando que estos enunciados y expresiones lo sean también de los sujetos individuales. ¿De
qué manera lo hace?
La televisión hace que los enunciados conformes a la realidad dominante del capitalismo pasen por
enunciados de los individuos, mediante la puesta en funcionamiento de una máquina de interpretación de
sus palabras y de su expresión y una máquina de subjetivación [subjectivation] que funciona a partir de la
constitución de un doble del sujeto. La televisión te incita a hablar en tanto que sujeto de enunciación como
si fueses la causa y el origen de los enunciados y, al mismo tiempo, eres hablado, como sujeto de
enunciación, por la misma máquina de comunicación.
Siguiendo la evolución de las ciencias del lenguaje, de la lingüística a la pragmática, la televisión se ocupa
de todos los componentes de la enunciación, lingüísticos y no lingüísticos. La televisión no solamente
funciona a partir de un pequeño número de enunciados preelaborados sino también a partir de la selección
de un cierto léxico, de una cierta entonación, de una cierta velocidad de la cadencia de la palabra, de un
cierto comportamiento, de un cierto ritmo, de una cierta gestualidad, de una cierta forma de vestir, de una
cierta distribución de las tonalidades de color, de un cierto marco en el que hablas, de un cierto encuadre de
la imagen, etcétera.
Eres vertido en los enunciados y las expresiones de la máquina de comunicación sin que caigas en la cuenta.
Todos los dispositivos de enunciación de nuestras sociedades democráticas son variaciones más o menos
sofisticadas de este desdoblamiento del sujeto mediante el cual el sujeto de enunciación se debe reflejar en
un sujeto de enunciado: sondeos, marketing, elecciones, representación política y sindical, etcétera.
La sujeción no es una cuestión de ideología.
El propio capitalismo se puede definir no sólo como un modo de producción, sino también como una
máquina de subjetivación.
Para Deleuze y Guattari, el capital actúa como un formidable “punto de subjetivación que constituye a todos
los hombres en sujeto, pero unos, los capitalistas, son sujetos de enunciación, mientras que otros, los
proletarios, son sujetos de enunciado sujetos a máquinas técnicas”.
sí mismo, tal y como lo conforman las técnicas de dominio contemporáneas, es la realización simultánea de
procesos de subjetivación y de procesos de explotación, ya que, aquí, es el propio individuo quien se
desdobla. Por una parte, el individuo lleva la subjetivación al paroxismo, dado que implica en todas sus
actividades los recursos “inmateriales” y “cognitivos” de “sí mismo”, y por otra parte lleva a identificar
subjetivación y explotación, dado que es a la vez patrón de sí mismo y esclavo de sí mismo, capitalista y
proletario, sujeto de enunciación y sujeto de enunciado.

La servidumbre maquínica
La máquina-televisión actúa entonces como un dispositivo de sujeción maquínica que se alimenta del
funcionamiento de base de los comportamientos perceptivos, sensitivos, afectivos, cognitivos y lingüísticos,
operando de este modo sobre los resortes mismos de la vida y de la actividad humana.
La servidumbre maquínica consiste en la movilización y en la modulación de los componentes
preindividuales, precognitivos y preverbales de la subjetividad, haciendo funcionar los afectos, las
percepciones, las sensaciones aún no individuadas, aún no asignables a un sujeto, etc., como elementos de
una máquina. Mientras que la sujeción implica a personas globales, representaciones subjetivas molares

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fácilmente manipulables, “la servidumbre maquínica agencia elementos infrapersonales, infrasociales, en
razón de una economía molecular del deseo más difícil de mantener en el seno de las relaciones sociales
estratificadas” que movilizan a los sujetos individuales. La servidumbre maquínica, por tanto, no es lo
mismo que la sujeción social. Si esta última se dirige a la dimensión molar, individuada, de la subjetividad,
la primera activa su dimensión molecular, preindividual, preverbal, presocial.
En la servidumbre maquínica ya no somos usuarios de la televisión, “sujetos” que se relacionan con ella
como un objeto externo. En la servidumbre maquínica somos agenciados a la televisión y funcionamos
como componentes de dispositivos, como elementos de input/output, como simples relés de la televisión,
que hacen pasar y/o impiden el paso de la información, de la comunicación, de los signos. En la servidumbre
maquínica hacemos literalmente cuerpo con la máquina. El funcionamiento de la servidumbre maquínica no
conoce distinción entre “humano” y no humano, entre sujeto y objeto, sensible e inteligible. La sujeción
social considera a los individuos y a las máquinas como totalidades cerradas sobre sí mismas (el sujeto y el
objeto) y traza entre ellas fronteras infranqueables. La servidumbre maquínica, por contra, considera a los
individuos y a las máquinas como multiplicidades abiertas. El individuo y la máquina son conjuntos de
elementos, de afectos, de órganos, de flujos, de funciones que se sitúan en el mismo plano y que no se
pueden oponer según dualismos como sujeto/objeto, humano/no humano, sensible/inteligible. Las funciones,
órganos y fuerzas del hombre se agencian con ciertas funciones, órganos y fuerzas de la máquina técnica;
juntos constituyen un agenciamiento.
La máquina no es solamente la totalidad de sus piezas, los elementos que la componen. “Es portadora de un
factor de autoorganización, de feed-back y de autoreferencialidad incluso en su estado maquínico”. Tiene
un poder: el poder de abrir procesos de creación. De este modo, por extraño que pueda parecer a la tradición
del pensamiento occidental, la “subjetividad” se encuentra a la vez del lado del sujeto y del lado del objeto
Es mediante la servidumbre maquínica que el capital llega a poner a trabajar las funciones perceptivas, los
afectos, los comportamientos inconscientes, la dinámica preverbal y preindividual y sus componentes
intensivos, a-temporales, a-espaciales, a-significantes. Es mediante estos mecanismos que el capital asume el
control de la carga de deseo que porta la humanidad.
Esta parte de la realidad de la “producción” capitalista permanece en gran parte invisible. Ni siquiera la
noción de “transindividualidad” alcanza a aprehenderla, porque habría que hablar sobre todo de
“transmaquínica”, de relaciones que operan simultáneamente a este lado y más allá de la dimensión social e
individual.
La parte de servidumbre maquínica que según Guattari conlleva el trabajo humano (o la comunicación) “no
es nunca cuantificable en cuanto tal”, porque no es contable. “A cambio, la sujeción subjetiva, la alienación
social inherente a un puesto de trabajo o a cualquier función social, es siempre perfectamente contable”.
El ritornelo o la producción de subjetividad o la máquina abstracta

Las maquinarias de servidumbre y de subjetivación trabajan sobre las relaciones. Su acción, según la
definición de poder en Foucault, es una acción sobre una acción posible, una acción sobre individuos
“libres”, es decir, sobre individuos que pueden siempre, virtualmente, actuar diferente. Ello no implica
solamente eventuales fracasos en la sujeción, resultados imprevisibles, la activación de desviaciones, de
trucos, de resistencias de los individuos, sino también la posibilidad de procesos de subjetivación
independientes, autónomos. Encontramos aquí el tercer concepto de máquina: la “máquina abstracta”, cuyo
funcionamiento ejemplificaremos de nuevo mediante la televisión.

En el momento en que miro la televisión me encuentro en el cruce de diferentes dispositivos: (1) de


dispositivos que podemos definir como de servidumbre maquínica y que aquí pueden estar representados por
“la fascinación perceptiva provocada por el barrido luminoso del aparato”, que puede agenciarse con
intensidades, temporalidades, afectos del cuerpo, del cerebro, de la memoria, que me atraviesan y que
constituyen mi dimensión preindividual, molecular; (2) de una relación de captura mediante el contenido
narrativo que moviliza mis representaciones, mis sentimientos, mis hábitos en tanto que sujeto (mi
dimensión molar); (3) de un mundo de fantasmas conscientes e inconscientes que habitan mis fantasías...

A pesar de la variedad de componentes de sujeción y servidumbre, a pesar de la diversidad de temas de


expresión y de sustancias de enunciación lingüísticas y maquínicas, discursivas y no discursivas que me
atraviesan, conservo un sentimiento relativo de unicidad y de clausura, de completitud. Este sentimiento de
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unicidad y de completitud viene dado por lo que Deleuze y Guattari llaman ritornelo. De este conjunto de
dispositivos se escinde un “tema”, un ritornelo que funciona como un “imán”. “Las diferentes componentes
conservan su heterogeneidad, pero son capturadas sin embargo por un ritornelo” que las mantiene juntas.

El ritornelo nos remite a las técnicas de producción de subjetividad, de “relación consigo” de Michel
Foucault. De las relaciones de poder y de saber se escinden procesos de subjetivación que escapan a ellas.

El ritornelo es la condición para que funcione la “máquina abstracta”, la cual, a pesar de su nombre, es la
máquina más singular, la que llega a funcionar transversalmente y a todos los niveles, dotándolos de una
consistencia no solamente cognitiva o estética, sino sobre todo existencial. La máquina abstracta agencia
elementos materiales y semióticos, pero lo hace a partir de un punto no discursivo, de un punto innombrable
e inenarrable, porque toca el foco de no discursividad que yace en el corazón de la discursividad. Opera una
mutación subjetiva, haciendo franquear umbrales existenciales.

Guattari describe de esta manera la “máquina abstracta” Debussy: “Se trata de una enunciación, un corte,
una suerte de foco no discursivo. No sólo está la dimensión musical, sino también las dimensiones adya
adyacentes, plásticas, literarias, sociales (el salón, el nacionalismo), etcétera. Se trata por tanto de un
universo heterogéneo con componentes múltiples. De estas constelaciones de universos, de mundos, se
escinde un ‘enunciador’ que las mantiene juntas de una nueva manera”.

Hay en el ritornelo, en la relación consigo, en la producción de subjetividad, la posibilidad de ejecutar el


acontecimiento; existe la posibilidad de sustraerse a la producción serializada y estandarizada de la
subjetividad. Pero esta posibilidad ha de ser construida. Los posibles han de ser creados. Es éste el
sentido del “paradigma estético” de Guattari: construir los dispositivos políticos, económicos y estéticos
en los que tal mutación existencial pueda ser experimentada. Una política de la experimentación y no de
la representación.

Guattari, F. y Rolnik, S. (2005) Micropolítica. cartografías del deseo. (Ficha de cátedra y selección de
fragmentos realizada por Juan Pablo Catani) del Capítulo 2: “Subjetividad e historia” y Capítulo 3:
“Políticas” Buenos Aires, Tinta Limón y Traficantes de sueños. (FALTA)

Guattari, F: (2006) “Glosario de esquizoanálisis”.. en: Plan sobre el planeta. Capitalismo mundial
integrado y revoluciones moleculares. Madrid Ediciones Traficantes de sueños.

AGENCIAMIENTO: noción más amplia que la de estructura, sistema, forma, proceso, etc. Un
agenciamiento acarrea componentes heterogéneos, también de orden biológico, social, maquínico,
gnoseológico. En la teoría esquizoanalítica del inconsciente, el agenciamiento se concibe en oposición al
«complejo» freudiano.
A-SIGNIFICANTE: distinguiremos las semiologías significantes -que articulan cadenas significantes y
contenidos significados- de las semióticas a-significantes que operan con arreglo a cadenas sintagmáticas
que no engendran un efecto de significación (en un sentido lingüístico), y que son susceptibles de entrar en
contacto directo con sus referentes en el marco de una interacción diagramática. Ejemplo de semiótica a-
significante: la escritura musical, los corpus matemáticos, las sintaxis informáticas, robóticas, etc.
ARCHI-ESCRITURA: expresión propuesta por Jacques Derrida y que formula la hipótesis de una
escritura como fundamento del lenguaje oral. Esa escritura de huellas, de marcas, que se conserva en un
espacio de inscripciones, sería lógicamente anterior a las oposiciones entre tiempo y espacio y entre
significado y significante. El esquizoanálisis objeta a esta concepción su visión todavía demasiado
totalizadora, demasiado «estructuralista» de la lengua.
BLOQUE: término afín al de agenciamiento. No se trata de complejos infantiles, sino de la cristalización de
sistemas de intensidades que atraviesan los estadios psicogenéticos y son susceptibles de operar a través de
los sistemas perceptivos, cognitivos y afectivos más dispares. (Ejemplo de bloque de intensidad: los
ritornelos musicales en Proust, la «frasecilla de Vinteuil»).

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CODIFICACIÓN, SOBRE-CODIFICACIÓN: la noción de código se emplea en una acepción muy
amplia; puede concernir tanto a los sistemas semióticos como a los flujos sociales y los flujos materiales: el
término de sobrecodificación corresponde a una codificación de segundo grado. (Ejemplo: algunas
sociedades agrarias primitivas, que funcionan conforme a su propio sistema de codificación territorializada,
se ven sobrecodificadas por una estructura imperial, relativamente desterritorializada, que les impone su
hegemonía militar, religiosa, fiscal, etc.).
CORTE: las máquinas deseantes se caracterizan como sistemas de corte de flujos. En el Antiedipo, el
término «corte» es inseparable del de flujo.
CUERPOS SIN ÓRGANOS: noción que Gilles Deleuze recoge de Antonin Artaud para indicar el grado
cero de las intensidades. La noción de cuerpo sin órganos, a diferencia de la noción de pulsión de muerte, no
implica ninguna referencia termodinámica.
DEVENIR: expresión relativa a la economía del deseo. Los flujos de deseo proceden mediante afectos y
devenires, con independencia del hecho de que puedan o no ser rebajados a personas, imágenes,
identificaciones. De esta suerte, un individuo, antropológicamente etiquetado como masculino, puede estar
atravesado por devenires múltiples y aparentemente contradictorios: un devenir femenino que coexiste con
un devenir niño, un devenir animal, un devenir invisible, etc. Una lengua dominante (una lengua que opera
en un espacio nacional) puede verse localmente arrastrada por un devenir minoritario. Será calificada
entonces de lengua menor. Ejemplo: el dialecto alemán de Praga utilizado por Kafka.
ENUNCIACIÓN COLECTIVA: las teorías lingüísticas de la enunciación centran la producción lingüística
en sujetos individuados, a pesar de que, en su esencia, la lengua es social y está conectada
diagramáticamente a las realidades contextuales. Así, pues, más allá de las instancias individuadas de la
enunciación conviene poner de manifiesto los agenciamientos colectivos de enunciación. «Colectivo» no
debe entenderse aquí tan sólo en el sentido de una agrupación social; implica además la entrada de distintas
colecciones de objetos técnicos, de flujos materiales y energéticos, de entidades incorporales, de idealidades
matemáticas, estéticas, etc.
ESQUICIAS: sistema de cortes que no consisten únicamente en la interrupción de un proceso, sino en la
encrucijada de procesos. La esquicia trae consigo un nuevo capital de potencialidad.
ESQUIZOANÁLISIS: mientras que el psicoanálisis partía de un modelo de psique basado en el estudio de
las neurosis, centrado en la persona y en las identificaciones, y que opera a partir de la transferencia y de la
interpretación, el esquizoanálisis se inspira, por el contrario, en las investigaciones acerca de la psicosis; se
niega a rebajar el deseo a los sistemas personológicos y niega toda eficacia a la transferencia y a la
interpretación.
FLUJOS: los flujos materiales y semióticos «preceden» a los sujetos y a los objetos; el deseo, en tanto que
economía de flujo, no es, pues, subjetivo y representativo en primer lugar.
GRUPO SUJETO. Los grupos sujetos se contraponen a los grupos sometidos. Esta oposición implica una
referencia micropolítica: la vocación del grupo sujeto consiste en gestionar, en la medida de lo posible, su
relación con las determinaciones exteriores y con su propia ley interna. Por el contrario, el grupo sometido
tiende a estar manipulado por todas las determinaciones exteriores y a estar dominado por su propia ley
interna (super-yo).
IMAGINARIO-FANTASMA: en la medida en que lo imaginario y el fantasma ya no ocupan una posición
central en la economía del deseo del esquizoanálisis, estas instancias deberán recomponerse en el seno de
nociones tales como agenciamiento, bloque, etc.
INTERACCIÓN SEMIÓTICA Y DIAGRAMATISMO: con «diagrama» retomamos una expresión de
Charles Sanders Pierce. Este autor clasifica los diagramas entre los iconos; habla al respecto de «iconos de
relación». Las interacciones diagramáticas (o interacciones semióticas), en la presente terminología, se
contraponen a las redundancias semiológicas. Las primeras hacen que los sistemas de signos trabajen
directamente con las realidades a las que aquellas se refieren; se ocupan de una producción existencial de
referente, mientras que las segundas no hacen más que representar y proporcionar «equivalentes» carentes
de asidero operativo. Ejemplo: los algoritmos matemáticos, los planos tecnológicos, los programas
informáticos, participan directamente en el proceso de engendramiento de su objeto, mientras que una
imagen publicitaria no dará de éste más que una representación extrínseca (pero que en este caso es
productora de subjetividad).

62
MÁQUINA (Y MAQUÍNICO): distinguiremos aquí la máquina de la mecánica. La mecánica está
relativamente encerrada en sí misma; sólo mantiene relaciones perfectamente codificadas con los flujos
exteriores. Las máquinas, consideradas en sus evoluciones históricas, constituyen, por el contrario, un
phylum comparable a los de las especies vivas. Se engendran unas a otras, se seleccionan, se eliminan y dan
lugar a nuevas líneas de potencialidad. Las máquinas, en sentido lato, esto es, no sólo las máquinas técnicas
sino también las máquinas teóricas, sociales, estéticas, etc., nunca funcionan de forma aislada, sino por
agregado o por agenciamiento. Por ejemplo, una máquina técnica en una fábrica entra en interacción con una
máquina social, con una máquina de formación, con una máquina de investigación, con una máquina
comercial, etc.
MOLECULAR / MOLAR: los mismos elementos que existen en flujos, estratos, agenciamientos, pueden
organizarse de un modo molar o de un modo molecular. El orden molar corresponde a las estratificaciones
que delimitan objetos, sujetos, las representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular, por el
contrario, es el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades. Llamaremos
«transversalidad» a este atravesamiento molecular de los estratos y los niveles, operado por los diferentes
tipos de agenciamientos.
OBJETO «a» MINÚSCULA: término propuesto por Lacan en el marco de una teoría generalizada de los
objetos parciales en psicoanálisis. El objeto «a» minúscula es una función que implica asimismo al objeto
oral, al objeto anal, al pene, a la mirada, a la voz, etc. En su momento, sugerí a Lacan la adición a este objeto
«a» minúscula de objetos «b» minúscula, que corresponden a los objetos transicionales de Winnicott, y de
los objetos «c» minúscula, que corresponden a los objetos institucionales.
PERSONOLÓGICO: adjetivo que sirve para calificar las relaciones molares en el orden subjetivo. El
hincapié en el rol de las personas, de las identidades y de las identificaciones, caracteriza a las concepciones
teóricas del psicoanálisis. El edipo psicoanalítico introduce personas y personajes tipificados; reduce las
intensidades y proyecta el ámbito molecular de las catexis de deseo en un «teatro personológico», es decir,
en un sistema de representaciones separado de la producción deseante real (expresión equivalente:
triangulación edipiana).
PLAN DE CONSISTENCIA: los flujos, los territorios, las máquinas, los universos de deseo, con
independencia de su diferencia de naturaleza, se remiten al mismo plano/plan de consistencia (o plano/plan
de inmanencia), que no debe confundirse con un plano de referencia. En efecto, las diferentes modalidades
de existencia de los sistemas de intensidades no atañen a idealidades transcendentes, sino a procesos de
engendramiento y a transformaciones reales.
POLÍTICA DE SECTOR: a partir de 1960, los poderes públicos en Francia, apoyándose en las corrientes
progresistas de la psiquiatría institucional, quisieron lograr que la psiquiatría saliera de los grandes
hospitales psiquiátricos represivos. Entonces se pretendía acercar la psiquiatría a la ciudad, lo que condujo a
la creación de los denominados equipamientos extrahospitalarios: ambulatorios, hogares, talleres protegidos,
hospitales de día, visitas a domicilio, etc. Esta experiencia reformista transformó el aspecto social exterior de
la psiquiatría sin llegar por ello a convertirse en una verdadera empresa de desalienación. Se miniaturizaron
los equipamientospsiquiátricos; pero no se cambiaron en lo fundamental las relaciones de segregación y de
opresión.
PROCESO: secuencia continua de hechos o de operaciones que pueden conducir a otras secuencias de
hechos y de operaciones. El proceso implica la idea de una ruptura permanente de los equilibrios
establecidos. El término no se emplea aquí en la acepción de la psiquiatría clásica, que habla de proceso
esquizofrénico, lo que implica siempre la llegada a un estado terminal. Su acepción está más próxima de lo
que Ilya Prigogine e Isabelle Stengers denominan «procesos disipativos
PRODUCCIÓN DESEANTE (ECONOMÍA DESEANTE): a diferencia de la concepción freudiana, el
deseo no está asociado a la representación. Con independencia de las relaciones subjetivas e intersubjetivas,
ocupa sin más una posición que le permite producir sus objetos y los modos de subjetivación que les
corresponden.
PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD: la subjetividad no es considerada aquí como cosa en sí, como
esencia inmutable. Ésta u otra subjetividad existe en función de que un agenciamiento de enunciación la
produzca o no. (Ejemplo: el capitalismo moderno, mediante los medios de comunicación de masas y los
equipamientos colectivos, produce a gran escala un nuevo tipo de subjetividad). Tras la apariencia de la
subjetividad individuada, conviene intentar descubrir cuáles son los procesos de subjetivación reales

63
REDUNDANCIA: este término fue forjado por los teóricos de la comunicación y por los lingüistas. Se
llama redundancia a la capacidad inutilizada de un código. Gilles Deleuze distingue, en Diferencia y
repetición, la repetición vacía de la repetición compleja, en tanto que esta última no se deja reducir a una
repetición mecánica o material. Aquí encontraremos a su vez la oposición entre redundancia significante,
separada de todo asidero sobre la realidad, y redundancia maquínica, que produce efectos sobre lo real.
RIZOMA, RIZOMÁTICO: los diagramas arborescentes proceden con arreglo a jerarquías sucesivas, a
partir de un punto central, de tal suerte que cada elemento local remonta a ese punto central. Por el contrario,
los sistemas en rizomas o enemparrado pueden derivar hasta el infinito y establecer conexiones transversales
sin que puedan ser centrados o clausurados. El término «rizoma» procede de la botánica, donde define los
sistemas de tallos subterráneos de plantas vivaces que emiten yemas y raíces adventicias en su parte inferior.
(Ejemplo: rizoma de lirio).
TERRITORIALIDAD, DESTERRITORIALIZACIÓN, RETERRITORIALIZACIÓN: la noción de
territorio se entiende aquí en un sentido muy lato, que desborda el uso que recibe en la etología y en la
etnología. El territorio puede ser relativo a un espacio vivido, así como a un sistema percibido en cuyo seno
un sujeto se siente «en su casa». El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación encerrada en sí
misma. El territorio puede desterritorializarse, esto es, abrirse y emprender líneas de fuga e incluso
desmoronarse y destruirse. La desterritorialización consistirá en un intento de recomposición de un territorio
empeñado en un proceso de reterritorialización. El capitalismo es un buen ejemplo de sistema permanente de
desterritorialización: las clases capitalistas intentan constantemente «recuperar» los procesos de
desterritorialización en el orden de la producción y de las relaciones sociales. De esta suerte, intenta dominar
todas las pulsiones procesuales (o phylum maquínico) que labran la sociedad.

Lewkowicz, I, (2003) “Suceso, situación, acontecimiento”. Inédito. Ficha bibliográfica. (TEÓRICO)

Lewkowicz, I. (2004) “La noción de subjetividad”. Inédito. Ficha bibliográfica. (TEÓRICO)

Lewkowicz, I: (2002) "La subjetividad contemporánea. Entre el consumo y la adicción”. Publicada en la


Revista de la AAPPG. Ficha de circulación interna. (TEÓRICO)

64
H - Lugar y función de la coordinación en y con grupos y agrupamientos.

Bonano, O: (2008) “Grupo y dimensión colectiva de las prácticas” Cap.3, parte III en “El oficio de
intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires, Editorial Biblos.

Lo colectivo y lo grupal.
La dificultad para “articular” lo que fue pensado en exterioridad (un sujeto psíquico individual y una
sociedad) fue efecto por un lado del horizonte cartesiano de la relacion entre sujeto y objeto y, por el otro, de
las tesis de la modernidad de un ciudadano individual, sujeto a la ley y centrado en su conciencia, enfrentado
a una sociedad concebida como contexto histórico y político. Todo esto afectó a ciertos modos de concebir
los dispositivos grupales. Jugó allí una convicción grupalista que ha sido y sigue siendo una de las matrices
persistentes en las prácticas de intervención a través del grupo.se trata de una noción primordial que apunta
a la potencia transformadora de lo grupal en sí, en la medida en que se postula al grupo como “eslabón
perdido” y por lo tanto intermediario articulador entre lo individual y lo social.
El núcleo más ambiguo y equívoco es que lo grupal equivale a colectivo. Pero lo colectivo no es igual a
número; lo socio-histórico no se constituye por interacción intersubjetiva. Lo colectivo es propio del sujeto
político, e implica el interés desinteresado en la transformación universal de lo subjetivo humano. Lo grupal
puede ser vehículo de reestructuraciones individualistas y herramienta activa de conformación
subjetividades instituidas, de las prácticas de sí.
El dispositivo grupal implica una mutación dentro de un linaje.

Los grupos como dispositivos de intervención


Nos vimos ante la necesidad de modificar los dispositivos de intervención a partir del procesamiento
colectivo del terrorismo de Estado. El dispositivo de “grupo de orientación” pasaba por la forma de una
charla inicial que modelizaba, al transmitir la experiencia, más que nada política, realizada por las Madres, a
la vez que intentaba generar condiciones de participación con conmoción subjetiva. Este dispositivo abría
condiciones para la subjetivación, en la medida en que se daba en el interior de las condiciones sociales
prácticas sociales instituyentes. Pero fueron cambiando e introdujimos un dispositivo modificado.
La continuidad de esas experiencias concierne a dos cuestiones centrales:
 Dar cuenta de los puntos de anudamiento de la subjetividad en lo sociopolítico-histórico
 Construcción de dispositivos grupales que posibiliten a sus integrantes recorrer un cierto tramo en la
elaboración de acontecimientos sociales.
En la tramitación del “trauma social” el trabajo elaborativo con respecto a la memoria, a partir de la
consigna del “Nunca más”, estaba condicionado por la tesis de que la memoria se construye con los otros y
en espacios públicos. El grupo, en tanto representación común, es espacio de intimidad que propicia la
elaboración subjetiva, pero a la vez es publico en tanto esta inscripto siempre en un orden institucional.
Esta dimensión institucional y colectiva era indispensable para tramitar el material psíquico kligado al
horros y lo siniestro. Los integrantes de un agrupamiento natural o de un dispositivo artificial de
intervención, como oo son los grupos de reflexión, despliegan todo el tiempo referencias a as signiicaciones
que los implican a las instituciones que organizan sus prácticas; es en el vector de la tarea de cada grupo
donde esas significaciones se concentran especialmente. Sostener que esas significaiones son organizadoras
del agrupamiento en su plano de consistencia, con la misma fuerza que las producciones vinculares
intersubjetivas (pactos, mitos, contratos, ilusiones) y las intrasubjetivas (fantasías, miedos, imagos), fue un
punto de partida indispensable y obligó a una tarea de transformación de los procedimientos heredados.

La concepción operativa en los grupos de reflexión


Los grupos de reflexión, como especificación de los grupos operativos, en tanto explícitamente grupos
organizados desde una tarea que no sea exclusivamente la remodelación psíquica, pudieron tener, bajo esa
contraseña, distintos objetivos y tareas; y por lo tanto se ofrecieron desde saberes y prácticas profesionales
como respuestas a necesidades y urgencias sociales diversas. Otro aspecto de la concepción operativa de
grupos aportó una condición decisiva: la posición abstinente del coordinador respecto de cómo el grupo
constituye sus objetivos y va gestionando su tarea acerca el procedimiento al eje de la autogestión.

65
Se constituye como grupo de formación en el terreno de las prácticas curativas y su objetivo es elaborar
tensiones.
La estrategia del laboratorio social, en los grupos de comunicación, discusión y tarea en los que el papel del
coordinador, de acuerdo con los principios de la “indagación operativa”, consiste en lograr una
“comunicación activa y creadora, y en dinamizar, resolviendo discusiones frontales que ocasionan el cierre
del problema.

Del grupo de reflexión al grupo reflexivo: la elucidación de las significaciones sociales.


Para Riviere el grupo tiene entre otros efectos el terapéutico. Pero acaso el eje de demarcación principal pase
porque, en tanto grupo operativo, tiene tarea; o mejor: la tarea es organizador principal del grupo, y desde
allí se puede decidir una diferencia neta con la perspectiva curativa o terapéutica se su prescripción de tarea
no lo centra en la remodelación psíquica de sus integrantes. Es la dimensión del trabaja, en su oposición con
la de trabajar-se, que bien puede ser puerta abierta a la captura en un grupismo afectivista y fusional,
centrado en el puro goce de estar en racimo.
El eje de la tarea, en su generalidad y universalidad, es el ombligo que conecta al agrupamiento con la
circulación social de practicas y por lo tanto con significaciones sociales que nunca van a poder reducirse a
contenido y procesos psíquicos.
Desde entonces llamamos “grupos reflexivos a un dispositivo de intervención que se caracteriza por:
Variabilidad en cuanto al problema abordado
Cuestiones estratégicas que definen el posicionamiento de la coordinación, orientadas a la
elucidación de las significaciones sociales que transversalizan al agrupamiento en sus tareas.
Inicio de la tarea grupal a partir de disparadores, desde la particularidad del problema a tratar. En
general se trata de anécdotas breves y de desenlace incierto, de sentido ambiguo e impacto
dramático.
En esta descripción se percibe que estos dispositivos conservan del grupo de reflexión el eje de ser grupos
centrados en una tarea o en un tema, y la posición abstinente de la coordinación respecto de la definición
del problema, pero aquí la tarea no está ya centrada en “elaborar tensiones” que aunque vagamente, remite
siempre a una suerte de trastorno psíquico sino en la elucidación de las significaciones sociales.
Nuestro grupo reflexivo no es un grupo operativo, por eso era un dispositivo, un conjunto heterogéneo que
encuentra su consistencia en un eje estratégico, lo que al principio llamamos análisis de las implicaciones y
luego se transformó en la elucidación de ellas. Hoy lo llamamos “destitución de subjetividades instituidas”.
El modelo de referencia de esta teoría de la subjetividad se instaura y detecta en el campo de la implicación,
la que muestra una concepción de sujeto producido-productor en los procedimientos de la institución
histórico-social. El grupo reflexivo es un dispositivo metodológico que habilita la tramitación de estas
dimensiones, se funda en el linaje de la intervención institucional e implica las siguientes prescripciones:
 Análisis critico del encargo y demanda sociales
 Detección y trabajo sobre los analizadores, que suministran el material central del proceso
elaborativo, y
 Análisis critico de la implicación y posición reflexiva.
La introducción de la dimensión institucional en el análisis hace estallar las fronteras del grupo. Lo
específico del análisis institucional es constituir una subversión del dispositivo de análisis “microsocial” del
grupo. El análisis institucional es colectivo y, en tanto tal, político, de lo impensado y lo impensable de las
practicas de grupo. Una agrupación es la resultante de una cantidad infinita de determinaciones sociales y
políticas, cuya piedra de toque es el Estado, que atraviesa transversalmente al agrupamiento.
Según la propiedad más decisiva de la lógica de los magmas (opuesta a la lógica conjuntista identitaria),
“una representación (significación) no es un ser distinto y bien definid”, sino que es todo aquello que acarrea
consigo”. En suma, lo vincular intra e intersubjetivo no es separable de la elucidación crítica de las
significaciones sociales: no hay elaboración psíquica sin tramitación sociohistórica colectiva. No hay
transformación sociohistórica sin destitución de las subjetividades instituidas, incluida la de los operadores.
Las significaciones sociales no se “interpretan”, se elucidan, y la verdadera elucidación sólo puede ser un
proceso colectivo.

La dimensión colectiva cuando el grupo no está.

66
Hay experiencias en que no se producía grupo, no se instalaba una trama grupal tal que las resonancias del
otro, permitieran albergar la tramitación conjunta del sufrimiento institucional.
Lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa, sino la creación de una forma
social (y por lo tanto subjetiva) radicalmente nueva. Se trata entonces de la producción de la realidad social
por la dimensión colectiva, propia del sujeto político, de la subjetividad. Trabajamos con la idea de
presentación-emergencia-producción y enfrentamos hay interrogantes con respecto al proceso de creación de
nuevas significaciones.
Lo subjetivo es un acto en un punto en el que irrumpe algo real, imposible de enunciar y tramitar en los
términos constitutivos de la situación dada, punto en el cual la posición reflexiva y la elucidación crítica
permiten destituir un enclave de la subjetividad instituida.
Se trata de actos de sujeto y prácticas de enunciación, para los que los procesos mentales de esclarecimiento
resultan insuficientes y la distinción entre individual y colectivo no es pertinente.

Bonano, O: (2013) “Producción de subjetividad del coordinador de grupos”, publicado en Cuadernos


de Campo grupal N° 14, Buenos Aires, Noviembre de 2013 (FALTA)

Bozzolo, R. (2002) “Lugar y función del psicoanalista en el grupo”. Ficha de circulación interna.
(TEÓRICO)

Kesselman, H, Pavlovsky, E. y Frydlewsky, L. (1984) Escenas temidas del coordinador de grupos.


Ediciones Búsqueda.

Nuestras experiencias de autogestión relatadas procedentemente nos llevaron a pensar que, de la forma en
que veníamos explorando y trabajando los autores de este libro, podíamos realizar esa misma exploración
dirigiendo una experiencia con coordinadores de grupo que estuviesen interesados en profundizar esta línea
de investigación. A tal efecto, propusimos dirigir un seminario de investigación de escenas temidas para
veinticuatro coordinadores de grupo, donde cada participante pudiera, trabajando en conjunto y en pequeños
grupos, estudiar sus escenas temidas y las de sus compañeros de seminario y concebimos un método de
trabajo para entrenar a cada coordinador en sus posibilidades de entrada y salida de situaciones regresivas
que lo comprometen habitualmente en el desempeño de su tarea.
Nos ofrecimos a estudiar sus miedos habituales en su desempeño como coordinador, sus mecanismos
defensivos con los que lucha contra estos temores, la toma de conciencia entre éstos y sus miedos
personales, históricos, con los que él puede asociar sus miedos profesionales; la forma en que es capaz de
trabajar dramáticamente estos miedos, con la ayuda de otros que están es su misma búsqueda, cuyas
intervenciones le dan un repertorio más amplificado y rico para operar nuevamente con estos miedos en su
vida cotidiana profesional.
Cada corriente de la Psicología Social (psicoanalítica o no) tiene su método, el cual es ejercido por el
coordinador, según su teoría y técnica, para provocar la entrada en la regresión de los integrantes de un
grupo con el objeto de movilizar estereotipos de conducta y también tiene sus recursos para provocar la
salida de la regresión o progresión de dichos integrantes. Estos métodos varían según la escuela de que se
trate.
Nosotros queremos proponer la formación del coordinador entrenándolo en la toma de conciencia que éste
puede adquirir, asociando las escenas conflictivas de su historia personal y que suponemos forman el
sustrato bloqueante de su capacidad técnica (personal) para coordinar. Los ubicamos en compañía de otros
coordinadores apasionados en esta misma búsqueda y tratamos de producir en cada uno una regresión que
puede llegar a superarse a través del conocimiento profundo de dicha situación para que, cuando vuelva a
encontrarse con ella nuevamente, una vez terminado el seminario, pueda contar con un repertorio de
conductas alternativas para operar eficazmente como coordinador grupal, configurando una verdadera
espiral dialéctica del aprendizaje en su vida de coordinador de grupos que se concibe por el eslabonamiento
de unidades de trabajo a las que llamamos escenas (temidas, consonantes, resonantes y resultantes).
a)- Las escenas temidas
Un coordinador de grupos, si se encuentra en un grupo de colegas que se dispongan para ello, cuenta con un
marco de adecuada seguridad psicológica como para revisar "de entrecasa" los momentos difíciles más

67
habituales por los que debe pasar durante su ejercicio en el desempeño profesional del rol. Es posible
ponerse a charlar, a confesar temores y dificultades habituales.
Estos momentos, imágenes conflictivas de nuestra vida profesional, pueden formar un repertorio de
momentos o imágenes capaces de ser espacializadas y representadas dramáticamente en forma de escenas.
Esas "escenas temidas" pueden quedar como secretos o misterios de cada coordinador. Si esta escena temida
es representada dramáticamente bajo la guía del propio interesado en estudiarse a sí mismo, llegamos al
momento, objetivado en otros, de su propia dificultad. Esta escena temida para este coordinador: ¿qué está
encubriendo de él mismo?
b)- Las escenas consonantes
La escena temida es utilizada como "vía regia" para llegar al inconciente del coordinador de grupo. Si se
invita al coordinador en cuestión a asociar ideas, realizar soliloquios asociativos y a aislarse
momentáneamente, en compañía de los otros, pero en un ejercicio de introspección regresiva en una
regresión "guiada" por el conductor del ejercicio sobre sus propios momentos vitales que "hagan eco" con el
afecto con el afecto de la temática planteada en la escena temida, es posible rastrear alguna o algunas
escenas que por vibrar tan parecido con la "escena temida" las llamamos escenas consonantes (o escenas
familiares asociadas consonantes).
Estas escenas pueden también, como las temidas, ser representadas dramáticamente con la participación del
protagonista y con nuestra conducción, y aluden siempre a una estructura modular subyacente.
c)- Las escenas resonantes
Concebimos la posibilidad de transformar a esta escena consonante en un medio de trabajo para cada
integrante del grupo, bajo la conducción y las sugerencias del director de las dramatizaciones. Le pedimos
entonces al protagonista que les "preste" la escena a los demás, para que "circule" libremente por el grupo.
Tomamos cada "trozo" de la escena para sacarle algo así como una fotografía amplificada, de tal manera que
en lugar de reducirse a las relaciones prehistóricas esta escena comienza a multiplicarse, a enriquecerse con
la mirada, el oído, las actitudes, los sentimientos, las reacciones y las palabras de los otros.
La escena consonante, así representada y trabajada, con la multirresonancia del conjunto permite llegar a
una Gestalt básica, pluridimensional y totalizante que se contrapone a la visión monocular y parcializadora
del protagonista en los momentos en que éste se encuentra examinándola aisladamente. Rompe de esta
manera su bloqueo narcisístico, su propia y repetida "novela", y le obliga a elaborar el duelo por la pérdida
de este estado que le es antiguo y permanente, proveyéndolo de nuevas perspectivas con las que se dirige
nuevamente a examinar sus "escenas temidas".
Las escenas así tratadas dejan de ser solamente encubridoras, para transformarse en "descubridoras" y para
formar en conjunto con la resonancia en los otros, esta nueva escena mutativa: la escena resonante.
d)- La vuelta a la escena temida: la escena resultante
Al volver a tratar la escena temida, va a volver a vivirla y representarla con sus compañeros. Pero la escena
ya no consuena en su interior de la misma manera. Su bloqueo narcisístico, la novela familiar que subyacía a
su escena se ha transformado. La ha reescrito con sus compañeros y ha quedado sobreimpresa para
transformar seguramente su óptica de la antigua escena temida que tiene para él, desde ahora, una valoración
distinta, mucho más rica que la que tenía antes de ser tratada de esta forma.
Está lista para consonar y resonar con las escenas temidas del resto de sus compañeros que comienzan a
desfilar durante las horas del seminario. Su novela profesional (equivalente de su novela familiar) ha
comenzado a modificarse.

Resumen
Los autores plantean un método de formación para coordinadores de grupo. Este método centra sus
operaciones sobre la persona misma del coordinador, invitándolo a trabajar en compañía de otros
coordinadores que tienen sus mismos objetivos, en un seminario investigativo sobre el tema: escenas
temidas.
El entrenamiento propone técnicas para la toma de conciencia de las situaciones conflictivas que cada uno
debe sobrellevar en la práctica cotidiana y a estas situaciones las denominan: escenas temidas.
Estas escenas temidas de su quehacer profesional son encubridoras de escenas conflictivas que le hacen eco,
y que corresponden a su historia personal, a las que denominan escenas consonantes o escenas familiares
consonantes.

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El trabajo psicodramático y con técnicas de laboratorio al que se someten estas escenas, las transforman en
escenas resonantes. El conflicto de cada participante es protagonista y resuena en cada compañero de
trabajo. Cada participante puede volver a su escena temida desde este tratamiento de la misma, abierto a un
nuevo repertorio de conductas y defensas alternativas hacia el mismo miedo, configurando una escena final:
la escena resultante, que surge como resultado del tratamiento grupal de las escenas temidas consonante y
resonante.

Bonano, O, Bozzolo, R, L´Hoste, M.: “Intervención institucional en una residencia de salud mental”.
Parte III Anexo, pág 206. en “El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e
instituciones”. Buenos Aires 2008, Editorial Biblos.

La significación de la salud pública como bien universal y como derecho para todos se ha ido trastocando en
un bien privado y un acceso altamente diferencial de acuerdo con capacidades de consumo, de bienes de
salud. Hoy las prestaciones de servicios de salud, a cargo de grandes empresas, subsidiarias de fondos
financieros internacionales y regidos por la ley de la máxima ganancia, no tienen el tope que les imponían
valores y significaciones centrales con vigencia efectiva en períodos anteriores.
Los pedidos de colaboración de equipos constituidos por médicos, maestros, etc., relatan conflictos
interpersonales e institucionales; el sufrimiento psíquico se expresa en sentimientos de dolor, desaliento,
enojo, descreimiento en sus propios instrumentos; la cultura del maltrato ocasiona procesos psíquicos de
desinvestidura y empobrecimiento. Cuando recibimos un encargo, realizamos un análisis crítico del mismo.
En el abordaje de los dispositivos de intervención diferenciamos el campo de análisis del campo de
intervención. En el primero incluimos herramientas conceptuales provenientes del análisis institucional, el
psicoanálisis de los grupos, la teoría del grupo operativo, el análisis organizacional y teorías sociales
contemporáneas. En el campo de intervención, la estrategia elegida en cada caso guiará la selección o
invención de recursos técnicos: entrevistas personales, reuniones de equipo con técnicas grupales,
asambleas, construcción artificial de pequeños grupos.
Respecto del análisis por encargo del encargo la primera cuestión que nos aparece es la ambigüedad con que
se formula el pedido ante uno de nosotros: que vengan a charlar….estoy preocupada…
Crecía en nosotros la molestia por trabajar sin remuneración, la sensibilidad ante un cierto manejo tiránico y
nuestra decisión de no obviar esta vez el planteo de este tema, como posible analizador de cuestiones
centrales a elucidar.
Interdisciplina y otros malestares
A partir de la consigna de hacer una ronda con la frase “estamos acá para…”, las integrantes producen un
material que juega entre dos funciones: constituyentes y defensiva, de lo que llamamos “organizadores del
grupo”. Una apunta a la unidad, al cuerpo, a la ilusión de que el simple estar puede producir algo: veo a
todos juntos…se abrocha una representación del grupo a un significante: la “interdisciplina”, que se abrirá a
producir variados sentidos durante toda la intervención. Se lo enuncia: es un lugar de pertenencia. .me
interesa la interdisciplina… por un lado la interdisciplina que aparece como modalidad idealizada de trabajo,
se presenta soldada en muchos momentos a otra significación: la “pertenencia”, lo que nos lleva a sospechar
que la identidad de este equipo, y la propia identidad personal en el rol, están seriamente amenazadas. En la
otra función, esta soldadura operaba como una defensa que inmovilizaba la expresión de cualquier malestar.
Solo decían: hay algunas dificultades….con Alicia tenemos algunas diferencias… Ante la intervención
“¿Podés enunciar en una frase el problema?”, comienzan a desplegarse, con emoción, los sufrimientos.
Intervenciones de este tipo, que estimulan la explicitación de cuestiones, por lo general desmontan el estilo
de aludir/eludir, al garantizar por la presencia de la coordinación un espacio de escucha.
Observamos que los malestares se ubican en el espacio intersubjetivo, en el espacio institucional y en el de
la propia subjetividad, luchando contra tanto obstáculo. La enunciación del sufrimiento se hace con una
modalidad quejosa, donde apenas hay lugar para el sometimiento, para el enojo y para la autodenigración, o
sólo queda irse del equipo como recurso extremo de preservación personal. Posición de victimización que
las deja ubicadas como objetos de la institución y no como sujetos de actos de enunciación: El dinero y la
jerarquización implican que se obtiene algo a cambio del trabajo. Comienza a fisurarse el pacto denegativo
sobre el que este grupo está configurado: del dinero no se puede hablar en el equipo. Cuando alguna de las
integrantes intenta romper el pacto de desmentida respecto del dinero, Alicia fuerza su función represora.

69
De tazas sucias y planillas vacías.
Estas dos aparecen como analizadores, o sea como aquello que fuera a lo oculto de la institución, en
situación, a decir su verdad.
Estamos como en casa.. Alicia es la mamá y nosotros los hermanitos….
La “fomentación obscena de lo imaginario” tenía la función de bloquear y arrojar a lo negativo la
transversalidad que las capturaba, por vía de la exasperación libidinal. Intervenimos entones señalando la
positividad el gesto de dejar sucias las tazas: hay una vocación por dejar las cosas sucias, porque parece
que hay mucha mugre en la institución.
El otro analizador fue la planilla. Algo rebasa que proviene de afuera. Esta dura emergencia de la realidad y
la constatación dolorosa de la no existencia, llevo a plantear a alguien: quisiera que la reunión sirva para
algo. A lo que respondimos: no vamos a exacerbar la violencia entre ustedes, porque entendemos que es
una forma de amortiguar la percepción de la real fuente de la violencia.
Qué te puedo cobrar
El analizador dinero. Aquí se coloca una intervención propia de nuestro modo de trabajo, que colabora en la
operación de elucidación crítica de las implicaciones institucionales: se percibe en varias de ustedes la
ruptura de la complicidad con la institución del trabajo gratuito, es decir, hay una transformación de la
implicación institucional, pero ¿qué se puede hacer para que eso tenga un soporte colectivo, no sólo
grupal? Ante el planteo de una agrupación colectiva que sostenga demandas, tal vez necesiten encontrar en
sí mismas la ruptura y allí tendría otro anclaje ir al gremio.
Vuelve a haber una pelea Alicia-integrantes. Nosotros señalamos: justo cuando surge el reclamo ante los
jefes, hay un retorno de la hostilidad al interior del equipo. Este planteo de intervención implica trabajar
aspectos de la fantasmática intersubjetiva en su entrelazamiento con significaciones sociales de
subordinación, tanto de género como profesionales.
Aquí se habla de las “chicas” en vez de las psicólogas. Esta desocultación nos permitió interpretar un plano
propiamente psíquico: se percibe una instalación masoquista desde las injurias narcisistas y las
humillaciones de las que son objeto.
El proceso de fundación del equipo afecta a su imaginario de constitución; no es lo mismo ser llamadas
porque las necesitan a que les “permitan” trabajar. Revisando la historia y las significaciones que allí
quedaron marcadas, se puede decir que la “interdisciplina”, como base de fundación, toma el sentido de ser
usadas por los médicos para su propio lustre (laboratorios). Respecto de ¡somos veinte mujeres!, las mujeres
creímos que lo nuestro era hablar de los afecto y como psicólogas de la locura, pero si nos excluimos de
hablar de las ideas y eso se articula con la “interdisciplina” quedamos confinadas a un lugar
inevitablemente menor.

Rolnik S. (2005) "Una nueva suavidad" pag 413 en Micropolitica, Cartografias del deseo, Buenos Aires,
Ediciones Tinta Limón.

Penélope se niega a la aventura, porque en la aventura se evidencia para ella la desterritorialización, el


objeto de su pánico. Fervorosas adeptas y propagadoras, a su modo, de la fe en lo absoluto, las Penélopes no
se reconocen en la discontinuidad de los contornos y no lo reconocen como ineluctable. Y cada vez que
sienten lo discontinuo, lo consideran un mero accidente —y, en tanto tal, pasajero— accidente atribuido a la
falta de otro dentro de ellas. La desterritorialización es traducida como sensación de estar desagregándose
mientras Ulises les falta. Y, melancólicamente, Penélope lo acusa: «Me destruyes con tu voluntad de
ausencia».
Pero esa sensación de destrucción (en la ausencia) es indisociable de una esperanza: la de la sensación
aliviadora de reconstrucción (en su presencia) —condición de existencia de las Penélopes. La queja de la
falta de Ulises alimenta la esperanza de que en cada retorno él le devuelva la certeza de ser mujer. La tan
llorada amenaza de pérdida de Ulises es amenaza de una pérdida de sí misma; amenaza apaciguada en cada
retorno de Ulises, que le devuelve ese sí misma.
Para Ulises la evidencia de la desterritorialización —objeto de su pánico— está en tejer. Por lo tanto, Ulises
se niega a tejer. Fervorosos adeptos y propagadores, pero de otro modo, de la fe en lo absoluto, los Ulises
tampoco se reconocen en la discontinuidad de los contornos, ni la reconocen como ineluctable.

70
Y cada vez que sienten lo discontinuo, lo consideran un mero accidente y, en cuanto tal, pasajero. El
accidente, aquí, es atribuido al exceso de presencia del otro, que les impide el acceso a todos los otros. La
desterritorialización es traducida como sensación de estar siendo devorado por Penélope. Y, fóbicamente,
Ulises la acusa: «Me destruyes con tu carencia, con tu deseo de presencia».
En este caso, inverso al de Penélope, la sensación de destrucción (en su presencia) es indisociable de una
esperanza: la de una sensación aliviadora de reconstrucción (en su ausencia) —condición de existencia de
los Ulises. Él precisa irse para mantener a Penélope bajo la amenaza de perderlo y en esa amenaza mantener
vivo su deseo por él, deseo en el cual se refleja. Amenazada, Penélope grita su nombre a los cuatro vientos y
desde el fondo de su desesperación le dice: «Yo no existo sin ti…», «sin ti, mi amor, yo no soy nadie…»,
«me duermo pensando en ti… y amanezco pensando en ti…», «yo sé que voy a amarte toda mi vida…» Al
oír eso, Ulises se alivia: en el desconsuelo de ella, se consuela. Estando de nuevo seguro ahora sabe: «En
cada ausencia mía, yo existo en la espera llorosa de ella, que constato y vuelvo a constatar en cada vuelta».
Es en ese retiro ritual, hecho de una eterna fuga y de un eterno retorno —configuración de la simbiosis— en
el que Ulises garantiza su espejo. Las agresivas escapadas (los viajes de Ulises) son condición de existencia
de ella. Penélope precisa, en su espera, quejarse de la «otra», —todas las mujeres (reales o imaginarias, no
hay diferencia). En esa queja, indaga: «Espejo, espejo mío, ¿existe alguien más mujer que yo?» Y el eterno
retorno de Ulises, respuesta del espejo, hace de ella La Mujer. La espera melancólica (el tejer y retejer de
Penélope) es condición de existencia de él. En la irritación frente a la carencia de Penélope, Ulises se funda
como Hombre. Él precisa quejarse de la desesperación inconsolable de ella, pues en esa queja certifica la
permanencia del suelo que pisa, el suelo de su perpetua reterritorialización. En realidad, en sus viajes, Ulises
nunca se desterritorializa: está siempre y solamente en la secreta tierra firme hecha del incesante lamento de
Penélope.
El pánico de Ulises ante la carencia de Penélope genera el pánico de Penélope ante la fuga de Ulises, que
genera el pánico de Ulises. Pero Ulises nace del pánico de Penélope, que nace del pánico de Ulises… Pero,
en realidad, los dos precisan tanto del abandono, como de la unión: —pacto simbiótico. Penélope controla
el tiempo: teje la trama de la eternidad. Ulises controla el espacio: monta la imagen de la totalidad. Dos
estilos complementarios del deseo de absoluto: inmovilidad tibia y melosa, movilidad fría y seca. La misma
esterilidad. Una sola neurosis: equilibrio homeostático. Miedo a vivir. Voluntad de morir. Pero un día, el
Ulises —presente en cada uno de nosotros, hombres y mujeres— sale de la escena: se separa
definitivamente de Penélope. No volverá nunca más. Superado el miedo, ya no precisa de espejo en la espera
de ella, ni en la de nadie: se entrega de cuerpo y alma a la desterritorialización. Y otra escena se instaura: la
de las máquinas célibes.
Sin territorio fijo, las máquinas célibes vagan por el mundo.
En esa furia de tejer con tantos hilos, tan rápidamente sustituidos, ya no conseguimos detenernos. El otro,
descartable, es el mero paisaje que como mucho mimetizamos.
Hay cierta amargura en todo eso. Sin tiempo ni espacio para tejer lo que sea, cuerpo y alma van perdiendo la
capacidad de urdir. Invalidándose nuestras defensas inmunológicas: nos volvemos tan vulnerables que, al
más leve toque, nos disolvemos. Y morimos de sida.
Es verdad que no siempre funcionan así las máquinas célibes. A veces la especial pasión nos despierta algún
hilo que aún nos lleva a investir un tejer. Pero, entonces, lo que frecuentemente ocurre es que asistimos
impotentes a nuestra recaída en la simbiosis —la misma. Una vez más aterrizamos en ese suelo: nos
reterritorializamos.
Dos escenas, dos peligros, un solo daño: entre la simbiosis y la desterritorialización vivida como finalidad en
sí misma, quien sale perdiendo es el amor.
¿Entonces el amor se vuelve imposible? No exactamente. Exhaustos de tanta repetición, descubrimos que
siendo como Penélope exaltando el retorno al confort del hogar, al confinamiento conyugal, o siendo como
Ulises, exaltando la libertad de aventura que únicamente existe en función de su eterno retorno al nido, sólo
se enmascara el miedo a la desterritorialización por un deseo de absoluto. Y no solamente eso. Constatamos
también que el acto de exaltar esa libertad para circular incorpóreamente, sin Penélope alguna que nos
refleje en su espera (máquinas célibes), termina separándonos de nuestra propia vida. Consternados,
descubrimos que por haber pretendido librarnos del espejo, lo que acabamos perdiendo es la posibilidad de
involucrarnos —como si la única ligazón posible fuese la de especular. Por haber pretendido librarnos de la

71
simbiosis, lo que acabamos perdiendo es la posibilidad de construir territorios como si el único montaje
posible fuese la simbiosis.
Un más allá del espejo donde nuestro viaje no sea ya aquel de un Ulises (preso), ni aquel otro de las
máquinas célibes (desgarrado). Viaje solitario: una soledad poblada por los encuentros con lo
irreductiblemente otro. ¿Pero cómo sería ese viaje? De él sabemos apenas dos o tres cosas. La primera es
que él sólo se hace si preservamos lo conquistado por las máquinas célibes —tener autonomía de vuelo, un
vuelo donde el encuentro con lo irreductiblemente otro nos desterritorialice; ser pura intensidad de ese
encuentro.
La segunda es que, si eso es necesario, no es suficiente: al mismo tiempo que se da la desterritorialización,
es preciso que, a lo largo de los encuentros, se construyan territorios. (Máquinas célibes, lo que no sabíamos
es que sin territorio alguno, la vida, desarticulada, mengua). Y nos empeñamos en la creación de esta nueva
escena (¿Nuevas escenas?).
Somos casi replicantes, ya sabemos también de qué está hecho ese empeño: está hecho de amor.
En realidad, lo que no soportamos es la estridencia de esos sonidos inarticulados. Es el «nada más de aquel
todo». Lo que no soportamos es que somos un poco Penélopes, un poco Ulises, un poco máquinas célibes,
un poco replicantes… y no solamente eso. E incluso, en los momentos en que, desavisados, conseguimos
soportarlo, descubrimos con cierto alivio que, de la convivencia desencontrada de esas figuras, se destila ya
una nueva suavidad.

72
I - Lo grupal como producción.

Percia, M: “Lo grupal, la cuestión de lo neutro.” , Publicado en Campo Grupal, Ficha bibliográfica.

Lo neutro, Lo grupal, Lo grupal, potencia de los desanudados. Lo grupal es pensamiento portador de


disidencia. Lo neutro es un modo de concebir lo no pensado. Un modo de alojar intensidades que vacilan
cada vez que son empujadas al encierro en un referente.
“Lo grupal dice, a un oído atento, sobre conjunciones, disyunciones, atravesamientos; evoca multiplicidad
de formas y repertorios que arman esas fluidas -a veces efímeras- ‘positividades’ llamadas grupos”.
Lo grupal es movimiento que piensa subjetividad y política, angustia y deseo, amor y odio, proximidad y
distancia.
De la encerrona. No importa lo que es sino lo que acontece (en los grupos, las instituciones, las
comunidades, las multitudes, los conjuntos) inesperado.
Lo neutro es un modo de escapar de las contundencias cerradas del no y el sí. Una cosa es una negación (o
una afirmación) absoluta y otra es una negación (o una afirmación) infinita: si lo absoluto ejerce el poder de
la clausura lo infinito llama o sigue las pistas de lo que huye inclasificado.
Lo grupal como movimiento de autores y de prácticas que ensaya un pasaje desde el estudio de los grupos y
sus componentes históricos (conflicto y cohesión, interacción y roles, resistencias y transferencias, ilusiones
y supuestos, asociaciones del psiquismo y el narcisismo) hacia “Lo Grupal (y la producción de
subjetividad), especie de acontecimiento blanco que dispara el neutro ‘lo’, neutro del que carecen todavía
algunas lenguas
Lo grupal para De Brasi fue un deslizador, un fluir en otro sentido, una fuga de los grupos hacia la
interrogación sobre las condiciones de producción de subjetividad.
Para Blanchot (1969) lo neutro es un modo de alojar lo desconocido sin confinarlo a lo conocido ni a lo
todavía no conocido .Lo grupal es la memoria de lo desconocido que los grupos olvidan.
Lo inconsciente es lo que se enuncia sustraído del enunciado conocido.
Tal vez lo neutro sea una astucia para aprender a desconocer lo conocido.
Una cita de Michel Serres: “Amar a alguien es oírle contar su vida y contarle la tuya. Existir es relatar la
propia vida. Hay que hacer que la vida sea algo que se pueda decir. Todos necesitamos un relato para
existir”.
Lo neutro se resiste a quedar confinado en las opciones existentes. Lo neutro: ni uno ni otro, ni una cosa ni
otra, escapa a toda definición, no puede clasificarse.
Lo grupal se resiste a las generalizaciones de los grupos, a la enumeración de rasgos que parecen comunes, a
la descripción de casos particulares de un universal ya establecido. Lo grupal es espera de lo único. Lo
grupal es pregunta sobre cómo producir espacio en un desierto saturado por el sentido común. Lo grupal es
una referencia sutil, no un lugar ni un sitio fijo: un intervalo móvil de los solitarios que se reúnen alrededor
de nada. Si los grupos consagran modelos, normas, culturas; lo grupal es deseo que desbarata esas
formaciones ya instituidas. Lo grupal es reserva de intensidades colectivas que se realizan, a veces, en las
protestas de los grupos sociales. Lo grupal flota como promesa en la indignación por la injusticia y la
desigualdad social, esa potencia se expresa cuando un colectivo humano decide (más allá del miedo) romper
el cerco del silencio y hacer oír su denuncia.
El escrache grita algo que está denegado: en esta ciudad, en tu barrio, en la cuadra de tu casa, en tu mismo
edificio, vive un torturador. Un grupo interviene señales para indicar la dirección del denunciado, realiza
pintadas, sentadas con canciones y bailes frente a su domicilio, dramatizaciones de hechos ocurridos en un
escenario improvisado en la puerta de su casa. Si el escrache es una acción de grupo que sirve para
denunciar algo; lo grupal es la potencia alegre que fluye en toda denuncia colectiva de lo socialmente
silenciado.
Sino aprender de lo estético sus modos de aproximarse a los misterios de la sensibilidad y la enunciación
colectiva, sus modos de alojar lo todavía no catalogado, no previsto, no codificado, no representado. Si las
técnicas de grupo son recetas para conducir pequeños colectivos humanos, lo grupal es el deseo de lo
colectivo desprendido de las maniobras control. Lo neutro evita estabilizarse en un sentido, anota Barthes:
“lo Neutro es desapego del sentido”. Lo grupal es la incesante interrogación por el sentido de los grupos.

73
En la expresión lo grupal, lo neutro es un intento de escapar a las figuras consolidadas. A veces, no se puede
huir de lo existente, pero el que intenta la huída, aún sin alcanzarla, la saborea. El intento no es fantasía del
inmovilizado, sino impulso que procura. Intento es una palabra que anda con zancos. Si los grupos se
definen por las intenciones conjuntas, lo grupal es pregunta por las intensidades colectivas. Barthes anota
que lo neutro designa el tiempo del todavía no, el momento anterior a las diferencias.
En la expresión lo grupal el adjetivo precedido por el artículo neutro queda sustantivado. Lo grupal a veces
queda cancelado por las imposiciones de los grupos. Suele decirse “se incorpora un miembro al grupo”
como si -en ese acto- la bestia del conjunto se devorara un brazo, una pierna o una oreja. Barthes anota el
carácter no sistemático de lo neutro, su relación con lo ocasional, lo coyuntural, lo inútil. Lo neutro es el
nombre mismo de lo singular y lo único.
Escribe Deleuze (1969): “El sentido, lo expresado de la proposición, sería entonces irreductible a los
estados de cosas individuales, y a las imágenes particulares, y a las creencias personales, y a los conceptos
universales y generales. Los estoicos supieron decirlo: ni palabra, ni cuerpo, ni representación sensible, ni
representación racional. E incluso puede que el sentido fuera ‘neutro’, completamente indiferente tanto a lo
particular como a lo general, a lo singular como a lo universal, a lo personal y a lo impersonal. (…)
“Anteriormente, el sentido considerado como ‘neutro’ nos parecía que se oponía a lo singular, no menos
que a las otras modalidades. Ya que la singularidad no estaba definida sino en relación con la designación
y la manifestación, lo singular no era definido sino como individual o personal, y no como ‘puntual’. Ahora,
por el contrario, la singularidad forma parte del dominio neutro”.
Los grupos son efectuaciones posibles de lo grupal. Lo neutro aloja lo preindividual e impersonal de las
potencias colectivas. Si los grupos suelen contentar fanáticos que se unen a través del odio para huir del
miedo; lo grupal es alegría colectiva de los que se saben tristes, solos, vulnerables. Si los grupos creen en sí
mismos, aún cuando deciden, a veces, su autodisolución; lo grupal es indecisión que no cesa de preguntarse
sobre el sentido y el valor de las acciones colectivas.
Si los grupos son marcos morales de los amuchados, lo grupal resguarda la inquietud de lo colectivo
indisciplinado.
Asistimos a una cultura que trata de mantener entretenido al aburrido: de interesarlo por objetivos más o
menos alcanzables. El mundo social ofrece un surtido de trivialidades para matar el tiempo. Matar el tiempo
es el enunciado de la cultura del entretenimiento. El entretenido es tenido, capturado como público:
amordazado en sus deseos.
Los grupos pueden ser campos de exterminio del tiempo (como ocurre con las audiencias televisivas).Lo
grupal es la pregunta por el sentido que tiene estar juntos. Lo grupal es la inquietud que recomienza cuando
los recorridos ya realizados se repiten desvitalizados. Consumen novedades técnicas como ilusión de
rejuvenecimiento.
Los grupos interesan si posibilitan entrever algo de lo grupal: lo grupal adviene cuando uno se da cuenta
que, ensimismado en los fantasmas de siempre, se está perdiendo algo de la fiesta que crece a su alrededor.
Para dar una puntada más al hilván, una proposición barthesiana: lo grupal expresa el grado cero de los
grupos.
Acontezca la posibilidad del diferir en uno mismo, oportunidad de una fuga de sí, huída de la obstinada
perseverancia de una representación. Diferencia la potencia del verbo diferir tanto en su sentido de
rechazar, Percibe que lo neutro de la diferencia es lo difiriente.
Que suelen traducirse como cosas insignificantes y que no vienen al caso) sobre la comunidad de los
puercospines, para decir que nadie soporta la cercanía íntima con los demás. Y así, entre dos sufrimientos,
oscilan hasta encontrar el punto preciso en el que pueden darse calor sin clavarse las espinas. Punto óptimo,
razón escéptica y desapegada de todo deseo: a esa distancia justa la llama urbanidad y buenos modales.

Bonano, O. (1997) “Organizadores del grupo”. (Selección de fragmentos del folleto Dispositivos de
Intervención en Psicología Social., editado por la Fac. de Ciencias Sociales de la Universidad nacional
de Lomas de Zamora (TEÓRICO)

Bonano, O: (2006) “Algunas tesis sobre la Tarea”. Texto inédito. Ficha de cátedra.

74
Una práctica es una significación en acto, es un hacer; está condicionada por el horizonte problemático de
los saberes, pero en la inmanencia de las prácticas suceden incidentes, excedencias o acontecimientos que
suplementan las condiciones de partida.
(Enrique Pichón Rivière). Es un campo en el que puede haber demanda (o 'sitio’) de intervención, y es
centralmente el de los equipos (una de las formas de los agrupamientos que “se dan espontáneamente a la
vida social” R. Kaës), sean aquellos en los que participamos como integrantes . Aquella lógica es
consistente con el horizonte problemático de la Psicología Social pichoniana (“la tarea es la marcha del
grupo hacia sus objetivos”), que situó a la constelación Necesidad-Objetivo-Tarea como uno de los
organizadores del agrupamiento
(el otro como sabemos es la M.R.I., más sesgado hacia la fantasmática), y propuso los vectores de
direccionalidad, estrategia, táctica y logística como herramientas para la operación.
Si se acepta (ciegamente) que la función del coordinador (es peor aún si es jefe, director, etc.) es conducir al
grupo a su objetivo; y que todo lo que desvíe o demore en la marcha hacia su objetivo tiene por causa la
resistencia (al cambio), es inevitable que se produzca un empantanamiento. Tal vez sea esta la vía más
directa para que la concepción operativa se ordene bajo el discurso del amo. La tesis, sin duda psicologista al
extremo, que el motor de la resistencia al cambio son las ansiedades depresiva o paranoide, además de
engrosar el funcionalismo del esquema, termina extraviando definitivamente toda posible elucidación
política y subjetiva respecto de la tarea.
La tarea ya no comanda desde el universo simbólico del tercero ordenador; muchas veces apenas fuerza el
“rostro obsceno de lo imaginario” (Cfr: reacciones de alumnos de Psicoterapia II frente a la obligatoriedad
de las jornadas, suposición que la cátedra es un ‘espacio de libertad’; o la ruina de la función institucional
establecida de los “Trabajos Prácticos” como espacio para que un alumno aprenda bajo la lógica del saber, a
partir de la lectura previa de la bibliografía).
No es posible pensar y operar en los agrupamientos que se dan espontáneamente a la vida social sin la
noción de tarea y las operaciones que allí se engarzan; no es posible hacerlo con las categorías y
significaciones heredadas. Por lo tanto estamos ante un problema, un problema verdadero, puesto que no hay
respuesta para esta impasse. Tal vez ayude a pensarlo la proposición de la tarea como un operador vacío. Se
trata de operar sobre la condición inercial en que se plantea la tarea inicialmente, y cooperar para que se
pueda pensarla, con lo que se la hace ser al modo situacional.

Bonano, O: (2008) “Grupo y dimensión colectiva de las prácticas” Cap.3, parte III en El oficio de
intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones. Buenos Aires, Editorial Biblos.

Lo colectivo y lo grupal.
La dificultad para “articular” lo que fue pensado en exterioridad (un sujeto psíquico individual y una
sociedad) fue efecto por un lado del horizonte cartesiano de la relación entre sujeto y objeto y, por el otro, de
las tesis de la modernidad de un ciudadano individual, sujeto a la ley y centrado en su conciencia, enfrentado
a una sociedad concebida como contexto histórico y político. Todo esto afectó a ciertos modos de concebir
los dispositivos grupales. Jugó allí una convicción grupalista que ha sido y sigue siendo una de las matrices
persistentes en las prácticas de intervención a través del grupo.se trata de una noción primordial que apunta
a la potencia transformadora de lo grupal en sí, en la medida en que se postula al grupo como “eslabón
perdido” y por lo tanto intermediario articulador entre lo individual y lo social.
El núcleo más ambiguo y equívoco es que lo grupal equivale a colectivo. Pero lo colectivo no es igual a
número; lo socio-histórico no se constituye por interacción intersubjetiva. Lo colectivo es propio del sujeto
político, e implica el interés desinteresado en la transformación universal de lo subjetivo humano. Lo grupal
puede ser vehículo de reestructuraciones individualistas y herramienta activa de conformación
subjetividades instituidas, de las prácticas de sí.
El dispositivo grupal implica una mutación dentro de un linaje.
Los grupos como dispositivos de intervención
Nos vimos ante la necesidad de modificar los dispositivos de intervención a partir del procesamiento
colectivo del terrorismo de Estado. El dispositivo de “grupo de orientación” pasaba por la forma de una
charla inicial que modelizaba, al transmitir la experiencia, más que nada política, realizada por las Madres, a
la vez que intentaba generar condiciones de participación con conmoción subjetiva. Este dispositivo abría

75
condiciones para la subjetivación, en la medida en que se daba en el interior de las condiciones sociales
prácticas sociales instituyentes. Pero fueron cambiando e introdujimos un dispositivo modificado.
La continuidad de esas experiencias concierne a dos cuestiones centrales:
 Dar cuenta de los puntos de anudamiento de la subjetividad en lo sociopolítico-histórico
 Construcción de dispositivos grupales que posibiliten a sus integrantes recorrer un cierto tramo en la
elaboración de acontecimientos sociales.
En la tramitación del “trauma social” el trabajo elaborativo con respecto a la memoria, a partir de la
consigna del “Nunca más”, estaba condicionado por la tesis de que la memoria se construye con los otros y
en espacios públicos. El grupo, en tanto representación común, es espacio de intimidad que propicia la
elaboración subjetiva, pero a la vez es público en tanto está inscripto siempre en un orden institucional.
Esta dimensión institucional y colectiva era indispensable para tramitar el material psíquico ligado al horror
y lo siniestro. Los integrantes de un agrupamiento natural o de un dispositivo artificial de intervención,
como son los grupos de reflexión, despliegan todo el tiempo referencias a as significaciones que los
implican a las instituciones que organizan sus prácticas; es en el vector de la tarea de cada grupo donde esas
significaciones se concentran especialmente. Sostener que esas significaciones son organizadoras del
agrupamiento en su plano de consistencia, con la misma fuerza que las producciones vinculares
intersubjetivas (pactos, mitos, contratos, ilusiones) y las intrasubjetivas (fantasías, miedos, imagos), fue un
punto de partida indispensable y obligó a una tarea de transformación de los procedimientos heredados.
La concepción operativa en los grupos de reflexión
Los grupos de reflexión, como especificación de los grupos operativos, en tanto explícitamente grupos
organizados desde una tarea que no sea exclusivamente la remodelación psíquica, pudieron tener, bajo esa
contraseña, distintos objetivos y tareas; y por lo tanto se ofrecieron desde saberes y prácticas profesionales
como respuestas a necesidades y urgencias sociales diversas. Otro aspecto de la concepción operativa de
grupos aportó una condición decisiva: la posición abstinente del coordinador respecto de cómo el grupo
constituye sus objetivos y va gestionando su tarea acerca el procedimiento al eje de la autogestión.
Se constituye como grupo de formación en el terreno de las prácticas curativas y su objetivo es elaborar
tensiones.
La estrategia del laboratorio social, en los grupos de comunicación, discusión y tarea en los que el papel del
coordinador, de acuerdo con los principios de la “indagación operativa”, consiste en lograr una
“comunicación activa y creadora, y en dinamizar, resolviendo discusiones frontales que ocasionan el cierre
del problema.
Del grupo de reflexión al grupo reflexivo: la elucidación de las significaciones sociales.
Para Riviere el grupo tiene, entre otros efectos, el terapéutico. Pero acaso el eje de demarcación principal
pase porque, en tanto grupo operativo, tiene tarea; o mejor: la tarea es organizador principal del grupo, y
desde allí se puede decidir una diferencia neta con la perspectiva curativa o terapéutica, su prescripción de
tarea no lo centra en la remodelación psíquica de sus integrantes. Es la dimensión del trabaja, en su
oposición con la de trabajar-se, que bien puede ser puerta abierta a la captura en un grupismo afectivista y
fusional, centrado en el puro goce de estar en racimo.
El eje de la tarea, en su generalidad y universalidad, es el ombligo que conecta al agrupamiento con la
circulación social de prácticas y por lo tanto con significaciones sociales que nunca van a poder reducirse a
contenido y procesos psíquicos.
Desde entonces llamamos “grupos reflexivos a un dispositivo de intervención que se caracteriza por:
Variabilidad en cuanto al problema abordado
Cuestiones estratégicas que definen el posicionamiento de la coordinación, orientadas a la
elucidación de las significaciones sociales que transversalizan al agrupamiento en sus tareas.
Inicio de la tarea grupal a partir de disparadores, desde la particularidad del problema a tratar. En
general se trata de anécdotas breves y de desenlace incierto, de sentido ambiguo e impacto
dramático.
En esta descripción se percibe que estos dispositivos conservan del grupo de reflexión el eje de ser grupos
centrados en una tarea o en un tema, y la posición abstinente de la coordinación respecto de la definición
del problema, pero aquí la tarea no está ya centrada en “elaborar tensiones” que aunque vagamente, remite
siempre a una suerte de trastorno psíquico sino en la elucidación de las significaciones sociales.

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Nuestro grupo reflexivo no es un grupo operativo, por eso era un dispositivo, un conjunto heterogéneo que
encuentra su consistencia en un eje estratégico, lo que al principio llamamos análisis de las implicaciones y
luego se transformó en la elucidación de ellas. Hoy lo llamamos “destitución de subjetividades instituidas”.
El modelo de referencia de esta teoría de la subjetividad se instaura y detecta en el campo de la implicación,
la que muestra una concepción de sujeto producido-productor en los procedimientos de la institución
histórico-social. El grupo reflexivo es un dispositivo metodológico que habilita la tramitación de estas
dimensiones, se funda en el linaje de la intervención institucional e implica las siguientes prescripciones:
 Análisis crítico del encargo y demanda sociales
 Detección y trabajo sobre los analizadores, que suministran el material central del proceso
elaborativo, y
 Análisis crítico de la implicación y posición reflexiva.
La introducción de la dimensión institucional en el análisis hace estallar las fronteras del grupo. Lo
específico del análisis institucional es constituir una subversión del dispositivo de análisis “microsocial” del
grupo. El análisis institucional es colectivo y, en tanto tal, político, de lo impensado y lo impensable de las
prácticas de grupo. Una agrupación es la resultante de una cantidad infinita de determinaciones sociales y
políticas, cuya piedra de toque es el Estado, que atraviesa transversalmente al agrupamiento.
Según la propiedad más decisiva de la lógica de los magmas (opuesta a la lógica conjuntista identitaria),
“una representación (significación) no es un ser distinto y bien definido, sino que es todo aquello que
acarrea consigo”. En suma, lo vincular intra e intersubjetivo no es separable de la elucidación crítica de las
significaciones sociales: no hay elaboración psíquica sin tramitación sociohistórica colectiva. No hay
transformación sociohistórica sin destitución de las subjetividades instituidas, incluida la de los operadores.
Las significaciones sociales no se “interpretan”, se elucidan, y la verdadera elucidación sólo puede ser un
proceso colectivo.
La dimensión colectiva cuando el grupo no está.
Hay experiencias en que no se producía grupo, no se instalaba una trama grupal tal que las resonancias del
otro, permitieran albergar la tramitación conjunta del sufrimiento institucional.
Lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa, sino la creación de una forma
social (y por lo tanto subjetiva) radicalmente nueva. Se trata entonces de la producción de la realidad social
por la dimensión colectiva, propia del sujeto político, de la subjetividad. Trabajamos con la idea de
presentación-emergencia-producción y enfrentamos hay interrogantes con respecto al proceso de creación de
nuevas significaciones.
Lo subjetivo es un acto en un punto en el que irrumpe algo real, imposible de enunciar y tramitar en los
términos constitutivos de la situación dada, punto en el cual la posición reflexiva y la elucidación crítica
permiten destituir un enclave de la subjetividad instituida.
Se trata de actos de sujeto y prácticas de enunciación, para los que los procesos mentales de esclarecimiento
resultan insuficientes y la distinción entre individual y colectivo no es pertinente.

Fernández, A. (1989) Cap VII: “El nudo grupal” en El campo grupal, Apuntes para una genealogía,
Buenos Aires, Editorial Nueva Visión. (FALTA)

77
78
J - Inscripción institucional de los grupos.

Bonano, O: (2008) “Sufrimiento psíquico en instituciones”, y “Transferencia e intervención en la


escena institucional”, en El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones.
Buenos Aires, Editorial Biblos. (TEÓRICO)

Bozzolo, R. (2005). “Prácticas grupales y avatares institucionales”. Ficha de cátedra. (TEÓRICO)

Bonano, O, Bozzolo, R, L´Hoste, M (2008): 4 - “Intervención institucional en equipo de psicología de


un hospital”, ficha de un protocolo de una intervención institucional en “El oficio de intervenir.
Políticas de subjetivación en grupos e instituciones”. Buenos Aires, Editorial Biblos. Parte III Anexo,
pág. 192.

Cuál es el tema en este caso? Haber hecho trabajar el analizador dinero, pero se trata del devenir de una
operación en el que sus efectos van más allá de sus propósitos.
Crecía la molestia por trabajar sin remuneración, la sensibilidad ante un cierto manejo tiránico y nuestra
decisión de no obviar esta vez el planteo del problema como posible analizador de cuestiones centrales a
elucidar.
Ante la situación aun irresuelta de nuestro pago y las discutidas expectativas de continuidad, sostuvimos que
sólo aceptaríamos cobrar ese trabajo si, bajo alguna forma a gestionar, lo pagaba el hospital.
El horizonte problemático de este texto está constituido por:
 La no retribución del trabajo y la inexistencia de reciprocidad en el lazo.
 Su articulación con las subjetividades profesionales bajo las condiciones actuales dee
desfondamiento institucional, y
 Las operaciones actuales conducentes a procesos de subjetivación.
Un aspecto central de la transformación subjetiva del operador concierne al trabajo gratuito en instituciones
públicas. Sin duda éste era un instituido del imaginario fuertemente anclado en la idea de la solidaridad,
cimentado en el lazo social del Estado, lo cual suponía una fuerte valoración de los espacios públicos en los
que se efectuaba la asistencia a la comunidad y la formación de los profesionales en esa orientación. Esta
significación imaginaria efectiva fundaba la donación de sentido para es articulación.
Se va configurando una situación que nominamos de “tiranía mutua”. Los diversos enunciados presentan:
 Una imputación de falta de ética a nuestro pedio de pago por no coincidir con nuestra declaración de
la caída de la gratuidad en la formación de los residentes en el hospital publico.
 La imposibilidad de determinar cuál es la tarea con ellos: se oscila entra considerarla asistencia (lo
que posibilitaría el pago) mientras que la capacitación debe ser gratuita.
Nuestro acto de intervención pasó por sostener tenazmente la desnaturalización del no pago. Dado que ya no
nos considerábamos apuntalados en la solidaridad, surge en nosotros desolación. Pues esto apareció como
efecto de nuestro rehusamiento, que forzaba la ruptura de la complicidad, a suponer un cierto lazo entre ellos
y nosotros. Esta intervención va más allá de la elucidación de las implicaciones institucionales, en cuanto en
ella se juega una operación de conciencia en la que la crítica que se elabora colectivamente une (enlaza) a
los actores en la “superación” de la atadura. Nuestro rehusamiento pretende hacer caer radicalmente la idea
de un lazo existente.

Producción del semejante: las elecciones.


Relataron ciertos sucesos experimentados como perplejidad: presencia de robos frecuentes entre ellos, lo que
acarreaba dificultades en la constitución del semejante en el agrupamiento.
Entre los residentes se reforzaba una alta valoración de lo individual, y no se encontraba una base para la
producción de lago común en el supuesto punto de partida de ser psicoanalistas. Se enfrentaban con la caída
de la significación de la residencia como formación en servicio, es decir con el trabajo.
Al terminar haciendo elecciones abiertas para jefe de residentes (antes habían votado todos en blanco)
rompieron así en acto, lo instituido donde usualmente un residente ya está previamente instalado por
consenso grupal. La convergencia fue significada como complot, tanto por la jefe como por ellos mismo, y
79
no como una decisión que los configuraba como colectivo. La significación de complot presentaba la
dificultad de hacerse cargo de tal enunciación.
La residencia implica algo así como una tregua, un recorrido con pago, antes y después del cual están
afuera.
Nuestro acto de plantear el pago llevó a interrogar las prácticas de la residencia en tanto transversalizadas
por instituciones agotadas y dispuso al equipo a trabajar con lo que era posible hacer allí, con lo que había.
Hoy pensamos que resulta indispensable cobrar, en cuanto implica un reconocimiento que nos da existencia,
sorteando en algo la superfluidad que en las actuales condiciones nos amenazan. Esta operación permitió
instalarnos desde un trabajo, una función, un oficio,, y no quedar como resto de una operación de mercado.
Los padecimientos se presentan en formas en que se reconoce cierto goce, el cual hace resistencia a la
alteración, muchas veces incluye al equipo de intervención. La fijación a los núcleos identitarios obstaculiza
el devenir subjetivo. Cuando no se encuentra anclaje en esos núcleos, puede abrirse la pendiente de un cierta
desubjetivacion.
Nuestra posición aposto a realizar una experiencia en la que se fue produciendo testimonio de las
alternativas subjetivas que se fueron presentando. Hacer experiencia significa afrontar los riesgos de lo
incierto que se producirá allí con otros, en esa singular forma del estar allí con ellos.

Catani, J. P. y Veloz, J.: “Una supervisión desde una perspectiva micropolítica” Texto inédito. Ficha
de cátedra. (FALTA)

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K - Genealogía de lo grupal.

Bozzolo, R. (2008) “El grupismo como obstáculo”, en El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación
en grupos e instituciones. Buenos Aires, Editorial Biblos.

Me propongo trabajar ciertos trastornos en las formas instituidas de grupalidad, ciertos posicionamientos
subjetivos para la producción de pensamiento acerca de esos fenómenos. Una reflexión sobre los enfoques
que, ami criterio, expresan una ideologización del instrumento grupo y cierta reducción de sentido en cuanto
a la significación del lazo social. Es probable que dicho fenómeno sea defensivo, pero esa misma defensa
impide la percepción de la tarea de resignificacion que se realiza sobre los lazos sociales para los habitantes
de esa situación.

Por ejemplo en los grupos llamados de “autoayuda”, los procesos de tramitacion psiquica que se realizan
alli, no tienen un unico final (la alienacion y posterior identidad por pertenencia, como sostienen
criticamente los psA). Postulamos que existen dos poderosos atractores: la alienacion y la autonomia. De
que depende que se instale uno u otro polo como hegemonico? De multiples factores y no todos provienen
del interior del grupo. El posicionamiento del coordinador y su estrategia colaboraran con el prevalecimiento
de uno u otro.
La pertenencia a estos grupos se origina en el desapuntalamiento social de ciertos sujetos que al no hallar
lugar para la tramitacion de ciertas stuaciones que los aquejan quedan marginalizados , estigmatizados.
Resulta util aquí el concepto de contrato narcisista de Piera, para entender la importancia que tiene ese lugar,
asignado por el conjunto de las voces y que el sujeto acepta para tener reconocimiento y pertenencia social,
esto es lo que se encuentra deteriorado o ausente en estos sujetos. Se incluyen personas con problematicas de
adicciones, quienes hayan sufrido daños, enfermedades cronicas, victimas de violencia. Una verdadera
institucion de la autoayuda, con valores y reglas que orientan las practicas, tanto de los integrantes como de
los coordinadores.
El aspecto instituyente, suele venir de una NO aceptacion de las condiciones de produccion de ese
padecimiento ( agrupaciones homosexuales, feministas, madres de pza de mayo), la autonomia subjetiva es
posible si se pueden considerar las condicioness como modificables. Las Madres son calificadas de “locas”
justamente cuando realizan el gesto instituyente de no aceptar la denegacion sobre la existencia de los
desaparecidos y reclamar “aparicion con vida”, este gesto produce una ruptura instituyente, que resulta
condicion para la tramitacion ssubjetiva de las marcas dejadas por el terror.
Vemos en estas practicas instituyentes algunos rasgos a resaltar:

1) El problema es tomado por los propios afectados


2) Se animan a tomar una posición activa

Por otro lado, vemos numerosos ejemplos en los que hay mayor producción de alienación, y es cuando los
sujetos quedan en posición de víctimas, quedando invisibilizado así el poder propio, del que su
posicionamiento los despoja. el agrupamiento no cuestiona los factores que provocan la segregación y
aceptan las condiciones que afectan a sus integrantes ( grupo de alcohólicos, adictos, gordos ). Pueden
pendular entre culparse por la conducta o considerarse enfermos carentes de autonomía y poder.
Se pueden proponer estas formas de vinculo como modelo alternativo al lazo social? Creemos que no. Los
lazos sociales se producen en las formas de existencia en sociedad y producen subjetividades que
reproducen las instituciones sociales. La posibilidad de trasnformacion de las instituciones de una sociedad
responde a un cambio en el posicionamiento subjetivo colectivo que instituye una nueva forma de ser
sociedad, a esto lo llama Badiou “sujeto politico”. Las ocndiciones en que este se produce no son
planificables aunque si constatables a partir de un acontecimiento. No es una persona , ni un grupo, sino una
manera de significar, actuar, pensar, sentir, propia de una practica colectiva instituyente.
En los 60, el fenomeno del grupismo surgio como correlato de la ideologizacion general del lazo
comunitario, del lazo solidario, los grupos eran vistos como productores de la transformacion renovadora,
moderna o revolucionaria. Esta perspectiva suponia una tal potencia de los grupos que hacia equivalentes las
practicas grupales a las practicas politicas transformadoras, por lo que la coordinacion de grupos era vista a

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menudo como una militancia. Tal confusion no fue inocua y la politica corria riesgo como dimension
colectiva instituyente. La dimension politica se reducia a lo psicologico o psicosocial y por otro lado se
invisibilizaban las condiciones concretas en las que se daban ciertas practicas grupales, es decir, al no revisar
criticamente el encargo social , en las ocasiones en que el grupismo hegemonizaba, no se visibilizaban los
atravesamientos del poder.
Hoy asistimos a un reverdecer del grupismo, con algunas singularidades. Frente a una situacion que nos
mueve el piso, al caer las significaciones en las que apoyabamos muchas de nuestras practicas, se producen
diferentes discursos, la mayoria de ellos al servicio de sostener al menos un lugar donde seguir siendo
quienes eramos. Surgen asi enunciados que intentan la reivindicacion de nuestra tarea mas que la reflexion
critica de las practicas que apunten a una teorizacion adecuada de nuevos fenomenos. Este posicionamiento
subjetivo puede llegar a revestirse de cierto heroismo dado por la resistencia frente a un mundo que no
elegimos, regido por la economia del mercado. Sostengo que dicha posicion constituye un obstaculo al
pensamiento de los fenomenos de los grupos o de los lazos sociales en general.
En el campo Psa se produce a menudo una psicopatologizacion de las mutaciones del lazo social, que
ademas se supone uno. Se aplica esa grilla a comportamientos subjetivos que estan denotando la produccion
de nuevas formas de habitar el mundo. De manera correlativa en el campo de la psic social, corremos el
riesgo de tomar al grupo como modelo alternativo de lazo social.

Los grupos y el sujeto politico


La desactivacion de acciones instituyentes marca el momento actual, resulta dificil detectar en la actualidad
un sujeto politico activo. Entre las experiencias realizadas, se encuentra la efectuada en un seminario
realizado en la carrera de psicologia de la UNLP, pudimos experimentar acerca de la intima relacion entre la
produccion grupal, su capacidad de tramitacion subjetiva y el accionar de un sujeto politico. Tambien hemos
podido avanzar en el analisis de las implicaciones del equipo coordinador, y de la necesidad de deconstruir
el lugar de experto, lugar del saber, para no despojar al grupo de una posible capacidad instituyente.
Las dificultades en la nominacion de sus propios actos de sujeto por parte de una poblacion estudiantil
donde habia marcas de acciones colectivas subjetivantes, fue apenas trabajada en el final del seminario, el
proceso grupal se realizo con dos dispositivos diferentes, uno al inicion de multiplicacion dramatica y otro
reflexivo al terminar el seminario. La experiencia nos dejo con el entusiasmo de proseguir con la tarea de
pensar en la produccion de efectos en la subjetividad que signifiquen las marcas anteriores, cada vez mas
convencidos del peligro de intentar sustituir con dispositivos grupales a las acciones del sujeto politico.
Dicho accionar es el sosten que le permite al agrupamiento realizar la tarea subjetivante, y por lo tanto
instituyente. Esta tesis no excluye la tarea de los grupos como dispositivo tecnico pero la acota a las
posibilidades de inscripcion colectiva que se hace posible situacionalmente y genera ademas, la exigencia de
los trabajadores de los grupos de revisar su posicion de experto a cargo de la coordinacion, el de la
produccion grupal y el de los colectivos anonimos en el que ambos terminos – grupo y profesional- forman
parte. Los procesos de transformacion subjetiva requieren de un anclaje en la actividad colectiva
La perplejidad, una condicion del pensamiento
He realizado talleres reflexivos, con diversas finalidades, he estado atenta a las transformaciones en las
significaciones sociales. Pude apreciar las maneras diferentes con que los integrantes de un grupo se
relacionaban con la tarea y entre si, a la vez que detectar las mutaciones de sentido que ha sufrido el vinculo
y el grupo mismo. Hemos atravesado diferentes situaciones, hubo momentos de entusiasmo donde se
producia lo que esperabamos, los integrantes hablaban entre si, se conocian, se apuntalaban mutuamente y
reflexionaban criticamente sobre las instituciones que los constituian. Habiamos transformado el “grupo de
orientacion” por una posicion de mayor abstinencia. Diseñamos un nuevo dispositivo donde el trabajo
explicito de elucidacion de las significaciones sociales era parte de la tarea. Pero fuimos observando que no
siempre se producia el grupo esperado, que las resonancias que en otro momento historico permitian
albergar la tramitacion del sufrimiento, ya no se producian.
La perplejidad que nos aqueja, corresponde a la inadecuacion de nuestras herramientas de pensamiento a la
situacion del presente, y es a la vez, el posicionamiento que nos lleva a la reflexion critica. Si encontramos
lo que esperamos, nada nuevo se produce y solo se constata lo ya sabido. Si, en cambio, no podemos
explicar lo que ocurre, junto a la desolacion por el desamparo que produce la caida de las certezas, surge una
cierta perplejidad. (caida del Estado-nacion)

82
Crisis
nos encontramos con un mundo en crisis, producto del agotamiento de las instituciones que fundaron el
orden social. Las estrategias y herramientos para pensar la situacion no estan a salvo de la crisis, y algunas
muestran su agotamiento tanto en la potencia de analisis como en la fuerza transformadora. Junto a la
desolacion y la falta de sentidos que genera la crisis, se despliegan ciertos puntos de inconsistencia donde el
pensamiento puede advenir, es decir, la crisis puede devenir oportunidad para la intervencion.
Los grupos como dispositivos sociales de produccion subjetiva tienen un momento historico en el que se
inventan, surgen simultaneamente con la idea de distribucion no jerarquica del poder, con el bosquejo de una
circulacion particular de los intercambios. Forman parte de los dispositivos que producen al actor social de
las democracias.
Hoy parece no existir un organizador central de la trama social, la disgregacion aparece como una forma
social en aquellos lugares donde el Estado fundaba comunidad. Como correlato, comienza a caer la eficacia
simbolica de la ley. El mercado como nueva forma de convivencia no parece asegurar mas que la produccion
de sujetos que no precisan el atravesamiento de dispositivos socializantes para el logro de sus fines.
Que queda de aquel contrato social? Hay un nuevo contrato? Cual sera nuestro lugar?

De Brasi, Juan Carlos (1987): “Desarrollos sobre el grupo-formación” en Lo Grupal 5. Buenos Aires,
Ediciones Búsqueda

Grupo es todo y “totalidad”, sea grande o pequeño, sólidamente construido o lábilmente agrupado. Se lo
puede apresar por la regresión libidinal y la idealización de un sujeto, idea o resto mítico. Se lo puede ver
marchar con uniforme o caminar sigilosamente con sotana. Pero también formación es todo. Puede ser
económica, activa o reactiva, definida o inespecífica. Como tal atraviesa los comportamientos. Así el “grupo
de formación” semeja una totalidad vacía, a la que se accede inmediatamente y que, por esa misma razón, no
necesita justificar ni articular sus determinaciones internas. Surge como una “intuición plena”, y de ese
modo pretende desarrollarse todo el campo en el cual trascurren las experiencias ya clásicas de estas formas
“grupalistas”, es decir de los grupos volcados sobre sí mismos, admirados de su propio ombligo, y de serlos
del resto del mundo. La idea de formación, tanto conceptual como históricamente queda indefinida, usada
como un simple adjetivo, si no se la conecta con la productividad de formas, la generación de
multiplicidades imaginadas e imaginarias, invenciones simbólicas y fantásticas, y niveles de materialidad no
previstos ni estipulados en ninguno de los registros existentes. A medida que vamos delimitando en qué
consiste un grupo de personas, sus reglas de juego, comunicaciones, engarces informativos, tramas
identificatorias, soldamientos transferenciales, etc., adquiere una complejidad inusitada. El termino grupo
abarca conjuntos tan diferentes que denominamos tal a otros fenómenos. Como desde pequeños nos
movemos en y entre distintos colectivos, creemos saber todo lo relativo a sus pivotes.
La gente que espera el autobús no conforma un grupo, sino un agregado, sus elementos comunican poco y
nada entre si, están ansiosos por la llegada del transporte para tomar cada cual su rumbo. Carecen de un fin
común, por eso son un agrupamiento serial, no un grupo. Los obreros que arman vehículos, tampoco son un
grupo. Aquí estamos ante una institución (fabrica) que contiene en su interior “racimos” grupales y no puede
confundirse con un grupo, sea éste grande o pequeño. Las normas, reglamentos, objetivos de producción u
otros son fundamentales, y las distintas tramas personales y sectoriales, siempre serán subordinadas –salvo
casos limites- así tengan un carácter instituyente. La gente que se da cita en la plaza para expresar su fervor
nacional, su consenso frente a una política, o lo contrario, tampoco forma un grupo. La congregación de
individuos, los vínculos que se establecen entre ellos, el sentimiento personal hacia su líder los convierte en
una masa restringida, es decir, una multitud que concurre a un lugar para expresar una adhesión o rechazo
patriótico. Pero los grupos no pueden localizarse por los rasgos de una masa social-histórica definida, por la
“masificación” que los atravesaría, etc. Tanto el número de sujetos que la componen como los móviles que
los reúnen son distintos a los de un grupo; además los lazos y relaciones con su líder son cualitativa y
cuantitativamente diferentes. Los grupos han sido mixturados y confundidos, no solo con las formas
mencionadas, sino también con fenómenos organizacionales o con estructuraciones que responden a
distintas leyes, genealógicas, determinaciones conceptuales, puntos de abordaje y modos de intervención
específicos.

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Los llamados grupos terapéuticos no comportan un universo autónomo, sino un dispositivo particular
describible. Generalmente las experiencias terapéuticas en o de grupo requieren formas asistenciales ante
pedidos de continencia o apoyo durante un tiempo limitado. La noción de grupo terapéutico es una
descripción de los modelos de salud (“resolución de conflictos”, “adaptación global o parcial”, “bienestar”,
etc.) y enfermedad (“anomalía”, “disfunción”, “descontrol”, “imposibilidad de manejo del entorno”, etc.)
que guían sus respectivas acciones curativas. Asimismo, permiten medirlas en sus aspectos efectivos, es
decir, en términos de efectos. Solo desde instancias que contemplen el mayor número de variables
intervinientes y de explicaciones posibles, “montajes” terapéuticos, pedagógicos, operativos, etc., podrán
superar el recorte empírico sobre el que modelan sus diversos quehaceres y trascender hacia lo grupal como
dimensiones constituyentes de lo social-histórico, condición inmanente de existencia y razonabilidad de los
grupos mismos. Un grupo es un proceso desencadenado por los cruces y anudamientos deseantes entre
miembros singulares.
Los métodos, técnicas, procedimientos, herramientas, etc., están ligados a las situaciones en que se aplican
ya que sus marcas iniciales son “relaciones de aplicación”, y no algo que ocurre a posteriori. Un grupo en
general, sea grande o pequeño, se trata de un grupo bioenergético o de diagnóstico. Aprender es poder
recibir, elaborar y experienciar conocimientos, afecciones, formas de pensamiento, practicas diferenciales,
etc., de acuerdo con nuestros mecanismos personales de captarlas, movilizarlas y potenciarlas
transformativamente.
Tanto los modos de conocimiento como de pensamiento son concebidos y ejercidos a la manera de
complejos movimientos simbólicos dotados de una eficacia particular. Y ésta depende de la “economía
libidinal” que se pone sobre el tapete en cada ocasión. Reducir tales “movimientos” al espacio gnoseológico,
las formulaciones categoriales nacionales, de ámbitos teóricos o disciplinarios, indetermina y deja
incomprendida la producción inconsciente que los alimenta. Aunque ella precisa ligarse con dichos ámbitos,
dejarse atravesar por las “especificidades” que los caracteriza, para mantener su vigencia explicativa y no
caer en la enunciación de generalidades mudas, en cuanto más parecen decir.
Quien trabaja con grupos terapéuticos, de encuentro o psicodramático se topa frecuentemente con estados de
angustia, donde uno o varios de sus miembros están impedidos de alcanzar cualquier representación. Sufren
una desilusión de pensamiento, un fraseo negativo indeterminado a nivel personal o impersonal (“no sé”,
“no se entiende”); un proceso imaginario e ideativo (al sujeto le resulta imposible formar alguna imagen o
idea sobre una situación particular). En un estado de angustia quedan aniquiladas las posibilidades de
representación e inscripción, lo cual produce una abertura, por lo que entraran, sin mediación realidades
heterogéneas, espesas, contundentes.
Un grupo-formación tiende a cerrar el grupo sobre sí mismo, mediante ilusiones y mitos configurativos. Así
intentan volcarlo en sus repeticiones de origen, edipizarlo de manera consecuente. Pero esa reiteración es
también fracaso. Los caminos deseantes producen brechas que revelan a los temas tabúes, ilusiones, mitos,
identificaciones quebradas por dentro, sin posibilidad de unirse por dentro, sin posibilidad de unificarse si un
funcionamiento –coordinador, terapeuta- no colabora activa, interpretativa e idealizantemente para que eso
suceda. Comparten determinadas reglas y pautas esbozadas de manera consensual. Y en relación con una
tarea que todos los componentes están de acuerdo en generar, recreándola en constantes invenciones.
El concepto de finalidad aplicado a la generación de una tarea se opone a los de fin u objetivo. La tarea en
un grupo-formación posee una finalidad (formas peculiares de su ejecución), y ella contempla objetivos o
fines (circunscriptos en cada etapa grupal), que siempre deben ser puestos conscientemente. Mientras la
finalidad está dada por el movimiento productivo inconsciente. La noción de tarea está estrechamente ligada
a las infinitas maquinaciones deseantes.
Resulta capital, en un grupo-formación, la pertenencia de cada uno de sus miembros a la red de
acontecimientos que propicia. De ello depende la calidad “estimativa” de lo generado. El coordinador debe
actuar intensamente –lo cual no significa de modo “activo”- para orientar sus realizaciones particulares. Sin
poner ciertas formas de trabajo conjunto, discutidas con los propios hacedores la formación se ve
disminuida. Del mismo modo que la pertenencia es el resultado del intercambio en el grupo, la solidaridad
es su autoproducción real. Las reglas y pautas no solo se vuelven implícitas y cohesivas para el grupo, sino
regulan su funcionamiento. Mientras la tarea, constituye el motor de las finalidades grupales, dejando de ser
paulatinamente un “punto o meta a alcanzar”, para convertirse en mecanismos que impulsan diferentes
“aprendiendo a pensar”. Que la tarea se recree en continuas invenciones quiere decir llanamente que se

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produce. Cualquier tipo de grupo, dadas sus condiciones institucionales y socio-históricas mínimas, ofrece
una información tan compleja como pertinente para su desenvolvimiento.
Los planos sobre los que debería intervenir el coordinador de un grupo de formación son: uno, el trazado por
la finalidad del grupo. Otro, estaría diseñado por el tratamiento del tema que circula en dirección
imprevistas. Así actúa sobre los formandos, a nivel de contenidos y de potencialidades temáticas
generativas. Los enlaces de ambos planos y los miles de anillos que giran a su alrededor eslabonan los
interminables puntos de fuga del “aprende a pensar”.
Recorrer el grupo, forcejean en sus distintos “lugares” volviéndolos atópicos, excluyen los centramientos
imaginarios, conjugan tensiones, traicionan intenciones, deforman fines cuidadosamente programados,
muerden justamente en la mitad de un objetivo fijado con exactitud, haciendo de él un subjetivo deseado con
anterioridad. También se esfuman prendidas de una mirada, impulsan una palabra certera, un gesto cortante,
retornan en una atmosfera tenue o alimentando climas agobiadores. En esa urdimbre se trata de aprender a
escuchar y mirar, lo que hacen, dicen, anudan, separan, fabrican, desconectan, ilusionan, alucinan, etc., los
miembros del grupo. Esto es capital para dosificar las reacciones contra transferenciales que envuelven al
coordinador cuando enfrentan a sujetos y sucesos tan intrincados. Si a ello le agregamos los “cuadros”
afectivos que desencadenan toda la intervención en los diversos integrantes, comprehenderemos que saber
escuchar y mirar son las llaves para que un grupo siga desarrollando su tarea.
En un grupo de formación se requerirá:
-que sea reductiva por parte de quien informa y captada en su exacta dispersión cuando viene del grupo.
-que pueda ser asimilada en su modalidad relacional por todos los formantes.
-que sea precisa y escueta; es decir, que sirva sólo como un disparador de la “verdadera” información que
producirán los distintos miembros.
-que tenga un cierto aspecto de incompletud, puesto que el abrochamiento circunstancial de la misma se dará
siempre fuera de su lugar originario.
-que esté ligada y contrapunteada con las diversas series de sentido que inaugura cada nuevo curso de la
tarea.
-que se oriente por una problemática en la cual adquiera capacidad de existencia e insistencia.
Palabras espesas, miradas grumosas, gestos taponantes y otros gradientes son los riesgos del coordinador. El
abuso consiste en invadir al grupo con una seguidilla interpretativa que obstaculiza sus ramificaciones y
alcances. Las ausencias vuelan como esquirlas del plus interpretación mencionada. Así los señalamientos y
correcciones de los impedimentos, carencias o situaciones progresivo-regresivas de lo que opera el grupo se
eluden completamente. Confusiones, según dos aspectos: el primero se refiere a las extensas intervenciones
de ciertos “analistas” con escasa o ninguna practica grupal, que son, en realidad, construcciones propias de
comunicaciones entre colegas y que los integrantes no alcanzan a entender ni a elaborar. El segundo apunta a
un campo de indiscriminación y se une de manera circular con la “actuación” plus interpretativo. Las
interpretaciones no se manejan en los territorios que el grupo borronea, sino que se dirigen al universo de lo
interpretable, aquello a tener en cuenta en perspectiva, pero que no autoriza a lanzar una plasta interpretativa
sobre el grupo. Además, transcurre en condiciones de implicación, complejas e irradiadas que guardan
profundas diferencias con las que se importan de otros dominios.

Fernández, A. (1989) “Introduccion” en El campo grupal, Apuntes para una genealogía. Buenos Aires,
Editorial Nueva Visión. (FALTA)

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86
L - Aportes de la corriente francesa al saber sobre los grupos

Anzieu, D.: (1986) “El grupo y el Inconciente”. Segunda Parte, Cap 10: Perspectivas teóricas: A)
panorama de la vida grupal inconciente y B) Teoría general del fantasma en los grupos. Edit.
Biblioteca Nueva, 2ª. Edición, Madrid. (TEÓRICO)

Kaës, R.: (2000) “Las teorías psicoanalíticas de grupo”, Cap 4, apartados IV, V y VI (págs 111 a 122). y
Págs. 33 a 46, Buenos Aires, Amorrortu.

Los referentes identificatorios y la pertenencia grupal:


Los vínculos de grupo encuentran apoyo en los referentes identificatorios. Estos referentes materiales y
culturales articulan el espacio intrapsíquico, el espacio cultural y el espacio social. También son signos de
distinción.
Los referentes identificatorios movilizan las identificaciones inconscientes, las sostienen o las suprimen.
Cumplen un importante papel en la inscripción genealógica: integran el principio de la transmisión de la
vida psíquica entre generaciones.
1- Los mecanismos de defensa y las alianzas inconscientes.
El concepto de psique de grupo supone una hipótesis sobre el inconsciente y los efectos que este produce en
los grupos.
Anzieu:
 El Sí mismo de grupo definido como un continente dentro del cual se produce una circulación
fantasmática e identificatoria entre los miembros del grupo.
 Supone que algunos procesos y modalidades intersubjetivas y trans-subjetivas podrían contribuir a la
formación del inconsciente, pero también inscribir en él algunos de sus contenidos cuya
característica principal es ser compartidos o comunes con otros sujetos.
El Inconsciente colectivo (Jung) formado por las huellas de acontecimientos o de experiencias colectivas
dejadas en la memoria.
El grupo no es sólo considerado como un continente de inconscientes “individuales”; la atención se orienta
hacia las alianzas inconscientes, es decir, hacia los actos psíquicos de producción conjunta del inconsciente,
en el vínculo mismo entre los sujetos en un grupo. La base clínica de estas investigaciones es el análisis de
las modalidades del retorno de lo reprimido, de las transferencias, de la formación de síntomas y del
discurso asociativo.
Cada conjunto se organiza positivamente sobre investiduras mutuas, sobre identificaciones comunes, sobre
una comunidad de ideales y de creencias, sobre modalidades tolerables de realización de deseos. Cada
conjunto se organiza además negativamente, sobre una comunidad de renunciamiento y de sacrificios, sobre
borramientos, sobre rechazos y represiones, sobre un “dejado de lado” y sobre restos.
Las alianzas inconscientes: participan de las funciones metadefensivas: el grupo debe ofrecer a sus
miembros organizaciones defensivas comunes sobre las cuales ellos adosan sus propios mecanismos
individuales de defensa, principalmente contra las angustias psicóticas y arcaicas reactivadas por la
regresión en la situación del grupo.
El vínculo grupal y la formación de la realidad psíquica propia del grupo se organizan sobre una serie de
operaciones de represión, de renegación o de rechazo efectuadas en común por los sujetos de ese vínculo
para beneficio de cada uno. Esas operaciones caracterizan a las alianzas inconscientes.
La alianza inconsciente es una formación psíquica intersubjetiva. El conjunto así ligado sólo obtiene su
realidad psíquica de las alianzas, los contratos y los pactos inconscientes que sus sujetos consuman y que su
lugar en el conjunto les obliga a mantener. La idea de alianza inconsciente implica las de un obligación y un
sujetamiento.
Contratos y pactos narcisistas: la noción de contrato narcisista corresponde a la atribución a cada uno de
un lugar determinado en el grupo e indicado por las voces que sostuvieron, antes de que apareciera el recién
llegado, un discurso conforme al mito fundador del grupo.
Pacto denegativo se lo ha definido mediante este concepto diversas operaciones (de represión, denegación,
renegación, desmentida, rechazo o enquistado) que, en todo vínculo intersubjetivo, se requieren de cada
sujeto para que el vínculo pueda constituirse y mantenerse. Este acuerdo inconsciente sobre lo inconsciente
87
es impuesto o consumado mutuamente para que el vínculo se organice y se mantenga en su
complementariedad de interés, para que se garantice la continuidad de las investiduras y de los beneficios
ligados a la subsistencia de la función de los ideales, el contrato o del pacto narcisista. Se desprenden así dos
polaridades del pacto denegativo, una organizadora del vínculo y del espacio intrapsíquico, otra defensivo
del espacio interno y del espacio intersubjetivo. En este sentido, el pacto denegativo es una metadefensa:
crea en el conjunto un no-significable, uno-tranformable; zonas de silencio, bolsones de intoxicación,
espacios-basurero o líneas de fuga que mantienen al sujeto de un vínculo ajeno a su propia historia.
La comunidad de renegación: en todo vínculo, la comunidad de renegación se ejerce sobre la realidad del
objeto del deseo del otro y mantiene un estado de no-separación entre los sujetos de un vínculo. Se
acompaña por eso de un régimen de identificaciones narcisistas y proyectivas cruzadas.
La alianza denegadora: esta noción permite caracterizar una situación donde el vínculo es utilizado para
mantener fuera de la represión secundaria representaciones rechazadas por medio de la renegación.
Las alianzas perversas se especifican por la desmentida común, por el secreto compartido y por el dominio
que el perverso ejerce sobre sus compañeros, con la complicidad consciente o inconsciente de estos.
2- La categoría de lo intermediario y las funciones fóricas.
Hemos propuesto el concepto de función fórica para especificar esos emplazamientos y esas funciones en la
organización del vínculo intersubjetivo: ellos son necesarios para el proceso de acoplamiento psíquico
intersubjetivo.
El portavoz es aquel que en el grupo, en un determinado momento, dice algo, enuncia algo, y ese algo es el
signo de un proceso grupal que hasta allí ha permanecido latente o implícito, como escondido dentro de la
totalidad del grupo. El portavoz no tiene conciencia de enunciar algo de la significación grupal que circula
en ese momento, sino que enuncia o hace algo que vive como propio.
En los grupos operativos de aprendizaje el portavoz es el miembro del grupo que, a causa de su historia
personal, expresa algo que permite descifrar al proceso latente, revela los aspectos latentes del proceso, es el
“indicador” de la enfermedad o de la ensoñación inconsciente del grupo.
El Porta-voz como el porta-palabra se sitúa en la articulación del proceso individual y del proceso grupal:
uno y otro cumplen una función metafórica o metonímica de representación.
En la clínica psicoanalítica del grupo, el emplazamiento ocupado por el porta-palabra se sitúa en lso puntos
de anudamiento de tres espacios: de la fantasía, del discurso asociativa y de la estructura intersubjetiva;
puntos donde se anudan los emplazamientos subjetivos de varios miembros del grupo que el porta-palabra
representa y cuya palabra él porta. El análisis del proceso asociativo y de las transferencias en situación de
grupo muestra que el porta-palabra porta él mismo su propia palabra desconocida y que puede conocerla a
través de lo que enuncia por otro o a otro.
El concepto de porta-palabra se refiere aquí de manera central a una concepción del sujeto del inconsciente
en su relación con la palabra hablada. Es el indicador o el analizador de las perturbaciones del grupo o el
revelador del común denominador de la situación.
3- Las representaciones y los vínculos de pensamiento:
El pensamiento de grupo corresponde a formas y contenidos de pensamiento producidos por el grupo en
tanto son el resultado de procesos específicos. Está determinado por diversas modalidades de las
identificaciones con los objetos comunes, por los mecanismos de defensa y las alianzas inconscientes, por
los significantes comunes y los dispositivos de interpretación que los miembros del grupo han establecido
para que el grupo pueda constituirse y mantenerse.
En el pensamiento en grupo se trata de definir las condiciones intersubjetivas, aquí grupales, de la
emergencia y el desarrollo del pensamiento portador de un pensamiento que piensa su propia situación en el
grupo. El estudio del pensamiento en grupo se basa en las condiciones intersubjetivas grupales a partir de las
cuales el pensamiento se produce o no se produce.

Kaës, R: (1985) “El apoyo grupal del psiquismo individual”, en RevistaTemas de Psicología Social,
Año 8, Nº 7 (TEÓRICO)

Bonano, O: (2000) "La dimensión del apuntalamiento", Cap 7 de Crisis del sujeto contemporáneo,
Biblioteca de Iniciación, Univ. Nac. De Lomas de Zamora. (TEÓRICO)

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M - Aportes de la corriente inglesa

Bion, W: (1991) “Experiencias en Grupos”. Cap. 1 y Final “Revisión” – Buenos Aires, Editorial Paidós

Klein considera que una parte esencial de la regresión consiste en la creencia de que un grupo existe como
algo distinto de un agregado de individuos y también son partes de su regresión las características de que el
grupo existe por el hecho de que la regresión implica para el individuo una pérdida de su “particularidad
individual”, que no se diferencia de una despersonalización y, por lo tanto, le impide observar que el grupo
es un agregado de individuos. De esto se deduce que si el observador estima que hay un grupo, los
individuos que lo componen deben haber experimentado esta regresión. Recíprocamente cuando los
individuos que componen un “grupo” por una razón u otra se sienten amenazados, el grupo cae en el estado
emocional conocido como pánico.
El grupo de trabajo
En cualquier grupo pueden encontrarse rasgos que revelan una actividad mental. Aunque sea en forma
casual, todo grupo se reúne para “hacer” algo.
Los supuestos básicos
La actividad del grupo se ve obstruida, diversificada, y en ocasiones asistida por algunas otras actividades
mentales que tienen en común el atributo de poderosas tendencias emocionales. Estas actividades, que a
primera vista parecen caóticas, adquieren cierto grado de cohesión si admitimos que surgen de supuestos
básicos comunes a la totalidad del grupo. Por ejemplo que suponen recibir un tratamiento, ahí actuaria un
supuesto básico de dependencia.
En un grupo de emparejamiento existe un sentimiento de esperanza, los sentimientos de este tipo de grupo
son el polo opuesto a los sentimientos de odio, destrucción y desesperación. Ahí será una idea o una persona
la que salvará al grupo, pero el fin a lograr, la esperanza mesiánica, no debe verse realizada.
Otro es el grupo reunido para luchar o para huir de algo.
Lo común a todos los grupos es participar de una actividad y la existencia de un instinto gregario. En
contraste con la función del grupo de trabajo, la actividad de supuesto básico no demanda del individuo una
capacidad para cooperar, sino que depende del grado en que los individuos posean aquello que he llamado
valencia.
Para explicar el destino de los supuestos básicos he postulado la existencia de un sistema protomental dentro
del cual la actividad física y mental esta indiferenciada, y permanece fuera del campo que ordinariamente se
considera adecuado para las investigaciones psicológicas.
Dentro del pequeño grupo terapéutico cuando el grupo de dependencia está en actividad, existe la tendencia
a producir un subgrupo que toma sobre sí la función de interpretar ante el grupo al líder del grupo
dependiente, representado generalmente por el analista. Dentro del grupo de ataque –fuga, existe un
subgrupo que desempeña una función similar.
Al hablar de la mentalidad del supuesto básico deberemos mencionar dos características:
 La interpretación de la actividad en el nivel de los supuestos básicos revelan una relación
distorsionada con el tiempo.
 Consiste en la ausencia de todo proceso de evolución como parte de la mentalidad del supuesto
básico; los estímulos para el desarrollo reciben una respuesta hostil.
Relacion entre un supuesto básico y otro.
Aún concediendo que el postulado de los supuestos básicos contribuye a dar forma y significado al complejo
y caótico estado emocional que el grupo descubre ante el participante dado a la investigación, no existe
explicación razonable de por qué deben existir tales supuestos.
Cada uno de los tres supuestos incluye la idea de un líder. El grupo ataque-fuga muestra un total
desconocimiento de la comprensión como técnica. Todos sus miembros se oponen al desarrollo, que en sí
depende de la comprensión. El grupo de trabajo, por el contrario, reconoce ambas necesidades: comprensión
y desarrollo. Así, el grupo especializado de trabajo que funciona de acuerdo con el supuesto básico de
dependencia, no está exento de preocupaciones ligadas con ideas mesiánicas que parecerían corresponder
con más propiedad al grupo de emparejamiento.
En el grupo de emparejamiento el subgrupo aristocrático permite padres de elevado rango, y cuna palaciega,
pero el niño es notable sólo por identificarse con el resto de nosotros.

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El grupo ataque-fuga expresa un sentimiento de incapacidad para la comprensión y el amor sin el cual, por
otra parte, la comprensión no puede existir. Pero el líder del grupo ataque-fuga vuelve a poner a la vista uno
de los componentes temidos, una aproximación al padre temido o al niño.
Por otra parte, los tres grupos de supuesto básico parecen ser, a la vez, agregados de individuos que
comparten entre sí las características de uno de los personajes de la situación edípica, que son dependientes
de cualquiera de los supuestos básicos que esté en actividad.
Lo esencial aquí consiste en el sentimiento que acompaña a la idea expresada, si bien se supone que soy el
líder del grupo (analista) no se percibe como tal.
Dentro del plano emocional en aquellas situaciones donde los supuestos básicos son dominantes, se pueden
percibir en el material las figuras edípicas tal como sucede en un psicoanálisis. Pero ellas incluyen un
componente del mito de Edipo: la esfinge. Algunas veces, cuando mis intervenciones han provocado mayor
ansiedad que la usual, se emplean ciertos términos que casi no requieren interpretación para que el grupo
capte la similitud. No conozco ninguna otra experiencia que demuestre más claramente el terror que suscita
una actitud inquisitiva que la experiencia grupal. Pues el grupo, al ser en sí mismo el objeto de
interrogación, origina temores de una naturaleza extremadamente primitiva. Mi impresión es que el grupo se
aproxima estrechamente, en las mentes de los individuos que lo componen, a fantasías muy primitivas con
respecto al contenido del cuerpo materno.
Los elementos de la situación emocional están tan estrechamente ligados a las fantasías propias de las
ansiedades primitivas que, cuando la presión de la ansiedad se hace demasiado grande, el grupo se siente
impulsado a tomar una acción defensiva.
Supongamos que toma la forma del grupo de ataque-fuga, es decir, una descarga de odio que encuentra
salida en ataques destructivos dirigidos a un supuesto enemigo, o en huir del objeto aborrecido. La
indiferencia que el grupo manifiesta con respecto al individuo, y sobre todo la incapacidad del grupo para
escapar por este medio de la escena primaria primitiva, conduce nuevamente a una descarga de ansiedad y a
la necesidad de otro cambio de supuesto.
La introyección y la proyección del grupo, que por momentos es el temido investigador y por momentos el
temido objeto de la investigación, constituyen una parte esencial del cuadro y contribuyen a aumentarla
confusión que reina en la escena, a menos que se las reconozca como muy activas.
Resumen
Las funciones del grupo de trabajo se dan junto a un comportamiento, con frecuencia fuertemente teñido con
elementos emocionales, que sugería que los grupos reaccionaban emocionalmente a uno de los tres
supuestos básicos. La idea de que tales supuestos básicos surgen en forma involuntaria, automática e
inevitable.
La esperanza mesiánica del grupo de emparejamiento, guarda cierta similitud con la deidad del grupo
dependiente. Dentro de cada grupo de supuesto básico encontramos ansiedad, temor, odio, amor. El
“cemento” que los liga unos a otros está constituido por culpa y depresión en el grupo dependiente; por
esperanza mesiánica en el de emparejamiento; y por disgusto y odio en el de ataque-fuga.
En ocasiones es posible apreciar que el genio nonato del grupo de emparejamiento, es muy similar al dios
del grupo dependiente; en verdad, en aquellas ocasiones en que el grupo dependiente apela a la autoridad de
un líder del “pasado” se aproxima muy estrechamente al grupo apareado, que apela a un líder “futuro”. En
ambos el líder no existe; sólo existe una diferencia de tiempo y una diferencia en la emoción.
El punto de vista psicoanalítico:
Freud dedujo dos de estos grupos especializados de trabajo: ejército e iglesia como de emparejamiento. La
aristocracia también, pues el interés que se pone de manifiesto en pro de la conservación de una casta carece
de la atmosfera científica que asociaríamos con la actividad mental dirigida hacia la realidad externa. En el
ejército se manejan fenómenos de ataque-fuga y la iglesia de dependencia.
Freud también postula la existencia de un instinto gregario. El individuo es miembro de un grupo, y lo ha
sido siempre, aun cuando su participación en dicho grupo consista en comportarse de tal manera que parezca
demostrarnos que no pertenece en absoluto a ningún grupo. El individuo es un animal de grupo que está en
guerra tanto con el grupo como en aquellos aspectos de su personalidad que constituyen la esencia de su
carácter gregario.
Le Bon describe que un líder es alguien bajo cuya dirección se coloca instintivamente un conjunto de seres
humanos, aceptando su autoridad como jefe; el líder debe adaptar sus cualidades personales al grupo, y debe

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estar sostenido por una fe poderosa para despertar la fe del grupo.. cuando el comportamiento o las
características de un líder no se ajustan a los límites fijados por el supuesto básico predominante, el grupo lo
ignora.
Con el término valencia identifico la capacidad del individuo para combinarse en forma instantánea con
otros individuos, de acuerdo con una pauta de conducta establecida –los supuestos básicos-
A la luz de mi experiencia en grupos, el psicoanálisis puede ser considerado como un grupo de trabajo que
tiende a estimular el supuesto básico de emparejamiento. El componente libidinal dentro de los nexos que
unen al grupo es característico del grupo de emparejamiento, pero yo pienso que su naturaleza es distinta
cuando se trata e un grupo dependiente y del grupo ataque-fuga. Cristo o el Mesías no es el líder del grupo
dependiente sino del de emparejamiento, ya que el Mesías o la idea mesiánica ocupa en éste, una posición
central y el nexo entre los individuos es libidinal. El lazo que une al grupo de trabajo es la cooperación.
La noción que Freud tiene sobre el líder, al que describe como aquel de quien el grupo depende y de cuya
personalidad derivan sus cualidades, surge de considerar la identificación como si fuera casi por completo
un proceso de introyección de parte del yo. La identificación de individuo con el líder depende, no de la
introyección como elemento aislado, sino también de un proceso simultaneo de identificación proyectiva.
En el grupo ataque-fuga, el líder no goza de mayor libertad para ser él mismo que cualquier otro miembro
del grupo.
El líder del grupo de trabajo tiene, al menos, la virtud de poseer contacto con la realidad externa; en cambio,
al líder del grupo de supuesto básico no se le exige esa cualidad.
El pánico es un aspecto del grupo ataque-fuga, aunque el pánico, la huida y el ataque incontrolado son en
esencia lo mismo.
El individuo que participa en un grupo terapéutico tiene derecho a esperar su curación. Los pacientes están
convencidos casi sin excepción que el grupo es inútil y no los puede curar. Estos pacientes experimentan que
sus ansiedades no encuentran nada que las mitigue, sino que, por el contrario, se trata de una demostración
detallada y cuidadosa de que sus sospechas y resentimientos, vagos y defectuosamente formulados, se basan
con frecuencia sólo en actitudes de grupo demasiado sustanciales con respecto a ello y sus problemas.

Percia, M. (2005): “Instalación política de los grupos (decepciones de Bion)”, en Vínculos y


subjetividad en la era contemporánea. Revista de AAPPG, -Tomo XXVII, Número 1, , págs.191 a 232.
(TEÓRICO)

91
N - Aportes de la corriente Argentina:

92
Bauleo, Armando: “Corredores Terapéuticos y La idea y la práctica de los corredores terapéuticos”,
en Lo Grupal 7. Buenos Aires, Ed Busqueda. (FALTA)

Enrique Pichón Riviére. (1985) El Proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social. Cap.: El
concepto de portavoz y Cap.: Historia de la técnica de los grupos operativos. (FALTA)

Percia, Marcelo (1994): Apuntes para una escucha analítica en situación de grupos (variaciones sobre
el recurso dramático) en Notas para pensar lo Grupal. Buenos Aires, Lugar Editorial (FALTA)

Rodrigué, Emilio (2000): cap 20: “Grupos de Espera”, en El libro de las separaciones. Ed
Sudamericana. (FALTA)

Ulloa Fernando. (1995) “Historial de una práctica clínica”, apartados 1, 2,5, 6, y 18. En Novela Clínica
Psicoanalítica. Buenos Aires. Ed Paidos.

Algo semejante parece haber ocurrido cuando introduje en aquel reportaje la frase “cultura de la
mortificación”. Debo haber nombrado, sin proponérmelo y bastante ajustadamente, un matiz del sufrimiento
social contemporáneo que afecta a sectores aún no del todo sumergidos en la mudez sorda y ciega de la
mortificación. Las gentes en esta situación son testigos, diría en peligro, amenazados por esa mortificación
en la que todavía no han zozobrado. Por eso aparecen sensibles cuando se nombra el matiz del sufrimiento,
advirtiendo en ello una salida, aunque sea simplemente la de hacer inteligencia compartida sobre esa
realidad. Cabe aquí hablar de cultura en sentido estricto, pues no ha desaparecido la producción de
pensamiento ni el suficiente valor para resistir, bajo la forma de protesta que incluso puede animar alguna
transgresión, enfrentando un estado de cosas que en el ámbito institucional de esa persona provoca
sufrimiento.
Cuando zozobra la conciencia de mortificación, se abre paso una pasividad quejosa y alguna ocasional
infracción, respecto de las cuales es impropio sostener el significado del término cultura. Tal vez cabe pensar
en una suerte de sociedad anónima de mortificados, en la que pueden comenzar a darse los mecanismos que
en el capítulo de la salud mental corresponden a los procesos manicomiales, como formas clínicas
terminales de la mortificación que afectan a algunos, mientras la mayoría quedará englobada en un marcado
empobrecimiento subjetivo. A estos últimos, difícilmente los alcance algún mensaje como el señalado al
comienzo. Algo más que sutiles matices se necesitan para conmover el acostumbramiento y la coartación
que experimentan como sujetos.
Le asigno al término “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de mortecino, por falta
de fuerza, apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado por la astenia cercano al viejo cuadro
clínico de la neurastenia, incluido el valor popular de este último término como malhumor. Un malhumor
que en algunas ciudades como Buenos Aires bien puede denominarse “humor del carajo”, expresión que
declina en su carácter de insulto fuerte, para expresar con mayor justeza un sentimiento personal de dolor
enojado e impotente.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica, para la que
periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde formas ambiguas del stress hasta
patologías virales difusas o definidas, como los citomegalovirus e incluso las denominadas encefalitis
miálgicas, en los cuadros mayores y dolorosos.
Un cansancio sostenido parece haberse instalado en muchos cuerpos en este fin de milenio, que actualiza
una figura arqueológica de la psicopatología del fin de siglo pasado, descrita por Freud como actual
neurosis; sus formas más conocidas son la hipocondría, la neurosis de angustia y la neurastenia.
Hechas estas aclaraciones, encuentro útil seguir empleando el término mortificación. Una vez que ella se ha
instalado, insisto, el sujeto se encuentra coartado, al borde de la supresión como individuo pensante.
Existen algunos indicadores más o menos típicos de esta situación, tales como la desaparición de la valentía,
que da lugar a la resignación acobardada; la merma de la inteligencia, e incluso el establecimiento de una
suerte de idiotismo en el sentido que el término tenía en la antigua Grecia, cuando aludía a aquel que al no
tener ideas claras acerca de lo que le sucede en relación con lo que hace, tampoco puede dar cuenta pública

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o privadamente de su situación. En esto consistía la condición de idiota, un tanto alejada del significado
actual, más insultante. Es el sentido diagnóstico de entonces el que aquí recupero.
Tampoco puede haber alegría en la mortificación y es obvio el resentimiento de la vida erótica, posiblemente
la causa epidemiológica a la que aludía en el reportaje.
En estas condiciones disminuye y aun desaparece el accionar crítico y mucho más el de la autocrítica. En su
lugar se instala una queja que nunca asume la categoría de protesta, como si el individuo se apoyara más en
sus debilidades, para buscar la piedad de aquellos que lo oprimen.
Como ya señalé, no habrá demasiadas transgresiones, a lo sumo, algunas infracciones. La transgresión es
fundadora, en el sentido en que implica un principio de respuesta mayor, a, cara o cruz; también supone el
riesgo de morir en la demanda. No así la infracción, que se conforma en general con obtener alguna
mezquina ventaja, aprovechando circunstancias propicias, a la manera de “bailemos en el bosque mientras el
lobo no está...”. Quienes se encuentran en estas condiciones culturales, tienden a esperar soluciones
imaginarias a sus problemas, sin que éstas dependan de su propio esfuerzo. Esta los hace, con frecuencia,
propensos a elegir conductores políticos entre quienes mejor y de hecho, más “mentirosamente” se ajusten a
este ideario imaginativo. El fácil engaño es común en la mortificación.
Este es un primer abordaje de la idea, como condensación de sufrimiento y muerte -básicamente del sujeto-,
que en sus extremos mayores llega a producir autómatas “idiotas” griegos.
Esta aproximación a la mortificación se hará mayor si la contrastamos con otra figura fundamental en el
desarrollo cultural humano, de la que me he ocupado con frecuencia bajo el nombre algo genérico de
“institución de la ternura”. El término aplicado a “institución”, que califica la ternura -la inicial materno
infantil- alude al hecho de que bien puede decirse de ella que se trata del oficio más viejo de la humanidad,
del que todos hemos sacado tanto beneficio como perjuicio. En este sentido, la ternura tiene prioridad sobre
una antiquísima forma de mortificación social, a la que habitualmente se ubica en el principio de los
tiempos: la prostitución.
A la ternura se la identifica, en general, con la debilidad y no con la fortaleza, y se la refiere tanto a la
invalidez infantil como a los aspectos fuertemente débiles del amor. Sin embargo, la ternura es el escenario
mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto -nacido cachorro animal y con un precario paquete
instintivo- a la condición pulsional humana. Es motor primerísimo de la cultura, y en sus gestos y
suministros habrá de comenzar a forjarse el sujeto ético.
La ternura es un gesto transmisor de toda la cultura histórica que habrá de imprimirse en el sujeto infantil.
Gesto transmisor que, tanto en la remota era de piedra como en la de las estrellas, siempre habrá de producir
memoria que no hace recuerdos, pero sí el alma -patria primera de los hombres, al decir del poeta.
En función de sus atributos básicos, la ternura será abrigo frente a los rigores de la intemperie, alimento
frente a los del hambre y fundamentalmente buen trato, como escudo protector ante las violencias
inevitables del vivir.
De “buen trato” proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”, y esto, por contraste, nos lleva a entender
más la mortificación, sobre todo cuando nos enfrentamos con una de sus formas terminales, que es
paradigma de maltrato y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio, no
necesariamente limitado a la institución hospitalaria.

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