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DAVID TASKER
CONFLICTO
Y SALVACIÓN
www.escuela-sabatica.com
Conflicto y salvación
David Tasker
Primera edición
MMXV – 7,9M
ISBN 978-987-701-394-8
Tasker, David.
Conflicto y salvación / David Tasker / Dirigido por Martha Bibiana Osorio – 1ª ed. - Florida: Aso-
ciación Casa Editora Sudamericana, 2015.
128 p.; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-701-394-8
1. Cristianismo I. Claverie, Martha Bibliana, dir., II. Itin, Rolando, trad. III. Título
CDD 230
-108263-
CRISIS EN EL CIELO
a Judas como su agente (Juan 13:27). Esta lucha, que hemos llamado el Gran
Conflicto (o la Gran Controversia), 1 continúa hoy
Después de perder la guerra en el cielo, Lucifer llegó a ser Satanás, el “acu-
sador”, y dirigió una contraofensiva reclutando a la recientemente creada raza
humana para reforzar su rebelión. Al engañar a Adán y a Eva junto al árbol
prohibido en el huerto de Edén, consiguiendo que atendieran a sus palabras
en lugar de las de Dios, Satanás usurpó el puesto de Adán como príncipe de
este mundo, y la raza humana se encontró envuelta en el conflicto cósmico.
Es evidente que el plan de Satanás no solo era destruir todo lo que Dios
había creado, sino también frustrar el propósito de Dios para la raza humana:
que fueran “bendecidas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3, NVI).
“Su política [la de Satanás] es el engaño desde el principio hasta el fin, y su
firme intento es acarrear a los hombres dolor y miseria, desfigurar y corrom-
per la obra de Dios, estorbar su planes divinos de benevolencia y de amor, y
de esta manera contristar al cielo”. 2 El nacimiento de Jesús en Belén era la
única respuesta posible a fin de revertir la maldición producida por la rebe-
lión (Deuteronomio 28:15), y la única manera posible de que todas las fami-
lias de la Tierra fueran realmente benditas.
LA CAÍDA DE LUCIFER
El profeta Isaías describe la caía de Lucifer del cielo (Isaías 14:12), y Ezequiel
habla de un ser de belleza perfecta, que una vez estuvo en “Edén, en el huerto
de Dios” (Ezequiel 28:12, 13). Aunque muchos eruditos bíblicos sugieren que
estos versículos ser refieren solo a los reyes de Babilonia y de Tiro, lo que Isaías y
Ezequiel describen va más allá de estos reyes terrenales. Jesús empleó un enfo-
que similar, en su descripción de la destrucción de Jerusalén (Mateo 24). Aun-
que los discípulos preguntaron acerca de la destrucción del Templo, Jesús, en su
respuesta, describió tanto la destrucción de Jerusalén por los romanos, en el año
70 d.C., como la realidad mayor, del fin del mundo y del final del tiempo. Del
mismo modo, los profetas Isaías y Ezequiel bosquejan las características y la
caída de dos reyes terrenales, mientras al mismo tiempo describen una realidad
mucho mayor: la destrucción final del príncipe del mal.
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CRISIS EN EL CIELO 5
Nota algunas de las descripciones que ofrece Isaías de este ser. Aunque
presentado como el rey de Babilonia (Isaías 14:4), las ambiciones de este ser
específico van más allá de las meras ambiciones humanas. Primero, ansiaba
subir al cielo y exaltar su posición más exaltada que la de los ángeles (“es-
trellas de Dios”); luego, quería instalarse como líder del Concilio Celestial en
el Monte del testimonio (versículo 13); y después deseaba extender esa auto-
ridad hasta el cielo mismo, “sobre las alturas de las nubes”, para reemplazar,
finalmente, a Dios mismo (versículo 14).
“Satanás se propuso ser el primero en los concilios celestiales, e igual a
Dios. Comenzó su obra de rebelión con los ángeles que estaban a sus ór-
denes, procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y trabajó
en una forma tan engañosa que muchos de los ángeles se decidieron por su
causa, antes de que se conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ánge-
les leales no pudieron discernir plenamente su carácter ni ver dónde llevaba
su obra. Cuando Satanás consiguió ganar a muchos ángeles para su bando,
llevó su causa a Dios, pretendiendo que era el deseo de los ángeles que él
ocupara el puesto que tenía Cristo”. 3
Aunque se podría decir que un rey terrenal de Babilonia pudiera haber
deseado ser la autoridad suprema, cuando esas ambiciones elevadas se con-
sideran como un paquete total, no es irrazonable ver su progresión como las
demandas de Lucifer en su intento de reemplazar a Dios. Siendo que ningún
rey terrenal ha caído alguna vez del cielo, la intención de los versículos 12 al
15 sugiere alguien más grande que un rey de Babilonia. Además, las expre-
siones relacionadas con el ascenso al cielo, estar en una posición más alta
que los ángeles y presidir la asamblea en el monte a los lados del norte, son
todas descripciones atribuidas a las deidades en el antiguo Cercano Oriente.
La asamblea en la sagrada montaña al norte es una referencia a la asamblea
de los dioses mencionada en los textos religiosos de las antiguas tierras bíbli-
cas, y pueden considerarse como una falsificación del hecho de que Dios
preside el Concilio Celestial.
Las descripciones de Ezequiel son similares. Aunque se dirige primero al
“príncipe” de Tiro (Ezequiel 28:2, 12), los detalles también van más allá del
ámbito humano y se relacionan con algo de nivel muy superior. El orgulloso
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perdió ese señorío frente al árbol del conocimiento del bien y del mal, Sata-
nás rápidamente cubrió ese vacío, pero ese nunca fue el plan de Dios. Aun-
que Jesús llamó “príncipe de este mundo” a Satanás (Juan 12:31; 14:30;
16:11), esa nunca fue su intención. Parte de la restauración final de la raza
humana, hecha posible por el sacrificio de Cristo en el Calvario, ocurrirá al
final del tiempo, cuando los redimidos reciban otra vez el privilegio de Adán
y de Eva de reinar con Dios como “reyes y sacerdotes” (Apocalipsis 1:6; 5:10).
La historia de Job descorre la cortina que revela cuán enorme fue la pér-
dida de Adán. Se nos da una breve visión detrás del escenario, de la sala del
Trono del universo, una descripción del Concilio Celestial y de la asamblea
de los hijos de Dios. Satanás ingresa a esa augusta asamblea pretendiendo ser
el dueño legítimo del planeta Tierra (Job 1:6, 7; 2:1, 2). Dice que ha estado
“rodeando” la tierra y “andando por ella”, expresiones que no connotan sim-
plemente las acciones de un turista, sino que en las Escrituras significan una
señal de propiedad. Cuando Dios dio la tierra a Abraham, le dijo que fuera
“por la tierra a lo largo de ella y a su ancho” (Génesis 13:17). Esta promesa se
renovó para Moisés: “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será
vuestro” (Deuteronomio 11:24); y más tarde a Josué: “Yo os he entregado
[…] todo lo que pisare la planta de vuestro pie” (Josué 1:3).
En el desarrollo de la historia de Job, vemos cómo está a merced de los
elementos: su incapacidad de controlar la naturaleza le hace perder todo.
Cuando se entregó a Adán y a Eva la responsabilidad del cuidado del plane-
ta, se les confió el cuidado de todas las criaturas (Génesis 1:26, 28). El ámbito
de la naturaleza pudo haber sido parte de su responsabilidad; como lo de-
mostró el Segundo Adán, que podía controlar el viento y las olas (Marcos
4:39), caminar sobre el agua (Mateo 14:24), hacer marchitar una higuera
(21:19), y localizar a un pez con la moneda exacta para el pago del impuesto
del Templo (17:27).
La introducción de Satanás en los primeros dos capítulos de Job es un eco
de lo que sucede en Génesis 3. Satanás inicia el problema, y luego huye de la
escena, dejando que las víctimas humanas sufran solas. Aunque, en sus ten-
taciones, Satanás hace parecer que tiene en mente el bien mejor para aque-
llos a quienes tienta, lo que realmente importa es que huya de sus víctimas
GUERRA EN EL CIELO
¿Cómo es una guerra en el cielo? Los cráteres que vemos en la luna y en
otros planetas vecinos al nuestro, ¿son parte de “daños colaterales’’? ¿Fueron
habitables alguna vez los planetas más cercanos a nosotros? El cinturón de
asteroides que existe entre Marte y Júpiter ¿es el resultado de un intento de
destrucción de la Tierra?
No es necesario entrar en el ámbito de la ciencia ficción para explicar algo
acerca de lo cual no se nos dan detalles. En cambio, la Biblia trata del impacto
espiritual de esta lucha. Primero, un tercio de los ángeles de Dios perdieron su
lugar en el cielo (Apocalipsis 12:4). Eligieron unirse con el “dragón” en su batalla
contra “Miguel y sus ángeles” (versículo 7). Así que, esta es una lucha entre Mi-
guel, Aquel cuyo nombre significa “el que es semejante a Dios”, y Lucifer, que
desesperadamente quería llegar a ser “semejante al Altísimo” (Isaías 14:14).
En Apocalipsis 12, se llama “dragón” a este ser. Pero para identificar claramente
a quién se aplica esta metáfora, el texto es explícito: “el gran dragón [...] que se
llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9). Cuando es echado del cielo, junto con
su cohorte, se dedica a engañar al mundo entero (versículo 9). No acepta su derro-
ta, y ha estado efectuando una guerra de desgaste desde entonces.
Juan habla en forma positiva de la “batalla en el cielo”; la vincula con la
salvación y la venida de Cristo (versículos 10, 11). Este tema positivo se enfa-
tiza en todo el capítulo y es un aspecto importante del Gran Conflicto.
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CRISIS EN EL CIELO 9
cada una de las cuales puede albergar a miles de personas, que fueron ex-
cavadas en las montañas a fin de ser un refugio para la iglesia perseguida. La
tierra literalmente abrió su boca para anular los esfuerzos de los ejércitos
invasores.
Ahora viene la parte de la historia que estresa a muchas personas. El
dragón vuelve su atención al resto de los hijos de la mujer. Está furioso con
ellos, y les hace guerra. La historia muestra claramente cómo el pueblo de
Dios fue acosado, oprimido y perseguido a lo largo de los siglos, y muchas
personas tienen miedo de que tales cosas ocurran otra vez antes del fin. De-
masiado a menudo vemos cuán imposible es la lucha, y nos preguntamos
cómo sobrevivirá el pueblo de Dios; pero ignoramos las tres liberaciones
milagrosas previas, y olvidamos que la historia no termina allí. Sigue en el
capítulo 14, donde vemos a los fieles ante el trono de Dios. También ellos
fueron arrebatados al cielo para estar delante del trono de Dios; así como
Jesús lo estuvo en Apocalipsis 12:5. Los temores que podamos tener por el
futuro ya no se justifican, puesto que Satanás ha sido derrotado repetida-
mente y en forma tan decisiva en lo pasado, por el cuidado de Dios hacia
su pueblo y por su intervención directa, que diluye las amenazas que pare-
cen imposibles de vencer.
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CRISIS EN EL CIELO 11
LA BATALLA CONSTANTE
Es verdad que Satanás fue derrotado en el Calvario, pero el peligro no ha
pasado aún. Jesús fue claro, al decir que sus seguidores no tendrían una vida
fácil (Juan 16:33). Pero en lugar de concentrarse en los desafíos, se concen-
tró en la victoria que él ya había obtenido. Reflejando esta garantía, Pablo
aseguró a los creyentes de Roma que Dios aplastaría a Satanás debajo de sus
pies (Romanos 16:20); y Juan garantizó a la iglesia de los últimos días que su
victoria estaba garantizada por medio de la sangre del Cordero (Apocalipsis
12:11). Más allá de esto, Jesús afirma a sus seguidores: “Yo estoy con vosotros
todos los días” (Mateo 28:20), y “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos
13:5). Los héroes de la fe (enumerados en Hebreos 11) conforman una gran
nube de testigos (12:1). Y sus experiencias nos testifican de un Dios que es
fiel; que nos sostiene personalmente en cualquier lucha que afrontemos; y
que su victoria es la nuestra, cuando mantenemos nuestros ojos fijos en él
(versículo 2).
Referencias
1
Para un resumen útil del contexto histórico del tema del Gran Conflicto y su desarrollo en el pensa-
miento adventista, ver Kwabena Donkor, Growing in Christ: The Way, the Truth, the Life, cap. 1, “The
Great Controversy: The Foundation" (Hagerstown, MD: Review and Herald® Publishing Association,
2012).
2
Elena de White, El conflicto de los siglos (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana,
1993), p. 328.
3
_____________, Mensajes selectos (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1966), to-
mo 1, p. 260.
4
_____________, “A Preparation for the Coming of the Lord”, Review and Herald, 24 de noviembre
de 1904.
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CAPÍTULO 2
CRISIS EN EL EDÉN
E
s difícil para nosotros imaginarnos la belleza original de la creación. Las
criaturas y los procesos de la naturaleza, interrelacionados en perfecta
armonía, fueron algo muy diferente de la realidad que nos es tan fami-
liar. Pablo habla de que la tierra un día “será libertada de la esclavitud de
corrupción” y la decadencia (Romanos 8:21), comparando su condición con
alguien que necesita ser redimido por el Salvador. Esto indica cuán estrecha-
mente la humanidad está vinculada con el resto de la creación.
Dios caminó y habló con nuestros primeros padres; pero ese privilegio
terminó en la prueba de su fidelidad en aquel árbol. Desde entonces, existe
una lucha continua, que sería un paralelo de las tentaciones junto al árbol
–preguntas maliciosas, contradicciones directas a la Palabra hablada de Dios
y una abundancia de “soluciones” humanas–, diseñadas con el fin de difa-
mar el carácter de Dios, destruir a cada individuo y destruir la creación, que
una vez había sido perfecta.
Con el rechazo de los límites que Dios había establecido para la seguridad
y el sostén de la raza, ningún límite sería seguro; lo que significa que nadie
estaría seguro. La Tierra y sus habitantes estaban ahora a merced no solo de
los poderes espirituales en lugares elevados (Efesios 6:12), sino también de
las fuerzas de la naturaleza. Dios no los abandonó, pero les prometió, en
cambio, redimirlos, a ellos y a su mundo contaminado. Pero el costo de su
14 CONFLICTO Y SALVACIÓN
redención sería inmenso. “Adán había sido rey de los seres inferiores, y mien-
tras permaneció fiel a Dios toda la naturaleza reconoció su gobierno. Pero
cuando pecó, perdió su derecho al dominio. El espíritu de rebelión, al cual él
mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal. De ese
modo, no solo la vida del hombre, sino la naturaleza de las bestias, los árbo-
les del bosque, el pasto del campo, hasta el aire que respiraba, hablaban de
la triste lección del conocimiento del mal”. 1
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CRISIS EN EL EDÉN 15
bol del conocimiento, que estaba cerca del árbol de la vida, en el centro del
huerto, había de probar la obediencia, la fe y el amor de nuestros primeros
padres”. 2
En medio de este huerto especialmente plantado en Edén (separado del
resto de los bosques y las praderas del mundo) había dos árboles singulares:
el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis
2:9). El fruto del segundo árbol no debía ser comido; de otro modo, habría
severas consecuencias (versículo 17).
Sin embargo, una de las criaturas, originalmente puesta bajo el dominio
de Adán y de Eva, estaba ahora desafiando el mandato de Dios, y la lealtad
de Adán y de Eva al Creador. La criatura instigó a nuestros primeros padres a
saborear el fruto prohibido y así llegar a ser semejantes a Dios (3:1-5). Elena
de White, usando las imágenes de comer la fruta prohibida, advierte cuán
insensato es que la gente ceda. “Muchos están angustiados. Están oprimidos
por el sufrimiento, la necesidad, la incredulidad y el desaliento. Se hallan
afligidos por enfermedades de toda clase, tanto del cuerpo como del alma.
Anhelan hallar solaz para sus penas, y Satanás los tienta a buscarlo en las
concupiscencias y los placeres que conducen a la ruina y a la muerte. Les
ofrece las manzanas de Sodoma, que se tornarán ceniza en sus labios”. 3
LA SERPIENTE EN EL ÁRBOL
La narración del Génesis nos presenta a una serpiente que se describe
como “astuta” (Génesis 3:1), engañosa (versículo 13) y “maldita” (versículo
14). Las serpientes son posteriormente asociadas con el éxodo, primero en
demostraciones de poder de Aarón sobre los magos del faraón (Éxodo 7:9-
12), luego en respuesta al rechazo de Israel de la providencia de Dios (Nú-
meros 21:5-9). En esta última historia, hallamos un claro eco de lo que suce-
dió en el Jardín del Edén. Mientras estaba en el desierto, la gente se quejó
por la comida; en el Edén, Eva fue conducida a dudar de que el alimento
que Dios les había proporcionado fuera suficiente. La serpiente le hizo creer
que si añadía algo prohibido a su dieta de alguna manera llegaría a ser más
sofisticada y a ser una mejor persona (Génesis 3:5). Esta fue la primera indi-
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CRISIS EN EL EDÉN 17
bién el estatus de Adán y de Eva. Dios declaró que habían sido creados a
imagen de Dios y a su semejanza (Génesis 1:26); pero el tentador sugirió que
si ellos comían del fruto prohibido serían “como Dios” (3:5). Tal vez Eva olvi-
dó, en la confusión del momento, que ella y Adán ya eran como Dios. Ha-
bían sido creados a su imagen (1:26, 27).
Además, si Eva aceptaba el razonamiento del tentador, estaría de hecho
rechazando la providencia de Dios. Él les había dado un hogar (el Jardín del
Edén), una familia (el uno al otro), una carrera privilegiada (cuidar del
mundo creado) y todo su alimento (1:29). La serpiente sugirió que estas co-
sas no eran suficientes, y les ofreció algo más allá de las provisiones de Dios;
en realidad estaba sugiriendo que Dios estaba escondiendo algo de ellos,
que merecían y debían tener. Hasta sugirió que sus ojos se abrirían, dándoles
un conocimiento tanto del bien como del mal (3:5).
Pareciera que los sentidos de Eva quedaron apabullados. Ella vio que el
fruto era “bueno”, “de buen aspecto” y “deseable” (versículo 6). Parecía
bueno, olía bien.se sentía bien, la descripción de él sonaba bien, y prometía
tener buen sabor. Esto no es ninguna sorpresa, ya que Dios hizo todo al prin-
cipio bueno, y muy bueno. 4 La tentación de Eva nos recuerda que solo por-
que algo se sienta muy bien no lo hace correcto. También nos recuerda que
el tentador, y cualquier criatura por medio de la cual esté hablando, es sim-
plemente un ser creado, incapaz de proporcionar la plenitud del Creador.
En esta historia no escuchamos más de la serpiente. Habiendo logrado su
engaño, ya no necesitaba quedarse allí ni cuidar de Adán y Eva, por lo tanto,
los abandonó. Esta es una evidencia sólida de que Satanás de ninguna mane-
ra está interesado en nuestro bienestar y felicidad a largo plazo, sino en nues-
tro sufrimiento y destrucción.
El tema clave aquí es el rechazo de Dios como Proveedor de las necesida-
des humanas, reemplazándolas con soluciones ideadas por el hombre. La
elección de Adán y de Eva significaba que Dios ya no era necesario para
asegurar el bienestar de la raza humana. Desde ese momento, está integrada
en el ADN humano la idea de que nos tenemos que arreglar solos. El pro-
blema es que no hemos elegido sabiamente, al ignorar las cosas mejores y
siendo atraídos por “lo que no es pan” y “lo que no sacia” (Isaías 55:2).
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CRISIS EN EL EDÉN 19
Cierta vez, cuando Jesús se dirigió a las multitudes les aseguró: “No os afanéis
por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro
cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más
que el vestido?” (Mateo 6:25). No necesitamos estar ansiosos por nuestra comida
o nuestro vestido, porque el mismo Dios que alimenta a las aves y adorna el
campo con flores promete alimentarnos y vestirnos (versículos 26-34).
SE VUELVE PERSONAL
Con el encuentro junto al árbol, aprendemos un aspecto vital del Gran
Conflicto: el impacto global de un evento aparentemente insignificante.
Otros ejemplos de esto incluyen a Moisés cuando golpeó la roca, lo que le
impidió entrar en la Tierra Prometida (Números 20:8-12); y a Uza, que ex-
tendió su mano para sujetar el arca del pacto y cayó muerto (2 Samuel 6:6,
7). Siendo que vemos solo un cuadro muy pequeño de la acción, a veces
nos resulta difícil realizar la conexión entre la acción y la consecuencia. Lo
que sabemos es que Dios originalmente hizo todo perfecto, pero la rebelión
y un sentido de atrevida independencia no solamente dejaron alterada a la
humanidad, sino a toda la creación. Las relaciones estaban ahora fractura-
das por la falta de transparencia (cuando Adán y Eva se escondieron), la
culpabilidad (Adán culpó a Eva, y Eva a la serpiente), el temor (por ejem-
plo, a las criaturas silvestres: la serpiente), y un medioambiente hostil (es-
pinas y cardos).
Sin embargo, el primer paso en el proceso de restauración y reconci-
liación era que Dios afrontara las excusas que habían dado Adán y Eva. An-
tes de que Dios pudiera redimirlos, ellos necesitaban admitir la respon-
sabilidad por lo que habían hecho, así que, Dios explicó cuidadosamente los
resultados de sus acciones individuales. Primero se dirigió a la serpiente. “Por
cuanto hiciste esto, maldita serás” (Génesis 3:14), despreciada por hombres y
bestias. La mayor preocupación de la serpiente fue que un día un descen-
diente de la mujer aplastaría su cabeza (versículo 15). Cuando se dirigió a
Eva, Dios le anticipó que experimentaría dolor con sus hijos y con su esposo
(versículo 16).
No solo el dar a luz a los hijos sería doloroso y difícil, sino también lo sería
su relación con su esposo. El sentido de la frase “tu deseo será para tu mari-
do” puede deducirse de otros dos versículos en el Antiguo Testamento que
usan la misma palabra “deseo”. Cuando Dios expresó el juicio sobre Caín por
matar a su hermano, le advirtió que el pecado es como un animal salvaje
listo para caer sobre su presa, en su “deseo” de obtener su próximo almuerzo
(Génesis 4:7); y Dios sugirió a Caín que él se “enseñoree” de su mal deseo.
(Note que las dos palabras que están registradas en Génesis 3:16, “deseo” y
“enseñorearse”, también aparecen aquí). La siguiente vez que aparece la
palabra “deseo” es en el canto de amor de Salomón (Cantares 7:10), un cua-
dro de armonía íntima perfecta que actúa sobre varias áreas de una relación
mutuamente satisfactoria. Por lo tanto, la palabra describe un vínculo emo-
cional, en conductas ya sean adjetivas o manipuladoras, o en una relación
mutua enriquecedora. Génesis 3:16 parece sugerir una mezcla de estos dos
elementos. Eva anhelaría una intimidad emocional con Adán, que le parece-
ría adictiva o manipuladora, pero en respuesta él tendería a dominarla. Note
que esta condición fracturada no era una ordenanza de la creación, sino que
sobrevino como resultado del pecado.
En cuanto a las consecuencias para Adán, serían una relación fracturada
con el suelo; en lugar de centrarse en las relaciones interpersonales, como
recibiera Eva. Ya no trabajaría más en un jardín paradisíaco, sino en un me-
dioambiente de espinas y cardos, y con traspiración y trabajo duro hasta el
día que muriera (versículos 17-19).
El acto de Dios de confrontar con juicio a quienes habían hecho mal, fue
el primer paso en su redención. Note que la iniciativa parte de Dios. Si de-
pendiera de Adán y de Eva, todavía estarían escondidos entre los arbustos.
Aceptar la responsabilidad por su error era vital; pero eso en sí mismo era
insuficiente para reconciliarlos con Dios. Nuevamente Dios toma la iniciativa,
y provee de un sacrificio animal (Génesis 3:21). Un animal los había introdu-
cido en el pecado, la pérdida y las relaciones fracturadas, y había enredado a
la raza humana en la gran lucha entre el bien y el mal; y sería un animal (un
cordero) que le señalaría hacia adelante, al Libertador, que sería victorioso
sobre el mal. Solo él podría restaurar las relaciones quebradas, traer reconci-
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CRISIS EN EL EDÉN 21
liación con Dios, y hacer que el futuro fuera tan brillante como lo fue el pri-
mer día en el Edén.
Adán y Eva perdieron su posición como soberanos de la Tierra, y ahora de-
pendía de esta (y de sus inocentes criaturas), y el uno del otro, como nunca
antes. Fueron expulsados del Jardín (versículo 24), y querubines se apostaron
a su entrada, para impedir su acceso al árbol de la vida (versículo 25). Sin em-
bargo, en esta lúgubre descripción hay un destello de esperanza. En las Es-
crituras, los querubines solo se encuentran junto al trono de Dios; además, los
querubines situados sobre la tapa del arca del pacto son una representación
terrenal de la realidad celestial (Éxodo 25:18). En los Salmos, se describe a
Dios morando “entre querubines" (Salmo 80:1); y cuando el rey Ezequías oró
pidiendo la liberación de las huestes asirias, ruega: “Jehová de los ejércitos,
Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los
reinos de la tierra” (Isaías 37:16). De modo que al poner querubines a la entra-
da del Edén, Dios indicaba a Adán y a Eva que todavía tenían acceso al trono
del universo; pero de allí en adelante sería de una manera diferente.
Referencias
1
Elena de White, La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), pp.
26, 27.
2
____________, Patriarcas y profetas (Mountain View, Cal.: Publicaciones Interamericanas,
1955), p. 30.
3
____________, Palabras de vida del gran Maestro (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sud-
americana, 1991), pp. 184, 185.
4
Conectadas con las diez veces que Dios habla al crear (Génesis 1:3 ,6, 9, 11, 14, 20, 24, 26, 28, 29),
hay siete afirmaciones que describen a la creación como “buena” (Génesis 1:4, 10, 12, 18, 21, 25, 31)
EL GRAN CONFLICTO
Y LOS PATRIARCAS
L
a rápida intensificación de la rebelión contra Dios fue dramática. Pri-
mero, su surgimiento en la misma sala del Trono del cielo, por parte de
uno de los cuatro ángeles más encumbrados, que planificó reemplazar
a Dios; y al fallar ese plan, su deseo de deteriorar el ámbito de Dios tanto
como le fuera posible. Luego, el reclutamiento de la naciente raza humana, y
una demostración de cómo un incidente, aparentemente insignificante, pue-
de tener efectos de tan trascendente alcance. Al proseguir la narración bíbli-
ca, vemos cómo se esparce el Gran Conflicto y se diversifica, en las historias
de Caín y Abel, Noé, Abraham, Jacob y Esaú, y José y sus hermanos.
En estos informes, notamos cómo la adoración llega a ser el catalizador
para el conflicto y la muerte, y cómo las familias continúan con los fracasos
de generaciones previas, facilitando la rápida difusión del dolor y el caos.
También, vemos los resultados finales de la rebelión en contra de Dios: el
enmarañar todo lo que Dios había establecido, y la reversión y destrucción
total de la creación, por medio de un diluvio universal.
También llega a ser clara la manera en que Dios afronta estos desafíos. En
un rito aparentemente extraño, descrito en Génesis 15, Dios demuestra su
EL GRAN CONFLICTO Y LOS PATRIARCAS 23
LA REBELIÓN SE INTENSIFICA
El asesinato de Abel, cometido por Caín, muestra cuán rápidamente la re-
belión de Adán y de Eva enraizó en la experiencia humana. También revela
cómo los motivos de orgullo y de importancia propia que inspiraron la rebe-
lión de Satanás llegaron a formar una parte natural de la rebelión humana
contra Dios. Como Jesús la describe: “Y los deseos de vuestro padre queréis
hacer. Él ha sido homicida desde el principio” (Juan 8:44).
La descripción del nacimiento de los dos primeros niños es muy breve, y
los eventos que llevan al primer homicidio ocurren muy rápidamente. El
anuncio extático de Eva al nacer su primer hijo puede ser tomado de dos
maneras. El hebreo afirma literalmente que Eva “adquirió varón", ya sea “por
voluntad de Jehová” o que ella “adquirió un varón, el Señor”. La segunda
posibilidad sugiere que Eva consideraba que ese hijo varón sería el Redentor
que les fuera prometido (Génesis 3:15).
Sin embargo, la triste realidad fue que él se convirtió en un emisario del
diablo, no de Dios (1 Juan 3:2; Judas 11). Reprendido Caín por el “sacrificio
más excelente” de Abel (Hebreos 11:4), su ira genera una reacción de Dios
(Génesis 4:5-7); pero desdeña los intentos de gracia y de reconciliación del
Señor, y atrae a su hermano al campo, para matarlo. Nunca escuchamos lo
que Abel tenía para decir en esa conversación. Es como si nunca hubiera
existido; su vida fue tan breve y aparentemente, sin sentido. De hecho, el
nombre “Abel” viene de una raíz que significa falta de sentido, o calidad de
ser nada, un soplo de viento, un vapor. Es la misma palabra usada en el libro
de Eclesiastés que se traduce por “vanidad”.
Cuando Dios confronta a Adán por su rebelión, éste ofrece una débil ex-
cusa: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me
escondí” (Génesis 3:10). La actitud de Caín cuando Dios lo desafía es más
LA TIERRA SE CORROMPE
Inmediatamente después de la muerte de Abel, la narración bíblica des-
cribe la descendencia de Caín. A pesar de la aparente rebelión de Caín en
contra de Dios, y en su desánimo por causa del castigo por asesinar a su
hermano (4:13,14), sus descendientes son destacados por los avances espec-
taculares en el manejo de ganado (versículo 20), las artes creativas (versículo
21) y la industria (versículo 22). Esta es una manifiesta evidencia de la gracia
de Dios. Él no solo otorgó habilidades notables a sus seguidores, sino tam-
bién compartió con los que están contra él la habilidad creativa, como un
reflejo de su propio poder creativo.
Siguiendo a la descripción de la línea de Caín, se bosqueja el registro ge-
nealógico hasta Noé. Cuando nació Noé, su padre, Lamec, “llamó su nombre
Noé, diciendo: Este nos aliviará [“dará descanso”, NVI], de nuestras obras y del
trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo” (Génesis
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EL GRAN CONFLICTO Y LOS PATRIARCAS 25
5:29).El nombre Noé (en hebreo, Nuaj), proviene de la raíz verbal que significa
“descansar”, y suena parecida a la palabra para “alivio” (najam), de modo que
parece una conexión intencional entre las dos. Lamec tenía grandes esperan-
zas de que su hijo Noé fuese quien traería alivio para la gente en su tiempo.
La línea de Caín (mencionada en Génesis 4) y la línea de Adán y Set (ca-
pítulo 5) se encuentran al comienzo del capítulo 6. Algunos comentadores
ven esto como una descripción de ángeles caídos que tienen sexo con mu-
jeres humanas, para producir una raza de gigantes y de héroes militares. Pero
la clave para comprender este pasaje es el hecho de que la historia del dilu-
vio está “incrustada dentro de la genealogía Setita, que no se completa hasta
la noticia de la muerte de Noé (9:29)”. 1 En otras palabras, hablar de ángeles
caídos en medio de la reunión de las historias de las familias de Set y de Caín
no es adecuado en el contexto del pasaje más amplio, y está fuera de lugar.
Es el resultado de que estas dos familias se casan en forma cruzada lo que
produce una “declinación moral" y “una comunidad de maldad sin prece-
dentes”, 2 descritas en los versículos 5 al 7. Es importante recordar que el
contexto trata de la rebelión humana y su castigo, y no de ángeles. Además,
Jesús dijo específicamente que los ángeles (que son seres espirituales, He-
breos 1:7) no se casan ni se dan en casamiento (Mateo 22:30).
EL DILUVIO
El diluvio acaeció como resultado directo de la corrupción universal,
cuando “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de con-
tinuo solamente al mal” (Génesis 6:5) y “la tierra estaba llena de violencia”
(versículo 11). También, enfatiza el impacto de la rebelión comenzada junto
al árbol y la seriedad del propósito fundamental de Satanás en el Gran Con-
flicto: destruir todo lo que Dios había hecho. Todo lo que Dios separó du-
rante el proceso de la creación ahora se volvió a reunir: la luz y las tinieblas,
las aguas de arriba y las aguas de abajo, el mar y la tierra seca, el día y la no-
che, los peces del mar, las aves del aire, y toda criatura viviente que se movía
sobre la tierra. “Fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las catara-
tas de los cielos fueron abiertas” (7:11). Todo lo creado que estaba fuera del
arca se combinó para formar una mezcla oscura y tormentosa. La Tierra vol-
vió a estar desordenada y vacía, mientras “el nivel del agua subió más de
siete metros por encima de las montañas” (versículo 20, NVI).
Dios separó a Noé (hombre justo y perfecto) de la gente de su tiempo, cuya
maldad era grande y cuyo pensamiento era solamente hacia el mal, la corrup-
ción y la violencia (comparar 6:8, 9 y versículos 5,11-13). Cuando Noé terminó
de construir el arca, Dios separó a un grupo pequeño de personas, aves y ani-
males terrestres, y los puso bajo la seguridad del barco, de modo que pudieran
sobrevivir a lo que se venía, y formar la base de una nueva creación.
La descripción del Espíritu Santo contendiendo con los corazones de la
gente (Génesis 6:3) es informativa en dos niveles. Primero, muestra la pacien-
cia de Dios: la salvación de la raza humana es un proceso lento y deliberado,
que pasa por una tragedia horrenda antes de que la redención llegue a cul-
minarse. Segundo, demuestra el valor humano. Dios no está dispuesto a que
ninguno perezca, sino que se propone que todos lleguen al arrepentimiento (2
Pedro 3:9); aun las personéis más “desesperanzadas”. La tragedia es que la
mayoría de la gente rechazará los esfuerzos del Salvador de redimirla.
Un aspecto fascinante de la historia del diluvio es la descripción de la des-
trucción; literalmente, el “raer” toda vida (ver Génesis 7:4). Cuando se usa en
otras partes, esta expresión describe las acciones del Redentor por perdonar
los pecados (ver Deuteronomio 9:14; Isaías 25:8; 43:25; Salmo 51:1). Este es un
recordativo intenso de que todas esas acciones horribles realizadas por los
déspotas y los guerreros –genocidios, tráfico de seres humanos y otros críme-
nes de lesa humanidad, acciones que reflejan los valores del que es “homicida
desde el principio” (Juan 8:44) – deben llegar un día a su fin (y lo hará), y que
la tierra será limpiada para siempre de tales prácticas. También es un recorda-
tivo de que el Gran Conflicto no tiene un final abierto, y que Dios, en su mo-
mento, intervendrá y concluirá con todo el mal y los sufrimientos.
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EL GRAN CONFLICTO Y LOS PATRIARCAS 27
que Jesús extraía sus citas), nació Abram, el mayor de los tres hijos de Taré
(Génesis 11:27). Los dos hijos mayores se casaron (versículos 28, 29), y el
tercero murió (versículo 31), de modo que Taré decidió llevar a su familia a
Canaán, tal vez para comenzar de nuevo. Solo habían viajado la mitad del
trayecto cuando Taré decidió que ya era suficientemente lejos, y la familia se
estableció en Harán. Harán era un puesto de avanzada de la civilización
súmera, 3 y Ur, una de sus ciudades principales. Era una cultura muy avanza-
da, siendo la primera registrada en la historia que desarrolló ideas éticas,
religiosas, sociales, políticas y filosóficas, 4 y la primera cultura en desarrollar
un alfabeto para registrar sus conocimientos.
Cuando Dios aparece a Abram y le pide que viaje a Canaán, no es con la
promesa de comodidades culturales, sino lo opuesto: sencillamente, a “la
tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). Es interesante notar que justo antes de
que Esteban fuera muerto por los líderes religiosos, repasa la historia de Israel
y destaca que Dios llamó a Abram mientras todavía estaba en Ur, no en Ha-
rán (Hechos 7:2,3). El llamado de Dios esperaba que Abram dejara a su pa-
dre, su pueblo y su cultura, realizando un corte total de la idolatría que aún
afectaba a la casa de su padre (comparar con Génesis 31:19). Si Abram debía
ser el personaje central de una narración del Gran Conflicto, necesitaba se-
pararse de un pueblo rebelde y emprender un nuevo comienzo.
El problema era que Sarai, la esposa de Abram, no podía tener hijos
(11:30), de modo que la promesa que Dios hizo a Abram habrá sido gran-
demente atesorada: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré” (12:2).
En ese tiempo, Abram tenía unos 75 años (versículo 4). Unos diez años más
tarde, Dios le repitió su promesa (13:16). Algún tiempo después, Dios le apa-
reció otra vez; para ese tiempo, estaba finalizando la década de los ochenta
años. Esta vez, Dios le habla en lenguaje militar, tal vez reflejando los éxitos
militares recientes, bosquejados en el capítulo anterior (capítulo 14): “Yo soy
tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (Génesis 15:1).
Abram pone a un lado el saludo, y se pregunta por qué todavía no tenía
hijos; e imagina que su mayordomo extranjero deberá ser su heredero. Dios
elimina esta posibilidad, pidiendo a Abram que saliera y contara las estrellas.
Cuando oye esto, presumimos que debió de ser de noche, pero el sol se pone
más tarde, en el relato (versículo 12), y la oscuridad cae todavía más tarde
(versículo 17). Por lo tanto, todavía era de día cuando Dios pide a Abram
que cuente las estrellas, de modo que pueda hacerse una noción de cuántos
serían sus descendientes (versículo 5).
La lección que Dios quiere enseñarle es profunda. Las estrellas están
siempre en el cielo, pero no son visibles a los ojos humanos durante el día.
Abram se da cuenta de que no puede ver las estrellas ni a ninguno de sus
futuros descendientes, pero así como ciertamente las estrellas aparecerán de
noche, tan ciertamente la promesa de descendientes que Dios le comunicara
un día llegaría a ser visible. Ni los descendientes de Abram ni las estrellas en
el cielo diurno eran visibles a los ojos humanos, pero el ojo de la fe puede
ver ambos claramente. Con renovada esperanza y fe, Abram cree en las pro-
mesas de Dios, y le es contado como justicia (versículo 6).
Además de los descendientes, Dios promete a Abram la tierra. Cuando le
pregunta a Dios: “¿Cómo lo sabré, Señor?, Dios le pide que traiga una ternera
de tres años, una cabra de tres años y un carnero de tres años, una tórtola y
un palomino. Estos debían ser muertos, cortados por el medio, y las dos mi-
tades puestas en el suelo, a poca distancia entre las dos filas. Esta extraña
ceremonia era realmente parte de un antiguo tratado de acuerdo diseñado
para mostrar cuán serio sería si un rey más débil solicitaba una alianza con
un rey poderoso y quebraba el tratado. 5 Una manera de realizarlo era matar
un animal, cortarlo por el medio, poner las dos mitades en el suelo frente a
frente, y caminar entre las piezas. Esta era una manera pública de declarar
que si el rey más débil quebrantaba el tratado, podía esperar acabar como
las piezas del animal en el suelo (comparar con Jeremías 34:18-20).
Sin embargo, en vez de que Abram caminara entre las piezas, vemos una
columna de humo y fuego, símbolo de la presencia de Dios durante el Éxo-
do. Por lo tanto, no es el “pequeño rey”, Abram, quien hace este juramento
solemne, sino el Rey súper poderoso, Dios, quien ofrece asumir la responsa-
bilidad final por la rebelión humana. Si Abram y sus descendientes alguna
vez quebraran el tratado (pacto), entonces Dios mismo sería cortado en pe-
dazos, moriría para pagar la penalidad. El Calvario está aquí claramente pre-
visto ya en el tiempo de Abram.
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EL GRAN CONFLICTO Y LOS PATRIARCAS 29
JACOB Y ESAÚ
La historia de cómo Jacob, con un ardid, quitó a Esaú la bendición pa-
terna y la primogenitura, ilustra adicionalmente la enredada naturaleza del
pueblo de Dios, que se ajusta a los planes de Dios a su manera. Tal vez, el
ejemplo más obvio de hermanos menores que reciben la primogenitura es
José: sus dos hijos reciben una porción cada uno cuando Jacob bendijo a sus
hijos en su lecho de muerte (Génesis 48:5; 49:26). Entonces, Jacob le dio la
bendición mayor al menor de aquellos (versículos 10-20).
La forma en que Esaú perdió su primogenitura fue doble: primero, al con-
siderar su apetito inmediato de mayor importancia que su herencia futura
(25:29-34); engaño de su hermano mediante. Luego, la trama que urdieron la
madre y su hermano menor para preparar una rápida comida de pri-
mogenitura de los rebaños, en lugar de hacerla con el producto de la caza,
como Isaac le había pedido a Esaú que hiciera (27:2-10). Ambos pagaron un
alto precio por estos eventos. Primero, Esaú perdió más que la primogenitura
ese día en que la “vendió”. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, Esaú
había cruzado una línea que lo asociaba con los inmorales y los impíos.
(Hebreos 12:16, 17). Segundo, tanto Rebeca como Jacob sufrieron una an-
gustia indecible, como resultado de su engaño. Cuando Rebeca envió a Ja-
cob a la casa del hermano de ella para salvarlo, pensó que sería por “algunos
días” (Génesis 27:44); pero terminaron siendo veinte años; ella murió durante
ese período y ya nunca volvió a ver a su amado Jacob. En un giro extraño,
todos esos años de servicio por su amada Raquel le parecieron a Jacob “po-
cos días” (29:20), la misma cantidad de tiempo que Rebeca pensó que él
estaría alejado de ella.
Este incidente ilustra cuán paciente es Dios con la humanidad con quien
tiene que trabajar. Dios escogió actuar por medio de familias humanas, pero
los riesgos que esta estrategia involucra harían que un ser menor eligiera una
manera más sencilla. Sin embargo, parece que al comprometerse él mismo
con Abram, en realidad Dios se había comprometido a actuar mediante las
flaquezas de las familias humanas, para acabar finalmente con el problema
del mal.
Referencias
1
Kenneth A. Mathews, Genesis 1-11:26. The New American Commentary, tomo 1A (Nashville.
TN: Broadman and Holman, 1996), p. 330.
2
Ibíd.
3
Sumer abarcaba la mitad austral del Iraq moderno, desde la región de Bagdad hasta el Golfo Pérsi-
co. Más tarde, fue conocida como Sumer y Akad, y todavía más tarde, como Babilonia. Ver Samuel
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EL GRAN CONFLICTO Y LOS PATRIARCAS 31
Noah Kramer, The Sacred Marriage Rite: Aspects of Faith, Myth, and Ritual in Ancient Sumer
(Bloomington, IN: Indiana University Press, 1969), p. 3; Samuel Noah Kramer, From the Poetry of
Sumer: Creation, Glorification, Adoration (Berkeley, CA: University of California Press, 1979), pp.
51, 52.
4
Samuel Noah Kramer, History Begins at Sumer: Thirty-nine Firsts in Man’s Recorded History
(Filadelfia: University of Philadelphia Press, 1981), XIX.
5
Moshe Weinfeld, “Covenant Making in Anatolia and Mesopotamia”, Journal of Ancient Near
Eastern Studies, N° 22 (1993), pp. 137, 138; Steven L. McKenzie, Covenant (St. Louis, MO: Chalice,
2000), pp. 17, 18.
LOS JUECES
AFRONTAN CRISIS
E
n el Gran Conflicto, Satanás continuamente trata de destruir al pueblo
de Dios. En el capítulo anterior, esto significó la destrucción de fami-
lias; pero Dios demostró su disposición a actuar con las familias más
disfuncionales, para dar salvación y un futuro. En este capítulo, veremos a
Satanás que intenta destruir a la nación elegida (Israel), al alejar la lealtad de
la gente del Dios Todopoderoso, que los había librado milagrosamente de la
esclavitud, a los dioses de la fertilidad, más “sofisticados” y “atrayentes", de
las naciones vecinas. En un giro dramático, Dios permite que estas naciones
invadan a Israel por causa de su infidelidad hacia él, y como resultado de
resultar conquistadores, promovieron su religión entre la población local.
Es importante notar que, en el tiempo de los jueces, las semillas de la re-
belión -sembradas junto al árbol en el Jardín- se habían esparcido y habían
desarrollado gruesas y fuertes raíces, y la gente ahora tenía dificultades para
distinguir entre el camino verdadero para relacionarse con Dios, y el falso. El
libro de los Jueces observa cuatro veces: “En aquellos días no había rey en
Israel” (Jueces 17:6; 18:1; 19:1 y 21:25). A esta declaración le sigue, en la pri-
mera referencia y en la última, la frase adicional: “Cada uno hacía lo que
LOS JUECES AFRONTAN CRISIS 33
sonal; actitud mucho más peligrosa cuando era acompañada por fervor reli-
gioso.
Tal vez, esta es la razón por la que los antiguos profetas de Dios tronaron
en forma tan consistente contra todas las formas de idolatría. Estaban pre-
ocupados porque se pisoteaba y se abusaba de los más vulnerables de la
sociedad, los huérfanos y las viudas (por ejemplo, Isaías 10:2; Ezequiel 22:7;
Malaquías 3:5). Para ver cómo se desarrollaba esta lucha espiritual, nos con-
centraremos en cuatro de los personajes principales del libro de los Jueces:
Débora, Gedeón, Sansón y Samuel, y añadiremos la historia de Rut, quien
vivió en ese período.
DÉBORA
En la historia de Débora encontramos un ejemplo del sufrimiento del
pueblo de Dios bajo la opresión, y afrontando situaciones imposibles. Los
personajes principales en la historia son Débora, profetisa y jueza; Barac,
cuyo nombre significa “relámpago”, y quien algunos eruditos creen que pudo
ser el esposo de Débora; Jabín, rey de Canaán; Sisara, jefe de su ejército; He-
ber, de la descendencia de Jetro, el suegro de Moisés (Números 10:29), pero
que se había aliado con el enemigo; y la heroína de la historiada esposa de
Heber, Jael (cuyo nombre significa “Jehová es Dios”).
La amenaza de la batalla proviene de un pueblo que adoraba a Baal. Apa-
rentemente, la práctica de la adoración de Baal resultaba muy atrayente, de
modo que todas las batallas descritas en el libro de Jueces incluyen agua y
lluvias. Sin embargo, cada caso demuestra claramente que Baal era impoten-
te y que Dios era quien realmente controlaba el clima. En la historia de Dé-
bora, se nos presentan primero las cosas imposibles de esta historia: un diri-
gente militar débil que enfrenta una derrota abrumadora, y una mujer que
dirige a un ejército débil hacia la victoria contra enemigos vastamente supe-
riores en número.
Sin embargo, lo importante es la naturaleza de la batalla. Débora –descrita
como profetisa y jueza– asegura a Barac que la batalla será de Dios. Se usan
dos verbos para describir cómo lograría Dios eso: él “atraerá” a Sisara (la
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LOS JUECES AFRONTAN CRISIS 35
palabra sugiere atrapar peces en una red) al arroyo de Cisón, donde lo “en-
tregará” en manos de Barac (Jueces 4:7). El canto de gratitud de Débora des-
pués de la batalla revela algunos de los detalles de cómo se resolvió el con-
flicto. Los carros de Sisara se atascaron en los estrechos pasos cercanos al
arroyo de Cisón, por causa de una lluvia torrencial. Los cielos y las nubes
“destilaron” [“derramaron”, NVI] agua, y los montes “temblaron” [“se licua-
ron”, BJ], produciendo un torrente repentino que arrastró a muchos soldados
enemigos (5:4, 5, 21). El resto trató de escapar a pie, incluyendo a Sisara;
pero fueron totalmente derrotados (4:16), y el pueblo de Dios quedó libera-
do. La ironía es que una tormenta con lluvia fue lo que derrotó a los seguido-
res del dios de las tormentas (Baal).
El homicidio del general casi pareciera un detalle incidental en esta tra-
ma. Pero realmente enfatiza el hecho de que, a pesar de que el mal a menu-
do aparece como imparable, aquí vemos que Dios elige a las personas más
improbables (dos mujeres) para revertir una derrota certera en una victoria
convincente. Esta victoria tiene la intención de infundir valor para Dios a
cada seguidor individual, en cualquier situación que afronte; no importa
cuán grande sea el potencial de constituirse en desastre, sabemos que Dios
es capaz de volver la situación en una victoria definitiva. La victoria final de
Dios es la gran belleza del tema del Gran Conflicto.
GEDEÓN
Después del éxito militar de Débora, la tierra gozó de paz durante cua-
renta años; pero entonces volvieron a estar en manos de los opresores. Los
madianitas, también seguidores del dios de las tormentas, habían estado
haciendo correrías por el país, destruyendo todas las plantaciones nuevas y
robando el ganado, al parecer sin oposición (Jueces 6:3-5). Israel quedó muy
empobrecido y clamó al Señor (versículos 6, 7).Los dioses de moda, que
habían adoptado de las naciones circundantes, no cuidaban de ellos como
Dios lo había hecho anteriormente.
Gedeón no es el héroe total que pudimos haber considerado cuando
éramos niños. Cuando la repentina aparición de un ángel lo interrumpe, sue-
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LOS JUECES AFRONTAN CRISIS 37
SANSÓN
Las líneas de la batalla entre el bien y el mal son evidente y realmente bo-
rrosas, en la historia de Sansón. Comenzó su vida de manera impresionante,
cuando el Angel de Jehová anunció a su futura madre que sería nazareo desde
su nacimiento (Jueces 13:3,4). El “Ángel de Jehová” apareció a solo otra mujer
para anunciar el nacimiento de un hijo, y eso fue a la fugitiva sierva de Sara,
Agar (Génesis 16:11).Este es un raro acto divino, que muestra la importante, y
tal vez enigmática, naturaleza del hijo que nacería. (El ángel que visita a Ana, a
Elizabeth y a María no es calificado como “el Ángel de Jehová”.)
Los votos de nazareo podían ser tomados por un período limitado o para
toda la vida (Números 6:1-5). Parece que Samuel también fue un nazareo, ya
que su madre prometió no cortarle nunca el cabello (1 Samuel 1:11). Se ins-
truyó a la madre de Sansón que no bebiera alcohol o comiera alimentos
prohibidos (Jueces 13:4, 13, 14; ver también Levítico 11). Cuando nació el
bebé, se indicó que nunca se le debía cortar el cabello, pues sería nazareo
hasta el día que muriera (Jueces 13:7).
A pesar de los votos de separación en consagración a Dios, Sansón siguió a la
multitud, descuidando a Dios y siguiendo sus pasiones ilícitas. Así como la nación
abandonó a Dios “prostituyéndose” con otros dioses (cf. Levítico 20:5), Sansón
pareció igualmente interesado en pasar su tiempo con mujeres filisteas. En contras-
te con José, quien huyó de la tentación (Génesis 39:7-13), parece que Sansón co-
rrió hacia la tentación (Jueces 14:1, 2; 16:1). Tal vez, esta sea la razón de que el
Ángel de Jehová dijera a sus padres que el muchacho apenas “comenzará a salvar
a Israel de mano de los filisteos” (Jueces 13:5); no sería una liberación clara y con-
tundente, como vimos en el caso de Débora y los otros jueces tempranos.
Sin embargo, como la Biblia nos da algunos atisbos detrás de escena, des-
cubrimos que Dios estaba usando las crisis personales de Sansón para procurar
una “ocasión contra los filisteos” (14:4). El énfasis aquí no es que Sansón esta-
ba encerrado en una suerte en la que no tenía nada que decir, sino que Dios
toma a la gente donde está y le da oportunidades, aun con los pobres estilos
de vida que eligen, para ser canales de bendiciones de Dios para otros.
Sansón “liberó” a sus conciudadanos mayormente como una respuesta ai-
rada a la forma en que lo trataron los filisteos. Primero mató a treinta hom-
bres y llevó su ropa a la fiesta de su boda, para pagar una deuda (versículo
19). Luego, destruyó sus cosechas cuando su esposa fue dada a su mejor
amigo (14:20; 15:4, 5). Más tarde, Sansón mató a muchos como venganza
contra los filisteos por haber matado a su esposa y al padre de ella (19:7, 8).
Cuando los filisteos trataron de vengar de esta acción (versículos 9, 10), él
mató a mil de ellos con una quijada de asno (versículos 14, 15). Finalmente,
derribó el templo terminando con su vida y la de tres mil personas, porque
ellos le habían quitado los ojos (16:21, 28, 30).
La historia de Sansón es un ejemplo asombroso de la gracia de Dios, y de
cómo él está dispuesto a actuar con los que no están dispuestos. En lugar de
añadir a la cuenta del mal, Dios obró por medio de las debilidades de Sansón
para traer liberación a su pueblo, de modo que al fin, Sansón pudiera ser
recordado por el bien que hizo, con la observación específica de que su de-
bilidad fue transformada en fortaleza (Hebreos 11:32-34).
RUT
El eje de la historia de Rut no son enormes ejércitos que amenazaban al
pueblo de Dios sino, más bien, una familia, casi moribunda, que revivió y fue
rescatada de la tierra del enemigo. Los dioses de la fertilidad y de la lluvia
habían sido juzgados y hallados faltos; no habían sido capaces de producir
lluvia, de modo que la tierra estaba asolada por el hambre. La historia de Rut
relaciona el tema del Gran Conflicto con un nivel personal, al describir las
consecuencias cuando la gente del pacto abandona a Dios (Deuteronomio
28:48; 32:24). El pecado y la rebelión contra Dios habían reducido la tierra en
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LOS JUECES AFRONTAN CRISIS 39
la que una vez fluyeran leche y miel, a un terreno cubierto de polvo. Pero el
libro de Rut describe la gracia de Dios cuando “visitó” la tierra y le devolvió
la vida, al “darles pan” (Rut 1:6).
La belleza de la historia, en medio de la tragedia indecible de la familia,
es que Rut, una extranjera, criada en la adoración de deidades paganas, llega
a la convicción de que no dejará a su suegra, Noemí, sino que la acom-
pañará de regreso a su país natal, y a su pueblo, Belén, que significa “Casa de
pan”. Al afirmar la estrecha relación que gozaba con su suegra, y su posterior
decisión de permanecer con ella, Rut se identificó completamente con el
pueblo de Dios y con la adoración de Dios. Es irónico que mientras el pueblo
de Israel era atraído por los dioses de la fertilidad de las naciones circundan-
tes, Rut, la Moabita, fuera atraída al Dios de Israel. Esto es notable, a la luz de
la prohibición en los escritos de Moisés de que una moabita pudiera entrar
“en la congregación de Jehová; ni hasta la décima generación no entrarán en
la congregación de Jehová” (Deuteronomio 23:3).
Al regresar ambas mujeres a Belén, encontraron una comunidad que las
alimentó y las apoyó en los momentos en que eran más débiles y vulnera-
bles. Rut encontró favor en los ojos de su patria de adopción, no solo a los
ojos de Booz (Rut 2:10), sino también en las personas que la conocieron
(versículo 11). E1 día de su boda, con toda la comunidad reunida, la asam-
blea de los testigos bendijo a Rut, comparándola con las grandes mujeres de
la historia de Israel (4:11, 12). Ellos no pudieron haber sabido cuán profètica
fue esa bendición. Rut, viuda superviviente de una tragedia familiar angustio-
sa, una vez miembro de una sociedad que hizo guerra contra el pueblo de
Dios durante siglos, ahora llegó a ser una parte integral de la comunidad del
pueblo de Dios, al ser una antepasada del Mesías (versículos 13, 17). Es signi-
ficativo que dos mujeres de origen cuestionable llegaran a ser antepasadas
del Mesías: Rahab, la ramera, fue la madre de Booz, y el hijo que Rut engen-
dró fue Obed, el padre de Isaí, quien fue el padre del rey David (Mateo 1:5).
Otra vez, Dios demuestra que en el cuadro más amplio del Gran Conflicto, él
es capaz de alistar a cualquiera para extender las fronteras de su Reino, aun a
los despreciados y desechados.
SAMUEL
Samuel constituye el punto de transición entre los jueces y los reyes. Co-
mo lo describe Pablo en su sermón en la sinagoga de Antioquía de Pisidia,
“como por cuatrocientos cincuenta años, [Dios] les dio jueces hasta el profe-
ta Samuel” (Hechos 13:20). Esto hace que, efectivamente, Samuel fuera el
último de los jueces y el primero de los profetas. Samuel es criado en un ho-
gar con un tema familiar en el Antiguo Testamento: la rivalidad entre dos
esposas de un marido, una de las cuales no tiene hijos. El motivo del Gran
Conflicto aparece en la narración de Samuel en forma más personal que la
amenaza obvia al orden creado o un enorme ejército en la frontera listo para
aniquilar al pueblo de Dios. Esta vez, la controversia se concentra en los dos
hijos de Eli, el sumo sacerdote, a quienes la Biblia describe como malvados,
inútiles y buenos para nada (1 Samuel 2:12; literalmente, “hijos de Belial”).
Engañaban a los adoradores quitándoles sus ofrendas (versículos 13-16), y
seducían a las mujeres que estaban en el Santuario para adorar (versículo
22); acciones más en armonía con los valores de la adoración de Baal. Dios
advirtió al anciano sacerdote Eli que si continuaba permitiendo que sus hijos
ministraran y siguieran en su mal camino, entonces Dios mismo los reempla-
zaría (versículos 27, 30, 34, 35).
Samuel aparece en marcado contraste con los hijos de Eli, y fue el porta-
voz de Dios en la reprensión al anciano sacerdote, por su indulgencia con
sus hijos (1 Samuel 3:17, 18). Es trágico que los pecados de los hijos de Eli
fueran tan flagrantes y públicos que aun un niño pequeño lo notara. Poco
después, durante una invasión filistea, los dos hijos de Eli fueron muertos, los
filisteos capturaron el arca de Dios, y Eli, de 98 años, murió cuando oyó la
noticia (1 Samuel 4:14-18).
Algún tiempo más tarde, Samuel desafió a la gente a que pusieran a un
lado sus dioses extranjeros y volvieran a Dios, de modo que pudieran ser
liberados de los filisteos (1 Samuel 7:1-6). Hubo un ataque final por parte de
los filisteos, que Dios transformó en una gran victoria para su pueblo al pro-
ducir una tormenta eléctrica espectacular que asustó al enemigo (versículos
8-12). Se restableció la paz (versículo 13), y los israelitas recuperaron todos
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LOS JUECES AFRONTAN CRISIS 41
los territorios que habían perdido ante los filisteos (versículo 14). Samuel
pasó el resto de su vida recorriendo la tierra, manteniendo la ley y el orden
(versículos 15-17). También se cree que él comenzó las así llamadas “Escue-
las de los profetas”, incluyendo las de Betel, Gilgal y Rama, 5 tal vez en con-
junción con su visita anual a esos lugares (versículo 16).
Desafortunadamente, ya que Samuel no había tenido un modelo paterno
fuerte cuando crecía, cuando tuvo hijos propios pareciera haber repetido los
errores del anciano sacerdote Eli. Los hijos de Samuel fueron conocidos por
recibir sobornos y pervertir la justicia (1 Samuel 8:3). Esto llegó a ser el catali-
zador para la intranquilidad nacional, que culminó cuando los ancianos de
la nación se acercaron a Samuel y pidieron un rey que los gobernara, ya que
no había un sucesor aparente para el anciano profeta (versículos 4, 5). A
pesar del dolor de Samuel por el pensamiento de ser rechazado por la gente,
Dios aseguró a Samuel que al desear un rey como lo tenían las naciones cir-
cundantes, el pueblo no estaba rechazando a su profeta, sino a Dios (versícu-
los 6, 7).
Referencias
1
Winfried Corduan, “Baal”, en John D. Barry et al., eds., The Lexham Bible Dictionary (Be-
llingham, WA: Lexham Press, 2014).
2
D.J. Wiseman, “Bel”, en D. R. W. Wood et al., New Bible Dictionary (Downers Grove, IL: Inter-
Varsity Press, 1996), p. 127.
3
Walter A. Elwell y Barry J. Beitzel, Baker Encyclopedia of the Bible (Grand Rapids, MI: Baker,
1988), p. 1252.
4
Se ha demostrado que el libro de Jueces constituye un quiasmo, en el que la narración de Gedeón
está en el centro. Ver J. Paul Tanner, “The Gideon Narrative as the Focal Point of Judges”, Bibliothe-
ca Sacra (Abril-junio de 1992), pp. 149, 150.
5
Elwell y Beitzel, Baker Encyclopedia of the Bible, p. 1890
LAS MONARQUÍAS
ENFRENTAN LAS CRISIS
D
espués de los jueces, diversos reyes gobernaron la nación de Israel. El
Gran Conflicto entre el bien y el mal creció y disminuyó a medida que
la lealtad de la gente vacilaba entre el Dios de la Creación y la Reden-
ción, y los dioses que estimulaban las bajéis pasiones sin freno y la codicia.
De este modo, existía la amenaza permanente de un enemigo abrumador en
las fronteras, preparado para destruir a la nación. Pero Dios interviene para
liberar.
Una y otra vez, él intervino para proteger y bendecir a su pueblo, princi-
palmente mediante instrumentos humanos: miembros de la realeza, profetas
y oficiales dirigentes. Con el poder de Dios y bajo su dirección, enfrentaron a
abusadores, soportaron opiniones populares contrarias, enfrentaron amena-
zas blasfemas, se mantuvieron firmes en contra de tiranos genocidas, y con-
frontaron a quienes estorbaban la expansión del Reino de Dios. Algunos
ejemplos de héroes improbables son David, Elías, Ezequías, Ester y Nehe-
mías. Sus dramáticas historias se desarrollan cuando Dios los usa frente a
situaciones imposibles, y se regocijan en su liberación antes de que suceda.
Aunque humanamente hablando esto pudo parecer sin sentido en su mo-
mento, es un acto de fe y adoración digno de recordar a todos, en todo tiem-
po y en todas las circunstancias. Dios está allí, y él sabe cómo traer seguridad
y bienestar aún de una fatalidad inminente.
LAS MONARQUÍAS ENFRENTAN LAS CRISIS 43
DAVID
La historia de David y Goliat todavía anima a los jovencitos, totalmente de-
dicados a Dios, en que son capaces de levantarse frente a un gigante sin dios,
y ganarle. Esa es una certeza importante, a la luz de lo que hemos visto hasta
ahora en la historia de la batalla que se desarrolla entre el bien y el mal. Muy
a menudo, el mal parece controlarlo todo y el sendero de los justos ha sido
obstruido y bloqueado.
Encontramos, primero, a David cuando el anciano profeta Samuel visita a
Isaí en Belén, para ungir a uno de sus hijos como el siguiente rey de Israel (1
Samuel 16:1). Nadie se imagina que David siquiera sería considerado como
la persona especial que el anciano profeta estaba buscando, de modo que
sigue en las colinas cuidando de los rebaños. Samuel se impresiona con la
buena apariencia del hermano mayor, pero Dios no (versículos 6,7). Este
parece ser el problema clave en este episodio. Cuando finalmente David
resulta ser el elegido, no es por causa de su buena apariencia (versículo 12),
sino porque es un hombre según el corazón de Dios (Hechos 13:22).
Aun antes de que Goliat enfrentara a David, se destacan los temas per-
sonales. Cuando David interroga a sus hermanos acerca de los insultos que
Goliat está lanzando contra Israel y su Dios, su hermano mayor lo reprende
por su “soberbia” (1 Samuel 17:28). Cuando David se ofrece para pelear con
el gigante, el rey Saúl declara: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pe-
lear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su
juventud” (versículo 33). Cuando todos los soldados israelitas veían a Goliat,
“huían de su presencia, y tenían gran temor” (versículo 24). David tuvo que
convencer al rey de que él tenía buenas posibilidades en esta contienda, por
causa de su experiencia pasada con animales salvajes, y de su confianza en
la capacidad de Dios para liberar a su pueblo (versículos 34-37). Saúl con-
cuerda, con renuencia, y permite que David salga al campo de batalla. En
todo esto, no se menciona ninguna palabra (excepto las de David) de que
Dios es todopoderoso, que tiene un antecedente de liberaciones milagrosas
de su pueblo. En cambio, la atención estuvo puesta sobre las características
externéis: tamaño, fuerza, jactancia y palabras insultantes, y poderío militar.
También Goliat sigue con este tema, deteniéndose en lo que ve: la buena
apariencia de David (aun cuando esto produce desprecio, en vez de admira-
ción, versículo 42), sus armas de apariencia insignificante, y el hecho de que
sentía que David lo trataba como si fuera un perro (versículo 43). Esto produce
una nota de humor, en una escena de otro modo muy tensa. David había di-
cho a Saúl cómo había peleado y ganado contra leones y osos (versículo 36),
de modo que este “perro” sería más fácil de vencer que las bestias salvajes.
En este breve intercambio, obtenemos una vislumbre de la diferencia en-
tre quienes representan los bandos opuestos en el Gran Conflicto. Mientras
los israelitas se concentran en sus temores y Goliat se concentra en su opi-
nión sobre sí mismo, David se centra en Dios. Su preocupación es que el
pueblo mire a Dios, y no a los atavíos humanos del poder.
ELÍAS
Elías, el Tisbita, parece estar fuera de lugar en el palacio del rey así como el
muchacho pastor David se pensó que estaba fuera de lugar en el campamento
militar. El rasgo principal que lo distinguía era que “tenía vestido de pelo, y ce-
ñía sus lomos con un cinturón de cuero” (2 Reyes 1:8).A pesar de su apariencia
rústica, fue capaz de llegar hasta la presencia del rey para informarle que no
habría lluvia durante los siguientes tres años (1 Reyes 17:1). No era fácil acer-
carse a un rey ni escapar de él, pero este hombre de Dios, aparentemente sin
esfuerzo, se deslizó a través de la guardia, entregó el mensaje de Dios y corrió
hacia las montañas, a unos doce kilómetros (siete millas) de allí.
Anunciar que no llovería durante tres años era un desafío directo a Baal, de
quien se creía que enviaba las lluvias para asegurar cosechas y ganados abun-
dantes, que enriquecían a los granjeros. Aun cuando su religión se centraba en
el sexo ilícito y en llegar a ser ricos –“valores” que todavía persisten–, durante los
siguientes tres años los dioses de la fertilidad fueron impotentes. Como cul-
minación de esta lucha, Elías confrontó al rey y le planteó un enfrentamiento
decisivo entre él mismo y los profetas de Baal y de Asera (la diosa de la ferti-
lidad): un hombre contra 850 (1 Reyes 18:17-20). El rey mansamente, obedeció
las directivas del profeta. Y se destacan varios contrastes dramáticos, en esta
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LAS MONARQUÍAS ENFRENTAN LAS CRISIS 45
EZEQUÍAS
Asiría, en hebreo Asur (por ejemplo, Génesis 10:11), fue “considerada el sím-
bolo del terror y la tiranía en el Cercano Oriente durante más de tres siglos”. 1
Ezequías era el rey de Judá cuando Asiria conquistó el reino de Israel del norte y
esparció a sus habitantes por toda la Mesopotamia (2 Reyes 18:9-12). Unos pocos
años más tarde, el rey Senaquerib de Asiria volvió su atención a Judá, capturó
todas sus ciudades fortificadas (los registros de Senaquerib enumeran 46) 2 y
exigió un pesado tributo (versículos 13-15). Aunque Ezequías vació los tesoros
del Templo y del palacio, el rey de Asiria no quedó satisfecho, y envió oficiales
para negociar la rendición de Jerusalén.
El oficial principal de Asiria habló en voz bien alta, para que la gente que esta-
ba sobre los muros de la ciudad pudieran oír lo que tenía para decir (versículos 26-
28). Su discurso fue un claro insulto a Dios, y cuestionó por qué la gente confiaría
en un Dios que no tenía el poder suficiente para enfrentar el poderío militar asirio.
Era realmente cierto que ninguna otra deidad nacional había podido librar a su
pueblo de la conquista asiria, y los asirios eran lo suficientemente orgullosos como
para creer que el Dios de Israel sería igual de débil que aquellos.
A los aterrados habitantes de Jerusalén les parecía que los asirios harían
ahora a Judá lo que ya habían hecho al reino de Israel del norte: exiliar a su
pueblo y reemplazarlo con extranjeros. Ezequías hizo lo único que le era posi-
ble hacer: oró (2 Reyes 19:15-19). El profeta Isaías estaba cerca, para asegurar
al rey que Dios consideraba a Israel como su “virgen hija" (versículo 21), dan-
do a ella la confianza de que su Padre la acompañaba, para confrontar el arro-
gante desafío de quienes la amenazaban (versículos 22, 23).Así como Dios
exhibió su poder durante el Éxodo (versículos 25, 26), ahora mostraría su po-
der para librarlos otra vez (versículos 27, 28). El lenguaje suena bastante brutal,
pero el uso de ganchos y frenos es una descripción de cómo los asirios trata-
ban a sus prisioneros, de modo que Dios prometió a los opresores que él los
castigaría así como ellos habían tratado a otros. El tema de Dios que castiga a
la gente de acuerdo con la manera en que trata a otros es un tema común en
las Escrituras (ver, por ejemplo, Mateo 7:1, 2; Apocalipsis 16:5, 6).
Cuando el enorme ejército asirio acampó alrededor de los muros de Jeru-
salén, los habitantes de la ciudad sitiada, que antes estaban atemorizados,
despertaron una mañana con un temor reverente. En lugar de ver concretar-
se sus peores pesadillas y a la ciudad abrumada por las fuerzas enemigas,
vieron al ejército yaciendo por el suelo, en una quietud mortal, hasta tan
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LAS MONARQUÍAS ENFRENTAN LAS CRISIS 47
lejos como alcanzaban a ver sus ojos (2 Reyes 19:35). Dios mismo había sido
responsable por la muerte de 185 mil soldados de Senaquerib, y con pérdidas
tan grandes que el desgraciado rey asirio huyó a su casa, solo para encontrar
la muerte a manos de dos de sus propios hijos (versículos 36, 37).
En esta historia prevalecen los mismos viejos temas: el pueblo de Dios desvia-
do por lo que apela a sus sentidos (esta vez, el temor); la amenaza del poderío
militar de naciones paganas que confían en dioses de la fertilidad; la incapaci-
dad del pueblo de Dios de vislumbrar su providencia y protección frente a ame-
nazas abrumadoras y obvias; y la capacidad de Dios de intervenir, y evaporar
resultados aparentemente inevitables y horribles. Ezequías ilustra el efecto de un
líder piadoso que está más preocupado por lo que Dios puede hacer por su
pueblo que por las amenazas de matones contra el pueblo de Dios.
ESTER
La lucha descrita en la narración bíblica se intensifica cuando un súper
poder aún mayor llega a la escena. Los persas habían tragado no solo a Babi-
lonia (que a su vez había tragado a Asiria), sino también a Media, Lidia y,
más tarde, a Egipto y al Asia Menor. Mientras el Imperio Babilónico tenía 120
provincias, con tres gobernadores (Daniel 6:1, 2), el Imperio Persa había lle-
gado a tener 127 provincias, con siete “príncipes” (Ester 1:14). Este era el
reino de Jerjes 1 (quien reinó entre 486 y 465 a. C.). Jerjes es la forma griega
del nombre bíblico Asuero.
La historia de Ester, comienza no concentrándose en el poderío político o
militar, sino en la duración de las fiestas reales persas (casi seis meses). La
fiesta del capítulo 1 ocurrió en dos partes: primero, una celebración de 180
días con el rey, sus príncipes, oficiales, líderes militares, nobles y gobernadores
provinciales (Ester 1:3, 4), seguida por una fiesta de siete días para los habitan-
tes de Susa, la capital, en el patio de los jardines del palacio (versículo 5).
Mientras esto ocurría, la reina realiza otra fiesta, para las mujeres (versículo 9).
Después de algún tiempo, cuando el nivel del ruido en la fiesta del rey lle-
gó al máximo, el rey decidió exponer a su esposa frente a todos sus hués-
pedes ebrios. Evidentemente, la fiesta de la reina era un evento más sobrio, y
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LAS MONARQUÍAS ENFRENTAN LAS CRISIS 49
tiera a los judíos tomar medidas preventivas en contra de sus enemigos (8:3,
5-11). Entonces, Ester y su pueblo se regocijaron por la liberación divina, aun
cuando estuvieran dispersos por todo el imperio en cautividad y exilio. Ante-
riormente, una tímida joven afrontó a un político implacable para cambiar
una legislación genocida; otro extraño giro del tema del Gran Conflicto, que
demuestra que Dios obra en muchos niveles y con muchas clases diferentes
de personas. Esto muestra la extensión de su poder sobre las fuerzas del mal.
NEHEMÍAS
Nehemías era un oficial de confianza en la corte del rey Artajerjes (Nehe-
mías 1:11) durante el tiempo en que el reino de Israel del norte ya no existía, y
el reino de Judá, al sur, estaba en el exilio. Ezequiel describe las enormes pér-
didas militares de la época como un valle cubierto con los esqueletos secos
del derrotado ejército de Israel, mientras las esperanzas del pueblo de volver
alguna vez a su Tierra Prometida estaban tan enjutas como aquellos huesos
(Ezequiel 37:11-13). Estos pensamientos deprimieron a Nehemías a punto tal
que el rey notó su rostro triste (Nehemías 2:2); lo que era peligroso, puesto que
parte de su trabajo era aparecer siempre alegre en la presencia del rey.
Noticias recientes de aquellos que todavía vivían en las ruinas de Jerusa-
lén habían perturbado grandemente a Nehemías (1:1-4). Sentía que debía
volver a su patria por un tiempo, para organizar la reconstrucción de la ciu-
dad (2:5, 6). Sorprendentemente, cuando el rey oyó la razón de la tristeza de
Nehemías accedió a darle una licencia para regresar a Jerusalén y recons-
truirla.
Al regresar a Jerusalén, Nehemías habló con los líderes y resumió la ex-
tensión del daño: “Jerusalén está desierta, y sus puertas, consumidas por el
fuego” (versículo 17). Entonces Nehemías les dijo cuán bueno era Dios con
él, y que el rey le había permitido ir a Jerusalén para ayudarlos a reconstruir-
la. Con eso, los líderes captaron algo del entusiasmo contagioso de Nehemías
(versículo 18).El efecto de su testimonio de la bondad de Dios fue decisivo
entre la inacción depresiva y el entusiasmo espontáneo, necesario para
avanzar a pesar de la desesperanza y el desánimo, en la reconstrucción y la
Referencias
1
Elwell y Beitzel, Baker Encyclopedia of the Bible, p. 219.
2
William W Hallo, ed., The Context of Scripture Monumental Inscriptions From the Biblical
World, tomo 2 (Leiden, Holanda: Brill, 2003), p. 303.
3
La cantidad de dinero (10.000 talentos) que Amán ofreció al rey se aprecia mejor cuando la com-
paramos con el ingreso de 14.560 talentos que recibían los reyes de Persia cada año (ver Heródoto,
Histories 3.95.2). Si Amán realmente tenía esa cantidad, o si tenía planes de reunirla pronto al confis-
car los bienes de los cautivos a punto de ser asesinados, no resulta claro; pero puede indicar la fortale-
za económica de los judíos durante ese tiempo.
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CAPÍTULO 6
EMANUEL Y EL GRAN
CONFLICTO
H
asta aquí, ha sido bien claro que un descendiente de Adán nunca sería
capaz de soportar la marea del mal o revertir los efectos del pecado.
Estas duras realidades, que solo Jesús podía afrontar, eran una verdad
tan crucial para la vida sobre la Tierra que fue planificada desde antes de la
creación del mundo. El sacrificio de Jesús fue formulado (Hebreos 9:26; 1
Pedro 1:20), el Reino fue preparado y garantizado (Mateo 25:34; Hebreos 4:3;
Apocalipsis 13:8), y el pueblo de Dios fue elegido para ello (Efesios 1:4); to-
do, desde la fundación del mundo.
Por lo tanto, la aparición de Jesús sobre la Tierra formaba parte del plan
divino. Satanás pensó que la venida de Jesús a la Tierra como un bebé era su
oportunidad para obtener la victoria, y se imaginó que así como fue fácil
entrampar a Adán y a Eva para que perdieran su lugar en el Jardín, ahora
suponía que el Hijo de Dios “había caído bajo su dominio” y que le sería fácil
entramparlo, ahora que estaba fuera de su lugar en el cielo. 1 Jesús sabía
esto, y aludió a ello durante la Última Cena, cuando dijo: “El que come pan
conmigo, levantó contra mí su calcañar” (Juan 13:18). Hay aquí un juego de
palabras con las que Dios usó al describir a la “simiente de la mujer” que
52 CONFLICTO Y SALVACIÓN
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EMANUEL Y EL GRAN CONFLICTO 53
tenían más influencia entre los ricos, 5 especialmente siendo que los sumo
sacerdotes eran saduceos 6 y eran considerados más estrictos en sus juicios
que los fariseos. 7 Después de llamarlos “generación de víboras” (Mateo 3:7),
Jesús los desafió: “Haced [...] frutos dignos de arrepentimiento” (versículo 8),
antes de que el hacha (de los castigos de Dios) fuera puesta “a la raíz de los
árboles” (versículo 10). Este era un llamado a despertar, para los líderes, en
cuanto a que las cosas tenían que cambiar. Pero, como lo revela la historia,
no prestaron atención.
En contraste, el pueblo común pensó que vivía en los últimos días, y es-
peraban juicios. Veían a Juan venir del desierto y animar a la gente a pasar
por las aguas del bautismo en el Jordán, como preparación para lo que
estaba por delante. Esto era un poco como un nuevo Éxodo, y ser sumergi-
dos en el río (en lugar de pasarlo caminando sobre un lecho seco) era ne-
cesario para la purificación y la preparación para la nueva Tierra Prometi-
da. Se imaginaban que el Mesías mismo los conduciría a la victoria sobre
los romanos, seguida por la introducción del eterno Reino de Dios, men-
cionado por los profetas.
Sin embargo, este no era un movimiento político: era un evento de sal-
vación. Cuando Jesús se acercó a Juan y pidió ser bautizado, no era porque
él necesitara una purificación del pecado (Mateo 3:13-15). Más bien, vino
para identificarse con la raza humana y para redimirla. Más tarde presentaría
varios servicios conmemorativos para que participemos en ellos –el bautismo
y la Cena del Señor–, y en un sentido espiritual, su crucifixión y resurrección.
Estos servicios conmemorativos estaban diseñados no solo para desafiar la
fidelidad individual hacia Jesús, sino también para fortalecer el sentido de
comunidad entre los fieles. Con la convicción individual y el apoyo de una
comunidad llena de fe, habría menos probabilidades de que la gente se ale-
jara del lado de Dios y fuera al campamento del enemigo.
LAS TENTACIONES
Existen paralelos dramáticos entre el informe de las tentaciones de Jesús y
la experiencia de los israelitas en sus peregrinaciones por el desierto. Des-
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EMANUEL Y EL GRAN CONFLICTO 55
pués de pasar por el agua, Jesús fue al desierto, donde ayunó y fue probado
durante cuarenta días. De forma similar, los israelitas pasaron por el agua (el
Mar Rojo) y luego, el desierto, experimentaron hambre, y estuvieron allí du-
rante cuarenta años. Note cómo se describe su prueba: “Y te acordarás de
todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en
el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu cora-
zón, si habías de guardar o no sus mandamientos. Y te afligió, y te hizo tener
hambre” (Deuteronomio 8:2, 3). Recuerde que, hasta el tiempo de Jesús, el
Éxodo era el evento principal de salvación, y fue celebrado como tal durante
más de un milenio. Ocurrió en el tiempo del Éxodo, a plena vista de las na-
ciones circundantes, que seguían de cerca los eventos que se desenvolvían y
presenciaron la salvación dramática del pueblo por parte de Dios. Con la
venida de Jesús a la Tierra como ser humano, otra vez hubo un rescate dra-
mático. La próxima ocasión en que eso ocurra de manera tan pública será en
la segunda venida.
A continuación del bautismo de Jesús, él “fue llevado por el Espíritu al de-
sierto” (Lucas 4:1), para repasar una historia importante. Esta sería una repeti-
ción del episodio junto al árbol en el Edén. Donde fracasaron Adán y Eva, el
Segundo Adán había de tener éxito. Después de ayunar durante seis semanas,
sintiéndose débil y con mucha hambre, la aparición de un “ángel de luz” (2
Corintios 11:14) que venía para ayudarlo habría sido increíblemente engañosa,
pero Jesús pudo distinguirlo directamente. Ningún ángel de Dios hubiera co-
menzado diciendo: “Si eres Hijo de Dios” (Mateo 4:3). Jesús había escuchado
que el Padre mismo había afirmado esa condición (3:17), y esas fueron las
últimas palabras que Jesús escuchó antes de ir al desierto. Después de dos
intentos de confundir a Jesús, en su tercera tentación parece que Satanás se
sacó la máscara y se reveló tal y como en realidad es: el gobernante impostor
de este mundo, que ansía la adoración y el culto de todos los seres creados.
La primera tentación apeló a los sentidos. La fruta prohibida le pareció a
Eva “buena para comer” y “agradable a los ojos” (Génesis 3:6). El pensamien-
to de una hogaza de pan fresca debió de haber sido más que una atracción
pasajera para Jesús, pero él contestó que lo que Dios dice es aún más im-
portante que la comida. La segunda tentación apeló al sentido de la impor-
tancia propia y el estatus. A Eva le pareció que la fruta era “codiciable para
alcanzar la sabiduría” (versículo 6), y para ser “como Dios” (versículo 5).
Para Jesús, la tentación era probar su situación como igual a Dios. Pablo, al
describir esta situación, enfatizó que Jesús dejó de lado su igualdad con el
Padre por un tiempo, de modo que pudiera llegar a ser un siervo “obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:7, 8). Jesús no estaba prepa-
rado para renunciar a esa realidad.
La tercera tentación se orientaba a la lealtad. ¿Confiaría Eva en Dios cuan-
do dijo: “Ciertamente morirás” (Génesis 2:17), o echaría su suerte con la ser-
piente que insistía: “No moriréis” (Génesis 3:4)? De forma similar, Jesús po-
dría dar su lealtad a Satanás para ganar los reinos corrompidos del mundo, o
podía mantenerse fiel a su propósito, y como Representante de la humanidad
declarar su lealtad a Dios, y asegurar que él daría a su pueblo un “reino
eterno” (Daniel 7:27; 2 Pedro 1:11). En este punto Jesús, como José cuando
fue tentado por la esposa de Potifar, no permitió que el mal permaneciera
cerca de él. Jesús ordenó a Satanás que se fuera. José no pudo hacer eso, de
modo que huyó de la escena del mal potencial (Génesis 39:11,12).
El objetivo de esta prueba era la lealtad. ¿A quién debería entregar la raza
humana su lealtad definitiva? En el Edén, cuando Adán y Eva se la dieron a la
serpiente, realmente le estaban cediendo a Satanás su primera lealtad, y esa
contaminación se difundió rápidamente a cada generación subsiguiente. Sin
la intervención directa de Dios, el Gran Conflicto ya hubiera estado decidido
en favor de Satanás, y la raza humana, y tal vez aun la vida sobre la Tierra, no
podrían haber continuado. Jesús enfrentó ese desafío, y ganó.
REPETICIÓN
Es interesante observar la repetición de eventos clave en el ministerio de
Jesús. Así como hemos bosquejado la forma en que Jesús revivió los eventos
junto al árbol en el Edén, hay muchas cosas que vuelven a aparecer en los
Evangelios. Primero, cuando nació Jesús, los ángeles cantaron: “¡Gloria a
Dios en las alturas, y en la tierra paz!” (Lucas 2:14); y cuando cabalgó sobre el
asno entrando a Jerusalén en la última semana de su ministerio, los niños
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EMANUEL Y EL GRAN CONFLICTO 57
cantaron: “¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19:38). Segundo, las
tentaciones de Jesús en el desierto tienen su eco en el Huerto de Getsemaní.
Tercero, en la fiesta de bodas, el agua se convirtió en vino, que fue alabado
por el maestresala (Juan 2:10), y en la Última Cena, el vino llegó a ser las
“sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los
pecados” (Mateo 26:28). Cuarto, justo antes de que Jesús llamara a sus discí-
pulos, les dijo que arrojaran sus redes para pescar, aun después de una no-
che fracasada de pesca (Lucas 5:4-6). Después de su resurrección, después
de otra noche de pesca perdida.se les pide otra vez que arrojen sus redes
(Juan 21:3-6). Pedro reconoció que el extraño que estaba en la orilla que les
había indicado que probaran una vez más era Jesús, y sus redes rebalsaban
de peces. Quinto, la purificación del Templo sucedió en ambos extremos del
tiempo de Jesús sobre la Tierra (Juan 2:14-16; Lucas 19:45, 46). Sexto, el Ser-
món del Monte (Mateo 5-7), a orillas del mar de Galilea al Norte, al comienzo
de su ministerio, tiene un paralelo con el discurso en el Monte de los Olivos
(capítulo 24) al final de su ministerio; y séptimo, la ocasión en que Jesús
calmó la tempestad (Marcos 4:39) es paralela con el incidente en que Jesús
caminó sobre el agua (14:25-27).
Estos paralelos no solo muestran la importancia de los eventos, sino tam-
bién ayudan a explicarse mutuamente. Por lo tanto, podemos aprender de
los paralelos entre la tentación y el Huerto de Getsemaní. Así como hubo tres
tentaciones en el desierto, así hubo tres preocupaciones en el Getsemaní:
primero, Jesús oró porque pudiera ser otra vez uno con Dios en compartir su
gloria (Juan 17:1-5); segundo, por la seguridad y la unidad de sus discípulos
(versículos 11-19); finalmente, oró por aquellos a quienes los discípulos pre-
sentarían al Salvador, para que ellos también compartieran su gloria (versícu-
los 21-24). En ambas ocasiones, el futuro parecía incierto, y la historia pendía
en la balanza. Jesús aseguró que Dios estaba claramente en el centro de la
acción en ambas ocasiones, ya que solo él puede garantizar el futuro de
nuestro mundo.
Así como Getsemaní está vinculado con el desierto de la tentación, está
más específicamente ligado al árbol en el Edén. Mientras que Eva estaba an-
siosa por comer del fruto prohibido, Jesús oró: “Pase de mí esta copa” (Mateo
26:39). Mientras que Eva estaba interesada en la fruta porque apelaba a sus
sentidos, la preocupación mayor de Jesús era: “No se haga mi voluntad, sino
la tuya" (Lucas 22:42). Mientras que una serpiente estuvo cerca para engañar
a Eva, un ángel estuvo cerca de Jesús para fortalecerlo (versículo 43). Así
como a Adán se le dijo que transpiraría por poder comer y que un día mori-
ría (Génesis 3:19), así Jesús transpiró sangre, ante la perspectiva de morir
eternamente y quedar separado de su Padre (Lucas 22:44). Cuando Jesús
pidió a sus discípulos que velaran con él, ellos se durmieron (versículo 46); y
mientras Adán y Eva habían de sostenerse mutuamente, Eva se encontró sola
ante el árbol, aun cuando Adán todavía estaba lo suficientemente cerca,
porque pudo ofrecerle de la fruta a su marido, que “comió así como ella"
(Génesis 3:6).
Estos estrechos vínculos contextúales demuestran la naturaleza interco-
nectada de la narración bíblica. Apuntan a la preocupación divina de que es
demasiado fácil para los humanos cambiar su lealtad, y que es necesario
seguir la orden de Jesús: “Levantaos, y orad, para que no entréis en tenta-
ción” (Lucas 22:46). Esto hace que el Gran Conflicto sea muy personal.
Referencias
1
Elena de White, Primeros escritos (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1962), p.
157.
2
Robert H. Mounce, Romans, The New American Commentary, tomo 27 (Nashville, TN: Broadman
and Holman, 1995), pp. 139, 140.
3
White, La educación, p. 154.
4
Josefo, Antigüedades judaicas, 13.10.6; 13.16.2; Guerras de los judíos, 1.5.2.
5
_____, Antigüedades, 13.10.6.
6
_____, Antigüedades, 20.9.1.
7
Ibíd.
www.escuela-sabatica.com
CAPÍTULO 7
LAS ENSEÑANZAS
DE JESÚS Y EL GRAN
CONFLICTO
A
fortunadamente.el resultado final del Gran Conflicto está directamente
en las manos de Dios. Hay algunas de sus fases que son incues-
tionablemente demasiado riesgosas, y si dependiera de nosotros, no
tendríamos el valor de seguir adelante con ella. Tal vez, el ejemplo principal
de esto es el tiempo muy limitado que Jesús se dio a sí mismo sobre la Tierra
para revertir las actitudes, las tendencias y las fracturas que se habían desa-
rrollado a lo largo de miles de años. Que él fuera capaz de ministrar durante
tres años y medio, con un grupo de hombres más interesados en correr tras
las posiciones que en escuchar sus explicaciones acerca de su Reino, es una
evidencia directa de una mano divina. Tratar de hacerse de una posición de
poder, como lo hicieron regularmente los discípulos, fue una característica
de Lucifer, quien trató de sustituir a Dios (Isaías 14:13,14). El hecho de que
los discípulos, y sus conversos, pudieran poner el mundo cabeza abajo en
tan poco tiempo, aumenta la incredibilidad de todo esto. Dios sabía lo que
hacía; el riesgo valió la pena.
60 CONFLICTO Y SALVACIÓN
Jesús vino al territorio enemigo a fin de liberar a las personas, una por
una, del adversario (Lucas 4:18,19), como lo profetizó Isaías (61:1, 2). La es-
trategia de Jesús era aliviar el sufrimiento humano y narrar historias sencillas
a la gente común. Sus métodos y mensajes eran sencillos, y demostrarían ser
armas poderosas contra los bastiones del mal.
LA OFERTA DE DESCANSO
El llamado general que hizo Jesús a las personas era a que “descansaran",
un elemento importante en el Gran Conflicto. Cuando nació Noé, su padre,
Lamec, reflexionó sobre la necesidad de que alguien diera descanso y con-
suelo del suelo maldito (Génesis 5:29) a los habitantes oprimidos. La misma
necesidad ha existido desde la desobediencia en el Edén. La rebelión huma-
na condujo a la realidad de que “los impíos son como el mar en tempestad,
que no puede estarse quieto” (Isaías 57:20), y que “no hay paz [...] para los
impíos” (versículo 21). La invitación de Jesús era que las personas fueran a él
para encontrar descanso (Mateo 11:28-30), revelando su misión de aliviar a
los oprimidos y liberar a su pueblo de la tierra del enemigo. Cuando Jesús
prometió dar descanso a los que fueran a él, era un eco de algo dicho por
Jeremías: “Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por las sendas anti-
guas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para
vuestra alma” (Jeremías 6:16). El contexto de la declaración de Jeremías es la
preocupación de que Israel parecía más interesado en los dioses de las na-
ciones circunvecinas, que en las “sendas antiguas" de fidelidad a Dios. Los
esfuerzos de Jeremías no parecieron tener mucho éxito, ya que el pueblo
respondió: “No andaremos” (versículo 16).Habían rechazado el descanso de
Dios y, en su lugar, habían escogido la religión de las naciones vecinas. No
estaban interesados en volver a la religión de sus padres.
Note cuán prevalente es este tema en el resto de las Escrituras. Comienza
con Dios, que descansó al final de su obra de creación (Génesis 2:2). El sá-
bado semanal, más tarde, fue extendido a las fiestas anuales, cuando la na-
ción celebraba un feriado (por ejemplo, Levítico 16:31); luego, al “sábado de
la tierra” cada siete años, cuando el suelo “descansaba” o permanecía sin
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LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS Y EL GRAN CONFLICTO 61
cultivar (Éxodo 23:11); y al sábado del jubileo, cada cincuenta años, cuando
los esclavos eran liberados y se cancelaban las deudas (Levítico 25:10).
Dios prometió: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (Éxodo 33:14).
Para los israelitas que salían de la esclavitud, significaba que Dios les daría des-
canso de sus “enemigos alrededor” (Deuteronomio 25:19); y “la tierra descansó
de la guerra” (Josué 14:15). Más tarde, ocurrió la experiencia del rey David:
“Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni
mal que temer” (1 Reyes 5:4). Por lo tanto, el descanso se asimilaba con el vivir
en la Tierra Prometida –en la cual también Dios encontraba su lugar de descan-
so–, bendecido por el Dios que cumple sus promesas a su pueblo (Salmo 132:8).
Sin embargo, el descanso estuvo ausente cuando el pueblo de Dios estuvo en
cautiverio. Una de las maldiciones del pacto quebrantado era que, para los exi-
liados, “ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá
reposo” (Deuteronomio 28:65). Ciertamente, esto sería un recordativo del tiempo
en que el faraón no permitía que los cautivos hebreos tuvieran descanso (Éxodo
5:5), y se repitió cuando Judá “no halló descanso” después de ir en cautiverio
(Lamentaciones 1:3). Al final del tiempo, los que persisten en rebelarse contra
Dios no encontrarán descanso en los dioses falsos que adoran, porque “no tie-
nen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen” (Apoca-
lipsis 14:11).
El descanso que ofrece Jesús es un conjunto muy generoso, e incluye el don
del sábado, permitiéndonos tiempo a fin de tener comunión con él, y para ado-
rarlo como Creador. La oferta de descanso que Cristo da también reconoce
nuestra condición perdida, y nos restaura de todas las maneras, permitiéndonos
tomar la vida con nuevo vigor y propósito. Nos da un sentido de paz, facultán-
donos para elevar los espíritus angustiados de la gente que nos rodea, dándoles
también esperanza. Y cuando nos equivocamos (como nos ocurre), todavía
tenemos la certeza de un lugar de descanso junto al Salvador (Mateo 11:28-30).
SEMBRANDO PALABRAS
En la parábola del sembrador, Jesús usa el lenguaje de Isaías para mostrar
la importancia de escuchar la Palabra de Dios. Isaías comienza: “A todos los
sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y
comed” (Isaías 55:1). Esta oferta difícil de resistir es sensible al tiempo, y más
tarde Isaías anima a tomar decisiones, en el mismo capítulo: “Buscad a Jeho-
vá mientras puede ser hallado” (versículo 6). Todavía más tarde, Isaías usa la
acción de sembrar semillas y lograr una cosecha abundante como ilustración
de la efectividad de la Palabra de Dios. “Porque como desciende [...] la lluvia
[...] y [a la tierra] la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y
pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí
vacía” (versículos 10, 11).
En la parábola del sembrador se enseña una verdad similar. La enumera-
ción de cuatro tipos de respuestas al mensaje del evangelio indica que hay
más que solo dos clases de personas: las buenas y las malas. La parábola se
concentra, en lugar de en circunstanciales diferencias que tal vez no perci-
bimos, en determinar cómo la gente responde a la semilla del evangelio. El
paisaje de Israel, especialmente la parte norte donde Jesús relató esta parábo-
la, está cubierta de muchas rocas, que continuamente surgen a la superficie.
Por lo tanto, el trabajo del agricultor no termina nunca, y en algunos lugares
es imposible. Así que, no había garantía de que no hubiera rocas en este
suelo, de allí la variedad de opciones que usa Jesús. “La parábola está en
armonía con lo que se sabe de la agricultura palestina antigua. A diferencia
del método moderno, la semilla se sembraba primero, y luego se la enterraba
con el arado”. 1
“A través de la parábola del sembrador, Cristo presenta el hecho de que
los diferentes resultados dependen del terreno. En todos los casos, el sem-
brador y la semilla son los mismos. Así, él enseña que si la Palabra de Dios
deja de cumplir su obra en nuestro corazón y en nuestra vida, la razón estriba
en nosotros mismos. Pero el resultado no se halla fuera de nuestro dominio.
En verdad, nosotros no podemos cambiarnos a nosotros mismos; pero tene-
mos la facultad de elegir y de determinar qué llegaremos a ser. Los oyentes
representados por la vera del camino, el terreno pedregoso y el de espinéis,
no necesitan permanecer en esa condición. El Espíritu de Dios está siempre
tratando de romper el hechizo de la infatuación que mantiene a los hombres
absortos en las cosas mundanas, y de despertar el deseo de poseer el tesoro
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LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS Y EL GRAN CONFLICTO 63
FUNDAMENTOS NECESARIOS
La parábola del hombre prudente y del insensato que edifican sus casas es
otro recordativo de cuán personal es el Gran Conflicto. Esta historia constituye
la conclusión del Sermón del Monte de Jesús, y sugiere que está muy bien es-
cuchar el mensaje del Reino, pero si lo que se oye no llega a formar parte del
que escucha –hasta el punto de edificar su vida sobre él–, no tiene valor para
el oyente.
Las dos casas que describe Jesús señalan la importancia de asegurarse de
que la vida de una persona esté edificada sobre un fundamento sólido (Lucas
6:48). El hecho de que no haya manera de distinguir la diferencia entre una per-
sona “prudente” y una “insensata” sugiere dos cosas. No es prudente que nos
comparemos con personas que son similares a nosotros y nos sintamos satisfe-
chos de que estemos bien, ya que no sabemos nada de lo que hay debajo de la
superficie exterior de lo que se ve. El segundo punto es que no es tarea nuestra
juzgar a otras personas: sencillamente, no conocemos todo lo que hay que saber
con respecto a las personas con las cuales entramos en contacto. La importancia
de estas verdades es que en la lucha entre el bien y el mal es fácil distraerse con
cosas (y personas) que son impresionantes en su superficie, pero que nos des-
vían, así como Eva se desvió por su atracción hacia la belleza de la fruta de un
árbol y, no obstante, ignoraba los factores que estaban debajo de la superficie;
que resultaron ser de mayor importancia de lo que se advertía.
Jesús compartió esta parábola porque sabía cuánto nos engañamos a no-
sotros mismos. Hay una lucha seria en acción y sin ayuda, no tenemos posi-
bilidad de superarla. Jesús venció al mal, y por esto se lo llama la Roca. La
batalla personal en contra del mal solo puede ser ganada si edificamos nues-
tras vidas sólidamente sobre Cristo (Mateo 7:24). Nos corresponde ser au-
ténticos y transparentes en nuestra fe, sin necesidad de impresionar a otros.
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LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS Y EL GRAN CONFLICTO 65
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LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS Y EL GRAN CONFLICTO 67
Referencias
1
James A Brooks, “Mark", The New American Commentary, tomo 23 (Nashville, TN: Broadman
and Holman, 1991), p. 79.
2
Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 56.
3
David S. Dockery, et al., eds., Holman Bible Handbook (Nashville, TN: Broadman and Holman
1992), p. 547.
4
Craig Blomberg, “Matthew", The New American Commentary, tomo 22 (Nashville, TN: Broad-
man and Holman, 1992), pp. 93, 94.
5
Ibíd., p. 128.
6
White, The Great Controversy, p. 671.
7
Ibíd., p. 672.
8
Ibíd.
9
Ibíd., p. 687.
10
Ibíd., p. 689.
11
Ibíd., p. 712.
LOS DISCÍPULOS Y EL
GRAN CONFLICTO
S
ería tentador pensar que el reclutamiento de los discípulos que acom-
pañaron a Jesús en su ministerio público hubiera hecho avanzar su
causa en el Gran Conflicto entre Dios y Satanás, durante los tres años y
medio en la Tierra. Sin embargo, parece que su tiempo y energía se gastaron
en enseñarles y en adiestrarlos pacientemente para las responsabilidades de
liderazgo que desempeñarían después de su retorno al cielo.
“Esos hombres debían llevar pesadas responsabilidades. Los había es-
cogido porque podía infundirles su Espíritu y prepararlos para impulsar su
obra en la tierra una vez que él se fuera. A ellos, más que a nadie, les con-
cedió la ventaja de su compañía”. 1 Esta estrategia nos ofrece vislumbres no
solo del valor que Dios asigna a la cooperación humana, sino también cuán-
to, bajo su dirección y bendición, pueden realizar, si son humildes y suscep-
tibles a la enseñanza.
Sin embargo, Satanás y sus fuerzas del mal nunca estuvieron lejos de Jesús
y de sus discípulos. ¿Cuántas veces trataron los poderes de las tinieblas de
vencer a Jesús, la Luz del mundo? Los encuentros con los directivos religio-
sos, los poderes políticos, los miembros de la familia y las entidades raciales;
LOS DISCÍPULOS Y EL GRAN CONFLICTO 69
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LOS DISCÍPULOS Y EL GRAN CONFLICTO 71
tras Mateo añade un pedido de ayuda, “¡Sálvanos!" (Mateo 8:25; Lucas 8:24).
Marcos informa el ruego como una pregunta: “¿No tienes cuidado que pere-
cemos?” (Marcos 4:38). Jesús no dijo palabra. No dijo a los discípulos que se
esforzaran más. Sencillamente, se puso en pie, levantó su mano y ordenó al
viento y a las olas que se aquietaran, y estos lo escucharon y se aquietaron.
Tanto los discípulos como la gente en las barcas próximas “temieron con
gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aún el viento y el
mar le obedecen?” (Marcos 4:41). Su temor por la tormenta fue sustituido por
el temor de Alguien que podía desterrar sus temores. Así que, cuando Jesús
los confrontó y les preguntó: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no
tenéis fe?” (versículo 40), en realidad, les estaba asegurando que la fe es más
fuerte que el temor.
Cuando enfrentamos los poderes del mal que se reúnen para destruir al
pueblo de Dios, o cuando enfrentamos desastres y calamidades naturales,
¿dónde está fijado el centro de nuestra atención? ¿Quién nos liberará de la
situación en la que estamos? ¿O nos quedamos simplemente paralizados de
temor e incapaces de quitar nuestros ojos de la amenaza, cualquiera que sea?
Mi esposa y yo recordamos claramente el efecto paralizante del temor. Vi-
víamos en las Islas Salomón y debíamos abordar el navío de la misión para
realizar seis semanas de reuniones campestres por el territorio de nuestra
misión. Ella estaba preparando ayudas visuales, para enseñar a centenares de
niños en esas reuniones. Pero el ciclón Namu se desató; fue el peor ciclón de
la historia del país hasta ese momento. Hora tras hora la velocidad del viento
aumentaba, y los altos cocoteros verticales primero se movieron, luego se
inclinaron, y quedaron casi paralelos al suelo. Los informes radiales de cada
hora advertían de vientos de creciente velocidad, y del implacable avance de
este tifón monstruoso justamente hacia donde estábamos. ¿Debía ella seguir
empacando, con todos los materiales que tenía dispersos sobre la cama y el
piso, o debería meter todo en una maleta, para el caso de que se nos volara
el techo, o aun la casa? Entretanto, el techo metálico se golpeaba violenta-
mente, retorciendo algunos de los pocos tornillos restantes. Como no podía
determinarse si el techo volaría o no, estaba paralizada y no hizo nada duran-
te las siguientes veinticuatro horas, excepto ir de aquí para allá, mientras
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LOS DISCÍPULOS Y EL GRAN CONFLICTO 73
¿QUIÉN ES EL MAYOR?
Una evidencia adicional del Gran Conflicto se ve en un obstáculo re-
currente en el ministerio de Jesús, cuando los discípulos discutían entre sí
acerca de quién sería el mayor en el Reino venidero. Después de todo, el
deseo de supremacía por parte de Lucifer fue la base del Gran Conflicto en el
cielo. En una ocasión, Jesús los desafió: “¿Qué disputabais entre vosotros en
el camino?” (Marcos 9:33). Al llegar a casa, en Capernaum (también el hogar
de Nahúm, el profeta), Jesús les preguntó otra vez, “mas ellos callaron; por-
que en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor”
(versículo 34). Él declaró: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de
todos, y el servidor de todos” (versículo 35). Entonces tomó a un niño y lo
puso en medio, para recordarles, además, la perspectiva de Dios: cuidar de
los niños y de los vulnerables es de mucho mayor valor que buscar una posi-
ción elevada. La importancia de esto es que cuando valoramos a los niños
demostramos el valor que le asignamos a Dios (versículo 37; Mateo 18:1; Lu-
cas 9:48).
En otra ocasión, la madre de Santiago y de Juan pidió: “Ordena que en tu
reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu iz-
quierda” (Mateo 20:20, 21). Lo triste de este incidente es su contexto. Estaban
en camino a Jerusalén, donde Jesús sería crucificado. Acababa de explicar-
les que sería traicionado, condenado a muerte, burlado, azotado y crucifica-
do, y que se levantaría otra vez al tercer día (Mateo 20:18, 19). Afor-
tunadamente para Santiago y Juan, su pedido (y el de la madre) de estar a la
derecha y a la izquierda de Jesús, no le fue concedido, pues en pocas sema-
nas habría dos hombres pendiendo a la derecha y a la izquierda del Salvador
moribundo, y ambos morirían con él.
Puede ser fácil condenar a los discípulos por su cortedad de visión, pero
recordemos que cuando juzgamos a otros es porque nosotros tenemos esas
mismas fallas. ¿Estamos mejor dispuestos a afrontar los desafíos de la batalla
contra el mal que los discípulos? ¿Es posible que nuestras propias ambiciones
nos cieguen a las acciones más importantes y vitales de Jesús en nuestro favor?
Entretanto, sin el apoyo de los discípulos, Jesús tuvo que afrontar en sole-
dad sus propias luchas.
“¿Por qué iría ahora a Jerusalén, a una muerte segura? En todo su derredor
había almas hambrientas del pan de vida. Por todas partes había dolientes
que aguardaban su palabra sanadora. La obra que había de realizarse me-
diante el evangelio de su gracia solo había comenzado. Y él estaba lleno de
vigor, en la flor de su virilidad. ¿Por qué no se dirigiría hacia los vastos cam-
pos del mundo con las palabras de su gracia, el toque de su poder curativo?
¿Por qué no tendría el gozo de impartir luz y alegría a aquellos entenebreci-
dos y apenados millones? ¿Por qué dejaría la siega de esas multitudes a sus
discípulos, tan faltos de fe, tan embotados de entendimiento, tan lentos para
obrar? ¿Por qué habría de arrostrar la muerte ahora y abandonar la obra en
sus comienzos? El enemigo que había estado frente a Cristo en el desierto le
asaltó ahora con fieras y sutiles tentaciones. Si Jesús hubiese cedido por un
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LOS DISCÍPULOS Y EL GRAN CONFLICTO 75
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LOS DISCÍPULOS Y EL GRAN CONFLICTO 77
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LOS DISCÍPULOS Y EL GRAN CONFLICTO 79
Referencias
1
Elena de White, La educación, p. 84.
2
Elwell y Betizel. Baker Encyclopedia of the Bible, tomo 1, p. 531.
3
Robert H. Stein, Luke, The New American Commentary, tomo 24 (Nashville, TN: Broadman and
Holman, 1992), p. 193.
4
White, El Deseado de todas las gentes, (Mountain View, CA: Publicaciones interamericanas,
1955), p.450.
5
_____, Manuscript Releases, tomo 18 (Silver Spring, MD: E. G. White Estate, 1993), p. 116.
EL GRAN CONFLICTO Y
LA IGLESIA PRIMITIVA
L
a crucifixión y la resurrección de Cristo fueron lo que encendió e inspi-
ró a la iglesia cristiana primitiva. A pesar de todos los esfuerzos de los
principales sacerdotes y de los romanos por encubrir la resurrección de
Cristo, había demasiadas evidencias de ello.
TESTIGOS PRESENCIALES
Pedro describe así su experiencia: “Porque no os hemos dado a conocer
el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas,
sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 Pedro
1:16). Jesús había comisionado a los discípulos para que hicieran “discípulos
a todas las naciones” (Mateo 28:19); y cuando esta obra se hubiera comple-
tado, “entonces vendrá el fin” (24:14). Es importante que Jesús dijera que
esas eran las “buenas nuevas” del Reino que habían de ser proclamadas; en
vez de las malas noticias del progreso del mal, como algunos se deleitan en
hacer. Jesús especificó lo que los discípulos habían de proclamar luego de
que se les apareciera después de la resurrección.
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EL GRAN CONFLICTO Y LA IGLESIA PRIMITIVA 83
ESTEBAN
Hasta el tiempo del nombramiento de Esteban como diácono (Hechos
6:5, 6), los apóstoles comparecieron valientemente ante los líderes religiosos
en dos ocasiones (4:7-12; 5:27-32), y salieron desafiándolos. Pero cuando
Esteban trató de enfrentarlos, fue muerto por una turba airada. Esteban,
“lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pue-
blo” (6:8). Su testimonio era tan convincente que sus adversarios fabricaron
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EL GRAN CONFLICTO Y LA IGLESIA PRIMITIVA 85
PREJUICIO CULTURAL
Así como habían tenido conflictos con el significado del Reino de Jesús,
los discípulos también compartían prejuicios nacionales. Cuando Jesús pidió
de beber a la mujer samaritana no solo ella se sorprendió, sino también los
discípulos se preguntaron por la conversación de Jesús con ella, una persona
desechada, que era de lo más bajo, porque “judíos y samaritanos no se tratan
entre sí” (Juan 4:9). El mismo problema surgió cuando Cornelio, centurión
romano destinado en Cesárea (a unos 50 km, o 30 millas, de la moderna Tel
Aviv), quiso conocer más acerca de Dios. Cornelio era un “varón justo y te-
meroso de Dios “y muy respetado por la gente local” (Hechos 10:22). Dios lo
dirigió, por medio de un ángel, a buscar a Pedro en Jope, sobre la costa de la
moderna Tel Aviv (versículos 3-8).
La visión que tuvo Pedro sobre el terrado allanó el camino para que la
iglesia primitiva abandonara todo prejuicio racial. Él notó un gran lienzo
atado en las cuatro esquinas, que descendía del cielo. Dentro del lienzo,
había una cantidad de criaturas que Pedro consideraba como contaminadas,
o bien “inmundas”, de las cuales se le ordenó que eligiera y preparara para
comer (versículos 12-14). Pedro vaciló, y le recordó a Dios que tales animales
no debían comerse; los describe como “comunes” o inmundos”. Estas dos
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EL GRAN CONFLICTO Y LA IGLESIA PRIMITIVA 87
palabras describen alimentos que estaban infectados por una sustancia con-
taminante (haciéndolas ritualmente impuras) o cosas que no debían comer-
se en ninguna circunstancia (por causa de las leyes sobre la dieta de Levítico
11). El primer tipo de contaminación era causada por tocar un animal muer-
to (Levítico 11:25, 39), seguido por sangre (especialmente por el parto, capí-
tulo 12), enfermedades de la piel (capítulo 13), aparición de hongos dentro
de una casa (14:34-53), secreciones corporales (capítulo 15), y entrar en con-
tacto con los muertos (21:1, 11).
La palabra “común” se refiere a esta lista de “contaminaciones,” que ha-
rían que una persona quedara ritualmente impura. Si una persona se exponía
a cualquiera de estas cosas, tenía que lavarse en agua y quedar “inmunda
hasta la tarde” (11:24, 25, 27, 31). La palabra “inmunda” se refiere a los ani-
males que no eran considerados adecuados para el consumo humano; del
mismo modo que el fruto del árbol fue prohibido. Moisés recordó a Dios que
la selección de animales que los seres humanos podían o no comer (después
del diluvio, cuando la vegetación era escasa) se describía como “limpios” e
“inmundos” (capítulo 11).
Aunque la contaminación ritual podía ser “limpiada” lavándose y espe-
rando, ningún rito o ceremonia religiosa podía modificar la naturaleza de los
animales “inmundos”. Lavar cualquiera de ellos y esperar hasta la tarde no
podía, de ninguna manera, cambiar su condición de ser inmundos. Es impor-
tante reconocer que la orientación de estas prohibiciones no era la salud,
sino la santidad de Dios (11:43-45). Establecían una prueba de lealtad a Dios
del mismo modo en que el fruto prohibido en el Jardín del Edén lo hizo para
Adán y Eva.
Algunas personas, equivocadamente, creen hoy que este fue el momento
en que Dios cambió la dieta humana, permitiendo que la gente comiera cual-
quier cosa que desearan; sin embargo, ese no es el mensaje que Pedro reci-
bió de la visión. Primero se preguntó qué significaría aquello; para comenzar,
no era obvio (Hechos 10:17). Cuando los hombres de Cornelio llegaron y
explicaron su misión, Pedro se sintió impulsado a ir con ellos (versículos 22,
23). Al encontrarse con Cornelio, el significado de la visión llegó a ser claro.
Pedro había considerado a todos los extranjeros como animales inmundos
Referencias
1
La palabra que describe al Espíritu Santo que se “movía" sobre la superficie de la Tierra (Génesis
1:2) solo aparece otra vez en la misma forma, en la Biblia, cuando describe la acción de Dios de
salvar a su pueblo en el Éxodo, que se compara con un águila que revolotea sobre sus pichones, al
prepararlos para enseñarles a volar (Deuteronomio 32:11).
2
Tertuliano, Apología, 50.12, 13, consultado el 30 de diciembre de 2014.
3
Elena de White, “Brotherly Love Needed”, Review and Herald, 24 de octubre de 1893.
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CAPÍTULO 10
E
n los escritos de Pablo, se brinda una clara descripción del tema del
Gran Conflicto. Él habla de la primacía del evangelio y señala a los dos
Adanes. Siendo que el pecado y la muerte entraron por medio del pri-
mer Adán, la justicia, la paz y la vida vendrían por medio del Segundo. Pablo
describe la función de la iglesia como el cuerpo de Cristo en la Tierra, para
ministrar a los que están en tinieblas, así como lo hizo Jesús cuando estuvo
entre nosotros. Él usa la armadura romana como metáfora para enfatizar que
la pelea en contra del mal es de Dios; por lo tanto, equipa a su pueblo para
protegerlos en terreno inseguro. Finalmente, Pablo describe la eliminación
del último enemigo en ser destruido: la muerte.
EL EVANGELIO
Pablo comenzó su carrera como Saulo, el destructor de la iglesia (Gálatas
1:13). “Entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entre-
gaba en la cárcel” (Hechos 8:3). Después de encontrarse con Jesús camino a
Damasco, experimentó un cambio rápido y dramático. A pocos días de su
conversión, “predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el
Hijo de Dios” (Hechos 9:20). Esta media vuelta dramática tomó por sorpresa
90 CONFLICTO Y SALVACIÓN
a los creyentes, y si no hubiera sido por el apoyo que le dio Bernabé, tal vez
nunca habríamos escuchado hablar de Pablo, el apóstol (versículos 26, 27).
Tal vez este sea el marco de la declaración que hizo más tarde: “Porque
no me avergüenzo del evangelio” (Romanos 1:16). Lo reconoció como “po-
der de Dios para salvación a todo aquel que cree” (versículo 16). Él sabía
qué cambios había experimentado, y sin vergüenza alguna incluyó ese testi-
monio personal cuando describió lo que Jesús había logrado al venir a la
Tierra. Luego, Pablo bosqueja cómo el Gran Conflicto impacta al evangelio:
para algunos, el evangelio revela la justicia de Dios, conmociona la vida de
una persona, y esta vive una vida de fe, en lugar de una vida centrada sobre
sí misma (versículo 17).Y otros pasan su tiempo suprimiendo la verdad de
Dios, y continuando en forma desafiante en su “impiedad e injusticia” (ver-
sículo 18). Más tarde, resume estas dos alternativas del siguiente modo: “La
paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro” (6:23). En otras palabras, lo que merecemos es la muer-
te, pero por el Don generoso de Dios, Jesús, se nos ofrece la vida eterna.
Pablo desarrolla su argumento, al afirmar que una persona no recibe un
futuro eterno por conformarse al deber religioso, sino que es por su creencia
y su fe en Jesús (3:21, 22). Este tipo de generosidad divina no se ve en ningu-
na otra de las religiones mundiales, esto provoca que muchos la descarten,
pero Pablo la llama “el poder de Dios”. Hablando por experiencia personal,
Pablo afirma que una vida transformada es una mayor demostración del
evangelio que cualquier sermón. En su transformación de ser un destructor
de la iglesia en uno de sus teólogos clave, Pablo demuestra el poder de Dios.
Un resumen de los puntos principales incluiría los siguientes: hemos sido
“justificados por fe”, por medio de Jesús (Romanos 5:1); tenemos acceso
directo a Dios y nos “gloriamos en la esperanza” (versículo 2); las tribulacio-
nes ya no nos preocupan (versículos 3-5); “porque Cristo, cuando aún éra-
mos débiles, a su tiempo murió por nosotros” (versículos 6-8); ahora somos
“salvos” por la vida y la muerte de Cristo en nuestro favor, salvados del último
juicio de Dios contra el pecado (versículos 9,10); y ahora nos gloriamos [re-
gocijamos, NVI] en que hemos sido reconciliados con Dios (versículo 11).
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PABLO TRATA EL GRAN CONFLICTO 91
ción. La iglesia que Pablo plantó allí (Hechos 18) tenía dificultades bajo todas estas
influencias, y comenzó a dividirse por varios problemas”. 2 La iglesia de Corinto no
era una iglesia corriente. Cuando Pablo escribió a los feligreses de allí, comenzó
llamándolos “santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1:2), y
les dice: “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros” (versículo 4); “fuisteis enri-
quecidos en él” (versículo 5); “el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado
en vosotros” (versículo 6); “nada os falta en ningún don” (versículo 7); “fuisteis
llamados a la comunión con su Hijo” (versículo 9).
Luego, Pablo comienza a enumerar los muchos desafíos que afrontan: divisio-
nes entre ellos (versículo 10), contiendas (versículo 11), enredados en debates
(versículo 20), incapacidad para soportar enseñanzas sólidas (4:2), incesto (5:1),
iban a juicio unos contra otros (6:1), inmoralidad (7:1), contiendas acerca de ali-
mentos ofrecidos a los ídolos (8:1), e ignorancia de los dones espirituales (12:1). Y
esto es solo una lista parcial. No obstante, “la iglesia de Cristo, por debilitada y
defectuosa que sea, es el único objeto en la tierra al cual él concede su suprema
consideración”. 3 Aunque Pablo enumera los problemas, también reconoce que
Dios actúa en esta iglesia. Les recuerda: “La palabra de la cruz es locura a los que
se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios" (1:18).
Lo importante en esa iglesia no era sus fracasos, sino Aquel que llegó a ser para
ellos “de Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (versículo 30).
Pablo compara la iglesia con una plantación agrícola en la que trabajan di-
ferentes personas: una persona planta la semilla, otra la riega, pero Dios mismo es
responsable por su crecimiento y maduración (3:4-9). También describe a la igle-
sia como un edificio: alguien pone el fundamento, y entonces varios otros edifican
sobre este (versículo 10). Siendo que el fundamento no es otro que Cristo (versícu-
lo 11), entonces los que siguen deben ser cuidadosos acerca de qué clase de ma-
terial usan. Pablo habla de edificadores de la iglesia que usan “oro, plata, piedras
preciosas, madera, heno, hojarasca” (3:12). El juicio venidero discriminará entre
los materiales inferiores y los adecuados (versículos 12-15). Las diversas personas
que “edifican” la iglesia tendrán que dar cuenta de lo que hicieron.
Esta verdad se revela en un texto familiar: “¿No sabéis que sois templo de
Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el tem-
plo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois voso-
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PABLO TRATA EL GRAN CONFLICTO 93
tros, santo es” (3:16, 17). Es importante notar el contexto de esta advertencia.
Este capítulo (capítulo 3) habla acerca de la iglesia, que es el templo de Dios,
y cómo se construye; no está hablando acerca del cuerpo humano y la salud.
Dios no destruye a la gente que abusa de sus cuerpos: ellos se destruyen a sí
mismos, mediante elecciones desafortunadas acerca de su estilo de vida. Más
tarde, Pablo habla acerca de que nuestros cuerpos son templo del Espíritu
Santo, y la razón para cuidarlos es que fuimos comprados por precio, no
porque Dios nos destruirá si no lo hacemos (1 Corintios 6:19, 20).
Lo segundo que hay que notar acerca de la advertencia de destruir el
templo es que cada vez que se menciona la segunda persona en estos dos
versículos (3:16, 17), en el original griego está en número plural. No se dirige
a algún individuo, sino a un grupo: “ustedes son templo de Dios”, y “el Espíri-
tu de Dios habita en ustedes” (NVI). Note que la palabra “en” también puede
significar “entre”, de modo que la acción del Espíritu Santo de “morar en” se
refiere a un grupo, no se refiere a vivir dentro de una persona. Está hablando
de que el Espíritu Santo vive en la iglesia como grupo.
Sin embargo, la advertencia sigue en pie: si hay “alguno” hiciera algo para
destruir la iglesia, está en serias dificultades. Dios le advierte que destruirá a
quienes procuran destruir la iglesia. Irónicamente, hay muchos que se levan-
tan para mejorar la iglesia o reformarla de alguna manera, pero sus acciones
logran exactamente lo opuesto de lo que esperaban. En lugar de fortalecer la
fe, dividen a la iglesia y echan a la gente de ella, en sus intentos por modelar
la iglesia según sus propias normas; algunas veces, extravagantes. Bien hizo
Jesús el comentario: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20). “Cuando
alguien se está apartando del cuerpo organizado del pueblo que guarda los
Mandamientos de Dios, cuando comienza a pesar la iglesia en sus balanzas
humanas y a pronunciar juicios contra ella, podéis saber que Dios no lo está
dirigiendo”. 4
EL CUERPO DE CRISTO
La descripción de Pablo de la iglesia como un cuerpo, con Cristo a la ca-
beza, es una metáfora poderosa (1 Corintios 12). Pablo está enfatizando, sen-
cillamente, que así como en un cuerpo las diversas partes no eligen dónde ir,
en forma similar, no son los miembros individuales sino Dios el que entreteje
todo el cuerpo (versículos 11, 28; cf. Salmo 139:13). Cada miembro está vi-
talmente unido a todos los demás, aun con los que no se consideren de mu-
cho valor (1 Corintios 12:20-24). Esta interdependencia conlleva protecciones
a fin de garantizar la seguridad y el bienestar de cada uno, y entra en juego
cuando hay dolores o gozos compartidos (versículo 26). El capítulo 13 (el
gran capítulo del amor) extiende todavía más este pensamiento. Así que, no
es necesario que cada uno cumpla la misma función (12:29). Lo que es ne-
cesario es que cada parte se mueva bajo la dirección de la Cabeza. Si los
cristianos obraran concertadamente, si avanzaran como un solo hombre,
bajo la dirección de un Poder, para la realización de su objetivo, moverían al
mundo”. 5 ¿Podría ser esta la manera en que el carácter de Cristo un día será
“perfectamente reproducido en su pueblo, [y] entonces vendrá él para re-
clamarlos como suyos?” 6
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PABLO TRATA EL GRAN CONFLICTO 95
6:12). Por lo tanto, somos incapaces de afrontar tal enemigo a menos que
Dios nos equipe; y es esto exactamente lo que hace. Pablo nos insta a estar
completamente equipados con la protección que Dios proporciona, para que
podamos “estar firmes contra las asechanzas del diablo” (versículo 11). Po-
der estar firmes (ver también el versículo 13) es una metáfora que se usa en
la Biblia tanto para describir éxitos en la batalla (2 Crónicas 20:17; Daniel
11:25) como la inocencia en el Juicio (cf. Salmo 1:5). En otras palabras, Dios
ha provisto de los medios para protegernos del mal. En el libro de Job, esta
protección se describe en términos de un cerco puesto alrededor de la mo-
rada de aquel que está totalmente dedicado a Dios, impidiendo que el Malo
tenga acceso a ella (Job 1:10).
Algunas de las palabras clave en la descripción de la armadura incluyen la
verdad, la justicia, la paz, la fe y la salvación .Todos estos conceptos tienen su
fuente en Dios. La primera vez que se usa la palabra “verdad” en la Escritura es
cuando el siervo de Abraham, Eliezer, llega con éxito a la casa de Betuel, con el
objetivo de encontrar a Rebeca como esposa para Isaac. Eliezer está tan abru-
mado porque el Dios de Abraham lo había guiado y provisto de todo, que pro-
rrumpe en un himno de gratitud: “Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham,
que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad” (Génesis 24:27). Este era
un reconocimiento de que Dios se mantiene fiel a sus promesas.
La justicia es una palabra clave en los discursos de Jesús. En su Sermón
del Monte, afirmó: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6), y “Bienaventurados los que pade-
cen persecución por causa de la justicia” (versículo 10). Luego prometió:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas
os serán añadidas” (6:33). En el Antiguo Testamento, la justicia se entendió
como sostener la rectitud y asegurar que cada uno tuviera un trato justo; por
ejemplo: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni com-
placiendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo” (Levítico 19:15; ver
también Salmo 9:4, 8; Isaías 16:5; 54:14).
Shalom, comúnmente traducido como “paz”, es una palabra rica en sig-
nificados. Incluye todo lo que constituye una vida saludable y armoniosa,
alcanzando todos los aspectos de la existencia humana. La primera vez que
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PABLO TRATA EL GRAN CONFLICTO 97
bendición con otros: “Todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos
también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timo-
teo 2:10), porque él sabía que lo que Cristo había logrado para todas las personas
era el “poder de Dios para salvación a todo el que cree; al judío primeramente, y
también al griego” (Romanos 1:16). Se nos insta: “Fortaleceos en el Señor, y en el
poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar
firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10, 11).
Referencias
1
Elena de White, “The Plan of Salvation”, Signs of the Times, 4 de noviembre de 1908.
2
The Holy Bible: English Standard Version (Wheaton, IL: Standard Bible Society, 2001), Introduc-
ción a 1 Corintios.
3
White, Testimonios para los ministros (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
1977), p. 15.
4
_____, Mensajes selectos, tomo 3 (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1984), p.
19.
5
_____, Testimonios para la iglesia (Mountain View, CA: Asociación Publicadora Interamericana,
1998), tomo 9, p. 177.
6
_____, Palabras de vida del gran Maestro, p.47.
7
_____, “The Signal of Advance”, Review and Herald, 20 de enero de 1903
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CAPÍTULO 11
LA PERSPECTIVA DE
PEDRO DEL GRAN
CONFLICTO
P
edro, el pescador, tendía a hablar antes de pensar, y a pesar de sus
protestas y juramentos de que siempre sería fiel a su Señor, se encontró
negando a Jesús en tres ocasiones la misma noche. Cuando Jesús, des-
pués de su resurrección, interrogó a Pedro tres veces acerca de su lealtad,
vemos que surge un nuevo Pedro. Uno que ya no tenía miedo, que no necesi-
tó sacar su espada y cortar la oreja más cercana, sino que podía presentarse
ante miles de personas y proclamar valientemente a Jesús, y en forma clara.
Por lo tanto, estaba sumamente calificado para responder a las preguntas
planteadas en el último capítulo: ¿Quiénes somos? ¿Dónde está nuestra leal-
tad? X ¿cómo volveremos del límite de la rebelión y la apostasía?
lo ha traído a la distinción y al favor con Dios (versículo 10). Esto suena co-
mo un nuevo Éxodo, por lo tanto, no sorprende que Pedro cite la descripción
del pueblo de Dios en circunstancias en que se pusieron en marcha hacia la
Tierra Prometida. Dios los llamó “un reino de sacerdotes, y gente santa”
(Éxodo 19:6); y “pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para
que le seas un pueblo único” (Deuteronomio 7:6; 14:2). El punto que presen-
ta Pedro es que tal pueblo fue llamado “para que anunciéis las virtudes de
aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
Así como Pablo, que estaba avergonzado de su pasado, Pedro también es-
tá agradecido porque Dios no nos dejó donde merecíamos estar, sino que
reconoce que él ha sido “elegido” por causa de “la presciencia de Dios [...]
en santificación del Espíritu [...] para obedecer y ser rociados con la sangre
de Jesús”, y la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1:2, 3). En agrade-
cida alabanza, declara: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva”
(versículo 3). En otras palabras, Pedro está agradecido porque todo el cielo
se vació, solo para salvar a un miserable como él.
A la luz de ese don increíble, Pedro insta a la iglesia a ser santa (1:13-16).
Les advierte que costará un gran esfuerzo –por eso, la amonestación de ceñir-
se los lomos–; una manera de prepararse para la agotadora actividad antes
de que se inventaran las ropas interiores de apoyo. Junto con ese nivel de
disposición y preparación, insta a la iglesia a ser sobria (versículo 13). Ha-
biendo visto, cuando era muchacho, a mi propio padre cada día bajo la in-
fluencia del alcohol, conozco demasiado bien cuán engañosa es la gente
ebria. Piensan que son astutos, sofisticados, hábiles, fuertes y listos para
cualquier cosa, cuando la realidad es lo opuesto. Un gran paso hacia no vivir
bajo el autoengaño y la negación es estar sobrio, como recomienda Pedro;
más especialmente, cuando vivimos en los umbrales del retorno de Jesús.
Pedro sigue recordándonos que no debemos conformarnos a los deseos
de otros (versículo 14), porque Dios nos ha llamado a ser santos. Ser santo es
algo muy mal comprendido. No es ser el santo de los vitrales de colores en
las iglesias, con un halo de luz alrededor de su cabeza. La palabra se usó
primero cuando Dios santificó el sábado (Génesis 2:3): la palabra “santo” y la
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LA PERSPECTIVA DE PEDRO DEL GRAN CONFLICTO 101
mucho tiempo había estado cerca de la iglesia aunque fuera de ella, pero
ahora estaba interesada en unirse de nuevo a ella. Una tarde, anunciaron que
les gustaría asistir a la iglesia el siguiente sábado. Yo quedé espantado: no
quería que ellos fueran. Esa iglesia estaba tan sacudida por controversias y
divisiones que no quería que esta pareja se lastimara y abandonara su deseo
de volver a la iglesia en toda su vida. Les sugerí que esperaran unas pocas
semanas, y oré durante el resto de la semana porque Dios los mantuviera
lejos. Imagínense mis sentimientos cuando, al levantarme para predicar, los
vi entrar por la puerta y sentarse en el último banco. Oré a Dios porque, de
algún modo, hiciera algo bueno de esa situación. Cuando los visité a la se-
mana siguiente, ni siquiera quería hablar acerca de su visita a la iglesia, pero
ellos saltaron en seguida. “Pastor, tan pronto como entramos por la puerta de
la iglesia, sentimos la presencia del Espíritu de Dios”. Las palabras no pueden
describir mi estado de choque. Sabía cómo era la iglesia y, sin embargo, Dios
les dio otra visión, tal vez más exacta, de lo que realmente era. Esa experien-
cia me enseñó una lección muy importante. Es tiempo de ver nuestras igle-
sias como Dios las ve, y no como las vemos nosotros. ¡Y él la ve como una
iglesia llena de su Espíritu!
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LA PERSPECTIVA DE PEDRO DEL GRAN CONFLICTO 103
alteran la superficie de la Tierra, sino que todas las cosas continúan como
siempre han ocurrido. Su adversario, Heráclito (540-475 a. C.), habló de
cambios incesantes en la naturaleza, con levantamientos y desastres natura-
les que tenían efectos dramáticos; pero sus ideas perdieron pronto el favor de
la gente. Es interesante que la “ciencia moderna’’ haya seguido mayormente
a Heráclito, y la mayoría de la gente hoy se enfrenta con la idea de una catás-
trofe universal. Pero así no es como lo veía Pedro.
Los burladores de los días de Pedro elegían ignorar el hecho de que el
mundo una vez fue destruido por agua (2 Pedro 3:5, 6). De forma similar, los
burladores actuales eligen ignorar que el mundo un día será destruido por
fuego (versículo 7). Jesús prometió: “Vendré otra vez” (Juan 14:1-3), pero
estos burladores están diciendo realmente: “Jesús no vendrá otra vez” (2
Pedro 3:4). Esto es una resonancia del Edén, cuando Dios dijo a Adán y a Eva
que si comían del fruto, “ciertamente moriréis” (Génesis 2:17); pero la ser-
piente dijo: “No moriréis” (Génesis 3:4). Aun cuando un coro de voces esté
cantando la melodía de los burladores, un hecho animador es que Pedro lo
predijo. Cada vez que oigamos a alguien que se burla de la idea de que Jesús
vendrá otra vez, está cumpliendo la profecía: “En los postreros días vendrán
burladores [...] diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” (2
Pedro 3:3, 4).
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LA PERSPECTIVA DE PEDRO DEL GRAN CONFLICTO 105
Guerra Mundial en las Islas Salomón. Era una inmersión nocturna, y estába-
mos admirando la vida nocturna no lejos de la orilla, a unos 27 metros de
profundidad (unos 90 pies), alrededor del carguero que se hundió antes de
tener oportunidad de descargar su contenido. La corriente era muy fuerte al
rodear la popa, y encontramos que la única manera de avanzar era trepar
hacia arriba con nuestras manos en la arena del lecho muy inclinado del
mar. Al hacerlo, mi compañero, que iba adelante, comenzó a liberar un gru-
po de antiguas unidades explosivas y mandarlas en dirección a mí. Pude
imaginar estas municiones inestables que explotaban mientras rodaban ha-
cia abajo en mi dirección, así que, con preocupación toqué su pierna para
conseguir su atención, y señalé lo que estaba haciendo. Él también se pre-
ocupó cuando se dio cuenta de ello, y cautelosamente nos volvimos hacia el
otro lado del casco antes de dirigirnos hacia la orilla. Me hizo pensar en
cuántas cosas peligrosas deben de estar escondidas en nuestros océanos y en
muchos lugares de tierra firme, y cuán necesario es que Dios haga una lim-
pieza profunda para que la Tierra Nueva pueda ser completamente segura
para que podamos gozar de ella.
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CAPÍTULO 12
A
unque estamos agradecidos a Pablo por su prolífica escritura en el
Nuevo Testamento, los demás escritores añadieron profundidad y ri-
queza, que producen diferentes perspectivas. Juan, el discípulo ama-
do, estuvo con Jesús desde el principio, y sobrevivió a todos los otros discípu-
los por muchos años. Los demás fueron muertos en diversas olas de persecu-
ción en contra de la iglesia primitiva, pero Juan vivió hasta muy anciano, y su
tumba estaría en Éfeso (en Turquía) hasta hoy. Con la profundidad de refle-
xión de un anciano, con su mente bien clara y su caminar tan estrecho con
Dios que le brindara el espíritu de profecía, Juan registró muchas vislumbres
valiosas para la iglesia hasta nuestros días.
Juan escribió en forma muy sencilla y clara. En su Evangelio, en sus Epís-
tolas, y en el libro del Apocalipsis, vemos “contrastes reveladores o polarida-
des en cada uno: vida y muerte, verdad y falsedad, luz y tinieblas, hijos de
Dios e hijos del diablo, amor y odio”. 1 Juan pudo haber comenzado como
un “sencillo” pescador, pero muestra evidencias de que está plenamente
consciente de la tradición de sabiduría del Antiguo Testamento, tan clara-
mente presentada en el libro de los Proverbios. También, enseña sus leccio-
nes mediante los contrastes que establece entre los sabios y los necios, los
108 CONFLICTO Y SALVACIÓN
diligentes y los perezosos, los honestos y los corruptos, los justos y los impíos.
Tales contrastes se evidencian en el Gran Conflicto, y cada escritor bíblico
llama la atención a ellos, con el propósito de conducir al pueblo vacilante
por el sendero correcto. La descripción que hace Juan de las siete iglesias
sigue ese esquema.
LA IGLESIA DE ÉFESO
Al presentar Juan cada una de las siete iglesias, describe a Jesús ca-
minando entre ellas, valiéndose de la figura de un sacerdote que camina por
entre el candelera de siete brazos en el Santuario (Apocalipsis 1:12, 13). La
importancia de este cuadro es que los candeleros se identifican con las igle-
sias (versículo 20); lo que significa, desde la perspectiva del Cielo, que Jesús
está caminando constantemente entre ellas. Algunas personas podrán haber
perdido de vista esta estrecha vinculación; aquellos que se deleitan en identi-
ficar todos los pecados de la iglesia o escuchan a quienes hacen eso. Pero así
como Pablo alabó y desafió a la iglesia de Corinto, Jesús está por hacer lo
mismo con la selección de iglesias en el Asia Menor (la Turquía moderna).
La lista de iglesias de la región no está completaba que omite lugares tales
como Colosas, Troas, Mileto y Hierápolis.
Juan comienza con Éfeso, un puerto importante y gran centro comercial,
de deportes y de arte. El problema de la iglesia de Éfeso es que perdió su
“primer amor” (Apocalipsis 2:4). Este es un lenguaje muy similar a la preocu-
pación de los profetas del Antiguo Testamento, que asimilaron la apostasía
de Israel con una persona que persigue a amantes ilícitos (por ejemplo,
Oseas 2:13). Parece extraño que el amor de aquellos que habían prometido
lealtad al Rey conquistador de todo.se estuviese enfriando. Su condición es
presentada como tan seria que si no cambia, la luz de su iglesia está destina-
da a ser apagada (2:5). Es solemne caminar por entre las ruinas de la Éfeso
antigua y ver que eso es exactamente lo que sucedió. No hay ninguna iglesia
cristiana allí ahora; solo ruinas impresionantes que los turistas recorren.
Cuando analizamos lo que se dijo de esta iglesia, evidentemente, hicieron
todas las cosas bien, y sabían a cuáles líderes era correcto que siguieran y a
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LAS IGLESIAS Y EL GRAN CONFLICTO 109
LA IGLESIA EN ESMIRNA
La ciudad de Esmirna era conocida por su ciencia y su medicina, así co-
mo por ser un centro para la adoración del emperador. Se esperaba que los
cristianos también ofrecieran cada año incienso al emperador, y estaban
amenazados bajo pena de muerte, si no lo hacían. Siendo que la mayoría de
ellos no lo hacía, eran considerados un culto, y eran oprimidos por el popu-
lacho y acusados de ser caníbales, ateos y no patriotas. 2
Policarpo fue un famoso mártir, obispo de la ciudad, que había estado
asociado con el anciano Juan cuando este todavía era joven. Obviamente,
había otros en Esmirna que también fueron mártires por su fe. A la iglesia de
Esmirna, Jesús se presenta como Aquel que sufrió y murió, pero que ahora
vive para siempre: “El Primero y el Postrero, El que estuvo muerto y vivió”
(Apocalipsis 2:8; ver Apocalipsis 1:18). La forma en que se describe a Jesús
para cada iglesia es un indicio acerca de la necesidad que esta tiene y la
solución o el ánimo que él les ofrece.
Los miembros de la iglesia de Esmirna, como los de Éfeso, también son co-
nocidos por su ardua labor; no obstante, no tienen mucho para mostrar, tal vez
como resultado de la permanencia de la “sinagoga de Satanás” en medio de
ellos (Apocalipsis 2:9). Se les advierte que tendrán tiempos difíciles por delante
(“tribulación”, palabra que sugiere opresión bajo una carga aplastante), inclu-
yendo prisión y tal vez, aun la muerte (versículo 10). La aflicción que los espe-
raba duraría diez días (comparar con la prueba de diez días de Daniel, Daniel
1:12). Las prisiones se usaban en el mundo antiguo para decidir si los reos eran
apropiados para la pena de muerte o el exilio, de modo que había cierta in-
certidumbre y ansiedad. Es importante notar que los tiempos difíciles tienen un
límite en el tiempo: no se le permite al mal pasar de cierto punto (Apocalipsis
2:10).Y el Gran Conflicto se resolverá completamente.
También era de vital importancia, para que los santos mantuvieran su fe y
valor, que se centraran en Jesús, en lugar de en la crisis, en esos tiempos in-
ciertos. Jesús prometió vida eterna a los miembros de Esmirna, si perma-
necían fieles, es decir, si vencían (versículo 11). En relación con el Gran Con-
flicto, esta iglesia estaba bajo amenaza si no aceptaba las demandas del
enemigo. De las muchas veces que Israel afrontó la aniquilación en el Anti-
guo Testamento, se nos recuerda la liberación que Dios les otorgó por medio
de Gedeón (Jueces 7:20, 21), o por medio de las oraciones de Ezequías (2
Reyes 19:14, 35). Se asegura a la iglesia de Esmirna que ellos también sobre-
vivirán a las amenazas que afrontan.
LA IGLESIA EN PÉRGAMO
Jesús viene a la iglesia de Pérgamo sosteniendo entre sus dientes una es-
pada aguda de dos filos (Apocalipsis 2:12; 1:16). Dios está preocupado por-
que hay “unas pocas cosas” en contra de esta iglesia (2:14-16). Aparentemen-
te, estaban tolerando gente en su medio que sostenía la “doctrina de Balaam”
y la “doctrina de los Nicolaítas” (versículos 14, 15).
También es importante recordar que Balaam fue el falso profeta que, aun-
que fue impedido de maldecir a Israel (Números 24:12, 13), sugirió a sus
enemigos una manera en que Dios abandonaría a los israelitas. La forma en
que Balaam hizo esto fue involucrar a los israelitas en los ritos del degradante
culto de la fertilidad de los moabitas (Números 25:1, 2). De aquí la conexión,
en este mensaje, entre Balaam al estimular la inmoralidad y el “trono de Sa-
tanás” (Apocalipsis 2:13), un altar de Zeus que era tan grande que parecía un
templo; sus ruinas casi completas están ahora en el Museo de Pérgamo en
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LAS IGLESIAS Y EL GRAN CONFLICTO 111
Berlín. 3 Zeus es otro nombre para Baal, y es descrito como “el dios del cielo,
entronizado sobre el monte Olimpo, con un relámpago en la mano, y como
responsable por la lluvia y el clima”, 4 tal como se lo describe a Baal. Los
diversos ritos y tradiciones probablemente permanecieron muy similares al
pasar de la adoración de Baal al dios griego Zeus, y al dios romano Júpiter.
Como observa Ranko Stefanovic: “Nicolás y Balaam parecen ser términos
paralelos; Nicolaos es una palabra griega compuesta (nikáó y laós) y significa
‘el que conquista al pueblo’. Balaam puede derivar de dos palabras hebreas:
am (‘pueblo’) y baal (de bala, ‘destruir’ o ‘tragar’), y significa ‘destrucción del
pueblo’”. 5
Jesús advierte a toda la iglesia que si continúa con su herejía, él vendrá en
persona y peleará contra ellos con la espada de su boca (Apocalipsis 2:16).
Esto es un severo recordativo de que aunque es vital ser amante y aceptar a
todos.es igual de importante para la iglesia concentrarse en la adoración a
Dios, y no a alternativas seductoras.
A pesar de esto, los miembros en Pérgamo parecieron todavía aferrarse a
su fe aunque “el trono de Satanás” estuviera entre ellos, y aunque alguien ya
hubiese muerto por su fe (versículo 13). Cuando Jesús animó a la iglesia en
Pérgamo, les prometió el maná escondido y los honores especiales otorgados
a un campeón olímpico (versículo 17). Note la siguiente vez en que el maná
es escondido en las Escrituras: Dios pidió a Moisés que colocara una muestra
del maná que cayó durante el Éxodo dentro del arca del pacto, como un
recuerdo perpetuo de la intervención divina (Éxodo 16:33; Hebreos 9:4).
LA IGLESIA EN TIATIRA
Los problemas en Tiatira parecen similares a los de Pérgamo. En lugar de
que “Balaam” condujera al pueblo “a comer de cosas sacrificadas a los ídolos,
y a cometer fornicación” (Apocalipsis 2:14), ahora es “Jezabel” la que “enseña
y seduce” a los siervos del Señor a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los
ídolos” (versículo 20). Preocupa la mención de la reina Jezabel. Ella era una
princesa fenicia casada con el rey Acab, del reino de Israel del norte. Ella insis-
tió en introducir la adoración de Baal en la vida de Israel (1 Reyes 16:30, 31), y
esta se arraigó tanto que, a pesar de la oposición de Elías contra ella (1 Reyes
18:19-21), finalmente condujo a la destrucción y al exilio del reino del norte.
Jesús reconoce que hay muchos en Tiatira que “no han conocido lo que
ellos llaman las profundidades de Satanás”, y los anima a retener lo que tie-
nen “hasta que yo venga” (Apocalipsis 2:24, 25). Llega a ellos como Aquel
que tiene ojos de fuego y pies de bronce pulido –descripción relativa a un ser
celestial (Daniel 10:5, 6) –, que vino para dar a Daniel esperanza y ánimo,
durante eventos de importancia internacional (versículos 13, 20), con el
mensaje de la esperanza profètica (versículo 14) de que existe un plan divino
preparado para acabar con el mal. Para Daniel, esto estaba muy lejos en el
futuro, pero Tiatira enfrentaría una resolución más inmediata (Apocalipsis
2:22-26), así que, Jesús anima a la iglesia a mantenerse firme “hasta que ven-
ga” (versículo 25). También, promete dar a Tiatira la “estrella de la mañana”
(versículo 28), que más tarde identifica consigo mismo (22:16). La referencia
a “regir con vara de hierro” (2:27) es una cita del Antiguo Testamento (Salmo
2:8, 9), que describe al gobierno mesiánico que tendrá poder supremo sobre
todos los poderes de la Tierra, destruyendo a los que se levantan contra él.
Estos problemas recuerdan otra vez, como un eco, a Eva junto al árbol.
Así como ella comió del fruto prohibido, también Jezabel estaba seduciendo
a otros a que comieran de su “fruto prohibido”. La iglesia en Tiatira estaba
siendo alentada a mirar a Aquel que rige las naciones, en vez de a aquel que
ha infectado a las naciones y desea destruirlas.
LA IGLESIA EN SARDIS
Jesús se presenta a la iglesia en Sardis como Aquel que tiene los siete Es-
píritus de Dios y las siete estrellas (Apocalipsis 3:1; 5:6). Aquí, otra vez el Sal-
vador está activamente comprometido detrás de la escena, y alista a los po-
deres del cielo para garantizar la seguridad de su iglesia.
La descripción de Sardis es de preocupación profunda, ya que esa iglesia
está espiritualmente muerta (3:1). Su situación parece tan corrompida que
Jesús la describe como “muerta”. Sin embargo, no le habla de su destrucción;
más bien, la anima. A las “pocas” personas en Sardis “que no han manchado
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LAS IGLESIAS Y EL GRAN CONFLICTO 113
sus vestiduras” (versículo 4), Jesús les promete una bendición especial. Les
asegura un lugar en el cielo y les promete confesar sus nombres “delante de
mi Padre, y delante de sus ángeles” (versículo 5). Estas han de ser buenas
noticias para nuestras iglesias hoy. Ninguna iglesia ha apostatado tanto que
Jesús no la pueda reclamar, para entrar otra vez en un compañerismo consi-
go mismo. Sus miembros solo necesitan levantar los ojos del polvo y notar
que Dios les ofrece vestirlos de blanco, perdonarles sus pecados y darles un
comienzo totalmente nuevo. Sus nombres estarán asegurados en el “Libro de
la vida”, y Jesús hablará directamente al Padre en su favor (versículo 5). Esto
también nos recuerda cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido. Se
les dijo que morirían ese día (Génesis 2:17); en cambio, Dios les dio vida, al
proveerles de vestiduras especiales, para reemplazar sus frágiles vestiduras de
hojas (Génesis 3:21). Sus “nombres” también parecían muertos, pero Dios les
dio vida; vida que no merecían, pero que recibieron por causa de la inson-
dable gracia y generosidad de Dios.
LA IGLESIA EN FILADELFIA
Filadelfia fue fundada por Atalo II Filadelfo de Pérgamo, alrededor del
año 140 a. C., y tenía el propósito “de ser un centro de actividad misionera en
favor del estilo de vida helenista. La ciudad fue próspera en parte por su si-
tuación estratégica, en parte por las viñas que florecieron en su vecindad.
Fue el centro de adoración del dios Dionisio, pero contenía también templos
de muchos otros dioses”. 6
La iglesia en Filadelfia pareció no haber sido tocada por la idolatría de su
populacho. Los miembros de la iglesia parecen más conectados con Dios, de
modo que Jesús se presenta a ellos como “el Santo, el Verdadero”, y “el que
abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apocalipsis 3:7). Parece que
la vida no les fue fácil, ya que esas puertas se cierran para ellos, pero Jesús
les promete específicamente que ha abierto una puerta delante de ellos. No
están excluidos del Reino, aun cuando crean que pueden perder su derecho
a él, de modo que Jesús los exhorta a que nadie tome sus “coronas” (versícu-
lo 11). La palabra “corona” aquí es stéfanos, “a menudo usada para la victo-
LA IGLESIA EN LAODICEA
La ciudad de Laodicea se encuentra en un valle entre dos cordones mon-
tañosos. Por un lado, estaban las fuentes termales de Hierápolis, que produje-
ron brillantes formaciones blancas, y por el otro, había montañas brillantes
cubiertas de nieve. Como la nieve estaba demasiado lejos, era más fácil para
la ciudad obtener el agua tomándola de los manantiales calientes, la entuba-
ban, y cuando el agua llegaba a la ciudad estaba solo tibia. Como la ciudad
estaba ubicada estratégicamente, materialmente era “muy próspera”, 8 con
un sólido sistema bancario y una industria de procesamiento de lana.
El rasgo que identifica a la iglesia en esta ciudad era su fuerte sentido de
engaño propio. Jesús se presenta a ellos como “el Amén, el testigo fiel y verda-
dero, el principio de la creación de Dios” (versículo 14). La palabra “amén”
proviene de la palabra hebrea que significa “verdad”. Es significativo que Jesús
usa esta palabra más de cien veces, en su famoso comienzo de algo importan-
te: “De cierto os digo”. Cuando Juan registra esta expresión la duplica, de mo-
do que cita a Jesús diciendo: “De cierto, de cierto te digo...” Las traducciones
modernas tienden a insertar un sustituto como “ciertamente”, para dar mayor
importancia a las palabras. Ahora, Jesús viene hablando a los laodicenses pa-
labras de verdad, sugiriendo que las propias palabras de ellos pueden ser algo
borrosas, con significados dobles; tal vez, haciendo más fáciles los tratos co-
rrompidos. En contraste, Jesús viene con palabras que son confiables, revir-
tiendo las astutas y engañosas palabras de la serpiente en el Edén.
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LAS IGLESIAS Y EL GRAN CONFLICTO 115
Referencias
1
Daniel L. Akin, 1, 2, 3 John, The New American Commentary, tomo 38 (Nashville, TN: Broad-
man and Holman, 2001), p. 24.
2
Ranko Stefanovic, Revelation of Jesus Christ: Commentary on the Book of Revelation, 2ª ed. (Be-
rrien Springs, MI: Andrews University Press, 2002), p. 122.
3
Elena de White hace observaciones que intrigan, de que antes de la primera venida de Cristo, en
realidad el mundo parecía haber llegado a ser un cementerio de toda piedad. Era el asiento de Satanás
(“Christ the Life-Giver”, Bible Echo, 8 de marzo de 1897). Ella también comentó que, en su tiempo,
“la sede de Satanás se encuentra en [Boston], como también en otras ciudades impías” (Testimonios
para la iglesia, tomo 3, p. 125); y “la sede de Satanás parece estar en este lugar [...] en Wellington
[Nueva Zelanda]” (Manucript Releases, tomo 11 [Silver Spring, MD: E. G. White Estate, 1993], p. 5).
4
Phyllis A. Bird, “Zeus”, en Mark Allan Powell, ed., The Harper Collins Bible Dictionary, tomo 1,
revisado y actualizado (Nueva York: HarperCollins, 2011), p. 129.
5
Stefanovic, Revelation of Jesus Christ, p. 115.
6
Leon Morris, Revelation: An Introduction and Commentary, Tyndale New Testament Commen-
taries, tomo 20 (Downers Grove, IL: Inter Varsity Press, 1987), p. 80.
7
Ibíd., p. 82.
8
Mary K. Milne, “Laodicea”, en Powell, HarperCollins Bible Dictionary, p. 539.
N
o hay dudas de que la cruz quebró la columna vertebral del mal; lo
que falta es disponer del “cadáver”. El Gran Conflicto no queda resuel-
to hasta que el Reino de Dios pase de ser una realidad espiritual a una
concreta. La “serpiente” continúa engañando a la gente para que crea que
hay un futuro para las personas que vuelven las espaldas a Dios, y los males
que esa actitud produce están llegando a ser más dolorosos cada día.
Por cuanto Dios creó a la humanidad con libre albedrío, el desafío es
convencer a un mundo renuente a escuchar acerca de Dios de que las cosas
no mejorarán. No habrá un mañana más brillante, producido por una mejor
educación, mejor administración del medioambiente, mejor distribución de
la riqueza y mejor cooperación internacional. La ciencia podrá darnos ele-
mentos maravillosos, pero no tiene éxito en entregar soluciones para las ele-
vadas tasas de suicidios, tráfico de niños, opresión de los vulnerables, violen-
cia doméstica, genocidios, abuso de drogas, plaga de violencia y de críme-
nes, o cualquier otra causa principal de odio y contiendas que infesta nuestro
EL FIN DEL GRAN CONFLICTO 117
planeta. Solo Dios puede traer armonía y restauración donde una vez hubo
odio y fracturas. ¿Cómo la iglesia puede convencer al mundo del plan defini-
tivo de Dios para hacer nuevas todas las cosas?
finales que anuncian la venida de Jesús implican una serie de catástrofes que
Juan describe como la ira de Dios, provocada por lo que el pecado ha hecho
al planeta (Apocalipsis 15:1).
1. Úlceras dolorosas (Apocalipsis 16:2).
2. El mar se convierte en sangre como de muerto (versículo 3).
3. Los ríos y las fuentes de las aguas se convierten como en sangre (versículos 4-7).
4. Un sol abrasador (versículos 8, 9).
5. Oscuridad (versículos 10,11).
6. Malos espíritus que batallan contra Dios (versículos 12-16).
7. Relámpagos, truenos, un terremoto y granizo (versículos 17-21).
Cuando buscamos las raíces de estas ordalías, descubrimos que están ba-
sadas sobre las bendiciones y las maldiciones del Antiguo Testamento. Pero
también estuvieron presentes cuando Jesús murió en la cruz. Por causa de
sus orígenes en el Antiguo Testamento y de su presencia en el Calvario, ve-
mos que hay más en las plagas que solo las cosas que atemorizan a la gente
en los últimos días. Son una parte del proceso de la salvación.
Primero, consideremos las raíces del Antiguo Testamento. Justo antes de
que el pueblo de Israel cruzara el Jordán para entrar en la Tierra Prometida,
Moisés bosquejó lo que se conocería como el pacto de las bendiciones y las
maldiciones (Deuteronomio 28 y Levítico 26). El pacto, en términos sencillos,
era el acuerdo de Dios de que acompañaría a su pueblo a la Tierra Prometi-
da, y que les daría éxito en todo lo que hicieran. Como respuesta, el pueblo
acordó servir únicamente a Dios, y vivir en armonía con el modelo que él
estableció para ellos.
Las bendiciones del pacto eran increíblemente amplias (Deuteronomio
28:1-14; Levítico 26:3-13). No eran solo palabras bonitas, sino además impac-
taban positivamente en las vidas de los fieles dondequiera que vivieran,
cualquiera fuera su medio de subsistencia, dándoles éxito dondequiera que
fueran. De hecho, los almacenes del cielo se abrirían para asegurarlos finan-
cieramente; el pueblo de Dios siempre estaría arriba en la lista, y nunca abajo
(Deuteronomio 28:12, 13). ¿Y qué es una bendición? Es gozar de la presencia
de Dios, recibir todo lo que necesitamos de su mano, ser prosperados por él
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EL FIN DEL GRAN CONFLICTO 119
ninguna necesidad de que quienes lo aceptan sufran las plagas. Sin embargo,
los que lo rechazan tendrán que soportar las consecuencias del pacto que-
brantado. Jesús lo dijo cuando habló con Nicodemo: “El que en él cree, no
es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha
creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). Si no estamos
preparados para aceptar lo que por nosotros sufrió Jesús en el Calvario, ne-
cesitaremos soportar las consecuencias nosotros mismos. Inversamente, si
aceptamos a Jesús y sus esfuerzos en nuestro favor, entonces no necesitare-
mos pasar por lo que él sufrió en nuestro favor.
MALDICIONES
CRUCIFIXIÓN PLAGAS
DEL PACTO
1 Úlceras, tumores Azotes Úlceras
2y3 Sed Vinagre Agua contaminada
4 Cielo de bronce Sol quemante Sol ardiente
5 Oscuridad Oscuridad Oscuridad
6 Invasión Burlas demoníacas Fuerzas demoníacas
7 Terremoto Terremoto
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EL FIN DEL GRAN CONFLICTO 121
davía está en pie. Mejor todavía, como cualquier habitante del chaparral
australiano puede decirle, el lugar más seguro en ocasión de un incendio es
donde el fuego ya pasó. Y si las siete últimas plagas ya “ardieron” en el Calva-
rio, el lugar más seguro cuando comiencen a caer las últimas plagas es al pie
de la cruz.
EL MILENIO
Próximo al regreso de Jesús, ocurren varios eventos clave. Primero, la Bi-
blia enfatiza que este será un fenómeno universalmente presenciado: “Todo
ojo lo verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán la-
mentación por él” (Apocalipsis 1:7). Jesús también mencionó la acción de
“lamentar”: “Aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo
sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30). La palabra
tiene el sentido de un pesar y una tristeza abrumadores, hasta el punto de
producir dolor en uno mismo. En otras palabras, esta no es una descripción
de un evento espiritual, sino físico. Otra vez citamos a Jesús: “Si os dijeren:
Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo
creáis” (versículo 26).
Otra evidencia de la naturaleza física de estos eventos es la descripción
que hace Elena de White de la tierra después de la Segunda Venida. “[La
tierra] se asemejaba a un desolado desierto. Las ciudades y las aldeas, sa-
cudidas por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, descuajadas de sus
asientos, habían dejado grandes cavernas. Sobre toda la superficie de la tie-
rra estaban esparcidos los desmochados peñascos que había lanzado el mar
o se habían desprendido de la misma tierra. Corpulentos árboles desa-
rraigados estaban tendidos en el suelo”. 5
La eternidad entonces se inicia con la introducción de mil años (Apoca-
lipsis 20:1-3). El eje de este período gira alrededor de otros tres eventos clave:
Satanás es atado, el juicio y la destrucción final del mal.
SATANÁS ES ATADO
Que Satanás sea atado es una parte importante de la resolución del Gran
Conflicto. Jesús mencionó: “Ninguno puede entrar en la casa de un hombre
fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su
casa" (Marcos 3:27). Aunque esta declaración está en el contexto de echar
fuera a un demonio, también puede referirse al proceso de la eliminación del
mal del planeta. El acto final de atar al “hombre fuerte” es cuando Jesús re-
grese a la Tierra y luego “ate” a Satanás (Apocalipsis 20:1-3). Obviamente,
Jesús se deleita en “saquear la casa” del “hombre fuerte”, para rescatar a los
que fueran rehenes allí. Esa es también la obra que se comisionó a la iglesia
para que hiciera (Mateo 10:7, 8).
Note los muchos nombres que se dan aquí a Satanás: “Dragón, la ser-
piente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:2). Esta es una
repetición de un escenario anterior, cuando el dragón de siete cabezas ima-
ginó que podría comerse al niño que estaba por nacer (Apocalipsis 12:1-
4).También se lo describió como “el gran dragón, la serpiente antigua, que se
llama diablo y Satanás” (versículo 9). Como un criminal, Satanás lleva dife-
rentes nombres para esconder su verdadera identidad, y esto hace más difícil
saber quién es realmente el responsable por lo que él hace. Hasta ahora,
muchas personas inculpan a Dios por mucho de lo que hace Satanás. Final-
mente es apresado, y espera su suerte final.
Con el propósito original de Satanás de ser igual a Dios (Isaías 14:14), aho-
ra aquel tiene la oportunidad de probarse a sí mismo. Así como la tierra co-
menzó “desordenada y vacía” (Génesis 1:2), el pecado degradó el planeta,
que una vez fuera hermoso, hasta llegar a su estado original, de modo que
otra vez está “asolada y vacía” (Jeremías 4:23). La descripción de Jeremías es
de la Tierra después de su destrucción por las siete últimas plagas y la Se-
gunda Venida, en la que todas las ciudades de la Tierra están “asoladas de-
lante de Jehová” (versículo 26). Le llevó a Dios una semana crear un mundo
perfecto; pero da a Satanás mil años para ver qué de bueno puede sacar de
esta desolación. Después de todo, el atributo que diferencia a Dios de otros
dioses es que él es el Creador.
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EL FIN DEL GRAN CONFLICTO 123
EL JUICIO FINAL
El siguiente evento clave descrito es el Juicio. Sin el Juicio no puede haber
justicia, porque “justicia y juicio son el cimiento de tu trono [el de Dios]” (Salmo
89:14). En él, “la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10). Estos conceptos son
muy diferentes de los cuadros terrenales de los tribunales de la ley y del sistema
judicial, que vemos y conocemos. Tal vez por esto nos resulta difícil comprender
por qué la gente de tiempos bíblicos esperaban con tanto entusiasmo el Juicio:
“¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en
los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10). No veían el Juicio como una
amenaza personal, sino como una necesidad universal para originar la salvación
y la justicia. Así, podemos preguntar: ¿Por cuánto tiempo los peores hacedores
del mal escaparán de tener que rendir cuentas? ¿Cuánto más tendrán los inocen-
tes que sufrir a manos de los que pervierten la justicia con un soborno (Prover-
bios 17:23) o con indiferencia causada por el alcohol (31:5)?
Durante los mil años, se describe a los redimidos viviendo y reinando con
Cristo, sentados en tronos de juicio (anteriormente, una función de los reyes), y
“recibiendo facultad de juzgar” (Apocalipsis 20:4). Pablo sugiere esta situación a
la iglesia de Corinto, mientras estaban ocupados en llevarse mutuamente a los
tribunales: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo
ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?” (1
Corintios 6:2). Jesús también indica lo mismo: “Les aseguro –respondió Jesús–
que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en
su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce
tronos para gobernar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28, NV1).
Pero sigue en pie la pregunta: ¿Quiénes o qué juzgarán ellos? Es obvio que no
están decidiendo destinos eternos, porque eso fue hecho en ocasión de la Se-
gunda Venida, cuando Jesús reúna a todas las naciones y “apartará los unos de
los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (25:32); cuando venga
“pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su
obra” (Apocalipsis 22:12) .Tampoco puede ser la revisión de los pecados de los
redimidos, pues Dios prometió: “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré
de sus pecados” (Jeremías 31:34; ver también Hebreos 8:12; 10:17).
Todo lo que podemos decir es que la descripción de los santos sentados
en tronos de juicio presenta el acto final de justicia de Dios. Y el propósito de
la justicia es satisfacer a la gente en cuanto a que el juicio es justo y equitati-
vo. Los ángeles ya están satisfechos porque Dios juzgó justamente, cuando
cantan: “Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has
juzgado estas cosas” (Apocalipsis 16:5), y “Ciertamente, Señor Dios To-
dopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos” (versículo 7), y “sus juicios
son verdaderos y justos” (Apocalipsis 19:2). Por lo tanto, el juicio descrito al
comienzo del milenio nos asegura que los que pasan por él llegarán a la
misma conclusión de la justicia y la equidad de Dios en su trato con el mal,
cuando hayan completado el proceso.
Entonces, más tarde en el capítulo, vemos a Dios sentado en su Trono
como Rey del universo, garantizando que la justicia finalmente se haga
(Apocalipsis 20:11-15). Esta no es la misma escena que se describe en el ver-
sículo 4, donde hay muchos tronos, porque en el versículo 11 hay solo un
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EL FIN DEL GRAN CONFLICTO 125
EL EDÉN RESTAURADO
Dios ha dado pequeños indicadores, a lo largo del camino, de que un día
nos redimirá y nos bendecirá con su presencia; y todos son realidades físicas.
Primero con la promesa de un Redentor (Génesis 3:15). Luego, con la seguri-
dad de su presencia en un Tabernáculo (Éxodo 25:8). Más tarde, con la
realidad de que su Palabra se hizo carne y habitó (“tabernaculizó”) entre
nosotros (Juan 1:14). Luego, el retorno dramático de Jesús con la destrucción
concomitante de todas las ciudades de la Tierra. Finalmente, al poner el
Trono del universo en nuestro medio, como una construcción tangible, e
inimaginable, sobre una Tierra restaurada, con cerros y árboles, flores y man-
sas criaturas para que nuestros niños jueguen con ellas (Apocalipsis 21:3).
Debe subrayarse que lo que aquí se describe es una realidad física. Puede
expresarse en forma inadecuada por la limitación del lenguaje humano, pero
no podemos seguir repitiendo los conceptos equivocados del cristianismo
medieval, que espiritualizaba todas las cosas. Habían renunciado al cielo
como algo que esté más allá de este mundo, siendo que la promesa del re-
greso de Jesús no se había producido después de tantos siglos. Para ellos, el
cielo era la iglesia. Pero, Dios tiene algo mucho mejor para nosotros.
Cuando la Nueva Jerusalén se localice sobre la Tierra (Apocalipsis 21:10),
se bosquejan sus enormes dimensiones (versículos 16, 17) y se describen los
materiales que la componen (versículos 18-21), la descripción se vuelve a sus
jardines. Así como los dos primeros capítulos de la Biblia describen la Crea-
ción, también los dos últimos capítulos describen la Nueva Creación. Mien-
tras Génesis 1 pinta los elementos del cuadro grande de la Creación –se po-
nen en su lugar los cielos y la tierra, se forman el mar y la tierra, y un mundo
lleno con criaturas de tierra, mar y aire–, Génesis 2 describe lo que se puede
ver desde el nivel del suelo: el hombre creado del polvo de la tierra, un jardín
plantado, el hombre que nombra a los animales y luego que se encuentra
con la mujer. Los dos últimos capítulos siguen el mismo esquema. La ciudad
como un todo se describe en el capítulo 21, mientras en el capítulo 22 vemos
las características del jardín, y a los redimidos que sirven a Dios ante su
Trono.
“El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. To-
do el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late
en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contenta-
miento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imper-
ceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas
declaran, en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor”. 7
Referencias
1
Esta frase se repite 22 veces en el Nuevo Testamento: Juan 13:34,35; 15:12,17; Romanos 12:10;
13:8; Gálatas 5:13; Efesios 4:2; l Tesalonicenses 3:12; 4:9; Hebreos 10:24; 1 Pedro. 1:22; 3:8; 4:8; 5:14;
1 Juan 3:11, 23; 4:7, 11, 12; 2 Juan 1:5.
2
Elena de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana,
1976), p. 373.
3
____________, Testimonios para la iglesia, tomo 9, p. 152.
4
Ibíd., p. 177.
5
White, Primeros escritos, (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1962), pp. 289, 290.
6
Ibíd., p. 290.
7
White. El conflicto de los siglos, p. 737.
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