Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
EDWARDS
¿SACERDOCIO DE LA MUJER?
Cuando en el mundo católico y en el de otras confesiones cristianas parece que se
cierran las puertas a la posibilidad del sacerdocio de la mujer, resulta altamente
sugerente este artículo escrito desde la iglesia de Escocia y que toma como puntos de
referencia los datos bíblicos y la historia de la comunidad creyente.
Introducción
Los argumentos en favor y en contra son extraordinariamente diversos, tanto los que
provienen de las ciencias humanas como los de las sagradas. Con no rara frecuencia los
defensores y oponentes de la ordenación de la mujer han intentado atacar al adversario
con textos bíblicos. Unos citan 1 Co 14,34 ("... que las mujeres guarden silencio en la
asamblea..."), mientras que los otros responden que Pablo también manda que la mujer
que ora o profetiza tenga la cabeza cubierta y que con ello está aceptando que la mujer
puede predicar públicamente. Unos señalan que todos los apóstoles eran varones, otros
citan a Junia, mujer (Rm 16,7) que, junto con Andrónico, varón, fueron "insignes entre
los apóstoles". Esta controversia a nada conduce. Hay que ir a lo fundamental: la
teología del sacerdocio de la mujer.
1. Datos bíblicos
2. La historia de la iglesia
Comencemos por los principios básicos. Creo que la justificación teológica del
sacerdocio de la mujer está contenida en la doctrina fundamental de la fe cristiana,
como la expresa san Pablo. El punto de partida de Pablo es la universalidad del pecado
(Rm 3,23). Dios, con todo, por medio de Jesucristo, ofrece el perdón y la redención a
todos (1 Co 15, 22), redención que es don gratuito. Pablo usa diversas metáforas para
ello: "redención" (Rm 3,24), "justificación" (cfr. Rm 5,1), "nuevo nacimiento" (Rin 6,4;
Ef 2,1) e "incorporación" al cuerpo de Cristo (1 Co 12,27). No hay indicio alguno, en
todos estos textos, que nos prohíba aplicarlos al sexo femenino. Al contrario, Pablo, en
Ga 3,27, subraya que en Cristo, "no hay hombre ni mujer, porque vosotros hacéis uno
con Cristo Jesús". Aunque en este texto Pablo habla de la fórmula bautismal, resume
ciertamente lo que significa ser miembro de la iglesia.
Por tanto, la plena pertenencia a la iglesia está abierta a todos. Todos pueden recibir los
dones del Espíritu que, en Pentecostés, se difundió sobre todos, hombres y mujeres (Ac
2,1-18). Las cartas paulinas nos hablan continuamente de los "carismas". Cuando Pablo
habla de la Ascensión de Cristo (Ef 4,11-13) y de la diversidad de dones difundidos
sobre la comunidad creyente unos apóstoles, otros, profetas; otros, evangelizadores;
otros, pastores y maestros- no hay indicación alguna de que estos dones fueran sólo para
los varones. Y cuando menciona los diversos ministerios (cfr. 1 Cor 12) no hay rastro de
que las más honorables funciones tuvieran que ser asignadas a hombres y las inferiores,
a las mujeres. Más bien dice que "a cada uno" se le da la manifestación del Espíritu para
el bien común (cfr 12,3-13; 1 P 4,10).
1. El N.T. y el sacerdocio
Esto plantea el problema de qué significa realmente el sacerdocio. No hay que insistir
en que el N.T. no dice nada sobre la distinción entre clérigos y laicos. Todos son
llamados a servir, ciertamente en funciones diversas y, algunos, serán llamados a dirigir
la iglesia. En el N.T hay una asombrosa diversidad de términos para explicar estas
funciones: presbíteros, pastores, obispos, diáconos, evangelistas, maestros, apóstoles...
Términos que se usan con flexibilidad y libertad. Es interesante mencionar que en todas
estas categorías el sacerdocio es una función, un oficio, no un estado o un "orden". Este
punto ha sido señalado recientemente por algunos teólogos de diversas confesiones,
entre ellos el católico-romano E. Schillebeeckx.
RUTH B. EDWARDS
Todo esto es de gran importancia para el sacerdocio de la mujer. Porque sólo mediante
el conocimiento de la verdadera naturaleza del sacerdocio cristiano podremos descubrir
el papel real de la mujer en la dirección de la iglesia. Reseñemos las principales
características del sacerdocio tal como se indican en el N.T. y consideremos si hay
algunas más apropiadas para el hombre que para la mujer.
Ahora preguntamos: ¿Algunas de estas seis características hace que la mujer sea
incompatible con el sacerdocio?
RUTH B. EDWARDS
1. Según el N.T., no
Pregunta no retórica y que ha de ser contestada. De las seis características, las dos
primeras no ofrecen inconveniente. La tercera y la cuarta (sacerdocio autoritativo y
representativo) son, para algunos, problemáticas, vistas a la luz de la subordinación de
la mujer al hombre, que muchos exegetas bíblicos presuponen. Pero si se comprueba
que esta subordinación es fruto de un contexto cultural y no del "orden de la creación",
que toda discriminación ha sido proscrita en la alianza cristiana, que toda autoridad
procede de Dios y que el sacerdocio es corporativo, entonces llegaremos a la
comprensión de que puede haber realmente un lugar para la mujer en los cargos
autoritativos dentro de la iglesia.
Hasta aquí hemos hecho referencia al N.T. Pero una teología sobre el sacerdocio de la
mujer en el mundo actual ha de tener en cuenta la experiencia de la comunidad cristiana
a través de los siglos.
En los primeros tres siglos después de la era apostólica, el más sorprendente desarrollo
fue la aparición de "grados" en el ministerio eclesiástico. La variedad y
complementariedad sacerdotal del N.T. se institucionalizó en tres "grados" del
sacerdocio: obispos, sacerdotes y diáconos. Junto con este desarrollo encontramos lo
que podríamos llamar la judaización del sacerdocio: los obispos y presbíteros se
identifican con el papel del sumo sacerdote, y el sacerdote aarónico y los diáconos
hallan su analogía en los levitas. La enseñanza esencial del N.T. deque la muerte de
Jesús es el único sacrificio por el pecado, aboliendo todo el sistema sacrificial judío, se
obscureció entonces con la identificación de la última cena como sacrificio propiciatorio
ofrecido en favor de los laicos por los sacerdotes, llamados hiereus (término con el que
se indicaba el sacerdote judío). Al revés de la situación del N.T., los oficios se
definieron claramente: sólo los obispos y presbíteros podían bautizar, bendecir,
reconciliar a los penitentes y "ofrecer" la eucaristía. Sencillamente, los sacerdotes
fueron sacralizados y se distinguieron de los laicos: los clérigos lideraban, los laicos les
seguían; los clérigos mandaban, los laicos obedecían.
La Reforma trajo cambios fundamentales. Entre ellos destaca el sacerdocio de todos los
fieles: Sin embargo, Lutero no parece que tuviera el valor de sacar la lógica conclusión,
a saber, la igualdad ante Dios del hombre y la mujer en la vida de la iglesia.
La doctrina de Lutero sobre la ordenación no era otra cosa "que una ceremonia para
escoger a los predicadores". Calvino tuvo una visión más elevada, casi sacramental.
Pero fracasó en ver cómo la mujer podía acceder al sacerdocio, debido, en parte, a que
consideraba el N.T. como ley de la iglesia, imponiendo una forma de gobierno que él
creía debía excluir a la mujer. En la iglesia de Escocia la ordenación de mujeres
mayores fue impugnada cuando se introdujo; y, aún hoy, en algunas congregaciones, se
comprende con dificultad.
Ciertamente, en el siglo XVI y XVII, hubo quien estudió la verdad bíblica sobre la
igualdad del hombre y de la mujer ante Dios y la vocación de ambos al sacerdocio. En
el siglo XIX nacen varios movimientos de interés con el estudio de la biblia con métodos
críticos. Por primera vez surgió y se apreció la diversidad de modelos en el sacerdocio:
unas comunidades tenían obispos y diáconos, otras tenían "ancianos" otras, maestros y
profetas; otras, toda la comunidad regida por el Espíritu y sin necesidad de ningún
maestro. Se vio que no todas las iglesias en el N.T. tenían líderes designados por medio
de la imposición de manos. Comenzó a cuestionarse si Jesús "ordenó" a los apóstoles en
sentido estricto. Pero, ante todo, se constató que ninguna comunidad eclesial podía
verse reflejada en el N.T. y reclamar en exclusiva el origen de su ministerio.
Pero, mientras los alemanes se enfrascaban con los primeros resultados de la crítica, los
anglicanos experimentaban los efectos del Movimiento de Oxford (18331845) con su
firme defensa del sacerdocio de la iglesia de Inglaterra como de nominación divina, y el
énfasis puesto sobre la sucesión apostólica. Aunque algunos postularon reformas
sociales y el cuidado de los desheredados, su actitud hacia la mujer no varió, ya que los
dirigentes del Movimiento de Oxford eran hijos de su tiempo y la nostalgia de la iglesia
primitiva no favoreció el movimiento feminista.
Sin embargo, en el siglo XIX se dio un avance en el sacerdocio femenino por medio del
diaconado de la mujer. Desde Alemania (1830) se extendió por EE.UU., Inglaterra
(1861) y Escocia (1888).
Sus argumentos se apoyan en uno u otro de los siguientes argumentos y, a veces, en los
dos:
En cuanto a Pablo, hay que decir que él habló también en un contexto cultural
determinado. La referencia a la mujer en el sentido de que no hable en la iglesia, refleja
la cultura social y cultural de aquel tiempo (1Co 14,35). No es un modelo de la relación
hombre- mujer para el futuro. El mismo Pablo (Ga 3,28) ha abolido, en el bautismo, la
desigualdad de la antigua religión.
RUTH B. EDWARDS
Algunas veces se arguye con una tercera proposición: no se puede ordenar a la mujer
porque no hay en la iglesia ningún precedente para hacerlo. Los apóstoles fueron
varones y, cuando murió Judas, fue sustituido por otro hombre. Nuevamente asoma la
falacia: los apóstoles nunca intentaron ser un modelo para el futuro ministerio
organizado. Ellos, los apóstoles, fueron únicos e irremplazables. Su papel fue simbólico
y escatológico. A los ojos de los evangelistas se presentaron, no como un modelo para
el futuro, sino de toda la iglesia. No había mujeres como tampoco hubo negros,
asiáticos, etc. Pues, ¿por qué se ha de tomar una medida distinta por lo que se refiere al
sexo?