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Debido al impacto que particularmente el cine generó desde su aparición junto con
sus posteriores avances técnicos y desarrollos narrativos, así como por su efecto de
realidad, y de participación –ilusión también creada por la presencia periodística del
star system vinculado a la industria cinematográfica norteamericana-, muchos fueron los
textos que emergieron en la necesidad de hablar del cine:
“El cine sonoro y el color son los grandes temas comerciales, técnicos y
propagandísticos de la segunda mitad de los años veinte; cuando comienzan a
llegar las películas norteamericanas habladas, no sólo los profesionales o los
estudios de cine locales, sino también el Consejo Deliberante de la ciudad de
Buenos Aires se sienten en obligación de opinar sobre la cuestión” (Sarlo: 123)
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Así, tanto revistas como Ciencia Popular y escritores, se dedican a escribir al
respecto “mezclando lo maravilloso técnico y la mitología de Hollywood” (124).
Creemos que los textos literarios que versan sobre el cine, debido a la masa de
espectadores y aficionados que erigió -a diferencia del tipo de público que generaron
fenómenos mediáticos como la radio y la fotografía- están particularmente dotados de
signos que permiten hacer una reflexión sobre el impacto del cine en la vida de las
personas durante el siglo XX, así como sobre la propia representación de ese impacto,
preguntándose por posibles significaciones que puedan hallarse en la relación que se
presenta entre cine y representación en objetos de arte que son de una naturaleza distinta
del propio cine.
Cuando Grant conoce a Enit, ella produce una profunda “impresión” en él, una
capaz de borrar todas las imágenes de otras mujeres. El deseo de Grant por ella, es
inmediatamente retratado como la imagen que es capaz de reemplazar y superar todas
las demás imágenes (y por lo tanto representaciones) de otras mujeres, siendo
consciente de que el deseo, es también representación. El narrador expresa
constantemente cuanto deseaba a su amada, señalando incluso que la deseaba con el
alma como con “todo el torrente de mi sangre substancial”, Grant la desea con la vida.
Acaso con una vida que se le fue consumiendo al alimentar el “águila enjaulada (…)
que es el deseo de una mujer a nuestro lado que no se puede tocar” con su propia sangre
en vez de la de su amigo. Su sangre, expresión tanto del deseo por Enit, como de la vida
misma; se funden de este modo deseo y vida en Enith, pues ella es para el escritor su
vida, su aliento y su ansia de vivir.
El narrador declara que para él Enith era intangible y que “lo hubiera sido
eternamente” de no morir su amigo3, sin embargo después de muerto, Wyoming hace
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“[a Quiroga] no le importa menos el potencial erótico de la imagen cinematográfica que su
potencial como productor de hipótesis ficcionales y técnicas al mismo tiempo. El cruce de las
dos dimensiones hace de estos relatos lo que son: fantasias tecnológicas tan fuertemente como
fantasías eróticas”(Sarlo: )
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Resulta paradójico, que tanto Enith y Grant son, en el tiempo de la narración – y suponemos que en la
mayor parte de su relación- fantasmas que visitan la sala de cine y toman asiento en butacas incluso
ocupadas “entre la chica del antepecho y el novio adherido a su nuca”, por lo que de algún modo, Enith
sigue siendo intangible para Grant por la eternidad, una eternidad repetitiva.
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más “intangible” a su esposa, pues la relación que ella y Grant establecen gira en torno
a sus visitas al cine. Es evidente que la culpa, es eje desde el inicio del deseo de Grant
por la viuda, sin embargo esa culpa no sería representable sin el ejercicio que ambos
desarrollan como espectadores de los films del difunto. Después de muerto, vuelto a la
vida a través de la representación cinematográfica, Wyoming está aún más presente que
cuando estaba vivo. Al respecto, Santa Cruz, trabajando con el concepto de apariencia
de Hegel (de la Fenomenología del espíritu), la entiende como “la mediación del
espíritu para visibilizarse y habitar en el espacio de la realidad. La apariencia como
primera mediación de la existencia expone su dimensión discursiva, para superar la
experiencia del espíritu en el placer, a través del goce de una forma sin esencia: es decir,
la imposibilidad de la experiencia del espíritu en sí, para transformarlo en una
experiencia de la dimensión discursiva del espíritu.”(13-14). Así Wyoming
mediáticamente presente por la proyección, tiene sólo esa forma de existir
efectivamente en la realidad de su amigo y esposa, quienes a su vez consagran aquella
presencia-apariencia gozando de su representación y films, que les resultan emotivos y
que a la vez, les devuelven una imagen de la historia que ellos mismos están viviendo.
En este cuento esto no sólo se presenta a través de la imagen del cine, el actor y
la proyección, sino en el hecho de que todos los personajes estén muertos, siendo cada
uno –de uno u otro lado de la pantalla- una apariencia de sí mismo5.
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Al respecto, creemos probable que además de la culpa como móvil de Grant y Enit para asistir
continuamente al cine, los mueve el presente que construye el cine, puesto que estando ambos muertos,
siendo una apariencia de lo que eran en vida, existen sólo en tanto espectadores que repiten y viven en el
mismo tiempo y movimiento del film. En su vida de muertos, ambos sólo existen en el presente que les
propone el film, más sin un futuro. Eso explicaría porque sólo sabemos de la pareja en el espacio del cine.
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“Derivado [del eîdos ]está el eîdolon: otro ‘aspecto’ de la cosa, no ya la verdadera esencia, sino su
sustituto devaluado, la imagen. Imágenes visuales pero también ‘imágenes habladas’: las palabras. Y
además, como sinónimo del eídòlon, el eikòn: la imagen en cuanto ella se asemeja al modelo del que
es copia. Finalmente, el sustituto más débil: el phántasma, lo que pasa por copia sin serlo, la ilusión,
esa nada que puede imitarlo todo, ese juego de espejos que es el oficio del pintor y el sofista”
(Enaudeau:40). Por eso podemos creer que “el espectro” no es solamente Wyoming, sino que podría
ser al mismo tiempo, su doble Grant.
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“[Nietzsche] piensa a la apariencia en tanto fascinación y ensoñación, donde la
subjetividad experimenta conjuntamente la belleza y la fealdad; la apariencia,
entonces, no es sólo una condición de visibilidad de la realidad, sino la forma
por la cual aprehendemos; la apariencia es la base de la idea del mundo como
representación y la forma de habitar el mundo en el que Dios ha muerto. Desde
aquí pensamos el cine como apariencia, no como espectro ontológico, sino como
resultado del funcionamiento de su dispositivo, transmutación entre código y
espectro visible, que se despliega en su discursividad en la aprehensión de la
realidad, pero en su irrealización.” (Santa Cruz: 14)
Se explicaría de este modo la relación que se establece entre los tres personajes,
en la que la pareja Grant-Enit es la apariencia fantasmagórica que muestra a Wyoming
la verdad de la relación, y este por estar dentro de la pantalla es la apariencia de la culpa
de ambos. Esta dualidad podría plantearse producto de la relación mirada-espectador
que se establece entre la pareja y el actor y viceversa, y la posición de espectador que
cada personaje toma sobre lo representado.
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Así, siendo Grant y Wyonming apariencia y representación, se erigen como el
eídòlon, el doble respectivo de cada uno. Grant, creyendo que asistía a un espectáculo
en el que su amigo era imagen-simulacro, termina viéndose capturado por la
representación, lo que se explica con el hecho de que Grant haya intentado asesinar la
imagen de su amigo al salirse por segunda vez de la pantalla, pero que quien haya
resultado muerto –y con disparo en la sien, como un suicidio- haya sido él mismo, para
convertirse en una imagen de sí y continuar asistiendo al cine. El deseo de ambos por la
misma mujer, los emplaza a la confrontación, a la mirada, a observarse especularmente
en la sala de cine, siendo Enit ese vértice en la relación, operando como la pantalla
misma en la que se proyectan el deseo, culpa y dolor de cada uno, pues como expresa
Grant “entre él y yo se había levantado algo más consistente que una sombra. Su mujer
fue, mientras él vivió –y lo hubiera sido eternamente-, intangible para mí”, aún tras la
muerte de Wyoming, aquella tensión subsiste, y especularmente esa imposibilidad de
amor por Enit se duplica en ambos, pues ninguno pudo realizar de manera efectiva una
relación amorosa con ella.
Este fragmento deja entrever dos cosas, primero cómo el deseo sigue siendo un vínculo
indisoluble entre representación, cine y vida, pues Grant espera que su amigo quiera
salir de la pantalla movido por los celos –es decir, por el deseo hacia Enit- y segundo,
como la representación cinematográfica, es decir la imagen-simulacro, representan la
vida para Grant y la viuda, pues creen que sólo entrando en la pantalla podrán dejar de
ser fantasmas (apariencias de sí mismos) para volver a la vida, y finalmente volver
tangible su amor “Y es el mundo cálido del que estamos expulsados, el amor tangible y
vibrante de cada sentido humano, lo que nos espera entonces a Enit y a mí”, de modo
que sólo dentro de la imagen-simulacro del cine, el deseo por la amada podrá tomar
cuerpo, o al menos este es el deseo que el propio Grant pone en el cine.
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Para Quiroga “Si es posible captar lo real tridimensional en un superficie plana, se podrá liberar a esa
superficie de su inmovilidad primero (y esto lo demostró el cine) y de su cárcel de repetición temporal
luego y este es el presupuesto técnico-ficcional de los cuentos de Quiroga”.(Sarlo:28)
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“Cine Prado”: deseo, representación y realidad
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Guide to the cinema, en el que explica como el cine es un arte perverso que no sólo nos
mueve al deseo, donde no tenemos acceso al objeto de deseo, sino que también dicta ese
deseo y nos dice como desear. (Delos Ríos y Ayala)
En Pensar el cine, Badiou plantea que el cine es un arte de masa porque es arte
de la imagen, y la imagen puede fascinar a todo el mundo. El cine sería una suerte
fábrica de apariencias de lo real, una suerte de doble de lo real y, “en el fondo, tratamos
de comprender la fascinación del cine a partir de la fascinación por las imágenes. Se lo
puede expresar de otra manera: que el cine es la perfección del arte de la identificación.
No hay ningún otro que permita con tal fuerza la identificación, y el cine es un arte de
masas por esta razón, porque en el fondo tiene una capacidad infinita para la
identificación, es la primera explicación posible” (Badiou:31-32)
“En este punto ficción y “realidad” parecen fundirse; sin embargo, no se han
cumplido los anhelos, las ilusiones del protagonista, el supuesto acercamiento no
acorta las distancias. A pesar de esta “película eterna”, de “esta actuación continua”,
de haber vivido dentro de una película imaginada, filmada o “real”, la historia se
cierra con el fracaso y el desconsuelo del protagonista”(Amar Sáchez:97)
Star-sytem, el narrador critica a la actriz por ser un robot que no puede tomar
decisiones propias, y en las que su forma de ser depende de manera absoluta de
directores, guiones y de “galanes abominables” que ponen a la actriz a desempañar
–poco decorosamente, a su parecer- papeles que son ella misma.
La paradoja que plantea de este cuento, y que demuestra la efectividad del simulacro
del cine y su relación con el deseo, es que el admirador le escribe a la actriz, es decir a
la mujer real que él cree reconocer detrás de todos sus personajes, pero con quien nunca
se ha relacionado realmente, pues él sólo ha tenido acceso a su objeto de deseo a partir
de sus simulacros. Precisamente lo curioso es que independientemente de haberse
enamorado – y despechado- de las múltiples representaciones de la actriz, él decodifica
a la mujer detrás de esas representaciones en su rol de actriz, y le reclama a ella, y no a
sus personajes. Aunque es preciso señalar que esto parece ser parte de la evolución del
propio narrador al respecto, pues él mismo expresa “He ido desechando poco a poco el
deseo de quedarme a vivir con usted en la película”. Este gesto del narrador, nos hace
ver la conciencia aparente que existe por su parte sobre el ejercicio representativo que
ella lleva a cabo como actriz, por eso le escribe a la estrella de cine –que es el
continuum de cada personaje que él ha deseado-, sin embargo, simulacro y deseo se
funden de tal manera, que el narrador no disocia su deseo por la actriz, del que ha
sentido por sus personajes representados. Así, tampoco disocia el reproche despechado
hacia la actriz o sus interpretaciones, para él son lo mismo, y si no son lo mismo, al
menos son equivalentes.
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real y experiencia aquel deseo-despecho, en el ejercicio de representación de herir a la
mujer representada:
Así mismo, ambos cuentos muestran cómo se articulan deseo y cine, así como el
impacto del cine como medio de representación y que en tanto simulacro, permite
observar la vida y operaciones psíquicas humanas que fuera del simulacro
cinematográfico no somos capaces de ver o comprender. Es la distancia que surge en la
representación, la que permite identificarse o no, pero hacer la pregunta al menos, saber
si nos quedamos con la experiencia pura y la presentación de acontecimientos
irrepetibles, o con el gozo de ese exceso (y engaño) que también conlleva la
representación, en que podemos someternos a la repetición –en el caso del cine- de una
vivencia que resulta placentera porque se observa desde afuera, pero en la que bien
podemos reconocernos.
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Cabe destacar que Francoise Arnoul un actriz francesa de origen argelino, especialmente popular
durante los años 50 y 60, y que ha tenido una carrera cinematográfica prolífica hasta el 2000.
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Es curioso como en la producción artística-narrativa, se representa el impacto del
cine en las percepciones, deseo y autoimagen de las personas, en tanto el cine tiene la
capacidad –a través del simulacro- de confrontarnos con nuestros deseos y develar/nos
como otro arte no ha sido capaz aún, en la escala masiva que lo ha hecho el cine.
Tal vez por eso –aunque sin proponérselo- en ambos cuentos, deseo y simulacro
mantienen una relación indisoluble, el deseo es origen y también proyección del
simulacro, deseo de placer, experiencias, de vida y simulacro de esas vidas; ambos
construyen de ese modo en la representación narrativa del cine, el impacto de este en el
siglo XX; el cine como posibilidad de vida, como vida que se desdobla y mostrará
siempre la vida del espectador, y también aquella que no tiene, pero que existe en tanto
posibilidad.
Bibliografía
Amar Sánchez, Ana María. “Del cine al ciberespacio. Narrativa y medios masivos en la
tradición literaria latinoamericana”.
http://www.iai.spk-
berlin.de/fileadmin/dokumentenbibliothek/Iberoamericana/2008/Nr_29/29_Amar.pdf
Ayala, Matías y de los Rios, Valeria. “El cine según Zizek”. http://www.lafuga.cl/el-
cine-segun-slavoj-zizek/18 . Consultado el Miercoles 7 de Diciembre-2011
Badiou, Alan. Pensar el cine 1: imagen, ética y filosofía. Buenos Aires: Manantial,
2004.
De los Ríos, Valeria. “El cine y la invención de la vida moderna en las crónicas de Roberto
Arlt”. Proyect Muse. Today’s Resaerch. Tomorrow’s Inspirations. Pags. 460-480
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Enaudeau, Corinne. La paradoja de la representación. Buenos Aires: Paidós, 1999.
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