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Universidad Alberto Hurtado

Facultad de Filosofía y humanidades


Licenciatura en Historia
Filosofía Contemporánea
Profesor: Enoc Muñoz
Alumno: Gonzalo Parra Ligú

El hombre que intenta caminar decapitado: una sociedad sin rey.

Evidente cosa es a la humanidad, el desmembramiento y desbaratamiento que


tuvo la humanidad en su estructura y orden a finales del siglo XVIII. Pues a finales de
este siglo al que los franceses llamaron “el siglo de las luces”, también fue la época en
que evidentemente hubo un grande aumento de la riqueza de la burguesía en las
colonias inglesas americanas y en Francia. Ambos aspectos, intelectual y económico,
tuvo como desenlace en dicho siglo, el quiebre estructural del orden social y político en
ambas naciones, desligándose por medio de sangre y fuego de sus cabezas, es decir de
sus antiguas monarquías.

Claro es a la mayoría de nosotros los resultados que trajeron a la civilización


occidental, y luego al resto del mundo, la revolución francesa y la independencia de
Estados Unidos. Revoluciones que desencadenaron lo que comúnmente se le ha llamado
el “mundo contemporáneo”. Los cuales fueron movimientos rupturistas que provocaron
una avalancha que fue creciendo con cada vez más ímpetu, aplastando todo lo que fue la
humanidad por todos los siglos anteriores. El nacimiento de Estados Unidos enalteció
para la vista de todos, la conformación de una república democrática, y la revolución
francesa con la intención de instaurar una república de la misma naturaleza, alentó al
resto de la burguesía europea, en levantarse contra el viejo régimen, es decir sus reyes y
reinas.

Esta finalización de siglo tuvo la característica de ser la génesis de todo el


aspecto político y social de hoy en día, me basaré en la alegoría de Claude Lefort al
referirse a los totalitarismos del siglo XX, comparando a la sociedad humana semejante
al cuerpo humano, intentando el dictador ser la cabeza de ellos. Viendo de esta manera
la estructura de la sociedad en sí, podemos ver que ambas revoluciones fueron
insubordinaciones de las manos, de los pies, y de las mismas entrañas hacia la cabeza
que había sido por siglos. Lo cual es sumamente estremecedor verlo de aquel punto de
vista, ya que cuando una mano descontrolada no puede ser refrenada por el cerebro, los
médicos lo catalogan de enfermedad, asumiendo que aquella persona carece de sanidad.

Viéndolo así, vemos que ambos sucesos, especialmente el de los franceses, ¿no
es acaso un suceso traumático para este cuerpo el cual nunca había experimentado algo
semejante? Porque este cuerpo, es decir, esta sociedad occidental siempre había
caminado por cabeza regia de emperadores y reyes, y el desmembramiento de una
cabeza, es decir la decapitación de un hombre ¿no es sino la muerte misma de aquel? Ya
que cosa imposible es al cuerpo humano perder la cabeza. Debido a esto debemos
entender que aquella decapitación, nunca antes vista en la historia, provocó la muerte de
este mundo antiguo, el cual ya se hizo lejano a nosotros. Sin embargo, aquel suceso es
el causante de todo nuestro contexto, responsable de todo este desorden, de todo
barbarismo, de todo nuevo y pasajero régimen político que hemos visto pasar y venir en
los últimos dos siglos, y causante de tantos genocidios masivos que llenaron el siglo
XIX y XX.

Y esto es lo que propongo en este ensayo; que los destinos que escogieron para
si los ingleses y franceses, que fue el deshacerse de la autoridad monárquica, e instalarse
para sí mismos repúblicas que descansaran y velaran por los bienes de la burguesía, son
los responsables de todo el caos político, social, militar y económico, que hundió al
mundo. Por ende, entendemos de esta manera que el dejar la monarquía fue el causante
principal, de todo el caos que inundó su posteridad. Causante de las débiles repúblicas
que se instalaron en muchos países, gobiernos liderados por la democracia, los cuales
terminaron en regímenes totalitarios debido al descontento del pueblo, considerando la
ineficacia de ella.

Y más aún, que aquellos dictadores que lideraron estos regímenes, fueron
apoyados por masas innumerables del pueblo que se veía sumido en el desorden y en el
abuso provocado por la burguesía. Es decir, por aquellos gobiernos “egócratas”, que es
como les llama Lefort, los cuales nacieron por la necesidad de la restauración de una
cabeza, para un cuerpo totalmente enfermo y moribundo por la falta de ella. Pues como
dice Lefort acerca de los gobiernos egócratas, que intentan suplir la indeterminación
provocada por la experiencia democrática, los cuales no pudieron igualar a la
monarquía; “A partir de la democracia y contra ella se rehace, por tanto, un cuerpo. Pero
entiéndase bien: lo que se rehace es completamente distinto de lo que, en otro tiempo, se
había deshecho” (Lefort, 78).

Ante esto, debemos recordar cómo comenzó el mundo a abandonar


progresivamente el régimen monárquico, luego cómo comenzó a adoptar repúblicas que
dieron pie a la democracia, las cuales provocaron los regímenes autoritarios que
intentan suplir al rey, pero no pueden lograrlo. Y dicho proceso comienza que la
decapitación de la monarca hecha por los ingleses en el siglo XVII, que se le llama; “la
revolución inglesa” o “la gran rebelión”. Que fue un movimiento religioso y
económico, llevado a cabo por sectas protestantes calvinistas que se separaban de la
Iglesia Anglicana, junto los intereses de la burguesía que no eran tomadas en cuenta en
la cámara baja. Estos llevaron a cabo una guerra civil que terminó con la decapitación
del rey Carlos I de Inglaterra, en el año 1649. Luego de la despiadada dictadura de
Oliver Cromwell, el retorno del rey Carlos II, y en otras palabras tras medio siglo de
guerras intestinales, los ingleses vuelven a deshacerse de su último rey absolutista
Jacobo II. Convirtiéndose en el primer país en tener una república, bajo el nombre de
monarquía parlamentaria, dividiendo el poder legislativo (parlamento) del poder
ejecutivo (monarca limitado), a partir de 1689.

Reinhart Koselleck, en su libro Crítica y Crisis, Un estudio sobre la patogénesis


del mundo burgués, sostiene la tesis, de que la revolución inglesa fue lo que produjo la
revolución francesa. Explica como el filósofo John Locke, que fue el que ideó las bases
teóricas de la Constitución inglesa de 1689, cuyas ideas consistían en garantizar la
libertad individual y la propiedad privada, fue luego el cimiento ideológico para los
pensadores franceses de la ilustración. Y estos ilustrados fueron los dirigentes teóricos
de lo que llevaron a cabo los hechos tan conocidos, que comenzaron en París de 1789.
Koselleck, explica como son consecuencias directas de la revolución inglesa, la
independencia de las colonias norteamericanas, y como fue fuente de inspiración para
los franceses. Explica también como los cambios sociales, políticos y económicos de
finales del siglo XVIII son un desarrollo de la sociedad civil burguesa, la cual
derrocando a la cabeza de la sociedad occidental, intenta sustituirla, instaurando un
nuevo mundo y negando el viejo.

Este grupo burgués se fue enriqueciendo sobre la población a base de la naciente


industrialización, empobreciendo y desvalorizando progresivamente a los artesanos y
agricultores tradicionales, produciendo más que ellos por medio de las máquinas. De
esta manera arrastrando al campesinado a las ciudades, desvalorizando la antigua forma
de vivir, y haciéndoles dependientes del trabajo a salarial en las fábricas, comenzaron a
explotar no solo a varones sino también a mujeres y niños como “mano barata”.
Generando así, en toda Europa central y en la misma Francia, revueltas como la
revolución de 1848, en que la multitud enfurecida y violenta, no iba esta vez en contra
de la monarquía que había sido sacada del escenario en tan solo 50 años atrás, sino era
en contra de la burguesía explotadora que descansaba en un gobierno democrático.

Produciendo un siglo XIX, en que la Casa de Habsburgo, cede a un gobierno


parlamentarista, frente a las protestas tanto de proletariados y burgueses en toda Austria,
Hungría, Bohemia, Moravia, Rumania, Alemania, Italia y Yugoslavia, temiendo la
suerte en que cayó la casa borbón en Francia. Vemos como España pierde su imperio en
las américas, colonias que siguen el ejemplo republicano norteamericano, testificando
contra ellos el mismo líder independista Simón Bolivar al final de sus días, que dijo la
frase tan conocida que escribió a su amigo el General Juan José Flores: “La América es
ingobernable para nosotros”. Vemos también como la misma España desprecia a sus
reyes bajo una república, siguiendo este camino toda Europa (excepto los Zares en
Rusia). Y por último alemanes e italianos, deshaciendo los principados pequeños en sus
territorios y usurpando por las armas el poder de los príncipes, crean la república de
Italia y de Alemania, para los fines industriales de la burguesía local.

De esta manera tenemos al mundo del siglo XX dirigido la democracia, movido


por los intereses y astucia de muchos que intentar llegar a la cima política, la cual quedó
vacía por la monarquía propiamente tal. Este contexto social y cultural que generó la
democracia lo menciona Lefort:

“El poder aparece como un lugar vacío y, quienes lo ejercen, como simples mortales que solo lo ocupan
temporalmente o no podrían instalarse en él más que por la fuerza o la astucia; no hay ley que pueda quedar fijada, cuyos
enunciados no sean discutibles y cuyos fundamentos no sean susceptibles de cuestionamiento; por último, no hay
representación de un centro y de contornos de la sociedad: en lo sucesivo, la unidad no puede borrar la división social. La
democracia inaugura la experiencia de una sociedad inapresable, indomeñable, en la que el pueblo será llamado
soberano, ciertamente, pero cuya identidad no cesará de plantear interrogantes o bien permanecerá latente…”

(Lefort, 70)

Lo que dice Lefort, es que en los gobiernos republicanos y democráticos, ocurre


que la sociedad pierde su identidad, donde el que supuestamente debería representarlos,
solo estará ahí por deseos egoístas, hablando por un solo grupo de la sociedad que está
totalmente dividida en distintos intereses. En este caso uno de los mejores ejemplos de
esta democracia tanto en el poder ejecutivo como en el legislativo, es el caso que
menciona Eric Hobsbawm, en su libro Industria e Imperio, en el capítulo 3. Donde
muestra el caso de Sir Robert Peel, el cual sin recibir buena educación y sin venir de
familia noble, solo por hacerse rico por medio de la industria textil, fue aceptado
democráticamente por la cámara baja, representando a “los industriales” en el
parlamente inglés desde 1790, mas no representado los otros grupos sociales. Práctica
que fueron adquiriendo todo los sistemas republicanos que iban naciendo en todo el
orbe en el 1800, y ya consolidados a principios del 1900.

Luego de la devastadora primera guerra mundial, el descontento social de los


trabajadores fue más en aumento, y como dice Leforte bajo una carencia de identidad
nacional. Ya que esta identidad el pueblo, donde la mayoría se había hecho parte del
proletariado, la había perdido al verse esfumado la imagen de pueblo, es decir el sentido
pertenencia a un grupo, donde hay un líder que logra identificarlos y darles sentido de
pertenencia paternalista. Cosa que era imposible que les diera la burguesía imperante,
que gobernaba para sus propios intereses, y que llevó a la guerra a los países según un
interés económico más que un interés nacional.

Todo Esto, es decir toda la cadena de sucesos que vinieron tras la revolución
inglesa, la revolución francesa y la independencia de los Estados Unidos, los cuales
fueron los pioneros en abandonar el régimen monárquico antiguo. Todo esto provocó
que llegaran al poder hombres que era líderes de partidos políticos que intentaban suplir
en sus personas, en muchos aspectos el vacío, el desorden y tiranía, que había
provocado el ya no estar la monarquía sobre la burguesía para controlarla. Como es el
caso de Alemania, donde un líder intenta suplir la necesidad de proveer identidad
nacional, étnica y social, con el objetivo de unir al pueblo alemán bajo el partido
Nacional Socialista Obrero, anti capitalista y antidemocrático. Cuya ideología no fue
cimentada solamente en necesidades materiales como trabajo y comida, sino también en
necesidades ontológicas del ser humano, las cuales intentó suplir para sus objetivos
egoístas. Sin embargo, no logra suplir lo que fue el antiguo régimen, como dice Lefort:

“La imagen del cuerpo que informaba a la sociedad monárquica se había moldeado sobre la de Cristo. En ella
se había investido el pensamiento de la división de lo visible y lo invisible, el pensamiento del desdoblamiento de lo
mortal y lo inmortal, el pensamiento de la mediación, el pensamiento de un engendramiento que a la vez borraba y
restablecía la diferencia entre lo engendrado y lo engendrante, el pensamiento de la unidad del cuerpo y de la distinción
de la cabeza y los miembros. El príncipe condensaba en su persona el principio del poder, el principio de la ley, el
principio del saber, pero se presuponía que estaba obedeciendo a un poder superior; a la vez él se decía desligado de las
leyes y sometido a la ley, padre e hijo de la justicia: él poseía la Sabiduría, pero estaba sometido a la razón. Según la
fórmula medieval, estaba major et minor se ipso, por encima y por debajo de sí mismo.
(Lefort, 78)

Y luego de todo lo dicho, podemos ver luego de este estracto de Claude Leforte
la gran diferencia entre la monarquía y lo que llama Lefort al gobierno egócrata, el cual
intenta suplir el desorden y abuso de la democracia.

La monarquía fue forjada en la cristiandad medieval, es un rey que estaba


obligado a imponer una ley divina, la cual él mismo está sujeto a cumplir. Él mismo
estaba investido de autoridad divina, con el deber de amar a su pueblo, de serle ejemplo,
y de guiar al pueblo y al mismo clero hacia la justicia que los llevaba a la vida después
de la muerte. Primeramente el rey suplía necesidades metafísicas, luego necesidades
ontológicas, de identidad nacional y colectiva, siendo el referente principal en guerras o
en cualquier tipo de conflictos. Siendo el mismo la ley y a la vez sujeto a la ley, la cual
era de naturaleza ancestral, estando obligado a honrar y seguir la línea de sus
ascendientes, teniendo el pueblo a un hombre de carne y hueso, responsable para bien y
para mal de su situación temporal en la tierra.

Él era la cabeza de un gran cuerpo, donde cada miembro cumplía una función,
cada estamento era necesario, y cada cual lograba la identificación con el rey, el cual era
el representante de campesinos, militares, artesanos, clérigos, ante Dios. Por ende los
totalitarismos no logran llenar este vacío que produjeron las revoluciones republicanas
que comenzaron los burgueses a finales del siglo XVIII. Ya que el gobierno Egócrata
del siglo XX, por ejemplo el de Adolfo Hitler, estaba sobre él mismo, no tenía a quien
emular, es el gobierno de su personalidad, radica solamente en él, intenta sustituir una
cabeza la que no se puede sustituir. El egócrata, carece de fundamento metafísico, por
lo cual no logra suplir las necesidades ontológicas del pueblo, y no logra identificarse
con toda la población de su nación, pues quien lo levanta es el partido político. De esta
manera cualquiera que no es parte de él, es considerado como bacteria del cuerpo, y que
la cabeza debe mandarla a eliminar, que es la causa de los innumerables genocidios en
Alemania y en la Unión Soviética, el otro ejemplo de un gobierno egócrata.

También quien explica cómo se llevaron a cabo ambos totalitarismos,


demostrando su debilidad que los llevó más tarde o más temprano a la ruina, fue Hanna
Arent en su libro Los Orígenes del Totalitarismo. Donde explica que carecían por falta
de conformación, debido a que tenían dos gobiernos en uno, uno que era real, el del
partido Nazi en Alemania o comunista en Rusia, y otro falso que era utilizado como
cara visible. A este segundo gobierno le llama Arent “Ostensible”, ya que era aparente
para el exterior, y por dentro eran los mismos organismos estatales que tenía el país
antes del totalitarismo. Provocando una confusión de la población acerca de quien
identificaba al pueblo en su gobierno.

De esta manera podemos decir, que la causa del levantamiento de los


movimientos obreros que levantaron totalitarismos que hicieron correr ríos de sangre en
todo el mundo, provocando largas guerras, tanto las mundiales como las civiles de la
guerra fría, fueron consecuencia del nuevo mundo creado por la burguesía en el siglo
XVIII. La cual fue nueva estructura social, política, cultural, económica y militar, que
destruyó por completo la antigua vida del hombre occidental, que primero le arrancó su
cabeza, desproveyéndole de identidad metafísica, ontológica y verdaderamente
nacional. Trayendo de vuelta un sistema de gobierno que había sido rechazado por la
experiencia por los griegos y luego por los romanos, el cual es la democracia. Gobierno
que según Platón, Aristóteles, San Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, es tratado
como el peor de todos los gobiernos con el que se puede guiar a la humanidad, los
cuales siempre hablaron del ideal gobierno de un rey filósofo. Hombres que son los
pilares de la filosofía misma, los cuales rechazaron la democracia y enaltecían la
monarquía, y así por medio de sus escritos rigieron a la humanidad por más de 18
siglos. Sin embargo, en ese último siglo fueron ellos lo que fueron rechazados,
despojando sus consejos, hombres como John Lock, Voltaire, Montesquieu,
Robespierre, que creyeron ser más sabios que los antiguos, y así condenaron a las
siguientes generaciones al caos y desorden constante.

Bibliografía:

- Hanna Arent, Los orígenes del Totalitarismo. 1998. Grupo Santillana de


Ediciones. Madrid.
- Claude Lefort, La imagen del cuerpo y el Totalitarismo.
- Reinhart koselleck, Crítica y crisis, un estudio sobre la patogénesis del mundo
burgués. 2007. Editorial Trotta. Madrid.
- Eric Hobsbawm, Industria e Imperio. 1982. Editorial Ariel, S. A. Barcelona.

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