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Andrés Romero Vazquez Ética 2

Gustavo Ortiz Millán

Los Derechos en el texto de Feinberg

En el texto de Joel Feinberg “La naturaleza y el valor de los derechos”, hace pensar al lector
en un mundo donde no existen los derechos, poco a poco le va dotando a ese mundo
características que lo hacen distinto del nuestro, como la existencia de un derecho como un
“deber” con otra persona, siempre en medida de “lo correcto”. Pone como ejemplo una
persona que tiene que recompensar a otra siempre y cuando, esa recompensa sea merecida
y acordada. Como un profesor cuando califica a un estudiante, pero con límites bien
definidos donde no hay una obligación de gratificación al otro, cuando lo que hace
sobrepasa lo acordado, se da lo correspondiente a cada cual. Siguiendo esta concepción,
para que exista una relación moral entre dos personas, tiene que estar un tercer sujeto, que
haga los deberes de los dos individuos justificados y se cumplan, sea este tercer agente Dios,
o como postularía Hobbes, el soberano encargado de hacer cumplir los derechos de los
súbditos.

Feinberg, se concentra en las cualidades dejadas fuera de la ciudad de Nusquam.


Tratando de dar una definición de pretensión, derecho y reclamo. Los seres humanos tienen
derechos, los cuales son pretensiones válidas, es decir afirmaciones sobre algo justificado y
fundamentado por las leyes actuales que, por medio del reclamo, se reivindica y hace
público a los demás, cambiando al igual que las leyes y sociedades. Una persona con
derechos ya supuestos puede reclamar para que tales derechos, sean reconocidos por los
demás, siendo así que el respeto de los demás hacia la persona sea a sus mismos derechos,
y no al poseedor de ellos. Sin embargo, con los derechos morales, no está comúnmente
abalado por las leyes o normas jurídicas, sino que está a expensas de principios morales o
de otras conciencias. No habría una forma para reivindicar los derechos morales a todas las
personas del planeta, ese constante cambio se limitaría a un acuerdo entre dos agentes
donde es necesaria la presencia, como se dijo anteriormente, del tercer agente. La ciudad
imaginaria sin la actividad de reclamar, no habría una ética de una sociedad y menos una
dignidad humana común, donde las acciones de los habitantes son tan limitadas como la de
los súbditos del estado del Leviatán

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