La actitud filosófica tiene por nota característica el asombro y la pregunta. Es la experiencia de ser la que suscita en el hombre la admiración por el mundo que le circunda y en el cual ocupa un singular puesto, único e irrenunciable. Desde éste se descubrirá a sí mismo como un ser distinto de los demás seres, dotado de dimensiones únicas dentro de la naturaleza, y ahí su existir pronto se develará como un enigma. La filosofía tiene como tarea primordial tratar de iluminar el enigma humano, buscar la razón suficiente, el fundamento último que justifique la existencia y, ante todo, que de luz en los dramas que atraviesa el ser humano. Frente a los dramas de la existencia hay dos opciones: reconocerlos y enfrentarlos o simplemente ser indiferente tratar de vivir al margen de las grandes cuestiones. De la primera opción brotan dos posibles respuestas la de reconocer la posibilidad de hallar esa razón suficiente que justifique la existencia, eso que de sentido a la vida; o, la del pesimismo y sin sentido, donde la vida y la existencia no es más que una carga, un mal juego del azar. Ahora bien, estas posturas son frutos de un ejercicio reflexivo, de tomar con seriedad los anhelos y tratar de encontrarles una respuesta. Pero, los dramas de nuestro tiempo parecen resolverse más por la segunda opción: vivir al margen de la pregunta por el sentido. A los anhelos propio que suscita el existir, no se les trata de responder sino de callar. Como buenos modernos, vivimos en la exaltación del fenómeno. Aquí la vida se va a través del tener y el placer, exaltación del fenómeno que redunda en una reducción de la naturaleza humana: de lado la naturaleza racional, sólo tiene cabida la sensibilidad. ¿es esto suficiente? La historia de la filosofía ha sido siempre la historia de hombres en busca de sentido de sí mismos, de toda la realidad. La realidad es el punto de partida, de la realidad a la realidad, esta es la reflexión filosófica. La realidad del hombre es que somos más que pura sensibilidad, esta realidad en nuestros días se ve comprometida por teorías reduccionistas. El filósofo, fiel a su misión y vocación, por amor a la verdad de las cosas, reconocerá, hoy, la imperiosa necesidad de presentar una autentica teoría de los sentidos, una estética. La tarea filosófica consiste en mostrar que lo bello en la vida no se está sólo en lo útil sino en lo bueno, al igual que la realidad se arraiga en el Ser, el sentido de la vida lo hace en la búsqueda de lo bueno: la belleza de la vida está en vivir en la bondad. La misión filosófica consiste en ver la realidad, y a nosotros dentro de ella, con sinceridad, desde lo que es.