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Novela española 1975-1999.

1. Contexto histórico-cultural

Tras la muerte de Franco se abre un periodo de profunda transformación en la sociedad española que
desemboca en la democratización del país y en su incorporación a grandes organizaciones internacionales,
muy significativamente la OTAN y la CEE (actual Unión Europea).

El panorama literario se ve influido por los cambios sociales y políticos, y en particular por la libertad
política, la globalización y el consumismo, que contribuyen a configurar las características de este periodo.
Desde el punto de vista literario destaca la desaparición de las referencias artísticas comúnmente
aceptadas y de los grupos literarios mayoritarios. Prima la fusión y el eclecticismo.

2. Características principales

 Coexistencia de temas y estilos diversos.


 Apego a la tradición narrativa; aunque se incorporan algunas innovaciones formales, priman los
hilos argumentales definidos y los personajes bien dibujados.
 Mayor preocupación estilística que política o social.
 Amplia producción que dificulta la localización de corrientes literarias.

3. Corrientes de la novela actual

Como se acaba de mencionar, la producción novelística española desde la instauración de la


democracia ha sido enorme, lo que hace muy difícil detectar las corrientes literarias, a lo que se une la falta
de la debida perspectiva temporal. Hechas estas salvedades, en las líneas que siguen se intenta una
clasificación que sirva de acercamiento a la novela española contemporánea.

3.1. Histórica

El gusto de los lectores se inclina por este género, que es, junto con el policiaco y de intriga, el más
leído1. La novela histórica sitúa los acontecimientos en periodos históricos pasados, muestra voluntad de
exactitud en el tratamiento del contexto (hay datos precisos y ambientación realista) y suele tener un
desarrollo argumental extenso.

Quizá debido a la pujanza del género en el gusto de los lectores, muchos autores relevantes se han
acercado a él, incluso cuando su trayectoria literaria estuviera alejada. Es el caso de José Luis Sampedro
(Real sitio, 1993), Eduardo Mendoza (La ciudad de los prodigios, 1986) o Manuel Vázquez Montalbán
(Galíndez, 1990). En el caso de Almudena Grandes, la novela histórica se ha convertido en el hilo conductor
de sus últimas producciones, como El lector de Julio Verne (2012), a pesar de que sus inicios estuvieran
alejados de ella.

Otros autores sí muestran una mayor identificación de su trayectoria con la novela histórica, como Javier
Cercas (Soldados de Salamina, 2001), que llega a ella a través del periodismo, o Arturo Pérez Reverte (El
capitán Alatriste, 1996). Ildefonso Falcones (La catedral del mar, 2006) o Matilde Asensi (Todo bajo el cielo,
2006) han desarrollado toda su obra dentro de este género, con muy notable éxito de ventas.

3.2. Policiaca y de intriga

Como en el caso de la novela histórica, son muchos los autores que se han acercado a este género,
que se caracteriza por centrarse en la resolución de un crimen o misterio. En la narración se busca la
sorpresa y el suspense mediante giros argumentales y la parcialidad de la visión del protagonista narrador,
que va descubriendo datos de la historia poco a poco (predomina la narración en primera persona). La
acción suele situarse en un contexto urbano.

Muy destacada resulta la aportación de Manuel Vázquez Montalbán, cuyo detective Carvalho
protagoniza una larga serie de novelas, entre las que figura La rosa de Alejandría (1984), que ha tenido una
influencia fundamental en autores posteriores. A través de los ojos de Carvalho, un peculiar detective
aficionado a la gastronomía, se hace un retrato grotesco e irónico de la sociedad.
Desde una perspectiva paródica enfrenta Eduardo Mendoza el género, que cultiva en varias de sus
novelas, entre ellas El misterio de la cripta embrujada(1979), en las que el peculiar protagonista, salido de
un psiquiátrico, realiza una ácida y divertida sátira de la sociedad al hilo de la investigación.

Otros autores de primera fila han hecho incursiones en el género, como Antonio Muñoz Molina
(Plenilunio, 1997) o Juan José Millás (Papel mojado, 1983), mientras que hay novelistas que han cultivado
la novela policiaca durante toda su trayectoria, como Lorenzo Silva (El blog del inquisidor, 2008) o Juan
Madrid (Días contados, 1993), entre otros.

3.3. Del realismo cotidiano

La mayor parte de las novelas españolas contemporáneas se sitúan en esta corriente, constituida por
obras caracterizadas por estar situadas en la España contemporánea, preferentemente en entorno urbano,
por la prevalencia de protagonistas desvalidos e inseguros, y por la contención estilística: existe interés
consciente y expreso por mantenerse dentro de la narrativa tradicional. La incorporación de recursos
experimentales es moderada, de manera que no se pierde ni el hilo narrativo ni el dibujo de los personajes.

Los autores más importantes del periodo han escrito narraciones que podemos calificar como realistas.
Es el caso de José Luis Sampedro (La sonrisa etrusca, 1985), Luis Landero (Juegos de la edad tardía,
1989), Luis Mateo Díez (La fuente de la edad, 1986), Fernando Aramburu (Fuegos con limón, 1996), Antonio
Muñoz Molina (El jinete polaco, 1991), Almudena Grandes (Malena es un nombre de tango, 1994), Álvaro
Pombo (El temblor del héroe, 2012) o Manuel Vicent (Tranvía a la Malvarrosa, 1997).

3.4. Del realismo fantástico

En este apartado debe destacarse la obra de Juan José Millás, heredero del realismo mágico
latinoamericano y del surrealismo europeo que mezcla en sus obras, aparentemente situadas en el realismo
cotidiano, elementos fantásticos. Un ejemplo de esta tendencia es Lo que sé de los hombrecillos (2010).
También podríamos situar en esta tendencia la peculiar novela de José María Merino Los trenes del verano
- No soy un libro (1995), en la que el propio objeto que tenemos en las manos, el libro, nos pide ayuda
dentro de la lógica de la ficción novelesca.

3.5. Fantástica

Esta tendencia, muy asentada en el gusto de los lectores, no encuentra correspondencia en el número
de obras publicadas por autores españoles, aunque hay ejemplos destacados. La corriente se caracteriza
por situar la acción en un espacio imaginario y por la introducción de elementos fantásticos. Los autores
que cultivan este género suelen estar vinculados con la literatura juvenil, como Carlos Ruiz Zafón (La
sombra del viento, 2001) o Laura Gallego (Memorias de Idhún, 2004), aunque no siempre es el caso. Rosa
Montero (La historia del rey transparente, 2005), tiene formación periodística, y Ana María Matute, que dio
un impulso importante al género con Olvidado rey Gudú (1996), es de la generación anterior y había escrito
antes muchas obras realistas.

3.6. Con menor peso narrativo

Si bien las corrientes reseñadas hasta el momento, que apuestan por una estructura tradicional y por el
predominio de lo narrativo, engloban al grueso de las novelas españolas publicadas en democracia, hay
obras y autores importantes que no se inscriben en ellas. En este apartado trataremos autores y obras que
tienen como elemento principal el ensayo, la descripción, el enfoque humorístico o la reflexión, y que, por
tanto, hacen perder peso a la trama narrativa, que queda diluida.

3.6.1. Intimista o poética

Las obras de esta tendencia se demoran en la descripción, la reflexión y el pensamiento. El principal


representante de esta tendencia es Julio Llamazares, cuya novela La lluvia amarilla (1988) recuerda por su
estructura fragmentaria y su mezcla del mundo de los vivos y los muertos a Pedro Páramo (1955) del
mejicano Juan Rulfo.

La obra de Belén Gopegui (La escala de los mapas, 1993) también podría situarse dentro de esta
corriente.

3.6.2. Satírica
En estas novelas el centro de interés se sitúa en la crítica exacerbada e ingeniosa de la sociedad. Se
buscan las situaciones hilarantes, la crítica mordaz y el chiste conceptuoso. Ejemplos de esta tendencia
son Sin noticias de Gurb (1991) de Eduardo Mendoza, obra en forma de diario en la que prima lo
humorístico, y El novio del mundo (1998) de Felipe Benítez Reyes, que tiene el lenguaje brutal y la crítica
ácida propios del autor.

3.6.3. Intelectual o ensayística

El hilo narrativo pasa en estas obras a un segundo plano en favor de la reflexión ensayística, que
constituye con frecuencia extensas digresiones. Mortal y rosa(1975) de Francisco Umbral podría situarse
en esta corriente. Umbral, afilado e ingenioso, se centra más en la reflexión y en la expresión ingeniosa que
en la trama narrativa, que es prácticamente irreconocible.

El autor más destacado de esta corriente es Javier Marías (Corazón tan blanco, 1992), cuyos textos,
narrativamente lentos, están llenos de profundas reflexiones digresivas. En la misma línea podría situarse
a Enrique Vila-Matas (El viaje vertical, 1999).

3.7. En la frontera con la no ficción

La realidad a veces irrumpe en el territorio de la ficción y nos hace dudar sobre la condición de algunas
obras. En este apartado se sitúan creaciones que siguen tan de cerca a la realidad que podrían calificarse
de reportajes o biografías.

3.7.1. Testimonial

Algunos de los autores más jóvenes, como José Ángel Mañas (Historias del Kronen, 1994) o Lucía
Etxebarría (Amor, curiosidad, prozac y dudas, 1997) conciben algunas de sus obras como testimonios de
un estilo de vida. Se caracterizan por reflejar problemas sociales vinculados con la juventud con crudeza y
cercanía.

3.7.2. Autobiográfica

Ardor guerrero (1995), de Antonio Muñoz Molina, es un buen ejemplo de narración autobiográfica, que
aprovecha los recursos de la novela para construir un relato estrictamente apegado a la realidad. También
en este apartado podríamos situar los 17 volúmenes de diarios de Andrés Trapiello, publicados con el título
general Salón de los pasos perdidos. Una novela en marcha (1999-2013).

4. Autores principales

4.1. Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003)

4.2. Eduardo Mendoza (1943→)

Su producción narrativa arranca con una novela importante desde el punto de vista de la historia de la
literatura: La verdad sobre el caso Sabolta (1975), que incorpora novedades estilísticas heredadas de los
experimentos de periodos anteriores1 (inclusión de textos periodísticos y jurídicos, narración fragmentaria,
etc.) pero subordinándolas a la claridad de la narración. Su obra se puede agrupar en tres grandes líneas:

4.2.1. Sátira detectivesca

Sus componentes principales son la matriz de intriga, la ácida crítica social y la intención humorística.
Reúne las cuatro obras protagonizadas por el verborreico detective anónimo escapado de un psiquiátrico
(desde El misterio de la cripta embrujada, de 1979, hasta El enredo de la bolsa y la vida, de 2011), y Sin
noticias de Gurb (1991), entre otras obras.

4.2.2. Novela histórica

Dentro de este género escribió la influyente novela La ciudad de los prodigios(1986) y Riña de gatos.
Madrid 1936 (2010). Son obras muy bien engarzadas desde el punto narrativo y bien documentadas, llenas
de datos precisos.
4.2.3. Novela contemporánea

En este grupo de novelas, entre las que se encuentran La isla inaudita (1989) o Una comedia
ligera (1996) encontramos narraciones tradicionales escritas con un estilo cuidadosamente depurado, y no
aparece el tono satírico tan característico de otras de sus obras.

4.3. Luis Landero (1948→)

4.4. Javier Marías (1951→)

4.5. Antonio Muñoz Molina (1956→)

5. Otros autores relevantes

5.1. Francisco Umbral (1932-2007)

5.2. Juan José Millás (1946→)

5.3. Rosa Montero (1951→)

5.4. Arturo Pérez Reverte (1951→)

Disfruta de un gran éxito comercial, quizá debido a su combinación de los dos géneros más
demandados en España: la novela histórica y la de intriga. En esta estela se pueden situar La tabla de
Flandes (1990) o El club Dumas (1993). Otro gran éxito ha sido la serie protagonizada por el capitán
Alatriste, ambientada en la España Barroca.

Es de destacar la verdad que desprende su novela breve Territorio comanche(1994), en la que vuelca
sus experiencias como reportero de guerra durante la guerra en Sarajevo.

5.5. Almudena Grandes (1960→)

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