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Aunque la inteligencia artificial se suele relacionar a menudo con la ciencia ficción, ya no

se encuentra relegada a las novelas y las películas. Esta tecnología nos rodea, desde los
lugares más cotidianos (conversión de voz en texto, etiquetado de fotografías,
detección del fraude) a los más punteros (medicina de alta precisión, predicción de
lesiones, coches autónomos). Se encuentra en métodos informáticos como el análisis
avanzado de datos, la visión por ordenador, el procesamiento de lenguaje natural y el
aprendizaje automático o machine learning.
Y es que, como explicaba recientemente Diane Bryant, vicepresidenta ejecutiva y directora
general del Data Center Group de Intel, la inteligencia artificial está transformando la
forma de trabajar de las empresas, así como nuestra manera de interactuar con el
mundo.
Sin embargo, y aunque aún veamos la inteligencia artificial en pañales (y sus riesgos
todavía no están claros, como ha admitido el propio Bill Gates), lo cierto es que los
orígenes de esta tecnología se remontan a la época griega, cuando Aristóteles describió un
conjunto de reglas que describen una parte del funcionamiento de la mente para obtener
conclusiones racionales, y Ctesibio de Alejandría (250 a. C.) construyó la primera
máquina autocontrolada, un regulador del flujo de agua (racional pero sin
razonamiento).
A pesar de estos primeros referentes históricos, es a Alan Turing a quien se considera
padre de la inteligencia artificial (dando, de hecho, nombre al test que determina la
calidad de las IA). En 1936, este visionario diseñó una máquina capaz de implementar
cualquier cálculo que hubiera sido formalmente definido, pilar esencial para que un
dispositivo pueda adaptarse a distintos escenarios y “razonamientos”.

1956: el comienzo de la era dorada de la


inteligencia artificial
Fue ya en 1956 cuando John McCarthy, Marvin Minsky y Claude Shannon
acuñaron este término durante la conferencia de Darthmounth para referirse a “la
ciencia e ingenio de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas de
cálculo inteligentes”. Eso sí, estos tres científicos erraron por completo a la hora de prever
cuando llegarían las primeras inteligencias artificiales, ya que confiaban en que en 10 años
(para la década de los 70) estaríamos rodeados por IAs en nuestro mundo.

Tras este fiasco, las investigaciones sobre inteligencia artificial sufrieron un importante
revés que retrasó el progreso en esta área hasta los 90 y los 2000, cuando la mayoría de las
empresas tecnológicas decidieron realizar inversiones mayúsculas en este terreno con el fin
de mejorar la capacidad de procesamiento y análisis de la ingente cantidad de datos
que se generan en el creciente mundo digital.
De hecho, la consagración definitiva de la inteligencia artificial llegó en 1997, cuando
IBM demostró que un sistema informático era capaz de vencer al ajedrez a un
humano… y no un humano cualquiera, sino el campeón del mundo Gari Kaspárov. Se
llamaba Deep Blue y sirvió de base para que la industria tecnológica y la sociedad en
general cobrara conciencia de la relevancia y las posibilidades de las IA.
La llegada de Watson
Si hay un ejemplo de inteligencia artificial por defecto, ese es IBM Watson. Un sistema que
hizo su aparición estelar, al estilo de Deep Blue, ganando una competición de alto nivel,
aunque en este caso más compleja que la anterior. En 2011, Watson ganó el popular
concurso televisivo Jeopardy! frente a los dos máximos campeones de este programa,
en el que se realizan preguntas sobre cultura y conocimiento de todo tipo. Lo primero de
todo Watson tuvo que ser capaz de entender las preguntas y las respuestas que da, a lo
que ayudaron sus 200 millones de páginas de contenido almacenadas en su sistema.
También tuvo que realizar jugadas inteligentes a la hora de sopesar la elección de las
categorías y cuando tuvo que apostar una cantidad en la ronda final.
Desde entonces, el IBM Watson se ha convertido en el estandarte de los sistemas
cognitivos, procesamiento de lenguajes naturales y el razonamiento y el aprendizaje
automático. Esta tecnología se está utilizando actualmente para ayudar en los tratamientos
contra el cáncer, el comercio electrónico, la lucha contra el cibercrimen o la banca
internacional.

Google y Sony también están inmersos


en la IA
La inteligencia artificial no es coto cerrado de IBM ni mucho menos. El gigante de las
búsquedas Google está haciendo numerosos progresos en este terreno, ayudando además a
la comunidad de desarrolladores a sacar provecho de esta tecnología. En ese
sentido, Google ha ampliado recientemente su software de código abierto TensorFlow,
con el que cualquiera con acceso a sus servidores puede crear su propio equipo con
capacidad de autoprogramación y de aprender de forma autónoma. La compañía de Larry
Page y Sergey Brin también ha promovido que su motor de inteligencia artificial se haya
leído más de 2.865 novelas románticas con el fin de expresarse con mayor soltura y
naturalidad. Además, Google ha logrado seguir los pasos de IBM y conquistar un
juego tradicionalmente de humanos, en concreto, el Go. Se trata de un juego oriental tan
antiguo como complejo: se dice que su tablero, de 19×19 cuadrados, permite más
posiciones durante una partida que átomos hay en el universo.
Mark Zuckerberg también es un fiel creyente en las posibilidades de la inteligencia
artificial. Por ello, ha impulsado el FAIR (Facebook Artificial Intelligence Research),
que aborda problemas genéricos del desarrollo de las inteligencias artificiales, o como
‘Language Technology’ o ‘Facebook M’, centrados en problemas prácticos del día a día de
los usuarios. Asimismo, el propio Zuckerberg anunció a principios de este año que se había
propuesto desarrollar su propio asistente personal con IA inspirado en el Jarvis de las
películas de Iron Man.
La japonesa SONY tampoco es ajena a esta tendencia. La firma compró
recientemente Cogitai, una empresa californiana de nuevo cuño (apenas dos años de
vida) que aprovecha el ‘machine learning’ para que los dispositivos puedan aprender de
forma autónoma distintos comportamientos o respuestas ante estímulos y hábitos que van
detectando conforme interactúan con su entorno.
Los chatbots
Una de las posibilidades más inmediatas y prometedoras de la inteligencia artificial
son los chatbots, las herramientas que permiten la comunicación automatizada entre
humanos y marcas o empresas, a través de redes sociales o comunicaciones de voz, gracias
a una máquina que interpreta el lenguaje natural y es capaz de aprender, procesar e
improvisar respuestas de manera autónoma.

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