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trabajarían
a ciegas serían
ahora el
presidente, los
políticos y la
opinión
pública. A partir
de estos
documentos, cada
uno sabrá a qué
atenerse...
A. C.: Perdone,
pero legislar antes
de que el acuerdo
político
esté resuelto me
parece poner el
carro delante de
los
caballos...
J. O.: Si se tratase
de legislar, de
acuerdo. Pero
distinga
bien que el trabajo
es de reforma de
la Constitución,
sin
nada que
ver con el Plan
Político ni medida
inmediata de
acción
política,
cosa que, como
usted dice,
corresponde a los
que manejan
el
Poder, no los
libros. Fíjese que
cuando nos
citaron, la
comisión
iba
a llamarse "Para
el Estudio del
Plan Político" y
nosotros
pedimos y
conseguimos que
se le diera el título
correcto, que es el
que al
final prevaleció.
A. C.: De todas
maneras, con un
nombre o
con otro,
la sensación que
más se palpa es
que el Gobierno,
cercado
por
las dificultades,
necesita ganar
tiempo y, para
distraer a la
opinión
pública, convoca
a algunos sabios a
que le elaboren
preciosos
mamotretos
jurídicos.
J. O.: No es ése el
caso. Si el
Gobierno
necesita ganar
tiempo o no, no es
materia para
discutir
acá. Lo
que sí puedo
afirmarle es que el
trabajo de la
comisión no
es
algo improvisado,
una pirueta
ocasional: ya en
1967 el Estado
Mayor de
Ejército comenzó
con el mismo
esquema con el
que la
comisión
trabajó. Fíjese si
no será
improvisado... Y
tanta es la
ilación
que, reemplazado
Onganía, el propio
Levingston
anunció —en
un
discurso en
Neuquén, el 4 de
diciembre del año
pasado— un
document
o cuyos capítulos
y hasta plazos que
contenía son los
mismos
que ahora
contienen los
documentos de la
comisión. Por
cierto que no
es
un trabajo de
ocasión o
improvisado.
A. C.: Lo que
pasa es que
todo eso,
traducido,
significa
entregarle el
Poder al
peronismo.
J. O.:
¡Exactamente!
Nuestro principal
problema político
desde la
caída de
Perón ha sido
incorporar al
peronismo a la
vida política
legal,
democrática y sin
proscripciones. Si
eso no se
resuelve, no
habrá
estabilidad
política en la
Argentina. Si no
hay estabilidad,
no habrá
gobierno fuerte y
representativo. Y
sin gobierno
fuerte y
representat
ivo, jamás
saldremos de
nuestro
subdesarrollo
A. C.:
¿Qué
somos,
subdesarrollados
nuestro
subdesarrollo. (así
figura en
la
revista)
J. O.: Lo uno por
lo otro. El nuestro
es un país con
frenos
estructurales que
le impiden
avanzar.
"Cambio" es
eliminar
esos
frenos. Y eso no
se va a dar
espontáneamente,
porque sí. Debe
ser
inducido por algo
o por alguien. E
históricamente
ese
protagonis
ta ha sido siempre
el Estado. Un
Estado eficiente,
sólido,
con fuerza
y consenso es un
presupuesto
esencial para ese
cambio de
estructuras
bendito, del que
tanto se habla y
tan poco se
entiende...
A. C.: Sin
embargo, hay
algunas
objeciones que se
han
hecho
públicas a los
documentos de la
comisión,
señalando que,
precisame
nte, en lugar de
tender al cambio,
no hacen sino
consolidar
nuestros
viejos vicios
partidocráticos.
J. O.: Dígamelos
uno por
uno.
A. C.: Por
ejemplo, ¿por qué
se le pide la
participación, en
futuras
elecciones, de
candidatos
particulares,
extrapartidarios,
consagran
do el monopolio
legal de las
candidaturas para
los partidos
políticos?
J. O.: Lo que la
Argentina
necesita es un
poder
político
eficiente. Para
ello debe
producirse una
coordinación
entre
Poder
Ejecutivo y
Legislativo. Si un
señor
extrapartidario
quiere
ser
candidato, por
más notable que
sea, ¿me quiere
usted decir cómo
hace para
ser un punto de
contacto con
todos los poderes?
Si un
hombre
tiene aptitud
puede ser
secundado por un
partido, ingresar
en
él, o ser
apoyado. Es otra
cosa... Por
ejemplo, Lanusse
o el que
fuere
puede ser
candidato de la
UCRP o del
peronismo o de
alguna
otra
agrupación pero
no candidato
independiente.
A. C.: O sea que
los
candidatos
independientes,
los no adscriptos a
la maquinaria del
partido,
tienen que
transigir con ellos.
J. O.: En efecto.
Eso
pasa en
Estados Unidos.
Eisenhower, por
ejemplo, era
independiente y
se
canalizó por un
partido
tradicional. Por
otra parte, si ese
hipotético
candidato
independiente...
A. C.: Que aquí
también
puede ser
un militar, y no
muy hipotético.
J. O.: Cualquiera
que
sea, si ese
candidato se
siente fuerte y
representativo,
seguramente
no
necesitará del
aparato partidario
ajeno;
simplemente
organizará
el
propio, y, si lo
consigue, lo
inscribirá como
tal.
A. C.: Eso
es
discutible. El
peronismo, por
ejemplo, empieza
por no tener al
jefe en el
país...
J. O.: Ese es otro
asunto. Creo que
coincidirá
en
que el peronismo
está
formidablemente
organizado con la
CGT, que
es
su columna
vertebral.
A. C.: Eso es
cierto. Pero no lo
único
cierto. En
los años que el
peronismo
denominó de la
resistencia, la
clandestini
dad lo llevó a
formar cuadros de
choque que hoy
son la
vanguardi
a ideológica del
movimiento,
ciertamente en
disidencia con
La CGT
oficial. Y ellos se
definen como
peronistas.
J. O.: De
acuerdo.
Pero hay que ver
si lo son o sólo
utilizan el mito
para
acercarse a
las masas. Por
ahora, en el
movimiento
peronista, el
único que
decide es el
propio Perón, y
no conozco que el
ex
presidente
los haya
reconocido como
peronistas,
aunque tampoco
los
niega.
A. C.: Sea como
fuere, lo cierto es
que esas
vanguardias
de
choque le han
sido muy útiles a
Perón y al
movimiento, ya
sea
mantenien
do en vereda a los
sindicalistas que
se alzaron contra
el
jefe o
directamente
enfrentando a las
FF.AA., que ellos
ven como el
brazo
armado de la
reacción...
J. O.: ¿Y usted
cree que esos
grupos
tienen cabida, o la
pretenden, en el
Acuerdo Nacional
que
incluya al
peronismo?
A. C.: No, no lo
creo, ni creo que
ellos lo
pretendan.
Pero no es a ello
sino a Perón al
que le perjudicaría
su
prescinden
cia. Tal como
Lanusse propone
el acuerdo, éste
englobaría,
básicamen
te, tres fuerzas: el
no-peronismo, las
FF.AA. y el
peronismo
sindical y político,
dejando fuera el
peronismo
llamémosle
"violento".
.. Y eso equivale a
citar al enemigo
pero exigirle que
venga
desarmado sin
desarmarse uno.
Repudiando a
ERP, FAL y FAP
el
peronismo
quedaría sin su
sector armado
enfrentando al no-
peronismo
(básicame
nte radicales) y a
las FF.AA que
son el brazo
armado del
no-
peronismo... La
detención de
Julián Licastro y
su confinamiento
en
Magdalen
a tienen un
significado muy
claro advertir a
Perón que, sin
deponer
sus armas, no
habrá
negociación. Y
muchos peronistas
no
dejan de
pensar que si
previamente
deponen las
armas, no hará
falta
negociació
n alguna, porque
lo que
precisamente
negocia son las
armas.
Para ellos
equivaldría a una
rendición.
REVISTA
EXTRA
JULIO DE 1971
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