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Horizontes rituales

Rodngo Dim Cruz*

antropología el vocablo ritual sigue constituyendo


En .
un tkrmino controvertible. Quien revise su memoria
argumen.tal, esto es, los materiales, datos y fetiches, las
rupturas y continuidades que se han ido construyendo en
torno a 61, le hallará un lugar privilegiado en las diversas
reflexiones teóricas y en sus respectivos ámbitos de ope-
ración. Según se le haya concebido como instrumento de
acceso bien al pensamiento primitivo, bien a los pliegues
de io sagrado o a los nudos psicológicos de las emociones,
a los axiomas fundacionales de las sociedades, a los códi-
gos binarios innatos o a las huellas grabadas en los cuer-
pos y sus máscaras, la noción de ritual ha persistido en el
vocabulairio antropológico con insólita fortaleza por más
de un sig;lo.
Conoepto venerable en y privilegiado por la tradición
disciphmia, buena parte de su vitalidad ha descansado
paradójic,amente en la ambigüedad y en un par de rasgos: el
de la ubicuidad y el de la reformulación inagotable.
Estos son los sesgos que conforman la porosa memoria
argumen.tal que se ha creado en torno a ritual. En los
primeros estudios sobre ritual, los clásicos procuraron los
deslindes y rystringieron su uso al terreno de lo mágico
y/o religioso. E n esta concepción, prácticamente única
hasta la década de los sesenta, ritual fue un concepto
conflictivo sólo en la medida en que magia y religión lo
IZTAPALAPA 39 fueron. '4 partir de esta última década, de manera siste-
ENERoJUMo mática, c:ste término -y algunos otros con los que guarda
pp. 15-24

* Profescir-investigador dcl Departamento de Antrnpología de la


UAM-lztapalapa.
un aire de familia como ritualización, cas formalizadas, altamente rutinarias y
ritualismo y ceremonia- inició su fuga previsibles que satisfacen, o que al me-
del campo en el que se encontraba: el nos no violentan, las expectativas de los
mágico-religioso. No se evadió del to- actores involucrados. El antiritualismo
do, pues al mismo tiempo quc el riiuul del movimiento hippie de los sesenta y
constituyó un importante componente setenta, por ejemplo, se oponía preci-
de las teorías antropológicas de la ma- samente a esta concepción ordinaria
gia o de la religión -por ejemplo, para del término; no veía en los rituales más
Evan M. Zuesse (1987) toda teoría de que prácticas desgastadas, desprovistas
la religión es una teoría del ritual-, ad- de aliento vital, huecas y decadentcs de
quirió a través de sus diversas puestas una sociedad empeñada e n el consu-
en operación autonomía, a tal punto mismo y la guerra. Con el acrecenta-
que comenzó a gestar un cuerpo teóri- miento de su ámbito de operaciones,
co que le otorgara una identidad pro- ritual se ha convertido en una noción
pia, ya sin intermediarios: la teoría del contiuamentc reformulada y cuestiona-
ritual sin más, sin adjetivos. da, como acosada por un pavor a la
Ilustro, la explosiva dispersión de indefinición que su ubicuidad le ha co-
sus ámbitos de operación con algunos locado encima, y promotora de inter-
ejemplos: la realización d e losquehacc- pretaciones no sólo opuestas sino
res domésticos de una ama d e casa (la abiertamente desdeñadas entre sí. No
moderna Hestia), los experimentos tea- deja de sorprender, y apenas lo dejaré
trales de Antonin Artaud o Jerzsi Gro- enunciado, el sistemático silencio y dcs-
towski, tirar la basura en un suburbio dén que al respecto importantes pensa-
parisino, el consumismo d e las socieda- dores mantuvieron en sus obras.
des industrializadas, una competencia Pero arriba señalé que ntunl ha ocu-
deportiva. Y por supuesto, aquellas que pado un lugar privilegiado e n la antro-
la tradición ya ha consagrado como son pología. Los generosos manuales
los sacrificios, los funerales, las inicia- intrcductorios a cstadisciplinadiríanqui:
cioncs, las posesiones, los carnavales, ello se debe a la fascinación, extrañeza y
han sido consideradas como instancias poder que algunos rituales -sobre todu
de rituales. En su uso ordinario el con- de otras culturas y tiempos- han ejercido
cepto ritual se aplica, además, con cier- sobre el espíritu humano occidental. Sin
ta holgura: desde cepillarse los dientes embargo, me propongo ofreccr otra
todas las mañanas hasta acatar Las re- razón d e esta especic de encanta-
glas d e etiqueta e n una comida. En este miento, que han ejercido sobre noso-
último sentido ritual se refiere a prácti- tros los rituales.
~

Horizontes rituales 17

L a noción antropológicaderifual, es ción” o una “clave sintetizada”. Con-


decir, aludo a s u discursividad teórica, vergencia, intersección, integración y
no sólo organiza el conocimiento que la síntesis, pero ¿de, qué? Desarrollo mi
antropología ha elaborado acerca de argumentación aunque con ello mevea
otras culturas, también produce cierto obligado a hacer una primeras aclara-
tipo de conocimiento en direcciones ciones.
más o menos delimitadas. Se me podrá Respecto a las teorías del ritual me
replicar que esa es una capacidad pro- interesan los modelos de argumenta-
pia de los conceptos teóricos, sobre to- ción que les subyacen. Modelos de ar-
do si son potentes: organizar las gumentación en tanto que suponen
materiales; formar parte de diversas re- cadenas de razonamiento y patrones de
des conceptuales y, en consecuencia, inferencia que van armando su objeto o
instaurar relaciones con otros concep- tema de un modo más o menos convin-
tos y otras redes; entrañar ciertas estra- cente, más o menos explícito, y en algu-
tegias de investigación, entre las cuales nasocasiones tácitamente. Modelos de
se incluye su articulación con procesos argumentación en el sentido de que es-
descriptivos; implicar presupuestos tructuran el campo de su análisis, y al
epistémicos e incluso metafísicos; hacerlo buscan dotarle de una estabili-
orientar en fin la producción del cono- dad y fijeza que, con el paso del tiempo,
cimiento en algunas direcciones, pero revelarán su caracter provisional e his-
no en otras; suponer la presencia de tórico. A pesar de las diferencias en las
regias, valoraciones y normas de opera- sucesivas reformulaciones e interpreta-
ción, etcétera. ciones del término ritual, creo que exis-
Reformulo, entonces, la dificultad so- te un conjunto de oposiciones más o
bre la que quiero llamar la atención: ¿ cle menos recurrente, desde el cual se han
quémodo organiza el concepto deritual desplegado los diversos modelos argu-
el conocimiento que la antropología ha mentales, bien sea para agudizar, acre-
elaborado de otras culturas, y en que c e n t a r , s o c a v a r o eliminar esas
direcciones más o menos delimitadis oposiciones.
produce cierto tipo de conocimiento en Si no me equivoco, por lo menos
torno a esa alteridad? Para atender esta sobresalen dos modelos de argumenta-
interrogante propongo que a este coni- ción constitutivos de las teorías del’ri-
cepto se le ha investido de vanos rasgos tual: 1) la que establece una dicotomía
y cualidades: el tener una “capacidad de entre pensamiento y acción -y sus
convergencia”, el de su “naturaleza ín- transformaciones operativas: creencias
tegra”, el de ser un “punto de intersec- vs. comportamiento o performance, ra-
18 Rodrigo Díaz Cruz

zón vs.movimiento, espíritu vs. cuerpo, colectivas de la Sociedad, a s t o es, las


interno no descriptivo vs. externodes- categorías del pensamiento que posibi-
criptivo, representaciones colectivas vs. litan toda experiencia- y las repre-
efervescencia colectiva, etcétera-; y sentaciones colectivas d e cada
2) la dicotomía entre el decir y el sociedad, es decir, las normatividades
hacer, entre legomenon y dromenon, legítimas e históricas, se proyectan en
entre la comunicación verbal y la no las acciones, en los movimientos del
verbal. El punto al que deseo llegar es hombre ritual “emborrachado”, como
que el discurso antropológico ha dota- escribiera Durkheim por una eferves-
do al ritual de una capacidad inusitada: cencia colectiva que proclama la cohe-
el ritual congrega o reintegrasuscitan- sión e identidad grupal.
do una suertede unidad, pues ha disuel- Para Gluckman y en las primeras
to l a s d i c o t o m í a s señaladus- el obras de Turner, en los rituales, en sus
pensamiento y la acción, el decir y el símbolos dominantes, se proyectan los
hacer. Los rituales han sido concebidos axiomas constitutivos de la sociedad.
como acciones pensadas y pensamien- Para Malinowski la ansiedad psicológi-
tos actuados. ca y las emociones desesperanzadoras,
Para los antropólogos victorianos y que resultan de los insuficientes cono-
sus sucesores neointelectualistas, como cimientos yhabilidades científicas y téc-
Robin Horton y Ian C. Jarvie; es a nicas para enfrentar al mundo, se
través de los rituales que se puede re- vuelcan, por así decirlo, en las conduc-
Construir la cosmovisión o la teoría tas rituales. Ansiedades y emociones
pseudo o precientífica del mundo de las que son colmadas a través de los ritua-
sociedades primitivas o tradicionales. les, pues en ellos se representan la sa-
Las acciones rituales representan, en el tisfacción de los deseos. Leach, a su vez,
sentido de que actúan, un sistema de en un célebre ensayo, sostuvo que
creencias. E n el ritual como un todo s c “creamos el tiempo al crear intervalos
integran el pensamiento -y no cual- en la vida social”, intervalos que son a
quier pensamiento: aquel que ha erigi- su vez creados por cierta clase de ritua-
do una t e o r í a del mundo- y los les. Finalmente, y desde otro regirtru
comportamientos. Lo mismo se puede discursivo, Geertz asume que en los
afirmar, aunque con contenidos distin- rituales convergen, se integran o sinte-
tos, el programa d e investigación inicia- tizan el ethos y la cosmovisión de las
do por D u r k h e i m , q u e en j u s t o Culturas ?
reconocimiento arranca con Williams ¿A qué me refería, con mayor preci-
Robertson-Smith: las representaciones sión, cuando escribí arriba que los ritua-
les, al estar investidos de esta capacidad unidad cultural o sistémica. Aunque no
de convergencia, suscitan “una suerte está de más subrayar, que puede haber
de unidad” ? E n la memoria argumenta1 defensas de esta idea de unidad sin re-
propia a este término -y en las prácticas currir al paradigma Aleph. Mientras
vinculadas a él-, ritual ha sido de funda- tanto ensayo, mejor: imagino aquí, una
mental importancia en la historia de la crítica.
antropología, donde no descartó evi- Un telegrama infausto es colocado
dentemente a la mexicana, para gestar, en un buzón de la ciudad de L o s Ánge-
sostener y defender la idea de que las les. L a noticia que él transmite se origi-
culturas y los sistemas sociales confor- nó en una pequeña comunidad de la
man unidades integradas, coherentes y región mazateca en el estado de Oaxa-
bien delimitadas en sí mismas. Infiero, ca. Mesero en un restaurant francés de
de aquí, otro sentido en que es posible L o s Ángeles, buenas propinas y un tra-
interpretar lo que he llamado la capaci- to del que no se queja, Don Felipe pre-
dad de convergencia de los rituales: al vé el contenido del telegrama. Ahre el
quedar fusionados en ellos el, pensa- sobre sólo para constatar lo sospecha-
miento y la acción, y ya se vio que no do, lo temido desde hace varios meses,
cualquier pensamiento ni cualquier ac- cuando supo que una enfermedad igno-
ción; y por virtud -0 vicio- del discurso ta le enrojeció toda su piel. “La embru-
teórico que así lo engendró, el analista jaron”, decían todos, pero nadie-por lo
no verá en él sino un dispositivo, un que se ve- pudo hacer algo por ella: su
precioso atajo, una ventana o un mira- madre ha muerto. Le piden, le exigen,
dor privilegiado para reconstruir esa su presencia para la “levantada de la
unidad cultural o sistémica, expresión cruz”: parte final del ritual funerario
de las prácticas de identidad colectiva, entre los mazatecos. No recuerda el
que acaso no se hallen con tanta facili- mesero en cuántas “levantadas de cruz”
dad en otras partes de la vida cultural había participado antes de migrar hace
(véase Bell, 1992,parte I). Por añadidu- más de 15 años. Experto en los proce-
ra, los rituales contribuyen a reprodu- dimientos de la “levantada”, quién me-
cir, igual a símisma, esa unidad. De este jor que él, primogénito sin tierras que
modo, los rituales se erigen en unAleph mes tras mes envía dólares para la fies-
antropológico: punto de la cultura que tas y para la sobrevivencia de la familia,
contiene todos los puntos culturales. para cumplir con esta obligación, con
Una crítica posible a esta perspectiva este compromiso filial. Dobló el telegra-
del ritual, al paradigmaAleph del ritual, ma y en s u maletín viajó con la muerte.
implica una condena a la misma idea de

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20 Rodrigo Diuz Cruz

Semana Santa en Ozumba, Estado de México. Pote,Ricardo María Garibay.

Llegó al pueblo acompañado de su topografía ritual de los ancestm quc a


hijo de 19 aíios, crecido en la ciudad. vece~le provocaban alguna sonrisa de
pero alimentado por las narrativas ma- conscntimiento y en otras un gesto tc-
zatecas. Educado no sólo bajo la som- rrible de sorna y una palabra dolorosa,
bra de los edificios, las pandillas y los para sus padres, por incrédula: “super-
subways angelinos, también a la sombra ticiones”.
de los cerros mazatecos saturados de El reciente huérfano dirigió la “le-
relatos y de imágenes imborrables, de la vantada de la cruz”, escuchó a los re-

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Horizontes rituales 21

zanderos y a los músicos pero todo le momento sentí la presencia de la muer-


pareció extraño. E s cierto que los ritua- te, una sensación que no había tenido
les no son una mera confirmación del ni en Los Ángeles ante esos hombres y
“orden de las cosas”, antes bien, vuel- mujeres anónimos tapados con una sá-
ven extraños los objetos familiares, re- bana blanca y roja en las calles”. Le
nuevan la percepción al violentar los agradeció el viaje pero aseguró que no
hábitos, ai desarraigar de las conductas volvería más.
sus elementos mecánicos y cristaliza- ¿Qué lecciones puedo obtener de
dos. E n realidad la ceremonia le pare- este caso ritual singular? Primero, la
c i ó ajena. El ritual l o conmovió, presencia evidente de unapluralidad de
finalmente su madre había muerto, y se perspectivas, o de horizontes desde los
reencontraba con sus hermanos, pero cuales se interpretan y experimentan
percibió que las cosas estaban fuera de los rituales: al menos la del padre huér-
lugar. Mejor: fuera de su lugar ritual. Se fano, la del hijo yla delos habitantes de
resignaba diciéndose a símismo que las la comunidad mazateca (y una imagina-
cosas habían cambiado en los Últimos ción menos apresurada descubrirá, des-
quince años: “ya no se hacen como an- de luego, perspectivas distintas entre
tes”. Pero también se asombraba de estos últimos: los expertos, sus ayudan-
que los demás insistieran en que así se tes, los migrantes que han vuelto, las
han hecho siempre. Su escéptico hijo, mujeres, los niños, etcétera). Con otras
por s u parte, y quien no dudó en parti- palabras, no somos testigos de la forma
cipar directamente en la ceremonia, no del pensamiento mazateco, del orden
entendió nada: no hablaba el mazateco; de s u sociedad, de su cosmovisión o de
nunca antes había asistido a un funeral sus axiomas constitutivos, sino apenas
así; la presencia misma de la música, de horizontes rituales. Utilizo el térmi-
que a sus oídos era festiva, le pareció no horizonte en el sentido propuesto
poco respetuosa; esa forma de vida era por Gadamer4 para comprender al
ininteligible y profundamente aburrida otro: como aquel lugar que limita la
para él, un muchacho de ciudad, y lo posibilidad de visión. E l horizonte con-
único que l e interesaba fue lo que no figura una situación en la que nos mo-
pudo hacer: consumir un poco de esos vemos y que se mueve con nosotros, por
hongos cuya presencia le hacían vivien- lo que el horizonte del pasado siempre
tes y atractivos los relatos mazateccis. está en movimiento; los horizontes son
De vuelta a L o s Ángeles, sin embargo, limitados, finitos, cambiantes y fluidos.
le confesó a su padre que la ceremonia Cuando buscamos comprender otros
le había “tocado” en algo: “en algún horizontes, distintos a los nuestros,
LL Rodrip Díaz Cruz

continúa Gadamer, buscamos realizar pretación del ritual, pero no, sin duda,
una Yusión de horizontes”, fusión en la una correcta experiencia de él. Cuatro:
que nuestro horizonte se amplía y se de lo anterior, la tradición, es decir lo
enriquece. Pero aclaro, la fusión de ho- que se entienda por ella, que presumi-
rizontes. siempre efímera, es respecto a hlemente el ritual transmite, reprodu-
alguna comprensión, entendimiento. ciéndola igual a símisma, de generación
interpretación o traduccíon d e los hori- en generación, está sujeta a procesos,
zontes d e otra cultura o d e mi propia lentos o relampagueantes, superficiales
cultura o culturas, pero ‘‘no necesaria- o profundos, d e reinvención (véase
mente se postula que asumimos como Gerholm, 1988 y Hosbawm y Ranger,
nuestro su mundo de creencias, sus afir- 1984).
maciones d e verdad o falsedad sobre la Se me puede objetar: un ejemplo ad
realidad, que nos adherimos a su mun- hoc para llegar a unas conclusiones que,
do valorativo, menos aún que podamos aun así, no son del todo contundentes.
experimentar sus mismas vivencias {.Qué decir, por ejemplo, de la celebra-
emocionales, afectivas y sentimentales, ción de rituales sin migrantes y sin hijos
o quc sus ilusiones y utopías sean las desleales? Correcto, pero subrayo: he
nuestras” (Varela, 1994). Es decir, la incluido materiales a tomarse en cuenta
liisión de horizontes no implica, en to- cn la memoria argumenta1 de la noción
dos los casos, consentimiento o acepta- de ritual. Datos que resultan de otras
ción de los rasgos particulares d e la lecturas argumentadas y de la crítica de
cultura o culturas comprendidas, tradu-. las lecturas que e n este trabajo he cx-
cidas, interpretadas. En este punto, el puesto velozmente. Son hipótesis que
paradigma Aleph dei ritual desconoce vale la pena plantearse y aplicar en
siquiera la presencia de horizontes. aquellos casos donde, supone el para-
Expongo la segunda lección de mi digma Aleph del ritual, no hay plurali-
ejemplo relacionada con la anterior: n o dad de perspectivas, ni heterogeneidad
todos los participantes se mueven den- en las interpretaciones, ni oposición a
tro d e un todo cultural incuestionado, las costumbres, ni transformación de la
ni cstán anclados e n un sistema dc sig- tradición, pero tampoco migrantes
nikaciones equivalente. Tres: el ritual huérfanos ni hijos escépticos.
ha configurado diferentes experiencias
en los participantes, y de ahí distintas
formas de relatar en qué consiste csc
ritual, cómo ha sido vivido, y qué signi-
fica. Tal vez exista una correcta inter-
Horizontes riiuaies 23

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