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Los cuatro temperamentos de los niños

Cómo motivar a tu hijo de acuerdo con su personalidad.

“A menudo los padres interpretan el comportamiento de su hijo como rebelde, cuando en verdad
el niño sólo se comporta de acuerdo con su naturaleza… Uno de los regalos más generosos que
puedes hacer a tu hijo es estudiar su temperamento y una vez que lo has entendido, trabajar para
aceptarlo”. Wendy Mogel, Blessing of a Skinned Knee

Podemos describir de muchas maneras la personalidad y el temperamento de nuestros hijos: divertido,


social, intenso, tímido, un ratón de biblioteca, etcétera. La personalidad se define como la totalidad de
las actitudes, patrones de comportamiento, respuestas emocionales, roles sociales y otras cualidades
individuales que son innatas, hacia las que hay cierta predisposición y que se mantienen durante un
largo período de tiempo.

El temperamento es el estilo natural y preferido en que respondemos al mundo.

Siempre dudo antes de colocar etiquetas a los niños, sin embargo entender la personalidad y el
temperamento del niño sólo puede ser beneficioso. Las diferencias de personalidad y temperamento
impactan el comportamiento del niño de muchas formas. Por ejemplo, tomemos el caso de un niño al
que “le lleva tiempo entrar en calor”. Ese niño no es grosero si se niega a dar un beso a los parientes
que llegaron de otra ciudad, sólo necesita un poco de tiempo para acostumbrarse a ellos.

Cuando entendemos la personalidad y el temperamento de nuestro hijo, nos podemos comunicar mejor
con él y lo entendemos con mayor profundidad. Podemos tratar de adaptarnos a sus necesidades
singulares e individuales. Eso hará su vida y la nuestra más sencilla.

Por lo tanto, cuando estamos con un niño al que “le lleva tiempo entrar en calor”, en vez de sentirnos
frustrados y molestos con él, entenderemos que necesita tiempo para acostumbrarse a la nueva
situación. Entonces es más probable que lo preparemos antes y que nos mantengamos cerca hasta que
se sienta más cómodo y asegurarle: “Ahora no te sientes cómodo, pero en unos minutos lo estarás”.

En su libro Las cuatro tendencias, Gretchen Rubin lleva esta idea todavía más lejos. Ella creó un
marco que describe cómo responde la gente a las expectativas internas y externas.

Está el favorecedor, el cuestionador, el complaciente y el rebelde. Ella asegura que tu tendencia da


forma a cada aspecto de tu comportamiento. Si entiendes tu tendencia entonces serás capaz de tomar
mejores decisiones, de trabajar con mayor efectividad para reducir tu estrés y, lo más importante, crear
buenos hábitos y lograr tus objetivos. Conocer tu tendencia te ayuda a entender por qué actúas en
dirección a un objetivo y por qué no puedes hacerlo.

1. El favorecedor responde a las expectativas internas y externas. Ama las reglas, tener un plan claro y
se motiva y disciplina a sí mismo. Dile claramente lo que hay que hacer y liderará el camino.

2. El cuestionador responde a sus propias expectativas pero se resiste a las externas. Necesita ver el
propósito y la razón de todo lo que hace. Es importante aclararle por qué quieres lo que quieres de él.

3. El complaciente responde fácilmente a las expectativas de los demás pero lucha con las propias.
Para hacer algo debe rendir cuentas a un amigo, a un entrenador o a un jefe. Florecen cuando tienen un
sentido del deber y pueden trabajar en equipo.
4. El rebelde desafía tanto las expectativas internas como las externas. Sobre todo desea ser libre para
elegir y expresar su propia individualidad. Dale lo hechos, presenta la tarea como un desafío y déjalo
decidir sin presión.

Es importante que los padres conozcan esta información. Gran parte de lo que hacemos como padres
involucra la forma en que motivamos a nuestros hijos (por ejemplo, lograr que se levanten de la cama
por la mañana, que hagan sus tareas), disciplinarlos (dar consecuencias cuando no hacen lo esperado) y
ayudarlos a desarrollarse y lograr sus objetivos (elegir un tema para su proyecto de historia, elegir un
campamento de verano o una universidad). Entender cómo el niño responde a las expectativas, si es un
favorecedor, cuestionador, complaciente o rebelde, puede ser una herramienta muy valiosa. Rubin
sugiere que las estrategias paternales deben considerar la tendencia del niño o deben “hablar” a los
valores de su tendencia.

Funciona de esta manera:

Favorecedores
Si tu hijo es un favorecedor, es bastante fácil educarlo. También los maestros aman a los
favorecedores. Tienen automotivación y desean cumplir con las expectativas, Por lo general son
responsables con sus deberes escolares y sus tareas hogareñas, tienen a mano todos sus útiles escolares
y llegan a tiempo. Sin embargo, no son relajados ni espontáneos y pueden ser inflexibles. Les cuestan
los cambios de planes, las transiciones y enfrentar situaciones en las que las reglas no están claras.

Rubin alienta a los padres de los favorecedores a que al enfrentar su férrea necesidad de seguir las
reglas les expliquen: “Tu maestra espera que leas 30 minutos cada noche, pero como fuimos a visitar a
la abuela cuando regresemos a casa ya será muy tarde. Dormir bien te permitirá estar atento mañana en
clase y eso es más importante que leer esta noche”.

Con los favorecedores “estos argumentos funcionan mejor que decirles ‘tú te lo mereces’ o ‘la maestra
no sabrá que hoy no leíste’”.

Cuestionadores
Los cuestionadores son los niños que constantemente piden explicaciones de por qué tienen que hacer
lo que están haciendo. A menudo los retan por ser irrespetuoso y son acusados de desafiar la autoridad,
cuando en realidad son intensamente curiosos. Sólo harán las cosas si les ven sentido. Necesitan
razones lógicas para cumplir cualquier demanda que les hagan. “Poner ahora la mesa ayuda a que la
cena se sirva más rápido. Todos tendrán los utensilios que precisan y podremos sentarnos
cómodamente y disfrutar la cena”.

La mayoría de los niños no responden bien a la típica respuesta paterna de “porque lo digo yo”,
“siempre lo hicimos de esta manera”, “eso es lo que tienes que hacer” o “estas son las reglas”. Sin
embargo, a los cuestionadores (y a los rebeldes) les resulta particularmente difícil con estas frases.

Muchos maestros valoran a los cuestionadores porque mantienen activas las discusiones en la clase,
pero también sienten que disminuyen el ritmo con sus preguntas constantes y también pueden sentir
que no son respetuosos.

Rubin señala que a los “cuestionadores les cuesta la escuela porque se resisten a hacer tareas
académicas mundanas que para ellos no tienen sentido. Ayuda si… los padres pueden dar justificativos
razonables por los que deben completar sus tareas. Si un alumno cuestionador pregunta: ‘¿Por qué
necesito saber sobre la antigua Mesopotamia? ¡Eso nunca me va a servir de nada’, el maestro puede
responderle de forma poco útil: ¡eso es lo que estudiamos ahora, así que debes completar el programa’.
O de forma más acertada: ‘Es cierto que estás estudiando sobre la Mesopotamia, pero esta tarea te
enseña mucho más. Estás aprendiendo cómo analizar rápidamente un material complejo; cómo sacar
las ideas esenciales de un texto, cómo tomar notas de forma eficaz y cómo explicar ideas con tus
propias palabras. Estas son habilidades importantes que te servirán en la vida’”.

Complacientes
Por lo general es fácil relacionarse con los niños complacientes porque les gusta complacer a los
adultos de sus vidas. Sin embargo, precisan medidas externas de control. Los padres necesitan
ayudarlos a encontrar un sistema externo que les permita reforzar las expectativas. Les cuesta hacer los
deberes escolares, practicar piano o hacer sus labores domésticas si alguien no les recuerda su
responsabilidad.

Aunque puede ser frustrante para los padres, estos niños precisan amables recordatorios. Las tablas de
incentivos funcionan muy bien con estos niños. Es fundamental el reforzamiento positivo: “Me
ayudaste mucho cuando ordenaste todos los juguetes en el cuarto de juegos”.

A los niños complacientes les ayudan las metáforas deportivas: “El equipo Cohen se prepara para el
paseo. ¡Vamos a llevar los bolsos al auto!”. “Nuestra familia trabaja junta. ¡Somos un gran equipo!”

Es importante asegurarnos de que los niños complacientes no trabajen demasiado para complacer a los
demás. Fácilmente se sienten abrumados y pueden perder de vista lo que los hace sentirse felices y
satisfechos. A menudo hacen favores a sus amigos y suelen aprovecharse de ellos.

Rebeldes
Los niños rebeldes a menudo presentan un desafío porque se niegan a hacer lo que se les pide. Les
gusta tomar sus propias decisiones y se resisten a todas las expectativas. Necesitan sentir que hacen lo
que ellos desean, no lo que otros quieren que hagan.

Los niños rebeldes precisan nuestro amor y entendimiento probablemente más que nuestros otros hijos.
A menudo chocan con otras personas y con los límites. Puede ser agotador tener un diálogo interno
que no te permite seguir las reglas de la sociedad, sentir siempre la necesidad de ir en contra.

Para mantener una relación de amor con estos niños es importante evitar las órdenes directas. Cuando
los padres le dicen a un niño rebelde: "Dile gracias a la Sra. Cohen”, lo más probable es que el niño se
niegue a hacerlo. Esto puede ocurrir incluso si él planeó por sí mismo agradecerle.

Rubin sugiere el siguiente procedimiento al hablar con todos los niños, pero con los niños rebeldes es
esencial:

1. Proveer información: “Me parece que la Sra. Cohen hoy nos va a dar algunos tomates de su huerta.
A la gente que trabaja la tierra por lo general le agrada compartir sus frutos. Ella trabaja mucho en su
huerta, así que recordaremos decirle gracias”

2. Diles cuáles son las consecuencias positivas de su comportamiento: “Si le agradecemos a la Sra.
Cohen, ella tendrá más ganas de darnos más tomates en el futuro. ¡Incluso puede ser que desee
ayudarnos con nuestro jardín!”

3. Darles opciones: “Puedes decir o murmurar gracias. También puedes hacerle una tarjeta”

4. Dejarlos decidir: “De ti depende la forma en que le dices ‘gracias’”


No importa la tendencia que tenga tu hijo, todos precisan nuestro amor, cuidado y entendimiento.

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