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Magistrada Ponente

PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

SP1984-2018
Radicación N° 47.107
(Aprobado Acta Nº 171

Bogotá D.C., treinta (30) de mayo de dos mil dieciocho


(2018).

VISTOS

Culminada la audiencia de sustentación del art. 184


inc. 4º de la Ley 906 de 2004 (en adelante C.P.P.), la Corte
resuelve el recurso de casación interpuesto por el
apoderado de la víctima contra la sentencia del 10 de
septiembre de 2015, proferida por la Sala Penal del
Tribunal Superior de Cundinamarca. A través de esta
decisión, se revocó el fallo condenatorio dictado por el
Juzgado 2º Penal Municipal de Conocimiento de Zipaquirá
y, en consecuencia, se absolvió a JOSÉ MAURICIO
CASTRO BALLÉN por el delito de inasistencia alimentaria.
Casación N° 47.107
JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

I. HECHOS

En audiencia de conciliación llevada a cabo el 26 de abril


de 2005 en el I.C.B.F. de Zipaquirá, JOSÉ MAURICIO
CASTRO BALLÉN acordó con Mily Johana Gutiérrez Veloza
que, en lo sucesivo, suministraría alimentos a su menor hija
K.G.C.G.1 de la siguiente manera: i) mediante el pago de una
cuota alimentaria por la suma de $105.000 mensuales; ii) a
través del suministro de tres mudas de ropa anuales y iii)
asumiendo el 50% de los costos de salud y educación.

Desde septiembre de 2009, JOSÉ MAURICIO CASTRO


BALLÉN dejó de cumplir con el referido acuerdo, motivo por el
cual el 28 de abril de 2010 la señora Gutiérrez Veloza, madre
de la niña, formuló querella en contra de aquél por el delito de
inasistencia alimentaria.

Con el fin de agotar el requisito de procedibilidad previsto


en el art. 522 del C.P.P., el 12 de febrero de 2013 se efectuó
otra conciliación, en la Fiscalía. Esta vez, el señor CASTRO
BALLÉN se obligó a pagar $7.000.000 en 12 cuotas
mensuales, compromiso que tampoco cumplió.

II. ANTECEDENTES PROCESALES PERTINENTES

Con fundamento en los referidos hechos, el 21 de


noviembre de 2013, ante el Juzgado 4° Penal Municipal con
Función de Control de Garantías de Zipaquirá, la Fiscalía
formuló imputación a JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN
como posible autor del delito de inasistencia alimentaria (art.
1
Cuyo nombre se omite para preservar su derecho a la intimidad (art. 15 y 44 de la
Constitución y art. 33 del Código de Infancia y Adolescencia).
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JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

233 del C.P.), cargo que no fue aceptado por el imputado, sin
que éste fuere afectado con medida de aseguramiento alguna.
Presentado el respectivo escrito, el 9 de abril de 2014 ante
el Juzgado 2º Penal Municipal con Función de Conocimiento
de Zipaquirá, la Fiscalía acusó a JOSÉ MAURICIO CASTRO
BALLÉN como probable autor del mencionado cargo.

El acusado optó por ejercer su derecho a ser juzgado


públicamente. Concluido el debate y emitido sentido de fallo
condenatorio, el juez dictó sentencia el 18 de agosto de 2015.
Por estimar acreditada la responsabilidad penal por el delito
de inasistencia alimentaria, condenó a JOSÉ MAURICIO
CASTRO BALLÉN a las penas de prisión e inhabilitación para
el ejercicio de derechos y funciones públicas por 32 meses,
junto a la de multa en cuantía de 20 s.m.l.m. De otro lado,
concedió la suspensión condicional de la ejecución de la pena.

En respuesta al recurso de apelación interpuesto por el


defensor contra el fallo de primer grado, la Sala Penal del
Tribunal Superior de Cundinamarca, mediante sentencia del
10 de septiembre de 2015, lo revocó y absolvió al acusado.

Dentro del término legal, el apoderado de víctima


interpuso el recurso extraordinario de casación y allegó la
respectiva demanda, cuya admisión dispuso la Corte por
medio de auto del 13 de diciembre de 2017. En sesión del 5 de
abril de 2018 se celebró la audiencia de sustentación del
recurso de casación, donde participaron la Fiscal 2ª delegada
ante la Corte Suprema de Justicia, el apoderado de la víctima,
la defensora de familia, la Procuradora 2ª delegada para la
Casación Penal y el defensor del acusado.

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JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

III. DEMANDA DE CASACIÓN Y SUSTENTACIÓN DEL


RECURSO

3.1 Por la vía del art. 181-3 del C.P.P., el apoderado de la


víctima formuló un único cargo por violación indirecta de
la ley sustancial, por manifiesto desconocimiento de las
reglas de producción y apreciación de la prueba,
fundado en falsos juicio de existencia e identidad y falso
raciocinio.

En sustento de tal planteamiento, afirma, en el juicio se


acreditó que JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN tenía
capacidad económica para cumplir con el pago de las cuotas
alimentarias, pero dolosamente y sin justificación alguna se
sustrajo del deber de proporcionar alimentos a su menor hija.
Empero, enfatiza, el ad quem le dio un distinto alcance
persuasivo a “la prueba”, distorsionando su contenido
objetivo.

Las labores investigativas dirigidas a establecer el arraigo


y capacidad económica del procesado, prosigue, quedaron
consignadas en el respectivo informe de policía judicial que
fue incorporado en el juicio oral. Allí, destaca, el investigador
Bejarano Buitrago dio cuenta del arraigo laboral de JOSÉ
MAURICIO CASTRO BALLÉN, quien ejercía el oficio de
panadero, por el cual devengaba un salario mínimo mensual.
Además, subraya, se probó que el acusado es copropietario de
3 lotes ubicados en Ubaté, de acuerdo con la información
suministrada por la Oficina de Registro de Instrumentos
Públicos.

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De otro lado, expone, los pagos parciales hechos por el


procesado corroboran que sí tenía capacidad económica para
atender y satisfacer la obligación alimentaria; de lo contrario
no habría podido efectuar dichos abonos. Cuestión distinta,
añade, es que aquél injustificada y dolosamente hubiera
desatendido su deber alimentario en su totalidad.

Que el investigador no hubiera podido determinar la


actividad económica del procesado al momento de proferir
sentencia de segunda instancia, puntualiza, es algo
intrascendente para determinar su responsabilidad penal por
los hechos constitutivos de la acusación, toda vez que lo que
se pretendía establecer era a qué se dedicaba aquél en el
tiempo comprendido entre la presentación de la querella y
la formulación de la imputación.

El Tribunal, afirma, incurrió en falso juicio de identidad


en el “análisis y valoración testimonial”, por cuanto al fijar el
contenido de las declaraciones de los testigos, lo distorsionó y
cercenó. Ello se hace evidente, resalta, cuando se concluye
que el investigador judicial no logró determinar cuál era la
actividad económica del procesado, cuestionando si ejercía o
no el oficio de panadero.

El ad quem, continúa, recalcó en que el informe de policía


judicial no indica que los lotes en los que JOSÉ MAURICIO
CASTRO BALLÉN aparece como copropietario generan algún
fruto por arrendamiento, cultivos o cualquier otra actividad.
Empero, cuestiona, ello carece de trascendencia a fin de
analizar la justa o injusta causa del incumplimiento de la
obligación alimentaria, pues para tal fin es que la persona
debe disponer de su patrimonio.

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JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

Según el Tribunal, agrega, no existe prueba de la


capacidad económica del procesado ni de que se hubiera
sustraído injustificadamente de su obligación. En ese
sentido, enfatiza, si bien Blanca Inés Ballén, progenitora
del acusado, clarificó en el juicio que no le constaba
cuánto devengaba su hijo como panadero, los juzgadores
de instancia -en su sentir- debieron aplicar la presunción
legal de que aquél devengaba por lo menos un salario
mínimo legal mensual para determinar la capacidad
económica, en conjunción con las demás pruebas que
acreditaban tal situación.

Además, continúa, la prenombrada testigo afirmó que le


daba dinero a su hijo para que cumpliera con la cuota
alimentaria. Sin embargo, subraya, a fin de respaldar su
hipótesis de duda probatoria, el Tribunal se focalizó en que,
según Blanca Ballén, su hijo era quien cuidaba de ella, su
esposo y un tío, velando por su alimentación, pero a tal
aspecto, sostiene, no debe dársele credibilidad por su evidente
interés de favorecer injustamente al procesado.

En tal virtud, solicita a la corte casar la sentencia de


segundo grado a fin de que recobre vigencia la condena
dictada en primera instancia.

Esa petición fue reiterada en la audiencia de


sustentación del recurso de casación, en cuyo marco el
impugnante recalcó en que la apreciación y valoración de los
testimonios del patrullero Bejarano Buitrago, del procesado
JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN y de Blanca Inés Ballén se
ven invalidadas por falsos juicios de identidad y falso
raciocinio. Así mismo, enfatizó en que se acreditó
debidamente la capacidad económica del acusado.
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Casación N° 47.107
JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

3.2 Por su parte, la fiscal demanda que la Corte acoja


las peticiones del libelo y, por consiguiente, valide la sentencia
condenatoria de primera instancia. El Tribunal, destaca,
confundió la actividad laboral del procesado con su capacidad
para trabajar, toda vez que ésta consiste en el conjunto de
habilidades, destrezas, aptitudes o potencialidades de orden
físico, mental y social que permiten desarrollarse en un
trabajo, por lo cual, a su modo de ver, el ad quem erró al
sostener que no se constató la actividad diaria que
desempeñaba el acusado.

Aunado a la anterior, resalta, los falladores de segunda


instancia se equivocaron al afirmar la existencia de dudas
sobre la capacidad laboral y económica del señor CASTRO
BALLÉN ante la presunta escasez de ingresos. En este mismo
sentido, sostiene, las propiedades de cabeza de aquél y sus
hermanos acreditan la existencia de un patrimonio del cual
derivaba su capacidad de sufragar alimentos para su hija
menor de edad.

3.3. A su turno, la procuradora para la casación penal


expone que, pese al falso juicio de identidad y falso raciocinio
que pudieron haberse cometido al apreciar y valorar las
pruebas, el fallo impugnado no debe casarse debido a que no
subsiste prueba suficiente para condenar.

La delegada del Ministerio Público considera que,


contrario a lo planteado por el demandante, el análisis en
conjunto de los elementos de juicio necesariamente ha de
conducir a la conclusión fijada por el Tribunal. En su criterio,
puntualiza, la Fiscalía no acreditó más allá de toda duda que
el procesado tenía capacidad económica para cumplir con la
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JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

cuota alimentaria a la que se obligó mediante acuerdo


conciliatorio.

Lo cierto es que, expone, la carencia de recursos


económicos de JOSÉ MAURICIO CASTRO le impidió cumplir
con la obligación, dado que la sustracción no fue por su deseo
de incumplir, sino que derivó de su incapacidad para pagar.
Al respecto, destaca, hubo cumplimiento parcial de la
obligación, al tiempo que no recibe sueldo sino dinero de su
madre para manejar una buseta.

Cuando el agente se sustrae del cumplimiento de la


obligación alimentaria por haber mediado una circunstancia
constitutiva de fuerza mayor, como lo es la carencia de
recursos económicos, concluye, no es dable afirmar la
responsabilidad penal por el delito de inasistencia
alimentaria. Por tal razón, en su criterio, la sentencia
impugnada no debe ser casada.

3.4 De otro lado, la defensora de familia solicita a la


Corte casar la sentencia, toda vez que los arts. 42 y 44 de la
Constitución establecen que a los menores les asiste el
derecho de recibir alimentos por parte de sus progenitores.

Los derechos constitucionales a la vida, a la integridad


física, a la educación, a la cultura, a la salud y a una
alimentación equilibrada, subraya, sólo pueden garantizarse
con el cabal suministro de alimentos, no con pagos parciales,
esporádicos e irrisorios como en el presente caso.

De otro lado, resalta, el acusado no tiene ningún nivel de


discapacidad física ni cuenta con un dictamen médico que
determine que está en imposibilidad de laborar; y es por ello
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JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

que, sostiene, ha de presumirse que tiene las capacidades


para ejercer un arte u oficio, con el fin de cumplir tal
obligación.
También, subraya, se estaría vulnerando el principio de
corresponsabilidad contenido en el art. 10 de la Ley 1098 de
2006 por parte del progenitor, debido al incumplimiento de la
obligación alimentaria que le corresponde, así como por el
Estado, pues, según su entendimiento, no debe absolverse a
quien legal y físicamente es capaz de proporcionar alimentos.

3.5 Por último, el defensor del acusado expone que el


cargo formulado no debe prosperar, bajo el entendido que si la
prueba que -se dice- fue incorporada en el juicio se dejó de
valorar, el error en el que se incurriría sería en el de falso
juicio de existencia y no en falso raciocinio. En ese sentido,
resalta, mal podría afirmarse que el informe de investigador
de campo dejó de apreciarse, pues es claro que se valoró el
testimonio del patrullero con el cual se introdujo.

De otro lado, destaca, quien suscribió el informe de


policía judicial y testificó en el juicio oral fue el patrullero
Bejarano Buitrago, pero quienes realizaron las labores de
campo en relación con el arraigo del procesado y su capacidad
económica -no laboral-, fueron funcionarios subcomisionados
por aquél. Y estos últimos, puntualiza, no declararon en el
juicio oral. Por lo tanto, concluye, el patrullero Bejarano
Buitrago sólo es un testigo “circunstancial”.

Además, expone, no es dable que para estructurar la


responsabilidad penal se presuma la capacidad económica del
procesado ni, mucho menos, el dolo en su conducta. Como no
existe certeza sobre tales aspectos, señala, se debe aplicar la
presunción de inocencia y absolver al acusado, como lo hizo el
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Tribunal, por lo que pide a la Corte abstenerse de casar la


sentencia de segunda instancia.

IV. CONSIDERACIONES DE LA CORTE

Toda vez que la demanda se declaró ajustada a las


exigencias previstas en el art. 184 del C.P.P., la Sala analizará
los problemas jurídicos allí propuestos, de conformidad con
las funciones del recurso de casación, especialmente las
dirigidas a la búsqueda de la eficacia del derecho material, el
respeto de las garantías de quienes intervienen en la
actuación y la reparación de los agravios inferidos a las
partes, según lo establecido en el artículo 180 ídem.

4.1 De acuerdo con el art. 181-3 ídem, la casación


procede cuando se afecten garantías fundamentales, producto
del manifiesto desconocimiento de las reglas de producción y
apreciación de la prueba sobre la cual se ha fundado la
sentencia de segunda instancia. Allí se encuentra consagrada
la modalidad de infracción indirecta o mediata de la ley
sustancial, por errores en la construcción de la premisa
fáctica del silogismo jurídico.

Los errores de hecho implican el desconocimiento de


una situación fáctica, producto de la incursión en falsos
juicios de existencia, de identidad o falso raciocinio.

La primera de dichas hipótesis -falso juicio de


existencia- se presenta cuando, al proferir la sentencia
impugnada, el fallador desconoce por completo el
contenido material de una prueba debidamente
incorporada a la actuación; también, cuando le concede

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valor probatorio a una que jamás fue recaudada,


suponiendo su existencia.

En segundo término, el falso juicio de identidad tiene


ocurrencia cuando en el fallo confutado el juzgador
distorsiona o tergiversa el contenido fáctico de
determinado medio de conocimiento, haciéndole decir lo
que en realidad no dice, bien sea porque realiza una
lectura equivocada de su texto, le agrega circunstancias
que no contiene u omite considerar aspectos relevantes
del mismo.

En tercer lugar, el falso raciocinio se configura cuando el


Tribunal observa la prueba en su integridad, pero al valorarla
o escrutarla desconoce los postulados de la sana crítica, es
decir, una concreta ley científica, un principio lógico o una
máxima de la experiencia.

A efectos de acreditar la existencia del yerro, tiene


dicho la Sala, el censor ha de señalar la prueba o
inferencia en la cual recayó el error. Posteriormente, debe
identificar el principio lógico, la máxima de experiencia o
el postulado científico que, en concreto, el juzgador
desconoció en el proceso de valoración probatoria, con
indicación clara y precisa de las razones por las cuales su
aplicación resultaba necesaria para la corrección de la
conclusión cuestionada en el caso concreto.

Cualquiera de los mencionados yerros debe ser


trascendente desde el punto de vista jurídico, esto es, que
frente a la valoración conjunta de la prueba realizada por el
Tribunal, su exclusión debería conducir a adoptar una
decisión sustancialmente diversa a la recurrida.
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4.2 Pues bien, a fin de verificar si el Tribunal incurrió en


violación indirecta de la ley por errores de hecho en la
fijación de los enunciados fácticos con fundamento en los
cuales declaró la responsabilidad del acusado como autor
del delito de inasistencia alimentaria, la Sala procederá, en
primer lugar, a reconstruir la estructura probatoria del
fallo impugnado (num. 4.2.1 infra). En segundo término,
precisará algunos elementos pertenecientes a la
descripción típica del delito previsto en el art. 233 del
C.P. (num. 4.2.2 infra). Con esa base, en tercer orden,
verificará si el escrutinio probatorio da cuenta de alguna
infracción constitutiva de yerro fáctico (num. 4.2.3 infra) y,
de ser así, si los errores de apreciación o valoración
impactan las bases fundantes de la absolución (num. 4.2.4
infra).

4.2.1 Según se extracta de la sentencia de segunda


instancia, de acuerdo con el respectivo certificado de registro
civil, está probado que el acusado es el padre de K.G.C.G.,
nacida el 26 de mayo de 2004. Así mismo, que ante la
Defensora de Familia de Zipaquirá, en el año 2005, aquél se
obligó a pagar como cuota alimentaria mensual la suma de
$105.000, que se incrementaría de conformidad con el IPC,
así como a suministrar tres mudas de ropa anualmente y a la
mitad de los gastos de educación y salud.

En cuanto a si el incumplimiento parcial de la referida


cuota alimentaria por parte de JOSÉ MAURICIO CASTRO
BALLÉN es o no injustificado, el Tribunal puso de presente
que Mily Johana Gutiérrez Veloza expuso en el juicio que
cuando conoció al procesado, éste se desempeñaba como

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panadero, que actualmente tiene finca y que, desde el mes de


septiembre de 2009 a la fecha de la audiencia de imputación
(21.11.2013), no aporta cumplidamente la cuota alimentaria
acordada, sino que cancela lo que quiere, o sea, “sumas
insignificantes” a través de Efecty, motivo por el cual ella, con
la ayuda de su esposo, responde por los gastos de su hija,
incluida la seguridad social.
De otro lado, el ad quem reseñó que María del Pilar
Veloza, madre de la querellante, expuso que cuando su hija
conoció al procesado, éste laboraba en una panadería.
También, que lo ha visto transportando niños en una ruta
escolar, que es propietario de fincas y que, en algunas
ocasiones, aportaba dinero para la manutención de K.G.C.G.,
eventualidad en la cual ella firmó recibos, sin que sepa cuánto
adeuda por alimentos.

Por su parte, prosigue la sentencia, el investigador


Wilson Fernando Bejarano Buitrago declaró que para
establecer el arraigo del señor CASTRO BALLÉN indagó en la
Oficina de Registro e Instrumentos Públicos de Ubaté,
logrando establecer que aquél figura como dueño de bienes
inmuebles, pero no determinó qué actividad desempeñaba.

A su turno, señala el ad quem, Blanca Inés Ballén


aseveró que su hijo JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN cuida
de ella, su esposo y un tío, todos adultos mayores enfermos,
que fue panadero “hace rato” en un local de ella que terminó
dando en arriendo por $300.000, los cuales destina para
alimentación, medicamentos y pago de servicios. Además, que
su hijo presta el servicio de transporte escolar a tres niños
que pagan cada uno $50.000. La testigo igualmente sostuvo,
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de acuerdo con la sentencia, que se vio “obligada a


escriturarle” unos lotes a sus hijos, entre ellos, JOSÉ
MAURICIO, para evitar que los remataran por una deuda.
También, se resalta, la señora Ballén aseguró que le ha dado
dinero a su hijo para la cuota alimentaria de su nieta.

Del testimonio del acusado, el Tribunal destacó que


aquél aseveró haber cumplido con la cuota alimentaria, como
consta en los recibos de las consignaciones de la empresa de
giros Efecty y otros firmados por la mamá y la abuela de la
niña, así mismo, que cuida de sus padres y su tío abuelo
enfermos, que presta el servicio de ruta escolar a tres niños
que pagan mensualmente $50.000 cada uno y que no se
dedica a la panadería porque su madre arrendó el local. Es
ella, según el señor CASTRO BALLÉN, quien le da dinero para
hacer el recorrido escolar que destina para cubrir la cuota
alimentaria a favor de su hija, de ahí que a veces pague más
o menos de lo pactado.

Como pruebas documentales, enfatiza el ad quem, se


incorporaron tres certificados de tradición y libertad de la
Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Ubaté,
pertenecientes a tres inmuebles con folios de matrícula Nº
5595, 14904, 18712, donde aparece como titular de una
cuota parte el procesado JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLEN.
Igualmente, resalta, se aportaron recibos suscritos por la
denunciante o su madre, de pagos parciales mencionados por
el procesado y una certificación de Efecty, donde se especifica
por mes, año y valor lo girado por el procesado.

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Reseñado de esa manera el contenido de las pruebas, en


punto de valoración, el Tribunal descartó que la sustracción
parcial de la obligación alimentaria obedeciera a una injusta
causa. En sustento de tal aserto, expuso lo siguiente:

Éste contexto probatorio evidencia que la Fiscalía no


acreditó más allá de toda duda que el procesado tiene
capacidad económica para cumplir rigurosamente con la
cuota alimentaria conciliada y que los incumplimientos
parciales obedecen a deliberado propósito de omitir tal
obligación y en perjuicio de su menor hija […]

En efecto, como lo argumenta el apelante, en punto a que


el procesado ha incumplido con la cuota de alimentos, sin
justa causa, ha de señalarse que la Fiscalía no profundizó
en la investigación, puesto que no se constató por parte
del investigador judicial cuál es la actividad diaria que
desempeña el procesado, cuánto devenga u obtiene como
ingreso semanal o mensual, si la cuota parte que tiene en
los “lotes” o “fincas” le reporta utilidades, pues se ignora si
son productivos, bien sea por cultivos o arriendo. Tampoco
se desvirtuó su versión respaldada por el testimonio de su
progenitora, de que fueron escriturados a sus hijos para
eludir acreencias por ella contraídas, y menos que el
acusado cuida de sus padres y un tío dado que son de
edad avanzada y padecen enfermedad. En este orden,
resulta inadmisible concluir sin temor a equivocarse que
JOSÉ MAURICIO tiene suficiente capacidad económica
para cumplir en su totalidad y sin demoras con la cuota de
alimentos, y si no lo hace es porque intencionalmente
quiere omitir dicha obligación para con su descendiente.

Ciertamente, lo único que se estableció es que el


procesado, en un vehículo de propiedad de su madre,
transporta tres niños en ruta escolar por $150.000
mensuales, obteniendo por tal labor una remuneración
que depende de lo que aquélla le entrega, ingreso del cual
consigna cantidades variables para cumplir con la cuota
de alimentos de su hija.

Así las cosas, no es dable para estructurar la


responsabilidad penal del procesado presumir la
capacidad económica ni que su conducta es dolosa, como
lo hizo el juez de primera instancia invocando el art. 129
de la Ley 1098 de 2006, en cuanto dispone que “en todo
caso se presumirá que devenga al menos el salario mínimo
legal mensual”, la cual tiene aplicación en la jurisdicción
de familia para los efectos de fijar la cuota alimentaria,
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cuando “no se tiene la prueba sobre la solvencia económica


del alimentante”.

En resumen, no existiendo certeza sobre la capacidad


económica del procesado ni que dolosamente se ha
sustraído parcialmente de la obligación de suministrar
alimentos a su hija, se impone estarse al principio
universal de presunción de inocencia […] por consiguiente,
se revocará la sentencia de condena de primera instancia,
sin perjuicio de que si persiste el incumplimiento
injustificado, por tratarse de nuevos hechos se inicie
nueva investigación.

En síntesis, para el Tribunal la falta de acreditación


de la capacidad económica del procesado, en tanto
supuesto fundamental para evaluar la sustracción
injustificada al pago de alimentos, se reduce a tres
asertos: i) que no se demostró la actividad laboral diaria
realizada por éste; ii) que no se probaron los ingresos
semanales o mensuales del señor CASTRO BALLÉN y iii)
que si bien el acusado es propietario de múltiples bienes
inmuebles, no se determinó si por ellos recibía algún tipo
de utilidad, bien sea por arrendamientos o cultivos.

4.2.2 Previamente a examinar si en la construcción de


las mencionadas conclusiones probatorias se presentó algún
yerro fáctico constitutivo de violación indirecta de la ley
sustancial, la Sala ha de precisar algunos elementos del tipo
objetivo de inasistencia alimentaria, el falso raciocinio se
configura cuando el Tribunal observa la prueba en su
integridad, pero al valorarla o escrutarla desconoce los
postulados de la sana crítica, es decir, una concreta ley
científica, un principio lógico o una máxima de la
experiencia. desde la finalidad de amparo de bienes
jurídicos, naturalmente influye en el entendimiento y
raciocinio que el juez ha de aplicar a la actividad probatoria.

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De acuerdo con el art. 233 del C.P., el que se sustraiga


sin justa causa a la prestación de alimentos legalmente
debidos a sus ascendientes, descendientes, adoptante,
adoptivo, cónyuge o compañero o compañera permanente,
incurrirá en prisión. La pena, valga destacar, se agravará
cuando la inasistencia alimentaria se cometa contra un
menor.

Entre otros elementos del tipo, dadas las


particularidades del asunto bajo examen, la Sala ha de
focalizar su análisis en dos aspectos fundamentales: i) el
entendimiento de la inasistencia alimentaria como delito
de infracción de deber y ii) la debida comprensión del
elemento “sin justa causa”.

La inasistencia alimentaria se distingue por ser un delito


de peligro2, por cuanto no se requiere la causación efectiva
de un daño al bien jurídico protegido. Éste, valga precisar,
corresponde a un interés de tutela supraindividual, cuya
existencia deriva de la institución constitucional de la familia
como el núcleo fundamental de la sociedad (art. 42 inc. 1º), a
partir del cual se generan deberes especiales de solidaridad y
asistencia entre sus integrantes, como la obligación de
amparar mediante la prestación de alimentos (arts. 411 del C.C.
y 24 de la Ley 1098 de 2006).

Bien se ve, entonces, que la dañosidad social de la


conducta, al margen de los perjuicios concretos que
puedan producirse en quien se ve desprovisto de
alimentos por su alimentante, radica en la
desestructuración de uno de los componentes esenciales
de la familia en tanto institución social, a saber el deber
2
CSJ AP 28 mar.2012, rad. 38.094; AP 28 ago. 2013, rad. 41.634 y AP 11 sep. 2013, rad.
41.584.
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de asistencia entre sus integrantes.

Esa es la razón por la cual la inasistencia alimentaria,


como delito de infracción de deber, no se orienta al resultado
del mundo exterior, sino que se centra en el deber especial de
la persona del autor. De ahí que el legislador no atienda a la
naturaleza externa del comportamiento del autor, sino que el
fundamento de la sanción reside en que se incumplen las
prestaciones ligadas a un determinado rol social especial 3; en
este caso, el de alimentante.

Es por ello que la Corte Constitucional, al precisar los


contornos del bien jurídico protegido con el delito de
inasistencia alimentaria, puntualizó:

La inasistencia alimentaria tiene como fundamento el


deber de solidaridad que une a los miembros de una
familia y, como finalidad, garantizar la subsistencia de los
beneficiarios; por tanto, el bien jurídico que se protege no
es el del patrimonio económico sino el de la familia, pues
pese a que la obligación finalmente se traduce en una
suma de dinero, no se castiga a quien la incumple por
defraudar el patrimonio ajeno, sino por faltar a un
compromiso nacido del vínculo de parentesco que pone en
peligro la subsistencia del beneficiario y la estabilidad de
la familia4.

En consonancia con lo anterior, la jurisprudencia de


la Sala ha clarificado que la mencionada conducta punible
tiene como elementos constitutivos la existencia del
vínculo o parentesco entre el alimentante y alimentado, la
sustracción total o parcial de la obligación y la
inexistencia de una justa causa, es decir, que la
estructuración del incumplimiento ocurra sin motivo o
razón que lo justifique (CSJ SP 29 nov. 2017, rad. 44.758).

3 SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, JAVIER. Delito de infracción de deber y


participación delictiva. Madrid: Marcial Pons, 2002, p. 29.
4 SCC. C-237 de 1997.
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Esa justificación, valga precisar, no puede ser de


cualquier índole, sino que ha de ser constitucional y
legalmente admisible, tanto más cuanto si el afectado es un
menor de edad, cuyos derechos fundamentales se reputan
prevalentes (art. 44 de la Constitución), dando lugar al principio
de interés superior del menor (art. 9º Ley 1098 de 2006).

Frente al examen sobre el carácter justo o injusto de la


infracción al deber de asistencia alimentaria, resulta
fundamental la determinación de las posibilidades fácticas y
jurídicas del obligado para suministrar alimentos. Sobre el
particular, la Sala, siguiendo la jurisprudencia constitucional
(C-237/97), ha precisado que el deber de asistencia alimentaria
se establece sobre dos requisitos fundamentales: la necesidad
del beneficiario y la capacidad económica del deudor,
quien debe ayudar a la subsistencia de sus parientes, sin
que ello implique el sacrificio de su propia existencia
(CSJ SP 19 ene. 2006, rad. 21.023).

En ese entendido, la carencia de recursos


económicos impide la deducción de responsabilidad penal,
dado que cuando el agente se sustrae el cumplimiento de
su obligación, no por voluntad suya, sino por haber
mediado una circunstancia de fuerza mayor como lo es la
carencia de recursos económicos, la conducta no es
punible (CSJ SP 4 dic. 2008, rad. 28.813) . Esto, por cuanto la
punibilidad de la sustracción a la obligación de prestar
alimentos no puede transgredir el principio jurídico
cifrado en que nadie está obligado a lo imposible.

4.2.3 Pues bien, contrastada la apreciación y valoración


de las pruebas aplicada por el ad quem con las anteriores
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premisas (num. 4.2.2 supra) saltan a la vista múltiples errores


de hecho que invalidan la estructura probatoria de la
sentencia impugnada.

En primer lugar, al escrutinio probatorio aplicado por el


Tribunal subyace un aserto del todo equivocado por contrariar
las reglas de la experiencia, a saber, que tener bienes no
implica tener capacidad económica. Como se reseñó, el núcleo
de la absolución dictada por el Tribunal estriba en que si bien
se probó que el acusado tiene bienes inmuebles, la Fiscalía no
determinó si percibía algún ingreso mensual por alguna
actividad lucrativa que los involucrara. Mas no tenía por qué
hacerlo, como quiera que la titularidad de los mismos en
cabeza del acusado es prueba de que tiene capacidad
económica.

De acuerdo a la experiencia, por lo general, quien


tiene bienes inmuebles es porque tiene capacidad
económica para adquirirlos. Además, ser el titular del
derecho de dominio de ese tipo de bienes implica tener
capacidad económica, pues es claro que la posibilidad de
enajenarlos a título oneroso trae consigo ingresos
económicos.

El patrimonio corresponde al conjunto de derechos y


obligaciones de una persona. Así mismo, tiene una
inherente significación económica y pecuniaria que da
lugar a relaciones jurídicas valorables en dinero (derechos
reales y derechos de crédito). En ese entendido, es
inobjetable que quien tiene el derecho de dominio sobre
bienes inmuebles tiene capacidad económica y, por ende,
está en posibilidad de negociarlos para cumplir con sus
obligaciones, cuando se es deudor.
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JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN

En esa dirección, el ad quem incurre en falso raciocinio


al sostener que si bien el acusado es titular de derechos reales
de dominio sobre bienes inmuebles, carece de capacidad
económica porque no se probó que de ellos recibiera algún
ingreso mensual por su explotación comercial.

Para que se configure la injusta causa para


proporcionar alimentos no se exige liquidez monetaria,
sino capacidad económica, que la tiene todo aquél dueño
de bienes inmuebles. En ese entendido, si la Fiscalía
acredita que el procesado, por una parte, se ha sustraído
total o parcialmente a la obligación de proporcionar
alimentos a quien por ley los debe; y por otra, que es
titular del derecho de dominio de bienes inmuebles de los
cuales no dispone para obtener recursos que le permitan
sufragar sus deudas alimentarias, están dados los
supuestos para afirmar la tipicidad objetiva del delito de
inasistencia alimentaria. Un aserto en esos términos
permite afirmar con suficiencia que el sujeto activo de la
conducta ha infringido su deber de procurar los medios
para cumplir con su obligación, pese a que tiene
capacidad económica, derivada de la posibilidad de
transformarlos en dinero para ser destinado a pagar las
deudas por alimentos.

Lo hasta aquí expuesto muestra, de igual manera, que el


raciocinio aplicado por el ad quem igualmente atenta contra
las reglas de la lógica. Sostener que JOSÉ MAURICIO
CASTRO, pese a ser titular del derecho de dominio de tres
inmuebles rurales, no tiene capacidad económica para
proporcionarle alimentos a su hija con suficiencia, porque no
se probó que de ellos recibe dinero por arrendamientos o
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“cultivos” implicaría validar consecuencias insostenibles.


Aplicando un razonamiento ad absurdum, sería tanto
como, por apenas citar un ejemplo, afirmar que si bien
alguien es dueño de tres automóviles de alta gama, no
tiene capacidad económica porque no los alquila ni los
emplea en actividades que le reporten ingresos
dinerarios.

El convertir los bienes en dinero para sufragar las


deudas, valga precisar, es un comportamiento activo o
positivo que depende del deudor de la obligación
alimentaria. La hipótesis delictiva mal podría acreditar
que el acusado no desplegó ningún comportamiento para
obtener recursos por enajenación de bienes, pues bien se
sabe que las negaciones indefinidas no son objeto de
prueba. Probado que el agente tiene capacidad
económica derivada de ser el propietario de bienes,
prima facie se descarta una justa causa del
incumplimiento. Cuestión distinta es que el acusado
pruebe que, pese a tener bienes, hizo lo posible por
transformarlos en activos líquidos que le permitieran
pagar sus deudas alimentarias, pero que por cuestiones
ajenas a su voluntad no lo logró.

De suerte que, no habiéndose cuestionado que el


acusado incumplió su obligación de suministrarle alimentos a
su hija menor de edad, por cuanto lo hizo de forma
insuficiente e incompleta, y habiéndose establecido que aquél
sí tenía capacidad económica, es inobjetable que le asiste
responsabilidad penal por inasistencia alimentaria.

El error del ad quem al sostener lo contrario no sólo es


palpable por los mencionados yerros de valoración por falso
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raciocinio, sino que, como a continuación se pondrá de


manifiesto, concurren otros errores de apreciación probatoria
por cercenamiento del contenido objetivo de pruebas
documentales y testimoniales.

En efecto, pese a que fueron incorporados debidamente


al juicio a través del investigador judicial y que el Tribunal no
los inobservó por completo, los certificados de tradición y
libertad de los inmuebles de los cuales el procesado es
copropietario no fueron apreciados en su integridad. Por ese
motivo, los juzgadores de segunda instancia dejaron de
observar detalles sumamente relevantes sobre la capacidad
económica del señor CASTRO BALLÉN.

Los predios rurales en los que tiene parte el procesado


han sido objeto de contratos que dan cuenta de que con ellos
se solían hacer negocios y pagar deudas de naturaleza
distinta a la alimentaria.
En primer lugar, en relación con el lote denominado El
Diamante, ubicado en Fúquene, se advierte que, en el año 2002,
éste fue adquirido por JOSÉ MAURICIO CASTRO BALLÉN y sus
dos hermanos, a título oneroso (adquisición por compraventa)
por un valor de $1’500.000. Y si bien no se aportó un avalúo
comercial del inmueble, es claro que, de acuerdo a la experiencia
y teniendo en cuenta su extensión superficiaria (3.270 metros
cuadrados), su precio hubo de ser mayor para la época de
ocurrencia de los hechos. De suerte que el acusado tuvo un
activo al figurar como copropietario del mismo. 5

En segundo término, en lo que concierne al lote El


Recuerdo, también localizado en Fúquene, el Tribunal inadvirtió
que el inmueble fue adquirido por los hermanos CASTRO
BALLÉN por $3’000.000 en el año 2004 y que sobre el mismo se
5 Cfr. fl. 103 carpeta juicio oral.
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constituyeron varias hipotecas que fueron canceladas, por


valores de $6’000.000 y $9’000.000, respectivamente. 6 Ello
permite inferir, desde luego, que el procesado ha utilizado sus
bienes para celebrar negocios jurídicos y cumplir con
obligaciones civiles de otro tipo.

En tercer orden, se aprecia que el lote Casa de Teja,


ubicado en Ubaté, también pertenece al procesado y sus
hermanos, quienes lo recibieron en donación de su señora
madre en el año 2000, negocio jurídico que se estimó en
$5’780.0007.

Ahora bien, de las sentencias de instancia se deduce que


la defensa no probó que el acusado hubiera realizado algún
intento de enajenación de su cuota parte en los inmuebles,
como tampoco que hubiera realizado alguna gestión para
obtener ingresos dinerarios de los mismos. Por consiguiente,
es irrefutable que su comportamiento omisivo en ese sentido
implica la infracción de su deber de disponer de sus bienes
para destinarlos al cumplimiento de su obligación alimentaria,
la cual, resáltase, ha de entenderse prioritaria y prevalente
sobre cualquier otra, dada la condición de menor de edad del
alimentado. La falta de liquidez afirmada por el Tribunal le es
atribuible a la desidia del acusado, quien no puso de presente
ningún comportamiento activo destinado a convertir la
capacidad económica inherente a su titularidad de derechos
de dominio en dinero destinado al cumplimiento de la deuda
alimentaria.

Además, no sólo esa razón existía para afirmar la


capacidad económica del señor CASTRO BALLÉN y, por esa
vía, descartar una justa causa para sustraerse al
6
Cfr. fls. 100-102 ídem.
7 Cfr. fls. 98-99 ídem.
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cumplimiento de su obligación. El ad quem desconoció, por


una parte, que Blanca Inés Ballén le daba dinero a su hijo
JOSÉ MAURICIO para que pagara la cuota alimentaria
pactada a favor de su hija, así como que, según aquélla y el
mismo procesado, éste prestaba el servicio de ruta escolar a
tres niños, por lo que recibía la remuneración de $150.000
mensuales.

Ahora, es jurídicamente inadmisible que el ad quem de


alguna manera justificara la conducta del acusado en el
cuidado que éste les daba a su progenitora y a sus tíos de la
tercera edad, como quiera que, sin dudarlo, el derecho a
percibir alimentos por parte de su hija ostenta prevalencia,
por ser ella menor de edad. Mientras que es insostenible,
también, que el Tribunal adujera que no se descartó por la
Fiscalía la explicación cifrada en que la mamá del procesado
le “escrituró” los bienes para eludir obligaciones. De los tres
inmuebles, dos fueron adquiridos por el procesado sin que
alguna vez hubieran pertenecido a su progenitora, mientras
que, en lo jurídico, mal podría admitirse que el bien donado
por aquélla a sus hijos sea usado para defraudar acreedores y
no para el cumplimiento de obligaciones alimentarias en favor
de menores de edad.

Así que, contrario a lo concluido por el Tribunal, para la


Corte existe evidencia suficiente sobre la capacidad económica
del acusado para cumplir con la cuota de alimentos a la que
se obligó por conciliación a favor de su hija menor de edad.
Tal aspecto fáctico descarta que, en lo jurídico, aplique una
causa que justifique la proporción insuficiente e incompleta
de alimentos, ya que ello se hizo esporádicamente y por
valores inferiores a los adeudados.

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4.2.4 Por consiguiente, la remoción de los yerros de


apreciación y valoración probatoria detectados conlleva a
declarar probado que la sustracción de la obligación
alimentaria por el acusado careció de justa causa y obedeció a
la falta de voluntad de aquél para cumplir en su totalidad la
deuda que reconoció en la conciliación. Ello implica que está
acreditada la tipicidad tanto objetiva como subjetiva de su
conducta en el art. 233 del C.P. Así, entonces, habiéndose
afirmado por el a quo la antijuridicidad y culpabilidad del
comportamiento, sin que el Tribunal hubiera negado la
responsabilidad por ausencia de tales categorías, es claro que
el acusado debe ser condenado como autor de inasistencia
alimentaria.

No sobra aclarar que los fundamentos probatorios de la


afirmación de la responsabilidad penal son los mencionados
en esta decisión (cfr. num. 4.2.3 supra), de ninguna manera la
presunción aplicada por el a quo en el sentido que el acusado
contaba por lo menos con un salario mínimo legal mensual
para proporcionar alimentos. Tal presunción, aclara la Sala,
puede tener vigencia en procesos de familia para regular
alimentos, pero nunca en el proceso penal, pues en éste rige
la presunción constitucional de inocencia (art. 29 inc. 4º de la
Constitución).

4.3 En consecuencia, habiéndose establecido que los


errores de hecho cometidos por el ad quem en la valoración
probatoria son de tal entidad que obligan a variar el sentido
de la decisión, la Sala habrá de casar el fallo impugnado y, en
consecuencia, validará la sentencia condenatoria dictada en
primera instancia.

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En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de


la Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE

CASAR la sentencia impugnada. En consecuencia, la


sentencia condenatoria proferida en primera instancia recobra
vigencia.

Contra esta decisión no proceden recursos.

Cópiese, notifíquese y devuélvase al tribunal de origen.

Cúmplase.

LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO


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EYDER PATIÑO CABRERA

PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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