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EL ALBOREAR DE LA LÍRICA ESPAÑOLA MEDIEVAL 

MEDIEVAL  
(José Onrubia de Mendoza) 
Mendoza) 

Las mismas dificultades a que nos referíamos en el capítulo anterior hay que tener en
cuenta en el caso de la ​lírica, si bien ésta en su forma más popular, como cantares del
pueblo, debemos pensar que apareció antes. Sólo que de estas coplas no queda
constancia, a nadie se le ocurre escribirlas, porque aquéllos que las crean y que las
cantan no saben escribir, y los que saben sienten desdén hacia ellas. Por eso, los
primeros textos con que contamos son del siglo XV, fuera de algunos ejemplos
recogidos en obras cultas de los siglos XIII y XIV.

Durante muchos años se ha creído que la ​lírica provenzal era la primera muestra que
poseíamos de una lírica escrita en lengua romance. Y acerca de su origen se libró una
batalla enconadísima, entre los investigadores partidarios de las tres teorías, que
consideraban la lírica provenzal como una derivación de la poesía popular, de la latina
(1) o de la árabe popular. Y tras la poesía provenzal venía la galaicoporturguesa,
recogida en los tres cancioneros de Ajuda, de Colocci Brancuti y de la Vaticana, con sus
dos tipos principales de poemas: las Cantigas de Amor y las Cantigas de Amigo. Las
primeras eran la expresión de una lírica culta en la que podría apreciarse la influencia
de la poesía provenzal, mientras que las segundas estaban más cerca de la poesía
popular y solían adoptar la forma de la ​estrofa paralelística​, compuesta por una serie
de pareados en los que el paralelismo de la construcción se combina con el del
contenido y cuyos versos ofrecen diversas variantes en torno al tipo del endecasílabo
con acentos en las sílabas cuarta y séptima por regla general, y con frecuencia también
en la primera. Es decir, lo que se lama el endecasílabo de gaita gallega. En este tipo de
composiciones es frecuente encontrar tras cada uno de los pareados un tercer verso,
siempre el mismo, que se repite a modo de estribillo. La estrofa se llama entonces
paralelística encadenada.

Así las cosas, surgió el revolucionario descubrimiento de las “​jarchas”​​. S.M. Stern
publicó en 1948 unas veinte canciones hispano-hebreas y una hispano-árabe; algunas
de la primera mitad del siglo XI y otras de la segunda, a las que han venido luego a
unirse más. En estas “moaxahas” escritas en árabe o en hebreo, la estrofa penúltima
sirve de introducción a la final o “jarcha” y la enlaza con el cuerpo principal del poema.
En la “jarcha” se hacía intervenir a personajes que dialogaban entre ellos y estaba
escrita en dialecto vulgar e incluso en español hablado, es decir, en la lengua usual de
los personajes que aparecían en ella y a los que se atribuían canciones ya existentes en
la tradición oral. La persona que habla suele ser una doncella enamorada que se
lamenta de la ausencia del amado ante su madre, sus hermanas o sus amigas, y en
ocasiones ante él mismo. Pero resultaba que estos temas eran los de las ​canciones de
amigo​​, lo que nos llevaba a la existencia de una lírica peninsular muy antigua y muy
extendida.
Las “jarchas”, pues son hoy por hoy la muestra más antigua que existe de una lírica
escrita en una lengua derivada del latín, un español muy primitivo con evidentes
rasgos mozárabes, es decir, del habla que empleaban los cristianos que vivían en la
península ibérica sometidos a l dominio musulmán. El descubrimiento de estas
cancioncillas ha venido a robustecer, por otra parte, a los que defienden la tesis de la
influencia árabe en el nacimiento y evolución de la lírica románica. Pero no debemos
perder de vista que si las “jarchas” se han conservado ha sido porque hubo poetas
cultos que recogieron esas cancioncillas y las incorporaron a sus obras. Y cabe que
cualquier día se haga un descubrimiento similar en cualquier punto de la Romania. Sin
embargo, por el momento, ahí están las “jarchas”, y de las “jarchas” tiene que partir
todo estudio que se intente acerca del origen de la lírica romance.

Los primeros poemas líricos de cierta extensión escritos en castellano, pertenecen a l


siglo XIII y forman parte de la literatura de debates muy extendida durante la Edad
Media por toda Europa. Nos presentan tres notas medievales muy características: la
existencia de poemas latinos que les sirven de antecedente, el carácter internacional
de los temas y la nota satírica. Son también medievales por el empleo de la alegoría.
Disputan en unos casos el agua y el vino; en otros, el alma y el cuerpo de un difunto se
acusan mutuamente; en ocasiones, un cristiano y un judío ponen frente a frente sus
religiones; o dos damas, cuyos amantes son respectivamente un clérigo y un caballero,
discuten acaloradamente acerca de las ventajas y de los encantos de uno y otro, al
mismo tiempo que tratan de desacreditar al de su rival. De todo esto puede deducirse
con claridad el carácter polémico de estos poemas, que unas veces tiene un tono
festivo, otras sarcástico y otras francamente chabacano. Pero en uno de ellos,
precisamente en el que disputan el agua y el vino acerca de los beneficios y de los
males que ambos acarrean, nos encontramos al comienzo con una delicada escena
amorosa entre una dama y un escolar plena de gracia y de ternura. El poema que se
encuentra en un códice de principios del siglo XIII se titula “​La razón de amor con los
denuestos del agua y el vino​​”.

Dentro de esa ​lírica de origen popular a la que nos hemos referido al principio del
capítulo, y cuyos primeros textos pertenecen al siglo XV, nos encontramos con las
canciones amorosas, entre las que destacan las ​“mayas”, que deben su nombre a que
eran cantadas en el mes de mayo y las que se alude en el Poema de Alexandre, un
texto del mester de clerecía correspondiente al siglo XIII. Tenemos también ​las
canciones de ronda​, que han llegado prácticamente hasta nuestros días, y que
consisten en que grupos de mozos recorren por la noche las calles de una localidad,
generalmente a partir de mes de mayo, entonando canciones ante las casas donde
viven las muchachas preferidas por cada uno de ellos.

Un tipo de canción popular muy difundida era ​la cántica de serrana​, especie de versión
española de la pastorela, en la que se nos presenta el encuentro de un viajero y una
serrana, dedicada con frecuencia a la profesión de guía a través de los pasos de la
sierra. Este tema de la serrana lo encontramos a partir del siglo XIV, utilizado también
por los poetas cultos.

Había ​canciones de escolares​, ​de ciegos y la llamada “​trova cazurra​” de aire


pueblerino, cuya gracia resultaba disparatada, chocante y con mucha frecuencia
deshonesta. Y tampoco faltaron poetas cultos que recogieran cantos de escolares y de
ciegos.

Hay un grupo muy importante de esta lírica popular que está dedicado a las faenas
agrícolas, la Siembra y la siega, las dos labores fundamentales de la vida del campo,
han sido siempre cantadas. Y junto a estas canciones están las dedicadas a la vendimia
y a la recolección de almendras, avellanas y aceitunas

Forman otro grupo las conocidas con el nombre de ​canciones de “vela”​, entonadas por
aquellas personas que deben permanecer despiertas durante la noche con objeto de
no dormirse. Una de estas canciones, que se titula ​Ella velar,​ la encontramos recogida
en un poema culto del mester de clerecía perteneciente al siglo XIII y del que es autor
Gonzalo de Berceo. La canción se pone en boca de los centinelas que guardan el
sepulcro de Jesús y que tienen interés en mantenerse despiertos, para evitar que los
discípulos lleguen hasta allí y se apoderen del cuerpo del Redentor.

Quedan aún otras canciones populares que alcanzaron otra difusión, como ​los cantos
de romerías y los ​dedicados a fiestas y verbenas en general, de los que algunos han
llegado hasta nuestros días.

Tenemos que señalar además la existencia ​de las canciones festivas o burlescas​, que
eran en ocasiones verdaderamente injuriosas.

Existe, por último, ​una lírica popular de carácter religioso​, formada principalmente por
los cánticos dedicados a la Virgen al Niño Jesús, que recogidos con frecuencia por
poetas cultos han dado lugar a obras divulgadas.

La estrofa más usual se conoce con varios nombres, tales como zéjel, ​estribote y
también ​villancico,​ distinto de las canciones dedicadas al Niño Jesús a las que suele
dársele ese nombre, y consiste en una copla inicial de número variable de versos que
contiene la esencia de la composición, la que se desarrolla en las estrofas que siguen,
dos por lo común, al fin de cada una de las cuales encontramos repetida la copla inicial
en todo o en parte, a modo de estribillo. Los versos miden por lo general seis u ocho
sílabas.

Las noticias acerca de ​juglares dedicados al canto de composiciones líricas son muy
escasas. Menéndez Pidal señala cómo, según los poetas del siglo XIII, hubo juglares en
las fiestas de boda del conde Fernán González, que se celebraron en el siglo X, y en las
de las hijas del Cid, celebradas en la centuria siguiente. Según la Crónica General de
1344 también asistieron juglares a la bodas de las hijas de Alfonso VI, quien casó a sus
tres hijas en el mismo día, parece ser que a finales del siglo XI (2).

Con lo dicho hasta ahora, hemos pretendido trazar una panorámica no muy precisa
(porque los datos no lo consienten), pero sí al menos lo suficiente clara que nos
permita comprender los distintos caminos por los que en los primeros tiempos de
nuestra literatura iban surgiendo las manifestaciones líricas, es decir, la expresión de
los pensamientos y sentimientos de aquellos hombres que sentían la necesidad de
comunicarlos.

NOTAS  
NOTAS

1) Incluso entre los partidarios de origen latino encontramos dos grupos diferentes,
pues mientras unos creen que procede de la lírica latina en general y señalan diversos
tipos de composiciones como fuente de las distintas clases de poemas que nos ofrece
la lírica provenzal, otros sostienen que se deriva de los tropos que figuran en un códice
existente en la ciudad de Limoges.

2) Poesías juglaresca y juglares, Colección Austral, Espasa-Calpe, cuarta edición,


Madrid, 1856.

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