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LA HUMILDAD, COMO VIRTUD Y MEDIO PARA LA

EDIFICACIÓN DE UNA VIDA ESPIRITUAL Y HUMANA

Trabajo de madurez teológica que presenta:

Rovelio Pablo López

Asesor:

Lic. Mario Acevedo Rodríguez, CO.

Naucalpan de Juárez, Edo de Méx. a 01 de septiembre de 2017.

0
INDICE
INTRODUCCION………………………………………………………….......................1
CAPITULO I. ESTRUCTURA HUMANA Y ESPIRITUAL DE LA PERSONA...........3
I.I. Unidad tripartita del hombre.................................................................................3
I.II. Pulsiones humanas en la vida del hombre ........................................................9
I.III. Manifestaciones del mal en la vida espiritual...................................................11
I.IV. Las virtudes como remedio en la vida espiritual..............................................14
CAPITULO II. CONCEPTO, DEFINICIÓN DE VIRTUD Y HUMILDAD DESDE EL
PUNTO DE VISTA TEOLÓGICO............................................................................17
II.I. Concepto y definición de virtud.........................................................................17
II.II. Concepción de virtud en el tiempo; contexto histórico.....................................17
II.III. Concepto y definición de humildad.................................................................21
II.IV. Breve historia del termino latín humildad-humilitas........................................21
II.V. La humildad, como virtud en el contexto del tiempo.......................................23
II.VI. La humildad en el contexto del cristianismo...................................................23
II.VII. Rasgos de la virtud de la humildad...............................................................24
II.VIII. Preponderancia de la virtud de la humildad.................................................25
CAPITULO III. COMO COMPRENDER LA HUMILDAD EN NUESTRO TIEMPO.29
CAPITULO IV. SOBERBIA VS HUMILDAD...........................................................35
CONCLUSIÓN........................................................................................................45
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………….49

1
INTRODUCCIÓN

Desde los orígenes de la humanidad, el hombre, por ser un ente religioso ha


buscado siempre su crecimiento humano y espiritual, indaga respuestas en cuanto
a la pregunta de su existencia misma, ¿Quién soy? ¿de dónde vengo? y ¿hacia
dónde voy? Preguntas que se hace ante el asombro maravilloso de su existencia.
Como ente hay que entender todo aquello que es, que existe, que ocupan un
espacio, un tiempo, un lugar. Así la persona humana se distingue de los demás
entes en cuanto que es un ente real y racional que se pregunta por si mismo.
A lo largo de la historia, según escritos sagrados y testimonios, han existido
hombres que han alcanzado ciertos grados de superación humana y espiritual:
santos, místicos, monjes, entre otros; Sin embargo, hoy en día, no todos los
hombres han alcanzado ese crecimiento espiritual en plenitud. Pues conforme
avanza en su diario vivir, se va tropezando con pensamientos filosóficos que
pueden ser etéreos y superficiales: horóscopos, tarot, new age, ideologías,
teorías, etc. Que no son favorables a su crecimiento espiritual. Sin embargo, por
su libre albedrío el hombre puede decidir y elegir libremente, aunque lo elegido,
sea o no, conforme al Bien Supremo como su fin último.
Ante estos cuestionamientos, es necesario señalar, que como cristianos ya
tenemos un camino trazado y ese camino es Cristo, un Camino seguro, marcado
por sus huellas y que siguiéndolas sin temor a equivocarnos nos conducirán a esa
verdad absoluta que tanto anhelamos.
El tema que se ha elegido para este trabajo de investigación gira en torno a una
de las principales virtudes que todo cristiano debe poseer: la humildad.
Vamos a tratarlo como medio para iniciar un camino espiritual y que al mismo
tiempo se convierta en una actitud, que pueda ayudar a la trascendencia del
hombre.
El objeto de investigación propone, cómo la humildad puede ser medio para la
edificación de una espiritualidad sólida, para alcanzar la santidad. Ya que, como
cristianos hombre de fe, estamos llamados a la salvación. Y como tal, el esfuerzo
humano acompañado de la gracia de Dios es fundamental.
Su objetivo es exponerla y actualizarla a nuestro tiempo de una manera analítico-
aclaratorio, ya que en nuestra actualidad dicho término se encuentra un poco
desvalorada y/o mal interpretada, pues nos encontramos en medio de una
sociedad en la que los valores éticos y morales parecieran desaparecer.
En la primera línea de exposición se aborda la problemática del hombre en cuanto
a su ser constitutivo, tanto en lo corpóreo, lo espiritual y las circunstancias
externas positivas y/o negativas que, de su experiencia de vida, lo pueden ayudar
en la conformación de su plataforma humana para iniciar un proyecto de
crecimiento espiritual.

1
Por otro lado, más adelante, en el segundo apartado, abordaremos desde un
aspecto filosófico y teológico, de manera cronológica, el concepto de virtud y
humildad en sus diferentes matices y concepciones de acuerdo con la época y sus
circunstancias, con la finalidad de tener un panorama que permita abrirnos camino
para introducirnos propiamente a comprender nuestro tema en cuestión.
Así mismo, en el capítulo tercero se pretende hacer un enfoque sobre el
cuestionamiento de la virtud de la humildad en nuestro tiempo, cómo la debemos
comprender y cómo aplicarla a nuestra vida diaria y nuestro entorno.
Por último, en el capítulo cuatro se expone un análisis del vicio de la soberbia
paralelo a su virtud; La humildad. Para que éstos sea un termómetro que permita
evaluar nuestra vida humana y espiritual, tomar acción y corregir para superarla.
Por último, aclaramos que los valores éticos y morales son propios de los seres
humanos y no de alguna organización o institución en particular, para que, a
través de su conocimiento y su ejercicio, toda cultura humana pueda desarrollarse,
convivir plenamente consigo mismo y su entorno, ya que el hombre es por
naturaleza creado por Dios con esencia material, racional y espiritual, y por tanto
su misión es la convivencia armoniosa con todo su universo.

2
CAPITULO I
ESTRUCTURA HUMANA Y ESPIRITUAL DE LA PERSONA

Para adentrarnos a la aventura del conocimiento de nuestro interior, es importante


señalar los contextos teológicos y espirituales a través de los cuales se
desarrollará este trabajo. Ya que, para todo creyente, inmerso en el ambiente
eclesial, debe saber que los fundamentos de nuestra fe están cimentados en las
Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia Católica 1.
Actualmente, como humanidad, atravesamos un tiempo en que la mayoría del
hombre contemporáneo responde a sus apetitos corporales a bienes
momentáneos. Es decir; se encuentra inmerso en un ambiente de la ley del menor
esfuerzo, donde lo fácil, lo rápido, lo vano y superficial envuelve su vida diaria
olvidando esa gran parte de su ser esencial; lo espiritual.
Pues, para todo aquel cristiano que va en búsqueda de la santidad, el
conocimiento sobre la estructura de su naturaleza, tanto en el plano humano como
en el plano espiritual son de vital importancia. A la vez, es importante señalar que,
en el empeño por crecer espiritualmente, no nos podemos dejar impresionar por
espiritualidades de altos ideales, si no conocemos primero, nuestras propias
capacidades, debilidades y limitaciones2. Porque, no solo somos cuerpo, ni alma o
espíritu puro, somos unidad tripartita. La cual, en la medida que la vayamos
conociendo, nos permitirá tener un mejor control, una mejor supervisión en todas
las áreas de nuestro ser.

1.1 Unidad tripartita del hombre


Al decir que somos una unidad tripartita, hacemos referencia al misterio de unidad
de cuerpo-alma-espíritu del hombre, en un sentido antropológico cristiano como
parte de nuestro ser constitutivo:
Ya el concilio vaticano II recuerda que todo hombre es una cuestión no resuelta, a la
que nadie puede escapar, sobre todo en los momentos más importantes de la vida
(GS 21). Y esta cuestión sobre el hombre no es solo un problema o un enigma, sino
que constituye en términos estrictos un misterio, reflejo del misterio de Dios3.

1 El cardenal Cirvine menciona en su discurso que hay tres principios y fundamentos de nuestra fe:
1) Los libros sagrados que fueron escritos por inspiración del Espíritu Santo. 2) El Evangelio que
nuestro Señor Jesucristo no escribió, sino que lo enseñó oralmente y lo plantó en los corazones y
del que más tarde tomaron algo los evangelistas, quedando muchas otras cosas confiadas
simplemente a los corazones de los fieles. 3) Como el Hijo de Dios no habría de permanecer
siempre corporalmente con nosotros, envió al Espíritu Santo que revelara en los corazones de los
fieles los misterios y enseñara a la Iglesia hasta el fin de los tiempos toda verdad, RAHNER K-
RATZINGER J, Revelación y Tradición, quaestiones disputatae, no. 7, Barcelona 1971, edit.
Herder, p. 56.
2 Cfr. GRÜN Anselm, La sabiduría de los padres del desierto. El cielo comienza en ti, 3ª edición,

Salamanca 2001, edit. Sígueme, p. 135.


3 LADARIA Luis F, Introducción a la Antropología Teológica, 5ª edición, Navarra 2004, edit. Verbo

Divino, p. 192.

3
El hombre es misterio-reflejo del misterio de Dios, en tanto que, en Dios, hay
unidad trina; (Dios Padre-Dios Hijo-Dios-Espíritu Santo). Esta analogía trina entre
Dios y la tricotomía del hombre, es la que sustenta nuestra hechura a su imagen y
semejanza (Gn 1,26). No en lo corpóreo, sino al llamado de trascendencia, al cual
debe aspirar el hombre, en cuanto a su interioridad “invisible, incorruptible e
inmortal”4.
La palabra latina homo y la palabra griega anthropos (άνθρωπος) significan lo
mismo: el hombre, el ser humano. Sin embargo, se formaron siguiendo directrices
diversas. Homo se refiere al hombre origen de la tierra (humus: tierra) y anthropos
ve al hombre como el ser que puede dirigir su vista al cielo (ana, trap, os: mirar
hacia arriba)5. Así pues, se dice que, con el cuerpo el hombre conoce el mundo
físico6, con el alma se conoce a sí mismo y con el espíritu conoce a Dios ( Jn 4,24).
En sentido teológico, para que podamos tener una imagen figurada, a cerca de
nuestra constitución tripartita, nos referiremos al siguiente texto:
El espíritu, el alma y el cuerpo se pueden comparar con una bombilla eléctrica, en la
cual están la electricidad, el filamento y la luz. El cuerpo es el filamento, el espíritu
es la electricidad, y el alma es la luz. La electricidad es la fuente que produce la luz;
el filamento es el material físico que conduce la electricidad para que la luz sea
emitida. Cuando el espíritu y el cuerpo se combinan, se produce el alma. El alma
lleva consigo las características de la combinación del espíritu y el cuerpo, y es el
producto de la unión de ambos. El espíritu es la fuerza motriz del alma, mientras que
el cuerpo es el medio por el cual ella se expresa, así como la electricidad es la
fuente de la luz, y el filamento es el medio en el que la luz brilla7.
El autor de quien se toma el mencionado texto anterior, y en referencia a Gn 2,7,
dice que en un primer momento Dios crea al hombre (cuerpo-filamento), el cuerpo
está allí, inerte, sin vida; Dios insufló en sus narices aliento de vida; (espíritu-
electricidad) y resultó el hombre un ser viviente (alma-luz).8 Por lo que podemos
ver, las Sagradas Escrituras contemplan al ser humano desde una perspectiva
unitaria que forman un todo, tanto así, que ni la muerte puede dividirlo. Por la
carne se representa el aspecto creatura que es perecedera, abierta hacia al

4 Id., p. 64.
5 Estructuras esenciales del hombre en; https://prezi.com/dgxkbxpqbsd0/estructuras-esenciales-
del-hombre/, consultado el 06 de abril de 2017.
6 También es necesario aclarar que llegamos al conocimiento de lo espiritual a través de lo

corporal, SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica, (BAC maior 31), tomo I, parte I, trad. José
Martorell Capó, edit. BAC, 2ª edición, Madrid 1994, q.6, a.6, solución.
7 WATCHMAN Nee, El hombre espiritual, en:

http://www.tesoroscristianos.net/autores/Nee/El%20Hombre%20Espiritual%20%28tres%20tomos%
20en%20uno%29.pdf, consultado el 06 de abril de 2017, p. 22.
8 WATCHMAN Nee, 1903-1972, fue un escritor cristiano protestante, perseguido por los

comunistas chinos, pasando por su fe, sus últimos 20 de su vida en la cárcel.

4
exterior, el alma, representa, el movimiento de ese cuerpo animado por la vida y el
espíritu su apertura a Dios 9.
El primer constitutivo de nuestro ser es el cuerpo10, y este se refiere a la estructura
física, material del cuerpo, que es la parte externa y visible. El cuerpo tiene cinco
órganos, que corresponden a los cinco sentidos, que le permiten comunicarse con
el mundo físico. Es el medio por el cual nos relacionamos con lo que nos rodea e
interactuamos con él. Por tanto, goza de una primordial dignidad, por haber sido
formado por Dios (Gn 2,7; Job 34,15), asumido por el Hijo y transfigurado por el
Espíritu11. Por el cuerpo nos relacionamos con el ambiente físico, como también
con lo espiritual. El cuerpo implica también un compuesto de tres órganos en
correlación (corazón- ojos; lengua-oídos; manos-pies), que en su conjunto abarca
la totalidad de la persona y sólo a través de estos elementos, es que la persona es
plena y libre en tanto que los emplea voluntariamente. En las Sagradas Escrituras
encontramos una especie de antropomorfismo análogamente aplicándole a Dios
características humanas, en relación con el cuerpo del hombre, en este sentido se
puede decir que, Dios se comunica al hombre y el hombre con su cuerpo se
comunica con Dios, por ejemplo:
Corazón-ojos: En la cultura contemporánea, el corazón humano está unido a los
afectos. Sin embargo, el lenguaje bíblico, le designa toda la personalidad
consciente, inteligente y libre del ser humano, es la sede de la vida interior
profunda de la persona (Gn 18,5; 2Sam 18,14; 2Re 9,24; Os 13,8), asiento de la
inteligencia (Si 17,6), sede de la memoria, sede de las emociones y asiento de la
voluntad (Is 65,14; Dt 20,3), asiento de la vida moral y religiosa (Dt 4,39; Jos
24,23; Jl 2,12-13; Si 6,37)12. Mientras que los ojos reflejan la vida interior de las
personas y se le atribuyen las intenciones más profundas del corazón como el
deseo, la esperanza, la humildad, la piedad, (1sam 9,9; Dt 32,10; Prov 7,2; Sal
17,8; Zac 2,12; Is 42,7y 61,1; He 26,18; Col 1,13; Ef 1,18; Sal 13,14 y 19,9; Gn
3,7; Lc 24,16.25.31-32) sin embargo, también el orgullo, la ambición y la envidia
(Si 14,6; Mt 20,15; Is 2,11; Mt 5,29, 18,9; 2P 2,14; 1Jn 2,16)13. El corazón tiene
estrecho vínculo con lo exterior de la persona y su apariencia, especialmente su
rostro; los labios están al servicio del corazón, el corazón está implicado en la
búsqueda y encuentro de Dios (Dt 4;29; 1Sam 7,3), la biblia habla del corazón de
Dios (Sal 33,11-12; Jer 30,24)14.

9 Cfr. RIVAS Rebaque Fernando, La experiencia espiritual de Jesús, no. 17, Madrid 2005, edit. San
Pablo, p. 13.
10 La palabra “carne” es basar en hebreo, en el Antiguo Testamento, y sarx en griego, en el Nuevo

Testamento. Dicho término se usa cerca de cuatrocientas veces en la Biblia, WATCHMAN Nee, op.
Cit., p. 18.
11 RIVAS, op. Cit., p. 14.
12 Id., p. 18-19.
13 Id., p. 34-36.
14 Id., p. 18-34

5
Manos-pies: Las manos están en armonía con la lengua, pues lo que la lengua
expresa, las manos lo asienten a través de diversas acciones, es decir son un
medio de expresión del lenguaje humano: “Levanto la mano al Señor, Dios
altísimo, creador del cielo y tierra, que no aceptaré una hebra ni una correa de
sandalia ni nada de lo que te pertenece” (Gn 14,22-23). En relación con Dios:
“Dios actúa con mano fuerte y con brazo extendido” (Dt 4,34; 5,15; 7,19; 26,8). Los
pies en la Biblia tienen una diversidad de significados: poder, esclavitud, pobreza,
ruptura, como también el peregrinar del hombre en la tierra y los caminos que él
elige; Con relación a Dios: “No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por
la tierra, porque es el estrado de sus pies” (Mt 5,35; He 7,49)15.
Lengua-oídos: La lengua, los labios y la boca forman el conjunto de los órganos
externos en orden a la comunicación, los cuales expresan, lo negativo o positivo
que contiene el corazón: “De boca honrada brota sensatez, la lengua tramposa
será cortada. Labios honrados saben de afabilidad; la boca del malvado, de
engaños” (Prov 10,31-32). Con relación a Dios: “No solo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Dt 8,3; Mt 4,4). El oído en
correspondencia a lo que expresan las palabras; al oír, pero sobre todo al
comprender, discernir y por tanto actuar. “Quien tenga oídos, que oiga lo que el
Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.32; 13,9). Con relación a Dios:
“He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído el clamor que le arrancan
sus opresores y conozco sus angustias” (Ex 3,7)16.
En este contexto se da la complementariedad del hombre con su cuerpo, su
entorno y su relación con la trascendencia (Dios), pues de esta manera, pueden
las personas, actuar de acuerdo según su voluntad17.
Ahora bien, al alma del hombre lo entenderemos como el segundo constitutivo de
su ser: del latín ánima, animado- movimiento- vida; (nephesh en hebreo, psique en
griego), es la vida misma de la persona, es el yo, es el centro de la conciencia y la
unidad del poder vital donde se perciben las sensaciones, las emociones,
sentimientos, pulsiones; el alma es el signo de la vida, pero su fuente está en
Dios18.
El catecismo de la Iglesia católica afirma que: “La persona humana, creada a
imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual (362)”. "Dios formó al
hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el
hombre un ser viviente" (Gn 2,7). Por lo que podemos ver con lo anteriormente
señalado, el alma humana está relacionada con el movimiento, la vida, y lo que se
agita en el hombre.
El magisterio también señala que:

15 Id., p. 40-43.
16 Id., p. 25-40.
17 RIVAS, op. Cit., p. 43.
18 Id., p. 15.

6
Cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani
generis, 1950), —no es "producida" por los padres—, y que es inmortal (cf. Concilio
de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la
muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final19.
Para entender en sentido teológico, con relación al alma presentamos la siguiente
analogía:
El alma es la consumación de la unión entre el espíritu y el cuerpo, y es la totalidad
de los elementos que constituyen al hombre. Cuando el espíritu y el cuerpo del
hombre se integraron perfectamente, el hombre llegó a ser un alma viviente. Por eso
decimos que el alma es el resultado de la unión de dos cosas... ejemplo: si ponemos
una gota de tinta en una vasija con agua, la tinta y el agua se mezclan y llegan a ser
agua entintada. Se puede decir que es tinta y, de hecho, lo es. También se puede
decir que es agua, porque todavía sigue siendo agua. La tinta y el agua mezcladas
llegan a ser una tercera sustancia: agua entintada. (El alma, producida por la unión
del espíritu y del cuerpo, es un elemento independiente.) De la misma manera, el
espíritu y el cuerpo eran dos elementos independientes, pero su combinación
produjo el alma20.
La importancia de conocer la diferencia entre alma y espíritu radica en gran
medida en el desarrollo de la vida espiritual del creyente, para que éste pueda
buscar las cosas del Espíritu y no tan solo las del cuerpo21.
En cuanto al espíritu, hacemos referencia a la fuerza vital, el aliento, el aire, el
soplo (ruaj en hebreo, pneuma en griego) en el hombre, es el “aliento de vida” el
aliento de Dios, por el cual resulta un “alma viviente” por lo que Juan dice, es el
que da vida (Jn 6,63). Sin el espíritu el hombre no podría encontrarse a sí mismo
ni a Dios. (Ap 3,1), pues el espíritu es un principio divino en el cual reside el
intelecto y la razón.
Teófano22 relaciona el espíritu con la conciencia moral la cual conduce al alma a la
oración y contemplación23.

19 CONCILIO VATICANO II, Catecismo de la Iglesia católica, Bestseller internacional, Constitución


apostólica Fidei Depositum, 366, p. 104.
20 WATCHMAN, op. Cit., p. 22.
21 Id., p. 20.
22 Teófano El Recluso, fue un sacerdote ortodoxo, obispo de Vladimir y Tambov (1815-1894).

Nacido en Chernavks, Rusia en la provincia central de Viatka. Después del seminario, pasó cuatro
años en la academia de teología de Kiev (1837-1841). Es allí donde conoció la vida monástica
gracias a la laura (monasterio griego) de Petcherky. Llegó a ser profesor en el seminario de
Clonezt, y más tarde en la Academia de San Petersburgo. Pasó siete años en Palestina, donde
sirvió en la Misión espiritual rusa. Aprendió griego y se familiarizó con los escritos de los Santos
Padres. En 1859, fue promovido al Episcopado y sirvió como obispo, en Tambov y Vladimir. Sin
embargo, Teófano se sentía mucho más atraído por una vida de oración y de soledad que por la
existencia activa que exigía la administración de una diócesis. Es así como en 1866, renunció a su
cargo, se retiró a un monasterio, en Vyschen- Vysha, permaneció allí hasta su muerte. Canonizado
en 1988 por la Iglesia Ortodoxa Rusa. Teófano dividía su tiempo entre la oración y el trabajo
literario, pasaba varias horas respondiendo la correspondencia que le llegaba de Rusia,
principalmente de mujeres; Preparó la edición en ruso de numerosas obras espirituales griegas y
compuso varios volúmenes de comentarios sobre las Epístolas de Pablo; Él fue, quien publicó, una

7
Cuando el espíritu y el cuerpo se combinan, se produce el alma. El alma lleva
consigo las características de la combinación del espíritu y el cuerpo, y es el
producto de la unión de ambos. El espíritu es la fuerza motriz del alma, mientras que
el cuerpo es el medio por el cual ella se expresa, así como la electricidad es la
fuente de la luz, y el filamento es el medio en el que la luz brilla24.
Conforme el hombre manifiesta un signo de crecimiento espiritual es señal de que
existe ya, cierta armonía entre su ser tripartito. Pues su espíritu, que procede de
Dios, ha logrado conectarse con el alma y el cuerpo, dominándolo y elevándolo a
su lugar correspondiente; por el espíritu el hombre se comunica con Dios, le
adora, le sirve y mantiene su relación con él. Por el espíritu el hombre está
consciente de su relación con Dios25.
El espíritu del hombre es su parte más noble y mora en lo más recóndito de él. El
cuerpo es la parte superficial y más exterior. El alma mora entre el espíritu y el
cuerpo y es el enlace entre los dos. El cuerpo es la corteza del alma, mientras que
el alma lo es del espíritu. Cuando el espíritu intenta controlar al cuerpo, necesita la
ayuda del alma26.
Con lo expresado anteriormente podemos constatar que nuestra constitución
cuerpo-alma-espíritu interactúan siempre entre sí, es decir; somos una unidad
indivisible reflejo y creaturas de Dios. Por tanto, hombres y mujeres de fe que
estamos invitados, a buscar las cosas que son de arriba (Col 3,2), y que por lo
mismo nos invita san Pablo que todo nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu deben
ser custodiados hasta la parusía del Señor (1T 5,23). El alma es la expresión
completa del hombre, mientras que, en la vida venidera, en la resurrección, el
espíritu será dicha expresión. Por eso la Biblia dice: “Se siembra cuerpo animal,
resucitará cuerpo espiritual” (1Co 15,44).
Así, pues este gran misterio del hombre en relación con Dios es lo que sustenta
nuestra imagen y semejanza, motivos por los cuales debemos esforzarnos en
irnos configurándonos a ese llamado de completitud trascendente del cual san
Basilio de Cesarea explica:
Nosotros poseemos la una (imagen) por la creación, adquirimos la otra (semejanza)
por la voluntad. La primera estructura nos es dada por haber nacido a imagen de
Dios; por la voluntad se forma en nosotros el ser semejantes a Él. Lo que revela la
voluntad, nuestra naturaleza la posee en potencia, pero es por la praxis como

edición ampliada, en ruso, de "La Filocalia" (Amor de la Belleza). Sin embargo, su principal
herencia es su correspondencia, publicada en diez volúmenes, de la cual se ha extractado los
textos de estos “Consejo a los ascetas” A pesar de su formación intelectual, Teófano tenía un don
particular para expresarse en un lenguaje vivo y directo. Él representa lo que hay de mejor en la
enseñanza ascética y espiritual de la Iglesia ortodoxa, motivo por el que los desconocidos ascetas
se dirigían a él en busca de una guía, un consejo, de una palabra carismática que los orientara en
su caminar, TEÓFANO RECLUSO, Consejo a los ascetas. Edit. Lumen. Buenos Aires 1979, p, 7-9.
23 Id., p. 14.
24 WATCHMAN, op. Cit., p. 23.
25 Id., p. 23.
26 Id., p. 24.

8
nosotros lo conseguimos... no es por nuestro propio poder como podríamos adquirir
la semejanza con Dios, sino que nos ha creado capaces de ser semejantes a Él.
Dándonos la potencia de ser semejantes a Dios. Él ha permitido que seamos
nosotros los artistas de la semejanza con Él, a fin de que nos llegue la recompensa
por nuestro trabajo..., a fin de que el resultado de nuestra semejanza no sirva para
la alabanza de otro... Así pues, a fin de que sea yo el objeto de admiración, y no
otro, me ha dejado la tarea de llegar a ser semejante a Dios. En efecto, por la
imagen yo poseo el ser razonable, y llegaré a ser semejante llegando a ser
cristiano27.

1.2 Manifestaciones humanas en la vida del hombre


Humanamente hablando, por la experiencia de vida, nos hemos dado cuenta de
que en lo profundo de nuestro ser existe una tendencia a no actuar correctamente.
Nos referimos a ese impulso de pecar, esa concupiscencia que puede sobrepasar
nuestra propia voluntad y arrastrarnos a no actuar de acuerdo con nuestra recta
razón, de la cual nos la expresa más claramente el apóstol san Pablo, eso que nos
impulsa a “no hacer el bien que queremos y si el mal que no queremos”, (Rm 7,19-
20); y que podría generar en la persona una consecuencia de corruptibilidad de su
ser constitutivo.
Esa miseria profunda que se siente no solo de una voluntad inclinada a seguir las
sugestiones de la carne débil, sino de una voluntad que, aún sin querer, no logra
siempre evitar los movimientos y rebeliones físicas sensibles e internas de nuestro
ser28.
El hombre por sí solo puede tender hacia algo que le provoque un bien, pero
también puede direccionarse hacia el mal. Por tanto, debemos aclarar cómo
funciona este término: Tendencia; (del latín tendens del verbo tender, extender,
dirigirse a.) hay que concebirla como esa inclinación natural que la persona puede
poseer hacia una cosa o acción determinada que le puede procurar satisfacción
y/o frustración.
Dentro del ámbito de las tendencias morales, existen acciones buenas y/o malas,
por eso en la ascética cristiana las tendencias pueden desempeñar un papel
importante, facilitando o impidiendo la voluntad de perfección, dependiendo de las
inclinaciones del individuo29.
La concupiscencia nos refiere a ese apetito desmedido o descontrolado que
surge en la persona, que sobrepasa su propia voluntad y que lo lleva a buscar sólo
el placer por el placer, sin llevarlo a generar un bien personal o hacia el otro, sino
un daño propio.

27 RIVAS Rebaque Fernando, Terapia de las enfermedades espirituales en los Padres de la Iglesia,
No.31, Edit. San Pablo, Madrid 2007, p. 38-39.
28 ANCILLI Ermanno, Diccionario de espiritualidad, Tomo III, Barcelona 1984, edit. Herder, p. 652
29 ANCILLI, op. Cit., p. 462.

9
En el sentido bíblico significa aquella atracción particular emotiva que perturba y
agita, suscitando un deseo intenso de algo moralmente prohibido, que si se acepta
libre y responsablemente constituiría culpa y pecado30.
La concupiscencia en sí no es pecado, es una secuela, se le puede llamar pecado
en raíz, en cuanto que en ella tenemos una señal del pecado original que inclina al
pecado, es un defecto de la naturaleza con relación al estado original31. Pues el
hombre, en su interior experimenta ese deseo que no siempre es armonioso con
su espíritu y su conciencia, sino todo lo contrario, atraído por las inclinaciones al
mal moral le hace alejarse de su fin último y por ende rompe las relaciones con
Dios, con él mismo y su entorno32.
La iglesia católica, en el concilio de Trento declaró que los regenerados por medio
del bautismo, que no viven según la carne (Rm 8,1), sino que, despojados del
hombre viejo, se revistieron del nuevo según Dios, son inocentes, inmaculados,
puros, sin culpa, y amados hijos de Dios, y por ello herederos de Dios y coherederos
de Cristo (Rm 8,17). Sin embargo, la concupiscencia también permanece en los
justos, pues por la gracia conferida por el bautismo se quita el pecado original en
cuanto al reato (pena) y a la condenación, pero no la concupiscencia, pues esta
permanece para el combate33.
Con relación al texto anterior; la permanencia de la concupiscencia en el bautizado
que va conociendo su defecto dominante, puede ser considerado por él mismo,
como su tesoro interior, el cual, no es una maldición o una incapacidad de Dios
que no pudo quitarle, sino la oportunidad, que Dios le permite para impulsar su
combate, labrar el terreno para su semejanza a Dios como dice -San Basilio- e
iniciar su crecimiento espiritual. “Porque sólo el humilde, el que está dispuesto a
admitir su humus, su condición de tierra, su condición de hombre, sus sombras es
el que experimentará al verdadero Dios”34. Pues el cielo es para los que se hacen
violencia (Mt 11,12; Ga 5,24).
No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del
pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades
inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación
al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati:

30 ANCILLI Ermanno, Diccionario de espiritualidad, Tomo I, Barcelona 1983, edit. Herder, p. 732.
31 Los monjes buscaban el paraíso perdido. Se esforzaban denodadamente por recobrar el “estado
original” en que el hombre fue creado. Ambicionaban la plenitud de los dones de que gozaba Adán
antes del pecado: su amistad familiar con Dios, la compañía de los ángeles, su dominio sobre
todas sus potencias y facultades, y sobre la creación entera, de la que había sido constituido rey.
Todo se había perdido con el pecado. Pero Cristo había rescatado al hombre y restaurado la
humana naturaleza de un modo todavía más admirable que su primera creación, y los monjes
tenían fe en que, mediante la ascesis cristiana, podían recobrar lo que Adán había perdido y aún
adquirir mucho más, esto es, los maravillosos dones con que Cristo, el nuevo Adán, había
redoblado la primera dotación, ya tan espléndida del hombre. TEÓFANO RECLUSO, Consejo a los
ascetas, p. 38.
32 ANCILLI, op. cit., p. 732
33 Id., p. 447.
34 GRÜN, op. Cit., p. 24.

10
«La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la
consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que
legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515)35.
Ante estas afirmaciones contundentes; las tentaciones e inclinaciones “tienen su
sentido en Cristo, pues él vino en persona para liberar y vigorizar al hombre
renovándolo interiormente”36. El cristiano, para su combate no se basta por sí solo,
todo se le ha dado, cuenta con los auxilios divinos y medios necesarios que la
Iglesia provee (sacramentos y sacramentales) para enfrentar la batalla, “Velad y
orad, para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es
débil” (Mt 26,41).

1.3 Manifestaciones del mal en la vida espiritual


Los enemigos espirituales de los hombres son; la concupiscencia (carne), el
mundo y el demonio37.
La concupiscencia de la carne es el amor desordenado de los placeres de los
sentidos. Ante esto, el placer en sí mismo no es malo; porque Dios ha ordenado el
placer a un fin superior que es el bien sincero; une el placer con ciertos actos
buenos como el comer, dormir, tocar, etc. Para que se nos hagan más fáciles, y
para atraernos así al cumplimiento de nuestros deberes. Disfrutar del placer con
templanza y ordenándole virtuosamente al bien moral y sobrenatural, no es malo;
porque tiende a un fin bueno que, en último término, es el mismo Dios. Sin
embargo, consentir el placer, por el placer como fin, es un desorden; porque es ir
contra el orden puesto por Dios. Y ese desorden se convierte en un círculo vicioso
atrayendo otros vicios38. Ante ello, la importancia como bautizados la mortificación
de los sentidos por la práctica de las virtudes39.
En la lucha contra el mundo, se hace referencia a los que son contrarios a
Jesucristo, anarcocristianos40 y esclavos de los vicios capitales, pues cuando se

35 Catecismo de la Iglesia Católica 264, op. Cit., p. 362.


36 CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes. Documentos del Vaticano II. Constituciones,
Decretos, Declaraciones, edit. BAC, 7ª edición, Madrid 1969, p. 180.
37 TANQUEREY-GARCÌA Hughes D, Compendio de teología ascética y mística, Tomo 1,

ediciones, Jesús de la misericordia, 6ª edición, Madrid 1930, p. 135-136.


38 Los vicios capitales son siete: soberbia, avaricia, lujuria, gula, ira, envidia, pereza; son los que se

contraponen a las siete virtudes humanas como la humildad, generosidad, castidad, paciencia,
templanza, caridad y diligencia, MARQUÉS Surinach Joan, Los pecados y las virtudes capitales.
Vol. 156. Ediciones Palabra, Madrid 2007, p. 20.
39 TANQUEREY-GARCÌA, op. Cit., p. 136.
40 El anarquismo cristiano o anarcocristianismo es una forma de entender la vida cristiana en la que

los principios éticos y de organización social son anarquistas. Los cristianos anarquistas afirman
que si cada individuo es valioso ante Dios, sólo rige el derecho natural de las personas como
fundamento de la libertad individual y no hay lugar para gobiernos, civiles o eclesiásticos, sobre las
personas. Básicamente toman las enseñanzas del Evangelio como fundamento espiritual de la
anarquía, en:
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/cristianismo_anarquismo/cristianismo_y_anarquis
mo.html, consultado el 24 de abril de 2015.

11
vive en la anarquía y/o anarcocristianismo toda organización y/o regla ética o
moral en bien de la sociedad o de la persona resulta todo lo contrario. Pues en el
mundo están inmersos; los incrédulos: personas hostiles a la religión, pues esta
les condena su soberbia, los placeres mundanos y las riquezas ilícitas; los
indiferentes: hombres que no les importa tener religión, viven en la comodidad y
no quieren salir de su zona de confort; los pecadores impenitentes: aman el
pecado, el placer y no quieren apartarse de él; los mundanos: que aún creen y
practican la religión, se dejan llevar por los placeres, el lujo, el confort, causan
escándalos a sus hermanos, creyentes o no creyentes (Mt 18,7). Así pues, el
peligro de la mundanidad puede envolver al creyente y a toda una sociedad a
través de sus filosofías vanas y superficiales para desviarlos de su fin último41.
Para salir triunfante ante tales filosofías perniciosas, es necesario mantener la
mirada siempre hacia la eternidad, y considerar el mundo a la luz de la fe
sobrenatural42.
La lucha contra el demonio. Con este pequeño apartado no se pretende hacer un
estudio sobre el diablo (satán en hebreo y en griego diablo) para demostrar su
existencia o no, sino su actuación maléfica en la vida del creyente; ya que las
verdades de nuestra fe se anteponen ante posibles argumentos que pretendieran
desviar nuestro fin:
Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado
libremente servir a Dios y su designio43. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan
asociar al hombre en su rebelión contra Dios44.

41 TANQUERREY-GARCÌA, Op. Cit., p. 147-148.


42 Id., p. 150.
43 Todos piensan ahora que Lucifer, “contra su Hacedor, frunció las cejas”, movido por su insolente

soberbia. Pero los antiguos Padres de la Iglesia, los primeros teólogos, no pensaron precisamente
en el orgullo. Según muchos de ellos la causa de la caída del Arcángel fueron los celos, celos del
hombre. San Justino (Diálogo con Trifón, 124, 3) afirma, en efecto, que Satanás llegó a ser
malvado sólo cuando incitó a Eva a la desobediencia. Y la misma opinión vuelve a encontrarse en
San Ireneo, que fue el primero en denunciar el verdadero motivo de la insidia demoníaca contra la
primera pareja: “El Diablo, que, como nos lo enseña San Pablo en la Epístola a los Efesios (II, 2),
era uno de los ángeles prepósitos del aire, se hizo apóstata y rebelde a la ley divina cuando tuvo
celos del hombre...” Y lo mismo afirma Tertuliano (De Patientia, V): “El Diablo se dejó vencer por la
impaciencia cuando vio que el Señor había sometido a su imagen —es decir, al hombre— la
totalidad de los seres creados. Si hubiese tolerado eso, no habría sentido dolor alguno; y si no
hubiese sentido dolor, no hubiera tenido celos del hombre. Tanto es así, que engañó al hombre
porque tuvo celos de él.” También San Cipriano (Los celos y la envidia, IV) acepta la misma teoría.
El texto más completo es el de San Gregorio de Nisa en su famoso Discurso Catequístico. Dada la
autoridad de este padre de la Iglesia de Oriente vale la pena citarlo íntegro: "El mundo inteligible
existía antes que el otro, y cada una de las potencias angélicas había recibido de la autoridad que
dirige todas las cosas una parte en el gobierno del universo; y a una de esas potencias se le había
dado encargo de mantener y gobernar la esfera terrestre. Luego se había formado con tierra una
figura que reproducía la potencia suprema; y ese ser era el hombre. En él estaba la belleza divina
de la naturaleza inteligible, unida a cierta fuerza secreta. De ahí que aquel a quien le había sido
confiado el gobierno de la tierra hallase extraño e intolerable que de la naturaleza dependiente de
él saliese y se manifestase una sustancia hecha a imagen de la divinidad suprema”. Sólo con
Orígenes aparece y se afirma la teoría hoy imperante, que es la del orgullo; la idea de los celos o

12
En las Sagradas Escrituras encontramos pasajes donde al maligno, no le es
imposible apoderarse de una persona, por lo que se encarna en Judas (Lc 22,3) y
traiciona a Jesús.
Según la teología al diablo no le es imposible apoderarse de una persona,
sustituirse a ella en las decisiones y en las palabras con el fin de acarrear muerte y
perdición al mayor número posible de seres humanos; y algunos poderosos, si se
los mide con el patrón cristiano, actúan y piensan como si Lucifer se hubiese alojado
de manera estable en sus cuerpos45.
Ante el argumento anterior, hay que estar conscientes que el maligno no tiene
ningún poder para tomar posesión del cuerpo y del espíritu de un hombre, ningún
poder para entrar a las puertas de su alma, si antes, no lo ha despojado de toda
su vida espiritual46. Careciendo de vida espiritual, sí es posible el obrar del maligno
sobre el cuerpo, sobre los sentidos externos e internos, en especial sobre la
memoria y la imaginación47. Por otro lado, no puede tampoco el enemigo obrar
directamente sobre nuestras facultades superiores; el entendimiento y la voluntad,
pues Dios se las reservó para sí48. A menos que ataque por las pasiones
desordenadas que tienen su asiento en el apetito sensitivo; y de esta manera obra
indirectamente sobre la voluntad, cuyo consentimiento requiere de los diversos
movimientos de la sensualidad49.
Por ello recordamos a todo creyente que ha tomado en serio su vida espiritual, el
estar consciente que su batalla es una guerra interior, espiritual, siendo las
pasiones las más fuerte y peligrosa de todas las guerras50. “Los demonios no
dejan de hacer la guerra a Dios ni de hostigar a los hombres decididos a sacudir
efectivamente el antiguo yugo”51 y como lo confirma San Pablo luchamos
“...contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales” (Efesios 6:12).
La diversidad en que el mal actúa en la vida espiritual de las personas varía de
acuerdo con su estado; los más incitantes son los “pensamientos” que en sí son

envidia reaparecerá —aunque en forma un poco diferente— sólo en el siglo XVI, con Catarino y
Suárez. Pero valía la pena recordar que en los primeros siglos de la Iglesia no pocos escritores
cristianos —todos santos y ortodoxos, menos Tertuliano— habían visto en los celos la verdadera
causa de la rebelión de Lucifer. Los celos y la envidia son, sin duda, sentimientos bajos e innobles,
indignos de una criatura angélica; y en Lucifer llegaron a ser tan ardientes y fuertes que lo
indujeron a la rebelión abierta contra el Creador...Los celos llevaron a Satanás a la rebelión —y
este último es el pecado inexcusable—; pero el móvil primero de esa rebelión, tal como lo imaginan
los primeros Padres de la Iglesia, es mucho menos grave que lo que hoy enseña nuestra
dogmática, PAPINI Giovanni, El diablo, apuntes para una futura diabología, 4ª edición, edit. Época,
México 1979, p. 43-45.
44 CATECISMO DE LA IGESIA CATOLICA, 414, op. Cit., p. 117.
45 PAPINI Giovanni, El Diablo, 4ª edición, México 1979, edit. EDESA, p. 317.
46 EL RECLUSO, op. Cit., p. 141.
47 TANQUERREY-GARCIA, op. Cit., p. 155.
48 Id., p. 155.
49 Ibid.
50 EL RECLUSO, op. Cit., p. 15.
51 Id., p. 14.

13
buenos, pero en la mayoría de los casos son malos y perversos. El maligno
aprovechándose para perderlos no da la cara; se camufla detrás de los malos e
inclusos buenos impulsos del hombre, sirviéndose de ellos para atormentarlos a
cada momento a cada instante52. Según Teófano dice que uno de los
pensamientos más duros y difíciles de vencer es el de la lujuria, que ataca a todos,
pero en especial a los más jóvenes53.
Esos malos pensamientos que anidan en el interior del hombre por las que
Teófano, los describe como los ocho logismoi o pensamientos o vicios capitales
(vanagloria, avaricia, fornicación, cólera, glotonería, orgullo, tristeza, acedia)54. Sin
embargo, afirma santo Tomás, que ante tales sugestiones de la imaginación
quedan la libre voluntad del hombre para consentir o rechazarlos 55. También, no
todas las tentaciones que sobrevienen son obras del maligno; “basta con nuestra
concupiscencia, excitada por hábitos pasados y por imprudencias presentes, para
dar razón de muchas de ellas”56.
Otras de las manifestaciones por las cuales los enemigos engañan principalmente
a aquellos que ya han iniciado un camino espiritual, es a través de las visiones y
alucinaciones, esto sucede cuando los pensamientos ya no son efectivos, estas
atacan para excitar la lujuria, la gula, el miedo, etc. También se manifiestan a
través de formas piadosos y sobrenaturales, para engañar, asustar o hacerles
caer en la soberbia espiritual, pues los demonios conocen la Biblia al derecho y al
revés, pueden entablar conversaciones espirituales, cantar salmos y arrodillarse
ante el Señor57.
Ante tales argumentos, ¿cómo se podemos discernir las tentaciones maléficas?
Cuando la tentación es repentina, violenta y duradera, si la tentación pone turbación
profunda y duradera en el alma o sugiere el deseo de cosas maravillosas o de
mortificaciones extraordinarias para que todos la vean, que el alma note en sí cierta
inclinación, a no confesarlo a su director espiritual y a desconfiar de sus
superiores58.

1.4 Las virtudes como remedio en la vida espiritual


En nuestro caminar hacia la santidad, en búsqueda de un crecimiento espiritual es
necesario el conocimiento de nuestras propias potencialidades y flaquezas como
exclama San Agustín: “Que yo te conozca Dios mío y que me conozca a mí
mismo. A Ti para amarte y glorificarte, a mí para humillarme reconociendo mis
miserias” (Conf. 10,1-5). Aquí en este texto paralelamente podríamos hacer una

52 TEÒFANO, op. cit., p. 15.


53 Ibid.
54 Id., p. 25.
55 TANQUEREY- GARCÌA, op. Cit., p. 156.
56 Ibid.
57 El RECLUSO, op. Cit., p. 16.
58 TANQUEREY- GARCÌA, Op. Cit., p. 157.

14
analogía en cuanto a la importancia del conocimiento y la práctica de todas las
virtudes como ; la humildad, la generosidad, la castidad, la paciencia, la
templanza, la caridad y la diligencia, con su vicio correspondiente; como la
soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, y la pereza, las cuales
podrían ser un termómetro que permitirían medir nuestro avance en el camino
espiritual, en cuanto a nuestras virtudes y defectos dominantes. Ya que todas
nuestras malas inclinaciones tienen su fuente en algunos de los siete pecados
capitales, que son el principio y raíz de todos los demás59. Y como lo confirma San
Pablo “Veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi espíritu y me
esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Infeliz de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte?” (Rm 7,23-24). Ante tal argumento, la sierva de
Dios Concepción Cabrera de Armida nos invita a acogernos al amparo de María
de Nazaret como reina y madre de todas las virtudes, pues ella es el arca que la
contiene en sí todas60.
Con estas pequeñas pinceladas en cuanto a la estructura humana y espiritual de
nuestro ser, es que nos iremos adentrando al conocimiento de lo que es la virtud
propiamente, para acercarnos en los siguientes apartados a nuestro tema en
cuestión; La humildad como virtud.

59 MARQUÉS Suriñach Joan, Los pecados y las virtudes capitales. Vol. 156. Ediciones Palabra,
Madrid 2007, p. 7.
60 CABRERA de Armida Concepción, De las virtudes y de los vicios. Editorial de la Cruz, México

2006, p. 65.

15
16
CAPITULO II
CONCEPTO, DEFINICIÓN DE VIRTUD Y HUMILDAD DESDE EL PUNTO DE
VISTA TEOLÓGICO

2.1 Concepto y definición de virtud.


La palabra virtud, tiene diversos matices en cuanto a su interpretación. Sin
embargo, a lo largo de este breve recorrido, nos podremos dar cuenta que todas
esas acepciones recaen en una misma interpretación en cuanto a su fin, puesto
que toda virtud, produce algo bueno que genera un bien en el hombre y la
sociedad. Es decir; toda acción o don virtuoso repercute en un acto de bien, que
trasciende.
Específicamente este concepto nace en Grecia, dentro del marco de la vida moral
de los ciudadanos, la cual podemos situar dentro de los orígenes de la filosofía
moral. La palabra virtud en los griegos es areté, la cual hace referencia al modo de
ser del hombre de índole noble y de buena educación61.
Para los latinos, sin embargo, virtud, virtus, virtūtis, se deriva del vocablo latín vir,
que significa ‘varón’, ‘hombre’, pues se refiere a la cualidad del valor, asociada a la
firmeza del hombre, el cual se situaba en el Estado y la vida 62.
La Edad Media germánica la entendió por tugent la índole del hombre
caballeresco63.
Sin embargo, en el pensamiento actual, hace referencia a la fuerza, el vigor, el
carácter, la entereza, la capacidad con la que una persona enfrenta determinadas
situaciones64.
El ejercicio de la práctica de alguna virtud genera en el hombre un hábito que lleva
una fuerza que asegura la permanencia de la práctica del bien; es una cualidad
buena del espíritu65.

2.2 Concepción de virtud en el tiempo, contexto histórico.


En cuanto a la concepción de virtud a través del tiempo, tomaremos algunas
referencias, con el fin de reforzar y tener un mejor marco de referencia para su
comprensión.
Aristóteles, (384-322 a. C) muestra, que la virtud humana no puede ser ni una
facultad, ni una pasión, sino un hábito. Que sea un hábito significa que aparece no
por naturaleza, sino como consecuencia del aprendizaje, y más exactamente de la

61 Cfr. HIRSCHBBERGER, Johannes, Historia de la filosofía I, Barcelona 1975, 72.


62 DE PEDRO Aquilino, Diccionario de términos religiosos y afines, edit. Verbo divino, 4ª edición,
Madrid 1998.
Id., p. 292.
63 Cfr. GUARDINI Romano, La esencia del cristianismo, Una ética para nuestro tiempo, Ediciones

Cristiandad, Madrid 2006, p. 114.


64 DE PEDRO Aquilino, op. Cit., 292
65 Id.

17
práctica o repetición. La práctica o repetición de una acción genera en nosotros
una disposición permanente o hábito. Los hábitos pueden ser buenos o malos; son
hábitos malos aquellos que nos alejan del cumplimiento de nuestra naturaleza y
reciben el nombre de vicios, y son hábitos buenos aquellos por los que un sujeto
cumple bien su función propia y reciben el nombre de virtudes66.
Platón (427-347 a. C) la engloba en el ámbito de la ética, con una propuesta
moral basada en lo político; la convivencia de la polis, las relaciones del estado y
los ciudadanos67. En él, no existe un concepto estable de virtud, sino conceptos
que se complementan entre sí, ejemplo: virtud como sabiduría se refiere al
conocimiento de las ideas de bien, prudencia, valor, templanza y justicia, de este
modo, Platón pretende realizar una unificación de estas cuatro virtudes en la idea
de Bien. Así mismo, relaciona cada virtud con una parte del cuerpo y con las
dimensiones del alma; para el cuerpo y el alma establece que la prudencia
corresponde a la cabeza y la razón; el valor, al pecho y lo irascible; la templanza,
al vientre y lo concupiscible68. Sin embargo, apreciamos en este contexto platónico
la gran importancia de la virtud, pues; “todo cuanto de oro hay encima y debajo de
la tierra no es bastante para darlo a cambio de la virtud”69.
También se puede apreciar que la virtud en cuanto tal tiene tres dimensiones:
Armonía, purificación y sabiduría. La virtud como armonía es la que se refiere a la
justicia como la virtud fundamental que está en consonancia con el todo del
universo, como un equilibrio de la vida humana:
El acuerdo de las tres partes del alma, exactamente como los tres términos de una
armonía, el de la cuerda grave, el de la alta y el de la media. La armonía surge
cuando "cada parte hace lo propio" de tal manera que "dominen o sean dominadas
entre sí conforme a la naturaleza"70.
Virtud como purificación, en cuanto que el hombre, a través de la virtud busca
superar las pasiones bajas y encontrar la sabiduría por la contemplación para
acceder a las ideas71.
En cuanto virtud como sabiduría se entiende que:

66 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, III, 5, en; canal # biblioteca del IRC en la red undernet,
edición Proyecto Espartaco, http://www.proyectoespartaco.dmcl, consultado el 31 de marzo de
2017.
67 Cfr. PLATÓN, La República, edit. Gredos, Madrid 2001, IV.
68 Ibid.
69 PLATON, Leyes, edit. Alianza, Madrid 2002, 728a.
70 PLATON, Filebo, edit. Aguilar, Madrid 1990, 31c-32a
71 Cfr. PLATON, Fedón, edit. Orbis, Barcelona 1983, 68c. 75. El sentido de purificación se puede

comprender desde la concepción dualista que tiene Platón de la realidad, pues para él existen dos
mundos, el de las ideas o eidos (pues es el mundo real en sentido más fuerte) y el terrenal o
sensible (que es imperfecto e imitación del mundo ideal). El hombre no escapa a esta concepción
pues, para vivir en el mundo de las ideas necesita hacer un proceso de virtudes para superar el
lastre corporal, según Platón, las inclinaciones bajas, para que el alma alcance ese mundo del
eidos. Cfr. PLATÓN, Fedón.

18
Si la virtud es una disposición del alma y una cierta disposición que tiene como
carácter necesario el ser útil, no puede ser más que razón, puesto que todas las
demás, no son por sí mismas ni útiles ni perjudiciales, sino que son una u otra cosa
según que vayan acompañadas por la razón o por la insensatez72.
Según este razonamiento, puesto que, si la virtud es útil, no puede ser más que
una especie de razón y por tanto aprehensible.
Los sofistas: Protágoras (485- 4ll a. C); Estos grupos de sabios llamados sofistas,
eran maestros del hablar y convencer, tenían interés en cualquier saber, eran
estudiosos de la retórica. Para este grupo de intelectuales todo era válido en
relación con la moral, pues, su saber se basaba en un principio relativista: 73
Sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo sostengo con toda firmeza que, por
naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de la
colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y durante todo el tiempo que
dura ese parecer.
Para ellos los valores son cambiables, aunque se dé la contradicción, es decir; lo
bueno puede ser malo o al revés, según lo que se decida en particular o en la
colectividad. Entonces, en ello podemos entender que la virtud en sí misma, no lo
es, sino que cobra un sentido meramente variable según se determine por el
tiempo dejado a la decisión de quienes la determinen.
Para Agustín (354-430); en La Ciudad de Dios las virtudes son como variados
afectos o manifestaciones del amor, y el mandamiento del amor a Dios y al
prójimo las reunía todas:
Ahora bien, el Creador, si de verdad es amado, es decir, si es amado Él mismo, no
otra cosa en su lugar que no sea Él, no puede ser mal amado. El mismo amor que
nos hace amar bien lo que debe ser amado, debe ser amado también
ordenadamente, a fin de que podamos tener la virtud por la que se vive bien. Por
eso me parece una definición breve y verdadera de la virtud: el orden del amor.
Según esto, canta en el Cantar de los Cantares la esposa de Cristo, la ciudad de
Dios: Ordenad en mí la caridad trastornado, pues, el orden de la caridad, esto es, de
la estimación y del amor, los hijos de Dios lo dejaron a Él, y amaron a las hijas de
los hombres74.
Agustín percibe la virtud como amor, en orden a Dios; puesto que, si no hay ese
gesto virtuoso de amar ordenadamente a sus criaturas en orden a ÉL, el hombre
se desvía y se pierde75.

72 PLATÓN, Menón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 4, Madrid 1871, p.
323. en: http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf04275.pdf
73 Cfr. HIRSCHBBERGER, Johannes, Historia de la filosofía I, Barcelona 1975, 72-73.
74 SAN AGUSTÍN, La ciudad de Dios, (Sepan Cuántos 59), trad. Porrúa, edit. Porrúa, 10ª edición,

México 2006, P.422.


75 “Estas cosas tuyas son, y son buenas; porque tú que eres bueno las criaste; no hay cosa nuestra

en ellas, sino que pecamos, amando sin orden, en vez de ti, a la criatura” SAN AGUSTÍN, La
ciudad de Dios, p. 422.

19
El catecismo de la Iglesia católica respecto a la virtud nos dice que son
actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento
y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían
nuestras conductas según la recta razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y
gozo para llevar una vida moralmente buena76.
Ante estas afirmaciones podemos concluir que efectivamente, toda virtud; desde
los tiempos antiguos hasta nuestros días, sigue siendo un ideal de alto valor
heroico para los hombres y la sociedad. El ejercicio o práctica de toda virtud, no le
son propias a una persona o determinado grupo de personas77, sino que son
valores fundamentales para todo ser humano. Virtudes que, en toda la extensión
de la palabra, debe resurgir nuevamente78, resurgir en el ámbito de hacerse
palpable, hacerse realidad en medio de una sociedad que día con día se sumerge
en el egoísmo, el materialismo, la indiferencia, y más aún, en una sociedad que no
visualiza ni siente, la vida espiritual79. Pues la mayoría de los seres humanos, nos
hemos enfrascado en filosofías etéreas y superficiales que nos incitan a satisfacer
nuestras necesidades a bienes próximos y no duraderos; motivos por los cuales
percibimos una sociedad decadente de valores, sumergida en una ola de
corrupción que alcanza, incluso, las altas cimas de grandes instituciones.
En la actualidad pareciera que la concepción de virtud se encuentra por los suelos,
escuchamos la palabra y pensamos en algo deprimente o pasado de moda 80, sin
embargo, las virtudes como valores son medios por los cuales resurgiría toda una
sociedad en medio de crisis, y la nuestra no es la excepción81. Pues las virtudes
como valores incitan a lo bello, a lo hermoso, a lo excelso, a lo propio que es del
hombre 82. La virtud es una actitud que genera en la persona humana un hábito
bueno, es un proceso que implica, disposición, disciplina, entrega, que sintetiza
interiormente un crecimiento y satisfacción en el hombre y la sociedad 83. Por eso

76 CIC. # 1804.
77 PRONZATO Alessandro, En busca de las virtudes perdidas, Colección Nueva Alianza no 158,
edit. Sígueme, Salamanca 2001, p. 10
78 “Hace cuarenta años escribió el filósofo Marx Scheler un artículo que lleva por título “Para la

rehabilitación de la virtud” GUARDINI, La esencia del cristianismo, una ética para nuestro tiempo,
p. 113
79 LÓPEZ Padilla L Eduardo, Un mandato venido de lo alto, Edit. Talleres gráficos Amátl, México

2009, p. 282.
80 GUARDINNI, op. Cit., p. 113.
81 “Personalmente estoy convencido de que, si existiese el coraje de volver en poner en circulación

estas virtudes que tenemos ocultas, casi con vergüenza, si osáramos en volver a exponer su
validez frente a las modas, las ideologías y las fórmulas brillantes que regulan la vida de hoy,
muchas cosas en esta tierra funcionarían un poco mejor y distintos problemas encontrarían una
solución casi natural, sin necesidad de acudir a proclamas ruidosas (que no cambian nada), y a
proyectos grandiosos (que dejan las cosas como están).
Quizá se pueda ser progresista reclamando el valor de algo “antiguo” capaz de arrastrar lo nuevo”,
PRONZATO Alessandro, En busca de las virtudes perdidas, p. 10.
82 GUARDINI, op. Cit., p. 114.
83 Ibid.

20
las virtudes para nuestro tiempo son semillas necesarias para una nueva
generación.

2.3 Concepto y definición de humildad


La humildad, como virtud y medio para la edificación de una vida espiritual y
humana; señalamos, que es una de las virtudes que pareciera desaparecer en
nuestro tiempo, pues, “en la medida en que se ha entronizado el individualismo,
egoísmo, narcisismo y relativismo productos de la concepción liberal del hombre,
el mundo y sus problemas”84 ha perdido su verdadero sentido, su valor e
interpretación. Así pues, exponemos a continuación una breve definición de este
concepto desde sus raíces, para conocer su significado verdadero y su sentido
espiritual el cual pretendemos exponer.
El término humildad nace originariamente del término latino humus que significa
tierra, luego humilis: de poca altura, para terminar en humilitas, que significa
pegado al suelo85.

2.4 Breve historia del término latín, humildad-humilitas.


En sentido estricto, desde su raíz, la palabra latina humildad, nada tiene que ver
con el sentido de virtud con que ahora se le concibe. Esta palabra actualmente la
relacionamos con la aceptación de nuestras propias limitaciones, bajeza, sumisión
y rendimiento; cualidades muy humanas, si son comparadas desde la antigüedad
con los dioses que estaban en el cielo86.
Humus, es una palabra que quiere decir fértil, geológicamente el humus es la capa
más fértil de la tierra, actualmente es un tecnicismo de la edafología 87, que indica
la parte de materia orgánica en descomposición que ese suelo contiene en su
composición. La palabra viene directamente del latín clásico humus (suelo,
tierra)88.

84ALBERTO Buela, «Algo sobre la humildad», en;


http://www.ceid.edu.ar/biblioteca/2012/alberto_buela_algo_sobre_la_humildad.pdf, consultado el
01 de abril de 2017.
85Ibid.
86 TREVIÑO Rodríguez Jesús Gerardo, Oxford English Dictionary, USA 1984, en

http://etimologias.dechile.net/?humus, consultado el 01 de abril de 2017.


87 Su nombre viene del griego “edaphos” que significa superficie de la tierra y estudia el suelo

desde todos los puntos de vista: morfología, composición, propiedades, formación y evolución,
taxonomía y distribución, utilidad, recuperación y conservación. La edafología constituye una de las
asignaturas básicas de las ciencias agropecuarias puesto que se encarga de describir el medio de
producción y el medio donde se desenvuelven todos los factores relacionados con los recursos
naturales, MARÍN Serna Guillermo L, «Edofología 1», Universidad en el Campo, Universidad de
Caldas - Unión Europea en: https://www.uaeh.edu.mx/investigacion/productos/4776/edafologia.pdf,
consultado el 01 de abril de 2017.
88 Se trata ahora, de un término que se refiere a la capa superior del suelo, con un color entre café

y negro, de naturaleza coloidal, que resulta de la lenta descomposición y oxidación de materia


orgánica, localizado sobre o cerca de la superficie del suelo, que con el producto de la
descomposición de las rocas va formando al suelo, donde se desarrollan las plantas, TREVIÑO

21
De humus se derivan palabras como humilde, humildad, hombre, exhumar,
inhumar, trashumante, humificar, y por supuesto humano (humus, más el sufijo de
pertenencia anus, -ano como en italiano y siberiano). Recordemos que los griegos
atribuían al titán Prometeo el haber creado al primer hombre, utilizando barro, una
versión igual a lo que nos cuenta la Biblia en el libro del Génesis. Ya con el
significado actual, la palabra humus se documenta en inglés, al final del s. XVII.
Nos encontramos entonces con un tecnicismo que fue tomado directamente del
latín, sin ningún cambio89.
La palabra humillis, humilitas en latín no es que tenga que ver con nuestras
limitaciones terrenas frente a los dioses, sino que se deriva de humilis (humilde),
que es la persona susceptible de recibir la acción del verbo humiliare (hacer que
se postre en el suelo o aceptar que está en el suelo (tierra). Vemos que significa
etimológicamente lo que coloquialmente se dice “estar a la altura del betún”, es
decir aceptar nuestra condición de creaturas por igual. Otro ejemplo: a veces la
gente se postra en el suelo en un templo o ante una imagen sagrada, en
reconocimiento de subordinado ante tal divinidad90.
El nacimiento de una acepción de la humildad como virtud no está en el origen de
la palabra humildad, que viene directamente de humilitas, humilitatis. En latín es
puramente una situación; es una condición, el humilis es en relación con una
pequeña planta que crece al nivel del suelo, así se le llama al género de plantas
que no sobrepasan su nivel de altura original. Análogamente, también se le ha
considerado a una persona de condición social baja, sin embargo, la situación
económica y social nada tiene que ver dentro de la perspectiva de humildad.
Porque existen personas de estatus social alto y, sin embargo, puede ser una
persona modesta-humilde, pues, el modestus sí es una virtud91.
Es a partir del siglo III y IV, después de Cristo, y en la literatura cristiana; en los
textos de los Padres de la Iglesia como Cipriano de Cartago, Novaciano, Ambrosio
de Milán y tantos otros, donde se va a dotar a la palabra humilitas de tintes
parecidos a una virtud. Esto era un claro afán de dignificar a las personas de
condición humilde, pues el cristianismo, de acuerdo con el evangelio afirma que el
que se humilla será ensalzado. Hasta el punto de que Lactancio dice literalmente:
Humilitas cara et amabilis deo est (La humildad es querida y amada por Dios). Es
lo que ayuda a configurar la idea de la humildad como una virtud opuesta a la
soberbia. Originalmente no se utilizaba esa palabra para referirse a la humildad
como virtud, sino que poco a poco va asumiendo los sentidos propios de la

Rodríguez Jesús Gerardo, Oxford English Dictionary, USA 1984, en;


http://etimologias.dechile.net/?humus, consultado el 01 de abril de 2017.
89 TREVIÑO Rodríguez Jesús Gerardo, Oxford English Dictionary, USA 1984, en

http://etimologias.dechile.net/?humus, consultado el 01 de abril de 2017.


90 Id.
91 Id.

22
palabra latina primero como modestia92. Porque la palara modestia- modestus es
considerada propiamente una virtud, sinónimo de humildad.

2.5 La humildad, como virtud en el contexto del tiempo.


Para ampliar un poco más nuestra visión sobre la humildad como virtud,
presentaremos algunas consideraciones al respecto, desde su contexto, época y
circunstancias. De las cuales se pueden resumir su importancia como medios
para llevar una vida acorde a la moral.
Así, para Platón; dentro de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y
templanza; la humildad se vincula a ésta última como virtud de la medida, de la
mesura93. Para Aristóteles; La humildad debe ser entendida como el término
medio entre la soberbia y la autodenigración94. Santo Tomás, sin embargo,
concibe una doble virtud sobre el apetito del bien arduo; una que modere y refrene
los impulsos, para que no aspire desmedidamente a las cosas excelsas y esa es
la humildad; otra para fortalecer el ánimo para aquellos movimientos que indican
un retraimiento, por tanto, necesitan una virtud moral que los reafirme y empuje a
desear las cosas grandes conforme a la recta razón y esa es la magnanimidad 95.
Por otro lado, desde la filosofía de Immanuel Kant, la humildad es la virtud central
de la vida ya que brinda una perspectiva apropiada de la moral. Mientras que, para
Nietzsche, la humildad es una falsa virtud, es una debilidad propia de una moral
de esclavos96. Por otro lado, la Iglesia Católica nos presenta la humildad como
base y disposición necesaria para una relación personal con Dios97.

2.6 La humildad en el contexto del cristianismo


En el contexto cristiano; la humildad, la podemos entender como esa virtud que le
permite al hombre reconocer su condición de humus, de tierra, de creatura en
relación con Dios como su dueño, como su creador (Is. 64, 7)98. Ante esta
perspectiva, ningún hombre sobre la faz de la tierra debe sentirse superior a sus

92 SÁNCHEZ Mendoza Jorge Raúl- Elena, en http://etimologias.dechile.net/?humildad, consultado


el 01 de abril de 2017.
93 PLATÒN, La República, Libro I, XIII. 2A
94 ALBERTO Buela, op. Cit., p. 2.
95 Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, (BAC maior 45), tomo IV, parte II-II (b), trad.

Niceto Blázquez, edit. BAC, 3ª edición, Madrid 200, p. 518.


96 http://definicion.de/humildad/, consultado el 01 de abril de 2017.
97 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”. ¿Desde

dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia
voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 14) de un corazón humilde y contrito? El que se
humilla es ensalzado. La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como
conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don
de la oración: el hombre es un mendigo de Dios. CONCILIO VATICANO II, Catecismo de la Iglesia
católica. Constitución apostólica Fidei Depositum, 2559.
98 Pero tú, Yahvé, eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; todos somos hechura de

tus manos.

23
hermanos y mucho menos a Dios. Su dignidad de creatura es lo que le permite
entrar en relación con los demás99.
La humildad, en el hombre le permite reconocer todas sus capacidades, talentos,
dones (recibidos), como también sus limitantes, y obrar de acuerdo con ellas. Sin
embargo, la humildad no se agota en el conocimiento de sí mismo, sino que
siempre reclama la existencia de un Ser Superior como lo testifica María de
Nazaret en Lucas 1, 46-48100, es por eso, por lo que, de Dios, no se puede decir
que sea humilde o que la humildad es una cualidad de Él, pues Dios no tiene nada
superior a sí. En este sentido es que podemos comprender la humildad como
virtud cristiana101.

2.7 Rasgos de la virtud de la humildad.


La noción de humildad comprende dos rasgos: abajamiento y sumisión. Rasgos
de los cuales hay que contextualizarla de acuerdo con el tiempo y su
circunstancia, por ejemplo, en el monacato primitivo, por un lado; se concibe el
abajamiento fundado en el sometimiento por el temor a Dios, sometimiento al
superior, y a los otros, y termina en el abajamiento de sí, “teniendo siempre
inclinada la cabeza, clavados los ojos en tierra y juzgándose reo a todas horas por
sus pecados”102. Sin embargo, hay que entender que en los inicios del monacato
primitivo se enlistaban cristianos para ingresar a un monasterio con la finalidad de
perfeccionarse, y en sentido estricto debían admitir todas las reglas y procesos
disciplinares que implicaba ser monje103. Pues el anhelo de perfección a la que
aspiraban, no se comparaba con los dones que recibían104.
Por otro lado, tenemos la definición en relación con el abajamiento, humilitas, en
San Bernardo de Claraval (1090-1123) que la define como la virtud por la que el
hombre conociéndose como realmente es, se rebaja105.
La soberbia, sin embargo, es creerse más de lo que uno es y la autodenigración
es considerarse mucho menos de lo que uno es. Así lo tenemos en la expresión
de San Anselmo (1033-1109) en la cual se percibe que la humildad, por la
humilitas, está más cerca de la autodenigración que de la soberbia. Esto por la

99 Solo el humilde, el que está dispuesto a admitir su humus, su condición de tierra, su condición de
hombre, sus sombras, es el que experimentará al verdadero Dios, GRUN Anselm, La sabiduría de
los padres del desierto. 3ª edición. Salamanca 2001, edit. Sígueme, p. 24.
100 Dijo María: Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador,

porque ha puesto sus ojos en la pequeñez de su esclava...


101 ALBERTO Buela, op. Cit., p. 2.
102 ALBERTO Buela, op. Cit., p. 3.
103 CHACÒN Álvarez E, Historia básica sobre el origen de los monjes, Noviciado agustiniano, p. 11.
104 Ambicionaban la plenitud de los dones preternaturales de que gozaba Adán antes del pecado,

como la Apátheia: Salud del alma o estado virtuoso, perfección espiritual, pureza de corazón;
Gnosis: conocimiento de Dios y sus misterios; Parrhesia: libertad de confianza, la simplicidad de
hijo en sus relaciones con Dios, TEÓFANO RECLUSO, Consejo a los ascetas. Edit. Lumen.
Buenos Aires 1979, p. 38-47.
105 ALBERTO Buela, op. Cit., p. 2.

24
expresión latina que se le atribuye: reconocerse despreciable o conocerse a sí
despreciativamente106.
Por último, San Benito abad (480-547) con su famosa “Regla de los monjes”. La
cual consiste en:
1) tener siempre presente el temor de Dios y acordarse de sus mandamientos. 2) no
satisfacer su propia voluntad. 3) sujetarse por amor a Dios al superior. 4) paciencia
ante las adversidades e injurias. 5) descubrir al superior por la confesión sus faltas
ocultas. 6) vivir con contento por más que lo humillen o abatan. 7) decir y
convencerse que es el último y más despreciable de todos. 8) nada haga sino lo que
ordenen las leyes del monasterio. 9) reprimir la lengua hasta ser preguntado. 10) no
ser propenso a reír. 11) hablar con suavidad y poco. 12) que el abajamiento se
manifieste en todos cuantos lo vean107.
Así pues, y sin perder el contexto de la época, las circunstancias, el objetivo y el
fin; es que se señalan estos puntos “denigrantes” que violentan a muchos y que no
encajan en el contexto actual.

2.8 Preponderancia de la virtud de la humildad


A través de esta corta exposición, se resume que efectivamente existe la humildad
como virtud, la cual puede generar en el cristiano que la ejercita una vida plena de
felicidad recibiendo, tanto bienes morales, como bienes espirituales.
Así pues, mostramos a continuación, algunos testimonios de autores, santos y
místicos que exponen de manera magistral la trascendencia de la práctica de la
humildad como virtud. Por una parte, Teófano el Recluso108, el cual, en su obra
Consejos a los ascetas nos muestra testimonios de algunos ascetas del monacato
primitivo los cuales ponían en alto valor la importancia de la humildad como virtud:
Apa Or “La humildad es la corona del monje”; Apa Juan Colobós “La humildad es la
puerta de Dios”; Apa Poimén “La humildad es el terreno donde Dios ordenó ofrecer
el sacrificio”109; San Pacomio “La humildad es la grande y santa fuerza de la que
Dios se revistió al venir a este mundo”, es el “baluarte de las virtudes”, es la
“medicina de todas las llagas”; San Antonio vio las innumerables trampas que los
demonios tendieron sobre la tierra, y exclamó ¿Quién podrá librarme? Y una voz
respondió “La humildad”110.
Para san Agustín, tiene una importancia fundamental en la vida cristiana:

106 ALBERTO Buela, op. Cit., p. 3.


107 GARCÍA M Colombàs, Monje Benedictino, La regla de San Benito, traducción y notas por Iñaki
Aranguren monje Cisterciense, 3ª Edición, edit. BAC, Madrid 2000, p. 8 en;
http://www.monteben.com/regla-de-san-benito.pdf, consultado el 03 de abril de 2017, p. 8-11.
108 TEÓFANO RECLUSO, Consejo a los ascetas. Edit. Lumen. Buenos Aires 1979, p, 7-9.
109 El prefijo, Apa, abba, es un término de raíz aramea que significa padre. En el Nuevo

Testamento, Jesús y los cristianos lo emplean para dirigirse a Dios (cf. Mc 14, 36; Rom 8, 15; Gál
4, 6). En el monacato hace referencia al superior de un monasterio, DE PEDRO Aquilino,
Diccionario de términos religiosos y afines, edit. Verbo divino, 4ª edición, Madrid 1998, p. 9.
110 TEÓFANO EL RECLUSO, op. Cit., p. 33.

25
Quisiera, mi Dióscoro, que te sometieras con toda tu piedad a este Dios y no
buscases para perseguir y alcanzar la verdad otro camino que el que ha sido
garantizado por aquel que era Dios, y por eso vio la debilidad de nuestros pasos.
Ese camino es: primero, la humildad; segundo, la humildad; tercero, la humildad; y
cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo. No es que falten otros
que se llaman preceptos; pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas
nuestras buenas acciones, para que miremos a ella cuando se nos propone, nos
unamos a ella cuando se nos aproxima y nos dejemos subyugar por ella cuando se
nos impone, el orgullo nos lo arrebatará todo de las manos cuando nos estemos ya
felicitando por una buena acción. Porque los otros vicios son temibles en el pecado,
más el orgullo es también temible en las mismas obras buenas. Pueden perderse
por el apetito de alabanza las empresas que saludablemente ejecutamos... Si me
preguntas, y cuantas veces me preguntes, acerca de los preceptos de la religión
cristiana, me gustaría descargarme siempre en la humildad, aunque la necesidad
me obligue a decir otras cosas"111.
Gioacchino Pecci (después Papa León XIII) en su obra La práctica de la humildad
dirigida a sus seminaristas:
El fundamento de la perfección cristiana, según opinión unánime de los santos
Padres, es la humildad. Para hacerse grande, dice San Agustín, es necesario
empezar por hacerse pequeño. ¿Deseáis levantar el edificio de la virtud cristiana?
Pues tened presente que su altura es inmensa, y, por tanto, procurad desde luego
poner muy sólidos cimientos de humildad, porque quien desea alzar un edificio,
empieza por cavar los cimientos proporcionados a la mole y elevación que quiere
darle” ... “Ahora bien, este opúsculo que os dedicamos, amadísimos hijos, os
enseña a practicar la humildad; esto es, a echar los cimientos de la perfección
cristiana”. “...porque no sólo es prenda nueva del amor que os profesamos, sino
también medio eficacísimo para salvar vuestra alma, cuya salvación es el negocio
más importante en que podáis ocuparos112.
Anselm Grün (1945-) monje y sacerdote alemán, reconocido por sus escritos
sobre espiritualidad; el cual en su obra “La sabiduría de los padres del desierto”
propone una espiritualidad basada en la virtud de la humildad, como una
espiritualidad que empieza desde abajo desde el conocimiento de uno mismo:
“solo el humilde, el que está dispuesto a admitir su humus, su condición de tierra,
su condición de hombre, sus sombras, es el que experimentará al verdadero
Dios”113.

111 SIERRA Santiago, OSA, Conocerse, la Humildad en el pensamiento de San Agustín,


Cuadernos de Espiritualidad Agustiniana en;
http://www.oalagustinos.org/for/Conocerse%20La%20humildad%20en%20San%20Agustin.pdf,
consultado el 01 de abril de 2017.
112 PECCI Gioacchino (después S.S. León XIII), La práctica de la humildad, edit. Ikon arte, México

1982, p. 11.
113 GRUN Anselm, La sabiduría de los padres del desierto. 3ª edición. Salamanca 2001, edit.

Sígueme, p. 24.

26
Max Scheler (1874-1928): la humildad, es la virtud cristiana más sobresaliente
que nos abre a los valores y a la riqueza de la realidad114.
En las Sagradas Escrituras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento
encontramos narraciones referentes a la humildad:
No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los
demás como superiores a ustedes mismos (Flp 2,3); Humíllense delante del
Señor, y él los exaltará (St 10); El altivo será humillado, pero el humilde será
enaltecido (Pr 29:23); Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que
él los exalte a su debido tiempo. (1P 5,6); Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se
humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el
cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra (2Cro 7,14); Entonces Jesús se
sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el
último de todos y el servidor de todos (Mc 9,35); También escogió Dios lo más
bajo y despreciado, y lo que es nada, para anular lo que es, a fin de que en su
presencia nadie pueda jactarse (1Co 1,28-29).

114 http://definicion.de/humildad/, consultado el 02 de abril de 2017.

27
28
CAPÍTULO III
CÓMO COMPRENDER LA HUMILDAD EN NUESTRO TIEMPO

Para comprender adecuadamente la humildad en nuestro tiempo hay que


preguntarnos, primeramente:
¿Qué es propiamente la humildad?
Ante esta pregunta respondemos que la humildad, es la virtud que frena el deseo
desordenado de la propia grandeza y conduce al hombre al amor de su propia
realidad conocida a la luz de Dios115, esa realidad que lo lleva a aceptarse
dignamente como su creatura. La humildad nace del sentido de Dios, y esto, sólo
puede entenderlo quien entabla una relación íntima con él, esto le hace
experimentar su condición de humus ante tal grandeza, reconocer su inclinación al
pecado como signo de su naturaleza herida, sin embargo, también le permite
reconocer los dones y talentos recibidos, le nace en su interior una actitud de total
confianza y entrega, y aquí, en este punto, es donde Dios derrama su gracia.
Ante tal perspectiva de humildad tenemos la más grande expresión, de confianza
y de amor en María de Nazaret como lo señala Lucas 1,46-55 con el Magníficat.
En este himno podemos fundamentar la humildad como virtud, en tanto al
reconocimiento, de la majestuosidad de un Ser Superior; “mi alma glorifica al
Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador...”.
Así mismo, podemos entender la sumisión y abajamiento a la voluntad de Dios “he
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Este portento de la
grandeza humana en cuanto a su condición de humus, es lo que conmueve las
fibras más profundas de un Dios omnipotente que la exalta, hasta que “todas las
generaciones la llamaran bienaventurada”. Así mismo, podríamos especular el
límite de María en cuanto a su entendimiento de comprensión cuando ella dice:
“¿Cómo será esto puesto que no conozco varón?”116 sin embargo, su fe, su
confianza, su intimidad armónica que existe entre ser tripartito y la divinidad117, es

115 ANCILLI Ermanno, Diccionario de espiritualidad, tomo II, edit. Herder, Barcelona 1983, p. 267.
116 Aquí, se expone un punto de vista paralelo respecto a la pregunta de María, que cuestiona o
complementa la idea respecto al meollo de nuestro tema en cuestión; Sin antes querer exponer
una idea que atente contra los argumentos de los teólogos expertos:
“... Ella no pide una explicación para comprender, sino para saber cómo cumplir la voluntad de
Dios. Pregunta como deberá comportarse, que tendrá que hacer, ya que todavía no conoce varón.
De este modo nos muestra que, en ciertos casos, no es lícito querer comprender a toda costa la
voluntad de Dios o el porqué de ciertas situaciones aparentemente absurdas, sino que, en vez de
esto, hay que pedir la luz y la ayuda necesaria para cumplir la voluntad”. CANTALAMESSA
Raniero, María espejo de la Iglesia, No. 6, España 1989, edit. EDICEP C.B, p. 47.
117 San Irineo, en efecto, hace destacar tanto en la figura de María la docilidad, la sumisión a la

palabra divina, que parece proponer en ella un verdadero modelo de santidad. Es imposible dar un
consentimiento a la voluntad de Dios rodeado de tan extraordinarias cualidades sin una santidad
personal del todo excepcional y única. DE ALDAMA José A, María en la Patrística de los siglos I y
II, Madrid, 1970, edit. BAC, p. 318.

29
lo que le hace discernir para someterse, consciente de que no puede recibir mayor
bien, más que de su Creador.
Humildad también es caridad y justicia, el ejemplo lo tenemos en Moisés, “hombre
muy humilde, más que hombre alguno sobre la faz de la tierra” (Nm 12,3). El
liderazgo de Moisés no es de miedo, sino de acción, de actitud, de caridad, de
anunciar y denunciar. El que la posee, tiene la capacidad de corregir a quien yerra
en orden a su salvación, pues el humilde no se goza en la ignorancia del otro, al
contrario, le ayuda, le impulsa y le motiva, pues el conocimiento de si, le da la
capacidad para conocer al otro, juzga en orden al bien. La humildad es de los
fuertes porque está cimentada en Dios118. Su conocimiento propio le da fortaleza,
la capacidad de mantenerse en el lugar que le corresponde y darle su lugar al otro.
La humildad, antes que una virtud es un modo de ser y relacionarse con el otro y
con los otros119, por eso el vivo ejemplo de relación perfecta es Cristo:
El cual, siendo de condición divina, no reivindicó su derecho a ser tratado igual a
Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo asumiendo
semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre; se rebajó a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz120.
En Jesús podemos palpar la humildad encarnada, es la humildad que desciende
para relacionarse con nosotros, es Dios mismo que se rebaja, se estira para
alcanzarnos, haciéndose igual a nosotros (menos en el pecado) hasta el extremo
donde ya no había más, y por ese acto, sublime y trascendental de amor es que
viene la exaltación121 del Padre, de la misma manera, a lo más alto, del mismo
modo donde ya no hay más. En este sentido es que podemos entender la
humildad para nuestro tiempo, en cuanto a relacionarnos con los demás, en
igualdad de creaturas, de hijos de Dios. Es la humildad del ser, que consiste en no
sentirse pequeño (porque en realidad se es grande) sino hacerse pequeño ante su
condición de humus, ante los dones, gracias, revelaciones e inspiraciones que
Dios le participa. “Si la humildad es un modo de ser, libera al hombre de la
autosuficiencia, se confía a Dios y entra en éxtasis saliendo de sí mismo”122.
La humildad es una actitud interior, sin embargo, implica también una actitud
exterior en cuanto a prácticas concretas que deben nacer del corazón 123. En esta
línea argumentativa, es que podemos entender a San Benito en cuanto a los

118 Cfr. DE YOUNG Kevin, El líder humilde, es el Senior Pastor de University Reformed Church
East Lansing, Michigan, en: https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/el-lider-humilde;
Microsoft Word - VARELA_mois\351s-estudio), en
http://www.bobyoungresources.com/spanish/varela_moises-estudio.pdf, p. 4. consultado el 26 de
abril de 20017.
119 BORIELLO L-CARUANA E- DEL GENIO M R- SUFFI N, Diccionario de mística, edit. San Pablo,

Madrid 2002, p. 857.


120 Filipenses 2 6-8.
121 Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre, Filipenses 2 9.
122 BORIELLO L-CARUANA E- DEL GENIO M R- SUFFI N, op. Cit., p. 857-858.
123 Id., p. 858.

30
“grados de la humildad”124, y la disposición del hombre para reconocer los signos
de la manifestación y encarnación de la virtud125. Por otra parte, aunque tiene que

124 Id., 858


125 ...Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender velozmente a la cumbre de la más alta
humildad y queremos llegar a la exaltación celestial a la que se sube a través de la humildad en la
vida presente, hemos de levantar con los escalones de nuestras obras aquella misma escala que
se le apareció en sueños a Jacob, sobre la cual contempló a los ángeles que bajaban y subían.
Indudablemente, a nuestro entender, no significa otra cosa ese bajar y subir, sino que por la altivez
se baja y por la humildad se sube... Y así, el primer grado de humildad es que el monje mantenga
siempre ante sus ojos el temor de Dios y evite por todos los medios echarlo en olvido; que
recuerde siempre todo lo que Dios ha mandado y medite constantemente en su espíritu cómo el
infierno abrasa por sus pecados a los que menosprecian a Dios y que la vida eterna está ya
preparada para los que le temen. Y, absteniéndose en todo momento de pecados y vicios, esto es,
en los pensamientos, en la lengua, en las manos, en los pies y en la voluntad propia, y también en
los deseos de la carne, tenga el hombre por cierto que Dios le está mirando a todas horas desde el
cielo, que esa mirada de la divinidad ve en todo lugar sus acciones y que los ángeles le dan cuenta
de ellas a cada instante...El segundo grado de humildad es que el monje, al no amar su propia
voluntad, no se complace en satisfacer sus deseos, sino que cumple con sus obras aquellas
palabras del Señor: «No he venido para hacer mi voluntad, sino la del que me ha enviado». Y dice
también la Escritura: «La voluntad lleva su castigo y la sumisión reporta una corona». El tercer
grado de humildad es que el monje se someta al superior con toda obediencia por amor a Dios,
imitando al Señor, de quien dice el Apóstol: «Se hizo obediente hasta la muerte». El cuarto grado
de humildad consiste en que el monje se abrace calladamente con la paciencia en su interior en el
ejercicio de la obediencia, en las dificultades y en las mayores contrariedades, e incluso ante
cualquier clase de injurias que se le infieran, y lo soporte todo sin cansarse ni echarse para atrás,
pues ya lo dice la Escritura: «Quien resiste hasta el final se salvará» ...El quinto grado de
humildad es que el monje con una humilde confesión manifieste a su abad los malos pensamientos
que le vienen al corazón y las malas obras realizadas ocultamente. La Escritura nos exhorta a ello
cuando nos dice: «Manifiesta al Señor tus pasos y confía en él» ...El sexto grado de humildad es
que el monje se sienta contento con todo lo que es más vil y abyecto y que se considere a sí
mismo como un obrero malo e indigno para todo cuanto se le manda, diciéndose interiormente con
el profeta: «Fui reducido a la nada sin saber por qué; he venido a ser como un jumento en tu
presencia, pero yo siempre estaré contigo». El séptimo grado de humildad es que, no contento
con reconocerse de palabra como el último y más despreciable de todos, lo crea también así en el
fondo de su corazón, humillándose y diciendo como el profeta: «Yo soy un gusano, no un hombre;
la vergüenza de la gente, el desprecio del pueblo» ...El octavo grado de humildad es que el monje
en nada se salga de la regla común del monasterio, ni se aparte del ejemplo de los mayores. El
noveno grado de humildad es que el monje domine su lengua y, manteniéndose en la taciturnidad,
espere a que se le pregunte algo para hablar, ya que la Escritura nos enseña que «en el mucho
hablar no faltará pecado» y que «el deslenguado no prospera en la tierra». El décimo grado de
humildad es que el monje no se ría fácilmente y en seguida, porque está escrito: «El necio se ríe
estrepitosamente». El undécimo grado de humildad es que el monje hable reposadamente y con
seriedad, humildad y gravedad, en pocas palabras y juiciosamente, sin levantar la voz, tal como
está escrito: «Al sensato se le conoce por su parquedad de palabras». El duodécimo grado de
humildad es que el monje, además de ser humilde en su interior, lo manifieste siempre con su
porte exterior a cuantos le vean; es decir, que, durante la obra de Dios, en el oratorio, dentro del
monasterio, en el huerto, cuando sale de viaje, en el campo y en todo lugar, sentado, de pie o al
andar, esté siempre con la cabeza baja y los ojos fijos en el suelo... Y cuando el monje haya
remontado todos estos grados de humildad, llegará pronto a ese grado de «amor a Dios que, por
ser perfecto, echa fuera todo temor»; gracias al cual, cuanto cumplía antes no sin recelo, ahora
comenzará a realizarlo sin esfuerzo, como instintivamente y por costumbre; no ya por temor al
infierno, sino por amor a Cristo, por cierta santa connaturaleza y por la satisfacción que las virtudes
producen por sí mismas. Y el Señor se complacerá en manifestar todo esto por el Espíritu Santo en
su obrero, purificado ya de sus vicios y pecados, GARCÍA M Colombàs, Monje Benedictino, La

31
concretarse, la humildad no se identifica con ninguna de sus manifestaciones. Las
postula, pero al mismo tiempo las trasciende, porque conduce directamente al
corazón de Dios que se ha hecho carne, para permitir al hombre acceder a su
intimidad amorosa, es decir encontrarse en Dios Trino y descansar en Él126.
La humidad es un silencio interior y no exterior en tanto que, el pecado está, más
en el corazón que sobre los labios, hablar es un pecado o no, según los
sentimientos que acompañan a las palabras, son los sentimientos que le dan su
carácter127 en cuanto al acto de no hacer, en no decir, en no actuar o lo contrario,
porque, “...En cambio, lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es
lo que realmente contamina al hombre. Porque del corazón salen las intenciones
malas: asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias...”
(Mt 15, 18-19).
La humildad es andar en la verdad128; la humildad se apoya en la verdad y la
justicia. La verdad en cuanto a, que lo que somos o tenemos no es por mérito
propio, sino porque lo hemos recibido de Dios. “¿Qué tienes que no hayas
recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorias, como si no lo hubieras recibido?”
(Col. 4,7)129. En cuanto a la justicia, que consiste en dar a cada uno lo que le
corresponde y por ende hay que dar a Dios, lo que es de Dios130.
Humildad no es autoestima, aunque están íntimamente relacionadas, la humildad
es una virtud, mientras que la autoestima proviene del ámbito de la psicología: “La
autoestima designa un sentimiento positivo sobre uno mismo, mientras que la
humildad es más que un estado de ánimo, es la conciencia de una dignidad”131.
Para no caer en el error y poder reconocer la diferencia entre amor a uno mismo y
el amor propio, pensando que sería una especie de pretexto egoísta es necesario
aclarar lo siguiente:

regla de San Benito, traducción y notas por Iñaki Aranguren monje Cisterciense, 3ª Edición, edit.
BAC, Madrid 2000, p. 8 en; http://www.monteben.com/regla-de-san-benito.pdf, consultado el 03 de
abril de 2017.
126 BORIELLO L-CARUANA E- DEL GENIO M R- SUFFI N, op. Cit., p.858.
127 TEÓFANO El Recluso, op. Cit., p. 63
128 El amor a la verdad me permite aceptar mi verdad existencial y en la aceptación está el acto

humilde. El amor a la verdad se logra del acto de la inteligencia de la recta razón de considerar la
verdad como un bien que me es necesario conocer y, por tanto, muevo mi voluntad a dicho
conocimiento. PLIAUZER Juan Pablo, Humildad y equilibrio humano, la revolución de la humildad,
Parte II, dir. Dr. Bernardino Montejano, produce INFIP, duración 42:54. Consultado el 08052º17 en:
https://gloria.tv/language/P9tZ8xVKoXVn4e3o1NykVavHR/video/kCdR1X33acm96346kputxUPY6
129 La humildad es andar en la verdad. Santa Teresa lo explica con estas palabras. “Una vez

estaba yo considerando por qué razón Nuestro Señor era tan amigo de esta virtud de la humildad,
y me puso delante, a mi parecer sin considerarlo, sino de presto, esto: que es porque Dios es suma
Verdad y la humildad es andar en la verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de
nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en la mentira. A quien más lo
entienda, agrada más a la suma Verdad, porque anda en ella”, MARQUÈS Joan, op. Cit., p. 79-80.
130 Id., p. 79-80.
131 Hablar de humilde autoestima es un modo de expresar el orgullo santo que siente el cristiano

por el hecho de saberse hijo amadísimo de Dios, op. Cit., p. 80.

32
El modo más eficaz de olvidarse de uno mismo consiste en amarse a uno mismo de un
modo verdadero y recto. No se trata de amarnos a nosotros mismos a causa de nuestras
cualidades, sino, sobre todo, a causa de lo mucho que Dios nos ama. Si aceptamos el
amor que Dios nos brinda, recibimos la mayor dignidad de hijos de Dios. Y ese recto amor
a uno mismo resulta ser el modo más eficaz de combatir el egoísmo del yo132.
La humildad es gratitud; es lo característico de la persona humilde ser agradecida
por todos los favores y beneficios recibidos, tanto de Dios, como de los demás,
siempre da gracias por cosas que a los ojos del mundo parecen insignificantes, es
penitente pues pide perdón siempre, le duele ofender a sus hermanos y a Dios, da
siempre preferencias a los otros, pide permiso, reconoce sus necesidades, da y
pide favores. Una de las características también que a veces se confunde con
rebeldía es que defiende sus derechos legítimos, en este sentido, humildad no es
dejarse o no defenderse de los derechos propios133.
La humildad no es sometimiento en tanto al nivel propio nuestro y al nivel de suyo
propio del otro134.
La terapia para recuperar y reinventar la humildad en nuestro tiempo debe
comenzar desde lo cotidiano, como modelo para nuestro crecimiento personal y
espiritual, partiendo primeramente del reconocimiento de nuestros límites en el
saber, en el querer, en el hacer, descubriendo las prioridades y necesidades en
los otros como elementos claves para nuestra configuración, para que poco a
poco se vaya enriqueciendo la presencia de Dios en nuestro ser,
complementándose con la confianza y la apertura en él, para que tengamos como
resultado el silencio por la oración y la escucha de su palabra como por ejemplo:
La obediencia (ob-audentia), la cual significa una reorientación y renuncia al propio
yo como único o principal regulador de nuestra conducta.
La aceptación de las contrariedades de la vida que nos vienen sin que las
esperemos o las busquemos, asumiéndola como parte de nuestra existencia, pero
respondiendo por la vía del reconocimiento y la perseverancia confiando siempre
en que no estamos solos.135
Desde estos puntos de vista, es que hay que entender la práctica de la virtud de la
humildad, esta es la dialéctica entre el hombre y Dios en orden a su crecimiento
espiritual.

132 Id., p. 81.


133 Santo Tomás responde a esta cuestión; “que en nosotros hay dos cosas: lo que es de Dios y lo
que es del hombre. Es propio del hombre lo defectuoso; y es propio de Dios todo lo que pertenece
al orden de la salvación y perfección, Id., p. 83.
134 En caso contrario, tendría que considerarse todo hombre más pecador que los demás.

Un ejemplo. El hecho de que nuestro nivel de conocimiento en historia sea de 10 y el otro tenga 10
en medicina. Entonces la humildad no nos obliga a someternos al otro por el hecho de que el nivel
del otro sea en medicina.
135 RIVAS Rebaque Fernando, Terapia de las enfermedades espirituales en los Padres de la

Iglesia, No. 31, Edit. San Pablo, Madrid 2007, p. 217-218.

33
La humildad cristiana no parte de un sujeto devaluado o que no reconoce su propia valía,
sino de todo lo contrario, pues establece que todo ser humano, independientemente de su
origen, situación o estatus, y frente a otros tipos de planteamientos maximalistas, tiene la
posibilidad de vivir la humildad mediante el cambio de perspectiva (de arriba hacia abajo,
del centro a la periferia, de lo exterior a lo interior, y del yo al nosotros). Y las practicas
correspondientes a este cambio136.
Es mi nada y mi todo por participación. Es decir, como dice San Agustín; es no
prosternarse para quedarse abatido sino para elevarse hacia Dios; “una cosa es
elevarse hacia Dios y otra levantarse contra Él”137.

136 RIVAS Rebaque Fernando, op. Cit., p. 218.


137 Id., p. 82.

34
CAPÍTULO IV
SOBERBIA VS HUMILDAD

La soberbia138 refiere a toda acción de sobresalir, destacar, exhibir, equivalente a


orgullo139 que significa arrogancia, presunción140, exceso de la propia estima, es el
apetito desordenado de la propia excelencia, Pues todo acto que va en contra de
la recta razón, si es consciente, es pecado141. Mientras que la humildad es la
virtud que la regula, ordenándola según Dios. No por nada el vocablo latino,
humildad- humus- en cuanto a su significado cristiano; bajo, suelo, tierra, en
relación con el lugar que nos corresponde en orden a un ser Superior. Y en
relación con los otros podemos decir- que lo que somos o tenemos es por
participación. La humildad pues, hace que nos ubiquemos dentro del ámbito de la
recta razón y la recta razón indica la sumisión a Dios142.
Para discernir el momento de pasar de lo ordenado a lo desordenado, se
proponen tres principios, puesto que toda excelencia procede de un bien que es
recibido considerándolo desde un triple punto de vista: en sí mismo, en su causa,
y en el modo de poseerlo143.
1) Visto en sí mismo, en cuanto a mayor excelencia poseída, mayor
excelencia en el actuar en relación con el de menor excelencia, ejemplo; no
se puede juzgar a alguien que por su jerarquía en la sociedad actúe de tal
modo como le corresponde144, el no hacerlo, sin embargo, correspondería a
no andar en la verdad y mucho menos en la humildad. Por tanto, no es
considerable en este sentido la pugna del igualitarismo “todos iguales”,
puesto que todos tenemos diferentes responsabilidades y de alguna u otra

138 La soberbia es hija de Satanás, nacida de su mismo ser, y madre general de todos los
vicios...Es el vicio rey, el vicio capital que arrastra a todos los vicios, y hunde a tantas almas en el
infierno...Ella envenena los actos del espíritu y es la principal destructora de toda virtud y de toda
santidad. Es una epidemia universal. CABRERA DE ARMIDA Concepción, De las virtudes y de los
vicios, México 2006, edit. Editorial de la Cruz, p. 75,77.
139 Es el orgullo un levantamiento constante del corazón que busca las alturas, pavoneándose en

ella, y viendo a los demás, desde ese pedestal, bajos, indignos, y despreciables, es una pasión
que ofusca la razón del hombre, hinchándola de soberbia vana... Es el vicio horrible que aleja del
pobre, del desvalido y del débil, y va directamente atacando la caridad...El corazón del orgulloso
vive siempre agitado y en una continua angustia por no verse ensalzado de los demás... El
remedio del orgulloso está en la Cruz, porque de la Cruz brota la humildad, Id., p. 92-95.
140 La pretensión es hija del amor propio, lo mismo que la pedantería y la presunción. La pretensión

lo levanta muy arriba de sus propias fuerzas; la pedantería lo sostiene en tal alto puesto desde el
cual, todo lo ve bajo, indigno de él y degradante, haciéndose que, creyéndose más que otros, los
desprecie; y la presunción viene a completar el cuadro, sosteniendo el falso pedestal del orgullo, y
haciendo al hombre creerse capaz de las mayores empresas y de las más grandes virtudes, sin
contar con el apoyo divino ni con el auxilio humano. Id., p. 116.
141 Ibid.
142 Id., p. 69-70.
143 Ibid.
144 Por ejemplo: El presidente, el Papa, el doctor, el sacerdote, el abogado, el profesor, el

carpintero, el arquitecto, el ama de casa, el doctor, el chef, etc.

35
manera contribuimos al bien de la sociedad. Lo importante es que cada uno
actúe de acuerdo con el lugar que le corresponde y se mueva según la
recta razón en su ámbito de acción145. Lo contario sería, aparentar y/o
atribuirse cosas que no se tienen y es aquí donde se cae en la soberbia
denominada jactancia146.
2) En su causa, toda excelencia porque es participada jamás puede ser
considerada como algo que se posee por derecho propio147, pues ingrato a
los ojos de Dios es quien no le da gloria y se atribuye méritos que no le
corresponden148.
3) Visto en el modo, es la medida en que podemos analizar la excelencia
recibida en relación con los demás. Sería soberbia si el bien adquirido como
particular y propio nos llevara a despreciar a los que no poseen este bien,
sobre todo si en la actitud se esconde el afán de sobresalir y de que se fijen
en nosotros. Desgraciadamente es una de las actitudes actuales casi en
todos los ámbitos y niveles: civiles y eclesiásticos; hombres y mujeres;
profesionales de diferentes ramas, partidos políticos, etc.149.
La soberbia como madre de todos los vicios, también tiene tres “hijas”, por decirlo
de este modo ya que de ellas se derivan: la vanagloria, la ambición y la
presunción.
A) La vanagloria150, busca que tal excelencia sea manifiesta a los ojos de los
demás, para recibir distinciones y alabanzas. Y si no la recibe, ella misma
se la procura buscando la forma de llamar la atención sobresaliendo a costa
de los demás151.
B) La ambición; es el apetito desordenado del honor. El honor es la fama,
respeto o buena reputación que se adquiere mediante la práctica de la
virtud, y cuando el afán de honor y gloria trasciende los límites de la recta
razón se comete el pecado de ambición. Este pecado se puede cometer no
solo intencionalmente, sino por acciones a través de medios ilícitos, como
la calumnia, la crítica, la mentira, el engaño, la traición, etc.152.

145 Ya sea cualquier oficio o profesión que desempeña.


146 Id., p. 50-52.
147 ...Este maldito vicio de la soberbia lo veo claramente reinar en el mundo... en la Iglesia, (digo en

sus ministros, en las religiones, en las familias, en las almas que se reputan por santas... es un
veneno oculto que mata al alma, si no se pone a tiempo el antídoto de la humildad. CABRERA DE
ARMIDA, op. Cit., p. 75.
148 MARQUÈS Suriñach, op. Cit., p. 53.
149 MARQUÉS, op. Cit., p. 53-54.
150 La vanagloria se deriva de la vanidad, y viene, producida por ella misma al levantar al corazón

del hombre en nubes de humo que con el menor viento se disipan... Con la propia conciencia
compra una loca alabanza que no pasa de los labios de quien la pronuncia...CABRERA DE
ARMIDA, op. Cit., p. 121-122.
151 MARQUÈS Suriñach, op. Cit., p. 55-56.
152 Id., p. 56-57.

36
C) La presunción tiene su origen en la soberbia en cuanto que su objetivo es
intentar hacer lo que está por encima de la capacidad y posibilidades del
propio sujeto153.

Por otro lado, también la soberbia, lleva por compañeros la impureza, el rencor, la
venganza, la envidia, la ira, los celos, la hipocresía, el orgullo, la obstinación154
De la soberbia también se derivan muchos otros vicios de segundo orden, que como
satélites la rodean y la siguen sin separársele jamás: La murmuración, el respeto
humano, la doblez, el engaño, la presunción, la astucia, la falsedad, la afectación, la
soberbia espiritual, desconfianza, susceptibilidad, susceptibilidad espiritual, amor
propio, obstinación, cólera, altivez, vana complacencia, pretensión, vanidad,155 la
jactancia, el egocentrismo, el egoísmo, el desprecio, la desobediencia, la mentira156.

Dentro del ámbito de la soberbia, existen doce grados de soberbia propuestos por
san Bernardo, en contraposición a los doce grados de humildad de San Benito 157.
1) Curiosidad: Consiste en querer ver, curiosear y saber todo sin que le
competa.
2) Altanería: Consiste en hablar de todo desmedidamente, habla de más, no
controla la lengua.
3) Alegría necia: reírse destempladamente.
4) Jactancia: Presumir o aparentar de lo que se carece.
5) Singularidad: Es una manera de soberbia espiritual; aparentar poseer más
santidad ante los demás. Es una enfermedad espiritual de la
imaginación158.
6) Arrogancia: Es aquel que siempre pretende sobresalir, busca ir delante de
todos.
7) Presunción: Creerse capacitado para hacer todo lo que le propongan, sin
tener la debida preparación.
8) Justificar y defender: Es aquel que disminuye o busca argumentos que no
le afecten ante la gravedad de su culpa con el fin de no sufrir la vergüenza
de la humillación.

153 Id., p. 57
154 CABRERA DE ARMIDA, op. Cit., p. 77.
155 Id., p. 77.
156 MARQUÈS Suriñach, op. Cit., p. 57-62.
157 Id., p. 63.
158 ...Es la ponzoñosa de las religiones y de la destrucción de ellas...hay otra más finita que es la

soberbia espiritual perfecta, la más venenosa y dañosa... Es la que reina en las almas que se
llaman Mías... Allá está escondida en los más ocultos pliegues del entendimiento, la memoria y la
voluntad. ¡No se conoce, si con luz divina no se le busca, tan disfrazada está!... Generalmente las
almas en que tiene su nido pasan por santas, a los ojos del mundo. CABRERA DE ARMIDA, op.
Cit., p. 80.

37
9) Confesión engañosa: No querer padecer la pena en restitución por los
pecados cometidos.
10) Rebeldía: Acciones de desobediencia concretas.
11) Libertad: Es aquel que le gusta deleitarse en el libertinaje, no quiere estar
sujeto a reglas y/o disciplinas, le gusta vivir en la anarquía.
12) Costumbre de pecar: Es aquel que premeditadamente peca, con el fin de
confesarse después, esto implica la no temeridad y desprecio a Dios.
En contraposición a estos doce grados, se exponen los doce grados de humildad,
brevemente mencionados en los capítulos dos y tres, que consiste en la regla de
los monjes de San Benito, y por otro lado la que resume san Bernardo.
En san Benito, según la excelsitud de Dios, se reconoce cumpliendo
obedientemente las decisiones justas de la jerarquía competente en todos los
órdenes de las relaciones humanas: familiar, religiosa, profesional, política, etc. En
este caso el hombre humilde sabe que en el cumplimiento de sus obligaciones
tiene el deber de obedecer le guste o no, y cuando logra hacer lo que corresponde
no debe gloriarse pues hizo lo que tiene que hacer159.
Por otro lado, San Bernardo, enumera estos grados de humildad en cuanto a la
obediencia y sumisión con relación a la excelencia que toda creatura puede
poseer:
a) Humildad suficiente: someterse al mayor y no preferirse por igual.
b) Humildad abundante: someterse al igual y no preferirse al menor.
c) Humildad sobre abundante: someterse al menor160.
En la teología cristiana la humildad de Cristo que obedece al Padre; no se
haga mi voluntad sino la tuya (Lc 22, 42), es la contraposición a la soberbia de
Lucifer161, el más bello de los ángeles que se subleva contra Dios y se convierte

159 Aquí recordamos que en toda institución social hay jerarquías, rangos, puestos, y por ende
subordinados a la jerarquía; del mismo modo; reglas, normas de conducta, disciplina, orden, etc.
Que deben seguirse en bien y por los fines rectos de la institución, por tanto, en estos casos obliga
el cumplimiento del deber correspondiente.
160 En este segundo grado, se señala que, por el hecho de ser creaturas de Dios, se entiende

entonces que todos participamos de la misma dignidad en excelencias, en ese sentido, alabamos
las cualidades positivas de los demás. El hombre que ha llegado a este grado de humildad no se
tiene por superior a nadie, pues considera que todos los que le rodean poseen cualidades ocultas,
por lo que son siempre mejores de lo que parecen. Id., p. 88-89.
161 ¿Fue en verdad la soberbia la única causa de la caída de Satanás? Durante muchos siglos, a

partir de Orígenes, los teólogos cristianos aceptaron esa opinión, si bien en forma y grado diversos.
Pero en el quinientos surgió una teoría completamente nueva que no consiguió triunfar —a pesar
de la gran autoridad de los primeros que la sostuvieron— y que, por su audacia y su singularidad,
aún hoy merece ser conocida. Según esta teoría, la culpa de Satanás no fue precisamente el
orgullo, la pretensión de igualarse a Dios, sino el dolor por el hecho de que el Padre no lo hubiese
designado para que fuese instrumento de la Encarnación del Verbo, es decir, el futuro Cristo.
Según algunos teólogos, Dios habría revelado a los Ángeles, desde el comienzo de la existencia
de éstos, el propósito de manifestar Su gloria y Su amor a los hombres mandando al Hijo a la
tierra. Pero al mismo tiempo reveló que esa manifestación visible y tangible habría de producirse
merced a la unión hipostática del Verbo con una criatura humana nacida del seno de una mujer.

38
en Satanás, el enemigo de Dios162 y de los hombres. De hecho, este pecado es el
más grave, por la insumisión plena a Dios163.
Las Sagradas Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento, en
relación con la soberbia, nos hablan duramente al respecto164:
- “La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres, ambos consideran un delito la
injusticia” (Eclo. 10,7).

Lucifer, que con derecho se consideraba la más alta y perfecta de las criaturas, sintió aflicción y
desdén ante el anuncio de aquella elección que magnificaría al hombre, tan inferior a él. El dolor
engendró resentimiento, el resentimiento se transmutó en odio, y del odio nació la idea de la
rebelión...Pero el verdadero principio de la caída fue el deseo de unirse a la esencia divina, al
Verbo, no para suplantar a aquélla, como algunos creyeron, sino para aportar, mediante esa unión
admirable, un beneficio a la humanidad. Satanás hubiera querido ser el Cristo, es decir, el
Salvador, pero no Dios mismo: sólo la criatura en la que el Hijo se mostraría a los hombres. No
quería ser Dios sino estar unido a Dios en ese misterio de amor que nosotros hemos conocido en
la Encarnación...La Iglesia no ha aceptado todavía ni la una ni la otra; pero conviene no olvidar que
dos grandes teólogos católicos insospechados e insospechables —el dominico Catarino y el jesuita
Suárez— han creído y sostenido que el motivo real de la rebelión de Satanás no fue la soberbia
sino el deseo —en sí mismo no pecaminoso— de obtener la unión hipostática con el Verbo, es
decir, con Cristo, PAPINI Giovanni, El diablo, apuntes para una futura diabología, 4ª edición, edit.
Época, México 1979, p. 46-49.
162 El odio hacia Mí, que lucha en Satanás contra su convencimiento de mi Poder y Grandeza,

porque no se le puede ocultar lo digno que soy de todo amor y de toda alabanza, aun de él mismo,
causa su tormento mayor. El modo para desquitarse, o vengarse, es arrebatar de las almas este
convencimiento de que yo soy ELTODO, innato en la criatura y levantarla a ella en falsos
pedestales de secreta soberbia, para después hacerla su presa, hundiéndola en el infierno. Como
su ser es la misma soberbia, no puede soportar mi reinado y mis alabanzas, siendo todo su afán
quitarme la gloria, aun cuando me reconozca acreedor de ella, como no puede menos, a su pesar.
Satanás no me puede amar, y este es su martirio constante, y, como no me puede amar, me
aborrece por esto mismo, y busca la ofuscación de la soberbia para quitarse esta pena eterna...sin
conseguirlo. Satanás conserva sus cualidades como espíritu, y su entendimiento es de una
extensión que el hombre no puede alcanzar ni medir. Tiene en sus manos medios desconocidos
para la inteligencia humana y es tan sutil, tan vivo y tan ligero, como el hombre está muy lejos de
imaginar. También Satanás prevé y tiende sus lazos a las almas para hacerlas caer. El futuro no lo
conoce, pero lo vislumbra. El campo espiritual es el más codiciado para él, porque es el que más
gloria reporta a Mí. Su eterna venganza contra Mí es quitarme el amor y las alabanzas, ya que él
no puede dármelas. ...Este tormento es lo que constituye el infierno en su esencia, aparte de los
otros especiales, en los que se queman las almas ahora, y las almas con los cuerpos después,
eternamente... y esto no es injusticia, porque en Dios no puede existir ni sombra de ella. Es este
tormento eterno la gloria de la justicia ultrajada y el castigo de la soberbia. CABRERA DE ARMIDA
Concepción, op. Cit., p. 77-79
163 Cfr. BUELA Alberto, op. Cit., p. 3.
164 El hombre soberbio resulta antipático y repugnante a los ojos de Dios y ante los que lo rodean;

Ante los necios es capaz de disimular su soberbia; en cambio, ante los sabios pronto aparece su
petulancia, con lo cual queda en ridículo, cosa insoportable para un orgulloso; El Señor abomina a
las personas arrogantes que hacen ostentación de riqueza y de lujo. Así aparecen los soberbios
ante los ojos de Dios. Conviene reflexionar sobre estas palabras divinas, y no escudarse pensando
que van dirigidas a quienes están dominados por la soberbia en grado muy elevado; también se
refieren a quienes hacen pequeñas manifestaciones de este vicio abominable. El gloriarse de la
propia soberbia es una acción perversa. El Señor amenaza severamente a los orgullosos que caen
en la jactancia, es decir, que hacen ostentación de lo que no poseen. Son como sepulcros
blanqueados. La jactancia es una manifestación de soberbia intolerable a los ojos de Dios. Id., p.
65-67.

39
- “El insolente no ama a quien le reprende, ni se junta con los sabios” (Prov.
15,12).
- “...Aborrezco la soberbia de Jacob, detesto sus palacios, y voy a entregar la
ciudad con cuanto contiene” (Am. 6, 8).
- “Esto dice Yahvé: Del mismo modo echaré a perder la mucha soberbia de Judá
y de Jerusalén. Ese pueblo malo que rehúsa oír mis palabras, que caminan
según la terquedad de sus corazones y han ido en pos de otros dioses a
servirles y adorarle, serán como esta faja que no vale para nada” (Jer. 13, 9-10).
- “Principio de la soberbia es alejarse del Señor, apartar el corazón del Creador.
Principio de la soberbia es el pecado, el que se aferra a ella infunde iniquidad.
Por eso el Señor les infligió asombrosos castigos, y abatió a los soberbios hasta
aniquilarlos. (Eclo. 10, 14-16).
- “Os jactáis y fanfarroneáis, sin advertir que toda jactancia de este tipo es mala”
(St. 4,16).
- “Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a sepulcros
blanqueados, que por afuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de
huesos muertos y de toda podredumbre. Así también vosotros por fuera os
mostráis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y
de iniquidad” (Mt. 23, 25-28).
- “Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás,
esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro
publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te
doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos,
adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy
el diezmo de todas mis ganancias. En cambio, el publicano, manteniéndose a
distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho, diciendo: ¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!". Os digo
que éste bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce,
será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc. 18, 9-14).

Por otro lado, en contraposición a la soberbia y la importancia de la humildad


leemos también en las Sagradas Escrituras lo siguiente:

- “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a
los demás como superiores a ustedes mismos” (Flp 2,3).
- “Humíllense delante del Señor, y él los exaltará” (St 10).
- “El altivo será humillado, pero el humilde será enaltecido” (Pr 29:23).
- “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su
debido tiempo” (1P 5,6).
- “Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su
mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y
restauraré su tierra” (2Cro 7,14).
- “Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el
primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35).

40
- “También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que es nada, para anular
lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse” (1Co 1,28-29).

Por tanto, la humildad es modestia en cuanto que ésta, se encuentra unida a la


templanza regulando toda acción desordenada como, por ejemplo: El movimiento
de la propia excelencia regulado por la humildad, el movimiento de deseo de
conocer165, movimientos en gestos y juegos,166 movimiento en cuanto a las
actitudes exteriores167.
Sin embargo, para que podamos discernir el momento cuando estemos cayendo
en una situación de soberbia o cuando nuestras acciones se estén desviando de
la recta razón respecto al bien que deseamos, es necesario recordar el argumento
de Santo Tomás ya citado en el segundo apartado, cuando afirma que existen dos
virtudes que moderan el apetito del bien arduo, siendo la humildad, la virtud que
regula a no aspirar cosas desmedidas, mientras que la magnanimidad es la virtud
que motiva e impulsa a buscar cosas excelsas pero en orden a Dios y/o al prójimo,
ejemplo: fortalecer el cuerpo, el alma y el espíritu para alcanzar un ideal de
santidad es una aspiración de un alma grande; o de alguien que se esfuerza por
alcanzar alguna excelsitud en bien de un pueblo, sociedad, persona, etc. Sin
esperar reconocimientos, recompensas, honores, etc. (pues lo demás viene por
añadidura) son ideales de seres magnánimos que transforman el mundo.
Todas estas manifestaciones de soberbia fomentan un caos en la vida espiritual
de las personas, y en todas las relaciones humanas afectando principalmente a

165 Este movimiento está regulado por la estudiosidad, que es la virtud que modera el apetito de
conocer, hay cosas que no hemos de conocer porque nos podrían perjudicar, lo mismo si se trata
de escritos como de imágenes. La estudiosidad nos lleva a esforzarnos por adquirir aquellos
conocimientos que hemos de poseer según nuestro estado y condición... Si uno se vanagloria de
saber cosas que no le corresponden, o hiciera ostentación de su ignorancia de lo que debería
conocer, faltaría a la humildad. MARQUÈS Suriñach, op. Cit., p. 74.
166 Sobre los juegos y fiestas, es decir, sobre la eutropelia, santo Tomás defiende su necesidad,

para el descanso del alma. “esos dichos y hechos en que se busca el placer del espíritu se
denominan juegos y fiestas, y es preciso usarlas para el descanso del alma. En la vida -dice
Aristóteles- es necesario cierto reposo, y para conseguirlo hacen falta las distracciones que lo
proporcionan. Sin embargo, hay que tener presente tres cosas. 1) Es necesario no buscar dicho
placer en actos torpes o nocivos, pues hay juegos -dice Cicerón- que son groseros, insolentes,
disolutos y obscenos. 2) no perder la gravedad de espíritu. 3). Debemos tener en cuenta que el
juego debe acomodarse a la dignidad de la persona, circunstancias de lugar, tiempo, etc.; y al
hombre que tiene la gracia de convertir en motivo de recreo sano las palabras y obras, le
llamaremos eutrapélico. Id., p. 74-75.
167 A saber, en el vestido y ornato exterior, que es moderado por la modestia en el ornato. De

hecho, se puede buscar desordenadamente la propia excelencia en el campo del conocimiento, en


el juego y diversión, en el vestido y en el ornato exterior de la persona. Y, por tanto, en estos
campos se puede vivir o faltar a la humildad. Asimismo, el que se excediera en sus gestos
corporales de manera que provocara los instintos sexuales, violentos, etc., de los demás, o bien
que practicara juegos y diversiones más allá del recto orden de la razón, como regula la virtud de la
eutropelia, y se vanagloriara de ello, faltaría a la humildad, Id., p. 76-77.

41
aquellas que honestamente se esfuerzan por buscar éxitos en la vida 168. Por eso
es importante el conocimiento de la humildad como esa herramienta reguladora de
nuestras acciones tanto para no aspirar a cosas desmedidas, como para no
quedarse sin hacer nada. La humildad, pues no es que sea la virtud por
excelencia, pero es la fundamental,169 por el hecho de ser el cimiento del edificio
de la santidad170, por eso es necesario que se mantenga en lo oculto en su base,
para que el edificio no se derrumbe171. Sin embargo, las virtudes teologales son
las más perfectas172 y en primer lugar está la caridad.
Por último, hay que dejar claro que, para los bautizados en la fe, que han
abrazado una vida espiritual de mayor entrega y que pretenden alcanzar frutos
espirituales de perfección, la exigencia es total, pues es necesaria la desnudez
espiritual, la cual implica mayor sacrificio como la pobreza 173, pobreza espiritual

168 Las víctimas de estas críticas son: Los que se esfuerzan por la santidad, los que estudian por
conseguir grados académicos, los profesionales que reciben alguna distinción, los que tienen
éxitos en sus negocios, los que gozan de buena fama, los matrimonios que forman ejemplarmente
a sus hijos, los que han recibido de Dios algún don sobrenatural, los que desempeñan un cargo
distinguido en la Iglesia o en la sociedad civil, etc. Todo esto son bienes que aumentan la
excelencia y el prestigio de un apersona; pero no por esto aquella persona es soberbia. Es verdad
que estas situaciones pueden ofrecerle ocasiones para cometer actos de orgullo; pero esto no
significa que cometa los actos. Las críticas y calumnias suelen tener su origen en los corazones
realmente soberbios y envidiosos. Id., p. 62.
169 La humildad es el cimiento, el fundamento de todas las virtudes, la sal y la vida de ellas: la tierra

en donde todas se producen, el agua que las fertiliza y el sol que las hace crecer y reproducirse.
Sin humildad no puede haber obediencia... pobreza... ni pureza que no caiga. No acostumbro a dar
a ninguna alma estas joyas, sin el sólido fundamento de la humildad, madre de todas ellas.
CABRERA DE ARMIDA, op. cit., p. 61.
170 Una virtud será tanto más perfecta, cuando nos deje más cerca del fin. Secundariamente se

tiene también en cuanta el orden que guardan entre sí los medios en función del fin. Este orden en
forma universal, lo establece la justicia. Y el sometimiento a su dictamen es obra de la humildad.
Por consiguiente, en este sentido, después de la justicia sigue en perfección la virtud de la
humildad. Sin humildad, la justicia no cumple bien su función. MARQUÈS Suriñach, op. Cit., p. 86-
87.
171 Si se compara el conjunto ordenado de todas las virtudes a un edificio, lo primero que se coloca

en él se llama fundamento. En este sentido se puede llamar a la humildad la primera de las


virtudes, porque es el fundamento de todas, en cuanto remueve los obstáculos de las virtudes que
formarán el edificio espiritual. Id., p. 71,87.
172 Id., p. 86.
173 Es la renuncia total de los religiosos; me entrego, me vacío, me nulifico, todo lo entrego: de todo

me despojo, entrego todas las personas, todos los afectos, devuelvo al Señor todo cuanto de él he
recibido, con todo sus dones y gracias: doy mi cuerpo, mi alma, mi vida, mis sentidos y mis
potencias, mis sentimientos y palpitaciones y hasta mi eternidad... Al despojarse se siente una
grande hambre de más pobreza; porque las virtudes participan de aquella hambre y sed insaciable
de Dios, que nunca se satisface, siempre anhelando el alma aquel inmenso y Eterno Bien. Las
virtudes son unas emanaciones del mismo Dios y tienen la misma propiedad de ser infinitas. La
Pobreza, no solo la exterior y actual, sino la interior del Espíritu debe ser el vestido del religioso...
El religioso vanidoso es muy pobre a mis ojos, y el pobre en su espíritu y cuerpo es rico en el
cielo... Vistan con mucha modestia: y sus alhajas sean las que me adornaron a Mí. CABRERA DE
ARMIDA, op. Cit., p. 31-32.

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perfecta174, penitencia175, penitencia espiritual perfecta176, sufrimiento, sufrimiento
Espiritual perfecto y padecimiento177, mortificación178, abnegación179 y
persecución180.

174 ...El reino de los cielos es más de los pobres de espíritu y mil veces más que los pobres del
cuerpo. Los pobres de espíritu son los que devuelven los dones al dador de ellos: los que se
renuncian totalmente: los que mueren a su propia voluntad, para vivir tan solo de la Mía... y esto no
es más que un acto de mi justicia porque el que se renuncia sí, me tiene a Mí; y el que todo lo da,
también me posee a Mí; y que nada tiene lo tiene todo. Id., p. 33.
175 La Penitencia es el fuego que conserva las virtudes y les da savia para su desarrollo. La

Penitencia es muy agradable a Dios y tiene muchos visos, y alcanza diversas gracias para las
almas y para la misma alma que la practica...La penitencia brota de la humildad. Id., p. 34.
176 Esta penitencia es de un valor inmenso, y como lo dice su nombre, toca directamente al espíritu,

aunque sus efectos se dejan también sentir en el cuerpo. Esta purificación no está en manera
alguna en la voluntad humana, sino que depende totalmente de la voluntad divina. Esta voluntad
divina, o por sí, o valiéndose de otro espíritu, hace pasar al alma por el vivo fuego del crisol de la
purificación más intensa y atormentando al alma, la deja capaz para recibir las gracias del cielo.
Este es un fuego que en un instante consume hasta las más pequeñas imperfecciones, y acerca el
espíritu, así purificado. Esta purificación deja en el alma varios santos afectos: es decir, le da
fortaleza y unión: estas tres gracias, además de otras, son las principales con que Dios regala al
alma feliz que lleva por estos caminos. Esta penitencia es un beneficio especial y don gratuito de
Dios, es un favor del cielo con el cual Dios purifica a las almas, las limpia para subirlas a la alteza
incomprensible de la unión. Son desolaciones, que van a lo más hondo del espíritu, un don
gratuito, sin que nadie sea capaz, ni de quitarlas, ni de disminuirlas, pero se puede inclinar a mi
Corazón a concederlas, practicando los tres grados de perfección de la Religión de la Cruz. La
penitencia es de gran valor y procura al alma muchos bienes. El cuerpo es como un pedernal y la
penitencia como un eslabón con que se produce el fuego santo que purifica el alma y la abraza en
el divino amor. La penitencia es una poderosa arma contra muchos vicios. Id., p. 34-35.
177 La virtud del sufrimiento es una parte esencial del Dolor. El sufrimiento cristiano que se

acompaña siempre de la resignación y de la paciencia, es hijo de mi Corazón, nacido y santificado


en El. En mi Corazón se santificó el dolor interno, del sufrimiento de mi corazón tomó su virtud y
fortaleza... El dolor es Arca Santa de los divinos favores. Sin dolor no hay alegría, es decir no hay
oración, ni contemplación, ni sólida virtud, esto es: Sin sufrimiento no existe sencillamente la vida
espiritual. El sufrimiento espiritual perfecto consiste en recibir, buscar y gozarse en el sufrimiento.
Padecimiento y toda clase de mortificación voluntaria o impuesta, ya directamente por Mí mismo,
ya por parte del prójimo o ya proporcionada por la misma alma. Con esto llegaría cualquier alma a
la más alta perfección. Los enemigos del Sufrimiento y del padecimiento son muchos y combaten a
favor del Mundo. Demonio y Carne. Id., p. 36-37.
178 Nota. - El sufrimiento y la mortificación van más al interior del alma. La penitencia y el

padecimiento se refieren más al cuerpo. La mortificación es el constante quebrantamiento de todo


propio querer. Y su perfección consiste en que este sacrificio sacudido de todo propio interés, suba
al cielo por el solo y puro amor. Es la Mortificación enemiga del ruido; y en un profundo silencio se
ejercita y crece. Tiene su asiento en el alma pura o purificada. La mortificación domina a los
sentidos y pone a raya a las pasiones del hombre. Id., p. 39.
179 La abnegación (silencio y paciencia) es una hermosísima virtud: es hija del Sacrificio y de la

Mortificación. Su apoyo es Jesús, que es a la vez su modelo y su fuerza. Esta virtud es, la mayor
parte de las veces oculta a los ojos humanos, recreando los ojos divinos que la contemplan. Pasa
generalmente desapercibida por el mundo: se quema en el holocausto del propio dominio, y se
embellece en la oscuridad, cumpliendo su misión. El aroma de esta virtud encanta a Mi corazón
divino. Satanás la odia y le hace encarnizada guerra. Los enemigos principales que se levantan
contra la abnegación son: el Orgullo, el cansancio, la tristeza, y el desfallecimiento. Id., p. 40.
180 La persecución es una de las gracias Mías con las que obsequio a las almas predilectas de mi

Corazón. Existen persecuciones desenmascaradas que hacen sufrir terriblemente al alma: existen
otras que son peores, sordas y ocultas, las cuales hacen más daño que las anteriores: y en su
obscuridad y silencio despedazan al alma contra quien van dirigidas. Existe la persecución de los

43
Ante tales argumentos, y como un aliento de fe y esperanza, si realmente
pretendemos sembrar y cosechar frutos espirituales de toda virtud, es necesario
acogerse al amparo de María de Nazaret reina y madre de las virtudes181, pues
ella las posee todas.

buenos: Yo la permito, ésta sí, es verdadero crisol en el que el alma se purifica. Es la persecución
un palenque sobre el cual el alma se exprime, dejando ahí los humores emponzoñados o malos
que dañaban. Pero no crean que todos aquellos a quienes persigue la justicia humana sean míos,
o los llame Yo míos, o les regale mi Reino, no; trato solamente con los que son inculpables e
inocentes, y, sin embargo, son perseguidos y calumniados y despreciados, o bien por la ofuscación
o malicia humana, o por permisión divina, a fin de probar sus virtudes y aumentar sus
merecimientos. Sin embargo, exijo del alma inocente y víctima de la persecución el silencio en su
dolor, el perdón para sus enemigos, y el gozo en el sufrimiento, por mi amor, por mi puro amor. El
alma feliz que practica el silencio, el perdón y el gozo en la persecución, llega a lo más
encumbrado de las virtudes. Hay persecuciones en el orden de la gracia, la vida extraordinaria
generalmente las lleva consigo: y de estos principalmente es el Reino de los cielos. El mundo y los
mundanos siempre van en oposición a Mí, y a lo que es mío, si no abiertamente, lo cual sería
menos malo, sí con disimulaciones falsas, hipocresías y aun con aberraciones cubiertas con capas
de virtudes. Toda alma que se da a Mí, pasa, en más o menos escala por esta indispensable
persecución que purifica. En las vocaciones religiosas sucumben muchas almas débiles, por la
persecución; Satanás obtiene grandes triunfos. El apoyo de estas almas perseguidas es María y la
virtud sublime de la CONSTANCIA que se alcanza por la intercesión de aquella que es “Auxilio de
los cristianos” y de las almas religiosas. Id., p. 40-42.
181 María es el amparo de esta virtud, pues ella es la modestia misma por excelencia, como es

también el arca que contiene en sí todas las virtudes, gracias, dones y frutos espirituales. Id., p. 65.

44
CONCLUSIÓN

A lo largo de estos capítulos, se puede confirmar que el hombre es un ente


religioso en cuanto que está ligado a un ser trascendental, y en la búsqueda de
ese otro, es que se da a la tarea de investigar el lugar que le corresponde para
poder acceder a él.
En este intento de conocerlo y conocernos es que se expuso este trabajo de
investigación, en el cual pretendimos exponer la humildad (dentro de muchas otras
virtudes) porque consideramos que es la madre de todas las virtudes y como uno
de los medios más importantes para la edificación de una vida espiritual y
humana; Se abordó desde diferentes ángulos con el fin de redescubrirla y ponerla
de manifiesto, ya que dicha virtud se encuentra un poco olvidada, desvalorada y
mal interpretada por el hombre contemporáneo; también pretendimos contribuir
con un granito de arena en el crecimiento de la fe de muchos hombres que día con
día se esfuerzan por alcanzar los ideales prometidos por el Señor de una vida de
felicidad eterna.
Como resultado de esta propuesta, abrimos teológicamente en el primer apartado,
la importancia del conocimiento de nuestro ser persona (cuerpo-alma-espíritu),
junto con los agentes físicos y espirituales que la rodean, porque pues, es
necesario, que, al iniciar un camino espiritual, el conocimiento global de nuestro
ser es fundamental, pues nuestro ser es un todo unitario, ningún elemento o
circunstancia es ajeno al otro. A veces tendremos que luchar contra la liviandad
de la carne, en alguna otra, con los seres espirituales que habitan en los aires
como dice San Pablo, en otras ocasiones, será con nuestra alma al no querer ser
sometida por el cuerpo y el espíritu, mientras que en alguna otra ocasión será con
nuestro propio espíritu, el cual no debe ser sometido por el alma y el cuerpo para
que aspire a las cosas espirituales; como por ejemplo: la oración, que es elemento
clave para la comunicación con el trascendente; Así pues, la mayor parte de la
batalla espiritual con la que hay que enfrentarse día con día es con nosotros
mismos, y es aquí donde radica la mayor importancia, siendo la práctica de la
virtud el elemento clave para ordenar nuestra voluntad extraviada.
En el segundo capítulo, expusimos teológica y filosóficamente el concepto de
virtud desde el siglo II a. C, hasta nuestro tiempo, la cual entendimos como esa
fuerza, ese valor, esa actitud positiva, propia del hombre, la cual le permite
relacionarse perfectamente con los demás. Dicho estudio nos permitió tener un
acercamiento más profundo desde la perspectiva cristiana y su aplicación desde
un punto de vista teológico, como una herramienta de superación para el cristiano
y todo individuo. Asimismo, tuvimos un acercamiento al concepto de humildad, su
raíz y su evolución hasta el ámbito del cristianismo, para ser comprendida en
nuestro tiempo actual. De este modo pudimos comprender la humildad ya
propiamente como una virtud humana y espiritual que permite al hombre
45
desarrollarse positivamente desde cualquier ámbito de acción, a su vez
testificamos sus frutos a través de testimonios de hombres honorables, como
santos y místicos que por su ejercicio alcanzaron altos grados de santidad, por tal
motivo, se puede vislumbrar argumentativamente dicha virtud como base y
fundamento para un camino espiritual.
En el tercer capítulo hemos encontrado, que para que dicha virtud sea encarnada
en la vida del cristiano, es menester hacerse patente a través de la ejercitación por
los actos externos e internos, pues la humildad debe manifestarse, según San
Benito, y a la vez encarnarse para que ambas sean elevadas por Dios a su
morada perfecta, para que el cristiano descanse en él. Nos queda claro que la
humildad es de los fuertes, no es de gente mediocre o débil, nada tiene que ver
con las condiciones sociales, intelectuales o económicas, pues su fuerza está
cimentada en Dios. La terapia para recuperar y reinventar la humildad en nuestro
tiempo debe comenzar desde lo cotidiano, como una forma de crecimiento
personal y espiritual, partiendo del reconocimiento de nuestros límites y
capacidades en el saber, en el querer, en el hacer, descubriendo a su vez las
necesidades y potencialidades en los otros, para que poco a poco se vaya
enriqueciendo la presencia de Dios en nuestro ser; a través del silencio por la
oración, la escucha de su palabra por la obediencia y la aceptación de las
contrariedades de la vida que nos vienen sin que las esperemos asumiéndola
como parte de nuestra existencia, respondiendo por la vía de la perseverancia y
confiando siempre en quien hemos puesto nuestra esperanza.

En el apartado número cuatro, hemos analizado un balance paralelo entre las


manifestaciones de la soberbia y los signos de la humildad. Ante ello exponemos
que nos queda claro que la soberbia es una manifestación de la exaltación, fruto
de la imaginación desordenada, pues nos lleva a acciones que no son propias de
seres racionales, provocan un caos en la vida humana y espiritual nuestra, y la de
los demás. mientras que la humildad es una virtud fruto del recto actuar conforme
a la razón, ésta regula nuestras acciones para no aspirar desordenadamente,
mientras que la magnanimidad es una virtud que fortalece virtuosamente todo
aquello que nos hemos propuesto alcanzar, para que lo hagamos perfectamente,
con amor, con entrega, y fortaleza y no tomemos equivocadamente a la humildad
como virtud para quedarse estoicos, es decir, sin hacer ni aspirar a nada, ni querer
asumir nuestras responsabilidades.
Por tal motivo, como sello indeleble de la empresa de la santidad, cuyo signo es
señal de los santos que pueblan nuestra Iglesia, conjeturamos que, al conocer y
practicar la humildad como virtud, se puede contribuir al fortalecimiento de los
valores humanos y cristianos en medio de una sociedad con hambre de Dios, bajo
la cultura de la muerte y la ley del menor esfuerzo.

46
Que sean Jesús de Nazaret y María Santísima, los modelos perfectos de virtudes
para la creación de una nueva generación de santos.

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48
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