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¿SOY UN MARISTA SOLIDARIO?

Marcelino Champagnat se preocupaba por los pobres, los huérfanos, los ancianos y desatendidos. Son
diversas las iniciativas que emprendía junto con los primeros hermanos, para responder a las urgencias y
realidades de su tiempo. Por ejemplo: En la comunidad de La Valla, en 1820, intervino para que acogiesen a
niños de la calle, como Jean- Baptiste Berne; en el terreno del Hermitage, en 1833, edificó un sencillo asilo,
para acoger ancianos y mendigos; en 1838, en París, matriculó a dos Hermanos en un curso de
capacitación para trabajar con sordomudos.

La realidad social y el espíritu evangélico provocan en nosotros, como sucedió en Champagnat, una
llamada a dedicarnos con mayor esfuerzo apostólico a los pobres, a los oprimidos, a los marginados. A
buscar caminos evangélicos para mejorar la promoción y la defensa de los derechos del hombre y la mujer,
sea a nivel local, nacional o internacional. Todos estamos llamados a ser testigos con nuestras vidas y con
nuestro compromiso directo con los menos favorecidos. Por tanto, es una obligación de todo cristiano,
construir con amor una sociedad más justa, más humana, que sea la primicia del Reino de Justicia y Paz.

¿Por qué la solidaridad?


Jesús resume los diez mandamientos en dos: amar a Dios y amar al prójimo, relacionados entre sí. En
Mateo 25, el Maestro se extiende en detalles y proclama sin rodeos que al final de los tiempos seremos
juzgados sobre cómo tratamos a las personas necesitadas. Ésa será la exacta medida de cómo tratamos al
Señor.
Nos engañamos al pensar que podemos relacionarnos con Dios sin preocuparnos constantemente por los
miembros más débiles de nuestro entorno: escuela, familia, etc. y analizar honradamente de qué manera
nuestro modo de vida contribuye a su dolorosa situación.

Marcelino y el caso del niño Juan Bautista Berne


El niño se llamaba Juan Bautista Berne y era hijo de una madre soltera, pobre y enferma. Cuando esta vino
a fallecer prematuramente, el Padre Champagnat, conmovido, lo acogió como pensionista gratuito en una
de las escuelas de los Hermanos. El pequeño contaba, entonces con nueve años de edad. “Si no recibe
formación moral y religiosa, vivirá como vagabundo, contraerá vicios, y se dejará llevar por los malos
caminos”. Como era de esperar, Juan Bautista no tardó en tornarse un estorbo en la vida de los Hermanos
que, inútilmente, intentaban educarlo. Se dice que no aceptaba consejos, era malcriado, ingrato y rebelde y
que huyó varias veces de la escuela, prefiriendo mendigar comida y vivir en la calle. En tal situación, la
paciencia de los Hermanos se agotó completamente y pidieron al Padre Champagnat que lo abandonase. El
Fundador, a pesar de ello, “los invitó, en un primer momento, a tener más paciencia y rezar por el
descarriado”. Entretanto, como los Hermanos insistían en exigir la expulsión, les expuso: “Mis amigos, si el
problema es simplemente vernos libres del pobre huérfano, nada más fácil. Pero, ¿qué mérito habría en
echarlo a la calle?... SI ustedes lo expulsan, Dios les dará a otros el cuidado y la gracia de educarlo y
ustedes van a lamentar haber perdido, por impaciencia, esa gloriosa misión... Debemos trabajar sin
desanimarnos, y rezar por ese niño; tengo plena seguridad de que, en breve, les dará tanto consuelo como
el disgusto que les está causando ahora”. Y, el niño fue salvado de la expulsión, ciertamente no del todo
injusta. El Hermano Juan Bautista Furet cierra las dos páginas que dedica al “caso Berne” en la biografía del
Fundador, diciendo que “poco tiempo después, aquel niño imposible, que por años causara tanto disgusto a
los Hermanos, cambió completamente: se tornó calmado, dócil, juicioso, parecía un ángel”. Luego de su
Primera Comunión, Berne solicitó admisión en el noviciado, “vino a ser un Hermano piadoso, constante y
obediente”. Termina, así, su breve biografía: “falleció como un santo a la edad de veintiún años, en los
brazos del Padre Champagnat, lleno de gratitud por el gran bien que le hiciera”. João Batista Berne pasó a
la historia marista con el nombre del Hermano Nilamon. El Fundador miró a ese niño de la calle, lo vio ¡y lo
rescató!
Adaptado de Adaptado de http://maristas.org.br/drive/cvcl/2014/4%20Cuarto%20d%C3%ADa%20em%20PDF/ejercicios%20espirituales%20cuarto%20d%C3%ADa.pdf Recuperado el 10/04/18

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