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Adivinanzas.

Dígame, ¿quién es el que hace,


ya le pregunten o no,
con la cabeza que sí
y con la cola que no?

Cuál es la sábana blanca


que se corta sin tijera
pero que verla cortada
nadie en realidad quisiera?

En la calle me toman
en la calle me dejan;
en todas partes entro
de todas partes me echan.

Trabalenguas
Hoy vamos a leer algunos trabalenguas:

Me han dicho un dicho


que han dicho que he dicho yo;
ese dicho está mal dicho,
pues si lo hubiera dicho yo,
estaría mejor dicho
el dicho que han dicho
que he dicho yo.
Una pícara pájara
pica en la típica jícara;
en la típica jícara,
pica una pícara pájara.

En el juncal con don Joaquín


juncos juntaba Julián;
juntase Juana a las dos
y entonces, juncos juntaron
Juana, Joaquín y Julián.

El cielo está enladrillado.


¿Quién lo desenladrillará?
El que lo desenladrille
buen desenladrillador será.

María Chuchena techaba su choza,


y un techador que por ahí pasaba le dijo:
–María Chuchena, ¿techas tu choza o techas la ajena?
–Ni techo mi choza, ni techo la ajena,
que techo la choza de María Chuchena.
La pulga y el camello.

La lectura de hoy es una fábula. Un


cuento en el que los animales hablan
y, con lo que hacen, nos dan lecciones.

Montada una pulga sobre la carga que


llevaba un camello, presumía que era
más que él, porque iba encima.
Después de un rato, por fin saltó al
suelo,diciéndole.
–Amigo mío, reconozco que peso muchísimo y como te tengo
lástima, acabo de bajarme.
–De nada me sirve –respondió el camello– el favor que crees
haberme hecho, pues el peso de tu cuerpo no quita ni añade
nada, en lo más mínimo, al peso de mi carga.
Moraleja. Hay muchos ridículos que suponen que lo que es o
lo que hacen es muy importante, cuando en realidad no tiene
ninguna importancia.

Moraleja se llama la lección que una fábula pretende


darnos. Esopo, el autor de esta historia, es un fabulista de
la antigua Grecia.

“La pulga y el camello” en Fábulas de Esopo y algo más.


México, SEP-Limusa, 2006

Lectura con 146 palabras.


El arca de Noé.
Noé se puso de lleno a la
tarea, ayudado por toda su
familia. Como eran todos muy
trabajadores, formaron un
buen equipo y al poco tiempo
el arca estaba terminada.
Después comenzaron a reunir
a los animales y a colocarlos
cada cual en su sitio. Esto
tampoco les resultó difícil
porque en aquellos lejanos tiempos cualquiera tenía en su
jardín osos y guanacos, leones y caimanes, y si no estaban
en su jardín estaban en el del vecino y se los podían pedir
prestados, y si el vecino no los tenía, con seguridad había
en la selva de la esquina.
Una vez terminada el arca, Noé fue poniendo en fila los
animales que había en su jardín y sus hijos salieron a
buscar los que faltaban. Al atardecer, Noé fue pasando
lista, y los animales fueron invitados a pasar al arca.
–A ponerse en fila por orden de tamaño: los más chicos
primero y los más grandes después –dijo Noé.
–¿Qué ocurre? –preguntó una rana distraída y que todavía
no se había enterado de nada–. ¿Vamos a jugar al martín
pescador?
–¿Qué martín pescador? –le replicó la cebra– Vamos a
viajar en arca, mientras dura el diluvio.
–¡No empujen! –gritaba la gallina.
–¡Me están pisando! –decía con toda su voz el bichito de
San Antonio.
–¡Que se den prisa los que están adelante! –bramaba el
león, y la leona trataba de calmarlo.
Imposible calcular cuánto tiempo tardaron Noé y sus hijos
en poner la fila en orden, pero de pronto alguien miró para
arriba y dijo: Se está poniendo nublado. Y entonces cayó
la primera gota.

El arca de Noé, Beatriz Barnes (adaptación). México, SEP-


CEAL, 1988.

Lectura con 267 palabras.

El convite del zorro y la cigueña


El zorro invitó a la cigüeña a comer a su casa. Pero no pensó
en el largo pico de su amiga, y sirvió los

deliciosos manjares en un plato.


El zorro comió opíparamente,
pero la cigüeña sólo pudo picotear
la comida.

Al día siguiente la cigüeña le


devolvió la invitación. Pero
cuando el zorro llegó a casa de su
amiga dispuesto a comer,
encontró los manjares servidos
dentro de una botella. La cigüeña
metió el pico dentro del cuello de
la botella y se lo comió todo…
¡pero el zorro sólo pudo lamer el
borde!

“El convite del zorro y la cigüeña” en El libro de los cuentos


y leyendas de América Latina y España, Jesús Gabán, ilus.
México SEP, 2007.

Lectura con 95 palabras


El león y el mosquito
Había una vez un león fiero y perezoso al
que le gustaba permanecer echado,
haciendo la siesta. Un día caluroso se
tendió a la sombra de un gran árbol a
esperar que pasara la tarde, Pero un
mosquito que quería vengarse de él
empezó a zumbarle en el oído.
El león se despertó rabioso y rugió:
–¿Por qué no me dejas dormir?
–Pasaba por aquí, y canto porque vengo
contento– le contestó el mosquito.
–¿Cómo te has atrevido a molestar al rey
de los animales, que te puede destrozar
simplemente con su voz?
–Tienes muy mal genio y unos colmillos
que espantan a cualquiera, pero yo no te
tengo miedo.
El león se levantó y se dirigió hacia él con
las fauces abiertas. Entonces el mosquito
se le coló por la nariz y empezó a picarle
por dentro.
El orgulloso animal se revolcaba sobre la
hierba, pero no conseguía atraparlo ni
librarse de él.
El insecto, seguro de sí mismo a pesar de
ser tan pequeño, salió de la nariz del león y se burló de él con estas
palabras:
–¿De qué te sirve ser el rey de la selva si no puedes ni con un mosquito?
Y el pequeño animal zumbó de nuevo a su alrededor y se le metió en el
interior de la oreja.
–Les voy a decir a todos los habitantes de la selva que no has podido
conmigo–dijo el diminuto mosquito al fiero león para humillarle.
Y cansado de picarle, echó a volar satisfecho y distraído, con tan mala
suerte que al pasar entre unas ramas quedó atrapado en una telaraña.
Pronto llegó la araña y se lo comió sin más, sin preguntarle nada.

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