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El avance del capitalismo global produce una catástrofe económica, ecológica y ética sin
precedentes en la historia. Sin embargo, la política, colonizada por la economía, está presa en un
laberinto del que es imposible salir.
La globalización capitalista es un régimen político cuya base social integra, en los países
desarrollados, tanto a las minorías poderosas como a las amplias clases medias. En todo el planeta, mil
millones de personas beneficiarias de este modelo de modernización constituyen una élite cuya movilidad
y capacidad de consumo se sustentan en la exclusión de la mayoría de la humanidad. A pesar de ello, los
intereses particulares de esta minoría se presentan como universales. El sistema parlamentario que
asegura las condiciones culturales y políticas para la perpetuación de este modelo, ha secuestrado el
nombre de “democracia”.
Los valores de esta minoría interclasista se imponen sobre los derechos humanos, las leyes y las
culturas tradicionales de pueblos y naciones a través de una violencia simbólica específica del capitalismo
global. Cualquier resistencia verdadera al colonialismo de este grupo privilegiado, activa el uso
“democrático” de la violencia estatal contra el enemigo interior ó exterior.
El nacionalismo consumista, ahora global, expresa la identidad de esta minoría cosmopolita. La
sostenibilidad de este orden se basa en la satisfacción del deseo individual a través del mercado, la
invisibilidad política de las mayorías excluidas y el control - o eventual destrucción - de cualquier sujeto
social refractario a este orden.
Con la caída de los regímenes de "socialismo real" del Este de Europa, se produjo también la
caída del modelo de capitalismo que se le oponía en los regímenes "democráticos de mercado". Tras
1989, las poblaciones de los estados de economía planificada apoyaron mayoritariamente las opciones
electorales que ofrecían más dosis de mercado. Simétricamente, las poblaciones de los regímenes
parlamentarios sufrieron -sufrimos- los mismos programas neoliberales presentados, a veces, con
envoltorio keynesiano, es decir, “alterglobalizador”. Estos programas proponen la cuadratura del
círculo: salvar el estado de bienestar con políticas que disuelven el estado de bienestar. El resultado
es un discurso irracional: empleo precario (estable y con derechos); garantía de las pensiones públicas
(reduciendo sus cuantías y aumentando la dificultad para acceder a ellas); progreso económico (con
degradación social, ética y ecológica); libertad e igualdad (pero dentro de las leyes del mercado);
armamentismo (para la paz). Todo ello a mayor gloria del libre movimiento de los capitales.
Para gestionar la guerra molecular que avanza desde los sectores excluidos de nuestras
sociedades opulentas, se implementan políticas de seguridad a costa de los derechos civiles. Estas
políticas no buscan la seguridad de todos sino la de los privilegiados frente a los perjudicados
desobedientes. Admiten la compasión hacia los pobres buenos pero condenan de antemano a los
pobres malos que, siguiendo la consigna social de ¡enriqueceos!, pretenden su parte del festín a
cualquier precio. Los genocidios por el hambre, la comida basura, las enfermedades, las invasiones,
las guerras, los accidentes de tráfico y las condiciones laborales homicidas, son sólo "daños
colaterales" de una economía globalizada que, en los países ricos, sitúa a las amplias clases medias en
vías de desarrollo hacia la inseguridad de masas del llamado "tercer mundo". Las políticas
antiterroristas y de seguridad, al separar la violencia reactiva de los de abajo de sus verdaderas
causas sociales, políticas y económicas, son una quimioterapia que debilita al paciente y fortalece la
enfermedad.
1
proclamado la lucha de clases derivada de la contradicción entre el dinamismo de las fuerzas productivas
y las relaciones de desigualdad y explotación del trabajo.
Hay un Marx que describe la autonomía del proceso económico capitalista y su ineluctable
autodestrucción a manos de la clase social excluida, el proletariado, que deviene en su enterrador. Pero
también hay un Marx que condiciona la crisis final del capitalismo como modo de producción social a la
posibilidad de que l@s trabajador@s se expresen, no como fuerza de trabajo sino como un movimiento
social por la abolición de la relación asalariada. En el primer Marx lo importante es la ontología
revolucionaria del proletariado. En el segundo, más real que el primero, las condiciones para la creación
de una subjetividad revolucionaria en el proletariado.
Identificamos los significados compartidos que nos permiten dialogar productivamente con Marx
desde una época y unas circunstancias diferentes. Reconocemos en Marx al hermano mayor
2
revolucionario, que puso palabras a un impulso tantas veces aplastado como renovado: la lucha de los de
abajo en pos de una vida mejor y de la libertad.
Este impulso, en la época de Marx y en la nuestra, supone la confrontación práctica y teórica con una
lógica económica que ha colonizado, bajo el paradigma del individuo aislado, deseante y calculador, las
relaciones económicas, políticas y sociales, la producción cultural y la constitución síquica de los sujetos.
Un impulso que expresa, hoy como ayer, la voluntad de superar, desde la crítica del orden capitalista y la
expresión política de los desheredados de la tierra, la violencia de la economía global. Una potencia que
depende de la movilización de masas, la fuerza de la crítica y el establecimiento de un vínculo
comunitario, moderador del mercado y del estado.
3
d.3.- Marx describe al individuo como un ser que se construye socialmente; al capital como una
relación social que condiciona la naturaleza del individuo, al ser humano como un lugar para la
participación social y a una naturaleza humana que incluye la situación social de cada cual, es decir, el
consumidor de clase media en Europa tiene una naturaleza diferente (al considerar su situación social) a
la del niño africano que muere de paludismo por no tener acceso a una vacuna.
d.4.- Marx abre la reflexión, no tanto sobre el valor, la explotación y el plusvalor (cosa que ya
habían hecho Ricardo, Say, Bastian y otros), como sobre la subsunción de la actividad de las personas en
el ciclo del Capital y la extrañación del individuo. La ruptura entre los actos de cada uno y sus
consecuencias, impide la calificación política y ética de dichos actos.
d.5.- Marx, en su evolución intelectual, acaba criticando nociones como: orden espontáneo,
providencialismo, historicismo. Estas nociones equivalen a creer que existen leyes históricas que impulsan
la sociedad hacia el progreso. Su ruptura no se limita al carácter “natural” de la economía, el mercado y
el capital, sino que alcanza a la noción de individuo individualista sobre la que se sustenta toda la
modernidad.
d.6.- Marx es producto de la ilustración, pero rompe con gran parte de ella. Por un lado, está
movido por una pulsión política: conocer la realidad para transformarla a favor de los desheredados de la
tierra. Por otro lado, no estudió cosas aisladas, sino relaciones; ni tampoco relaciones estáticas, sino
relaciones en proceso, en movimiento.
d.7.- Nos sumergimos, con Marx, en la “crítica al modo de producción capitalista” acompañándole
en las rupturas sucesivas con su mundo intelectual de partida (idealismo alemán, socialismo utópico,
economía clásica). Estudiamos a Marx como el crítico más poderoso de la relación social llamada
“capitalismo”. Al hacerlo, iniciamos una experiencia intelectual extraordinaria entrando en un pensamiento
complejo y oceánico.
En cada formación social, el trabajo está determinado por la estructura de relaciones sociales en
la que se realiza. En el capitalismo, que es la universalización de la forma mercancía, el trabajo se ve
obligado a comportarse como una mercancía en manos del capital. Por eso, las personas trabajadoras
ven sus necesidades y derechos subordinadas a las necesidades y los derechos del capital. El trabajo de
una persona no expresa, en su despliegue laboral, todas las claves que le determinan.
En las sociedades capitalistas el proceso de trabajo no persigue producir bienes y servicios
necesarios a la comunidad sino mercancías rentables. Sin tener en cuenta este hecho, no se comprende
nada de las leyes qué someten al trabajo y a l@s trabajadores - dentro y fuera de las empresas – al ciclo
de producción del capital.
El trabajo asalariado, premisa y resultado del orden capitalista, es la forma social que adquiere la
actividad humana dedicada a la producción de los medios de vida cuando dicha actividad está sometida al
beneficio económico. Los ciclos temporales del trabajo humano, que es vida y producción social, se ven
obligados a adaptarse a los ciclos temporales de la fuerza de trabajo, que es mercancía para la
producción de plusvalor. Pero ambos tiempos están, conflictivamente, dentro de la persona asalariada.
Casi toda la sociología del trabajo y casi toda la izquierda, consideran el conflicto como una
anomalía, a pesar de que el conflicto de clase, de género y de especie están clavados en el núcleo mismo
del trabajo asalariado. La capacidad de la fuerza de trabajo para crear valor y plusvalor se debe,
precisamente, a esta tensión constitutiva de la relación salarial. La subordinación del tiempo de vida, del
tiempo de trabajo y del tiempo de cuidados al tiempo del trabajo asalariado productor de plusvalor,
parece algo “natural”. Tal subordinación, lejos de mostrarse como causa de la degradación del trabajo y
las relaciones sociales, aparece como necesaria y deseable.
La capacidad de las personas para producir bienes útiles mediante la cooperación y la tecnología,
dependen del cuerpo y de la inteligencia de dichas personas. Sin embargo, al comprar la fuerza de
trabajo, el capital, se apropia gratuitamente de estas capacidades para unos fines y con unos
procedimientos, ajenos a las necesidades de dichas personas. Al incorporarse al proceso productivo
asalariado, el cuerpo y la inteligencia de las personas trabajadoras, son parcialmente expropiados, con su
aparente consentimiento. De esta forma, la fuerza productiva de la cooperación, parece residir en el
capital y no en las personas que trabajan. Ese consentimiento favorece la imagen de que el valor creado
por las personas laborantes es un atributo de la mercancía, es decir, del capital.
El capitalismo necesita al trabajo asalariado para funcionar. La fuente de valor y de plusvalor es
el trabajo asalariado, no el capital. La sustancia del capital es el plusvalor expropiado a l@s trabajador@s
asalariad@s. Actividades sociales, trabajos no asalariados y energía vital de la naturaleza son la condición
para la extracción de plusvalor al trabajo asalariado.
En el capitalismo, el trabajo productivo humano es obligado a expresarse a través del proceso
laboral que produce plusvalor. Los tiempos humanos de vida, participación social y cuidados, están
presididos por el tiempo de producción de plusvalor. Los bienes y servicios que la gente necesita y los
puestos de trabajo, para producirlos, están subordinados a la creación de plusvalor para el capital. Las
necesidades humanas, un salario para sobrevivir, la pertenencia social y la autoestima de las personas,
tendrán satisfacción en la medida que sirvan para la reproducción del capital. Al amoldarse a este orden,
la vida de la población asalariada no tiene como fundamento su propia existencia, sino la existencia del
capital. El capital tiene derecho a vivir mientras que los trabajadores no tienen asegurada su
supervivencia. La participación social y la autoestima pasan a depender de la participación en la
producción y el consumo de mercancías. En los actuales sistemas parlamentarios, las instituciones
políticas y militares garantizan la reproducción de este orden contrario a la democracia, la condición
humana y la naturaleza. Pero su dominio no se sustenta sólo en la fuerza. Los valores del capitalismo
están incorporados a nuestro imaginario y anudados a nuestros deseos. Este consentimiento es la base
de la legitimación del capitalismo y la principal condición para su sostenibilidad.
El dinero, el mercado, el intercambio rentable y el interés individual como fundamentos del
mercado, se convierten en el modo de regulación social dominante. Las personas sólo se relacionan
entre sí después de enajenar su libertad en un proceso laboral asalariado cuya finalidad - la producción
de plusvalor - les viene impuesta y se contrapone a sus necesidades. El mercado avanza como regulador
de la síntesis social a costa de la redistribución y la reciprocidad. La lógica mercantil no destruye las otras
lógicas de regulación social sino que las incorpora, subordinadas, a su propio proceso. La producción de
una subjetividad social adaptada a este funcionamiento, crea una sociedad de mercado, una democracia
5
de mercado y un individuo de mercado que legitiman como democrático el ciclo inhumano y depredador
del capital. La lucha contra el capitalismo exige la lucha contra las condiciones que hacen posible que esta
forma de trabajo y los valores que la legitiman sean dominantes y se extiendan por el mundo a través de
la globalización.
TRABAJO Y ACTIVIDAD.
La Actividad que hace humano al ser humano es el resultado de diversas actividades que se
interrelacionan e interactúan: Trabajos, política, lenguajes y pasiones. Estas actividades no se producen
aisladas unas de otras, sino sintetizadas e integradas en la vida humana, que es participación social. A
efectos analíticos podemos separarlas e intentar definirlas en su especificidad, pero sin olvidar que no hay
afectos sin trabajos, ni trabajos sin afectos; no hay trabajos sin lenguaje, pasiones y política, pero
tampoco política sin trabajos, pasiones y lenguaje.
Decir que el trabajo - tanto asalariado como de cuidados - están subsumidos, cada uno a su
modo, en el movimiento del capital, quiere decir que las dimensiones humanas, sociales y naturales de
las personas quedan subordinadas a las necesidades de la reproducción ampliada del capital. Esto implica
que las relaciones laborales, económicas, políticas, afectivas y culturales, deben comportarse acordes a la
producción de plusvalor. Dicho de otra manera, la dimensión social y natural de la persona debe ser
comprimida para que se exprese como la de un individuo “libre” que elige ser trabajador asalariado,
individualista, consumidor y competitivo. La complejidad del ser humano queda reducida, en esta
representación, a su dimensión económica. El resto de atributos y dimensiones humanas, incluida la
material, social o subjetiva de las personas, deben expresarse a través de las formas abstractas que
2
Subsunción: Fuerza que constituye algo abstracto en real en base al apoderamiento de algo real y ajeno, que no
reconoce.
6
requiere la economía: salarios, patrimonio, rentas, precios. La relación social predominante entre las
personas, reducidas a individuos, no puede ser amistosa, deliberativa, sentimental, recíproca y de
cooperación, sino que debe ser contable, económica, calculadora, competitiva y rentable.
Decir que en el capitalismo global se produce una tendencial incorporación (subsunción) del
trabajo, (que es vida), al ciclo del capital, (que es la eterna repetición del ciclo abstracto y autorreferente
del valor), no significa hacer apología de esta subordinación ni renunciar a la constitución política de los
sujetos sociales que se le oponen (género, especie, clase, pueblo, etc). Por el contrario, captar la tensión
entre las determinaciones humanas y sociales que son potenciadas por el capitalismo y las que son
aplastadas, permite clarificar el mecanismo de abstracción que se alimenta, precisamente, de los trabajos,
la actividad, la cooperación social, los símbolos, emociones, deseos y pasiones de los sujetos, a los que
niega en su naturaleza compleja, obligándoles a expresarse como lo que no son, es decir, como seres
mercantiles laborantes y consumidores, unidimensionales, escindidos y reprimidos.
Es cierto que la mayoría de las personas se expresan como individuos deseantes, solitarios y
calculadores, cuyas relaciones sociales se producen, sobre todo, a través del mercado. Pero no es menos
cierto que dicha forma de expresión, oculta los daños de unas relaciones sociales basadas en la soledad,
la desigualdad y la explotación.
La actividad de los individuos que compiten entre sí, supone una forma de sociabilidad antisocial,
vale decir antihumana. La forma de trabajo llamada empleo (trabajo asalariado incorporado al capital) es
inhumana porque arranca a la persona, material y simbólicamente, de la trama de relaciones sociales y
materiales que le constituyen como un ser concreto, racional y por lo tanto, humano. Convierte el dinero
en mediador de las relaciones humanas y unificador radical de todos los fines sociales. Consigue que,
tanto el imaginario como la materialidad de la vida social, se subordinen al movimiento abstracto del
dinero que pasa de ser un instrumento creado por la sociedad, a convertirse en el verdadero sujeto de la
vida social, transformando la economía, las personas y las relaciones sociales, en recursos para sus fines
exclusivos y excluyentes. La imagen fetichizada que muestra esta forma de funcionamiento social, es la
de un capital que, como sinónimo de civilización y progreso, aparece como la fuente de la riqueza, el
progreso y el dinamismo social.
El capitalismo se legitima mediante principios antropológicos, económicos, sicológicos, históricos
y filosóficos que teorizan las practicas que la coerción garantiza. Al describir la “naturaleza humana” a
través de estos principios, las ciencias sociales no solo describen, sino que también prescriben el modelo
a seguir y al hacerlo, legitiman el disciplinamiento de las personas para que se ajusten a dicho modelo.
La crítica al capitalismo necesita describir sus daños, sus argumentos, su lógica interna y su
génesis histórica. Esto implica oponer a la dimensión inhumana del capitalismo, una dimensión humana,
no a recuperar, sino a construir. Esta definición de naturaleza humana, constituye un modelo, un deber
ser. Solo puede ser una construcción teórica, un horizonte a perseguir, ya que no ha existido en ningún
momento de la historia. Más bien, es la destilación de milenios de especulación de hombres y mujeres
pensador@s, filósof@s morales, grupos sociales y pueblos que, desde la lucha para una vida mejor, se
han interrogado acerca de las formas de trabajo, cuidados, producción, consumo y participación social
más adecuadas para una vida segura para tod@s.
Sin una teoría que contraponga un deber ser de la naturaleza humana contra el ser realmente
existente y las teorías que lo legitiman, solo cabe seguir el curso de la historia, producto de la voluntad de
los poderosos, que se incorporan las voluntades de sus víctimas y neutralizan las voluntades
antagonistas.
La violencia sobre las personas consigue la expresión unilateral de las determinaciones de los
trabajos que son funcionales a la revalorización del capital: flexibilidad, intensidad, competitividad, y bajo
precio para el trabajo asalariado; Invisibilidad, sumisión y excelencia de las mujeres, para el trabajo de
cuidados. Todas las dimensiones humanas y sociales ajenas a la producción de plusvalor, están adheridas
indisolublemente a la fuerza de trabajo que es una mercancía propiedad del capital. Pero, la fuerza de
trabajo no es una mercancía ajena al cuerpo del trabajador, sino integrada en el. Esta tensión conduce a
una naturaleza humana violentada por el capital que, con la fuerza de la vida, pugna por expresarse, a
menudo de forma pervertida.
Debemos hablar de esa naturaleza para calificar los crímenes del capitalismo. Pero también, para
tener un objetivo a la hora de proponer otras formas de trabajo, alimentación, cultura y participación
política. Esta noción de naturaleza humana nos marca el horizonte teórico de un determinado tipo de
trabajo humano. Lejos de ser una naturalización ahistórica, abre la posibilidad de concebir la política
como la formación de personas sociables, la democracia como participación y la historia como devenir de
la libertad.
7
3.3.- TRABAJO(S) Y PRECARIEDAD(ES)
EL TRABAJO.
8
En el capitalismo el trabajo humano no produce valores de uso sino mercancías. Los valores de
uso contenidos en las mercancías deben expresarse en el mercado bajo la forma de su valor de cambio
(su precio). A su vez la mercancía no se realizará en el mercado (no existirá) si su valor de cambio no es
capaz de proporcionar beneficio (plusvalor) a la empresa que lo ha producido.
De aquí se deduce que cualquier valor de uso y el trabajo concreto que lo produce, tienen su
condición de existencia social en su capacidad de producir plusvalor en el mercado. Es decir, el valor de
uso y el trabajo concreto que lo produce están subordinados al plusvalor, vale decir al valor y al trabajo
abstracto3, inherentes a dicho valor de uso. En el capitalismo, el trabajo humano concreto y los valores de
uso que éste produce están subordinados al trabajo abstracto y al valor dentro de la mercancía 4. Pero
“las mercancías no pueden ir solas al mercado ni intercambiarse ellas mismas”. Son “los custodios de las
mismas (mercancías) quienes deben relacionarse mutuamente como personas cuya voluntad reside en
dichos objetos5”. La materialidad del trabajo vivo produce valores de uso material, pero la relación
contenida en la mercancía subordina esta materialidad al trabajo abstracto. La abstracción de la
mercancía es algo muerto que, para vivir, debe vampirizar el trabajo vivo y la actividad de las personas.
El trabajo vivo y la vida social en la que se manifiesta están incorporados y subordinados al ciclo del
capital pero, al tiempo, son condición necesaria de dicho ciclo.
El trabajo, los cuidados y la construcción del vínculo social son, junto con la materia y la energía,
la sustancia del metabolismo social. Pero, al estar subsumidos en la producción y reproducción del capital,
parece que el metabolismo social tiene su origen en éste y no en el trabajo, los cuidados, la política, la
cultura, el deseo y la naturaleza.
“La existencia de todo elemento de riqueza material que no sea producto espontáneo de la
naturaleza, necesariamente está mediada siempre por una actividad productiva especial orientada a un
fin, la cual la asimila a necesidades particulares del hombre 6”. Como creador de valores de uso, como
trabajo útil, pues “el trabajo es, independientemente de todas las formas sociales, condición de la
existencia humana, necesidad natural y eterna de mediar el metabolismo que se da entre el hombre y la
naturaleza y por consiguiente, de mediar la vida humana”7.
LA NATURALEZA.
La naturaleza siempre está presente en Marx como anclaje empírico y como dimensión “natural”
de la persona, la sociedad, la actividad y el trabajo humano. En relación con el trabajo, Marx habla
frecuentemente del “metabolismo” entre la sociedad y la naturaleza. Califica los valores de uso como
resultado de una combinación de trabajo y materia natural 8. Distingue la naturaleza como la segunda
fuente de los valores de uso y de la riqueza material: “El trabajo es el padre de la riqueza y la tierra su
madre9”.
El trabajo como gasto productivo del cerebro, músculo, nervio, mano, (fuerza de trabajo
humana)10 es para Marx, “en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza en el que el
hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza11”.
El trabajo es: a) una actividad orientada a la producción de valores de uso, b) basada en
apropiarse de “lo natural” para las necesidades humanas, c) condición general del metabolismo entre el
hombre y la naturaleza, d) eterna condición natural de la vida humana, e) independiente de toda forma
social de esa vida humana12, f) común a todas sus formas de sociedad 13, g) en la sociedad capitalista, el
trabajo se expresa como una mercancía bajo la forma de “trabajo asalariado”. También llamado
“empleo”.
3
Trabajo Abstracto.- “Gasto de trabajo humano en general, independientemente de la forma en que se haya
gastado. Lo que queda (como sustancia común de las mercancías, producto del trabajo humano), si se prescinde
del carácter determinado de la actividad productiva y por lo tanto del carácter útil del trabajo” … “mera gelatina
homogénea del trabajo” … “sustancia del valor”. Capitulo I. Apartado 2. Vol I. El Capital. K. Marx. Págs. 54 y 55.
Ed. Siglo XXI. 1994.
4
Capitulo I “La Mercancía”. Apartados 1, 2 y 3. Volumen I. El Capital. K. Marx. Págs. 43 a 85. Ed. Siglo XXI. 1994.
5
Capitulo II (“El proceso del intercambio”). Volumen I de El Capital. K. Marx. Ed. Siglo XXI. 1994. Pág. 103.
6
Se refiere a seres humanos, hombres y mujeres.
7
Capitulo I (La mercancía). Apartado 2 (dualidad del trabajo contenido a las mercancías). Pág. 53 del Volumen I
de El Capital. K. Marx. Ibid.
8
Ibid. Pág. 53
9
Ibid. Pág. 53
10
Ibid. Cap. I. Apartado 2. Pág. 54
11
Capitulo V (Proceso de trabajo y proceso de valorización), Sección Tercera (La producción de plusvalor
absoluto) del Volumen I de El Capital. K. Marx. Págs 215 y 216. Ed. Siglo XXI. 1994.
12
¿El trabajo campesino precapitalista puede responder a esta definición ahistórica (natural) de trabajo?
13
Ibid. Cap. V. Pág. 223.
9
Marx pone de manifiesto la subordinación del trabajo vivo al trabajo muerto 14. En el proceso
laboral “estos trabajos pretéritos son recuperados del mundo de los muertos transformándolos de valores
de uso potenciales en valores de uso efectivos y operantes” 15. Paradójicamente, el trabajo que engendra
el producto, dando vida al trabajo muerto contenido en los medios de producción, parece a su vez,
engendrado por el capital. “Mediante la compra de la fuerza de trabajo, el capitalista ha incorporado la
actividad laboral misma como fermento vivo a los elementos muertos que componen el producto y que
también – además de la fuerza de trabajo – le pertenecen16”.
“El proceso de trabajo es un proceso entre cosas que el capitalista ha comprado, entre cosas que
le pertenecen. De ahí que también le pertenezca el producto de ese proceso, al igual que el proceso de
fermentación efectuado en su bodega”17.
Aquí aparecen nociones vinculadas a procesos de la naturaleza (fermento, fermentación,
enzima), aplicados a un proceso que no sólo es natural sino además social. Es decir un proceso natural
cuyas determinaciones sociales condicionan radicalmente su dimensión natural. La capacidad de mirar la
doble componente material (natural) y social (relacional) del trabajo bajo el dominio del capital, es una
aportación genuina de Marx a la crítica de la economía política. La ruptura epistemológica con la
economía clásica, que no puede ni quiere percibir esta dualidad y esta subordinación 18, abre un campo de
investigación de las relaciones del trabajo con la naturaleza y del papel del imaginario social en el
establecimiento de dichas relaciones.
También aparece un campo de investigación acerca de la forma del metabolismo del trabajo y la
naturaleza, no solo en la economía industrial (donde la naturaleza está altamente transformada), sino en
la economía agrícola donde por más tecnología que se utilice, el trabajo se relaciona directamente con la
tierra, el agua, las plantas, el calor, etc. Hay que elaborar una teoría del trabajo agrícola subordinada al
ciclo del capital, al igual que del trabajo industrial y de servicios. No es lo mismo trabajar con un
ordenador o en la construcción de edificios que curando personas enfermas, enseñando a niñ@s en la
escuela o plantando tomates. A su vez no es lo mismo plantar tomates en la tierra del campo que en un
sustrato artificial alimentado gota a gota con agua y fertilizantes bajo un invernadero de plástico.
Los economistas liberales de derechas y los de izquierdas que hacen una lectura Ricardiana de
Marx19 basan su estatuto de “científicos” en la racionalidad cuantitativa de las ciencias naturales. Pero,
después de Carnot, Boltzmann y la interpretación de la Ley de la Entropía por Nicolás Georgescu-Roegen,
la economía aparece como un proceso en el que además de valor, intervienen flujos de materia y de
energía que no son ilimitados.
Marx critica la aparente cientificidad de la economía clásica, no sólo porque desconoce la relación
del proceso económico con la naturaleza, sino también porque desconoce la relación de dicho proceso
con la sociedad. La “Critica de la economía política” de Marx constituye un largo proceso de investigación
sobre dichas relaciones que comienza en 1844 con los “Manuscritos económico filosóficos” y, tras
múltiples elaboraciones y rupturas, llega a su máxima expresión teórica 28 años después – en 1872 - con
la 2ª edición de El Capital.
Es sorprendente que numerosos autores, empezando por N. Georgescu-Roegen ignoren esta
investigación o manejen una lectura superficial y unilateral de ella. Algunos, llamados postmarxistas
engloban en la misma categoría a los economistas ortodoxos y a Marx. “Frente a la representación
neoclásica y marxista del proceso económico como un flujo circular de producción y consumo
autosostenido en el mundo abstracto de “valor”, “los óptimos” y “los equilibrios”, los economicistas
ecológicos con Georgescu a la cabeza conciben la economía como un subsistema de la biosfera. Eso
implica que dicho proceso depende de una base material sujeta a las leyes de la física y de la
termodinámica, rama especial de aquella” (Joan Martínez Alier20).
14
Trabajo pretérito, acumulado en medios de trabajo y tecnología.
15
Ibid. Cap. V. Pág. 222.
16
Ibid. Cap. V. Pág. 225.
17
Ibid. Cap. V. Pág. 225.
18
“Si lo que se paga en calidad de salarios está incluido, como suele ocurrir, en el concepto de capital, es absurdo
hablar separadamente del trabajo como de algo separado de aquel. Así empleada, la palabra capital incluye tanto
el trabajo como el capital”. J. Mill (nota 10). Ibid. Cap. V. Pág 225.
19
David Ricardo.- Establece una contradicción entre las rentas del trabajo y las rentas del capital. Dicha
contradicción se resuelve mediante la redistribución de dichas rentas. Esta lectura economicista y liberal de Marx
es la dominante en la izquierda mayoritaria. El keynesianismo y todas las corrientes neokeynesianas son
concomitantes con este “marxismo basura”.
20
“Ecología, economía y ética: una introducción crítica” en “Ecología, economía y ética”. Papeles de la Fundación
de Investigaciones Marxistas (FIM) nº 6. 2ª época. 1er semestre de 1996. Pág. 8.
10
Viendo las fuentes de la teoría económica de N. Georgescu, no solo anotamos la ausencia de
conocimiento o el manejo unilateral de Marx, sino la presencia de Karl Pearson (fundador de la Estadística
matemática moderna); A.S. Schumpeter (teórico de la cualidad del proceso económico capitalista),
Leontief (económetra) y David A. Samuelson.
La fusión de la economía y la Ley de la Entropía que aporta N. Georgescu, tras la publicación de
su libro en 197121, se abrió paso la convicción de que la economía de los procesos biológicos está regida
por la ley de la entropía, no por las leyes de la mecánica. Coincide esta etapa con la aparición de diversas
obras que revalidan la termodinámica como paradigma científico de la civilización industrial y con el
redescubrimiento del concepto de “Biosfera” de Vernadsky22.
En 1972 la Conferencia de la ONU sobre el medio ambiente humano lanzó el debate internacional
sobre los límites del crecimiento económico que se fortaleció en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro en
1992). N. Georgescu intervino en el debate con una fórmula impactante: “la materia también cuenta
(“matter matters, too”). El pensamiento de N. Georgescu excesivamente innovador, quedo al margen de
este debate, que en manos de los ecologistas, discurría, una vez más, por el camino de la energía y de
“las modas” más que por el esfuerzo teórico solvente.
La ignorancia o la lectura sesgada de la aportación teórica de Marx que se observa en N.
Georgescu es hereditaria. También aparece en el pensamiento ecologista y conservacionista moderno
que tira las investigaciones de Marx con el agua sucia del economicismo que, contienen algunos textos
de Marx, convertidos en la doctrina de la mayoría de los marxistas.
Esta herencia se puede observar en las 33 páginas del capítulo 12 “Las Elaboraciones Económicas
del Marxismo” del Libro: “La economía en evolución. Historia y Perspectivas de las categorías básicas del
pensamiento económico” escrito por José Manuel Naredo, editado por la Ed. Siglo XXI y el Ministerio de
Economía y Hacienda, Secretaría de Estado y Comercio en 1987 y reeditado, corregido y actualizado en
1996.
La crítica de Marx a la Economía Política Clásica (teoría del valor, del dinero y de la renta) tiene
elementos mecanicistas heredados de la filosofía hegeliana contra los que Marx lucha toda su vida. Estos
elementos, mediante la etiqueta de “científicos”, tienden a valorizar sus propias teorías frente a otras
corrientes socialistas de su época y aseguran a las masas explotadas y desheredadas del mundo la
ineluctable victoria en su “asalto a los cielos”. Esta parte de Marx es la más conocida por millones de
militantes comunistas de siete generaciones. Sin embargo, una lectura detallada (difícil para los
militantes, pero exigible para los intelectuales profesionales) muestra, en su evolución teórica intelectual,
tensiones que dan cuenta dialécticamente de la lógica totalitaria del modo de producción capitalista en los
terrenos económico, ecológico y humano.
Naredo se cura en salud cuando en los primeros párrafos del capítulo afirma: “el propósito del
capítulo no es enjuiciar en toda su globalidad la obra de Marx sino, solamente sus posiciones en el campo
de lo económico … aunque para ello tengamos que esbozar las coordenadas ideológicas en las que se
desenvuelve23”. Separar el pensamiento económico de Marx de su globalidad es como separar el
pensamiento de Adam Smith de su globalidad. Ni uno ni otro eran economistas. Adam Smith buscaba una
teoría del individuo y la sociedad que explicara el ascenso del capitalismo y garantizara una convivencia
ordenada dentro de este sistema. Tras la muerte de Adam Smith, su obra “Investigación del origen de la
riqueza de las naciones” (1776) aportó la base teórica para que la economía se emancipará de la filosofía
como una disciplina autónoma. Marx parte de las formulaciones de A. Smith y D. Ricardo, entre otros,
para tomar partido por los trabajadores y devolver a la economía, desde sus falsas pretensiones
científicas, al lugar que le corresponde: una parte de la actividad humana que, debiendo ser regulada por
la sociedad, impone a esta sus propias reglas.
Según Naredo, Marx enuncia que “el objeto de la contribución a la crítica de la economía política
es en primer lugar, la producción24” y coincide con otros economistas de la época, como John Stuart Mill,
en investigar el modo de producción capitalista y sus correspondientes relaciones de producción y
circulación”25. Reprocha a Marx que no critique sin ambigüedades el papel de la ciencia, la técnica y el
trabajo como omnipotentes palancas que aseguran una ruta de progreso indefinido y que acepte como
punto de partida un antropocentrismo basado en la centralidad del hombre “la relación instrumental
hombre – entorno desde la que Marx racionaliza la noción de producción no es otra que la que originó la
21
“La Ley de la Entropía y el proceso económico”. Nicholas Georgescu – Roegen. Fundación Argentaria y Visor
distribución, 1996. Pág. 36.
22
“La Biosfera”. Edición original en Scientific American (1970). Alianza Editorial 1972.
23
“La economía en transformación”. Cap. 12. Apartado 1 “El Marco Ideológico”. José M. Naredo. Ed. Siglo XXI
1996. Pág. 147.
24
“La Economía en transformación”. Pág. 145.
25
“La Economía en transformación”. Pág. 149.
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constitución de lo económico como objeto de estudio de la economía política guiada por el afán de
acrecentar las riquezas que surgen dentro de tales coordenadas”26.
Naredo afirma, que, en general, Marx no se opone a “rebajar a la madre tierra al papel de objeto
pasivo y dominado por las necesidades del “padre trabajo” 27 con una única finalidad productiva”: “La
relación inicial de colaboración aparece sustituida por otra de apropiación y dominio28”.
Al igual que Althusser, aunque con propósitos contrarios, Naredo separa el Marx revolucionario
de juventud y el Marx científico de madurez. Tan inexistente es tal división adjudicada por las tesis del
uno como por las del otro. Marx es un revolucionario, estudia y describe el capitalismo, no solo para
explicarlo o realizar una crítica académica, sino para destruirlo teórica y prácticamente. Toda su vida une
sus investigaciones al intento de construir un sujeto social que ponga la fuerza necesaria para impedir el
capitalismo. La ciencia de Marx no se basa en el conocimiento abstracto sino en el conocimiento surgido
de la acción social anticapitalsita y en la tensión permanente del “ser” y “el deber ser”.
Las concepciones historicistas de Marx acerca del “progreso” y su optimismo histórico respecto a
la ontología revolucionaria del proletariado, son la superficie de un pensamiento tan complejo como
desconocido. Esta lectura superficial de Marx, ha sido la biblia para generaciones de militantes. Pero, bajo
esta superficie, existe un pensamiento insustituible para enfrentar la lógica capitalista y sus múltiples
daños. La lectura detallada del pensamiento de Marx, como una evolución intelectual y política hasta la 2ª
edición del capital (1872) y posteriormente, hasta la correspondencia con Vera Zasúlich en 1881 respecto
a la revolución en Rusia, es condición necesaria para cualquier abordaje crítico al capitalismo.
La aproximación termodinámica de N. Georgescu, con todos sus valores, no es postmarxista sino
premarxista. Igual se puede decir de las aportaciones del feminismo, en particular de la investigación
económica acerca del trabajo de cuidados y las consecuencias para las mujeres de su ocultación a todos
los efectos científicos, sociales y políticos. Igualmente para la reivindicación del “Imaginario Social” como
un elemento inmaterial separado de las relaciones económicas y sociales. Estos encomiables esfuerzos se
construyen indebidamente al margen o en contra de Marx.
Es conveniente leer el capítulo 12 del libro de Naredo después de leer a Marx en elaboraciones
como “Elementos fundamentales de la crítica de la economía política” (1857–58 “Grundrisse”),
“Manuscritos” (1861-63) y El Capital (1867). La lectura “rápida” de Marx facilita la incomprensión de su
pensamiento, tanto por los marxistas como por los antimarxistas. La lectura esquemática de la mayoría
de los militantes es pareja a la “hiperlectura” de intelectuales postmaterialistas. Ambas lecturas impiden
estudiar a Marx con sus luces y sus sombras.
En una obra de 1846 “La Ideología Alemana”, Marx y Engels estudiaron a los teóricos idealistas y
los socialistas utópicos. A diferencia de Owen y de Saint Simon que se mueven entre el misticismo y el
individualismo microcomunitario, Bakunin vinculó el cambio social, no las leyes naturales y científicas sino
de virtudes humanas como la solidaridad, la libertad y la igualdad. Mostró una clara admiración por Marx,
a pesar de ser un feroz adversario político suyo y calificó El Capital como “la obra más profunda, luminosa
y decisiva que conozco” (Naredo. “Cuadernos de Ruedo Ibérico”).
Marx y Engels escribieron “La Ideología Alemana” como ejercicio para aclararse ellos mismos en
la lucha teórica y política del momento. Después lo metieron en un cajón entregándolo a “la crítica
roedora de los ratones” y no se editó hasta casi un siglo después. Es sorprendente que el ajuste de
cuentas con las versiones místicas de los antecesores del pensamiento anarquista y conservacionista
moderno sea totalmente ignorado por los marxistas “oficiales” de hoy. Unos preocupados por conjurar su
crisis, otros porque no les hace falta al ser poseedores de una doctrina omnipotente y por último,
aquéllos a los que estudiar a Marx, desde la “unidad de la izquierda” hegemonizada por el PSOE, no les
resulta cómodo. No es Marx quien contribuye a la separación de lo económico, lo físico y lo imaginario,
sino los marxistas.
26
“La economía en transformación”. Pág. 150.
27
Se olvidó de decir “asalariado”.
28
“La economía en transformación”. Pág. 150.
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