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Amor, dinero, moda, escuela, Dios, artista, amigos, trabajo, familia, futuro.
La Palabra de Dios dice en Mateo 6:33: "Más buscad primeramente el Reino de Dios
y su justicia y todas las demás cosas os vendrán por añadidura"
Me produce un poco de temor cuando veo a algunas personas, distraídas, creyendo
que todo les va a ir igual que antes, cuando se congregaban regularmente, leían la
Palabra de Dios, la Biblia, cuando oraban y buscaban la presencia de Dios en su
hogar, de la misma manera que lo hacían los fines de semana en la iglesia; cuando
dejan de hacerlo.
Humanamente es bastante normal que ocurra, llegamos a tener éxito en lo que
hacemos, nuestro hogar logró estar en paz, no nos falta el alimento en nuestra mesa
como Dios se lo prometió "a los que le buscan"
Y de pronto nos permitimos dejar de buscar a Dios, no nos congregamos porque
pensamos que Dios está en todos lados y es lo mismo si oramos solos en casa.
Realmente entrar en ese engaño, va completamente contra las Escrituras. La Palabra
de Dios - no el hombre- dice en Hebreos 10:25: "No dejando de congregarnos, como
algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver
que el día se acerca".
En Isaías 55:6-8 dice: "Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto
que está cercano"
Jeremías 33:3: "Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas
que tu no conoces". Y muchas promesas más.
A veces es más fácil ver ese error en otros y corregirlos, pero no nos damos cuenta
que nosotros mismos, nos vamos deslizando, comenzamos a tener nuestra mente
perturbada, perdemos la visión, creemos que todo es igual, pero cuando despertamos
nos cuesta mucho volver a la preciosa comunión con Jesús.
Cuando Jesús venga ¿Qué excusa le vamos a dar? ¿Señor no iba al culto porque mi
esposa o esposo no quería ir? ¿No oraba porque estaba muy ocupado trabajando?
Si tenemos tiempo de contestar e-mail, usar las redes sociales todo el día, si podemos
trabajar, comer, viajar al trabajo, también podremos buscar un momento para estar
con Jesús.
Imagínese a Dios, como un Padre amoroso que es, pensando: Hoy es sábado, o
domingo, mis hijos van a dejar todo lo que están haciendo para venir a estar en mi
presencia, a escuchar mi Palabra en boca de mi siervo, me van alabar con toda la
congregación y yo enviaré mi fuego, les daré nuevas fuerzas para comenzar la
semana, los abrazaré cuando estén todos juntos en armonía adorándome.... Pero llega
nuestro día de culto, y tenemos algo mejor que hacer...
¡Qué desilusión para nuestro Jesús, que lo dio todo por amor!
Él contesta todas nuestras oraciones, siempre tiene tiempo para nosotros...
Es nuestra responsabilidad decirle a nuestra carne: ¡NO! Este es el día del Señor y se
lo voy a dedicar a Él, con mi familia o solo, pero yo lo buscaré.
Me imagino la sonrisa de Jesús al escuchar esas palabras dichas de corazón.
Imagínate si yo le hubiera dicho: “te amo más que cualquier otra persona, pero sé
que entenderás que no puedo ofender a mis otras amigas de la universidad. Son como
hermanas para mí. Tengo que seguir viéndolas a ellas también, o las podría lastimar.
Te amo con todo mi corazón, y sé que entenderás por qué tengo que seguir saliendo
con Fulana y Mengana también”. Obviamente, ¡ella no hubiera aceptado tal
propuesta! El amor en el matrimonio tiene que ser exclusivo para ser amor de
verdad.
Así es nuestra relación con Dios. Nuestro amor a Dios excluye el amor al pecado.
Santiago escribe: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se
constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4). Juan dice algo semejante: “No améis al
mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él” (1 Jn. 2:15).
¿PODEMOS AMAR AL MUNDO Y A DIOS?
Sin embargo, algunos pueden argumentar: “Pero ¿por qué no puedo amar las cosas
de este mundo y amar a Dios también?” Para contestar esta pregunta, tenemos que
definir lo que significa “amar al mundo”. Eclesiastés nos dice que debemos
disfrutar de las bendiciones temporales y materiales de Dios porque son regalos de
su mano bondadosa. Así que, amar al mundo no es lo mismo que estar agradecido
con Dios por las bendiciones materiales que Él nos ha dado (este agradecimiento
tiene otro nombre, se llama adoración bíblica). Además, Jesús enseñó que podemos
mostrar nuestro amor a Dios amando a otras personas. Entonces, amar al mundo
tampoco se refiere a ayudar a su vecino inconverso en cualquier necesidad que
tenga.
Entonces, ¿qué es amar al mundo?
Prioridad. Primero, amor nos habla de prioridad. Jesús nos dice: “El que ama a
padre o a madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt. 10:37). Para entender qué es
amar a Dios y qué es amar al mundo, tenemos que entender el amor como un
término que describe nuestras prioridades. C. S. Lewis, en el cuarto capítulo de su
libro The Four Loves (Los cuatro amores), define el amor como el orden de
nuestras prioridades.[1] Según William Lane Craig, las prioridades desordenadas
son la esencia de la maldad.
Compromiso. Cuando yo me casé, le prometí a mi esposa que la iba a amar en la
riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y que, dejando a todas las
demás mujeres, me uniría a ella hasta que la muerte nos separara. Si dejo de amar
a mi esposa cuando las cosas se ponen difíciles, entonces mi amor no es verdadero
porque no hay compromiso. Si nosotros dejamos de agradar a Dios cuando nos
cuesta placer, dinero o amigos, entonces amamos al mundo y no amamos a Dios.
Somos adúlteros espirituales.
Obediencia. “Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de
Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él” (1 Jn. 2:5). Dios
espera obediencia de sus hijos. Nuestra imperfección explica, pero no justifica,
nuestro pecado. En 1 Corintios 10:13, leemos que ninguna tentación es demasiado
poderosa para un cristiano, porque Dios fielmente provee una manera en que sus
hijos pueden escapar de cualquier tentación. En Filipenses 3:14, Pablo confiesa que
no es perfecto todavía, pero que la perfección es la meta que trabaja para alcanzar,
creyendo que Dios le alcanzó con ese propósito. El hijo de Dios demuestra su amor
a Dios en una obediencia que proviene de un corazón enamorado de Dios. No
seremos perfectos en esta vida, pero debemos crecer constantemente. Con el paso
del tiempo, tenemos que ser conformados a Jesús por la obra del Espíritu Santo y
nuestra creciente obediencia a Él.
EL MUNDO Y EL MATRIMONIO
En su libro El significado del matrimonio, Tim Keller reta al creyente a escoger una
pareja basada en una amistad íntima de intereses comunes, incluyendo la meta
compartida de agradar a Dios.[2] Keller nos advierte que no debemos seleccionar
una pareja como el mundo lo hace (basado en atracción física, recursos financieros
o estatus social). Si escogemos una pareja basándonos principalmente en
parámetros mundanos, reflejamos que nuestros deseos son los deseos del mundo
(aquellos que son delineados en 1 Juan 2:15-17).
Ahora bien, cabe aclarar que no es pecado casarse con una persona físicamente
atractiva. Pero si escogemos a alguien porque es físicamente atractivo,
económicamente próspero o bastante popular sin importarnos que esta persona
no nos ayuda a ser más como Jesús, entonces nuestra selección demuestra amor al
mundo y un desprecio hacia Jesús. Es importante notar que si alguien nos ayuda a
ser más como Jesús no tiene nada que ver con su profesión. Uno puede ser un
pastor que ama al mundo o un abogado que ama a Dios. Hay que procurar una
evaluación cuidadosa que vaya más allá de la profesión de alguien. ¿Es
responsable? ¿Es honesto? ¿Es puro? ¿Es humilde? ¿Sirve a otros o busca que otros
le sirvan?
EL MUNDO Y EL TRABAJO
Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al
otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las
riquezas” (Mt. 6:24). La historia de la iglesia nos enseña que la explosión
evangelística del primer siglo no se debía principalmente a la obra de los apóstoles,
sino al testimonio de cristianos convertidos el día de Pentecostés que luego
llevaron el Evangelio a sus países. La pregunta no es si vas a escoger una carrera
ministerial o secular. La pregunta es si escogerás tu carrera porque es la mejor
manera de usar tus dones para ser luz en este mundo de tinieblas. Si vivimos para
agradar a Dios en nuestro trabajo, podemos brillar más en la oscuridad del mundo
profesional que en un ministerio donde pasamos la mayoría de nuestro tiempo con
hermanos en Cristo. Pero, ¿escogiste el trabajo que tienes para servir al Señor?
¿Haces tu trabajo de la mejor manera posible, en honestidad, para la gloria de Dios,
aun cuando nadie te está viendo? Si tu trabajo te demanda desagradar a Dios con
engaño o corrupción, ¿escogerás agradar a Dios o ganar dinero?
EL MUNDO Y LOS AMIGOS
Santiago 4:4 nos dice que no podemos ser amigos del mundo y amigos de Dios al
mismo tiempo. Un amigo no es simplemente alguien a quien buscamos ayudar. En
el cuarto capítulo de su libro Disciplinas de un hombre piadoso, R. Kent Hughes dice
que Jonatán encontró un amigo en David porque “había encontrado a alguien cuyo
corazón estaba sintonizado con el suyo”.[3] Amós 3:3 hace la pregunta: “¿Andarán
dos juntos si no estuvieran de acuerdo?”. Santiago no nos está diciendo que no
podemos ayudar a personas no creyentes. Hace la observación obvia de que
alguien a quien le encanta hablar de la inmoralidad y participar en ella, no será el
mejor amigo de alguien que “no participa en las obras infructuosas de las tinieblas,
sino más bien las reprende” (Ef. 5:11). Cuando tienes que escoger entre agradar a
Dios o a tus amigos, tu elección revela quién es de verdad tu amigo: Dios o el
mundo.
¿A QUIÉN AMAS DE VERDAD?
El cristiano puede disfrutar de una buena comida para la gloria de Dios. El cristiano
puede disfrutar de un buen trabajo con un buen salario para la gloria de Dios. El
cristiano puede disfrutar de buenas amistades que le fortalecen espiritualmente o
que le proveen oportunidades para compartir el amor de Dios a los que no le
conocen. Pero habrá momentos en la vida del creyente cuando tendrá que decidir
entre Dios y un noviazgo, entre Dios y un trabajo o entre Dios y un amigo. En esos
momentos tendrá que escoger si dejará todo por Jesús, como Él dejó todo por
nosotros, o si se alejará triste de la presencia de Jesús como el joven rico. ¿A quién
amas realmente? ¿A Dios o al mundo? No puedes amar a los dos.
[1] C. S. Lewis, The Four Loves (San Francisco: HarperOne, 2017), Kindle location,
159.
[2] Tim Keller, El significado del matrimonio (Nashville: B&H Español, 2017), 21-54
y 121-148.
[3] R. Kent Hughes, Disciplinas de un hombre piadoso (Miami: Editorial Patmos,
2004), 64.
¿Amas a Dios?
Categorías: Devocionales, Te Ayudamos // Publicado 29/10/2017 a las 05:00 AM
Jesús dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente”Mateo 22:37 (NTV)
Qué fácil es decir “Amo a Dios” pero, ¿demostramos realmente que lo amamos? El Señor
en su palabra nos dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi
Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. ” Juan 14:15,21 (RVR1960)
– Guarda sus mandamientos. “Si me amáis guardad mis mandamientos.” Juan 14:15. La
obediencia es el resultado y fruto de nuestro amor por Dios. Si el amor que tienes a Dios es
verdadero entonces vivirás en obediencia a su palabra.
– Ama a su hermano. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo
aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios;
porque Dios es amor.” 1 Juan 4:7-8. Nadie que ama y conoce a Dios puede albergar odio
en su corazón y estar enojado con su hermano. Si has tenido una discusión con tu prójimo,
necesitas pedir perdón o perdonar.
– Odia el mal o pecado. “Los que amáis a Jehová, aborreced el mal; El guarda las almas
de sus santos; De mano de los impíos los libra.” Salmo 97:10. La persona que ama a Dios
no se relaciona con el pecado y rechaza el mal. Si tu prioridad es agradar al Señor, serás
radical para alejarte de todo aquello que no agrada a Dios.
Te interesa: Creer, confiar y obedecer
Estas actitudes son las que caracterizan a una persona que ama a Dios, ¿crees que aún te
falta desarrollarlas? No te preocupes, es un proceso que no se logra de la noche a la
mañana, pero que con la ayuda de la palabra de Dios y su Espíritu Santo lo lograrás.
Que a partir de hoy, amar a Dios y reflejar ese amor a través de nuestros actos sea nuestra
prioridad.
“Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos
vida eterna por medio de él. En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como
sacrificio para quitar nuestros pecados. Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto,
sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a
Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la
máxima expresión en nosotros.” 1 Juan 4:9-12 (NTV)
Oremos:
“Señor, guarda tu palabra en mi corazón y enséñame a ponerla por obra en cada asunto de
mi vida. Quiero amarte como tú mereces y vivir para ti. Encomiendo mi vida en tus manos y
estoy dispuesto a obedecerte, en el nombre de Jesús. Amén. “