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ETICA Y PENSAMIENTO UNIVERSITARIO

TAREA No 7

“En la actualidad la gente solo se preocupa por sus derechos. Recordarte que

también tienes deberes y responsabilidades es un hecho de valor que no

corresponde exclusivamente a los políticos”

Mahatma Gandi

En la actualidad exigimos con más firmeza nuestros derechos pero deberíamos ser

consientes que con ellos vienen nuestras responsabilidades.“”GJKD

Indagar la biografía y trascendencia de cada uno de los bustos que se encuentran

en la Plaza Indoamérica.

CACIQUE NICARAO

Los Niquiranos tenían por cacique a Nicarao, jefe inteligente y opulento, era un hombre

de mucho talento e instrucción, residía en Nicaraocalli, su capital (ahora Rivas), que

ocupaba toda la parte comprendida entre el lago y el Pacífico, como también las islas de

Ometepe y Zapatera. Por el Norte se extendían hasta el Rio Tamarindo. Todos los

diversos movimientos etnológicos que, al tiempo de la conquista, se encontraban

desigualmente repartidos entre pueblos de origen, costumbres e idiomas diferentes y a

veces enemigos unos de otros. Esos pueblos eran: los Niquiranos, los Choroteganos, los

Chontales y los Caribisis. El cacique Nicarao era cacique del país, y mucho más

poderoso que el cacique Nicoya. El país según le dijo Nicoya a Gil González, se

llamaba Orotina. Nicarao admitió a los españoles en su corte y les hizo varios regalos,

entre ellos 25,000 pesos de oro, en cambio Gil le ofreció vestidos de seda, algunas

bujerías y le hizo predicar la fe católica. El supuesto sitio de encuentro entre ambas


culturas, hoy está demarcado como la “Cruz de España”, punto equidistante entre los

poblados de Rivas y San Jorge. Rivas, llamada también región del cacique Nicaragua,

de origen náhuatl, fue desde 1522 hasta 1524 un territorio de exploraciones españolas

dirigidas por Gil González Dávila y Francisco Hernández de Córdoba, los cuales

crearon las condiciones para los primeros grupos de avanzada de lo que fue la conquista

española.

http://www.enriquebolanos.org/data/docs/Cacique%20Nicarao%20v1.pdf

CUAUHTÉMOC

(Tenochtitlán, hoy Ciudad de México, 1496 - Yucatán, actual Honduras, 1525) Último

emperador azteca, llamado por los españoles Guatimocín. Sucesor de Moctezuma II y

de Cuitláhuac, defendió tenazmente la ciudad de Tenochtitlán, capital del Imperio

azteca, del asedio de las tropas españolas al mando de Hernán Cortés. La caída de la

ciudad y la captura y posterior ejecución de Cuauhtémoc puso fin a una de las más

brillantes civilizaciones precolombinas.

El emperador azteca Cuauhtémoc

Hijo del rey azteca Ahuízotl, quedó huérfano siendo todavía un niño y recibió una

educación aristocrática, como correspondía a un miembro de la realeza: adquirió los

conocimientos que lo preparaban para la vida adulta en un calmecac (centro con

funciones de colegio y monasterio). Contrajo matrimonio con Tecuichpo, una de las

hijas del entonces emperador Moctezuma II, que había sucedido a Ahuízotl en el trono.

Cuauhtémoc, nombre que significa «águila que cae», fue un encarnizado enemigo de los

españoles, especialmente después de la matanza perpetrada en Tenochtitlán (el 23 de

mayo de 1520) por el lugarteniente de Hernán Cortés, Pedro de Alvarado. La brutal

acción del capitán español provocó la violenta reacción del pueblo azteca. Exasperados
por la sumisión de Moctezuma II a los españoles, los indígenas apedrearon a su propio

emperador, que murió poco después, y sitiaron a los españoles; bajo la dirección de

Cortés, que había regresado a la ciudad, consiguieron huir de la capital azteca la noche

del 30 de junio al 1 de julio, posteriormente llamada «Noche Triste».

Mientras Hernán Cortés y sus hombres, apoyados por los tlaxcaltecas, se preparaban

para atacar de nuevo Tenochtitlán, la corona azteca recayó en un hermano de

Moctezuma II, Cuitláhuac. Pero Cuitláhuac falleció a los pocos meses, víctima de la

epidemia de viruela que, introducida por los españoles procedentes de Cuba, causaba

estragos en los aztecas. Tras su muerte, la nobleza designó como sucesor en el trono a

Cuauhtémoc, que se había distinguido por su arrojo contra los españoles. Había sido

además cacique de Tlatelolco y, pese a sus 24 años, contaba con una notable experiencia

militar.

Rendición de Cuauhtémoc

Desgraciadamente, Cuauhtémoc no podía contar con el apoyo de las ciudades y

comunidades hasta entonces sometidas al dominio azteca, que Cortés había hábilmente

atraído al bando español. Intentó ganar para su causa a diversos grupos indígenas del

valle, pero fracasó y quedó en una situación de extrema debilidad. Ante la inminente

ofensiva de los invasores, el nuevo emperador mandó construir fortificaciones y

organizó la defensa de Tenochtitlán.

Después de más de tres meses de sitio, los españoles lograron vencer la tenaz resistencia

y arrasaron la ciudad; sus habitantes recibieron un trato cruel y sus suntuosos templos y

palacios, símbolos de su civilización, fueron destruidos. Cuauhtémoc fue hecho

prisionero el 13 de agosto de 1521, cuando intentaba huir hacia Texcoco.


Desde entonces y hasta el momento de su muerte permaneció cautivo, siendo torturado

para que revelase el lugar donde se ocultaba el tesoro real. Finalmente, ante el temor de

que organizara una nueva rebelión, Cortés llevó consigo a Cuauhtémoc, junto a otros

nobles aztecas, a una expedición al territorio de la actual Honduras. Durante la misma,

un tal Mexicalcingo acusó a Cuauhtémoc de haber participado en una supuesta

conspiración, y fue ahorcado junto con otros aztecas principales.

LEMPIRA

Lempira fue un importante líder de la resistencia indígena contra la dominación

española. Su zona de operaciones fue un extenso y áspero territorio en la mitad sur de lo

que ahora es el departamento de Lempira en Honduras.

El cronista Antonio de Herrera describe a Lempira —cuyo nombre significa ‘Señor de

la Sierra’— como “de mediana estatura, espaldudo y de gruesos miembros, bravo y

valiente y de buena razón, nunca tuvo más de dos mujeres y murió de 38 a 40 años”.

En el año de 1537, después de la muerte del cacique Entepica, de quien fue

lugarteniente, Lempira logró convocar a 200 pueblos para que pelearan unidos contra

los españoles, incluyendo a la tribu de los Cares, tradicionales enemigos de la tribu de

los Cerquines a la que pertenecía Lempira.

Lempira logró persuadir a 30,000 hombres para luchar por su libertad, y ofreció ser su

capitán para conducirlos a la victoria, prometiendo afrontar los mayores peligros,

porque consideraba inaceptable que tantos hombres valientes fueran sometidos por unos

pocos extranjeros.

Los guerreros se posicionaron en sitios altos y fortificados, llamados “peñoles” por los

españoles, a los que conducían a toda la comunidad con abundantes provisiones.


Los principales peñoles de la alianza indígena fueron el cerro Gualapa, el pico de

Congolón, el cerro de Coyocutena, el Peñón de Cerquín, el cerro de El Broquel y las

lomas de Gualasapa.

Pero el atrincheramiento más importante fue sin duda el Peñón de Cerquín, dirigido por

el propio Lempira. El gobernador español de la provincia, Francisco Montejo, entendió

que si se quería avanzar en el proceso de la conquista había que apoderarse de esta

fortaleza, para lo cual designó al capitán Alonso Cáceres, quien con sus hombres sitió al

peñol durante seis meses; pero los indios —que estaban con sus mujeres e hijos bien

aprovisionados de víveres— resistieron valientemente el sitio, causando numerosas

bajas españolas con sus fechas provistas de agudas piedras de pedernal.

Viendo la valiente resistencia indígena el capitán Alonso Cáceres decidió tomarse la

fortaleza por medio de la traición. Para ello dispuso que un soldado se aproximase con

su caballo a una roca donde Lempira estaba de pie, y que, mientras le hacía

proposiciones de paz, otro soldado cabalgando a la grupa, le disparara con su arcabuz.

La estratagema se cumplió al pie de la letra, y al morir el capitán indígena, la numerosa

tropa que lo acompañaba se dispersó por los montes, y poco después se rindió a los

españoles.

El cronista Herrera narra así el episodio de la traición: “el capitán Cáceres ordenó que

un soldado se pusiese a caballo, tan cerca que un arcabuz le pudiese alcanzar de

puntería, y que este le hablase, amonestándole, que admitiese la amistad que se le

ofrecía; y que otro soldado estando a las ancas, con el arcabuz le tirase; y ordenado de

esta manera, el soldado trabó su plática y dijo sus consejos y persuasiones, y el cacique

le respondía que ‘la guerra no había de cansar a los soldados ni espantarlos, y que el

que más pudiese vencería’; y diciendo otras palabras arrogantes, más que de indio, el
soldado de las ancas le apuntó cuando vio la ocasión, y le dio en la frente, sin que le

valiese un morrión, que a su usanza tenía, muy galano y empenachado”.

Por tradición se sostiene que Lempira cayó en el sitio de Piedra Parada, cerca de el Pico

Congolón, aunque también hay otro sitio conocido como Piedra Parada cerca de

Erandique; pero las investigaciones en el terreno conducen a pensar que el héroe

indígena pereció en el propio Peñón de Cerquín.

El historiador hondureño Mario Felipe Martínez ha puesto en duda la versión de la

muerte de Lempira de Antonio de Herrera, después de descubrir en el Archivo de Indias

una probanza que presentó en 1558 ante las autoridades españolas de México el soldado

Rodrigo Ruiz.

El documento es de suma importancia, porque confirma la existencia real de Lempira —

al que algunos hondureños de escasa fibra patriótica consideran una leyenda— el

nombre del cacique (al que se refiere como El Empira), la descripción de la guerra y el

escenario de la misma.

El propósito del soldado Rodrigo Ruiz al escribir esta probanza era impresionar a las

autoridades españolas con el fin de obtener una pensión para los últimos años de su

vida. Allí Rodrigo cuenta la hazaña de haberse enfrentado solo ante Lempira, provisto

de su espada y rodela, llevando su cabeza como trofeo y recibiendo en el camino

muchas heridas de parte de los indios, heridas que casi le provocan la muerte.

Aunque Rodrigo apoya su dicho con el informe de varios testigos —algunos

supuestamente presenciales— no se puede confiar totalmente en el testimonio de unos

compañeros de guerra dispuestos a ayudar a su amigo en un hecho de unos veinte años

atrás.
Por su parte el obispo Cristóbal de Pedraza —quien se destacara por su defensa de los

indígenas— en una fecha tan fresca como lo es el 18 de mayo de 1539 informa desde

Gracias a los Reyes de España que a Lempira fue necesario vencerlo con ‘cierta

industria’, es decir, no en combate frontal, como dice Ruiz.

ANACAONA

Hermana y sucesora del cacique de Santo Domingo Behechío, de la provincia de

Jaraguá. Su nombre significa Flor de Oro. Se convirtió en la Gran Jefa de los Tainos.

Contrajo matrimonio con el jefe Canoabo, uno de los más poderosos caciques de Santo

Domingo. Acumuló un gran poder al lograr que un total de 80 jefes locales se

sometiesen a su dominio. A la llegada de Cristóbal Colón en 1492 era célebre entre los

naturales por su talento para componer baladas o leyendas llamadas areitos, así como

por su formidable belleza.

Tomó parte activa en la sublevación indígena de 1492, motivada por los atropellos de

los españoles y el nulo entendimiento entre ambas comunidades. La sublevación se

saldó con la destrucción del Fuerte de Navidad en el que los hombres de Colón habían

sido abandonados tras el regreso de éste a España.

En respuesta al motín Alonso de Ojeda prendió a Caonabó en 1496 y le mandó a

España, pero este falleció en el transcurso del viaje. La reina Anacaona se retiró

entonces a los dominios de su hermano, allí llegó poco después Colón para exigir a

Behechío el pago de tributos. Anacaona, ante la imposibilidad de resistirse a las armas

de los españoles, convenció a su hermano para que accediera al pago y acordó una paz

con los conquistadores, a los que recibió con esplendor y festividades.


En 1500 el español Hernando de Guevara se enamoró de Hignata, la hija de Anacaona,

la cual accedió al enlace, pero Hernando de Guevara fue acusado de conspiración y

llevado a España para ser juzgado. En 1503 tras la muerte de su hermano Anacaona fue

proclamada reina de Jaragua. El nuevo gobernador de la isla, Nicolás de Obando,

marchó hacia Jaragua, acompañado de un poderoso séquito, con el pretexto de cobrar

los impuestos. Anacaona le recibió con grandes celebraciones, pero el gobernador vio

en éstas un intento de conspiración y respondió a las mismas con otra fiesta en la que

reunió a todos los caciques en la casa de Anacaona, una vez allí mando prender fuego a

la casa mientras las tropas asesinaron al resto de los indígenas congregados para

presenciar la fiesta prometida.

La reina Anacaona, acusada de ser la cabecilla de la supuesta rebelión, fue encadenada y

conducida a Santo Domingo, donde se la halló culpable de conspiración y fue ejecutada,

convirtiéndose de este modo en un símbolo para su pueblo. Su nombre fue venerado y

recordado durante siglos por los indígenas, y aún en nuestros días, sigue siendo un

nombre común entre la población Dominicana.

TECÚN UMÁN

Caudillo de los quichés y jefe supremo del ejército. Nació aproximadamente en 1499 y

murió en 1524. Fue nieto de Quicab, un caudillo prehispánico que la tradición oral ha

presentado como débil y cobarde.

Los quichés eran un poderoso pueblo centroamericano, emparentado con los toltecas,

que en los momentos anteriores a la conquista por los castellanos llegó a controlar la

práctica totalidad del territorio de la actual Guatemala.

En su biografía se mezclan la leyenda y la realidad, haciendo difícil distinguir hasta

donde llega una y hasta donde la otra. Parece cierto que cuando en 1524 los
conquistadores españoles de don Pedro de Alvarado llegaron al territorio quiché, Tecún

Umán era uno de los jefes de este pueblo y posiblemente estuviese al mando del

ejército. Fue el conquistador de México, Hernán Cortes, el que envió a Alvarado a la

conquista de Guatemala y de las tierras colindantes.

La historia de Tecún Umán se conserva gracias a la rica tradición oral del pueblo quiché

recogida en las conocidas Danzas de Conquista. Estas, en el caso de Guatemala,

cuentan los hechos de la conquista por el capitán extremeño don Pedro de Alvarado, el

cual a su vez estaba subordinado a Hernán Cortés. El texto más importante que narra la

historia de la resistencia de Tecún Umán y su enfrentamiento con Pedro de Alvarado

data de la primera mitad del siglo XVI, redactado originariamente en quiché y

llamado Títulos de la Casa Ixquin Nehaib, Señora del territorio de Otzoya.

Para los quichés la llegada de los castellanos supuso una ruptura con el mundo que ellos

conocían anteriormente y con sus modelos de sociedad que quedaron prácticamente

aniquilados por la conquista. En un primer momento, como ocurrió en otros muchos

lugares de América, los castellanos fueron tomados por dioses, en el caso concreto de

los quichés, estos se refirieron a ellos como los Hijos del Sol, y se identificaron con

mitos ancestrales sobre unas deidades terribles que llegarían del mar y destruirían su

sociedad.

Los conquistadores llegados de España dominaron con facilidad algunos lugares del

istmo de Tehuantepec, tras lo que pasaron a tierras de la actual República de Guatemala,

región habitada en su mayoría por los pueblos de origen tolteca, los quichés,

cakchiqueles y tzutuhiles entre otros. Estos pueblos no eran tribus desorganizadas de

indígenas más o menos inexpertos en el uso de las armas, como los pobladores del

istmo de Tehuantepec, sino que eran sociedades muy organizadas que se encontraban en
un estadio social evolutivo que bien podría clasificarse de protoestatal. Por ello, la

resistencia de estos pueblos a la conquista fue considerablemente mayor que la que los

españoles se habían encontrado con anterioridad.

La compleja sociedad quiché estaba dirigida por dos soberanos simultáneos bajo los

cuales se encontraban toda una serie de dirigentes locales y jefes militares. Tecún Umán

era uno de estos jefes militares, y los reyes que gobernaban el pueblo quiché en su

época fueron Oxib Quej y Belejep-Tzy.

Parece que los reyes quichés ante la amenaza que suponían los conquistadores llegados

del mar, buscaron la alianza con los pueblos vecinos, pero las rivalidades entre ellos y

los odios provocados por las guerras continuadas impidieron que dicha alianza

defensiva pudiera siquiera llegar a plantearse. Por tanto los quichés se prepararon para

la defensa en solitario, pese a lo que lograron presentar un total de siete grandes batallas

contra las tropas de Pedro de Alvarado.

El primer combate entre los quichés y los hombres de Alvarado tuvo lugar a orillas del

río Tilapa, entre Xuchiltepéquez y Soconusco. Poco después las fuerzas de ambos se

encontraron de nuevo en Zapotitlán. Pese a que estas primeras batallas causaron una

gran mortandad entre los indígenas, y pese a que estos tuvieron que enfrentarse con una

serie de armas y tácticas militares totalmente desconocidas y que habían causado el

pánico en otros pueblos americanos, parece ser que la determinación de los quichés por

defender su territorio era tal que les impedía rendirse ante semejantes desventajas.

La tercera gran batalla fue en la colina de Quetzaltenango (actual Santa María Jesús), en

la cual las tropas quichés contaban con la ventaja estratégica a ser ellos los que

defendían la posición más elevada. Pese a ello, la tropa de Pedro de Alvarado logró una

nueva victoria.
En las barrancas de Olintepeque tuvo lugar el cuarto enfrentamiento. Seis mil quichés,

según las crónicas llegados del señorío de Utatlán y dirigidos por Azumanché,

esperaban a los hombres de Alvarado al otro lado de Quetzaltenango. Pese a la

aplastante superioridad numérica la victoria fue una vez más para Alvarado. La derrota

quiché fue tal que las aguas del río Olintepeque se tiñeron de sangre y desde entonces

fue conocido como el Xequijel (‘río de sangre’ en quiché). La población de Xelajú, que

gobernaban diez príncipes y que según las crónicas de la época tendría una población de

cerca de 80.000 indios, fue abandonada ante el desastre de Xequijel.

La dirección de la guerra pasó entonces a Tecún Umán, posiblemente debido a que

Azumanché había caído en Xequijel. Junto a Tecún Umán estuvo el brujo Ajitz. El

nuevo líder de los quichés salió al encuentro de Pedro de Alvarado con un poderoso

ejército de más de 10.000 hombres, según nos cuentan las crónicas. El encuentro entre

ambas fuerzas tuvo lugar el 12 de febrero de 1524 en las proximidades de la ciudad

guatemalteca de Quetzaltenango, llamada Xelajú o simplemente Xela por sus habitantes

quichés. Dicho enfrentamiento es conocido en la historiografía como la batalla del

Pinal. Ésta duró más de dos horas y no fue hasta el último momento cuando se decidió

la suerte de la misma. Pedro de Alvarado decidió atacar con la caballería, al mando de

don Pedro de Portocarrero y Juan de Chávez, un ala del escuadrón de Tecún Umán, el

cual a su vez, trataba de dividir en dos la infantería de Alvarado para cercar una parte.

Pedro de Alvarado atacó personalmente al escuadrón de Tecún Umán que iniciaba el

movimiento envolvente. En ese momento, ambos caudillos se encontraron frente a

frente.

ATLACATL
En el lenguaje náhuat que hablaban los indígenas pipiles que habitaron en gran parte del

actual territorio de la república de El Salvador, no existía el sonido de la combinación

fonética tl, por lo que el nombre del mítico personaje que lideró la resistencia contra los

invasores españoles, no pudo haber sido Atlacatl, sino Atácat; pero no solamente este

nombre, sino muchos otros, principalmente de lugares, han pasado a la posteridad en su

forma nahulizada, es decir, en su versión equivalente del idioma de los mexicas o

aztecas, cuya lengua era el idioma internacional de las épocas prehispánica y de

conquista (lo que es el inglés actualmente) y que se consideraba más desarrollada que la

hablada por los pobladores de Cuzcatlán.

De hecho, el nombre Atácat, no se refiere a una persona, sino a una locación geográfica,

específicamente a un cacicazgo pipil, localizado en el actual territorio de Guatemala, y

cuyo centro principal era la ciudad Incuiztlán, la Escuintla de la actualidad, ubicada en

el departamento del mismo nombre en el hermano país de Guatemala, en territorios que

en los tiempos precolombinos y precoloniales formaban parte de la gran nación pipil.

Para algunos proviene de atl, agua; y tlacatl, hombre, señor, noble, en cuyo caso lo

traducen por "el Señor de las aguas" o bien, en atención de que el náhuat es un idioma

holofrásico o polisintético, por "hombre de las aguas". Para otros se origina de atl, agua,

y acatl, caña, carrizo, vara, y en tal caso, su versión al castellano suena: "caña de agua".

Sabemos que este tipo de nombres no existe en español, por lo que, la versión

españolizada de ese nombre aborigen, sería sin duda, "Cañada", o "Carrizal".

El referido nombre Atlacatl pertenece al idioma náhuatl, azteca o mexicano, ya que el

término náhuat, yaqui o pipil correspondiente es Até1gat. (Elaborado en base a material

encontrado en El Salvador: Descubrimiento, Conquista y Colonización, de Jorge


Lardé y Larin;Historia de El Salvador, de Santiago I. Barberena, y Anales de los

Cakchiqueles, de Francisco Hernández Arana Xajilá.

SEQUOYAH

También conocido como George Guess o Gist, nació alrededor del año 1776 en

Tuskeegee. Su padre era Nathaniel Gist, un comerciante de pieles de Virgnia. Su madre

WuT-teh era hija de un jefe Cherokee.

Criado en las costumbres tribales, se convirtió en cazador y comerciante de pieles, en

algún momento anterior a 1809, se trasladó a Wills Valley, en Alabama, donde comenzó

su oficio de platero.

Junto a su pueblo se alistó a las tropas de Estados Unidos al mando del General Andrew

Jackson para luchar contra las tropas británicas y los indios Creek en la guerra de 1812.

Nunca aprendió a hablar, escribir o leer inglés, sin embargo, al ver a los soldados

blancos escribir cartas, leer las órdenes militares, o registrar los hechos, quedó fascinado

con esa capacidad de comunicarse haciendo marcas distintivas en el papel, con

las "hojas que hablan" y empezó a pensar en crear un sistema de escritura para su

pueblo.

Al regreso de la guerra, notó que con 85 sílabas podía representar los sonidos de su

idioma. Para simbolizarlas tomó algunas letras e inventó otras, como no sabía el sonido

de las letras del alfabeto inglés las asignó arbitrariamente para su silabario.

Enseño a su hija Ayoka de diez años a leer y escribir con su sistema, y se presentó ante

los líderes tribales para llevar a cabo una demostración. Sequoyah se retiró a distancia

mientras que su hija escribía lo que recelosos quisieron dictarle. Cuando Sequoyah
regresó y leyó lo escrito, todos se quedaron pasmados. En pocos meses miles de

cherokees se alfabetizaron.

En 1825 gran parte de la Biblia y varias canciones se habían traducido. En 1828 fue

publicado el "Cherokee Phoenix", primer periódico norteamericano bilingüe, junto con

folletos religiosos, materiales educativos y documentos legales.

En reconocimiento a sus contribuciones, la Nación Cherokee, le concedió una medalla

de plata y una pensión de por vida. Él continuó desempeñándose como estadista y

diplomático hasta su muerte en 1843.

RUMIÑAHUI

Rumiñahui fue el Rostro de piedra para los incas quiteños, el Ojo de piedra para los

cuzqueños, el Gran Señor y Caudillo para sus soldados. Los españoles lo

llamaron Ruminagui, Irruminabi u Orominabi.

Hijo de Huayna Capac, fue general de Atahualpa, el 15 de noviembre de 1532 cuando

Hernando Pizarro concertó con Atahualpa la fatal entrevista en Cajamarca. Rumiñahui

intuyó la traición de los españoles y lo que había de suceder. Al siguiente día cayó el

Inca en la emboscada tendida por Francisco Pizarro y quedó como rehén hasta que

pagara su rescate. Rumiñahui no dudó: se dirigió a Quito con sus tropas, destituyó a

Cozopanqui, tío de Atahualpa, asumió todos los poderes y organizó la resistencia contra

los españoles. No envió los tesoros de Atahualpa para el rescate sino solo el oro de otras

regiones.

Su intuición se confirmó: el 26 de julio de 1533 los españoles ejecutaron a su rehén.

La guerra de resistencia tuvo dos fases: la una hasta la primera entrada de Benalcázar a

Quito en julio de 1534 y la fundación de Santiago de Quito en la provincia de


Chimborazo en agosto de 1534; y la otra hasta la muerte de Rumiñahui en 1535. La

primera fue una guerra de batallas; la segunda, una guerra de guerrillas.

Antonio de Herrera, cuenta expresiones de Rumiñahui: "Es mejor que muramos en

seguida por sus manos, con sus armas y debajo de sus caballos. A lo menos nos

quedará este contento de haber hecho nuestro deber como honrados y valientes",

mientras detenía el avance de Sebastián Benalcázar sobre Quito y sus tesoros.

Benalcázar consigue una alianza con los cañaris para combatir a los rebeldes... el jefe

indígena se adelanta y le sale al encuentro en las llanuras de Tiocajas. El lugar,

favorable para el andar de los caballos españoles, no impide que los rebeldes anulen el

poder del enemigo. Cada vez que matan un caballo le cortan la cabeza para mostrar que

no son inmortales.

Antes de que Quito cayera, Rumiñahui la incendió, escondió los tesoros de Atahualpa y

pasó a cuchillo a los nativos que habían recibido a Benalcázar como liberador. Éste

entró a Quito en julio de 1534.

La guerra de guerrillas fue una gesta desesperada: refugiado entre los yumbos al lado

occidental del Pichincha, levantó a los indios de los Chillos y Latacunga, cayó sobre

Quito, persiguió a Benalcázar que se dirigía a Riobamba a conferenciar con Pedro de

Alvarado, se atrincheró en las breñas de Pillaro, pasó a Quijos, y se escondió en los

solitarios Llanganates ("cerro hermoso"), con sus acciones retrasó tres meses la segunda

entrada de Benalcázar a Quito.

Fundada la ciudad española en diciembre de 1534, Benalcázar dio el asalto final a

Rumiñahui en el pucará de Sigchos en Cotopaxi. Huyó Rumiñahui: cojeando y solo, fue

capturado por cuatro infantes y un jinete en las breñas del cerro Rumiñahui, Juan de
Ampudia, El Torturador, le aplicó el tormento pero no le sacó palabra sobre el tesoro de

Atahualpa.

El Libro de Actas del Cabildo quiteño consigna para el 25 de junio de 1535: 'Se

prendieron los principales señores de estas provincias que se tenía por cierto que

sabían del oro y plata que se decía en ellas había, que son Orominavi (Rumiñahui),

Zopozopagua, Quingalumba, Razorazo, Sina. Por razón de los delitos que cometieron,

se ha hecho justicia de ellos'.

CAUPOLICÁN

Luchó desde su juventud contra los conquistadores españoles por la libertad de su

territorio. Fue elegido toqui (jefe militar) de los mapuches, siendo sucesor de Lautaro.

Cooperó con Lautaro en la toma del fuerte Tucapel y en la batalla de Tucapel, donde es

derrotado el ejército conquistador y muere Pedro de Valdivia. Su nombre es símbolo de

la resistencia indígena.

Después de la muerte de Lautaro, los araucanos quedaron sin un líder digno que los

guíara, eso se vio claramente en el Combate del Fuerte de San Luis -25 de agosto de

1557- que no pudo ser tomado y el de Lagunillas, el 8 de noviembre de 1557, en la que

una crecida fuerza de 12.000 mapuches al mando de varios caciques -entre ellos los

caciques Lincoyán y Galvarino- atacaron a una poderosa fuerza realista al mando de

Don Garcia Hurtado de Mendoza. El ataque fue desorganizado y a pesar de la gran

diferencia numérica los mapuches -Garcia traía una fuerza de 600 soldados bien

armados y unos 1.500 yanaconas - fueron derrotados dejando en el campo cientos de

muertos y heridos y 150 prisioneros. Entre estos prisioneros estaba Galvarino.


García de Hurtado y Mendoza, haciendo gala de la misma común actitud, tan común

entre los conquistadores españoles, así como de don Pedro de Valdivia en la Batalla de

Andalíen, ordenó mutilar la mano derecha y las narices a los prisioneros como

escarmiento. Galvarino colocó no solo su mano derecha para que fuera amputada sino

que en un acto de increíble estoicismo colocó la otra mano ante su verdugo y le fue

amputada antes de ser soltado. Esta forma de escarmiento, lograba enfurecer y

endurecer aun más a los mapuches frente a los usurpadores de su territorio.

Después de estas derrotas mapuches, se reunió un gran consejo en la Sierra de

Pilmaiquen, este consejo tenía por objetivo unificar en un solo mando a las fuerzas

mapuches, con la elección de un Toqui. Caupolicán fue elegido por su gran fortaleza

física y valentía, era de rostro severo y tuerto desde la niñez.

Después de la victoria de las armas españolas en Lagunillas, García se internó en

territorio hostíl buscando una batalla decisiva.

Las fuerzas realistas acamparon en Millarapue, al interior de la Araucanía el 29 de

noviembre. Los mapuches al mando de Caupolicán intentaron un ataque en la alborada

del 30 de noviembre, por sorpresa al campamento enemigo. Coincidió que ese día se

celebrará entre los españoles el día de San Andrés y el toque de una alegre diana de

trompetas que los araucanos interpretaron como alarma y creyéndose descubiertos

arruinó el ataque.

El número de atacantes era de 15.000 entre ellos venía Galvarino al frente que se

mostraba con su dos brazos cortados asuzando las pasiones de sus camaradas. La batalla

fue brutal.

La batalla de Millarapue duró desde la madrugada hasta las 14, y Caupolicán la dirigió

montado en un caballo blanco. Finalmente los mapuches fueron envueltos por los
flancos y la retaguardia y derrotados. Los españoles establecieron el fuerte de Cañete,

no muy lejos de donde estuvo emplazado el de Tucapel.

El 20 de enero de 1558, los españoles sufrieron un ataque al fuerte-ciudad de Cañete

siendo rodeado y sitiado por más de 15.000 indios que establecieron un sitio al fuerte.

La idea de Caupolicán era dejar morir de hambre a los sitiados.

La situación se hizo muy crítica ya que la salida a campo abierto era una derrota segura

para las armas españolas; del mismo modo, un ataque directo al fuerte, con el

contingente hispano bien armado implicaba una gran cantidad de bajas araucanas.

Un yanacona pro-español llamado Andresillo (nombre muy común tal como Felipillo y

otros terminado en illo dado a los yanaconas) se ofreció para atraer engañosamente al

fuerte a los mapuches. El plan consistía en hacerse amigo de los atacantes haciéndoles

aparecer a Andresillo como desertor de los españoles, los mapuches creyeron en este

personaje y éste les contó que la hora de la siesta era la mejor hora para atacar

desprevenidamente a los españoles, el les abriría las puertas para que se produjera el

ataque por sorpresa.

Caupolicán hizo verificar la veracidad del argumento de Andresillo haciendo introducir

un espía el interior del fuerte. Alonso de Reinoso, capitán del fuerte ya había previsto la

visita del espía y dio instrucciones para que todos se hicieran los dormidos. El 5 de

febrero se fijó como fecha de ataque, Andresillo abrió las puertas del fuerte y se

introdujó una masa de indios en forma silenciosa, cuando ya casi estaban todos al

interior del fuerte fueron recibidos por descargas de fusilería en forma alternada que

dejaron una gran mortandad entre los atacantes que fugaron en desbandada, Caupolicán

pudo escapar gracias a que aún no había llegado la caballería hispana a la zona de
combate. Para cuando llegó la caballería aun escapaban indios por los cerros y salieron

en su persecución.

Caupolicán fue capturado mientras preparaba una contraofensiva. Cuando era

conducido por un piquete atado hacia el fuerte de Tucapel le salió al paso una mapuche

iracunda de nombre Fresia, con un bebé en brazo, era hijo del derrotado Toqui, la india

le enrostró el hecho de haberse dejado capturar vivo y le arañó el rostro dando alaridos

de rabia y en un ataque de furia tomó al infante de apenas un año y lo destrozó al

lanzarlo sobre un peñasco, la marcha continuó en silencio su rumbo.

Fue llevado ante el veterano Alonso de Reinoso quien lo condenó a morir en la pica,

una muerte terrible por penetración de una punta de madera por vía anal. Cristóbal de

Arévalo, Alguacil de campo fue el encargado de ejecutar la orden. Caupolicán fue

subido amarrado a una tarima que tenía una punta de madero cortado a forma de pica en

el centro, Caupolicán mostrando gran serenidad miro soberbiamente a la multitud de

españoles que le contemplaba y dijo: "Pues el hado y suerte mía me tienen esta suerte

aparejada, vean que yo la pido, yo la quiero que ningún mal hay grande y es

postrero" (La Araucana).

Dicho esto alzó el pie derecho aun con las amarras puestas y dio una gran patada al

verdugo que rodó de la tarima, hecho esto se sentó en la pica y sin dar ninguna muestra

de dolor murió. Galvarino quien también había sido capturado corrió ese día (27 de

junio de 1558) la misma suerte.

HATUEY

Sobreviviente de la matanza de Nicolás de Ovando, en Jaraguá (1503), "La Española",

reune cuatrocientos nativos, entre hombres, mujeres y niños, y en canoas llega a Cuba.
Allí explica los episodios vividos en su tierra natal, según lo reportado más tarde

por Bartolomé de Las Casas, Hatuey mostró a los cubanos una cesta llena de oro y de

joyas. Y dijo "este es el dios que los españoles adoran. Por esto ellos luchan y matan;

por esto nos persiguen y es por eso qué tenemos que lanzarlos al mar"

Los españoles dicen: "que adoran a un dios de la paz y de la igualdad, pero usurpan

nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Nos hablan de un alma inmortal y de sus

recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras

mujeres, violan a nuestras hijas. Y como no pueden igualarnos en valor, estos cobardes

se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper."

Les explicó la necesidad de unirse contra los hombres blancos el enemigo común, los

que habían infligido mucho sufrimiento a su pueblo; los Taínos de Cuba oriental y

central no podían creer el horrible mensaje de Hatuey, y solamente unos pocos se le

unieron.

En 1511, Diego Velázquez partió de "La Española" para conquistar y colonizar a Cuba.

Entre sus soldados estaba Hernán Cortés. Al llegar a Cuba, Velázquez fundó a Baracoa.

La estrategia de Hatuey fue la de atacar, a manera de guerrilla, y después dispersarse a

las lomas, donde se reagrupaban para el siguiente ataque. Por cerca de tres meses las

tácticas de Hatuey mantuvieron a los españoles a la defensiva, asustados de dejar la

fortaleza de Baracoa.

La voluntad de este Taíno le impone a Diego Velázquez una persecución en aras de

acabar con un ejemplo que debía, para seguridad de la metrópoli, transformarse en

escarmiento. Cuentan que, traicionado por uno de sus seguidores, Velázquez logra

capturarlo, lo juzgaron como hereje y rebelde, y el 2 de febrero de 1512 fue quemado

vivo.
Las llamas, aunque incineraron, no exterminaron al cacique Hatuey, algunos se

atemorizaron, pero para otros fue un alicente a atrevidas insurrecciones.

GARABITO

El cacique Garabito fue un caudillo indígena costarricense durante el siglo XVI,

Cacique Mayor de los huetares de Occidente. En la época de la expedición del Alcalde

Mayor de Nuevo Cartago y Costa Rica Juan de Cavallón y Arboleda (1561-1562), sus

dominios estaban ubicados en la región occidental del valle central de Costa Rica,

extendiéndose hacia el Pacífico en la cuenca de los ríos Jesús María y Gamalotal. Fue el

más importante caudillo de la resistencia indígena frente a Cavallón y Arboleda, y

tampoco quiso someterse a la autoridad del Alcalde Mayor Juan Vázquez de Coronado

(1562-1565), sucesor de aquél. Algunos historiadores suponen que años más tarde

aceptó la autoridad española, pero de ello no hay testimonios documentales claros. Se

ignoran la fecha y las circunstancias de su muerte.

En el año 1524, el capitán español Francisco Fernández de Córdoba fundó Villa

Bruselas, y la situó entre los ríos Aranjuez y Guacimal. En los documentos de la época

sobre Bruselas, tenemos la primera mención del Capitán Andrés Garabito, porque éste

español quedó por un tiempo al mando de dicha población, que fue despoblada poco

tiempo después, por orden del propio Fernández de Córdoba, quien se rebeló contra su

jefe Pedrarías Dávila (Pedro Arias Dávila); este, sin embargo ordenó repoblarla en el

año 1526, pero luego el Capitán Diego López de Salcedo ordenó destruirla, orden que

llevo a cabo Andrés Garabito.

Cuando los españoles llegaron a Costa Rica nuestro país estaba regido por el sistema de

cacicazgos; es decir, un cacique gobernando a un grupo de indios; estos constituían una

tribu. Lo primero que intentaron hacer los españoles conquistadores fue conseguir el
sometimiento de los caciques, cosa que lograron en muchos casos. Sin embargo, un

cacique muy poderoso por la extensión de sus dominios dentro y fuera del Valle

Central, se reveló contra los españoles y a lo largo de muchos años se constituyo en el

principal obstáculo para la conquista definitiva de Costa Rica.

Este poderoso cacique, jefe de los huetares (también puede escribirse “güetares”) pasó a

la historia con el nombre de Garabito -algunos lo escriben “Garavito”-, nombre,

precisamente, del capitán antes mencionado, quien se entrevisto con el jefe indio en un

lugar cerca del actual San Mateo, llamado en tiempo de la Conquista Valle del Coyoche

(del tarahúmar coyochi, lugar de coyotes) por lo que se menciona en ocasiones a

Garabito como ”Rey del Coyoche”. Pero los dominios de Garabito iban desde las tierras

del actual San José hasta la costa del Pacífico y se extendían quizás a la vertiente del

Atlántico, donde gobernaban una zona los indios Botos, enemigos del Rey Huetar.

Dentro de los dominios de Garabito estaban las tribus de los Tices y los Catapas, cuyo

territorio se extendía por los lugares conocidos hoy como Grecia y Alajuela. Otros

pueblos sometidos a Garabito eran los de Abacara, Chucasque, Cobobici, Cobux,

Yurustí (nombre de un cacique), Barva, y otros. Como se ve, Garabito era un gran jefe,

por lo cual no parece correcta a algunos historiadores la versión de que su nombre fuera

tomado del Capitán español; porque no es verosímil que un jefe poderoso y rebelde

adoptarse el nombre del enemigo. Lo más probable, señala don Carlos Gagini, es que

Garabito sea del tarahúmar garabee o garabi, superlativo de gara, bueno tal vez el mejor.

En efecto, Garabito fue el mejor.

El lugar exacto donde residía Garabito a la llegada de los españoles no se ha

determinado; podría ser el actual San Ramón, porque un documento antiguo cita que “el

río Grande viene de Garabito”; o que en la amplitud y libertad de sus dominios, se


ubicara en diferentes sitios. Como Garabito le hacía la guerra a los Botos del Atlántico

(región de San Carlos), lo probable es que viviera cerca de esta región. La esposa de

Garabito, Biriteca, era muy amada por su señor; dicen las crónicas que esta india fue

mujer muy bella; los españoles recurrieron en cierta ocasión a su captura, para someter

al Rey Huetar, sin embargo, antes de esto ocurriendo muchos hechos violentos.

En lo que llamaban los españoles “La Provincia de Garabito” se llevaron a cabo

numerosos encuentros entre los conquistadores y los hombres del Cacique Garabito. En

el año 1560 fue nombrado Juan de Cavallón, joven abogado español, residente en

Guatemala, para llevar a cabo la conquista de Costa Rica. Se asoció con el padre Juan

de Estrada Rávago; y en 1561, con 90 soldados y muchos caballos, vacas, cerdos,

cabras y bastimento, llegó hasta las cercanías del actual río Ciruelas, en donde pobló la

ciudad de Garcimuñoz, en los llanos de Turrúcares, y luego fundó la Villa de los Reyes,

en Santo Domingo (Orotina actual) y el puerto de Landecho, en Tivives.

Juan de Cavallón trató de someter al Cacique Garabito y lo consiguió mediante el uso

de la fuerza; el Rey Huetar fue hecho prisionero, pero logró escapar con astucia ya que

fingió estar sometido al dominio del español y este le quitó la vigilancia. Entre, tanto, la

campaña para conquistar Costa Rica en forma definitiva siguió adelante, y fue así como

Garabito, ya de nuevo al frente de una tropa de indios de más de 2000, se entero que

llegaban refuerzos para los españoles y atacó por sorpresa, con lo cual logró derrotar a

un contingente que venía desde Nicaragua. Enterado de este descalabro español, Juan de

Cavallón ordenó a su capitán Ignacio Cota marchar con gente armada al Valle del

Coyoche con el fin de someter a Garabit

CALARCÁ
el cacique Calarcá, legendario guerrero de los pijaos cuyo nombre se vinculó al de la

ciudad cuya crónica principal estamos haciendo aquí. El nombre de este cacique está

rodeado por la leyenda y se han tejido muchas versiones, aun por parte de conocidos

historiadores colombianos. Pero sobre su existencia se ha hecho nueva luz y a ello

vamos a referirnos enseguida.

En primer lugar, con la más conocida versión de Henao y Arrubla confirmada en el libro

de una coterránea nuestra(2). Ambas versiones han hecho tenaz carrera en los textos

escolares de nuestra historia patria.

Por las anteriores transcripciones de Henao & Arrubla, y Arango Bueno, sabíamos que

durante el gobierno de don Juan de Borja (nombrado hacia 1605 como Presidente del

Nuevo Reino de Granada), los indios pijaos estaban asolando a varias regiones del país.

Se dice que el presidente Borja fue entonces ayudado por Combeima, jefe de los indios

coyaimas y natagaimas —luego bautizado en forma cristiana como Baltazar—, quien se

enfrentó al cacique pijao, arrasó sus posesiones, y le dio muerte atravesándole con una

lanza.

El «mercenario» Baltazar, dice la misma versión, estaba casado con una española que le

había dado un hijo; este hecho ofendió al pijao Calarcá quien, para repudiar la afrenta

que había cometido el indio Combeima con su mezcla con la europea, decidió raptar al

niño, lo sacrificó y retornó al padre natagaima los huesos roídos del pequeño, tres días

después del secuestro. Este acontecimiento determinó el cambio de conducta de

Combeima y su posterior alianza con Borja para vengar el agravio recibido. Al asesinar

a Calarcá con una lanza, Baltazar logró entonces su propia represalia y le facilitó al

Presidente Juan de Borja su victoria contra la tribu de los pijaos, los cuales se

dispersaron al morir su principal caudillo.


No obstante, según el «Archivo Nacional de Historia» de Colombia; las «Noticias

Historiales» de Pedro Simón; y el historiador español Manuel Lucena Salmoral, la

muerte del cacique Calarcá sobrevino a causa de un tiro de pistola que le hizo el capitán

Diego de Ospina y Maldonado durante una batalla contra una sección de la tribu de los

pijaos que comandaba aquel guerrero.

En su informe a la Corona sobre los servicios prestados por él y su familia en el Nuevo

Mundo —informe fechado en 1650— dice Diego de Ospina que «estando en el fuerte»

llegaron a él los indios pijaos comandados por el cacique Calarcá; entonces con sólo

treinta hombres salió del fuerte e hizo frente a los belicosos indígenas; durante la

escaramuza, Diego de Ospina se encontró a bocajarro con Calarcá y «con una pistola

mató al dicho cacique y él y sus soldados a otros muchos indios y prendieron vivos a

otros y de los que murieron se pusieron sus cabezas en la cerca de dicho fuerte, con que

los demás se redujeron a todo punto, dando obediencia...» (Testimonio documental en el

Archivo Nacional de Colombia, Miscelánea 73, folio 190).

A su turno, fray Pedro Simón señala que Diego de Ospina y Maldonado disparó su

pistola y «le dio a Calarcá en los pechos con cuatro postas hechas de un bola,

engrasadas con tocino, como las acostumbraba a traer de ordinario, por ser de muerte las

heridas, y dándole también con todo el fuego en la cara al indio, cayó en tierra

desatinado; a gatas, ayudándole al Coyara, se fue saliendo la puerta afuera del rancho

(fuerte) y desde allí al palenque con ayuda que tuvo de los demás indios, sin sentirlo

español alguno que se lo estorbase e ir todavía con algunos alientos, no habiendo sido

penetrantes las heridas, por ser el tiro tan cerca, si bien a los cinco días de camino,

volviéndose a sus tierras, murió en ellas.


Lucena Salmoral aporta además los siguientes datos: Calarcá no fue el jefe absoluto de

los pijaos pues en ninguna documentación se dice que existiera un jefe absoluto de los

pijaos, ni siquiera se menciona a Calarcá como un jefe de semejante talla; tampoco su

agresor Diego de Ospina se refiere en términos muy encomiásticos al cacique y

simplemente lo trata como «un indio belicoso y guerrero».

En cuanto a la batalla efectuada en 1610 —definitiva para la suerte de los pijaos— se

tiene sobre ella las pruebas testimoniales que se documentan por Ospina en sus

Informes a la Corona; pero en cambio suele hablarse en dichos informes de infinidad de

encuentros y del arrasamiento de las sementeras indígenas por parte de las tropas

españolas hasta el aniquilamiento total de los pijaos.

Se sabe, sin embargo, que los pijaos se diezmaron después de muchas escaramuzas con

los peninsulares (1611, 1612, 1613, 1615); al morir el cacique Calarcá no se dice que

los indios pijaos hubiesen sido aniquilados definitivamente: por el contrario,

subsistieron en parcialidades no belicosas, hasta que no volvió a hablarse de ellos en

mucho tiempo. En fin, la fecha de la muerte del cacique Calarcá, entre 1610 y 1615, es

una revelación del historiador español Manuel Lucena Samoral que respetamos por su

idoneidad.

Cesáreo Rocha Castilla, un célebre historiador tolimense, también confirma lo anterior:

«Por ahí ha corrido publicada la inexactitud de que Calarcá, uno de los más bravos

caciques pijaos, murió en batalla campal por la lanza de don Baltazar, otro cacique

indígena, aliado de los conquistadores...(pero) ni Calarcá murió a manos de don

Baltazar, ni hubo tal batalla de Chaparral, en la llanura, a campo raso». La batalla de

Juan de Borja contra los pijaos, en verdad parece que duró cuatro años, con la asesoría

de militares españoles de la dureza de Diego Bocanegra. Otros españoles que lucharon


contra los pijaos fueron: Pedro Jaramillo de Andrada (1603), el capitán Gaspar

Rodríguez de Olmos (1603), el capitán Talmerano (1577), el gobernador Bernardino de

Mojica (1591) y Alonso Ruiz de Sahajosa, entre otros.

CAMARAO

Guerrillero indio brasileño. Nacido probablemente en la Capitanía del Río Grande en el

año 1580 y muerto en la provincia de Pernambuco el 24 de agosto de 1648. Tras la

ocupación de Olinda y Recife en el año 1630, por parte de la Compañía Neerlandesa de

las Indias Orientales, participó activamente para conseguir la expulsión de los

holandeses del noroeste de Brasil.

Existen algunas dudas con respecto a su lugar exacto de nacimiento. Lo más probable es

que naciera en la Capitanía del Río Norte, como indica la mayoría de los estudios

realizados, no obstante, algunos investigadores afirman que fue su padre y no él, el que

nació en dicha región y apoyan la tesis que indica que Antonio Felipe Camarao nació en

Pernambuco.

Apenas disponemos de datos sobre los primeros años de su vida, miembro de la tribu

indígena brasileña de los potiguares, su nombre fue Potiguaçu Poti. Su padre jefe indio,

de igual nombre, inició, en representación de los miembros de su pueblo, las

negociaciones de paz con los portugueses a finales del siglo XVI. Tras suceder a su

padre como jefe de los potiguares, fueron frecuentes los contactos de Potiguaçu con

europeos sobre todo con los misioneros jesuitas, los cuales consiguieron su conversión

al catolicismo el 13 de julio de 1612 en la capilla de San Miguel de Guajerú. Tras ser

bautizado su nuevo nombre fue Antonio Felipe Camarao, se eligió Antonio por ser el

santo del día, Felipe como homenaje al rey de España y Portugal, Felipe IV; y Camarao

por ser la traducción de su apellido, Poti, al portugués (en castellano Camarón). Al día
siguiente de su bautizo Camarao contrajo matrimonio con una de sus mujeres, la cual

tras ser también bautizada tomó el nombre de Clara de Camarao.

No disponemos de más datos sobre la vida de Antonio Felipe Camarao desde su bautizo

hasta el año 1630, fecha en la cual los holandeses iniciaron la segunda ocupación del

noroeste brasileño, esta ocupación vino determinada por los acontecimientos de años

anteriores y como consecuencia de los enfrentamientos entre España y Holanda. Así,

tras la firma de la tregua de Amberes (1609-1621) los comerciantes holandeses habían

tomado el control de las factorías de los portugueses en Asia, ante la imposibilidad del

Imperio español de defender simultáneamente las posesiones de ambos países, en Asia y

América. Durante estos años de expansión económica holandesa, fueron frecuentes sus

intentos de romper el monopolio español en tierras americanas, aunque no consiguieron

llegar a comerciar directamente con las posesiones españolas. Resultó más fácil entablar

relaciones con los comerciantes portugueses, los cuales ejercieron en ocasiones como

intermediarios, ya que a través de Brasil reexportaban las manufacturas holandesas por

toda Hispanoamérica, eludiendo los impuestos con que estaban gravados los productos

procedentes de España. Con el fin de la tregua de Amberes se inició una vez más la

guerra entre España y Holanda y se fueron perfilando los planes de éstos últimos de

ocupar Brasil, para explotar sus recursos minerales y sobre todo controlar el comercio

del azúcar. En 1623 los holandeses organizaron una expedición para atacar las

posesiones portuguesas en América, ese mismo año se formó la Compañía Neerlandesa

de las Indias Orientales. A pesar de que el conde-duque de Olivares y Felipe IV estaban

informados de estos planes, era muy difícil preparar las defensas costeras en Brasil en

un momento en que la entrada de España en la Guerra de los Treinta Años, absorbía la

mayoría de los ingresos procedentes de los envíos de América. Tras la captura de Bahía

por parte de los holandeses, portugueses y españoles se lanzaron conjuntamente a su


recuperación, consiguiendo la expulsión de éstos en 1625, pero los holandeses ya se

habían infiltrado en el comercio azucarero, aunque por el momento esto no afectó a los

intereses de comerciantes portugueses. Felipe IV intentó que Portugal organizara un

sistema parecido al español para regular el tráfico comercial, pero la idea fracasó ya que

el comercio portugués no se realizaba desde un solo puerto, como el español; y los

comerciantes lusos no querían invertir la fuerte suma de dinero necesaria para organizar

la defensa de sus convoyes. En 1630 se produjo el segundo asalto de Bahía por parte de

la Compañía Neerlandesa, tras la ocupación de Olinda y Recife los holandeses se

instalaron en la provincia de Pernambuco, a pesar de los intentos por parte de España y

Portugal de recuperar nuevamente estos importantes enclaves, sus intentos fueron

infructuosos quedando la única resistencia bajo el mando de Matías de Albuquerque.

Fue precisamente en año 1630 cuando Antonio Felipe Camarao pasó a la acción en

Pernambuco y organizó un ejército, con el fin de incorporarse, junto a otros indios, a las

tropas de Matías de Albuquerque. Este foco de resistencia no contó ni con el apoyo

material del Gobernador General ni con el de Felipe IV y su corte, ya que éstos veían

improbable que los insurgentes derrotaran a los holandeses, tras el fracaso que ellos

mismos habían obtenido. Albuquerque pretendía que los holandeses no estuviesen

seguros fuera de Recife, por este motivo encomendó a Camarao que vigilara todas sus

acciones y que estuviera preparado para el ataque, junto a los indios a su cargo, si

detectaba el más mínimo movimiento. De este modo se pretendía que los holandeses

quedaran sitiados en sus nuevas fortalezas.

Camarao destacó por su habilidad en el combate y por su valor, que le llevaron a

participar en las acciones más arriesgadas en numerosas ocasiones. Durante estos años

se convirtió en uno de los más famosos adversarios de los generales holandeses

destacados en la zona y en un colaborador muy valioso para Albuquerque. En el Istmo


de Olinda se enfrentó a las tropas del general Henrick Lonk, dicho general curtido en

numerosas batallas en contra de los tercios españoles en Europa, tuvo que abandonar su

posición ante el temor de ser capturado. En 1633 Camarao atacó el fuerte de Reat

defendido por Van Schkoppe, donde una vez más salió victorioso. Hay que destacar,

que gracias a él no se produjo una terrible derrota para los rebeldes, cuando estos se

proponían atacar Mata Redonda en el año 1636. Los rebeldes tras iniciar el asedio se

vieron rodeados y gracias a la llegada del escuadrón de indios de Camarao pudieron

salir victoriosos; ese mismo año participó también en la importante batalla de San

Lorenzo. Fueron tan numerosos los conflictos en los que participó que en el año 1639,

tras acudir a la defensa de Bahía, se vio obligado a retirarse temporalmente de la lucha y

se dirigió hacia Sergipe, lugar donde se instaló hasta que fue reclamado nuevamente

para prestar sus servicios en el año 1645.

Su primera intervención, tras su retiro, fue la batalla de Casa Fuerte, en ella una vez más

volvió a demostrar sus grandes dotes como soldado. Tras esta intervención partió hacia

la región de Río Grande del Norte, con la misión de obtener refuerzos y suministros

para las tropas rebeldes, pero en el camino se encontró con el ejército de Van Schkoppe;

a pesar de la inferioridad numérica de los rebeldes, Camarao tenía bajo su mando a unos

350 indios y 250 portugueses; tras una dura refriega el holandés tuvo que retirarse,

abandonando importantes suministros.

Finalmente Camarao intervino en una de las grandes batallas de la guerra contra los

holandeses, está fue la primera batalla de Guararapes, celebrada el 19 de abril de 1648.

En ella además de Camarao participaron soldados portugueses, indígenas y antiguos

esclavos de origen africano. En dicha batalla destacaron por su brillante intervención

hombres como Francisco Barreto Menezes, el cual fue gobernador de Pernambuco

posteriormente; Joao Fernandes Viera, éste años más tarde fue capitán general de
Angola; y Henrique Dias, hijo de esclavos que con posterioridad fue nombrado

gobernador de negros y mulatos en Brasil. Esta batalla supuso un duro golpe para la

moral de los holandeses, ya que la victoria de los rebeldes fue total. Algunos

historiadores brasileños ven en esta batalla el inicio de la independencia de Brasil,

puesto que durante la mayor parte de la guerra contra la invasión holandesa no fueron

enviadas ayudas ni por parte de España ni por parte de Portugal. No se envió ayuda a

causa del momento crítico que se vivía en la Península Ibérica, puesto que en 1640

comenzó la rebelión portuguesa y se proclamó un nuevo rey, el duque de Braganza, que

subió al trono con el nombre de Juan IV. Además en 1648 España estaba devastada por

los años de guerra y tras las paces de Münster y de Westfalia, Felipe IV se vio obligado

a reconocer la independencia de Holanda y Portugal.

Tras la batalla, Antonio Felipe Camarao cayó gravemente enfermo aquejado de altas

fiebres, las cuales le llevaron a la muerte; según la mayoría de los autores, el 24 de

agosto de 1648 a la edad de sesenta y ocho años. Hay que destacar que algunos

historiadores aportan como fecha probable de su muerte el 14 de mayo de ese mismo

año. Camarao fue homenajeado por todas sus valerosas acciones tras su fallecimiento;

pero también recibió grandes honores durante su vida, puesto que algunos años antes

había recibido el título de gobernador de todos los indios de Brasil y el tratamiento de

Don, merced que sólo podía otorgar el rey; además fue nombrado caballero de la Orden

de Cristo, honor que hasta ese momento no había tenido ningún indígena americano.

Hay que destacar que el indio Camarao estuvo acompañado, durante todos los años que

permaneció en combate por su mujer Clara, la cual demostró gran valentía y sus grandes

habilidades como jinete, dirigiendo un escuadrón de mujeres en la defensa de Bahía.

Tras la muerte de Antonio Felipe su puesto lo ocupó su sobrino Diego Camarao, éste

tomó el mando del regimiento de indios y combatió hasta la expulsión definitiva de los
holandeses en 1654. Los restos de Antonio Felipe Camarao fueron enterrados en Recife.

En la iglesia en la que se conservan sus restos, se colocó en 1943 una placa

conmemorativa para mantener vivo su recuerdo, por defender su fe y la patria contra el

invasor.

TUPAC CATARI

”A mí solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”.

Nació el 9 de enero de 1750 en la comunidad Ayo Ayo, en el altiplano paceño. Cuando

tenía siete años quedó huérfano -su padre murió trabajando en las minas de Potosí-, un

sacerdote español lo tomó como sirviente. Muy joven trabajó como minero en Oruro,

sufriendo la explotación despiadada de españoles y criollos. Luego fue panadero en Sica

Sica, donde conoció a Bartolina Sisa, se casó con ella y comenzó a dedicarse al

comercio de la hoja de coca.

Su actividad le permite visitar diversos pueblos, y comprobar que el trato cruel hacia los

indígenas se repite en todos ellos. Junto a su esposa y su hermana menor -Gregoria

Apaza-, liderará una de las rebeliones más intensas contra el Imperio Español en el Alto

Perú. Su movimiento buscaba la liberación de los indígenas frente al yugo impuesto por

las fuerzas coloniales españolas.

Compartía sus ideales con Tomás Katari y José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru

II), quienes encabezaron rebeliones en Chayanta y Perú respectivamente. Ambos fueron

apresados y ejecutados en el primer semestre de 1781. En su honor, Julián Apaza

decidió tomar el nombre deTupac Katari. Aunque según el fraile agustino Matías

Borda, quien estuviera durante más de un mes como rehén del rebelde, le escuchara

gritar alborozado desde la ceja de El Alto: "Ya vencimos, ya estamos bien, ahora sí que
he de procurar hacerle la guerra a Tupac Amaru para constituirme yo solo en monarca

de estos reinos".

Logró reunir un ejército de más de 12.000 indígenas en su campamento de la ceja de El

Alto, desde donde se divisaba la ciudad de La Paz (Chuquiago); Sebastián de Segurola

estaba a cargo de la defensa española.

El movimiento tenía características mesiánicas, Tupac Katari prometía la resurrección a

quienes murieran en la lucha, ellos volverían a la tierra a seguir combatiendo; se cuenta

que se acercaba a los antiguos cementerios indígenas gritando: “ya es tiempo de que

volváis al mundo para ayudarme”. Durante la insurrección miles de nativos fueron

engrosando su ejército que llegó a reunir más de 40.000 miembros. Controló Carangas,

Chucuito, Sicasica, Pacajes y Yungas, y el 13 de marzo de 1781 inició el sitio a La

Paz (Chuquiago).

Los nativos no permitieron el ingreso de alimentos, ni la salida de los habitantes, a su

vez continuamente hostigaban a la población. Dentro de las murallas de la ciudad el

hambre y las epidemias provocaron una gran mortandad, mientras que las tensiones

entre criollos y españoles se acrecentaron. Todos los días el ejército katarista atacaba la

ciudad, utilizando grandes pelotas hechas con lana de oveja, empapadas con aceite o

impregnadas con pólvora, que arrojaban a la ciudad para causar incendios, cansar al

enemigo y desgastarlos para la lucha.

El 21 de mayo Tupac Katari se aleja con rumbo norte para asegurar otras posiciones y el

grueso del ejército aymara queda bajo la dirección de Bartolina Sisa, su misión es cuidar

que el cerco a Chuquiago no se debilite. Los españoles, al ver a una mujer al mando,

envían 300 soldados para capturarla. Sisa resiste y logra triunfar.


La Real Audiencia de Charcas envía 1700 hombres -encabezados por su Presidente,

Ignacio Flores de Vergara- para sofocar la rebelión. El 30 de junio los indígenas deciden

replegarse sin oponer resistencia, los españoles instigan a la traición y ofrecen indulto a

los que entregaran o delataran a los cabecillas, fruto de este proceder, Bartolina Sisa es

apresada y será ejecutada el 5 de septiembre de 1782.

Por falta de recursos, a los pocos días de entrar a la ciudad, las tropas encabezadas por

Flores de Vergara deben dejarla. Un segundo sitio se produce el 15 de agosto, para ese

entonces había llegado Andrés Tupac Amaru, sobrino de José Gabriel Condorcanqui,

líder de la rebelión Inca en Perú, para apoyar a los rebeldes -algunos autores sostiene

que los hombres llegados del Cuzco y Azángora en realidad querían conquistar las

tierras aymaras-. Intentaron inundar la ciudad provocando el desborde del río

Choqueyapu, pero la represa se rompió antes de tiempo.

Sebastián de Segurola recibe refuerzos enviados por Juan José de Vértiz, Virrey del Río

de la Plata al mando del coronel José de Reseguín. El 17 de octubre las fuerzas realistas

logran romper el cerco.

Tupac Katari se dirige hacia el lago Titicaca para reorganizar sus fuerzas, un

colaborador -Tomás Inca Lipe- lo traiciona y el día 9 de noviembre de 1781 lo entrega a

los españoles. Katari es conducido hasta Achachicala (a la entrada de La Paz); rapado y

con una corona de espinas es paseado y expuesto a la furia de los paceños.

Fue torturado y sometido a juicio sumario. El 13 de noviembre fue sentenciado a

muerte. La ejecución se lleva a cabo el 15 de noviembre en Peñas (Q’arq’a Marka),

según la tradición antes que le cortaran la lengua dijo: ”A mí solo me mataréis, pero

mañana volveré y seré millones”; amarrado por sus extremidades a las cinchas de
cuatro caballos es descuartizado, luego en picotas se exhiben los trozos de su cuerpo

mutilado.

En el año 2005 fue declarado -junto a su esposa- héroe nacional en Bolivia. El primer

satélite de telecomunicaciones con el que Bolivia inició su carrera espacial en diciembre

de 2013 lleva su nombre: “Tupac Katari – I (TKSAT – I)“.

TEHUELCHE

A los aborígenes aónikenk se les conoce también como Tehuelches y Patagones. Su

territorio abarca desde el río Santa Cruz, hoy república Argentina, hasta el estrecho de

Magallanes. Se piensa que esta etnia llegó a la zona magallánica alrededor de 12.000

años a.c. según algunos investigadores la palabra “aónikenk”, en su propia lengua,

significaría “gente del sur”.

Los Aónikenk fueron tribus nómades pedestres, cazadores-recolectores que se

desplazaban por las estepas dela Patagonia en busca de animales para cazar y

alimentarse. Antes de conocer el caballo hacían largos recorridos a pie, pero cuando los

europeos trajeron este animal los aónikenk se transformaron en hábiles jinetes, los

adoptaron como medios de transporte y pasaron a ser nómades ecuestres.

Se cuenta que al llegar la primera expedición de Hernando de Magallanes, en 1520, se

produjo el encuentro entre un europeo y un aborigen austral. Éste habría sido un

aónikenk al que Antonio Pigafetta describe como un hombre alto, corpulento y pies

muy grandes. De ahí vendría también la denominación de Patagones.

Su estatura promedio llegaba al 1.80 m.

Hombres y mujeres eran robustos, de espaldas anchas, rostro grande, labios gruesos,

nariz corta y ancha, ojos oscuros y pequeños. Tenían la piel cobriza, cabellos negros,
lacios y largos hasta los hombros. Se pintaban el rostro de colores rojo, negro y amarillo

cubriéndolo con líneas en una mezcla de grasa y tierras. Además, a veces se tatuaban el

rostro o los brazos con finos cortes en loa piel que luego teñían con cenizas y tierras de

color.

La familia Aónikenk:

Los Aónikenk formaban tribus compuestas de varias familias. El padre de familia

ejercía autoridad en el hogar y a él debían obediencia la mujer y sus hijos e incluso

también sus yernos y nueras.

Al llegar a la edad de casarse las muchachas se pintaban el rostro con una línea que

corría desde el centro de la nariz hasta las orejas y desde allí se unía en el mentón. De

esta forma manifestaban su interés en el matrimonio. El petrendiente “compraba” una

esposa pagando con pieles de guanaco, sacos de plumas de ñandú o una cierta cantidad

de tiempo de caza.

El matrimonio se consideraba aceptado cuando el padre entregaba a su hija al

pretendiente que cumpliera con la dote y llevaba a la novia a su nueva vivienda. De ahí

en adelante la mujer pasaba a ser posesión del marido. La distribución de las tareas era

un tanto desigual. La función principal del hombre era cazar y traer el alimento al hogar.

La mujer cocinaba, cuidaba de los niños, preparaba las pieles para las vestimentas,

recolectaba leña, buscaba el agua, armaba, desarmaba y transportaba las viviendas,

antiguamente a pie, posteriormente en las ancas de sus caballos.

ENRIQUILLO

En Jaraguá (1503), Quisqueya ("La Española"), Anacaona esparaba a los españoles con

una gran fiesta, en la que reunía varios caciques para su agasajo, Nicolás de Ovando los
masacró. En ese genocidio, también fue víctima Maniocatex, hermano de Caonabó,

señor de Bahoruco, padre de Guarocuya, en ese momento un niño de alrededor de 6

años.

Cuando los autores de la matanza de Jaraguá se reparten el botín, Guarocuya queda en

calidad de protegido de Diego Velázquez de Cuellar y más adelante pasa a ser

propiedad, en calidad de encomendado, de Francisco de Valenzuela. Lo bautizan como

Enriquillo.

La tutela de Francisco de Valenzuela, garantiza al joven cacique una existencia holgada

y apacible. Disfruta de buen trato y estimación por parte de sus superiores, así como de

abundante tiempo libre para cultivar el espíritu. Su vida transcurre, sin grandes

sobresaltos.

Los protectores de le han asignado por esposa a su prima Mencia, una hermosa mestiza,

nieta de Anacaona y heredera de cuantiosos bienes.

Muerto su tutor, le había dejado su hacienda como testamento, Enriquillo junto a

Mencia forman una especie de población o caserío aislado, en una llanura, llamada La

Higuera, detrás de espeso bosque, y a orillas de un arroyo. No había malos tratos en un

gran campo de labor, trabajaban en común durante algunas horas del día, en provecho

del amo y del cacique; y cada padre de familia, reputándose como tal el adulto que era

solo o no dependía de otro, tenía su área de terreno que cultivaba para su exclusivo y

particular provecho.

Al poco tiempo mediante subterfugios legales, fogoneados por el hijo de Valenzuela, las

disposiciones testamentarias de su padre en favor de sus indios, son revocadas. Los

nativos son reducidos nuevamente a la servidumbre. A Enriquillo lo despojan de la

administración de los bienes de Mencia y reducen su grado de cacique al de un simple


mayoral, entre cuyas funciones se cuenta la de perseguir, capturar y entregar a los indios

fugitivos o alzados. En varias ocasiones es apresado por supuestas fallas e

incumplimiento de sus funciones de supervisor. Estos hechos agotaron su paciencia.

Según cuenta la leyenda Enriquillo se quito la camisa que representaba su vida en el

mundo de los españoles y llevandose a su esposa huyó a las sierras. Comenzó su

alzamiento con un gran grupo de Taino en la Sierra de Bahoruco.

Ahora no había temor a lo desconocido y a las armas europeas, habían convivido con

ellos, los conocían. Atacaban en forma de guerrillas, muchos tainos y esclavos

africanos, buscaron la libertad en las Sierras de Bahoruco.

Los españoles no podían controlar la rebelión, y la colonia ya era presa del pánico,

catorce años trasladándose de un lado a otro de la cordillera. Atacando pueblos a ambos

lados de esta. Convirtiéndose junto a Tamayo y Ciguayo en el terror de los españoles.

Tamayo y Ciguayo eran radicales, español que cayera en sus manos, español que era

sacrificado en venganza por los crímenes cometido contra los de su raza. Guarocuya por

su parte al que atrapaba vivo lo devolvía sano y salvo, su idea era una guerra moral a la

que pudiese llegarse a una paz sin odios. Pero su sentido del honor no era el de los

invasores.

En 1533 llega a la isla el Capitán General Francisco de Barrionuevo enviado del

monarca español, con un documento donde le proponía la paz. Enriquillo decide

reunirse con el cerca del lago que desde entonces lleva su nombre. El acuerdo fue

sencillo, a cambio de terminar la guerra, el cacique exigió la libertad para los de su raza,

oprimido bajo el régimen de la encomiendas, un territorio libre con su propio poder

político, sin pago de tributo a la corona española.


Tamayo y Ciguayo desconfiado de los españoles, emigraron al oeste de la isla desde

cuyo reducto habían estado peleando en los últimos tiempos, muchos de los que seguían

a Enriquillo les siguieron.

La población pura Taina había declinado rápidamente a causa de enfermedades

europeas. El propio Enriquillo sucumbió trágicamente a la tuberculosis pocos años más

tarde (1535), su esposa Mencía continuó la lucha. La libertad había sido lograda por una

pequeña tribu indígena.

http://pueblosoriginarios.com/biografias/enriquillo.html

Túpac Amaru asumió la dignidad imperial luego de que su hermanastro Titu Cusi

Yupanqui muriera en 1570.

Cuando el virrey Francisco de Toledo asumió el virreinato uno de sus primeros

objetivos es acabar con el reducto de Vilcabamba. Por su parte, Túpac Amaru cerró las

fronteras de Vilcabamba y destruyó el puente de Chuquichaca preparando a su pequeño

ejercito por si atacan la guarnición.

El virrey envió un negociador diplomático justo poco tiempo después de la muerte de

Titu Cusi. Atiliano de Anaya, quien fue visto como espía y asesinado. Ante esta

respuesta el virrey Toledo le declaró la guerra en la semana santa de 1572. El capitán

Martín Hurtado de Arbieto y Juan Alvarez Maldonado estuvieron al frente de la

expedición, pero fue el capitán García de Loyola quien lo capturó junto a otros

miembros de la élite incaica, no sin antes desarrollar varios sucesos bélicos.

Los cautivos fueron llevados a Cuzco, los vencedores llevaban las momias de Manco

Inca y Titu Cusi y una estatua de oro de Punchao, una representación del linaje inca que
contenía los restos mortales de los corazones de los incas fallecidos. Estos objetos

sagrados fueron luego destruidos.

LAMBARE

Los Periódicos editados durante la Guerra de 1865 hasta 1870 por el gobierno

paraguayo fueron elementos relevantes no sólo para canalizar las informaciones que el

gobierno precisaba que se difundieran entre las tropas y la población, sino que también

crearon la imagen esterotipada del enemigo y utilizó como idioma el Guaraní, si bien no

con preferencia ni con exclusividad, pero por primera vez en el periodismo paraguayo

en forma sistemática.

“El Cacique Lambaré” fue un órgano escrito en idioma nativo, Contaba con una viñeta

que representa al Cacique Lambaré en actitud de sepultarse al pie del cerro antes que

verle a su patria deshonrada. En el número 4 sólo se titula Lambaré, variando la viñeta.

La misma representa al cacique lanzando sus dardos e hiriendo a los países que

dirigieron las ofensas al Paraguay cuyo símbolo puede percibirse a través de un dragón

con tres cabezas sin que falte el león, emblema de la bravura del pueblo paraguayo. Se

publicó en Asunción el 24 de julio de 1867 y su redactor fue el presbítero Francisco

Solano Espinosa, el último número fue el 16 correspondiente al año 1868.

Ya el mero recurso al legendario cacique, protagonista de la resistencia indígena a

orillas del Paraguay en el s. XVI, ejemplifica lo que llamamos el entroncamiento

indígena: Lambaré, que firma como editor ficticio de la revista, exhorta a su estirpe a

oponerse con valentía al intruso. Esta ficción es la base de toda una alegoría que se

plasma a lo largo de los artículos. Según ésta, lo que antaño eran los españoles son

actualmente los aliados de la Triple Alianza, pero principalmente los brasileños. Sin

embargo, como el símil contradice la conciencia de que los españoles trajeron


elementos tan positivos como la civilización técnica y la fe cristiana, no se insiste con

demasía en el paralelismo, sino que los brasileños se convierten en indígenas tupí,

siempre que no se les aplican denominaciones directamente ignominiosas como kambá

o karaja.

Según Chiavenato, la importancia dada por López a los periódicos de trinchera fue tal

que tanto “El Cacique Lambaré” como el “Cabichuí” se constituyeron en “una terrible

arma de propaganda” ya sea por la “malicia” o los “duros insultos” de los que se valían

estos informativos para ridiculizar las acciones enemigas. Elemento aparentemente

importante, en especial con el uso del idioma Guaraní, para el fortalecimiento moral y el

logro de la cohesión del ejército paraguayo, como un factor aglutinante que mantendría

encendido cierto ardor patriótico frente a la superioridad numérica y armamentística de

las tropas aliadas. Para Josefina Plá, más que la búsqueda del efecto emocional sobre

las tropas paraguayas al recurrir imperativamente a la utilización del guaraní como

vehículo comunicacional infalible dentro de las filas del ejército, se buscó subsanar el

desconocimiento que tenían los soldados del idioma Castellano. Sin embargo, para que

esa comunicación llegara al máximo grado de efectividad tuvo que ser implementada

cuando las tropas estuvieran dispuestas en formación de retreta o vivacs donde los más

diestros en la lectura del idioma actuaran de pregoneros y locutores para difundir las

hazañas y picardías del Cacique Lambaré, como así también de los otros “periódicos de

trinchera” como el Cabichuí, el Centinela y La Estrella.

En el Cacique Lambaré se produce lo inverso de los demás periódicos, allí el

informativo se hace predominantemente en Guaraní y sólo ocasionalmente aparecen

palabras en castellano o giros en jopará.


En vistas de que el Guaraní tendría un uso masivo e importante en la redacción del

Cacique Lambaré, Solano López toma la precaución de llamar a una Convención en

Paso Pucú el 18 de Mayo de 1867 donde una Comisión (2) debía dictaminar sobre la

conveniencia de establecer una ortografía popular que intentaría resolver las

irregularidades y defectos que se presentaban en los periódicos con respecto a la

redacción de vocablos en Guaraní. De todos modos, el propósito de uniformar la

ortografía Guaraní para dotarla de un abecedario que refleje fielmente la

correspondencia entre fonemas y letras se dio de manera muy reciente tras los congresos

científicos de la década del 50 del siglo pasado. (3) En su análisis sobre la grafía

implementada en los periódicos de trinchera, González Torres, encuentra en realidad

muy pocos cambios con la grafía anterior a ese congreso. Así, en tanto en los

periódicos siguió la confusión, aunque de manera discontinua, sobre el uso de la y, para

representar el sonido gutural; h, para la aspiración; j, para la ye; k, para la c dura y los

acentos para la nasalización

URRACÁ

(Tomado de la Enciclopedia EnCaribe)

Urracá o Urraca (c. 1490-1531). Cacique o quibián más recordado y conocido entre los

que gobernaron a los pueblos nativos de las áreas centrales del istmo de Panamá durante

los primeros años del siglo XVI. Se enfrentó con dureza y por varios años a los

españoles.

En el período de contacto entre los indígenas istmeños (que no conocieron la escritura)

y los españoles (que escribieron sus crónicas movidos por distintos fines), según se

tiene información, la población nativa se encontraba dividida en múltiples provincias y


cacicazgos y los grupos hablaban diversas lenguas. Sus jefes, uno de los cuales fue

Urraca, no tuvieron privilegios semejantes a los de los reyes europeos, pero podían

decidir acerca de la vida o la muerte de los pobladores de las tierras bajo su autoridad, y

tenían influencia entre su gente como para mantenerlos en guerra durante largos

períodos. Entre los caciques hubo rivalidades, y los españoles aprovecharon esas

diferencias para lograr propósitos de conquista.

Durante este período, en las tierras bajas de la costa del Pacífico del Istmo de Panamá,

en la península que hoy recibe el nombre de Azuero, se encontraban ubicados los

territorios de los caciques Natá, Escoria y Paris; en las estribaciones de la cordillera de

Coclé y de Veragua (más tarde Veraguas), se ubicaban, hacia el Este, el cacique

Esquegua, y hacia el Oeste, Urracá. En las crónicas, los nombres de Esquegua y Urraca

aparecen muchas veces juntos.

Cuando el veedor del oro y primer cronista de América, Gonzalo Fernández de Oviedo,

describe en el Sumario de la Natural Historia de las Indias cuál es la mejor manera de

cruzar el istmo, comenta que, aunque atravesando las tierras de Esquegua y Urracá es

menos larga la jornada de viaje, se hace a través de tierras tan altas y escarpadas que

desde allí se ven los dos mares, de modo que no es el mejor camino que se pueda

recomendar. Lo cierto es que, probablemente, el territorio de Urracá pudo haber

comprendido la serranía al este del río San Pablo y al oeste de La Yeguada, así como

también la vertiente del Caribe de Veraguas desde el río Cricamola hasta el río Belén.

Las relaciones de Esquegua y Urracá fueron ambivalentes en lo que se refiere a su

vínculo con los españoles. Aunque Fray Bartolomé de Las Casas afirma que Esquegua

peleó junto a Urracá contra los españoles, hay indicios de que hacia 1522 un jefe

indígena se había sometido a la autoridad española, y una década después Esquegua se


uniría a los españoles contra Urracá. Durante catorce años el prolongado ambiente de

guerra que se vivía en Natá y los trece intentos de penetración en Veragua por parte de

los conquistadores, sin éxito, hablan de las fortalezas de Urracá.

La doctora Ana Ester Ferreyra Núñez informa que el nombre Urraca, de origen taíno, y

que significaba huracán, fue introducido por los conquistadores españoles, pero que su

verdadero nombre, en el idioma de su grupo, el buglé, era Molenan, que significa puma.

Por nueve años Urracá combatió a los expedicionarios enviados por la Corona española

a quienes en muchas ocasiones derrotó. Urracá utilizaba las tácticas de guerrilla,

mostrando una aparente ofensiva débil y cediendo terreno al enemigo antes de combatir

seriamente. Las tropas españolas encabezadas por Gaspar de Espinoza, pensando que

los indígenas eran débiles y les temían los españoles, iban a la carga; sin embargo,

debido a la táctica de guerrilla que utilizaba Urracá, eran rodeados en los acantilados y

fosas por legiones de combatientes indígenas.

Luego de que varios conquistadores fuesen derrotados por el astuto Urraca, Gaspar de

Espinoza fue llamado a la ciudad de Panamá por el Gobernador y Capitán General del

reino de Tierra Firme, Pedro Arias de Ávila o Dávila (Pedrarias), para sustituirlo por

Francisco de Compañón como encargado de la villa. Urraca aprovechó el ínterin y atacó

sorpresivamente a la población de Natá de los Caballeros. Compañón logró enviar a la

ciudad de Panamá un emisario con el informe de la situación. Pedrarias decidió enviar

un batallón bajo las órdenes de Hernán Ponce de León.

Corría el año de 1527 cuando Urracá notó que no podría seguir el combate sin ayuda,

por lo que consiguió importantes y poderosas alianzas con otros caciques, quienes

tradicionalmente eran enemigos suyos. Así, caciques como Ponca, Dures, Duraria,

Bulaba, Guisisa, Tabor, Guracona, Guaniagos, Pocoa y Trota se opusieron a los


conquistadores españoles junto a otros fuertes caciques de Veraguas, bajo el mando de

Urraca.

La llegada de Hernán Ponce de León a la villa de Natá de los Caballeros forzó a los

aborígenes a levantar el sitio a la villa. Camino a Natá se dirigía el gobernador de

Castilla del Oro, Pedro Arias Dávila con refuerzos para las tropas de Hernán Ponce de

León. Los combates se extendieron y entró en escena el capitán Diego de Albitres,

enviado especial del gobernador de Castilla el Oro. Tiempo después, la alianza de

Urracá con los caciques probó ser esencial ya que derrotaron de manera humillante al

capitán Albitres, quien logró escapar con vida y en Castilla del Oro reportó el combate

ocurrido contra las fuerzas aliadas de los nativos del Istmo.

Luego de esta derrota, Pedro Arias Dávila decidió terminar con la cabeza de la alianza

indígena por medio de un ardid bien planeado. En 1531, Francisco de Compañón fue

designado para iniciar conversaciones con el fin de conseguir un acuerdo con el cacique

Urraca, y envió emisarios a las tierras de este con la propuesta de realizar negociaciones

de paz en Natá de los Caballeros. Urracá, confiado de las buenas intenciones de los

españoles, acudió a la primera reunión de las negociaciones con dos de sus hombres. Al

entrar en la villa fue arrestado, encadenado y enviado a la ciudad de Panamá, para

embarcarlo desde Nombre de Dios hacia España. Dos días antes de que el barco

zarpase, Urracá logró escapar y reunirse con su tribu. Tanto la historia oficial como la

tradicional están de acuerdo en que Urracá murió o desapareció en el año 1531, en algún

sitio de las sierras que fueron sus dominios. Aunque la resistencia contra los españoles

se mantuvo por varios años, la conquista de Veraguas fue culminada por Vásquez de

Coronado.
El Dr. Richard Cooke, arqueólogo que ha tratado el asunto, concluye que es lícito

pensar que la supervivencia de los ngöbés y buglés hasta nuestros días en Chiriquí,

Bocas del Toro y Veraguas está relacionada con aquellos eventos ocurridos durante los

primeros cincuenta años del siglo XVI.

Fue Fray Bartolomé de las Casas quien le dio origen a la tradición de este cacique

guerrillero, noble y generoso con su pueblo, hábil y valiente en la guerra con los

españoles, que siglos más tarde fue reconocido como figura fundacional del pueblo

panameño, amante fiero de la libertad.

REFERENCIAS

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