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La Biblia afirma que en el principio Dios creó los cielos y una tierra vacía que carecía
de orden. El Génesis enseña que las tinieblas cubrían los abismos del planeta,
mientras el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas primigenias,
hasta que el Creador dijo: “Sea la luz”.
¿Es posible combinar ambas visiones en una sola o estamos condenados los
creyentes a sufrir la esquizofrenia permanente entre nuestra fe y nuestro respeto a
la racionalidad científica? ¿no queda más remedio que calificar de mito los once
primeros capítulos del Génesis? ¿es realmente ciencia todo lo que lleva el sello
del Big Bang?
Por la fe entendemos que el universo fue creado por Dios y es mantenido gracias a
su inmenso poder y amor. Sin embargo, esto no puede ser demostrado por dato o
experimento humano alguno. A lo sumo sería posible descubrir indicios o señales
de un diseño sabio. Si el Creador planificó de manera ingeniosa, sería lógico
encontrar evidencias de tal proyecto, aunque éstas podrán ser objetadas por
quienes no quieran aceptarlas. Siempre será posible argüir que el diseño es
aparente o que deben existir misteriosas leyes naturales, todavía por descubrir,
capaces de generar orden y complejidad sin necesidad de un Creador sobrenatural.
Con razón dice la Biblia que sin fe no es posible llegar a Dios, ni agradarle.
Por desgracia, mientras el mundo exista habrá personas que preferirán la necedad
de su ateísmo a la verdad de Dios y antepondrán sus propios razonamientos a
cualquier evidencia trascendente. Esto es así desde los días del apóstol Pablo
(Romanos 1:18-25.) Afortunadamente, también seguirá habiendo creyentes
sinceros. Aquellos que sepan levantar los ojos a los cielos y ver en la creación, las
cosas invisibles de Dios, su eterno poder y deidad. Para ellos continuará siendo
importante cualquier estudio científico que resalte el diseño del mundo natural y
evidencie la necesidad de una mente inteligente que ha creado y prosigue
controlando todo el cosmos.
No obstante, lo que resulta cada vez más evidente es que, así como hace algunas
décadas las conclusiones científicas descartaban o ignoraban sistemáticamente la
existencia de un Creador del cosmos, hoy la nueva ciencia se abre de par en par a
la posibilidad de la fe y a la necesidad de un Ser inteligente que es el origen del
cosmos.