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80grados.net/caribe-otros/
“En resumen, dada la dificultad de establecer con claridad cuáles son las
fronteras geográficas, socioeconómicas, étnicas y políticas de la región que
llamamos caribeña o del Caribe, es natural que términos como «Caribe»,
«caribeño», «caribeñidad», «lo Caribeño», «Antillanité», «Caribbeaness» y
otros, resulten problemáticos, aun en el caso de que los aplicáramos en un
estricto sentido cultural, como observara Mintz. Acaso esté de más repetir
que, en mi opinión, todos estos términos deben ser vistos como inestables
construcciones de plasma, en perpetua fluidez y cambio. Tanto es así, que
si se le pidiera individualmente a los numerosos investigadores del Caribe
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que definieran geográfica y socioculturalmente el ámbito de lo Caribeño,
podría darse por seguro que no se alcanzaría un acuerdo unánime.” (La isla
que se repite, Antonio Benítez Rojo, ed. Casiopea, Barcelona: 1989, p.389)
Benítez Rojo evita con mucha astucia los escollos de la definición y juega
para dejarnos sentir que lo caribeño tendría que ver con una “cierta
manera de” hacer, con el ritmo, con el performance. Él no descarta la idea
de cernir unos rasgos que nos permitan reconocer el fenómeno de lo
caribeño pero lo hace leyendo y escribiendo, es decir, haciendo a su vez un
performance de esa caribeñidad.
Advierto así que, como todo lo que se da a leer, las especificidades se dan
en las escrituras, que hay que pasar por el texto –ya sea oral,
representado, musical, bailado o escrito- para poder sentir aquello de lo
que queremos dar cuenta más que pretender a una definición universal.
No hay Caribe. Sólo tenemos aquel que podemos concebir y crear por
medio de una práctica en la cultura. Por tanto no hay Caribe si no lo
hacemos. Esa práctica tiene que anclarse en una memoria, en una
transmisión de los relatos.
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