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DIFERENTES MODALIDADES DE VIOLENCIA EN LA RELACIÓN DE PAREJA

Abordaremos el tema de la violencia en la pareja a partir de un artículo publicado


por Elservier España. Basado en investigaciones científicas. Este artículo nos
evidencia la presencia de dos tipos de violencias básicas la coactiva y la
situacional.

Diversas investigaciones coinciden que la vida en pareja hace más llevadero el


diario vivir, que este representa el bienestar y la estabilidad y está comprobado
que a pesar de no tener una buenas experiencia en ella lo intentaran nuevamente
con una nueva pareja; por otra parte el índice más alto de la solicitud de ayuda
psicológica se basa en el deterioro de la relación de pareja y si a esto le sumamos
la ruptura en muchos casos desencadena en suicidio principalmente en los
hombres.

Estudios realizados en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá arrojan cifras


altamente variables con respecto a la conducta violenta de las parejas, en algunos
estudios nos muestra que el índice más alto se da del hombre hacia la mujer, en
otros de la mujer hacia el hombre, todo esto varía de acuerdo al tipo de muestreo
solicitado y método de la investigación que se utilice para el caso que nos atañe y
si bien es cierto que la prevalencia de los problemas de las parejas, es el
incremento del número de las rupturas puede llevarnos a ver la magnitud del
problema al que se ven expuestas las mujeres, siendo estas las más vulnerables
ya que están presentes conductas violentas dirigidas hacia las mujeres en las
relaciones de pareja, uno de los factores desencadenantes de estos episodios de
violencia, el trabajo, el estrés, los hijos, la falta de dinero, problemas de alcohol,
abuso de sustancias psicoactivas, variables que repercuten en el estado de animo
de las parejas y más aún en los hombres, se ha convertido en un problema de
salud pública, manifestación de las violencias basadas en género y una violación
contundente de los derechos humanos de las mujeres enmarcados hoy en día en
la Ley 1257 de 2008 “Por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y
sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres, se reforman
los códigos penal, procedimiento penal, la ley 294 de 1996 y se dictan otras
disposiciones” (Republica, 2008). La violencia se define como cualquier
comportamiento que se da dentro de una relación íntima que puede llegar a
causar daño físico, psíquico o sexual a la pareja; específicamente y según la
Organización Mundial de la Salud (OMS) la delimita como aquella perpetrada por
la pareja o expareja y que se presenta a partir de los 15 años de edad.

En nuestro contexto, la violencia de pareja se entiende como un patrón de


interacción que lesiona la integridad física, emocional, sexual y/o patrimonial de
las personas que conforman parte de la misma; con estas conductas se pueden
vulnerar los derechos sexuales y reproductivos, a la vida, a la libertad, entre otros;
incluye los episodios de violencia ocasionados por la pareja actual, las exparejas y
las parejas del mismo sexo.

Es especial el interés que presenta la Psicología forense al estudiar la violencia


psicológica, además de la violencia física y sexual la cual lleva implícita un abuso
psicológico hacia la víctima, la cual se caracteriza por ser la que más grandes
consecuencias presenta para la victima por ser la más habitual y la más compleja,
existen diferentes tipos de tipología de violencia que ha sido propuesta por
Johnson (2006,2008,2011) que atendiendo al grado de control ejercido, distinguen
básicamente dos tipos de violencia de pareja: Violencia Controladora coactiva o
terrorismo íntimo: Se trata de un patrón relacional estable dentro de la pareja,
que se mantiene e incluso aumenta de gravedad tras la ruptura de la relación. ...
Se trata de un patrón de conducta violenta episódica o reactiva, asociada a la
gestión de situaciones críticas en la pareja. Y la Violencia Situacional: El nombre
acuñado por Michael P. Johnson (2009) tiene su origen en las “motivaciones” que
generan el uso de la misma. Esta se gesta en la pareja o en
familia “provocada” por diversos conflictos de interés existentes en parejas y/o
familias. Desde decidir cuál escuela es más conveniente para los hijos, adónde ir
de vacaciones, cómo gastar o invertir el ingreso familiar, dónde vivir, etc, son
decisiones que todas las parejas viven en el día a día. Incluso aquellas parejas en
relación de noviazgo también viven constantemente una serie de conflictos de
interés. Esto es, el conflicto es una característica inherente a todo tipo de
relaciones humanas (noviazgo, matrimonio, amistad, relaciones laborales, etc.).

Una de las grandes causales de este tipo de violencia es la normalización (Straus,


2001) de la violencia en sus diferentes formas (fisica, psicológica, sexual,
negligencia, coerción, etc.) en nuestras sociedades de hoy en día. Desde muy
pequeños somos socializados de manera que una conducta agresiva es
generalmente el resultado o la respuesta a una conducta no deseada.

Vemos como si desde pequeño el niño (a) es tratado violentamente (mediante


gritos, “nalgadas”, insultos, violencia física, es privado de ayuda o elementos
necesarios para su desarrollo, etc.) cuando éste no se comporta “como es debido”.
Esta normalización de la violencia es introyectada en el individuo y desde pequeño
aprende que las conductas agresivas y violentas son medios ó “tácticas
legítimas” para dirimir o resolver conflictos familiares, en la pareja y amigos.

La violencia de pareja puede ser vista desde diferentes perspectivas, que se


entrelazan de manera integral en la valoración forense y en la que se identifican
los riesgos en salud para las víctimas y su núcleo familiar (hijos, adultos mayores,)
además, incluye el interés jurídico propio de la criminología.

Desde la perspectiva Psicológica se reconoce que la violencia en las relaciones de


pareja afecta gravemente la salud de las mujeres, ejemplo de ello son las secuelas
físicas entre las que se pueden encontrar situaciones de discapacidad y dolor
crónico, así como afectaciones en su salud mental y laboral; e incluso puede tener
un desenlace fatal. Por su parte, en los estudios criminológicos se insta a ver la
violencia de pareja desde sus factores estructurales, teniendo en cuenta el
contexto social, las condiciones económicas, psicológicas y los antecedentes de
las partes involucradas; sin asumir que esta ocurre únicamente por una
enfermedad mental del presunto agresor o derivada exclusivamente de las
desigualdades de género
Se entiende entonces que el estudio de los fenómenos de violencias en el marco
de las relaciones de pareja y sus factores de riesgo requiere el análisis cuidadoso
de las características del contexto como son los factores demográficos y sociales,
factores del comportamiento y el desarrollo (psicológicos y cognitivos) de cada uno
de los miembros de la pareja, así como de los patrones de interacción e
interrelación en la diada.

Generalmente, este tipo de violencia se presenta de manera crónica y repetitiva.


Ya que en la violencia conyugal se presenta una dinámica cíclica que comprende
tres fases que varían en tiempo e intensidad: la primera corresponde a un periodo
en el que se acumulan las tensiones, seguida de una explosión violenta, después
de la cual se presenta una fase de luna de miel o tregua amorosa. En estos
eventos se reproduce un patrón en el que la víctima es sometida bajo el poder del
agresor, en un proceso de escalada donde la violencia aumenta en frecuencia,
intensidad y gravedad a tal punto que puede conducir a la muerte. Este tipo de
violencia es por tanto practicada por ambos sexos. Sus raíces no radican en una
problemática de género, sino en la forma disfuncional en que los conflicto
familiares y/o de pareja “son resueltos”.

Se propone para su prevención primaria que esté impulsada por educación desde
la primaria e implementar cursos sobre manejo de conflictos e ira, comunicación
abierta y asertiva, dinámicas de las relaciones interpersonales. La educación de
padres o futuras parejas en estos temas es fundamental.

La evaluación de las dinámicas relacionales de pareja tiene tres objetivos


principales, dos que se relacionan con la víctima y uno respecto al enjuiciado, lo
que implicaría evaluar a ambos miembros de la pareja. Respecto a la primera, hay
que valorar por un lado la potencialidad de los hechos descritos por la víctima. En
el caso del denunciado, el perito psicólogo se debe prestar mayor detalle a los
esquemas sexistas durante la narrativa de la relación de pareja. Ya que la
pretensión del perito psicólogo es identificar el posible impacto psíquico que la
exposición a la supuesta victimización en la relación de pareja denunciada.

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