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C a p ítu lo I

El retorno del mito (1860-2100)

Cada vez más personas que forman parce de nuestra cultura occi
dental, se lo puede constatar todos los días, se encuentran hoy en reso
nancia con el tema del re to rn o del m ito y de los resurgimientos de las
problemáticas y de las visiones del m u n d o que gravitan en to rn o del
símbolo, en una palabra, en to rn o de esta “galaxia de lo im aginario”1en
cuya atracción se despliega el pensamiento contem poráneo más p ro
fundo. Puesto que nosotros hem os entrado, desde hace un cierto tiem
po - p o r “n osotros” entiendo nuestra civilización occidental-, en lo que
podem os llamar una zona de alta presión imaginaria.
Esta com en z ó en el siglo XLY, frente al estruend o triunfante de la
revolución industrial, con la eflorescencia rom ántica y luego s im b o
lista, después se infló progresivam ente para lanzarse - c o m o dice don
B asilio- a partir del com ienzo del siglo XX con el gran salto de los
medios técnicos audiovisuales. E n to nces se fue instalando poco a poco
ese clima de alta presión en el cual toda la cultura occidental se c o m
prom etió, p o r las buenas o p o r las malas, a gusto o a disgusto. E fecti
vam ente, es a m e n u d o a d i s g u s to - y sus “efectos perversos” son bien
n o to r io s - co m o nuestra civilización, arm ada con el racionalismo m a
tem ático excom unicador de imágenes, produjo finalmente p o r el re
finam iento de las técnicas científicas más alejadas de la im agen, el
advenim iento material, la toma de p o d e r de la “reina de las faculta
des”. E n esta to m a de poder, la invención de la fotografía p o r q u ím i
cos habilidosos y su corolario, los m edios técnicos de la reprodu cció n
(de la “tirad a”) infinita del cliché, jugaron un papel inicial. A ndré
M alraux hace algunas décadas señalaba ya en el preám bulo de su “m u

l . Véase M . Maffesoli (dir.), La Galaxie de l'Imaginaire. Derive autour de l'œuvre de G.


Durand, Paris, Berg International, 19S0.

[17]
IS In t r o d u c c i ó n λ l a m i t o d o i .o g í a .M it o s y s o c ie d a d e s

seo im a g in a rio ”-' que nuestros m edios para “c o n o c e r” (es decir, para
c o m p r e n d e r y para explicar) una obra de arte se habían centuplicado
gracias a esa “tirada” ilimitada del cliché, gracias a las estratagem as
fotográficas co m o agrand am iento , selección y c o n to rn e a d o de una
p arte del m otivo, m ontajes, etc. D e sde entonces, la invasión de la
im ag en ha ido en progresión geom étrica: fotografía en colores, ani
m ació n cinem atográfica del cliché, transm isión de las im ágenes p o r
satélite e incluso auscultación radiográfica de la obra han llegado a
c o n s tru ir un “m u seo ” - ib a a decir, refiriéndom e al título cruel de un
libro dirigido contra M a lra u x - “inim aginable”, al m eno s digam os que
“n o h u b iéra m o s p odido im ag in ar” hace sólo diez o quince lustros:
P aul C é z a n n e al co m ienzo del siglo XX, V icent Van G o g h a fines del
siglo XIX, no tenían más que malas litografías o raros grabados de
algunas obras m aestras de la pintura italiana co m o único “m useo im a
g in a rio ”. Incluso en los aspectos escolar y pedagógico, los niños de
mi generación n o co n o c ie ro n más que el M alet e Isaac m iserablem en
te ilustrado o el M an ual de historia de Uby. M ien tras que en la actua
lidad las obras de historia, y especialm ente de historia literaria - c o m o
las firmadas p o r A ndré L agarde y L a u r e n t M i c h a r d - están pobladas
de num erosa s fotografías que llegan a acentuar, y a veces a “o rie n ta r”,
la p reg nan cia imaginaria de los textos literarios que presentan.
E n esta corrien te de inflación de la imagen, existe, p o r supuesto,
la vulgarización - a m e n u d o en los “ilustrados”- de un cierto psicoa
nálisis. ¡Sigmund F reu d es realm en te c o n te m p o rá n e o de los h e r m a
nos L u m ière , de H e n ri C artier-B resson y... de A nd ré Malraux! Los
co ncep to s de F reu d han pasado al lenguaje com ú n, han p e n e tra d o el
h o riz o n te de los co m p o rta m ien to s y de las explicaciones de todos y
de cada uno. El “m ito ” de E d ip o se convirtió en denom inació n c o
rrien te, e incluso el de Yocasta, para un público un poco más cultiva
do, es decir, culdvado p o r la televisión y los “ilustrados”. El psicoaná
lisis revalorizó, en un nivel paracientífico, m édico y psiquiátrico, las
nociones de sím bolo y de im agen, d ado que uña p arte del diag nósdco
psicoanalítico descansa so bre las imágenes del su eñ o re m e m o ra d o
sob re el famoso diván del d o cto r F reu d y de sus ém ulos.1 Se puede
igualm ente observar, co m o consolidando esta m isma órbita actual de

2. Véase A. Malraux, Les Voix du Silence, París, Gallimard, 1 9 5 1, cap. 1.


3. Véase J.-J. Wunenburger, Sigmund Freud, une vie, une époque, une œuvre, Bailand,
1985.
El retomo del urito (I ¡160-2100) 19

rehabilitación de la imagen, la m anera en la cual la crítica literaria y


artística basculó desde uria crítica preocupada ante todo p o r las expli
caciones “ históricas” extrínsecas a la obra - c o m o la de H ip p o ly te Tai-
ne o más aún la de Gustave L a n s o n - 4 hacia u n acercam iento más
intrínseco de la obra que se d en om in ó, hacia los 50, la “ nueva críti
ca”. Esta últim a se volcó en prim er lugar sobre la temática de las
obras, y el tem a - l o v e r e m o s - apenas está alejado del “ m ite m a ”. E sto
tam bién ha desatado, incluso en nuestros guetos universitarios, todo
un interés p o r la imagen, el sím bolo y, p o r supuesto, su articulación
recíproca, q u e se denom ina mito. C o n estas psicologías y estas críti
cas “en p ro fu n d id a d ”, es decir no re du ciend o el todo de una obra a la
unidim ensionalidad - ¡ c o m o dirá H e r b e r t M a rc u se !-' de la explica
ción histórica, han convergido las curiosidades p o r las imágenes “lle
gadas de otra p a r te ”. ¡Siempre acompaña un cierto “exotismo” al vuelo
de las im ágenes lejos de la percepción autóctona! H o y en París p u lu
lan las sectas exóticas: budistas de M o n tp a rn a sse o sufi's de M én il-
m on tant. ¡N o d u d o de que haya seguidores de Krishna en Alfama y
alreded or de Rossio! Quisiera hacer especialm ente una alusión a esta
secta v erd aderam ente nueva que constituye la N ew Age, cuya gran
sacerdotisa es la periodista M arilyn F e r g u s o n / ’ La N ew Age es un
patchwork caricaturesco de lo que voy a decir aquí de nuestra m o d e r
nidad. N o tiene ningún valor heurístico, p ero es un buen ejem plo de
la construcción desesperada de un “o tro lad o ”, que para los new agers
es un “p r o n t o ”: ¡joaquinismo que no está m uerto!, contra las angus
tias segregadas p o r el hic et mine de nuestro m odernism o. M u estra,
una vez más, el irreprim ible p o d er de los fantasmas cuya función es
trascender siem pre la conciencia de la nada y de la m uerte. M ás ade
lante verem os cóm o, con más seriedad, nuestra episteme se to rn ó - e
incluso r e t o r n ó - hacia “tristes”, a veces, o paradisíacos, m uy a m e n u
do, trópicos.7
F in a lm e n te la política, la vida cívica, no han estado al ab rigo del
m a re m o to m ito lóg ico de las liturgias reforzadas p o r el p o d e r m e

4. Véase H. Taine, L ’Intelligence, París, 1870; Philosophie de l ’art, París, 1865-1869; G.


Lanson, Manuel bibliographique de la littérature française, París, Hachette, 1909, 4 vol.
5. Véase H . Marcuse, L'liomme unidimertsionnel, Paris, Minuit, 1968.
6. Véase M. Ferguson, Les Enfants du Verseau, Paris, 1981.
7. Véase Cl. Lévi-Strauss, Tristes Tropiques, Paris, Pion, 19S5.
20 In t r o d u c c ió n λ i. \ m i i o d o l o g ía . M it o s v s o c ie d a d e s

diático. EI siglo XX, el siglo de F re u d , es tam b ién el de G e o rg e s


Sorel y el de Alfred Rosenberg.*1 L o s d irig e n te s p u ritan os, in q u ie
tos, n o p u d i e r o n c o n te n e r las presiones del im ag in ario p o lítico ni la
nueva te o g o n ia del “c u lto a la p e rs o n a lid a d ”. A lre d e d o r de un p er
son aje o de u n a ideología política se cristalizan v erd aderas “re lig io
nes s e c u la re s ” - p a r a re to m a r el título de la tesis de J e a n -P ie rre Si-
r o n n e a u - 9 de las cuales mi g eneració n p u d o ver desde m uy cerca su
eficacia a te rrad o ra...
D ic h o de o t r o m odo, todos esos indicios de una alta presión im a
ginaria y sim bólica en la cual “vivimos y nos m o v em o s” son el sín d ro
m e de u na p ro fu n d a revolución, de un gigantesco resurgim iento de
lo que n u estras p e d a g o g ía s -y las episteme re s u ltan te s- habían cuida
do sam en te , d u ra n te siglos y siglos, rechazado o, p o r lo m enos, m in i
m izado. E n lo que voy a precisar habrá, entonces, dos partes.
U n a , bastan te breve, do n d e resum iré lo que ya he desarrollado en
o tro lugar relativo al m ovim iento p ro fu n d o de iconoclasia y desm ito-
logización del p ensam iento occidental. La otra en don de voy a tratar
de revelar cuáles son las diferentes motivaciones (ya no m e atrevo
más a em p le a r la noción de “causa”, p o rq u e p rim era m en te soy soció
logo y sé con G . G u rv itc h 10 que no hay “factor d o m in a n te ” y p orqu e
adem ás toda la epistem ología actual disuelve esta noción en d e t e r n i
nismos “acausales”),11 las motivaciones, pues, de este resurgim iento
actual de lo im aginario en general y del m ito en particular.
D e esta m anera, toda una larga tradición pedagógica - y p o r consi
guiente científica y técn ic a- se quiso, co m o lo he escrito en mi pe
q u e ñ o libro La imaginación simbólica, 12 v erdad eram ente iconoclasta.
N o significa q ue O ccid ente - q u e ciertam ente conoció una querella
histórica de los iconoclasmas en su protohistoria b izan tin a- p ro h i
biera las im ágenes com o lo hace el islam, p o r ejemplo. Este último

8. Vcase G. Sorel, Réflexions sur lu violence, París, Al. Rivière, 1947; A. Rosenberg,
Der Mythus dns XX Juhrb anders, Hohernecben, 1937.
9. Véase J.-P. Sironncau, Sécularisation et religions politiques, La Haya, M outon, 1982.
10. Véase G. Gurvitcb, La Vocation actuelle de la sociologie, Parts, Presses Universitai
res de France, 1963, 2 vol.
11. Véase M. Cazenave (dir.), La Spicbronicité, l ’âme et la science, Préface G. Durand,
Paris, Albin M ichel, 3“ ed., 1995.
12. G. Durand, L'Imagination symbolique, Paris, rééd. Presses Universitaires de Fran
ce, 1964.
El retama tld mito (IH60-2100) 21

proscribe la figuración de la imagen de Alá y del P rofeta, y rechaza


representar al h o m b re, refugiando su creatividad artística en caligra
fías abstractas, m ientras que O c cid en te parece h aber m ultiplicado las
figuraciones plenas de im ágenes con una intención iconoclasta total
m en te diferente. M i m aestro y am igo ei gran islam ólogo H e n r y C o r
bin m o stró bien que esta censura de la im agen visual en el islam c o n
llevaba a la par una interiorización intensa del im aginario literario y
visionario. C o rb in escribió al respecto un libro que es to do un p ro
grama: La imaginación creadora en el sufismo de Ibii’A ra b í. 1!
E n tre nosotros, en la “cristiandad”, sucede exactam ente lo inver
so: se autoriza la proyección desenfrenada de im ágenes visuales pero
m arginalm ente, en los patios de recreo - p o r así d e c ir lo - de nuestras
pedagogías y de nuestras epistemologías. Al respecto siem pre cito el
ejem plo de la ley francesa sobre construcciones públicas que reserva
un presupuesto a la orn am e n tació n de los m o n u m en to s... ¡pero un
presupuesto del “u n o p o r c ie n to ” del presupuesto total de la cons
trucción! Es que en O c cid en te ha habido una separación progresiva
de los “poderes de la im a g e n ” y los po deres efectivos, iconoclastas,
tecnológicos, científicos o políticos. T od o el arte de la controversia,
en O ccidente, consiste en arrojar al adversario a las tinieblas exterio
res de la “ fantasía”, del fantasma, de lo irracional, de lo irreal. C ie rta
m ente, las im ágenes están autorizadas, se expanden sin control, pero
co m o la C enicienta de n uestros cuentos de hadas. D e un lado, la im a
gen reducida a un juego estético, a un “o rn a m e n to ” de u n o p o r ciento
de valor; del o tro , p o r el contrario, el saber rentable, serio, ei de la
percepción y del concepto, aquel tan querido, tan apreciado, del “p e n
s am iento sin im ágenes”, según el célebre program a de la Denkpsycho-
logie}A Es esta separación de poderes la q u e hem os vivido hasta aquí.
Y si retrazam os las etapas de esta m inim ización axiológica de la ima
gen, nos dam os cuenta de que se rem on ta a nuestra antigüedad espi
ritual, la de Aristóteles, derivada ella misma de la de P latón y de Só
crates. Se ha encerrado a la imagen d e n tro del do m in io inferior del
sueño y de la fantasía; un au to r del siglo XV1I1, el cartesiano N icholas
de M alebranche, la pudo d en o m in ar sin parpadear “la loca de la casa”.

13. Véase H. Corbin, L'Imagination créatrice dam le soufisme d'llm ’A mid, Paris, Flam
marion, 1958.
14. Véase Λ. Burloud, La Pensée d ’après les recherches expérimentales de H.J. Watt, Mes
ser et Buhler, París, AJcan, 1927.
22 In t r o d u c c ió n a l a m it o d o l o g ía . M it o s y s o c ie d a d e s

D e n o m in a c ió n que Voltaire retom a con avidez en su Diccionario filo


sófico... P o r el con trario, O ccidente privilegió las dos fuentes aristoté
licas de su saber: la experiencia (la em piria) perceptiva, luego el c o n
cepto y su lógica, p rim e ra m e n te silogística, más tarde matem ática.
N o sé exactam ente c uándo d esem bocó esta querella realm ente en
divorcio. E n 1979, nos reu nim os en C ó rd o b a (científicos de alto ni
vel y m enos científicos, ¡de alto nivel igualmente!), en una suerte de
peregrinaje expiatorio, ya que H e n r y C o rb in - q u e acababa de ab a n
d o n a r este m u n d o - hacía re m o n ta r ese divorcio trágico a la partida
definitiva de I b n ’Arabí de C ó rd o b a hacia el O rie n te tanto geográfico
c o m o espiritual, en ocasión de los funerales de su m aestro Averroes,
el tra d u c to r y re su rrec to r en E u ro pa del corpus aristotélico. A partir
de en to n ce s el M e d ite rrá n e o marca una ru p tu ra en tre la “im agina
ción visionaria” del sufismo de I b n ’Arabî y más hacia el este del shiís-
mo, po r un lado y, po r el otro , en E uropa, el adv en im iento del pensa
m ie n to p ra g m á tic o descansa sobre la percepción y el concepto. P e r
cepción y co n c e p to que no autorizan c o m o im aginario más que los
calcos “realistas” -la famosa m im esis- o los diseños formalistas. N o se
deja lugar algu no a la “im aginación c re a d o ra ”, al im aginario poético.
Q uizá de allí data la catástrofe que separó a O r ie n te y a O c cid en te del
p ensa m ie n to, el pensa m ie n to visionario y el p en sa m ie n to racional,
desde G u ille rm o d ’Auvergne hasta D escartes pasando p o r Santo T o
más de A q u in o .15 L o im aginario queda reducido para n osotros cada
vez más a la insignificancia ornam ental, estética, y, en vísperas del
siglo rom án tico , el divorcio se consum a. L os poetas, “hijos de ese
siglo”, q u ed a ro n m uy sensibles o po nien do , con desesperanza altiva,
p or un lado al “ filisteo” (¡antigua reminiscencia bíblica de los e n e m i
gos del P u eb lo elegido!), el burgués inm ortalizado y ridiculizado por
el g ra b ad o r H o n o r é de D aum ier, el que nada en abundancia o el “in
dustrial”, y p o r el o tro lado el poeta soñador, el irrisorio “príncipe de
las n u b es”, el P ie rro t lunar, mago y profeta in com prendido... Así te
nem o s este re p arto de los poderes -constitutivo de una “tópica”, com o
lo d irem o s d e s p u é s - que se va am pliando en el transcurso de un siglo
de triunfal revolución industrial y técnica.
Si pasé m u y rápid am ente por esta lenta form ación del “m ito del
O c c id e n te ”, que sólo venera la “positividad” de los objetos, de los
razonam ientos, de las m áquinas y de los hechos históricos, es p orque

15. Véase H. Corbin, En hlmn iranien, París, Gallimard, 1972, 4 vol.


El retomo del im to (¡ 8 6 0 -2 100) 23

lo he hecho con más a m plitud en o t r o lado, en ese p e q u e ñ o libro que


cité. P ero el siglo XIX, si m arca el paroxism o del positivismo y de sus
dogm as progresista y racionalista, abunda, si no en una “inversión ”
de valores, al m enos en un retroceso. P u esto que, en ese siglo que
cubre paradójicam ente tanto la revolución industrial, el triunfalism o
técnico, su p rag m atism o p o r un lado, y p o r o tro el en sueñ o r o m á n ti
co que encarnan los más grandes poetas, músicos o pintores, se efec
túa a partir de cierto m o m e n to una especie de mezcla, una especie de
m ezcolanza en tre estas dos corrien tes n o o bstante tan enemigas. Esta
mezcla es la obra de los grandes filósofos sociales de la época: para
Saint-S im on, para sus discípulos B arthélém y E nfantin o F e rn a n d de
Lesseps -e l fa m o s o .c o n s tru c to r del canal de S uez-, para C h arles
F ourier, para Auguste C o m te , el padre del positivismo y de su p e q u e
ña h erm ana la sociología, lo “social” se convierte de alguna m anera
en el refugio, serio, no confesado, disfrazado de “física” o “ fisiología”
sociales, de lo im aginario y del sueño utó p ico .1'"' S aint-S im on, C o m te ,
tienen una filosofía progresista de la historia y para ellos lo “im ag ina
rio ” es sin duda em pujado de m anera manifiesta hacia los lim bos p re
históricos, hacia “e stados” - “teo ló gico” luego “m etafísico”- o scuran
tistas y medievales. El estado positivista, el últim o, el actual, será el
estado de la felicidad h u m an a perm itid o p or el progreso de las cien
cias y de las técnicas.
¡Pero quién n o ve que ese “positivism o” se instaura a la m an era de
un m ito - q u e todos los resultados... positivos de la historia d esm ien
te n -, y de un m ito progresista que se posa paradójicam ente co m o
destruc to r del mito! C o m te , co m o Saint-S im on antes que él en La
religión industrial, quiere sup erar y destruir el oscurantism o del m ito,
p ero p o r m edio de o tro m ito, de otra teología que n o es nueva, cuyos
inventores son el abad calabrés del siglo ΧΠ1 Jo aqu ín del F io re y, se
gún el bello estudio del p adre Flenri de L u b a c ,1, toda su nu m erosa
“posteridad ”... La herencia joaquinista es e n o rm e y continua: se b e
nefician de ella Jacques-B enigne Bossuet y G iam battista Vico, C o n -
dorcet, G e o rg W ilh elm H e g el, Auguste C o m te y Karl Marx.... P o r lo
tanto, existe en efecto un “ retro ceso ” causal p orque, para c o m b atir el

16. Véase P. Tacussel, L'Attraction sociale, la dynamique de l'imaginaire dam la société


rnonocéphale, Paris, Méridiens, 1984.
17. Véase H . de Lubac, La Postérité spirituelle de Joachin de Flore, Lethielleux, 1979-
1980,2 vol.
24 In i r o i k 'c c i o n ' a l a m it o d o l o g ía . M it o s v s o c ie d a d e s

o scu ra n tis m o de la edad del m ito y de las imágenes “teológicas”, se


acentúa una m itología progresista en do nde triunfa el m ito de P r o
m e t e o 11*y so b re to d o en d o n d e se entrevén los “m añanas que c a n ta n ”
del reino final del Espíritu Santo. N a d a ilustra m ejor esta colusión
secreta en tre el m ito joaquinista y la ideología del progreso que el
proy ecto de ley presen tado el 27 de septiem bre de 1848 en la C ám ara
de D ip u ta d o s en Francia p o r P ierre Leroux -e l am igo v confidente
de G e o rg e S a n d -, re co n o cien d o en la Santísima T rinidad, historiza-
da p o r el abad del Fiore, “ la simple figura del ineluctable y del total
m e n te natural P ro g re so de la H u m a n id a d ...”. La laicización de lo teo
lógico, lejos de debilitar el m ito, n o hace, absorbiéndolo en la m o d e r
nidad positivista, más que reforzarlo, al transfundirle de alguna m a
nera la sangre nueva del m o dern ism o.
Sin duda, n o se nos ha ac ostu m b rado a leer ese siglo XIX de la
industria a través de un contexto tal de remitologización. N u e stras
pedagogías se esforzaron p o r ver, en ese siglo de la m áquina de vapor,
al h e re d e ro glorioso de las Luces. ¡De ningún m o d o son los doctos
teóricos de las ciencias sociales del siglo XIX los que in te n ta ro n des
m itificar n u estro quietism o progresista! Y sin em bargo... sin e m b ar
go S aint-S im on, C o m te sob re todo, quieren fundar, y fundan (en Río
de J a n e iro existe todavía una institución así), una religión n uev a19 con
su liturgia, su calendario e ¡incluso su santoral! Y sin em bargo... ¿sa
bem os po r qué Karl M arx se dejó crecer una barba tan linda, la barba
más linda de la historia m oderna? S im plem ente p o r su adm iración
hacia u n busto helenístico de Jú p ite r (cuyo m olde siem pre guardó en
Londres, en la antesala de su escritorio), soñándose él m ism o co m o el
fu n d a d o r olím pico de los tiem pos m odernos. Efectivam ente, la teo
gonia es el p rim e r m odelo de un cierto progresismo: después de la
edad de los T itan es, después del rein o de Kronos, de p ro n to irrum pe
la edad de las Luces olímpicas, la edad del ord e n jupiteriano... Es
exactam ente a ese Zeus de O lim pia al que Karl M arx quiso cons
cien tem ente, m u y conscientem ente, parecerse...
Pues, ya, q u é clima extraño el del siglo XIX, en d o n d e el p r o g r e

18. Véase R. Trousson, Le Tbbne de Prmnéthée dans ln litrérntme européenne, París,


Dm /., 1964.
19. Véase A. C om te, Cours de Philosophic positive, París, 1908, 2 vol. Acerca de esas
“desviaciones” actuales del siglo XLX, véanse los recientes trabajos de Alain Pessin y
de Patrick Tacussel.
El reiorno del mito ( IS60-2100) 25

sism o m arc h a so b re su im p u lso tecn o ló g ico triu n fa n te hasta n u e s


tra propia época, p e ro d o n d e ya c o n s tru c to r e s de ideologías to ta l
m e n te m íticas (en el se n tid o m uy p eyo rativo c o m o lo e n te n d ía n los
positivismos, es decir, n o verificadas, utópicas, fantasmáticas...) ase
dian la asepsia racionalista. Ya la “h is to ria ” y so b re to d o las p ro y e c
ciones futuras de la historia están m u y cerca del “r e la ta r” novelesco
de H o n o r é de Balzac y luego de E m ile Zola... La Fenomenología del
espíritu de H e g e l ,2" en d o n d e se ve en grandiosas perspectivas al E s
píritu revelarse p o c o a poco a sí m ism o, es p o r lo m enos una e p o p e
ya, c o m o lo es el m aterialism o histórico de M arx: la historia se d e
tiene aqu í en la o rga niz ació n del E stad o p rusiano; allá, en la socie
dad sin clases. S abem os c ó m o la historia m ism a desm itificó bajo
nu estro s ojos a esos h erm oso s fantasmas. T en e m o s en ton ces el ejem
plo de una em erg encia m uy explícita del m ito en el s eno de una
ideología q u e se cree desm itificante. Y esa observación nos p e rm ite
e n tra r en la p a rte esencial de mi desarrollo. E s decir, la exposición
de los m otivos que c reo q ue gen e ran el re s u rg im ie n to delib erad o
del m ito en el siglo XX.
Existe una m otivación que se encuentra en la raíz de to d o cambio:
es la saturación. “ U n o se cansa de ser platónico, y eso es lo que signi
fica A ristóteles”, decía el filósofo francés Alain. N u e s tr o c o n te m p o
ráneo el sociólogo ru so-am ericano Pitirim Sorokin subrayó m uy bien
ese fen ó m e n o d urante el pasaje de las civilizaciones de una etapa ima
ginaria a la o tra .-1 Para este sociólogo es así com o, p o r una suerte de
anemia de los grandes tem as inspiradores, basculamos desde u n o de
los tres “estados” que él discierne hacia otro, ab and on am o s una “vi
sión del m u n d o ” p o r otra. P o r ejemplo, desde el fin del siglo XVIII a la
m itad del XIX la herencia de las Luces, el shock de la Revolución F ra n
cesa, pusieron en prim er plano, en todos los autores, desde J o sep h de
M aistre a Karl M arx - c o m o R aym ond T rousson bien lo m o s tró -, el
recurso del m ito de P ro m eteo , el T itá n blasfemo, rebelde, que roba
el fuego divino para ofrecérselo a la hum anidad. C o ntestatario , la
d ró n del secreto de la potencia divina, benefactor de los ho m b res
injustamente castigado, tales son los m itemas que construyen esta gran

20. Véase G.VV.F. H egel, Phänomenologie des Geistes, 1807, en Sämtliche IVerlte, Stutt
gart, 1827, 20 vol.
21. Véase P. Sorokin, Social and Cultural Dynamics, Boston, Poter Sargent, 1957,
4 vol.
26 In t r o d u c c ió n a l a .m i t o d o l o g í a .M it o s y s o c ie d a d e s

im ag en que llegará a conform ar, p o r supuesto, la biografía mítica de


N a p o le ó n , c o m o Jean T ulard bien lo estu d ió .”
P o c o a p o co este m ito está com o m inado, desgastado, p o r los “des
tellos” - v e r e m o s más tarde el sentido técnico de este c o n c e p t o - del
n o c t u r n o rom án tico. E n la últim a m itad del siglo, frente a los d ese n
c a n ta m ie n to s técnicos, frente a los “efectos perversos” co m o la pro -
letarización galopante - p e n s e m o s en la Inglaterra de C h arles D ic
kens y de K arl M arx...-, frente a ese m alestar p rom ete ic o que llega
rán a escan dir las guerras napoleónicas prim ero, luego las guerras
coloniales, m ás tarde la destrucción sangrienta de 1870 y el fracaso de
la C o m u n a , p oco a p oco se infiltran las mitologías desengañadas de
aquellos que, finalm ente, se llam arán a sí mismos los “d ecad en tes”.2'
D e n o m in a c ió n rabiosa, no para con statar el declive de una civiliza
ción m aterial en su apogeo, sino para desolidarizarse de los efectos
perversos de un triunfalism o industrial, progresista, positivista inso
lente. N o s llam am os “d ec aden tes” hacia los 70-80, ¡un p oco co m o
a c tu a lm e n te nos llam am os “ p o s m o d e rn o s”!
Es a fines de ese siglo c uando aparecen tam bién los grand es rem i-
tologizadores. U n o de ellos, T h o m a s M an n , el célebre novelista ale
m án q ue va a erigir co ntra el m ito nazi de un R o sem b erg el m ito de
J o sé en la tetralogía de J W y m s hermanos?* vio bien con co n o c im ien
to de causa que, en este d o m in o recup erado del m ito, R ichard W a g
n e r y E m ile Z ola m archaban al m ism o paso.2’ ¡S orprendente consta
tación, en prim era instancia, y que trastorna nuestros clichés p e d a g ó
gicos habituales! Ahora bien, tan to el padre del drama lírico co m o el
p adre de la novela naturalista restauraron de m anera m uy consciente
-explícita para W agner, más oculta para Z o l a - la utilización del m ito
c o m o e stru c tu ra profu nda, co m o asiento com prehen sivo , de toda
narración dramática o novelesca. A estos tres grandes nom bres -M a n n ,
Z ola v W a g n e r - hay que agregar p o r supuesto el de Freud cuyos tra
bajos, d u ra n te más de cincuenta años, van a dar el color principal al
río de las resurgencias de lo im aginario y de los sím bolos.2'1A gregue-

22. Véase J. Tulard, Le Mythe de Napoléon, París, Armand Colin, 1971.


23. Véase J. Pierrot, L'Imaginaire décadent, Paris, 1977.
24. Véase T h. Mann, Joseph and seine Biiider, Berlin, 1933.
25. Véase T h . Mann, Smiffi'nncc et grandeur de Richard Wagner, Paris, Fayard, 1933.
26. Véase S. Freud, Trois essays sur la théorie de la sexualité, 1905, cf. Sämtliche Werke,
Francfort, 1940-1952, 18 vol.
El retorno del inito (1860-2100) 27

mos a N ietzsc h e a ese cortejo, el más consciente de ese cam bio de


divinidades rectoras del alma de un siglo, el padre de Zaratustra,27 el
profeta vaticinador, luego el poeta J e a n -P au l, la “m u e rte de D io s ”, el
fin de un Dios anciano y desgastado p o r el abuso de sus usos, el a n u n
ciador del “gran m edio día” y del re surgim ien to de los dioses a n ti
guos, D ioniso o H e r m e s . .. E n la em ergencia de estos “nuevos” m itos
(¡“s iem pre los m ism o s”, escribirá M ichel Foucault!),2* se precipitan
m uchas confluencias: p or ejemplo, la gran co rriente de la pintura sim
bolista... N o deja de ser im p o rtan te que actu alm ente re d escu bram o s
a esos p in tores dem asiado eclipsados p o r el impresionismo: G ustave
M oreau, O d ilo n R edon, los prerrafaelistas, A rnold Böcklin, F ern a n d
Khnopff, A ubrey Beardsley, G iovanni Segantini. El m o vim iento sim
bolista es realm en te el signo de una saturación de las visiones del
m u n d o que se h an vuelto por dem ás c o n tin g en tes a causa de la ideo
logía del p rogresism o científico del que el neoim presionism o fue u n o
de los paradigm as.29
¡Pero d ecir q ue una cosa cambia p o rq u e “d u r ó b a s ta n te ” n o es
un p rincipio de explicación en verdad p ro b a to rio ! La satu ración es
una explicación fácil... P o r esta razón algu nos han refinado esta n o
ción h ac ie n d o in te rv e n ir los esquem as explicativos, en to n ce s n u e
vos, del psicoanálisis. La revuelta de los hijos contra los padres se
to rn ó el vis a tergo explicativo de las “g e n e rac io n e s literarias”.30 Sin
duda, es verdad que hay u n cierto equilib rio e n tre la sensibilidad de
los p adres y la de los hijos, c o m o bien señalaron H e n r i P eyre o G u y
M ic h a u d ,31 p e ro la d u ración de un conflicto de generac ió n es una
explicación d em asiado corta para justificar m o v im ien to s c o m o el
ro m an ticism o , el clasicismo o el d ecaden tism o, que p e rd u ra ro n lar
g a m e n te d u ra n te más de un siglo. Adem ás, p o d e m o s p re g u n ta rn o s
po r qué ciertos “ h ijos” se rebelan tod o s al m ism o tiem p o y en el
m ism o se n tid o c o n tra ciertos “p a d re s ”: ¿no existen, siem p re y en
to d o m o m e n to , en una sociedad, la m ism a cantidad de “h ijos” y la
m ism a ca ntid ad de “p ad res”? Ese “m o v im ie n to b ro w n ia n o ” d e m o

27. Véase F. N ietzsche, Ainsi parlait Zarathoustra, Paris, Gallimard, 1989.


28. Véase M. Foucault, Les Mots et les Choses, Paris, Gallimard, 1966.
29. Véase R.L. Delevoy, Journaldy sambolisme, Ginebra, Skira, 1977.
30. Véase G. M endel, La Révolte contre le père, Paris, Payot, 1972.
31. Véase G. Michaud, Introduction à une science de la littérature, Estambul, 1950; H .
PeyTe, Les Générations littéraires, Nueva York, 1947.
28 In t r o d u c c ió n λ l a .m i t o d o l o g í a . M it o s v s o c ie d a d e s

g ráfico hasta para justificar la poca eficacia de la explicación p o r las


“g e n e ra c io n e s lite raria s”.
M e parece m u ch o m ás d ete rm in a n te la segunda m otivación, s o
bre la cual n o insistiré dem asiado aquí, pues la evoqué num erosas
veces y volveré con más detalle sobre este im p o rta n te m otivo en el
p ró x im o capítulo. P o r el m o m e n to digam os que esta m otivación c o n
siste en el d e s m o ro n a m ie n to de la epistem ología clásica y en la total
subversión - G a s t o n Bachelard habla de la “filosofía del n o ”- de la
“razón clásica”.'- N o sólo el siglo XX puso en tela de juicio, a partir de
su aurora c o n M ax Planck y Albert Einstein, las bases de la física clá
sica y de la g e o m etría de Euclides sobre la cual ella se funda, sino que
ayudado p o r la “mecánica cuántica” se e n c o n tró trastornad o hasta
nu estro s días p o r los físicos de vanguardia que fueron N iels Bohr,
W e r n e r H e is e n b e rg o W olfg a n g Pauli, sin co n tar la reflexión de epis-
tem ó lo g o s c o m o E d g a r M o rin , S téph ane Lupasco, H a n n a h Arendt...
L o s cim ientos sacrosantos de la lógica y de la filosofía clásicas se e n
c o n tra ro n e n to n c e s to talm en te subvertidos. “ F orm as a priori de la
sensibilidad”, que nos había legado Kant, “categorías del e n te n d i
m ie n to ”, h erencia de K a n t y Aristóteles, n o son más lo que eran... Y
este fe n ó m e n o de subversión epistemológica se arraiga en el siglo XIX
p o r los alum n os de C harles Gauss, po r las geom etrías de Bernard
R iem an n y de N icolai Lobatchevski...3-'
Si q u e re m o s reco rd a r lo que ya he enunciado, a saber, que en la
sociedad occidental hay dos “p o d eres”: u n o fuerte -e l del racionalis
m o clásico p ro v e n ie n te de Aristóteles y que culm ina con N e w to n y
las L u c e s -, el o tro débil, irrisoriam ente débil, p orción c o n g ru en te y
“p arte m ald ita”, toleradas p o r lo imaginario, p o r sus pom pas poéticas
y p o r sus ob ras artísticas, se puede con jetu rar que si el p o d er fuerte se
d esm oron a , se resquebraja e incluso se d errum ba, el p o d e r débil se
en cuen tra o cu p a n d o autom áticam en te todo el lugar estratégico que
de este m o d o se dejó vacante p o r una especie de efecto de “vasos
c o m u n ic a n te s ” : en cuanto u n o se vacía, el o tro se llena. M e jo r aún: la
dialéctica feroz, las exclusiones axiológicas, las excomunicaciones epis

32. Véase G. Bachelard, La Philosophie Λυ non, París, Presses Universitaires de Fran


ce, 1940.
33. Sobre la epistemología contemporánea la bibliografía es enorme. Para un com
pendio, véase Gaston Bachelard, Le Nouvel Esprit scientifique, Paris, Presses Univer
sitaires de France, 1971.
El retorno del mito ( 18 6 0 -2 100) 29

temológicas, desaparecen: desde ese m o m en to , los límites e n tre la


m archa científica y el discurso poético se borran. Eso es lo que signi
ficó y co rro b o ró el m em o rab le E n c u e n tro de C ó rd o b a en 1979, en
don de po r prim era vez en siglos la física más m od ern a se sentaba en
la misma mesa del convite con los antropólogos y los p oetas.'4 Esa es
sin duda la segunda m otivación del cam bio del m ito a fines del siglo
XIX: la m itología de las Luces, que había llevado con un éxito brutal
todos los artilugios de la razón, de repente se aniquila p o r las tran s
formaciones no euclidianas, n o cartesianas, no new tonianas, de la ra
zón misma.
La tercera m otivación es la expansión de la antropología. Esta
expansión coincide con las conquistas coloniales de las naciones e u
ropeas a fines del siglo XIX. U n a curiosidad p o r lo lejano y la extrañe-
za de lo extranjero conduce p rim ero a todos los “orienta lism os” de
los rom ánticos a partir de 1830, y luego al exotismo p u ro y simple:
después de 1861, el “n ip o n is m o ”; a com ienzos del siglo XX, “el arte
n e g r o ” y el jazz... P e ro si nos qu edam os sobre el plano únicam e n te
epistémico, si no científico, de p ro nto irrum pe en nuestro pensam iento
de adulto blanco y civilizado lo que C laude Lévi-Strauss llama el “p en
sam iento salvaje”.35 Las descolonizaciones del siglo XX refuerzan los
descubrim ientos coloniales del XIX en cuanto nos p ercatam os de que
los “h o m b re s ” - ¡ y especialm ente los “salvajes” !- “siem pre han pensa
do tan b ien ”, co m o se atreve a escribirlo Lévi-Strauss. H a y que citar
aquí a toda la adm irable escuela africanista francesa, desde M arcel
G riaule hasta G e rm a in e D iéterlen, pasando po r D o m in iq u e Zahan,
Viviana P aques y Jean Servier, quien se atreve a titular u n o de sus
libros E l hombre y lo i n v i s i b l e D esde G e o rg F erd in an d F ro b e n iu s o
desde G e o rg e F razer a M ircea Eliade, a Hern*)' C o rb in o a R oger
Bastide, el h o m b re “ blanco, adulto y civilizado” se abre a fenóm enos
aberrantes: sueños, relatos visionarios, trances, posesiones, que el Si
glo de las Luces nunca se hubiera atrevido a citar con decencia. D e s
de ya se entiende que tal redescub rim iento del h o m b re “c onfluye”

34. AA.W., Science et Comcience, les deux lectures de l'Univers, C oloquio de Córdoba,
Stock, 1980.
35. L. Lévy-Bruhl, La Mentalité primitive, París, Alcan, 1925; Cl. Lévi-Strauss, La
Pensée sauvage, Paris, Pion, 1962.
36. J. Servier, L’Homme et l'invisible (1964), Paris, Rocher, 1994; l.cs Techniques de
l ’invisible, Paris, Rocher, 1994.
30 In t r o d u c c ió n λ l a m it o d o l o g ía . M r ro s v s o c ie d a d e s

con los d esc u b rim ie n to s del psicoanálisis freu d ian o y , m ejo r aún, con
la “psicología de las p ro fu nd idad es” de Carl G . Ju n g .
E stos an tro p ó lo g o s de toda clase: etnólogos, “ h isto riadores” de
las religiones, psicoanalistas, filólogos, se re e n c o n tra ro n cada año en
su mayoría en ese crisol extraordinario que fueron d u rante cincuenta
años los e n c u e n tro s de E ranos, en Ascona, en el T ic in o suizo. Yo tuve
el h o n o r de ser in trod ucido p o r H e n r y C o rb in y M ircea Eliade, en
1964, a ese cenáculo, y realm en te es allí -a l m argen, subrayém oslo, de
todas las universidades del m u n d o - ,7en don de, librem ente, los u n i
versitarios m ás em in entes crearon una ciencia antropológica nueva
cuya base descansaba sobre la facultad esencial del sapiens sapiens: a
saber, su indeform able p o d e r de simbolizar, su “im aginación sim bóli
c a ”. L o s diferentes horizo ntes de la “ciencia del h o m b r e ” al fin unifi
cada (m edicina, anatom ía, fisiología, psiquiatría, psicoanálisis, e tn o
logía, sociología, historia y especialm ente “h isto ria” de las religiones,
filología, etc.) se e n c o n tra ro n de esta m anera focalizados sobre el des
c u b rim ie n to del p o d e r de las im ágenes y de la realidad (la “real p re
sencia”, co m o G e o rg e Steiner escribiera en nu estros días) de los sím
bolos.™
Esta “n u eva” órbita antropológica en la cual estam os y “nos m o
v em o s” alcanzó de m anera significativa al viejo m arxism o m ismo, el
cual de algún m o d o se subvirtió en su interior, incluso cu an do desde
1917 parecía triu n far pesadam ente en las diversas revoluciones polí
ticas m undiales. El marxism o “o rto d o x o ”, lo sabemos, fundado triun
falm ente sobre una “inversión” de la dialéctica hegeliana en un “m a
terialismo histó rico ”, hacía prevalecer, de un m o d o m uy clásico en el
industrial siglo XIX, la infraestructura tecnológica y sus en to rn o s ins
titucionales sobre las “su p erestru ctu ras”, es decir, las ideologías más
o m enos legitimantes. Sin em bargo, en el in terio r del m ism o marxis
m o, en la tan interesante escuela de Francfort, y tam bién para el ita
liano A n to nio G ram sci, poco a poco se vio a las “superestructuras”
volver a “re m o n ta r la p e n d ie n te ”.* Ya G ram sci establecía que las su
perestructuras tenían de alguna m anera u n efecto d t feed-back y m o
dificaban la infraestructura originaria. P ero son sobre to d o los ale-

37. Véase G. Durand, “Le genie du Eliu et les heures propices”, en Eranos Jahrbuch,
Insel Verlag, 1982, vol. 51.
38. Véase G. Steiner, Recles Présences, Paris, Gallimard, 1991.
* El autor utiliza la expresión familiar francesa "du poil de la bête". [N. de la T.]
El retorno del mito (1X60-2100) η

m anes W a lte r Benjamin, E rn s t Bloch, Karl M a n n h e im (autor á t Ideo


logía y utopía) y H e r b e r t M a r e u s e !V quienes, en diferente grado, se
percataron todos -p a r a su gran estupefacción a vec es- del p o d e r de
las estructuras míticas y de las im ágenes simbólicas sobre los c o m p o r
tam ientos sociales y sobre lo que ellos llamaban “la infra e s tru c tu ra ”.
Estos descubrim ientos en el interior de la ortodoxia marxista fu eron
m uy decisivos: co n trib u y e ro n a liberalizar y hasta “to rc e r” u na d o c
trina rígidam ente dogm ática. A sim ism o veo con relativa sorpresa mis
libros traducidos “del o tro lado de la co rtin a ”, en R um ania y en P o lo
nia, ¡yo que nunca hice sacrificio, ni de cerca ni de lejos, a una te o lo
gía historicista cualquiera!40
Es que hubo, precisam ente en n u m ero sos pensadores criados y
alim entados en el h arén marxista, una doble tom a de conciencia: la
de la eficacia de las “sup erestru ctu ra s” y la de su corolario: la e m e r
gencia de “disimultaneidades” (Entgleichzigkeit), de vueltas “para atrás”,
de “c ú m u lo s” (el té rm in o es de Sorokin) del pasado en el paso hacia
adelante -¡ q u e creíam os bien aco m p a sad o !- del devenir y de la h isto
ria de los grupos sociales. Este descubrim iento - s o rp r e n d e n te , a ve
ces aterrad or para los religiosos del m aterialism o h is tó ric o - n o se
limita al marxismo. A decir verdad, G iam battista Vico en el siglo XVIII,
con la noción de ricorso, bien había notado, aunque sin eco en la sin
fonía heroica del P rogreso, que la historia a m e n u d o marcaba “vuel
tas”.41 P e ro la historia, hija prim og énita de la Revolución Francesa
tan bien cantada p o r Jules M ichelet, se había em briagado de su p r o
pia sustancia en las “filosofías de la historia”, del siglo de H e g e l, de
C o m te y de M arx. Se afirmaba entonces que había una H istoria de la
H u m an id ad , con dos H mayúsculas, sobre el m odelo que p ro p o n ía n
p ro n to las teorías evolucionistas de las especies animales. La m archa
hacia adelante, sin te m o r y sin retroceso, vislumbrada p or C o m te , se
salpimentaba de heroísm o dialéctico en los esquemas hegeliano y luego
darwiniano.
Sin em bargo, a partir del fin “d e c a d e n te ” del siglo, pen sad ores

39. Véase K. M annheim, Idéologie et Utopie, Paris, Rivière, 1959; H. Marcuse, ob.
cit., 1968.
40. Véase G. Durand, Structurile anthropologue nie mmginnndiuti, Bucarest, Univers,
1977; Wyolrrnznia sytnboliczna, Varsovia, 1986.
41. Véase G. Vico, Principes d'une science nouvelle autour de la commune tinture des natio-
n s(1725), trad.J. M ichelet, 1835.
32 In t r o d u c c ió n λ l a m it o d o l o g ía . M it o s v s o c ie d a d e s

c o m o G o b in e a u o el R ichard W a g n e r de la G ötterdäm m erung y, a


c o m ie n z o s del siglo XX, G e o rg e s Sorel y Oswald S pengler,4- ya h a
bían v islu m b rad o que lo que n o so tro s llam am os “la historia” n o sólo
n o m arch aba hacia adelante de una sola zancada, sino que estaba
sujeta a vueltas, decadencias, y que “ las civilizaciones eran m o rta le s ”
(Paul Valéry) o, más aún, que lo qu e creíam os objetividad positiva e
in d u b ita b le del relato histórico no era más que m itologizaciones par
tidarias y subjetivas. La som bra q ue conlleva la p ropagan da se p ro
yectaba sobre la ingenua objetividad positivista. Tan bien que se lle
gó a e m itir una “duda sobre la h isto ria”, co m o lo escriben dos his
to riad o re s c o n te m p o rá n e o s , G u y B ourdé y H e rv é M a rtin , que se
p o n e n a hacer “ la historia de la h isto ria”, c o m o lo hacen tam b ién
C l .- G . D u b o is o J. Schlobach. ¡Mal signo cuando un m édico se in t e
rrog a sobre enferm edades de las cuales su medicina está grávida! Hay,
sin em b a rg o , una corrien te p ro fu n d a con R .G. C o lling w o od a p a rtir
de 1946, co n el “p re s e n tis m o ” de H e n r i I. M a r ro u , el “recepcionis-
m o ” d e C. Beckee y de H a n s - R o b e r t Jauss, el “relativism o” m itig ado
de R aym ond A ron ,4' el escepticismo absoluto de Paul Veyne44 al cons
tatar q ue no se puede p ro p o n e r n ing u n a diferenciación objetiva e n
tre la novela y la historia...
P e r o sobre to do es la obra de largo aliento de G eo rg es D um ézil,
h e re d e ro de los com paratistas A nto ine M eillet y J. Vendryes, la que
a p o r tó las pruebas decisivas de la reducción del relato histórico al
m o d elo m ítico.45 Todos aquellos de entre nosotros que poseen una
cultura clásica recuerdan h ab e r leído co m o palabra de Evangelio -¡es
decir, de h is to riad o r!- el relato de la fundación de R om a según el
“ h isto riad o r” T i t o Livio. ¡E ncan tam iento de nuestras adolescencias
acunadas p o r las certezas positivistas! Estaban el rey R óm ulo, H o r a
tius Cocles, M u cius Scaevola, Tarpeia... Sin em bargo, es D um ézil sin
duda - e r u d i to de una e n o rm e inform ación c u ltu ra l- quien com en zó
a e n c o n tra r un cierto parecido y una semejanza filológica esencial
en tre los térm inos y los roles que denotaban la historia ro m ana pri-

42. Véase A. de Gobineau, Essai sur l'inégalité des races, 1880; O. .Spengler, Le Déclin
du l'Occident (1916-1920), Paris, Gallimard, 1948.
43. Véase G. Bourde y H. Martin, Les Ecoles historiques, Paris, Seuil, 1983; C l.-G .
Dubois, La Conception de ¡’histoire en France nu Xlle. siècle, París, N izet, 1977.
44. Véase P. Veyne, Comment on écrit l'histoire, Paris, Seuil, 1971.
45. Véase G. Dumézil, Jupiter, Mars, Quirinus, Paris, Gallimard, 1941-1948, 1. 1, U, III.
El retomo del inito (I S60-2100) 33

mitiva, y los roles, los térm inos, las situaciones que conn o tab a n los
mitos in d o eu ro p e o s desde Escandinavia hasta la India actual. Señaló
m inu ciosam ente que eran los mismos m itos fundadores, con sus r o
les, sus situaciones, sus atributos y sus d en o m inacion es filológicas,
los que se e n c o n trab an en los germ anos, los escandinavos, los celtas,
los in d o eu ro p e o s de Asia central, los caucásicos, los indios de la India
y en... ¡Tito Livio! D ich o de o tro m o do, lo que alguna vez se ense ña
ba co m o historia de R om a n o era más que el m uy arcaico e in m e m o
rable relato de u n m ito indoeuropeo. P ienso -¡ y la Academia F ra n c e
sa, ante la insistencia de Lévi-Strauss, finalm ente acaba de h o n ra r
tard íam ente a D u m é z il! - que la en o rm e labor de este erudito francés
relativiza y pone en duda los dom inios, hasta aquí patentados “positi
vos”, de la historia en beneficio de lo que se puede llam ar las p ro f u n
didades míticas de to d o relato hu m an o. C o m o lo vio pro fu ndam en te
T h o m a s M a n n ,46 lo que “son dea” la sed de com p ren sión del h o m b re a
través de la unidim ensionalidad del relato histórico es lo “insondable”
del sentido, lo que hace de u n acontecim iento u n advenim iento sim
bólico (kérygf/ta). E so era rehabilitar al m ito de m o d o brillante contra
las usurpaciones descaradas de la historia. Esta brecha en la fortaleza
historicista fue am pliam ente ensanchada, sea en los trabajos recientes
de Pierre Solié y de Philippe W a lte r sobre los mitos cristianos, en los
de André Reszler sobre los mitos políticos modernos47 o los de mi amigo
Sironneau sobre las religiones políticas contem poráneas.
¿Q ué hay para decir? Sólo que en u n a historia m od ern a que ca m i
na a paso más o m enos cadencioso hacia el progreso y el porvenir
radiante de la h um anidad, nos dam os cuenta de que los dados histó ri
cos están más o m enos cargados. Algo se podía conjeturar, después de
que E rn s t Bloch descubriera con espanto que la m archa de su siglo
-¡el nuestro, el X X !- no ascendía hacia porvenires radiantes, sino que
de re p en te se fisuraba, retrocedía, se detenía bajo la ofensiva de la
disimultaneidad nazi... Y es allí en d o n d e se debe m editar sobre las
“facilidades” del éxito del nazism o en E uropa, ¡así co m o J o s e p h de

46. “Profundo es el pozo del pasado. ¿No deberíamos decir que es insondable?”, es la
frase inicial del “Preludio” de Joseph et ses frères: “Las historias de Jacob”.
47. Véase R. Girardet, Mythes et mythologies politiques, París, Seuil, 1986; A. Reszler,
Les Mythes politiques modernes, Paris, Presses Universitaires de France, 1981 ; Ph. Walter,
La Mythologie chrétienne, Paris, Entente, 1992; P. Solié, Le Sacrifice, Paris, Albin M i
chel, 1988.
H In t r o d u c c ió n λ ι .λ m i t o d o i .o g í a . M it o s y s o c ie d a d k s

M a is tre m editab a sobre las “facilidades” de la Revolución Francesa!


¿ C ó m o u n o de los pueblos más “civilizados” de E uropa, la cuna de
una p arte inm ensa de la cultura euro pea, a quien se le debe G o e th e ,
Schiller, Bach, Beethoven, Einstein, W eber, Cassirer, H ölderlin, có m o
ese p u eb lo que G e rm ain e de Staël4* p rop onía co m o m o delo y oponía
a la barb arie napoleónica, c ó m o ese pueblo se precipitó en los brazos
de un re m ito lo g izad o r de opereta, o más bien de tragicomedia, y a d
hirió hasta el crim en al sistema tan simplista del M ito d e l siglo X X de
Alfred R o senb erg ? Es que el nazism o, c o m o la Revolución Francesa,
prov eyó a u n pueblo, con ingenuidad y brutalidad, de un co njunto de
ritos y m itos, una prótesis de lo religioso, del cual el alemán del K ul
tu r k a m p f c o m o el francés de las Luces se hallaban privados; W o tan
- c o m o lo denuncia J u n g a partir de 193ó—49 era dem asiado rechazado
p o r las Iglesias reform adas y el E stado prusiano co m o para no ad qu i
rir una fuerza aterradora en las p rofund idades del inconsciente ger
m ánico. Así de “fácil” fue la irresistible ofensiva, en Francia, del m ito
revolucionario, de su corolario el T error, y de su prolongación n a p o
leónica. J e a n T ulard ha escrito dos libros sobre la rápida em ergencia
del m ito de N a p o le ó n .5" Éxito fulm inante, adhesión cuasirreligiosa a
ese p e q u e ñ o oficial corso que se p rop on ía co m o el resurrecto r de un
S an to Im p e r io revisto y c o rreg id o p o r las Luces. N o hay que olvidar
que B o n ap arte fue tal catalizador del m ito que desde su desaparición
se p u d o escribir un libro, Como que Napoleón minea existió, reab sor
b ien d o la personalidad histórica del famoso general en un m ito solar:
nacido en un a isla al este, m u e rto en una isla oceánica al oeste, escol
tado p o r doce mariscales... Asimismo, en P ortugal, toda una parte
esencial de la historia ¿no está fundada sobre el resurg im iento del
m ito gibelino - e incluso del m ito augusteo ¡si le creem os a Joël T h o
m a s !-51 sobre ese m ito del r e to r n o del em p e ra d o r “o c u lto ” quien, a
pesar del testim onio de sus restos que descansan en el co nvento de
J e r ó n im o cedidos por la g enerosidad de un califa, sigue siendo “espe
ra d o ” casi cu atro siglos después del desastre de Alkacer Kébir? A ori-

48. Véase G. de Staël, De l ’A llemagne, Charpentier, 1810.


49. Véase C .G . Jung, Aspects dit draine contemporain, Buchet-Chastel, 1951; M . Elia
de, Mythes, rêves et mystères, Paris, Gallimard, 1957.
50. Véase J. Tulard, ob. cit.
51. Véase J. Thomas, Stmcttires de l'Imaginaire dans l'Enéide, Paris, Belles Lettres,
1981.
El retomo del inito (1860-2100)

lias del Tajo, la restauración de los Braganza, el advenim ien to de la


República, el advenim iento de A n tonio de Oliveira Salazar, la eflo
rescencia de la Revolución de los Claveles, ¿no Rieron recibidos a su
tu rno p o r unos y p o r otros co m o el mensaje del rey oculto, del rey
heredero de la famosa profecía de Ulrico?
T an to es así que las s orprend entes “facilidades” de la historia, en
una suerte de evem erism o “al revés”, n o se deben más que a la p e re n
nidad “coriácea” - s e g ú n la expresión de R o g e r B astid e- de un m ito
fundador del g ru p o social.
¿P or qué reaparece el mito, traído se en tien d e p o r m edios audio
visuales tecnológicos hasta ahora nunca alcanzados, pero reaparece
de m anera sorpresiva, salvaje, imprevisible, en el corazón de la q uie
tud triunfalista del cientificismo vencedor? N o m ás de lo que se p u
diera inducir o ded ucir la ofensiva del nazismo en el corazón de la
República de W eim ar, o el regicidio y el T e rro r del idilio m onárquico
de 1789. Hay, p o r lo tanto, en el seno de la narració n histórica unidi
mensional precipitados míticos - l o que A braham M o les llama “explo
siones” míticas, de las que hablarem os más t a r d e - que son al m ism o
tiem po precipitaciones históricas. Ahí están realm en te las famosas
“aceleraciones de la historia”, pero que no son propias de nuestra
m odernidad. Aceleraciones sin duda, pero tam b ién brutales bifurca
ciones. L o que E r n s t Bloch, con los lam entos de un progresism o des
m entido, llamaba “disim ultaneidades”.
S obrevienen tales fenóm enos de “aceleración”, de “precipitados”
o de “coagulación” míticos en cuanto, en una civilización dada, las
instituciones no han seguido el lento m o vim iento de las visiones del
m undo. Y bien parece que, en el fin del siglo XX, las naciones h u b ie
ran llegado a ese m o m en to . E n una época, precisam ente, en donde
los mitos com enzaban a volver a los horizo ntes de la sensibilidad y
del p ensam iento occidental, en una época en la que W agner, Zola,
N ietzsch e, F reud, inyectaban con su arte a un O c cid en te estrecha
m en te racionalista los gérm enes de fascinantes m itologías, los g ra n
des magisterios del O ccid ente -Iglesias y E s t a d o - le pusieron mala
cara a la remitologización.
E n un principio las Iglesias, fieles a una tradición que se exacerbó
sobre to d o después del fin de una cristiandad todavía portadora de
mitologías, erradicaron todo rastro de recursos a las m itologías p re
cristianas o incluso sim plem ente medievales. La política de desm ito-
logización se aceleró a partir del siglo XVIII, infectada p o r josefism oy
febronianismo... E n el siglo XIX, del C o n c o rd a to se pasó al C o n co r-
36 In t r o d u c c ió n a l a m it o d o l o g ía .M it o s y s o c ie d a d e s

dismo. U n a m u ltitu d de teólogos, desde el abad M o ig n o hasta Teil


h ard de C h a rd in pasando p o r Alfred Loisy o Bullm an, se esforzó por
calcar las verdades de la fe sobre las diferentes -¡ flu c tu a n te s !- verda
des científicas, pero sobre todo sobre la fascinante y pretendida “ciencia
histórica”, tan legitim an te y tan legitimada p o r u n encarnacionism o
mal c o m p re n d id o . D e esta m anera las Iglesias m etían el dedo en el
engranaje de la secularización, m ultiplicando los “c o n c o rd a to s ” con
los poderes profanos y los aggiom am enti con la m oda del tiem p o p re
sente y fugitivo. P aralelam ente, los poderes políticos - q u e se disfra
zan de corte jo de “ciencias (sic) políticas”- re n eg aro n de su carisma
m itológico, ya que to d o p o d e r reposa sobre u n co nsentim ien to , un
“a u m e n t o ” (augustus, de augere) m itogénico. E n el m ism o sentido,
Iglesias y E stado s d em ocráticos laicizaron los saberes, secularizaron
los poderes... G e o rg e s G u s d o r f p u d o hablar graciosam ente al respec
to de una “desavenencia cordial e n tre las Iglesias y los E stados...”.52
O c cid en te, sacrificándose a las mitologías desm itologizantes de
los positivismos, perd ió de esta m anera magisterio religioso y magis
terio político a la vez. L o que explica que haya habido en nuestras
sociedades “m o d e rn a s ” una e n o rm e falta, una e n o rm e y anárquica
aspiración hacia todas las cosas maravillosas, todos los sueños, todas
las utopías posibles. Al pasar y para ilustrar en qué m edida la parte de
lo im aginario - d e la que el sueño es una gran m a n ife sta ció n - es indis
pensable para la vida n o rm al del h o m b re y del animal, recordaré aquí
las experiencias de M ichel Jo u v e t,” que m o straro n con u na experi
m entación precisa que el gato privado de sueño se tornaba rápida
m e n te neurótico, inso m ne, alucinado... ¿C ó m o p ro b a r esto, nos p re
guntarem os? Y bien, record a n d o en prim er lugar que el c o m p o rta
m ie n to del so ñ an te - y esto está con firm ado p o r el electroencefalo
g r a m a - y el del sim ple du rm ien te son radicalm ente diferentes: cu a n
do u n o d u erm e p rofun dam ente, se conserva el con trol postural, los
m úsculos p erm a n e c e n tensos en posturas de equilibrio; en el “estado
paradójico” del sueño, p o r el contrario, hay una relajación de toda la
contextura muscular... Basta con p o n e r en u n recipiente lleno de agua
el islote de u n a m edia esfera resbaladiza y hacer subir al gato que se
duerm e... S iem pre que d uerm e p ro fun dam ente, el m in ino conserva

52. Véase G. Gusdorf, Naissance de la conscience romantique au siede des Lumières, París,
Payot, 1976.
53. M. Jouvet, Le Sommeil et le Rêve, Paris, O. Jacob, 1992.
El retomo del mito (1860-2100) 37

el equilibrio, p ero en cuanto sueña, ¡púmbale!, se cae al agua y des


pierta... El resultado es que m u y rá p id a m en te el gato privado de su e
ños tiene alucinaciones aterradoras, descargas de adrenalina r e p e n ti
nas sucedidas po r irritación, agresividad, neurosis... C o n un p ro c e d i
m iento sem ejante (reem plazando el baño forzado p or una leve des
carga eléctrica o u n tim bre), se procedió a una experim entación id é n
tica sobre voluntarios h um anos, y se obtuv iero n rá p id am ente (al cabo
de o ch o a diez días) las mismas perturbaciones. Estas experiencias de
clínicos dem uestran bien que existe en el animal superior y en el h o m
bre una necesidad vital de soñar... C o m o lo escribía ú ltim am e n te Ba
chelard, hay un “derecho de s o ñ a r” fundam ental, constitutivo de la
vitalidad norm al del sapiens sapiens.
P e ro ¿no es un fen ó m e n o parecido el que nosotros, “a n tro p ó lo
gos”, constatamos sobre el plano colectivo (cultural y social), en cuanto
tratam os de privar al “adulto blanco y civilizado”, co m o se ha h echo
en las pedagogías positivistas, de la “actitud s o ñad ora”, o bien s o ñ a n
te o, m ejo r dicho, del p od er sim bólico constitutivo de las m itologiza-
ciones? E n cuanto se trata de re ducir la educación del h o m b re a un
adiestram iento tecnocrático, funcional, pragm ático, burocrático... se
produce auto m áticam en te u na “transferencia”, diría un psicoanalista,
de ese p o d e r “vital” hacia los h orizo n te s salvajes de ensoñaciones en
libertad... E s exactam ente lo que pasa hoy en día ante n uestros ojos,
ya que n o hay más magisterios para reco n o ce r y en cuad rar al in coer
cible p o d er de soñar... M u ch a s pedagogías y especialistas de ciencias
de la educación se rebelan cada vez más siguiendo los pasos del p ro fe
sor B runo D u b o rg e l54 contra u n sistema de educación que -s i c re e
m os en los trabajos del prem io N o b e l R o g er S p e rry - ¡se puede tachar
de hemipléjico! ¿C uántos padres se h o rro rizan al ver a sus hijos, es
peranzas brillantes para la Escuela Politécnica, el E N A o C iencias
Políticas, afeitarse el cráneo, vestir una túnica amarilla y retirarse a
una “secta” de K rishna situada en el C antal (¡es m enos lejos que K at-
mandú!)? Si nuestras sociedades fueran tan racionales co m o lo q u ie
ren y lo dicen, ¡habría en n uestros gobiernos un m inisterio de Sectas
com o ya existe un m inisterio de Cultura! ¡Puesto que las sectas están
cada vez más expandidas, y las Iglesias desafectadas están cada vez
más celosas de su com petencia! ¡Existe un buen porvenir, para n u es

54. Véase B. Duborgel, Imaginaire et pedagogie, de l'iconoclasme scolaire à la culture des


songes, Le Sourire qui mord, 1983.
38 In t r o d u c c ió n a l a m it o d o l o g ía . M it o s y s o c ie d a d e s

tros estudiantes aprendices de desocupados; existe un p o rv e n ir muy


lucrativo en hacerse gurú, cham án o derviche giróvago!
H e tratado de m ostrar cómo, progresivam ente desde la décadas ter
minales del siglo XIX, hem os entrado - p o r diferentes “m otivaciones”-
en una zona de intensas remitologizaciones. H a y que agregar que la
ausencia de magisterios colectivos para controlar las olas ofensivas de
nuevas “teologías” abandona nuestras remitologizaciones a riesgo de
sus efectos. U n mito, en sí mismo, no es ni bueno ni malo. Es la utiliza
ción que se hace de él, es su totalitarismo “m onocéfalo” el que puede
ser peligroso. Y el alarde contra los efectos desastrosos de una ensoña
ción m onopolizante (“obsesiva” si se quiere) co m o los efectos terribles
de un m ito totalitario-¡léase el m ito progresista y positivista!-es justa
m ente el establecimiento ν la enseñanza de una “ciencia del m ito ”, de
una m itodología. Si querem os decirlo de otro m odo, es el m ito frater
nalm ente “a b ierto” de José y sus hermanos y de las múltiples Historias de
Jacob el que sólo puede oponerse al aterrador M ito del siglo X X , a la
supremacía de la raza de los W'dlmngen y de la “bestia rubia” sobre el
conjunto de los mitos fundadores de la humanidad...
Sin em bargo, quisiera insistir en el defase que existe, en nuestras
sociedades occidentales m odernas, entre las diferentes instancias m ito-
génicas. E n efecto, cohabitan en nosotros tres poblaciones - t r e s estra
tificaciones- que poseen, cada una, su m ito fundador propio. E n pri
m e r lugar hay una estratificación pedagógica, la más decisiva p or ser la
m ejor financiada. N u estras pedagogías siguen distribuyendo a una p o
blación de al m enos cinco a dieciocho años (y más bien de tres a veinti
cinco años...) la ideología prometeica del siglo XLX. Enviamos a nues
tros chicos a la escuela obligatoria y gratuita, para que tengan si no un
oficio, al m enos la ideología de un oficio totalm ente integrado en la
tecnología y el ideal de “crecim iento” de nuestras sociedades. Desde
nuestros jardines de infantes, se exhibe con orgullo una com putadora
al lado de los indispensables orinales para los chicos. Se multiplican las
“ramificaciones” de una sola rama, esperando encon trar “salidas” para
todos. Es ésa la buena y vieja pedagogía positivista, que reposa sobre el
m étodo cuantitativista, el m étod o objetivista, el m étodo agnóstico. El
P ro m eteo libre es encadenado, devorado por el buitre de las reglam en
taciones. Este exclusivismo totalitario reina todavía com o un señor al
cabo de casi diez siglos... sobre la pletórica institución de nuestra peda
gogía. Es m uy curioso que la mayor parte de nuestros políticos, incluso
los ministros de Educación, tanto de derecha com o de izquierda, se
complazcan con este mortal carácter primario pedagógico, em parcha
do de año en año po r “reform as” agravantes...
El retorno del mito (1860-2WO) 39

La otra estratificación ideológica es la de los medios masivos. E n


apariencia es antagonista tie la mitología de los profesores, de los m aes
tros y de todos aquellos que intervienen, sea del tipo que fuere. E n el
mejor de los casos, que son pocos, el servia de los medios está asegura
do p or los cazadores furtivos que no quisieron someterse al dictado
universitario, pero, ¡ay!, el mediático está librado generalm ente a los
ilotas, a los que no pudieron entrar en el magisterio del alma mater.
D am os más bien aquí con los mitos órficos o dionisíacos. Se les p erm i
te una cierta “an om ia”, com o diría Jean Duvignaud, una marginalidad.
Pero una marginalidad dorada p or Silvio Berlusconi o Bouygues inter
puestos. Se podrá magnificar, com o el cine lo hacía desde hace tiem po,
al “m iserable”, al truhán, al permisivo... Sin duda, hay una liberación
cierta en las innumerables “variedades” de los medios, pero una libera
ción salvaje cuya única regla es “el ráting”. P ero sobre todo hay, en este
nivel, un extraordinario dom inio sobre todos los otros poderes políti
cos y, más todavía, un dom inio cuyas cabezas -¡y sus bolsos!- dirigentes
perm anecen ocultas... En nuestra sociedad, los poderes políticos: eje
cutivo, legislativo, incluso judicial, se disolvieron en el en o rm e p od er
mediático. Ya no son más los políticos los que manejan los hilos de la
“política espectáculo”, sino los industriales sin rostro y sin n o m b re
-¡co m o H a d e s !- de lo espectacular.
P o r últim o, frente a la dialéctica de sus dos poderes, hay u n terc er
estrato, el de los sabios, m ás secreto, y con la fuerza del térm ino, más
“h e rm é tic o ”. Sabios en la búsqueda del universo del m u n d o material:
físicos, astrónom os, biólogos, o en el universo del m un do h u m a n o
(aquello que los alemanes d e n o m in an Geisteswissenschaften: las “cie n
cias del espíritu”) psicólogos, sociólogos, filólogos... El resultado de
todos esos esfuerzos científicos, que son los de una casta separada de
todas las vulgarizaciones pedagógicas o mediáticas, es la construcción
de una nueva mitología, o al m enos de una nueva visión del m u n d o
que, más allá de nuestras m odernidades, se asemeja sin gularm ente a
otras, m u y antiguas. Es así co m o N iels B o hr recurre a un m o delo
chino inm em orial, el del taoísmo, o tam bién com o Erw in S ch rö d in
ger se refiere al vedanta para dar cuenta de las estructuras de la física
más m oderna... Olivier C osta de B eu aregard’s reconocía en un ar
tículo que las mil y una paradojas de la mecánica cuántica, a d m ira b le
m ente verificadas po r la experiencia y cuya interpretación es generaI-

55. Véase O. Costa de Beauregard, “Un chem inem ent intellectuel”, en Pensées hors
du rond, Paris, Hachette, 1986.
40 In t r o d u c c ió n a l a m it o d o l o g ía .M it o s y s o c ie d a d e s

m e n te im posible en el m arco de una metafísica “realista a la o c c id e n


tal”, lo incitaban a re cu rrir a “una metafísica cercana a la maya del
h in d u is m o ”. Es decir que nuestra física de vanguardia - y el e n o rm e
p o d e r tecnológico que c o n t i e n e - en cu entra los esquemas directivos
de su p ro p io pensam ien to n o en el positivismo pedagógico de O c c i
d en te, en su binarism o aristotélico, en sus “formas a priori” n ew to -
nianas y euclidianas, en su d eterm in ism o galileano, sino en los m itos
fu n d a d o res llegados de otras partes o de antes de las conceptualiza-
ciones del siglo XVII de Galileo y de Descartes; tal el herm etism o, p o r
ejem plo, c o m o bien lo m o stró F rançoise Bonardel en su tesis m o n u
m e n ta l.5'1
F in a lm e n te estamos, en nuestras sociedades europeas, en p re sen
cia de tres niveles míticos sim ultáneos, de los cuales u n o data por lo
m e n o s del siglo XIX - e l de nuestras p e d a g o g ía s- y el o tro consiste en
una liberación sostenida po r medios tecnológicos enorm es, estupefa
cientes espirituales y visuales que distribuyen los medios y que per
m ite n so p o rta r las m ono ton ías de la vida tecnocrática y burocrática
que nos en señ aron nuestras escuelas. P o r últim o, en la “soledad de la
ra z ó n ”, co m o lo escribía F erd in an d A l q u i é / 7 pero de otra “ra z ó n ”,
p o r lo tan to m ás solitaria, están los sabios que se percatan, sin c o n o
cerse e n tre ellos, que están re e n c o n tra n d o mitologías descuidadas u
olvidadas, que construyen, en P rin c e to n o en otra parte, la gnosis58 de
n uestra m odernidad...
H a y que insistir m u ch o sobre este punto: ellos “r e e n c u e n tr a n ”
m itos. P uesto que en verdad se trata de “r e to r n o ”. Es una ilusión m uy
superficial la de creer que hay m itos “nuevos”. El potencial genético
del h o m b re, tan to sobre el plano anatóm ico-fisiológico co m o sobre
el plano psíquico, es constante desde que hay hom bres “que p ien
sa n ”, es decir, después de los quince a veinte mil años de existencia
del Homo sapiens sapiens. Lévi-Strauss bien lo dijo: “El h o m b re siem
pre ha pensado así de bien con su « g ra n c e re b ro » ”, com o dice H e n ri
L aborit, y con sus dos hemisferios cerebrales de distintas funciones
co m o lo puso en evidencia R og er Sperry. P o r eso, cuando u n m ito se
desgastó y se eclipsa en el habitus de las saturaciones, se vuelve a caer

56. Véase F. Bonardel, Philosophie de ΓAlchimie, Grand Œuvre et modemite', Paris, Presses
Universitaires de France, 1993.
57. Véase F. AJquié, Solitude de la raison, Losfeld, 1966.
58. Véase R. Ruyer, La Gnose de Princeton, Paris, Fayard, 1974.
El retomo del mito (1860-2100) 41

sobre m itos ya conocidos. El juego mitológico, con un n ú m e ro de


cartas limitadas, es redistribuido inag otablem ente y, desde hace m ile
nios po r lo m enos, la especie Homo sapiens ha p odido confiar y so b re
vivir a causa de este “e n s u e ñ o ” continuo, en el cual, p o r saturación
intrínseca o p o r acontecim ientos extrínsecos, se tran sm ite la herencia
mítica. La roca del Sísifo “feliz” es en ton ces un sem p itern o y to r n a
solado ensueño...
Sin em bargo, nuestra civilización occidental había sido m uy des
mitificante e iconoclasta. El m ito era relegado y tolerado co m o el
“un o p o r c ie n to ” del pensam iento pragm ático. Y bien, bajo nuestros
ojos, en aceleración constante, esta visión del m u n d o , esta co n c ep
ción del ser, de lo real (Wesenschan), está desapareciendo. N o sólo
m itos eclipsados recu bren los mitos de ayer y fundan la episteme de
hoy, sino que todavía los sabios a la vanguardia de los saberes de la
naturaleza o del h o m b re to m an conciencia de la relatividad co nstitu
tiva de las verdades científicas y de realidad p erenn e del mito. El m ito
no es más un fantasma gratuito que se subordina a lo perceptible y a
lo racional. Es una res real, que se puede m anipular tanto para lo
m ejor co m o para lo peor.

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