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Diario de un hospital de campaña

« En la recta final del Año de la Misericordia, una síntesis de la Bula y una llamada a
dejarse tocar el corazón

CORINNE SIMON/CIRIC

Mis consejos como Misionero de Misericordia


para confesar pecados graves
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19 DICIEMBRE, 2016

Debemos tener en cuenta que la ley máxima de la Iglesia es la salus


animarum o salvación de las almas, es decir todo concurre para salud de los
pecadores, que somos todos, Dios tiende siempre la misericordia bajo el
auspicio de su justicia, ambas perfectas y complementarias.
La pena de excomunión responde idóneamente a su justicia, al sacar de la
comunión a aquellos miembros del cuerpo de la Iglesia que incurran en un
pecado especialmente grave (y perseveren en él), pero también a
la misericordia, al llamarlo al arrepentimiento de su falta pidiendo la
reinserción en el cuerpo de la Iglesia a través del Papa, el obispo o un sacerdote
con esa facultad según sea el caso.

Dice el Catecismo (1463): Ciertos pecados particularmente graves están


sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la
recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos, y cuya
absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la
Iglesia, por el Papa, por el obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por
ellos. En caso de peligro de muerte, todo sacerdote, incluso privado de la
facultad de oír confesiones, puede absolver de cualquier pecado y de toda
excomunión.

Es importante señalar que bajo peligro de muerte no se le puede negar al


excomulgado el sacramento de la confesión.

Cabe distinguir dos sanciones distintas: por efecto inmediato (latae


sententiae) o por un proceso eclesiastico (ferendae sententiae).

Ahora, sobre qué faltas aplica la excomunión, tenemos:

La excomunión automática (latae sententiae) “de modo que incurre ipso


facto en ella quien comete el delito”. Se trata de delitos sumamente graves:
apostasía, herejía o cisma. (Canon 1364); la violación directa del sacramento de
la confesión por un sacerdote (Canon 1388); el procurar o participar en un
aborto o la cooperación necesaria para que un aborto se lleve a cabo (CIC 2272;
Ley Canónica 1398).

La excomunión puede aplicar tanto a un seglar como a un miembro de la


jerarquía.

También es importante señalar que se presentan diferentes atenuantes a la


hora de juzgar si tiene aplicación práctica o no según cada caso:

La ley canónica advierte algunos factores que quitan imputabilidad: ignorancia


de la ley, falta de libertad, etc. (Canon 1323). Otros factores pueden disminuir la
culpa, como el uso imperfecto de la razón e ignorancia de la pena envuelta por la
violación. (1324.3).

Sobre el pecado del aborto en particular es muy importante recalcar:

Para incurrir en la excomunión, uno debe de estar en conocimiento de que el


aborto conlleva esa consecuencia. El Canon 1323 prevee excluir de la sanción a
aquellos que no han cumplido los 16 años, los que no conocen esta Ley o están
en error sobre su alcance, los que fueron forzados a esta decisión, los que
tuvieron un accidente imprevisto, los que actuaron por miedo o no estaban en
su sano juicio (excepto culpabilidad causada por el alcoholismo).
Por lo tanto una mujer forzada por un hombre abusivo, para hacerse un aborto,
no estaría sujeta a la excomunión, pero si alguien es culpable bajo la influencia
del alcoholismo o de drogas, sí lo estaría (Canon 1325).

En cualquier caso, haya uno estado sujeto a excomunión o no, el pecado del
aborto tiene que ser confesado, como si se le hubiera quitado la vida a cualquier
otro ser humano inocente (5to mandamiento).

Si el penitente no conocía esta ley en el momento de cometer el aborto, entonces


él o ella no fueron excomulgados. Si la persona conocía esta Ley, pero existieron
circunstancias atenuantes (como las arriba mencionadas referente al Canon
1323), estos factores deben ser explicados al confesor.

El confesor mencionará si tiene la facultad del obispo para absolverlo de esta


excomunión o si necesita de ella. Si no tiene la facultad de absolver en este caso,
puede privadamente y en secreto obtener la absolución del obispo o enviar al
confesor a una persona que sí tenga la facultad para hacerlo.

Una persona que piensa pueda estar sujeta a la excomunión, debe abstenerse de
recibir la Sagrada Eucaristía hasta que la absolución de los pecados y de la
excomunión haya sido otorgada.

Un factor que complica esta situación es cuando intencionalmente se oculta el


pecado mortal (aborto) o el conocimiento de la excomunión, esto invalida todas
las otras absoluciones recibidas por los otros pecados cometidos, desde el
momento en que se comenzó a ocultar este pecado.

Ocultar conscientemente un pecado mortal o una excomunión, significa que aun


después de haber sido dada la absolución por el sacerdote, debido a la falta de
honestidad de parte del penitente, el pecado no queda perdonado. La absolución
no es mágica, depende del sincero arrepentimiento de todos los pecados
mortales conocidos y un firme propósito de enmienda.

Estos pecados deben ser nuevamente confesados, como parte integral de una
buena confesión. Este no es el caso de la persona que desconocía que lo que
estaba haciendo era pecar ante los ojos de Dios y de la Iglesia, de lo cual se
enteró más tarde. Como no ocultó de la confesión lo que sabía que era pecado,
sus previas confesiones son válidas.

La Iglesia hace todo el esfuerzo posible para facilitar el Sacramento de la


Penitencia y obliga a los sacerdotes a mantener también la anonimidad (Canon
964). Realmente no hay excusa válida para demorar el pleno regreso a los
sacramentos. Todos los que han cometido un aborto deben regresar a casa, a
Cristo y a la Iglesia.

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