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Manfred Prior

MINIMÁXIMAS
1 5 intervenciones mínimas de efecto
máximo para la terapia y el asesoramiento

Traducción de Macarena González


Ilustraciones y comentarios de Dieter Tangen
Título original: Minimax-Interventionen Traducción:
Macarena González Adaptación de los comentarios:
Ferran Fernández Diseño de la cubierta: Alian ne Faber
© 2009, Manfred Prior
© 2009, comentarios e ilustraciones: Dieter Tangen ©
2011, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN: 978-84-254-2745-9
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los
titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Imprenta: Rcinbook Imprés, S.L.

Depósito legal: B-19.501-2011 Printed in Spain -

Herder
/

Indice

Prólogo [BernhardTrenkle] .................................................. 13


Introducción .......................................................................... 17

M INIMÁXIMA I
«En el pasado...» ..................................................................... 23

M INIMÁXIMA 2
M INIMÁXIMA 5
«Su problema es comparable a... Es como...» .......................... 43

M INIMÁXIMA 6

Ei 1 vez de un temeroso «Ojalá nada

malo mejor un confiado «Ojalá

algo bueno ©...» ............................................................. 53

M INIMÁXIMA 7
«...aún no...» ............................................................................ 59

M INIMÁXIMA 8
Preguntas constructivas........................................................... 65

M INIMÁXIMA 9
Preguntas constructivas por pequeños pasos .......................... 75

M INIMÁXIMA 10
«Supongamos que usted...» ..................................................... 83

M INIMÁXIMA I I

«Con la mente consciente usted hasta ahora

no ha podido...» .............................................................. 89
M INIMÁXIMA 13

«¡tremendo...!»-«un poco.
«¡extraordinariamente...!»-«en verdad algo...»;
«¡sumamente...!»-«no poco...» ...................................... 101

M INIMÁXIMA 14

Para pacientes «difíciles» con «resistencia»:


¡en cada frase, una negación comprensiva! . . . . 107

M INIMÁXIMA 15
La regla de la Red ................................................................... 115

Resumen de las 1 5 minimáximas ...................................... 121


Nota final ........................................................................................... 123
Opiniones sobre este libro .................................................. 125
A mi padre, Edmund Prior
Prólogo

Cuenta una famosa anécdota que en cierta ocasión le


preguntaron a un presidente estadounidense cuánto
tiempo necesitaba para preparar un discurso de un hora, y
su respuesta fue: «Cinco minutos». Sorprendido, quien le
había hecho la pregunta, quiso saber: «¿Y cuánto tarda en
preparar un discurso de cinco minutos?» El presidente
contestó: «Más de una hora». Algo similar habría
manifestado Goethe, a quien se le atribuye la siguiente
frase: «Te escribo una carta larga, no tengo tiempo para una
breve».

Solo quien posee una amplísima experiencia y ha


invertido mucho tiempo en dedicarse a un determinado
tema puede brindar tanto contenido en un libro de tan
pocas páginas. Manfred Prior lleva más de quince años
dedicándose a los modelos lingüísticos de comunicación
eficaz en psicoterapia, medicina y asesoramiento. Siendo
uno de los más prestigiosos profesores de hipnosis de los
países de habla alemana, desde mediados de los años
ochenta enseña técnicas y métodos comunicativos efectivos
a psicoterapeutas, médicos y odontólogos.Tanto en sus
talleres como en este libro, Prior cautiva por la precisión
didáctica de su estilo de enseñanza, en el cual no faltan el
humor y la sonrisa.

En la supervisión de odontólogos que estudian


hipnosis, he oído muchas veces una interesante opinión:
«Es cierto que aún no me atrevo a extraer un diente sin
anestesia o a realizar una intervención quirúrgica maxilar
bajo hipnosis, pero después de asistir a unos pocos
seminarios de hipnosis, ya no tengo pacientes difíciles».

¿Cómo se explica esto?

El piloto de Fórmula 1 Emerson Fittipaldi definió una


vez el arte de correr carreras: ser el más rápido lo más
despacio posible. En algunos aspectos esta definición
caracteriza también la situación del médico, del odontólogo
o del psicoterapeuta que debe desempeñar su trabajo de
forma cada vez más rentable y rápida, pero a la vez desea
conservar sus ideales (y complacer al ser humano, al cliente
y al paciente).

Las «minimáximas» resumidas en este libro ofrecen al


mismo tiempo bases para la comunicación eficiente y para
el encuentro humano. Ayudan a vencer resistencias o,
mejor dicho, impiden su aparición. Fortalecen la relación
terapéutica y promueven la motivación y la disposición a
cooperar. Asimismo, muestran una y otra vez cómo una
pequeña palabra puede tener grandes consecuencias
terapéuticas.
Éste es un valioso y entrenido libro para psico-
terapeutas, médicos, pedagogos y asesores, a decir verdad,
para todos aquellos que deben tratar con seres humanos.
Una vez que lo haya leído usted, ¡páseselo a sus hijos! Tal
vez no solo les ayude a mejorar sus calificaciones en lengua
por medio de una manipulación más sutil de los profesores y
mejores redacciones.

Por lo demás, le recomiendo pedir que le devuel van


este libro y releerlo varias veces. Entre otras cosas, porque
así se dará cuenta de cómo hicieron sus hijos para lograr el
reciente incremento de su paga.

B ERNHARD T RENKLE Licenciado en psicología e


ingeniero industrial Presidente de la Asociación
Milton Erickson de Hipnosis Clínica
Introducción

Cuando yo iba al instituto, tenía intereses muy diversos: era


un gimnasta bastante activo, tomaba clases de violoncelo y
tocaba en dos orquestas juveniles. Además, era miembro de
los scouts y militaba en la organización juvenil de un
partido político. Por la tarde, una vez a la semana
aproximadamente, vendía programas de actos culturales en
las salas de conciertos y de espectáculos de mi ciudad natal.
Al mismo tiempo, quería obtener las máximas
calificaciones posibles en las pruebas necesarias para entrar
en la Universidad y cursar la asignatura optativa que
deseaba a pesar de las limitaciones de plazas. Puesto que
para ello debía conciliar de algún modo mis múltiples
intereses extraescolares con los deberes requeridos para
sacar buenas notas, desarrollé la ambición y la capacidad
de obtener los mejores resultados posibles con el menor
esfuerzo posible.

Mis actividades como psicoterapeuta, asesor e


instructor siempre consisten en encontrar en el diálogo
nuevas posibilidades, pasos de mejoramiento
y soluciones. Como instructor, procuro describir los pasos
más simples posibles que puedan enseñarse. Así pues,
también en estos contextos me planteo una y otra vez cómo
obtener el mayor éxito posible con el menor esfuerzo. En
este libro le presento a usted los resultados de mi búsqueda
de aquello que surte el máximo efecto con el mínimo
esfuerzo. Mi objetivo con las minimáximas aquí descritas es
centrar la atención en recursos comunicativos que

• puedan ser aplicados por los profesionales de las


más diversas escuelas, de manera ocasional y eficaz, en casi
todas las sesiones,

• sean lo más discretos posible (para que haya poca


«resistencia»),

• sean fáciles de describir y

• puedan ser aprendidos con rapidez por cualquier


persona.

Asimismo, las minimáximas deberían poder


comprenderse de inmediato y llevarse a la práctica con
provecho.

Con las 15 minimáximas que aquí presento, me dirijo


ante todo a psicoterapeutas, asesores, supervisores,
instructores y desarrolladores de organizaciones. Dichos
profesionales suelen seguir estrategias muy complejas y
eficaces. Las minimáximas han sido concebidas para
aquellos que desean mejorar de manera efectiva algunos
detalles decisivos de su trabajo comunicativo. Con las
independientemente de la escuela a la que pertenezca,
puede tener en cuenta en pequeña escala para comunicar de
manera más eficaz. De manera que aquí no se trata tanto
de las grandes estrategias de la psicoterapia, el
asesoramiento y la conversación orientada a la solución,
sino más bien de las pequeñas sutilezas de la comunicación
lingüística. La suma de todas ellas puede constituir una
cualidad propia, especial, y mejorar notablemente tanto los
procesos de asesoramiento y terapia como su resultado.

Dado que existen pocas cosas nuevas, aparte de las


olvidadas, no tengo la pretensión de presentar algo
radicalmente nuevo con las minimáximas. Muchas de ellas
tienen su origen en lo que aprendí en los libros de y sobre
Milton H. Erickson, con Steve de Shazer, de Jeffrey Zeig,
Stephen y Carol Lankton, Stephen Gilligan, Ernest Rossi y
mi colega de Ham- burgo Ortwin Meiss. Además de los
participantes de mis seminarios de formación continua,
han sido mis pacientes quienes, en los últimos veinte años,
me han indicado una y otra vez detalles decisivos y han
estimulado mi capacidad de percibir esas pequeñas cosas
de gran efecto, describirlas y reducirlas a lo
esencial.También los editores de M. E. G. a. Pliotis, la hoja
informativa de la Asociación Milton Erickson, han actuado
en gran medida como obstetras motivadores, publicando
versiones previas de algunas de estas minimáximas. Han
leído con atención una versión anterior del manuscrito y
han hecho
numerosos y útiles comentarios Petra Brzoskowski, Sibylle
Clement, Hanns-Helmut Decker-Voigt, Susann Fiedler,
Margret Gróne, Sigrid y Gerwin Grubel, Birgit Miillcr-
Muth, Karin Peterson y Gunthard Weber. A todos ellos les
expreso mi más profundo agradecimiento.

El contexto de aplicación de las minimáximas es —


como ya se ha dicho— la psicoterapia, el asesora- miento,la
supervisión, la instrucción y el desarrollo de
organizaciones. Pero con el tiempo se comprobará que las
minimáximas también pueden resultar muy útiles en otros
ámbitos. Las minimáximas prácticamente no tienen
contraindicaciones, hasta ahora no se han registrado
efectos secundarios negativos. Usted también puede ayudar
a descubrir dónde y cómo pueden aplicarse con provecho.
Además, doy por supuesto que la compilación de
minimáximas que presento aquí es incompleta: aún queda
mucho por descubrir.

Hay un refrán alemán que dice: «Es fácil hacerse las


cosas difíciles, y difícil hacérselas fáciles». Lo admito: a
veces he tenicio bastantes dificultades con la formulación
concluyente y la progresiva concentración en lo esencial de
estas minimáximas.

Pero la concentración y la reducción a lo esencial han


merecido la pena. En los últimos años, las minimáximas
han sido probadas y revisadas de mil maneras diferentes.
No solo se han convertido en un elemento natural y
automatizado de mi propia
actividad como psicoterapeuta y asesor. Cientos de colegas
de mis seminarios de formación continua las emplean con
gran provecho para facilitar y mejorar su trabajo en los más
diversos ámbitos. Las sutilezas aquí descritas permiten
hacer una gran aportación para que los clientes resuelvan
sus problemas y logren sus objetivos con mayor rapidez.

Gracias a la presentación clara y concentrada, ahora


puede usted leer y entender fácilmente las 15
minimáximas en una larga velada. Cuanto más aplique
usted las minimáximas, mayor provecho sacarán usted y
sus pacientes o clientes.

Cada capítulo viene acompañado por un lec- torcillo


osuno que, sin ninguna clase de prejuicios ni conocimientos
especializados, estudia con mucho detenimiento cada
minimáxima y expone sus conclusiones en comentarios
críticos. Usted podrá acompañarlo a lo largo de su terapia y
ver cómo consigue superar sus problemas de un modo a
veces bastante peculiar.

Y ahora le deseo a usted que se divierta y que haga


interesantes descubrimientos.
¡Vaya librito que me agenciao! Me gustan los libros, a veces
para leerlos. El título que le ha endiñao este tal doctor
Prior tiene gracia. Y va de problemas... mentales. Creo que
no voy a poder con él, ni harto de miel. Habrá que pintarle
algún monigote para darle lustre, digo yo.

\J
Minimáxima 1
«En el pasado...»

En casi todas las sesiones de terapia es útil asegurarnos de


vez en cuando de que hemos entendido bien al paciente en
relación con su modo de ver y sentir el problema o el
síntoma. En general, lo hacemos repitiendo lo que ha
referido el paciente con nuestras propias palabras o con las
suyas. Según la orientación terapéutica, ello se denomina
«comprender», «parafrasear», «reflejar», «pacing» o
«acoplamiento». El paciente refiere, por ejemplo, que a
menudo tiene sentimientos de culpa respecto a sus padres.
Si el terapeuta añade a su comprensión del problema el
pequeño complemento «Hasta ahora...» o «En el
pasado...», y formula «En el pasado, a menudo tenía usted
sentimientos de culpa respecto a sus padres...», está siendo
un poco más preciso que el paciente, pues la mayoría de las
veces, cuando uno habla de debilidades, problemas y
síntomas, se refiere al pasado. De hecho, en el futuro las
cosas podrían y deberían ser distintas. El pequeño
suplemento «en el pasado» es útil casi
siempre que hablamos con el paciente acerca de sus
problemas, debilidades o síntomas, ya que con ese pequeño
suplemento se subraya la precisión con que uno pretende
entender al paciente: en el pasado el paciente a menudo
tenía... (en el futuro pretende haber encontrado un medio
mejor, una solución, la curación). Así pues, este pequeño
suplemento ayuda a abrirse a mejores posibilidades y
soluciones futuras.

En el pasado no siempre se reconocía el valor de este


pequeño giro. En el pasado raras veces se empleaba esta
observación incidental de manera deliberada en la
conversación sobre problemas orientada al futuro y a la
solución...

¡Tienda usted a hablar de debilidades o síntomas en


pasado!
He de reconocer que yo también tengo un problema. 0 dos.
Como dice la canción, tengo una debilidá. ¿Por qué? ¿Por
quién? No viene al caso. Pero esta debilidá me trae de
cráneo, tengo unos síntomas espantao- sos Qe, je, je). Voy
a ver si esta primera minimaxi me funciona. Si no lo he
entendió mal, se trata de dejar pasar un par de días,
osease, cuarenta y ocho horejas, y entonces ¡mi debilidá
será cosa del pasao!
Minimáxima 2 No «si...»,
sino «cómo...», «qué...» y
«cuál...»

Cuando hablo con asesores y terapeutas, me interesa ver


con qué frecuencia utilizan la palabrita «si». Quiero saber
qué ventajas y desventajas tiene en su opinión el empleo de
esa palabra.Y me interesa cómo podría hacer yo para
inducirlos a sensibilizarse sobre ese «si». Mi opinión acerca
de esa palabra es clara: en general, es mejor sin «si».

Por supuesto, la palabra «si» no es superflua; por el


contrario, puede llegar a ser de suma utilidad. Es útil
siempre que uno quiere obtener del otro una clara decisión
(a saber, «si sí» o «si no») e información precisa acerca de
«sí» o «no». Ello es significativo cuando se trata de claras
aceptaciones o rechazos: «Me gustaría saber si desea usted
alquilar este piso, si vendrá al acto que se celebrará el día...,
si puedo contar con usted en caso de...», etcétera. Para mu -
cha gente, esta palabra probablemente adquiere su máxima
importancia en la pregunta: «Me gustaría saber si quieres
casarte conmigo».
De acuerdo con mi experiencia, en asesora- miento o
terapia no se trata tanto de preguntar acerca de
información precisa y decisiones ya tomadas, sino que en
general se trata más bien de ayudar al paciente a encontrar
decisiones y a buscar en determinadas direcciones.Y dicho
proceso tiende a dificultarse al emplear la palabrita «si»:

«Me gustaría saber


• si ya ha pensado usted qué quiere lograr haciendo
esta terapia conmigo...
• si ya ha notado usted alguna mejoría en sus sín-
tomas. ..
• si tiene usted alguna idea respecto a nuevos pasos o
posibilidades...»

En el peor de los casos, el paciente no piensa


demasiado y, por si acaso, primero responde «no» a estas
tres preguntas. De ese modo, la situación parece más grave
y difícil. Además, se estimula así una «actitud no», que
hace más probable que el paciente, independientemente de
su verdadera opinión, tienda a contestar «no» también a la
siguiente pregunta del terapeuta: «Después de estas
respuestas (negativas), desde luego se plantea la pregunta de si
aún tiene usted esperanzas». Continuando con sus respuestas
negativas, el paciente tenderá a responder: «No, la verdad es
que ya no tengo esperanzas...» Entonces,la situación es aún
más difícil que antes, porque el paciente se describe y se
vive como un «caso sin esperanza».
Por otra parte, al terapeuta en realidad no le interesa
tanto si el paciente ya ha pensado. Lo que quiere saber es
qué ha pensado o, a más tardar, qué piensa ahora respecto
a esa cuestión. Al terapeuta tampoco le interesa tanto si el
paciente nota alguna mejoría, sino cómo puede hacer en
adelante para centrar su atención en las mejorías y qué es
lo que percibe entonces. Desde luego, el terapeuta tampoco
quiere saber en primer lugar si el paciente tiene ideas
respecto a nuevos pasos o posibilidades, sino que le
interesa que el paciente desarrolle ideas respecto a nuevos
pasos o posibilidades, y quiere saber cuáles son esas ideas
(lógicamente, el terapeuta parte de la base de que esa
pregunta favorece el desarrollo de buenas ideas).Asimismo,
el terapeuta no quiere saber si alguien aún tiene
esperanzas, sino dónde se vislumbra todavía un rayo de
esperanza y cómo alentar esa pequeña esperanza. Así pues,
en asesoramiento y terapia no se trata tanto de «si», sino
más bien de «cómo», «qué» y «cuál», y ello debería
expresarse también en las preguntas del siguiente modo:

«Me gustaría saber


• qué ha pensado usted acerca de lo que desea lograr
haciendo esta terapia conmigo,
• cuáles son las mejorías que ha notado en sus sín-
tomas,
• cómo cree usted que podría dar más pasos para
mejorar,
• qué otras posibilidades podría usted imaginar...»
Puesto que para mí es muy importante que de ahora en
adelante a usted le resulte más sencilla su labor de asesor y
terapeuta y pueda trabajar con más eficacia, me interesa
saber:

• qué ventajas ve usted en la omisión deliberada de


las preguntas con «si»,

• cómo hará usted de ahora en adelante para


formular preguntas con «si» solo cuando realmente quiera
preguntar acerca de una decisión por sí o por no,

• qué le ayudaría a emplear más las palabras


«cómo», «qué» y «cuál», en lugar de «si»,

• cómo puede usted corregirse en el futuro cuando


en una entrevista de asesoramiento se le escape un
innecesario «si».

Por lo demás, incluso en la pregunta sobre el


matrimonio que mencionamos al principio, merecería la
pena evitar el «si»: «Me gustaría saber en qué
circunstancias querrías casarte conmigo. Dime por favor
¡Vale, vale!, prohibió decir «si»... No lo diré más. Esta
terapia de las minimaxis mola, la verdá. Mis síntomas casi
han desapareció como por arte de magia: na por aquí, na
por allá. Me imagino un camino de risas -uy, perdón-, de
rosas, para mejorar... Pero hay algo que no entiendo,
doctor Prior. ¿Por qué me pregunta qué espero sacar de
todo este asunto... de la terapia? Eso lo debería saber usté,
¿no le parece?
Minimáxima 3
«¿Sino...?»

En ninguna agencia de viajes es posible reservar un vuelo


con destino a un aeropuerto «¡que no sea el de esa
deprimente ciudad de Glasgow!» Por regla general, debe
uno expresarse de un modo más claro y positivo. Cuando
un psicoterapeuta le pregunta a alguien por sus objetivos en
la terapia, por regla general, la gente sabe muy bien qué es
lo que no quiere y adonde no quiere llegar. Decir en
términos positivos qué es lo que uno quiere y adonde
quiere llegar suele ser muy difícil. Sin embargo, los
objetivos que se conocen y se pueden nombrar son mucho
más fáciles de lograr que los desconocidos e innominados.

Para un psicoterapeuta supone una gran tentación


facilitarle demasiado al paciente la a menudo difícil tarea
de formular sus objetivos en términos positivos. Si el
terapeuta cree precipitadamente (a saber, cuando el
paciente tan solo ha dicho lo que no quiere) que ya ha
entendido qué quiere un paciente y adonde quiere llegar,
no es raro que de
repente se encuentre sintiendo que él y su cliente ya no
están en el mismo barco. O se extraña de que el paciente
diga «sí, pero...» más a menudo de lo habitual. En parte, el
asesor o el terapeuta puede evitarlo transmitiendo al
paciente que le gustaría ver cómo formula sus objetivos con
sus propias palabras positivas, que comprende
perfectamente que pueda resultarle difícil, pero, no
obstante, le pide que se tome esa molestia, pues merece la
pena, ya que así les resultará más fácil luego ir en el mismo
barco con rumbo al mismo objetivo.

La manera más simple de expresar todo esto es


mediante la palabrita «¿Sino...?»: «De modo que usted ya no
quiere ©, ¿sino...?» Se deja la pregunta en el aire y se mira al
paciente con inquisitivo y amable interés. Si a continuación
el paciente expresa otra variación de lo que no quiere, me-
rece la pena volver a preguntar con amabilidad e interés:
«Ya, ya, de modo que usted ya no quiere ®, ¿sino...?»

Existe otra situación típica de terapia en la que la


palabrita «¿Sino...?», formulada en tono interrogativo con
amable interés, es una palabra mágica. A saber, cuando el
paciente informa de que ha desaparecido la antigua
conducta o vivencia problemática:

Paciente: «La semana pasada no reñimos tanto...»


Terapeuta: «¿Sino...? ¿Qué hicieron? ¿Cómo se trataron?»
O bien el paciente dice: «Desde nuestra última
entrevista no me he sentido tan mal, no he estado tan deprimido
y apático...»
Terapeuta: Ya..., de modo que la semana pasada no se
sintió usted tan mal, ¿sino...? ¿Cómo se sentía?

En estos casos, la palabrita «¿sino...?» abre la puerta a


una conversación que ayuda a convertir las excepciones
positivas en la regla.

Ello también tiene particular importancia para los


buenos odontólogos, cuyos pacientes al final del
tratamiento a veces comentan sorprendidos y un poco
desconcertados: «Es curioso... A pesar de la inyección y del
torno, hoy no ha sido tan terrible como otra veces...» En este
caso, el odontólogo debería preguntar con amabilidad e
interés: «Hoy no ha sido tan terrible, ¿sino...? ¿Cómo ha sido?»
Después de pensar un buen rato, el paciente tal vez diga:
«Casi podría decir que me he sentido bien con usted. Me he
dicho a mí mismo: ahora él tiene que trabajar, voy a tumbarme y
quedarme tranquilo». Posiblemente sea la primera vez que
un paciente traumatizado por los odontólogos asocie las
experiencias «ir al dentista» y «sentirse bien». Al mismo
tiempo, por medio de la formulación desarrolla un
concepto que también facilitará las buenas experiencias en
el futuro.

Es posible que, después de haber leído estas líneas,


usted ya 110 desee con tanta frecuencia ahorrarle al
paciente el necesario esfuerzo de formular sus objetivos y
sus experiencias positivas, ¿sino...?
Vaya, soy la indecisión osificada. Ahora mi debilidá es
mundial. Me van a llover los problemas como chuzos de
punta. Y para que escampe tendré que esperar una eternidá
y media. ¿Mi terapia al traste, doctor Prior? Este es mi
«sino», pero no tiene na que ver con el suyo, ¿verdá? Soy
fuerte en puntos débiles y débil en puntos fuertes. ¡Vaya
problemón!
Minimáxima 4
¡«Siempre» nunca es verdad
en relación con un síntoma!

A la gente le gusta utilizar la palabra «siempre» para


describir sus afecciones. Se suele decir, por ejemplo:

• «Siempre me duele mucho la cabeza»,


• «Siempre estoy muy deprimido» o
• «Siempre reñimos mucho».

Esta clase de descripciones por medio de la palabrita


«siempre» son sumamente útiles para transmitir una
impresión o dar una idea aproximada del problema. Sin
embargo, tienen la desventaja de hacer que el problema
parezca más grave. Los dolores de cabeza que uno tiene
«siempre» se sienten como más serios y son más difíciles de
tratar en una terapia que los dolores de cabeza que se
producen a intervalos de cuatro a seis semanas,
preferentemente los fines de semana, durante uno o dos
días. Estar «siempre muy deprimido» es peor que sentirse
deprimido principalmente los fines de semana, sobre todo
los domingos por la tarde. Reñir «siempre» también es peor
que reñir en determinados momentos al tocar
ciertos temas. Así pues, la palabra «siempre» hace que el
problema resulte más grave de lo que es en realidad, porque
presupone que en el pasado el problema aparecía
«siempre». Además, tener «siempre» un problema no solo
significa que uno «siempre» lo ha tenido en el pasado, sino
que también lo tiene en el presente y lo tendrá «siempre»
en el futuro. El terapeuta debe ser particularmente
cuidadoso con esta implicación, por la cual se excluyen
soluciones o mejorías futuras a través de la palabra
«siempre». De hecho, su tarea consiste en contribuir a que
el problema se modifique en el futuro. Así pues, la palabra
«siempre», en relación con un problema o un síntoma,
siempre los agrava. El «siempre» exagera la dimensión
real del problema.

Ahora bien, puesto que un problema serio y grande es


más difícil de resolver que uno no tan serio y pequeño, al
terapeuta le interesa hacer todo lo posible para que un
problema se sienta como lo más pequeño posible. Para
reducir un problema a su dimensión real y abrir la puerta a
futuras soluciones del problema, es aconsejable que el
terapeuta responda con diferenciaciones a las descripciones
de problemas que contengan la palabrita «siempre». Esto se
puede hacer, por ejemplo, mediante una comprensión
expresada con prudencia y preguntas que reduzcan el
«siempre» a su dimensión real: «En el pasado, a menudo
tenía usted tremendos dolores de cabeza. ¿Cuándo le dolía la
cabeza, y cuándo no?»
La palabra «siempre» se sustituye, pues, por «en el
pasado» (véase minimáxima 1 : «En el pasado...») y «a
menudo», y el periodo objetivo de sufrimiento se limita
aún más por medio de una pregunta. Esto hace que los
problemas sean más pequeños y, por tanto, más fáciles de
resolver. Así pues, no solo merece la pena comprender el
sufrimiento subjetivamente enorme, sino también procurar
entender cuándo se producía dicho sufrimiento en el
pasado y cuándo no.

A veces, pese a estos esfuerzos terapéuticos de


diferenciación, el paciente insiste mucho en que su síntoma
está «siempre». En tales casos, merece la pena preguntar
primero si el paciente siente que el terapeuta no toma en
serio su sufrimiento y quizá por eso subraya la magnitud y
la gravedad de su sufrimiento («¡a ver si el terapeuta se
entera de una vez de lo mal que estoy!»).En ocasiones,la
insistencia en el «siempre» se relaciona con ventajas del
síntoma que no han sido suficientemente valoradas.

Con todo, cuando, en efecto, alguien tiene siempre un


síntoma, habría que considerar la posibilidad de que se
trate de un síntoma inmodificable, sobre el cual no es
posible influir ni siquiera con ayuda terapéutica. En ese
caso, es recomendable buscar maneras de vivir lo mejor
posible con ese síntoma inmodificable.

Preste atención, pues, cuando un paciente utilice la


palabra «siempre» en relación con su
síntoma, porque «siempre» nunca es verdad en relación
con un síntoma. Evite que un síntoma empeore al añadir
«siempre». Mantenga abierta la puerta a futuros cambios.
Distinga por medio de sus preguntas cuándo aparecía el
síntoma y cuándo no: «¿Cuándo tenía usted ese problema?»Y
sobre todo: «¿Cuándo lo tenía en menor grado o no lo tenía?»
Genere de ese modo posibilidades de formular preguntas
que reducen el problema y favorecen la solución.
Estas cosas me matan, siempre me matan. Uy, vaya
patinazo, «siempre» no se puede decir. Bueno, me re fiero a
que me agobian de noche y de día. Y la sangre se me sube a
la cabeza y lo veo todo colorao. ¿Me comprende usté, doctor
Prior? Me temo que sus trucos no sirvan para curarme.
¡Desmiéntame, por favor!
Minimáxima 5 «Su problema es
comparable a... Es como...»

Algunas personas utilizan un lenguaje muy gráfico. Por


ejemplo, un alto ejecutivo del sector farmacéutico de una
multinacional hablaba furioso en el coaching de que más
del 70 por ciento de su trabajo consistía, por así decirlo, en
arrancar las malas hierbas. Retomé la comparación y la
amplié: «Es un fastidio que tenga usted que pasar una cantidad
tan grande de su valioso tiempo arrancando malas hierbas,
cuando en cierto modo es usted el paisajista y debería dedicarse
a elaborar proyectos y diseños. Pero, como siempre tiene que
estar arrancando malas hierbas, casi nunca tiene ocasión de
sentarse en el escritorio del visionario y elaborar nuevos
proyectos». En el primer momento me dio la razón, pero
luego señaló: «Ya, pero estar siempre en el escritorio diseñando
grandes proyectos también sería incompleto... No hay más
remedio que arrancar malas hierbas de vez en cuando. ..»A
continuación hice una «no propuesta» (minimáxima 12):
«Pero mientras uno está arrancando malas hierbas no puede
pensar en los grandes proyectos y desarrollarlos...» El replicó:
«¿Por qué no? Desde luego que no se puede
hacer siempre y solo eso, pero un poco sí...» Analizamos
entonces cómo se pueden arrancar las malas hierbas, por
así decir, «de paso» y, al mismo tiempo, seguir
desarrollando mentalmente los grandes proyectos. Al
comienzo de la siguiente sesión, el ejecutivo refirió cómo
había pensado en sus planes y proyectos, y los había
desarrollado, mientras «arrancaba las malas hierbas»,
siempre muy alegre. Dijo que en adelante ya no estaría
descontento con ese «trabajo de ayudante de jardinero»,
que se había reconciliado un poco con él y ahora podía verle
incluso un lado positivo.

En ocasiones, a partir de las imágenes y las


comparaciones de los pacientes se originan pequeñas
historias terapéuticas, puesto que las historias terapéuticas
son comparaciones adornadas y ampliadas. Si los pacientes
no utilizan comparaciones en la descripción de su
problema, el terapeuta o el asesor puede proponerlas,
porque las comparaciones a menudo liberan posibilidades
de solución o abren nuevas perspectivas. De ahí que sea
muy aconsejable expresarse por medio de imágenes
(lingüísticas), metáforas, alegorías y comparaciones, y
comenzar las frases del siguiente modo: «Su problema (su
situación) es comparable con... Es como...»

Aparte de eso, el potencial de solución de las


comparaciones puede incrementarse mucho más aún
cuando se logra comparar terrenos problemáticos con los
puntos fuertes y los recursos de
una persona. A propósito, he aquí tres historias de personas
que lo hicieron de manera muy eficaz.

El famoso médico berlinés Rudolf Virchow ( 1 8 21 -


1 9 02 ) no solo prestó grandes servicios al progreso de la
medicina mediante sus investigaciones en el campo de la
patología, la fisiología y la anatomía. También tuvo mucho
éxito en la política. Además de la construcción de
numerosos hospitales, fue gracias a él que, en la segunda
mitad del siglo xix, Berlín contó con un eficiente sistema de
canalización. Eso permitió combatir el cólera, que hasta
entonces se había cobrado decenas de miles de vidas en
reiteradas epidemias. A menudo le preguntaban aVirchow
cómo, siendo médico, había conseguido reformas de tanto
alcance en el ámbito político.Virchow solía responder con
una comparación entre la política y lo que él, por ser
médico, sabía acerca de los procesos que tienen lugar en el
cuerpo humano: «La política no es nada más que medicina
a gran escala». A su juicio, también en la política hay
diferentes órganos, constituidos por numerosas células
diferentes.Y todas esas células y órganos están
relacionados. Transfiriendo el saber médico del cuerpo
humano a la política, es posible adoptar las medidas
preventivas y terapéuticas adecuadas.

Cuando comenzó la primera partida pública de


ajedrez entre Jan Wahls, el joven gran maestro ham-
burgués, y Deep Thought (Pensamiento Profundo),
la computadora de ajedrez más poderosa de aquel entonces
Jan no se sentía bien. Los diez millones de posiciones que la
computadora podía evaluar por segundo le inspiraban
mucho respeto. De ahí que al principio el estado de Wahls
fuese todo menos óptimo para poder jugar bien contra el
gigante del centro de investigación de ibm . La solución
provino de la novia de Wahls. Ella sabía que, cuando se
enfrentaba con rivales femeninas, Jan casi nunca perdía y
siempre jugaba muy bien, de modo que le dijo: «¡Imagina
que Deep Thought es una mujer!». Wahls ganó la partida (la
computadora se rindió al cabo de 28 jugadas).

A principios de los años noventa, la activista de


Greenpeace Monika Griefahn se convirtió en ministra de
Medio Ambiente del Estado alemán de Baja Sajonia.
Muchos se preguntaban entonces cómo lograría pasar de
activista de Greenpeace a ministra de Medio Ambiente, ya
que, en efecto, son dos tareas completamente distintas.
Griefahn, que ante todo veía puntos en común, opinaba:
«En realidad, lo que hago como ministra se parece al trabajo
en Greenpeace: hago lo mismo que en las campañas de
Greenpeace, trabajo en comisiones, intento persuadir y
motivar a la gente, defiendo nuestro medio ambiente,
etcétera».

¿Qué estructuras subyacen en estos tres ejemplos?


• El problema de Rudolf Virchow era que

Berlín necesitaba una nueva y eficiente canalización para


reducir el riesgo de epidemias.

Su punto fuerte era ser un buen médico.

Su solución fue comparar su labor política con su


trabajo como médico y prestar atención a los puntos en
común.

• El problema de Jan Wahls era que debía jugar


contra una computadora que consideraba poderosa.

Su punto fuerte era jugar frente a rivales femeninas.


Contra las mujeres siempre jugaba bien y se encontraba en
un estado óptimo para la partida.

Su solución fue ver a la computadora como una


jugadora de ajedrez.

• El problema de Monika Griefahn era que de


repente pasó a ser ministra de Medio Ambiente.

Su punto fuerte era el trabajo en Greenpeace.

Su solución fue comparar su labor ministerial con su


trabajo en Greenpeace y prestar atención a los puntos en
común.

La estructura de estos tres extraordinarios resultados


fue la siguiente: compara tu problema con alguno de tus
puntos fuertes y presta atención a los que son comunes.
los largos años de práctica le habían conferido gran
dominio y seguridad en el manejo de ordenadores. De
modo provisional, sostuve la absurda tesis de que las
mujeres son como los ordenadores. Al discutir esta postura
muy cuestionable —no solo desde el punto de vista
feminista—, mi paciente se dio cuenta, por ejemplo, de que
también en el trato con mujeres la práctica hace al maestro,
de que también con las mujeres hay que hacer algo primero,
para no sacar conclusiones equivocadas sobre lo de dentro a
partir de lo de fuera, y que también con las mujeres es
fundamental el inputy entrar los datos correctos en el
lenguaje correcto. Esta grotesca discusión disminuyó la
sensación que tenía mi paciente de que las mujeres son
criaturas inquietantes a las que resulta imposible aprender
a entender y con las cuales uno siempre lo hace todo mal.
Una vez que, gracias a esta conversación, se redujo un poco
la tensión que hasta entonces suponía para él este tema,
pudimos ocuparnos incluso de los chistes que circulan al
respecto. 1

1. En los países de habla inglesa, donde no es posible inferir


si el género gramatical de tlie Computer es masculino o femenino,
existen varias razones para inclinarse por una u otra opción.
a) Es masculino, porque:
1) Para que te preste atención, tienes que encenderlo.
2) Tiene una gran cantidad de información, pero no sabe
nada.
3) Se supone que está ahí para resolver tus problemas, pero
la mitad del tiempo él es el problema.
Este procedimiento también ayudó a un talentoso
músico profesional, que tenía un problema similar, a
concebir perspectivas y posibilidades completamente
nuevas. Después de dos terapias, en las cuales había
analizado a fondo diversos aspectos de su personalidad, su
objetivo también era que se le prestara apoyo para poder
por fin conocer íntimamente a una mujer. Le expliqué que
conocer a una mujer era como familiarizarse con una nueva
obra musical: algunas nos gustan a primera vista, pero al
poco tiempo nos parecen sosas; otras no revelan todas sus
profundidades hasta que nos dedicamos a ellas prolongada
e intensamente, y otras nos gustan, pero no encajan con
nosotros. Algunas obras musicales requieren mucho
estudio para poder sacar algún provecho de ellas, otras
parecen hechas a nuestra medida, y en otros casos el
esfuerzo es tan grande que no merece la pena, sobre todo
porque no nos gustan tanto. Hay piezas que tienen su

4) En cuanto te decides por uno, te das cuenta de que podrías


haber conseguido un modelo mejor si hubieses esperado un poco
más.
b) Es femenino, porque:
1) Nadie más que su creador comprende su lógica interna.
2) El lenguaje en el que se comunica con otras computers no
es comprensible para nadie más.
3) Hasta el más pequeño de tus errores está guardado en la
memoria a largo plazo para ser recuperado más adelante.
4) En cuanto te decides por una, te das cuenta de todo el
dinero que gastas en accesorios.
intríngulis, una parte difícil que nos cuesta mucho tocar de
manera armónica.Y para la música, ya se sabe, hay que estar
inspirado, y a veces la cosa no va bien, simplemente porque
desde el principio ha habido discordancias.

Es probable que en sus próximas entrevistas advierta


usted más a menudo la plasticidad con que a veces sus
pacientes se expresan con comparaciones. Las
comparaciones son como semillas, de las que pueden
originarse soluciones. Usted se permitirá cada vez más el
útil placer de adornar tales imágenes, infundiéndoles vida y
energía. Las comparaciones liberan las fantasías lúdicas y
los puntos fuertes. Las comparaciones ayudan a multiplicar
los puntos fuertes. Cada vez que utiliza usted una compara-
ción en las conversaciones sobre el problema, está
ofreciendo la semilla de una solución. Las descripciones de
problemas a menudo son como cárceles. Una llave para
escapar de tales cárceles puede ser una comparación, con la
que abre usted el camino al potencial «reino de la
solución»: «Su problema es comparable con... Es
como...»
No es por vanidá, pero yo diría -es más, digo- que mis
problemas no admiten comparación alguna con los de
ningún otro oso. Un problema mío me deja más chafao que
dos o tres de cualquier ser osuno, por muy pardo que sea.
No digamos si se trata de un pandilla. Y no sigo porque las
comparaciones son odiosas...
Minimáxima 6

A menudo, la activación de un estado malo comienza con


un temeroso

• «Ojalá nada malo ©...»:

• «Ojalá esta noche no volvamos a reñir tanto...»


el miedo y la desesperación aumentan cuanto más
temeroso, desamparado, atormentado y desesperado
hacemos que suene ese «Ojalá nada malo ©...», cuanto más
dejamos que se note que esperamos en vano, que
secretamente sabemos —aunque no queramos admitirlo—
que no podremos evitar ese cruel destino por mucho que
confiemos.Y si, además, al pensar o decir «Ojalá nada malo
©...» nos encogemos mentalmente de hombros y nos doble-
gamos ante los reveses supuestamente inevitables del
destino, entonces el temeroso resultado no deseado resulta
casi perfecto.

¿Qué podemos hacer cuando alguien cultiva el


estilo «Ojalá nada malo ©...»? Podemos pedirle que
describa con expresiones positivas cómo espera poder
actuar, pensar, sentir y ver las cosas. Así surgen frases e
ideas bajo el lema «Ojalá algo bueno ©...», es decir,
expectativas más bien positivas, motivadoras y, por lo
tanto, se genera confianza, la sensación de que uno se
enfrenta a un desafío y puede hacer algo. Dichas frases
empiezan con un confiado «Ojalá...», «Sin duda ©...»,
«Seguramente ©...», «Probablemente ©...»

• «Ojalá esta noche evitemos los temas delicados o los


discutamos de manera imparcial. Espero que esta noche
consigamos pasar una velada agradable, completamente
normal, con una buena cena y después un poco de tele.»
• «Sin duda mi circulación se mantendrá estable y me
levantaré completamente normal...»
• «Ojalá en la próxima situación que se presente
piense: “¡De algún modo lo conseguiré!”»
• «Probablemente mi buen presentimiento se acentúe y
consiga una espiral de éxitos...»

Siempre que el paciente tiene temores del tipo «Ojalá


nada malo...», un asesor o terapeuta comprometido puede
reformularlos en su lugar. Por lo general, sin embargo, es
mucho mejor pedirle al paciente que formule por sí mismo
sus expectativas en términos positivos. Para ello resulta
particularmente apropiada la palabrita mágica «¿Sino...
(©)?», de la minimáxima 3 , pronunciada con expectación e
interés. Alguien comprensivo diría, por ejemplo: «Ojalá en
la próxima situación usted no vuelva a pensar “¡De todos modos
no lo conseguiré!”, sino... (¿qué cosa buena desea pensar?)». Este
«¿Sino... (©)?», preguntado con expectación, es un
asistente para la articulación y, a menudo, un auténtico
obstetra de las expectativas y los deseos positivos del
paciente. Si, además, por medio de preguntas
constructivas (minimáximas 8 y 9 ) se le pide al paciente
que explique y muestre en qué tono y con qué actitud
espera poder pensar sus ideas positivas, se aprovecha el
efecto reforzador del tono y de la actitud, y al preguntar se
induce un poco al paciente a activar los pensamientos y las
actitudes deseadas. Por medio de algunas preguntas, el
paciente quizá dirá y demostrará: «La próxima vez me
gustaría poder decirme con tranquila seguridad y confianza
como ahora: “A ver
cómo lo solucionas. De alguna manera lo conseguirás”. Y
entonces me gustaría estar erguido, fuerte y bien activo, tal
como lo estoy ahora».

Desde luego, lo que he explicado aquí para la


entrevista de asesoramiento o terapia también es válido
para el monólogo interior o la reflexión. Al «Ojalá nada
malo...» se le puede añadir cada vez con más frecuencia un
«¿sino... (©)?», de esa manera es posible tener expectativas
cada vez más positivas y luego sustituir el «Ojalá algo
bueno ©...» por un confiado «Seguramente algo bueno
©...»

Ojalá esta minimáxima no haya pasado por usted sin


dejar huella, sino que le haya sensibilizado sobre el
problemático «Ojalá nada malo...». Ojalá el «Ojalá algo
bueno ©...» se le quede grabado. Seguramente, ahora
usted se interesa más, está más concentrado y de esa
manera descubre las posibilidades que brinda esta
minimáxima. Seguramente, en las próximas entrevistas
usted también le prestará más atención y comprobará lo
útil que es esperar confiado algo bueno con ayuda de la
palabra mágica «¿sino... (©)?» Probablemente, usted
recuerde esta intervención y la emplee con éxito cada vez
con mayor frecuencia y naturalidad. Y sin duda en su
escritorio hay un buen sitio para estas páginas, que le haga
recordar automáticamente lo bueno que puede ser encauzar
ideas y entrevistas en direcciones constructivas con un
interesado «¿sino... (©)?»
Vaya, un despiste y, ¡zas!, pienso de nuevo en mí y en mi
circunstancia, que es una empaná de problemas. Y
comienzo a hundirme como un oso de plomo... Vale, voy a
pensar en positivo, en algo bueno. Por ejemplo, que soy un
oso de peluche y mi osa me acaricia la cabeza... Doctor
Prior, esto promete. ¡Gracias por el consejo que me he
dao!
Minimáxima 7
«...aún no...»

Supongamos que sufre usted con la carga que a veces


supone su trabajo. Tal vez lo expresaría mediante la
siguiente frase: «Mi trabajo me resulta siempre muy pesado...»
Un interlocutor sensible puede reaccionar con unas
palabras comprensivas: «Su trabajo siempre es muy pesado...
Usted sí que tiene un trabajo pesado...» Probablemente, usted
se sienta entonces un poco aliviado, porque (por fin)
alguien lo comprende. No obstante, el centro de la atención
sigue estando en la pesada carga que siempre supone su
trabajo. ¿Qué le pasaría a usted si a continuación el
interlocutor comentara: «De modo que usted aún no ha
hallado los medios suficientes para tomarse un poco más a la
ligera ese trabajo pesado...»? Tras esta observación
comprensiva, están en perspectiva los medios para
tomarse un poco más a la ligera el trabajo pesado.

A alguien que sufre sobrepeso, se le puede decir de


manera comprensiva: «Usted sufre sobrepeso». O se le puede
decir: «Usted aún no ha logrado su objetivo
“de peso”. Aún no ha hallado los medios suficientes
para adelgazar hasta conseguir el peso que desea...»

Las personas que padecen frecuentes dolores de


cabeza suelen quejarse de que siempre les duele mucho
la cabeza. Después de la minimáxima 4 sabemos que
«siempre» nunca es verdad en relación con un síntoma.
Aparte de esto, un interlocutor comprensivo puede
transmitir, en primer lugar, que entiende muy bien el
sufrimiento provocado por esos dolores de cabeza y luego
continuar: «De modo que hasta ahora usted ha hallado pocos
medios para mitigar esos dolores de cabeza o evitarlos por
completo durante mucho tiempo.Y si usted no puede evitar esos
dolores de cabeza, aún ha desarrollado muy pocos recursos para
reducir esos dolores de cabeza de manera más o menos
satisfactoria y volver a sentirse bien».

No solo en la terapia de pareja hay parejas que se


quejan de que «siempre» riñen mucho. ¿Qué pasaría si el
interlocutor comprensivo dijera: «Hasta ahora aún no ha
podido usted aclarar de manera satisfactoria algunas cosas con
su pareja, pues aún ha hallado muy pocos medios para man
tener con él una conversación constructiva sobre esos temas o
para hablar con objetividad de esas cosas con él...»

Las personas que sufren adicción a comprar «fla-


quean» con mucha frecuencia ante la ropa y compran
demasiadas cosas que después no necesitan ni desean tener.
Tras haber comprendido que a menudo (¡no siempre!) eso
constituía un problema en el pasado, un
asesor orientado a la solución puede continuar: «De modo
que en el pasado usted aún desarrollaba muy pocas estrategias
para mantenerse firme cuando iba de tiendas y para tener
presente lo que realmente necesitaba...»

Como podrá usted ver en estos ejemplos, hay una gran


diferencia entre:

• «reñir siempre» o «aún no haber podido aclarar de


manera satisfactoria algunas cosas.«aún haber hallado muy
pocos medios para mantener una conversación constructiva y
hablar de asuntos delicados con objetividad»;
• «ser adicto a comprar y débil, comprar siempre cosas
que uno después no necesita» o «haber desarrollado aún muy
pocas estrategias para mantenerse firme cuando uno va de
tiendas y para tener presente lo que realmente necesita»;
• «incapacidad para ¡os exámenes» o «aún no haber
desarrollado lo suficiente la capacidad de poder disponer de sus
conocimientos en los exámenes»;
• «estancamiento, inmovilidad» o «aún no haberse
puesto en marcha»;
• «desconcierto» o «aún no tener la competencia
suficiente» y «aún no encontrar salida»;
• «falta de memoria» o «aún no haber hallado medios
para recordar»;
• «sucio» o «aún no estar limpio»;
• «desorden» o «aún no estar ordenado»;
• «tener siempre una pila de cosas en el escritorio» o
«aún no haber hallado tiempo/fuerzas para ordenar esta pila de
cosas»; «aún no disponer de estrategias para
reducir de ahora en adelante esta pila de cosas no bien empieza
a formarse...»

En asesoramiento y psicoterapia suele hablarse de


objetivos, problemas, síntomas, debilidades, incapacidad,
partes o cualidades «malas», que se rechazan. Con ayuda de
las dos palabras «aún no» es posible concentrar la atención
en los potenciales, las oportunidades y las perspectivas:

• los objetivos son objetivos que aún no se han


logrado;
Mire por donde, este consejo tampoco me parece gran cosa.
Lo mío es un sinvivir. ¡Debería cambiar de rumbo ya mismo!
Pero aún no estoy preparado, salta a la vista, doctor Prior.
Aún reina el desorden. Aún no veo ninguna luz al final del
túnel. Ningún objetivo aparece aún en mi horizonte... Estoy
más bloqueao que... que... Ve, no tengo remedio. Pero que
quede clara una cosa: cualidades negativas no tengo. ¡Este
es mi clavo ardiente!
Minimáxima 8
Preguntas constructivas

En la entrevista psicoterapéutica,las preguntas no son solo


un medio de diagnóstico para recoger información. La
pregunta indicada en el momento indicado puede ser una
fuerte intervención terapéutica. Las preguntas inteligentes
son el modo más sencillo para dirigir la atención del
paciente hacia rutas provechosas. Asimismo, son la manera
más simple de favorecer la búsqueda conjunta de
soluciones y recursos.

Mediante la forma de la pregunta es posible ejercer


una influencia decisiva sobre:

• si el paciente busca mucho o poco,

• en qué medida la pregunta dirige la atención, y

• si uno le simplifica o le complica innecesa -


riamente las cosas al paciente.

En el siguiente diálogo, el terapeuta formula


«preguntas de respuesta si/no». Se trata de preguntas en las
cuales se pide una respuesta que se reduce a «sí» o «no».
Paciente: Estoy siempre muy deprimido...
Terapeuta: ¿Recuerda alguna ocasión reciente en la que
no haya estado deprimido?
Paciente: La verdad es que no...
Terapeuta: ¿Hay alguna posibilidad de que usted evite
estar deprimido?
Paciente: No, es que siempre caigo en un abatimiento
así...
Terapeuta: ¿Hay alguna posibilidad de que usted lo pase
bien?
Paciente: Ahora mismo no se me ocurre ninguna. Es que
de veras estoy siempre tan deprimido...
Terapeuta: ¿Hay un primer paso para que usted pueda
salir de su depresión y recobrar las fuerzas y el ánimo?
Paciente: Tal vez lo haya, pero yo no hago otra cosa que
hundirme cada vez más... La verdad es que esperaba que usted
pudiera ayudarme. Pero es probable que yo sea realmente un
caso difícil...

En el diálogo anterior, por precaución, el paciente


contesta «no» a todas las «preguntas de respuesta si/no»
del terapeuta y no reflexiona mucho. Al final parece resultar
cierta una secreta sospecha que hasta ese momento no
estaba confirmada, y el paciente «reconoce» que es un «caso
difícil». Pero, mirándolo bien, este «reconocimiento» es un
resultado de las preguntas de respuesta si/no. Es cierto que
dichas preguntas, absolutamente bienintencionadas, se
refieren a excepciones de la regla del problema
(«estar siempre muy deprimido»), a posibilidades y pasos
de mejoramiento. Sin embargo, a fin de cuentas, por su
forma solo contribuyen a que el paciente vea, por así
decirlo, oficialmente confirmada por un psicoterapeuta su
sospecha de que es un «caso difícil». En general, este
«reconocimiento» fatal al principio de una terapia aumenta
y agrava de forma considerable el problema. 1 Los terapeutas
orienta-

1. De manera un tanto más poética, Anna describe la


reducción de las posibilidades por medio de preguntas en una
conversación con Fynn. Ella le había rogado al Señor Dios que le
enseñara a preguntar correctamente y luego explica:

—Las cajas de los seres humanos se vuelven cada vez más


pequeñas.

—¿Qué cajas?

—He pensado que cada pregunta se halla en una caja, y las


respuestas que obtienen las personas siempre tienen exactamente el
mismo tamaño que la caja dentro de la cual está la pregunta. Ocurre
lo mismo que con las dimensiones, ¿recuerdas?

—¿Te refieres a lo del libro?


dos a los recursos y la solución prefieren aspirar al
reconocimiento de que se trata de un «caso fácil». Para un
«caso fácil», y con un «caso fácil», es más sencillo encontrar
soluciones.

Una «pregunta de respuesta sí/no» orientada a la


solución, por ejemplo, «¿Tiene usted ideas acerca de cómo
podría solucionar su problema?», solo puede tener por
respuesta un «sí» o un «no».Y, por regla general, es más
fácil seguir trabajando cuando el paciente contesta
afirmativamente la pregunta por las ideas de solución. Por
el contrario, si el paciente responde «no» a dicha pregunta,
el terapeuta estará en una situación más bien difícil. Así
pues, después de tales preguntas de respuesta sí/no tan solo
se puede ganar o perder. Por eso las he definido de manera
informal como «preguntas de tahúr». Son preguntas
apropiadas, sobre todo, para colegas muy maduros, que al
cabo de largos años de profesión buscan nuevas
posibilidades para hacer que su labor terapéutica resulte
tan emocionante como un juego en el que se puede ganar,
pero también perder.

Si el terapeuta del diálogo anterior formula las mismas


preguntas de otra manera, es decir, como «preguntas
constructivas», puede obtener un resultado muy distinto:

Terapeuta: ¿Qué puede decirme en primer lugar acerca de


lo que le preocupa?
Paciente: Estoy siempre muy deprimido...
Terapeuta: En el pasado usted a menudo estaba muy
deprimido (minimáxima 1, «En el pasado...», y minimáxima 4,
«¡“Siempre”nunca es verdad en relación con un síntoma!»).
¿Cuándo ha estado un poco menos deprimido, o quizá incluso
nada deprimido, últimamente?
Paciente (después de pensar un buen rato): En
realidad, solo una vez que me animé a ir a un mercadillo de
viejo...
Terapeuta: ¿Cómo se sintió cuando se animó a ir allí?
Paciente: La verdad es que al principio no me apetecía.
Pero luego lo pasé muy bien. De eso hará ya más de un mes...
Terapeuta: ¿Cómo era no estar deprimido, cómo se sentía
usted allí? ¿Qué es para usted lo contrario de «deprimido»?
Paciente: Mire usted, es un poco como era antes, me
intereso por lo que hay, converso con la gente y me olvido de
todo lo que tanto me aflige normalmente. Entonces ya no es
todo tan difícil....
Terapeuta: Entonces ya no es todo tan difícil, sino...
¿cómo es entonces? (minimáxima 3, «¿Sino...?»).
Paciente: En cierto modo, más fácil. Simplemente estoy
ocupado con lo que me interesa, las cosas viejas, si están bien
conservadas, los precios, el regateo, etcétera.
Terapeuta: ¿Y qué posibilidades podría usted imaginar
para ver cómo ocuparse más a menudo de lo que le interesa, el
mercadillo, las cosas viejas, los precios, etcétera?
Paciente: Pues bien, tendría que animarme más a menudo
como aquella vez e ir al mercadillo a pesar de que en un
principio no me apetezca.
Terapeuta: ¿Y cuál podría ser un primer paso para
animarse?
Paciente: Tendría que comprarme un periódico donde se
publiquen todas las fechas en que hay mercadillo...

Por medio de las preguntas constructivas del terapeuta,


el paciente se ve involucrado con gran eficacia en procesos
de búsqueda constructivos. Mediante la forma de la
pregunta se descarta en gran medida la posibilidad de que el
paciente diga «no» por precaución.

Si uno busca de una manera intensa y específica con el


paciente en una determinada dirección (los terapeutas
orientados a la solución buscan preferentemente mejoras de
los síntomas, excepciones a la regla del problema, puntos
fuertes del paciente, ideas y enfoques que apuntan a la
solución, etcétera) y si le gusta descubrir lo que buscaba,
debería formular preguntas que impliquen lo que se busca
como algo que ya existe. El mejor modo de comenzar tales
preguntas es con las palabras «qué...», «cuándo...»,
«cuál...», «quién...», «cómo...», «en qué...», «con
qué...», todos adjetivos y pronombres interrogativos:

• «¿Qué quiere lograr en esta sesión?»


• «¿Qué ideas tiene usted que puedan ayudarle a
solucionar su problema?»
• «¿Qué ha encontrado usted hasta ahora que le
haya ayudado a solucionar su problema?»
• «¿Qué ha notado usted que ha cambiado, o quizá
mejorado, desde nuestra última sesión?»
• «¿Cuáles de las capacidades que usted tiene podrían
ayudarle en esta difícil situación?»
• «¿De qué puede servirle ahora el haber resistido y
saber que, de una forma o de otra, hasta ahora siempre lo ha
logrado todo? ¿Ycómo ha hecho hasta ahora para lograrlo?»2

Ya solo por la forma de estas preguntas cons-


tructivas se transmite claramente que el terapeuta quiere
saber más detalles, que está muy interesado y que lo que
pregunta le parece importante. Las preguntas constructivas
son constructivas porque son productivas y útiles, y ayudan
a construir lo que el paciente y el terapeuta desean.

• ¿Qué cree usted que es lo importante de las preguntas


constructivas?
• ¿Qué ventajas de las preguntas constructivas lo
convencen más?

2. Han sido más bien raras las veces que el pronombre


interrogativo «por qué» ha resultado útil en mis entrevistas con
pacientes. Pero, según las circunstancias, al comienzo les pregunto
sin falta a los pacientes: «¿Cómo se explica usted que surja su
síntoma?» Me interesan mucho las respuestas a la pregunta «¿Cómo
surge el síntoma?»Y siempre pregunto: «¿Qué ventajas podría tener el
síntoma? ¿Qué aspectos buenos indica el síntoma?»
• ¿Con qué frecuencia planteaba usted preguntas
constructivas hasta ahora?
• ¿Cómo podría usted sensibilizarse sobre la diferencia
entre las preguntas de respuesta sí/no y las preguntas
constructivas?
• ¿Cómo podría hacer usted para formular a menudo a
sus pacientes preguntas constructivas?
Está claro que no puedo seguir así. Plantao en el de sastre,
quiero decir. No me gusta hacerme preguntas porque me
pierdo, pero tendré que esforzarme un poco, ¿no, doctor? A
ver, por ejemplo, ¿quién soy ? Evidentemente, soy un oso,
aunque a veces parezco un ser humano, con su inseparable
saco de problemas a la espalda. ¿De dónde vengo? Qué más
da, soy un oso de mundo, aunque me muevo menos que la
estatua de la Libertà. ¿Adonde voy? Vaya pregunta. De
momento, a la cama, a darle vueltas a todo esto abrazao a
la almohada.
Minimáxima 9
Preguntas constructivas
por pequeños pasos

En la última minimáxima distinguimos entre «preguntas


de respuesta sí/no» y «preguntas constructivas». Las
primeras son con las que se pide un «sí» o un «no» por
respuesta. Las segundas comienzan con un pronombre o un
adverbio interrogativo (cuándo..., cómo..., cuál..., qué...)

Cuando un paciente refiere: «Siempre estoy muy


deprimido...», los terapeutas pueden formular preguntas de
respuesta sí/no muy comprometidas y sensatas para
conocer los motivos de la depresión padecida. Pese a todo
su compromiso, no suele sacarse en claro nada más de las
respuestas del paciente:

Terapeuta: ¿Es posible que su trabajo le resulte excesivo?


Paciente: No, en realidad no...
Terapeuta: ¿Le agobia la tirantez de las relaciones con su
mujer?
Paciente: No, no puedo decir tal cosa...
Terapeuta: ¿Es posible que le siga pesando el hecho de
que su padre murió hace un año?
Paciente: No, en realidad ya debo de haberlo superado. ..

Tal como demuestra este breve diálogo, en general


para los terapeutas es mucho más fácil y productivo recoger
datos de diagnóstico mediante una abierta pregunta
constructiva: «¿Con qué podría estar relacionado el hecho de
que en el pasado usted se sintiera a menudo tan deprimido?»
Por regla general, esta pregunta hará reflexionar al paciente
más que las tres comprometidas preguntas de respuesta
sí/no del diálogo anterior juntas. Además, seguramente al
terapeuta le cuesta más esfuerzo formular esas tres
preguntas de respuesta sí/no basadas en hipótesis.

Las preguntas constructivas también resultan


apropiadas para (re)construir soluciones. No obstante, es
fundamental formular las preguntas constructivas
orientadas a la solución por pasos lo más pequeños
posible, pues cuando las preguntas constructivas se hacen
«en porciones muy gruesas», es decir, cuando se pregunta
por soluciones grandes, definitivas, la conversación puede
tomar un rumbo desfavorable:

Paciente: Siempre estoy muy deprimido...


Terapeuta: ¿Y cuál es el motivo principal (paso demasiado
grande) por el cual está tan deprimido?
Paciente: La verdad es que no lo sé...
Terapeuta: ¿Cuándo se siente usted realmente bien (paso
demasiado grande)?
Paciente: La verdad es que nunca...
Terapeuta: ¿Y qué puede hacer usted ahora para salir de
una vez de su depresión (paso demasiado grande, ya que ni
siquiera está clara todavía la alternativa a la depresión)?
Paciente: Lamentablemente tampoco lo sé. Si lo supiera...
Terapeuta: Pero solo necesitamos un primer paso decisivo
(paso demasiado grande). ¿Cuál sería, pues, el primer paso
decisivo (paso demasiado grande a pesar del condicional)?
Paciente: Lamentablemente, tampoco lo sé... Mire usted,
ahora me doy cuenta de lo profunda que debe de ser mi
depresión.Y me pregunto si aún me podrán ayudar...

En este breve diálogo, si bien todas las preguntas del


terapeuta se orientaban a la solución, eran muy difíciles de
responder para el paciente. De ese modo se desarrolla
rápidamente en él una «actitud yo no sé». Después de unas
pocas preguntas demasiado difíciles, el paciente ya solo
parece saber que probablemente no puedan ayudarlo. Ese
resultado fatal se produce debido a una sucesión de
preguntas por grandes pasos.
Paciente: Hace un año murió mi padre. Fue bastante duro
para mí. Bueno, y quizá también le doy demasiada importancia a
algunas cosas en el trabajo...
Terapeuta: ¿Cuándo ha estado usted un poco menos
deprimido últimamente?
Paciente: Durante las vacaciones, hace tres semanas,
entonces era bastante menos...

(En este punto sería un paso demasiado grande


preguntar por estrategias de mejoramiento. Por eso, el
terapeuta pide primero que se le explique mejor cómo es
cuando la depresión es «bastante menos». Al terapeuta le
interesa qué es «más» y cómo el paciente puede describir de
una manera positiva ese «más»).

Terapeuta: ¿Ycómo era usted durante las vacaciones,


cuando estaba bastante menos deprimido? ¿Qué cosas hacía que
últimamente haya estado haciendo más bien poco?
Paciente: Volví a ser un poco como era antes, hasta volví a
practicar deportes un par de veces Jugué al voleibol, fui a nadar y
en general hacía bastantes cosas...
Terapeuta: ¿Ycómo se sentía?
Paciente: ¡Ah!,fue muy bonito, uno se siente un poco
diferente..., mejor y más ágil...
Terapeuta: ¿Y cómo podría hacer usted, aquí, para poco a
poco volver a hacer algo de deporte o moverse más, para volver a
sentirse más como antes también aquí?
Paciente: Mmm... Esa es una buena pregunta, difícil pero
buena...Tal vez podría... (y entonces el paciente
busca respuestas a esta pregunta constructiva por pequeños
pasos).

Por medio de muchas preguntas constructivas


por pequeños pasos, planteadas sucesivamente por el
terapeuta, se suscita en el paciente, de un modo
comunicativo, la experiencia de una creciente
competencia en la contestación de preguntas
relevantes para la solución: «De una manera o de otra sé
responder a todas sus preguntas, a pesar de que aún no
había pensado en muchas de las cosas que usted quiere
saber. Y, además, se me ocurren entonces ideas muy
útiles.Tal vez yo no sea tan tonto como pensaba». Al
preguntar por soluciones, facilita las cosas preguntar
primero en condicional por «lo imaginable»: «¿Yqué sería
algo imaginable como un pequeño primer paso para la
solución?». Una vez que el paciente ha sido capaz de dar
algunas respuestas a esa pregunta, es posible ir abriéndose
camino paso a paso para la pregunta formulada en
indicativo: «¿Y qué partes de tales pasos imaginables de la
solución le parecen más viables?». La interrogación
constructiva acerca de soluciones debería avanzar, pues,
desde el condicional no vinculante, que favorece la lluvia de
ideas, hacia el indicativo. Con la transición casual al
indicativo tienden a producirse hechos vinculantes y se
pueden «asentar» los pasos de la solución.

Un requisito esencial para el éxito de este


procedimiento es la orientación de las preguntas
constructivas por pequeños pasos. Estas deberían apuntar a
soluciones, mejoras, capacidades y recursos del paciente.
Luego se puede «lucrar» con las respuestas obtenidas.

Experimente usted mismo con sus formas de


preguntar. Es posible que, sin haberlo notado, ya haya
formulado de manera ocasional preguntas constructivas por
pequeños pasos. Permítase dar pequeños pasos cuando
aprenda a formular preguntas constructivas por pequeños
pasos de un modo cada vez más sistemático. ¿Cuál sería la
mejor manera de proceder? ¿Qué experiencias adquirirá
usted si en sus próximas entrevistas formula preguntas
constructivas por pequeños pasos de forma plenamente
consciente?
La última sesión me dejó tocao y no he pegao ojo en toda la
noche. Yo creía que me iba a ir mejor. Lo de ir avanzando
pasito a pasito es una verdá como una colmena. Habrá que
ir estableciendo prioridades. Por cierto, las tendrá usté
patentadas, ¿no, doctor? Voy a comenzar por dejar esta
mesa como una patena. Luego acometeré otra prioridad,
pero todo a su tiempo. Dígame, doctor Prior, usté que ya
me conoce bastante, ¿soy un caso difícil? ¿Podré salir de
esta?
ideas que se generan en lo más íntimo de su alma, o hablaría
más de su problema con otras personas y prestaría especial
atención a las cosas útiles que surjan? ¿O más bien llegaría de
un modo totalmente distinto, poco convencional, a nuevos
principios de solución?»
• «Si esta vez dejara usted de fumar para siempre, de
modo que estuviese inmunizado contra las recaídas, ¿lo liaría
anunciando a todos sus amigos y conocidos su definitivo adiós
al cigarrillo y haciendo apuestas, o más bien se aseguraría de
otro modo de despedirse definitivamente del cigarrillo?»
• «Supongamos que en su próximo examen oral usted
imaginara unos instantes al examinador sin más ropa que su
bolígrafo, ¿le resultaría más fácil entonces verlo como una
«persona normal como tú y yo», o más bien se diría: “He es-
tudiado mucho y me concentro por entero en contestar bien”?
¿O cómo viviría entonces la situación de examen?»

Estos ejemplos ponen de manifiesto que a quien


formula esta clase de preguntas le interesa sobre todo:

• dar nuevas ideas al paciente,

• presentar las sugerencias y las propuestas de una


manera atractiva y «de fácil manejo»,

• focalizar la atención en direcciones provechosas,

• implicar al paciente en procesos de búsqueda de


soluciones y mejoras.

Una pregunta así formulada comienza con el supuesto


de una actividad deseable. Por ejemplo,
si uno desea ayudar a alguien a bajar de peso, tal vez podría
manifestar en algún momento de la entrevista: «Ya sabrá
usted que un medio natural para adelgazar es aumentar la
actividad deportiva». Luego, por medio de la palabra
«supongamos...», puede invitarlo a realizar un ejercicio
mental («Supongamos que usted empezara a aplicar este
conocimiento...») y a continuación hacer dos o más
sugerencias que contengan alternativas deseables:
«¿Pensaría más bien en cómo volver a practicar un deporte que
antes le gustaba mucho, o buscaría algo nuevo, algo que quizá
siempre haya querido probar, y que, además, aumentaría su
consumo de calorías de forma saludable?»

Con estas preguntas acerca de dos o más alter nativas


deseables, es posible conseguir de manera indirecta y
tentadora que el paciente se represente mentalmente
nuevas posibilidades. Estas preguntas son tanto más
valiosas cuanto más coinciden sus propuestas implícitas
con los objetivos y los valores del paciente. Cuando, por
medio de preguntas tentadoras sobre posibilidades
deseables, se logra sugerir soluciones o incluso dar con algo
que el paciente acepta entusiasmado como una ocurrencia
iluminadora, estamos ante auténticas perlas de la
experiencia comunicativa.

Supongamos que usted ya se hubiera dado cuenta de


que con esta forma de preguntar puede hacer que su labor
terapéutica resulte mucho más eficaz, ¿volvería a leer estas
explicaciones para
grabárselas en la memoria, o haría una copia de la última
página de este libro, donde se enumeran los títulos de las 15
minimáximas, y la colgaría en algún sitio bien visible, en su
lugar de trabajo, como ayuda para la memoria y la práctica?
¿O cómo haría para formular más a menudo estas
preguntas tentadoras sobre alternativas deseables?
Sí, sí, tres estupendos ejemplos que a mí no me sirven de
na. Ni hago exámenes, ni fumo, ni hablo de mis manías con
nadie (quién me iba a entender...) Bueno, examen de
conciencia sí que he hecho alguna que otra vez, pero tengo
menos que un oso de peluche. Lo único que me vendría bien
ahora es cantarle las cuarenta a alguien. Pero ¿a quién? Tal
vez, si soltara lastre por la boca, mis males se esfumarían...

\í-------------------------------------------
Minimáxima 11 «Con la mente
consciente usted hasta ahora no
ha podido...»

En la entrevista terapéutica, los pacientes siempre refieren


que no pueden lograr algo deseable. Dicen, por ejemplo:
«No encuentro salida...», «Nopuedo imponerme...», «No sé
cómo hacerlo mejor...» Ello suele invitar al terapeuta a decir
cómo el paciente podría hacerlo mejor, cómo podría
imponerse o encontrar una salida. Pero no todos los
pacientes saben apreciar esos buenos consejos directos,
antes bien, los consideran «sabihondos», no se sienten a
gusto con un terapeuta tan superior ni con la relación
jerárquica (abajo, el paciente incapaz e ignorante; arriba, el
terrapeuta capaz y sabi|hond)o) y no están en condiciones
de seguir tales consejos.

Por otra parte, es problemático limitarse a reflejar de


manera comprensiva («pacing») que el paciente no puede o
no sabe hacer algo. La confirmación de dicho punto de vista
tendría como consecuencia que la solución debe venir de
fuera, en este caso, del terapeuta por supuesto. Y a muchos
pacientes les resulta difícil aceptar
tales soluciones (véase arriba). ¿Cómo resolver este dilema?

Aplicando la décima minimáxima, es posible implicar


al paciente en procesos de búsqueda orientados a la
solución y los recursos con preguntas tentadoras acerca de
dos alternativas deseables. 1 Cuando el paciente declara su
ignorancia o su incapacidad, también es posible aplicar otra
estrategia. Esta estrategia se basa en que el terapeuta
siempre puede afirmar que el paciente no piensa que no
puede o que no sabe como persona integral, sino solo en
parte (es decir, con su mente consciente o su «cabeza», por
contraposición al inconsciente, a la intuición o al cuerpo):
«Con su mente consciente no sabe usted cómo mejorar su
estado de ánimo, no tiene idea de cómo hacerlo...» A
continuación se puede decir: «De modo que la mejoría deberá
provenir más bien de su inconsciente...» En general, la
declaración del terapeuta acerca de que el saber curativo y
las posibilidades de mejorar del paciente residen en su
inconsciente es aceptada. La mayoría de las veces el
paciente dice luego que no sabe cómo acceder a su saber
inconsciente o a sus capacidades inconscientes. Tras haber
creado una «actitud sí», un hipnoterapeu- ta puede luego
proponer fácilmente un trance para

1. Se pregunta,por ejemplo: «Supongamos que usted pudiera


imponerse, ¿cómo lo haría? ¿Cuál sería su estilo? ¿Defendería sus
intereses manifestando sus deseos con total objetividad, o más bien
encontraría medios poco habituales?»
liberar ese saber y ese poder inconscientes a través de un
estado de conciencia distinto. En consonancia con la «fail-
safe double bind induction» (inducción del doble vínculo a
prueba de fallos) de Ernest Rossi, 2 puede decir, por
ejemplo:

«Usted quiere adelantar con su problema. Hasta ahora,


con su mente consciente, no ha podido encontrar ningún avance
practicable, de manera que ahora le preguntaremos a su
inconsciente. Su inconsciente sabe y puede mucho más que su
mente consciente. Ahora coloque las manos a la altura del
pecho, como si pudiera tomar su problema entre las manos.
Ahora que su inconsciente ya está listo para permitir que usted
sepa o sienta algo que le hará adelantar un paso con su
problema, sus manos empezarán a moverse como por sí solas. Si
antes es necesario que desarrolle usted un trance intermedio,
sus ojos pueden ir cerrándose lentamente y luego los
movimientos de sus manos resultarán mucho más perceptibles...
Esté atento y utilice su tacto para aquello que su inconsciente le
hace comprender poco a poco a través de sus manos...»

También pueden proponerse deberes ambiguos para


hacer en casa como ritual de acceso a estos conocimientos y
capacidades inconscientes. Stephen y Carol Lankton, dos
discípulos de Milton

2. E. L. Rossi y D. B. Cheek, Mind-Body-Therapy:


Ideodynamic Healing in Hypnosis, Nueva York, Norton, 1988, págs.
35-46; M. H. Erickson y E. L. Rossi, Experiencing Hypnosis.
Therapeutic Approaches toAltered States, Nueva York, Irvington,
1981, págs. 126-142.
H. Erickson, derivaron del trabajo de su famoso maestro
«prescripciones ambiguas» (ambiguosfunction assígnments)
y las describieron. Tales prescripciones ambiguas ofrecen al
paciente una posibilidad de proyección para su saber
interior y funcionan como obstetras en la concientización
del saber inconsciente. 3

Pero aún a aquel que no sea hipnoterapeuta ni utilice


prescripciones ambiguas le resultará útil distinguir entre la
mente consciente y una instancia de conocimiento superior
o más profunda del paciente (el «inconsciente», «lo más
íntimo de su ser», su «yo superior», la «intuición»,
etcétera).Tras establecer esta distinción, ya no es todo el
paciente el que no sabe, sino solo una parte de él. Otra
parte suya lo sabe muy bien. Especular con el paciente
acerca de dicho saber ayuda a concebir nuevos
pensamientos, ideas y posibilidades.

Ahora bien, combinando varias minimáximas es


posible reaccionar de la siguiente manera ante un paciente
que está convencido de no poder o no saber algo, abriendo
la puerta a nuevas posibilidades:

3. S. R. Lankton y C. H. Lankton, Enchantment and


Intervention in FamiliyTherapy.Training in EricksonianApproaches,
Nueva York, Brunner & Mazel, 1986, págs. 136-152; C. H. Lankton,
«Task Assígnments: Logical and Otherwise», en J. K. Zeig y S. R.
Lankton (eds.), Developing Ericksonian Therapy. State of thc Art,
Nueva York, Brunner & Mazel, 1988, págs. 257-279.
«En el pasado, raras veces pensaba usted con su mente
consciente que a menudo puede más de lo que cree. Pero su
inconsciente tiene y sabe mucho más acerca de sus
posibilidades. ¿Cómo hará usted esta vez para poner a su
alcance ese saber inconsciente sobre posibilidades adicionales?
¿Cómo conseguirá —quizá en un nuevo estado de conciencia—
liberar ese saber adicional?»

Lo que es bueno para los pacientes también puede ser


bueno para los asesores y terapeutas. Es posible que en el
pasado usted pensara con su mente consciente que no
podía sacar mucho provecho de los principios
ericksonianos de la psicoterapia y la hipnosis. O tal vez
descartaba la posibilidad de aprender algunos elementos
ericksonianos e integrarlos en su trabajo. Pero puede que
en lo más profundo de su ser exista algo así como una
curiosidad, una curiosidad por saber para qué sirve una
concepción del inconsciente como un sitio de sabiduría
interior y posibilidades latentes.Y puede ser muy
interesante ver cómo dicha curiosidad ayuda a descubrir
cosas fascinantes...
Cierro los ojos y, ¡vualá!, en trance... Vuelo por el cielo
azul y suelto mis problemas uno a uno, eso sí, pro curando no
darle a nadie en la cabeza... La intuición -el olfato, mejor
dicho- agita mis alas. Ahora valoro en toda su dimensión
esta generosa inconsciencia con que la naturaleza me ha
dotado. ¡Adiós, problemas, adiós! ¡Adiós, debilidades, adiós!
¡No quiero veros el pelo nunca más!
Minimáxima 12
No propuestas

¿A qué terapeuta o asesor no le ha ocurrido que sabe bien


cuál es la solución, hace una propuesta realmente muy
buena y lo justifica todo con argumentos sólidos, pero la
propuesta es rechazada por el paciente? O el paciente
muestra una actitud «sí, pero», diciendo: «Sí, la verdad que
es una excelente propuesta, pero por desgracia no puedo
aceptarla. Lo mío sí que es grave, sé que soy un paciente
difícil. ..»A veces, el paciente asegura que «intentará de
veras» poner en práctica la propuesta, el terapeuta
comprometido apremia al paciente para que lo intente de
veras, pero para sus adentros ya sabe que, aparte de las
numerosas excusas («Lo siento, de veras lo he intentado,
pero...»), al final no se adelantará nada. El fastidio que
produce el rechazo abierto o encubierto de las buenas
propuestas confirma una desagradable conclusión: mucha
gente no puede aceptar las propuestas directas, por muy
buenas que sean.

De ahora en adelante podremos ahorrarnos esa molesta


decepción. En algunas personas, el
índice de aceptación de las propuestas terapéuticas
aumenta considerablemente cuando presentamos nuestras
propuestas como negaciones y hacemos no propuestas. Para
ello nos valemos de la noción de que todo lo que sigue a una
negación se activa sin falta mentalmente por breve tiempo.
Usted podrá comprobarlo con facilidad observando su
propia reacción al leer las siguiente frases:

• «¡No piense ahora en un conejo rosa!»


• «No sienta que tiene en la boca una cucharada de
zumo fresco de limón y que la acidez del zumo de limón lo
impregna todo...»
• «No imagine a su jefe con un enorme sombrero de
cowboy en la cabeza...»

Aprovechamos este efecto —«no pienses en un


objetivo, qué es lo que quiere, porque es posible que esta cuestión
le preocupe sencillamente en su fuero interno, de manera más
bien oculta...»

el terapeuta presenta de esta forma sus


propuestas, relativizándolas mediante la negación
antepuesta, el paciente siempre tiene la libertad de decir
«No, eso tampoco es posible por las siguientes razones...», y
entonces se encontrará con un terapeuta comprensivo o que
se esfuerza por comprender. O, si no, el paciente reacciona
diciendo: «Mmm..., es cierto que podría haber hecho eso. Pues
sí que es una buena idea...».Y a menudo al paciente luego le
parece que fue a él a quien se le ocurrió esa buena idea. El
paciente tiene, pues, plena libertad de retomar las
sugerencias que le parecen apropiadas y de pasar por alto
las inapropiadas. Así se evitan las luchas infructuosas por la
aceptación o el rechazo de la propuesta. Las posiciones de
rechazo y aceptación se ocupan de una manera práctica: el
terapeuta, con sus no propuestas, ocupa prudentemente la
posición de «¡eso no puede ser!», mientras que la posición
del paciente es más bien la de «¿y por qué no?»

La actitud con la que hacemos estas no propuestas


debería corresponderse con la formulación lingüística. En
realidad, no hacemos ninguna propuesta, ni tampoco
queremos hacerla. Antes bien, ya de antemano afirmamos
más o menos de pasada que lo dicho probablemente no sea
factible. Si el
interlocutor también califica lo dicho de no factible e
imposible, y lo justifica, lo comprendemos. Pero con gusto
nos dejamos refutar por el interlocutor y desengañar de la
factibilidad. En efecto, el propio interlocutor sabe mejor
que nadie lo que es factible y posible para él.

Resulta particularmente atractivo y tentador


introducir buenas ideas anteponiendo las siguientes
negaciones:

• «Y aún no hace falta que se permita usted...»


• «Y no es necesario...»
• «Y aún no es necesario que...»
• «Y aún no tiene usted que...»
• «Y aún no hace falta que permita usted que...»

También es útil tener en cuenta el principio

de los pequeños pasos:

• «Usted aún no necesita permitirse disfrutar un poco


más de esta experiencia...»
• «Y no hace falta que ahora imagine usted qué pasaría
si aumentara la intensidad o la profundidad de esa sensación
placentera... O si con el tiempo se sumara alguna otra cosa útil,
que aún no tiene usted por qué saber qué es...»
• «Y una mayor seguridad en sí mismo posiblemente no
sería algo a lo cual usted o su pareja podrían acostumbrarse con
facilidad...»

Cuando usted hace no propuestas, el paciente tiene la


mayor libertad posible para aceptarlas o rechazarlas.
Sin embargo, no hace falta que ahora, para prac ticar,
haga usted alguna no propuesta en cada una de sus
próximas entrevistas, aunque de esa forma las no
propuestas se convertirían en una parte muy útil de sus
recursos comunicativos, pues usted ya ha hecho a menudo
no propuestas, sin ser consciente de ello. Colocar un
papelito que diga «¡No propuestas!» al lado del teléfono o
en algún otro sitio visible de su lugar de trabajo no es para
todo el mundo el método indicado para recordar con más
frecuencia esta buena forma de ahorrarse disgustos y
rechazos.
¡Ay, mi madre! Pero ¿qué es esto? Ahora resulta que
necesito un conejo rosa para no pensar en él. Menos mal
que tengo por ahí una chistera. Seguro que me obsesiono
con el conejo rosa, seguro que me obsesiono con el conejo
rosa, seguro que me obsesiono con el conejo rosa... ¡Basta!
Por favor, doctor Prior, deme otro consejo para cuando el
conejo rosa pase a mejor vida.
Minimáxima 13
«¡tremendo... !»-«un poco...»
«¡extraordinariamente... !»- «en
verdad algo...»
«¡sumamente... !»-«no poco...»

¡Habla el idioma del paciente! (I)

Me causó muchos quebraderos de cabeza un paciente que


siempre relataba sus experiencias cotidianas con gran
intensidad:

«Figúrese, señor Prior, qué fabuloso: ¡aquí, yo, y allí, el


señor A.! ¡Yo era un manojo de nervios! Y, además, mis
reacciones: nunca antes me había pasado algo tan tremendo,
aquello superaba ampliamente todo lo que yo había vivido hasta
ahora, y usted no se puede imaginar la de cosas fuertes que he
vivido.»

Yo me esforzaba por manifestar comprensión con mi


estilo habitual, más bien mesurado:

«Estar sentado frente al señor A. era una situación


bastante tensa para usted. Le pasaron cosas extraordinarias... Y
que lo diga usted, ya es algo, pues no han sido pocas las
experiencias extraordinarias que ha vivido hasta ahora...»

A pesar de que yo me esforzaba mucho por


pero más bien moderados y prudentes, no lograban salvar
el gran abismo que había entre nosotros. Si alguien nos
hubiera observado, también habría notado esa gran
diferencia en nuestra conducta no verbal: yo estaba en mi
silla, relajado, hablaba en un tono tranquilo y pausado, y en
conjunto parecía más bien circunspecto. Mi interlocutor, en
cambio, subrayaba sus explicaciones, siempre muy
dramáticas, con grandes movimientos, y a veces estaba tan
excitado que le costaba mantenerse sentado, parecía a
punto de levantarse de un salto. Al cabo de un tiempo no
tuve más remedio que admitir que era incapaz de entrar
realmente en contacto con aquella persona. Era como si una
avispa enloquecida revoloteara alrededor de un buda. Entre
nosotros había poca comunicación.

Por aquel entonces yo participaba en muchos talleres


dirigidos por discípulos de Milton H. Erickson. De ellos
había aprendido muchas cosas útiles para tratar a pacientes
difíciles. Siempre aconsejaban: «¡Habla el idioma del
paciente!» Y: «Haga lo que haga un paciente para ser
paciente, un terapeuta puede hacer lo mismo para ser
terapeuta». Yo me preguntaba cuál era el idioma de mi
paciente. Me llamaba la atención esa gran intensidad, para
él casi todo era «inaudito», «de locos» y «tremendo»,
incluso algunas cosas «superaban todo lo anterior». Mi
paciente vivía en un mundo permanentemente dramático y,
además, lo expresaba de igual modo. Yo,
en cambio, era la moderación en persona y hablaba
tranquilamente utilizando expresiones como «un poco»,
«algo», «no poco», «no poco importante», etcétera.

Me puse a reflexionar. Entonces me vino a la memoria


aquel admirable inglés que, según dicen, restando toda
importancia a su sentencia de muerte, la comentó con las
siguientes palabras: «Esta sentencia no habría sido mi
primera alternativa...» Eso me gustaba. Por otra
parte,TheodorW. Adorno, a quien también admiro mucho,
definió la exageración como el «medio de la verdad».
¿Acaso a mí también debía parecerme todo «inaudito», «de
locos» y «tremendo»? Esa idea generaba en mí cierta
resistencia. En mi monólogo interior me permití expresar
en broma dicha resistencia en el idioma de mi paciente:

«¡Pues sí que es una locura vivir siempre en un mundo


empírico tan inaudito y tener continuamente experiencias de
tan extraordinaria intensidad! De ninguna manera pienso ser
tan histérico ni expresarme en este lenguaje absurdo que supera
todo lo anterior! ¡Esta permanente intensidad sería un horror y
me haría pedazos!»

Mirándolo bien y, por supuesto, desde una perspectiva


«más prudente», aquellos temores resultaban «en parte»
injustificados. Así pues, comencé a experimentar con las
exageraciones y a ampliar «poco a poco» mis posibilidades
de expresión
lingüística. Para alguien moderado como yo, ello deparaba
a menudo experiencias desconcertantes y a veces bastante
divertidas. Se me abrieron mundos que «ni remotamente
—aun en el más atrevido de mis sueños- hubiera podido
imaginar». Sobre todo no olvidaré el «fabuloso éxito» que
tuve cuando, después de entrenarme un tiempo, conseguí
comprender cabalmente a mi mayor exagerador, un
auténtico campeón de esa forma de expresión y de vida, e
incluso superarlo con mis exageraciones. El, en cambio, se
tornó cada vez más tranquilo, precavido y circunspecto.

En las entrevistas puede resultar útil distinguir


entre exageradores y subestimadores. A los
exageradores les resulta fácil comprender y describir las
cosas en su «conmovedor dramatismo», su «extraordinaria
intensidad» y su «increíble» trascendencia. Les gusta
emplear expresiones extremas como, por ejemplo,
«tremendamente», «sumamente» o «completamente». Los
subestimadores prefieren utilizar en sus descripciones
términos propios de la moderación como, por ejemplo, «un
poco», «tal vez no tan» y «más bien algo». Si queremos
hablar el idioma del otro, si queremos identificarnos
con su manera de vivir las experiencias, entender la
exageración y la subestimación puede favorecer
mucho la comprensión.

¿Es usted más bien un exagerador o un subes-


timador? ¿Cuánto le simpatiza que haya «bastantes
cosas» que se podrían «pensar un poco», que son «en
verdad algo» notable, que «a veces» pueden llegar a tener
«cierta importancia»? ¿Cuánto le cuesta alternar entre los
roles de exagerador y subestimador? Describir y vivir las
cosas de un modo «radicalmente distinto» al habitual
puede llegar a ser una experiencia «impresionante» y
«sumamente memorable». O, dicho de otro modo: bien
podría llegar usted a «alguna que otra» conclusión «no
poco importante» si «de vez en cuando» exagera o
subestima contradiciendo sus costumbres. Y ello no tiene
por qué limitarse al trato con pacientes. 1

1. Encontrará usted más sugerencias respecto a este tema en


M. Prior, «Übertreibungen als Mittel del Psychotherapie», en B.
Peter y G. Schmidt (eds.), Erickson in Europa. Europäische Ansätze
der Ericksonschen Hypnose und Psychotherapie, Heidelberg, Carl-
Auer-Systeme, 1992, págs. 164-173.
De otra cosa no, pero, si de algo puedo presumir, es de no
exagerar nunca. Mi extrema prudencia me lo impide, por eso
procuro ajustar al máximo mis comentarios. Me cargan
sobremanera los tipos que exageran sin mesura. Por eso,
doctor, me parece interesantísima la manera de actuar que
tiene usté con sus pacientes. Seguro que se mostrarán muy
satisfechos y serán magníficos propagandistas de su terapia.
Minimáxima 14
Para pacientes «difíciles» con
«resistencia»: ¡en cada frase, una

¡Habla el idioma del paciente! (II)

Los psicoterapeutas y los asesores siempre tenemos que


tratar con personas que son «difíciles» y tienen mucha
«resistencia». 1

A principios de la década de 1980, durante mi periodo


de formación en psiquiatría forense, en un centro
penitenciario tuve que tratar a una persona
particularmente «difícil», con muchísima «resistencia»: el
señor L. le caía muy mal a todos los demás pacientes. Los
enfermeros solían referirse a él empleando un amplísimo
espectro de palabrotas, e incluso los médicos olvidaban casi
por completo su discreción académica y no se tomaban la
molestia

1. En mi opinión, los conceptos «difícil» y «resistencia» no


describen características de las personas, sino dificultades que
surgen a causa de hábitos inadecuados en el trato entre personas.
Puesto que, en el diagnóstico, «difícil» y «resistencia» siempre
participan ambas partes, aquí ponemos ambos términos entre
comillas.
de ocultar su rechazo bajo diagnósticos psiquiátricos. Para
un psicólogo joven y comprometido, ello requería la
indicación de una psicoterapia. Me sublevé contra aquel
rechazo generalizado, me solidaricé con el —a mi juicio—
pobre paciente y concerté con él entrevistas terapéuticas
semanales. 2 Sin embargo, al principio las entrevistas no
resultaron tan productivas como yo deseaba. En ellas me
esforzaba mucho por facilitarle las cosas al señor L. Por
ejemplo, comencé una de nuestras entrevistas con
comentarios totalmente inofensivos sobre el tiempo:

—Buenos días , señor L., me alegro de que haya ve-


nido. .. Qué día tan bonito hace hoy...

Al señor L. no le parecía un día bonito:

—Mire, ningún día es bonito cuando uno tiene que estar


aquí metido...

Dado que mis esfuerzos referidos al buen tiempo


habían sido rechazados, intenté empezar de otro modo:

—Bueno, de hecho estamos aquí para hablar de otras

2. En los centros penitenciarios puede desarrollarse una


dinámica muy peculiar en el campo de fuertes tensiones entre los
pacientes internados y sus familiares, los diversos grupos de terapeutas
y de enfermeros, los jueces, los abogados, los fiscales y el público. 1 )
ebido a esa dinámica, la solidaridad de algunos individuos con
pacientes rechazados adopta a veces formas extremas: muchos años
después, una terapeuta de aquel departamento de psiquiatría forense
ayudó a fugarse a un paciente muy controvertido y —cuando volvieron
a recluirlo- se casó con él.
—Yo no tengo ningún inconveniente en que hablemos del
tiempo... —replicó.
—Ya, pero tenemos cosas más importantes de que hablar...

El no se mostró muy abierto a esa propuesta: —Hablar


de temas importantes no es tan fácil. Las experiencias que he
tenido con los psicólogos no han sido precisamente buenas... —
Y a continuación me explicó de manera muy comprometida
y detallada cuándo y cómo se había sentido maltratado por
los psicólogos.

Puesto que yo sentía que sus explicaciones también


eran un reproche dirigido a mí, me costó bastante trabajo
escucharlo tranquilo. Luego intenté cambiar de tema y
dirigir la atención hacia un punto conflictivo, que yo
consideraba más provechoso para la terapia:

—Bien, he oído decir que tiene usted bastantes problemas


con su compañero de habitación, el señor R.

El reaccionó con furioso rechazo:

—¿Yo? No, no. No tengo ningún problema con él. Mire, ya


estoy harto de estas calumnias... Pues tampoco es ningún
secreto que R. no es mi amigo...

La entrevista prosiguió en el mismo estilo, al correr


del tiempo me ponía cada vez más tenso y me empezó a
doler la barriga. ¡Yo que tanto me esforzaba por ser positivo
no cosechaba más que rechazo! Durante largo tiempo luché
contra mi disgusto y mi creciente comprensión hacia la
actitud negativa de
todas las demás personas que tenían que tratar con el señor
L. Cada vez era más fuerte la tentación de unir mi voz al
estridente coro de quienes no querían tener nada que ver
con él.

No obstante, sentía continuamente dentro de mí,


como un mantra de la psicoterapia erickso- niana, la
siguiente exhortación: «¡Habla el idioma del paciente!» Y:
«Haga lo que haga el paciente para ser paciente, un
terapeuta puede hacer otro tanto para ser terapeuta!» Me
preguntaba cuál era el idioma de mi paciente, qué hacía
para ganarse el rechazo de todos. Algo me llamó la
atención: en cada una de sus frases había un «no». El señor
L. decía que no a casi todo y casi siempre lo negaba todo de
antemano. Por aquel entonces, aquello me parecía una
contraindicación para la psicoterapia. Sintiéndolo en el
alma, me despedí de mis esfuerzos por ayudar al señor L.
Resolví aprender a hablar el idioma de mi paciente y a
emplear en cada frase una negación. A pesar de que el
folclore terapéutico del «pensamiento positivo» no había
pasado por mí sin dejar huella, aprendí bastante deprisa a
expresarme exclusivamente en términos negativos. Las
entrevistas con el señor L. adquirieron entonces un carácter
completamente distinto:

Terapeuta: Buenos días, señor L. Hoy sí que 110 hace un


día muy bonito...
Señor L.: Ya lo creo que no. Pero ningún día es bonito
cuando uno tiene que estar aquí metido... (solo más
tarde advertí que —según me pareció, por primera vez— el
señor L. me había dado la razón).

Terapeuta: Bueno, de todos modos no estamos aquí para


hablar del tiempo... Sin embargo, hablar ahora mismo de cosas
importantes y encima con un psicólogo —no he olvidado que
sus experiencias con psicólogos no han sido las mejores—
probablemente no sea algo que a usted le apetezca...
Señor L.: Pues en eso no se equivoca usted...
Terapeuta: Y probablemente no querrá usted hablar de
ninguna manera conmigo sobre el asunto de su compañero de
habitación, el señor R.

Señor L.: La verdad es que no, tiene usted razón. Es que R.


es... (a continuación dio largas y enfadadas explicaciones
sobre el «insoportable» R.).

Proseguí con mis comentarios negativos, haciendo


«no propuestas» en pequeños pasos (minimáxima 12):

Terapeuta: Y cuando alguien lo saca a uno de quicio, ya


no es posible seguir estando relajado y dejar, por ejemplo, un
brazo relajado, apoyado sobre el brazo del sillón... aunque antes
estuviera bastante tranquilo, pese a este fastidioso asunto que
no le es completamente indiferente...

Señor L. (tras mirarme ostensiblemente relajado y


dirigir luego una desdeñosa mirada a su brazo
derecho): /Compruébelo!

Le cogí el brazo por la muñeca, se lo levanté un poco


con cuidado y lo dejé caer.
Terapeuta (sorprendido y admirado): ¡Vaya, no me lo
hubiera imaginado! Pero el otro brazo, probablemente, no
conseguiría dejarlo tan relajado...

El señor L. me dio a entender con su mirada que, si


quería, podía comprobarlo y asombrarme de sus facultades.
Así lo hice y volví a mostrarme sorprendido. Después di por
supuesto que él seguramente no podría dejar los dos brazos
relajados hasta los hombros. Cuando me demostró que
también podía tener los brazos y los hombros relajados,
afirmé estar completamente seguro de que él no podría
permanecer relajado mientras cerraba los ojos unos
instantes. El señor L. se regodeó al refutarme con los ojos
cerrados (yo, por mi parte, disfrutaba del clima relajado,
muy distinto de las anteriores entrevistas con el señor L.).

Después de esta experiencia, experimenté mucho con


las expresiones negativas que había aprendido del señor L.
Comprobé que empleando negaciones también se podía
hablar mejor con el personal sanitario sobre el señor L.
(«No es fácil encontrar algo simpático en el señor L...»).

Las expresiones negativas comprensivas siempre son


útiles cuando las cosas se ponen «difíciles» con los demás,
cuando se ofrece «resistencia» y se entabla una lucha
comunicativa. La principal ventaja de emplear expresiones
negativas comprensivas al tratar con personas «difíciles»
con «resistencia» es que la lucha se torna innecesaria, pues
ya no hay
nada contra lo cual sea preciso oponer resistencia y
defenderse. Ambas partes pueden entenderse mejor y estar
más relajadas.

Compruebe usted mismo qué expresiones responden


mejor a su deseo de una mayor flexibilidad comunicativa. O
bien un discurso formulado en términos positivos como:
¡Entrénese en el uso de expresiones negativas en sus
entrevistas con pacientes «difíciles»! ¡Si es usted
capaz de utilizar un «no» en casi todas sus frases, le
será más fácil manejar esos «casos difíciles»! O bien
las expresiones con negaciones, la «no propuesta»
(minimáxima 12): No es necesario que se entrene usted para
emplear un «no» en cada frase, puesto que ya lo hacía de
vez en cuando, intuitivamente, al tratar con personas
«difíciles».Y, como ahora tiene más claro cuál es el
provecho, no hace falta que procure utilizar (o aprovechar)
de manera consciente expresiones negativas deliberadas
para manejar la «resistencia».
Yo no tengo ningún problema con usté, doctor Prior. Hasta
ahora todo ha ido bien. Y estoy dispuesto a lo que sea para
mejorar. En estos momentos, por ejemplo, me encuentro
animao. Bueno, no sé si me estoy pasando, pero por lo
menos no se me ha subío la sangre a la cabeza y veo cada
cosa de su color, más o menos. Dígame, doctor, ¿es
reversible mi situación? ¿Podría retornar al pasado si doy un
traspié? ¿Habré de ser un oso asceta si no quiero volver a las
andadas?
Minimáxima 15
La regla de la Red

Una especialista en informática se quejó en el marco de su


terapia de la mala relación con su marido, también
informático. Explicó que dedicaban mucho tiempo y
energía a hacerse mutuamente reproches. Ella sabía bien
que esa forma de tratarse era muy destructiva; no obstante,
se repetía con mucha frecuencia y luego la agobiaba
durante largo tiempo. No sabía cómo hacer para disminuir
la frecuencia de las fases de reproches en la relación con su
marido. En realidad, habría preferido no reprocharle nada,
porque los reproches no conducían a ninguna parte. El
único efecto de los reproches recíprocos era que se
enrarecía el ambiente entre ellos, todo el tiempo se hacían
«pausas» prolongadas y la relación se «descarriaba». Ella
amaba a su marido y no quería ni podía imaginarse con otro
hombre. Por ello deseaba reducir la frecuencia de aquellos
fastidiosos reproches y que la relación volviera a
encarrilarse.

Le dije que yo podía ayudarla. Lo único que ella debía hacer


era atenerse por un tiempo a la
«regla de la Red». Como es natural, siendo especia lista en
informática, se sorprendió y me preguntó en qué consistía
dicha regla. Le dije que la mejor manera de explicárselo era
mediante un ejemplo. Le pedí que expusiera reproches
típicos que enturbiaban su relación, cosa que a mi paciente
le resultó fácil:

«Mire, si hay algo que no puedo soportar de mi marido es


que, cuando vuelve a casa los viernes, coge el periódico sin decir
siquiera “Hola” y luego lo deja desparramado por todo el salón,
pero no se da cuenta, porque la mayoría de las veces, después de
leer el periódico, pone la tele y durante una hora y media se
sumerge en las noticias o en algún programa de deportes, como
si yo no estuviera. Yo también vuelvo cansada del trabajo los
viernes. Pero mientras él está colgado de la tele, yo tengo que
hacer todos los trabajos de la casa, limpiar, vaciar el lavavajillas,
etcétera, y ya puedo darme por contenta si no me echa una
bronca por hacer tanto ruido. Estoy harta de tener que hacer
todo el trabajo de la casa prácticamente sola, mientras mi
querido esposo pone los pies en alto. Y, por supuesto, luego le
hago reproches bastante duros. A veces digo palabras fuertes, lo
admito, aunque sé que esos reproches no conducen a nada.»

Ella me dio la razón cuando supuse que proba-


blemente él luego estaba enfurruñado, se retraía y no se
hablaba más del asunto, porque primero había que esperar
a que se pasara el mal humor.Y pronto ya era viernes otra
vez. Después de comprender muy bien
esa típica situación, volví a manifestar mi convicción de que
la regla de la Red podía resultarle útil.

A instancias suyas, le expliqué que «re» quería decir


reproche, y «d», deseo. La regla de la Red consiste en
reformular cada reproche como un deseo. Le pregunté qué
deseos escondían sus reproches del ejemplo anterior. La
paciente tardó un rato en encontrar las palabras adecuadas
y comenzar sus frases con la deseada fórmula «Deseo que
tú...»:

«Deseo que de ahora en adelante te encargues de algunos


trabajos de la casa. Para mí, lo mínimo sería que en lo sucesivo
te ocupes de vaciar el lavavajillas. También quiero pedirte que me
prestes atención cuando llegas a casa los viernes, que me digas
“¡hola!” cordialmente y que me des un abrazo, aunque sea breve.
No hace falta más. Luego, por mí, puedes desaparecer leyendo el
periódico y mirando el programa de deportes. Eso sí, q uiero
pedirte que cuando acabes de leer el periódico, lo dejes plegado
para que luego yo pueda encontrarlo en la mesa del salón tal
como tú lo recogiste del buzón. Y si olvidas cumplir alguno de
mis modestos deseos —cosa que puede ocurrir alguna vez—, me
parecería bien que lo remediaras con un ramo de flores.
Independientemente de eso, me alegraría que volvieras a traerme
flores sin más, como lo hacías antes.»

Como el marido siempre estaba muy interesado en


todo lo que su mujer decía y le decían en la terapia, era de
suponer que inmediatamente después de la sesión ella le
explicaría la regla de la Red. Para él, que era informático, la
regla de la Red
también era muy fácil de retener. Como, además, tenía algo
de graciosa, quitó hierro a las discusiones. Marido y mujer
se turnaban para poner en práctica o recordar en casa la
regla de la Red. Así, para regocijo de ambos, surgió
temporalmente una nueva forma de reproche: «¡No has
respetado la regla de la Red!» Que se convertía luego en
«¡Quiero que de ahora en adelante, en lugar de hacerme
reproches, me manifiestes claramente tus deseos para que
yo pueda tenerlos en cuenta!»

En una pareja o en una familia se dañan mucho las


relaciones a causa de los reproches, pues los reproches se
refieren al pasado negativo, que de todos modos ya no es
modificable, y suelen generalizarse a un futuro negativo:
«¡Ayer volviste a...! ¡Siempre tienes que...!», y a
continuación se dice algo despectivo. Muy raras veces se
aclaran o se realizan así los deseos para el futuro. Entonces
merece la pena reflexionar cómo puede uno expresar de
inmediato lo importante en forma de deseos, una forma que
cuida más la relación.También el trato con empleados
puede mejorar notablemente cuando se logra manifestar
deseos en lugar de hacer reproches.

Al final de este librito me permito expresar el deseo de


que usted advierta lo más a menudo posible que puede
hacerse la convivencia más fácil si, en lugar de reproches,
formula deseos.
Bueno, como dice la canción, todo tiene su fin. La terapia
ha triunfao. Ojalá lo hubiera conocido antes, doctor Prior.
Soy un oso nuevo: he dejado atrás mis problemas y tengo
buenas perspectivas, una nueva amistad y la guarida,
limpia y ¡más ordenada que un cuartel! ¡Chao!
Resumen de las 15 minimáximas

1. «En el pasado...»
2. No «si...», sino «cómo...», «qué...» y «cuál...»
3. «¿Sino...?»
4. ¡«Siempre» nunca es verdad en relación con un
síntoma!
5. «Su problema es comparable a... Es como...»
6. En vez de un temeroso «Ojalá nada malo mejor un
confiado «Ojalá algo bueno © .. . »
7. «...aún no...»
8. Preguntas constructivas
9. Preguntas constructivas por pequeños pasos
10. «Supongamos que usted...»
11. «Con la mente consciente usted hasta ahora no ha
podido...»
12. No propuestas
13. «¡tremendo...!»-«un poco...»; «¡extraordinaria-
mente...!»-«en verdad algo...»; «¡sumamente...!»-«no poco...»
14. Para pacientes «difíciles» con «resistencia»: ¡en
cada frase, una negación comprensiva!
15. La regla de la Red
Nota final

Gran parte de lo expuesto en este libro ha surgido a partir


de comentarios. Será un placer para mí que me comunique
usted por carta, fax o correo electrónico sus ideas sobre
estas minimáximas o las experiencias que ha tenido con
ellas. Lamentablemente, solo entiendo alemán e inglés.

Mi dirección:

Dr. Manfred Prior


Frankfurter Str. 19

65830 Kriftel bei Frankfurt am Main


Alemania

Manfred.Prior@meg-frankfurt.de
Opiniones sobre este libro
«A quienes deseen conseguir mucho con poco esfuerzo hay que
aconsejarles que hagan el pequeño esfuerzo de leer este libro,
por el simple hecho de que tal esfuerzo pronto se verá
compensado por una sonrisa de satisfacción.»

BERT HELLINGER

«Las minimáximas de Manfred Prior entran, dentro de los


procedimientos sistémicos, en la categoría completo, bueno,
sencillo. Una vez que se hayan convertido en el repertorio
natural de asesores, terapeutas..., a mentido ni ellos ni sus
clientes sabrán cómo fue que imperceptiblemente se pusieron en
marcha cambios y soluciones beneficiosas: y eso es lo que
distingue al buen asesoramiento y a ¡a
buena terapia.»

Dr. GUNTHARD WEBER

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