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Limitar la cátedra, contrasentido de la educación Por: Leonardo Fabio Martínez Pérez1 Mar

2019 - 12:00 AM

Nuevamente surge un cuestionamiento frente al papel de la educación, ahora suscitado por el


proyecto de ley 312 de 2019, radicado por un representante a la Cámara, mediante el cual se
pretenden establecer prohibiciones al ejercicio de la docencia del profesorado colombiano.
Como ha sido alertado por distintos sectores, este intento violaría lo previsto en el artículo 27
de nuestra Constitución Política que garantiza las libertades de enseñanza, aprendizaje,
investigación y cátedra. Sin embargo, más allá de esta implicación jurídica que, a todas luces,
es altamente preocupante, el citado proyecto estaría en contravía de lo que significa, per se, la
educación.

Analicemos detenidamente el proyecto de ley 312 para establecer un punto de vista


consistente. El objetivo del proyecto consiste en instituir prohibiciones comportamentales a
docentes y directivos de las instituciones educativas del territorio nacional con el fin de
preservar el orden legal, los derechos fundamentales, los valores humanos y la ética. De
aprobarse este proyecto, los docentes y directivos que actúan en la educación preescolar,
básica y media no podrían “realizar proselitismo político dentro de los planteles educativos” o
usar asignaturas no relacionadas con las ciencias sociales para incitar discusiones políticas.
No es conveniente justificar un proyecto en la presunción de la violación de la ley por parte de
los docentes y directivos pues, efectivamente, desde el punto de vista jurídico y ético, estos
actores no deben realizar proselitismo político; a todas luces, el ejercicio docente implica una
responsabilidad ética y un compromiso social con la formación integral de los educandos que
se aleja en sí misma de influenciar al estudiantado para apoyar alguna perspectiva ideológica.
Bajo el argumento legítimo de proteger el libre desarrollo de los niños y su derecho a la libertad
de aprendizaje, equivocadamente se juzga que es imposible usar asignaturas distintas a las
ciencias sociales para incitar discusiones políticas, estableciendo una censura académica al
papel que tienen las distintas áreas del conocimiento en la formación política de los estudiantes.

Prohibir la reflexión académica desde de otras asignaturas como las ciencias de la naturaleza,
las matemáticas, el lenguaje, entre otras, para no incitar discusiones políticas es un
contrasentido para la educación misma, pues estas áreas del conocimiento también poseen un
alto contenido formativo en materia política, como ha sido reportado por innumerables estudios.

Los maestros y educadores que nos dedicamos a la formación en ciencias de la naturaleza


sabemos que el conocimiento científico y tecnológico tiene unos efectos sociales, económicos
y políticos que se deben analizar rigurosamente para que nuestros estudiantes fundamenten
su formación ciudadana de manera amplia y crítica, de tal manera que cuenten con las
herramientas conceptuales y metodológicas para participar activamente en la vida social.

Por ejemplo, cuando estudiamos el tema de hidrocarburos, no solo debemos entender su


disposición en la naturaleza, sus propiedades y estructuras químicas, sino también analizar su
importancia social, los procesos de explotación y los usos sociales que, en su mayoría, están
asociados a la generación de energía a partir de la mezcla de hidrocarburos más famosa que
conocemos en el mundo y que denominamos petróleo; al estudiar este tema no solo debemos
comprenderlo científicamente, sino considerar simultáneamente que esta mezcla de sustancias
orgánicas representa el componente central de la matriz energética del mundo y que produce
serias implicaciones ambientales en la generación de dióxido de carbono, una de las sustancias
responsables del calentamiento global que afecta el clima en el planeta y que puede generar
riesgo para la vida de las distintas especies que lo habitamos.
La educación es un proceso formativo que implica una dimensión política, pues éticamente un
profesor debe preguntarse para qué y por qué educa. Así, cuando el profesor enseña un tema
particular de su especialidad debe comprender que está comprometido con un ejercicio
complejo que implica abarcar los múltiples factores implicados en dicho tema. La misión del
maestro no debe reducirse a un ejercicio meramente técnico e instrumental en el sentido de
transmitir unos contenidos sin sentido e importancia social; por lo contrario, la educación
constituye la forma de entender realidades y forjar transformaciones sociales y culturales.

Como diría Paulo Freire: “Y no se diga que, si soy profesor de Biología, no puedo me extender
en otras consideraciones, que debo apenas enseñar Biología, como si el fenómeno de lo vivo
pudiera ser entendido por fuera de las tramas histórico-sociales, culturales y políticas. Como si
la vida, la pura vida pudiera ser vivida de manera igual en todas sus dimensiones en los barrios
populares, en los estrechos lugares donde vive mucha gente pobre o en una zona feliz de los
‘jardines’ de São Paulo. Si soy profesor de Biología, obviamente, debo enseñar Biología, pero
al hacerlo no puedo desarticularla de aquella trama”.

Aprobar un proyecto altamente punitivo para los docentes y directivos que se atrevan a incitar
discusiones políticas en sus clases, constituye un peligro para el ejercicio profesional del
profesor y para la misma construcción de una cultura política democrática, que con
responsabilidad ética debe propiciarse en las instituciones de educación básica primaria y
media. Al contrario de esta pretensión, debemos fortalecer la formación política como baluarte
de la educación.

* Rector, Universidad Pedagógica Nacional.

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