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La incógnita se presenta ante el doctor como un simple paciente, un hombre triste y sin vida, qué
carecía de un motivo específico el cual hubo provocado su muerte. Los cambios drásticos en su
comportamiento, su perfecto estado de salud física y la normal apariencia de su cerebro fueron el
principio por el cual el doctor omalu decide arriesgarse y realizar un estudio más profundo del
tejido cerebral. Al descubrir la deplorable condición en la que se encontraba su cerebro sí de
investigar las situaciones comunes de la vida cotidiana del paciente lo que termine llevándolo una
conclusión concreta, pues este hombre había fallecido y padecido a causa de haber practicado
fútbol americano. La apariencia normal de las células cerebrales de cada uno de los pacientes con
antecedentes de haber practicado profesionalmente fútbol americano durante más de 12 años de su
vida fue la principal causa explicable de que éstos hubieran innumerables traumas
craneoencefálicos. Todos estos parecían de una enfermedad concreta denominada encefalopatía
traumática crónica, y ésta se desarrolla a causa de a repetidas lesiones en el cerebro causadas por
violentos traumatismos. Una enfermedad neurodegenerativa, producida principalmente por
repetitivas lesiones con concusivas subconcusivas, que tristemente es parecida por más de la mitad
de los deportistas de contacto.
El doctor Omalu determinó que la mayoría de los jugadores de fútbol americano padecen o
padecieron de esta patología, y que a pesar de no poder ser diagnosticada anterior a la muerte del
paciente presenta cambios observables en el comportamiento, como lo son comportamiento
agresivo y violento constante sin razón aparente, demencia o incongruencias al expresarse,
incapacidad para dormir, pérdida de la memoria, inestabilidad social y síntomas tempranos de
parkinson.
Su verdadero aporte fue el regalo del conocimiento, pues más que una enfermedad él les ofreció
a todos aquellos jugadores y a sus familias una respuesta certera a lo que muchos trataron de
ignorar y restarle importancia. El doctor bennet omalu habló con la verdad y fue fiel a su
juramento, dando así al mundo de la neurociencia una explicación a lo que muchos habían descrito
como hallazgos ligeramente relevantes. Nombrando el mal marcó el principio para un diagnóstico
verídico, y tal vez para una cura.