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Álvaro Gallardo
Iván Lozada
En el tema de la educación superior, hay una cierta armonía de intereses entre los miembros
de las comunidades de profesores, estudiantes, la parte administrativa de las universidades
públicas y la sociedad en general. Todos coinciden en que las universidades públicas
enfrentan un serio problema de financiamiento que con el tiempo se agudiza. Es lamentable
que, ante el reconocimiento generalizado de la sociedad de este problema histórico, los
diferentes gobiernos no hayan generado soluciones para garantizar la sostenibilidad
financiera de las universidades públicas.
Es loable que una de las propuestas del actual gobierno en el nuevo Plan Nacional de
Desarrollo sea definir políticas de oferta en la educación superior; aunque no hay nada
concreto al respecto y lo único que se ha podido evidenciar desde el gobierno, es el
otorgamiento de recursos adicionales de inversión que no resuelven los problemas
estructurales de las universidades en Colombia.
1
Agradecemos los valiosos comentarios del profesor Juan Pablo Sandoval
2
A pesar del incremento de los recursos propios generados por las universidades públicas.
3
En los últimos dieciséis años, los gobiernos de Uribe I y II y Santos I y II en sus Planes Nacionales de
Desarrollo se enfocaron en construir un sistema de educación terciaria (sistema de formación del capital
Humano), que ampliará la cobertura en educación superior en programas que fueran pertinentes con el
sector productivo, centrando la política en fortalecer la formación técnica y tecnológica.
discurso del mérito y de competencia que amplía las brechas sociales y regionales
justificándoles y, peor aún, naturalizándolas.
Con esto no se desconoce los problemas de financiamiento, que terminan debilitando las
instituciones y generan problemas adicionales que ponen en peligro la idea de Universidad.
Sin embargo, el hecho de que nos centremos sólo en el financiamiento, sin tener en cuenta
los demás problemas lleva consigo soluciones inmediatas, que son peligrosas para el futuro
de la universidad pública al mantener una estructura que no es proclive al desarrollo del
conocimiento público4, la formación de ciudadanos críticos y aportar en la construcción de
un proyecto democrático de nación.
4
Kitcher (2011) define el conocimiento público como “la suma de todo lo que “nosotros” conocemos. Que
es el resultado del esfuerzo colectivo de “nuestros” predecesores, y es uno de los grandes logros de la
humanidad. Este consiste en todo lo que ha sido plasmado en los libros, está disponible para todos
"nosotros", para perseguir nuestros proyectos”. (pág. 103). Public Knowledge and its discontents. Theory
and research in education. 9 (2) 102 – 214.
5
El decreto 1279 de 2002 establece el régimen salarial y prestacional de los docentes de las Universidades
Estatales.
operativos crecen a un ritmo superior a lo asignado en el presupuesto. El remedio terminó
por generar una brecha imposible de reducir que se convirtió en algo creciente en el tiempo.
Como consecuencia de esta dinámica, se presentó un aumento en la desigualdad entre las
universidades, generando una competencia entre universidades públicas propio de las
lógicas neoliberales: unas universidades pueden desarrollar actividades de investigación a
mayor escala que las otras, tienen más profesores de planta que las otras y algunas tienen
más influencia pública que las otras y el sistema universitario perpetúa y amplia las
diferencias.
Ante esta situación algunas universidades tuvieron que recurrir en primera instancia a
cambiar sus prioridades tratando de resolver sus problemas de funcionamiento. Primero
aumentaron sus recursos de extensión. Por otro lado, se planteó la necesidad de programas
académicos, más pertinentes para el sector productivo, el aumento de la educación
continuada y de posgrados, todo con la misma cantidad de profesores. En ambos casos más
allá del discurso de los recursos propios y la pertinencia, es bueno tener en cuenta que esta
situación terminó siendo un efecto de las medidas estatales y no una verdadera
intencionalidad colectiva de las universidades, primando la lógica financiera y
administrativa sobre la lógica académica.
Pero un efecto menos inmediato, más silencioso y peligroso en las universidades ha sido el
empobrecimiento del tiempo académico6. Las transformaciones antes señaladas han
incidido sobre las actividades que desarrollan los docentes, su identidad se ha trastocado
en múltiples identidades y tareas con tiempos diferentes. Se pide un docente,
administrativo, consultor, investigador, experto en calidad, entre otros. Estas tareas son
monitoreadas con mayor precisión y control, lo que llevan a que el docente por mantener
su empleo y posición, priorice las actividades de corto plazo, relacionadas con la gestión, y
desarrollen investigaciones “fácilmente” publicables (la lógica de publicar o perecer). Como
consecuencia, las actividades que requieren más tiempo y espacio son desplazadas por las
de corto plazo, las investigaciones profundas y críticas son desplazadas por la gestión y las
6
Barnett R. (2008) From Governance to Identity: A Festschrift for Mary Henkel. Ed. Alberto Amaral, Ivar,
Bleiklie, Christine Musselin. Springer, Dordrecht.
publicaciones fáciles y superficiales. El tiempo se controla y con ello se controla el desarrollo
del pensamiento crítico. Pero este empobrecimiento no solo está asociado al docente,
situación similar se presenta en el caso de los estudiantes que tienen que desarrollar sus
clases, trabajar, participar en los procesos de acreditación, investigar, realizar prácticas
laborales, en el menor tiempo posible que inciden sobre las altas tasa de deserción que se
presenta en la educación superior7: En la universidad no hay tiempo para pensar solo para
operar.
Junto con esta pérdida de gobernanza por parte de las universidades, las políticas de calidad
centradas en lo misional se complementan con políticas de gestión empresarial. Más allá
de la importancia de los mecanismos de gestión, lo que ocurre es que las universidades
empiezan en su parte administrativa a pensar la universidad como un negocio.
Adicionalmente la gestión universitaria genera un exceso de gestión y cargas laborales por
fuera de lo misional. Finalmente, se elimina el hecho que los procesos sean democráticos y
todo se vuelve inmediatista dado que los resultados de la gestión son los más importantes.
7
La tasa de deserción promedio en nivel universitario es del 10%, aunque cuando se revisan las diferencias
regionales se encuentran que en 2015 la tasa de deserción en Casanare fue del 19,5%, en el Cesar 13,33% y
en la Guajira del 12,4%.
La falta de gobierno autónomo, las dificultades de los criterios de acreditación sin tener en
cuenta la dinámica de las universidades y la gestión de calidad y sus excesos en carga laboral
en las universidades conlleva a la eliminación de la planeación real de las universidades y a
pensar la universidad a partir de resultados inmediatos para lograr recursos adicionales.
Se podría pensar desde un punto de vista instrumental que esta es una segunda mejor
solución colectiva, por las posibilidades de recursos que ofrece. Sin embargo los resultados
no son los mejores. La respuesta de los gobiernos es proponer aumento de los recursos de
inversión, no de funcionamiento, por medio de estampillas o de gestión de resultados,
cumpliendo algunos indicadores, pero el problema se mantiene y de hecho se amplía. El
problema de la inversión es que genera una paradoja: más inversión sobre todo en
infraestructura (necesaria para mejorar la calidad y la cobertura) produce la necesidad de
mayores gastos de funcionamiento. Si por ejemplo se construye un nuevo edificio, los
gastos operativos básicos son nuevos y crecientes (vigilancia, aseo, cafetería, etc.), esta
situación se complementa, dada la misión de la educación pública y las presiones de los
gobiernos, con un aumento de cobertura que, en últimas, produce más gastos de
funcionamiento (nuevos profesores y nuevo personal administrativo). Gastos que no están
cubiertos por la inversión adicional.
Ante estos problemas que sobre todo van en contra del aumento del conocimiento público
viene a la mente la situación actual que limita buena parte de las reivindicaciones a los
problemas económicos. Es necesario reformar la ley 30 para aprovechar la oportunidad de
generar un nuevo sistema de financiamiento que le devuelva la autonomía a las
universidades y un nuevo sistema de calidad que permita el desarrollo del conocimiento
público y el enriquecimiento del tiempo académico.
Las propuestas entonces deben ser integrales para la construcción de una universidad
democrática, en este sentido proponemos los siguientes puntos: