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De la universidad neoliberal a la universidad democrática1

Álvaro Gallardo
Iván Lozada

En el tema de la educación superior, hay una cierta armonía de intereses entre los miembros
de las comunidades de profesores, estudiantes, la parte administrativa de las universidades
públicas y la sociedad en general. Todos coinciden en que las universidades públicas
enfrentan un serio problema de financiamiento que con el tiempo se agudiza. Es lamentable
que, ante el reconocimiento generalizado de la sociedad de este problema histórico, los
diferentes gobiernos no hayan generado soluciones para garantizar la sostenibilidad
financiera de las universidades públicas.

Desde la promulgación de la ley 30 de 1992, ninguna de las políticas públicas sobre


educación superior ha podido dar cuenta de esta situación. La mayoría de las respuestas de
política se han concentrado en el aumento de recursos de inversión sin que se presente un
aumento de la base presupuestal, la cual es necesaria para pagar docentes, personal
administrativo, prácticas académicas y todo lo que en general está relacionado con las
actividades misionales de una institución de educación superior2.

Es loable que una de las propuestas del actual gobierno en el nuevo Plan Nacional de
Desarrollo sea definir políticas de oferta en la educación superior; aunque no hay nada
concreto al respecto y lo único que se ha podido evidenciar desde el gobierno, es el
otorgamiento de recursos adicionales de inversión que no resuelven los problemas
estructurales de las universidades en Colombia.

El problema de la financiación es uno de los múltiples problemas que enfrenta las


universidades hoy. Las políticas públicas de educación superior3 han afectado de manera
sistemática la Universidad. En concreto las políticas cooptaron el gobierno universitario y
cerraron la participación tanto de la comunidad universitaria como de la ciudadanía, esto
sumado al problema de financiamiento y las imposiciones autoritarias de los sistemas de
acreditación, han deteriorado la autonomía universitaria y la pérdida del carácter público
del conocimiento que las universidades públicas generalmente tienden a desarrollar. Los
modelos de gestión orientan las actividades administrativas de la universidad en una lógica
basada en el egoísmo, la eficiencia per se y la formación de feudos. El ideal de la política
pública se ha venido materializando con la consolidación de la universidad neoliberal, una
universidad construida sobre jerarquías y desigualdades soportadas en el demagógico

1
Agradecemos los valiosos comentarios del profesor Juan Pablo Sandoval
2
A pesar del incremento de los recursos propios generados por las universidades públicas.
3
En los últimos dieciséis años, los gobiernos de Uribe I y II y Santos I y II en sus Planes Nacionales de
Desarrollo se enfocaron en construir un sistema de educación terciaria (sistema de formación del capital
Humano), que ampliará la cobertura en educación superior en programas que fueran pertinentes con el
sector productivo, centrando la política en fortalecer la formación técnica y tecnológica.
discurso del mérito y de competencia que amplía las brechas sociales y regionales
justificándoles y, peor aún, naturalizándolas.

Con esto no se desconoce los problemas de financiamiento, que terminan debilitando las
instituciones y generan problemas adicionales que ponen en peligro la idea de Universidad.
Sin embargo, el hecho de que nos centremos sólo en el financiamiento, sin tener en cuenta
los demás problemas lleva consigo soluciones inmediatas, que son peligrosas para el futuro
de la universidad pública al mantener una estructura que no es proclive al desarrollo del
conocimiento público4, la formación de ciudadanos críticos y aportar en la construcción de
un proyecto democrático de nación.

La idea de este documento es proponer un análisis integral del sistema de educación


superior desde el problema inmediato y sensible del financiamiento complementado con
una mirada más compleja de la educación superior para salvarla de las políticas públicas, y
hoy en día, hasta de ella misma.

Que nos dejó el problema del financiamiento

Desde el establecimiento de la ley 30 de 1992 y la expedición del decreto 1279 de 20025 se


han presentado grandes problemas que emergieron de una necesaria adecuación del
sistema universitario estatal a la realidad colombiana. Es lógico que al crecer los gastos de
funcionamiento (principalmente salarios de docentes y administrativos, pago de los
servicios públicos, vigilancia y aseo, mantenimiento y demás gastos constantes) por encima
de los ingresos se presentó un desbalance que terminó siendo insostenible en nuestro
presente. Lo anterior sumado a que las universidades públicas debieron destinar cuantiosos
recursos, a partir de la generación de recursos propios, para adaptarse a una lógica de
cambios constantes direccionados por la transformación tecnológica de la sistematización
y las tecnologías de la información y las comunicaciones, además de las demandas de
ampliación de cobertura y mejoramiento de la calidad en un mundo globalizado. Pero que,
además, estas dinámicas durante muchos años fueron favorecidas por los rectores y los
consejos superiores, salvo algunas voces disidentes en los últimos años que emergen frente
al creciente deterioro financiero.

Si bien, la Ley independizó el financiamiento de los intereses políticos, se estructuró a partir


de los presupuestos que en esos años se transferían a las universidades. Esto generó un
punto de partida inadecuado para las dinámicas de crecimiento universitario. El aumento
del presupuesto, no refleja la dinámica universitaria, en otras palabras, los gastos

4
Kitcher (2011) define el conocimiento público como “la suma de todo lo que “nosotros” conocemos. Que
es el resultado del esfuerzo colectivo de “nuestros” predecesores, y es uno de los grandes logros de la
humanidad. Este consiste en todo lo que ha sido plasmado en los libros, está disponible para todos
"nosotros", para perseguir nuestros proyectos”. (pág. 103). Public Knowledge and its discontents. Theory
and research in education. 9 (2) 102 – 214.
5
El decreto 1279 de 2002 establece el régimen salarial y prestacional de los docentes de las Universidades
Estatales.
operativos crecen a un ritmo superior a lo asignado en el presupuesto. El remedio terminó
por generar una brecha imposible de reducir que se convirtió en algo creciente en el tiempo.
Como consecuencia de esta dinámica, se presentó un aumento en la desigualdad entre las
universidades, generando una competencia entre universidades públicas propio de las
lógicas neoliberales: unas universidades pueden desarrollar actividades de investigación a
mayor escala que las otras, tienen más profesores de planta que las otras y algunas tienen
más influencia pública que las otras y el sistema universitario perpetúa y amplia las
diferencias.

Ante esta situación algunas universidades tuvieron que recurrir en primera instancia a
cambiar sus prioridades tratando de resolver sus problemas de funcionamiento. Primero
aumentaron sus recursos de extensión. Por otro lado, se planteó la necesidad de programas
académicos, más pertinentes para el sector productivo, el aumento de la educación
continuada y de posgrados, todo con la misma cantidad de profesores. En ambos casos más
allá del discurso de los recursos propios y la pertinencia, es bueno tener en cuenta que esta
situación terminó siendo un efecto de las medidas estatales y no una verdadera
intencionalidad colectiva de las universidades, primando la lógica financiera y
administrativa sobre la lógica académica.

El efecto inmediato es la pérdida del conocimiento público, es decir las universidades


desarrollan conocimientos relacionados exclusivamente con lo que la sociedad en su
conjunto necesita. Ponemos el acento en lo exclusivo porque consideramos que el
conocimiento adecuado a las necesidades sociales es un principio fundamental de la
Universidad. Lo que pasa es que no es la única opción, en las últimas décadas la producción
de conocimiento de las universidades parece sesgarse a unos sectores dominantes de la
sociedad, principalmente del sector corporativo, y por lo tanto no responde a las preguntas
que preocupan a la mayoría de la gente. Los esquemas éticos que soportan las
investigaciones no son coherentes con los esquemas de valores generales de la sociedad y
la difusión de la información está tan distorsionada que hace que el debate supuestamente
libre termine en acaloradas discusiones improductivas.

Pero un efecto menos inmediato, más silencioso y peligroso en las universidades ha sido el
empobrecimiento del tiempo académico6. Las transformaciones antes señaladas han
incidido sobre las actividades que desarrollan los docentes, su identidad se ha trastocado
en múltiples identidades y tareas con tiempos diferentes. Se pide un docente,
administrativo, consultor, investigador, experto en calidad, entre otros. Estas tareas son
monitoreadas con mayor precisión y control, lo que llevan a que el docente por mantener
su empleo y posición, priorice las actividades de corto plazo, relacionadas con la gestión, y
desarrollen investigaciones “fácilmente” publicables (la lógica de publicar o perecer). Como
consecuencia, las actividades que requieren más tiempo y espacio son desplazadas por las
de corto plazo, las investigaciones profundas y críticas son desplazadas por la gestión y las

6
Barnett R. (2008) From Governance to Identity: A Festschrift for Mary Henkel. Ed. Alberto Amaral, Ivar,
Bleiklie, Christine Musselin. Springer, Dordrecht.
publicaciones fáciles y superficiales. El tiempo se controla y con ello se controla el desarrollo
del pensamiento crítico. Pero este empobrecimiento no solo está asociado al docente,
situación similar se presenta en el caso de los estudiantes que tienen que desarrollar sus
clases, trabajar, participar en los procesos de acreditación, investigar, realizar prácticas
laborales, en el menor tiempo posible que inciden sobre las altas tasa de deserción que se
presenta en la educación superior7: En la universidad no hay tiempo para pensar solo para
operar.

Estas presiones sobre la universidad han generado un malestar permanente en la


comunidad universitaria que se ha expresado en las movilizaciones. La respuesta de los
gobiernos nacionales y regionales ante las protestas y su rechazo al aumento de matrículas,
a las consultorías sin soporte en mejores procesos de investigación y a la educación para el
mercado, se centró en utilizar la gobernabilidad y las herramientas de gestión para
transformar más radicalmente las universidades. Las estructuras de gobierno tienen como
punto relevante los consejos superiores compuestos por miembros de la comunidad
universitaria y representantes de los gremios, del gobierno nacional, del ministerio de
educación y de los gobiernos regionales. Esta estructura ha presionado a que las
universidades se transformen radicalmente a favor de las prácticas afines a las directrices
del gobierno nacional históricamente cooptados por unas elites nacionales que han sido
incapaces de construir un proyecto de nación y, por lo tanto, no les interesa el conocimiento
de la realidad ni la generación de ciencia, su único interés ha sido reproducir y divulgar la
ideología más conveniente a sus intereses.

Es un hecho claro que la planeación universitaria se desvirtúa y la labor de las universidades


se centra en cómo transformar las universidades para que los gobiernos les otorguen
recursos adicionales, de inversión, para desarrollar sus actividades. Los gobiernos olvidan la
importancia de la educación para la sociedad y ven el sistema universitario un medio para
lograr apalancar su nivel de popularidad y legitimidad ante la sociedad, de hecho, muchos
miembros del consejo superior se politizan y ven en este espacio, un apalancamiento de sus
intereses privados. Además, está situación profundiza prácticas clientelares cuando los
recursos de inversión se organizan por proyectos.

Junto con esta pérdida de gobernanza por parte de las universidades, las políticas de calidad
centradas en lo misional se complementan con políticas de gestión empresarial. Más allá
de la importancia de los mecanismos de gestión, lo que ocurre es que las universidades
empiezan en su parte administrativa a pensar la universidad como un negocio.
Adicionalmente la gestión universitaria genera un exceso de gestión y cargas laborales por
fuera de lo misional. Finalmente, se elimina el hecho que los procesos sean democráticos y
todo se vuelve inmediatista dado que los resultados de la gestión son los más importantes.

7
La tasa de deserción promedio en nivel universitario es del 10%, aunque cuando se revisan las diferencias
regionales se encuentran que en 2015 la tasa de deserción en Casanare fue del 19,5%, en el Cesar 13,33% y
en la Guajira del 12,4%.
La falta de gobierno autónomo, las dificultades de los criterios de acreditación sin tener en
cuenta la dinámica de las universidades y la gestión de calidad y sus excesos en carga laboral
en las universidades conlleva a la eliminación de la planeación real de las universidades y a
pensar la universidad a partir de resultados inmediatos para lograr recursos adicionales.

Se podría pensar desde un punto de vista instrumental que esta es una segunda mejor
solución colectiva, por las posibilidades de recursos que ofrece. Sin embargo los resultados
no son los mejores. La respuesta de los gobiernos es proponer aumento de los recursos de
inversión, no de funcionamiento, por medio de estampillas o de gestión de resultados,
cumpliendo algunos indicadores, pero el problema se mantiene y de hecho se amplía. El
problema de la inversión es que genera una paradoja: más inversión sobre todo en
infraestructura (necesaria para mejorar la calidad y la cobertura) produce la necesidad de
mayores gastos de funcionamiento. Si por ejemplo se construye un nuevo edificio, los
gastos operativos básicos son nuevos y crecientes (vigilancia, aseo, cafetería, etc.), esta
situación se complementa, dada la misión de la educación pública y las presiones de los
gobiernos, con un aumento de cobertura que, en últimas, produce más gastos de
funcionamiento (nuevos profesores y nuevo personal administrativo). Gastos que no están
cubiertos por la inversión adicional.

Ante estos problemas que sobre todo van en contra del aumento del conocimiento público
viene a la mente la situación actual que limita buena parte de las reivindicaciones a los
problemas económicos. Es necesario reformar la ley 30 para aprovechar la oportunidad de
generar un nuevo sistema de financiamiento que le devuelva la autonomía a las
universidades y un nuevo sistema de calidad que permita el desarrollo del conocimiento
público y el enriquecimiento del tiempo académico.

Las propuestas entonces deben ser integrales para la construcción de una universidad
democrática, en este sentido proponemos los siguientes puntos:

1. Cambiar la estructura de gobierno universitario con el objetivo de ampliar la


participación tanto de los estamentos como de la sociedad civil. Transformando la
universidad en un espacio democrático que refleje las realidades y las disputas de la
sociedad colombiana.
2. Garantizar el acceso al conocimiento a la sociedad colombiana, superando los
esquemas de innovación neoliberal que privatizan el conocimiento y restringen su
acceso limitando el avance científico.
3. Transformar el sistema de ciencia y tecnología que enfatiza la generación de
conocimiento a los intereses de los grupos dominantes y no a las necesidades de la
sociedad.
4. Aumento de presupuesto por encima de la inflación para responder a la deuda
histórica.
5. Generar un mecanismo de asignación en primera instancia ligado al aumento
salarial, para mantener el crecimiento estacionario de las universidades.
6. Aumentar el presupuesto de funcionamiento adicional para reducir las
desigualdades entre las universidades
7. Generar las inversiones de acuerdo a un nuevo sistema de calidad y a las
proyecciones de las universidades para crecer, y supeditar ese crecimiento a un
proyecto en el cuál también aumenten los recursos de funcionamiento una vez los
recursos de inversión sean utilizados y materializados en las respectivas obras.
8. Generar sistemas de planificación de largo plazo que proyecten las universidades
públicas sin premiar la inmediatez de las políticas universitarias.

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