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Cartaphilus 9 (2011), 21-25

Revista de Investigación y Crítica Estética.


ISSN: 1887-5238

EL MUNDO NATURAL: LOS MITOS DE LA FEMINIDAD


EN LA ÉGLOGA I DE GARCILASO DE LA VEGA

Pedro Antonio Férez Mora


Universidad de Murcia

La Égloga I de Garcilaso de la Vega es ausencia de la amada—al ciclo día-noche.


un ejemplo espléndido para comprobar el Así con los primeros rayos de sol comenza-
acierto y, por tanto, la validez de los su- ría el tormento del recuerdo del amor per-
puestos que Northrop Frye estableció en la dido:
disciplina literaria alrededor del concepto
de “sincronización”. Para él, las imágenes Saliendo de las ondas encendido,
literarias no son meras copias de objetos del rayaba de los montes el altura
mundo real sino unidades de una estructu- el sol, cuando Salicio, recostado
ra verbal a través de la cual la obra litera- al pie de un alta haya, en la verdura,
ria consigue un ritmo narrativo global. En [...]
realidad, la literatura, como cualquier otro Se quejaba tan dulce y blandamente
rito, nace del hermanamiento entre un or- como si estuviera de allí ausente
ganismo y los impulsos más significativos la que de su dolor culpa tenía. [43-55]
de su medio. Así, por ejemplo, los seres hu-
manos con el objetivo de sincronizarnos con
Si junto con el alba llegan los lamentos,
el medio físico en el que vivimos desarro-
el crepúsculo supone la vuelta del rebaño al
llamos hábitos rituales y rutinarios que van
redil y el cese momentáneo, hasta la llegada
desde el carácter mayoritariamente noc-
de la luz con la mañana, de tanto dolor co-
turno de nuestro sueño hasta la recogida y
mo los pastores despliegan por las riveras
la siembra de las cosechas.
del Tajo:

El mundo natural y sus cadencias es


Nunca pusieran fin al triste lloro
precisamente la fuerza motriz que configu- los pastores, ni fueron acabadas
ra y unifica el universo narrativo de esta las canciones, que sólo el monte oía
primera égloga garcilasiana. Como primera si mirando las nubes coloradas,
muestra de esta hecho, podemos observar al tramontar del sol bordadas de oro,
como Salicio y Nemoroso adecuan su activi- no vieran que era ya pasado el día.[408-13].
dad pastoril—quejarse amargamente de la

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EL MUNDO NATURAL: LOS MITOS DE LA FEMINIDAD
EN LA ÉGLOGA I DE GARCILASO DE LA VEGA

A la luz de todo lo dicho hasta ahora, no En el espectro que abren estas dos vi-
debe sorprender que la Madre Tierra se siones contrapuestas del mundo natural, se
revele como el arquetipo principal que arti- sitúan los demás arquetipos presentes en el
cula esta primera égloga, lo que determina texto. Éstos son reelaboraciones a distintos
a priori el carácter esencialmente femenino niveles y, por lo tanto con distintas conno-
de lo que en ella sucede. En este sentido se taciones, del espíritu telúrico que emana de
puede trazar un decaimiento progresivo de la Madre Tierra. En general, esta égloga
los valores que Garcilaso asocia a la Madre presenta la figura femenina como una fuen-
Tierra: si la naturaleza para el enamorado te de desdicha para el amante. Todo es do-
se presenta como una madre piadosa y lle- lor alrededor de la mujer. Así, a través de
na de bondad, la égloga, cuando el amor se ella, un mundo de claridad, henchido de
convierte en decepción y desengaño, nos primavera, acaba por convertirse en un
transporta a un medio físico desolado, do- erial baldío donde sólo se escucha el lamen-
minio de una madre terrible y cruel, lleno to constante del que sufre penas de amor.
de “abrojos” y “espinas”. Las siguientes ci- En suma, en la Eglóga I de Garcilaso la
tas reflejan claramente como el amor, o la mujer es siempre fuente de dolor ya sea
ausencia de éste, catalizan el cambio de voluntariamente—Galatea—ya sea sin in-
paradigma que sufre el mundo natural: tención— la muerte de Elisa.

Por ti el silencio de la selva umbrosa, Galatea simboliza el lado más decadente


por ti la esquividad y apartamiento y desagradecido de la naturaleza. Ella es la
del solitario monte me agradaba; “femme fatale” por excelencia, la hechicera
por ti la verde hierba, el fresco viento interesada que no duda ni un instante en
el blanco lirio y colorada rosa
abandonar a Salicio en pos del poder que
y dulce primavera deseaba.
[99-104] otro hombre le ofrece: ¡Ay, cuán diferente
era / y cuán de otra manera / lo que en tu
Después que nos dejaste, nunca pace falso pecho se escondía! [106-8]. Ella, “más
en hartura el ganado ya, ni acude dura que el mármol” [57] y “más helada que
el campo al labrador con mano llena. la nieve” [59] a las súplicas del pastor, su-
No hay bien que en mal no se convierta y pone el advenimiento del invierno tanto en
mude: la campiña pastoril como en el corazón de
la mala hierba al trigo ahoga, y nace su amante. A través de ella también afloran
en lugar suyo la infelice avena; en Salicio los aspectos más terroríficos del
la tierra, que de buena
inconsciente humano: los presagios. De este
gana nos producía
flores con que solía quitar en sólo vellas mil modo, el desventurado pastor es pasto de
enojos, terribles sueños que auguran ruinas:
produce agora, en cambio, estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable; ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
yo hago con mis ojos reputándolo yo por desvarío,
crecer, lloviendo, el fruto miserable. vi mi mal entre sueños, desdichado!
[296-309] Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la siesta,
a beber en el tajo mi ganado;
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,

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PEDRO ANTONIO FÉREZ MORA

por desusada parte vas mejores: una vez perdida la amada,


y por nuevo camino el agua se iba; “qué no se esperará de aquí adelante, / por
ardiendo yo con la calor estiva, difícil que sea y por incierto / O ¿qué discor-
el curso, enajenado, iba siguiendo dia no será juntada?”, pregunta Salicio.
del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas corriendo.
La desolación del pastor es compartida
también por aquella facción de la Madre
Esta sensación de desastre vinculada a
Tierra asociada con los aspectos más positi-
Galatea también tiene un referente en el
vos del mundo natural, aquella parte del
mundo físico como tal, que se enrarece lle-
medio físico, como “la blanca Filomena”,
nándose de elementos negativos. Así, no
que aún se mantiene en estado puro, que
sólo aparece en sueños un río que aparta su
todavía no ha recibido o, que, resiste, el
cauce del rebaño sino que “Bien claro con su
influjo que Galatea trae en sus besos:
voz me lo decía [a Salicio] / la siniestra cor-
neja repitiendo la desventura mía” [109- Con llorar las piedras enternecen
111]. Además, se producen en este extraño su natural dureza y la quebrantan;
“locus amoenus” hermanamientos que van los árboles parece que se inclinan;
en contra de la ley natural habitual: las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen,
y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras que reclinan
La cordera paciente
su cuerpo fatigado,
con el lobo hambriento
dejan el sosegado
hará su ayuntamiento
sueño por escuchar mi llanto triste.
y con las simples aves sin rüido
[196-206]
harán las bravas sierpes ya su nido.
[161-165]

Por su parte, la “divina” Elisa es trasun-


Inmediatamente después de estos ver- to de la cara más afable de la Madre Tierra,
sos, y en oposición al reino de Galatea, apa- vinculada tradicionalmente con los princi-
rece el universo de Salicio, un lugar para la pios de la vida. De hecho, Elisa muere
abundancia y la fertilidad que procura ali- mientras daba a luz, acto de fertilidad por
mento y cobijo para los que allí viven: antonomasia: “Verte presente agora me
“Siempre de nueva leche en el verano / y en parece / en aquel duro trance de Lucina”
el invierno abundo; en mi majada / la man- [371-2]. Sin embargo, la amada, aunque si
teca y el queso está sobrado” o “¿No sabes proponérselo, sume a Nemoroso al morir en
que sin cuento / buscan en el estío / mis ove- la más negra de las miserias. En este senti-
jas el frío de Cuenca, y el Gobierno / del do, una vez más la figura femenina es causa
abrigado Estremo en el invierno?”. Éstas de aflicción para el pastor. “Aquellos claros
son glorias de un paraíso ardido que resal- ojos”, “la mano delicada”, “los cabellos que
tan el estado de dolor en el que Salicio con- vían / con gran desprecio el oro / como a
sume ahora sus días: ¡Qué vale el temor, si menor tesoro”, “el blando pecho”, atributos
derritiendo / me estoy en llanto eterno!” que tanto solía celebrar el pastor “ya se en-
[194-5]. El pesimismo se ha apoderado de cierran / por desventura mía, en la fría,
su existencia y el futuro no trae perspecti- desierta y dura tierra”, lo que ha dejado al
desdichado Nemoroso “ciego sin lumbre en

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EN LA ÉGLOGA I DE GARCILASO DE LA VEGA

cárcel tenebrosa”. Donde antes había luz, al toma la vida como un juego. Las alusiones a
luz dorada que desprendía la cabellera do- Diana funcionan también en esta dirección.
rada de Elisa, ahora “se levanta la negra Así Nemoroso le recrimina a la diosa que
escuridad que el mundo cubre”. De nuevo se dejase perecer a Elisa por no interrumpir
pasa pues del brillo primaveral a la tene- sus agradables divertimentos:
brosidad de los dominios del invierno. Tan-
to y tan fuerte es el dolor que el pastor sien- ¿Íbate tanto en perseguir las fieras?
te que sus lamentos llegan incluso a la fala- ¿Íbate tanto en un pastor dormido?
cia patética: [...]
¿Y tú, ingrata, riendo,
dejas morir mi bien ante los ojos?
Tengo una parte aquí de tus cabellos, [380-393]
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se me apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño En suma, la polaridad del mundo natu-
enternecerme siento, que sobre ellos ral, expresada a través de las figuras feme-
nunca mis ojos de llorar se hartan. ninas, se constituye como la pieza principal
[352-57]
del hilo narrativo de la Égloga I de Garcila-
so de la Vega. Así en un universo donde el
hombre parece no tener voluntad ni capaci-
A pesar de que Elisa sea descrita en
dad de decisión, la mujer por activa o por
términos de cuerpo celeste en la narración
pasiva, asume la condición de motor del
que las Piérides llevan a cabo de las des-
mundo pastoril renacentista. De igual mo-
venturas de Nemoroso, también hay cabida
do, la mujer en esta obra literaria es la ma-
aquí para la mujer terrible: la muerte, que
teria prima que genera el cambio en la vida
deja tras de sí una estela de llanto y tinie-
del pastor enamorado. Es decir, por obra y
blas. Al igual que Galatea, la dama negra
gracia de su presencia—ausencia—, el de-
llega a la calma de la escena pastoril y frus-
venir de Salicio y Nemoroso pasa de la
tra a su antojo las muchas esperanzas que
abundancia de la floresta al escarnio de las
el amante se había forjado en torno a la
malas yerbas y las espinas; de la luz a la
amada.
tiniebla; en fin, del dominio del romance al
de la tragedia. De este modo, cuando la da-
¿Quién me dijera, Elisa, vida mía, ma alumbra con su sol la vida y el entorno
cuando en aqueste valle fresco el viento del pastor, la vegetación es la típica del jar-
andábamos cogiendo tiernas flores,
dín del Edén, y el mundo animal se reduce
que habría de ver con largo apartamiento
venir el triste y solitario día a domésticas criaturas que rebosan dulzu-
que diese amargo fin a mis amores? ra: es el tiempo del romance. Sin embargo,
[282-287] cuando el amor, haciendo gala de su natu-
raleza perecedera, abandona a los pastores
a su tormentosa suerte, la oscuridad cae
La muerte desatenta—“en mi corazón sobre la vida cotidiana. El mundo animal se
metió la mano / y de allí me llevó mi dulce enrarece con serpientes y lobos; la frondosi-
prenda / que aquel era su nido y su mora- dad de la naturaleza comienza a decaer y
da”—se conceptualiza en la Eglóga como acaba por convertirse en un puñado de ras-
una criatura caprichosa e inoportuna que se

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PEDRO ANTONIO FÉREZ MORA

trojos. Es el advenimiento del invierno de la OBRAS CITADAS


tragedia. Collins, Marie and Davis, Virginia (1992) A
Medieval Book of Seasons (Glasgow: Harper
Collins Publishers).
A los pastores, pasto de tanta desgracia,
de la Vega, Garcilaso, (1999) Poesía caste-
no se les describe, a diferencia de la mujer,
llana completa, ed. Consuelo Burell (Madrid:
como entidades activas. El futuro que ellos Ediciones Cátedra).
desean para sí mismos es bastante negro y
se reduce al exilio voluntario o a la muerte. Frye, Northrop (1957) The Anatomy of Crit-
icism (New Jersey: Pricenton University Press).
Gallego Morell, Antonio (2003) El Renaci-
Mas ya que a socorrer aquí no vienes, miento español: Garcilaso y Herrera (Granada :
no dejes el lugar que tanto amaste Universidad de Granada).
que bien podrás venir de mí segura.
Yo dejaré el lugar donde me dejaste; Nak-Won, Choi (1988) Garcilaso a lo divino
ven, si por sólo esto te detienes. (Madrid : Universidad Complutense)
[...] Prieto, Antonio (2002) Imago vitae. Garcila-
Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo, so y otros acercamientos al siglo XVI (Málaga:
al que todo mi bien quitarme puede; Universidad de Málaga )
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede. Rico Verdú, José (1988) La innovación lite-
[211-24] (Salicio a Galatea) raria del Renacimiento (Madrid: Cincel)
Vaquero Serrano, María del Carmen (2002)
¿Por qué de mí te olvidas y no pides Garcilaso: poeta del amor, caballero de la guerra
que se apresure el tiempo en que este velo (Madrid : Espasa Calpe).
rompa del cuerpo y verme libre pueda...?
[397-99] (Nemoroso a Elisa)

Ambos destinos son los más temidos por


el ser humano pero, sin duda, son más lle-
vaderos que consumirse en vida por el amor
de una mujer perdida ¡Salid sin duelo, lá-
grimas, corriendo!

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