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“Preferiria no hacerlo”
Melville, Herman
“Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis
familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina
pavorosa.”1 Así comienza el texto de Vila Matas sobre los Barteblys en la historia, seres
condenados a la imposibilidad del NO, seres que, por decisión o circunstancias, renunciaron
a la escritura aun cuando la promesa de su paso auguraba un gran futuro. Pasando por un
sinfín de escritores que solo han dejado para la historia algunos fragmentos de grandeza2,
Vila Matas se concentra en mostrar la fuerza de ese poder negativo de renuncia en la escritura
(el poder del NO); por un lado, nos muestra la fuerza impasible de la acción del No, por otro;
la acción performativa de dicha acción. Pareciera que, en el fondo de dicha acción, se
encuentra una decisión sobre sus cuerpos, una elección de no escribir y circunscribirse a una
esfera de cuerpos que han sido desechados del sistema social. Brillar un instante para después
dejarse apagar no resulta un gesto de incapacidad, sino de potencia y renuncia al orden
reinante. Orden que legitima los negocios sobre el ocio, que hace de los sujetos una empresa
para sí mismos y obliga a la interiorización del imperativo del rendimiento como norma de
vida.3 Hasta aquí, el poder del no tendría que ver con dicha renuncia, con el deseo de
suspender la norma imperativa de la empresa por el imperativo del “preferiría no hacerlo” –
tentativamente llamaré imperativo del ocio. La cualidad de este poder, a ojos de Agamben,
no es la suspensión del orden para suprimir la vida, sino la de espaciar las condiciones en las
que la vida se ha formado.4 El preferiría no es un deseo de No y no la ausencia de deseo, una
potencia que decide suspender el juego para dejar pululando la potencia misma. La acción
performativa de ese deseo pone a los cuerpos de los sujetos en una esfera de desecho que los
encamina a la destrucción, pero el incisivo poder de la negación pone en ellos un brillo
extraño que los dota para hacer de sus cuerpos el eje articulador de una resistencia. Así, el
1
Vila Matas…
2
/
3
Cf., Chul-Han, Byung, Psicopolítica,
4
Cita Agamben
poder del no pone en el margen y al mismo tiempo en la posibilidad de poner en crisis la
política neoliberal que hace de los sujetos un desecho. El imperativo del ocio entonces, pone
al margen y como efecto pone en lucha.
La historia de la literatura podría dividirse bajo esa tesitura; una literatura mayor que
focaliza, describe y marca el espacio para cuerpos que importen. Y una literatura menor que
hace espacio para señalar los cuerpos que han dejado de importar. En todo acto de escritura
se juega entonces una ontogénesis política del cuerpo. Lo que importa no es qué se escribe,
sino qué cuerpo se posibilita en ese gesto. En filosofía, el gesto inaugural se vive en esa
demanda ambivalente; o bien relacionarse con lo que ya existe y hablar del actual estado de
cosas bajo el imperativo del negocio (cuantificar, calcular y justificar el orden reinante); o
bien circunscribirse al imperativo del ocio, dar voz a los sin voz y hacer del cuerpo el espacio
operativo de una demanda política sobre las condiciones en que ciertos cuerpos han sido
negados. Convertir el poder de lo negativo en el gesto inaugural de una nueva política del
cuerpo, donde esos cuerpos negados se afianzan en la necesidad de negar el sistema reinante
para poder llegar a ser.
Cuerpo y materia.
Para poder hacer esto, Butler nos invita a leer la paradójica situación a la que nos lleva
pensar el propio término de “construcción”. Pues éste pareciera por un lado sostener que si
hay construcción hay un sujeto anterior a la construcción o si todo es construcción no queda
espacio para la libertad o la elección.
La contraposición común sobre el cuerpo como construcción es pensar que hay cosas
que no se construyen y son inherentes a la experiencia humana como comer, dormir, dolor y
placer. Butler no negará dichas condiciones, pero mantendrá en suspenso que éstas no estén
atravesadas por el espacio cultural y por dichas prácticas reiterativas. La idea de pensar cosas
fuera de la construcción no invalida el hecho de que esas cosas son significadas y en tanto
significadas se habla de ellas cultural y constructivamente.
¿Qué hace y cómo entender la materialización de los cuerpos que les dan un marco
de inteligibilidad y al mismo tiempo un marco político de existencia? A esto se dedicará el
capítulo introductorio del que trabajaremos algunas cosas en nuestro ejercicio ocioso de
reflexión.
El capítulo comienza con tres citas; la primera presenta una reflexión en torno al
límite del cuerpo; la segunda pone énfasis sobre la cuestión natural o sustancial del cuerpo y;
la tercera remarca la idea de un efecto de naturalidad. Poner citas
Desde este punto de vista y más allá de la investigación de género. Es preciso entender
que dicha concepción materializante de la materia puede también dar pistas de cómo se
habilitan los espacios y se materializan, es decir, de la manera en la que no solo el cuerpo
humano es materializado sino también los territorios y espacios de vida. En tónica con Doren
Massey, la materialización del sexo puede explicar de alguna manera cómo se construye lo
que esta autora llamará la geometría del poder, es decir, las formas en las que el espacio es
construido. Es en este sentido que la idea de materialización abre el campo de investigación
en torno a cómo se construye el cuerpo y el espacio que determinaran la manera en que la
vida se convierte en ocio o negocio.
Como lo dije antes, en el texto que comentamos, la autora discute con las distintas
formas de entender la construcción del cuerpo para separarse de ellas y encontrar algunos
puntos críticos de las mismas.
De esta manera, la autora comienza con una reflexión en torno al sexo en Foucault.
A ojos de Butler, el sexo puede entenderse –siguiendo a Foucault- como ideal regulativo, es
decir, como una norma de regulación que fuerza y controla los cuerpos. De tal manera que el
hecho de que sea un ideal certifica su carácter temporal y constructivo, al mismo tiempo que
permite observarlo como un proceso inacabado y en perpetua formación.
1. Rompe con la idea de un sujeto generador de dicha acción y abre espacio para pensar
la constitución misma del sexo como un acto de reiteración constante de la norma
heterosexual. La idea es que ese ideal regulativo es producto de la materialización del
imperativo heterosexual. En este sentido, y en referencia a la investigación que
propongo, podríamos decir que el territorio y los espacios están siendo
materializados por un ideal regulativo económico neoliberal que hace de los
cuerpos y los espacios un lugar de intercambio económico. El imperativo del
negocio gobierna sobre la decisión y materialización de la materia.
2. La materialidad es un efecto productivo del poder que nos hace pensar en el carácter
fijo y apropiable del cuerpo o la materia y las condiciones de su posesión y utilidad.
La materialidad entonces es un efecto de la materialización implementada por dicha
norma. No hay materia pura sino efectos materializados. Toda organización corporal
y espacial depende de los efectos productivos de un poder que se consolida en los
cuerpos y en la materia. La habilitación de un cuerpo o un territorio tendría que ver
con la forma en que el poder lo sostiene. Cuando hablamos de la materialización bajo
el imperativo del negocio afianzamos en el poder afirmativo del mercado y cuando
hablamos de la materialización bajo el imperativo del ocio afianzamos a los cuerpos
en el poder performativo de lo negativo.
3. Dichas ideas configuran el carácter ontológico, epistémico y político de la
materialización. Si el cuerpo es un efecto de la materialización de normas, entonces
lo que brinda espacio para su existencia está determinado por una configuración
política. De tal manera que la materialización es una decisión política sobre cómo
habrá de concebirse un cuerpo y cómo deberá operar. Esto también opera en torno a
la cuestión de los territorios y espacios. Las formas en que la materia está disponible
tienen que ver con las decisiones ontico-políticas que las van construyendo.
4. Hablar del sexo como ya dijimos, se convierte en una condición que hace posible la
importancia o no de un cuerpo. Butler afirmara entonces que somos cuerpo en la
medida en que somos sujetos de un sexo. La materialización brinda espacio para la
inteligibilidad de un cuerpo y su importancia. La materialización decide entonces el
plano de legitimidad y posibilidad de subsistencia de un cuerpo y de un espacio.
5. Cuando hablamos de un cuerpo entonces, hablamos de todas las materializaciones
que permiten la existencia de su ser. En este sentido, la existencia del sujeto siempre
está engarzada al cuerpo en el que se materializan los ideales regulativos de los que
será presa, por dicho motivo puede deducirse que uno es sujeto en la medida en que
ya está siendo cuerpo. Somos sujetos-corporizados, no hay sujeto sin cuerpo.
6. No existen datos corporales o espaciales fijos, sino siempre normas culturales que
gobiernan y dominan la construcción de los cuerpos y los espacios, Sin la cual se
vuelve imposible la habitabilidad de la existencia. Un cuerpo está en una relación
contingente con lo que las normas materializan en él.
7. En la práctica de materialización se produce su propio exterior constitutivo. La
materialización de una norma necesariamente produce lo abyecto que funciona y
opera como el exterior repudiado que hace posible la fundación de la experiencia
significativa. Lo abyecto funciona como lo real reprimido por la norma. Y es esto
abyecto que se vuelve lo negado de la misma norma producido por ella. Al
convertirse en lo negado activa el poder de lo negativo que puede resistir y
transformar la operatividad del sistema.
8. El sujeto siempre está en el vínculo con determinaciones normativas sobre su cuerpo
y el espacio que posibilitan las practicas identificadoras y habilitadoras de su
existencia. De tal manera que el sujeto se posibilita en un espacio habilitado por
normas y un cuerpo materializado por ideales sexuales, raciales o culturales.
Después de definir los contornos de lo que entiende por cuerpo y cómo ser sujetos nos ata al
cuerpo y a ideales regulatorios que nos superan. Butler tratara de separar la definición
propuesta de construcción performativa (materialización) de otro tipo de constructivismos y
propuestas en torno al cuerpo que operan en el pensamiento contemporáneo.
La idea que se sostiene en dichas interpretaciones es una noción del sexo y de la materia
como algo que permanece estable y fijo y cuando llegan los ideales de la cultura éste es
sustituido o asumido por un género o una concepción determinada. De aquí que aparezca un
conflicto intrínseco permanente ¿o el sexo es asumido en el género y desaparece o el sexo
jamás existió? ¿O la materia es asumida por los hombres en la cultura y desaparece o eso que
llamamos materia nunca ha existido pues solo tenemos materia cultural?
De esta forma el constructivismo termina por refutar y confirmar al mismo tiempo lo que
tenía por objetivo explicar: Si el sexo o cuerpo es construido, entonces la relación entre sexo
y género es un ideal puramente fantasmatico, pero si el sexo es lo reprimido por el discurso
entonces hay algo en el discurso que se resiste a la explicación por lo que el constructivismo
padece de una falla que al no explicar la condición del sexo no puede explicar la
fundamentación de su propia explicación.
a. Cuando hay un monismo constructivista ¿Qué pasa con el cuerpo? ¿Cómo recuperar
la sustancia del cuerpo?
b. Cuando hay una construcción reducida a una cuestión verbal. Si el sexo no se
construye entonces que pasa con el genero, ¿Quién lo construye?
c. ¿Quién construye el sexo? Las preguntas parecen habilitar la idea de un sujeto
voluntarista anterior a la acción. El problema con el constructivismo es que rehabilita
al sujeto voluntarista del humanismo.
Frente a este tipo de constructivismos Butler señala una pregunta necesaria. Para señalar la
materialización del sexo y, con ello, de la materia es necesario no dejarse seducir por la
gramática y dejar de presuponer siempre lo que se tiene que explicar; el sujeto. De tal forma
que se vuelva posible pensar una construcción sin sujeto.
La idea de que la materia o el sexo son construidas deberá entenderse entonces como un
proceso de reiteración mediante el cual llegan los espacios, los sujetos y los actos. De tal
forma que el poder mismo no es más que una actuación reiterada que se hace poder en su
permanencia y reiteración.
Para salirse de estos meollos y no confundirse con las dinámicas constructivas y sus
atolladeros. La pensadora propone la noción de un cuerpo o materia separada de la idea de
una superficie de inscripción:
“la materia o el cuerpo son un proceso de materialización que se estabiliza a través del tiempo
para producir un efecto de frontera, de permanencia y superficie que llamamos materia”. 28
La idea de materialización nos lleva a entender que el cuerpo o materia no es algo acabado o
suprimido en el discurso sino un acto reiterado materializado. La materia es algo en constante
proceso de transformacion y construcción que jamás deja de terminarse. En tanto que ritual
naturalizado, el sexo siempre puede ponerse en cuestión, tanto como lo que somos. Creo que
la apropiación del espacio también.
Para Butler existe un cuerpo ajeno al discurso que lo construye, pero su entrelazamiento es
inevitable. Pensar un cuerpo y su naturalidad es ya estar pensando en cierta versión del cuerpo
construida discursivamente. De tal forma que hay un quiasmo entre el cuerpo y el lenguaje
que hace inevitable este proceso político de construcción. Lo importante no es entonces qué
es un cuerpo y su naturaleza sino qué habilita la naturalización del cuerpo. Bajo que políticas
se inscribe y cómo se determina lo que importa o no para ese cuerpo. Pienso que si podemos
atender a esto se abre un panorama para que la acción de la filosofía comience a disputar los
espacios y los cuerpos como negocio y volvamos a un cuerpo ocioso, tirado, relajado y que
pone en disputa siempre la decisión sobre cómo se materializa o vive un cuerpo.