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Aunque tardía y lentamente, como suele suceder en un país siempre sobresaltado por
las urgencias económicas y políticas, ha comenzado a asomar cierta conciencia ambiental
de la mano de un actor nuevo y activo, que dio sus primeros pasos en el conflicto de las
pasteras en Gualeguachú y colocó la problemática ambiental en el ojo de la discusión
pública: el ambientalismo. "En Gualeguaychú perdió. En Famatina ganó", afirma el
geógrafo Carlos Reboratti, docente e investigador principal del Conicet.
La Argentina estaría mucho más cerca del país que no tiene nada de conciencia
ambiental y lejos de los que tienen un alto grado de conciencia. Aunque eso, lentamente,
está cambiando.
Hay tres grandes problemas ambientales. Si uno toma como parámetro la cantidad de
gente afectada, evidentemente el problema ambiental más grande de la Argentina es la
contaminación de los ríos y el agua. La mitad de la población del Gran Buenos Aires está
afectada directa o indirectamente por la contaminación del Riachuelo, del río Reconquista
o del río Luján. Ahora, si uno toma el punto de vista de qué superficie abarca, el problema
más grande de la Argentina es la deforestación. En el Norte, por ejemplo, el tema de la
deforestación es importante porque la gente vive en ciudades pequeñas o vive en el
campo, pero vive mucho más en contacto con esa naturaleza. Desde ese punto de vista, el
avance sojero en el Noroeste ha sido muy radical. La gente en diez años dejó de ver un
monte y empezó a ver un campo.
Totalmente, y fíjese usted qué interesante que es la idea de frontera agrícola para los
argentinos. Todas las grandes economías regionales, la historia de la pampa misma, de
alguna manera se hizo eliminando absolutamente el ecosistema pampeano. Eso, que
antes era positivo, hoy debido a esta relación soja-deforestación, empieza a aparecer
como una idea negativa. Hoy en día los ecólogos no encuentran un solo lugar en la región
pampeana que del que puedan decir "así era esto en 1820". No hay ninguno.
Absolutamente no.
¿Y el tercer problema?
Tiene que ver con la vida cotidiana, y es la basura. Es un problema bien difícil de
solucionar. Otros países han solucionado el tema de deforestación, muchos países han
solucionado el tema de la contaminación hídrica, pero ninguno ha solucionado realmente
el tema de la basura.
Porque el Gobierno minimizó el problema de los glaciares, deja que la ley de bosques
nativos siga desarrollándose con muy bajo nivel de cumplimiento y no está interesado en
los impactos ambientales, a lo mejor, porque es peligroso para la expansión sojera. Y no
está interesado para nada en los posibles impactos ambientales del fracking, y menos aún
porque ésa es la solución para todos los problemas. Hay otro problema complicado en el
tema ambiental y es que desde la modificación de la Constitución en 1994, los recursos
naturales no le pertenecen al Estado federal, sino que son propiedad de las provincias.
¿Y por qué es complicado?
Eso se ve muy bien en el caso de las mineras, que están en manos de las provincias.
Viene Barrick o cualquiera de estas compañías que tienen enormes presupuestos. ¿Usted
se imagina al gobernador de La Rioja, que es una provincia pobre, negociando de igualdad
de condiciones con el presidente de Barrick? Desde ese punto de vista es complicado.
Ahora bien, si hubiera en el Estado nacional una institución que apoyara a los gobiernos
provinciales desde el punto de vista técnico, sería otra cosa. Fíjese, en Estados Unidos, que
es un país más federal que el nuestro en la práctica, hay una agencia de protección
ambiental que es federal, poderosísima y muy eficaz.
Usted dice que al Gobierno no le interesa el tema ambiental. ¿Ve en el arco opositor
cierto interés o conciencia ambiental?
No. En las plataformas políticas de las últimas y penúltimas elecciones no había una
sola mención al tema. Creo que la única persona que anda por ahí, peleándose por estos
temas es Pino Solanas, a quien miran como si fuera un tipo medio loco. Ningún político
está realmente interesado en el tema ambiental.
Desde hace más de un mes hay un asentamiento en Lugano sobre tierras fiscales
contaminadas, algo que refleja también el déficit habitacional.
Hay una diferencia muy clara entre el sur y el norte de la ciudad. En el norte esas cosas
no pasan porque hay una presión inmobiliaria feroz. Todos esos espacios hubieran sido,
digamos, comprados, ocupados o controlados de alguna manera para que evitar ese tipo
de situaciones. En el sur hay mucho espacio fiscal. Esas tierras, que han sido un
cementerio de autos, tienen un nivel de toxicidad fenomenal por el ácido de las baterías.
Pero, si una persona tiene que optar entre no tener donde vivir, pagar 3000 pesos por mes
por un departamento en la villa 21 u ocupar las tierras, ocupa las tierras. Lo primero que
hay que hacer es un arreglo político y social para buscar soluciones en esta ciudad, pero
no podemos abordarlo así, mediante la violencia, la controversia y la ocupación.
Si se pudiera describir la relación que el argentino tiene con el territorio que habita,
¿cómo sería esa relación?
La venta de autos ha sido uno de los pilares, junto con la soja, de la economía de
estos diez años.
Hace cinco años dijo: "Todavía no hemos sabido responder qué hacemos con el
territorio que ocupamos, para qué nos sirve, qué beneficio nos genera y cómo
desarrollamos y distribuimos nuestro capital natural y social de manera sustentable".
¿Aprendimos algo en estos años?
Fuente
Pikielny, A. (2014). Carlos Reboratti: "La relación de la gente con la ciudad es suicida: no la mejora,
sino que contribuye a empeorarla". Recuperado de: http://www.lanacion.com.ar/1683595-carlos-
reboratti-la-relacion-de-la-gente-con-la-ciudad-es-suicida-no-la-mejora-sino-que-contribuye-a-
empeorarla