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Como ciencia viene de «scire» que en latín quiere decir saber, se han asimilado como
sinónimo saber y ciencia, dándosele a esta última una extensión no usual. Saber es un
término de mayor denotación, porque expresa el conjunto de saberes posibles, de ahí que
se le identifique con teoría, en cuanto visión de lo que las cosas son verdaderamente.
El hombre ha usado y sigue usando de la técnica para saciar sus necesidades tanto
materiales como sociales. Pero el exceso de técnica ha producido la superespecialización,
y ha limitado su capacidad, ha perdido universalidad, a tal extremo, que no puede prever si
el objeto a que dedica su esfuerzo producirá un fin bueno o malo, no sabe cuál será el
destino futuro de su descubrimiento. [14]
Como dice García Bacca, todo hombre «tiene» y «debe» tomar una actitud en el
mundo científico impulsado por la técnica; pero como bien hace notar tiene es una
necesidad física, en tanto debe es una necesidad moral, y el debe es indudable que ha de
implicar un control del tiene. Cuando las ciencias se aplican a la destrucción del hombre y
de sus instituciones, encuentran allí su límite determinado por la libertad y dignidad
humanas.
Podemos señalar dos propósitos distintos en la ciencia, uno teórico, dirigido a la unidad
del mundo y a su heterogeneidad objetiva; el otro práctico, encaminado a la acción del
hombre, a la evitación del peligro y a la satisfacción de las necesidades. Lo teórico y lo
práctico están unidos entre sí, como el cuerpo y la sombra.
La misión de las ciencias de la realidad es descubrir los nexos, ya sea entre los
fenómenos, ya entre los conceptos que los representan. Los límites de estas ciencias están
determinados, de un lado, por la múltiple complejidad del Universo; de otra, por los medios
instrumentales de que dispone.
Las ciencias son formas de saber particular con las que el hombre trata de descorrer
el velo de la realidad: su carácter es el de ser verificables. Por otro lado, el conocimiento
científico es producto colectivo, esto es, es el resultado del esfuerzo acumulado de muchos
hombres, que se transmite y progresa en la medida en que se va logrando el dominio de la
realidad.
En tanto, la historia y la cultura cobran gran interés como saber científico. Esto
representa un movimiento fácilmente advertible en nuestros días, de acercamiento mutuo
entre filosofía y ciencia.
Con Bacon, en el siglo XVIII comienza la clasificación de la ciencia atendiendo al
fenómeno epistemológico, esto es, a las facultades subjetivas; de ahí que él las
agrupe en ciencias de la memoria, como la historia; de la imaginación, como la
poesía; y del entendimiento, como la filosofía. Esta clasificación sirvió de base a las
relaciones de la ciencia hasta el siglo XIX, en que aparece un nuevo ordenamiento
fundamentado objetivamente.
Más moderna es la actitud que a los fines de clasificar las ciencias tiene en cuenta los
objetos y la esfera de la realidad a que pertenecen: mundo, hombre, espíritu, cultura. Sobre
ésta está inspirada la clasificación de Wundt en ciencias reales y ciencias formales. Las
reales comprenden las ciencias naturales, de la cultura y del espíritu; las formales o ideales
están integradas por las matemáticas.
Las ciencias naturales son empíricas, causales; para Bacon el «saber verdaderamente
es saber por las causas». Comprenden las ciencias de la naturaleza el vasto campo del
mundo orgánico e inorgánico, que se reparten las ciencias biológicas y físico-químicas. Son
ciencias de hechos, experimentales. [16]
Las ciencias culturales y del espíritu tienen por objeto la condición humana:
el espíritu del hombre y la realidad que él crea, la cultura. Son también ciencias de lo real,
pero no constituyen un saber de experiencia, sino de comprensión psíquico-espiritual, y
tienen en cuenta un sistema de valores que las colocan en una relación inmediata con la
axiología.
Stumpf usa de varios principios en su clasificación. Atendiendo a los objetos, divide a
las ciencias en ciencias de las funciones y ciencias de los fenómenos psíquicos. Las unas,
que son ciencias del espíritu, se subdividen en psicología y en ciencias del espíritu en
general; las primeras se refieren a las funciones elementales, las segundas a las funciones
complejas. Atendiendo a los objetos derivados de los fenómenos, señala las ciencias
naturales; y teniendo en cuenta los fenómenos propiamente, la fenomenología y la
eidología, y también las ciencias de las relaciones. A la metafísica correspondería, en esta
clasificación, la investigación de las relaciones entre los distintos tipos de objetos. Según
otro punto de vista, Stumpf divide las ciencias en individuales y generales, esto es, ciencias
de hechos o de leyes; en homogéneas como las matemáticas y heterogéneas como todas
las ciencias restantes; en ciencia de lo que es y ciencia de lo que debe ser.
Husserl nos ofrece una última clasificación, atendiendo a la forma lógica que las
ciencias guardan al enlazar sus conocimientos. De este modo las divide en ciencias
teoréticas o eidéticas, que se refieren a las leyes, por lo tanto a ideas; y ciencias fácticas
que se contraen a los hechos.
En el panorama que ofrecen las ciencias actualmente, puede apreciarse que falta a
las llamadas ciencias del espíritu o de la cultura una doble conformidad: en el fundamento
gnoseológico y en el procedimiento metodológico. En las ciencias de la naturaleza hay una
extralimitación, van más allá del supuesto teórico que las fundamentan, porque ellas no
pueden llevarnos a la captación de las esencias, sino sólo a la generalización de sus
relaciones.
La lógica aristotélica y la geometría de Euclides han sido completadas por una lógica
no aristotélica y una geometría no euclidiana. La física causal de Newton ha dado paso a
sistemas que la superan y contemplan una realidad nueva; pero toda concepción de la física
gira alrededor de ciertos términos: fuerza, causa, energía, capacidad de trabajo,
determinados en función del tiempo. Ahora bien, la investigación de la naturaleza del tiempo
no es un problema científico, sino que pertenece plenamente al dominio de la filosofía. La
filosofía, como ha dicho Oswaldo Robles, sigue siendo un saber rector.
Todo intento del espíritu de investigar una realidad que no sea el mismo, dice
Meyerson, implica premisas de orden metafísico. [17] El pensamiento científico está
fundamentado sobre tres hipótesis metafísicas: la realidad del mundo exterior; la relación
de los fenómenos en el espacio y en el tiempo regulada por leyes; y las leyes cognoscibles
por la razón.
Todo lo dicho hasta ahora en relación a la historia del desarrollo y clasificación de las
ciencias, nos hace evidente que no se ha alcanzado el punto que deba satisfacer la unidad
del saber humano. Partiendo de nuestra tesis inicial de que el saber científico no es más
que una forma del saber total estimamos que, para una clasificación cabal de las ciencias
particulares ha de tenerse en cuenta la vinculación con las demás ciencias dentro del ámbito
total del saber.
La parcelación de ciertas formas del conocimiento, como sucede con las ciencias
especiales, no se opone a su natural jerarquización, y son universos complementarios y no
antípodas las esferas científicas y filosóficas. Un punto de vista integrador para clasificar
todas las formas del saber, es lo que nosotros propugnamos. Un punto lo suficientemente
alto –o bajo– que permita partir, sin interferencias a todos los caminos del conocimiento
humano.