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CARLOS MUÑOZ

El sabor de la naturaleza y las múltiples manifestaciones que nos llegan como regalo de
los sentidos se agolpan en nuestra percepción cuando nos enfrentamos a un cuadro de
Carlos Muñoz. La evocación es inmediata a los referentes auténticos de esa cultura que
es colombiana, es latinoamericana, pero sobre todo, es profundamente humana.

Inicialmente hay un evidente acercamiento a la naturaleza que se retrata con el prisma


creativo del pintor, pero a medida que se estudian los trazos y nos acercamos a las
formas, advertimos un mundo que se revela como creación alterna, como variante que
desafía las composiciones clásicas para generar propuestas de una lectura de variables
escondidas. Allí están las ínfimas fibras de un tejido, el minucioso recorrido por las
formas, las travesuras de la luz en las fisuras de un cesto y el reflejo de las mínimas
variantes del color en la redondez de los frutos.

Viajar por los detalles de un cuadro de Carlos Muñoz es recorrer un compromiso con la
prolijidad con que teje la naturaleza cada asunto e interpretar con el pintor las
frecuentemente planas expresiones de los personajes que invaden los paisajes. Allí están
la nostalgia, el mutismo y las formas de soledad que manejan las gentes del altiplano,
mirando hacia su interior e identificando las esencias de la existencia. Finalmente esa
es, tal vez, la intención del artista, si es que existe alguna.

MARIO LINCE

Haber conocido a Mario Lince hace unos años y ser testigos de su obra actual es
presenciar una interesante evolución que va de los afanes de la creación, con las
producciones apasteladas y agresivas que saltaban de los cuadros, a una versión madura
de la creación artística, apuntalada en un acercamiento a las promesas de la luz, el color
y las formas más ricas de las composiciones que propicia la naturaleza.

Además del perfeccionismo que se aprecia en una mirada ligera, lo que más llama la
atención en la obra de Mario es la capacidad de identificar en los paisajes y los arreglos
que escoge como temas, aquellos factores de expresión que constituyen más la esencia
de un posible mensaje al espectador: un equilibrio en medio de los rigores del desorden
natural y un aparente desinterés por las ubicaciones de los objetos, hacen que la mirada
de estos cuadros se convierta en una gimnasia que combina el ejercicio de sopesar los
parámetros académicos con el deslizamiento lúdico por un mundo sensual y sugerente
de deseo y de identificación con el contenido del lienzo

Mario nos abre las ventanas de un mundo en el que aparentemente hemos deambulado y
cuyas cosas hemos tocado y saboreado, pero nos resume, como comprimiendo la
atención, una propuesta de interpretación que encierra múltiples promesas, mundos
abiertos, todos válidos.

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