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ROBERTO BURGOS CANTOR Memoria. sin guardianes ED ION DE Ariel Castillo Mier | Adriana Urea Restrepo ‘como La tejedora de comonas, de Geemin Espinosa. Elle nes implica una limitacion, ni un significado unilateral de la lectura, sine una v una intuicién posible. Por dar la raz6n al autor antes citado: “La lect -s una prictica de invencién de sentido, una produccidn de sentid Para el lector de literatura colombiaria, la lectura constituira conocida o di vulgada, conspira contra el establecimiento de significaciones distintas a las acuadas por la inercia de los aftos. De aceptarle a Proust que lo «esencial de la lectura es poner en contacto al lector con su propia vida tido problemitico en el cual la misma tradicion litera interior, surgirfa entonces un sentido que escapa a cualquier huella o La literatura de Colombia se ofrece como una posibilidad de leceura multiple y de variado registro y es probable que se escriba y se lea con ‘una conciencia de la anomalia que no extuvo siempre. Se lee para rect Petar en el laberinto de espejos deformantes una imagen, un alivio des: consolado en medio de la exacerbacién enloquecedora de la realidad. Se lee para restablecer la legitimidad del silencio: el ambito necesario para el nacimiento de voces no repetidas, no gastadas,fecundas en st ambicién. Se lee para experimentar la ruptura de la uniformidad del fexto que en otros momentos se impuso como la cantinela de una con- sigma, o la mor idad de una denuncia, o la equivoca compasidn por tun mundo y unos seres apenas conocidos, Se acepta el reto de como {a inhumanidad afeeta a la creacién. No es ficil establecer qué han producido en la vida humana tantos y tantos textos de literatura, Pero eseribir y leer es ya un acto de compromiso con la esperanza, Se recuerda con frecuencia la evocacidn que Borges hace de san Agus: tin ante la lectura silenciosa de san Ambrosio. Para nuestro hipotético lector a fo mejor resulte de interés la imagen ala cual siempre acudo como un simbolo de ampliacién de los condicionamientos de la libertad, ‘como tina pacicnte espera de las lineas, como un redescubrimiento de la intimidad, y es aquel cuadro de Vermeer de Delft, Muchacha que lee una carta junto a la ventana, que vista de perfil vista en el difuso frente que re: Flcjan los vidros de la ventana, todo envuelto en la luz de la ciudad y en el aroma de las frutas, deja entrever el misterio y el enigma de la lectura, alo para que no ocurra lo que ef ama de don Quijote indied con Ihsopo y agua bendita al barbero y al cura, y que muy bien aprend lhe bomberos de Ray Bradbury: “(..) racie este aposento, no esté aqui sIyin eneantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, vs pena de las que les queremos dar echindolos del mundo”. ae Literatura y violencia en Colombia (reiteracién y bisqueda)* Nora BENE DPARECE UNA RECURRENCIA, cada vez que se trata alain tema relacionado ‘von Colombia, vincularlo al asunto de la violencia. Es sin duda una de a ia misma de la sociedad y las perturbaciones mas graves para a existencia para la consolidacion de un proyecto politico que marque un ee y ‘frezea un propésito a los asociados. Dos de los experimentos politicos ins recientes estuvieron inspiracos en la biisqueda de una solucién a «se doloroso conflicto, Uno fue el pacto bipartiista, llamado Frente Nacional (1959), y el otro, la reciente Constitucién Politica de 1991, «que en su momento se llamé “tratado de paz”. Antes de los menciona- * Tx era pn de poers Camera Kine a irs ea do de larmmeay pte co Apne et on, Compl Caron Kline Sans de Bog a Cat Eto dos hubo, en st oportunidad, fa aplieacién de orras ténntlassiigilas siempre a lo que se denomin6 “la pacificacion” Pero un proceso de devastacién social y humana, largo y complejo, plantea problemas diversos. El no menos complicado tiene que ver con la pregunta “ide qué hablamos cuando hablamos de violencia?” ee LA LITERATURA Y LA VIOLENCIA® ESPEJO © REVELACION Alsituarnos en el espacio dela literatura colombiana, en sts expresiones ‘arrativas, lo primero que observamos es cierta continuidad en el trata 'miento literario de las manifestaciones de la violencia. Bien sea por deci- sion personal o por encargo, los autores colombianos se han acercado a la violencia que les cortespondid en stu momento. Un caso de especial interés ocurri6 en 1901, propiciado por la revista El Cascabel, dtigida y editada en Medellin por Enrique Gaviria Isaza. EL texto de la época devia Damos el siguiente tema para un cuento corto que no traspase los le mites de tres columnas de El Cascabl: un pobre recluta que ha hecho campafa en la presente contienda y que a su regreso encuentra en st hogar .. lo que quieran que encuentran los stes. Tomas Carrasquila, Efe Gomes, Dr. Eusebio Robledo, Julio Vives Guerra, Alfonso Casto, Armando Carrera y K. Ombre, a quienes suplicamos encarecidamente rengan la finesa de desarrllar dicho argumento (.) Esta experiencia presenta para el lector y para el estulioso varios aspectos relevantes. Debe tenerse en cuenta que la contienda bicaa a cual se refete la revista es nada: menos aue la conocida como ‘Guerra de les Mil Dias’, acaecida entte 1899 y 1902. Sin necesidad de mayor deseripeiin, fe una de las batallas mas duras crueles entre colombianos. Siguiendlo ls cifras bhenignas de algunos historiadores, quedaron muertos en el campo de batalla kestruddes por enfermedades de campafia ochenta mil combatientes. Una «ia asi da cuenta de ka ferocidad y el odio con los cuales se peleaba, Entre los aspectos que cobran relevancia, uno de ellos esti dado por la “sitiosa coineidencia entre la invitacin a escribir un cuento y la propues- tu de argumento que corresponde a un suceso que esti ocurriencdo en el Los escritores que aceptaron la propuesta carecen de distancia; lis hechos que van a consttuir su materia narrativa estan ocurriendo, FI hecho de narrar a partir de un acontecimiento atroz debe planteatle 1 quien lo eseribe diversos retos. Cémo contar sin tomar partido, sin predicar, sin contar, Y no es solo este asunto de la temporalidad el que slespierta mis de una reflexién que por supuesto incluye la relacién pro- Memitica entre ficcion y realidad. También la opcin que supone el hecho de haber sefialado una citcuns Esta opcidn, toma- cls desde afuera, de cierta manera es una escogencia humana por h vida o yor To que de ela queda, El antecedente inmediato se sefala aqui por su ‘vlacin, mirada desde hoy, con las polémicas significatvas, sostenidas casi ‘oncia ~el regreso a eass—y un personaje —el recluts sesenta afios después, sobre la literatura denominada “de la violenci En el conjunto de cuentos de 1 Cascabel, que legaron a once, con 1! lastimoso incumplimiento de Efe Gémez, queda un testimonio de la manera como esos escritores de Antioquia se enfrentaron al tema pro- puesto sobre la Guerra de los Mil Dias. Los puntos de vista son diversos, ¥ si existe una percepein predominante ella estaia conformada por la slogradacion moral que la violencia produce en seres que corresponden 1 una inocencia sin defensas. La huella de la crueldad y sin sentido que uyobia al ser humano, que agota su esperanca y st ternura, que lo vuelve inerédulo y desconfiado, que frustra su proyecto vital sin mayores ambi- cones, es perceptible en la Tectura de hoy que hace visible aun fragmen- tovdel pasado que a lo mejor est vivo. Qué levaria al director ~ editor de El Cascabe a proponer un tema at clrecluta en medio de Tas matanzas por fanatismos,ineransigencias y selitios!” Pensaria, quiz, GaviriaIsaza que la literatura les abria a los lectores ‘un territorio de libertad del cual carecian las erénicas y articulos de los

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