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LEANDRO EL BEL (il) 305

cada uno por su parte a sus posadas cessaron de su batalla, quedando más de
muy tristes, por no se poder dar la muer- diez hombres muertos; y el emperador
te, dexando trabada aquella quistión de mismo comencó a hazer pesquisa sobre
tal suerte que, sin verse los unos a los quien serían, mas ninguno supo dezir
otros, se avían muerto más de diez hom- cosa alguna d'ello, más que unos se ma-
bres. Tanto que vino a oídos del empe- tavan a otros sin piedad alguna. Y vien-
rador, el cual con sola una ropa encima, do el emperador que no podía saber
y con muchas hachas delante, fue al lu- cosa alguna, se tornó a su aposento muy
gar de la pelea. Y, viéndolo a él, todos enojado, (cap. xliv).

51. LIDAMARTE DE ARMENIA


de Damasio de Frías y Balboa
(1568 [1590])

por
José Manuel Lucía Megías

TESTIMONIO

[1] Bancroft Library (Universidad de California Berkeley): ms. 118 [—>]

TEXTOS

1. El i n f a n t e L i d a m a r t e e s a r m a - muestras de un generoso esfuerco y fu-


do caballero en la corte de Constati- turo balor, que no de poco momento en-
nopla (con el relato de su infancia y el tendía que le podría ser en una guerra
inicio de sus amores). como la que enprender quería. Y así les
mandó que aquella noche belasen todos
las armas para otro día armarlos cavalle-
C o n e s t o s t o d o s llegó Dárdano a
incar las rodillas delante de su tío ros. Ellos, besándole las manos, se le-
vantaron en estremo contento.
el enperador, suplicándole fuese serbido
de le otorgar a él y a todos aquellos jen- Aquella tarde se pasó en consultar el
tiles donceles que allí con él estaban la modo y aparatos de guerras. Pasado el
horden de cavallería, que, pues ya sus día, despedidos aquellos reis y señores,
edades la pedían, no se los debía negar, los nobeles cavalleros belaron las har-
mayormente en sacón tan aparexada inas en la iglesia mayor, y la mañana ve-
para poderle servir con sus personas y nida, la enperatriz y princesa Diomedea,
bidas. Plugo al enperador su demanda con todas sus damas y doncellas binie-
en tal tienpo por ver en ellos grandes ron aconpañadas del enperador y toda

BIBUOGBAFIA: Eis'enberg-Marín: n° 1830. EDICIÓN: Antonio Cortijo (ed.), Alcalá de Henares, Cen-
tro de Estudios Cervantinos, en prensa. ESTUDIOS: Cozad (1976) y Lucía Megías (1996).
306 CABALLERÍAS CASTELLANOS
ANTOLOGÍA DE LIBROS DE C

su corte a la iglesia a se aliar por honra sierras de Armenia la Mayor, en aquella


de los nobeles. parte de dond'el arrebatado río Arajes
Al darles la nueba orden de cavallería toma su presurosa corriente y comienca a
el enperador con las ceremonias acos- caminar acia el grande mar Ircano; aquí,
tumbras, armó primero a su sobrino y señor, dado yo a la especulación de las
después a los demás, tomando cada cual cosas altísimas y escondidas, e benido
de ellos el espada de mano de la dama con el favor del cielo a saber y alcancar
que mexor le páresela, y a quien más afi- alguna pobre parte de lo infinito que en
cionado estava. Dicha la misa y ellos ar- el profundo seno de la naturaleza ay que
mados cavalleros, vueltos al gran pala- saber, allí a solas é, señor, exercitado mis
cio, comieron juntos a una mesa el artes y estudios, parte en gusto y deleite
enperador y la enperatriza, con su hija la mío, parte en bien y fabor de los hom-
princesa; los nobles, con todos los de- bres cuantos de mí an tenido necesidad.
más, a otras mesas. La comida duró por Sucedió, gran imperador, que acaso abrá
gran pieca con mucha fiesta y contento diez y nuebe años, saliendo de mi anti-
de todos. gua morada y descanso para cierta nece-
Pero aún no serían vien aleadas las sidad de mis estudios, nabegando por el
tablas cuando por la real sala bieron en- gran Euxino acia los pueblos cinmerios
trar un biexo de asta sesenta años, de en busca del mar me andava espaciando,
alta estatura y benerado aspexto, con la bi venir por él un pequeño barco en el
barba cana y larga, bestido al abito ar- cual solos dos onbres benían con un
menio. Traía en su conpañía un muy niño en los vracos de asta dos años, al
apuesto y jentil mancevo de asta beinte parecer, escapados por gran bentura de
años, de cuerpo tan fornido y bien echo una nao que con tormenta se abía perdi-
que onbre parecía de mucha más edad, do, biniendo de acia Constantinopla; lo
de rostro blanco y ermoso; tenía los ojos cuales, como a mí llegaron, saltando en
berdes rasgados, aconpañados de una tierra medio desnudos, como debieron
grabedad alegre y de un señoril senvlan- escapar con la priessa de la nao perdida,
te. Venía armado de armas blancas sin después de aberme saludado en lengua
yelmo ni escudo, que un escudero se los tártara me dixeron si abría por allí cerca
traía detrás. Pasando, pues, el biejo con un lugar o una mujer que de aquella cria-
el hermoso doncel por la sala adelante, tura curase y donde ellos podiesen, alian-
muy mirados de todos, llegaron donde el do qué comer, repararse del trabaxo y fa-
enperador estava sentado entre la enpe- tiga con que benían. [...] Ellos
ratriz y la princesa. Echo a ellas el debi- agradeciendo mucho mi socorro, el buen
do acatamiento, incaron las rodillas de- ánimo y boluntá con que se lo ofrecía,
lante del enperador y no queriendo él comencaron a seguirme en el camino. Yo
darles las manos, después de abérselo les pregunté quiénes eran o de qué tierra
mucho suplicado, por no conozerlos, el de donde benía, o cómo abían escapado
biexo lebantado en pie le dixo: del mar. [...]
-Poderoso señor y enperador de Tra- -Sabréis, vuen señor, -me respondió
pisonda, bien sé que no me conozes, el uno-, que nosotros somos naturales
pero ya no podría ser aberme oído decir. tártaros, basallo del Enperador de Tarta-
Sabe, señor, que yo soy Tirteo, armenio, ria [...]. Yendo discurriendo como por
natural y basallo tuyo, que desde mi pri- media legua la tierra adentro, bimos
mer uso de racón asta el punto de la unas ricas tiendas; llegados a ellas, no
edad en que me beis criado en las altas aliamos dentro sino unas mujeres her-
LIDAMARTE DE ARMENIA 307

mosas, benidas, según paresce, en con- sarias a un niño de la nobleca que él pa-
pañía de algunos cavalleros, los cuales recía y representava con su rostro y bes-
andavan a caca por aquellos montes. tidos. [...] Dos días estubieron allí aque-
Nosotros, como bimos el hermoso apa- llos bárbaros gocando del buen
rexo, asiendo de ellas, con amenacas de tratamiento que se les hacía. Al tercero,
muerte si gritasen, las tomamos a hancas diciéndome que se querían ir por tierra a
de nuestros cavallos, caminando hacia la la ciudad de Dioscuria, yo les pregunté
mar. Entre ellas, truximos una muy her- qué determinaban hacer del niño. El uno
mosa que madre o ama devía ser d'este respondió que él de buena gana le hen-
niño, la cual grandísimos estremos y dería si allí aliase quién cómpraselo qui-
llantos hacía, mostrando sentir más la siere. En esto el otro, mirándole con los
prisión d'este niño que la suya. [...] Suce- ojos airados, le dixo:
dió que ayer tarde a estas oras se co- >-¿Cómo quieres tú henderlo, que no
mencé a levantar una cruel tormenta. Be- es tuyo? ¿Tú no sabes que este niño yo le
nida la noche, creció en tanta manera tomé de los bracos de su madre y le é
que yo e éste mi conpañero, como deses- traído en los míos sin nunca desamparar-
perados de que la nao pudiese salvar- lo, siendo tú de parecer que le echáse-
se, echos de concierto, sin dar parte al- mos en la mar cuando en el barco venía?
guno, mientras todos andavan ocupados »El que venderle quería, escalentado
en el remedio de la nao, tiramos d'este del bino que en abundancia abía vebido,
barco aborde, que por popa benía; salta- buelto inpaciente con aquellas palabras,
mos a él. Acaso la madre o ama que este con una furia bárvara, diciendo y acien-
niño criava, aliándose aborde a la misma do, asió un grueso palo que allí estava y
sacón, biéndonos saltar, comencónos a díxole:
rogar por señas llorando la acoxiésemos «-¡Agora verás tú si puedo yo hender-
en él. Nosotros, condolidos, tomamos le o si me le podrás tú quitar!
primero la criatura, y al tiempo que ella
»Y tal palo le dio sobre la caveca que
quería entrar, cargó tanta gente que por
ésta echa pedacos dio con él muerto en
no ser undidos aciéndonos a lo largo,
el suelo. Estavan allí de aquellos aldea-
cortamos el cavo con que atado iva el
nos, a la sacón cinco o seis; yo dando
barco, y encomendándonos en el favor
boces, comencé a decirles:
de la Fortuna, que por mejor tubimos es-
»-¡Prendelde, que á muerto un honbre!
perarle en el que en la nao, la cual con
toda la demás jente perdimos en un pun- •-¡Muera, muera!
to de bista, discurrimos toda la noche y »La furia popular, que no á mucho
el día asta la ora que nos bistes, que fue menester, y más de jente várbara, de
Dios servido, aplacando la tormenta, de ellos con palos, de ellos con piedras, co-
echarnos a esta parte. [...] mencaron a ir tras de él, que yendo hiba
acia un monte, y alcanzándole tal le pa-
«Dolido yo de la contraria fortuna del raron que a palos y pedradas murió.
pobre infante que en tan tiernos años le Contento yo del fin d'esta trajedia [...],
traía en manos de corsarios por tormen- estúbeme allí todo aquel berano criando
tas y fortunas de mar, propuse en mí, si el niño [...]. Benido setienbre yo, señor,
por alguna bía pudiese aberle en mi po- me enbarqué y trayendo en mi conpañía
der uñándole a aquellos bárbaros, lle- a la mujer que el niño abía tenido a car-
varlo a mi pobre morada y allí con cui- go, que biuda era, en conpañía de otro
dado y amor de propio hijo criarlo, hijuelo suyo, me bine a mi morada, don-
enseñándole aquellas cosas todas nece- de crié este hermoso y jentil doncel asta
308 ANTOLOGÍA DE LIBROS DE CABALLERÍAS CASTELLANOS

la edad en que beis; qu'este que aquí Lebantado, le calcóle la espuela dere-
biene a pediros la orden de cavallería es, cha, y dándole en el hombro derecho
buen señor, el niño de que os é contado, tres golpes con su espada, le dixo:
por el cual tantán cosas comencaron a -Dios, que tan hos hico venturoso
pasar desde que a luz d'este mundo sa- doncel os aga tanbién caballero como de
lió del bientre de su madre, y tantas ma- bós se espera, y vuestro padre nos pro-
yores otras le están aparexadas, como la mete. Agora, si traéis espada, que yo no
Fama a su tienpo las publicará, no sin la beo, la podréis recevir de quien mejor
gran admiración de las jentes. Suplicóos, os pareciere.
pues, poderoso señor, seis servido de le En esto el savio Tirteo, sacando de-
dar esta horden, que en él tan bien en- baxo de su manto una riquísima espada,
pleada será, y con la que tantos servicios dijo:
os á de hacer [...] -Yo se la traigo aquí tal, buen señor,
En estremo olgó el enperador con cual conbiene a la alta bondad que él
cuantos en la gran sala estavan de oír el con ella mostrará.
discurso de bida de aquel jentil y her- Y llegado a la princesa Diomedea, le
moso doncel. Todos le miravan aficiona- dixo:
damente como admirados de las cosas -A vos, como a la más hermosa y aca-
que de él prometía el sabio, al cual res- vada criatura del mundo, suplico yo deis
pondió el enperador: de vuestra mano esta espada a mi hijo,
como al que reciviéndola de tal mano por
-Por cierto, Tirteo amigo, yo tengo a
vuestro servicio ara con ella las más altas
buena dicha que este jentil doncel aya
cosas que nunca cavallero en su tienpo ni
benido a mi corte a recevir de mí mano en los pasados hico ni ara. Y ay berná
orden tan honrosa. [...] tienpo, yo os digo, que estiméis más que
Buelto al hermoso doncel, le dixo: a todo el señorío del mundo abérsela
-Bós, amigo, podréis belar las harmas dado, según de ella teméis necesidad, y a
esta noche, o que dó quisieredes, que yo tal sacón seréis de ella socorrida.
os armaré luego cavallero. Encendida la princesa de lo qu'el sa-
E incó las rodillas por le vesar la vio le dixo, y abergoncada algún tanto,
mano, y no se la queriendo dar el enpe- quedó tan hermosa a ojos de todos que
rador, le respondió: cosa del cielo parecía, y tanto más a los
-Por cierto, poderoso señor, bien me del hermoso doncel que incado estava
abía a mí informado mi padre Tirteo de de rodillas delante de ella, y en todo el
vuestra gran bondad y de la merced que discurso de Tirteo de Armenia abía esta-
aciales a cuantos a vuestra corte bienen. do atento a sólo mirarla, que cierto, no
Yo, por la que a mí me hacéis, beso le pareció sino que estava arrevatado de
vuestras inperiales manos. En lo demás, un excesivo contento allá en el cielo. Y
puedo ser luego armado caballero, que de tal manera abrió las puertas de el
la noche pasada en una hermita que está <de> su coracón descuidado y no <ha>
cerca de aquí me mandó mi padre belar echo a ber semejantes bellecas, que a
las armas; y siendo bós ervido, aquí lue- gran priesa fue beviendo aquella mortal
go puedo ser armado cavallero. y dulcísima poncoñía amorosa por sus
-Eso aré yo de muy gran boluntad, -res- ojos; y encontrados algunas beces los ra-
pondió el enperador, no menos satisfecho yos de su bista con los espíritus que he-
de su discreta manera de ablar que de su ñían de los ojos de la princesa, de tal
persona y dispusición. manera se mezclaron y fueron por las
LIDAMARTE DE ARMENIA 309

secretas benas asta el coracón, alterando le dar las gracias de tan alta merced
su delicada sangre, que comencé al mo- como le hacía, (ff. 2v-6v).
mento a sentir un furioso ardor, una des-
asosegada y dulcísima pena, que como
poco experto, no podía entender qué le 2. Lidamarte en el templo de
dolía ni de qué parte le nacía aquel nue- Marte: la aventura maravillosa (con
bo sentimiento. Ya deseava sospirar para u n exordio sobre Prometeo)
descanso de aquel ardor y desasosiego
que en su pecho sentía, pero refrenado
de parescerle bergoncosa cosa y no per-
mitida en semejante lugar, refrenava, no
P a s a d o a q u e l l a noche, abiendo dor-
mido [Udamartej Alvano] escondidos
entre los árvoles por no ser acaso aliados
sin mucha pena sus sospiros, dando con por alguna amacona, luego que esotro
un algo triste y dulcísimo mirar a enten- día amaneció, levantados en pie y enco-
der su nueba pasión a la princesa, que mendados a Dios, se fueron derechos a
algunas bistas abía puesto en él sin ser las primeras puertas del muro. Llegado a
parte para dejarle de parecer el más her- ellas Lidamarte, al punto que con la
moso y apuesto doncel que en su bida guarnición de su hespada las tocó, contra
ubiese visto, hallando un particular con- la cual ningún encantamiento tenía fuer-
tento más de mirarle a él que a otro ál de ca que más antiguo no fuese, fueron
cuantos en la sala estavan. Y así, cebada abiertas con gran ruido, y contra Lida-
del gusto d'esta novedad, comencé ella marte, que delante hiva por entrar, se bi-
tanbién a dar entrada a este contento, sin nieron dos espantables toros, hechando
que entendiese la pobre señora qué era llamas de vibo fuego por las bocas, en-
aquello que por los ojos recibía y con bueltas en espesas nubes de humo. He-
tan nuebo gusto le bañava el coracón y ran sus cuernos de fino acero y de pun-
se le hiba poco a poco encendiendo; tas tan agudas que aguijas parescían.
aliaba ya en sí una fuerca que, si por di- Estos fueron los toros domados por Xa-
cha apartava de él los ojos, se los torna- són en la demanda del bellocino de oro
va luego allí, pasando disimuladamente cuando, socorrido de la industria y saver
de un cavo a otro la bista, por reparar en de Medea, benció las espantosas guardas
aquel dulcísimo medio algún tanto; y de aquel tenplo de Mars. Pasólas a este
también le benían a ella algunos blandos tenplo pocos años después la misma Me-
y no bien formados sospiros, los cuales, dea cuando, bueltas a estas tierras con
llegando al cerco de sus blanquísimos su marido Jasón, ayudaron él y ella al
dientes, abriendo blandamente sus her- viexo padre Aeta contra sus enemigos.
mosos lavios, los dexava ir por el aire, Pasólas por ruego de una reina de las
sin sonido que indicio fuese de lo que amaconas para guarda d'este tenplo don-
en su pecho pasava. de tenían todas sus riquecas y tesoros
cuantos abían por largos años ganado de
Así andava, pues, Amor en esta sacón
diversas jentes conquistado con sus ar-
urdiendo la trama de una tan sabrosa is-
mas. Estos animosos toros del dios Marte
toria, como fue la d'estos dos amantes,
era pues, como digo, los que se binieron
adelante. [...] Tomada licencia de su pa-
para Lidamarte, que abiendo desenbaina-
dre, lebantóse y tomando la rica espada,
do su espada al tienpo que por entrar
que de todos fue muy mirada, la ciñó al
iva, se sintió dar boces, diciendo:
nobel cavallero que de rodillas estava
delante de ella tan turbado que no savia -¡Estad, hijo, aguardad si no queréis
de sí ni qué le decir, ni con qué palabras ser muertos!
310 ANTOLOGÍA DE LIBROS DE CABALLERÍAS CASTELLANOS

Él bolviendo la caveca a la voz, bio guardas bencidas. Él partido, Lidamarte


benir con gran prisa a su buen padre Tir- se fue derecho a la puerta. Entrando por
teo. Reparó en biéndole con un estraño ella, al momento bio tornar los toros con
contento de ber tal socorro y a tal tienpo la misma furia, bramando y echando in-
llegado a él su padre, habracándole con finito fuego por las narices y boca, y jun-
grande amor, le dixo: tos llegaron por encontrarle, pero él,
-No, hijo mío, no es ansí fácil esta pe- hurtando al uno el cuerpo, no pudo sino
ligrosa abentura, que podáis acometer guardarse del otro que no le encontrasen
bós ni onbre del mundo sin mi favor y so- con tanta braveca, que rodar le higo gran
corro, pues cuan presto sin remedio algu- trecho, dejándole tal y tan molido como
no muriría la más triste muerte del mun- si de una alta torre ubiera caído. Él, que
do. Cunple, por esto, ir prevenido d'este se hiba a levantar, llegó el otro y encon-
ingüento contra semexantes llamas. trándole con semejante furia, le echó
Y sacando al punto una agujeta de otra bez a rodar. Lidamarte, biéndose tal
oro grande, llena de ungüento, le untó parar, encomendándose a Dios, lleno de
sobre las armas. Éste, según fama, con- bergüenca y de ira, se levantó, hurtando
puso Medea de la sangraca que de las el cuerpo. A otros dos encuentros se fue
entrañas de Prometeo corría cuando, ata- arrimando acia un árbol que allí estaba
do a las rocas del monte Cáucaso, de muy grande, del cual colgaba una grue-
pies y manos, cada día dos beces se los sa soga, y metiendo su espada, después
comía el águila de Júpiter, por pena de de aber entendido de cuan poco le apro-
su atrevimiento cuando, hurtando el fue- bechava, y asiéndole la soga, hico del un
go del cielo, se atrevió en conpetencia cabo d'ella un laco. Los toros bolvían en
del alto Júpiter a formar onbres de barro, esto con espantosa furia para encontrar-
animándolos con este fuego. Enoxado, le. Él baliéndose del árvol, al pasar arro-
pues, el hijo de Saturno de su loco atre- xó sobre los cuernos del más cercano el
vimiento, púsole con tal castigo en las al- laco, pero no le abiendo coxido, se le
turas del monte Cáucaso. Hico huir con pasó de largo cuanto se llevó la furia de
sus saetas la cruel águila Hércules, cuan- su carrera. No se ubieron mucho alega-
do a caso por allí pasó. Quieren decir do cuando tornaron, y tan cerca de Lida-
que el Prometeo por un abiso que a Jú- marte pasó el primero que sin errar el
piter dio cuando a dormir hiva con la doncel le echó el laco sobre los cuernos,
diosa Tetis mereció ser desatado, que- dexándole preso. Aciendo grandísimas
dándole en la memoria de su presión bravecas y dando espantosos ruidos, for-
una pequeña piedra atada al dedo. D'es- cexeava con grandes carreras, y saltó de
ta afrenta se preciaron después sus hijos, un cabo al otro, por soltarse, pareciendo
y la truxeron en los dedos por gala, de arrancar de cada boz al árbol donde ata-
donde bino el huso de las sortijas. De da estaba la soga. Pero no lo pudo acer
aquella sangre, pues, como digo, y de tan a su saibó Lidamarte esto, que, si el
ciertas yervas que d'ella nacieron confi- segundo toro llegando al tienpo que él
cionó Medea este ungüento llamado Pro- acava de prenderle, no le encontrase tan
meteo, por ser de su sangre. a su saibó, que gran rato de allí le echó,
abiéndole lebantado en el aire por más
Luego que con él se ubo untado, en- de uno o dos estados.
señándole cuánto más abía de hacer, en-
comendándole a Dios, se tornó, abisan- Tal cayó el buen cavallero que sin bu-
do a Alvano que en ninguna manera llir pie ni mano estubo en ctianto el toro
provase a entrar en el tenplo asta que las acabó su carrera, que, según la furia de su
LIDAMARTE DE ARMENIA 311

correr, no pudía repar sino muy lejos; y si gó muy junto, y pegado al árbol, después
con la punta del cuerno le acertara, no le de ansí tenerlo, comencó a tirar del pos-
balieran armas ni defensa alguna para no trero, que con no menor dificultad le jun-
perder allí la bida. El toro bolbió cuando tó con su conpañero. Luego allí asió de
Lidamarte, buelto en sí, iba levantándose, un yugo y coyundas que allí estavan, y
abetido de su peligro y del toro que bol- sin poderlos sacudir de sus ya domadas
vía. Con gran tiento le aguardó, urtándo- cervices, se las echó acia éstas, con que
le el cuerpo; él pasado, llegóse al árbol, y muy mansos los dexó, echándoles junta-
tornando a tomar el otro cavo de la soga, mente un arado que aparexado alió. Des-
echa otra lacada, se puso a aguardar. E atándolos del árvol, comencó con ellos
esto el toro benía, y con el mismo tiento como mejor supo arar la tierra de entre el
y buen suceso le enlacó, dexándole acer tenplo y el muro.
sus bramuras, tiró de la soga del primero Después de arada, sintiéndose cansa-
que ya más manso estava y no sin gran- do, sobre una gran piedra que allí esta-
dísimas tuercas que ubo menester, le lle- ba, se sentó a descansar, (ff. 45r-46v).

52. LIDAMOR DE ESCOCIA


de Juan de Córdoba
(1534)

por
Rafael Ramos

TESTIMONIO

[1] 1. Salamanca, [Juan de Junta?], a costa de Juan de Córdoba, 1534 [—»]

TEXTOS

1. Las armas del héroe lo hizo muy grandes señales, por donde
Lidamor pensó que Roseldos acabaría el
aventura. Mas, como más cerca d'él lle-
N o a n d u v i e r o n mucho cuando
fueron a dar donde los padrones
estavan, y luego apeáronse de sus cava-
gó, el ídolo se estuvo quedo, que no
hizo semblante ninguno. Llegándose a él
Roseldos, assióle del arco, más luego
Uos para provar el [aventura]. El primero sentió que le empuxavan hazia atrás ma-
que quiso proballa fue Roseldos de Ir- lamente. Sentiendo gran turbación en sí
landa, y luego se fue para el primer ído- se tiró afuera, diziendo que aquella
lo, que el arco tenía. Cuando cerca d'él aventura no estava para él guardada. Y
quiso llegar, el ídolo hizo señal de tirar- luego se fue al ídolo que tenía el espa-
le la flecha, y llegando más cerca el ído- da, diziendo;

BIBLIOGRAFÍA: Eisenberg-Marín: n° 1842. EDICIÓN: Rafael Ramos (e<±), Alcalá de Henares, Cen-
tro de Estudios Cervantinos, en prensa. GUÍA DE LECTURA: Sáenz Carbonell (1999).

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