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Tema 15. La sucesión por causa de muerte.

15.1. La sucesión por causa de muerte:


15.1.1. Las distintas clases de sucesión Mortis Causa:

Reconoce el artículo 657 del Código Civil que “los derechos a la sucesión de una persona
se transmiten desde el momento de su muerte”, para impedir que haya períodos temporales
durante los cuales el patrimonio del difunto quede sin dueño.

Nuestro sistema contempla el derecho a la herencia como una prolongación del derecho a
la propiedad, pues, de acuerdo con el artículo 33 de la Constitución Española, resultan
heredables todos los bienes que sean susceptibles de propiedad durante la vida del
causante, incluidos los medios de producción.

La sucesión mortis causa, aquella que tiene lugar tras la muerte, implica la entrada de una o
varias personas (sucesores) en la posición jurídica de la persona que fallece (causante), sin
que las relaciones jurídicas sufran modificaciones pese al cambio de sujeto (salvo la buena o
mala fe posesoria).

Clases:

Cuando la persona que sucede sustituye al causante en todas las relaciones jurídicas
transmisibles de las que aquél era titular antes de su muerte, se habla de sucesión mortis
causa universal, que es la regla general siempre que fallece una persona.

Por ejemplo, A otorga testamento en virtud del cual deja todos sus bienes a sus hijos, en
calidad de herederos universales. En tal caso, los hijos de A pasarán a ser titulares de todas
las relaciones jurídicas del causante tras su fallecimiento. Por ejemplo, si A era propietario
de una casa y un coche, sus hijos adquirirán la propiedad de esos bienes. Ahora bien, si A
tuvo que solicitar un préstamo para adquirir la casa, tras la muerte de A sus hijos también
pasarán a ser los nuevos deudores.

La sucesión mortis causa particular, cuando lo transmitido mortis causa sea un concreto
bien, derecho o relación jurídica. Para que ello suceda, se requiere una disposición expresa,
que puede provenir tanto de la propia voluntad del causante (por ejemplo, B otorga
testamento, en el que, junto a otras disposiciones, lega el piano de cola a su sobrino X).

Al que sucede en la universalidad de las relaciones jurídicas activas y pasivas de la herencia


se le denomina heredero y al que sucede a título particular se le llama legatario.

Dependiendo de cuál sea la fuente que regula el fenómeno sucesorio, la sucesión mortis
causa voluntaria (cuando es la voluntad del causante la que regula quién, en qué y cómo
se va a suceder) o legal (cuando es la ley que establece, cuando fallece el causante, qué
sujetos y en qué porcentaje han de suceder). La sucesión voluntaria es prioritaria.

La sucesión legal desempeña un papel subsidiario respecto a la sucesión voluntaria, pues


sólo entra en juego si el causante no ha expresado previamente su voluntad en un
testamento. Por ello precisamente también recibe el nombre de sucesión intestada (sin
testamento) o abintestato. Ello no significa que las sucesiones legal y voluntaria sean
siempre incompatibles, pues ambas pueden concurrir, lo que sucederá, por ejemplo,
cuando el causante prevea en un testamento el destino para después de su muerte de
ciertos bienes, pero no de todos (A otorga testamento y con posterioridad le toca la
lotería). Habrá que aplica las normas de la sucesión voluntaria en lo previsto por el causante
y las normas de la sucesión legal o abintestato en lo no previsto. Esta compatibilidad recibe
la denominación de sucesión mixta.

La sucesión forzosa o necesaria, criterios sucesorios que la ley impone a veces, incluso
en contra de la voluntad del causante. La sucesión forzosa no constituye un supuesto
específico de sucesión, sino un límite a la facultad de disposición del causante. Así, existe
una porción de la herencia de la que no puede disponer libremente el causante (la legítima),
por estar atribuida por la ley a determinados familiares (herederos forzosos o legitimarios).

Por ejemplo, B, que está viudo, pretende otorgar testamento a favor de sus tres hijos, pero
también quiere reconocer a su hermana las atenciones que la ha prestado durante su
enfermedad. Pues bien, B sólo podrá dejar a su hermana un tercio de la herencia (tercio de
libre disposición), porque, según, el artículo 808 del Código Civil, los otros 2/3 forman
parte de la legítima y, por tanto, han de ir destinados a sus legitimarios (sus tres hijos).

La legítima no sólo constituye un límite a la facultad de testar, sino que también supone
una limitación a las donaciones realizadas en vida. Nadie puede dar ni recibir por vía de
donación más de lo que podría dar o recibir por vía de testamento, tratando de evitar así
que las donaciones puedan ser utilizadas por el causante como un cauce para lesionar en
vida la legítima de los herederos forzosos.

15.1.2. La herencia:

Definición:

La herencia puede ser definida como el conjunto de relaciones jurídicas (bienes, derechos y
obligaciones), que no extinguen a la muerte de su titular. Así, pues, la herencia está
compuesta por todo el patrimonio del fallecido: tanto por activo (bienes y derechos) como
por pasivo (cargas, obligaciones, deudas), e, incluso, puede estar integrada sólo por pasivo
(denominándose, entonces, herencia onerosa, lo que sucederá cuando una persona tenga en
su patrimonio más deudas que bienes).

Relaciones jurídicas que se heredan y no se heredan:

El activo se refiere, a los derechos patrimoniales son heredables o forman parte de la


herencia, a diferencia de los derechos extrapatrimoniales, que no son heredables, salvo
excepciones.

Dentro de los derechos patrimoniales, los derechos reales forman parte y se transmiten por
la herencia, aunque con ciertas excepciones: el derecho de usufructo y los derechos de uso
y habitación.
La transmisibilidad mortis causa de los derechos de crédito; en otras palabras, los derechos
de crédito forman parte de la herencia y se transmiten a los herederos, a no ser que el pacto
o la ley digan lo contrario. Esto quiere decir que si A y B celebran un contrato y uno de
ellos muere, sus herederos estarán obligados a cumplir las prestaciones puestas a cargo de
su causante y que no fueron ejecutadas por éste antes del fallecimiento, salvo que sean
personalísimas.

La herencia comprende igualmente relaciones patrimoniales pasivas (cargas, obligaciones,


deudas), de las que ha de responder el heredero, que, tras la aceptación de la herencia, se
convierte en el nuevo deudor. Por el contrario, el legatario no sucede en las deudas ni
responde de las mismas (salvo insolvencia de la herencia y hasta el límite de los bienes con
los que se lucra).

El alcance de la responsabilidad del heredero por las deudas hereditarias dependerá de


cómo haya aceptado la herencia:

 Aceptación pura o simple, el heredero responde ilimitadamente de las deudas de la


herencia, es decir, incluso con su propio patrimonio; en consecuencia, la sucesión
puede resultar ruinosa para el heredero, ya que no sólo responderá de las deudas
hereditarias con los bienes de la herencia, sino que, si los bienes hereditarios
resultan insuficientes para cubrir las deudas, tendrá que pagar el exceso a costa de
su propio patrimonio.
 Acepta a beneficio de inventario limitará su responsabilidad, pues mediante el
beneficio se constituyen dos masas de bienes, los de la herencia y los del heredero,
que se mantienen autónomas e independientes. En este segundo supuesto, los
acreedores del causante no podrán dirigirse contra el patrimonio del heredero ya
que las deudas de la herencia han de saldarse con los propios bienes de la misma,
por lo que únicamente cobrarán sus deudas si el patrimonio del difunto resulta
suficiente para pagarlas.

Otros derechos:

Junto al patrimonio hereditario, existen igualmente otros derechos que nacen o se


transmiten con la muerte de la persona, pero que no forman parte de la herencia. Entre
ellos, se encuentran los derechos que eventualmente pueden ostentar las personas próximas
a la víctima a que les indemnicen los daños morales (dolor, sufrimiento) o patrimoniales
(gastos de hospital, de entierro, etc.), que les ha ocasionado la muerte del sujeto querido.
Esta indemnización no forma parte de la herencia, porque nuestro ordenamiento la
concede a ciertas personas por los vínculos afectivos que les unían a la víctima, con
independencia de que sean o no herederos en sentido estricto.

Tampoco forman parte de la herencia los derechos derivados de la seguridad social por el
hecho del fallecimiento (pensión de viudedad), ni el capital que ha de entregar la compañía
aseguradora cuando exista un seguro de vida por causa de muerte, puesto de este capital ha
de ser entregado a los beneficiarios del seguro, que pueden concebir, o no, con los
herederos.
Existen también algunos derechos (el derecho a subrogarse en el arrendamiento de la
vivienda) que la legislación especial atribuye a ciertas personas por causa de la muerte con
independencia de que reúnan la cualidad de herederos y que, por tanto, tampoco integran la
herencia. Por último, los títulos nobiliarios tampoco forman parte de la herencia, aunque se
transmitan a la muerte de su titular.

15.2. El testamento:
15.2.1. Concepto y caracteres:

Según el artículo 667 del Código Civil, se llama testamento al “acto por el cual una persona
dispone para después de su muerte de todos sus bienes o de parte de ellos”.

Lo que se pretende es afirmar que el testamento es el único negocio jurídico mortis causa
reconocido por el Código Civil; o, en otras palabras, que si alguien quiere distribuir sus
bienes tras su muerte, ha de otorgar un testamento, pues, en derecho civil común, a
diferencia de lo que sucede en los derechos forales o autonómicos, se encuentra muy
restringida la sucesión contractual.

El artículo 667 del Código Civil diga, de manera imprecisa, que se trata de un acto, el
testamento es un negocio jurídico con una eficacia post mortem por lo que el testamento
no surte efecto mientras que el causante no fallezca. Se trata, además, de un negocio
jurídico unilateral, pues basta la voluntad del causante para que se perfeccione, y de carácter
no recepticio, para que surtan efecto las declaraciones de voluntad testamentarias, no han
de llegar al conocimiento de los favorecidos por las mismas.

El artículo 669 del Código Civil prohíbe el testamento mancomunado (un único
testamento otorgado conjuntamente por varios sujetos, tanto si se favorecen
recíprocamente como si benefician a un tercero, por ejemplo, un matrimonio otorga un
testamento en el que los cónyuges favorecen al hijo de ambos).

Otro de los rasgos propios del testamento en derecho civil común es su carácter
personalísimo. La facultad de testar, como regla general, es indelegable: es decir, salvo, en
supuestos excepcionales no se puede autorizar a un tercero para que otorgue testamento en
lugar del causante. El testamento redactado por un tercero carecerá de validez.

Además, el otorgamiento del testamento está rodeado de formas ad solemnitatem, es decir,


requisitos formales esenciales predeterminados por la ley, cuya inobservancia acarrea su
nulidad. El testamento probablemente sea el negocio más formal y solemne del Código
Civil.

Otra de las notas definitorias del testamento es su revocabilidad: el testamento es revocable


hasta la muerte del testador en cualquier momento y de forma libre mediante el
otorgamiento de un nuevo testamento. De esta forma, si una persona otorga varios
testamentos contradictorios entre sí, el último testamento perfecto prevalece y revoca
tácitamente los anteriores. Ello explica la exigencia de que en el testamento conste el día,
mes, año y hora de su otorgamiento.

El Código Civil prevé la existencia de ciertos contenidos que permanecen irrevocables


aunque se otorgue un testamento posterior, como sucede con el reconocimiento de un hijo.

15.2.2. Capacidad para testar:

El artículo 662 del Código Civil consagra la regla general al respecto: “pueden testar todos
aquellos a quienes la ley no lo prohíbe expresamente”. El artículo 663 del Código Civil
completa la afirmación anterior al señalar la incapacidad para testar tanto del menor de
catorce años, como de aquel que “habitual o accidentalmente no se hallare en su cabal
juicio”.

Tampoco pueden testar quienes no se hallen en su cabal juicio, expresión que hace
referencia a una situación de hecho y que no ha de ser identificada con la incapacitación
judicial. Se puede estar incapacitado para testar y no haber sido incapacitado por sentencia
judicial (por ejemplo, por estar bajo la influencia de drogas, alcohol, etc.).

En el caso de que la sentencia de incapacitación no se hubiese pronunciado sobre su


capacidad de testar, se exigen ciertas garantías para que el incapacitado judicialmente pueda
otorgar testamento: sólo podrá otorgar testamento notarial y en el otorgamiento han de
estar presentes dos facultativos que certifiquen que el sujeto se encuentra en condiciones
para testar.

La capacidad para testar ha de concurrir en el momento del otorgamiento del testamento;


por ello, si una persona otorga testamento y, por ejemplo, al día siguiente deja de estar en
su cabal juicio, ello no afectará a su validez, “el testamento hecho antes de la enajenación
mental es válido”.

En los testamentos notariales le corresponde al notario ponderar si el testador reúne la


capacidad necesaria para otorgar testamento, no es necesario recurrir a la ayuda de
facultativos, salvo que se tenga serias dudas.

En los testamentos otorgados en ciertas circunstancias especiales (en peligro de muerte o


en caso de epidemia), el control de capacidad queda a cargo de los testigos.

15.2.3. Clases de testamento:

El Código Civil regula diversas clases de testamentos, que comparten en común las notas
enumeradas con anterioridad. El artículo 767 del Código Civil, que “el testamento puede
ser común o especial”. “El común puede ser ológrafo, abierto o cerrado”. Por su parte, se
consideran testamentos especiales el militar, el marítimo y el otorgado en país extranjero.

Los testamentos comunes se encuentra el testamento ológrafo, es redactado por el causante


sin intervención ni de notario ni de testigos, por lo puede resaltar totalmente secreto, tanto
en su contenido como en su existencia. Se trata del único testamento para cuyo
otorgamiento se exige la mayoría de edad, además, no puede ser redactado utilizando
medios mecánicos, sino que ha de estar escrito de puño y letra por el testador, quien
además debe fecharlo y firmarlo.

Los testamentos abiertos y cerrados han de ser autorizados por el notario competente para
actuar en el lugar de otorgamiento. La principal diferencia entre ambos radica en la
publicidad de su contenido. El contenido del testamento abierto resulta conocido por
ciertas personas aquellas ante las que ha de otorgarse: notario, y, en su caso testigos,
intérpretes, en el testamento cerrado la voluntad testamentario no es conocida ni por los
testigos ni por el fedatario público, pues se entrega al notario la declaración de voluntad en
un sobre sellado y lacrado.

El testamento cerrado es el menos frecuente, probablemente por la complejidad de los


trámites que se han de realizar tras la muerte del testador.

15.3. La legítima:
15.3.1. Concepto, sujetos y cuantía:

La legítima constituye una cuota en el patrimonio del causante que la ley atribuye a
determinados sujetos (los herederos forzosos o legitimarios), que la percibirán a su muerte,
salvo que la hayan recibido ya en vida a título gratuito (por ejemplo, mediante una
donación).

La legítima es un mínimo al que tienen derecho los legitimarios, con independencia del tipo
de sucesión de que se trate: es decir, la legítima concurre tanto en la sucesión testada, como
en la intestada.

Los legitimarios, que aparecen enumerados en el artículo 807 del Código Civil, son los
descendientes, los ascendientes y el cónyuge. Los descendientes excluyen a los
ascendientes, pues ambos no pueden ser legitimarios al mismo tiempo.

La concreta extensión de la legítima depende del tipo de legitimario de que se trate. La


legítima de los descendientes asciende a 2/3 del haber hereditario calculado conforme a las
disposiciones del artículo 818 del Código Civil, que analizaremos posteriormente. Dentro
de esos dos tercios, porción que es denominada legítima larga, 1/3 (tercio de legítima
estricta) ha de repartirse necesariamente por partes iguales entre todos los legitimarios,
mientras que el otro tercio (tercio de mejora) puede ser distribuido por el causante como
quiera entre sus legitimarios o descendientes de legitimarios (por ejemplo, puede dejarlo a
uno sólo de los hijos, o a un nieto que no es legitimario porque vive su padre o distribuirlo
a partes iguales entre todos ellos). La tercera parte que resta es el tercio de libre disposición,
que se reparte a voluntad del causante, incluso entre extraños (por ejemplo, un amigo, un
sobrino, una fundación, etc.).

Si el causante falleció sin descendientes pero con ascendientes vivos, estos últimos serán
sus legítimos. La extensión de la legítima de los ascendientes dependerá de con quién
concurran a la herencia. Si concurren solos a la herencia (es decir, sin otros legitimarios), la
legítima se extiende a la mitad del patrimonio del causante (la otra mitad, por tanto, será de
libre disposición para el causante); si concurren con el cónyuge, la legítima asciende a 1/3.

Ejemplo: La legítima reservada a los padres se dividirá entre los dos a partes iguales; en el
caso de que uno de ellos haya muerto, se atribuirá toda al sobreviviente. Cuando el testador
no deje padre ni madre, pero si otros ascendientes de igual grado, aunque de diferente línea
(por ejemplo, un abuelo paterno y una abuela materna) se dividirá la legítima por mitad
entre ambas líneas. Si los ascendientes fueran de diferente grado (por ejemplo, sobreviven
al causante un abuelo y un bisabuelo), la legítima corresponderá por entero al pariente más
próximo en grado (es decir, en el ejemplo anterior, recibirá la legítima íntegramente el
abuelo).

La legítima del cónyuge, por su parte, consiste en un usufructo de cuantía variable


(denominada “usufructo vidual”), pues depende de los parientes con los que concurra. Sin
concurre con descendientes del causante, el cónyuge tendrá derecho a un tercio de la
herencia en usufructo; en segundo lugar, si el viudo concurre con ascendientes del
causante, su legítima ascenderá el usufructo de la mitad de la herencia; por último, si no
concurre ni con ascendientes ni con descendientes, tendrá derecho al usufructo de 2/3 de
la herencia.

El divorcio o nulidad del matrimonio provocan la pérdida de la condición de cónyuge, por


lo que el divorciado o aquel cuyo matrimonio haya sido declarado nulo no reúnen la
cualidad de legitimarios.

15.3.2. Cálculo e imputación de la legítima:

El procedimiento de cálculo de la legítima se encuentra previsto en el artículo 818 del


Código Civil. Para fijar la legítima se ha de valorar, en primer lugar, el patrimonio que deja
el causante a su muerte. En segundo lugar, una vez valorado el patrimonio, han de
deducirse de éste las deudas del causante, con lo que se obtiene el relictum o patrimonio
neto del causante. A este valor neto, se le ha de sumar el valor de todos los bienes donados
en vida (donatum), que se aportan “virtualmente” (manera meramente contable o ficticia) a
la herencia en el momento de abrirse la sucesión. Han de sumarse todas las donaciones,
tanto las realizadas a legitimarios, como las efectuadas a favor de extraños. Tan sólo no
habrá que sumar los regalos de costumbre de cuantía razonable. Sobre el resultado
(relictum o donatum) habrán de calcularse las legítimas, en la proporción que corresponda
a cada legitimario conforme a lo previsto en el apartado anterior.

Ejemplo: En el momento de su fallecimiento, Juan es propietario de una casa, un coche y


1000 acciones; este activo patrimonial está valorado en 600000 euros. Pero cuando fallece
tiene deudas por valor de 30000 euros, cantidad que debe ser restada del activo patrimonial.
Por tanto, su patrimonio neto al morir (relictum) era de 570000 euros. Además, Juan donó
en vida a uno de sus dos hijos (legitimario) un piso valorado en 300000 euros y regaló a un
amigo un coche por valor de 30000 euros. Para determinar la masa de cálculo de la
legítima, según el artículo 818 del Código Civil, habrá que sumar el relictum (570000 euros)
más lo donado en vida (donatum) (330000). Sobre la cantidad resultante (900000 euros)
han de calcularse las legítimas.
Este sistema de cálculo cumple una doble finalidad.

 Evitar que el causante defraude los derechos de los legitimarios, realizando en vida
donaciones excesivas a extraños con el fin de que no quede nada en la herencia
para los legitimarios en el momento de abrirse la sucesión. El artículo 636 del
Código Civil prohíbe que se pueda disponer por donación de más de lo que se
puede disponer por testamento.
 Comprobar si a alguno de los legitimarios se le ha pagado en vida la legítima
mediante una donación.

El sistema de cálculo de la legítima cumple las dos mencionadas finalidades:

 Comprobación de si el testador ha hecho o no en su vida donaciones excesivas


(inoficiosas) que afectan a los derechos de los legitimarios.
 Comprobación de su la legítima ha sido ya pagada en todo o en parte a los
legitimarios durante la vida del causante.

Los ejemplos anteriores, particularmente el primero, demuestran que la legítima es


intangible, es decir, que el testador no puede realizar disposiciones que la perjudiquen
dejando sin contenido el mandato legal, porque si el legitimario no recibe lo que le
corresponde, pese a haber en el caudal bienes suficientes, contará con diversas acciones
para recuperar la legítima.

La desheredación no puede ser por cualquier causa, sino que sólo se admiten por los
motivos tasados en el Código Civil (haber negado, sin motivos legítimo, los alimentos al
sujeto que deshereda; haber maltratado al ascendente de obra o injuriado gravemente de
palabra; haber incumplido grave y reiteradamente los deberes conyugales). Nuestro Código
Civil exige, además, que el testador indique la concreta causa legal que justifica la
desheredación. No cabe desheredación tácita: hay que desheredar expresamente en
testamento mencionando la causa, que ha de ser una de las enumeradas por el Código Civil.
Si no se cumplen estas exigencias, la desheredación será considerada injusta y podrá ser
impugnada por los legitimarios desheredados.

De todas formas, en caso de desheredación, la legítima del justamente desheredado pasará


a sus hijos.

15.4. La sucesión intestada:


Se llama sucesión intestada a la que tiene lugar siempre que falta el testamento (el artículo
913 del Código Civil habla de “falta de herederos testamentarios”) aunque, en sentido
estricto la sucesión intestada puede entrar en juego en ciertos casos en los que aquél haya
sido otorgado.

Así, es posible que el testamento haya sido otorgado, pero desde su origen sea nulo por no
respetar las formalidades legales o, incluso, que haya perdido después su validez. Por
ejemplo, el testamento ológrafo perderá su validez si después no se protocoliza. En ambos
casos se abrirá la sucesión intestada.

De igual forma, el causante puede haber otorgado testamento en el que expresa su


voluntad sobre ciertos bienes de la herencia, pero no dice nada sobre otros: sobre estos
últimos se abrirá igualmente la sucesión intestada.

La sucesión intestada tiene carácter subsidiario, es decir, sólo entrará en juego cuando no
exista o sea inoperante la voluntad expresada en vida por el causante a través de
testamento.

Sea cual sea el fundamento, cuando alguien muere sin testamento, la ley llama para
sucederle a ciertas personas (sus herederos legales o herederos abintestato), de acuerdo con
el siguiente orden. En primer lugar, son llamados los descendientes (hijos, nietos,
bisnietos…). A falta de descendientes son llamados los ascendientes (padres, abuelos,
bisabuelos…). A falta de los anteriores, el cónyuge pasa a ser heredero abintestato. Si no
hay descendientes, ascendientes ni cónyuge, son herederos abintestato los parientes
colaterales hasta el cuarto grado (parientes que tienen un ascendiente común con el
causante: hermanos, tíos, primos). En defecto de parientes y de cónyuge, se llama a la
herencia al Estado.

Concretamente, dentro de los herederos legales, el Código Civil prevé el siguiente orden de
llamamiento, que operan unos en defecto de otros:

15.4.1. Llamamiento a favor de la línea recta descendente (artículos 930 a 934 del
Código Civil):

Los hijos son los primeros en suceder y éstos excluyen en la sucesión intestada a sus
propios hijos (nietos del causante). Por regla general, cuando concurran sólo hijos, la
herencia se dividirá por partes iguales (“por cabezas”).

Por ejemplo, B fallece intestado con un caudal relicto de 9 y con tres hijos: X, Y, Z; a cada
uno de los hijos le corresponderá 3. El resultado será el mismo aunque alguno de los hijos
tenga, a su vez, hijos, pues constituye una regla general en materia de sucesión intestada, la
de que los parientes de grado más próximo excluyen a los de grado más remoto.

Si alguno de los hijos muere antes que el causante (le premuere) y deja hijos, se dice que los
hijos del premuerto “representan” a su padre en la herencia de su abuelo, y, en
consecuencia, se les entregará la misma porción de herencia que la hubiera correspondido a
su padre. Esa porción luego deberán repartírsela entre ellos a partes iguales.

Esta misma solución resultará aplicable cuando los hijos del difunto concurran con nietos
que descienden de hijos que no pueden suceder, por haber sido desheredados en
testamento o cuando sean considerados indignos para suceder, por la realización de una
conducta especialmente reprobable desde un punto de vista moral o ético.
Por ejemplo, si A, hija de B, atenta contra la vida de su progenitor, incurrirá en la causa de
indignidad y en consecuencia, no podrá suceder a su padre. Pero si A tiene hijos, a éstos les
corresponderá la legítima, por derecho de representación.

15.4.2. Llamamiento a favor de la línea recta ascendente (artículos 935 a 942 del
Código Civil):

Los ascendientes sólo serán llamados a la herencia si no hay descendientes. En este caso se
aplica con rigor y sin excepciones la regla de que el ascendiente más próximo excluye al
más lejano. En otras palabras, en la línea recta ascendiente ningún pariente puede
“representar” a otro.

Ejemplo: Imaginemos que A fallece intestado y sin hijos y le sobreviven únicamente su


padre y su abuela materna. A diferencia de lo que sucede en la línea recta descendiente, la
abuela no “representa” a su hija en la sucesión de la nieta (A).

En consecuencia, toda la herencia de A será para su padre, por ser el pariente más próximo
en grado. Así pues, en la línea recta ascendente, primero heredan los padres, por partes
iguales y, en caso de que sólo sobreviva uno de ellos, éste sucederá en toda la herencia.

A falta de padre y madre, le sucederán los ascendientes más próximos en grado, en cada
una de las dos líneas (maternas y paterna). Si los ascendientes de grado más próximo
pertenecen a una misma línea (sus dos abuelos maternos), la herencia será repartida por
partes iguales. Por el contrario, si los ascendientes que sobreviven son del mismo grado
pero de distinto línea, el reparto se hace primero por líneas y, en cada línea, por partes
iguales (“por cabezas).

Por ejemplo, si el causante le sobreviven su abuelo patento y sus dos abuelos maternos, el
caudal relicto (8) se repartirá primero por líneas (4 irán a la línea paterna y los otros 4 a la
línea materna) y luego, en cada línea, se repartirá por partes iguales (4 para su abuelo
paterno y 2 cada abuelo materno).

15.4.3. Llamamiento a favor del cónyuge (artículos 944 y 945 del Código Civil):

El artículo 944: “En defecto de ascendientes y descendientes, y antes que los colaterales,
sucederá en todos los bienes del difunto el cónyuge sobreviviente”.

El artículo 945: “No tendrá lugar el llamamiento a que se refiere el artículo anterior si el
cónyuge estuviere separado legalmente o de hecho.”

15.4.4. Llamamiento a favor de los parientes colaterales (artículos 946 a 955 del
Código Civil):

En defecto de descendientes, ascendientes y cónyuge, la ley llama a la sucesión a los


parientes en línea colateral hasta el acuarto grado. Los parientes colaterales son aquellos
que comparten un ascendiente común, pero que no descienden unos de otros (por
ejemplo, hermanos, primos, tíos, sobrinos).
• Abuelo (1er Grado)
-
• Hermanos (2º Grado)
-
• Tíos (3er Grado)
-
• Primos-Hermanos (4º Grado)
-
• Estado
-

El abuelo estaría muerto e iría descendiendo.

Aunque todos los parientes colaterales hasta el cuarto grado son herederos legales, el
Código otorga preferencia a los hermanos del fallecido. Sí, tras el fallecimiento de la
persona intestada, le sobreviven todos sus hermanos, éstos se repartirán la herencia a partes
iguales, salvo que concurran hermanos de doble vínculo (de padre y de madre) con
hermanos de vínculo simple (sólo de padre o sólo de madre), pues en tal caso los dos de
doble vínculo heredarán del doble. Por ejemplo, A fallece intestado sin descendientes,
ascendientes ni cónyuge. Al causante le sobreviven un hermano de doble vínculo y un
hermano de vínculo simple: al hermano de padre y madre le corresponderán 2/3 de la
herencia y al “medio hermano” le corresponderá 1/3.

Si alguno de los hermanos no puede suceder (porque han premuerto), sus hijos (sobrinos
del causante) resultarían preferentes respecto a otros colaterales y concurrirán a la herencia
con sus otros tíos.

Si al causante intestado no le sobrevive ningún hermano, pero sí sus sobrinos, la herencia


se repartirá entre todos ellos a partes iguales. Imaginemos que A fallece intestado y deja
como únicos parientes a un sobrino y un tío. Aunque ambos sean parientes colaterales de
tercer grado del difunto, recibirá toda la herencia el sobrino, por la preferencia que la
otorga el Código Civil.

Si no sobreviven hermanos ni sobrinos, se llama a los demás colaterales hasta el cuarto


grado.

15.4.5. Llamamiento a favor del Estado (artículos 956 a 958 del Código Civil):

El artículo 956: “A falta de personas que tengan derecho a heredar conforme a lo dispuesto
en las precedentes Secciones, heredará el Estado quien, realizada la liquidación del caudal
hereditario, ingresará la cantidad resultante en el Tesoro Público, salvo que, por la
naturaleza de los bienes heredados, el Consejo de Ministros acuerde darles, total o
parcialmente, otra aplicación. Dos terceras partes del valor de ese caudal relicto será
destinado a fines de interés social, añadiéndose a la asignación tributaria que para estos
fines se realice en los Presupuestos Generales del Estado”.
El artículo 957: “Los derechos y obligaciones del Estado serán los mismos que los de los
demás herederos, pero se entenderá siempre aceptada la herencia a beneficio de inventario,
sin necesidad de declaración alguna sobre ello, a los efectos que enumera el artículo 1023”.

El artículo 958: “Para que el Estado pueda tomar posesión de los bienes y derechos
hereditarios habrá de preceder declaración administrativa de heredero, adjudicándose los
bienes por falta de herederos legítimos.”

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