El gaucho hoy en día constituye una de las figuras tradicionales más importantes del sur de Latinoamérica. Pero no siempre fue así. La aparición de esta figura estuvo ligada al vandalismo rural, a la vida solitaria del campo pero a lo largo del tiempo y luego de varios sucesos históricos se fue constituyendo como icono tradicional de las zonas rurales de diferentes países. . La aparición de la literatura gauchesca marco un antes y un después en la interpretación de la figura del gaucho. Sirvió como crítica social, expuso el modo de vida de este sector de la población rural a partir del siglo XIX. Pero, ¿Quién es el gaucho, más allá de su interpretación literaria? El gaucho, es el hombre que vive y trabaja en el campo, es el protagonista del medio rural a lo largo del tiempo. Su figura se extiende por diferentes zonas de América del Sur: Argentina, Uruguay, sur de Brasil, chaco boliviano y sur de Chile. Constituye una figura típica de la cultura de estos países siempre arraigada al ámbito campero, a la vida solitaria, a la ganadería y a la agricultura. Cuando se habla del gaucho, se da por sobre entendido, en la mayoría de los casos, que se está hablando de un hábil jinete, criador de ganado, de un hombre altivo y de carácter reservado y melancólico. Aunque en el imaginario estas características se siguen manteniendo, su imagen fue cambiando desde su aparición, así como, su estilo de vida. Los fuertes lazos que lo definen se mantienen pero las condiciones históricas hicieron que su constitución cultural adoptara nuevos conceptos y se transformaran. Su paso de bandido rural a jinete romántico de las pampas y luego a peón de campo se fue construyendo a lo largo de los siglos de la historia latinoamericana. La figura del gaucho aparece durante el siglo XVIII, en el contexto colonial americano. Se cuenta que durante la permanencia de los regímenes coloniales, muchos de sus habitantes criollos (españoles nacidos en América) y mestizos (hijos de españoles con nativos indígenas) empezaron a abandonar sus poblados relegándose a zonas más retiradas lejanas del alcance de las autoridades coloniales. De esta manera se constituyó un nuevo tipo de población cimentada en el ámbito puramente rural, con una vida semi-nomada, la cual gozaba de autonomía y cierta independencia económica y social, que divagaba por la campiña y los campos de las llanuras sureñas. La mayoría de los casos señalan que estos pobladores vagaban entre las fronteras españolas y portuguesas, y que estos lograban subsistir de los intercambios que realizaban entre los pueblos indígenas, los recursos que les proporcionaba el ambiente y del ganado cimarrón que rondaba por esas tierras. Poco a poco este estilo de vida constituyo una forma cultural específica de la región. La construcción del imaginario de la vida de estos pobladores llevó a ser conocidos por las autoridades coloniales, de forma despectiva, como vagabundos, forajidos, bandidos, hasta llegar a la denominación gauchos o “gauderios”. El significado de la palabra “gaucho” posee múltiples interpretaciones etimológicas. La hipótesis más aceptada ubica la palabra quechua “huachu” que significa huérfano, pero aun así esta no es concluyente. Entonces, durante esta época, hablar del “gaucho” era un descalificativo aplicado a las personas que vivían de forma alternativa en el medio rural fuera de la vida colonial. El asunto cambio con los primeros intentos y conquistas de independencia de las colonias americanas. Durante el siglo XIX, en toda Latinoamérica se comenzaron a producir los primeros levantamientos contra los regímenes coloniales (español y portugués); diferentes conglomeraciones de criollos de toda la región comenzaron a movilizarse en búsqueda de la autonomía política. En el caso argentino, se gestó una revolución en 1810, aprovechando la invasión francesa de la península ibérica en 1808. Pero España no se iba a quedar con los brazos cruzados, tomaron revancha con sus ejércitos realistas. A partir de este momento se suceden en todo el territorio una serie de guerras independentistas durante 1810 a 1825. Los gauchos en este momento histórico fueron los que se alistaron en la mayoría de los ejércitos revolucionarios, de este modo se convirtieron en los precoces soldados de la nueva patria. Según Corbiere, el sentimiento de arraigo de los gauchos a su tierra y la carencia de identificación con el gobierno colonial que tanto los había perseguido y mal nombrado, hicieron que surja en ellos un sentimiento de revancha apostando por la gente de “su tierra”. Pero estos ejércitos no eran tal como la palabra lo indica. Constituyeron pequeñas milicias al mejor estilo de la guerrilla, de forma no regulares y sin uniformes. También colaboraron con la provisión y mantenimiento de los ejércitos liderados por generales criollo. Históricamente, “la guerra gaucha” consistió en la lucha de las pequeñas milicias del noreste Argentino comandadas por el caudillo Güemes contra el ejército realista español. Estas milicias fueron conocidas como las “milicias infernales” ya que realizaban pequeños y sucesivos ataques diarios seguidos de retiradas abruptas. A medida que se fue constituyendo el territorio actual latinoamericano con sus fronteras, diversos caudillos con sus gauchos fueron defendiendo los diferentes puestos de frontera. En la mayoría de los casos estos caudillos eran criollos vinculados fuertemente con la vida gaucha y rural, convirtiéndose en referentes militares y políticos en la constitución de los estados nacionales americanos. Tal fue el caso del caudillo José Artigas quien formo un ejército de gauchos que derroto al ejército realista español en Uruguay. Otros próceres como Manuel Belgrano y San Martin también contaron con la ayuda de los gauchos en la formación de sus ejércitos independentistas. El ya nombrado Güemes y Facundo Quiroga, entre otros. Los gauchos pasaron de ser un grupo de hombres mal mirados por las clases “cultas” de las ciudades a convertirse en soldados de los ejércitos independentistas resignificando su nombre de “vago” a hombre valiente y servicial. La respectiva independencia de los países Latinoamericanos del yugo colonial español y portugués y las consecuentes delimitaciones de los países dividió internacionalmente a los gauchos pero su unidad y manifestaciones culturales permanecieron intactas. En el caso Argentino, a partir de 1820 el gaucho se identifica directamente con la figura del caudillo, en búsqueda de unificar los territorios nacionales y defender sus fronteras vinculado siempre con los ideales de federalismo. En 1829 asume el gobierno de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas quien junto a los caudillos y sus gauchos gobiernan todo el territorio argentino a través de los ideales federalistas. El panorama cambio en 1862 cuando Mitre asume la presidencia del país. Este a través de la fuerza militar desplaza a los gobernadores federales del interior del país. El último caudillo gaucho, “el Chacho Peñaloza” es perseguido y asesinado por orden del presidente. Durante este periodo conocido como “formación del estado nacional”, la persecución de caudillos federales se acrecentó y como consecuencia también al gaucho, quien estaba ligado fuertemente a esta figura. Este hecho histórico acrecentó la latente diferencia entre federales (los que querían un gobierno regionalizado) y unitarios (los que querían un gobierno centralizado) desencadenando aún más las diferencias entre rural/urbano, capital/ interior; es a partir de aquí cuando surge la acentuada diferencia entre porteños (oriundos de la ciudad de Buenos Aires) y la “gente del interior” (provincianos ligados a la vida de campo). Obviamente el gaucho ligado al federalismo y a la vida rural queda y quedó unido a la cultura del interior provinciano del país. A segunda mitad del siglo XIX Argentina se transforma fuertemente como consecuencia de una sucesión de gobiernos liberalistas, conocidos como la “generación del 80”. Estos gobiernos comenzaron a legislar la vida rural en 1865 con el código rural de Buenos Aires. Las severas disposiciones del mismo ocasiono la huida de miles de gauchos a sitios lejanos del dominio de las autoridades, retomando así su figura de vago y hombre sin rumbo sumado al desprecio de la clases altas de la capital por su pasado federalista. Así fue como, se estableció un modelo agro-exportador, liberal y positivista, con el orden y el progreso de la mano. Apareció el alambrado del campo, las líneas ferroviarias, la implantación de nuevas técnicas ganaderas y el cultivo intensivo, la llegada de oleadas de inmigrantes, el establecimiento de oficios y jornadas de trabajo. Ente este panorama el gaucho solo tenía dos posibilidades: la cárcel o ser peón en un establecimiento rural. A partir de aquí la figura del gaucho sufre una nueva transformación, se convierte en el nuevo jornalero rural, dependiente económicamente y social de un estanciero o arrendatario. Hoy en día, cuando se piensa en un gaucho, se piensa en un trabajador del campo, en un peón, en el “paisano” pero con una cultura bien definida e identificadora. Su imagen e identidad se constituyó como consecuencia de un estilo de vida ecléctico y se transformó a través del tiempo como resultado de la participación de los mismos en diversos hechos históricos. En la actualidad “ser gaucho” supone una idiosincrasia, más allá de ser “peón”, (que no necesariamente lo son todos), establecen un modo de vida, una forma de ser bien definida, es un ser simbólico, icono nacional y tradicional del ámbito rural. Por eso, la palabra “gauchada”, tan usada en el cono sur hace referencia a hacer un favor sin interés más que aludir a una estirpe determinada, significa una cualidad o un conjunto de cualidades correspondientes a ese hombre. En la actualidad los gauchos mantienen muy arraigada su cultura y la difunden a través de asociaciones y diversos medios, aunque hoy en día no queda ninguno gaucho errante, su forma de vestir, su forma de vivir, su carácter heroico y melancólico, su amor por la libertad y el aire libre, sus valores y su filosofía de vida; heredados por los primeros criollos rebeldes americanos; siguen siendo una clara huella de su identidad.