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INTRODUCCIÓN

Antes de que una ciencia sea reconocida como tal, habrá de transitar por

diferentes hitos a lo largo de la historia. Dichos descubrimientos son los que le

permiten obtener un carácter científico, otorgándole credibilidad. La psicopatología no

es la excepción. Sin embargo, a efectos de una mejor comprensión del término

“patológico” se precisa conocer los hallazgos incipientes que constituyeron tanto los

criterios diagnósticos actuales, como los elementos presentes en los trastornos

psíquicos.
Ciertamente el papel del inconsciente detrás de los comportamientos

humanos, ha sido relevante para el quehacer psicológico, aun cuando no pudiera

comprobarse en la “realidad” su existencia. Contrario a lo que se conoce, el

descubrimiento del inconsciente -en su forma más rudimentaria- lo habría hecho

Franz Anton Mesmer, a en respuesta a la necesidad de tratar a una joven que padecía

crisis recurrentes y persistentes. Surgió a partir de la implementación de una técnica

terapéutica consistente en provocar una “corriente eléctrica” en su paciente. Como

resultado de dicho experimento, la joven remitió los síntomas paulatinamente. A la luz

de estos hallazgos, Mesmer concluyó que toda la “energía” acumulada en el cuerpo

de la paciente provocaba su sintomatología. Dicho “magnetismo animal” -como él lo

llamaba-, al igual que sus postulados sobre dicha práctica terapéutica, fueron

rechazados por los médicos ilustres de aquella época, aunque permitieron relacionar

la idea de salud con equilibrio.

Tiempo después, el marqués Puysègur aplicó este mismo método a Victor, un

paciente con una afección respiratoria. En este estado, el paciente no mostraba

convulsiones, y parecía estar dormido, pero respondía normalmente a las

interrogantes, de forma clara y brillante; aunque después del procedimiento, el joven

nada recordaba. A raíz de estos resultados, más “formales”, Puysègur funge como

fundador del magnetismo y precursor de lo que después se conocería como

“inconsciente”.

Aun cuando en el siglo XVII se considerara a la locura como una enfermedad

cerebral, no era una premisa definitiva y ampliamente aceptada porque las causas

directas o indirectas de la misma, reposaban sobre la moral (pasiones). Por una parte,

los estoicos definían a las pasiones como irracionales, totalmente contrarias a la

razón, pero para Aristóteles la enfermedad consistía en un desequilibrio de las

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mismas. Aquí se puede evidenciar claramente un criterio de índole cuantitativa en la

prevalencia de la “anormalidad”.

Por su parte Galeno, sostenía que ciertas pasiones eran afecciones morbosas

o enfermedades del alma, como decían los estoicos y, en tal sentido, serían objeto de

estudio de los filósofos y no de los médicos. El problema con esta concepción monista

es que limita el papel de la ética a la filosofía, separándola del ámbito médico, por no

“hallarse” observable en el sujeto (físico=médico). De allí que Foucault indique la

relevancia del estudio de las causas físicas y del juicio moral, para comprender las

“enfermedades del espíritu”. Para él las causas físicas implican mecanismos

fisiológicos detonantes de la sintomatología, y las causas lejanas (juicio) comprenden

la biografía del paciente, y el mundo exterior (compuesto por los objetos, individuos,

hábitos y tendencias de conducta).

Lo anteriormente expuesto respalda la postura de Bynum: “las clasificaciones

y tratamientos de la enfermedad nerviosa son resultado de la mezcla de criterios

fisiológicos, anatómicos, clínicos y morales.”

Propuestas como la de Focault, dieron curso a nuevas formas de tratamiento

médico, así como a variadas prácticas, atendiendo al cambio del ambiente y a las

relaciones interpersonales del enajenado.

A pesar de que muchos historiadores compartían la perspectiva del escocés

Gregory al decir que la medicina “perdía” al relegar las leyes de la mente y sus efectos

sobre el cuerpo, la psicología y la medicina seguían distanciadas. La búsqueda de

cientificidad daba mayor auge al movimiento mecanicista, por cuanto se ignoraba

cualquier explicación filosófica sobre la enfermedad mental.

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PSICOLOGÍA, FISIOLOGÍA, BIOLOGÍA Y EVOLUCIONISMO

En vista de la problemática generada por el protagonismo de la mente o el

cuerpo en la conducta humana, se tejieron numerosas teorías sobre la interacción

mente-cuerpo, y si existía o no predominancia de alguno de estos elementos. En tal

sentido, Gall aseguraba que la facultad mental era innata y respondía a estructuras

cerebrales con una función predeterminada. De allí su conclusión de que mientras un

área esté más desarrollada, mayor influencia tendría en el comportamiento. En

conclusión, para Gall la biología era destino: ni la educación, ni la experiencia podían

modificar dichas estructuras, mucho menos el comportamiento.

Para respaldar esta postura, se recurrió al método experimental, desde el cual

se analizaba la fisiología del cerebro y sus funciones. Magendie y Mueller, fueron

pioneros en la estudio del sistema nervioso, y Broca sobre el funcionamiento

psicológico y neurofisiológico, relacionando así la anatomía cerebral, con la patología

mental y las alteraciones psicológicas. No obstante, es Bain quien amalgama la

neurofisiología con el asociacionismo, asignándole un nuevo objeto de estudio a la

psicología: la conciencia. Para Bain, el estudio de la conciencia atiende tanto a la

conducta observable del yo, como de los otros.

En cuanto al evolucionismo, no se pueden olvidar los aportes realizados por

Darwin a la psicología y a la psicopatología. En un punto de la historia, la enfermedad

mental significó un retroceso hacia lo primitivo, luego, el carácter volitivo de la

conducta humana, y la funcionalidad del accionar del individuo permitieron el

reconocimiento de esos motivos particulares. Aun cuando estos hitos le den al hombre

ese calificativo de ente biopsicosocial, fue Francis Galton, quien se percató de las

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diferencias individuales entre los sujetos, dando paso a lo que hoy conocemos como

psicodiagnóstico.

EL SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA COMO DISCIPLINA INDEPENDIENTE

Como es bien conocido, Wundt fue quien le otorgó ese carácter experimental

que tanta falta le hacía a la psicología para ser reconocida como ciencia y, con ello,

asirse de la credibilidad y respeto que ostentaban las demás ciencias. Para ello Wundt

se limitó a estudiar las experiencias perceptibles a través de los sentidos, dado que

lo observable podía ser medible y, bajo circunstancias similares, replicable, como lo

requiere el método científico. No obstante, como resultado de la revolución y

depresión económica suscitados tras la segunda guerra mundial, el fondo económico

sostenedor de sus investigaciones fue eliminado a la par de los postulados del

funcionalismo y la reflexología soviética. Para el funcionalismo no bastaba la

explicación reduccionista del estructuralismo, sino que concebía una utilidad práctica

detrás del comportamiento humano: una finalidad adaptativa. Esta concepción otorgó

un sentido volitivo y afectivo a la conducta humana.

Por su parte, la psicología dinámica cobraba protagonismo con la introducción

de términos como consciente, inconsciente, los cuales pretendían explicar que detrás

del comportamiento subyace una topografía, contenidos reconocidos por el sujeto y

otros de los cuales no tiene conciencia, pero que, en determinadas situaciones, guían

su accionar. De la mano de estos hallazgos, nacen las respectivas técnicas

terapéuticas y dialógicas conocidas, por ejemplo la hipnosis. Todo esto sienta las

bases para el psicoanálisis Freudiano como se lo conoce en la actualidad.

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Aunque en sus inicios la psicología dinámica estuvo relacionada con la

psiquiatría, la consiguiente subdivisión de la psicología en especialidades, el enfoque

dinámico se adscribe a la psicología.

CONCLUSIONES

Se puede decir que los aportes realizados por los diferentes personajes

mencionados en este compendio, así como los enfoques que propugnaban, sentaron

las bases de la psicología y, en consecuencia, de la psicopatología. Pero los aportes

de Freud fueron los que tuvieron mayor influencia sobre las concepciones

psicopatológicas. Sus teorías sobre “psicopatología de la vida cotidiana” permiten

reconocer la presencia de lo psicopatológico en la “normalidad”, y eliminar esa

impronta discriminativa que se le asigna a una persona al diagnosticarla.

Este análisis, basado en el presentismo, propicia la comprensión de la

psicopatología como la conocemos ahora, y justifica la multiplicidad de modelos,

escuelas y criterios actuales. Al ser el comportamiento humano complejo, inquietante

y modificable, la psicopatología adquiere una connotación dialéctica que posibilitará

el descubrimiento de nuevos aportes terapéuticos y teóricos, redundando en el

crecimiento científico y, por extensión, en la mejora del paciente.

Bibliografía

Belloch, A., Sandín, B., & Ramos, F. (2008). MANUAL DE PSICOPATOLOGÍA.


Volumen I. Madrid: McGRAW-HILL/INTERAMERICANA DE ESPAÑA.

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