Вы находитесь на странице: 1из 210

r; GEORGES MINOIS

Historia de la vejez
De la Antigüedad al Renacimiento

Traducción: Celia María Sánchez

NE REA
Publicado originalmente en francés con el título
Histoíre de la vieillesse. De l'Antiquité tl la Renaissance, Fayard, 1987

. Indice

Prólogo dejean Delumeau.................................. ,......._........................... 9


Introducción........................................................................................... 13
Capítulo 1: El antiguo Oriente Medio: el anciano entre el. mito y la his-
toria.................................................................................................... 23
Capítulo 2: El mundo hebreo: del patriarca al anciano........................... 45
Capítulo 3: El mundo griego: «ia triste vejez»........................................ 67
Capítulo 4: El mundo romano: grandeza y decadencia del anciano ....... 111
Capítulo 5: La alta Edad Media: el anciano como símbolo en la litera-
tura cristiana .... :................................................................................. 157
Capítulo 6: La alta Edad Media: indiferencia hacia la edad.................. 181
·capítulo 7: Los siglos XI al XIII: la diversidad social y cultural de la vejez. 211

© Librairie Artheme Fayard, 198i Capítulo 8: Los siglos XIV y XV: la afirmación del anciano .................., 277
© Ed. cast.: Editorial NEREA, S. A.
Santa María Magdalena, 11. 28016 Madrid Capítulo 9: El siglo XVI: el humanista y el cortesano contra la vejez..... 329
Teléfono 57145 17 Capítulo JO: El siglo XVI: la importancia real de los ancianos ............... 375
© De la trad.: Celia María Sánchez
ISBN: 84-86763-10.X Conclusión ·····················································································.········ 395
Dep6sito legal: M. 7.887-1989
Fotocomposición: EFCA , S. A. Notas...................................................................................................... 401
Avda. Doctor Federico Rubio y Galí, 16. 28039 Madrid
Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Bibliografia................:................................................ ;.......... , ................ 425
Impreso en España
INTRODUCCION

La vejez: un término que casi siempre hace estremecer, una palabra


cargada de inquietud, de fragilidad; a veces de angustia. Un térmi­
no sin embargo impreciso, cuyo sentido sigue siendo vago; una rea­
lidad dificil de delimitar. ¿Cuándo se llega a viejo? ¿A los cincuenta
y cinco años? ¿A los sesenta? ¿A los sesenta y cinco? ¿A los setenta?
Nada más vacilante que los contornos de la vejez, complejo fisioló­
gico-psicológico-social. ¿Tiene uno la edad de sus arterias, de su co­
razón, de sli cerebro, de su moral o de su estado civil? ¿O es -quizá
la mirada de los demás la que nos define un día como viejos? El úni­
co rito de transición es contemporáneo y artificial: el paso a la ju­
bilación, cuyo momento viene determinado más por obligaciones so­
ciales que por la edad real. Biológicamente, los hombres comienzan
a envejecer desde su nacimiento, pero con ritmos muy distintos. La
situación social, el .modo de vida, el entorno cultural aceleran o re­
trasan la evolución bio-fis1ológica y nos introducen en la vejez a eda­
des muy diversas.
A pesar de todo, la vejez sigue siendo un fenómeno esencialmen­
te biológico sobre el que la medicina contemporánea se vuelca cada
vez con más atención, sin haber podido todavía comprender el me­
canismo del envejecimiento. Si, bien todos los gerontólogos afirman
que la longevidad humana no ha variado desde la aparición de nues­
tra especie y se sitúa en torno a los ciento diez años, el proceso de
envejecimiento continúa siendo objeto de discusión. ¿Cóino es que
14 HISTORIA DE LA VEJEZ INTRODUCCJON 15

células que son potencialmente inmortales acaban por debilitarse y meno; parece haber una preocupación generalizada por el proble-
morir por falta de regeneración? Leslie Orgel y sus seguidores atri­ . ma. Esto es debido en parte al desarrollo de la investigación en las
buyen este fenómeno a una acumulación de errores en la traducción ciencias modernas, pero sobre todo a la presión de las condiciones
del mensaje genético, que acaba desembocando en una «catástrofe socio-demográficas. Nunca nuestras sociedades occidentales han
final» (error catastroph theory}. Strehler propone una teoría parecida: contado con una proporción tan elevada de personas de edad: los
con el tiempo, el mecanismo de descodificación de los mensajes ge­ «mayores de sesenta y cinco años», que constituían el 11,4 % de la
néticos realizado por la célula se debilitaría, modificando así la ac­ población francesa en 1950, y el 13,4 % en 1975, representarán el
tividad bio-sintética. Otros, como Burnet, sugieren la idea de una 14,5 % de la población �atal en el año 2000, probablemente el
programación genética del envejecimiento. Pero ninguna explicación 18,5 % en el 2025 y el 20,4 % en el 2050. Proporcionalmente, las
es recibida por el momento con unanimidad 1• Como señalaba Ed­ personas de mayor edad aumentarán más aún: de 200.000 «de más
gar Morin, estamos aún en la fase de las probabilidades: «Para nu­ de ochenta y cinco años» en 1950, se ha pasado a 500.000 en 1975,
merosas especies animales y vegetales entre los seres multicelulares, y llegaremos a 865.000 en el año 2000, de los que el 75 % serán mu­
parece que la muerte esté, si no programada, al menos genéticamen­ jeres 3. De se:r marginal, el anciano está en trance de convertirse en
te prevista. El envejecimiento sería, por consiguiente, el producto de la especie más común de ciudadano.
una "desprogramación programada". En cuanto al envejecimiento Muchos se interesan ya por esta nueva clientela. El hombre y la
humano, la duración media de nuestras vidas no sería un simple fe­ mujer ancianos, experimentados, sensatos, poseedores de un saber­
nómeno estadístico, sino una consecuencia grosso modo y de forma hacer secular, entran en el mundo de la publicidad, recomiendan
ciertamente desigual, de un proceso de envejecimiento que estaría una marca de lavadora o alimentos para perros. «Los vendedores
si no genéticamente controlado, al menos descontrolado» 2. de ocio se adueñan de estos modelos del bien envejecer y relanzan
Cualesquiera que sean las causas que la provoquen, la vejez es sutilmente a los viejos a un circuito económico del que habían sido .
una realidad, rechazada por los que aún no han llegado a ella y mal definitivamente sacados» 4. «Nuevo blanco para los vendedores», el
vivida a menudo por los ancianos. Despreciada, devaluada, consi­ mundo de la tercera edad ve que se multiplican también en su be­
derada por unos como un mal incurable anunciador de la muerte, neficio clubs y universidades; sociólogos, psicólogos y médicos se de­
es negada por otros, que no quieren reconocer sus transformaciones dican atentamente a sus problemas específicos 5, en tanto que los
fisicas. Se intenta hacer ver que se es «todavía joven»; el mundo del economistas se inquietan por el aumento del volumen de las pensio­
espectáculo, del deporte y de la política podrían ofrecer muchos nes que hay que desembolsar para esta masa de no-productivos, y
ejemplos, algunos en el límite de lo ridículo, de individuos de ambos los demógrafos se asustan ante las grotescas pirámides invertidas de
sexos ya entrados en años que se comportan como jóvenes, con la edades que les prometen, para comienzos del siglo XXI, estos «paí­
aprobación de los partidarios de una abstracta igualdad entre todos ses con arrugas».
los hombres. Pero exageren sus males o los nieguen contra toda evi­ Ante esta invasión del «pelo blanco», algunos llegan incluso a
dencia, estas personas de edad son un testimonio de la devaluación preguntarse si la vejez no es una creación de nuestra época: «La ve­
generalizada de la vejez en el mundo contemporáneo. jez humana tal como la conocemos hoy es, en otras palabras, una
Nuestra época pone de manifiesto, sin embargo, una recupera­ creación de la historia. Esta observación justifica al mismo tiempo
ción del interés por los ancianos. Nunca hasta ahora se había con­ la hipótesis de un cambio de estatus del anciano a lo largo de la his­
siderado a la vejez un problema importante, ni se había dedicado toria de las sociedades humanas, y la dificultad de verificarla, si con­
tanto tiempo a los viejos. Todas las disciplinas estudian este fenó- sideramos que no es solamente un estatus lo que ha cambiado, sino
16 HISTORIA DE LA VEJEZ /NTRODUCCION 17

también el anciano mismo» 6. Según Michel Philibert, la vejez es un cia de la amplitud del problema. La vejez, asunto esencialmente pri­
fenómeno típicamente humano y contemporáneo debido a los pro­ vado y familiar hasta ese momento, se convertía en un fenómeno so­
gresos médicos que prolongan la vida. De eso a negar la existen­ cial importante y atraía irremediablemente la atención de la admi­
cia de ancianos antes del siglo XIX sólo hay un paso que no con­ nistración pública, preocupada por dar un estatuto y unos reglamen­
viene dar. Uno de nuestros objetivos es justamente resucitar a estos tos a esta categoría aún ignorada de ciudadano. Podemos ciertamen­
ancianos de épocas anteriores doblemente muertos y olvidados: te lamentarnos de las insuficiencias o los excesos de esta interven­
muertos y olvidados en la memoria y en los escritos de sus contem­ ción (¿cuándo habrá <<ministerios de la tercera edad»?), incluso de
poráneos, antes de conocer la muerte natural y el olvido provocados las hipocresías que esconde. Según Edgar Morin, «nos encontramos
por el tiempo. en una fase de relegación dulce; la categoría denominada "tercera
El interés actu_al por la vejez es, pues, nuevo y abarca todos los edad'' encubre un aislamiento de los viejos, endulzado con algunos
campos. Cada disciplina modifica poco a poco su punto de vista, per­ engaños y con la seguridad de-no morir de hambre» 8• Pero hay un
feccionándolo, como sorprendida de encontrar en este problema has­ hecho cierto: la vejez forma parte ya de las preocupaciones más ur­
ta ahora abandonado un componente esencial de la vida individual gentes tanto del Estado como de las ciencias experimentales.
y social. El caso de la medicina es el más característico. Desde hace ¿Cómo explicar entonces el silencio de los historiadores sobre este
miles de años había intentado comprender las causas del envejeci­ problema? ¿Se habrían desanimado por la afirmación de Simone de
miento y retrasar sus efectos; pero, impotente ante esta fatalidad na­ Beauvoir, que escribía en 1970, al comienzo de un célebre ensayo:
tural, acabó por limitarse a enumerar las patologías típicas de los «Es imposible escribir una historia de la vejez»? 9• Es poco proba­
ancianos, clasificándolas en el terreno de los males incurables. El an­ ble. Las últimas generaciones de los hijos de Clío no rehúsan tratar
ciano, paciente sin interés, pues era incurable, era relegado al asilo. ningún asunto: la muerte, la infancia, la vida conyugal, la sexuali­
Hacia 1950 aparecen las primeras muestras de cambio con el dad, la contracepción, la locura, la medicina, los medicamentos, la
auge de los sistemas de jubilación y la intervención creciente del Es­ pobreza, la caridad, el miedo; nada les detiene. Philippe Aries·había
tado en este terreno. La forma tradicional de asistencia se consideró adelantado, por lo demás, algunas ideas en 1983 y anunciado el pró­
degradante; se adoptó una nueva terminología -la «tercera ximo desarrollo de este tema: «Ahora aparecerán estudios sobre los
edad»-, con un gran matiz de dinamismo y autonomía, que reem­ viejos: ya han empezado. Y creo que si alguien comienza a desci­
plazó a la «vejez», convertida en sinónimo de usura e incapacidad frarla, la apisonadora universitaria continuará la tarea y pronto ha­
desde hace mucho tiempo. Los médicos especializados eri el trata­ brá toda una biblioteca sobre la vejez» 10• Predicción que empieza
miento de personas de edad comenzaron a discutir la desvaloriza­ a realizarse: en primer lugar entre los investigadores anglosajones
ción de su posición y su servicio y demostraron los efectos nefastos de los que, tras H. C. Lehmann, un pionero de los años ·1950, David
del sistema casi totalitario que reinaba en los asilos de entonces. Troyanski, Peter Stearns, Peter Laslett y muchos otros han aporta­
Alentados por el Estado y las cajas de pensiones, consiguieron poco do una obra importante. En Francia, podríamos citar algunos nom­
a poco promover una nueva aproximación a los problemé:ls de la ve­ bres en la «apisonadora universitaria» que comienza a ponerse en
jez, atendiendo al mismo tiempo a los aspectos fisiológicos, psicoló­ movimiento: sólo mencionaremos el de Jean-Pierre Bois, cuya tesis
gicos, sociales y culturales del anciano. Paralelamente, el psicoaná­ de Estado sobre los soldados ancianos en el siglo XVIII es un mo­
lisis iniciaba un acercamiento específico a la persona de edad, reme­ numento de excepcional calidad, y que prepara una síntesis de gran
diando el silencio de Freud sobre el tema 7. envergadura sobre la vejez durante el Antiguo Régimen 11•
Ya hemos mencionado que el Estado también tomaba concien- Está claro que los historiadores van, esta vez, retrasados. Se han
18 HISTORIA DE LA VEJEZ INTRODUCCION 19

dado explicaciones sobre su falta de entusiasmo por una historia de nemos para las épocas más alejadas, pero sólo dan una visión par­
la vejez. Philippe Aries, estableciendo un paralelismo con la historia cial de la realidad; sólo de-las categorías sociales superiores y, ade­
de la infancia, pensaba que la degradación experimentada por la más, deformada por el arte. En definitiva, de la Antigüedad al Re­
imagen del anciano en el siglo XX podía explicar el desinterés de las nacimiento, debemos basarnos en datos inconexos y escasos, utili­
ciencias humanas respecto a él, mientras que el niño, producto pre­ zando la mínima alusión que ofrezcan los textos. Por esta razón in­
cioso hoy día, es un tema mucho más popular. Más importante qui­ terrumpimos este estudio en el siglo XVI. A partir del siglo XVII en­
zá es el hecho de que antes los viejos no habían constituido nunca tramos en otro mundo, donde las cifras, la medicina, la literatura,
una categoría homogénea y aislable del resto de la sociedad. las encuestas hacen posible un estudio más detallado, que va a em­
Siempre ha habido ancianos, por supuesto, y en mayor número prender Jean-Pierre Bois.
de lo que pensamos; en Egipto, en Palestina, en Mesopotamia, en Las civ.ilizaciones antiguas que estudiamos en este libro sólo muy
Grecia, en Roma, en la Edad Media. Pero, ¡qué dificil es encontrar­ rara vez han sido objeto de trabajos relativos a la vejez. Sin embar­
los en los documentos de esas épocas lejanas! «Estudiar la condición go ofrecen un interés muy grande: el de poder estudiar la función
de los viejos a lo largo de diversas épocas no es tarea fácil. Los do­ social del anciano en sociedades de tipo tradicional antes de la in­
cumentos de que disponemos muy raramente aluden a ellos: se les vasión masiva de la imprenta y de la burocracia del Estado. Desde
asimiia al grupo de los adultos» 12. Esta observación de Simone de las épocas más alejadas parece cierta la existencia de esta función.
Beauvoir subraya el verdadero problema: las sociedades antiguas no Konrad Lorenz cree poder descubrirlo incluso desde los primates su­
dividían la vida en etapas como lo hacemos nosotros. La vida co­ periores y entre los animales sociales: es el más viejo el que conduce
mienza con la incorporación al mercado de trabajo y termina con la manada de ciervos, y ningún macho, aun siendo más fuerte, se
la muerte. Incluso las teorías de las «edades de la vida», que flore­ atreve a discutirlo; los gansos más viejos son los encargados de guiar
cen en la Edad Media, sólo son disertaciones abstractas, juegos de a la colonia; el más viejo de los ciervos vela por el grupo; en una
intelectuales, que no responden a ninguna distinción real. Y puesto manada de monos zambos estudiada por investigadores, son dos vie­
que no hay edad legal para el retiro, no hay vejez reconocida como jos machos los que mandan 13•
tal en los textqs. En ese caso, ¿cómo delimitar la categoría «viejos»? Los antropólogos señalan también con frecuencia los privilegios
El anciano sólo es un adulto de más edad. Nunca intervienen como de que gozan las personas de edad en las sociedades tradicionales
categoría social; se pierden en una multitud de casos individuales actuales. En el caso del sureste asiático, Georges Condominas apun­
inasequibles. taba: «Este privilegio de la vejez se manifiesta en todos los órdenes.
Señalemos además la aversión de las sociedades tradicionales ha­ El anciano, rodeado de afecto, tiene derecho a montones de favores.
cia las cifras, lo que nos priva casi siempre de conocer la edad pre­ Parece normal que aproveche sus últimas energías para obtener sa­
cisa de los individuos; el desconocimiento de la fecha de nacimiento; tisfacciones de todas clases... Se colma ál anciano de atenciones, pero
la tendencia a la exageración. A todas estas imprecisiones de orden no por el deber de proteger a un ser debilitado, sino porque la dicha
cuantitativo debemos añadir el silencio y la desigualdad de las fuen­ irradia de él y alcanza al entorno del hombre así favorecido. Alcan­
tes. Las Crónicas nos hablan de grandes hechos, de hazañas, prefe­ zar una edad avanzada se considera una ventura gozosa, sobre todo
rentemente de guerra, de acontecimientos memorables; los archivos si el anciano tiene descendencia numerosa; entonces es un hombre
económicos cuentan y enumeran lo útil y rentable. Los ancianos es­ satisfecho. No se puede apartarlo, como hacemos nosotros, relegarlo
tán siempre ausentes de todo ello. a un asilo para ancianos; permanece entre los suyos, porque es la
Nos quedan los documentos literarios. Es la única fuente que te- prueba manifiesta del triunfo del grupo» 14. Por su parte, en el Afri-
20 HISTORIA DE LA VEJEZ /NTRODUCC/ON 21

ca negra, Louis-Vincent Thomas observa el prestigio considerable permanentemente a la psicología de las personas de edad, que inte­
de que disfrutaban los viejos en las veintidós etnias que ha estudia­ riorizan la degradación de su estatus social.
do: «Experiencia, disponibilidad, elocuencia, conocimiento, sabidu­ Cada sociedad tiene los. ancianos que se merece; la historia an­
ría, todo ello justifica la imagen idílica que el negro africano tiene tigua y medieval lo demuestran ampliamente. Cada tipo de organi­
del anciano. Y esto a pesar de la realidad de los viejos seniles, egoís­ zación socio-económica y cultural es responsable del papel y de la
tas, tiránicos o gruñones que hay en todas partes del mundo. Y es imagen de sus ancianos. Cada sociedad segrega un modelo de hom­
que una sociedad totalmente oral necesita a sus ancianos, símbolos bre ideal, y de este modelo depende la imagen de la vejez, su deva­
de su continuidad como memoria del grupo y condición de su re­ luación o su revalorización. Así, la Grecia clásica, volcada hacia la
producción. Por tanto, para hacer más soportable su poder y tam­ belleza, la fuerza y la juven'tud, relegará a los ancianos a un lugar
bién para valorarse al valorarlos, el grupo no duda en idealizarlos. subalterno, mientras que la época helenística, liberada de un buen
Ya que nada se puede hacer sin los ancianos, es mejor concederles número de convenciones, permitirá a los ancianos romper normas y
todas las cualidades. Y tomar su somnolencia por el recogimiento tabús para volver a ocupar el lugar preferente. En este hecho encon­
de la meditación» 15• tramos además una de las suertes esenciales de la vejez: la edad per­
Este papel social, tan importante al principio, va a ser reducido mite a menudo alzarse por encima de cualquier convención a la que.
sin cesar en las sociedades históricas occidentales. Se pondrán en hay que someterse para hacer carrera en la vida adulta; liberado de
duda, en sociedades más complejas, la experiencia y sabiduría del estas obligaciones, el anciano puede desarrollar su creatividad, lo
anciano. Igualmente se advierte una evolución paralela entre los cual permite a algunos revelar su talento a los setenta u ochenta
pueblos africanos a los que acabamos de referirnos; Louis-Vincent años.
Thomas ha observado de qué manera la reciente penetración del li­
bro, de la escritura, en estas civilizaciones orales, ha minado el pres­
tigio de los ancianos: «Hoy en día la transmisión oral no tiene fuer­
za ante el libro. El poder gerontocrático se ve desde ahora privado
de su fuerza, e incluso agredido. Los jóvenes protestan contra la vie­
ja sociedad. Los ancianos, banalizados cruelmente, vuelven a su
puesto» 16• Asimismo, la aparición de un tipo de gobierno democrá­
tico y la eliminación progresiva de lo sagrado en la política, son fac-
. tores que contribuyen a la desaparición de la gerontocracia.
La historia occidental, de la Antigüedad al Renacimiento, está
marcada por las fluctuaciones del papel social y político de los an­
cianos. Asistimos a una evolución en forma de sierra más que a un
retroceso continuo, pero hay una tendencia general a la degrada­
ción. Se impone con rapidez en nuestras sociedades la imagen de
una curva de edades, con el punto más alto situado hacia los cua­
renta o los cincuenta años, que precede al irremediable y definitivo
declive hacia una vejez devaluada. Este esquema comprende mu­
chas variantes y excepciones, ya lo veremos, pero afecta profunda y
CAPITULO 1

El antiguo Oriente Medio:


el anciano entre el mito y la historia

f «Adán vivió en total novecientos treinta años, y murió» (Géne­


sis, 5,5). Con el primer hombre aparecía el problema de la vejez y
el escándalo de la muerte. El problema fue poco frecuente durante
los tres o cuatro millones de años de la larga prehistoria; la caza, la
guerra, el hambre, las carencias alimenticias, la enfermedad, daban
·muy pocas oportunidades al hombre del paleolítico para ver enca­
necer sus cabellos algún día. Los fragmentos de esqueletos más an­
tiguos que se han encontrado pertenecen a individuos que no sobre­
pasaban los treinta años; Lucía, la Eva de los paleontólogos, cuyos
restos fueron descubiertos en Etiopía en 1974, murió entre los veinte
·I
y los treinta años. Si el neolítico, con la sedentarización progresiva
i y la mejora de la alimentación y la seguridad, permitió sin duda al­
i
canzar la edad madura a un mayor número de personas, la propor­
ción de ancianos debía seguir siendo muy baja; según Henri Vallois,
un estudio realizado.sobre 187 cráneos prehistóricos mostró que so­
1 lamente tres de ellos pertenecían a hombres mayores de cincuenta
años 1•
1
1

Las sociedades primitivas prehistóricas

Esta escasez de ancianos en la prehistoria les da un valor espe­


cial, porque sobrevivir tanto tiempo es, para sus contemporáneos,
24 HISTORJA DE LA VEJEZ
1

EL ANTIGUO ORJENTE MEDIO 25

un .fenómeno tan extraordinario que no puede ser del todo natural. ción oral es el papel del anciano como depositario del saber, memo­
Acostumbrados a ver intervenciones de lo sagrado en todos los acon­ ria del clan, y por consiguiente educador y juez en función de su «sa­
tecimientos excepcionales, es muy probable que atribuyesen la lon­ biduría», de su experiencia. «Cuando un viejo muere, se quema una
gevidad a una protección sobrenatural o a una cierta participación biblioteca», afirma un refrán africano. Entre los ashanti, el viejo es
del anciano en el mundo de lo divino. Pero estamos obligados a mo­ el que transmite el saber, el que educa a los niños con sus historias,
vernos en el mundo de las hipótesis y de las reconstrucciones arries­ sus consejos, mientras sirve de verdadero juguete viviente al que se
gadas, y no iremos demasiado lejos en estas arenas movedizas. le arrancan barba y cabellos. El soberano y todos aquellos con res­
Igualmente delicado y tentador es el juego de las similitudes y ponsabilidades, sea cual sea su edad, son llamados «ancianos», he­
p�r�lelismos entre las sociedades prehistóricas y las sociedades pri­ cho que encontramos en muchos otros pueblos. Es característica a
_ este respecto la reflexión, relatada por Leo Simmons, que hacen los
mitivas del siglo XX estudiadas por los antropólogos. Las discusio­
nes y sinsabores provocados por este tipo de aproximación deben ha­ ancianos de la tribu de los akamba a un joven que les contaba· lo
cernos prudentes. Más aún cuando el lugar del viejo en las socieda­ que había visto en sus largos viajes: «Tú has dicho la verdad, tú eres
des primitivas varía considerablemente de un pueblo a otro, según viejo, has visto muchas cosas, mientras que nosotros no somos más
las circunstancias, los modos de vida, la organización general de la que niños ... Tú eres más viejo que nosotros, pues has visto con tus
cultura. El lugar concedido al anciano depende del contexto cultu­ ojos lo que nosotros sólo hemos oído con nuestras orejas» \ Esta
ral general. Este hecho se da en todas ias épocas, y los pueblos sin idea según la cual la edad no tiene nada que ver con el número de
escritura son una prueba de ello. años se encontrará en la Biblia y en los escritos de algunos Padres
En períodos favorables, cuando la alimentación y la superviven­ de la Iglesia, para los cuales la verdadera vejez es la sabiduría.
cia de la tribu están aseguradas, cuando ningún otro peligro la ame­ La sabiduría reconocida y la experiencia explican el papel polí­
naza, �l viejo goza de una situación envidiable. Aureolado por el tico de los viejos entre los pueblos primitivos: «los barbas» o «los ca­
. bellos blancos» son los jefes del poblado en Afganistán, donde el pa­
prestigio sobrenatural que le confiere su longevidad, es honrado y
respetado y desempeña un papel social importante. En primer lu­ triarca tiene una gran autoridad sobre su tribu. El consejo de los an­

1
cianos es una de las instituciones más venerables de las civilizacio­
gar, en el dominio de lo sagrado: «Aquel cuya edad le acerca al más
nes orales. La anciana también disfruta a menudo de un estatus pri­
allá es el mejor mediador entre este mundo y el otro», afirma Louis­
vilegiado y accede al poder gracias a su edad. Este es uno de los

1
Vincent Thomas 2. Así se explica la edad avanzada de la mayor par­
te de los brujos, brujas o sacerdotes. Pero el más allá es también el más sorprendentes contrastes con las socieda<;les modernas evolucio­
nadas. En la tribu de los lemba, «tras la menopausia, una mujer es
mundo de las fuerzas del mal, de donde surge una primera ambi­
admitida a menudo en el círculo masculino, ya que, al estar libera­
güedad del anciano que se refleja en dos actitudes contradictorias
da de numerosos tabús femeninos, puede desempeñar un papel jun­
con respecto a él: entre los turco-mongoles de los siglos VI al X, mien­
to a los hombres en los asuntos de la tribu, se sienta a la derecha,
tras que algunas ancianas son llamadas «divinas» y algunos ancia­
en tanto que este lugar está reservado a los hombres y prohibido a
�os son venerados -el dios supremo es conocido como «d viejo 1
las mujeres jóvenes en edad de procrear» 4. En Afganistán, cuando
neo»-, otros son condenados a muerte sospechosos de malas in­
fluencias; en el Africa negra, sólo dos o tres ancianos de la tribu son la mujer se convierte en suegra, tiene poder sobre su nuera y ejerce
un fuerte ascendiente sobre su hijo.
sacralizados y colocados en el tercer rango de la jerarquía sobrena­
No caigamos, sin embargo, en las idealizaciones. Las sociedades·
tural, tras los genios y las almas; los demás son rechazados.
primitivas arrastran las mismas contradicciones que las nuestras con
Menos ambiguo y más general en todos los pueblos de civiliza-
26 HISTORIA DE LA VEJEZ EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 27

respecto a la vejez, y las manifiestan de una forma mucho más cru­ problema de la ambigüedad de la vejez, a la vez fuente de sabiduría
da. No olvidan la decrepitud ni la fealdad fisica. Así; por ejemplo, y de imperfección, de experiencia y de decrepitud, de prestigio y de
los indios mambikwaia tienen un sólo vocablo para decir joven y be­ sufrimiento. Según las circunstancias, el anciano es respetado o des­
llo y uno sólo también para decir viejo y feo. El desprecio hacia la preciado, honrado o condenado a muerte. «Impotente, inútil, es���­
vejez no es raro. Los turco-mongoles sólo respetaban a los viejos con bién el intercesor, el mago, el sacerdote: de este lado de la cond1c1on
buena salud, desamparando a los otros y abandonándolos a veces o humana, o más allá de ella, y a menudo en ambos ... un sub-hombre
matándolos por asfixia. El viejo que se ha vuelto inútil por sus de­ y un superhombre... Las soluciones prácticas adoptadas por lo� pri­
ficiencias fisicas o mentales es casi siempre eliminado, pues repre­ mitivos con respecto a los problemas que les plantean los ancianos
senta una carga que estas sociedades en precario equilibrio alimen­ son muy diversas: se les mata, se les deja morir, se les concede un
tario no pueden soportar: los indios ojibwa del lago Winnipeg aban­ mínimo vital, se les asegura un final confortable, o incluso se les hon­
donaban o sacrificaban ritualmente a los viejos de más edad; igual­ ra y se les satisface» 8. Simone de Beauvoir deduce de ello que «la
mente harían los siriono de la selva boliviana. En los poblados del condición del anciano depende del contexto social», lo que sólo es
Gran Norte siberiano, en periodos dificiles, el viejo que ya no puede cierto en parte, pues, como muestra el estudio de D. B. Bromley 9,
cazar decide, de acuerdo con el grupo, suicidarse: se deja congelar el trato dado a los ancianos n:o refleja necesariamente la actitud ha­
abandonado o camina hasta el agotamiento; la misma práctica es re­ cia la vejez. El contexto cultural interviene también e interfiere con
cogida en las regiones remotas de la isla de Hokkaido. la situación económica: entre ciertos pueblos, los ancianos pueden
La suerte del viejo depende, finalmente, del nivel de recursos de . ser detestados pero bien tratados, porque se teme la venganza de su
la comunidad: «En las sociedades pobres, desabastecidas, en el lí­ espíritu, mientras que en otros se les puede honrar, pero se les mata
mite de la miseria, parece que los viejos deben ser abandonados: no porque su incapacidad y su dependencia amenazan la supervivencia
solamente se les niega el alimento, sino incluso se les abandona cuan­ del grupo.
do el grupo emprende un largo viaje... El hombre viejo, sin fuerzas,
bienes ni hijos, es marginado hasta el desprecio; peor aún, se le tra­
ta como a un apestado» 5. Muchos pueblos africanos se desembara­ El anciano en el Estado totalitario: los incas
zan de los viejos seniles; si éstos son jefes, se suicidan. Herodoto,
nuestro primer etnólogo, mostraba ya en el siglo V antes de J.C., Cuando un pueblo o un conjunto de pueblos alcanza un grado
que los massagetes, pueblo del norte del Cáucaso, «no señalan un de organización superior, acompañado a menudo por la implanta­
término fijo a la duración de la vida; pero cuando un hombre está ción de un Estado totalitario, intenta resolver estas contradicciones
ya achacoso, los parientes se reúnen y lo sacrifican como al ganado. atribuyendo un papel concreto a los ancianos. El caso más conocido
Cuecen su carne y se regalan con ella. Esta clase de muerte está con­ es el del Imperio de los incas, imperio prehistórico si nos atenemos
siderada entre estos pueblos como la más feliz. No se comen al que a la definición estricta del término, ya que desconocen la escritura.
ha muerto a causa de una enfermedad; lo entierran, compadecién­ Su excelente organización ha sido estudiada muchas veces a partir
dolo por no haber vivido el tiempo suficiente para ser inmolado» 6• de las descripciones españolas hechas tras la conquista; como reac­
De la misma forma, los indios «matan a los que han llegado a una ción contra los abusos de ésta, ha suscitado simpatía y admiración.
edad muy avanzada y los comen; pero éstos no son muchos, porque En realidad, se trataba, con los medios limitados de la época, de un
se preocupan de matar antes a todos aquellos que caen enfermos» 7. verdadero régimen totalitario imp1,1esto en beneficio del Inca y de su
Así, desde las sociedades primitivas, encontramos planteado el familia, con lo que esto conlleva de reclutamiento, de organización
28 HISTORIA DE LA VEJEZ EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 29

estricta, de reparto de tareas, de movilización de las energías en pro­ sino las que envejecían en la casa, que llegadas a tal edad les daban
vecho del Estado, de limitación de la libertad individual y de elimi- el nombre y la administración, como diciéndoles: ya podéis ser ma­
nación del ocio. dres y gobernar la casa» 11• En cuanto a las vírgenes de sangre real
En una sociedad como ésta, cada uno tiene un lugar y una fun­ entradas en años, eran veneradas por todos: recuerda haber conoci­
ción que desempeñar, como en un termitero u hormiguero, y el· an­ do en un momento ya muy avanzado de su vejez a una de estas mu­
ciano es parte integrante de la maquinaria. A menudo se admira a jeres llamadas ocllo que no se había casado nunca. Visitaba a veces
la sociedad inca porque ésta no rechaza a sus ancianos, sino que los a su madre, de quien era tía, hermana de sus abuelos, según le con­
integra en el grupo, los ocupa y los entretiene. Pero a costa de un taban. La tenían todos en tan gran veneración que le daban siem­
reclutamiento despiadado, descrito por el inca Garcilaso de la Vega. pre la precedencia; puede atestiguar que su madre se comportaba
Este, orgulloso de sus ascendientes indios, relata cómo el dominio así con ella tanto por el parentesco como por su edad y su sabi­
de los incas sobre los Andes ha civilizado la región. Anteriormente, duría 12•
los indios mataban y comían a los viejos, pero después de la con­ Los viejos del pueblo eran tomados a su cargo por la comuni­
quista de Manco Capac, en el siglo XII, se introdujo una nueva or­ dad. Los campesinos debían trabajar su tierra después de la de los
ganización que daba seguridad a los ancianos. Empadronado; cada dominios del Sol, y gratuitamente; cada uno llevaba su comida du­
cinco años con el resto de la población, se les clasifica según la edad: rante estos trabajos. «Decían, en efecto, que los viejos, los enfermos,
así, los que tienen entre cincuenta y setenta y ocho años son «los vie­ las viudas y los huérfanos tenían suficiente miseria como para preocu­
jos que aún están bien»; por encima se encuentran las categorías de parse por el prójimo» 13. Los depósitos públicos suministraban el gra­
los «desdentados», de los «sordos», de los «viejos que sólo se ocu­ no. Se creó un tributo especial, a modo de prestación personal, que
pan de comer y dormir», incluso de otros más ancianos aún, lo que consistía en fabricar vestidos y calzados para los viejos, y los indios
supone una longevidad extraordinaria, confirmada por los etnólogos mayores de cincuenta años estaban eximidos de pagar impuestos.
contemporáneos. El estudio de los registros de bautismo de algunos Ciertamente puede parecer que el cuadro pintado por Garcilaso
pueblos, desde 1840, indica además una gran proporción de cente­ está idealizado por su nostalgia de ese mundo desaparecido. El ad­
narios aún ágiles, que fuman, q4e beben alcohol y mantienen un dig­ mite, por otra parte, que «numerosos españoles se obstinan en decir
1
no nivel de actividad sexual. lo contrario», y sus numerosas alusiones a la miseria de los ancianos
1
En esta sociedad precolombina sin escritura, los viejos conser­ indican claramente que el Imperio Inca no era en absoluto ese pa­
van su papel tradicional de archivos vivientes, y el mismo Garcilaso raíso de los ancianos nacido de la imaginación de algunos historia­
obtuvo su información de un indio muy anciano. Consejeros de los dores culpabilizados por la brutal conquista hispánica. Es probable
soberanos, «los viejos, como más sagaces», forman un consejo infor­ que haya habido una mejora de la condición material de las perso­
mal en cada tribu y rodean al príncipe heredero para guiarlo: el Inca nas de edad con relación a las sociedades más primitivas, ya que
«envió por dos veces al príncipe heredero Maita Capac a visitar el aquí no se plantea el abandono de los viejos. Pero el sistema de se­
reino en compañía de hombres de edad y de experiencia, para que guridad social inca tenía su contrapartida en la estricta prohibición
aprendiera a conocer a sus súbditos y a gobernarlos bien» 10• Las · del ocio y la mendicidad: «Todos los que tenían suficiente salud tra­
ancianas cumplen la función de. médicos y de comadronas; las que bajan y se consideraba una gran infamia que alguien fuese castiga-
entraban como vírgenes en el Templo del Sol de Cuzco se conver­ do públicamente por su holgazanería» 14•
tían en mamacuna, es decir, matronas; muy respetadas,· eran las en­ Unos jueces, los ilactamayu, entraban en las casas y se asegura-
cargadas de instruir a las novicias. «Y estas rnamacunas no eran han de que todos realizaban un trábajo útil; ciegos, cojos, sordos y
30 HISTORIA DE LA VEJEZ EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 31

mudos, todos tenían tareas que cumplir, de acuerdo con sus capa­ La entrada del anciano en la historia
cidades. Los jueces y los visitadores veiaban diiigentemente para que
los viejos y las viejas, y todos aquellos que no estaban en condi­ Los ancianos de la prehistoria no nos han dejado testimonios.
ciones de trabajar, fuesen empleados en algún ejercicio útil para Sólo los adivinamos a través de la actitud del grupo hacia ellos. Pero
ellos en, al menos, recoger rastrojos o paja, limpiarse de parásitos y el texto escrito más antiguo que se nos ha transmitido no admite
llevar sus piojos a los decuriones o caporales 15• Unas veces se les equívocos. El primer anciano que ha hablado de sí mismo es un es­
encargaba cazar pájaros en los campos, otras fabricar ruedas; la criba egipcio que vivió hace cuatro mil quinientos años, y sus pala­
mendicidad está prohibida, al menos en principio, pues el inca Gar­ bras son un grito de angustia, que conmueve por su anfgüedad y
cilaso nos habla de Isabel, una vieja mendiga de Cuzco, desprecia­ por su actualidad a la vez. Este grito muestra que nada ha cambia­
da por todos por «su vida de holgazana y pordiosera». do en el drama de la decrepitud entre el tiempo de los faraones y la
Sociedad ultraorganizada, que evoca irresistiblemente los mun­ edad atómica. Como un puente tendido entre las generaciones, ex­
dos utópicos que en la misma época están naciendo en la imagina­ presa toda la angustia de los viejos del pasado y del presente:
ción europea. Cada uno, en su lugar, tiene un papel que cumplir en «¡Qué penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día;
beneficio de la comunidad. El Imperio Inca fue la Utopía de las ci� su vista-disminuye, sus-oídos se vuelven sordos; su fuerza-declina;
vilizaciones sin escritura. Enfrentadas al problema de la vejez, estas su corazón ya no descansa; su boca se vuelve silenciosa y no habla.
últimas presentan ya todos los tipos de respuesta que encontrare­ Sus facultades intelectuales disminuyen y le resulta imposible acor­
mos en las sociedades históricas: respeto, rechazo, indiferencia, aten­ darse hoy de lo que sucedió ayer. Todos sus huesos están doloridos.
ción; estas actitudes reflejan de manera brutal el miedo, la incom­ Las ocupaciones a las que se abandonaba no hace mucho con pla­
prensión, la impotencia ante el fenómeno del envejecimiento. Simo­ cer, sólo las realiza con dificultad, y el sentido del gusto desaparece.
ne de Beauvoir lo señalaba acertadamente: «La sociedad tiende a vi­ La vejez es la peor de las desgracias que pueda afligir a un hom­
vir, a sobrevivir; exalta el vigor, la fecundidad, asociados a la juven­ bre» 16• Así habla Ptah-Hotep, visir del faraón Tzezi, de la dinastía
tud; teme la miseria y la esterilidad de la vejez.» V, hacia el año 2450 antes de J.C.
En todas partes se teme a la vejez, sea cual sea la actitud adop­ Su lamento se reflejará millones de veces enla historia. «Soy vie­
tada hacia ella. Se intenta ahuyentarla con ritos de regeneración; en jo, estoy muy enfermo», declara una de las cartas de El Amarna ha­
el Estado-providencia de los incas, los indios habrían preferido des­ cia el 1270 antes de J.C. 17• En el siglo primero de nuestra era, otro
cubrir la flor de la eterna juventud, que crecía, decían, en los con­ papiro egipcio proclama: «El que ha vivido sesenta años ha vivido
fines actuales del Perú y del Ecuador. Nadie quiere estar en el lugar todo lo que podía. Si su corazón desea el vino, no puede beber hasta
de los viejos, bien se les mate o se les honre, se les abandone o se emborracharse. Si desea manjares, no puede comer según su cos­
les mantenga. Drama personal y social, la vejez es tan temida en las tumbre. Si su corazón desea a su mujer, para ella no llega nunca el
sociedades primitivas como en las actuales. Angustiosa y misteriosa, momento del deseo» 18• Los jeroglíficos representaban además los
sólo admite un remedio: la eterna juventud; los otros no son más términos «viejo» y «envejecer» con una silueta encorvada que se apo­
que paliativos. Y la humanidad busca este remedio desde sus oríge­ ya en un bastón; este ideograma aparece por primera vez en una ins­
nes. Desde el principio, la vejez es la única enfermedad verdadera­ cripción del año 2700 antes de J.C. Al este del Creciente Fértil, en
mente incurable: los hombres desamparados sólo pueden intentar Babilonia, otro anciano se lamenta setecientos años antes de nuestra
calmar el dolor. Las soluciones prehistóricas fueron más extremas era: «He sido olvidado..., mi fuerza se ha desvanecido, el vino que ·
que las nuestras, pero también de una ineficacia desesperante. vivifica a los hombres ya no produce efectos en mí», dicen los cu-
EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 33
32 HISTORIA DE LA VEJEZ

a
"I'.
ne11orm es acad"10s 19. Y Atossa, conseje r o de Da río, re y de los per- máticas (debidas a causas fisicas exteriores), {;Orporales (debidas
los alimentos, a la sangre y a los humores), mentales ( de bi d as a emo­
sas, enseñaba q ue «a medida que el cuerpo envejece, el alma enve­

jece también y se vuelve incapaz pa ra todo» 20• ciones excesivas) y naturales (debidas a la privación de las capac
Ancianos semitas y arios del Oriente Próximo experimentan, dades fisi cas y al pr oceso de envejecimiento).
La obra contiene im­
plíc itamente la idea, muy moderna, según la cual hay en el homb
re
pues, amargamente la decadencia fisica e intelectual que acompaña
su
a la edad. La vejez es un mal para el que llega a ella, y todos los gérmenes de muerte, que le «programan» ineluctablemente hacia
23 es, pu s, un p r oc e so nat u­
de cadencia y su fin • El envejecimiento
e
r ecursos de la magia, de la bruj ería, de la religión y de la medicina
le,
se ponen en juego para remediarlo. El primer esfuerzo se realiza ral que debilita la resistencia a la enfermedad . Intuición notab
para intentar comprender las causas de la decrepitud. Como en otros que no será nunca desarrollada.
los
aspectos, los egi pdos parecen haber sido los primeros en reflexionar Si bien las causas de la enfermedad siguen siendo misteriosas,
ico de esta época precien­
sobre este problema, no res uelto aún en nuestros días. Para la me­ remedios para ella nunca faltan. Característ
ando la
dicina de la época del Imperio Medio, el corazón, fuente de la vida, tífica es el paso que consiste en estudiar la profilaxis descuid
su­
es también el origen del envej ecimiento. En el siglo XVI antes de patología. De hecho, se intenta sobre todo rem ediar los efectos
antes
J.C., el «papiro Ebers» declaraba: «La debilidad que se observa en perficiales de la vejez. Tablillas asirias fechadas en el año 700
l siglo XV, ofr e c en un tra­
los viejos se debe a una dilatación del corazón» 21. Sin embargo, las de nuestra era, pero que recogen textos de
­
sa�a� del Oriente Pró�imo preferían las explicaciones mitológicas o tamiento contra el encanecimiento de los cabellos y contra la pérdi
gipcia , s e at r ibuían al v isi r
magicas y no profundizaron en la búsqueda de las causas naturales. da de la agudeza visual. En la tradición e
div inizado Imhotep, a rquit e cto y médico de la tercera dinastía (ha­
Habrá que esperar al racionalismo de la Grecia clásica para avan­
s de la
zar de nue vo en esta dirección. cia el 2900 antes de J.C.), remedios variados contra los male
uo, s el tex­
En la misma época, el pensamiento del Extremo Oriente busca­ v ejez. El «papiro Smith», de la época del Imperio Antig e
de la
ba solu ciones más filosóficas que m édicas. El Manual de medicina in­ to más antiguo con prescripciones médicas cont�a los efectos
vejez (entre el 3000 y el 2500 antes de J.C.). CÓnti e n e u na «r e ceta
te�a d�l Emperador amarillo, vasta compilación china realizada bajo la
b n un
dmasua de los Han (200 antes d e J.C. a 200 después de J.C.), pe ro para transformar a un viejo en joven». En realidad es más ie
Se
que recoge tradiciones mucho más antiguas, se basa en los concep­ maquillaje, destinado a camuflar las señales del envejecimiento.
p a se m ip re c i o­
tos del taoísmo; el envejecimiento es una forma de enfermedad de­ trata de una pasta, guardada en un cofrecillo de iedr
esto.
b�da al desequilibrio q ue se crea en el cuerpo entre los dos princi­ sa y cu yo modo de empleo es el siguiente: «Recubra la piel con
_ o la ca r n e se haya imp reg­
pio� umversales- y opuestos: el yin y el yang. Según esta obra, la lon­ Suprimirá las arrugas de la cara. Cuan d
manc has
ge v1d a� natural del hombre podría ser mucho mayor de Jo que es nad o de ella, le embellecerá la piel, hará desaparecer las
éxi-
en real ��ad pero, al apartar se de la send a, el indi viduo provoca un y todas las irregularidades. Eficacia garantizada por numerosos
? 24
deseqmhbno entre yin y yang, lo que altera el b uen funcionamiento tos» •
n-
d� s us facultades natur ales y acelera la decrepitud: «El límite de la Texto extraordinario, precursor de toda la publicidad sobre u
me­
v��a humana está a la vista cuando .Yª no se puede s uperar la de­ gü entos y cremas de belleza con poderes casi mágicos. Como la
los sac r do­
bilidad . Entonces ha llegado el momento de morir» 22• e en manos de e
dicina egipcia estaba casi exclusivament
que
En la India, el Sushruta Samhita afirma q ue la salud reside en la tes, se trataba probablemente de una eficacia sobrenatural, lo
os f cha d os hacia·
a rmonía de las sustancias elementales del cuer po. La ruptura de esta confirman, mil años más tarde, otros pap ir e
de he-
armonía provoca las enfermedades, que son de cuatro clases: tra u- 1600-1550 antes de J.C., que proponen tratamientos a base
34 HISTORIA DE LA VEJEZ EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 35

chizos y ritos mágicos y religiosos, unidos a drogas, para recuperar do milenio, el héroe, desesperado por envejecer y tener que morir,
la juventud 25. busca el secreto de la inmortalidad. U tanaspishtim le indica dónde
Indios y chinos buscan también el secreto del rejuvenecimiento. podrá encontrar la planta de la eterna juventud, que crece en el fon­
Pero en tanto que los segundos solo alcanzan la posibilidad de go­ do del mar 29• En el siglo XIV, el mito acadio de Adapa incluye una
zar más tiempo de la vida, los primeros querrían prolongar la exis­ búsqueda semejante 30•
tencia«... tanto tiempo como sea posible a fin de disfrutar de un ma­ En el límite entre la historia y el mito, Herodoto nos cuenta cómo
yor período de preparación espiritual para la meta final del Nirva­ Cambises, conquistador persa de Egipto, entró en contacto con los
na, cuando el alma sea liberada de las reencarnaciones para reunir­ «Etíopes de Larga Vida» y buscó el secreto de la fuente dela larga
se con el alma universal» 26• El Sushruta Samhita suministra, por con:. vida. Como es lógico, este pueblo vivía en el extremo del mundo,
siguiente, un sistema muy elaborado de rejuvenecimiento. donde la geografía y la naturaleza se funden con lo irreal y Jo so­
El completo fracaso de los diversos métodos propuestos explica brenatural, «hacia el mar austral...». Cambises envió como embaja­
el desplazamiento de este sueño insatisfecho al dominio del mito. dores ante los etíopes a ictiófagos de la isla de Elefantina, pues co­
Las listas de reyes sumerios atribuyen a los soberanos antediluvia­ nocían la lengua local. El diálogo que se entabla gira rápidamente
nos una longevidad extraordinaria, que pulveriza todos los récords en torno a una comparación entre la longevidad de los persas y la
bíblicos: de los etíopes:
«Él (el rey de los etíopes) les preguntó después con qué se ali­
mentaba el rey, y cuál era la duración más larga de la vida entre
El primer rey fue: A-LULIM, que reinó 28.800 años
Después vinieron:
los persas. Los enviados le respondieron que se alimentaban de pan,
ALALGAR )) 36.000 años
EN MEN LU ANNA )) 43.200 años y le explicaron la naturaleza del trigo. Añadieron a continuación que
EN MEN GAL ANNA » 28.800 años el límite superior de la vida de los persas era de ochenta años. A lo
DUMI-ZI » 36.000 años que el etíope les dijo que no se extrañaba de que hombres que sólo
EN SIPA ZI ANNA » 28.800 años se alimentaban de basura viviesen tan pocos años; que estaba con­
EN MEN DUR ANNA » 21.000 años vencido de que no llegarían a vivir ni siquiera ese tiempo si no re­
UBAR TUTU )) 18.600 años
parasen sus fuerzas con esta bebida (se refería al vino) y que, en.
esto, tenían ventaja sobre los etíopes.
Esta edad de oro de los ancianos, que duró doscientos cuarenta »Los ictiófagos interrogaron a su vez al rey sobre la duración de
y un mil doscientos años, terminó con el Diluvio, cuyas consecuen­ la vida de los etíopes y sobre su forma de vida. Este les respondió
cias redujeron la longevidad de los soberanos a mil doscientos años, que la mayor parte llegaban a los ciento veinte años, y algunos in­
en el caso del primero, y a menos de mil años en el de sus suceso­ cluso más; que se alimentaban de carnes cocidas y que la leche era
res 27. El poema mítico sumerio de Enki y Ninhursag describe un país su bebida. Como.los espías parecían sorprendidos de la larga vida
maravilloso en el que la vejez no existe, donde de los etíopes, les condujo hasta una fuente de la cual salían impreg­
nados todos cuantos en ella se bañaban de una especie de perfume
la anciana no dice: soy una vieja; de violeta, y más brillantes que si se hubiesen untado con aceite.
el anciano no dice: soy un viejo 28• Los espías contaron a su regreso que el agua de esta fuente era tan
ligera que nada podía flotar en ella, ni siquiera la madera, ni cosas
En la epopeya de Gilgamesh, compuesta a comienzos del segun- aún menos pesadas que ésta; sino que todo cuanto en ella se arro-
36 HISTORIA DE LA VEJEZ
EL ANTff/UO ORIENTE MEDIO 37

jaba se hundía. Si esta agua es verdaderamente tal como dicen, el la el importante lugar que ocupa entre ellos la celebración del ani­
uso continuo que hacen de ella es quizá la causa de una vida tan versario: «Los persas piensan que deben celebrar el día de su naci­
larga» 31• miento más especialmente que cualquier otro, y adornar para la oca­
Este sorprendente pasaje revela las preocupaciones de los anti­ sión su mesa con un mayor número de platos. Ese día, los ricos se
guos en lo relativo a la vejez. La cuestión de la superioridad de un hacen servir un caballo, un camello, un asno y un buey enteros, asa-
pueblo sobre otro no se plantea aquí en el plano de la riqueza o de dos en sus hogares. Los pobres se contentan con ganado menor» 32
la capacidad militar, sino en el de la longevidad humana. Los etío­ Por esto estiman, con conocimiento de causa, la duración de la vida
pes están orgullosos de ella, y el texto da a entender que es uno de humana en su pueblo alrededor de los ochenta años, y si, según He­
los mayores bienes que puede poseer el hombre.· Estas observacio­ rodoto, los etíopes fijan la suya en los ciento veinte años, esta cifra
nes sin importancia que los documentos nos han permitido realizar, está para estos montañeses en los límites de lo verosímil.
destacan la ambigüedad fundamental de la actitud hacia la vejez. Igualmente razonables son los textos egipcios. A mediados �el
La volveremos a encontrar a lo largo de la historia: dedicados a la tercer milenio, Ptah-Hotep estima que ha llegado al final de su vida
búsqueda de remedios contra los males de esa enfermedad que es la a los ciento diez años. Esta edad parece haber sido durante el An­
vejez, los hombres no encuentran nada mejor que desear prolongar tiguo Imperio el límite ideal de la vida: una inscripción que m�n­
esa misma vejez, esa enfermedad que soportan. El anciano se la­ ciona el saludo de un príncipe a un viejo mago precisa que éste tie­
menta de su avanzada edad, pero, al mismo tiempo, se enorgullece ne ciento diez años, «... la edad de morir, el momento de la coloca-
de ella e intenta prolongar sus días. . . 33
.
ción en el sarcófago, el tiempo de1 amortaJamiento» . Mucho mas ,
tarde, en el siglo primero de nuestra era, el «papiro Insiger» es más
pesimista: estima que uno debe considerarse dichoso si alcanza los ·
Primeros cálculos de la longevidad humana sesenta años y que no hay un hombre entre millones que los rebase.
Este descenso de la duración a la mitad se explica, en parte, por las
Son sintomáticos los numerosos y precoces intentos de calcular huellas dejadas por las invasiones, catástrofes y mortandades de los
la duración máxima de la vida humana. Este es uno de los escasos últimos siglos anteriores y también por el género literario, pues se
terrenos en que las antiguas civilizaciones del Oriente Medio han trata de un texto sapiencial, reflexión amarga sobre la vida huma­
respetado muy de cerca la verdad de las estimaciones cifradas. Si ex­ na, semejante a otros helenísticos y hebraicos. La vida es agotadora;
cluimos las duraciones míticas de los reyes sumerios, es evidente que. el hombre pasa diez años de su vida, en la infancia, sin saber na?�·
las cifras de máxima longevidad citadas en el Creciente Fértil hace después diez años para aprender, después diez años par� adqumr
3000 ó 4000 años son muy verosímiles; más razonables incluso en experiencia y muy pocos llegan al final: «El resto de la vida, h�sta
su conjunto que los récords aportados en nuestros días, sin prueba los sesenta años, que Thot ha establecido para el hombre de Dios,
alguna, por algunos rusos o japoneses. Ello es un indicio de la im­ sólo uno entre millones bendecido por Dios lo pasa, cuando la suer-
portancia concedida a esta cuestión en la Antigüedad: el tema es de­ te le es favorable» 34. . .
masiado serio como para ser tratado a la ligera. Ciertamente, las es­ Pensamos, naturalmente, que pocos hombres alcanzan la vejez
timaciones varían mucho, pero siguen siendo plausibles. en el antiguo Oriente Medio: en la vecina Creta, el estudio de 112
Los antiguos parecen haber tenido una idea más exacta de la esqueletos de la época del minoico medio (hacia el año 2000 antes .
edad que los europeos del mundo medieval, que tenderán a la exa­ de J.C.), indica una esperanza de vida de cuarenta y ocho años para
geración. Los persas conocen su edad con precisión. Herodoto seña- los hombres y cuarenta y cinco para las mujeres 35. Pero algunos ca-
38 HISTORIA DE LA VEJEZ

sos concretos muestran que la longevidad máxima debía situarse por


1
.

EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 39

canzar setenta u ochenta años es en sí mismo una hazaña tan ex­


encima de los cien años para los más robustos: es la edad que Lu­ traordinaria que sólo puede conseguirse con la asistencia y protec­
ciano atribuye a Ciro, y el caso de Ramsés II es universalmente co­ ción de los dioses. Así lo cree Ptah-Hotep, quien, tras lamentarse de
nocido. Herodoto afirmaba que «después de los libios, no hay hom­ su decadencia fisica, se jacta de haber disfrutado del favor divino y
bres tan sanos y de mejor temperamento que los egipcios», lo que desea a su hijo que alcance la misma edad que él: «Que puedas vi­
atribuía a las virtudes del clima, que no cambia, y a la higiene de vir tanto tiempo como yo. Lo que he· hecho en la tierra no es des­
los habitantes, que se purgan cada mes y utilizan vomitivos y lava­ preciable. El rey me ha reconocido ciento diez años de vida y un lu­
tivas 36• gar preeminente entre los ancianos, porque he servido bien hasta la
Evidentemente, es imposible conocer la proporción exacta de per­ muerte.» Una larga vida es una recompensa divina concedida a los
sonas de edad avanzada en estas poblaciones antiguas, pese a que justos.
todas las monarquías y todos los Estados organizados que conocen Esta idea está generalizada en el Oriente Próximo. Una inscrip­
la escritura se han preocupado de empadronar a su población. La ción cananea, cerca de Alepo, hace decir al difunto, Agbar, sacer­
práctica de los censos, realizados para conocer los recursos del Es­ dote de Sahr: «Gracias a mi rectitud, (el dios) me ha dado un nom­
tado, es casi tan antigua como la historia. Se han encontrado en bre y ha prolongado mis días. El día de mi muerte yo hablaba aún,
Egipto fragmentos de listas nominales por familia que datan de la y ¿qué veo con mis ojos? A los hijos de cuatro generaciones que llo­
vigésima dinastía (siglo XI antes de J.C.). El Extremo Oriente pa­ ran por mí» 38. También es normal rogar para que la divinidad con­
rece haber sido más preciso en este terreno. En la India de los Goup­ ceda al rey llegar a viejo. Múltiples son las invocaciones elamitas,
ta, el ministro Kautilya (siglo III antes deJ.C.) aconsejaba al sobe­ babilonias y egipcias en este sentido 39•
rano hacer inscribir «el número de mujeres y hombres, de niños, de Las relaciones entre la vejez y el mundo d·e lo sagrado se extien­
personas mayores...»; en China, el ritual de los Tcheou (siglo XI an­ den a otro dominio, el de la magia. Hay siempre algo de sobrena­
tes de J.C.) recomendaba también distinguir «ios que son viejos y tural en el anciano, que se encuentra ya como fuera de este mundo
los que son jóvenes», y fragmentos de listas de nombres del año 416 y de sus pasiones; ya no tiene gran cosa en común con los demás
después de J.C. relativas a un pueblo de Kansou dan la edad y la hombres; su aspecto mismo no es verdaderamente humano. Se le re­
profesión de cada uno; así encontramos en un hogar de siete perso­ conoce, pues, una cierta familiaridad con los dioses y los demonios. . J

'
nas a tres generaciones reunidas, siendo la edad de los abuelos de Eritre los hititas, los rituales mágicos son realizados por ·ancianos;
sesenta y seis a sesenta y tres años. Los japoneses· se preocupaban es la «vieja» quien pronuncia las fórmuias rituales contra las quere­
igualmente de contabilizar aparte el número de viejos, tal como pe­ llas domésticas 40• El viejo de ciento diez años de la inscripción de
día el emperador Soujin-en el año 86 antes de J.C. A partir del siglo la mastaba de Ptahetep es igualmente un mago, y entre los persas
VII, los registros japoneses clasifican a la población según la edad, es un hombre de avanzada edad, Artabán, el encargado de inter­
distinguiendo entre los «viejos» (de sesenta a sesenta y cinco años) pretar los sueños del reyJerjes. Está considerado, al mismo tiempo,
y los «ancianos» (más de sesenta y cinco años) 37• como «el hombre memoria de la dinastía».
La familiaridad con lo sagrado, combinada con la experiencia y
La vejez, bendición divina la sabiduría que les confiere su longevidad, explica la importancia
del papel político representado por los ancianos en todas las socie­
Para estas sociedades antiguas, profundamente religiosas, la ve­ dades antiguas del Oriente Próximo. En el clan, forma de organiza­
jez se relaciona con el mundo de lo sagrado. El simple hecho de al- ción más frecuente en todo el mundo semítico, el jefe natural es el
40 HISTORIA DE LA VEJEZ EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 41

patriarca, el miembro de más edad del grupo: rodeado de un gran ca de Ciro, cuenta que en cada ciudad la población estaba dividida
respeto, toma todas las decisiones importantes que comprometan la en cuatro clases de edad. Los niños estaban dirigidos por doce an­
vida del clan, del que es la encarnación. Algunas inscripciones ba­ cianos, los adolescentes por doce hombres maduros, los adultos por
bilónicas muestr¡n que se le considera con frecuencia responsable doce de entre ellos, igual que los ancianos. A los cincuenta años se
de las faltas cometidas por los miembros de su familia 41, y a la in­ accedía a esta última categoría, cuyos miembros juzgaban los asun­
versa, la Biblia habla de la familia de Achan, condenada a muerte tos públicos y privados, distribuían los cargos y podían pronunciar
por los pecados de su patriarca. Asimismo, en árabe, el término condenas a muerte 48•
shaikh designa a la vez al jefe y al viejo.
En los estados con una organización política más compleja, las
grandes monarquías del Creciente Fértil, el «consejo de los ancia­ Relaciones entre jóvenes y viejos en el Creciente Fértil
nos» es una institución casi universal. La encontramos en Uruk des­
de el cuarto milenio: al lado del «señor», los textos de Jemdet Nasr Algunos indicios parecen indicar, sin embargo, que los poderes
mencionan a los «ancianos», que estaban investidos sin ninguna otorgados a la vejez eran discutidos por los jóvenes, y que estos úl­
duda de poder político 42• Los encontramos en las ciudades del rei­ timos soportaban con impaciencia la tutela de sus mayores. El tema
no acadiano, donde dirigen la administración al lado de gobernado­ del conflicto generacional es muy frecuente en los mitos. La mayo­
res responsables ante el rey 43• En el antiguo reino asirio, una «asam­ ría de las veces, por lo demás, son los jóvenes quienes lo inician,
blea de los ancianos» posee atribuciones legislativas y judiciales 44• como se ve en la epopeya sumeria de Gilgamesh. En este largo poe­
Los archivos de Mari, en el segundo milenio, hablan de «ancianos» ma del año 3000 antes de J.C., el héroe, que propone entablar una
que defienden los intereses de la comunidad 45• Las ciudades-estado guerra contra el Aga de Kish, se enfrenta con su consejo de ancia­
de Fenicia se ajustan a este modelo: el libro de Ezequiel (27,9) ha­ nos, favorable a la paz; Gilgamesh apela a la juventud, a los gue­
bla de los ancianos de Byblos. rreros, que le dan su aprobación, y la opinión de los ancianos es re­
El papel de los ancianos es igualmente capital en el ámbito ju­ chazada.
dicial. En el siglo XIII antes de J.C., los espléndidos textos jeroglí­ La mitología ugarítica sugiere la misma evolución. El gran dios
ficos relativos a la organización del pueblo egipcio de Deir el-Medi­ del panteón local, El, es representado como un viejo, con barba y
na nos muestran el tribunal local compuesto, en parte, por los tra­ cabellos blancos; vive retirado en una montaña, es llamado «padre
bajadores de más edad y por sus esposas 46• El código de Hammu­ de la humanidad» y la mayoría de los demás dioses son descendien­
rabi menciona con frecuencia a los sibu, hombres de cabellos blan­ tes suyos. Un bajorrelieve de Ras Shamra, del siglo XIV antes de
cos: intervienen como testigos. En general, todos los asuntos impor­ J.C., lo representa sentado, con los rasgos de un viejo, rodeado de
tantes parecen decidirse en presencia de los ancianos. Entre los per­ dioses jóvenes. Entre éstos, el principal es Baal, verdadera encama­
sas, los <�ueces reales» son viejos que permanecen activos hasta su ción de la juventud y del vigor. Algunos arqueólogos e historiadores
muerte: «Estos jueces reales --dice Herodoto-- son hombres esco­ se inclinan a pensar que los textos mitológicos de Ugarit presupo­
gidos entre todos los persas. Ejercen sus funciones hasta la muerte, nen que ha habido una lucha entre El y Baal, lucha que acaba con
. a menos que sean convictos de alguna injusticia. Son los intérpretes la victoria del dios joven sobre .el viejo 49• Esta lucha aparece tam­
de las leyes y los jueces de los procesos; todos los asuntos son de su bién entre los hurritas, donde el viejo dios Kumarbi es reemplazado
jurisdicción» 47 • por el joven dios de la tormenta; entre los babilonios, donde el viejo
Jenofonte, que también elogió las instituciones persas en la épo- Enlil deja paso al joven Mardouk; y hasta entre los griegos, donde
42 HISTORIA DE LA VEJEZ EL ANTIGUO ORIENTE MEDIO 43

Cronos es desposeído por Zeus. Pero volviendo a Ugarit, otro mito, la costumbre obliga a las hijas a cuidar de sus padres: «Si los hijos
el de Keret, ilustra ei mismo conflicto: el semi-dios Keret, rey de varones no quieren alimentar a su padre ni a su madre, no se les
Khubur, ya muy viejo, cae enfermo y uno de sus hijos, Yassib, in­ obliga a ello; pero las hijas sí son obligadas, incluso aunque no quie­
tenta entonces apoderarse del trono. El impedirá, sin embargo, que ran» 56. El mismo autor señala también la ausencia de conflictos ge­
el complot triunfe 50• Mencionemos también entre los acadios, al vie­ neracionales entre los persas: «Aseguran que nunca han matado a
jo dios Apsou, rechazado por sus descendientes. su padre ni a su madre, antes al contrario, cuando semejantes crí­
Pero ¿en qué medida los mitos son un reflejo de la realidad hu­ menes han tenido lugar, se descubre precisamente que estos hijos
mana? La sola lectura de los primeros no es suficiente para sacar con­ eran ilegítimos o adulterinos. Pues es inverosímil, añade, que un hijo
clusiones relativas a la segunda. No se puede dudar apenas de la exis­ mate a los verdaderos autores de sus días» 57•
tencia de fricciones entre jóvenes y viejos. Las recomendaciones de La suerte de los viejos sin hijos debía de ser, sin duda, desgra­
los moralistas serían suficientes para demostrarlo: «No rechaces al ciada, y desde el milenio II, el viejo solitario es incluido entre los
anciano y no impidas hablar a los viejos», dice el escriba egipcio pobres, enfermos y lisiados de todas clases. Pero no se excluye que
Amen-em-opet hacia el siglo VII antes de J.C. 51. «No debes perma­ hayan existido en esta época algunos hospitales de caridad depen­
necer sentado cuando uno más viejo que tú está de pie», aconsejaba dientes de los templos que ofrecieran asilo a algunos de los más des­
ya, en un papiro del siglo X, un padre a su hijo 52; en el siglo XXII, protegidos, como sugiere· un conjunto de cartas de los archivos de
el faraón Meri-ka-re aconsejaba imitar al padre y a los antepasa­ Nippur en Mesopotamia, que datan del siglo XIV antes de J.C. 58.
dos 53, y en el siglo XXV el visir Ptah Hotep recomendaba la piedad Es, pues, extremadamente dificil hacerse una idea de la condi­
filial: «Si un hijo escucha lo que dice su padre, triunfará en todos ción exacta de los ancianos en el Oriente Próximo antiguo. La es­
sus proyectos» 54• casez de los textos que hacen referencia a ellos hace muy aleatoria
¿Prueban estas recomendaciones que se despreciaba a los viejos cualquier t�ntativa de síntesis. Si concedemos credibilidad a las es­
en Egipto? No lo creemos. No es porque se recuerde que el crimen casas noticias recogidas en este capítulo, podemos decir que el mun­
está prohibido, por lo que el asesinato es una práctica corriente. Por do prehelénico, al haber sido ya plenamente consciente de la ambi­
el contrario, el respeto a los viejos probablemente ha sido mayor en güedad fundamental de la vejez, ha concedido a los viejos ancianos
estas antiguas sociedades sacralizadas de lo que pueda serlo en so­ un lugar honorable, que sólo excepcionalmente encontrarán más
ciedades más racionalistas. Herodoto es una prueba de esta evolu­ adelante.
ción; él, griego «moderno» del siglo V antes de J.C., que admira Es significativa la ausencia de sátiras contra los viejos. El hom­
como algo extraordinario la veneración que rodea a los ancianos en bre y la mujer ancianos, a los que el arte y la literatura de las épo­
el mundo egipcio arcaico, considera que es digna de destacar esta cas posteriores se complacerán en ridiculizar, son tratados aquí con
característica de su mentalidad, porque contrasta con la práctica he­ dignidad. La representación más antigua de un anciano es quizá
lénica habitual en su época, cuando, ya lo veremos, sólo los espar­ la estatua de Ebih-il, intendente de la ciudad de Mari, realizada ha­
tanos parecen respetar la vejez: «Entre. los griegos, solamente los la­ cia el 2700 antes de J.C. Calvo y barbudo, irradia una gran digni­
cedemonios coinciden con los egipcios en el respeto que los jóvenes dad y recuerda que toda persona de edad está en contacto con el
muestran a los viejos. Si un joven se encuentra con un viejo, se apar­ mundo divino. Los viejos tienen tanto más prestigio cuanto menos
ta y le cede el paso; si un viejo llega a un lugar donde se halla un numerosos son, y en este mundo en el que la escritura es rara, son
joven, éste se levanta» 55. · 1os archivos vivientes y representan el derecho. En un universo in­
Herodoto añade que los viejos egipcios no son abandonados, pues mutable, su. experiencia no caduca nunca y siempre es útil. En un
HISTORIA DE LA VEJEZ

mundo que no idolatra la belleza fisica y en el que la sabiduría es


más importante, la anciana no será el símbolo de la fealdad, tal como CAPITULO 2
Hegará a serlo más tarde.
La edad de oro no ha existido nunca, tampoco para los ancia­ El mundo hebreo:
nos. Pero, atendiendo a las condiciones de vida de la época, la con­ del patriarca al anciano
dición de viejo en el Oriente Medio antiguo parece relativamente so­
portable. A pesar de los sufrimientos fisicos que le aporta la edad,
no está demasiado equivocado si considera su longevidad como una
bendición divina. Escuchado y honrado, ejerce un poder real, como
patriarca o como consejero. Los últimos siglos antes de nuestra era
verán degradarse su situación sensiblemente. Los escritores bíblicos
nos permitirán comprobar esta evolución.

Hoy tenemos una idea relativamente exacta de la fecha en que se


escribieron los diferentes libros del Antiguo Testamento, gracias a
los enormes progresos realizados por la exégesis. Este conjunto ina­
preciable, compuesto por cuarenta y cinco obras escritas entre los
siglos IX y I antes de J.C., permite conocer la evolución de las ins­
tituciones y de la mentalidad de un pueblo a través de las vicisitu­
des de su historia durante un milenio. Escritos jurídicos, históricos,
proféticos, poéticos y filosóficos nos proporcionan de esta forma una
imagen bastante exacta sobre el papel del anciano en un pequeño
grupo semítico de Oriente Medio.
Es importante, sin embargo, comprender bien la amplitud his­
tórica de este documento, ya que transcurren aproximadamente mil
años entre las primeras redacciones del Libro de Samuel o de los Pro­
verbios y la terminación del Libro de la Sabiduría. Por tanto, no po­
demos servirnos del Antiguo Testamento sin más, como se hace de­
masiado a menudo, para extraer referencias intemporales sobre «la
vida del pueblo hebreo». En segundo lugar, es indispensable utilizar
los libros bíblicos en el orden cronológico en que fueron redactados
según lo establece la exégesis bíblica, y no en el orden con que se
presentan en las Biblias canónicas. Si se respetan estas dos condi­
ciones, puede reconstruirse una historia de la vejez entre los hebreos
a lo largo del primer milenio antes de nuestra era. Es la historia de
HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 47

una degradación progresiva de la condición del anciano debida tan­ para que lleven contigo la carga del pueblo y no tengas que llevarla
to a acontecimientos internos como externos. tú solo» (Nm,11,16-17).
Así pues, los ancianos son considerados los portadores del espí­
ritu divino, investidos de una misión sagrada, guías del pueblo. Sus
La Edad de Oro: el patriarca y el anciano antes del exilio poderes religiosos y judiciales son enormes: cuando se celebran sa­
crificios reparadores de un pecado cometido por la comunidad, im­
El corte fundamental de la historia del pueblo hebreo fue el exi­ ponen las manos sobre el animal (Lv,4,15). Si un hijo_se rebela con­
lio a Babilonia, del año 587 al 538. A partir de este acontecimiento tra sus padres, ellos deciden la lapidación (Dt,21,18-21). Si un hom­
traumatizante todo será distinto a como era con anterioridad. Antes bre acusa a su mujer de no llegar virgen al matrimonio, o si un hom­
del exilio nos encontramos con el período monárquico; monarquía bre se niega a casarse con su cuñada viuda (Dt,25,7-10), son tam­
única con Saúl, David y Salomón (finales del siglo XI-principios del bién ellos quienes dictan sentencia (Dt,22,13-21). En cada ciudad,
X), monarquía doble después con los reinos de Israel y J udá, el pri­ el consejo de ancianos es todopoderoso. Cuando un asesino se esca­
mero destruido por los asirios en el año 721, el segundo por los ba­ pa de una de las ciudades-refugio previstas por la ley, los ancianos
bilonios en 586. A esta época monárquica corresponde la primera envían a alguien para que le aplique la exiradición y lo entreguen al
gran ola de literatura judía. Los escritos reflejan, por supuesto, las vengador familiar (Dt,19,12). Acompañan al jefe en sus lamentacio­
condiciones de vida en un pequeño reino de Oriente Medio, en una nes ante el Arca de la Alianza Oos,7,6). Representan incluso un pa­
situación precaria frente a sus poderosos vecinos, pero muestran pel militar, ya que siguen al frente del ejército en la campaña contra
también la dependencia de las tradiciones orales transmitidas a tra­ Ay üos,8,10).
vés de los tiempos, desde la época nómada, la estancia en Egipto, El papel de los ancianos parece reforzarse durante el período de
la epopeya mosaica y la reconquista de Palestina. Es dificil distin­ los jueces. Como muestra el libro del mismo nombre, redactado ha­
guir estas dos influencias, pero son las noticias más antiguas, rela­ cia el siglo VII pero siguiendo tradiciones que se remontan ai XII,
tivas al período de organización en clanes, las que nos aportan pro­ los ancianos deciden recurrir a estos jefes temporales que son los jue­
bablemente los testimonios más favorables hacia la vejez, ces y destituirlos después: cuando Israel es atacada por los amoni­
Según los escritos más antiguos, en la época del nomadismo los tas, los ancianos de la tribu de Galaad van a buscar a Jephté para
ancianos desempeñaban un papel fundamental, y eran considerados pedirle que dirija al pueblo, no obstante haberle exiliado en otro tiem­
los jefes naturales del pueblo. Moisés toma sus decisiones solamente po Oc,11,15). Cuando es necesario buscar mujeres para aumentar
tras haberles consultado: cuando Dios le habla en la zarza ardiente, la tribu de Benjamín, son también los ancianos de Israel quienes dis­
le pide que reúna a los ancianos de Israel (Ex,3,16); cuando, en el cuten sobre ello - y deciden apoderarse_ de las doncellas de Silo
desierto, hace brotar el agua de la roca, tiene también junto a él a O c,21, 16). Los pueblos vecinos tenían la misma institución: cuando
los ancianos; Dios le ha pedido expresamente que ie acompañen Gedeón derrota al pueblo de Soukkoth, al este del Jordán, manda
(Ex,17,5). El Libro de los Números relata, por lo demás, la creación matar a los jefes y a los ancianos Oc,13-16).
del Consejo de los Ancianos como una iniciativa divina: «El Señor Esta distinción es importante. La encontramos ya en Josué (23,2
dijo a Moisés: reúneme a setenta ancianos de Israel entre los que y 24,1): los ancianos forman en torno al jefe una especie de consejo
sabes que son ancianos y magistrados del pueblo. Los llevarás a la de los sabios. Poco a poco, la dualidad del poder que se establece
tienda de reunión; y que estén allí contigo. Yo bajaré y hablaré con­ en las tribus parece corresponder a una diferencia de edad. En la
tigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos época de los «gigantes», Moisés y Josué, el jefe, garantizada su in-
�····

El MUNDO HEBREO 49
HISTORIA DE LA VEJEZ

vencibilidad gracias a la protección divina, mantenía hasta su muer­ nión y sigue el consejo de los jóvenes. He aquí la primera muestra
te el poder y todas las facultades conferidas por éste: «Moisés tenía de un conflicto generacional relatada en el Libro de los Reyes, es­
ciento veinte años cuando murió; su vista no se había apagado ni crito en el siglo VII: habiendo solicitado el pueblo una disminución
su vigor le había abandonado» (Dt,3 4,7): Aarón vivió ciento veinti­ de los impuestos, Roboam «pidió consejo a los ancianos que habían
trés años: Josué, aunque «ya viejo y entrado en años, acaba la con­ estado al servicio de su padre Salomón». Los ancianos le sugieren
quista y muere a los ciento diez años» Oc,13,l). Pero en la época que haga lo que el pueblo le pide. Roboam no está de acuerdo, «pi­
de los jueces, que no gozan ya del prestigio de los antiguos jefes, el dió consejo a los jóvenes que habían crecido con él»; éstos le acon­
pueblo exige la retirada de los más ancianos: y son los ancianos mis­ sejan, por el contrario, que aumente los impuestos, y el rey los se­
mos quienes piden un rey a Samuel, pues piensan que éste es de­ cunda (1R,12,6,8). El conflicto llegará a ser permanente en los es­
masiado viejo para gobernarlos (Is,8,l -5). El jefe debe estar en ple­ tados monárquicos, en los que veremos al joven rey presionado por
na posesión de sus facultades por tener responsabilidades militares, sus cortesanos para que se libere de la fastidiosa tutela de los «ve­
en tanto que los ancianos ejercen una función esencial como consejo jetes» del reino precedente.
de sabios. Samuel exige además que el rey Saúl rinda honores a los
ancianos, para dar a este gesto un carácter más oficial (Is,15,3 0).
Durante el período real se consolida este papel de los consejeros. Primeros signos de decadencia
Los soberanos se muestran deferentes hacia los ancianos y respetan
sus atribuciones: David les envía una parte del botín arrebatado a Paralelamente, comienza también a degradarse la imagen social
los amalecitas (Is,3 0,2 6); durante la guerra entre David y Saúl, cada del anciano. Los escritos más antiguos coinciden en destacar la no­
uno intenta poner de su lado a los ancianos, pues se dan cuenta de bleza, la sabiduría, el carácter venerable de los ancianos, tanto más
la importancia de su apoyo (2S,3,17). El entendimiento con David respetables cuanta más edad tienen. El patriarca es el modelo, pues
parece que fue perfecto: el rey estableció una alianza con ellos des­ su asombrosa longevidad es la muestra de la bendición divina.- Como
pués de acceder al trono (2S,5,3). Cuando el rey hace penitencia des­ en Mesopotamia, se atribuye a los jefes míticos de antes del Diluvio
pués de apoderarse de la mujer de Urías el hitita, los ancianos van una edad extraordinaria: novecientos treinta años a Adán, novecien­
a consolarlo (2S,12,17). Durante la sublevación de Absalón, éste bus­ tos doce a Set, novecientos cinco a Enoch, novecientos diez a Que­
ca apoyo en los ancianos de Israel (2S,l 7,5) y David en los ancianos nan, ochocientos noventa y cinco a Mahalalel, novecientos sesenta
de Judá (2S,19,2), nueva prueba de su importancia política. La ar­ y dos a Yered, trescientos sesenta y cinco a Henok, novecientos se­
monía continúa durante el reinado de Salomón, quien convoca a los senta y nueve a Metoushelah (nuestro famoso Matusalén, record­
ancianos para todos los asuntos importantes, como el traslado del man absoluto de la longevidad en la cultura occidental), setecientos
Arca al Templo (IR,8,1). Y unos años más tarde, cuando Jehú lu­ setenta y siete a Lamek, novecientos cincuenta a Noé (Gn,5). A par­
cha contra el rey de Samaria, se dirige a los ancianos de la ciudad tir de este momento, la longevidad va a reducirse lentamente. y de
para que organicen la sublevación (2R,10,l y 5); cuandoJosías aco­ forma irregular como_ resultado de la cólera divina: Sem, hijo de Noé
mete su reforma social, convoca a los ancianos de Judá y de Jeru­ vivió también seiscientos años, Arpakshad cuatrocientos treinta y
salén (2R,3,14). ocho, Shelah cuatrocientos treinta y tres, Eber cuatrocientos sesenta
A partir del reinado de Roboam, después del año 9 3 5, surgen las y cuatro, Péleg doscientos treinta y nueve, Reou doscientos cuaren­
. ta y uno, Seroug doscientos treinta, Nahor ciento cincuenta y ocho,
primeras discrepancias del rey con el consejo de los ancianos. Por
vez primera el rey, en conflicto con ellos, no tiene en cuenta su opi- Térah doscientos cinco (Gn,10,2 5), Abraham ciento setenta y cinco,
50 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 51

Ismael ciento treinta y siete, Isaac ciento ochenta,Jacob ciento cua­ minos de la justicia» (Pr,1 6,31 ); «Los cabellos grises son la honra
renta y siete, José ciento diez. de los viejos» (Pr,20,29). Los buenos viven mucho tiempo, los mal­
Como en los pueblos vecinos, una larga vida es también la señal vados mueren jóvenes: «El temor del Señor prolonga los días, pero
del favor divino. Se nos muestra en el Génesis un curioso episodio los años de los malos son acortados» (Pr,10,27); «Escucha, hijo mío,
en el que José presenta a su padre al faraón. La única pregunta que recibe mis palabras y los años de tu vida se multiplicarán» (Pr,4,10);
éste último le hace es sobre su edad; pues éste es el mejor modo de «Los hombres sanguinarios y falsos no pasarán de la mitad de sus
conocer el poder del dios de un pueblo: ¿cuántos años es capaz de días» (Sal,55,24): «Le colmaré de largos días y haré que vea mi sal­
mantener la vida de sus fieles? El redactor del Génesis tiene buen vación», dijo el Señor al justo (Sal,91 ,1 6).
cuidado de atribuir aJacob ciento treinta años, es decir, veinte años Estos escritos, fijados en su mayor parte desde el comienzo de la
más que a los sabios egipcios, lo cual impresionará al faraón y le ins­ monarquía, ordenados y transcritos con los medios de la adminis­
pirará el mayor respeto por Yahveh, que aumentará cuando Jacob tración real, reflejan el pensamiento de los ambientes cultivados de
añade que sus antepasados antediluvianos llegaban a vivir muchos la corte. Es posible que la vejez haya sido más respetada en estos
más años: «El faraón le dijo: -¿cuántos años tienes? -Los años de círculos más tradicionales y ricos que entre el pueblo. Pero los es­
mis andanzas hacen ciento treinta años -respondió Jacob. -Pocos critos proféticos de los siglos VIII y VII coinciden sin embargo con
y malos han sido los años de mi vida, y no han llegado a igualar los ellos en este punto, pese a proceder de medios más diversos y a me­
años de vida de mis padres en el tiempo de sus andanzas» nudo en conflicto con las clases acomodadas, ya que fustigan los abu­
(Gn,47,8-10). «Los que respetan la ley llegarán a viejos», dice el sos de los ricos. Isaías nos muestra así a Dios ocupando asiento en
Deuteronomio (32,47). Por el contrario, la ausencia de ancianos en la montaña de Sión en presencia de los ancianos (Is,24,23). Para
la familia es un signo de maldición: «Ya no habrá viejos en tu casa» él, el anciano tiene como misión guiar al pueblo: «El anciano y
dijo el profeta a Eli, cuyos hijos se portaban mal (Is,2,32). Dios pro­ dignatario es la cabeza» (Is,9,14), y el mejor signo de anarquía es
mete a Salomón concederle una larga vida si le guarda fidelidad la 'falta de respeio al anciano. Entre las catástrofes que anuncia, ocu­
( lR,3,1 4). pa un lugar preferente la conquista del poder por los jóvenes: «Les
Se honra al anciano. Es el hombre de confianza del señor: cuan­ daré mozos por jefes, y les gobernarán según sus caprichos..., el mo­
do Abraham decide casar a su hijo Isaac, encarga al más viejo de zalbete se levantará contra el anciano» (ls,3,4-5). Para Jeremías, el
sus servidores, que al mismo tiempo es el administrador de sus bie­ colmo de la desolación es que incluso los ancianos se verán afecta­
nes, que vaya a escoger una mujer (Gn,24,2). El anciano, testigo del dos por la deportación Qr,6,11 y 51 ,22). Cuando él mismo es encar­
pasado, representa el vínculo vivo entre las generaciones y se le pre­ gado de ir a anunciar al pueblo las desgr<!-cias futuras, Dios le pide
gunta siempre a él para conocer las costumbres antiguas (Dt,37 ,2). que se rodee de ancianos Qr,19,1): estos últimos son más sabios que
Testigo de la gran época, es quien garantiza la fidelidad del pueblo: los sacerdotes, y entran en conflicto con ellos por defender al profeta
Israel es fiel al Señor mientras viven los ancianos que han conocido Qr,26,17).
los tiempos heroicos de la conquista Qos,24,31), y el libro dejosué Añadamos que la ley mosaica garantizaba el respeto a los ancia-
termina significativamente con la muerte del hijo de Aarón, el sa­ nos y a los padres de edad avanzada: «Ponte en pie ante las canas
cerdote Eleazar Qos,24,33): la muerte de un anciano marca el ver­ y honra el rostro del anciano» (Lv,1 9,32); «Honra a tu padre y a tu
dadero fin de una época. madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra, que te da el
Proverbios y salmos rivalizan en alabanzas hacia los viejos: «Los Señor tu Dios» (Ex,20,1 2). La bendición otorgada por el padre an­
cabellos grises son una corona de honor; se les encuentra en los ca- ciano es sagrada e irrevocable, y convierte al hijo bendecido en he-
52 HISTORIA DE LA VEJEZ

redero: así sucede cuando Isaac bendice por error aJacob en lugar
l EL MUNDO HEBREO

ja de sus achaques: «¿Cuántos podrán ser los años de mi vida para


53

de a Esaú (Gn,27) o cuando Jacob bendice a su hijo (Gn,49). En que suba con el rey a Jerusalén? Ochenta años tengo. ¿Puedo hoy
algunos casos, entre los moabitas pero sobre todo entre los amoni­ distinguir entre lo bueno y lo malo? Tu siervo no llega ya a saborear
tas, el padre anciano puede acostarse con sus hijas, como recuerda lo que come o bebe, ni alcanza ya a oír la voz de los cantores y can­
el episodio de Lot (Gn,20,30-38). Esto pone de manifiesto el presti­ toras» (2S,19,32-40). En cuanto a los Salmos, reducen aún más la
gio y el poder del anciano en la época antigua. Por lo demás, habi­ longevidad. «Los años de nuestra vida son setenta, ochenta si hay
tualmente se califica a la vejez de «dichosa»: Abraham «murió en vigor» (Sal,90,10).
buena ancianidad, viejo y lleno de días» (Gn,25,8); Isaac muere «vie­ Así pues, los escritos más antiguos constatan las debilidades y
jo y lleno de días» (Gn,35,29); Gedeón «murió después de una di­ los límites fisicos de la vejez, pero de una forma neutra, sin apesa­
chosa vejez», rodeado de sus setenta hijos Qc,8,32). dumbrarse por ello y sin amargura. Ha pasado ya el tiempo de la
Así, no parece que haya sido demasiado desagradable envejecer sexualidad, y la anciana Sara lo reconoce con humor: «Abraham y
en la época de los patriarcas, e incluso de la monarquía. La compa­ Sara eran ancianos, entrados en años, y a Sara le habían cesado las
ración con los períodos posteriores es, en todo caso, favorable a aque­ reglas. Rióse pues Sara interiormente y dijo: -Después de estar gas­
lla época lejana. Es cierto que no hemos oído a los ancianos expre­ tada, ¿voy a sentir el placer? ¡Y además mi marido es viejo!» (Gn,
sar sus propias opiniones, y todos los textos hablan de ellos en ter­ 18,11-12). David, por su parte, no se reirá de su impotencia: «Era
cera persona. Pero hay que señalar que la literatura de estos siglos ya viejo el rey David y entrado en años; le cubrían con vestidos pero
XII-X les concede la mayor atención, sin ninguna nota discordante. no entraba en calor. Sus servidores le dijeron: -Que se busque para
En general, parece que los ancianos han sido siempre respetados, el rey nuestro señor una joven virgen que sirva al rey y le atienda;
atendidos y obedecidos; gozan de un prestigio casi religioso. Las ge­ que duerma en su seno y dé calor al rey nuestro señor» ( lR,1,1-2).
neraciones futuras podrán envidiar su suerte. Le llevaron a la joven Avisag, la sunamita, una joven muy bella.
Su única carga es natural: el dolor fisico y la disminución de la Pero no logra reariimar el vigor de David, lo que aflige mucho al
capacidad vital. En este aspecto podemos descubrir en la época de rey, pues la impotencia sexual significa que no es apto para reinar.
los reyes el comienzo de una pérdida de prestigio. La evolución del Más tarde, su hijo Salomón perderá al llegar a viejo lo que le había
discurso relativo a las deficiencias fisicas es reveladora. La insisten­ dado la fama, es decir, su capacidad de juicio, y sus mujeres le ha­
cia creciente sobre los límites y los males de la vejez indica que su rán volverse hacia· otros dioses (1R,11, 4).
imagen se deteriora. La ceguera es uno de los males más frecuentes entre los viejos:
Empecemos por el cálculo de la longevidad. EÍ Génesis se mos­ «Ajías no podía ver porque sus pupilas se habían quedado rígidas
traba generoso en este aspecto: Dios fija la duración de· la vida hu­ a causa de su vejez» (IR,14,4); «Isaac había envejecido, sus ojos se
mana en ciento veinte años (Gn,6,3), y el Libro deJosué sitúa en la debilitaban y ya no veía» (Gn,27,l); «Elí contaba noventa y ocho
época de Moisés a vigorosos ancianos, como Caleb que emprende años. Tenía las pupilas inmóviles y no podía ver» (IS,4,15). Este úl­
una guerra a los ochenta y cinco años con el ardor de un joven: timo murió además por un accidente debido a su impotencia: «Elí
«Heme aquí a la edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan cayó de su asiento, hacia atrás, en medio de la puerta, se rompió la
fuerte como el día en que Moisés me envió; conservo todo mi vigor nuca y murió, pues era anciano y estaba ya torpe» (IS,4,18).
de e nto nces para combatir y para defender mi puesto» Llega un momento en que incluso los gigantes de la edad heroi­
Qos,14,10-11). El Libro de Samuel es ya menos optimista. A los ca, a pesar de su estatura sobrehumana sienten que disminuyen sus
ochenta años, Barzil-lai el galaadita se ve al final de su vida y se que- facultades y se preparan para la renuncia: «Tengo ya ciento veinte
54 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 55

años. No puedo ir y venir más», hace decir a Moisés el Deuterono­ faz de los ancianos no ha sido respetada» (Lm,5,12). En este mismo
mio, lo que niega más adelante cuando afirma que había mantenido libro y en el de Ezequiel, el colmo de ias calamidades es que los an­
toda su vitalidad. Así mismo, Samuel, al darse cuenta de su deca­ cianos ya no van al consejo, ni dan su opinión, e incluso se vuelven
dencia nombra jueces a sus hijos (I S,8,1); los levitas son apartados hacia los ídolos, prueba de la importancia otorgada a su presencia
del servicio a los cincuenta años y dedicados desde entonces a ta­ y a su conducta (Ez,7,26 y 8,11). Los ancianos participan del duelo
reas secundarias: «Desde los cincuenta años cesará en el servicio; no general en las plazas públicas: «En tierra están sentados, en silen­
servirá ya más. Ayudará a sus hermanos en la Tienda de Reunión cio, los ancianos de la hija de Sión; se han echado polvo en sus ca­
en el desemp¿ño de su ministerio, mas no prestará servicio» bezas» (Lm,2,10).
(Nm,8,23-26), lo que puede ser interpretado de dos maneras opues­ Su presencia tranquilizadora será también uno de los signos del
tas: el levita de edad avanzada es postergado a una posición subal­ retorno a la paz y la prosperidad: «Aún se sentarán ancianos y an­
terna, o por el contrario, es él quien vigila a los demás. cianas en las plazas de Jerusalén, cada cual con un bastón en la
En todo caso, el pueblo no tiene edad para el retiro. Los ancia­ mano, por causa de sus muchos días» (Za,8,4). Habrá entonces un
nos trabajan en el campo como los demás Uc,19,16), y algunos pro­ cambio general, que se manifestará en una prolongación de la vida
verbios de antes del exilio daban a entender que no siempre se res­ humana, signo de la bendición: «No habrá allí jamás niño que viva
petaba a los padres de edad avanzada: «Escucha a tu padre, que él pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será mo­
te engendró, y no desprecies a tu madre por ser vieja» (Pr,23,22). rir a los cien años» (Is,65,20).
Aunque es rara la angustia del anciano solitario, los tiempos anti­ Los escritos históricos postexílicos apenas pondrán en duda el
guos no la han ignorado: «A la hora de mi vejez no me rechaces; no prestigio de la vejez. De nuevo se muere feliz y a una edad avanza­
me abandones cuando decae mi vigor. .. Y ahora que llega la vejez da: «Envejeció Yehoyadá, y murió colmado de días. Tenía ciento
y las canas, ¡oh Dios, no me abandones!» (Sal,71,9 y 18). treinta años cuando murió» (2Cro,24,15). Se corrige incluso la ima­
gen desagradable que los escritos precedentes hubieran podido dar
de la vejez de los grandes fundadores: según las Crónicas, escritas
Los escritos posteriores al exilio: decadencia del poder de los a finales del siglo IV, David murió «en una vejez dichosa, colmado
ancianos de días» (2Cro,29,28),, Matar a los viejos sigue siendo el crimen es­
La gran ruptura del exilio contribuyó, sin embargo, a consoli­ candaloso por excelencia (2Cro,36,l 7 y 2Ma,5,13), y acusan de ello
dar, al menos en la literatura, la posición del anciano, convertido en a todos los enemigos de Israel. Por el contrario, los últimos grandes
imagen de la fidelidad divina: «Hasta vuestra vejez yo seré el mis­ jefes judíos de las guerras nacionales no dejan de pensar en los vie­
mo; hasta que se os vuelva el pelo blanco yo os llevaré» (Is,46,4). jos, y Judas Macabeo les reserva una parte del botín (2Ma,9,30). Es
Los escritos del período babilónico utilizan a menudo la figura del agradable verlos discutir en las plazas públicas, es un signo de pros­
anciano para mostrar los horrores del asedio, de la deportación y de peridad para el pueblo: así, durante el período del gran sacerdote
las matanzas. En las Lamentaciones, la magnitud de las desgracias Simeón, en los años 141-140, «los ancianos, sentados en las plazas,
queda atestiguada por el hecho de que ni siquiera se han salvado sólo hablaban de prosperidad» (1 Ma,14,9). Los ancianos represen­
los viejos, lo cual es un signo a contrario de su eminente dignidad en tan al pueblo y se confia en ellos porque son sabios.
la sociedad hebraica: «Por tierra yacen en las calles niños y ancia­ La conducta de Eleazar, un doctor de la ley de noventa años de
nos» (Lm,2,21); «Mis sacerdotes y mis ancianos han expirado en la edad, es representativa de este prestigio. Invitado a comer carne de
ciudad» (Lm,1,19); «No se respetó a los ancianos» (Lm,4,16); «La cerdo, se niega rotundamente a cómeter este sacrilegio porque un an-
56 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 57

ciano debe ser un ejemplo para los jóvenes; también por esta razón sariamente en los ancianos (Dn,13,4 5,49). Ya ha llegado lo que
se niega a aceptar el subterfugio que le proponen, que consistía sim­ anunciaba el profeta Joel a comienzos del siglo IV: los ancianos ya
plemente en hacer creer que la había comido. Sus palabras testimo­ no serán los únicos que tengan visiones, Dios derramará su espíritu
nian la alta opinión que tiene del papel de modelo y ejemplo que la sobre todos; todos profetizarán, incluso los jóvenes, los siervos y las
vejez debe representar: «Pero él, tomando una noble resolución, dig­ criadas Ql,3,l-2). Se manifiesta, además, menos respeto al consejo
na de su edad, de la prestancia de su ancianidad, de sus experimen­ de los ancianos: hay que prohibir charlar a los asistentes (Sir,7,1 4).
tadas y ejemplares canas», declara: «A nuestra edad no es digno fin­ A pesar de todo, esta institución permanecerá aún mucho tiempo
gir, no sea que muchos jóvenes, creyendo que Eleazar, a sus noven­ bajo la forma de una asamblea de notables. El evangelio según San
ta años, se ha pasado a las costumbres paganas, se desvíen por mi Mateo habla a menudo de ella, siempre de «ancianos, escribas y
culpa, y yo atraiga infamia y deshonra a mi vejez» (2Ma,6,23-26). grandes sacerdotes»; de hecho, se trata del gran sanedrín, colegio de
Por supuesto, no todos los viejos son siempre sabios, como un setenta y un miembros, compuesto de representantes de la aristo­
tal Aurano, «hombre avanzado en edad y no menos en locura» cracia laica (los ancianos), de intérpretes de la ley (los escribas) y
(2Ma,4,40). Pero mantienen un importante cometido en la dirección de representantes de las grandes familias sacerdotales (los grandes
de los asuntos públicos. Darío confia a los ancianos el mando de los sacerdotes). Desempeñan una función esencial en el proceso de Je­
trabajos para la reconstrucción del templo (Esd,6,7); Judas Maca­ sús y los Hechos de los Apóstoles los mencionan con frecuencia
beo pide consejo a los ancianos antes de las batallas (2Ma,13,13); (4,5; 6,12; 2 4 , l ).
con su consentimiento decide Jonathan atacar fortalezas en Judea Las primeras comunidades cristianas continuarán esta tradición:
(l Ma,1 2,3 5); con ellos va al encuentro de Demetrio 11 (lMa,l l ,23); los socorros destinados a la iglesia de Jerusalén en tiempos del ham­
son ellos, finalmente, los que ofrecen el sacrificio por el rey bre de los años 46-48 serán enviados a los ancianos. Se mencionan
(l Ma,7,33). consejos de ancianos en Listra, lconio, Antioquía de Pisidia y Efeso,
Sin embargo, el sentido del término «anciano» ha evolucionado, y Pablo les envía su discurso de despedida, encargándoles que con­
sin duda alguna, desde la época mosaica y la de los jueces. Ya no tinúen su obra (Hch,20,17,38). Nombrados por los apóstoles
designa probablemente una asamblea de ancianos, sino un grupo de (Hch, 1 4,23), los ancianos presiden las asambleas, ejercen el minis­
hombres de edad madura que aún tienen vigor suficiente para par­ terio de la palabra y la catequesis (1 Tm,5,17). Imponen las manos
ticipar activamente en la salvaguarda y desarrollo de la prosperi· a los que reciben un carisma especial (ITm,4,14), hacen la unción
dad. Se conservó el término primitivo, pero se utilizó, de fo�ma co­ de enfermos (St,5,1 4). Pedro les encarga que conduzcan la grey, sin
lectiva, para designar un consejo al que los jefes pedían parecer en abusar de su poder, y pide a los jóvenes que les obedezcan (1P,5,l).
todos los asuntos graves. También se utiliza para designar el ejer­ Pablo encarga a Tito que designe un cierto número de ellos en cada
cicio de las funciones judiciales: el Libro de Ruth nos muestra a los ciudad de Creta (Tt,1,5), y parecen gozar de un gran prestigio: «No
ancianos sentados a la puerta de la ciudad como testigos y fiadores admitas ninguna acusacion contra un presbítero si no viene con el
de la legalidad de un proceso (Rt,4). testimonio de dos o tres», recomienda Pablo a Timoteo (l Tm,5,19).
Dos siglos más tarde aún se menciona al consejo de los ancia­ Juan y Pedro se llaman a sí mismos ancianos por haber pertenecido
nos, en el Libro dejudith, en Betulia Qdt,7,16; 13,12) y en Jerusa­ al grupo de los primeros apóstoles.
lén (l 5,8), pero en adelante será criticado: en el Libro de Daniel es El término «anciano», que aparece también en las Antigüedadesju­
ridiculizado por un falso testimonio y Dios recurrió a un hombre días de Flavio Josefo (XII,111,3), ha ampliado, pues, su significado,
muy joven para restablecer la verdad; el Espíritu ya no mora nece- que va más allá de la estricta consideración de la edad: el anciano
58 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 59

es el personaje importante de la comunidad, el notable, famoso por Una de las bases fundamentales del prestigio de la vejez es dis­
su sabidurfa; ya no es necesariamente el viejo. cutida: una larga vida no es una bendición divina, pues los malva­
dos viven tanto tiempo como los buenos: «¿Por qué siguen viviendo
los malvados, que envejecen y aún crecen en poder?» Ub,21, 7). Sin
La literatura sapiencial: de nuevo, la vejez como problema embargo, la moral tradicional será. preservada una vez más, ya que
a Job, el justo, se le restituirán sus bienes y la salud, vivirá hasta
La imagen del anciano va perdiendo reconocimiento y fuerza a
los ciento cuarenta años, conocerá a sus descendientes hasta la cuar­
partir del siglo V en el mundo hebreo, al misJno tiempo que los an­
ta generación, y morirá «viejo y colmado de días» Ub,42,17).
cianos ven reducirse su poder político y judicial en una sociedad en
Un siglo más tarde, en los años 290-280, Qohélet, influido por
plena transformación. La primera gran reflexión, que podemos ca­
el pensamiento helénico, irá mucho más lejos en el pesimismo. La
lificar de filosófica, sobre el problema humano de la vejez es el ad­
vejez es una larga tragedia individual, una sucesión de desgracias.
mirable Libro de Job. Compuesto poco antes del año 400, este libro,
Son los años de los que se dice: «No me agradan» (Qo,12,1), en los
profundamente original entre los del Antiguo Testamento, refleja las
que sólo se espera la llegada de la muerte:
diversas corrientes de la sabiduría oriental de esta época, hasta el
punto de haberse llegado a poner en duda si el autor era un hebreo. También la altura da recelo,
Trata de la vejez en todos sus aspectos, sociales e individuales, y en y hay sustos en el camino,
toda su ambigüedad. Job es viejo, como la mayor parte de sus in­ florece el almendro,
terlocutores, creyendo todos que esto es suficiente para convertirlos está grávida la langosta,
en sabios: «¡También entre nosotros hay un canoso y un anciano, y revienta la alcaparra;
y es que el hombre se va a su eterna morada,
más cargado de días que tu padre!» Ub,15,10): razón suficiente para y circulan por la calle los del duelo...
creerlos bajo palabra. Esto podía ser válido en otro tiempo, pero en vuelva el polvo a la tierra, a lo que era,
adelante la autoridad de los viejos va a ser discutida: los jóvenes se y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.
burlan de ellos Ub,30,1) y les dan lecciones, pues la sabiduría ya no (Qo,12,5-7)
depende de la edad: Elihú, hijo de Barakel el bUzita, después de ha­
ber dejado respetuosamente hablar a los ancianos, monta en cólera El anciano no puede alardear de su sabiduría y de su experien­
contra ellos por haber sido incapaces de defender la justicia divina, cia, ya que «más vale mozo pobre y s.abio que rey viejo y necio, que
y les pronuncia un severo discurso: no sabe ya consultar» (Qo,4,13). La degradación de los órganos se
Soy pequeño en edad, describe por medio de metáforas: los guardias de la casa (los bra­
y vosotros sois viejos; zos) tiemblan, los hombres vigorosos (las piernas) se encorvan, los
por eso tenía miedo, me asustaba
que muelen (lds dientes) son demasiado escasos, los que miran por
el declararos mi saber.
Me decía yo: «Hablará la edad, la ventana (los ojos), pierden su brillo, los batientes (las orejas) se
los muchos años enseñarán sabiduría.» cierran. Tal es la interpretación
· que hacen de este pasaje' el Talmud
Peró en verdad, es un soplo en el hombre, y el Midrach Rebba. ·
es el espíritu del todopoderoso lo que hace inteligente. Otros escritos de sabiduría de la misma época muestran desdén:
No son sabios los que están llenos de años, los ancianos son charlatanes, chochos acaparadores de la palabra:
ni los viejos quienes comprenden lo que es justo.
«Habla, anciano, que te está bien, pero con discreción y sin estor-
Ob,32,1-9)
HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 61
60

bar la música. Durante la audición, no derrames locuacidad, no te El justo, por el contrario, aunque muera prematuramente
hagas el sabio a destiempo» (Sir,32,3-4). También pueden ser viejos hallará el descanso.
La ancianidad venerable no es la de los muchos días
libidinosos, como los · que codician a la bella Susana para acusarla ni se mide por el número de años;
a continuación falsamente (Dn,13). Por eso conviene, y así lo pide la verdadera canicie para el hombre es la prudencia,
el Siracida, corregir a estos viejos libertinos (Sir,42,8), pues el amor y la edad provecta, una vida inmaculada...
ya no es propio de su edad. Argumento que hará fortuna en todas Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años.
las literaturas europeas. El justo muerto condena a los impíos vivos,
y la juventud pronto consumada, la larga ancianidad
La vejez, lejos de ser una bendición, se convierte en algo temido.
del injusto.
Es preciso retrasarla lo más posible y evitar las preocupaciones que (Sb,4,7-16)
conlleva (Sir,30,24). Esta es otra idea moderna que reaparecerá mu­
chas veces. Los viejos esposos viven con la angustia de ver morir al
otro y quedar solos (Tb,8,7). Se multiplicaban las alusiones al des­ El que sigue el camino de la sabiduría es sabio desde su juven­
precio por los ancianos: «No desprecies al hombre en su vejez, que tud, y no le es indispensable una larga experiencia (Sb,8,8); «Aun­
entre nosotros también se llega a viejo», aconseja el Siracida (8,16); que joven, gozaré de la consideración de los ancianos» (Sb,8, 10).
«No respetemos las canas llenas de años del anciano. Sea nuestra En cierto modo, el Evangelio y las Epístolas conservarán esta
fuerza norma de la justicia, que la debilidad, como se ve, de nada imagen poco favorable de la vejez. En el pasaje de la mujer adúlte­
sirve», dicen los impíos, cada vez más numerosos (Sb,2,10-l l ). Los ra, cuando Jesús pide que los que no han pecado nunca tiren la pri­
padres ancianos son abandonados con frecuencia e insultados, y el mera piedra, los más viejos son los primeros en irse, avergonzados
.Siracida debe precisar nuevamente: Un,8,9). Pablo, en su carta a Tito, se cree en la obligación de re­
cordar a los ancianos sus deberes, y una lectura negativa de este pa­
Hijo, cuida a tu padre en su vejez, saje deja abierto el camino a muchas suposiciones: «Que los ancia­
y en su vida no le causes tristeza. nos sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en
Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente,
la paciencia, en el sufrimiento; que las ancianas asimismo sean en
no le desprecies en la plenitud de tu vigor.
(Sir,3, 12-13) su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de
mucho vino» (Tt,2,2-3). En otra carta, ordena por el contrario el
Por lo demás, la misma literatura está de acuerdo en decir que apóstol a Timoteo: «Al anciano no le reprendas con dureza, sino ex­
la vejez no es un título que merezca el respeto del prójimo. Si bien hórtale como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; a las an­
«el juicio es propio de las canas y saber dar un consejo es cosa de cianas, como a madres» (ITm,5,l-2).'
ancianos», aunque «la corona de los viejos es una gran experiencia», La situación del anciano, pues, ha cambiado por completo desde
sin embargo, «el viejo adúltero, falto de inteligencia», merece el des­ la época preexílica. Ha sido fatal para él el paso de la sociedad pa­

1
precio (Sir,25,2,6). En el Libro dé la Sabiduría, sin duda el último triarcal primitiva a la monarquía, luego al Estado sacerdotal más
del Antiguo Testamento (a mediados del siglo I antes de J.C.), apa­ complejo, más organizado, más estructurado, a las instituciones fi­
rece esta idea que los Padres de la Iglesia harán suya: el verdadero jadas por la costumbre a lo largo de los siglos. La progresiva desin­

1
anciano no es el que ha vivido mucho tiempo, sino el que demuestra tegración de la gran familia tribal, en la que los padres ancianos
sabiduría. La vejez, disociada de la edad, se convierte así en una eta­ eran protegidos y representaban el punto de unión con los· antepa- ·
pa ideal, simbólica: sados, les hace perder seguridad y prestigio. El anciano y la anciana
62 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 63

son responsabilidad exclusiva de sus hijos y nietos directos, y los sonificación de la sabiduría y la perennidad divinas. Y no será ésta
que no los tienen están condenados a la mendicidad (Rt,4,15). la última de las transformaciones de esta eiapa de ia vida, condena­
Pero, sobre todo, el viejo es ahora desacralizado y banalizado. da a una perpetua ambigüedad.
Por la influencia de culturas vecinas, y concretamente por el hele­
nismo que se extiende desde finales del siglo IV, el pensamiento he­
braico sólo ve en él un hombre viejo, enfermo, debilitado y a la es­ La sociedad judía: entre el recuerdo de los patriarcas
pera de la muerte. Su longevidad, motivo de prestigio en otros tiem­ y la desacralización
pos, sólo le servirá ahora para que su culpabilidad sea mayor cuan­

r
do se equivoca. El tipo de viejo odioso, charlatán, chocho, asquero­ Esta ambigüedad continuará existiendo en la sociedad judía tra­
so y lascívo, tan frecuente en la comedia griega, va apareciendo tam­ dicional. Los textos rabínicos y el Talmud contienen numerosas alu­
bién en el ambiente y cultura judíos. Una vez reducido a su dimen­ siones a la sabiduría del anciano y al respeto que se le debe mani­
sión humana, sólo le queda al anciano su debilidad; debe liberarse festar. En los dos primeros siglos de nuestra era, el Comentario so­
de sus responsabilidades y retirarse, siguiendo el ejemplo de Simón bre el Levítico, de Sifra, mantiene que se debe honrar al anciano,
(I Ma,5, 13); destronado por el hombre maduro en los consejos de an­ «no ocupar su asiento, no quitarle la palabra, no interrumpir sus pa­
cianos, comienza su carrera de inútil. La consolidación de las insti­
tuciones y la importancia creciente de la escritura le hacen perder
( labras», pues «un anciano es nada menos que un sabio» (núm. 199).
Megilla recupera escrupulosamente las prescripciones de la Tora:
su papel de guía y de tradición viviente. Los ancianos entran en la «La Tora ordena levantarse ante un anciano y honrarlo mantenién­
sombra dolorosa tras la cual los ocultan todas las sociedades avan­ dose alejado cuatro codos. No se ocupará su sitio, no se le llevará la
zadas. contraria, se le testimoniará respeto y temor; en el comercio y en las
Solamente el vocablo mantiene su prestigio, y el Apocalipsis de gestiones preceden siempre a los demás. En tiempo de guerra, él ca­
Juan representa a la comunidad de los creyentes por medio de los vará un hoyo y se pondrá en cuclillas, según el Deuteronomio 23,14.
veinticuatro ancianos que tari a menudo encontramos en los pórti­ Se volverá hacia el santuario y orinará teniendo el santuario detrás
cos de las iglesias medievales. Siempre se habla, tradicionalmente, de él» (núm. 1072). En las consignas relativas a los votos y a los ju­
de la sabiduría de los ancianos. Pero no es más que una imagen, un ramentos, Nedarim escribe: «Si los niños te aconsejan construir y
símbolo: «No desprecies lo que cuentan los viejos, que ellos también los ancianos derribar, escucha a los ancianos y no a los niños, pues
han aprendido de sus padres; pues de ellos aprenderás prudencia y las construcciones de los niños son destrucción, y la destrucción de
a dar respuesta en el momento justo» (Sir,8,9); «Acude a la reunión los ancianos, construcción; tenemos como ejemplo a Roboam» (núm.
de los ancianos; ¿que hay un sabio?, júntate a él» (Sir,6,34). Final­ 1346) «¿Quién está seguro de alcanzar el Cielo? El que honra a los
mente, la consagración suprema: a partir de Daniel (mitad del siglo viejos» (Babha Bathra,IOb). «El que sigue el ejemplo de los jóvenes
11), el mismo Dios es un anciano, y esta imagen, reproducida por el come uvas verdes y bebe vino nuevo; el que aprende de los viejos
arte cristiano, quedará anclada en la mentalidad colectiva hasta come uvas maduras, bebe vino añejo» (Abhoth,IV,20).
nuestros días: «Yo observaba, dice Daniel, cuando se aderezaron Si interpretamos literalmente el texto de la ley, vemos que los es­
unos tronos y un Anciano se sentó: su vestidura blanca como la nie­ critos talmúdicos sitúan, anacrónicamente, en un lugar de honor al
ve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana» (Dn,7,9). anciano de la época patriarcal. Pero, ¿no es esta afirmación más que
Así, al mismo tiempo que el anciano perdía su prestigio en la so­ un mero planteamiento verbal? ¿Es verdaderamente el «anciano»
ciedad humana, entraba simbólicamente en la e_ternidad como per- este viejo real, pobre y disminuido? ¿No es, por el contrario, el no-
64 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO HEBREO 65

table, el hombre instruido, el rabino? «No digas "un anciano", sino nará también el gran Maimónides en el siglo XII. Para vivir mejor,
un hombre con saber: todos ellos estaban preparados para sentarse recomienda buenas costumbres, tanto fisicas como intelectuales, y
en la escuela», dice Siffré (núm. 360); «Los ancianos son aquellos recupera las prescripciones dietéticas del Talmud: «Garantizo que
de quienes se dice: -Es digno, piadoso, merece ser sabio» (núm. aquél que cumpla las reglas, nunca estará enfermo sino, por el con­
243); «Tus ancianos son los viejos rabinos, según Nm,11, 16» (núm. trario, llegará a la vejez, no tendrá necesidad de llamar al médico
353). Y el Talmud cuenta la historia del sabio Eleazar ben Azariah, y gozará de una salud perfecta e inagotable, a menos que tenga una
quien, al ser nombrado jefe del sanedrín, a los dieciocho años, vio que constitución débil desde su nacimiento o que haya cogido malos há­
sus cabellos se volvían grises, señal de que era digno de esta función. bitos en su primera infancia o que sufra la peste o el hambre»
El Talmud y los rabinos distinguen en realidad entre los ancia­ (Hil.Deoth,IV,20). Todos los rabinos están de acuerdo en un pun­
nos venerables y los que no lo son. Los primeros, surgidos de la cas­ to: la salud del alma y la ddcuerpo están estrechamente unidas. En
ta sacerdotal, se vuelven sabios a medida que envejecen, mientras el siglo XIV, Meir lbn Aldabi lo señalará de nuevo en su Shebile Emu­
que los segundos, que forman parte de los ammé ka'-ares (el pueblo nah, donde aparecen mezclados Hipócrates, Galeno, la Biblia y los
vulgar e ignorante, mal cumplidor de las leyes) se vuelven idiotas. rabinos.
Los Quinnim declaran: «Entre los ammé ka'-ares viejos, a medida que La vejez comienza a los sesenta años: «A los sesenta años, el hom­
envejecen su inteligencia se va volviendo confusa, según ya está di­ bre alcanza la vejez; a los setenta tiene la cabeza cana» (Ab­
cho Qb,12,20): -Quita el habla a los fieles, y a los ancianos arre­ hoth, V,24). Morir antes de los sesenta años es prematuro. Esta edad
bata el juicio. Pero no les sucede esto a los ancianos de la Tora; por representa la realización de la vida, el momento de recoger lo que
el contrario, a medida que envejecen se fortalece su inteligencia, se­ se ha sembrado: la sabiduría para unos, la locura para otros. Pero
gún queda dicho Ub,12,12): ¿No está en los ancianos el saber y en de todas maneras, en la última etapa de la vejez uno se convierte
los muchos años la inteligencia?» (núm. 2.314). El anciano que lle­ en un inútil; incluso los más sabios deben ser excluidos del sanedrín,
ga a ser juez es colmado de honores, «se le lleva a la parte más ele­ pues la edad deforma su capacidad de juicio (Maimónides,
vada del templo y se le hace tomar asiento y de allí se le conduce Sanh,1,3). En cuanto al pueblo, «un hombre anciano en la casa es
al atrio exterior y se le hace tomar asiento y también en la sala de una carga, una mujer vieja un tesoro» (Erahin,19,a): los ancianos
las piedras talladas» (Seqalim, núm. 970). están tristes con frecuencia, mientras que las ancianas siempre es­
En la práctica, la actitud respecto a los ancianos varía, pero pa­ tán dispuestas a divertirse.
rece quizá más favorable que en el mundo cristiano de la misma épo­ Para. ocuparse de los ancianos, aparecen en las comunidades ju­
ca. Algunos rabinos piensan que uno debe levantarse en presencia días durante la Edad Media organizaciones de caridad especializa­
de un viejo iletrado o de un viejo pagano, pues su sola longevidad das. Ya se habla de estas «casas consagradas» {heqdesh) en Alema-.
prueba que debe tener algún mérito. Por eso piden a los ancianos nia, en el siglo XI, pero algunas de ellas deben de ser anteriores a
que no sé dejen ver demasiado en público, para evitar que se mul­ esta época.
tipliquen las ceremonias. Para otros rabinos, por el contrario, la lon­ En resumen, parece que el mundo judío ha concedido un lugar
gevidad ya no tiene nada que ver con los méritos, la moralidad o la relativamente importante al anciano. La insistencia en los escritos
protección divina. Es consecuencia de buenos hábitos alimenticios, más antiguos de la Biblia, en particular en el Pentateuco, testigos
del ejercicio fisico y de los baños. Rabbi Hanina, todavía vigoroso de una época en que los ancianos gozaban de privilegios, influyó mu­
a los ochenta años, atribuía su salud a los baños calientes y a las cho en esta actitud. Entre los observantes de la Tora, el anciano de­
unciones de aceite, hábitos que practicaba desde su infancia. Así opi- bía conservar una parte de su aureola antigua, y su dignidad crecía
66 HISTORIA DE LA VEJEZ

por ello. Por el contrario, en el mundo cristiano, basado sobre todo CAPITULO 3
eri el Nuevo Testamento, en el que los viejos sólo ocupan un lugar
insignificante, se caerá con más facilidad en la indiferencia o el des­
precio con respecto a los viejos. Tanto más cuanto el cristianismo El mundo griego: «la triste vejez»
va a heredar también la tradición grecorromana, dura con los ancia­
nos.

Madre de la civilización occidental, la Grecia antigua nos. ha legado


una herencia fascinante que ha constituido durante mucho tiempo
el punto de partida de nuestra concepción del mundo. Tanto en el
arte como en la filosofia, el teatro y la política, los griegos han plan­
teado las cuestiones fundamentales y han esbozado también las po­
sibles soluciones, pero no han resuelto nada de forma definitiva.
Todos los hallazgos y problemas ·de la cultura occidental se en­
cuentran ya en germen en Grecia, al menos desde el siglo V .antes
de J.C. Desde la democracia a la tiranía, desde la ciencia a la mís­
tica de Dionisos, del arte por el arte a la ciudad geométrica, de la
fe más pura al escepticismo y al cinismo, de la ontología al sofisma,
los griegos lo han probado todo. Se han planteado todos los proble­
mas que el hombre debe plantearse ante el misterio del mundo, de
la vida y de la conciencia, y han desdeñado las respuestas fáciles,
tanto las aportadas por las religiones como las de los materialismos.
Apasionados investigadores de la Verdad, han demostrado que era
imposible encontrarla. En la búsqueda incesante de la Belleza, han
llegado más lejos que ninguna otra civilización. Pero, sobre todo,
han conducido al hombre hasta la cima de su capacidad; lo han he­
cho dueño de su destino.
¿Hay lugar para la vejez en una civilización como ésta? Con el
mismo título que el mal, el dolor y el sufrimiento, es decir, incluida
en la categoría de los grandes misterios, de las preguntas sin res-
HISTORIA DE LA VEJEZ ED MUNDO GRIEGO 69

puesta, en la galería de los porqués insolubles, sí. Para un pueblo de un rey de Troya, a quien él había raptado. En cuanto a Eson,
que busca la perfección humana, la belleza, el desarrollo de todas tuvo la suerte de ser rejuvenecido en el umbral de la muerte por los
las facultades de la persona, ¿cómo clasificar la vejez en otro lugar sortilegios de su nuera Medea.
que no sea el de las maldiciones divinas? La decrepitud es peor que Los dioses olímpicos no aman a los viejos. La mitología nos da
la muerte, pues hace perder cualidades a los héroes, en tanto que pruebas abundantes de ello. Los jóvenes se rebelan contra los an­
ésta garantiza la grandeza del destino. ¡Dichoso Alejandro, que no cianos tiránicos, los expulsan o los matan. En cada generación, los
llegó a conocer las arrugas! El conquistador debe la gloria a su ju­ ancianos son destronados por sus hijos. La historia de Urano, cas­
ventud, como su modelo el divino Aquiles; ¡qué lamentable espec­ trado por su hijo Cronos, víctima a su vez de s1.1 hijo Zeus, se re­
táculo hubiese dado el vencedor de los persas, vencido a su vez por monta a los mitos más antiguos. La lucha gigantesca de los Olím­
los dolores reumáticos! picos contra los Titanes tiene todas las trazas de un conflicto gene­
racional, que contempla finalmente el inevitable triunfo de la juven­
tud. Los viejos dioses son necesariamente malvados, perversos y
La mitología: a los dioses no les gusta la vejez siempre vencidos. La generación triunfante, la de los Olímpicos, está
formada por dioses y diosas jóvenes o con la fuerza de la juventud
Por muy atrás que nos remontemos en la historia griega, hasta para toda la eternidad, excepto Carón y algunas divinidades mari­
llegar a la época oscura en que la mitología era aún un esbozo, la nas. Sin embargo, es necesaria la máxima prudencia antes de sacar
vejez fue siempre considerada como una maldición. La «triste ve­ conclusiones sobre la actitud de los griegos con respecto a la vejez,
jez», como la llamaba Hesíodo, ¿no era hija de la noche, diosa de pues el origen de estos mitos permanece aún en la oscuridad 1. Pero
las tinieblas y nieta del caos? ¿No eran sus hermanos y hermanas el escierto que existía en Atenas un templo de la vejez, donde ésta es­
Destino, la Muerte, la Miseria, el Sueño y la Concupiscencia? ¿No taba representada con los rasgos de una anciana cubierta con un ro­
habitaba en el vestíbulo de los Infiernos, junto al Terror, el Ham­ paje negro, apoyada en un bastón y con una copa en la mano; junto
bre, la Enfermedad, la Indigencia, el Agotamiento y la Muerte? Apa­ a ella, una clepsidra casi agotada.
rece con frecuencia en los viejos mitos divulgados o elaborados por
Hesíodo, que relata en Los Trabajos y los Días cómo Zeus, para ven­
garse de los hombres a los que Prometeo había concedido el fuego,
les envió a Pandara, que esparció entre ellos «las crueles enferme­ El consejo de los ancianos en la Grecia homérica
dades que la vejez acarrea a los hombres; en efecto, los hombres en­
vejecen rápidamente debido a la aflicción». Antes de esta maldición, Si abandonamos el Olimpo para tratar de comprender qué lugar
«no conocían el trabajo, ni el dolor ni la cruel vejez; mantenían has­ ocupaba l� vejez entre los mortales de la época heroica de los aqueos,
ta el final el vigor de sus pies y sus manos, y morían como si se ador­ es absolutamente indispensable citar a Homero. El debate sobre el
mecieran». Ni siquierá la eternidad tiene valor alguno si va acom­ valor histórico de La llíada y La Odisea rebasa ampliamente el marco
pañada de la vejez. El pobre Titón lo experimentó, tras haber ob­ del presente libro; es también relativamente secundario para nues­
tenido la inmortalidad de los dioses gracias a la intervención de su tro propósito que estos 28.000 versos le den más importancia a la
esposa Aurora: llegó a estar tan decrépito. y arrugado que fue con­ civilización de la edad del bronce del siglo XII que a la de Jonia,
vertido en una cigarra. La máxima dicha es conseguir la eterna ju­ del siglo VIII, o que se trate de una síntesis de ambas 2• Sea cual
ventud: éste fue el magnífico regalo que Zeus hizo a Ganimedes, hija sea la respuesta, el mundo homérico nos ofrece una imagen insusti-
70 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 71

tuible de la época arcaica griega, en la cual los viejos parecían ocu­ sado de su generación en el conocimiento de los pájaros y en la in­
par un lugar envidiable. terpretación del futuro» 8. Los feacios tenían la misma costumbre:
Es una impresión totalmente ilusoria, que desaparece tras una «El viejo héroe Equeneo tomó la palabra. Era el más anciano de los
lectura atenta. Igual que una golondrina no hace verano, un Néstor feacios; destacaba por sus palabras y conocía muchas cosas de otros
no crea por sí solo una gerontocracia. Sin duda, el personaje es sim­ tiempos» 9. También Ulises, antes de su partida, había confiado la
pático y desempeña un papel relativamente importante: «Néstor el administración de sus bienes a un anciano, el proverbial Mentor:
de las gratas palabras, el brillante orador de los Pilios: de su boca «Había que obedecer al anciano, que conservaría todas sus cosas in­
brotaban palabras más dulces que la miel. Había visto ya morir a tactas» 10.
dos generaciones de hombres que tenían el don de la palabra, edu­ Todos estos venerables ancianos, a los que generalmente se es­
cados con él en tiempos ya lejanos y nacidos en la muy sagrada Pi­ cucha con respeto, son antiguos heroes, y se les venera precisamente
los; y llegó a ser rey de la tercera generación» 3. Se le pide su opi­ por esto, mucho más que por su edad. Egiptio, Haliterses, Mentor,
nión en las situaciones dificiles, «a él, que ya con anterioridad había son antiguos compañeros del padre de Ulises, y su pasado glorioso
demostrado que sus consejos eran excelentes». Cuando los guerre­ les confiere prestigio y autoridad. Néstor recuerda que ha combati­
ros desesperaban de tomar Troya, «les pareció que lo mejor era ir do y ha tratado con hombres más fuertes que los de ahora. Al es­
a buscar a Néstor»; «Néstor, pastor de ejércitos», que es consciente, cucharlos, se siente más respeto por su carácter de ex-héroes que
además, de la sabiduría que le aporta la edad: «... Sois más jóvenes por lo viejos que son. Si llega el caso, no hay inconveniente en re­
que yo. Yo mismo, en otro tiempo, he mantenido buenas relaciones prenderlos con aspereza, decir que sus palabras son falsas y amena­
con hombres superiores incluso a vosotros, y nunca me han despre­ zarlos: «Anciano, harías muy bien en volver a tu casa y en guardar
ciado» 4. «Yo, que me jacto de ser más viejo que tú, le dijo a Dio­ tus profecías para tus hijos, que algún día podrían padecer algún in­
medes, hablaré, diré todo lo que sé, y nadie despreciará mi opinión, fortunio, dijo Eurímaco a Haliterses. En cuanto a la adivinación, yo
ni siquiera el poderoso Agamenón» 5. soy mucho mejor profeta que tú... En cuanto a Ulises, ha naufraga­
Pero el prudente Néstor, ¿es algo más que un individuo? ¿No es do lejos de aquí, y lamento que no hayas perecido con él; no solta­
exagerado convertirlo en representante de todos los viejos aqueos rías tantas profecías ... Te diré una cosa, que se cumplirá sin ningu­
para después concluir que éstos eran respetados y escuchados? El · na duda: si abusas de tu grande y rancia experiencia para engañar
mundo homérico no es un mundo de ancianos; es un mundo heroi­ a un joven, si tus palabras le llevan a poner mala cara, él será el
co, y los héroes son los jóvenes, los combatientes: Aquiles, Ayax, Pa­ primero en pagar las consecuencias ... En cuanto a ti, anciano, te im­
troclo, Ulises, Agamenón, Héctor. Por lo demás, Néstor continúa lu­ pondremos una multa, que te disgustará profundamente y te causa­
chando y guiando sus tropas; lleva sus dos lanzas como el resto, su rá un humillante dolor» 11.
espada, su casco y su cinturón, pues «no sucumbía a la triste ve­ ¿Qué hay, pues, de este consejo de ancianos, mencionado con
jez» 6, dice Homero. No es el único anciano que sale a escena. En tanta frecuencia en los momentos dificiles? Su papel parece haber
las asambleas generales, los primeros que toman la palabra son los sido únicamente consultivo; el gobierno es más monárquico que se­
más ancianos. Así, entre los itacos, al comienzo de La Odisea, «fue natorial, y el consejo más aristocrático que gerontocrático. Son los
el héroe egipcio quien intervino en la asamblea en primer lugar; es­ antiguos jefes los que ocupan asiento en él, y fos demás se limitan
taba ya encorvado a causa de su vejez y tenía gran experiencia» 7. a pedirles su opinión de vez en cuando. En cuanto a los viejos de
Otros intervienen también en los debates: «El viejo héroe Haliter- · origen modesto, es más fácil encontrarlos mendigando por los cami­
ses, hijo de Mastor, tomó la palabra en la asamblea. Era el más ver- nos que en puestos de honor en las ciudades. Incluso los viejos hé-
HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 73
72

roes no son ya siempre viejos gloriosos: Laertes, padre de Ulises, vi­ los dientes descarnados. Según este último, un individuo sólo puede
vió recluido en el campo, trabajando su viña, cuidado por una vieja; soportar la vejez mientras sea capaz de rivalizar con los jóvenes:
su hijo, disfrazado, se da cuenta de su decrepitud: «Viejo..., no te «Soy viejo, sin duda -dice-, pero aguanto la bebida mejor que los
ocupas mucho de tu persona, padeces las miserias de la vejez y es­ jóvenes, y cuando llevo la voz cantante tengo como cetro un odre»
tás muy sucio, cubierto de innobles harapos... Te pareces a esos hom­ (oda 38), y en la oda «sobre los viejos», afirma también: «Me gusta
bres que, tras el baño y la comida, se abandonan al sueño dulce- ver los divertidos bailes de jóvenes y viejos. Un anciano que baila
· · 12 es viejo por los cabellos, pero es joven de espíritu» (oda 47). La char­
mente: éstas son, ya se sabe, costumbres de v1eJos» .
La epopP,ya homérica exalta la juventud. Aunque parece no ha­ la ociosa y la presunción convierten a los viejos en seres fastidiosos,
ber desprecio hacia los viejos, ello es debido a su origen aristocrático. como·la anciana del Idilio XV de Teócrito, que habla siempre con
Relegados a un segundo plano, sólo sirven como consejeros, a veces un tono sentencioso. Entre los poetas, Píndaro es el único que no se
demasiado charlatanes. Y cuando Calipso intenta retener a Ulises, burla de los ancianos. En sus Epinicios elogia a Sogenes de Egina,
la promesa más hermosa que le hace es que nunca conocerá la ve­ vencedor en el pentatlón de los muchachos, y le desea que viva lar­
jez, que será eternamente joven. «Los dioses también odian la ve­ go tiempo junto a su padre, que disfruta de «una floreciente vejez».
jez», dice Afrodita, según Homero, y es evidente que todos sus hé­ El último período de la vida, añade, puede ser fuente de tranquilas
roes temen franquear «el umbral maldito de la vejez». En esta so­ satisfacciones: hablaba sin duda con conocimiento de causa, ya que
ciedad rural, donde la tierra se adquiere y se defiende por la fuerza él mismo vivió ochenta años (518-438).
de las armas, los viejos son relegados necesariamente a una función El carácter académico que tienen sus poemas nos impide sacar
honorífica. conclusiones sobre la situación real de los ancianos en Grecia. Ya
Simone de Beauvoir advirtió que el testimonio de los hombres de le­
tras debe ponerse a menudo en tela de juicio: «Moralistas y poetas
pertenecen siempre a las clases privilegiadas, lo que representa una
Poetas y trágicos: la vejez como maldición
importante razón para restar a sus palabras gran parte de su valor:
dicen sólo verdades a medias y muy a menudo mienten» 13. Afirma­
Toda la literatura griega reflejará estos sentimientos. Desde fi­ ción, no obstante, peligrosa y excesiva, que podría volverse muy fá­
nales del siglo VII Minerme de Colofón anatemiza la vejez, afirman­ cilmente contra su autora, tránsfuga de la alta burguesía y marcada
do que cualquier cosa es preferible a ella, incluso la muerte. Dicho­ por su origen. Por lo demás, los prejuicios de los escritores popula­
sos aquellos que mueren a los sesenta años, pues «una vez llegada res o populistas no son menores que los de aquéllos que pertenecen
la dolorosa vejez que convierte al hombre en un ser feo e inútil, las a las clases acomodadas. ¿Debemos por ello privarnos de su apor­
ingratas obsesiones ya no ab�ndonan su corazón, y los rayos del sol tación? El hecho de que tanto unos como otros reflejen los ideales
no le reconfortan. Resulta antipático a los niños y las mujeres le des­ de una clase social les da mayor valor, siempre y cuando no pierdan
precian. Esta es la vejez concedida por Zeus, etapa llena de dolor». nunca de vista su entorno y su origen. Los poetas no mienten; ven
Fealdad, sufrimiento, rechazo social, estos rasgos se repiten sin el mundo a través del prisma que resulta de su sensibilidad, medio
cesar: «¡Ay de mí! ¡Oh juventud! ¡Oh vejez que todo lo confunde! sociai y educación. Y además, ¿no tenemos todos uno igual? Tal vez
Esta se aproxima, aquélla se aparta dé mí», se lamenta Teógenes de una confrontación de los diferentes puntos de vista nos permita acer­
Megara, en tanto que Artíloco vaticina la decrepitud de su biena­ carnos a la verdad.
mada, y Anacreonte recQerda las sienes grises, los cabellos ajados y Es significativo que los poetas griegos hayan tenido una visión
i
74 HISTORIA DE LA VEJEZ
l
,j
.i EL MUNDO GRIEGO 75

negativa de la vejez. Los autores de tragedias no les contradicen, comporta con la prudencia de quien ha renunciado a los placeres y
aunque todos coincidan, en general, como su modelo Homero, en diversiones mundanas y amorosas. Así se mantiene a salvo de las crí­
atribuir la virtud de la sabiduría a los ancianos. Las acciones que ticas de las jóvenes generaciones.
desarrollan en el teatro --coincidimos en esto con Simone de Beau­ Es probable que este modelo haya existido en los medios aristo­
voir- son nobles y se desenvuelven en un medio aristocrático, di­ cráticos, aunque los ejemplos propuestos son más ideales que reales.
vino o real. En estos círculos tan restringidos, el anciano sólo puede La tragedia clásica nos ofrece modelos, más que retratos, mientras
ser digno o venerable; su experiencia política le convierte en un ina­ que la comedia está más próxima a los comportamientos habituales.
preciable <::onsejero, al que se consulta y se escucha. Las obras de Sin embargo, los trágicos nos señalan que la vejez tenía una función
Esquilo nos muestran a los jóvenes soberanos solicitando consejo a que cumplir, que no era desde luego una edad despreciable y que
su mentor antes de tomar decisiones importantes; en las de Sófocles, seguramente ocupó un lugar importante en la sociedad, al menos en
se confian importantes misiones a políticos ancianos, se les envía la alta sociedad.
como embajadores en períodos de crisis: «Fui elegido por razón de Pero este papel social no hace olvidar el drama personal que
mi edad», dice Creonte en Las Traquinias. Eurípides comparte la mis­ constituye la vejez. Junto al cliché halagüeño del viejo sabio, encon­
ma opinión a propósito de la utilidad de los consejeros ancianos: «El tramos las figuras lamentables de ancianos decrépitos y dolientes, y
corazón de los jóvenes es inestable; sin embargo, el anciano analiza éstas desdibujan aquél. Sófocles nos proporciona uno de los ejem­
detalladament¡ todos sus actos para que el resultado sea el mejor plos más patéticos de toda la literatura con el personaje de Edipo en
para todos.» Colona. El autor, que contaba entonces ochenta y ocho años, se iden­
La relación entre ancianos y jóvenes es una de las características tifica de forma evidente con su desdichado héroe, el viejo Edipo, cie­
de la educación aristocrática en Grecia: El joven noble es confiado go, guiado por su hija Antígona, que llega al final de su vida al bos­
a los cuidados de alguien de más edad que le guiará con sus conse­ que sagrado de Colona, patria de Sófocles. La vejez es la última mal­
jos. A este propósito, encontramos las primeras muestras en Home­ dición a la que los dioses nos condenan; ei coro de ios ancianos de
ro, en la figura de Quirón, que educó a Aquiles y a otros veinte hé­ Colona, presentado como un tropel de malditos, pinta con terribles
roes. Y cuando Néstor envía a Ulises y Ayax para que traten de palabras las desgracias de la edad avanzada, y el eco de estas pala­
ablandar a Aquiles, les designa como ayudante a un anciano afable, bras retumbará en el corazón de todos los viejos a través de las ge­
Fénix, que había educado al famoso guerrero cuando era muy pe­ nerac10nes:
queño. «Soy yo quien ha hecho de ti lo que eres ahora», le recuerda, «Todo aquél que quiere prolongar la corta duración de su vida me
y Aquiles acoge con ternura a su «querido y viejo protector», que parece un insensato; pues los días, a medida que se multiplican, no
·,
evoca el pasado en una larga conversac1on 14 hacen otra cosa que acercarnos la pesadumbre. Aunque pidáis ar­
Esta costumbre de relacionar. al joven y al anciano podía favo­ dientemente una larga vida, dificilmente encontraréis en ella algún
recer, sin duda alguna, una mejor comprensión entre las generacio­ encanto; y cuando ante vosotros aparezca la Parca, que no conoce
nes, al estar el anciano en contacto con los intereses y actividades el himeneo, ni los cantos ni las danzas, entonces la muerte aportará
de su protegido, y al participar este último en las graves conversa­ finalmente un último remedio a nuestros males, al conducirnos a to­
ciones de su mentor. En las tragedias no encontramos las clásicas dos por igual a los infiernos. Lo mejor que podría sucederle al hom­
recriminaciones de los viejos contra las locuras y extravagancias de bre sería no nacer; en segundo lugar, tener la dicha de volver lo más
los jóvenes; cada uno permanece en su puesto, sin intentar repre­ pronto posible a la nada de la que seguramente salió. En efecto, tan
sentar un papel que no corresponde a su edad. El anciano digrio se pronto llega la juventud, trayendo con ella la imprudencia y la in-
·1....
..

\
. J
76 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 77

sensatez, ¡cuántos trabajos y preocupaciones se abalanzan sobre ella! vejez que ofrecen los trágicos que los sabios consejeros mencionados
Crímenes, discordia, querellas, combates y envidia; llega por fin la anteriormente.
vejez, la odiosa vejez, débil, inaccesible, sin amigos, que concentra
en ella todos los males.»
La unica actitud inteligente es, entonces, la resignación: como La comedia: ridiculización de la vejez
Edipo ha podido aprender a lo largo de su vida, no se puede luchar
contra el destino: «Los dioses son los únicos que no padecen la vejez Los autores cómicos no suavizarán este retrato, sino todo lo con­
ni la muerte; todo lo demás sucumbe confusamente bajo la garra to­ trario. A la presentación patética y lamentable subrayada por los trá­
dopoderosa del tiempo. La tierra pierde su fecundidad, el cuerpo su gicos, añadirán el lado ridículo acentuando algunos defectos propios
vigor; muere la buena fe y la perfidia ocupa su lugar... el Edipo de la edad avanzada. El anciano y la anciana se convertirán duran­
errante, que solicita muy pocas cosas y obtiene menos de lo que pide, te siglos en el blanco predilecto del arte cómico.· Precisamente por­
está sin embargo satisfecho. Pues los sufrimientos, una larga vejez y que ya sólo son caricaturas humanas, cuya decadencia fisica y a ve­
mi valor me han enseñado a resignarme. » ces mental les hace objeto de burla fácil y, al mismo tiempo, inofen­
Eurípides, contemporáneo de Sófocles y casi tan viejo como él, sivos. Todas las pasiones humanas toman un aspecto grotesco en los
que muere a los setenta y cuatro años, en el 406, dedica en Hércules viejos, porque ya no son capaces de gozar de los placeres de la vida
un himno a la juventud acompañado de una maldición contra la ve­ y porque la proximidad de la muerte vuelve vanos todos sus proyec­
jez: «La juventud es para mí la edad siempre deseada, mientras que tos. El único viejo no ridículo es aquél que no hace nada, que ya ni
la vejez echa sobre mi cabeza una carga más pesada que las cimas come, ni bebe, ni se acuesta con mujeres. Como intente «vivir» es
del Etna, y extiende un sombrío velo sobre mis párpados. No cam­ considerado repugnante o ridículo. Los vicios o las simples pasiones
biaría mi juventud, tan bella en la opulencia y tan bella también en se transforman automáticamente en algo cómico si son disfrutados
la pobreza, por el lujo del imperio de Asia ni por un palacio lleno por él; el viejo lascivo, el viejo borracho, el viejo avaro, la vieja ena­
de oro. Odio por el contrario la vejez, la edad triste y portadora de morada, la vieja alcahueta, están condenados a provocar la risa.
la muerte. ¡Ojalá sea tragada por el mar!; ¡que, lejos de las moradas Los autores griegos se muestran, no obstante, menos malévolos
y ciudades humanas que nunca debió visitar, sea transportada por con respecto a la vejez de lo que van a serlo los romanos, quienes
los aires en un vuelo sin fin!» tienen una razón suplementaria de resentimiento hacia los ancianos:
Esta vejez maldita reaparece en Hécuba, bajo los rasgos de la an­ como veremos, la comedia será para la plebe romana una revancha
ciana reina de Troya, viuda de Príamo, prisionera de los griegos, «es­ contra la tiranía del pater familias. En Grecia, el teatro parece más
clava, vieja, sin hijos», y tanibién en el personaje de Edipo, en Las mesurado en este aspecto. Incluso el temible Aristófanes puede lle­
Fenicias: «Anciano canoso, que no es más que un fantasma surgido gar a mostrar ternura y piedad hacia los ancianos. Esto sucede en
de la nada, un muerto llegado del otro mundo, un sueño alado»; los Acarnienses, donde el director del segundo coro se indigna por el
«Nosotros, los viejos, sólo somos un rebaño, una apariencia, deam­ trato infligido al viejo Tucídides, un adversario de Pericles, conde­
bulamos como imágenes de un sueño, ya no tenemos sensatez, por nado al ostracismo y después arruinado por un proceso: «Qué in­
muy inteligentes que hayamos creído ser». Esquilo había empleado dignidad que un hombre completamente encorvado, de la edad de
la misma imagen en Agamenón, donde el anciano «anda errante como Tucídides, haya sucumbido... No he podido evitar derramar lágri­
un sueño nacido en pleno día». Estos seres disminuidos, ciegos con mas de compasión al ver a este venerable anciano maltratado por
mucha frecuencia, pesan sin duda mucho más en la imagen de la un brutal arquero ... Pues bien, ya que no permitís a los ancianos dar-
l
,!
78 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 79

mir en paz, decretad al menos que las causas se vean por separado, pues, a su hijo en su lugar, y éste llega a ser tan hábil en el dominio
de manera que el anciano tenga como pleiteante contrario a otro an­ de los sofismas, que convence a su padre de que tiene que pegarle.
ciano desdentado». «Qué desgracia tener tantos años», añade el coro La obra trata también de los ancianos que cuentan chistes groseros
de los conspiradores acarnienses, en tanto que otros ancianos se la­ y llaman la atención de sus interlocutores para qUe se rían.
mentan de no poder correr ya. En Las auispas, Aristófanes ridiculiza a Filocleonte y a sus com­
Menandro lleva también a escena a ancianos simpáticos. En La pañeros heliastas por su afición al juego. Es cierto que la obra se pre­
Doncella de Samos, Demeas, que ha pasado ya de los sesenta años y senta, ante todo, como una sátira política contra el tribunal popular
vive con una cortesana, es generoso, afoctuoso y sereno; se lleva bien de Helia, pero no es casualidad que Aristófanes haya escogido a an­
con su hijo adoptivo y se respetan mutuamente. El otro anciano de cianos para encarnar a jueces; avanzando en grupo, apoyados en
la obra, Niceratos, pobre y más bien avaro, no tiene las mismas cua­ bastones, guiados por niños, tienen un aspecto ruin. Cuando Filo­
lidades, pero no cae en la caricatura. Los dos son hombres dignos, cleonte se retrasa, enseguida se le suponen un montón de enferme­
pero cualquier insignificancia puede hacerles caer en el ridículo: por dades debidas a la vejez y, para acabar, también su hijo lo ridicu­
ejemplo cuando se pelean y se pegan. En la obra de Menandro, el liza. En Lisístrata se hace también mofa de los viejos, quienes inten­
viejo es, a fin de cuentas y sobre todo, una víctima digna de com­ tan en vano desalojar al grupo de mujeres que se han hecho fuertes
pasión: «Quien vive demasiado tiempo muere asqueado: tiene una en la Acrópolis. Asimismo, la lascivia y la impotencia de los viejos
vejez penosa y vive en la pobreza. Por dondequiera que vaya en­ son uno de los resortes de la comicidad.
cuentra enemigos; se conspira contra él. No ha sabido marcharse a No resulta útil apelar aquí a las arriesgadas explicaciones psi­
tiempo; no ha tenido una hermosa muerte.» La vejez es, como la coanalíticas que aventuran un supuesto complejo de castración, se­
muerte, una alegoría, una fuerza maléfica que ataca a los individuos gún el cual el anciano sería la encarnación de una ansiedad incons­
y los devora: «Vejez, enemiga del género humano, tú eres quien ciente del hombre que tiene miedo de desear algo de lo que no po­
arruinas completamente la belleza de las formas, transformas el es­ drá saciarse. Tanto en el caso de Aristófanes como en el de la ma­
plendor de los miembros en pesadez, la rapidez en lentitud.» No son 1
yor parte de sus contemporáneos, para el anciano ha pasado ya la
los ancianos los que son odiosos, sino la vejez. edad del amor fisico, esencialmente porque su fealdad hace repug­
Aristófanes es más mordaz, sus viejos son más ridículos y culpa­ nante cualquier idea de ayuntamiento c�rnal; la vejez está en las an­
bles que los de Menandro. Acentúa con grandes trazos su fealdad típodas del erotismo, y el simple pensamiento de que un viejo pueda
fisica: «Calvo, desdentado, sordo, lleno de arrugas, encorvado y con aún sentir deseo basta para hacerlo repugnante a los ojos de un grie­
la voz chillona»: así se muestra el viejo en Pluto. Sus deficiencias y go, para quien belleza, juventud y amor son indisociables.
sus defectos son ampliamente descritos. Pendencieros y celosos de Los viejos que hacen trámpa:s con su edad son también uno de
su autoridad, entran en conflicto con mucha frecuencia con sus hi­ los temas favoritos de la comedia, en particular los que se maqui­
jos y siempre son pedantes y ridículos: en Las nubes, el anciano Es­ llan para casarse con una compañera mucho más joven, como en Piu­
trepsíades, endeudado por los despilfarros de su hijo, se entera de lo. En este terreno, las mujeres viejas están en desventaja, pues se
que Sócrates tiene una escuela en la que enseña los razonamientos marchitan más rápidamente que los hombres: «Un hombre, a su re­
fuertes y los razonamientos débiles, gracias a los cuales podría li­ greso (del ejército), por muy cano que tenga el cabello, busca rápi­
brarse de sus acreedores. Pero se siente demasiado viejo para asi­ damente una joven para casarse. Pero la mujer cuenta con una es-.
milar esta enseñanza: «¿Cómo podría yo, anciano desmemoriado, de tación muy corta; si no la aprovecha, nadie querrá casarse con ella
ideas lentas, aprender las sutilezas del razonamiento justo?» Envía, y se queda sola consultando el futuro» (Lisístrata).
80 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 81

Los filósofos: tribulación y ambigüedad de la vejez EDAD APROXIMADA COMENTARIOS DE


NOMBRE
ASU MUERTE DlóGENES LAERCIO

Vejez maldita y patética de las tragedias; vejez ridícula y repul­ Anáxagoras 72 años
siva de las comedias; vejez contradictoria y ambigua de los filósofos. Anaximandro 66 años
Estos ultimos han reflexionado con frecuencia sobre el misterio del Apolonio de Tiana 80 años
envejecimiento. La abundancia de sus escritos sobre el tema es tes­ Arcesilao 75 años Muerto por haber bebido de-
masiado en un banquete.
timonio a la vez de su interés y de su dificultad.
Aristón «Viejo»
Es necesaria una primera advertencia: la mayor parte de los fi­ Aristipo 79 años
lósofos griegos que alcanzaron una edad avanzada hablaron de la ve­ Aristóteles 63 años Diógenes Laercio critica con ra-
jez no como algo exterior a ellos, sino tomándose a sí mismos como zón a Eumelos, que le atribuye
sujetos. Como escriben cuando ellos mismos tienen una edad avan­ setenta años.
Atenodoro 82 años
zada, su opinión se ve influida evidentemente por la forma en que
Bías «Extrema vejez» Muerto durante un proceso en
viven su vejez. Su estado de salud y su relación personal con el mun­ el que pleiteaba.
do pesan mucho en su análisis. Su filosofia es aquí mucho más exis­ Carneades 85 años
tencial que cuando disertan sobre el Bien, el Mal, la Virtud o el Es­ Cleantes 80 años Noventa y nueve años, según
píritu. Su testimonio, menos «racional», gana aquí en valor humano B. E. Richardson.
al reflejar la condición, las opiniones o los prejuicios de los ancianos. Cleóbulo 70 años
Crantor «Viejo»
Las Vidas, doctrinas y sentencias de los filósofos ilustres de Diógenes Crates «Viejo» Decía de sí mismo: «Te vas a
Laercio, tan discutibles en muchos aspectos, indican la edad que te­ los infiernos completamente en-
nían la mayor parte de los filósofos griegos en el momento de su corvado por la vejez.»
muerte. Las cifras que aportamos hay que tomarlas de forma apro­ Crisipo 73 años Muerto por beber demasiado.
ximada, pero en su conjunto son bastante verosímiles. Solamente en Demócrito 100 ó 109 años
Diógenes 90 años Quizá se suicidó conteniendo la
un caso, el de Epiménides, esta edad es muy elevada, pues su vida
respiración, o tal vez murió del
está plagada de leyendas: al haberse quedado dormido durante cin­ cólera.
cuenta y siete años en una caverna, esta hibernación le supuso una Dionisio 80 años
longevidad extraordinaria: ciento cincuenta y cuatro años según Je­ Empédocles 60 ó 77 años Muerto a consecuencia de un
nófanes de Colofón, ciento cincuenta y siete años según Flegón, dos­ accidente: cayó de un carro
cuando iba a una fiesta.
cientos noventa y nueve según los cretenses 15. Excepto esta leyen­
Epicarno 90 años
da, l<!,s edades de los demás filósofos concuerdan en general con los Epi curo 72 años
hallazgos de la crítica moderna 16 y los testimonios de los contempo­ Espeusipo «Edad avanzada»
ráneos. Estilpón «Muy anciano» Viejo y enfermo, «bebió un gran
Los filósofos griegos generalmente corresponden a la idea que se trago de vino para morir más
tiene de ellos: son viejos. El cuadro siguiente lo muestra amplia­ rápidamente».
Eudoxo 53 años
mente: Gorgias 100, 105 o 109
años
Heráclito 60 años
83
EL MUNDO GRIEGO
82 HISTORIA DE LA VEJEZ

era famoso, con más de


murieron por beber en exceso. Menedemo
ntinuaba teniendo en su
setenta años, por su salud y su vigor: «Co
EDAD APROXIMADA COMENTARIOS DE
NOMBRE
u d, una dureza de atleta,
ASUMUERTE DIÓGENES LAERCIO
vejez todo el vigor corporal de su juvent lamenta­
Isócrates eciente y vivo» 17• Teofrasto
un ro stro bronceado, respland
98 años
Jenócrates 82 años biendo tantas cosa s que
ba que la vida humana fuese tan corta ha
Jenofonte «Edad avanzada» neja s viven mucho tiempo
Lacides «Viejo» Muerto por beber demasiado. hacer, mientras que lo s ciervos y las cor
genes: «Eres viej o, de s­
Licón 74 años y son inútiles. C uando alguien decía a Dió
en la car rera de fondo en
Menedemo 74 años cansa», éste respondía: «Si yo participara
Metrocles «Muy viejo» Suicidio.
el estadio, ¿debería reducir
la velocidad cuando estoy alcanzando la
Misón mis fuerzas» 18• En cuan­
me ta o más bien correr hacia ella con todas
97 años
Periandro 80 años e masiado viej o para filo­
Pirro 90 años to a Epicuro, afirmaba que nunca se es d
cilar en filosofar, y cuando
Pítaco 70 años sofar: «C uando se es joven no hay q ue va
Nu nca e s ni demasiado
Pitágoras 80 ó 90 años se es viejo no hay que cansarse de filosofar.
un o de su alma . Aq uél
Platón 81 años p ronto ni demasiado tarde para ocuparse
ya no es el momento, de
q ue dice que aún no es el momento, o que
Polemón «Viejo»
Protágoras 70 años es, o que ya no es, el mo­
filoso far semeja al que dice que todavía no
Quilón «Muy viejo» «Murió, se dice, de una inmen- debe filosofar cuando se
sa alegría, que su debilidad y su mento de alcanzar la felicidad. Así pues, se
rejuvenecer se
o; en e l segundo ca so para
edad avanzada no le permitie- es joven y cuando se es viej
recuerdo de los días p asado
s, y en el p ri­
al c ontacto del bien, por el
ron soportar», mientras felicita-
an fi rm e c omo un anciano
mer caso para poder ser, aunque joven, t
ba a su hijo, vencedor del pugi-
lato en los Juegos Olímpicos. 19
ante el futuro» •
Sócrates 60 años vejez demasiado lar-
Solón 80 años Aunque algunos prefirieron el suicidio a una
entado al problema q ue
Tales 78 ó 90 años «Murió mientras contemplaba ga y decrépita, la mayor parte se hari enfr
o de ella con frecuencia en
los juegos gimnásticos, a causa rep resenta la edad avanzada : han hablad
ratados enteros, desgracia­
de la alta temperatura y la mu-
sus ob ras o incluso le han consagrado t
o, El Antímaco o los ancia­
damente perdidos: De la vejez, de Teofra st
cha sed, y como consecuencia
eg onte, De la vejez, de De-
de su cansancio y de su av¡nza-
da edad.» nos, de Fedonte, Libro de la longevidad, de Fl
Teofrasto 85 años o más de Muerto «para descansar». metrios de Falero .
boró una teoría de las
100 años Pitágoras fue uno de los p rimeros que ela
Timón 90 años etapa s de la vida, sig uiendo
las estaciones; teoría q ue llegará a tener
Zenón 98 años Se ahoga tras una caída. e l a vida en cuatro partes de
veinte años
una gran popularidad. Di vid
a veinte años), la adoles­
cada una : la infancia-primavera (de cero
os), l a ju ventu d-otoño (de
cencia-verano (de veinte a cuarenta añ
no (de sesenta a ochenta
La m ayor p arte de e stos ven�rables p ersonaj es p ermanecieron ac­ cuarenta a sesent a años) y la vejez-invier
.
tivos �a�ta el final de su vi?a : asistían a las competiciones deporti­ años). Extraña, sin embar
go, que coloque a la vejez inmediatamen�
Solón estimaba por su p ar-
vas, v1aJ aban en car ro, pleiteaban, asistían a banq uetes y algunos te desp ués de una juventud muy madura.
84 HISTORIA DE LA VEJEZ
El MUNDO GRIEGO

te que la duración media de la vida e ra de setenta años· Pluta


,
señala rá el comienzo de la vejez a los cincuenta años; Aristóte
rco el problema de la vejez, Platón fue el principal abogado de la de­
les es- fensa, en tanto que Aristóteles se encargaba de la acusación. Pero,
tablecía la madu rez del cuer po a los treinta y cinco años, la
del alma ¿hablaban del mismo anciano?
a los cuarenta y nueve años.
Platón no parte de la descripción de lo real, sino que considera
Ninguno de estos sabios ancianos afirma que la vejez sea po
r sí a sus ancianos tal como podrían o deberíari ser. El anciano que le
misma algo bueno, lo que constituye una confesión revelado
ra. To­ sirve de modelo, Cefalo, rico comerciante del Pireo, vive en condi­
dos ellos aceptan su edad sólo a condición de que la salud du
re tan­ ciones ideales: robusto, cultivado, goza de un alto nivel de vida. Cla­
to tiempo como ella. Cleante responde así a un hombre
que le re­ ro es que sus fuerzas fisicas disminuyen y, en La República, confiesa
procha su vejez (otro rasgo significativo de esta mentalidad)
: «Yo · a Sócrates que ie es dificil recorrer a pie los ocho kilómetros que lo
también estoy dispuesto a irme de buen grado, pero cuando
me veo separan de Atenas. Sin embar go, esto no le preocupa, continúa di­
disfrutando de buena salud, y capaz todavía de leer y escribir,
cam­ ciendo, ya que «a medida que van debilitándose otros placeres, los
bio de opinión y me quedo» 2o.
placeres fisicos, van c reciendo mis necesidades y goces con las cosas
Los filósofos aceptan mal su vejez, igual que los demás. Cuan
do del espíritu» 26. La conversación que entabla entonces COff Sócrates
la consideran como objeto de estudio, su opinión resulta
más mati­ gi ra en torno a las ventajas de la vejez. Es interesante reproducir el
zada, pero nunca muy favorable. Reconocen que a pesar
de los acha­ fragmento en su totalidad, aunque sea un poco largo, pues es uno
qu es de la edad avanzada, todos q uieren llegar a ella: Bión
compara de los he rmosísimos y escasos textos de la Antigüedad que tratan
la vejez a un puerto, hacia el cual afluyen todos los males
para re­ este tema:
fugiarse en él 21; a pesar de ello, todos desean llegar a viejos
, como «¡Naturalmente que me complace, Cefalo, conversar con perso­
el mismo Salón, que reprochaba a Mimnerme el hecho de desea
r mo­ nas de edad muy avanzada!, dijo Sócrates. Opino, en efecto, que ya
rir no antes de los setenta años, cuando debería haber dicho
ochenta que ellas han recorrido un camino que nosotros, llegado el momen­
an- os 22. L.a mayor parte comc
. .d
1 e en reconocer que la vejez es una to, tendremos que recorrer también, es necesario que estas mismas
tara: se parece a todo lo que se corrompe, y la juventud
a todo lo personas nos enseñen la naturaleza del camino: ¿escabroso, peno­
que crece, decía Pitágoras 23. Los viejos atletas son como
«mantos so?, o, por el contrario, ¿fácil y practicable? Naturalmente, también
usados hasta la t rama» 24, y el bastón es su utensilio. Dióge
nes pen­ me gustaría saber cuáles son tus opiniones, puesto que en este mo­
saba que envejecer sin rec u rsos era la cosa más penosa de
• · la exis-
· mento has alcanzado esa edad que los poetas denominan, lo sabes
tenc1a 25. Hay que honrar a los ancianos, por supuesto, como pe-
bien, "el límite de la vejez"; si crees que es un momento penoso de
dían Quilón y Pitágoras. Natu ralmente, también los estoicos ense­
la existencia, o cómo lo consideras por tu parte.
ñaban la necesidad de hon rar a los padres, después de hacerlo con
»Sí, Sócrates, te diré cuál es mi opinión, !por Zeus! Muchas ve­
los dioses. Pero, en general, los filosófos se sienten turbados ante
la ces nos reunimos, en efecto, algunos ancianos de aproximadamente
vejez, que les proporciona más tormentos que p restigio y sabidur
ía. la misma edad, con objeto de que el viejo p roverbio no se equivo­
que. Pues bien, la mayor parte de los reunidos, desde el momento
en que están juntos, se lamentan, echan de menos los placeres de
El anciano ideal de Platón su juventud, trayendo a su memoria los �ecuerdos de sus amores, de
sus borracheras, de sus comilonas, de todo aquello que pueda rela­
Los dos filósofos más impo rtantes adoptaron una postura radi".' cionarse con placeres de esta clase; se muestran irritados por verse
calmente opuesta sobre esta cuestión, como lo harán en otras: ante privados de ellos, como si fuesen grandes bienes, y como si el tiem-
86 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 87

po pasado fuese, para ellos, la b uena vida, en tanto que el presente más bien la posesión de una gran fortuna. Ya que, dicen, lo s ricos
?'ª no es vivir en absoluto. Hay también quienes deploran los ultra­ tienen muchos medios para estimular su ánimo.
jes que los parientes infligen a la vejez, y encuentran en ello una ex­ »-Tienes razón en lo que dices, me respondió---: no me creen;
celente excusa para compadecerse de todas las miserias que la vejez pero aunque sus palabras tengan algún fundamento, nó es, sin em­
les propo rciona. Por mi parte, Sócrates, creo que la vejez, a la que bargo, tanto como se imaginan. Ciertamente es apropiado para la
estos hombres echan la culpa, no es la verdadera causa. Si fuera efec­ o casión el dicho de Temístocles: un nativo de Serifos q uería o fen­
tivamente la vejez l a causa de estas miserias, yo también las h ubie­ derlo diciéndole que s u reputación no se la debía a sí mismo, sino
ra padecido de manera semejante, estoy seguro; igual que todos a s u ciudad: - �i yo habría llegado a ser célebre, le respondió, por
aquell�s que han alcanzado esta edad. En realidad, y por mi parte, haber nacido en Serifos, ni tú tampoco, aunque fueses de Atenas. Es­
he P?dido observar una actitud muy diferente en otros, en particu­ tas mismas palabras son sin duda oportunas con respecto a las per­
lar, J usto es decirlo, en Sófocl es, el poeta, junto a quien me encon­ sonas que, desprovistas de medios de fortuna, so portan la vejez con
traba un día en que l e fue formulada esta pregunta: -¿Cómo te com­ dificultad: ni el hombre de bien podría soportar con plena holgura
portas tú, Sófocles -preguntaba el individuo--- en lo referente a las una vejez aco mpañada de po breza, ni cualquiera que se haya enri­
cosas del amor? ¿Eres capaz todavía de tener relaciones con una mu­ quecido po drá nunca estar contento consigo mismo si no es un hom­
j?r? Y él re�pondió: -¡No blasfemes, b uen hombre!; por el contra­ bre de bien» 27•
no, me he librado de ello con la mayor satisfacción, como si lo hu­ Estas son las palabras de un sabio fuera de lo común. Lo esen­
_
biera hecho de un amo h orribl emente salvaje. Ahora bien, ig ual que cial de la argumentación, que será recogida por Cicerón, consiste en
en aquel momento fui de la o pinión de que aquélla había sido una vincular la felicidad de la vejez a la virtud. El hombre de bien, edu­
buena respuesta, hoy sigo opinando lo mismo: que la vejez, al me­ cado en una vida virtuo sa, disfrutará feliz los último s días; su vejez
nos en todo lo que se relaciona con tales placeres, provoca en noso­ será la culminación de su vida. Liberado de las pasiones que turba-
tros un inmenso sentimiento de paz y de liberación. Una vez que la . han su alma, podrá abandonarse sin ningún obstáculo a los placeres
t�nsión de los deseos ha llegado a su fin, una vez que se han disten­ del espíritu. Cefalo admite que esto no es lo más frecuente: en las
dido , entonces se confirman por completo las palabras de Sófocles: re uniones entre ancianos, éstos pasan el tiempo lamentándose por
viene a ser como despedirse de innumerables amos ¡la felicidad com­ la pérdida de la juventud y de sus placeres; se quejan de ser vícti­
pleta! Además, en cuanto a la c uestión particular de las relaciones mas de ultrajes, lo que s upone una muestra del desprecio co n el que
con los parientes, sólo hay una explicación: ¡no es la vejez, Sócrates, so n tratado s los viejos en Atenas. El proverbio griego al que alude
sino por el contrario, el h umor de la gente! Cuando se tiene pruden­ Cefalo es, por lo demás, característico: «A cualquier edad quéjate a
ci� y se es complaciente, tampoco la vejez nos hace importunos, alguien de tu edad; cuando seas viejo, quéjate a un viejo»; los an­
mientras que, en el caso contrario , tanto en la vejez como en la ju­ ciano s son mal aceptados en las reuniones de gente más joven. En
ven�ud, Sócrates, cual quier perso na, por esa razón, puede llegar a Fedra, el anciano Platón hará una discreta y púdica alusión a «una
ser msoportable. imagen de vejez marchita, a la que acompañan en cortejo el resto
»Como me había quedado impresionado por la magnífica res­ de las miserias, de las que resulta muy desagradable oír hablar» 28.
puesta del anciano, deseé que co ntinuase hablando y le incité a ello Pero, apenas entrevista, la negra realidad es inmediatamente ve­
diciendo : -Cuando pronuncias estas palabras, Cefalo, imagino que lada, y Platón se evade en la utopía. En la República ideal con que
,
la may�na de las personas no deben creerte. P o r el co ntrario, lo que, él sueña, los ancianos desempeñarán un importante papel, ya que
a sus OJOS, te hace la vejez fácil de soportar no es tu humor, sino «es algo evidente que los que mandan deben ser las personas de más
88 HISTORIA DE LA VEJEZ

edad, mientras que los mandados deben ser los más jóvenes» 29• Esta
T EL MUNDO GRIEGO

con el que rodea a los ancianos, el respeto que se les muestra en la


89

supremacía de los ancianos la perfeccionará en su último sueño: las ciudad ideal, los poderes que les son atribuidos en su utopía, ¿no
Leyes, que termina hacia 348-347, a la edad de ochenta años. El tipo son otros tantos indicios de la situación de inferioridad y de rechazo
de gobierno cuyos detalles prevé entonces tiene todos los rasgos de que padecen en la ciudad real? ¿No indican una reacción del filósofo
una gerontocracia. Recordando una vez más «que son los ancianos frente a un estado de cosas que intenta trastocar?
quienes deben gobernar, y los jóvenes ser gobernados», que los hijos
deben respeto y obediencia absoluta a sus padres, que los viejos de­
ben dar ejemplo a los jóvenes, especifica los poderes que serían atri­ Aristóteles contra los ancianos
buidos a cada edad: los hombres de más de sesenta años presidirán
los banquetes; si alguno abandona a sus padres, deberá ser denun­ Aristóteles adopta una postura completamente diferente. Para él
ciado a los tres legisladores más viejos y a las tres mujeres de más la vejez ni es una garantía de sabiduría ni de capacidad política. �i
edad que ejercen el control de los matrimonios, los cuales se encar­ siquiera la experiencia de los ancianos constituye un elemento posi­
garán de imponerles las sanciones; si alguno maltrata a sus padres, tivo: a menudo no es más que una acumulación de errores en un es­
será juzgado por un tribunal compuesto por los cientoún ciudada­ píritu endurecido por la edad. Al contrario que Platón, para quien
nos de más edad; los supervisores de la administración de los ma­ las cualidades espirituales se benefician del debilitamiento de los sen­
gistrados, cuyo papel es esencial, tendrán obligatoriamente entre cin­ tidos, que libera al hombre de la esclavitud de las pasiones, Aristó- ·
.
cuenta y setenta y cinco años 30; en todos los casos dificiles, serán teles insiste en que por la unión del alma y el cuerpo, la decrepitud
consultados los legisladores que más edad tengan. En esta ciudad de uno alcanza indefectiblemente a la otra. La salud física y la ca­
imaginaria sólo se podrá uno embriagar a partir de los· cuarenta pacidad corporal plena son indispensable� �ara la práctic� �e la sa- .
.
años, y esto suavizará las desdichas de la v�jez: el vino «les ha sido biduría. Por ello, el hombre alcanza el max1mo de sus pos1b1hdades
dado por este dios como un remedio a la austeridad de la vejez, para hacia los cincuenta años y se debilita a continuación. «El espíritu
rejuvenecernos, para hacer que el olvido de todo aquello que aflige está sometido a la vejez, exactamente igual que el cuerpo», declara
al anciano arranque de su alma la aspereza que la caracteriza y la en la Política 33• La Gerusía de Esparta representa el modelo carac­
vuelva más tierna» 31• En el mismo pasaje Platón elogia la constitu­ terístico de mal gobierno, pues el poder deben ejercerlo los hombres
ción espartana, que contrarresta el poder de los reyes con el de vein­ jóvenes y robustos en vez de confiarlo a los viejos. Los ancianos de­
tiocho ancianos. ben dedicarse a tareas sacerdotales.
Platón reconoce que algunos pueden caer én la locura, que su ca­ Desde el punto de vista moral, Aristóteles se muestra implacable
pacidad mental y fisica disminuye a veces: «Puede ocurrir que un con la vejez, a la que responsabiliza de todos los males en 1� Etica
padre, por causa de una enfermedad o de la vejez, o tal vez también a Nicómaco: los viejos son avaros; no conocen la amistad desmtere­
por su carácter intratable, o quizá por todas estas razones juntas, sada: sólo buscan lo que puede satisfacer sus necesidades egoístas,
llegue a trastornarse mentalmente más de lo que es normal en pa­ y se encariñan solamente con los que pueden serles útiles; entre ellos,
recidas circunstancias» 32. Un anciano de edad muy avanzada que el amor desaparece por causa del hastío, o sólo se mantiene por cos­
ya no posee el dominio de todas sus facultades puede verse empu­ tumbre· su carácter dificil convierte siempre el nacimiento de una
jado a cometer un delito. En resumen, Platón admite que la vejez verdad�ra amistad en algo muy problemático 34. En la Retórica, Aris-.
tiene sus debilidades, y prevé para ella lugares de descanso y de cui­ tóteles traza un excelente retrato del anciano, réplica exacta del dis­
dados, acompañados de baños calientes. Pero el lujo de atenciones curso platónico de Cefalo. Retrato repelente, este texto acusa a los
90 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 91

viejos de todos los defectos: son timoratos, indecisos, desconfiados, za; el tiempo que les queda de vida es corto; el pasado es largo; aho­
mezquinos, temerosos, cobardes, egoístas, pesimistas, charlatanes, ra bien, la esperanza se proyecta hacia el futuro, el recuerdo hacia
avaros, melancólicos, «porque han vivido muchos años, han sido en­ el pasado. Esta es la razón que les hace charlatanes: hablan sin ce­
gañados y han cometido errores en más de una ocasión, y como casi sar de lo que les ha ocurrido, pues encuentran placer en volver a re­
siempre las cosas humanas salen mal, procuran no definirse, que­ cordarlo. Sus arrebatos son impulsivos, pero débiles; en cuanto a sus
dando demasiado por debajo de lo que deberían en todas sus pala­ deseos, algunos han quebrado, los demás ya no tienen fuerza; por
bras. Dicen: yo pienso; nunca: yo sé, y, en la duda, añaden siempre: consiguiente, no son propensos a los deseos ni tienen intención de
quizá, es posible; hablan siempre así, nunca con firmeza. satisfacerlos: solamente les guía el interés. También por esto los hom­
»Tienen mal carácter; porque tener mal carácter consiste en to­ bres de esta edad parecen inclinados a la templanza, pues sus .de­
mar todas las cosas por su lado negativo. Además, sospechan por seos se han debilitado y sólo están ya al servicio de su provecho. La
su desconfianza que el mal está por todas partes, y son desconfiados regla de su vida es más el cálculo que el carácter; el cálculo es signo
a causa de su experiencia. No aman ni odian con violencia por estas del interés, el carácter de la virtud. Si cometen injusticias es por mal­
razones; pero según el precepto de Bías, aman como deberían odiar dad, no por descomedimiento.
y odian como deberían amar. »También los ancianos pueden sentir compasión, pero no por las
»Son de espíritu mezquino, porque han sido humillados por la mismas razones que los jóvenes; éstos son piadosos por humanidad,
vida; no desean nada grande ni extraordinario, sino que limitan sus los ancianos por debilidad. Creen verse amenazados por toda clase
deseos a las necesidades de la vida. Son avaros, pues la propiedad de infortunios, lo cual, decíamos, les inclinaba a la piedad; son tam­
es una de sus necesidades, y al mismo tiempo saben por experiencia bién dados a las lamentaciones; no aprecian las bromas ni las risas;
i el gusto por la queja es la antítesis del gusto por la risa» 35.
cuán difcilmente se adquiere y con cuánta facilidad se pierde. Son
pusilánimes e inclinados a asustarse rápidamente; la edad los ha co­ El encarnizamiento del Estagirita puede parecer excesivo y sos­
locado en una situación opuesta a la de los jóvenes; son fríos, aqué­ pechoso. Nos parece, sin embargo, que está mucho más cerca que
llos son calientes; de manera que la vejez ha dejado el camino abier­ Platón de la idea que la gran mayoría de los griegos tenían de la ve­
to a la cobardía; pues la pena es una especie de enfriamiento. Aman jez. Sin duda no es anecdótico que Platón haya escrito las Leyes a la
la vida, y más aún en el ocaso de ésta, porque el deseo tiene ·como edad de ochenta años, mientras que Aristóteles apenas tenía cin­
objeto lo que ya ha desaparecido, y lo que anhelamos con más fuer­ cuenta años cuando hablaba de la vejez. Pero la razón esencial de
za es aquello que nos falta. Son egoístas, por encima de lo permisi­ la oposición está en otra parte: Platón, como habla desde el punto
ble; lo cual es también bajeza de sentimientos. Viven para su inte­ de vista ideal, invierte en muchos casos la situación real, en tanto
rés, no para lo bello, más allá de lo razonable, porque son egoístas; que Aristóteles, que sólo describe lo que ve y oye, refleja al mismo
porque el interés es un bien particular, en tanto que lo bello es un tiempo la situación objetiva y los prejuicios. de su época y de su ci­
bien absoluto. Son más desvergonzados que púdicos; como se preo­ vilización, que son claramente desfavorables para los ancianos.
c�pan más del interés que de lo bello, hacen poco caso de la opinión
aJena.
»Son poco dados a la esperanza, por causa de la experiencia; ya
que la mayor parte de los acontecimientos son fastidiosos, y lo más
frecuente es que las cosas vayan a peor; lo cual refuerza, además,
su cobardía. Viven más en función del recuerdo que de la esperan-
92 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 93

El anciano en la sociedad y las instituciones griegas: una podría ser incluso, según Robín Lane Fox, el motivo fundamental
responsabilidad desdibujada del asesinato de Cleisto por Alejandro 41• A menudo se considera ne­
cios a los viejos: «hablas como un viejo», replica Dionisos, tirano de
Podemos percibir, más allá del campo literario, el lugar que ocu­ Siracusa, a Platón, que le daba lecciones de moral.
pa realmente el anciano en la sociedad griega clásica, y no es desde La vejez es considerada una tara en sí misma, y es censurada
luego un lugar grato. Parece que lo más frecuente es que provoque por las mismas razones que otros vicios. Diógenes Laercio nos pro­
el desprecio, las bromas y los malos tratos: «Un anciano decrépito, porciona varios ejemplos al respecto. Por eso no es extraño que los
con sólo tres dientes, que vive con dificuhad, que se apoya sobre cua­ griegos hayan temido la proximidad de la edad avanzada; según Es­
tro esclavos para caminar, cuya nariz destila un moquillo continuo, trabón, los habitantes de Queos tenían la costumbre de suicidarse
cuyos ojos están llenos de legañas, insensible a todas las voluptuo­ hacia los sesenta años. Una de las razones que, segúnjenofonte, lle­
sidades, un sepulcro animado, blanco de las burlas de la juven­ varon a Sócrates a aceptar la muerte fue que ésta le libraría de los
tud» 36, así nos lo describe Julián, y muchos griegos parecen haber achaques y las miserias de la vejez: «Ahora, si continúo cumpliendo
tenido los mismos ojos que él. Vistas todas las precauciones que Pla­ años, sé que tendré que soportar necesariamente los inconvenientes
tón toma para proteger a los viejos, nos damos cuenta de lo precaria de la vejez, que mi vista disminuirá, que oiré peor ...» Platón le hace
que debía de ser su situación: la falta de respeto de los hijos hacia decir en el Gritón: «Cuando un hombre alcanza mi edad, debería con­
los padres de edad avanzada parece haber alcanzado niveles serios; siderar sin tristeza la proximidad de la muerte» 42• Los únicos tex­
desde el simple abandono a las sevicias corporales y al asesinato; al­ tos en los que los griegos parecen apreciar la belleza son las inscrip­
gunos acusan al padre de demencia, y «lo normal es que estos he­ ciones funerarias. B. E. Richardson, que ha estudiado más de dos
chos se produzcan en naturalezas humanas fundamentalmente mal­ mil, llega a la conclusión, sin ningún motivo, de que los helenos con­
4
vadas» 37• sideran la edad avanzada como un período agradable 3• Sabemos,
La historia de las instituciones parece mostrar, en efecto, que la por el contrario, que la epigrafia funeraria es el lugar preferido para
autoridad del padre de familia disminuyó en Grecia a partir del si­ las mentiras piadosas, y el hecho mismo de que sea la única que ala­
glo VII, y los conflictos generacionales, favorecidos por la mayor in­ ba la vejez descalifica sus palabras.
dependenciajurídica conseguida por los hijos, parecen haber sido in­ Paradójicamente, sin embargo, es en Grecia donde se habla, por
tensos 38. Numerosas leyes atenienses insisten en la obligación de res­ primera vez con toda seguridad, de instituciones caritativas destina­
petar a los padres ancianos, y el hecho de que se reiteren estas leyes das al cuidado de ancianos necesita'dos: en un alegato, Esquino alu­
da a entender que apenas eran respetadas 39• Un decreto de Salón de a los dos óbolos concedidos a los ciudadanos viejos o achacosos
declaraba que: «Si alguno no alimenta a sus padres, que sea priva­ que se han empadronado. En el pritaneo de Atenas se repartía co­
do del derecho de ciudadanía. El mismo castigo para aquél que ha mida gratuita a los ciudadanos viejos que habían servido al Estado,
40
dilapidado los bienes de sus padres» , y el gran legislador de co­ e incluso se podía llegar a alimentarlos durante el resto de su vida,
mienzos del siglo VI vuelve a recordar la obligación de respetar a como demuestra una frase de Aristófanes en Los Acarnienses: «Lejos
los padres de edad avanzada. Encontramos ejemplos de enfrenta­ de ser mantenidos hasta el fin de nuestros días a expensas de la Re­
miento entre jóvenes y viejos hasta en la historia de Alejandro Mag­ pública en pago a los enormes servicios prestados en el mar, sufri­
no: el joven rey de Macedonia y sus compañeros son provocados con mos los tratos más severos...» (V,676). En Sardes, Vitruvio habla
frecuencia por las bravatas de los viejos jefes de los veteranos, que igualmente de «la casa de Creso, destinada por los sardianos a los
engrandecen las proezas realizadas durante el reinado de Filipo. Este habitantes de la ciudad que, por su edad avanzada, han adquirido
1
94 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 95

el privilegio de vivir en paz en una comunidad de ancianos a la que diendo importancia. Simone de Beauvoir señalaba que ya en la épo­
llaman Gerusía.... » 44. ca arcaica los términos gera, geron designaban al mismo tiempo la
La gran excepción en el mundo griego, el «caso» por excelencia, edad avanzada y la edad privilegiada, el derecho de ancianidad, lo
es Esparta. Too,os coinciden en señalar el lugar privilegiado que en que supondría que los ancianos tenían entonces una función políti­
ella se concedía a los ancianos. Esta anomalía, criticada por Aristó­ ca. Sin embargo, hemos visto en las obras de Homero que el consejo
teles y alabada por Platón, es desde luego la excepción que confir­ de los ancianos sólo era un órgano consultivo, y que de hecho los
ma la regla. Licurgo, según Plutarco, habría exigido en su obra le­ jóvenes tenían todo el poder de decisión. La evolución hacia un ré­
gislaJora el respeto a los ancianos, cuyo cometido era instruir y acon­ gimen plutocrático conservador favoreció sin duda alguna, en un pri­
sejar a los ciudadanos. Es fácil encontrarlos en las escuelas opinan­ mer momento, el crecimiento de los poderes de los ancianos.
do acerca de los asuntos políticos, guerreros y deportivos. La mayor Esta tendencia se generalizó; en los siglos VII-VI se crean Geru­
originalidad de la ciudad es la Gerusía, compuesta por treinta ancia­ sías en Éfeso, Crotona, Cnido, Corinto; los miembros, generalmente
nos elegidos de por vida, por aclamación, entre los ciudadanos de mayores de sesenta años, permanecen en el cargo hasta su muerte.
más de sesenta años. Este consejo dirige toda la política, en parti­ La concentración de la propiedad territorial actuaba en el mismo
cular la política exterior; prepara los proyectos de leyes presentados sentido, pues los hombres de más edad eran a menudo los más ri­
a la asamblea, y puede incluso hacer caso omiso de las decisiones cos. Salón consagró esta evolución a comienzos del siglo VI. El po­
tomadas por ésta; es juez supremo en materia de crímenes, pudien­ der de los ancianos se concentraba entonces en el areópago, cuerpo
do condenar a la pérdida de los derechos de la ciudadanía o a muer­ aristocrático compuesto por los ancianos arcontes, inamovibles e
te; constituye la más alta magistratura ante la cual pueden ser cita­ irresponsables. Guardián de la ciudad, supervisaba a los magistra­
dos y juzgados incluso los dos reyes. Por último, no es responsable dos, juzgaba todos los delitos y crímenes, participaba en el poder eje­
de sus decisiones. cutivo, en el legislativo y en el judicial; interpretaba las leyes, tenía
Si ya eran enormes los poderes de la Gerusía en el siglo VI, pa­ derecho de veto sobre las decisiones de la Ecclesía, y podía apropiar­
rece que aumentaron aún más en los siglos V y IV: entonces puede se todos los poderes, cosa que hizo cuando tuvo lugar la invasión per­
poner veto a las decisiones de la Ecclesía, que no tiene ya práctica­ sa. En definitiva, desempeñaban un papel comparable al de la Ge­
mente poderes reales; la irresponsabilidad de los gerontes se hace rusía espartana.
cada vez más firme. Verdaderamente esta gerontocracia militar, esta La llegada al poder de los demócratas provocó la ruina del areó­
ciudad-cuartel dirigida por ancianos, es un caso curioso, aunque pago: atacado en una serie de procesos, perdió sus atribuciones po­
ciertamente éstos no debían ser excesivamente numerosos. Esparta líticas y judiciales por una ley del año 462; sólo le dejaron los po­
tuvo siempre un número reducido de ciudadanos, y muy pocos so­ deres honoríficos: jurisdicción sobre los débitos religiosos y adminis­
brevivirían a las hecatombes guerreras ocasionadas por una tác­ tración del patrimonio sagrado. La Bulé, la Ecclesía y la Heliada se
tica heroica, pero costosa. ¿Prestigio debido a la singularidad, ho­ repartieron sus poderes políticos. Los ancianos no volvieron ya a te­
menaje a los gloriosos supervivientes? Este factor ha desempeñado ner un papel importante, y hacia finales del siglo IV Aristóteles po­
sin duda alguna un gran papel en el respeto que los espartanos pro­ día estudiar la constitución de Atenas como un modelo liberado del
fesaban a la vejez. En todo caso, esta actitud era proverbial en el dominio de los ancianos. Ciertamente se establecieron condiciones
mundo antiguo. relacionadas con la edad para acceder a las magistraturas, pero iban
No ocurre nada parecido en las instituciones atenienses, donde, más encaminadas a favorecer a los hombres maduros. Aristóteles las
al contrario que en Esparta, el papel de los ancianos parece ir per- resume así: treinta años como mínimo para acceder al consejo con
96 HISTORJA DE LA VEJEZ El MUNDO GRIEGO 97

Dracón; tener un hijo legítimo de diez años para los arcontes y los de edad, general en jefe en los Balcanes, y elige a Parmenion, de se­
tesoreros; cuarenta años para formar parte de los Diez según la cons­ senta y cinco años, como segundo jefe de la expedición. Este ancia­
titución del 411 (régimen de los 400); treinta años para acceder a la no tuvo un papel tan importante que acabó por hacer sombra al rey;
Bulé; cuarenta años para los consejeros y directores de muchachos su influencia crecía gracias a los miembros de su familia: su hijo Fi­
después de la restauración, y treinta años para los jueces. Solamen­ lotas mandaba la caballería, otro hijo instruía a los jinetes, un so­
te los jueces públicos deben tener más de sesenta años, pero sus po­ brino era jefe de los exploradores y un yerno estaba al mando de los
deres no son considerables: nombrados por sorteo, están obligados elimiotas, soldados de infantería. Los relatos de la expedición, re­
a aceptar su cargo bajo pena de perder sus derechos de ciudadanía, dactados tras la desgracia de Parmenion, intentan manchar su re­
se ocupan de los procesos por más' de 10 dracmas; si su sentencia putación y atenuar su papel. Sin embargo, parece que dio un gran
arbitral es rechazada por los litigantes, el caso es sometido nueva­ impulso a la conquista y tuvo iniciativas decisivas en las grandes ba­
mente al tribunal. Igualmente los exégetas, encargados de interpre­ tallas. Lo cierto es que Alejandro juzgó más prudente ordenar su eje­
tar la ley, deben tener más de sesenta años. cución en el año 330, en plena campaña militar. Parmenion, que te­
Según Tucídides, los atenienses, decepcionados por el fracaso de nía entonces setenta años, personificaba el poder individual que un
la expedición a Sicilia, habrían dado el poder, por un tiempo, a hom­ anciano podía llegar a alcanzar gracias a su capacidad personal y a
bres de más edad. Pero el movimiento no duró mucho. Atenas per­ la ayuda de una gran familia a la manera patriarcal. Muchos clanes
maneció fiel a la juventud. macedonios eran también dirigidos por el miembro más anciano, y
en la época de Filipo se menciona a un famoso jefe ilirio, muy temi­
do hasta su muerte, a los noventa años.
El anciano en el mundo helenístico: cierta recuperación Alejandro se servirá también de otros consejeros ancianos: el vie­
jo y tuerto Antígono será nombrado sátrapa de Asia Menor; el viejo
La civilización helenística daría muestras de una disposición con Mazeus, un sátrapa de Darío, de más de sesenta años y que posi­
más altura de miras o de indiferencia. Los pensadores y escritores blemente traicionó a su señor en Arbeles, pasa al servicio del rey de
de este período no sienten apenas preocupación por la edad. En Macedonia, que le nombra gobernador de Babilonia. Asimismo será
cuanto a las instituciones, pueden resumirse en la monarquía, régi­ el más viejo de los oficiales del estado mayor, Coenus, el escogido
men que utiliza como único criterio de reclutamiento la fidelidad al por sus compañeros para la delicada misión de comunicar a Alejan­
soberano, cualquiera que sea la edad del súbdito. Parece que la tra­ dro el rechazo del ejército a avanzar en la India.
dición macedonia concedía a los consejeros ancianos cierta impor­ Las tropas del conquistador presentan la siguiente particulari­
tancia: la palabra que designa al «consejero» deriva del término que dad: comprenden un cuerpo de élite de 3.000 <�inetes del rey», mu­
significa «hombre de cabellos grises». chos de los cuales han rebasado ampliamente los sesenta años; du­
La epopeya de Alejandro ilustra la soberbia indiferencia del con­ rante toda la campaña realizan hazañas extraordinarias, siempre los
quistador en lo relativo a la edad. Al joven soberano sólo le intere­ primeros en el ataque, siempre aplicados a las tareas más dificiles,
san el valor y la utilidad de los hombres, y son numerosos los viejos haciendo marchas forzadas de 50 kilómetros al día por el desierto.
a los que otorga su confianza y desempeñan un papel importante Al final de la campaña, estos veteranos de élite están a punto de su­
bajo su reinado. Educado él mismo por dos ancianos, Lisímaco y blevarse cuando Alejandro decide enviarlos de vuelta a Macedonia.
Leónidas, a los que siempre mostrará mucho respeto, Alejandro, en Se niegan a dejar su puesto a los jóvenes... y su parte del futuro bo­
d momento de su gran marcha, nombra a Antipater, de sesenta años tín. Acaban cediendo ante la determinación del rey, y entonces se
Y8 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO

pudo asistir al insólito espectáculo de ver a esta temible tropa de an­ ja del Louvre, el pescador y la pastora del museo del Capitolio, el
cianos, mandada por generales de setenta años, Cratero y Poliper­ viejo Esopo jorobado de Aristodemo son ejemplos sorprendentes.
con, atravesar Asia de Babilonia a Macedonia, donde fueron recibi­ Pero no hay maldad en estas representaciones, todo lo más curiosi­
dos por el septuagenario Antipater y les fueron otorgados sitios de dad mezclada con simpatía. El viejo pedagogo del Museo del Lou­
honor en los teatros hasta el fin de su vida. Pero su carrera no es­ vre es particularmente conmovedor: sorprendente realismo el de este
taba terminada; tras la muerte de Alejandro, muchos volvieron a to­ anciano endeble, delgado, encorvado, calvo y barbudo, que sonríe a
mar las armas y desempeñaron un papel esencial en las batallas en­ su joven señor con la boca desdentada y sujeta con la mano izquier­
tre los sucesores. da los huesecillos del niño. De la misma inspiración, pero con sen­
El período helenístico ofrece muchas más posibilidades de auto­ tido más noble, es la «cabeza de Séneca», marcado por la edad y la
ridad y poder a los ancianos robustos y ambiciosos que la Grecia clá­ experiencia, con la barba irregular, los cabellos en desorden y la in­
sica. Como todas las sociedades cosmopolitas y abiertas, el mundo tensa mirada.
helenístico, mezcla de civilizaciones, no tiene prejuicios respecto a Con estas obras, la vejez recupera el derecho de ciudadanía. Pa-
la raza o la edad. El éxito está al alcance de todas las personalida­ tética o ridícula, ya no se siente ignorada; ya no forma parte de los
des enérgicas, sean jóvenes o ancianas. Esta época, demasiado a me­ tabús; se la representa tal como se muestra, sin juzgarla. La civi­
nudo desacreditada, calificada de decadente, conoce en realidad una lización helenística describe, enumera, compila, pero no rechaza:
extraordinaria efervescencia de energía y de creatividad; liberada de Tampoco hace de la vejez una curiosidad; se mantiene en la neu­
las trabas institJ¿cionales y de la xenofobia del mundo griego clási­ tralidad, ¿y no es ésta la actitud más sana que existe, mejor que la
co, constituye uno de los escasos períodos de la historia en que fue­ compasión degradante, el desprecio humillante y la alabanza hipó­
ron abatidas las barreras nacionales, raciales, institucionales y gene­ crita? ¡Qué contraste, además, entre lajuventud del fundador, Ale­
racionales. jandro, muerto a los treinta y tres años, y la longevidad de sus epí­
La evolución artística ilustra este cambio de mentalidad. La Gre­ gonos: los sesenta y dos años de Ptolomeo II (308-246), los sesenta
cia clásica siente repugnancia por mostrar la vejez: los viejos son y tres de Ptolomeo III (284-221) y de Antíoco I (324-261), los se­
idealizados siempre; solamente la calvicie y la barba los diferencian tenta y tres de Antipater (muerto en 319), los setenta y dos de Atalo
de los hombres de edad madura; la fealdad y la deformidad no se I (269-197), los setenta y cinco de Seleuco I (355-280), los ochenta
muestran nunca. Esta tradición se mantiene aún a veces hasta el si­ de Antigono Gonatas (319-239), los ochenta y dos de Atalo II
glo III, cuando el Sófocles del museo de Latran es representado en la (220-138) y los ochenta y cinco años de Ptolomeo I (367-282)!
plenitud de la vida. La vejez es negada y rechazada: representada Los récords fascinan a los hombres de esta edad de héroes. Cuan­
en los vasos de los siglos V-IV con los rasgos de, un personaje horri­ do la expedición de Alejandro se interna en Asia, las leyendas que
ble, flaco y arrugado, o con la apariencia de un hombre barbudo y circulan entre el ejército sobre las maravillas de Oriente se refieren
peludo, es combatida y vencida por Hércules. en especial a la extraordinaria longevidad de los habitantes: ciento
El anciano, el verdadero, aparece en la escultura helenística bajo treinta años en una región del sur de Irán, doscientos años en la In-
formas variadas. El arte no conoce entonces exclusiones. El artista . dia. Uno de los episodios que más impresionaron a los soldados fue
estudia y reproduce el mundo que le rodea. Desde luego le gusta lo la llegada de dos sabios gimnosofistas indios, que acompañaron a
pintoresco, lo extremo, lo insólito, lo divertido y lo patético, y por las tropas durante varias etapas, y la inmolacion de uno de ellos, de
r-
este motivo los viejos, y sobre todo las viejas, han alimentado su ins­ setenta y nueve años de edad, en una hoguera para evitar conve
45
piración: la anciana ebria, la cabeza y el cuerpo grotescos de la vie- tirse en un inválido .
100 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 101

La hora de la muerte y la longevidad en Grecia la vejez. De la muestra de los 2.022 individuos, 233 murieron antes
de los cinco años, 147 entre los seis y diez años, 180 entre los once
Las precisiones relativas a la edad de los individuos pueden pa­ y los quince, 294 entre los diciséis y los veinte y 268 entre los vein­
recer con toda razón sospechosas en el mundo antiguo, donde los na­ tiuno y los veinticinco años, es decir, el 55,48 % del total. De los
cimientos no son registrados con regularidad y donde la tendencia 900 supervivientes de veinticinco años, 206 (es decir, el 22,8 % ) lle­
de los historiadores a exagerar las cifras es bien conocida. A pesar garán a los sesenta años, proporción suficiente para que la vejez pier­
de todo, existen indicaciones. En Atenas, por ejemplo, para el reclu­ da el carácter excepcional y milagroso que asumía en las sociedades
tamiento de los árbitros públicos, la edad era comprobada por los más primitivas.
arcontes y los epónimos; cada año se grababa el nombre de los jó­
venes en una estela de bronce que se levantaba ante el palacio del PORCENTAJE CON RESPECTO
consejo 46• Se inscribía a los niños en los registros de s1,1 fratría, y EDAD AL FALLECIMIENTO
NúMERO DE CASOS AL NÚMERO TOTAL
AROS
con este motivo los padres debían afirmar bajo juramento que sus an­ DE FALLECIMIENTOS

tepasados disfrutaban del derecho de ciudadanía. A los diecisiete 61- 65 45 2,23


años se inscribía al ateniense en los registros de su demo, pero esta 66 70 48 2,37
inscripción podía ser rechazada. El hecho de que, varios siglos más 71- 75 29 1,44
tarde, los archivos de la isla de Cos nos hayan proporcionado el acta 76 80 35 1,73
81- 85 19 0,94
de nacimiento de Hipócrates, demuestra la seriedad del registro del 86- 90 16 0,79
estado civil griego. A esto debemos añadir que de vez en.cuando se 91- 95 5 0,25
hacían censos en Atenas, y que las obras de geografia, cuyos inven­ 96-100 6 0,35
tores fueron los griegos, incluían apartados de estadística descripti­ 101-110 3 0,15
va, como las ciento cincuenta y ocho monografias del tratado de La
Política de Aristóteles 47•
Sin embargo, es muy dificil hacerse una idea de la longevidad y Alcanzar la vejez se convierte en algo tan corriente que nadie se
de la proporción de personas de edad eri la población griega, debido interesa por ella. Pero si el número de ancianos es suficiente para
a la desaparición de la mayor parte de estas fuentes. B. E. Richard­ que se puedan hacer generalizaciones respecto a ellos, no lo es tanto
son ha confeccionado un cuadro a partir de las 2.022 inscripciones como para que se tomen en serio sus necesidades particulares. Los
funerarias reunidas por él. Reproducimos la partida correspondien­ viejos no son suficientemente numerosos para constituir un proble­
te a las personas fallecidas con más de sesenta años 48• ma social, aunque sí lo son· para que se note su presencia; tampoco
En resumen, el 10,2 % de estos 2.022 griegos vivieron más de se­ lo bastante escasos para ser apreciados, ni demasiado numerosos
senta años. Al ser la muestra relativamente importante, este resul­ para ser algo más que una curiosidad. Probablemente el aspecto de­
tado parece verosímil y muestra con bastante precisión la importan­ mográfico desempeña un importante papel en la visión global que
cia numérica de los ancianos en la población griega. El contempo­ la sociedad tiene del anciano. Las dos posiciones más ventajosas las
ráneo de Aristóteles tiene, al nacer, una oportunidad sobre diez de constituyen los dos extremos: las sociedades con un bajo porcentaje
alcanzar los sesenta años, proporción aparentemente escasa. Pero en de ancianos respetan a éstos; las sociedades con un alto porcentaje,
realidad, a causa de la alta· mortalidad infantil y juvenil, el adulto como la nuestra, toman conciencia de los verdaderos problemas dé
de más de veinticinco años tenía muchas posibilidades de alcanzar la edad avanzada y de su importancia económica; comienzan a ocu-
102 HISTORIA DE LA VEJEZ

parse de ellos. Una sociedad como la de la Grecia antigua, donde


l EL MUNDO GRIEGO

vez ochenta y tres años (460-377), la formulación de las primeras hi­


103

los ancianos, relativamente poco numerosos, son una trivialidad pótesis médicas relativas a las causas del envejecimiento. Siguiendo
poco molesta, tiene tendencia a desampararlos. Otros factores en­ a Empédocles (490-430), desarrolla la teoría de los cuatro humores,
tran en juego, evidentemente, pero no hay que olvidar el peso de­ cuyo equilibrio asegura la buena salud. Estos humores correspon­
mográfico del anciano. · den a los cuatro elementos cósmicos, y el predominio de cada uno
La longevidad máxima no evoluciona. El más longevo entre los dé ellos origina uno de los cuatro temperamentos entre los cuales es­
2.022 individuos inscritos en el repertorio de B. E. Richardson es un tán repartidos los hombres:
tal Pancario, fallecido a la edad de ciento diez años. En cuanto a !os
hombres célebres, el autor menciona a 128 de ellos que rebasaron
los sesenta años, y todos continuaron con sus actividades hasta el ELEMENTOS
PROPIEDADES
HUMORES TEMPERAMENTOS
último momento. Así, a los filósofos ya citados pueden añadirse poe­ CÓSMICOS CORRESPONDIENTES CORRESPONDIENTES

tas como Aqueo (setenta y cuatro años), Esquilo (sesenta y nueve Aire Caliente y húmedo Sangre Sanguíneo
años), Anacreonte (ochenta y cinco años), Apolonio de Rodas Tierra Fría y seca Bilis negra Melancólico
(ochenta años), un autor cómico de ciento' seis años, los retóricos Fuego Caliente y seco Bilis amarilla Colérico
Agua Fría y húmeda Flema Flemático
Apolodoro de Pérgamo (ochenta y dos años) y Lisias (ochenta y tres
años), los reyes Agesilao (ochenta y cuatro años) y Antigono Cocles
(ochenta y un años). De ahí a concluir que la mayor parte de las Hipócrates consideró el proceso de envejecimiento como una pér­
obras, sobre todo las literarias, han sido escritas por viejos, no ha­ dida de calor y de humedad; el cuerpo se vuelve frío y seco. La fuen­
bía más que un paso; ese paso lo da el autor, equivocadamente, en­ te del calor reside en la parte izquierda del corazón, y a partir de
tablando la famosa disputa que será conocida sobre todo gracias a ella se extiende por todo el cuerpo. «Los cuerpos que están en pe-
la célebre obra de Harvey C. Lehman Age and Achievement: ¿alcanza , ,.1 ue
riOuO ,.1 crec.1m.1\.,J..1LÜ
; :=�<- pu,:,e\.,.11.
��o =� \.,J.
=I .11.1.aAla.1u
m;;�·m�.-1 ��I��:�
ue \....a.lV.l =�·�� D��=o� �=
H.lt\.,.1lu1. • .l. U.l \.,.)V U\.,-

el hombre el desarrollo máximo de sus capacidades antes o después cesitan alimentarse al máximo, pues si no su cuerpo se debilita. En
de los cuarenta años? los viejos, el calor es escaso, por lo que necesitan, por así decirlo,
poco combustible para su llama, ya que un exceso la apagaría. Por
esta razón, las fiebres no son tan altas entre los viejos, porque su
La medicina griega y la vejez: investigación de las causas del cuerpo está frío» 49• Esta teoría será recogida posteriormente mu-
envejecimiento chas veces.
Hipócrates afirma, por otra parte, que cada individuo recibe al
La vejez se experimentaba como una ineluctable decadencia y, nacer cierta cantidad de energía -llamada calor interno, o espíritu
en su final, como una enfermedad mortal, y por ello los griegos in­ vital, o fuerza vital- que será consumida poco a poco a lo largo de
vestigaron las causas que la producían. Pero peores fisiólogos que fi­ la existencia. Se puede abastecer de nuevo periódicamente al cuerpo
lósofos, sólo llegaron a conclusiones de una gran fantasía que no te­ de espíritu vital por diversos medios, pero nunca podrán recuperar­
nían mucho que ver con la ciencia. A pesar de todo, sus explicacio­ se las reservas del nivel precedente, de manera que la energía dis­
nes se impusieron durante dos mil años, hasta el Renacimiento, e ponible sigue disminuyendo, y así se produce el envejecimiento. Las
incluso más acá. reservas iniciales y el nivel de consumo varían por supuesto con cada
Como era de esperar, corresponde a Hipócrates, que vivió a su individuo, de suerte que unos envejecen más rápidamente que otros.
104 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 105

La vejez es, pues, un fenómeno puramente natural, fisico e irrever­ Los griegos se han interrogado también sobre la naturaleza de
sible; es en esta afirmación, más que en la descripción del proceso, algunas deficiencias propias de las personas de edad avanzada. Pero
donde reside el principal mérito de Hipócrates. las respuestas, aportadas por autores de menor envergadura que Hi­
Aunque la vejez no constituye por sí misma una enfermedad, pre.: pócrates o Aristóteles, dan muestra de una enorme fantasía y sólo
dispone a las enfermedades, ya que el cuerpo es menos resistente. tienen interés como curiosidades. Plutarco se hizo eco de estas dis­
Para Hipócrates, las principales dolencias de la vejez son las dificul­ cusiones eruditas, y él m_ismo tomó parte en el debate, en Los Reu­
tades respiratorias, el catarro crónico, la tos, los dolores de articu­ nidos o las charlas de mesa 54. A título de ejemplo, veamos dos pregun­
laciones y de riñones, la apoplejía, los vértigos, los insomnios, los có­ tas ociosas planteadas en estas charlas: «¿Por qué las mujeres se em­
licos, el debilitamiento de la vista y del oído y las enfermedades na­ briagan con· dificultad y los ancianos lo hacen fácilmente?» 55• La ra­
sales 50. En realidad nos hallamos ante una mezcla de enfermedades zón de esto, responde Plutarco, es que el temperamento de las mu­
y de manifestaciones intrínsecas de la vejez. Finalmente, para pro­ jeres es húmedo, de manera que en ellas el vino se diluye y vuelve
longar esta última, Hipócrates recomienda un régimen alimenticio a salir con rapidez, como toda su humedad. Por el contrario, los an­
moderado y el ejercicio fisico. Para contrarrestar la pérdida de calor cianos tienen el temperamento seco, y el vino empapa rápidamente
y de humedad aconseja tomar baños calientes y beber vino. su cuerpo esponjoso; de todas formas, siempre tienen aspecto de bo­
Aristóteles recuperó las bases de la explicación hipocrática, pero rrachos: tiemblan, tartamudean, dicen tonterías, se enfadan con fa­
llegó más lejos en sus conclusiones. Su teoría del envejecimiento, que cilidad y pierden la memoria.
fue calificada de «visionaria», apenas será puesta en tela de juicio Otra pregunta; «¿Por qué los ancianos leen mejor de lejos que
hasta la época moderna 51• La expuso en su tratado De la juventud y de cerca?» 56. Plutarco analiza las diversas respuestas aportadas has­
de la vejez, de la vida y de la muerte, y de la respiración 52• Todo ser vivo ta el momento: algunos creen que los viejos deben alejar el libro de
tiene un alma, localizada en el corazón, y ésta no puede sobrevivir los ojos para dejar más luz entre ellos y lo escrito; otros dicen que
sin calor natural. El alma y el calor natural están estrechamente in­ es porque cuando el libro está demasiado cerca, los dos haces ele luz
terrelacionados desde el nacimiento, y la vida consiste en mantener que salen de los ojos no llegan a encontrarse, lo que hace que se vea
el calor y su relación con el alma. La vida es como un fuego que '' doble. Esta opinión, basada en las leyes de la óptica, y que parece
debe ser alimentado y abastecido de combustible, pero que está des­ la más razonable, le parece ridícula a nuestro autor, que cita a con­
tinado a apagarse tras un largo período de debilitamiento. Cada or­ tinuac.ión la extravagante teoría de Jerónimo, filósofo de Rodas de
ganismo dispone en el momento del nacimiento de cierta cantidad la época helenística. Este «afirma que vemos los objetos por las imá­
de calor latente innato, que se disipa progresivamente y acaba por genes que emanan de ellos y que impresionan nuestra vista. Al prin­
consumirse, provocando la muerte natural. cipio estas imágenes son grandes y densas, y por esta razón, si están
Esta teoría, que de hecho prefigura el principio de la «tasa de cerca, perturban el órgano visual de los ancianos, de por sí lento y
vida», expuesto recientemente por Pearl, anuncia el descubrimiento embotado. Pero cuando están a una mayor distancia de los ojos, es­
de la disminución del metabolismo basal en los adultos a medida tas imágenes se esparcen por el aire cayendo y rompiéndose las par­
que avanza la edad 53. Las enfermedades, dice Aristóteles, afectan tes más pesadas que tienen, mientras que las partes más sutiles im­
más gravemente a los viejos que a los jóvenes y pueden acelerar el presionan los ojos y se 'introducen fácilmente en los poros del órga­
proceso de la muerte. Basta muy poco para extinguir la débil llama no sin causarle ningún problema·, de manera que ve con menos di­
que arde en el anciano, y si ningún accidente se produce ella sola ficultad una porción mayor de estas imágenes» 57• En cambio Plu­
acabará apagándose. tarco sigue la opinión de Platón: la visión se produce por el hecho
.1
106 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO GRIEGO 107

de que de nuestros ojos sale un espíritu luminoso que se mezcla con a los segadores y las espigadoras» 58. Incluso pa�a un hombre que
la luz exterior, amalgamándose con ella para formar un cuerpo ho­ jamás se ocupó de la política, nunca es demasiado tarde para em­
mogéneo. Pero el espíritu luminoso que sale de la pupila de los an­ pezar a hacerlo.
cianos está débil y embotado, de manera que en vez de mezclarse Plutarco acumula noticias de ancianos que permanecieron acti­
con la luz exterior se disipa y se desvanece. Por eso hay que apartar vos: los actores Filemón, muerto en el 262 antes de J.C., a los no­
el libro, para debilitar la violencia de la luz que emana de éste, con venta y nueve años, y Alexis, muerto en el 270, a los noventa y seis
objeto de que aquélla pueda mezclarse correctamente con el espíritu años, los políticos Catón el Viejo y Agesilao. Es vergonzoso, conti­
luminoso que surge de los ojos. núa diciendo, retirarse de la política para abandonarse a los place­
res, como Pompeyo recordó a Lúculo: «Pompeyo dice que es menos
razonable para un anciano abandonarse a la lujuria que desempe­
Plutarco y la gerontocracia ñar un oficio» 59• Los viejos, privados de los placeres del sexo y de
la mesa, deben entregarse a los placeres del espíritu, y particular­
Así pues, en la sociedad griega y helenística, las deficiencias de los mente a los relativos al gobierno. Recordando la sentencia de Eurí­
ancianos son objeto de debate porque se considera a éstos como curio­ pides: «Afrodita está enfadada con los viejos», Plutarco cree que el
sidades de la naturaleza. Plutarco, que murió a los setenta y cinco hombre de edad, frustrado en el amor fisico; encontrará compensa­
años, en el 125 de nuestra era, es el último escritor griego que de­ ción en el placer de realizar acciones nobles. Además, «el deber de
dicó una obra entera a la vejez, si consideramos que el ensayo titu­ un hombre es no dejar que su reputación se consuma en la vejez
lado c"Debe un anciano comprometerse en los asuntos públicos?, incluido en como los laureles de un atleta, antes bien debe revitalizarla sin ce­
sus Obras morales, es auténtico. Retoma el gran debate entabÍado en­ sar para aumentar así .la gratitud hacia sus acciones anteriores, me-
tre Platón y Aristóteles sobre los méritos de los ancianos y su puesto .
JOrarla y hacerla duradera» 60. ·
en la vida política. Pero su pensamiento ya no es exclusivamente La presencia de ancianos en el poder repercute igualmente en el
griego. Al escribir cuatro siglos después que Aristóteles, ha podido buen funcionamiento de las instituciones: los viejos están menos su­
reflexionar sobre la aportación de los latinos a estas cuestiones. Pre­ jetos a la envidia y a las críticas indiscriminadas, pues su reputa­
cisamente el interés del tratado radica más en la exposición de casos ción está ya consolidada; es más dificil prescindir de ellos que de los
particulares y de la práctica de la antigüedad greco-romana que en jóvenes, pues han adquirido numerosas relaciones durante su carre­
la formulación de su punto de vista personal. Historiador y compi­ ra, y antes que claudicar ante las críticas, deben intentar acrecentar
lador, Plutarco recoge un gran número de hechos -que esclarecen el su poder. A continuación, Plutarco expone un argumento importan­
comportamiento greco-latip.o respecto de la vejez. te que nos sitúa de nuevo en el mundo griego: la sociedad desprecia
Su planteamiento es el siguiente: los ancianos no deben retirarse a los viejos. Un excelente remedio contra este desprecio es perma­
de la vida política, sino participar en ella hasta el final. «Catón de­ necer activo en la vida política: «Así como el anciano activo en pa­
cía, por ejemplo, que no deberíamos añadir de buen grado a las nu­ labras y obras, venerado, inspira respeto, el que pasa el día en la
merosas penalidades de la vejez la vergüenza derivada de la bajeza. cama o permanece sentado en un rincón del porche charlando y lim-
Y entre las muchas formas de bajeza, ninguna rebaja más a un hom­ . .
.' dose la nanz es desprec1adú» 61
pian
bre de edad avanzada que la pereza, la cobardía y la molicie, cuan­ Los ancianos tienen cualidades inestimables que les hacen indis­
do abandona los asuntos públicos pata ocuparse de los asuntos do­ pensables en política: la prudencia, que corre el riesgo de perderse
mésticos
·.,
propios de las mujeres, o para retirarse al campo a vigilar por la inactividad, la experiencia y el prestigio. Y Plutarco recuerda
108 HISTORIA DE LA VEJEZ
1 EL MUNDO GRIEGO 109

que los griegos habían creado un consejo de ancianos en torno al vie­ verse, al caminar, y a veces al jugar con una pelota ligera y al ton­
jo Néstor, que en Esparta la monarquía era asesorada por ancianos, versar, los ancianos aceleran la respiración y calientan su cuerpo.
que el Senado significa en Roma asamblea de ancianos y que el tér­ No nos dejemos helar por completo ni enfriar por la inactividad,
mino geras quiere decir también «honor» y «recompensa». Es absur­ · pero por otro lado no nos carguemos con todos los oficios empeñán­
do, dice, lanzarse en busca de honores cuando se es joven y recha­ donos en todas las formas de actividad pública» 62.
zarlos cuando se es viejo. Los viejos políticos pueden hacer que los Para terminar, Plutarco recuerda ilustres ejemplos en favor de la
jóvenes aprendan de su experiencia; son necesarios al Estado; su ge­ vejez: a Licurgo, pidiendo a los jóvenes que obedezcan a los viejos
nerosidad les convierte en personas con más capacidad de sacrificio como si éstos fueran legisladores, pues :::on los consejeros naturales
por el interés general, en tanto que los jóvenes buscan la gloria per­ del Estado; a Salón, respondiendo a Lisístrato cuando éste le pre­
sonal. Los soldados deben ser jóvenes, pero los gobernantes deben guntaba qué era lo que le daba derecho a desafiarlo: «¡Mi edad!» Y
ser personas de edad: ¿no fue Masinisa un gran jefe hasta los no­ Plutarco concluye con esta magnífica sentencia, que parece intentar
venta años? dar ánimo a todos los tiranos de barba blanca: «La edad no dismi­
Notable defensor de la gerontbcracia, Plutarco aconseja sin em­ nuye tanto nuestra capacidad de realizar tareas de poca importan­
bargo evitar las exageraciones. Los ancianos que intentan acumular cia cuanto aumenta nuestro poder de dirigir y de gobernar» 63•
cargos, acaparar todos los puestos, presentarse a todas las eleccio­ Las demás obras de Plutarco contienen también algunas alusio­
nes, son ridículos y odiados por los jóvenes a los que no dejan nada. nes a la vejez, y muestran muchos matices sobre el tema. Reconoce
Deben reservarse para los asuntos importantes y abandonar las ac­ los inconvenientes de la edad avanzada: la propensión a charlar in­
tividades de menor relevancia a los más jóvenes. Plutarco aborda terminablemente 64, el humor inestable y la pérdida de memoria 65,
aquí un aspecto muy delicado, que constituirá en todas las épocas un apego demasiado grande a esta vida y a los bienes materiales:
una de las principales razones de oposición eñtre las generaciones: «No creáis que los reproches que se le hacen a la vejez van dirigidos
cuanto más monopolizan los viejos el poder, más se exacerba la im­ solamente a las arrugas, a las canas y a la debilidad que aquélla
paciencia de las generaciones que llegan 'y se convierte en odio y des­ transmite al cuerpo. Lo más enojoso de esa edad es que despoja al
precio a la vejez. La autoridad ex<;:esiva del padre de familia roma­ alma de su vigor; que guarda en ella un recuerdo y un apego dema­
no no será ajena al mal papel que se le hace representar al anciano siado intenso a la tierra; que la mantiene doblegada y como some­
en la literatura cómica latina, exutorio de rencores acumulados con­ tida a las costumbres que ha contraído en su trato con el cuerpo» 66•
tra los viejos padres opresores. Más tarde, las repúblicas mercanti­ Los ancianos son tambien fanfarrones, hinchan sus proezas de an­
les .italianas, con frecuencia en manos de los más viejos y, por con­ taño, pero se les debe disculpar: «La mayor debilidad de los ancia­
siguiente, de los más ricos, rezumarán un rechazo masivo hacia la nos, cuando censuran a alguien su conducta, es vanagloriarse de que
vejez y una exaltación del cortesano joven y brillante. ellos han hecho cosas admirables en el mismo campo. A ellos puede
Plutarco se dio cuenta del peligro. Por eso aconseja que el an­ perdonárseles, cuando a su avanzada edad añaden mérito y reputa­
ciano no busque los cargos con avidez, sino que los acepte y los con­ ción» 67• Finalmente, en conjunto, los ancianos son menos codicio­
serve si se le ofrecen. Si quiere que le respeten, no debe ponerse en sos y más razonables: «El principio de la codicia, que tiene su cen­
evidencia constantemente con sus opiniones y sus críticas; debe re­ tro en el hígado, está debilitado y casi extinguido en los ancianos;
servarse para las grandes ocasiones. Hay también una razón de sa­ pero la razón está en su fuerza, porque las pasiones se han amorti�
lud para esto: el anciano debe ser moderado, llevar una vida sana, guado con el cuerpo» 66.
hacer ligeros ejercicios fisicos y no sobrecargarse de trabajo: «Al mo- Opinión razonable de un sabio que condensa su experiencia per-
110 HISTORIA DE LA VEJEZ

sonal y los múltiples ejemplos que su erudición le proporciona. He­ CAPITULO 4


redero de tres culturas, helénica, helenística y romana, Plutarco no
es un buen testigo de ninguna de las tres, y su obra moral nos ilus­ El mundo romano:
tra ante todo sobre él mismo. Aun así, es interesante reflexionar so­
bre lo que él personalmente ha aprendido de la historia antigua. ¿No grandeza y decadencia del anciano
fue uno de los que mejor la conocieron, aunque sólo haya conserva­
do de ella el lado anecdótico? Ahora bien, después de todo lo que
ha visto, oído y leído, considera la vejez de una forma bastante sim­
pática, haciendo una especie de síntesis entre la actitud apologética
de Platón y las opiniones negativas de Aristóteles. ¿Es este equili­
brio alcanzado por él un reflejo del clima de su época? Es muy di­
ficil comprobarlo.
Al vivir cinco siglos y medio después de Pericles, no es el mejor

. .
testigo de la Grecia clásica, ya que está tan lejos de Sócrates como Roma. Más de ocho siglos de historia. Una ciudad que se convierte
nosotros lo estamos de los Reves' Católicos. Nos auedaremos oues en un mundo. Un pueblo pequeño cuyos valores particulares se fun­
con nuestra primera impresión, a saber: que la Grecia antigua no den con los de Grecia antes de ser impuestos a toda la cuenca me­
fue una tierra acogedora para los ancianos; que prefirió la juventud diterránea. Triunfo excepcional por su amplitud y duración, que ha­
y la edad madura, la belleza y la fuerza; que arrojó la vejez entre ce irrisorias las tentativas de síntesis. El «hombre romano» es al
las maldiciones divinas; que se burló fácilmente de los ancianos; que mismo tiempo el habitante de la urbs del siglo 111 antes de J.C. y del
pocas veces otorgó su confianza a dirigentes de edad; que se limitó siglo V de nuestra era, así como también el galo-romano, el lusitano
a pedir consejo a los ancianos, sin seguirlos siempre; que sólo se ocu­ y ei egipcio, todos eiios ciudadanos romanos desde el reinado dé Ca­
pó del destino de los ancianos en las utopías de Platón; que conoció racalla. El carácter limitado del mundo griego desde el punto de vis­
conflictos generacionales en los cuales los padres y las madres en­ ta geográfico lo convertía en un medio relativamente homogéneo, a
trados en años eran maltratados; que si respetó a algunos ancianos pesar de su fragmentación política en ciudades. La enorme mezcla
fue porque eran grandes filósofos o trágicos. Ni los dioses ni los hom­ humana y cultural resultante de las conquistas que se suceden a par­
bres amaban a los ancianos en Grecia, excepción hecha de Esparta. tir del siglo II antes de J.C. da a la «latinidad» un carácter cosmo­
La epoca helenística se abre más al exterior, y también a los an­ polita desconocido hasta entonces. Greco-etrusco por la cultura, la­
cianos. El ostracismo desaparece. La mezcla de culturas favorece a tino por sus instituciones, el mundo romano es el primer crisol de
los marginados por la edad; en lo sucesivo, el valor no teme el nú­ la historia, sobre todo durante el período imperial: emperadores es­
mero de años; en la esfera política, jóvenes y viejos rivalizan en ha­ pañoles, africanos. o panonianos, rodeados de senadores galos, de es­
zañas: los setenta y cinco años de Arquímedes y los noventa y uno clavos y libertos griegos, al mando de ejércitos germano-galo-breto­
de su señor, Hierón II de Siracusa, tienen el valor de un símbolo. nes, coincidían en el culto a las divinidades egipcias y asiáticas. Y,
El anciano corriente no es seguramente más dichoso que su antepa­ sin embargo, como los Estados Unidos actuales, el Imperio romano
sado heleno, pero es menos despreciado, menos ridiculizado, menos tiene una civilización propia, esencialmente de hase latino-griega.
oprimido. Se le contempla de una forma divertida o compasiva. Esta dualidad de origen concurrió a dar a los ancianos una ün­
portancia segura: en la vida política y social gracias a los privilegios
112 HISTORIA DE LA VEJEZ El MUNDO ROMANO 113

que les confiere el derecho latino, y en la vida cultural por los mo­ veinte años, y aseguran que nadie ha podido nunca rebasar esa ci­
delos procedentes de la literatura y la filosofia griegas. En este caso, fra. Añaden que Moisés, el familiar de Dios, como le llaman los li­
importancia no significa necesariamente ventaja o preferencia, sino bros judíos, fue el único que vivió ciento veinticinco años, y al la­
más bien presencia. Los romanos han dedicado mucha atención al mentarse porque iba a morir joven, la respuesta dada por no sé qué
anciano, pero muy pocas veces para alabarlo. Y si se han ocupado divinidad fue que ningún hombre llegaría más lejos» 4. Pero estas cu-.
mucho de ellos, es porque se han planteado el problema de la vejez riosidades apenas tienen importancia. Lo que cuenta es que los la­
en todos sus aspectos: demográfico, político, social, psicológico y mé­ tinos hayan tenido, en lo que respecta a los habitantes de la Roma­
dic,9. Las posturas de los escritores reflejan estos diversos aspectos nitas de su época, una visión razonable de las cosas, y seguramente
de la realidad. muy próxima a la realidad.
El notable desarrollo del derecho ayudó sin duda a tomar con­
ciencia real de la duracion de la vida humana. La Tabla de Ulpiano,
El peso demográfico de la vejez y sus consecuencias del siglo III antes de J.C., constituye a este respecto un documento
de valor inestimable; transmitida por el jurisconsulto Emilio Macer,
Los romanos se han planteado más que los griegos el pro.blema fue incluida en l\ls colecciones jurídicas compiladas en la época de
demográfico de la vejez. No es que la longevidad haya aumentado. Justiniano. Tenía por objeto evaluar la importancia de las rentas vi­
Los casos extremos aportados por las fuentes son de un hombre de talicias asignadas por legados, en función de la edad de los benefi­
ochenta y cuatro años entre los etruscos 1, otro de ciento diez años ciarios. Las estimaciones de la tabla, basadas en observaciones em­
en una tumba armórica de Corseul 2, y unos treinta de ciento veinte píricas, ofrecen una idea verosímil de la esperanza de vida de los ro­
años en las necrópolis africanas 3, lo que no difiere mucho de Gre­ manos para cada edad:
cia. Se considera de buen tono en medios de la demografia histórica «Emilio Macer, libro 2, Comentario de la vigésima ley sobre las heren-
discutir sistemáticamente todas las evaluaciones antiguas relativas a cias. Según Ulpiano, la regla para el cálculo de las pensiones alimen­
la vejez; es muy conocida la tendencia a la exageración que existe ticias es la siguiente: del primero al vigésimo año, el montante de la
en los autores antiguos, y lo raro que era llegar a una edad avan­ pensión se calcula sobre una duración de treinta años, y se aplica la
zada condujo sin duda a que los parientes, amigos y los propios an­ ley Falcidia sobre esta base; de los veinte a los veinticinco años, so­
cianos exageraran a veces las cifras. Nos encontraremos con el mis­ bre una duración de veintiocho; de los veinticinco a los treinta, so­
mo problema en la Edad Media. Sin embargo, más que exageracio­ bre una duración de veinticinco; de los treinta a los treinta y cinco,
nes evidentes, lo que se hacía sobre todo era redondear la cifra has­ sobre una duración de veinte. De los cuarenta a los cincuenta, el cál­
ta la decena más próxima. culo se hace deduciendo un año cada vez, de manera que se halle
Cuando los clásicos hablan de longevidades extraordinarias, lo la diferencia entre la edad dada y los sesenta años; de los cincuenta
hacen siempre· a propósito de pueblos lejanos en el tiempo o en el a los cincuenta y cinco, nueve años; de los cincuenta y cinco a los
espacio, de regiones extrañas y exóticas. En nuestro mundo contem­ sesenta, siete años; a partir de los sesenta años, cualquiera que sea
poráneo, la mayor longevidad pertenece a siberianos, japoneses o pe­ la edad, cinco años» 5.
ruanos. En el siglo 11, Plinio sitúa a los hombres más ancianos en Si damos como ciertas estas estimaciones, no muchos romanos
la isla de Ceilán, con una media de vida de cien años; Trebelio del siglo III antes de nuestra era rebasaban los sesenta años. Esta
Polión acude a los antiguos hebreos: «Los astrólogos más sabios es­ opinión entra en contradicción con la de otra fuente importante an- ·
timan que la vida del hombre puede prolongarse hasta los ciento terior a las estadísticas: las inscripciones funerarias, sospechosas, ellas
114 HISTORIA DE LA VEJEZ
EL MUNDO ROMANO 115

sí, de exagerar la edad 6. A pesar de todo tienen un interés funda­


ITALIA
mental. En primer lugar porque, aunque se exageran las cifras, és­
CALABRIA, APULIA, BRUCIO, LUCANIA, EMILIA,
tas no pueden falsear la realidad en más de cuatro o cinco años como SIGUEN VIVOS
CAAtPANlA, StCILIA, UMBR1A, ETRURIA
SAMNIO, SABINA, PtCENO
A LOS
máximo por la práctica de redondear hasta la decena siguiente, y (892 CASOS) CERDEÑA (1.913 CASOS) (631 CASOS)

además porque esta fuente pe rmite establecer comparaciones y pa­


60 años 110 199 82
ralelismos entr e civilizaciones.
70 años 63 105 45
Se puede concluir que el peso de los ancianos en el Imperio ro­ 80 años 30 42 14
ri:iano era, sin ninguna duda, mayor que en el mundo griego. La com­ �o años 7 13 6
probación es aplicable esencial mente al Bajo Imperio, ya que las ob­
servaciones relativas a l os períodos anteriores son demasiado esca­
sas: entre los etruscos, 113 inscripciones de Tarquinia y-Volterra, da­ SIGUEN VIVOS GALIA CiSALPINA LAcm TOTAL
%
tadas del 200 al 50 antes de J.C., indican una media de edad en el A LOS (927 CASOS) (747 CASOS) (5.110 CASOS)

momento del fallecimiento de 40 ,88 años, con una ligera ventaja para 60 años 85 44 520 10,1
los hombres; 41,09 años, contra 40,37 para las mujeres 7• Las cifras 70 años 53 34 300 5,8
más completas las proporciona]. C. Russell en un célebre artículo 8 , 80 años 29 19 134 2,6
basado en ias inscripciones epigráficas del Corpus Inscriptionum Lati­ 90 años 10 11 48 0,9
narum publicado por la Academia de Ber lín en el siglo XIX. Tr ece
cuadros, referidos a 24. 989 individuos que vivieron en Roma y en
las diferentes provincias del Bajo Impe rio, representan una base nu­ PROVINCIAS ROMANAS
mérica apreciable. Reproducimos la par te esencial relativa a nues­ ASIA, GRECIA, GALIA
SIGUEN VIVOS AfRICA º /o
tro tema: % ILIRIA % NARBONENSE
A LOS (6.238 CASOS)
(2.345 CASOS) (422 CASOS)

ROMA 60 años 2.389 38,2 353 15 41 9,7


SIGUEN VIVOS
70 años 1.756 28,1 191 8,1 24 5,6
DE4.575
A LOS HOMBRES
% DE 3.490
% 80 años 1.030 16,5 83 3,5 14 3,3
MUJERES
90 años 441 7 19 0,8 5 1,1
60 años 344 7,5 138 100 años 177 2,8
3,5
70 años 200 4,3 75 105 años 98 1,5
2,1
80 años 111 2,4 34 0,9
90 años 42 0,9 JO 0,2
100 años 4 0,08 1 0,02 EGIPTO
SIGUEN VIVOS DE 813
%
A LOS INDIVIDUOS

60 años 107 13,1


70 años 58 7,1
80 años 30 3,7
90 años JO 1,2
117
116 HISTORIA DE LA YEJEZ EL MUNDO ROMANO

osc la
ESPAÑA gión a o tra: la propor�ión de los que rebasan !ºs sesent_a años �
entre el 7 ' 5 % en la cmdad de Roma y el 38 Yo en Afnca . Esta dis-
(Donde los resultados están más detallados)
. e,n una a-
1
SIGUEN VIVOS paridad, de bida por supuesto a las fu ente_s, re v ela tamb �
randes c2u­
HOMBRES ESPERANZA MUJERES ESPERANZA

gi n s muy bamz adas y e las g


%
yor mortalidad en las
%
ALOS ( 1.111 CASOS) DE VIDA (885 CASOS) DE VIDA
o e ur �,
anos
re
60 años 269 24,2 13,7 años 120 13,5 12,3 años dades que en el campo: en Roma, de cada generac1on, sesenta
b ban , l por­
más tarde sólo queda un 7,5 %; en el cinturón s
65 años 195 17,5 13 anos 82 9,2 11,9 años u ur o e
ria y Gre­
centaje alcanza el 10,1 %; en Egipto, el 13,1 %; en Asia, Ili
¡
70 años 163 14,6 10,l años 66 7,4 9,2 años
l 38,_2 %.
cia, el 15 %; en España, el 24,2 %; en Africa del N?rte, e
75 años 100 9 9,9 años 38 4,3 9,1 años
vieron
Sin duda estas cifras son exageradas, pero los afncan tu s
80 años 70 6,3 8,1 años 23 2,6 8,4 años o

siempre fama, en la época romana, de lleg�r a viejos. . .


85 años 39 3,5 7,5 años 13 1,5 8 años
90 años 23 2 6 años 7 0,8 7,6 años
No
95 años 12 1 4,2 años 5 0,6 4,6 años N o hay que hacer. decir a estas cifras mas de lo que md�can.
duda,
100 años 10 0,9 2,5 años 2 0,2 2,5 años
se trata de estadísticas modernas, y muchas veces son, sm
indica tiv . Sin mba g , po­
poco seguras. Su valor sólo puede ser o e r o
gráfic o no
demos deducir de ellas que el anciano tenía un peso dem o
duda por
Estos cuadros requieren varios comentarios. En primer lugar en despreciable en el Imperio romano; pero incrementado sin
El m nd mano, al
torn o al hecho, comprobado en tod o s ellos, de un mayor número de la actitud maltusiana de las clases dirigentes. u o ro
o de en­
ancianos entre los hombres que entre las m ujeres, situación inversa meno s a partir del siglo 11, conoció pro bablemente un proces
salvando
a la conocida en el m undo contemporáneo. La razón principal son vejecimiento, sobre todo en Italia; proceso que recuerda,
end e que,
los partos, y las consecuencias sociales son importantes: hay, en efec­ las distancias el de la Europa contemporánea. Se comp r

to, d os veces más hombres que m ujeres de más de sesenta años. Esto e n e stas condicione s, los �ncianos hayan
tenido un papel importan­
puede explicar, en primer lugar, la escasez de personajes femeninos te, al menos en las decisiones y en la mentalidad.
de edad avanzada en la literatura. P ero, sob re todo, la frecuencia de
viud os y la desproporción entre los sex os en lo alto de la pirámide
nos indica el elevado número de matrimonios entre un hombre an­ La potestas del pater familias: sus consecuencias
cian o y una mujer joven, o al menos la gran diferencia de edad que y evolución
hay ent re los esposos. El tipo literario del viejo libidinoso enamora-
parti­
. do d e la niisma mujer q ue su hijo es más comprensible en este con­ Ade más, el derecho romano co�cedía una autoridad muy
rasgo
texto, y los espectadores de Plauto y Terencio reconocen en la esce ­ cular a los ancianos en la figura del pater familias. Es éste un
rtir del sigl la d sint egra­
na una situación tanto más picante po r lo habitual. Los viejos de e sencial d e la sociedad romana. A pa
o IV, e
ent s, cu­
Roma andan faltos de mujeres de s u edad; so n escasas las parejas cion progresiva de la gens dio paso a las Jamiliae independi
e
n turales:
de ancianos que envejecen juntos. El anciano deb e resignars e a un yos miembros estaban unidos por lazos jurídi�os más qu � �
nacim iento del
prud ente y provechoso retiro solitario, si tiene medios para ello, o so n colocados bajo la misma patria potestas, bien por
ma es la
una n ueva vida conyugal agitada con una e sposa d emasiado joven mismo padre, bien por adopción o matrimonio. Este siste
p d q la caracte�
que l e engañará con sus amantes. Una buena parte de la comedia agnatio, parentesco por vía mascul�na, pu es el o er_ ue
de la fa­
latina se basa en este tema. riza se transmite únicamente entre varones. Los miembros
El sui
Las cifras evidencian igualmente g randes diferencias de una re- milia se dividen en dos categorías: el sui juris y los alieni juris.
118 HISTORIA DE U VEJEZ EL MUNDO ROMANO 119

juris es aq�él �obre el cual no recae ningún poder privado, y sólo tos. El tema de la pugna entre padre e hijo no oc upa un lugar se­
, . mejante en ninguna otra literatura. El anciano odioso y engañado
debe obed1��c1a a s1 i_iusmo. Solamente hay un suijuris en lafamilia:
el pater familias, q ue tiene la potestas sobre los demás miembros de la por s us hijos, estos hombres de veinte a c uarenta o cincuenta años
familia. Estos últimos son los alienijuris: no tienen poder sobre sí mis- desesperados por tener q ue someterse diariamente a su viejo padre
�os, desde el p unto de vista familiar y el derecho privado; están su­ y q ue encu entran en el engaño su único alivio, atrae siempre a los
Jetos a la ley. espectadores.
Así pues, el pater familias es el jefe absoluto. Al no estar él mismo Ambigüedad permanente del destino de los ancianos: cuanta más
sometido a nadie, ejerce derechos desorbitados sobre los miembros potestad y poderes les confiere la ley, más detestados son por las ge­
de la[ª":�lia : la domenica potestas sobre los esclavos, el mancipium sobre neraciones siguientes. La sociedad romana es un ejemplo de ello. A
.
los ahem ;urzs agre?�dos a la familia mediante mancipación, la patria la inversa, cuanto más desp rovistos de derechos están, más despre­
pote�tas_ sobre los mnos, el manus sobre la esposa. Su a utoridad no tie­ ciados son; la sociedad contemporánea es también una m uestra de
ne hm1tes: p uede r :clamar por justicia a los alieni juris fugados; pue­ ello. Ser odiados o despreciados: esa es la alternativa q ue se les ofre­
. ce. Los sistemas jurídicos se muestran impotentes para salir de este
de vender a sus hl:JOS en el extranjero como esclavos o en Roma a
otro pater; p uede echarlos de la familia; p uede entregar un hijo a cruel dilema, y la sol ucion está claramente en otra parte: en el co-
otro pater para comp�?sar un delito cometido por este hijo; puede razón y no en la ley.
abandonar a los rec1en nacidos; puede condenar a muerte a un Si el viejo pater familias romano es temido y odiado, la mujer de
miembro d� lafam�li� trás pedir información a. los parientes allega­ edad tiene un destino más oscuro. La mater familias, q ue no goza de
. ,
dos y rec1b1r su opm10n . Y esta potestas sólo desaparece a la muerte más derechos q ue s us hijas, posee en la práctica una autoridad se­
del padre. Abarca a la esposa, los hijos y los nietos. El padre repre­ gura. Aunq ue la comedia la presenta a veces como una persona de­
senta �otalmente a la familia, por ejemplo en lo relativo a la justicia. sabrida, la muestra también a menudo como más razonable q ue su
.
Los ��Jos pueden emanciparse, desde luego, pero esto representa una marido, c uyas pasiones ella ridiculiza; llega a burlarse del pater fa­
s�nc1on y no una p ura y simple liberación: el hijo emancipado se con­ milias en connivencia con s us hijos y sus criados, y los autores y el
vierte en un sui ju�is pero pierde todos sus derechos en la familia, ya público sienten más simpatía por ella: forma parte de los alienijuris,
no le protege nadie y no posee nada. Por tanto su situación no es sometida por la ley, como s us hijos, al tirano doméstico, y q ueda de
'· manifiesto q ue comparte en muchos casos el resentimiento familiar
envidiable.
�stos enormes pod�res del jefe de familia durante la República hacia s u esposo. Su infl uencia no es desdeñable, hasta el p unto q ue
explican el papel esencial de los ancianos en la sociedad. A medida se ha podido decir q ue la República obedecía a los senadores y q ue
q ue avanzan en edad, ven aumentar s1:1 familia y s us bienes y crecer los senadores obedecían a sus mujeres. Por el contrario, la anciana
s u poder otro tanto. Como conservan éste hasta su m uerte se con­ sola es abandonada y desp reciada, y la crueldad en lo relativo a s u
cibe fácilmente la impaciencia creciente de los hijos, q ue deben per­ fealdad fisica es muy grande.
.
manecer sometidos a s u padre anciano hasta una edad relativamen­ La patria potestas se debilita durante el Imperio: las personas q ue
te avanzada. Los conflictos generacionales, presentes en toda socie­ estaban sometidas a ella podrán en adelante denunciar ante el ma­
dad, están aq uí exacerbados por la sit uación de menores q ue con­ gistrado los abusos del pater; el derecho de vida y de muerte sobre
serv�? los hijos hasta la muerte de su padre. Está claro q ue esta si­ los hijos está severamente reglamentado, y el padre p uede ser obli­
tuac10n ha eng�ndrado verd�deros odios hacia los ancianos q ue no gado a emancipar al hijo si· lo castiga sin razón; no puede darlo en
acaban de monr. La comedia romana se hará eco de estos conflic- prenda o casarlo contra s u voluntad; escasean ya las ventas de ni-
120 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 121

ños; a partir del siglo II, el padre está obligado a ocuparse del sus­ El papel político de los ancianos.
tento de los miembros de su familia. Desde entonces, el hijo tiene Consecuencias y evolución. La República
una personalidad jurídica; puede ser propietario y contraer obliga­
ciones por medio de contrato; puede actuar judicialmente en caso Asistimos a una evolución paralela a la anterior, en lo relativo
de impedimiento del pater; puede constituir un patrimonio distinto al papel político de la vejez.
del de su padre, por ejemplo, con los bienes adquiridos durante el La República romana confiaba en la edad avanzada. «Habiendo
servicio militar. reunido un número suficiente de hombres, Rómulo decidió moderar
Finalmente, durante el Bajo Imperio, la potestad paterna pierde la fuerza por medio de· la política, y centró su atención en la orga­
todo el carácter público y se convierte en algo exclusivamente fami­ nización social. Nombró cien senadores, ftiando este número tal vez
liar: desde el año 319, el padre ya no puede condenar a su hijo; des� porque era suficiente para el fin que se proponía, tal vez porque no
de el 374, ya no puede abandonarlo; desde el 326, el hijo de familia había más de cien individuos susceptibles de convertirse en "Pa-'
que desempeña un cargo en la corte puede quedarse con los bienes dres", como se les llamaba, o jefes de clanes» 9• «El tratamiento de
adquiridos en el ejercicio de esta función. En el 319, Constantino de­ "Padres" deriva, sin ninguna duda, de su rango, y sus descendien­
cide que los bienes de una madre heredados por el hijo formarán un tes fueron llamados patricios» 10• Así cuenta Tito Livio la creación
lote aparte en el patrimonio familiar, y el padre no podrá venderlos. del Senado, que iba a dirigir durante siglos la política romana. Com­
El hijo es capaz de llevar a cabo la mayor parte de los actos jurídi­ puesto por trescientos miembros, jefes de gentes y antiguos magistra­
cos. Crece la influencia materna: la madre puede llegar a ser tutora dos, todos ellos hombres de edad, que pueden asegurar la continui­
de sus hijos. La emancipación es más fácil; en las provincias helé­ dad de la política y el respeto por las tradiciones. Aunque teórica­
nicas se emancipa sin formalidades, y en Oriente basta con presen­ mente sólo tiene poder consultivo, el Senado es de hecho una asam­
tar una declaración escrita ante un curial. La emancipación sólo pre­ blea soberana: la encarnación del poder de los hombres de edad. En
senta ventajas para el hijo: se queda con su patrimonio; adquiere la cuanto a los magistrados, son, si no ancianos, al menos hombres de
plena propiedad de los dos tercios de sus bienes adventicios; no su­ edad madura, como requiere el cursus honorum, manifestación de la
fre ninguna autoridad por parte de su padre y conserva sus dere­ desconfianza hacia la juventud: hay que tener como mínimo treinta
chos de sucesión en su familia. años para ser cuestor, cuarenta años para ser pretor y cuarenta y
Así, poco a poéo, se ha desmantelado la potestad que el padre tres para ser cónsul.
tenía de por vida y, por consiguiente, la del anciano. Su autoridad La historia de la República muestra que, en situaciones dificiles,
moral sigue siendo grande, pero ya no dispone de los medios jurí­ los romanos no dudan en confiar poderes importantes a personas de
dicos para poder aplicarla. Y también aquí la literatura muestra esta edad, y algunas carreras fueron notables por su duración. Cicerón
evolución: a partir del comienzo del Imperio desaparece la crítica so­ no encuentra dificultad para multiplicar los ejemplos: Pablo Emilio,
cial del anciano. El tema del conflicto padre-hijo se convierte en algo muerto en la batalla de Cannas; Curio, el vencedor de Pirro; Co­
excepcional. Al viejo tiránico, avaro y lascivo de Plauto y Terencio runcanio, gran pontífice en el año 253; Apio Claudio, cónsul en el
le sucede el viejo impotente, feo y decrépito de Juvenal. Ahora que año 307 y en el 296; Cneo Publio Escipión; Lucio Metelo; Atilo Ca­
ya no causa miedo, sus taras fisicas dan lugar a la burla. latino; Valerio Corvino, seis veces cónsul en cuarenta y seis años,
retirado de la vida política con más de cien años. Fabio Máximo fue
elegido dictador debido a la invasión de Anibal cuando tenía cin­
cuenta y ocho años: «Tenía una edad (escribe Plutarco) en la cual
T
1

122 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 123

la fuerza fisica es plenamente capaz de ejecutar las decisiones del ce­ Las guerras civiles vieron también enfrentarse a ambiciosos que
rebro, en tanto que la temeridad es moderada por la discreción» 11. ya no eran muy jóvenes: mientras Sila prefirió retirarse de la vida
Su colega Minucio lo desprecia y lo considera un anciano indeciso, política a los cincuenta y nueve años, en el 79 antes de J.C., su ad­
pero los romanos confian en su prudencia. De hecho, su estrategia, versario Mario se aferró al poder hasta su muerte,. a los setenta y
que consistía en evitar el combate, resultó provechosa. Pero algunos un años, cuando acababa de ser elegido cónsul por séptima vez, en
años más tarde, cuando contaba setenta y uno, se opuso a la polí­ el año 86. Pero los sufrimientos le habían quebrantado, e incapaz
tica de Escipión por considerarla peligrosa. Muchos romanos pen­ de enfrentarse a nuevos conflictos, buscaba la paz en la bebida y el
saron entonces «que actuaba por pura mala fe y malicia, e que en sueño: «Mario era entonces un hombre acabado. Flótaba, por así de­
la vejez había perdido todo su valor y confianza y estaba obsesiona­ cir, en un mar de ansiedades, y ya no podía más. Era demasiado
do por un temor exagerado a Aníbal» 12• En la misma época, Mar­ para él tener que pensar en otra guerra, imaginar nuevos combates,
celo era elegido cónsul por quinta vez con más de sesenta años y en­ temores que, lo sabía por experiencia, estaban justificados, y fatigas
contraba la muerte a los sesenta y tres, cuando combatía contra los de todas clases... Aunque vivió setenta años, aunque fue el primer
cartagineses. hombre en la historia que fue elegido cónsul en siete ocasiones, aun­
El ejemplo más ilustre del período republicano es Catón el Vie­ que fue rico y llevó un tren de vida superior al de los reyes, se quejó
jo, muerto en 149, a los ochenta y cinco años, que fue un político de su destino que le obligaba a morir antes de haber alcanzado to­
activo hasta el fin de su vida. Plutarco le ha dedicado págin;s céle­ dos sus deseos» 14. Juvenal tomó a Mario �orno el arquetipo de los
bres: «En cuanto a la salud y la fuerza, poseía una constitución de políticos que estropean su carrera por no querer retirarse a tiempo
hierro y resistió durante numerosos años los ataques de la vejez. antes de ser demasiado viejos 15. Por otra parte, las guerras y ase­
Cuando era de edad muy avanzada, continuaba satisfaciendo sus sinatos del siglo I antes de nuestra era se encargaron de acortar el
apetitos sexuales y se volvió a casar cuando había rebasado la edad destino de algunos políticos: los miembros del primer triunvirato pe­
. recieron todos de muerte violenta, Cra·so a los sesenta y dos años
die matr1mo�10 ' aes
-' dh ' mue.hu.o tiempo.»
e ...�ac1a . Tenía la costumbre de
acostarse con una joven esclava, pero como su hijo no lo veía con frente a los partos, Pompeyo y César a los cincuenta y tres y cin­
buenos ojos se casó con la hija de uno de sus clientes. «Al contrario cuenta y seis años respectivamente, bajo el puñal de los asesinos. An­
de lo que les sucedió a Lucio Lúculo y Metelo Pío en una época más tonio se suicidó a los cincuenta y tres años. «Hace mucho tiempo
tardía, la vejez no le debilitó lo suficiente como para obligarlo a que envejecer es un milagro cuando se es noble», dirá también Juve­
abandonar la vida pública o a considerar la actividad política como nal.
una carga. Se cuenta que alguien declaró a Dionisos, tirano de Si­
racusa, que el poder absoluto era el mejor de los sudarios; y de la
misma manera pensaba Catón que el servicio al Estado era la ocu­ El Imperio
pación más honorable para la vejez. En sus ratos libres, su pasa­
tiempo favorito era escribir libros y gobernar su hacienda... Invita­ Augusto inauguró una nueva era. Unico superviviente de las gue­
ba siempre a sus amigos y a sus vecinos y se comportaba como un rras civiles, vivió setenta y seis años. Pero sus últimos años se vieron
anfitrión amable y alegre. Su compañía era tan agradable que era ensombrecidos por una acentuada decadencia fisica y mental. Se­
muy solicitada, no sólo por personas de su edad, sino también por gún Suetonio -¿tenemos que fiarnos siempre de sus palabras?- el
los jóvenes, ya, que tenía mucha experiencia y había leído y oído mu­ emperador se había convertido en un maníaco vicioso y jugador: «Se
chas cosas que merecían ser repetidas» 13. dice de él que, ya viejo, le apasionaba desflorar a las muchachas que
El MUNDO ROMANO 125
124 HISTORIA DE LA VEJEZ

l os demás le traían y que procedían de todos los medios' e incluso senta y dos y Trajano sesenta y cuatro, Antonio terminó su reinado
. .
a los setenta y cinco años. A partir del siglo III, la inestabilidad de
su muJer se las pr?porcionaba. A Augusto no le mol estaba que le
_ la vida política y los frecuentes asesinatos interrumpieron la carrera
llamaran Jugador; Jligaba a los dados sin disimulo, en su vejez, sim­
de l a mayor parte de los imperatores. Los más afortunados alcanza­
plemente porque l e gustaba el juego, y no solamente en diciembre,
l o que estaba permitido por las Saturnales, sino también en los días
ron o incluso rebasaron sin embargo los sesenta años: Septimio Se­
vero (sesenta y cinco años), Diocleciano (sesenta y ocho años), Cons­
de fiesta e incluso en los días l aborables. Hay una prueba de ello en
una carta manuscrita: "Querido Tiberio ... estuvimos acompañados tancio Cloro (ochenta y un años), Constantino (alrededor de sesen­
e? la ce?a por los mismos de siempre, además de por Vinicio y el ta y cinco años).
_
_ Siho,
v�eJo En los medios imperiales se continúa confiando l a mayoría de
que fueron invitados también; y hemos jugado como an­
l as veces en la experiencia y l a sabiduría de los viejos pol íticos. Du­
cianos durante la comida, hasta la madrugada"» 16•
Augusto era un nobl e anciano, pero su vista se había debilitado rante el mandato de los Cl audios, el consilium principis, especie de con:.
sejo privado del emperador, que tiene responsabilidad en las finan­
ucho; l e ustaba leer sus obras en público, pero se fatigaba y pe­
� _ � zas, el ejército, la política exterior, los asuntos judiciales y forna to­
dia a !i�eno que acabara en su lugar. Le gustaba participar en en­
tretemmientos simp _ les: «Después invitaba a los jóvenes a un ban­ das l as decisiones importantes, está compuesto de veinte senadores
y treinta caballeros que siguen en activo de un reinado al otro y ase­
quete presidido por él , y no solamente les permitía sino que les ani­
guran l a continuidad de la política imperial 18. En Roma, el cargo
�aba a ga�tar bromas y pelearse por coger las fichas que l es arro­ de Prefecto de la Ciudad es vitalicio y, por consiguiente, está a me­
Jaba, prer�uando a los que lo conseguían con frutos, carne y cosas
nudo en manos de ancianos: en tiempo de Tiberio, Lucio Calpurnio
por el estilo. En resumen, se dejaba llevar por toda clase de jue­
Piso lo ejerció hasta los ochenta años a satisfacción de todos. Su pre­
gos» 17. Tácito admite también, aun sin hacerse eco de todos los chis­
decesor, Tito Estatilio Tauro, era igualmente de muy avanzada
mes �e la corte, que Augusto se había convertido en un simpl e en
su veJez. edad 19, así como su sucesor, Lucio Elio Lamia, muerto en el año
33, y al que se otorgaron funerales oficiales 20• Esa función, particu­
� partir del siglo I antes de nuestra era, y durante todo el Im­ l armente del icada, se confiaba voluntariamente a viejos políticos por
perio, el poder de los ancianos, del Senado, desaparece. La augusta
encima de toda sospecha.
asam�l �a, mimada º aterrorizada por l os emperadores, ya no dirige
. . Incluso durante el reinado de un joven emperador como Nerón,
l a pohtica. Los VIeJos ya no regentan institucionalmente el mundo
romano. Pero, a título individual, se ve todavía a muchos ancianos rodeado de una cohorte de jóvenes 21, muchas funciones importan­
tes se encomiendan a los ancianos: además de Séneca, a cuya per­
que está? e� posesión de cargos cl ave, empezando por los empera­
sonal idad e ideas dedicaremos más espacio, debemos mencionar a
dores: Tibeno, dotado de una excel ente salud, reinó hasta los seten­
ta y siete años; Claudio fue asesinado a los sesenta y cuatro años· Corbulón, prestigioso general, jefe del ejército de Oriente, quien par­
ticipa en una conspiración contra el emperador cuando contaba casi
G�l ba se apoderó del poder a los setenta y tres años. Suetonio h�
setenta años y tiene que suicidarse. Otro general septuagenario, Lu­
deJado un cruel retrato de este homosexual septuagenario: calvo'·de
. . cio Tampio Flavianio, era gobernador de la Panonia en el año 69.
n�nz corva pies y manos torcidos por la artritis, con el cuerpo in-
'. El famoso Jenofonte de Cos, jefe de los médicos de la corte durante
clmado hacia la derecha, caminando con ayuda de una muleta. Ves­
el reinado de Claudio, fue asignado por Nerón al departamento ali­
pasiano murió a los sesenta y nueve años y siete meses. Nerva fue
bellis, dirigido por Doríforo, donde se encargaba de examinar las pe­
el egido emperador a los setenta años y reinó dos años; entre los An­
ticiones enviadas por l as ciudades griegas; era ya un hombre de
toninos, si bien Marco Aurel io sólo vivió sesenta años, Adriano se-
126 HISTORIA DE LA VEJEZ El MUNDO ROMANO 127

avanzada edad; también era vieja la envenenadora Locusta, emplea­ queza y autoridad, dicta la ley tanto en la familia como en el Esta­
da por Nerón a pleno rendimiento, y a la que Suetonio acusa de ha­ do. Pero esta excesiva concentración del poder le vale la impopula­
ber sido la iniciadora de una escuela de envenenadores 22. ridad en la Res publica y el odio en la familia. Las guerras civiles y
Muchos libertos imperiales sobrevivieron a las hecatombes del el Imperio hicieron estallar estos marcos demasiado rígidos. Como
reino y conocieron una apacible vejez: si bien Palas, que se enrique­ sucedió durante el período helenístico, la suerte sonrió entonces a
ció inmensamente poi- medios fraudulentos, fue posiblemente asesi­ los ambiciosos, a los audaces y a los astutos, cualquiera que fuese
nado en el año 62 por orden de Nerón, cuando había rebasado ha­ su edad. Pero mientras que las monarquías helenísticas, herederas
cía tiempo los sesenta años 23, Lucio Domicio Faón, a cargo de las de un� Grecia gerontofóbica, representaron un progreso para las per­
finanzas del 55 al 68, que dio asilo al emperador fugitivo mientras sonas de edad, el Imperio, que sucede al período senatorial, conoció
lo denunciaba a sus perseguidores, acabará sus días muy anciano, un retroceso de la condición del anciano. Al perder su poder fami­
bajo el reinado de Domiciano, retirado tranquilamente a sus domi­ liar y político, que justificaba la prolongación de su actividad, que-,
nios. Epafrodita, que se convirtió en un ser arrogante y servil tras dó solo con sus dolores, su fealdad y su debilidad. Nada le distrae
la acumulación de riquezas, ministro de Estado a partir del año 62, de sus males. Entregado a sí mismo, el anciano se convierte en la
que traicionará también al emperador en el 68, conservará su cargo encarnación del sufrimiento.
hasta el· 95, fecha en la cual es ejecutado cuando tenía, sin duda, La literatura nos ofrece una imagen lamentable de él y encon­
más de setenta años. En cuanto a Aniceto, morirá de viejo en Cer­ tramos un buen ejempio de eilo en la sátira X de Juvenal, escrita a
deña. comienzos del siglo 11: la vejez «... es, en primer lugar, esa cara de­
Entre los opositores al régimen imperial podemos citar a Muso­ formada, horrible, irreconocible; en lugar de piel, ese despreciable
nio Rufo, caballero estoico, exiliado en el 65, vuelto a Roma, deste­ cuero, esas mejillas colgantes, esas arrugas parecidas a las que rasca
rrado de nuevo por los Flavios y muerto octogenario a finales del si­ una mona en torno a su vieja boca... Los ancianos son todos igua­
glo. Otros deben su longevidad a su prudencia, como un tal Crispo, les: les tiemblan la voz y los miembros; ya sin pelo en el pulido crá­
citado por Juvenal, cónsul por tercera vez en el 63, a los ochenta neo; su nariz está húmeda como la de los niños. El pobre viejo sólo
años. Finalmente, en niveles locales, encontramos personas de edad tiene encías sin dientes para triturar el pan». Los demás tienen que
en cargos de responsabilidad: las civilales armoricanas son dirigidas hacerse cargo de él; los alimentos ya no le saben a nada. «En cuan­
por una especie de senado de cien miembros designados de por vida to al amor, hace mucho tiempo que lo ha olvidado. No le propon­
y elegidos entre los ancianos magistrados 24; las inscripciones nos gáis nada que tenga que ver con ello; sus sentidos, débiles ya, per­
descubren casualmente, aquí y allá, magistrados de edad avanzada, manecen fláccidos y una noche entera de caricias no podría devol­
como un alcalde de Volterra, abuelo por seis veces, que permaneció verle su vitalidad.» Ya no oye; ya no es dueño de su cabeza. «Entre
en. su cargo de los veintiocho a los sesenta y seis años 25• los ancianos, a uno le duele el hombro, a otro los riñones, a otro el
muslo. Este ha perdido los dos ojos y envidia a los tuertos; aquél ne­
cesita que los dedos de otros lleven el alimento a sus labios desco­
Entre el estoicismo y el epicureísmo loridos.» Ve morir a todos los miembros de su familia. «El tributo
de una larga vida son las desgracias reiteradas que golpean a la fa­
La historia política romana evolucionó en general hacia una de­ milia, los duelos continuos y la vejez vestida de negro en medio de
cadencia del poder de los ancianos. La República fue su edad de una eterna tristeza» 26.
oro: durante este régimen aristocrático, la vejez, que concentra ri- Esta visión pesimista de la vejez no es sólo un hecho literario.
128 HISTORJA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 129

La desesperación provocada por el sufrimiento y la soledad, unida concierne, yo no me marcharé por las buenas de la vejez, con tal de
a la influencia creciente del estoicismo en las clases acomodadas es­ que ella me deje permanecer íntegro, es decir, con lo mejor de mí
tuvo en el origen de U:na ola de suicidios entre los ancianos romanos mismo. Pero si llega a quebrantar mi espíritu, a alterar sus funcio­
durante la segunda mitad del siglo I de nuestra era y a comienzos nes, si sólo me queda un alma privada de razón, desalojaré esta casa
del siglo 11. Plinio el Joven recoge este hecho con sorpresa en sus car­ al verla arruinada y próxima a derrumbarse...
tas: uno de sus amigos, de sesenta y siete años de edad, baldado por »Si sé que tengo que sufrir a perpetuidad, me libraré de la vida,
la gota, sufriendo «los dolores más increíbles y más inmerecidos», no por causa del dolor, sino por causa de la incomodidad que ésta
acaba de suicidarse, lo cual, dice, «provoca mi admiración ante su me traerá en todos los momentos. En efecto, creo que el que muere
grandeza de ánimo». En otra carta nos habla de Tito Aristo, quien por miedo a sufrir es un cobarde, y es un tonto el que vive para su­
«sopesó resueltamente las razones para vivir y para morir», y se frir. »
mató. En otro lugar menciona a un hombre de setenta y cinco años, La altura moral de estas reflexiones es tanto más notable cuanto
afectado por un mal incurable: «Cansado de la vida, le puso fin. » que no eran palabras vacías. Séneca y muchos otros otros demos­
Recuerda también el caso de Arria, una romana que para animar a traron que supieron permanecer fieles a su filosofia hasta el final.
su marido, viejo y enfermo, a suicidarse, le dio ejemplo matándose Pero todos los viejos romanos no llegaron a estos extremos. Plinio
delante de él; o también el caso conmovedor de una vieja pareja de se reserva otros ejemplos, el más reconfortante de los cuales es sin
· humildes ciudadanos: como el hombre padecía una úlcera incura­ duda el de su amigo Espurina, quien, a los sesenta y siete años, tras
ble, su mujer «le aconsejó que pusiera fin a sus días y, acompañán­ haber ejercido varias magistraturas y gobernado algunas provincias,
dole, le enseñó el camino con su ejemplo y siendo ella al mismo tiem­ se retiró a sus posesiones, donde llevó una vida confortable, activa
po el medio de su muerte, pues, atándose a su marido, se sumergió y prudente, sin excesos:
en el lago». «Por la mañana no deja su diván; dos horas más tarde, pide sus
Plinio, y con él toda la alta sociedad romana, aprueba y admira zapatos, hace una marcha de tres millas, ejercitando tanto su espí­
esta conducta, que se corresponde perfectamente con el estoicismo ritu como su cuerpo. Si recibe amigos, mantiene largas conversacio­
ambiental y que Séneca había justificado espléndidamente en su nes sobre los temas más nobles; si está solo, se hace leer algún li­
epístola LVIII a Lucilio: «El que espera la muerte con cobardía no bro... A continuación, un descanso; después vuelve a coger un libro
se diferencia apenas del que la teme; y hay que estar muy borracho o reanuda la conversación, que prefiere a los libros; después sube al
para, después de beber el vino, beber también las heces. Pero se tra­ carruaje, lleva con él a su mujer, persona de una virtud ejemplar, o
ta de saber si esta última porción de la vida son las heces o, por el a alguno de sus amigos, como a mí iíltimamente... Después de re­
contrario, lo más puro, particularmente cuando el cuerpo ya no es correr siete millas, hace además una a pie, descansa de nuevo o vuel­
utilizado y el espíritu y los sentidos son el auxilio habitual de las fun­ ve a su gabinete y a su pluma .. ; Cuando le anuncian la hora del
ciones del alma... Si el cuerpo se convierte en algo inútil para cual­ baño (la novena en invierno, la octava en verano), si no hace viento
quier uso, ¿por qué no liberar el alma, que padece en su compañía...? se desnuda y se pasea un momento al sol; después juega a la pelota
»Hay muy pocos que hayan llegado a la muerte tras una larga mucho tiempo y con entusiasmo; también éste es un tipo de ejerci­
vejez sin ninguna alteración ni mengua en sus personas. Pero hay cio que le sirve para luchar contra la vejez. Al salir del baño se acues­
muchos para quienes la vida ha permanecido sin poder hacer uso ta y retrasa la comida un momento; mientras ésta llega escucha la
de ella. ¿Por qué vais a pensar que sea una crueldad suprimirle al­ lectura de algo menos grave y descansado... Se sirve la cena tan es­
guna parte, sabiendo que tiene que acabar un día? En lo que a mí cogida como frugal en auténtica y antigua vajilla de plata... A me-
130 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 131

nudo se intercalan comedias en la cena, a fin de sazonar los placeres traba por las comedias de estilo griego. Toma prestados personajes
del gusto con placeres del espíritu. La comida se alarga hasta el ano­ tradicionales de la nueva comedia helénica, como el esclavo bribón
checer, incluso en verano... Así es como con más de sesenta y siete e ingenioso, el parásito, el soldado fanfarrón o el comerciante de es­
años conserva intactos la vista y el oído, así es como mantiene un clavos. Pero a todo ello le añade un elemento típicamente romano,
cuerpo ágil y vigoroso y lo único que tiene de anciano es la sabidu­ que correspondía al gusto de los espectadores: el anciano detestable,
ría» 27. tiránico y lascivo, ridiculizado y engañado por los que le rodean. En
Espurina encarna el ideal del anciano para un romano: rico, cul­ El Mercader aparece Demifón, anciano enamorado de la amante de
tivado, discreto y con excelente salud, reúne todas las condiciones su hijo; busca la ayuda de Lisím?co, otro anciano de la misma ca­
necesarias para un retiro feliz. Evidentemente es mucho más dificil laña. La intriga gira en torno al lema del conflicto generacional: las
conocer la suerte de los ancianos plebeyos, a la que nuestros escri­ pasiones desatadas del padre intentando privar al hijo de sus legíti­
tores no prestan atención. A veces podemos adivinarlos en el replie­ mas satisfacciones. Dorippa, la mujer anciana, esposa de Lisímaco,
gue de una frase, pasando el tiempo en las plazas públicas jugando es más sensata; ella es quien hace fracasar finalmente el proyecto;
a los dados 28, también apiñados en los espectáculos circenses, par­ fustiga los deseos de su marido, que ya no son propios de su edad:
ticipando incluso en el espectáculo, como cierta Elia Catella, quien, «¿No crees que deberías dejar de hacer semejantes calaveradas, con
a los ochenta años, se exhibía todavía en los bailes en época de Ne­ la edad que tienes? Cada edad, como cada estación, tiene sus ocu­
rón 29• En cuanto a los esclavos de edad avanzada, demasiado vie­ paciones adecuadas. Pues si se les permite a los ancianos ir detrás
jos para servir, o bien eran liberados o bien abandonados en la calle de las muchachas en la última etapa de su vida, como lo haces tú,
o cerca del templo de Esculapio. A partir del siglo III, los hospitales ¿qué será de la República?» 31 Al final de la obra se decide hacer
cristianos empezaron a ocuparse de los más desdichados 30• una ley nueva, acorde por supuesto con los deseos de los jóvenes ro­
manos de la época: «Perseguiremos en virtud de dicha ley a cual­
quier hombre de sesenta años que estando casado o, ¡diablos!, in­
El anciano en la literatura latina: cluso aunque esté soltero, sepamos que ha perseguido a las mucha­
de la sátira social (época republicana)... chas: declararemos que no es más que un imbécil y, además, como
depende de nosotros, la indigencia alcanzará al disipador» 32• Así
La escasez y el silencio de los documentos nos obligan a volver pues, la edad de sesenta años se considera aquí como la entrada en
de nuevo a la literatura para ver cómo vive el anciano romano. El la vejez, y de acuerdo con el retrato del anciano ideal pintado por
espejo es deformante, pero sigue siendo indispensable, y el estudio los filósofos, los placeres de la carne estarán prohibidos de ahora en
crítico de las obras permite deshacer las principales trampas. He­ adelante. El hombre anciano debe consagrarse a la sabiduría y a los
mos esbozado ya las relaciones que existían entre los temas litera­ placeres del espíritu.
rios latinos y la realidad social. El primer período, hasta el siglo II El mismo tema vuelve a aparecer en la Asinaria, donde otro viejo
antes de J.C., se ve así caracterizado por feroces ataques contra los libidinoso, Demeneto, intenta acostarse con la amante de su hijo. Y
ancianos, contrapartida del poder tiránico del pater familias, contra también aquí será su mujer, la vieja Artemona, quien lo impedirá.
el que se toma venganza sobre el escenario. Plauto y Terencio son De carácter desabrido, es ella quien manda en casa. Sin duda se pa­
los que se muestran más crueles. rece a muchas matronas romanas que el público podía reconocer.
Plauto (254-184 antes de J.C.), que vivirá a su vez setenta años, Casina repite el mismo tipo de protagonista: Lisidamo, anciano
es un plebeyo. Supo responder al interés que el público romano mos- lúbrico, ama a la misma joven que su hijo; envía a este último al
132 HISTORIA DE LA VEJEZ :; EL MUNDO ROMANO 133

extranjero durante una temporada y durante ese tiempo obliga a la copa antes que ellos; nunca me excita el vino hasta el punto de bus­
joven a casarse con su colono, al que da la libertad a condición de car pelea en medio de un banquete. »
poder acostarse él con la muchacha. Y una vez más, la mujer del El hormigueo de ancianos en las comedias de Plauto revela la im­
protagonista hará fracasar el proyecto. portancia del problema social que constituye la vejez a comienzos
El otro gran defecto de la vejez es la avaricia. U nico propietario del siglo II antes de J.C. El anciano todopoderoso es detestado. En
de todos los bienes de la familia, el pater familias los maneja a su ca­ muchas familias se espera su muerte con impaciencia, pues será una
pricho hasta su muerte, y sus hijos se irritan por no poder disponer liberación para todos los suyos. Este aspecto es el que Terencio es­
de más dinero para satisfacer sus propias necesidades, sobre todo cenifica en Los Adelfas. Considerado demasiado a menudo de la mi�­
con las muchachas. La comedia les enseñará cómo poder sacar con ma categoría que Plauto, Terencio (190-159 a. J.C.) analiza la vejez
maña las cantidades queridas engañando al viejo padre. En Epidi­ con otro tono y desde otro ángulo. Antiguo esclavo, libertado por
cus, el anciano Perifano, que es sin embargo una persona sensata, un senador ilustrado que había adivinado sus aptitudes, recibió una
deja que el esclavo Epidico le saque dinero con engaños, pese a excelente educación. Formado en un medio de aristócratas letrados,
estar éste favoreciendo los amores de su hijo; un amigo de Perifano, es para ellos para quienes escribe sus comedias, infinitamente más
Apecido, es también víctima de engaños. La intriga es parecida en delicadas que las de Plauto, más sentimentales y también más mo­
Pseudolus, donde el anciano Simón se deja timar por un esclavo que es­ ralizantes. Los personajes son más virtuosos, los amos más benévo­
tá al servicio de Calidoro, quien necesita dinero para comprar una mu­ los, los criados más serviciales, los jóvenes más respetuosos, los pa­
chacha. La Aulularia pone también en escena a un viejo avaro en el dres más indulgentes. Los ancianos son mucho menos numerosos,
personajt; de Euclión, severo y receloso, así como a otros ancianos pero menos caricaturizados. Sin embargo, volvemos a encontrarnos
y ancianas: Megadora y su hermana Eunomia, la vieja esclava Es­ con el problema del enfrentamiento entre generaciones.
tafila. En Rudens, el anciano Demones, excepcionalmente simpático, En el HeautontimorumentJs, dos ancianos, Menedemo y Cremes, tie­
ha sido arruinado a causa de su inmensa bondad. nen problemas con su respectivos hijos; Menedemo, apasionado y
En Trinummus, cuatro de los nueve personajes son ancianos que violento, se opone al matriminio del suyo, pero pronto se arrepiente
se quejan de su mujer; Carmides ha escondido su tesoro y lo deja al y se vuelve generoso, en tanto que Cremes, que se las da de filósofo
cuidado de su amigo Calicles cuando se va de viaje. En Los Menech­ sentencioso, es engañado por sus esclavos. Los Adelfas es una come­
mos, Plauto se detiene por una vez en las miserias de la vejez; su pro­ dia seria, que lleva a la escena dos métodos de educación: la dulzu­
tagonista se queja: «La agilidad me abandona, la vejez me agobia, ra, la indulgencia y la flexibilidad, practicadas por el viejo Mición,
mi cuerpo es una carga pesada, las fuerzas me han abandonado. soltero que comprende a los jóvenes y es amado por todos, y la se­
Mala mercancía esto que se llama la mala edad. Trae consigo un veridad, utilizada por el hermano de Mición, Demea. Este último es
cortejo de miserias; si quisiera nombrarlas todas no acabaría nun­ desgraciado; se da cuenta de que los que le rodean sólo esperan su
ca» 33. En Miles gloriosus, finalmente, aparece un buen anciano, Pe­ muerte; no se siente amado y sufre por ello: «Yo también necesito
riplectómeno: Pero su retrato es de hecho el negativo del anciano co­ ser amado y bien considerado por los míos. Si esto se consigue con
mún, cuya conducta es fustigada una vez más: «Cuando estoy sen­ regalos y favores, yo no me quedaré atrás. Me costará mucho; me
tado a la mesa no aturdo a los que están conmigo con griteríos so­ importa muy poco, teniendo en cuenta la edad avanzada en la que
bre los asuntos públicos; durante una comida nunca deslizo la mano me encuentro. » Valiéndose del dolor de este personaje, patético en
bajo el vestido de una mujer que no es la mía; no me precipito a el fondo, es probable que Terencio quisiera aconsejar a los ancianos
arrebatarles las fuentes a los que están junto a mí o a levantar la de su época, darles una lección de mansedumbre. Pero no exagera
'l!
!

134 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 135

los rasgos, intenta mostrarse imparcial: «Adquirimos un juicio más esposa, vas a casarte hoy con ella; ve a casa y prepárate», declara
recto con el paso de los años; sóio hay un defecto traído a los hom­ un viejo padre. El resentimiento de los: hijos es uno de los motores
bres por la vejez: todos nosotros nos agarramos al dinero más de lo de la comedia: «¡Qué injustamente juzgan los padres a los jóvenes!;
necesario» 34 piensan que cuando salimos de la infancia tenemos que convertir­
La forma difiere de la de Plauto, pero no así la realidad social nos rápidamente en viejos y no aprovecharnos de los placeres de la
que está en la base de estas comedias: la crítica de la omnipotencia juventud.» Lisitelo recuerda a su anciano padre de qué manera ha
de los padres entrados en años. Incluso el viejo y serio Catón, con­ estado siempre sometido a él: «Desde mi juventud hasta ahora, pa­
temporáneo del joven y cómico Terencio, admite que los ancianos dre, he estado siempre sometido a vuestras exhortaciones y a vi.1es­
no tienen una conducta irreprochable: a menudo son avaros ( «si eres tros preceptos... En lo que concierne a vuestro control paternal, siem­
rico, cuando te acerques al final de tu vida no seas mezquino, sino pre he juzgado conveniente que mis inclinaciones estén sometidas a
un amigo generoso»); tienen demasiada tendencia a criticar a los jó­ vuestros deseos. » Si nos fiamos de lo que dicen estos fragmentos, pa­
venes («cuando eres viejo, ¿te alzas contra las debilidades de otro? rece que el pater familias ha dirigido siempre a su familia por medio
Recuerda que cuando eras joven no eras perfecto»); son propensos del terror: «Cuando pienso que no ha tenido respeto por mi autori­
a la chochez ( «no te burles de la vejez cuando estás aún en plenas dad ni temor a mi cólera», atrona un anciano estupefacto por la de­
facultades; la edad trae siempre consigo una gran dosis de infantilis- sobediencia de su hijo.
mo» 35). . El tema de la concupiscencia de los ancianos es uno de los más
Plauto, Terencio o Catón no son los únicos en manifestarse en populares; la incongruencia entre el amor fisico y la fealdad es un
este sentido, y se podría formar una antología de la crítica a los an­ eterno procedimiento cómico. Los viejos libertinos abundan en el
cianos con los innumerables fragmentos de la literatura de la Roma teatro romano: «Te he dado a mi hija para que te diviertas por la
republicana consagrados a este tema. Maria S. Haynes 36, que ha noche. Es justo que tú me proporciones a cambio una muchacha
agrupado algunos de ellos, señala que el vocabulario reiativo ai as­ para que me acueste con ella», declara uno de ellos a su yerno, que
pecto fisico del anciano utilizaba, por orden de frecuencia, los tér­ le ridiculiza a continuación: «A estas alturas, el viejo sinvergüenza
minos: «sucio», «tez amarilla», «aliento apestoso», «hediondo como se quiere hacer pasar por joven. Puede tener una muchacha para
un macho cabrío», «cabellos blancos», «vientre abultado»,«mandí­ dormirla mientras le canta una nana. Francamente, no veo qué otra
bula deformada», «pies planos», «desaseados», «vacilantes>>, «enfer­ cosa podría hacer», ya que «un anciano decrépito y senil es tan bue­
mizo», «demacrado», «achacoso», «tembloroso», «con labios caí­ no para el amor como un mosaico».
dos», «ref�nfuñando y deformado», «vieja cosa fea», «marchito», María Haynes concluye así muy justamente su interpretación de
«usado», «fofo», «carcamal decrépito», «charlatán estúpido». la literatura latina del período republicano: «La razón del entusias­
La avaricia es el defecto que se menciona con más frecuencia: mo tan grande que muestran los autores de teatro romanos hacia
«Un vicio c,omún a toda la humanidad es aficionarse demasiado al los ancianos se comprende fácilmente si pensamos en el poder ab­
dinero a medida que se envejece»; también aparece con frecuencia soluto del paterfamilias. La rebelión abierta o incluso el resentimien­
la debilidad mental: «Loco, obstinado, acémila, senil y decrépito» to por parte de los jóvenes contra este sistema era demasiado arries­
son los epítetos más frecuentes; los viejos son igualmente coléricos y gado; habría podido provocar la condena a muerte del atrevido hijo
airados, se enfurecen por nada. Uno de los reproches que se formu­ por parte del juez con poder ilimitado, el pater familias. Por esta ra­
lan con más frecuencia es el relativo a la forma autoritaria de casar zón es muy natural que se haya utilizado el teatro para expresar los
a los hijos de modo expeditivo e inapelable: «Te he encontrado una sentimientos reprimidos contra el todo-poderoso paterfamilias. Así es
136 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 137

como un estudio inteligente sobre los ancianos y sus relaciones con amor, para recordar la juventud, cuando la blanca vejez ha marchi­
los jóvenes en la escena romana, que toma en consideración las ma­ tado una cabeza anciana» 40• «Es entonces cuando se corre tras la
nipulaciones del autor para obtener efectos cómicos, puede consti­ belleza; para disimular los años uno se tiñe el cabello con la cáscara
tuir una fuente de información bastante segura para comprender la verde de la nuez; se preocupa de arrancar cuidadosamente de raíz
opinión que los antiguos romanos tenían de la vejez» 37. los cabellos canosos y se rejuvenece la cara borrando las arrugas» 41.
Sin embargo, es mayor aún el miedo a la muerte que el temor a en­
vejecer: «Ojalá pueda ver que mis cabellos encanecen y, ya anciano,
... al estudio psicológico (guerra civil e Imperio) . . de tiempos
contar h1stonas . pasados» 42.
Su amigo Ovidio (43 antes deJ.C.-17 después deJ.C.) no cono­
Las perspectivas cambian a partir del siglo I antes de nuestra cerá tampoco la vejez, pues morirá a los sesenta años, pero el exilio
era. Durante este inestable período los valores tradicionales cambian ensombrecerá su madurez. Este poeta mundano, buen artista pero
completamente. El Senado y el pater familias son cada vez más dis­ carente de profundidad, tiene aproximadamente cincuenta y cinco
cutidos; sus poderes disminuyen. Las revoluciones conducen a la años cuando escribe Los tristes, y ya se lamenta de los signos de la
aparición del individualismo; se afianzan fuertes personalidades. El vejez: «Mis sienes semejan ya el plumaje del cisne y la blanca vejez
teatro desaparece; a partir de entonces el espectáculo, a menudo trá­ descolora mis cabellos negros; ya llegan los años débiles y la edad
gico, está en la calle. Es la hora de los· discursos políticos o, para pierde sus fuerzas; completamente debilitado, me resulta muy dificil
los tímidos o los decepcionados, del repliegue intimista sobre uno sostenerme ya» 43. Se cansa de esperar en las orillas del Mar Negro,
mismo, de la reflexión romántica sobre las incertidumbres de la for­ y lamenta no poder conocer una vejez apacible: «Dejarme llevar
tuna, sobre la brevedad de la vida humana, sobré el carácter pasa­ blandamente por mis aficiones, vivir en mi pequeña casa junto a mis·
jero de los amores y de la juventud. A la crítica extravertida de los dioses penates y en los campos paternos privados ahora de su due­
viejos en la comedia suceden las lamentaciones de los poetas sobre ño, y envejecer con el cariño dé mi esposa, en medio de mis amigos
su destino personal y el de sus amores, condenado·s a marchitarse. a salvo en mi patria. Así había esperado antaño acabar mi vida» 44•
La aceleración de la historia acentúa la conciencia del paso del tiem­ Antes de su exilio, Ovidio se había dedicado temporalmente a
po que trae a todos la temida vejez. El tema alcanzará su pleno de­ los temas mitológicos, con Las Metamorfosis, donde vemos cómo Me­
sarrollo en la época de Augusto, en las obras clásicas. dea, esposa de Jasón, rejuvenece al anciano Eson, su suegro. Tras
El joven Tibulo (54-19 antes de J.C.), muerto prematuramente someterlo a un sueño letárgico, preparó unas bebidas mágicas con
a los treinta y cinco años, está obsesionado por «la época fatal de la las cuales reemplazó la sangre del anciano: «Desde el momento en
vejez sin fuerzas» 38, que nunca llegará a conocer. Este caballero, de­ que Eson los ha tomado por la boca o por la herida, su barba y sus
cepcionado en sus sueños de gloria militar por causa de la enferme­ cabellos, despojados de su blancura, se vuelven negros de repente;_
dad, pasa su tiempo entre los círculos mundanos, donde frecuenta su delgadez desaparece; su palidez y las tristes huellas de la vejez
a Ovidio y Horacio, y sus propiedades en el campo. Temeroso de se desvanecen; una nueva sangre circula por sus venas no hace mu­
«los males que pesan sobre la vejez», proclama en sus elegías su de­ cho secas, y la gordura brilla en todos sus miembros. Eson, asom­
seo de aprovechar la vida durante la juventud, ya que «pronto lle­ brado, recobra el vigor que recuerda haber disfrutado cuarenta años
gará la edad que embota, y el amor ya no existirá, tampoco las ca­ antes» 45.
ricias de las palabras, cuando nuestras cabezas hayan encaneci­ Viejo sueño de la humanidad, el rejuvenecimiento se encuentra
do» 39. Cuando se es viejo, «es demasiado tarde para recordar el repetidas veces en la mitología: Baco rejuvenece a sus nodrizas, y
138 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 139

Venus devuelve la juventud a Faón, el viejo marino de Lesbos, del goroso para ti y además no tengo tapada la nariz. Reconozco mejor
que Safo se enamora. Hasta el siglo XVI, antes de que la resigna­ que nadie un pólipo por su olor y huelo el pestazo de macho cabrío
ción se imponga, los hombres buscarán apasionadamente, por me­ en las axilas velludas; tengo mejor olfato que un perro de caza que
dio de la piedra filosofal, quimeras como el saber absoluto, la rique­ rastrea un jabalí. ¡Qué sudor corre por sus miembros ajados, qué
za infinita y la juventud eterna, la transformación de los metales y olor se esparce por todas las partes cuando, mi miembro ya en es­
la fuente de la eterna juventud. Ignorancia, pobreza y vejez forman tado de flacidez, ella quiere una vez más, sin tregua, calmar su· in­
parte de la galería de pesadillas que la humanidad, todavía en nues­ contenible furor! El maquillaje húmedo, el perfume fabricado con ex­
tros días, intenta en va1m exorcizar. crementos de cocodrilo ya no aguantan en su cara. C_uando está en
¿Habría podido el epicúreo Horacio (65-8 antes de J.C.) experi­ plena excitación, las correas y los doseles de la cama no lo resisten.
mentar algo que no fuera repulsión hacia la vejez? Este hombre de­ Otras veces intenta sacudir mi desgana con coléricas palabras:
licado y refinado, que saborea con moderación todos los placeres de -Muestras más ardor con Inaquia que conmigo. A ella la posees
la tierra y que ama la belleza, no podía hacer otra cosa que apartar tres veces cada noche; conmigo quedas fatigado con una sola vez.
púdicamente la vista ante la decrepitud. Le indigna particularmen­ ¡Maldita Lesbia, que me ha recomendado un ser falto de vigor, cuan­
te la fealdad de las ancianas; el cuerpo femenino, símbolo de belle­ do yo quería un toro! Y pensar que tenía conmigo a Amintas de
za durante la juventud, se convierte en el emblema de la fealdad ab­ Cos, cuya verga se mantiene más firme en su ingle infatigable que
soluta en la vejez, un verdadero insulto para los sentidos, sobre todo el joven árbol plantado en la colina... ¿Para quién me apresuraba
cuando la mujer se obstina en querer inspirar amor. El afable Ho­ yo a teñir dos veces en la púrpura de Tiro hermosos vestidos de
racio puede entonces llegar a perder la ponderación y caer en la vul­ lana? Sí, era para ti: yo no quería que, en los festines, ni uno sólo
garidad más indecente y más cruel: de tus amigos fuese más amado por su amante que tú por la tuya.
«¿Cómo puedes, vieja carroña centenaria, pedirme que desper­ ¡Desdichada! Huyes de mi lado como la cordera huye del cruel lobo 1
dicie contigo mi vigor,· si tienes los dientes negros, tu vieja cara está y el corzo del león» 46•
surcada de arrugas y entre tus nalgas secas bosteza una horrible La vieja enamorada está condenada al desprecio y al abandono:
abertura como la de una va.ca que ha hecho mal la digestión? ¿Crees «Los jóvenes impetuosos vienen con menos frecuencia que antes a
tal vez que puedes excitarme con tu pecho, tus senos colgantes como llamar con violencia a tus ventanas cerradas y a no dejarte dormir;
las mamas de una yegua, con tu vientre fofo, tus muslos canijos re­ y tu puerta, que antaño giraba tan fácilmente sobre sus goznes, per­
matados por una pierna hinchada? manece cerrada sobre el umbral. Oyes cada vez menos estas pala­
»Tal vez seas rica; en tus funerales podrán acompañarte las imá­ bras: -¿Duermes, Lidia, mientras tu amante pasa las largas noches
genes de los triunfadores, tus antepasados; estoy seguro de que nin­ languideciendo? Por tu parte, vieja y desdeñada, lamentarás los des­
guna dama lleva en el paseo perlas más redondas que las tuyas. ¿Y precios de todos estos libertinos, en una callejuela solitaria donde so­
eso qué? ¿Crees que porque te gusta esparcir, aquí y allá, sobre tus plará con violencia el viento de Tracia, en noches sin luna. Enton­
cojines de seda, pequeños tratados estoicos, mis nervios, que no es­ ces los fuegos del amor y de la pasión, semejantes a los que enlo­
tán interesados en las letras, dejan de estar rígidos? ¿Mi miembro quecen a las yeguas, lastimarán y destrozarán tu corazón, y te que­
está más pequeño o más blando? Para conseguir alzarlo de mi as­ jarás de que la juventud gozosa prefiera la verdosa hiedra y el som­
queada ingle tendrías que trabajarlo con la boca... ¿Qué pides para brío follaje del mirto a las hojas secas que ella arroja al Euro, com�
ti, mujer, buena únicamente para los negros elefantes? ¿Para qué me pañero del invierno» 47.
haces regalitos, me envías esquelas amorosas? No soy lo bastante vi- Sólo volveremos a encontrar un encarnizamiento parecido con-
14-0 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 141

tra las mujeres ancianas en la época de Renacimiento, quince siglos » Tiresias: Entonces serás pobre.
más tarde, cuando los temas de la Antigüedad clásica vuelvan a po­ » Ulises: ¡Pues bien! Obligaré a mi animoso espíritu a soportar
nerse de moda y el culto a la belleza terrenal lleve a destruir toda esta afrenta; a veces he hecho frente a otras más duras. Vamos, adi­
representación de la fealdad. Horacio, con ser el más cruel, no es el vino, deprisa, dime de dónde puedo sacar riquezas... montones de
único que ataca a las ancianas en su época. El joven Propercio (47-15 dinero.
antes dej.C.), que pertenece también al círculo de Mecenas, habla »Tiresias: Ya te lo he dicho y te lo repito: ten la habilidad de con­
en sus elegías de una anciana: «Se pueden contar todos los huesos seguir los testamentos de los ancianos. Si das con uno o dos indivi­
a través de su piel. Por el hueco de sus dientes salen gar�ajos san­ duos lo bastante astutos como para tragar el cebo sin morder el an­
guinolentos.» Más tarde, el sarcástico Marcial (40-104) ironizará en zuelo, no pierdas toda la esperanza y no renuncies al oficio con el
sus Epigramas contra «Tais (la cual) huele peor que una vieja lana pretexto de que han jugado contigo... Escucha además otro consejo;
churra abatanada, que un ánfora echada a perder por el saumerio si una mujer astuta o un liberto maneja a su antojo a un anciano
podrido». que ya no es dueño de sus facultades mentales, asóciate a ellos: adú­
Horacio es menos desagradable con los ancianos, sin llegar por lalos; te alabarán a ti cuando no estés delante, lo cual es muy posi­
ello a halagarlos. Los considera avaros, timoratos y chochos: «El an­ tivo para ti; pero lo más importante es abordar directamente al hom­
ciano está expuesto a innumerables males; amontona su dinero y lue­ bre mismo. ¿Comete la sandez de escribir malos versos? Dale la en­
go, ¡oh, piedad!, lo deja a un lado y no se atreve a usarlo; adminis­ horabuena. ¿Es un mujeriego? No esperes a que te pida nada; sé com­
tra sus asuntos con timidez y lentitud, los aplaza para el día siguien­ placiente y ofrece tu Penélope a quien es superior a ti.
te, tiene pocas esperanps, poca actividad, querría ser dueño del fu­ » Ulises: ¿Crees que voy a poder entregarle una mujer tan hones­
turo; es dificil para la fonvivencia, gruñón, elogia el tiempo en que era ta, tan casta, a la que los pretendientes no pudieron apartar del buen
niño, no cesa de criticar y reprender a los jóvenes. Los años traen camino?
consigo muchas ventajas, que nos quitan cuandó estamos de vuel­ » Tiresias: Es que los jóvenes que iban a tu casa no querían hacer
ta» 48. Hay que saber aprovecharse cínicamente de los viejos que bellos regalos; les gustaba más tu cocina que tu mujer. Por eso si­
son ricos y sacarles su dinero sin escrúpulos: éste es el consejo que guió Penélope siendo honesta. Pero si goza una sola vez de un an­
Tiresias da al mismo Ulises, quien, por muy astuto que sea, se que­ ciano, compartiendo contigo los beneficios, será como el perro de
da atónito ante tanta indiferencia moral: caza, que no se deja arrebatar un buen pedazo de carne» 49•
«Tiresias: Ya que confiesas con tanta franqueza el horror que te ¿Son iguales los consejos de Tiresias que los de Horacio, o se tra­
provoca la pobreza, aprende el modo de enriquecerte. Si alguien te ta de un entretenimiento? Conociendo la opinión que tiene Horacio
envía un tordo o cualquier otro delicado regalo, mándaselo a algún de la vejez, no podemos asegurar nada. Esta manera, cuando menos
anciano que tenga muchas riquezas; que este ricachón sea para ti impertinente, de tratar a los personajes de La Odisea denota en todo
más sagrado que el dios Lar y que saboree, antes que el dios, los caso una evolución de las mentalidades. La época de las guerras ci­
frutos maduros y los mejores productos de tu jardín. Tal vez este viles y del principado es también la del realismo y la de la relativi­
hombre sea perjuro, carezca de linaje, sea un asesino, quizá sea un zación de los valores morales. La vejez apenas puede esperar favo­
esclavo huido: ¿qué importa? Sal con él y déjale el lugar preferente, res de estos períodos en los que, más que nunca, el hombre es un
si así te lo exige... lobo para el hombre. En La Eneida, Virgilio la presenta flanqueada
»Ulises: ¡Que me ponga a la izquierda de un hombre desprecia­ por Morbi y Metus, la enfermedad y el miedo a la muerte.
ble! Eso no lo hacía en Troya, donde rivalizaba con los mejores. Todavía un siglo más tarde, Plinio el Joven, al que sin embargo
142 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 143

hemos visto alabar la vejez ideal de su amigo Espurina, traza en una tudiando: «Un hombre, por viejo que sea, tiene siempre algo que
carta a Atico Clefr1ente el retrato de otro anciano, vanidoso y abu­ aprender» (carta LXXVI). Sobre todo, no hay que abandonarse, des­
rrido, al que sólo frecuentan por su riqueza; este viejo patriarca «es cuidar la apariencia fisica y la ropa, si uno quiere conservar a sus
visitado por una cantidad sorprendente de personas, todas las cua­ amigos: «Hay que velar por la propia vejez tanto más cuidadosa­
les lo odian y lo· detestan, y que sin embargo lo frecuentan asidua­ mente si sabemos que eso es agradable, útil o deseable a los ojos de
mente, como si lo estimaran y lo amaran. Vive en medio de un par­ una persona que nos es querida. Hay que abandonar las ambiciones
que, al otro lado del Tíber, donde ha cercado grandes espacios con políticas o las económicas y buscar la tranquilidad, renunciar a la
pórticos y poblado la orilla con estatuas, pues reúne (a sí la prodi­ búsqueda de honores y anteponer el descanso a todo lo demás.»
?alid�d junto con una rapacidad excesiva, la vanidad con la mayor Los filósofos deben pasar su vejez meditando, ocupación que
mfam1a... Es pedante, y experimenta placer y consuelo aburriendo aportará paz y felicidad y abrirá el camino de la eternidad: «¡Qué
a los demás. Dice que quiere casarse, lo cual es una perversión, como dicha, qué hermosa vejez espera al que se ha puesto bajo su protec­
el resto de su conducta. Así pues, prepárate a oír hablar pronto del ción! Tendrá discípulos con quienes podrá tratar tanto los proble­
matrimonio de este hombre triste, del matrimonio de este ancia­ mas más pequeños como los más importantes, a quienes podrá con­
no» 50 sultar diariamente sobre sus intereses, que le dirán la verdad sin
Séneca tiene una opinión más equilibrada de la vejez. Si se con­ agravios, le alabarán sin adulación, a semejanza de los cuales él po­
vierte en algo penoso, no hay que dudar en suicidars�, ya lo hemos drá modelarse.» Al contrario de lo que dirá Plutarco un siglo des­
visto. Pero no siempre se ve obligado el anciano a esta salida. Las pués, Séneca desprecia a los que se meten en negocios cuando están
Cartas a Lucilio nos muestran lo esencial de su pensamiento sobre entrados en años: «¿Hay mayor bajeza que prepararse para la vida
este tema. Cuando las escribe, Séneca, que cuenta sesenta y cuatro cuando se es ya viejo?» El anciano debe renunciar a los placeres de
años, es un hombre desengañado. Su proyecto de educación del jo­ la juventud: «Cuenta tus años y te avergonzarás de desear las mis-
ven emperador Nerón ha resultado inútil; la filosofia ha fracasado m dl3Cl'l3 hriCI'
f"l"'\C" T,dÜ o,r n;;;I"'\• dri,to, ]ri, CU]lt;of'r:1.,-..,-.;
1"'111113
.1.1.1a.-, '-,V.-Ja.-J '-fU'--
('I ('I 1""11
'-,.-J'-,ªJJU..-J '--Uª.l.l
�..., A •vAr
.1.-,1.U.'-,'-,.lÜJ..1 d'-,
CI'
'-,.1ª.-J .IULI.V' U.I,.'-, .l.ct. .-JU '-,.1

frente a la monstruosidad. En el 62, con el pretexto de la muerte de morir a tus vicios antes que tú» (carta XXVII). En la carta XCIII
su viejo amigo Burro, Séneca se va retirando paulatinamente de la repite una idea enunciada ya en su tratado De brevitate vitae: la ver­
vida política y se retira definitivamente en él 64, amargado por las dadera vejez no ·espera al número de años; el verdadero anciano es
críticas que contra su riqueza y su orgullo manifiestan los nuevos el sabio, cualquiera que sea su edad.
consejeros del emperador. En sus últimas obras, el De olio por ejem­ El tema será a menudo recuperado por los escritores cristianos:
_
plo, se mterroga sobre las posibilidades de un universo espiritual au­ «¿Queréis saber cuál es la duración más larga de la vida? Es vivir
tónomo. Las Cartas a Lucilio son una correspondencia real, adaptada hasta haber adquirido la sabiduría»; «Porque un hombre tenga el
después con vistas a su publicación. El viejo Séneca defiende en ellas pelo blanco y arrugas no puede creer que haya vivido mucho tiem­
su derech� al retiro y habla largamente de la vejez: «Hay que que­ po; no ha vivido mucho tiempo, sino que ha durado mucho tiempo.
rer a la veJez, pues está llena de satisfacciones cuando se sabe utili­ ¡Cómo! ¿Crees que ha navegado mucho quien, sorprendido desde el
zarla bien... La edad avanzada, que aún no ha llegado al estado de puerto por una cruel tempestad, se ve azotado acá y allá y da vuel­
decrepitud, es muy agradable, y creo incluso· que el que ha llegado tas constantemente en el mismo lugar bajo el soplo cambiante de
a conseguirla tiene sus placeres; al menos tiene el placer de no ne­ los vientos desencadenados? No ha navegado mucho, sino que ha flo­
cesitar ya placer alguno» ( carta XII). Conviene no permanecer ocio­ tado mucho». También son ridículos los viejos que, maquillándose,
so; hay que trabajar para la posteridad ( carta VIII) y continuar es- querrían hacerse pasar todavía por jóvenes: «Ancianos decrépitos
144 HISTORIA DE LA VEJEZ El MUNDO ROMANO 145

mendigan en sus plegarias un suplemento de algunos años. Se dis­ nes. Eso es lo que hizo Celso en la época de Augusto: su De medicina
frazan de jóvenes, se adormecen con mentiras y se engañan con toda difiere muy poco de los catálogos de los satíricos: volveremos a en­
confianza como si pudieran al mismo tiempo engañar al destino. » contrarnos con las descripciones clásicas; solamente cambia el tono.
A comienzos del siglo 11, otro estoico, Epicteto, con casi ochenta Los viejos son propensos a las enfermedades crónicas, a reúmas, a
años, dirá que el hombre debe desempeñar imperturbablemente su problemas urinarios y respiratorios, a las sinusitis, a los dolores de
papel hasta el final. Séneca no es tan rígido. En primer lugar, si los riñones y de articulaciones, a los insomnios y parálisis, al dolor de
sufrimientos llegan a ser demasiado penosos, sería estúpido seguir oídos, de ojos y de intestinos, a la disentería, a los cólicos 51• Todo
viviendo; después, el hombre prudente debe saber aprovechar las es.to está copiado con ligeras variantes de Hipócrates y, de todas ma­
ventajas que puede aportarle el retiro, sin crisparse por ello. Final­ neras, cualquiera podía comprobarlo por sí mismo. Celso añade que
mente, por muy estoico que sea, confiesa en su carta XII que la ve­ los viejos no soportan el hambre, que sus heridas se curan con difi­
jez le vuelve amargo a veces; al llegar a su casa de campo, se ha re­ cultad. También ofrece algunas recetas: los ancianos deberían ba­
belado instintivamente al encontrarse en un medio donde todo le re­ ñarse en agua caliente y beber vino no rebajado; cuando su vista se
cordaba que era viejo: el viejo criado, los viejos árboles, la vieja casa debilite hay que frotarles los ojos con miel o aceite de oliva. El in­
necesitada de reparaciones. De esta manera, incluso la filosofia más vierno es la estación que soportan con más dificultad; suelen encon­
noble no protege de los momentos de depresión que brotan de la ve­ trarse mejor durante el verano y a comienzos del otoño. Y poco más
jez; Séneca tiene el mérito de haberlo reconocido, y su postura es, que contar.
en suma, una de las más equilibradas que hayamos conocido a lo Galeno (131-201) va más lejos en sus investigaciones. De origen
largo de la historia. griego, nació en Pérgamo, recupera y combina la teoría aristotélica
Juvenal (65-128) fue el último en maltratar sistemáticamente a y el método de observación hipocrático, lo que le conduce a conclu­
los ancianos y en caricaturizar sus debilidades y su fealdad. Pero en siones bastante agudas en su obra principal: De sanitate tuenda. Pone
lo sucesivo serán sustituidos por clichés o ejercicios de estilo. El an­ a punto un sistema de explicación del proceso de envejecimiento sir­
ciano no tiene ya ningún interés literario, pues ha dejado de ser te­ viéndose de la doctrina de la patología humoral y psicológica. Sus
mido por su poder. Dificilmente se entrevé su silueta furtiva en un conclusiones, que representan el resultado del pensamiento griego
rincón perdido de una oda, .o se le oye quejarse tímidamente de su sobre el tema, serán autoridad hasta el Renacimiento, ya qu:e con­
suerte, como en Las Púnicas de Silio Itálico o en las Elegías de Ma­ cuerdan con la teología cristiana.
ximiano. El anciano queda sumido en el olvido para mucho tiempo. Para Galeno hay dos clases de enfermedades: las que son inevi­
Su paso por el Imperio romano no_ fue mucho más afortunado que tables e incurables, cuya causa es intrínseca y se encuentra en el mis­
el que hizo por el mundo helénico. mo proceso generativo, y las que pueden ser evitadas y cuidadas,
que provienen de causas extrínsecas. La vejez se relaciona.con la pri­
mera categoría y se explica de la manera siguiente: los tejidos cor­
La medicina romana y la vejez porales son el producto de la mezcla húmeda de sangre y de semen
deshidratado por el calor interior. «Así pues, de esta manera se for­
El anciano, a punto de morir, no puede atraer la atención de los ma el embrión al principio y adquiere cierta consistencia; después,
terapeutas. Su mal es incurable, al menos si se considera que el úni­ a medida que se va deshidratando, toma los contornos y las formas
co remedio para él es la juventud. Por consiguiente, nada se puede vagas de cada una de las partes. Más tarde, al resecarse todavía
hacer por él; sólo redactar la lista clínica de sus males más comu- más, no sólo tiene las formas y los contornos, sino la apariencia ex-
146 HISTORIA DE LA VEJE'Z EL MUNDO ROMANO 147

terior exacta. Entonces, una vez nacido, continúa creciendo, deshi­ fermo, a menos que sufra a causa de la vejez; y algunos dicen que
dratándose y fortaleciéndose hasta que alcanza su máximo desarro­ esto también es una enfermedad... Toda enfermedad es contraria a
llo. En este momento cesa el crecimiento; los huesos, secos comple­ la naturaleza, pero tales per;onas no se encuentran en un estado con-
·
tamente, ya no crecen; los vasos sanguíneos se ensanchan, y de esta trario a la naturaleza, como tampoco 1os ancianos» 55 .
manera todas las partes del cuerpo se fortalecen y alcanzan mayor En resumen, las opiniones de Galeno parecen notablemente mo­
grado de capacidad. dernas; ofrecen la primera teoría completa y consistente del proceso
Pero más tarde, como los órganos continúan resecándose, no de envejecimiento. Esto no puede hacernos olvidar que fue el único
sólo no desempeñan ya correctamente sus funciones, sino que su vi­ que estudió la naturaleza física de la vejez en ocho siglos de historia
talidad se debilita y decae. Y como van secándose cada vez más, la romana. Hay que situar también en su contexto las frases citadas.
persona además de adelgazar se arruga también y los miembros se Sólo incidentalmente habla Galeno de la vejez, en algunas líneas per­
vuelven débiles y poco firmes en sus movimientos. A esta situación didas en su amplia obra. Habrá que esperar a la época moderna
es a la que llamamos vejez... Este es el destino innato de destruc­ para que se piense en tratar específicamente los problemas de la
ción que espera a todo ser mortal. Ningún cuerpo mortal puede li­ edad avanzada. Para los romanos, el anciano es un adulto entrado
brarse de este proceso» 52• en años, de la misma manera que el niño es un adulto joven; la ve­
Así pues, Galeno afirma que el desarrollo y la decadencia de la jez es la miserable prolongación de la vida; así como la juventud es
persona humana van unidos: se trata del mismo mecanismo que hace su resplandeciente prólogo. El hombre sólo es digno de interés en
crecer el embrión y que el anciano se debilite hasta morir. Para em­ su fase adulta.
plear un lenguaje moderno, nuestro cuerpo está programado para
crecer, envejecer y morir, lo que Galeno ya enunció claramente: .
«Toda criatura mortal tiene en sí desde el principio los gérmenes de Una apología sospechosa: el De senectute de Cicerón
muerte» 53. El calor interno le hace perder su sustancia, la cual es
reemplazada en parte por la respiración, el alimento y la bebida, . Esto es lo que hace que sea muy relevante la única obra latina
pero es imposible una recuperación completa del estado anterior. Ne­ exclusivamente consagrada a los ancianos: el De senectute de Cicerón.
cesariamente se produce la decadencia.. «Por esto envejecemos, unos Puede parecer extraño que la civilización romana, tan severa con los
a una edad, otros a otra, más tarde o más temprano: bien porque ancianos, haya producido esta extraordinaria apología de la vejez,
seamos desde el principio, por naturaleza, demasiado secos, bien única por muchos conceptos. Por el lugar que ocupa en la literatu­
porque lleguemos a estarlo por diversas circunstancias como la die­ ra, por la calidad de su estilo y su argumentación, la obra represen­
ta, la enfermedad, las preocupaciones u otras razones. Lo que los ta un hito esencial en la historia de los ancianos.
hombres llaman comúnmt:nte vejez no es otra cosa que la constitu­ Se trata de un diálogo, primera similitud con Platón, entre per­
ción seca y fría del cuerpo, resultado de una larga vida» 54. sonajes históricos: Catón el Viejo, de ochenta y cuatro años de edad
La enfermedad es, para Galeno, algo que va en contra de la na­ y aún vigoroso, y dos jóvenes: Escipión, hijo de Pablo Emilio, y su
turaleza y, por consiguiente, la vejez no es una enfermedad: «La ca­ amigo Lelio. Estos últimos expresan a Catón la admiración que sien­
pacidad para funcionar es lo que determina la salud; La debilidad ten por la actividad que éste despliega a una edad tan avanzada, y
de funcionamiento, en sentido estricto, no es un signo de enferme­ el anciano, que monopoliza el uso de la palabra durante las nueve
dad, únicamente lo es lo que va en contra de la naturaleza... Sólo décimas partes de la obra, les revela la idea que él tiene sobre la ve­
si se da esta condición se puede considerar que un hombre está en- Jez.
148 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 149

El diálogo comienza, sin embargo, con una declaración que des­ po se debilita; en tercer lugar, se ven privados de casi todos los pla­
truye de antemano lo que viene después: Catón es una excepción, ceres, y en cuarto lugar, sienten que la muerte está próxima. Si es­
pues en la vida corriente los ancianos son desgraciados: «Lo que nos táis de acuerdo, vamos a examinar una por una estas razones, ver
parece más admirable es que nunca tenemos la sensación de que la la importancia que tienen y lo que valen» 58.
vejez constituya una carga para ti, mientras que la mayor parte de Primer argumento: «La vejez nos convierte en seres incapaces de
los ancianos la consideran como un peso aborrecible; al oírles ha­ dedicarnos a los negocios. ¿A qué negocios? ¿A los que requieren la
blar así, se tiene la sensación de que están agobiados por un peso fuerza de la juventud? ¿Acaso no hay tareas apropiadas para los an­
mayor que el del Etna» 56• Lo que sucede, responde Catón, es que cianos que puedan llenar su espíritu incluso cuando el cuerpo está
los que se quejan de la vejez no son muy razonables; el que es sen­ ya débil? ¿Estaba ocioso Fabio Máximo, Escipión? ¿Y tu padre Pa­
sato sabe aceptar de buen grado todas las edades de la vida. Mu­ blo Emilio, el suegro de ese hombre de primera que era mi hijo? Y
chos se quejan de verse obligados a renunciar a los placeres de los los demás ancianos, los Fabricios, los Curios, los Coruncanios, ¿qué
sentidos, pero de hecho es una bendición poder liberarse de esta ser­ otra cosa sino trabajar era sostener, como ellos lo han hecho, la Re­
vidumbre: pública, gracias a su habilidad política y a sus brillantes consejos... ?
«El carácter, y no la edad, es el culpable en este asunto. Los an­ Por consiguiente, es hablar vanamente cuando se dice que la vejez
cianos que saben mantener el adecuado equilibrio, que no son ni de­ no es apropiada para los negocios; es como si se dijera que el piloto
sagradables ni amargados, tienen una vejez soportable; un carácter no hace nada en el mar: en efecto, mientras que los marineros tre­
dificil, un humor huraño hacen la vida dificil a cualquier edad:.. Os pan a los mástiles, van y vienen entre los bancos de los remeros, va­
diré una cosa: las mejores defensas del anciano son los conocimien­ cían el agua de la cala, él permanece muy tranquilamente sentado
tos adquiridos y la práctica de algunas virtudes. Tras una vida lar­ en la popa llevando el timón. No hace lo que hacen los jóvenes, su
ga y rica en obras, es en éstas donde se encuentran las raíces de una tarea es mucho más importante y noble. No son la fuerza fisica, la
maravillosa liberalidad: no solamente porque nos acompañan hasta rapidez, la agilidad del cuerpo las que realizan las misiones impor­
el final de la vejez -que es lo más importante-, sino también por­ tantes, sino la experiencia en los negocios, la autoridad que se ha
que se experimenta una gran calma al sentir que se ha vivido ade­ llegado a conseguir, la rectitud de las opiniones que se sostienen;
cuadamente y al recordar las circunstancias en las que se ha actua­ ahora bien, lejos de estar privada de tales ventajas, la vejez las po­
do bien» 57• Todo este comienzo representa una recuperación de Pla­ see en un mayor grado. ¿Acaso creéis que yo, después de haber sido
tón, y en particular del discurso de Cefalo en La República, lo cual, soldado, tribuno, legado, cónsul, después de haber tomado parte en
dicho sea de paso, parece raro en boca de este gran adversario del toda clase de guerras, estoy inactivo porque ya no voy a guerrear?
helenismo, que sólo llegó a aprender un poco de griego en sus últi- Soy yo quien dice al Senado las guerras que hay que hacer y cómo
mos años. hay que dirigirlas. Declaro con mucha anticipación la guerra a Car­
Pero a continuación Catón se vuelve más romano. Buscará ejem­ tago, cuyas malas intenciones conozco bien ... Pero la memoria se de­
plos en el pasado de la Urbs, y explica los casos de Quinto Máximo bilita, dicen. Desde luego que sí, si no se la ejercita o si se tiene la
y de Ennio, que compara a los de Platón, de Isócrates y de Gorgias, cabeza un poco débil por naturaleza. Temístocles se aprendió los
todos ellos venerables ancianos plenamente satisfechos de su vejez, nombres de todos sus conciudadanos. ¿Creéis que con el paso de los
según se dice. Llega al fondo de la cuestión: «Al pensar en ello, en­ años se haya equivocado a menudo saludando a Arístides con el
cuentro cuatro razones para compadecer a los ancianos: en primer nombre de Lisímaco?» 59• Y Sófocles, quien a los ochenta años re­
lugar, tienen que renunciar a los negocios; en segundo lugar, el cuer- citó de memoria Edipo en Colona ante los jueces para convencerles de
150 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO l'>I

que mantenía su inteligencia intacta, y Homero, Hesíodo, Simoni­ Desde luego, continúa Catón, cuya modestia no es su principal
de, Estesícoro, Isócrates, Gorgias, Pitágoras, Demócrito, Platón, Ze­ virtud, «soy menos vigoroso que cuando era soldado», pero «al me­
nón, Cleantes, Diógenes el Estoico: «¿Ha llegado la vejez a embotar nos la vejez, vosotros mismos podéis comprobarlo, no me ha debili­
su inteligencia hasta el punto de que no pudiesen continuar sus tra­ tado ni quebrantado tanto que me falten las fuerzas para hablar en
bajos? ¿Acaso no ha durado su actividad tanto como su vida?». el Senado, para arengar al pueblo, para servir a mis amigos, a mis
Pero se podrá objetar que los viejos llegan a ser odiosos a los de­ clientes, a mis invitados». Solamente quienes han llevado una vida
más. Nada más lejos de la realidad: «Igual que es cierto que no hay de desenfreno están destrozados fisicamente. De todas maneras, es
.
ningún trato más agradable a los ancianos que el de los jóvenes do­ mejor resignarse: se dice que Milán había hecho su entrada en el es­
tados de un temperamento agradable, que los signos de deferencia tadio de Olimpia llevando un buey sobre sus hombros. Bueno, ¿y
y de afecto dados por los jóvenes alivian el peso de los años, tam­ qué? «Que se haga uso de esta ventaja cuanto se tiene, de acuerdo,
bién es verdad que los jóvenes encuentran placer escuchando los con­ pero cuando ya no se tiene que se prescinda de ella sin pesar.» Ca­
sejos de los viejos que provocan su entusiasmo hacia el bien y de la tón hace aquí una confesión involuntaria que contradice una vez
misma manera que me gusta vuestra compañía, percibo que a vo­ más el sentido general de su discurso: «Por mi parte, nunca he apro­
sotros os gusta la mía. Podéis así comprobar cómo la vejez, lejos de bado ese dicho repetido con frecuencia que aconseja ser viejo pronto
estar condenada al decaimiento y a la inercia es oor el contrario.

' .l. �
si se quiere serlo mucho tiempo. Preferiría ser viejo durante menos
laboriosa, está siempre ocupada en alguna tarea, incluso en tra- años que serlo antes de tiempo.» Extrañas palabras en boca de al­
bajos importantes, relacionados, por supuesto, con lo que para cada guien que pretende ponderar los méritos de la vejez.
uno ha sido objeto de atención en su vida pasada» 60. Incluso hay «El anciano no tiene fuerza -continúa-. Pero no se le pide que
ancianos que emprenden estudios nuevos: ¡Sócrates comenzó a es­ la tenga. La ley y la costumbre eximen a las gentes de mi edad de
tudiar la lira, y el mismo Catón el griego! .todo servicio que necesita de la fuerza. No sólo no se nos pide lo que
Segundo argumento: La vejez hace disminuir nuestra fuerza ñsica. no podemos dar, sino que ni siquiera se nos obiiga a dar todo aque­
Catón recuerda el ejemplo, que para él es despreciable, de Milán de llo que podemos. Pero, puede objetarse, hay ancianos tan endebles
Crotona, el cual, siendo ya viejo, se puso a llorar al ver a unos at­ que toda función, toda tarea les está prohibida. Por lo que a ellos
letas que se entrenaban: «¡Pobre idiota!», ¡como si la vida se midie­ se refiere, no es a la vejez a quien hay que acusar, sino a la salud...
ra por la fuerza de los bíceps! ¿Es que sólo cuenta la fuerza fisica? ¿Acaso puede sorprender que los ancianos sean endebles a veces,
«Por lo que se refiere al orador, sí, temo que la vejez lo debilite: su cuando la debilidad ni siquiera no perdona siempre a los jóvenes?
tarea no es sólo de orden intelectual, también necesita pulmones y Hay que resistir a la vejez y suplir con la experiencia lo que le falte.
fuerzas. Es cierto que la voz del anciano adquiere no sé qué brillo Hay que luchar contra la vejez de la misma manera que se debe
particular que yo poseo todavía, y sabéis qué edad tengo; sin em­ luchar contra la enfermedad, hacer ejercicio con moderación, re­
bargo, es conveniente que la palabra de un hombre entrado en años gular el alimento y la bebida con vistas a restaurar las fuerzas, no
sea tranquila y desapasionada, pues con mucha frecuencia un dis­ para arruinarlas. Y no se atenderá solamente a las necesidades del
curso tranquilo y bien ordenado, pronunciado por un anciano elo­ cuerpo, se tendrán muchos más miramientos con las del alma y la
cuente, influye sobre el auditorio. Y en el momento en que uno mis­ mente: privada de alimentos, su vida se extinguirá como muere una
mo ya no pueda aspirar a la elocuencia, puede dar todavía útiles con­ lámpara a la que no se le echa aceite» 62•
sejos a un Escipión o a un Lelio. ¿Hay algo más encantador que un «De esta manera, el anciano es respetado cuando sabe defender­
anciano rodeado de jóvenes deseosos de aprender?» 61• se y mantener sus derechos, cuando protege su independencia frente
152 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 153

a todos y conserva la autoridad sobre los suyos. Me agrada que el muy inferior, y después que, aunque no los usa con frecuencia·, la
joven tenga alguna de las cualidades del anciano y el anciano algu­ vejez no se ve, sin embargo, completamente privada de ellos. Los jóve­
na de las cualidades del joven. El que viva con esta idea podrá ser nes tienen una visión más inmediata de los placeres, tal vez obtie­
viejo de cuerpo, pero su corazón se mantendrá joven. Miradme; es­ nen más gozo de ellos, pero los viejos, aunque los contemplan des­
toy ocupado en la redacción de un montón de obras eruditas; asisto de más lejos, los disfrutan también de una forma satisfactoria.» Di­
a todas las reuniones del Senado, donde continúo dando excelentes fícilmente podía afirmar Cicerón lo contrario, quien, a los sesenta
consejos: quien está ocupado de esta manera ni siquiera se da cuen­ años, acaba de divorciarse de Terencia, tras veintinueve años de ma­
ta de en qué momento ha irrumpido la vejez en su vida; se envejece trimonio, para casarse con su joven pupila, Publilia. De todas ma­
dulcemente, insensiblemente, uno no se ve· ruinoso de golpe, se ex­ neras, prefiere pasar rápidamente esta página embarazosa· para
tingue muy despacio» 63. abordar los placeres del espíritu: «¿Cómo podrían compararse a go­
Tercer argumento: «Veamos ahora el tercer reproche que se le hace ces de esta clase los placeres de la mesa, los espectáculos o las pros­
a la vejez: tiene que renunciar a los placeres. ¡Oh! Qué placer nos titutas?»
produce la edad si nos libera del mayor perjuicio que tiene la juven­ Y además, hay otros placeres que el anciano puede disfrutar tan­
tud.» El viejo moralizador va a disfrutar'mucho en este punto: la pa­ to como los demás: por ejemplo la agricultura, es decir, la satisfac­
sión de los placeres nos arrastra a acciones vergonzosas y crimina­ ción del gran propietario que ve crecer sus cosechas y dirige los tra­
les. «Nada hay más detestable que el placer, pues su intensidad y bajos. Aquí, Catón-Cicerón se vuelve lírico, extasiándose ante «las
su duración producen el efecto de apagar la luz del alma. » Debemos bodegas llenas de vino» (que el anciano no podrá ya saborear), «la
estar muy agradecidos a la vejez por no permitir que se desencade­ despensa generosamente provista», «los cerdos, cabritos, corderos,
ne un apetito que no deberíamos soportar. El placer impide la re­ gallinas, leche, queso, miel», «los árboles bien alineados, el hermoso
flexión, es enemigo de la razón... No sólo no hay que reprochar a la aspecto de las viñas y de los olivares». «Lo diré en pocas palabras:
vejez que sepa prescindir de los placeres, sino que hay que felicitar­ nada más rico en promesas y más agradable a los ojos que una tie­
la por ello. No quiere saber nada de festines, de mesas magnífica­ rra bien cultivada, y la vejez no sólo no impide que se goce de ella,
mente preparadas, de libaciones frecuentes; por eso desconoce la sino que nos invita a disfrutarla: ¿dónde mejor que en el campo pue­
ebriedad, la indigestión, el insomnio. «Además� miradme: he lleva­ de el anciano calentarse, bien al sol, bien al amor de la lumbre o,
do una vida virtuosa, por eso me encuentro tan bien.» por el contrario, encontrar agradables sombras y aguas sanamente
La argumentación resulta lógica en cuanto a los placeres de la refrescantes?» 64.
mesa. Pero, ¿y el amor, el sexo para ser más exactos? La cuestión «Pero, se dice también, los ancianos ,son taciturnos, preocupa­
era muy debatida en la época de Catón, como hemos visto en las dos, irritables y difíciles para la convivencia; son, dicho en una pa­
comedias. El anciano sale bien librado recurriendo al desprecio y la labra, avaros. Estos son defectos de carácter, no rasgos del anciano.
ambigüedad. Su respuesta no es clara: «Pero, se dice, los ancianos Sin embargo, el humor taciturno y los otros defectos de los que he
apenas experimentan esta especie de cosquilleo delicioso propio de hablado tal vez no son completamente condenables, aunque no ten­
algunos placeres. Desde luego que sí, pero no sienten necesidad de gan justificación: uno se cree desdeñado, despreciado, engañado y,
ello, y desde el momento que no lo necesitan no sufren por ser pri­ cuando se está quebrantado físicamente, cualquier ofensa se experi­
vados de él.» De acuerdo. ¿Pero seguro que no sienten esa necesi­ menta como una crueldad. Sin embargo, cuánto más dulce es la ve­
dad? Según las palabras que siguen, podemos dudarlo: «En primer jez cuando se tiene un carácter alegre y uno ha sabido darse una bue-
lugar, hay que tener en cuenta que son placeres de una categoría na formación... No olvidéis, al escuchar mis palabras, que la vejez
154 HISTORIA DE LA VEJEZ EL MUNDO ROMANO 155

que yo enaltezco es aquella que se apoya en una base sólida asen­ vicción de que la vejez no supone por sí misma un período dichoso,
tada durante la juventud. Lo dije en una ocasión y todos estuvieron y esta opinión se ve reforzada, ya lo hemos visto, por varias alusio­
de acuerdo conmigo: desgraciado el anciano que necesite palabras nes a lo largo del libro. El hecho mismo de que Cicerón haya sen­
para defenderse. La consideración no es algo que las arrugas y las tido la necesidad de escribir esta consolación es bastante elocuente.
canas traigan aparejado desde su aparición, es un fruto que acaba La vejez que nos muestra es una vejez ideal, expuesta por un Ca­
cosechando una vida recta y hermosa. » 65• tón de leyenda; se trata de la edad provecta de un rico y culto pro­
Cuarto argumento: La vejez significa la cercanía de la muerte. ¿Mo­ pietario, de burna salud, conocido y honrado, imbuido de la más
rir? ¡Bonito asunto! Una de dos: o no hay nada después de la muer­ alta filosofia para todos sus actos. El contenido de algunas rartas de
te, y en este caso no hay que temerla, o ella es la puerta para la vida Cicerón a Atico nos persuadirá de que este ideal está lejos de ser al­
eterna, y en este caso hay que desearla. Y Catón continúa exponien­ canzado incluso por el autor. Cicerón se confia de manera más es­
do las cantinelas clásicas sobre el desprecio de la muerte, a veces pontánea en estas cartas, no destinadas a la publicación: «La vejez
con extraños razonamientos: la muerte afecta más a los jóvenes que me vuelve malhumorado, cualquier cosa me encoleriza (confiesa). »
a los viejos; la prueba es que ¡muy pocos alcanzan la vejez! En otra ocasión cuenta cómo la conducta de su cuñada durante una
La conclusión es muy digna: «Si nuestro destino no es ser in­ cena le había puesto furioso; «Me he portado como un burro», con­
mortales, también es deseable para el hombre que se apague cuan­ fiesa en otro lugar 66• Su tratado, como la mayor parte de sus obras,
do llegue su hora, pues en la naturaleza existe una medida para to­ es una ampliación de las ideas de Platón sobre el tema, y se sitúa
das las cosas, incluso para la vida. La vejez es en cierto modo el más en el mundo de las ideas que en la cueva donde languidecen
acto final de un drama y hay que temer que la pieza se prolongue los verdaderos ancianos de carne y hueso.
hasta el punto de sentirse fatigado por ello, sobre todo cuando se El único terreno en el cual los romanos han tratado siempre bien
está harto de vivir. Esto es cuanto tenía que decir sobre la vejez. Es­ a la vejez es el del arte: la vieja pareja etrusca de Volterra, de rostros
pero que podáis llegar -a conocerla y experimentar por vosotros n1is­ au U/',adu1> pe1 U lleuuS de: k1 HUI a j de: OllUl,�.:'..11 l,Ullku�da, C:VUl,<1du­
mos la verdad de mis palabras.}> reS de la grandeza que tiene la fidelidad de los ancianos esposos; los
La obra es hermosa, sin duda alguna. Se recoge en ella todo lo retratos esculpidos de los viejos patricios, realizados a partir de las
que podía decirse en la época para consolar a los ancianos, y la lec­ máscaras funerarias: rostros enérgicos, iabios apretados, frente alta,
tura de estas páginas ha podido serenar tal vez a viejos prudentes como el famoso Patricio llevando los bustos de sus antepasados del palacio
y a viejos rentistas. Esto bastaría para garantizar sus méritos. Pero de los Conservadores en Roma; el magnífico grupo funerario, que
es probable que Cicerón sólo pueda convencer a los ya convertidos, data del reinado de Adriano, de Catón y Porcia, cuya única señal de
a ancianos ya felices de serlo, que sin duda los hay. Los otros, con vejez es la frente arrugada, pero que expresa grandeza, nobleza y ca­
mucho los más numerosos, apenas serán impresionados por esta re­ riño; lo patético y la angustia espiritual del noble anciano vencido
tórica. Y podemos pensar que incluso el autor no está muy conven­ del relieve de los bárbaros cautivos, en la columna aureliana. La be­
cido. Cicerón, que tiene sesenta años, dedica su tratado a su amigo lleza de estas esculturas casi podría hacernos olvidar los sarcasmos
Atico, de sesenta y tres años, y desde la introducción admite que su de Plauto. Una civilización que ha podido crear estas obras maes­
propósito es intentar consolarse de la cercanía de la ancianidad, cu­ tras no podía ser en el fondo hostil a los ancianos. Por otra parte,
yo peso teme: «Los años empiezan a pesarnos tanto a ti como a el mundo romano es el primero que les ha dejado expresarse por sí
mí, la vejez nos acosa, llega ya a grandes pasos, mi deseo sería ali­ mismos y el que ha dado la primera apología completa de la vejez.
gerarnos a los dos de la carga que supone. » Esto demuestra la con- Pero estas imágenes contrastadas prueban, en primer lugar, que este
156 HISTORIA DE LA VEJEZ

mundo ha tenido conciencia de la ambigüedad fundamental de la CAPITULO 5


ed�d avanzada, noblemente trágica y ridículamente cómica, mez­
quma en sus defectos, sublime en sus cualidades. La alta Edad Media:
Los romanos tienen pocos prejuicios; supieron construir un
mundo cosmopolita y tolerante, donde se luchaba por el poder, pero el anciano como símbolo en la literatura cristiana
no por la religión, la ideología o la raza; se admiraba en él lo que
era grande y noble, bien fuese la obra de un Tiberio Graco de vein­
tiocho años o de un Catón de ochenta y cuatro. Poco dado a las ge­
neraliza�iones, práctico ante todo, el genio romano ha hablado de
los ancianos mucho más que de la vejez, y en esto se diferencia mu­
cho del mundo griego. El mismo De senectute es más un conjunto de
ejemplos individuales que un tratado sobre la vejez en general. Al
rechazar las categorías y las ideas, los romanos han rechazado las
simplificaciones reductoras y han mantenido la dignidad del ancia­
no. Han criticado a individuos, no un período de la vida, y han sal­ El siglo IV es uno de los grandes hitos de la historia occidental. El
vaguardado la complejidad, las contradicciones y la ambigüedad de cristianismo se va fortaleciendo al mismo tiempo que los bárbaros
la vejez, sus miserias y su grandeza. amenazan cada vez más a un Bajo Imperio romano atormentado
por las guerras civiles y restaurado periódicamente por enérgicos em­
peradores como Diocleciano, Constantino y Teodosio. A partir de
Constantino, la mayor parte de los emperadores son cristianos. A fi­
nales de siglo, Teodosio impone definitivamente la nueva religión:
se prohíben los cultos paganos, pero falta mucho para que el pueblo
se convierta por completo. Las zonas rurales aún se mantendrán fie­
les durante siglos a las antiguas creencias, y los obispos se limitarán
a menudo a cambiar la terminología para disimular las pr�cticas se­
culares con un finísimo barniz cristiano. Las ciudades están más cris­
tianizadas, pero con la caída del Imperio de Occidente y el asenta­
miento de los bárbaros van a retroceder mucho, casi a desaparecer,
viéndose reducidas a núcleos minúsculos correspondientes a las se­
des episcopales.
Los nuevos recién llegados, anglos, sajones, francos, alamanes,
burgundios, ostrogodos, visigodos, suevos, vándalos y, más tarde, los
lombardos, arios o paganos, se �onvertirán rápidamente a la fe «ca­
tólica», guardando sin embargo sus costumbres bárbaras. Del siglo
V al X, la «alta Edad Media», la «Edad oscura», como la llaman·
los anglosajones es, a pesar del renacimiento carolingio, la época
1
158 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA IS<J

de la brutalidad en estado puro, donde la justicia se reduce a su mí­ mujer embarazada, la madre de familia vale tres veces el precio del
nima expresión bajo formas caricaturescas como el wergeld, las or­ hombre hasta ia menopausia, y muy poco después» 1.
dalías y el juicio de Dios, donde los poderosos tienen como única Atropellados como estaban en esta sociedad brutal, ¿encontra­
preocupación la de masacrar y saquear, donde el arte se limita a la ron los ancianos al menos ayuda y consuelo en la Iglesia? Se podría
fabricación de espadas, cintos y alhajas, y la literatura a la copia de pensar a priori que el cristianismo, religión de los pobres y de los opri­
manuscritos en los monasterios, donde los intercambios comerciales midos en sus comienzos, se habría erigido en defensor de los viejos.
no rebasan el ámbito señorial, y las pestes y hambres reducen la po­ De hecho, para la Iglesia los viejos no constituyen un problema es­
blación al mínimo. Cregorio de Tours, en su Historia de los Francos, pecífico. Existe el hombre, y entre los hombres están, mezclados en
ha descrito ampliamente esos tiempos bárbaros. desorden, los pobres, las viudas, los húerfanos, los lisiados, los en­
Naturalmente, existieron Carlomagno, Alcuino y Aquisgrán, un fermos, los ancianos, sin distinción de edad ni sexo. La Iglesia los
paréntesis de cuarenta años entre dos siglos y medio de merovingios recogerá en sus hospitales, los alojará temporalmente en sus monas­
y un siglo de normandos, húngaros y sarracenos. Pero este parénte­ . terios, pero no prestará atención especial a la vejez.
sis sólo afectó a la administración y a algunos intelectuales. En po­
cas palabras, y a pesar de las excepciones que se puedan señalar
aquí o allá, la imagen general de la alta Edad Media sigue siendo Las edades de· la vida y del mundo,
muy oscura. En definitiva, la única ley que se aplicó en esta época el simbolismo de las cifras
fue la ley del más fuerte, fisica y militarmente. Los más débiles se
encomiendan a los más poderosos, que logran de esta manera tener Evidentemente, el problema de la vejez no interesa especialmen­
vasallos y que sólo se someten a los que son más fuertes que ellos. te a los autores cristianos. Los ancianos no aparecen prácticamente
El único arbitraje admitido es el de la espada. En el lugar inferior en sus obras; hay que leer cientos de volúmenes para reunir una es­
de la escala, los más vulnerables pierden hasta su libertad. Esclavi­ casa información relacionada con ellos. Los obispos estudian la es-
tud y servidumbre caracterizan a las masas campesinas. pecie humana intemporal, el hombre sin edad y sus relaciones con
¿Qué destino pueden tener los ancianos en un mundo semejan­ Dios. Encerrados en lo abstracto y lo sistemático, sólo ven en el nú­
te? Débiles entre los débiles, ineptos para las armas, están muy mal mero de años una expresión simbólica.
cotizados en la bolsa de la vida humana que representa el wergeld, Esta idea se desarrolla durante el Bajo Imperio, hecho ya seña­
y no cuesta mucho matarlos: entre los visigodos, los ancianos de más lado por Philippe Aries en sus estudios sobre la infancia 2• Las teo­
de sesenta y cinco años son valorados en 100 sous de oro, es decir, rías mágico-científicas de esta época vuelven a tomar las ideas de
tanto como los niños de menos de diez años, mientras que el asesi­ los filósofos jonios del siglo VI antes de J.C.; éstos aseguraban que
nato de un adolescente de catorce años está tasado en 140 sous, el existía una solidaridad fundamental entre todos los elementos del
de un muchacho de quince a veinte, en 150 sous, el de un hombre universo, entre lo natural y lo sobrenatural, entre el cosmos y la vida
de veinte a cincuenta años, en 300 sous. La multa desciende a partir individual. En esta óptica aparece una división de la vida en edades
de los cincuenta años: 200 sous por el homicidio de un hombre de que corresponde a las edades del mundo. Los escritores cristianos,
cincuenta a sesenta y cinco años. En cuanto a las mujeres, es la fun­ apasionados por el simbolismo, hacen muy pronto suyas estas espe­
ción reproductora la que establece el wergeld: 250 sous de quince a culaciones, a las cuales se presta de una forma tan evidente la in­
cuarenta años, 200 después de los cuarenta años, casi nada después terpretación bíblica.
de los sesenta. Entre los francos, «en lo relativo a los homicidios, !a A comienzos del siglo V, San Agustín, en su libro Sobre el Génesis
160 HISTORIA DE U VEJEZ U ALTA EDAD MEDIA 161

contra los maniqueos, desarrollaba el tema de las siete edades del mun­ Entre Agustín e Isidoro, el primer gran papa medieval, Gregario
do, extensión de los siete días de la creación; éstos, a su vez, corres­ Magno (590-604),_ había expresado explícitamente la idea de la in­
ponden a las siete edades de la vida, de las cuales, la última, la ve­ terdependencia del envejecimiento del hombre y del mundo: «Como
jez, representa el renacer a la vida espiritual 3. Pero en su tratado vivimos en un cuerpo formado por elementos de este mundo, tene­
Las 83 Cuestiones diversas, reducía a seis las edades de la vida, al ha­ mos que imaginarnos el fin del universo según el de este mismo cuer­
cer que la vejez comenzara a los sesenta años y alcanzara hasta un má­ po que forma parte de él... Nuestro cuerpo es fuerte y robusto en la
ximo de ciento veinte años. Nos encontramos de nuevo con una opinión juventud: cuando va acercándose a la madurez comienza también a
puramente simbólica: dice, por ejemplo, que si Juan Bautista nace debilitarse por causa de las enfermedades; y si llega a una vejez de­
de padres ancianos es para manifestar a los hombres que estamos en crépita, estos lánguidos restos de vida son sólo un continuo desfa­
el sexto año de la humanidad. Y se da siempre una correspondencia llecimiento que se encamina a la muerte» 7• Igualmente en el siglo
entre la vida espiritual, la edad fisica y la edad del mundo: «Hay V, ante el espectáculo de las invasiones bárbaras, san Euger, obispo
seis edades en la vida de un hombre; la de la cuna, la infancia, la de Lyon, hablaba de «este mundo de cabellos blancos» 8. Asimis­
adolescencia, la juventud, la edad madura, la vejez... El hombre an­ mo, también los escritores cristianos de los primeros siglos compa­
ciano es aniquilado por la corrupción de la vejez, y el hombre inte­ ran a la Iglesia, entonces muy joven, con una mujer anciana, «por­
rior se forma y se renueva de día en día: .. La vejez abarca normal­ que fue la primera en ser creada, antes de todo lo demás», dice el
mente tanto tiempo como las otras edades juntas. Como la vejez co­ pastor de Hermas.
mienza hacia los sesenta años y puede prolongarse hasta los ciento Igualmente surgidas de las ideas pitagóricas son las especulacio­
veinte, es evidente que puede ser ella sola tan larga como todas las nes descabelladas sobre los números, y en este orden de ideas la
demás edades juntas» 4. edad, el número de años, se convierte en un objeto puramente ale­
A comienzos del siglo VII, otro pilar del pensamiento medieval, górico. Desde el comienzo de nuestra era, el judío Filón de Alejan­
Isidoro de Sevilla, tomaba de nuevo, en el libro V de sus Etimologías, dría (20 antes dej.C.-50 después de J.C.) se entregaba, en su inter­
la idea de la división de la vida humana en seis o siete partes: in­ pretación alegórica y platónica de la Biblia, a ejercicios de malaba­
fancia (hasta los siete años), pueritia (de siete a catorce años), ado­ rismo a propósito de la edad de los patriarcas: así, el Génesis decla­
lescencia (de catorce a veintiocho años), juventud (de veintiocho a ra que Abraham abandonó Haran a los setenta y cinco años, para
cincuenta años), madurez (de cincuenta a setenta años) y vejez, que significar que ya había alcanzado la plenitud de su ser, el equilibrio
comienza a los setenta años, cuya última parte, senies, corresponde entre las fuerzas naturales e intelectuales: «Este número es la línea
a la senilidad, última etapa de la decrepitud. Este maestro compi­ que separa la naturaleza sensible y la intelectual, lo antiguo y lo nue­
lador ejercerá una enorme influencia hasta el Renacimiento. Por ex­ vo, lo perecedero y lo imperecedero. El principio numérico de seten­
traño que parezca, esta fragmentacion de la vida humana que pro­ ta es inteligible, primitivo e indestructible, pero la numeración que
longa la juventud hasta los cincuenta años será recogida íntegramen­ puede aplicarse a los cinco sentidos tiene un valor sensible y de ju­
te en el siglo XIII en El Gran Propietario de todas las cosas, vasta enci­ ventud» 9. Las etapas esenciales son, para muchos, los múltiplos de
clopedia en latín de todos los conocimientos de la época que mani­ siete, cifra perfecta. Alcanzar los setenta años significa ya una ben­
fiesta «la unidad fundamental de la naturaleza, la solidaridad que dición; rebasarlos, un fenómeno excepcional. Esto es lo que afirma
existe entre todos los fenómenos naturales, que no se separan de las san Jerónimo, basándose no en observaciones personales, sino en el
manifestaciones sobrenaturales» 5. Esta obra será traducida a su vez Libro de los Salmos 10•
al francés y publicada en 1556 6• El Manual para mi hijo, escrito en el siglo IX por Dhuoda, esposa
162 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 163

de Bernardo, duque de Septimania, y dirigido a su hijo mayor, Gui­ En realidad, y nos encontramos de nuevo lógicamente con una
llermo, contiene extrañas especulaciones sobre el número de años. idea de la sabiduría bíblica, la vejez fisica no es la verdadera vejez.
Lo ideal es llegar a los cien años, pues así se puede alcanzar el pa­ El anciano verdadero es el sabio, cualquiera que sea su edad. Todos
raíso; el razonamiento parece desconcertante: «Los calculadores ex­ los autores coinciden en este punto: Gregorio Magno, hablando de
pertos cuentan hasta noventa y nueve con las falanges de la mano san Benito, manifiesta que «desde la infancia, su corazón era el de
izquierda, pero cuando llegan al total de cien, al punto deja de in­ un anciano» 15• En el siglo V, san Hilario de Arles cuenta en la Vida
tervenir la izquierda y elevan alegremente la derecha para el núme­ de san Honorato cómo éste y su hermano Venancio, siendo todavía jó­
ro cien... ¿Qué significa la mano izquierda, hijo mí0, sino la vida pre­ venes, se consideraban viejos por su sabiduría y su virtud; cuando
sente, durante la cual cada uno de nosotros se desvive en el trabajo? decidieron abandonar su país quisieron impedírselo: «Pues todos sus
¿Y qué significa la mano derecha, sino la santa y verdadera patria compatriotas sentían que perdían a unos padres al perder a estos jó­
celestial? Ojalá puedas acabar la bienaventurada centena» 11• venes. Verdaderamente tenían de la vejez no el brillo de los cabellos
blanqueados por los años, sino el brillo de sus virtudes, no la pér­
dida de la fuerza fisica, sino la conducta misma de un hombre con
experiencia» 16• Y añade: «Qué gravedad hay en ellos, qué madurez
La sabiduría es la verdadera vejez propia de la vejez» 17. A comienzos del siglo VIII, el Libro de Resplan­
dores, compilación de pasajes de la Escritura y de los Padres reali­
Estos juegos con las cifras muestran que el pensamiento cristia­ zada por Defensor, monje de Ligugé, recuerda: «Dijo Salomón: "la
no de la alta Edad Media está muy poco interesado en la vejez con­ vejez no se contará por el número de años. Los hombres son creí­
creta. Para tal concepción de la vida, la edad es ante todo un sím­ bles por sus canas; y la edad de la vejez es una vida sin mancha y
bolo, y desprecia a los paganos por su miedo a envejecer: «¿No es grata a los ojos de Dios... La corona de los ancianos es una gran ex-
. ·
una gran desgracia para vosotros, paganos, envejecer y quedar re­ penenc1a, y su g1 ona· e1 temor de D.10s " » 1 ª.
ducidos a maldecir la vejez, tras haber visto transcurrir vuestra ju­ Orígenes, inspirándose a la vez en la Escritura, en Filón de Ale­
ventud sin recoger ningún fruto de la verdadera felicidad?», les dice jandría y en el manierismo pagano del Bajo Imperio, llegará a la mis­
Juan Crisóstomo, oponiendo a la desesperación del viejo pagano el ·ma conclusión. En sus homilías sobre Josué, comentando el versí­
gozo del viejo cristiano que recoge los frutos de su virtud 12• Por su culo <\}osué era viejo y colmado de años», recuerda: «El nombre de
parte, Lactancio, en La Obra del Dios creador, se burla de los filósofos anciano o viejo no se atribuye en la Escritura en razón de una edad
que creen que la vida es demasiado corta. Para él, querer llegar a avanzada, sino que se otorga para honrar la madurez de juicio y la
centenario es tan utópico como querer ser eterno en la tierra. La du­ dignidad de la vida, sobre todo cuando se le añade al término "an­
ración de la vida terrenal no tiene ninguna importancia: «Ellos quie­ ciano" las palabras "lleno de días"» 19• Y observa que esta expre­
ren que ningún hombre muera antes de haber cumplido los cien sión nunca se usó aplicada a pecadores. Adán, Matusalén, Noé, no
años de su vida.» Ahora bien, piensa Lactancio, querer alcanzar la son llamados ancianos, sino multicentenarios. Abraham es el prime­
mayor vejez es una prueba de extravagancia; si el hombre es mor­ ro al que se le aplica este título, habiendo vivido, sin embargo, mu­
tal, es normal que pueda morir en cualquier momento 13. De todas cho menos tiempo que los otros. San Ambrosio, en el Tratado sobre
maneras, lo importante no es la edad, sino la virtud, dice san Agus­ el Evangelio de san Lucas, es de la misma opinión: «Así pues, hay en
tín; al no ser la vejez intrínsecamente perfecta, no aporta necesaria­ la propia infancia algo así como una venerable vejez de las costum­
mente la sabiduría 14. bres, y en la vejez una inocencia de niños, pues existe una vejez ve-
164 HISTORIA DE U VEJEZ U ALTA EDAD MEDIA 16.'i

nerable, no por su duración, que no se calcula por el número de ciona además otra imagen; es la marca del carácter venerable del
años» 20• anciano, del aspecto inmaculado de su alma y, de manera paradó­
jica, de la juventud verdadera, de la inocencia: «Según sea la cabe­
za de un anciano así serán sus obras. Veis que su cabeza se vuelve
El anciano, imagen del pecado blanca y canosa a medida que se aproxima la vejez. Si un hombre
envejece a un ritmo normal, por mÚ�ho que busquéis en su cabeza
Los autores cristianos, en el ámbito de la moral, utilizan tam­ un solo cabello negro no lo enc;oritraréis; de la misma manera, si
bién la vejez, pero siempre de forma alegórica: la decrepitud, con la nuestra vida ha sido lo suficientemente justa como para que no en­
fealdad que la caracteriza, les proporciona una excelente imagen del contremos la negrura del pecado por mucho que la busquemos, nues­
pecado. El hombre viejo es el pecador que debe regenerarse por me­ tra vejez será una verdadera juventud, una lozana vejez, una vejez
dio de la penitencia; por el contrario, la juventud es la lozanía del siempre vigorosa» 23• Por su parte,Juan Crisóstomo entona un him­
hombre nuevo salvado por Cristo. El pecado y el mal son tan repe­ no a los cabellos blancos: «¡Honor a los cabellos blancos, no porque
lentes como los ancianos y, como la vejez, conducen a la muerte. sintamos predilección por este color, sino porque es el color de la vir­
La comparación era demasiado expresiva como para desaprove­ tud, y porque este exterior venerable nos permite adivinar que el
charla. Será uno de los tópicos usados por los predicadores.Juan Cri­ hombre interior tiene también cabellos blancos! Pero un anciano que
sóstomo aclara esta idea en su décima homilía sobre la Epístola a contradice sus canas con su conducta es por ello más ridículo» 24.
los Romanos: el alma del pecador llega a ser tan abyecta y odiosa Dejando aparte los cabellos, los demás signos de la vejez están
a los hombres como un anciano; ésta «es conducida al último grado marcados por el sello de la fealdad. Las descripciones de los males
del idiotismo, no diciendo más que tonterías, como los ancianos y físicos y psicológicos de la vejez hechas por los autores cristianos no
las personas que deliran; sometida a la pituita, a la estupidez, al tienen nada que envidiar a los retratos realizados por Plauto y Ju­
olvido, a la legaña, odiosa a los hombres, fácil de vencer por el de­ venal. Incluso se puede descubrir en algunos una complacencia sal­
monio». Va incluso más allá de la imagen y llega a establecer vaje en acentuar las taras de la decrepitud, imagen excelente a sus
un verdadern vínculo físico entre el pecado y la vejez. El pecado ojos de la vanidad de las cosas terrenales. El tema, que no es nuevo,
afecta al hombre en su carne, y cada vez que lo comete lo enve­ será recuperado cientos de veces en la literatura religiosa de los si-
jece más: «Después de ser rejuvenecidos por la gracia, nos con­ glos posteriores.
vertimos otra vez en viejos por efecto del pecado ... Cualquier clase Por consiguiente, el anciano va a servir de imagen-adefesio para
de pecado envejece normalmente al que lo comete» 21. testimoniar la decrepitud de la creación y la vanidad del mundo te­
San Agustín dirá lo mismo en su primer tratado sobre la Epís­ rrenal. En estas condiciones, es mejor que sea lo más feo posible:
tola de san Juan, donde establece la equivalencia entre el pecado y «Los ojos se nublan, las orejas se ensordecen, 'los cabellos caen, el
el hombre viejo, y entre el niño y el hombre regenerado. Comentan­ rostro palidece, los dientes empiezan a moverse y se caen, la piel se
do en otro lugar un pasaje de Isaías -«mientras que vosotros en­ seca, el aliento se vuelve maloliente, se respira con dificultad, son
vejecéis, Yo soy»--, hace la siguiente distinción: los que alaben a frecuentes los ataques de tos, las rodillas vacilan, los talones y los
Dios tendrán los cabellos blancos de la sabiduría, mientras que los pies se hinchan; el hombre interior, que no envejece en absoluto, se
demás verán marchitarse su carne 22. Por consiguiente, aparecen ve influido por estos signos de decrepitud, que muestran que pronto
juntos en el anciano signos de sabiduría (las canas) y manifestacio­ se va a derrumbar la morada del cuerpo. ¿Qué otra cosa se puede
nes del pecado (la piel ajada). La blancura de los cabellos propor- hacer, ya que está cercano .el final de esta vida, sino que cada an-
1··.

. LA ALTA EDAD MEDIA


166 HISTORIA DE LA VEJEZ 167
'

ciano piense sólo en una cosa, en saber cómo podrá llegar felizmen­ pecados. Forma parte de la dolorosa herencia de Adán, como el su­
te a ia orilla de la vida futura?» 25. frimiento y la muerte. Segú� Efrén de Nísibe, doctor de las Igiesias
Esta descripción se la debemos a san Agustín, que añade: «Se de lengua siria en el siglo IV, constituye incluso el castigo por exce­
querría unir la belleza con la vejez, siendo ambos deseos contradic­ lencia del pecado original. Así lo proclama en uno de los himnos dog­
torios; si llegáis a viejos no esperéis conservar la belleza, que huirá máticos que eran cantados por los fieles:
al ver que la vejez se acerca, pues no se puede ver convivir en una
Adán era eternamente joven y bello en el paraíso,
misma persona la fuerza de la belleza y las lamentaciones de la ve­ Pero su desprecio del orden lo convirtió en un anciano,
jez» 26• «No os dais cuenta de que si deseiis la vejez deseáis algo Triste en su decrepitud,
que lamentaréis cuando llegue» 27• «Pensad en el hombre: nace, cre­ Llevando el miserable peso de la vejez 31•
ce, envejece. ¡Cuántos motivos de queja hay en la vejez! La tos, los
catarros, la disminución de la vista, la inquietud, la fatiga, todo le Por el contrario, el paraíso es el lugar de la eterna juventud, don­
agobia al mismo tiempo. El hombre que ha envejecido es, pues, víc­ de rejuvenecerán todos los elegidos:
tima de todas las miserias» 28•
San Agustín saca de esto la lección siguiente: reducido a este es­
Destina al paraíso,
tado ruinoso, el anciano sólo debe preocuparse de buscar su salva­ Vejez, tus pensamientos:
cion, de fortalecer su alma, procurar la perfección y hacer buenas Su perfume te hará rejuvenecer,
obras.: «Conviene a los ancianos más que a los demás ocuparse de Su aliento te dará juventud.
la religión, pues para ellos ya pasaron los años florecientes de este ¡Sepultada quedará tu deshonra
mundo presente.» San Jerónimo insiste también en el estado lamen­ Por la magnificencia con que te vestirá!
Moisés trazó para ti
table de los viejos: «¿Cuántos hay que rebasen los cien años? O, si Esta imagen del paraíso:
lo consiguen, lo hacen en tal estado que lamentan haber iiegado a Sus mejillas completamente arrugadas
ello» 29; Salviano, por su parte, convertido en el siglo V, monje en Brillaron, radiantes,
Lérins y después sacerdote en Marsella, clasifica a los «ancianos las­ Sign os de la vejez
timosos» en la categoría de los que deben _inspirarnos piedad, junto Que encuentra en el Edén el rejuvenecimiento 32•

con las «madres desconsoladas» y los «niños llorosos» 30.


La felicidad es completa en el paraíso, porque· «nadie envejece
allí, nadie muere».
La vejez, maldición y castigo Desde el pecado original, el hombre se ve «hostigado por el do­
ble mal de la vejez y de la enfermedad», explica la Vida de los padres
Los autores cristianos tienen, pues, una visión pesimista de la ve­ del Jura, una obra del siglo VI que relata la vida de los anacoretas
jez. En esto son herederos de los escritos más modernos del Antiguo de la época burgundia. Estos antiguos padres, como san Lupicio,
Testamento y de la civilización greco-romana, y de ellos. toman las san Oyendo, san Román, tenían una vejez muy prolongada y con­
descripciones para utilizarlas de nuevo. Y ya que cualquier aconte­ sideraban los males de su ancianidad como un castigo divino 33. Esta
cimiento o fenómeno terrenal tiene a sus ojos una significación es­ opinión está ilustrada también con una anécdota contada por Teo­
piritual, la vejez, que es claramente un mal, sólo puede ser un cas­ doreto de Ciro en la primera mitad del siglo V. En la Vida de San­
tigo divino, una maldición que pesa sobre el hombre a causa de sus tiago vemos a unas jóvenes lavanderas ocupadas en batir la ropa con
� ....�·· ·

168 HISTORIA DE LA VEJEZ ¡-j LA ALTA EDAD MEDIA 169

los pies, con el vestido remangado y la cabeza descubierta. Acierta lleno de vigor, la blancura de los cabellos contrasta con el color ro­
a pasar el santo por allí, severo y ceñudo como debe ser un santo, sado de las mejillas, tu fuerza no está en consonancia con tu edad.
y lejos de quedarse encantado por la escena se ofende, tanto más La extremada vejez no ha aflojado la firmeza de su memoria, como
cuanto que las impúdicas jóvenes le miran sin ni siquiera cubrirse sucede la mayoría de las veces; la frialdad de la sangre no ha ��­
y tapar sus piernas: «El hombre de Dios tomó mal la cosa y apro­ _
botado lo más mínimo una mente que se ha mantemdo en act1V1-
vechó la ocasión para mostrarles el poder con objeto de librarlas de dad; las arrugas no contraen el rostro ni surcan la fren�e con seve­
la impiedad por medio de un milagro. Maldijo la fuente y en segui­ _
ridad; por último, no es una mano temblorosa la que dmge una plu­
da la corriente se secó; después maldijo a las muchachas, infligiendo ma aberrante a través de srndas demasiado sinuosas trazadas en la
una vejez prematura a su insolente juventud, y su palabra surtió efec­ cera. El Señor nos muestra en ti la fuerza de la resurrección futura;
to: sus cabellos negros cambiaron de color y ellas se parecieron a tier­ de donde se desprende esta lección: los demás mueren por anticipa­
nos árboles que, en primavera, se llenaran de hojas de otoño» 34. do en su carne a causa del pecado, aunque estén vivos; mientras qúe
Está claro que la vejez es considerada como un castigo divino. ¿Pero tú, a causa de tu virtud, imitas a la adolescencia, hasta el p��to de
no podríamos ver también, en la historia que acabamos de contar, _
confundirte con ella en una edad completamente diferente» .
una sombra de despecho y de celos en el venerable Santiago hacia La sana vejez no es, pues, más que una imagen, la de la virtud.
«la insolente juventud»? Es verdad, reconoce san Jerónimo, que hay también viejos viciosos
Imagen del pecado, símbolo de la decrepitud del mundo, sufrien­ que se conservan sanos: pero es porque el diablo les ampara.
do la maldición divina como consecuencia del pecado original, el an­
ciano tiene que ser miserable, feo y doliente. Y los autores comprue­
ban con satisfacción que la mayoría de las veces se ajusta efectiva­ El anciano culpable y sin disculpa
mente a este modelo. Las excepciones son sospechosas. Un viejo que
goce de buena salud no confirma el plan divino. Es un fenómeno Por otra parte, si aceptamos lo que dicen los autores cristianos,
que sólo puede explicarse de dos maneras: por una intervención dia­ los ancianos virtuosos constituyen la excepción. Parece que con los
bólica o por un favor especial de Dios hacia un ser particularmente años aumenta el número y gravedad de los vicios. Lujuriosos, ava­
virtuoso. San Jerónimo lo afirma explícitamente en una carta a uno ros, coléricos, glotones, egoístas, los ancianos son focos de vicios, tan­
de sus amigos, Pablo, un centenario extraordinariamente bien con­ to más imperdonables cuanto que la experiencia y la sabiduría de­
servado; carta que es necesario comparar con la que Plinio el Joven berían hacerles inclinarse hacia el bien: «Ved ante vosotros un hom­
escribe a Espurnina 35. Las perspectivas son completamente diferen­ bre vicioso, corrompido, adúltero, impúdico, que se congratula con
tes; la carne será de ahora en adelante solamente la expresión de sus desórdenes, en quien los hielos de la vejez no han apagad? el fue­
una realidad espiritual: mientras que para Plinio la buena salud de ª.
go de las pasiones», dice san Agustín refi�i�ndos� �n anc�ano de
su viejo amigo es debida a su vida sana, para san Jerónimo es el fru­ ochenta y cuatro años, quien �ras haber �1v1do vemt1c��co anos con
to de una vida virtuosa: «Ya se ha cumplido el ciclo centenario de su mujer, se compró una actnz para_sat1sfacer_su �as1on. El h�cho
tus años; sin embargo, como siempre observas los preceptos del Se­ de haber conseguido vivir mucho tiempo satisfaciendo al mismo
ñor, te ejercitas en la beatitud de la vida futura por medio del ejem­ tiempo sus deseos convenció a este hombre de que estaba en su de­
plo que das desde ahora. Tus ojos, de mirada clara, están llenos de recho y lo curtió en sus vicios, sobre todo al comprob ar que a su al- .
vida; tus pies caminan con seguridad, el oído es permeable a los so­ º d ·
rededor morían jóvenes que llevaban una v1 a Virtuosa .
37
nidos, los dientes están blancos, la voz sonora, el cuerpo robusto y Los viejos que se entregan a la vida licenciosa son mucho mas
LA ALTA EDAD MEDIA 171
170 HISTORIA DE LA VEJEZ

conducta es siempre tan vergonzosa, tan deshonrosa, ¿merecemos el


culpables que los jóvenes. Salviano de Marsella se sintió especial­
nombre de ancianos, si no respetamos nuestra edad... ? ¿No es ab­
me�te horrorizado al asistir a las orgías a las que se entregaban los
surda e inexplicable la conducta del anciano que se emborracha, que
ancianos de la alta sociedad en Tréveris en el tiempo de las invasio­
frecuenta las tabernas, que va a las carreras, que sube a un escena­
nes germánicas. La inminencia del desastre y del hundimiento del
rio, que corre con la multitud como un niño? Es tremendamente ver­
mundo civilizado les despojaba de �oda moderación: «Es algo sinies­
gonzoso y ridículo tener canas en la cabeza y la ligereza de la in­
tro relatar lo que he visto: ancianos respetables, cristianos decrépi­
fancia en el corazón...
to:, esclavos de la gula y el desenfreno. ¿Qué es lo primero que ten­
»Dios ha puesto una 1iadema en-vuestra frente al daros esta co-
dnamos que reprocharles? ¿Su rango, su edad, su condición de cris­
rona de cabellos blancos. ¿Por qué ignorar este honor? ¡Cómo que-
tianos, el peligro que les amenazaba...? Allí he visto yo, el mismo
réis que la juventud os respete, cuando sois aun más disipados, aun
que os habla, cosas lamentables: no había ninguna diferencia entre
más libertinos que los jóvenes ... ! Lo �e digo no es parn acusar a
los niños y los viejos. Las mismas payasadas, la misma ligereza. To­
todos los ancianos, ¡Dios me libre!Sólo -ácuso aquí alanciano.qüe •
dos los vicios al mismo tiempo: lujuria, borracheras, inmoralidad.
No había ni uno entre todos ellos que no practicase todos los vicios
� como uñ jo�e-n... Mis r�p�oéhes�nó van dirigidos a fo-:­
iioslos andan.os, mataco a la vejez en general, no soy lo suficien­
Y se diferenciara de los demás: se divertían, se emborrachaban, se
temente insensato para eso; ataco este rasgo juv_enil que deshonra la 1
e�tregaban �} libertinaje. Vi�jos y gentes de alta posición social per­
vejez; estas palabras amargas'·van dirigidas. no a_ los ancianos, sino f ••
d1an la verguenza en los festmes: ya estaban casi demasiado débiles
a· los g_��:_d.e.shonran sus cabellos blancos. Un anciano puede ser rey, 1
p�ra -vivir, pero muy fuertes todavía para el vino, endebles para ca­
mmar, robustos para beber, vacilantes en sus pasos, ágiles en sus bai­
si quiere; es más rey que el soberano re�estido de púrpura si refrena l
sus pasiones, si pisotea los vicios como viles satélites. Pero si se deja
les» 38. La vejez y la pobreza son dos circunstancias agravantes para
arrastrar, si se degrada, si se vuelve esclavo de la avaricia, del amor,
el pecado: «Añade a esto, como dije antes, que los que los cometen
de la vanidad, de los refinamientos de la nobleza, del vino, de la có-
son ya viejos y además pobres: dos circunstancias que agravan el de­
_ lera y de los placeres, si se perfuma los cabellos, si él mismo injuria
lito, ya que pecar en la juventud, pecar en la riqueza es algo mucho
menos sorprendente. ¿Qué esperanza, qué remedio puede haber para su vejez deliberadamente, ¿no merece ser castigado?» 41•
Según el patriarca de Constantinopla, el ·ideal de la vejez en la
estos hombres que no han abandonado sus impurezas habituales ni
por las miserias de la pobreza ni por la decadencia de la edad...? alta sociedad de su época es completamente profano: «No hay que
juzgar dejándose llevar por la opinión actual y decir que una buena
¿No son las personas viciosas hasta la muerte una nueva clase de
vejez es la que se vive con lujo y desenfreno entre inmensas rique­
monstruosidad?» 39•
zas, rodeado de multitud de cortesanos y de un tropel de esclavos» 42•
Encontramos la misma idea en san Ambrosio, que ha estudiado
el pro?lema en su obra La penitencia: los jóvenes poseen la excusa Los ancianos de las clases populares no salen mejor parados. Pasan
el tiempo en el hipódromo y en los espectáculos: «Hay ancianos que
de su Juventud cuando pecan, mientras que los viejos son inexcusa­
van corriendo por ahí más deprisa que jóvenes en la flor de la edad,
bles 40• �º?ºs los m��uales de confesión coinciden en este punto, y
sin respeto a sus canas (siempre la cabellera como símbolo), sin te­
Juan Cnso�tomo utihza en sus homilías las mismas expresiones
_ mor de dar un espectáculo con sus años ni de exponer a la vejez mis­
cuando fustiga el afan de placeres que comprueba en muchos viejos:
ma a la burla pública» 43. Su piedad es mínima: siempre están gi­
«Pero cómo, me diréis, acaso no se ve a ancianos que están más co­
moteando en la iglesia, mientras que están dispuestos a soportar mil
rrompidos que los jóvenes... ? Es un gran mal que un anciano padez­
males en el hipódromo para ver las carreras. El sermón se vuelve
ca las enfermedades de los jóvenes ... Si, al llegar a la vejez, nuestra
172 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 173

pintoresco para describir este contraste de actividades: «Apenas en­ zarla sobre el tumulto de las pasiones; el vigor del alma debe susti­
tran aquí (en la iglesia) sucumben al aburrimiento, se encuentran tuir para ellos al vigor del cuerpo; al llegar a la meta, deben redo­
incómodos, se dejari caer para atrás para escuchar la divina pala­ blar los esfuerzos en la carrera hacia la salvación: «El alma se for­
bra, se quejan de la falta de sitio, del gentío y de otras molestias pa­ talece en la vejez; entonces es cuando tiene más vigor.» En el Co­
recidas. Allí, donde su cabeza descubierta está expuesta al sol, pi­ mentario sobre lsaías vuelve a retomar la misma idea: «Aquél a quien
soteados, apretujados, asfixiados en el barullo, maltratados de todos la edad ha aportado más calma, que no se ve asediado por pasiones
modos, dan la impresión de estar tumbados indolentemente en una violentas, sino que por el contrario consigue vivir fácilmente con sa­
pradera, tan felices están» 44• -- -- -�
biduría, y que puede prescindir de las cosas del siglo, será justamen­
Aunque dice que no qu�ere generalizar, {uan Crisós�o pare�e te castigado con más severidad si muestra a una edad avanzada la
_ _ _
querer poco a los v1eJos. Nmgun otro Padr:�aigtesía los ha cn­ misma licencia que los jóvenes» 48•
ticado tanto. Para él son mucho peores que los jóvenes: «La vejez San Agustín muestra unas opiniones mas divididas sobre este
tiene algunos vicios que no tiene la juventud, y algunos otros que problema, y su confusión es un poco el reflejo de la de Cicerón. Pa­
comparte con ella. Es perezosa, lenta, olvidadiza, tiene los sentidos rece admitir en algunos sermones que el anciano no pueda gozar ya
embotados, es colérica... Hay, sí, incluso entre los ancianos, hom­ de los placeres de la carne: «La vejez trae consigo muchas cosas bue­
bres que se dejan arrastrar hasta la furia y la locura, unos después nas y muchas malas; buenas, porque nos libera de nuestras pasio­
de una borrachera, otros a causa de sus penas; pues la vejez nos apor­ nes, los tiranos más crueles; porque pone freno a la voluptuosidad,
ta la pusilanimidad» 45• También trae consigo la embriaguez, «pues amansa la vivacidad, aumenta la sabiduría, da consejos llenos de
cuando la edad nos enfría nos gusta el vino con pasión... Precisa­ madurez y, al enfriarse el ardor del cuerpo, duerme sin perder la vir­
mente a esta edad es cuando se necesita el vino, ya que la vejez es ginidad, habiendo despreciado los placeres ofrecidos por la Sunami­
débil» 46• Los viejos dan malos ejemplos por todas partes. Por eso ta» 49• En otro lugar, en cambio, confiesa que se siente acosado siem­
no son respetados. Y a pesar de sus defectos, querrían que se les res­ pre por los deseos de la concupiscencia a pesar de su edad avanza­
petara también; se indignan cuando un joven les ofende, mientras da. Y aunque sea menos fuerte que en los jóvenes, la tentación no
que sólo reciben lo que se merecen: «Si un joven ofende a un ancia­ es menos temible: «Nosotros mismos, que hemos envejecido en estos
no, éste invoca rápidamente su edad y encuentra mil personas que combates, tenemos que luchar contra enemigos menos poderosos,
compartirán su indignación: pero cuando se trata de formar a la ju­ pero tenemos que continuar luchando. Nuestros mismos enemigos
ventud, de ser para ella un modelo de virtud, no se tiene en cuenta parecen estar también fatigados por la edad, pero incluso estando
la edad, y se muestra más pasión que los jóvenes incluso para pre­ muy fatigados no dejan de turbar el reposo de nuestra vejez por to­
cipitarse a los espectáculos prohibidos» 47. Por consiguiente, los an­ dos los medios posibles» 50. Piensa que existen dos partes en nues­
cianos serán más severamente castigados que los jóvenes. tro cuerpo que no envejecen y que nos arrastran al pecado: el «co­
Sin embargo, sería fácil para ellos ser virtuosos: la edad debilita razón», es decir, el centro de los malos pensamientos, y la «lengua»,
las pasiones, embota los deseos, apaga el goce.Juan Crisóstomo com­ que los expresa. De esta manera nunca estamos fuera del alcance
parte aquí la opinión de Sófocles y de Platón sobre este problema del mal. Por el contrario, en el siglo II Justino parece sobreentender
muchas veces debatido: la vejez nos libera de los deseos de la carne. que a partir de los cincuenta o sesenta años no hay nada que temer
Las homilías sobre la Epístola de san Pablo a los Hebreos insisten en lo referente a la virginidad 51•
en este punto: los ancianos tienen la suerte de no poder gozar ya de Sea lo que fuere, las mujeres viejas que se siguen maquillando
los placeres fisicos; que la aprovechen para purificar su alma y al- para camuflar los estragos producidos por la edad se ganan las iras
LA ALTA EDAD MEDIA 175
174 HISTORIA ÍJE LA VEJEZ

de Tertuliano: «Vemos también esforzarse por pasar del blanco al minar durante la juventud 57• En cambio, una homilía del siglo IX
negro a aquellas que lamentan haber llegado a ia vejez. ¡Oh teme­ afirma que no se debe perder ia esperanza de aicanzar ia santidad,
ridad! se ruboriza la edad que buscan: se comete un plagio; se sus­ incluso aunque se haya pecado hasta en la vejez; porque uno puede
pira por la juventud, edad del pecado; se echa a perder la ocasión ser llamado a la viña del Señor a cualquier edad 58. En una carta
que se tiene de mostrar gravedad. Lejos de las muchachas discretas dirigida a san Jerónimo en 415, san Agustín, con sesenta y un años,
semejante estupidez. Cuanto más cuidado ponga la vejez en disimu­ declara también: «Aunque tengáis muchos más años que yo (san Je­
larse, más se traicionará... ¡Tenéis mucha prisa en ir hacia el Señor! rónimo tenía entonces sesenta y ocho años, lo que nos muestra la
¡Estáis muy urgidas por abandonar este mundo de iniquidades, vo­ precisión de estos autores en lo referente a la edad), es/ª un ancia­
sotras que encontráis desagradable acercaros a vuestro fin!» 52• no el que se dirige a vos para consultaros. Pero nunca se es dema­
En fin, los autores cristianos reprochan confusamente a los an­ siado viejo cuando se trata de aprender lo necesario; pues si es me­
cianos distintos defectos. Según Cirilo de Alejandría, «un anciano es jor para un anciano enseñar que aprender, vale más, sin embargo,
un ser inclinado a la mentira, que intenta que se acepten con com­ aprender que ignorar lo que se enseña» 59• Por lo demás, los hechos
placencia sus añadidos a lo que podría querer y decir si fuere digno párecían dar la razón a san Agustín; su época es particularmente
de fe»; «la vejez es siempre taciturna; duda mucho en salir, sobre rica en conversiones tardías: la más clamorosa de todas, que tuvo
todo si llueve»; la duda «es propia siempre de la vejez» 53• Su avan­ lugar hacia el año 355, fue la del célebre retórico romano Mario Vic­
zada edad y su experiencia convierten a menudo ¡ los ancianos en torino, convertido al cristianismo a una edad muy avanzada.
seres presuntuosos. Gregario Magno relata en sus Diálogos que unas
religiosas encomendaron a san Eleuterio, a la sazón muy viejo, un
niño poseído por el demonio. Este último no se atrevió ya a mani­ Un amigo de los ancianos: Gregorio Magno
festarse, y el santo resultó glorificado por ello: «El alma del anciano
' "
En termrnos genera1es,
1
1a 1iteratura
1 1"
" "
cnstlana ua
.l . "'
una vis10n muy
se sintió muy alborozada ante la buena salud del niño». Dijo a los
hermanos congregados: «Hermanos míos, el diablo se burlaba de es­ negativa de la vejez. Y, al hacerlo, permanece en la línea del pen­
tas hermanas, pero ahora que se ha recurrido a los servidores de samiento greco-romano. Algunos testimonios de simpatía hacia los
Dios, ya no tiene el atrevimiento de acercarse a este niño.» Tras lo ancianos no son suficientes para alterar este panorama. De todos los
cual, por supuesto, el demonio reapareció 54• «Los ancianos que han autores cristianos de estos siglos de hierro, Gregorio Magno parece
perdido los dientes tartamudean de tal modo que parece que han haber sido quien más estima ha mostrado hacia los viejos. Lo re­
vuelto a la infancia», escribe también Lactancio 55. Se les puede en­ cuerda con frecuencia en sus Diálogos: «Me han presentado en efec­
contrar en todos los ambientes depravados, incluso entre los peores to a un pobre anciano, y siempre he sentido debilidad por la con­
bandidos. Juan Mosco, monje que vivía cerca de Jerusalén a co­ versación de los ancianos.» Siente una verdadera amistad por el vie­
mienzos del siglo VII relata la historia de un anciano bandolero que jo Fortunato, al que honra con el título de pater, como los abades,
cometió un homicidio y denunció a su joven cómplice. Endurecido obispos y sacerdotes, cuando se trata de un simple laico. «El vene­
en el delito no quiso arrepentirse, al contrario que su compañero, y rable Fortunato, al que amo mucho por su edad, su conducta, su sim­
fue ahorcado ante el templo de Cronos 56. plicidad», le cuenta historias de la vid3: de su homónimo, san For­
¿Está el anciano todavía a tiempo de cambiar su conducta? Las tunato. A veces le encuentra un poco charlatán: «El anciano se mo­
opiniones están divididas. San Patricio piensa en sus Confesiones que ría de ganas por contar otras historias sobre Fortunato», y el santo
es inútil intentar adquirir en la vejez lo que no se ha conseguido do- pontífice no tiene siempre tiempo de escucharlo, pero se lo dice gen-
176 HISTORIA DE LA VEJEZ 1 LA ALTA EDAD MEDIA 177

tilmente y le hace volver al día siguiente 60. Delicadeza muy poco sar de los padres. San Hilario de Arles pone como ejemplo el caso
frecuente para la época. Los ancianos son también para Gregario de san Honorato, quien provocó la desesperación de su anciano pa­
los agentes del más allá: cuenta cómo un joven monje muy enfermo dre cuando se convirtió al cristianismo: «Su padre se creía conde­
tuvo una visión en la cual un anciano vino a tocarle con una varilla nado en su vejez por el tipo de vida de su joven hijo. » Descendiente
y a anunciarle que no moriría de dicha enfermedad 61• Recordando de una familia ilustre, el padre de san Honorato desprecia la reli­
_ los milagros de san Bonifacio, san Fulgencio y san Eleuterio, siem­ gión cristiana, cuyos adeptos son en su mayoría de origen popular,
pre apela al testimonio de viejos clérigos, y en las historias que pre­ y se esfuerza por alejar a su hijo de ella, llegando hasta «rejuvene­
senta, los «venera�les ancianos» ocupan casi siempre el lugar cen- cerse a sí mismo para poder convertirse en camarada de su hijo ado­
tral 62• lescente», y arrastrarlo a los placeres mundanos para hacerle olvi­
Gregario Magno es la excepción. Cuando no los denigran, los dar su propósito. Pero Honorato «sólo sentía repugnancia por lo que
otros escritores sólo los tienen en cuenta como símbolos y les atri­ hacía las delicias de su anciano padre» 65, e Hilario lo alaba por ha­
buyen cualidades totalmente formales. Orígenes, al hablar en sus Ho­ ber resistido en la desobediencia.
milías sobre los Números de los setenta ancianos entre los cuales repar- · San Jerónimo es todavía más duro. En su carta al monje Helio­
tió Moisés el Espíritu, les concede «la pureza de corazón, la since­ doro le recomienda la más absoluta indiferencia ante los ruegos de
ridad del alma y la capacidad de comprensión: tales son las cuali­ los padres si éstos intentan desviarlo de la vida monástica: «... Aun­
dades de los ancianos» 63. La vida de san Honorato muestra tam­ que vuestra madre, con los cabellos en desorden, las ropas desga­
bién que a pesar del desprecio con que se humilla a los viejos, su rradas, os mostrara los pechos que os amamantaron; aunque vues­
reputación de sabios no ha desparecido por completo: Honorato y tro padre se tumbara sobre el umbral de la puerta, pisotead a vues­
Venancio, todavía jóvenes, decidieron buscar la compañía de un an­ tro padre, marchaos; corred sin lágrimas hacia el estandarte de la
ciano antes de abandonar su país, para dar un aspecto más serio a cruz. Ser insensible en semejante circunstancia, y sólo entonces, es
su huida: «Para evitar que su tentativa fuera considerada como la una forma de piedad ... Luego una nodriza achacosa por la vejez y
consecuencia de una audacia juvenil, se hacen acompañar por un an­ un preceptor, vuestro segundo padre después del natural, os gritan:
ciano de una gravedad ideal y perfecta; como siempre le considera­ Vamos a morir, esperad un poco y enterradnos. Tal vez también
ban como su padre en Cristo, Je dieron el título de Padre: es el san­ vuestra madre, con los senos colgando y la frente surcada de arru­
to hombre Caprais, que hasta ahora llevaba en las islas una vida ga�, venga a repetiros las canciones que adormecían vuestra niñez...
evangélica» 64. Me diréis quizá que la Escritura ordena que se obedezca a los pa­
dres. Sí, pero cualquiera que los ame más que a Cristo pierde su
alma» 66•
¿Obediencia a los padres u obediencia a Dios? Más tarde, cuando la sociedad europea esté completamente cris­
tianizada, los autores restablecerán con firmeza el principio de obe­
Los autores cristianos de la primera generación rompen con la diencia filial, pero éste no siempre será respetado. En el siglo IX,
tradición latina en un punto esencial: la autoridad del pater familias Dhuoda se muestra particularmente ansiosa en el Manual para mi hijo
debe someterse a la autoridad divina. Al escribir en un mundo pa­ de asegurar la sumisión de su hijo Guillermo, de dieciséis años, a
gano aún en su mayoría, animan a los jóvenes a que se conviertan, su padre, Bernardo de Septimania, que debía tener alrededor de los
conversión a la que se oponen los padres. En este caso, transforman sesenta. El frecuente fallecimiento de las mujeres en el parto y los
en deber la desobediencia al padre. Hay que obedecer a Dios a pe- matrimonios posteriores con mujeres jóvenes, sobre todo en la no-
1
:

178 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 179

bleza, conducen a crear diferencias de edad muy grandes entre el pa­ sando que así será mejor escuchado; y cuando, en la vida de san Lu­
dre y los hijos, y este desfase difícilmente favorece un buen enten­ picino, ei ecónomo quiere advertir algo al abad, hace que le acom­
dimiento. Dhuoda es consciente de ello, y dirige a su hijo citas de pañen cinco ancianos para dar más peso a sus afirmaciones 70. En
algunos pasajes de la Escritura: «Ampara su vejez; no lo entristez­ el monaquismo oriental, en Séridos, al sur de Gaza, los superiores
cas durante su vida, y no lo desprecies cuando estás en pleno vigor; del monasterio reciben el título de «grandes ancianos». Pero lo que
honra a tu padre para poder llegar a una edad avanzada.» Escribe en estos últimos casos se respeta en la vejez es también su valor de
dos años después de la guerras provocadas por las revueltas de los símbolo, pues la situación concreta de los viejos monjes no tiene
hijos de Luis el ?iadoso, y parece obsesionada por la posibilidad de nada de envidiable.
una ruptura entre padre e hijo, «fechoría cometida por muchas per­ La Regla del maestro, conjunto de reglas monásticas de comienzos
sonas, lo sabemos bien» 67• Hincmaro y Rábano Mauro componían del siglo IX basadas en la de san Benito, relega a los ancianos a los
también en la misma época tratados sobre la obediencia debida a empleos de porteros: «Se construirá un alojamiento para dos her­
los padres. manos decrépitos por la edad de la parte de acá de las puertas del
monasterio y cerca de éstas.» Se les confiarán pequeños trabajos ma­
nuales y servirán de ejemplo de humildad para el abad: «Estos an­
Los viejos monjes cianos comerán con el abad, en consideración a su edad. según el
ejemplo de perfecta humildad dado por santa Eugenia, cu.and� dice
Un ejemplo evidente de la poca consideración que la Iglesia mos­ que no quiere mostrarse superior ni siquiera a ellos» 71• La Regla de
traba respecto a los ancianos nos lo proporciona la vida monástica: Cartuja, redactada a comienzos del siglo XII por el prior Guigues I,
ese intento de realizar en la tierra la ciudad celestial. Las reglas mo­ sólo habla de los viejos para indicar que se ha visto obligado a au­
násticas prestan muy poca atención a los monjes ancianos. La más mentar el número de los hermanos legos: «Algunos de ellos eran,
célebre, la de san Benito, los sitúa en la categoría de los niños y re­ efectivamente, viejos y débiles, y ya no podían trabajar>} 72• En al­
comienda cierta indulgencia para ellos: «Aunque la naturaleza hu­ gunas comunidades se quería incluso que los religiosos ancianos vol­
mana se sienta por sí misma inclinada a mostrar indulgencia hacia es­ vieran con sus familias, pero Salviano de Marsella está en contra de
tas edades, la de los ancianos y la de los niños, la autoridad de la esta opinión 73.
regla debe, sin embargo, ocuparse de ellos. Se les tendrá considera­ Obligados a ver por todas partes las huellas del pecado y las se­
ción por su debilidad y no se les sujetará en modo alguno a los rigo­ ñales del castigo, los autores cristianos las descubren tanto en la
res de la regla en materia de alimentos, sino que se les tratará con muerte prematura como en la edad avanzada. Si la vida humana es
cariñosos miramientos y se adelantarán en las horas canónicas» 68. tan corta, escribe san Jerónimo, es por culpa de Adán, que nos ha
Pero no se plantea el conferir a la edad el menor privilegio en lo que hecho perder la inmortalidad, y después por culpa de nuestros an­
concierne a la elección de los abades: «No se les elegirá según el or­ tepasados antediluvianos, que vivían también más de novecientos
den de antigüedad, sino según el mérito de su vida y la sabiduría años, es decir, una «semi-inmortalidad». Dificilmente podemos, des­
de sus enseñanzas» 69. de Noé, esperar rebasar la centena: «La brevedad de la vida huma­
Entre los monjes de la región del Jura, los más ancianos son equi­ na es el castigo de los pecados, y la muerte que con frecuencia arran­
parados a los enfermos, y a menudo son objeto de desprecio por par­ ca de la cuna al recién nacido proclama que los siglos van corrom­
te de los jóvenes. Sin embargo, cuando el diablo quiere tentar a san piéndose de día en día. Después que el primer habitante del paraí�
Román, lo hace valiéndose de los consejos de un viejo monje, pen- so, tras ser apresado en los nudos de la serpiente, fue arrojado a la
180 HISTORIA DE LA VEJEZ

tierra, y pasó de ser inmortal a estar condenado a la muerte, una CAPITULO 6


vida prolongada hasta novecientos años y más, que semejaba a una
segunda inmortalidad, suspendía en cierto modo la sentencia de mal­ La alta Edad Media:
dición pronunciada contra el hombre. Después se fue evidenciando
indiferencia hacia la edad
poco a poco el recrudecimiento del pecado, y la impiedad de los más
grandes ocasionó el naufragio de todo el universo. Después de esta
especie de bautismo, por decirlo así, que lavó el mundo, la vida de
los hombres fue encerrada en límites estrechos» 74•
A pesar de la débil duración de su existenci� actual, el hombre
se ve alcanzado pronto por las señales de la decrepitud, y conoce
con frecuencia una vejez desgraciada. Pero el anciano concreto no
interesa a los autores cristianos: «El hombre interior tiene también
cabellos blancos», decía Juan Crisóstomo, y este hombre interior es
el que interesa a los santos padres, que tienen una actitud normati­ La Iglesia será, a partir del siglo VI, el único elemento de unión de
va y no objetiva. El problema de la vejez es abstracto y simbólico; la joven Europa occidental, que emerge caóticamente de las ruinas
se comprende que, finalmente, el cristianismo apenas haya hecho de la romanitas. Pero aunque protege los restos de la civilización an-
evolucionar la situación del anciano. Este es simplemente un ser dé­ . tigua en las diócesis episcopales y los monasterios y hace que pene­
bil, y en los hospicios no se le diferenciará de los mendigos, lisiados tren lentamente los nuevos valores morales y las formas de piedad
y enfermos. Para los santos autores no existe problema específico de características de la cristiandad, no aporta nada nuevo con respecto
· la vejez, y solamente les interesa la fealdad de los viejos porque les al lugar que ocupan los ancianos en la sociedad. Todo lo más se li­
proporciona una buena imagen del pecado, ya que la consideran con­ mita a intentar que disminuyan las crueldades que se cometen con
secuencia de éste. Otras veces, la vejez fisica será negada en bene­ ellos, en tanto en cuanto forman parte de los débiles. Fuera del pa­
ficio de una vejez completamente abstracta y sin relación alguna con pel simbólico que les atribuye, la Iglesia no los considera nunca como
la edad, que se convierte en sinónimo de virtud y de sabiduría. grupo distinto. Por consiguiente, la condición del anciano se regirá
por las costumbres paganas y se modificará al ritmo de la evolución
de esta época agitada.
Epoca de confusión, de diversidad, de contrastes y de contradic­
ciones. El barniz de unidad institucional y jurídica dado por el Im­
perio Romano ha sido barrido por las invasiones. Se establecen nue­
vos reinos bárbaros, a veces efimeros y siempre vacilantes. Las re­
laciones sociales yuxtaponen o combinan ciertos usos prerromanos,
principalmente célticos, que no habían desaparecido nunca y que re­
surgen en las regiones más occidentales, con los restos del jus roma­
norum y las tradiciones germánicas, muy diversas también, de los re­
cién llegados. Nada más impreciso que este cóctel jurídico de los pe­
ríodos merovingio y carolingio; las tentativas de clarificación lleva-
182 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 183

das a cabo por los juristas modernos no deben engañarnos, por muy El era rey,
meritorias que sean. Ei único principio universaimente aceptado en Soberano sobre todas las cosas hasta el momento en que la vejez, que de­
estas sociedades, cualesquiera que sean los diversos disfraces con los rriba a multitudes, le privó finalmente de su orgulloso poder. Todos los vie­
jos guerreros se reúnen con él, nostálgicos, recuerdan y cantan sus hazañas
que se han mostrado, es la ley del más fuerte o del más astuto, lo
pasadas; la tristeza les invade:
que viene a ser lo mismo. Y los ancianos muy pocas veces resulta­ Tocaron instrumentos musicales y rieron, cantando lais:
rán ganadores en este juego. el veterano de los Scyldings, conocedor de las sagas,
Sin embargo, ya lo veremos, su situación no fue tan deplorable se acordaba de un pasado para nosotros lejano;
como uno podría imaginarse de antemano. Las· sociedades bárbaras el audaz guerrero tocaba el arpa,
no son las peores en el trato a los débiles. La presencia constante el grato y gozoso instrumento, o contaba
una anécdota triste y verdadera, o nos relataba la historia
de elementos sobrenaturales, la multitud de tabús, la creencia en de una aventura maravillosa, la del rey valiente.
el castigo inmanente ponen freno a la brutalidad en estado puro. En ella, el guerrero envejecido, cargado de años,
Todo aquello que parece entrar en relación, de cerca o de lejos, con comenzaba de nuevo a fabular su juventud
el mundo divino, del loco al epiléptico pasando por el anciano, es y la época de su fuerza guerrera; su corazón estaba turbado
objeto de un respeto supersticioso, sin que haya sin embargo reglas y su mente se llenaba de viejos recuerdos.
generales explícitas referidas a ello. Contrastes y contradicciones ca­
racterizan esencialmente este mundo y la condición de los ancianos Naturalmente, el viejo jefe posee ahora «la sabiduría de la edad»,
lo ilustra de manera evidente. y reinará cincuenta años; como él, el viejo rey Edgetheow,

un guerrero muy conocido entre las naciones,


La situación ambigua de los viejos que había visto muchas primaveras
guerreros
antes de convertirse en un anciano de palacio;
todos los sabios del mundo
En este período de intensa brutalidad el anciano se identifica a guardan de él un intenso recuerdo.
menudo con el viejo guerrero: el que no ha hallado la muerte en los
combates y tiene que esperarla en la enfermedad y el deterioro. Nos Tras la guerra llega el tiempo de la sensatez, y los antiguos gue­
encontramos aquí ya con la primera ambigüedad: si está orgulloso rreros forman un grupo encargado de leer los signos del destino:
de dejarse matar en combate ¿no lo estará más de matar a otros y
llegar a la decrepitud imbatido y cubierto de cicatrices? Esta es la Y allá arriba, los sabios examinaban con Hrothgar
desventura del héroe anglosajón Beowulf, cuya historia se nos cuen­ las profundidades del lago, y pronto observaron
ta en un famoso poema épico, compuesto en Inglaterra en el siglo que en las agitadas aguas ascendía sangre a la superficie
VIII, y que conoció en las islas británicas una fama comparable a
y la amorataba. Los guerreros mayores,
de cabellos grises, llenos de experiencia, celebraron consejo,
la que alcanzó más tarde Roldán 1. La acción se sitúa en los siglos y concluyeron que probablemente ya no verían
V y VI al sur de Escandinavia; el invencible héroe, después de triun­ al príncipe volver triunfante a buscar
far en su lucha contra muchos dragones, se encuentra en la edad del a su famoso maestro.
retiro dividido entre el pesar y la satisfacción:
Pero les cuesta trabajo resignarse a este papel pasivo. Nada me­
rece la pena, y el consuelo de convertirse en un sabio cuando ya no
184 HISTORIA DE LA VEJEZ

se puede sostener la espada es muy pequeño. Entre fuerza y sabi­


r LA ALTA EDAD MEDIA 185

cristianismo, declara que los viejos y las personas que no puedan bas­
duría no hay lugar a dudas, y el viejo Beowulf, «cargado de años», tarse por sí mismas sean metidas en un hoyo del cementerio y aban­
quiere todavía ir a luchar: donadas hasta que mueran 5• Por consiguiente, es mejor para estos
pueblos morir combatiendo que morir de vejez.
Beowulf pronunció un discurso, habló por última vez La misma opinión imperaba entre los alanos, según Ammio Mar­
Y se vanaglorió: -He participado en numerosas batallas celino: «La suprema felicidad a sus ojos es perder la vida en un cam­
en mi juventud; voy a participar en este combate po de batalla; morir de vejez o por accidente es un oprobio o una
y restablecer la gloria, como guardián de mi pueblo,
cobardía que colman de horribles ultrajes» 6. La saga de Gautrecks
a pesar de mi vejez, si este destructor maléfico
se atreve a salir de su morada subterránea. menciona el suicidio de los viejos que se arrojaban desde lo alto de
un acantilado, y Beda el Venerable testimonia una costumbre pare­
Porque, en definitiva, el guerrero puede decidir morir de una es­ cida con ocasión de una época de hambre en Sussex 7• Sin embargo,
tocada, de una puñalada o de un lanzazo, o bien querer conocer «la el hecho no es frecuente, y se limita a los períodos en los cuales está
fealdad de la vejez». La vejez para Beowulf es, por consiguiente, una en peligro la supervivencia del grupo; en circunstancias normales,
falsa ambigüedad, ya que no se puede elegir: el anciano se identifica la solidaridad familiar se hace cargo de los ancianos.
con la sabiduría o no; uno se convierte én hombre experimentado Ciertos folcloristas piensan que los celtas también tienen la cos­
por la fuerza, pero ¡cuánto mejor es tener el vigor de los músculos! tumbre de matar a los ancianos en la época de los druidas. P. Sé­
Encontramos el falso dilema en otros muchos pueblos. Tácito lo billot, basándose en una tradición oral, precisa incluso que en Ar­
había observado ya en los antiguos germanos, quienes aparentemen­ mórica se acaba con los viejos demasiado resistentes haciéndoles es­
te prestaban mucha atención a la vejez: los jefes intervenían en las calar el Mane Guen, la montaña Blanca de Guénin. En las mitolo­
gías escandinavas, germánicas y eslavas encontramos rasgos que he­
asambleas por orden de edad, comenzando por los más ancianos;
con frecuencia, los jóvenes guerreros recibían sus armas ' en una es- mos estudiado a propósito de los griegos: los antiguos dioses, ancia­
. nos, perecieron todos combatiendo contra los jóvenes. Pero hay que
pecie de ar�adura, de manos del padre del jefe; el ritual de las pre-
_ ser muy prudente antes de sugerir cualquier posible relación con la
cedencias s�tuaba la edad antes del nacimiento, la gloria guerrera y
existencia de un conflicto real entre generaciones y de un rechazo
la elocuencia. Pero esto no era obstáculo para que en tiempo de paz
de los viejos entre estos pueblos tan lejanos en el tiempo.
los guerreros desocupados dejaran los trabajos domésticos y engo­
rrosos para las mujeres y los ancianos 2.
Numerosas historias romanas afirman incluso que los germanos
tenían costumbre de matar a los viejos. Según Procopio, entre los
Los primeros retirados
hérulos era costumbre que el propio anciano pidiera a su familia
que le matara, lo que se hacía de una estocada antes de colocar el
De todas formas, parece claro que la eliminación de los viejos ha
cuerpo sobre una hoguera 3. César sugiere una práctica idéntica en­
sido, como en el caso de los pueblos primitivos; una medida excep­
tre los galos. Para algunos, el rito seguido entre los escandinavos'
. cional en la fase prehistórica de estos pueblos, excepto en la situa­
consistente en marcar al anciano con la punta de un venablo para
ción relatada por Beda. En la alta Edad Media, los celtas, los ger­
consagrarlo a Odín, recuerda la muerte real llevada a cabo en las
manos y los escandinavos han entrado en la historia y caminan ha­
épocas antiguas 4. Plinio el Viejo habla del suicidio de los viejos en­
cia la estabilidad de distinta manera. La moral cristiana pugna por
tre los hiperbóreos. Una ley noruega, posterior a la introducción del
186 HISTORIA DE LA VEJEZ
·r"·'
, .· .

LA ALTA EDAD MEDIA 187

instalarse en sus costumbres, y el homicidio legal, ritual o consue­ y gheto a la vez. Así se inicia la concepción moderna del aislamien­
tudinario ya no es aceptado, sea cual sea la edad de la víctima. to de los viejos, aislamiento por ahora voluntario; está ya en germen
¿Qué pasa con los viejos? En general, la solida,ridad familiar ase­ la desunión de las generaciones, y también la característica esencial
gura su subsistencia. Pero entre los ricos surge la preocupación in­ de la vejez, pero en un sentido negativo: los ancianos, apartados de
dividualista de asegurarse un retiro tranquilo, seguro y confortable, la vida de este mundo, están de paso; preparan la vida eterna. Ya
que garantice también la salvación eterna. En efecto, la Iglesia aca­ no están por completo en este mundo, pero todavía no están en el
ba de crearle al hombre una preocupación suplementaria: al proble­ otro. Antecámara de la vida eterna, el retiro a un monasterio asigna
ma ya delicado de la supervivencia en este mundo, se añade ahora a la vejez su preocupación esencial: asegurar su salvación.
la ansiedad de tener que alcanzar la felicidad eterna en el otro. La Naturalmente, estas orientaciones son sólo esbozadas durarite la
familia, que podía subvenir a la primera necesidad en la mayoría de alta Edad Media: el retiro sólo afecta a una escasa minoría de gran­
los casos, se ve impotente ante la segunda. Aunque la idea de soli­ des personajes. Casiodoro (480-575), consejero de Teodorico y ami­
daridad, de castigo o de recompensa colectivos sigue siendo esencial go del papa Agapito, será el primero en dar ejemplo ilustre. Pasará
en el pensamiento popular, el individualismo comienza ya a insi­ sus últimos años en su monasterio calabrés de Vivarium disfrutan­
nuarse entre los grupos dominantes, en la élite del saber y de la ri­ do de una excepcional longevidad de noventa y cinco años. Se trata
queza, que comienza a considerar la salvación como un asunto per­ también de un retiro laborioso: instala un taller de editores y tra­
sonal entre Dios y ellos mismos. Ahora bien, el anciano rico tiene ductores y redacta tratados enciclopédicos y, con sus compañeros,
un medio de asegurar su salvación poniendo los últimos días de su trabaja para la posteridad, scribantur haec in generatione altera.
vida a salvo ·del desprecio: retirándose a un monasterio. La moda se extiende en el siglo VIII y sobre todo en el siglo IX,
Esta práctica, surgida en el siglo VI, marca un hito en la historia en la época carolingia, con la proliferación de los grandes monaste­
de la vejez. En primer lugar, porque introduce la idea de una rup­ rios, Fulda, Corvey, Saint-Gall, Reichenau, S. Juan de la Peña, Sa­
tura fundamental en la vida humana y ayuda por ello a que se tome hagún, Silos, en los que hay alojamientos para los ancianos. Los
conciencia de la particularidad de la vejez. Por otra parte, la vejez monjes, que se ven beneficiados con generosas donaciones de los ri­
se identifica con el cese de actividad, con la ruptura con el mundo cos retirados, alientan el movimiénto. Se prevén dos regímenes di­
profesional: el término «retiro» se irá cargando poco a poco de estos ferentes: unos llevan una vida casi monástica, participando en los ofi­
diferentes sentidos. Sin duda alguna, los viejos patricios romanos se cios de la comunidad y viviendo con los monjes; otros son· alojados
retiraban también algunas v(;ces a sus tierras para terminar apaci­ aparte y reciben una pensión alimenticia. En el monasterio de Saint­
blemente su vida en ellas. Pero sólo se trataba de un retiro pa,rcial. Gall, los contratos especifican las condiciones de mantenimiento de
Mantenían contacto con sus amigos y su familia, continuaban lle­ los retirados laicos: cada uno disfruta de una habitación particular
vando una vida social, conservaban una actividad como propieta­ caliente, de un vestuario renovado cada año y de una renta diaria
rios de la tierra, dirigiendo ellos mismos su explotación, y permane­ equivalente a la de dos monjes 8. Sin embargo, algunos practican la
cían en su casa, en su propia villa, rodeados de su familia o visita- humildad, como el rico propietario Willibald, que donó tierra a la
dos por ella con frecuencia.' abadía para ser recibido en el hospicio de los pobres. Su contrato
Nada comparable con el aislamiento que representa el monaste­ preveía simplemente un alimento diario semejante al de los monjes,
rio, aunque no se lleve en él una vida de recluso. La ruptura con el el suministro anual de un vestido de lana y uno de lino, de una capa
mundo es en este caso mucho más radical. Y además se encuentra cada tres años, de zapatos y de un equipamiento semejante al de los
uno entre viejos; es el primer esbozo del asilo de ancianos, refugio monjes. En Cysoing, cerca de Lille, los canónigos se comprometían
···¡ .· ,·
.
-' . ·
.

1
188 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 189

a alojar a un laico anciano, a servirle cada día dos panes semejantes piensa en hacer con ellos un grupo aparte, ya que la clasificacion vie­
a los suyos, una porción de guiso, un sextario de cerveza, dos litros ne determinada por razones de pobreza. Durante mucho tiempo, los
de vino, y a darle cada año cinco sous para ropa. pobres no tendrán edad. Esta es una de las diferencias importantes
en relación con las clases privilegiadas, en las que comienza a surgir
la noción de retiro, es decir, de clases de edad. En este sentido, cual­
Infortunios de los ancianos pobres quer historia de la vejez en el mundo campesino es una tarea impo­
.
sible.
Para los ancianos pobres no hay posibilidad de retiro voluntario. Sin embargo, algunas informaciones nos muestran que los an­
Hasta el siglo XIX éste será privativo de los privilegiados. El pobre cianos se encuentran ent�e los más desgraciados dentr'o del coajunto
debe continuar trabajando mientras sus fuerzas se lo permitan. Des­ de los pobres. Los adivinamos en la institución del censo de pobres,
pués, la comunidad familiar lo mantendrá como pueda. Pero si por cuya mención más antigua se remonta a la segunda mitad del siglo
desgracia está solo, se ve inmediatamente situado en la categoría de V en la Galia. Cada iglesia y cada monasterio hacen «una lista en
los mendigos, esta categoría indiferenciada que mezcla indistinta­ la cual se inscribe a los pobres a quienes se entrega una parte reser­
mente inválidos, enfermos, huérfanos, locos, ancianos y pordioseros vada»; estos privilegiados entre los desgraciados, los matricularii, re­
de todas clases. Incluido en la masa de los «pobres», el anciano no ciben alojamiento, víveres y vestidos; evidentemente, su número es
se diferencia de sus compañeros de infortunio: pertenece a la histo­ muy restringido en relacion con la abundancia de mendigos de to­
ria más general de la pobreza 9• das clases, 726 en Metz y en toda su región a mediados del siglo
Durante la alta Edad Media aumenta el número de pobres como VII, por ejemplo 12•
consecuencia de las invasiones y del deterioro de la condición cam­ A partir del siglo VIII, las posibilidades de ayuda se reducen aún
pesina. La cristianización aún superficial y la concepción, predomi­ más con las expoliaciones de las propiedades de la Iglesia llevadas
nan te entre los eclesiásticos, de la pobreza como resultado del peca­ a cabo por Carlos Marte! y sus sucesores, y en el período carolingio,
do y de la degradación del hombre favorecen muy poco la caridad según Hincmaro, los matricularii son escogidos entre los más desgra­
organizada. Dios ha querido la división de los hombres entre pode­ ciados de los desgraciados, los ancianos y los lisiados, excluyendo a
rosos y débiles, ricos y pobres, y así hay que aceptarlo. Un hombre los pobres que gozan de buena salud. El número de los elegidos se
tan importante como Beda el Venerable no muestra ningún pesar convierte en una cifra simbólica: 12 en Corbie, Saint-Gall o San-Pa­
ante la existencia de tantos pobres 10. La limosna es un deber, des­ blo de Lyon. Las asociaciones de ayuda mutua, que adivinamos en
de luego, pero está destinada a asegurar la salvación del que da; to­ el capitulario de Herstalen el año 779 y en Inglaterra, ya no son
davía no .:il'. habla del amor al pobre, y menos aún de su «eminente eficaces. Algunos textos podrían hacer pensar que la caridad públi­
dignidad». ca se dirigía preferentemente a los lisiados más que a los ancianos:
¿Es posible conocer el lugar que ocupan los ancianos en el mun­ un viejo ciego de Aix se niega a rezar para recobrar la vista, porque
do. de los marginados? Se les enumera de manera indiferenciada, perdería entonces las limosnas, que debe a su ceguera y no a su ve­
mezclados con los demás; con frecuencia incluso no se les menciona. jez: «¿Que necesito la vista que he perdido desde hace mucho tiem­
:. uando Rathier, obispo de Verana (890-974), evoca a los desgra­ po? Es mucho mejor para mí carecer de ella que tenerla. Siendo cie­
ciados de la Italia del Norte en el siglo X, menciona a las «viudas, go, practico la mendicidad y nadie me rechaza; se apresuran a ayu­
1uérfanos, cautivos, vencidos, lisiados, ciegos, cojos, tontos» 11• Sin darme. Pero que me.devuelvan la vista, y todos verán mal que pida
duda alguna hay viejos en cada una de estas categorías, pero nadie limosna; ahora bien, soy viejo, débil y no puedo trabajar» 13.
190 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 191

La Iglesia dificilmente admite que la vejez constituya por sí mis­ fería a los ancianos ningún poder particular, aunque aseguraba su
ma un título que justifique favores y una actitud especial. En ios Li­ sostenimiento material. En Irlanda, el grupo estaba compuesto por
�ros de Timoteo a la Iglesia, Salviano de Marsella declara que los vie­ el gelfine (padre, hijo, nieto y bisnieto), el derbfine (abuelo, tío, primo
JOS deben contentarse con lo mínimo para vivir y no tomar como pre­ hermano), el iarjine (tatarabuelo y tío abuelo), y el indfine (tatara­
texto su debilidad para reclamar más 1 4. Un sermón del siglo IX buelo, tío bisabuelo y dos grados de primos). La solidaridad es fuer­
pide que los viejos no se aprovechen de su edad para librarse de ir te, pero el jefe del grupo, que representa un papel político, jurídico
a maitines cada domingo, aunque vivan lejos de la iglesia 15• En es­ y militar, es escogido por su popularidad, su riqueza y su fuerza, lo
tas condiciones, el anciano no puede esperar mucha conmiseración que excluye prácticamnte a los ancianos. Estos dependen comple­
de los que le rodean, y se comprende el consejo que da el autor de tamente de los demás.
Beowulf: sé generoso y haz amigos mientras eres joven, a fin de que En el mundo germánico, en la época de las invasiones, los que
«cuando llegue la vejez, cuando se reúnan los enemigos, permanez­ no llevan armas están sometidos a la autoridad del padre, el mun­
can junto a ti los fieles compañeros». dium, pero esta potestad cesa en el momento en que los hijos toman
las armas. Solamente es perpetua esta potestad sobre la mujer y el
esclavo 18• El reino merovingio perpetúa este uso. El mundium del pa­
Una situación familiar precaria dre de familia, que comprende el derecho de castigo sobre los hijos,
incluida la pena de muerte, el derecho de dar el consentimiento a
Pues aunque no se esté solo, poco se puede esperar de los hijos. su matrimonio o a su ingreso en el clero, el derecho de representarle
En primer lugar, las costumbres célticas y germánicas ponen legal­ en los contratos y la venganza privada y administrar los bienes fa­
mente uri término a la autoridad del padre en el momento en que miliares cesa cuando el hijo cumple los catorce años, edad en la que
éste llega a ser fisicamente incapaz de hacerla respetar. Por consi­ se le entregan las armas. Esta ceremonia cayó poco a poco en desu­
guiente, el anciano se encuentra a merced de los que le rodean. Cé­ so, y fue hacia !os quince años cuando e! muchacho se hizo respon­
sar y el jurisconsulto Gayo habían observado que, entre los celtas, sable de sí mismo. En cuanto a la mujer, sólo sale del mundium pa­
el padre de familia era el amo de la casa y de los suyos en sus do­ terno para someterse al de su marido. Desde ese momento, sólo pue­
minios, y que ejercía en la Galia una patria potestas según la moda de actuar con el consentimiento de éste, sólo la viudez la libera de
romana, con derecho de vida y de muerte sobre sus hijos 16• Los de­ él y, sin duda, las viudas de edad avanzada han tenido el derecho
rechos irlandés y galés atestiguan los mismos poderes, pero en todas de actuar ellas mismas ante la justicia 19• Pero lo que es importante
partes se había establecido un límite: en Irlanda, la incapacidad del para nosotros es destacar que los ancianos, que ya no tienen auto­
padre; en el norte del país de Gales, la emancipación del hijo con ridad sobre nadie, se encuentran a merced de la buena voluntad del
ocasión de su servicio militar, es decir, a los catorce años. El hijo grupo.
salía entonces de la tutela de su padre para entrar a formar parte ¿No contribuyó este hecho a animar a los propietarios ancianos
de la clientela del jefe a quien se le entregaba 17• a retirarse a un monasterio a cambio de la donación de una parte
El anciano perdía por tanto su control sobre la familia bastante de sus propiedades, a fin de asegurar sus últimos días? Esto es tanto
pronto, y su autoridad sobre la matrona estaba lejos de ser tan ab­ más probable cuanto que el amor.filial no parece haber sido una de
soluta como en Roma. No era, en suma, más que el usufructuario las cualidades dominantes entre los grupos dirigentes merovingios y
de los bienes de la familia, a la cual debía rendir cuentas. La familia carolingios. Entre estos últimos, la autoridad del padre ya no se res­
nuclear estaba integrada en un grupo mucho más amplio que no con- peta desde el momento en que ya no es capaz fisicamente de man-
192 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 193

tener su rango. La ley de los bávaros prevé explícitamente que el her predominado en todas partes; se guarda silencio en lo relativo
hijo de un jefe no debe intentar reemplazar a su padre mientras éste a los abuelos.
es poderoso, puede ayudar personalmente al rey, dirigir el ejército, Un silencio de mal augurio. Porque, en definitiva, ¿dónde -han
montar a caballo, llevar las armas, y no es sordo ni ciego 20, lo que ido a parar estos viejos? Hoy en día no se puede sostener ya la afir­
sugiere po� una parte que los conflictos generacionales y las rebe­ mación de que ·eran casi inexistentes. Una gran proporción de los
liones contra el padre debían de ser frecuentes, y por otra, que los que alcanzaban la edad de veinte años tenían muchas posibilidades
ancianos que ya no pueden mantener su rango son excluidos del po­ de llegar a los sesenta. Si no los vemos aparecer en los relatos no es
der. porque no existen, es porque no cuentan. En Roma, I.os viejos ha­
Otros textos confirman todo esto. Hemos visto en el siglo X lo cían que se hablara de ellos porque desempeñaban uri papel. En la
ansiosa que estaba Dhuoda por man.tener a su hijo en la fidelidad alta Edad Media, considerados desdeñables en número, son exclui­
a su padre; Rabano Mauro, en su Liber de reverentiafiliorum erga patres dos de los textos, ya raros de por sí, de las leyendas, de la literatura
et erga reges, muestra esta misma preocupación, mientras que Egin­ religiosa. Los más pobres se juntan con las cohortes de mendigos;
hard en su Vida de Carlomagno insiste, entre los méritos del empera­ los más ricos se refugian en los monasterios. Muchos son manteni­
dor, en que siempre ha honrado a su madre Berta. Los malos ejem­ dos por su familia, sin duda, pero al no tener poder ni un lugar pre­
plos provenían también de los grupos privilegiados. Gregario de ciso, están condenados a vegetar mientras esperan la muerte.
Tours nos muestra los casos poco frecuentes de reyes llegados a la Poesías y leyendas célticas han expresado de forma patética esta
vejez que han sido asesinados por sus hijos, impacientes por reinar. condición degradante de los ancianos. Un poema épico galés del si­
Clovis escribiría tal vez a Cloderico, hijo del viejo Sigeberto el Cojo, glo IX cuenta la historia del viejo jefe Llywarch hen, que vivió en el
rey de los francos ripuarios, diciéndole: «Tu padre está viejo y cojo. siglo VI y luchó contra los sajones. Había tenido veinticuatro hijos,
Si mu_riera, su reino te correspondería por derecho, serías mi alia­ todos muertos en combate. Cuando llegó a viejo vio que su último
do.» Cloderico mata, pues, a su padre, antes de ser él mismo asesi­ hijo, Gwen, le abandonaba a su vez para ir a luchar. «El anciano
nado por los enviados de Clovis. En la época carolingia, las rebelio� no fue débil cuando era joven», dijo Gwen a su padre para conso­
nes de los hijos de Luis el Piadoso proporcionan un ilustre ejemplo. larlo, recordándole que él había tenido su momento de gloria. Pero
En resumen, la alta Edad Media parece haber proporcionado también matan a Gwen, y Llywarch se lamenta: «¡Ay de aquél que
poca seguridad al anciano en el terreno familiar. El derecho no le es demasiado viejo y te ha perdido!» Solo definitivamente, el viejo
es favorable. Como depende de la buena voluntad de los suyos, no guerrero entona el extraordinario Can yr Henwr, el «canto del ancia­
goza de ninguna garantía; las costumbres brutales de la época, ape­ no», amarga endecha sobre la debilidad, los achaques, la soledad,
nas pulidas por una cristianización muy superficial, permiten adivi­ el fin de los placeres, de la amistad y del amor que caracterizan al
nar un destino poco envidiable para los débiles, cuyas tarifas de wer­ anciano. Su canto se acerca. en intensidad al del visir Ptha-Hotep,
geld manifiestan claramente el escaso valor que tienen a los ojos de a tres mil años de distancia: «Antes de tener la espalda como un ca­
sus contemporáneos. Es revelador que los relatos hagiográficos re­ yado, fui rápido y hablador. Todos admiraban mis hazañas. Los
lativos a los datos de esta época no hagan intervenir nunca a sus hombres de Argoet me han prestado ayuda siempre. Aunque tenga
abuelos. Los estudios, cada vez más numerosos, sobre la estructura la espalda como un cayado, fui -audaz; era bien recibido en las ta­
familiar del mundo merovingio muestran que el papel de la familia bernas: ¡oh Powys, paraíso de Gales! Aunque tengo la espalda en­
extensa había sido exagerado hasta este momento por los historia­ corvada, fui hermoso; mi dardo era el primero; él daba el primer gol­
dores 21• De hecho, la familia reducida, la familia nuclear, parece ha- pe. Tengo la espalda encorvada, estoy pesado, inspiro lástima... Bas-
194 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 195

tón de madera, rama familiar, ¡sostén a un viejo nostálgico, Llywarch ¿ Había ancianos durante la alta Edad Media?
el viejo chocho! La vejez es una burla, y yo mismo io soy, desde mi El problema deniográfico
cabello a mis dientes, hasta el tobillo que gustó a las mujeres. Todo
lo que me gustaba cuando era joven lo detesto ahora: muchacha, ex­ La presencia de los ancianos en estas prácticas, supersticiones y
tranjero y caballo indómito. En realidad ya no les agrado... Soy vie­ relatos paganos contrasta, de manera general, con su casi total au­
jo, solitario, frío y deforme, después de la gloria de mi lecho (mi des­ sencia en las historias cristianas. Y sin embargo, estos mismos rela- ·
cendencia). Soy digno de lástima, estoy completamerite encorvado. tos hagiográficos que guardan silencio sobre los viejos hacen vivir
Soy viejo y muy encorvado; soy inconstante e insensato. Estoy loco, con frecuencia a su héroe hasta una edad avanzada. incluso invero­
soy huraño. Todo el que me amaba ya no me ama. Los jóvenes ya símil. Tal es el caso de las Vitae de los santos bretones, estudiados
no me quieren; nadie se relaciona conmigo. ¡Ay! No puedo ir de acá por Bernard Merdrignac 25• De todos estos venerables personajes,
para allá. ¡Oh, muerte, que no llegas!» 22• sólo Méloir y Salomón, que fueron asesinados, Goulven y Suliac,
El alma poética de los celtas encuentra en el sueño y la imagi­ que murieron por fiebres, tienen una existencia corta. Por su parte,
nación el único remedio posible contra la vejez: existen lugares ma­ el anglosajón Nennius, en su Crónica de Kent, no duda . en atribuir a
ravillosos, bajo el mar y los lagos, que son países de eterna juven- san Patricio ochenta y cinco años de apostolado entre los irlandeses
. tud; en ciertas islas lejanas, sobre las que reinan diosas, no se enve­ y en hacerlo morir, in good old age, a los ciento veinte años; en los
jece. Así, por ejemplo, en la isla de Avalon, de las novelas de la Mesa Anales galeses se aproxima incluso a los modelos bíblicos antediluvia­
Redonda, o en la isla de los manzanos, donde el tiempo está aboli­ nos, al atribuir trescientos cincuenta años al obispo de Ebur 26. Y
do: el héroe Eran pasa en ella dos meses que son en realidad dos cuando los historiadores francos reconstruyen los orígenes de la di­
siglos en el mundo ordinario, verdadera anticipación poética de la nastía merovingia no muestran más moderación 27: el legendario
relatividad. «Existimos desde el comienzo de la creación ' sin veJ·ez' Pharamond, al que consideran yerno de Priam, vivió trescientos
sin cementerio», dicen los habitantes 23• años, igual que sus hijos y nietos; su descendiente Clodion muere a
Hasta el siglo XIX, los ancianos serán considerados en la tradi­ los ciento setenta años, y el hijo de este último, Meroveo, a los cien­
. ción celta como los mensajeros del más allá. Se encuentran claras to cuarenta y seis. Algunos incluso, reuniendo varias generaciones .
huellas de esta concepción hasta en las Leyendas de la muerte, de Ana­ en un solo individuo, atribuyen dos mil años a Pharamond.
tole Le Braz: «La vieja de Ker Is» se aparece por la noche a dos Estas exageraciones no indican necesariamente el prestigio de la
jóvenes y les pide que la ayuden; si éstos hubieran aceptado, la ciu­ vejez en la vida real. En muchos casos, los autores se inspiran sim-
dad de Is habría resucitado; «el viejo de Tourc'h» vuelve para ju­ plemente en los relatos del Génesis, y estas cifras extraordinarias son
garle una mala pasada a la cria:da y hacerle un hijo a su viuda; «el utilizadas sólo para incrementar el carácter épico, heroico y sobre­
viejo hilandero de estopas» vuelve para hilar en su habitación hasta natural del relato; incluso se puede decir que por encima de lo� cien
que se haya dicho una misa por él; en Las Tres Mujeres, una viejo años estos ancianos ya no son ancianos, son héroes mitológicos que
misterioso conoce el pasado y el futuro y sabe lo que pasa en el más escapan a la condición humana. Estas longevidades fabulosas, lejos
allá. En varios relatos, las viejas vienen a asistir a la parturienta: si de testimoniar admiración por la vejez vivida son, por el contrario,
el niño nace por la noche, la más anciana se dirige hasta el umbral un medio de facilitar a los héroes la huida de las debilidades y limi­
de la puerta para leer en las estrellas el futuro del recién nacido 24• taciones de la decrepitud; la vejez fabulosa es una negación de la ve­
jez vivida, real. El caso contrario lo confirma: Childerico, a los ocho ·
años, dirige los ejércitos, viola mujeres y doncellas, vuela de orgía
196 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA .197

en desenfreno: posee ya todas las cualidades de un buen merovingio glo VII, y en las de Grigny, comprueba que los sexagenarios son
adulto. Sin embargo, no se puede afirmar por ello que se trata de prácticamente inexistentes. Los textos literarios parecen indicar lo
una glorificación dé la infancia, sino únicamente de ilustrar el ca­ mismo: Gregario de Tours, por ejemplo, presenta la edad de setenta
rácter fabuloso del héroe, como Hércules estrangulando una serpien­ años como excepcional 30•
te en la c;una. La necesidad de exagerar las edades, en un sentido u Los soberanos merovingios mueren en general jóvenes, asesina­
otro, es señal de una insatisfacción ante la realidad; si los ancianos dos, caídos en combate o agotados por el desenfreno. Según los da­
reales tuvieran tanto prestigio ¿por qué habría necesidad de dupli­ tos aportados por Maurice Bouvier Ajam 31, su edad en el momento
car o triplicar su longevidad? de la muerte sería la siguiente:
Si bajamos ahora de nuevo del nivel de la fábula al de la demo­
FECHA EDAD EN EL
grafia, nos encontramos evidentemente con el problema de las fuen­ FECHA
DE MOMENTO
SOBERANOS DE NACIMIENTO
tes. ¿Qué representaban numéricamente los ancianos en la Europa (HIPOTtTICA)
DEFUNCIÓN DE LA MUERTE
AÑOS
de los siglos VI al X, y .cuál era su longevidad? Dos preguntas que
hacen sonreír a los demógrafos por la indigencia absoluta de docu­ Clovis ........................ 467 511 45
mentos cuantitativos serios relativos a este período. Sin embargo, si Thierry I ··················· 486 534 48
nos guiamos por lo que dice César, los pueblos galos también ha­ Clodomiro .................. 492 524 32
Childeberto I ............. 495 558 62
cían sus censos: «En el campamento de los helvecios se encontraron Clotario I ................... 497 561 64
registros escritos en caracteres griegos, que fueron enviados a César. Cariberto ................... 521 567 46
Anotaban por su nombre a todos los que habían salido del país, el Gontran ..................... 545 592 47
número de los hombres capaces aún de llevar las armas, y en lugar Sigeberto I ................. 535 575 40
aparte, el de los ancianos, los niños y las mujeres» 28. Chilperico I ............... 539 584 45
Childeberto 11 . .......... 570 596 26
Es muy lamentable que César no nos haya proporcionado cifras. Clotario 11 ................. 584 629 45
Por ello nos vemos reducidos a estimaciones basadas en algunos in­ Theodoberto 11 .......... 586 612 26
dividuos, una decena de esqueletos de cementerios merovingios aquí Thierry 11 .................. 587 613 26
y allí, inscripciones funerarias, escasas indicaciones de cronistas y Dagoberto I ............... 604 639 35
muchas conjeturas y razonamientos a priori. Numerosos historiado­ Cariberto ................... 606 632 26
Sigeberto 111 .............. 631 656 25
res, extrapolando a partir de estos pocos datos, afirman en efecto
Clovis 11 .................... 632 657 25
·que los ancianos debían ser muy escasos en este mundo brutal y pri­ Dagoberto 11 ············· 650 680 30
mitivo. ¿Cuántos hombres y mujeres podían atravesar las apretadas Clotario 111 ··············· 652 673 21
mallas de la red de la muerte, mallas cuyos nombres son entonces Childerico 11 .............. 653 675 22
desnutrición, malnutrición, hambres, epidemias, guerras, falta de hi­ Thierry 111 ................ 654 691 38
giene, ignorancia médica, debilidad de los niños de pecho? ¿Cuán­ Chilperico 11 .............. 670 721 51
Clovis 111 ·················· 682 695 13
tos podían llevar a cabo sin daño este temido recorrido del comba­ Childeberto 111 .......... 683 711 28
tiente que es entonces la vida humana y llegar a los sesenta años? Childerico 111 ............ 714 751 41
Una ínfima minoría, cree Pierre Riché, que se ha dedicado con más Dagoberto 111 ............ 699 715 16
detenimiento a estudiar estos problemas 29. Basándose en las ins­ Clotario IV ................ 700 719 19
cripciones de la necrópolis de Choulans, en Lyon, que datan del si- Thierry IV ................. 713 737 26
198 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 199

r1
Solamente dos reyes entre veintiocho rebasaron los sesenta años Grandes Pies vivió sesenta y un años, y su famoso hijo Carlomagno,
y por poca diferencia: Childeberto I (sesenta y tres años) y Clota­ setenta y dos años.
rio I (sesenta y cuatro años). Tres hijos de este último murieron a Este personaje excepcional desde numerosos puntos de vista me­
edad temprana, lo mismo que dos hijos de Chilperico I; el hijo de rece que nos detengamos a analizarloJm instante con más atención.
Cariberto murió a los tres años, el de Clotario 111 a los seis años. Conocemos relativamente bien los últimos años del gran emperador
Nantilde, esposa legítima de Dagoberto, murió a los treinta y tres gracias a Eginhard, y asistimos a su decadencia, salteada con ex­
años, y una de sus concubinas, Ragnetrudis, a los cuarenta y tres traordinarios arranques de energía. Démonos cuenta de que la ima­
años. Sola.nente la abuela de la dinastía, Clotilde, la esposa de Clo­ gen que perpetuará la leyenda, y a veces incluso la historia, es la del
vis, alcanzó los setenta años (475-545). Según Gregorio de Tours, anciano de la barba florecida. Carlomagno se convertirá en la en­
«la reina Clotilde murió, anciana y rica en buenas obras, en la ciu­ carnación de la vejez gloriosa y vigorosa, y la fantasía popular, in­
dad de Tours, en tiempos del obispo lnjuriosus» . Su récord fue igua­ fluida por La Canción de Roldán, se lo imaginará como un perpetuo
lado tal vez por la reina lngoberg, viuda del rey Cariberto. El mis­ anciano, la antítesis de un Alejandro. Con él, la vejez penetra en el
mo autor, que la conoció bien y que conversó con ella poco antes mundo de los hombres <le pro, y allí hará él compañía a otra ancia­
de su muerte, declara: «Creo que ya había cumplido los setenta na barba, mucho más legendaria que la suya, Arturo. Pero entrará
años. » También está el caso de la famosa Brunehaut, mujer de una en la leyenda sólo mucho más tarde. Volveremos sobre ello. Siga-
gran belleza pasada la cincuentena, la cual, después de una existen­ . mos ahora los últimos años históricos del emperador según va enve­
cia agitada, murió en las circunstancias ya conocidas, alrededor de jeciendo 32•
los ochenta años, después de tres días de torturas y lapidación, arras­ Hasta los sesenta y cuatro años, el 6 de febrero del 806, Cario­
trada por un caballo al galope. A juzgar por los ejemplos aportados magno no hizo su testamento. Sigue estando muy activo, como lo
por la familia real, parece, en efecto, muy raro alcanzar la veje� en prueba el número de reformas que datan de esta época. Pero es sen­
esta época. Pero ¿es representativa esta muestra? Basta con leer a sible a los signos; al año siguiente, un eclipse de sol y el cambio de
Gregorio de Tours para convencerse de que el asesinato político ha fase de Mercurio le hacen temer que su fin esté próximo, lo que no
desempeñado un papel primordial en la edad media de los podero­ le impide, en el año 808, ir a Baden, en el norte de Verden, donde
sos en el momento de su muerte. se entrevista con el rey de los daneses, y en el 810, a los sesenta y
Porque hay indicios que demuestran lo contrario, como sería el ocho años, reúne al ejército para hacer frente a la amenaza escan­
caso de Chindasvinto, elegido rey de los visigodos en el siglo VII a dinava. Pero por primera vez el cronista lo presenta indeciso ante
los setenta y nueve años. Siguiendo con las familias reinantes, es evi­ el problema de si es mejor lanzar la campaña en Frisia o en Dina­
dente, por ejemplo, que los carolingios, que no han heredado la ma­ marca. El año 810 es, por lo demás, nefasto: el emperador ve morir
nía del asesinato que tenían sus predecesores, han vivido muchos a su hija mayor, Rotrud, después a la menor, Gisela; una epidemia
más años. El precursor, Pipino de Landen, muerto en el 640, rondó azota el país; las defecciones se multiplican; sufre una mala caída
probablemente los noventa años, y su mujer Iduberge vivió más de del caballo. Se le ve más vacilante que nunca y ganado por el mie­
sesenta; el duque Adalgiso, padre de Pipino d'Héristal, tenía ochen­ do. La angustia por su salvación le hace redactar una confesión ge­
ta y cuatro años cuando murió, y su hermao Clodulfo, obispo de neral de sus faltas en una carta al clero, y piensa seriamente en ab­
Metz, noventa y dos. Si Pipino d'Héristal, Carlos Martel y Pipino dicar para retirarse a un convento. No lo hará, pero el muelle está
el Breve no llegaron a los sesenta años, cincuenta y seis, cincuenta roto; el anciano va a debilitarse rápidamente de ahora en adelante.
y cinco y cincuenta y cuatro años respectivamente, Berta la de los· En el año 81 l redacta un segundo testamento y, baldado por la gota,
r
1
200 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 201

considera de nuevo el retiro al convento. De todos sus hijos, sólo le sías fúnebres redactadas en el año 384 36• El autor, que dedica la
queda el más débil, Luis, de treinta y dos años, al que Carlomagno obra a los muertos de su familia, da la edad de cada uno de ellos en
designa oficialmente como sucesor en el 813. En el otoño se dedica el momento de su muerte, y los resultados son sorprendentes: de los
todavía a cazar durante un mes, después trabaja en la corrección de 14 hombres mencionados, Iulius Calippio muere a los sesenta y cin­
los Evangelios: muere, al año siguiente, de una pleuresía. co años, Paulinus a los sententa y dos, Flavius Sanctus a los ochen­
Arturo, que le había precedido en la leyenda, debe también una ta, Ausonio mismo a los ochenta y cuatro años, lulius Ausonius a
parte de su celebridad a su longevidad, que hizo de él el modelo del los ochenta y ocho y Caecilius Argicius Arborius a los noventa y dos
rey sabio y respetable, temible aún a pesar de su edad. El héroe bre­ años.
tón, cuyo reinado se sitúa entre el 475 y el 515, debía de tener alre­ La longevidad masculina es mucho mayor que la de las mujeres,
dedor de sesenta y cinco o setenta años en el momento de su muer­ de las que sólo tres, entre doce, alcanzaron los sesenta años: Julia
te 33• Hay que subrayar, por lo demás, que los pueblos anglosajones D ryadia (sesenta años), Aemilia Corinthia Maura y Aemilia Hilaría
no hacían ninguna diferencia entre las edades en lo relativo a la ta­ (sesenta y tres años). La media de edad se sitúa en cuarenta y cua­
rifa del wergeld, al contrario que los visigodos o los francos. ¿Hay que tro años para los hombres, y en 33,7 para las mujeres. Esta diferen- ·
ver en ello un respeto mayor hacia los viejos? 34. cía queda confirmada con otros estudios realizados sobre la demo­
Pero no solamente encontramos ancianos entre los príncipes. El grafia bordelesa y sobre grupos de esclavos y libertos 37•
cementerio de Choulans no contiene sexagenarios, pero el de la isla De este modo, los ancianos no constituyen en ningún caso una
de Lavret, en las costas de Trégor, que data del siglo VII, contenía especie desconocida, aunque no son excesivamente numerosos. Son
buen numero de septuagenarios, y el importante cartulario de la aba­ sobre todo hombres, ya que los riesgos de la maternidad castigan a
día san Víctor de Marsella, donde se enumeran los siervos del se­ las mujeres con mucha dureza. Una vez rebasados los veinte años,
ñorío, nos muestra que incluso ·entre esta categoría de campesinos los hombres de los tiempos merovingios y carolingios tenían una lon­
miserables, más del 11 por 100 de los adultos rebasan los sesenta gevidad probablemente semejante a la nuestra, y si las fuentes ·no
años 35: hablan de los ancianos es fundamentalmente porque desempeñan
una función social insignificante y viven como seres dependientes y
EDAD DE LOS SIERVOS a cargo de su familia.
SO tenían de 20 a 24 años
SO tenían de 25 a 29 años
80 tenían de 30 a 39 años Importancia de los ancianos en el clero
58 tenían de 40 a 49 años
37 tenían de SO a 59 años
Hay sin embargo un medio donde los ancianos son particular­
17 tenían de 60 a 69 años
6 tenían de 70 a 79 años mente numerosos: la Iglesia. Si los eclesiásticos conceden poco lu­
4 tenían de 80 a 99 años gar a la vejez en sus escritos, como hem?s visto, conocen sin embar­
go en su propia carne lo que significa ser viejo. Innumerables obis­
pos y monjes alcanzan una edad muy avanzada, lo que es fácilmen­
Robert Etienne ha estudiado, en el límite cronológico entre el te comprensible: el carácter sagrado de su persona les pone a salvo
Bajo Imperio y la alta Edad Media, la demografia de la familia del la mayoría de las veces, aunque no siempre, de los asesinatos que
poeta bordelés Ausonio, a partir de los Parentalia, conjunto de poe- diezman el mundo político. Disfrutan de un nivel de vida superior
202 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 203

al del resto de la población, se alimentan de manera más equilibra­ tablemente activos hasta el final, siguiendo el ejemplo de Bonifacio,
da, se ven menos afectados por las epidemias y carestías de víveres; asesinado en pleno apostolado.
los monasterios son los únicos reductos de paz, fuera del alcance, en Y aún podemos añadir a san Colombano, muerto a los setenta
términos relativos, de las masacres; el ascetismo de muchos monjes y cinco años (540-615), Walbert, abad de Luxeuil, muerto a los se­
y ermitaños es una garantía de su resistencia física, a menudo fuera senta y seis años (604-670), Isidoro de Sevilla, muerto a los setenta
de lo común. y seis años (560-636), san Euger, elegido obispo de Lyon a los se­
Considerada desde este punto de vista, no nos puede sorprender senta y cinco años en el 435, y que lo fue hasta los ochenta años
mucho que la longevidad haya podido sel' considerada como un sig­ (370-450). Añadamos los sesenta y siete años de Efrén de Nísibe
no de vida virtuosa y de recompensa divina. San Antonio, el padre (306-373), los setenta y ocho años de Atanasia, obispo de Alejan­
del monacato, es el prototipo de estos ermitaños protegidos de las dría (295-373), los sesenta y dos de Juan Crisóstomo (345-407), los
contaminaciones gracias a la vida sana y ascética del desierto: setenta y cuatro de Cirilo de Jerusalén (313-387), los setenta y tres
«Entonces lo vieron, por primera vez, los que venían a verlo. Que­ de san Jerónimo (347-420), los setenta y seis de san Agustín
daron admirados: su aspecto seguía siendo el mismo; no había en­ (354-430), los setenta y ocho de san Ireneo (130-208), los sesenta y
gordado por la falta de ejercicio físico, ni enflaquecido por los ayu­ siete de Orígenes (185-252), los setenta y cinco de Eusebio de Ce­
nos v la lucha contra los demonios. sino aue estaba tal como lo ha­ sarea (265-340), y los ochenta y seis años de san Bernardo de Ment­
bían' conocido antes de su retiro» 38. ¡M;gnífico anciano de ciento hon, fundador de los hospicios del Pequeño y del Gran San Bernar­
cinco años (251-356) ! Así nos lo describe san Atanasio, obispo de do (923-1009), los cien años de Narsai, organizador de la Iglesia nes­
Alejandría. toriana persa (402-502), los ochenta y cuatro de Rathier, obispo de
Y tantos otros monjes orientales que vivieron hasta una extrema Verona (890-974), los setenta de Patricio (390-460), los ochenta y
. vejez, a semejanza de Simeón «el Joven», que murió en lo alto de dos de Máximo el Confesor (580-662), los setenta y nueva de Juan
su columna, a ios setenta y cinco años, en ei 592. En Occidente, en Moschus (540-619), los sesenta y siete de san Benito de Nursia
el Berry, el ermitaño Patroclo rebasó los ochenta años; santa Geno­ (480-547), los ochenta de Lactando (245-325). Y cuando sanAgus­
veva los noventa; san Benito de Aniane los setenta (750-821); el abad tín escribe a los primados de la Iglesia, son siempre ancianos a los
san Guillermo de Volpiano murió a los sesenta y nueve años que se dirige: el primado Aurelio, �l primado Donaciano y el pri­
(962-1031 ); Teodoro de Tarsis, elegido por el papa para ser nom­ mado de Numidia son «santos ancianos» 39.
brado arzobispo de Canterbury a los sesenta y siete años, eh el siglo Más significativa aún que la longevidad es la edad a la que son
VII, permaneció activo hasta los ochenta y ocho años. Venancio For­ elegidos los obispos y los misioneros. La diversidad más grande pre­
tunato es también nombrado obispo a los sesenta y siete años, en side el reclutamiento, lo que prueba una vez más que tanto en la teo­
Poitiers, y murió tres años más tarde. Salviano de Marsella vivió no­ ría como en la práctica la Iglesia no tiene en cuenta para nada la
venta y cuatro años (390-484); el famoso Hincmaro, arzobispo de edad: a los cuarenta años san Germán llega a ser obispo de Auxe­
Reims, setenta y seis años (806-882); san Germán l'Auxerrois, se­ rre, mientras que su homónimo es nombrado patriarca de Constan­
tenta años (378-448); san Germán, obispo de París, ochenta años tinopla ¡a los ochenta y un años! Esta diversidad la encontramos
(486-576); san Germán, obispo de Cyzique, noventa y nueve años también entre los papas, elegidos de todas las edades, desde Juan
(634-733); san Bonifacio, setenta y cuatro años (680-754); san Lam­ XI (931-936), que contaba apenas veinte años, algunos dicen inclu­
berto, setenta años (635-705), igual que el cronista Eginhard so que quince o dieciséis, hasta Agathón (678-682), del que se ha
(770-840). La mayor parte de estos venerables personajes fueron no- dicho que tenía ciento tres años. El nombramiento del pontífice era
204 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 205

a menudo, en esta época, sólo un asunto entre clanes romanos, a los EDAD EN EL
EDAD
que se añade la intervención del emperador a partir del siglo IX. PAPAS
FECHAS
DEL
A LAQUE MOMENTO

Por consiguiente, no se puede sacar ninguna conclusión relativa a PONTIFICADO


FUERON ELEGIDOS DE LA MUERTE
AÑOS AÑOS
la actitud de la Iglesia con respecto a la edad, sino simplemente com­
·probar que se tenía tendencia a confiar la responsabilidad suprema Silvestre I ••••••••••u•••••• 314-335 44 65
Julio I ........................ 337-352 57 72
a hombres que habían alcanzado ampliamente la edad madura.
Dámaso I ................... 366-384 62 80
De los veinte papas de este período cuya edad conocemos, la me­ Siricio ······················· 384-398 60 74
dia al comienzo del pontificado se establece en los 54,3 años, lo que Sixto III .................... 432-440 62 80
invalida completamente los supuestos de Simone de Beauvoir, quien León I ······················· 440-461 so 71
declaraba que los papas de la Edad Media eran hombres jóvenes 40. Simplicio ................... 467-483 47 63
Siete de veinte pontífices tenían sesenta años o más en el momento Silverio ..................... 536-538 76 78

de su elección: Siricio (384-398) tenía setenta y seis años, Silverio


Gregario Magno ........ 590-604 so 64
Teodoro I .................. 642-649 62 69
(536-538), también seterita y seis años, y Agathon, ya mencionado, Martín I .................... 649-655 59 65
más de cien años. La edad media en el momento de la muerte se Agathon .................... 678-682 103? 107?
establece en 65,2 años. Dámaso I (366-384) y Sixto 111 (432-440) León 111 .................... 795-816 45 66
tenían ochenta años. Si bien es exagerado hablar de «gerontocracia Sergio 11 .................... 844-847 44 47
León IV ..................... 847-855 47 SS
pontifical» en el caso de la alta Edad Media, no es menos cierto que, 67
Nicolás I .................... 858-867 58
en esta época, los papas son las personalidades más ancianas del Juan VIII .................. 872-882 52 62
mundo religioso y político a la vez. Reyes y emperadores son mucho Juan XI ..................... 931-936 20 25
más jóvenes; excepto Carlomagno, rara vez llegan a los setenta años: Gregario V ................ 996-999 24 27
Luis el Piadoso murió a los setenta y dos años, y Carlos el Calvo a Silvestre 11 ................. 999-1003 64 68
los cincuenta y cuatro. Los dirigentes eclesiásticos son, y así sigue
siendo en nuestros días, claramente más ancianos que los persona­
jes políticos.
¿Podemos encontrar aquí una de las razones del carácter siem­ Pero queda aún por establecer la relación entre vejez y conser­
pre más conservador de la Iglesia? Sin duda es demasiado pronto vadurismo. En el concilio de Constantinopla, en el año 381, según
para responder a esta pregunta. Señalemos simplemente la tenden­ cuenta Gregorio Nacianceno, los ancianos no eran los menos exci­
cia del episcopado a atribuir responsabilidades a los más ancianos: tados: «Los obispos parloteaban como una bandada de cotorras reu­
en Numidia los obispos reconocían como primado no al titular de nidas. Había un estrépito de niños, el ruido de un taller completa­
una sede determinada, sino a su decano, senex, por antigüedad en el mente nuevo, una ráfaga de polvo, un verdadero huracán ... Discu­
episcopado 41• Además, la Iglesia de los primeros siglos atribuía un tían sin orden y se abalanzaban directamente al rostro, como avis­
lugar especial a las mujeres ancianas, con tal de que fueran viudas, pas, todos al mismo tiempo. Los ancianos venerables, lejos de cal­
reclutadas entre las que tenían más de sesenta años, sólo habían es­ mar a los jóvenes, les pisaban los talones...» 43. Las corrientes hete­
tado casadas una vez, habían ejercido la hospitalidad y practicado rodoxas o heréticas son lanzadas muy a menudo por hombres de
buenas obras. Su cometido era ascético, contemplativo y catequísti­ edad avanzada, los cuales dan muestra de una notable audacia de
co al mismo tiempo 42• pensamiento. Si Nestorio sólo tenía cincuenta años cuando inició el
206 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 207

debate sobre las naturalezas de Cristo, fue un viejo monje de más sentencia y que pueden interponer apelación ante el rey o el mayor­
de setenta años, Eutiquio, quien llevó la herejía a un grado supe­ domo de paiacio si consideran que ei conde se ha extraiimitado en
rior, afirmando que en Jesús la naturaleza divina había absorbido sus derechos, sobre todo desatendiendo la opinión mayoritaria» 45•
la humanidad, poniendo los cimientos de la doctrina monofisita. El tribunal está presidido en cada pueblo por el decano de la comu­
Apolinar de Laodicea, de la misma edad, encontraba una solución nidad.
intermedia, a propósito de la misma querella, afirmando que Cristo El medio real está compuesto, en una palabra, por una sorpren­
no tenía alma humana. Arrio tenía alrededor de sesenta y cinco años dente cantidad de viejos consejeros. Tras la fachada de jóvenes re­
cuando comenzó a negar, en 320, la divinidad de Cristo; Narsai era yes abatidos por el desenfreno y el asesinato, descubrimos persona­
casi centenario cuando difundió el nestorianismo en Persia a finales jes relativamente ancianos, quienes aseguran una cierta continuidad
del siglo V. Estos ejemplos bastarán por el momento al menos para de la política. Así sucede en la época de Dagoberto, relativamente
mantener la duda sobre la pretendida actitud conservadora y la fal­ mejor conocida (629-639) 46. En su infancia, el rey había sido edu­
ta de apertura de la vejez. ¿No fue un papa de ochenta y un a:ños cado en contacto con viejos nobles y mujeres de grandes cualidades
quien convocó el concilio más revolucionario de la historia moder­ que velaban por su salud. Durante su reinado está rodeado por el
na, el Vaticano 11? mayordomo de palacio de Neustria, Landri, antiguo amante de Fre­
negonda, de más de setenta años; por el senescal, especie de mayor­
domo superior, que es el más viejo servidor del rey; por el refrenda­
El papel político de los ancianos rio Bobbon, tan anciano que se le pone como apoyo a su secretario,
Ouen, futuro obispo de Rouen, que morirá a los setenta y nueve
El mundo de la política de la alta Edad Media ha sabido tam­ años en 683; por el mayordomo de palacio de Austrasia, Pipino de
bién sacar partido de las posibilidades de la vejez. Ciertos reinos bár­ Landen, de setenta y ocho años, que estará activo hasta su muerte
baros tienen un consejo de ancianos. En Gran Bretaña, Nennio lo en 640, a los ochenta y nueve años; por el mayordomo de palacio
menciona en varias ocasiones en su Kentish Chronicle: cuando Hen­ de Borgoña, Wamachaire, también él muy anciano pero dominado
gist, rey de los anglos, decide conceder a su hija en matrimonio a por su hijo Godin; por Arnoul, obispo de Metz, que morirá un año
Vortigem, rey bretón, convoca a su consejo de los ancianos para de­ después que Dagoberto, a los sesenta años; por Faron, obispo de
cidir acerca de lo que se va a pedir a cambio; Vortigem hace lo mis­ Meaux, que morirá en 672 con más de setenta años; por el obispo
mo, pero sus 300 ancianos serán masacrados por sorpresa por los an­ de Therouanne, Omer, que vivirá setenta y tres años (597-670); por
glos 44• Entre los merovingios, los viejos desempeñan un papel esen­ Wandrille, conde del palacio, que vivirá también más de setenta
cial en la justicia, si es que se puede hablar de justicia en esta épo­ años; por el duque Adalgiso, que acabará sus días a los ochenta y
ca. El conde es ayudado en el tribunal por «gentes honorables», no­ cuatro años (601-685); por Clodulfo, obispo de Metz, que casi llega
tables laicos y eclesiásticos que son de hecho los más ancianos de la a alcanzar los cien años (604-696). Si bien algunos de estos perso­
región. En el norte y en el este de Austrasia estos asesores son nom­ najes pertenecen a la generación de Dagoberto, sus tres principales
brados de forma vitalicia: donominados rachimbourgs, son automáti­ consejeros son claramente mayores que él: el famoso Eloy, nacido
camente los ancianos de los pueblos, y su decano, el thungin, que por en 588, tiene cincuenta y un años a la muerte del rey, pero vivirá
lo tanto es necesariamente un anciano, puede ser habilitado, en au­ aún veintiún años más; Didier, obispo de Cahors, nacido en 580, tie­
sencia del conde, para presidir el tribunal. «Los rachimbourgs son ver­ ne veinticuatro años más que el rey y morirá a los setenta y cinco
daderos jurados, que tienen voz deliberativa cuando se determina la años; y sobre todo el gran hombre del reinado, Ega, primer minis-
208 HISTORIA DE LA VEJEZ LA ALTA EDAD MEDIA 209

tro, hombre para todo, nombrado en 637 mayordomo de palacio de diferencia solamente se encuentra entre adultos y adultos entrados
Clovis II, tan excelente administrador como estratega, que contaba en anos.
sesenta y cuatro añós a la muerte del rey. El arte manifiesta esta indiferenciación. Se trata esencialmente
Se descubre así, no sin sorpresa, que este período merovingio, de un arte cristiano, que desde el principio es desfavorable a cual­
tras su fachada agitada y anárquica, llena de furor, de ruidos, de ma­ quier tendencia realista. El simbolismo ocupa un lugar muy impor­
sacres, saqueos, asesinatos, donde se agitan jóvenes y feroces tira­ tante en este campo, y el hombre está escasamente representado en
nos, posee una vieja armadura de viejos políticos, en su mayoría ecle­ él. Durante los primeros siglos se ve con frecuencia en los frescos la
siásticos, que aseguran la continuidad de la vida administrativa. La figura de Cristo, joven parecido a Orfeo. Los primeros ancianos apa­
dinastía de los merovingios va a deber en parte su duración de dos­ recen en los evangelios coptos y siriacos del siglo VI, como Eusebio
cientos cincuenta años a este conjunto de ancianos, más que a la re­ de Cesarea y Ammonio de Alejandría, en el evangeliario de Rabula.
tahíla de jóvenes sanguinarios que ocuparon el trono de Clovis a Pero los signos de la vejez aparecen estereotipados: largos cabellos
Childerico. y largas barbas blancas; a veces se añaden las arrugas, como en dos
de los evangelistas del púlpito de marfil del arzobispo Maximiano
de Rávena (mediados del siglo VI), o en los marfiles de la escuela
helenística de Antioco. El famoso mosaico de San Apolinar el Nue­
El arte: el anciano estereotipado vo, en Rávena, que data de la misma época, tiene también el interés
de sugerir una diferencia de edad entre los reyes magos que llevan
La alta Edad Media es por tanto una época de grandes contras­ sus ofrendas. El primero, Gaspar, es visiblemente un anciano, con
tes. Los ancianos no están ausentes, aunque las fuentes no hablen la barba y los cabellos blancos, mientras que el segundo es imberbe
apenas de ellos. En las clases humildes están a merced de los más y el tercero tiene la barba y los cabellos negros. Se puede observar
jóvenes, pero desempeñan un papel en relación con lo sobrenatural. también el lugar preferente dado a la vejez, pues el más viejo está
Entre los poderosos, no tienen ningún privilegio por derecho, pero en cabeza, así como una completa indiferencia con respecto a la
están en posesión de muchos cargos importantes, particularmente edad, pues estos tres sabios abarcan a la vez a un joven, un hombre
en la Iglesia. Según el derecho, matarlos no cuesta muy caro, pero maduro y un viejo.
están con frecuencia al frente de los tribunales. La elocuencia ecle­ El arte merovingio no entrará en estas últimas sutilezas. En él
siástica los trata con dureza, pero son ellos quienes dirigen la Igle­ la estilización es extrema. En cuanto a los retratos carolingios, tam­
sia. En este mundo guerrero no tienen ya ningún valor, pero en este bién son estereotipados; los viejos tienen la barba blanca y a veces
mundo iletrado son los testigos y la experiencia. son calvos. San Juan, en el evangeliario de Godescalc (hacia
De hecho, la alta Edad Media casi no tiene conciencia de lo que 781-783), lleva una pequeña barba y el pelo corto. Nada en él es re­
significa concretamente la vejez. En una sociedad rural sumamente flejo de la vejez, de la que la Edad Media no se preocupa, decidi­
frustrada, donde salvo entre los poderosos nadie tiene una idea pre­ damente, casi nada.
cisa de su edad, y donde, en condiciones de vida sumamente duras,
el aspecto físico se deteriora prematuramente, la diferencia entre el
individuo de cuarenta años y uno de sesenta o de setenta años debía
de ser mucho menor de lo que es en la actualidad. En un mundo
donde, salvo entre algunos grandes propietarios, nadie se retira, la
CAPITULO 7

Los siglos XI al XIII:


la diversidad social y cultural de la vejez

Los primeros años del siglo XI marcan, sin ninguna duda, el co­
mienzo de una nueva era en Europa. Más allá de sus legendarios
terrores, el año mil, así como los que le sucedieron fue, aunque pa­
rezca imposible, un hito esencial en la historia de la cristiandad. Su­
puso, en lo profundo, el fin de las grandes epidemias y carestías, la
expansión demográfica, las roturaciones, la estabilización del régi­
men feudal, el reconocimiento del comercio y de las ciudades. En lo
superficial: las nuevas dinastías, de los capetos y de los otones, los
primeros torreones de piedra, el «blanco manto» de iglesias, la pe­
regrinación a Santiago, pronto las primeras corrientes de reforma re­
ligiosa. El año mil es un nuevo comienzo: doscientos cincuenta a tres­
cientos años de Edad Media «clásica». Esta «hermosa» Edad Me­
dia se terminará, según las zonas, entre 1270 y 1330, y la peste ne­
gra le dará el golpe de gracia en 1348.
Así pues, el verano medieval brilla entre el comienzo del siglo XI
y el del siglo XIV. Se alcanza un relativo equilibrio, que produce al­
gunas flores magníficas: catedrales, castillos, dialéctica y escolásti­
ca, cistercienses y mendicantes, san Bernardo y san Francisco. Pero
no idealicemos: estas flores crecen en la inmensa turbera de la mi­
seria campesina. De la civilización medieval sólo nos queda el fino
barniz: el arte y la literatura.
Tras esta máscara se escondían los sufrimientos del mundo rural
y, por más que se diga, la Edad Media sigue siendo la Edad Media,
HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 213

es decir, un período en el cual no era bueno ser siervo o villano. En creación de Adán, la ley de Noé, la vocación de Abraham, la mo­
los inicios del siglo XI, el arzobispo Adalberon recordaba las tres narquía de David, el exilio de Babilonia y el nacimiento de Cristo.
grandes divisiones de la sociedad: oratores, bellatores, laboratores (sa­ Por consiguiente, el fin está próximo, y Rugo de San-Víctor encuen­
cerdotes, guerreros, campesinos). Estos últimos, la inmensa mayo­ tra un signo de ello en el desplazamiento del centro de la civiliza­
ría, permiten con su trabajo que los primeros, la pequeña minoría, ción hacia el oeste: «La divina Providencia ha ordenado que el go­
se instruyan y recen y que los segundos luchen. Gracias a su labor bierno universal, que en los comienzos del mundo se encontraba en
se construye la fachada de la Edad Media, grandiosa y simbólica Oriente, a medida que el tiempo se acerca a su fin se desplazase ha­
como la fachada de una catedral. Pero esta Edad Media refinada, cia Occidente para advertirnos que el fin del m\�ndo está próximo,
esta Edad Media de claustros, de palacios episcopales, de frescos y pues el curso de los acontecimientos ha llegado ya hasta el extremo
estatuas góticas, de universidades y de castillos, ¿a cuántos hombres del universo.»
importa de verdad? ¿Cuántos hombres la comprenden y se sirven de Esta idea del envejecimiento del mundo va acompañada para
ella? muchos de una visión pesimista de su época. El mundo, viejo, se en­
La Edad Media es una época dura, ni peor ni mejor que los pe­ coge como un anciano; los hombres empequeñecen. En el siglo XIII,
ríodos que la preceden y la siguen. Ha llevado a cabo grandes em­ Guiot de Provins afirma: «Los hombres de antaño eran hermosos y
presas gracias a sus élites clericales, pero su miseria sigue siendo pro­ altos. Los de ahora son niños y enanos.» Se lamentan de las desgra­
funda. Llena de contrastes como está, ha podido producir al mismo cias y la decadencia del presente: «La juventud ya no quiere apren­
tiempo a Francisco de Asís y a Simón de Monfort, y aceptarlos a der nada, la ciencia está en decadencia, el mundo entero va de ca­
los dos. Tanto el uno como el otro reciben la bendición del pontífi­ beza, ciegos conducen a otros ciegos y los arrojan a los precipicios...
ce, uno para servir a sus hermanos, el otro para masacrarlos. Mun­ Lo que antes se había condenado se ensalza ahora. Todo se ha des­
do sorprendente y sin matices donde conviven lo sublime y lo bes­ viado de su cauce» 1• Con frecuencia se considera el tiempo bajo su
tial, a veces en la misma persona, y que parece ignorar la medianía, aspecto nefasto: es el anciano-tiempo, alado y descarnado, que lleva
la mediocridad. una hoz, el que aparece en la estatuaria de las catedrales. El tiempo
es causa de decadencia y de decrepitud. La vejez del mundo sólo
acrecentará sus males y no mejorará nada. Saturno, nombre roma­
La vejez del mundo y las edades de la vida: un juego de no de Cronos, es el planeta más lejano y más lento, y de él se piensa
intelectuales que es frío y seco. Se le asocia con la senilidad y la muerte y se le
representa como un anciano con una muleta o una hoz.
Atendiendo a sus élites, ya que son las únicas que se han mani­ Sin embargo, la vejez puede tener ventajas para la gente: san
festado, este mundo se considera viejo. A partir de la llegada de Cris­ Buenaventura destaca el aumento de los conocimientos humanos que
to, punto central de la historia desde los trabajos de Dionisio el Pe­ se deriva de ella, y Bernardo de Chartres establece esta compara­
queño en el siglo VI, la humanidad ha comenzado su decadencia y ción que se ha hecho célebre: «Somos enanos montados en los hom­
avanza hacia su fin: «Vemos que el mundo desfallece y exhala, por bros de gigantes, pero vemos más lejos que ellos. » A pesar de todo,
así decirlo, el último aliento de la extrema vejez», escribía Otón de predomina el pesimismo. El mundo está viejo y decrépito, y todo va
Freising en su crónica. Según Honorio de Autun, el mundo ha co­ peor. El fin está cercano.
nocido la infancia, la juventud, la adolescencia, la edad madura y Todo esto no augura nada bueno, en el mundo imaginario me­
la vejez, y estas diferentes etapas han estado representadas por la dieval, para la concepción de la vejez humana. Los esquemas clási-
..·
.··�·.. · ..r· -:

214 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL X//1 215

cos de las edades de la vida dan en efecto una sombría imagen del tinuación viene juventud, que ocupa el lugar central entre las eda­
último período. La división de la vida en cuatro, seis o siete partes des y, sin embargo, la persona se encuentra en la plenitud de su fuer­
era, como ya hemos visto, una idea muy antigua, puesta de nuevo za, y esta edad dura hasta los cuarenta y cinco años, según Isidoro;
de moda por Isidoro de Sevilla. Desde entonces se la encontrará a o hasta los cincuenta, según los demás. Esta edad es llamada juven­
cada paso. Se perfecciona y se concreta en el siglo XIII, particular­ tud por la fuerza que tiene el hombre para ayudarse a sí mismo y
mente en la famosa enciclopedia en latín, El Gran Propietario de todas a otros, ha dicho Aristóteles. Sigue después la senecté, según Isidoro,
las cosas, célebre más tarde gracias a la traducción al francés en 1556. que está en medio de juventud y vejez, y la llama Isidoro pesadez
Encontramos· en ella la concepción clásica de la unidad fundamen­ porque en esta edad la persona está torpe en :1ábitos y modales; y
tal del universo, espiritual y material, sobrenatural y natural. Todo en esta edad la persona no está vieja, pero ha pasado la juventud,
es solidario: el ciclo de las estaciones, el movimiento de los planetas, como dice Isidoro. Después de esta edad viene la vejez, que según
la historia, el desarrollo de la vida humana, los temperamentos, los unos dura hasta los setenta años y según otros no termina hasta la
elementos y el simbolismo de los nombres. Todo está íntimamente muerte. Vejez, según Isidoro, es así llamada porque las gentes que
relacionado, todo repercute sobre todo, todo es imagen de todo; en en ella se encuentran están ansiosas ya que los viejos no tienen tan­
este mundo todo es a la vez realidad y símbolo. Las edades de la ta sensatez como han tenido y dicen tonterías en su vejez... La últi­
vida son un ejemplo de ello; según El Gran Propietario hay siete, que ma etapa de la vejez es llamada senies en latín... el anciano está lleno
corresponden a los siete planetas: infancia, pueritia, adolescencia, ju­ de tos y de esputos y de inmundicia hasta el momento en que vuel­
ventud, senecté, vejez, senies. Veamos las características que de cada ve a las cenizas y al polvo de donde ha salido» 2.
una se nos dan: Como podemos comprobar, lo que nosotros llamamos normal­
«La primera edad es la infancia, en la que nacen los dientes, y mente vejez ocupa aquí tres de las siete partes de la vida humana.
esta edad comienza en el momento del nacimiento del niño y dura Lo cual es una muestra de la importancia que le concede la Edad
hasta los siete años, y en esta edad al nacido se ie iiama infante, que Media. Lejos de considerar a la vejez como algo raro, se le da un
equivale a decir el que no habla, porque en esta edad 110 puede ha­ lugar esencial y se sitúa su comienzo hacia los cincuenta años, su­
blar bien y formar perfectamente sus palabras, ya que aún no tiene cediendo directamente a la juventud. Idea característica de los con­
los dientes bien ordenados ni firmes, como dicen Isidoro y Constan­ trastes a los que la Edad Media nos tiene habituados, no hay lugar
tino. Después de la infancia viene la segunda edad... Tiene por nom­ para la mediana edad; se es joven o viejo; joven mientras se conser­
bre pueritia, y es llamada así porque en esta edad está todavía igual va la fuerza fisica, viejo desde que comienza la debilidad. La Edad
que está la pupila en el ojo, como dice Isidoro, y esta edad dura has­ Media parece ignorar las transiciones; de la misma manera que pasa
ta los catorce años... Sigue a continuación la tercera edad llamada sin matices del bien al mal, de lo sublime a lo cruel, de la risa a las
adolescencia, que según dice Constantino en su viático termina a los lágrimas, el paso de la juventud a la vejez es una caída brutal. Y
veintiún años, pero según Isidoro dura hasta los veintiocho años... como en este mundo brutal el cuerpo se usa prematuramente, se lle­
Se extiende hasta los treinta y los treinta y cinco años. Esta edad es ga a viejo muy pronto.
llamada adolescencia porque la persona es lo suficientemente adulta Los ancianos son, pues, numerosos a los ojos del hombre medie­
para engendrar, ha dicho Isidoro. En esta edad los miembros son val. La vejez es una noción relativa, y las clasificaciones modernas
flexibles y están preparados para desarrollarse y recibir fuerza y vi­ no se adecuan en absoluto al siglo XIII. Si hacemos comenzar la ve­
gor por el calor natural. Y por esta razón la persona crece en esta jez hacia los sesenta .y cinco años, pocos viejos se podrán encontrar
edad tanto que alcanza el tamaño que la naturaleza le debe. A con- en la Edad Media. Pero este límite arbitrario no tiene ningún valor
216 HISTORIA DE LA VEJEZ
T LOS SIGLOS XI AL XIII 217

para los siglos pasados. Lo que importa es la manera que tenía el vida en los ochenta años. Pasada esta edad, «el hombre debe desear
hombre medieval de plantearse la vida, y es seguro que éste veía mu­ la muerte». Los cuatro períodos de veinte años los encontramos tam­
chos ancianos en los hombres y mujeres de más de cincuenta años. bién en Arnaldo de Villanueva, equivalentes a los cuatro humores
Tenía sin duda el sentimiento de codearse con un gran número de y a los cuatro elementos 5.
personas ancianas, igual que nosotros, y la noción de vejez le era El arte medieval hace suyas e ilustra estas ideas. En el siglo XII,
tan familiar como a nosotros, hasta el punto de hacer distinciones los capiteles del baptisterio de Parma establecían la relación entre
entre senecté y senies, inicio de nuestras categorías de la tercera y cuar­ los obreros de la undécima hora y la vejez del hombre, senectus 6. Se
ta edad. Qtros tratados, afinando aún más, llegan a dividir la vida encuentran en el siglo XIV, en los capiteles del palacio de los Dogos
humana en doce partes, a imitación de los doce meses del año; en y en un fresco de los Eremitani de Padua, las edades de la vida re­
este caso, la vejez, que abarca todavía tres partes, comienza a prin­ presentadas por medio de las ocupaciones características de cada
cipios de octubre, lo que le hace ocupar por término medio la cuar­ uno: tras las edades de la escuela, del amor, de la caza, de la guerra
ta parte de la existencia: y de la caballería llega el tiempo de la vejez, simbolizado por un vie­
jo sabio barbudo que estudia al amor de la lumbre: la ciencia y el
En el mes que viene tras septiembre estudio son las ocupaciones del anciano 7•
Llamado mes de octubre,_ ¿Eran tan populares ·estas ideas como afirmaba Philippe Aries? 8.
Cuando cumple exactamente LX años
Se convierte en un anciano canoso
En la Edad Media probablemente no. Del siglo XI al XIII sólo apa­
Y tiene por tanto que recordar recen en obras eruditas, la mayoría de las veces escritas en latín,
Que el tiempo le conduce a la muerte 3• como El Gran Propietario. En cuanto a los frescos y esculturas, su sen­
tido simbólico sólo podía ser percibido por una ínfima minoría. Sólo
O también, según otro poema: a partir del siglo XVII, y más aún en el XIX, las edades de la vida
se convertirán en un tema popular gracias, sobre todo, a la prolife­
Nada más llegar octubre ración de los grabados y los almanaques. Pero no es en absoluto ne­
El hombre debe sembrar buen trigo cesario tener una teoría completa de la división de la vida en cua­
Del cual tendrá que alimentarse todo el año; tro, seis, ocho o doce períodos para tener conciencia del envejeci­
Así debe actuar el hombre experimentado
miento y de sus manifestaciones. El campesino medieval no divide
Que ha llegado a los LX años;
Debe sembrar entre los jóvenes la vida en etapas, para él no existen ocupaciones específicas a cada
Buenas palabras, por ejemplo, edad de la vida; no hay para él ni tiempo de escuela, ni edad de la
Y dar limosna, tal es mi opinión 4• caza, de la guerra o del estudio. Sólo existe el trabajo de la tierra,
del principio hasta el final, y todo está, por tanto, en función de la
Algunos, agrupando los meses en estaciones, dividen la vida en fuerza de trabajo, lo que sólo permite que se mantengan tres perío­
cuatro partes, lo que corresponde más a nuestra clasificación actual dos: la primera infancia, donde el individuo es improductivo; la vida
en infancia, edad adulta, tercera y cuarta edad. Así, para el italiano adulta, que comienza desde el momento en que se puede ayudar en
Felipe de Novara, que escribe hacia 1265, cuando contaba más de el campo y que termina cuando se está demasiado baldado y decré­
cuarenta años, su tratado Des quatre tenz d (aage d(ome, la existencia se pito para sembrar o cosechar. Entonces comienza la verdadera ve­
compone de cuatro períodos de veinte años cada uno, lo que esta­ jez, más tarde, sin duda, que en las teorías aristocráticas. A los se-·
blece la entrada en la vejez a los sesenta años y el término de la senta tal vez se toca retreta para el guerrero, no desde luego para el
218 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 219

cultivador. La vejez, en el sentido de retiro, es sobre todo un hecho es en conjunto pesimista. Para El Gran Propietario, la vejez es peno­
oe 10s memos anstocraucos y Hteranos.
1 1 1• • , / .• 1• •
sa, los individuos empequeñecen; chochean; están Henos de toses, de
La diversificación de las funciones sociales ha ayudado sin duda gargajos y de inmundicias, antes de convertirse en cenizas. Para El
a tomar conciencia por primera vez de la especialidad de la vejez, Grant Kalendrier, al anciano sólo le queda pensar en su muerte y dar
sentimiento que había desaparecido durante la alta Edad Media, limosna. Para Felipe de Novara, que escribe como entendido, la vida
como ya hemos visto. A partir del siglo XI, los documentos empie­ de los viejos no es más que dolor, y sobre todo no hay que plantear­
zan a hablar expresamente de la vejez, a describirla, a buscar sus les la pregunta: «¿Sufrís?»
causas y también sus remedios. Se recuperan entonces, sobre todo Resumiendo su experiencia personal, Felipe observa que según
en el siglo XIII, ciertos aspectos del pensamiento antiguo. El ancia­ la opinión general, las personas ancianas son tachadas de necedad
no, que había que ir a buscar con gran dificultad en las crónicas y y de pérdida de la sensatez: «Hay quienes dicen que los viejos están
los tratados teológicos de las edades oscuras, vuelve a ser un perso­ idiotizados y faltos de memoria, y han cambiado y olvidado lo que
naje de la literatura. Se tiene interés por él; se le consagran libros; solían saber» 9• Los jóvenes los desprecian y no dudan en interrum­
se estudia su situación. pir sus intervenciones en los consejos; sin embargo, son entonces ás­
Este solo hecho es significativo: la vejez es sentida en la Edad Me­ peramente reprendidos por sus colegas (lo que es una valiosa mues­
dia como una realidad muy presente, a causa de la existencia de nu­ tra acerca de la actitud general de respeto hacia la vejez). Los an­
merosas personas ancianas y como una probabilidad muy grande de cianos, continúa Felipe, deben agradecer a Dios el haberles dejado
futuro para la mayor parte de los adultos. Hacia 1175; Etienne de tanto tiempo para arrepentirse; deben pensar en salvar su alma y
Fougeres, capellán de Enrique II de Inglaterra y obispo de Rennes, despreciar la vida. Deben evitar, sobre todo, casarse con una perso­
escribe un poema, «Sobre la vejez»; hacia 1265, Felipe de Novara na joven, ya que serán engañados indefectiblemente; pero casarse
consagra al tema una buena parte de su libro; a finales del siglo XIII con una vieja no es mucho más recomendable, pues «dos carroñas
Arna!do de Villanueva publica La Defensa de la vejez y el rejuveneci­ cu uui:1 ca111i:1 uu Su11 111uy apetitusa:sn. Pu1 tautu, c:s 1ucju1 1cilU111;,iar
miento; Roger Bacon, «el doctor admirable», compone hacia 1280 El al matrimonio a partir de cierta edad, pues de todas formas Dios
Cuidado de la vejez y la preservación de la juventud; varios libros se ocu­ siente horror por los viejos lujuriosos. Que piensen ante todo en dar
pan de las edades de la vida, ya lo hemos visto; dentro del mundo limosna para ganar el paraíso. Las viejas son en general viciosas; se
musulmán, Avicena escribe un tratado, Lafatigay la vejez. El interés maquillan para disimular su fealdad y se enfadan cuando se les re­ ¡,
por la edad avanzada es desde luego seguro, al menos entre los eru­ cuerda su edad. Esta tradicional misoginia queda, sin embargo, sua­
ditos. Interés personal, ya que la mayor parte de estos autores tie­ vizada por el reconocimiento que se hace de la utilidad de las an­
nen alrededor de setenta años cuando redactan las obras citadas, cianas: ellas dirigen la casa y los bienes, educan a los jovencitos, arre­
pero también interés más general, que muestra la relativa importan­ glan los matrimonios. En El Libro de los modales, escrito hacia
cia de los ancianos en la sociedad medieval. 1170-1175, se podía ver a la vieja condesa de Hereford pasar el tiem­
po fundando capillas, cuidando a los pobres, ocupándose de los ni­
ños, recibiendo a eclesiásticos 10.
La vejez en el mundo de lo imaginario: una opinión Novelas y poesías, procedentes de medios clericales tanto como L
desfavorable laicos, coinciden en describir los vicios, la fealdad y el horror de la
Se estudia la vejez desde todas las perspectivas: descriptiva, nor­ vejez. La historia de Aucassin y Nicolette, compuesta en la primera
mativa, médica, moral y simbólica. La imagen que de ella se tiene mitad del siglo XIII, reserva los papeles antipáticos a viejos. Frente
220 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 221

a la juventud, la frescura, la lealtad y la belleza del héroe y la he­ canso, este Tiempo que se aleja de nosotros y nos abandona tan fur­
roína, nos encontramos con el tutor de Aucassin, Garín de Beaucai­ tivamente que parece pararse sin cesar, pero que no acaba de pasar,
re, viejo señor que realiza turbios tratos, comercios deshonestos y de manera que no se puede pensar en el presente sin que haya pa­
no cumple sus promesas: «El conde Garins de Biaucaire era viejo y sado ya. El Tiempo que transcurre siempre sin volver atrás, como
frágil, su tiempo había pasado» 11: después de cierta edad uno ya el agua que cae y de la que ni una sola gota puede subir de nuevo
no sirve para nada. Aucassin le reprocha sobre todo no cumplir la a su punto de origen, el Tiempo al que nada se resiste, ni hierro ni
palabra dada, falta grave a esta edad: «En verdad, dice Aucassin, nada por duro que sea, porque corrompe y devora todo, el Tiempo
me siento muy ofendido cuando un hombre de vuestra edad mien­ que cambia, alimenta, hace crecer todo, y todo lo consume y todo
te» 12. En cuanto a Nicolette, es puesta bajo la vigilancia de una vie­ lo pudre, y el Tiempo que envejeció a nuestros padres, que envejece
ja desagradable por el vizconde de Beaucaire, vasallo de Garín. a reyes y emperadores y a nosotros mismos envejecerá, a menos que
El Roman de la Rose, de mediados del siglo XIII, traza un retrato la muerte nos lleve antes, la había despojado de todo, hasta tal pun-.
poco halagüeño de la vejez, de la que sólo recoge la fealdad. El pa­ to que no tenía más fuerza ni sentido que un niño de un año. Sin
saje es interesante por varias razones. La pintura cruel que aquí se embargo, que yo sepa, ella había sido hábil y decidida en su mejor
hace, anuncia ya las amargas reflexiones y los retratos del Renaci­ edad, pero ahora estaba completamente idiotizada. Por lo que re­
miento; pero sobre todo, la visión de la vejez provoca rápidamente cuerdo, su cuerpo estaba cubierto por una capa forrada que lo man­
la meditación sobre el tiempo que pasa: tenía caliente, ya que los ancianos son sensibles al frío: es natural
en ellos, ya lo sabéis» 13.
El Tiempo que envejeció a nuestros padres,
que envejece a los reyes y emperadores, La indiferenda hacia el tiempo y la vejez: la actitud
y a nosotros mismos envejecerá, de los hombres de iglesia
a menos que la muerte nos lleve antes.

«El tiempo que se aleja noche y día», «el tiempo que no puede
En el cortejo de imágenes y pinturas que adornan el muro del permanecer», «el tiempo ante el que nada resiste», «el tiempo que
ja�dín, después �e odio, felonía, villanía, codicia, avaricia, envidia, todo lo iransforma», «el tiempo que envejeció a nuestros padres»,
tristeza y precediendo a hipocresía y pobreza, vemos a Vejez que se «el tiempo que todo lo abarca»: Guillermo de Lorris no comparte
acerca, bien acompañada: la «inmensa indiferencia hacia el tiempo» de la que ha dado mues­
«Después estaba representada Vejez, con un pie encogido, como tras la Edad Media. Tampoco Rutebeuf, quien, por otra parte, ad­
� natural. Apenas podía alimentarse, tan decrépita estaba, la vie­
ra vierte a los jóvenes en la Chanson de Pouille: «Cuando seáis viejos...»
Jª chocha; su belleza estaba completamente echada a perder; su ca­ Y desde finales del siglo XII, el monje Hélinant de Froidmont veía
beza estaba canosa y blanca como si hubiese florecido. No supon­ en el rostro de los viejos la imagen de la muerte:
dría una gran pérdida ni gran perjuicio si muriese, pues todo su cuer­
po estaba seco por la vejez y aniquilado; su rostro, antes delicado y muerte que estás claramente escrita
lleno, estaba marchito y surcado de arrugas; tenía las orejas cubier­ en el viejo rostro miserable 14•
tas de �usgo y no le quedaba ni un diente; estaba tan caduca que
no hubiese podido caminar sin muleta la distancia de cuatro toesas. Se puede afirmar sin ninguna duda, como dice Jacques Le Goff,
Tal había sido la obra del Tiempo que avanza noche y día sin des- que en esta civilización cristiana el tiempo «está instalado en la eter-
222 HISTORJA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 223

nidad, forma parte de la eternidad... Para el cristiano de la Edad Me­ Con la vida conventual, la Iglesia ha conseguido crear islotes de
dia... sentirse existir era para él sentirse ser, y sentirse ser era sen­ eternidad sobre la tierra: en edificios sin edad, hombres sin edad re­
tirse no cambiar, no sucederse a sí mismo, sino sentirse subsistir. Su citan, al son de una melodía estereotipada, letanías sin comienzo ni
tendencia hacia la nada estaba contrarrestada por una tendencia fin. Fuera de las oraciones, que son una reactualización del «orden
opuesta, una tendencia hacia la causa primera» 15• Pero, como el de las palabras del discurso primordial», sólo hay silencio, es decir,
mismo autor puntualiza en otra parte, «... creo que los hombres de intemporalidad; la palabra, que es devenir, está abolida. Los mon­
la Edad Media, lejos de ser indiferentes al tiempo, eran particular­ jes no nacen; los monjes no mueren; perduran eternamente, porque
mente sensibles a él. Si no son exact9s en su medida es sencillamen­ no son individuos, son una comunidad: Han perdido su nombre y
te porque no experimentan la necesidad de serlo, porque el marco «con el nombre se ha eliminado la infancia, la familia, el padre y la
de referencia del acontecimiento evocado no es el numérico. Pero madre, todo el linaje precedente, como queda abolido el momento
muy pocas veces falta una referencia temporal... La verdad es que en que el niño viene al mundo» 18• Llevan el nombre de un santo,
el tiempo y la cronología no están unificados. Una multiplicidad de cuya imagen perpetúan, y este nombre permanecerá a través de los
tiempos, tal es la realidad temporal para el pensamiento medie­ hermanos que lo llevarán sucesivamente. El nombre es inmortal,
val» 16• La relatividad le resulta una idea familiar, y como conse­ como la comunidad, como los monjes. Y en este mundo no se enve­
cuencia de ello el sentimiento del envejecimiento varía según los me­ jece. Las reglas monásticas no hablan de la vejez ni de las edades
dios socioeconómicos y las circunstancias. De manera lógica, la in­ de la vida. El abad cisterciense Isaac de l'Etoile, muerto hacia
diferencia hacia el tiempo es el patrimonio de las gentes de Iglesia. l l 68-1169, especula en sus sermones sobre el simbolismo de los nú­
El calendario litúrgico es un gran intento de abolir el tiempo bajo meros, que aniquila la realidad del tiempo: el siete designa el pre­
una apariencia cíclica y mística; Cristo nace y resucita cada año y sente, y es la cifra perfecta y eterna 19• Filón, san Gregario, Rabano
cada día, eternamente presente para la humanidad redimida. El Mauro, Isidoro de Sevilla, Jean de Salisbury dicen lo mismo 20•
tiempo cíclico y el mito del eterno retorno están representados por En esta concepción, el retiro al convento al final de la vida toma
la rueda de la fortuna que adorna cada catedral: «No tengo reino, también el significado de una salida del tiempo, de una entrada en
he reinado, reino, reinaré...» la eternidad. Es un medio para escapar a la vejez, de prolongarse,
Los milenaristas se apresuran a buscar en el futuro la edad de de perpetuarse. El movimiento, que comienza durante la alta Edad
oro del pasado. La escolástica glosa los textos antiguos. Oraciones, Media, se va intensificando. A comienzos del siglo XII, Eustaquio
himnos, cánticos repiten incansablemente las mismas palabras; inal­ de Boulogne, hermano de Godofredo de Bouillon, que había sido ele­
terables, eternas, reactualizando constantemente el pasado. La his­ gido por los barones francos de Tierra Santa como rey de Jerusalén
toria se convierte en crónica del tiempo presente. Tomás de Aquino en 1118, renunció a su título y a su viaje para retirarse, a los sesenta
piensa que el estudio de las sucesivas escuelas filosóficas no tiene in­ años, a la abadía de Rumilly, donde murió en 1125. Los monaste­
terés; sólo importa lo que tiene valor universal y eterno en cada una. rios cluniacenses, cistercienses, cartujos, premonstratenses y pronto
Y cuando algunos se aventuran a explicar la historia del mundo des­ los franciscanos y dominicos se convierten en refugios donde la no­
de la creacion, se quedan impresionados por la contemplación de su bleza envejecida se pone a cubierto del tiempo. Numerosos obispos
decrepitud y la cercanía de su fin. Es necesario detener esta odiosa los imitan. En 1120, Marbode, obispo de Rennes desde 1096, se re­
marcha hacia el futuro. El ideal es lo inmutable y lo incorruptible. tira a Saint-Aubin de Angers a la edad de ochenta años, donde mue­
«Un esfuerzo encarnizado para petrificar la historia», así califica Gi­ re en l 123 21; Arnoul, obispo de Lisieux durante cuarenta años, co­
lles Lapouge el pensamiento medieval 17• sejero de Enrique II, entra a los ochenta y un años en la abadía
224 HISTORIA DE LA VEJEZ

Saint-Victor de París, en 1181; murió en ella a los ochenta y cuatro


T LOS SIGLOS XI Al XIII

anciano que está ante las puertas de la muerte; en un determinado


225

años; Alain de Flandre, obispo de Auxerre de 1152 a 1167, se retira momento ya no estaréis en medio de este mundo... vosotros, a quie­
a Clairvaux, donde muere a los ochenta años en 1186; Alain de Li­ nes arrastran los años y que no podéis tardar en caer bajo las mi­
lle, «Alain el Grande», teólogo, que enseña en París y en Montpe­ radas de los ángeles y en comparecer ante el temible tribunal de Je­
llier, entra en los cistercienses en los últimos años de su vida y allí sucristo» 24. Por eso resulta ridículo que un anciano se lance a em­
muere a los ochenta y nueve años, en 1203. presas nuevas, como el hombre que, tras quedarse viudo, entra en
Como sucede en la época precedente, los teólogos se interesan el convento, después sale de él y «vuelve a casarse de una manera
poco por los ancianos. Santo Tomás se ha ocupado muy poco de la tan indecente como ridícula» 25, o como un tal Eustaquio, quien, a
vejez, a no ser para comprobar que ésta no es un fenómeno natural. una edad muy avanzada, acaba de usurpar la sede episcopal de Va­
Físicamente se caracteriza por un agotamiento de las operaciones vi­ lence: «¿Queréis que una edad que sólo sirve en este momento para
tales, derivado a su vez del desperdicio de calor humano, pues la recoger, en el descanso, los favores innumerables de la misericordia
vida sólo puede conservarse mediante la mezcla de calor y hume­ divina, se consuma soportando el dolor de las faltas de vuestra ju­
dad. Pero esta decadencia fisica y la muerte que la acompaña son ventud, sin expiarlas por ello? ¿Acaso estos venerables cabellos blan­
los efectos de la destrucción de la justicia original que permitía al cos deben ser privados del honor que les pertenece y mancillados
alma preservar al cuerpo de cualquier imperfección. Antes del pe­ por el desprecio para el que no están hechos?» 26.
cado original, el hombre era eterno por un don divino, y volverá a Por lo demás, la vejez no tiene distintivo particular; la virtud o
serlo 22. el vicio de los viejos es el resultado de una vida entera. En general
La espiritualidad cisterciense, en su desprecio por lo terreno y lo es demasiado tarde para cambiar de conducta en los últimos días;
corporal, no podía conceder una importancia muy grande a la ve­ la vejez es un resultado: «Es extremadamente dificil que los ancia­
jez. Y aunque no la niega, sin embargo intenta utilizarla con una nos se corrijan y abandonen los hábitos viciosos inveterados en
finalidad moral y escatológica. San Bernardo asigna a los ancianos ellos.» Pueden servir tanto de buenos como de malos ejemplos a la
el papel de guías espirituales para la juventud, en una relación maes­ juventud, y su responsabilidad es grande en este terreno: «Su sabi­
tro-discípulo que nos hace recordar la práctica griega: « ... El trató duría brilÍa tanto más cuanto que la vejez misma se instruye con la
con los ancianos es más seguro; gracias a su autoridad y su expe­ edad, se fortalece por medio de la experiencia y se hace más pru­
riencia educan la conducta de los jóvenes y le dan, por decirlo así, dente con el paso del tiempo. Ella es quien produce los dulces frutos
el tinte de la honradez. Si aquellos que no conocen la situación de de los esfuerzos precedentes y quien engaña al prójimo y le sirve de
los lugares se fija, antes de ponerse en camino, en los que están se­ modelo. Pues muchos ancianos que viven una larga vejez sin ser me­
ñalados en las direcciones que tienen que tomar, ¿no deben los jó­ jores por ello, porque no han sabido reunir ninguna riqueza en el
venes, con mucha más razón, iniciar un camino nuevo en compañía momento favorable, infectan con la corrupción de su vida culpable
de los ancianos, a fin de estar menos expuestos a equivocarse y apar­ la mente de los jóvenes desprovistos de toda virtud. La religión, en
tarse del sendero de la virtud? No hay nada más hermoso que tener efecto, puede ser destruida tanto por un anciano vicioso e insensato
a los ancianos como conductores y testigos de su camino. La reu­ como por un joven temerario y desvergonzado» 27•
• 1
nión de jóvenes y viejos está llena de encantos. Unos están para en­ La edad no tiene nada que ver, pues, con la virtud o la sabidu­
señar, los otros para consolar; unos distraen, los otros respetan» 23• ría: «No digo que es una edad demasiado joven o demasiado ade­
Pero el anciano debe pensar sobre todo en sí mismo, pues se apro­ lantada para la gracia de Dios; se ve, por el contrario, a muchos jó­
xima a la muerte: «La vida entera es muy corta, pero más para el venes que sobrepasan a los ancianos en inteligencia ... Estos jóvenes
LOS SIGLOS XI AL XIII 227
226 HISTORIA DE U VEJEZ

inducidos a la virtud valen más que hombres que han envejecido en sui cuerpo, entorpecido sus miembros, cubierto de arrugas su carne
la maldad. Un hombre aún niño cuando cuenta cien años de exis­ debilitada; conserva un corazón inflamado de santos deseos, un alma
tencia es digno de toda clase de desprecios; pero hay por el contra­ apasionada por secundar sus piadosos designios y un espíritu que
rio una vejez digna de todos nuestros respetos aunque no cuente con está por encima de los desfallecimientos del cuerpo. Después de todo,
un gran número de años y no se eleve demasiado alto» 28. San Ber­ ¿qué tiene de extraño que se preocupe tan poco por el estado de de­
nardo enlaza así con esta idea familiar al pensamiento clerical de la terioro y de ruina en que se encuentra la choza que habita, cuando
Edad Media: la verdadera vejez es la sabiduría y la virtud, y el nú­ ve elevarse cada día más el edificio espiritual que él construye para
mero de los años es completamente secundario, aunque, en la vid-:,.. la eternidad? Sabe bien que perderá su casa de barro sólo para re­
corriente, un joven sabio es «un prodigio de la gracia que tiene que cibir del mismo Dios otra casa que no estará hecha por la mano de
impresionar». Por tanto, el anciano no está eximido de hacer esfuer­ los hombres y que durará eternamente». «Cuando el cuerpo está ro­
zos para tender hacia la perfección, porque el que no avanza retro- busto y vigoroso, el alma está.débil y abatida; por el contrario, ésta
. cede; en la carrera hacia la salvación está excluida cualquier idea recobra toda su fuerza y su vigor cuando el cuerpo sufre y se debi­
de abandono o de retirada: «Por mucho tiempo que corráis, si no lita. El Apóstol ya lo había experimentado cuando decía: -Jamás
corréis hasta la muerte, no alcanzaréis vuestro propósito y no ob­ estoy más fuerte que cuando estoy débil» 31. El adagio moderno se­
tendréis el premio; ahora bien, el premio de esta carrera es Jesucris­ gún el cual «un cuerpo fuerte obedece, un cuerpo débil domina» no
to mismo» 29• No está permitido ningún relajamiento, pues el demo­ tendría sentido para san Bernardo. En el Libro sobre la manera de vivir
nio tienta al hombre hasta el final de su vida, y se ven demasiados bien afirma que «la salud del cuerpo, que conduce al hombre a la
de «estos ancianos tercos y dificiles que abundan en nuestros días imperfección del alma, es mala: sin embargo, la imperfección del
llenos de peligros». cuerpo, que lleva al hombre la salud del alma, es buena» 32•
La suerte de la vejez radica en la decrepitud del cuerpo, que per­ La magnífica indiferencia de la Iglesia con respecto a la edad se
mite al alma elevarse más fácilmente hacia las realidades celestiales. ve reflejada también en la escultura románica y su estilización in­
Cuanto más se debilita el cuerpo más se fortalece el alma. Esto es temporal. La barba es el principal atributo del viejo. Sin embargo,
lo que observa el biógrafo de san Bernardo, Guillermo de Saint­ como vemos en Moissac en el primer tercio del siglo XII, aparece
Thierry, en la persona del propio santo: «Siempre está lleno de vi­ una primera preocupación por la individualización, si no en los vein­
gor y de fuerza, y a medida que su cuerpo se debilita él se muestra ticuatro ancianos del Apocalipsis representados sobre el dintel, al
más fuerte y más potente, no cesa de hacer cosas dignas de memo­ menos en los dos grandes ancianos del entrepaño, de los que uno tie­
ria» 30. Aunque sólo vivió sesenta y tres años, san Bernardo se vio ne una gran cabellera y el otro la cabeza calva y la frente arrugada.
atacado, en efecto, por muchos males en sus últimos años, pero man­ También en el siglo XIII, como señala Georges Duby, el hombre es
tuvo hasta el final una actividad espiritual prodigiosa. representado de manera intemporal 33; es un tipo, una idea, un ideal
El mismo san Bernardo observaba un fenómeno idéntico en su que no puede por ello mostrar las señales de deformación de la ve­
amigo Guerin, abad de Santa María de los Alpes, que emprendió a jez. Hombres y mujeres son eternamente jóvenes y bellos. El carác­
una edad muy avanzada la reforma de su convento. Lo felicita por ter venerable de los viejos santos y de los profetas está simbolizado
ello: «Estáis en edad de descansar, vuestros dilatados servicios sólo con una magnífica barba, como se ve en los pórticos de Chartres y
esperan ya su recompensa... No hay por qué temer que el enemigo de Reims. Las arrugas son una excepción: surcan la frente de san
triunfe sobre aquél en quien ni siquiera los años han hecho mella; Pablo, que por otra parte es calvo, en Chartres, y la de san Juan
su alma es más fuerte que la edad; en vano la vejez ha helado todo Bautista en la estatua del colegio de Rieux.
228 HISTORIA DE LA VEJEZ

Reyes y príncipes son igualmente intemporales sobre sus tum­


bas. Las estatuas yacentes no tienen edad, a semejanza de la del du­
r LOS SIGLOS XI Al-Xl/1

necia, que se llamaba Henri Dandolo... era muy sabio y muy va­
liente». En otro lugar menciona de pasada que es un anciano, pero
229

que de Normandía; Roberto, muerto a los ochenta años en 1134, lo que más le impresiona es que está casi ciego: «Pues era un hom­
que se encuentra en la catedral de Gloucester; la cota de mallas, que bre viejo; aunque tenía unos hermosos ojos apenas podía ver, pues
recubre frente y mentón, disimula todo rastro de vejez; la octogena­ había perdido la vista a causa de una herida que tuvo en la cabe­
ria Leonor de Aquitania y la septuagenaria Isabel de Angulema, en za» 34. Incluso entre los grandes, el principal problema es el desco­
Fontevraud, parecen mujeres jóvenes. No encontramos en esto nin­ nocimiento de la fecha de nacimiento: según Christopher Brooke, la
guna diferencia entre Oriente y Occidente: algunas arrugas, una lar­ hija del rey de Inglaterra Enrique I, Matilde, es la primera princesa -
ga barba y cabellos blancos confieren la sabiduría a los obispos que inglesa desde el siglo VII cuya fecha de nacimiento se conoce 35; Gui­
rodean al emperador Constantino XI en las miniaturas de la cróni­ llermo el Mariscal, cuyas hazañas caballerescas llenan las crónicas
ca de Jean Skylitzes, del siglo XI. de comienzos del siglo XIII, nació «hacia 1145»; la mayoría de las
Giotto permanece fiel a estos cánones: en la famosa escena de la veces se contentan con redondear el número de los años con la de­
reconciliación de santa Ana y de san Joaquín, que se encuentra en cena más próxima.
la capilla Scrovegni de }'Arena en Padua, Ana tiene los cabellos gri­ Los procesos de canonizacion, donde desfilan cientos de testigos
ses, Joaquín tiene barba y cabellos blancos.· Sin embargo, los críti­ que rehúsan dar su edad y su profesión, son un ejemplo evidente.
cos se interrogan sobre la significación de una mujer misteriosa, que Una muestra de ellos es el de san Ives, que tiene lugar en 1330; para
se cubre la cabeza con el extremo de un manto negro, y que mira la información comparecen en Tréguier, ante los obispos de Limo­
con semblante penetrante y celoso a una joven rubia sonriente. Al­ ges y de Angulema y el abad de Troarn, 216 testigos cuya edad se
gunos ven en ella el símbolo de la envidia de la vejez hacia la ju­ indica con la mención: «como se muestra por su aspecto corporal»;
ventud. Por otra parte, en Italia aparece en el siglo XIII una repre­ el aspecto fisico es el único medio de verificación, muy aproximado,
sentación más realista de los ancianos, en los frescos de la iglesia de de la cifra citada. Ahora bien, de estas 216 personas, 162 declaran
Asís, obra del romano Pietro Cavallini: Jacob sirve una comida a su una edad que es un múltiplo de 10; 191 un múltiplo de 5. Solamen­
viejo padre Isaac, que está echado y cuyo rostro indica debilidad y te 25 personas tienen una edad intermedia. El grado de precisión no
sufrimiento. es mayor entre los jóvenes. En general depende de la condición so­
cial: eclesiásticos y caballeros parecen estar más al corriente de su
edad exacta: un caballero tiene sesenta y dos años, otro setenta y
La conciencia de la edad en el hombre medieval
dos·' un chantre de catedral tiene sesenta y tres años; un noble tiene
veintiocho años, otro tiene treinta y dos. .
Esta relativa indiferencia hacia la edad que caracteriza la obra ·Redondeaban su edad estos hombres con la decena superior o
de los moralistas, teólogos y artistas de la Edad Media clásica no infe�ior? Unos, como Georges Duby, piensan que a partir de cierta
debe engañarnos. En realidad, los hombres estaban muy atentos al edad los individuos exageran su edad gustosamente, y que es fácil
paso del tiempo y al envejecimiento. Es cierto que se ha insistido que a los setenta y seis años se diga, por ejemplo, que se tienen
con frecuencia en su falta de precisión en lo relativo a la edad de ochenta. Es una cuestion de prestigio para personas que, de todas
los individuos, en particular entre los cronistas. Villehardouin, ha­ maneras, no pueden hacer el papel de jovencitos. Tal vez esto e� cier-
blando del dux de Venecia Enrico Dandolo, de noventa y siete años, to en nuestros días, pero no necesariamente en la Edad Media. T.
que dirigió la cuarta cruzada, señala simplemente que «el dux de Ve- H. Hollingsworth, en su gran obra de demografia histórica, mues-
l'
230 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 231

tra por el contrario que se da más bien una tendencia a redondear luto ignorancia de la edad en el hombre medieval. Cada uno posee
con la decena inferior. Utiliza para ello las Averiguaciones «post mor­ un sistema de referencias ligado a los acontecimientos familiares, so­
tem» y las pruebas de edad relativas a los vasallos del rey de Ingla­ ciales o litúrgicos que le permite, cuando es necesario, situarse de
terra de 1250 a 1450. Estos documentos indican al mismo tiempo la manera exacta en el tiempo. Los procedimientos de pruebas de edad
fecha del fallecimiento de los arrendatarios y la edad del heredero; (proof of age) en Inglaterra lo muestran ampliamente. El primero de
cuando se encuentra la fecha de fallecimiento de este último se ob­ octubre de 1304, vienen a prestar declaración a York testigos, en ge­
tiene, pues, al mismo tiempo, su edad, y se comprueba con frecuen­ neral de edad avanzada, sobre la fecha de nacimiento de un tal John
cia que estos personajes tenían tendencia a rejuvenecerse 36. Apun­ Tempest, pu una cuestión de herencia. Cada uno utiliza sus refe­
tamos otro hecho que refuerza esta opinión: en el proceso de cano­ rencias personales, que son de una precisión asombrosa: William de
nización, varios testigos afirman tener «más de» cincuenta, sesenta Marton «se acuerda del día y del año porque el día de la Exaltación
o setenta años; nunca «menos de». de la Santa Cruz siguiente le nació un hijo, que ha cumplido vein­
tiún años en esta última festividad». William de Cestrunt se acuer­
da también de la fecha porque su madre se volvió a casar el día de
EDAD DECLARADA POR LOS TESTIGOS DEL PROCESO san Martín siguiente al nacimiento de John Tempest, hace de esto
37
DE CANONIZACION DE SAN YVES (TREGUIER, 1330) veintiún años; John de Kygheley tuvo una nieta aquel día; Henri de
15 años: 30 años: 12 + de 50 años: 70 años: 5 Aula se acuerda de que su padre se volvió a casar en la festividad
16 años: 35 años: 7 55 años: 13 + de 70 años: l de san juan Bautista siguiente; Robert Buck, de cuarenta y un años,
18 años: 37 años: l + de 55 años: l 75 años: 2 tiene por su parte una referencia humillante: el día siguiente de la
19 años: 2 38 años: 60 años: 50 78 años: l Natividad de san Juan Bautista recibió tal castigo por parte del
20 años: 5 39 aíios: 62 años: l 80 años: 4
22 años: l 40 años: 42 63 años: + de 80 años: l maestro de escuela que tuvo que volver a su casa; esto sucedía, se
25 años: 6 45 años: 2 65 años: 90 años: 4 acuerda muy bien, veintiún años anies; Robert Forbraz hizo aquel
28 años: 3 50 años: 43 66 años: año un viaje a Francia; Elías de Stretton se quedó viudo; Adam de
Brochtom fue padrino de John Tempest; Robert de Bradeley, de
ochenta años, tuvo aquel año un proceso por una tierra; Richard de
Los historiadores modernos han exagerado con frecuencia la ten­ Bradley tuvo un hijo, lo mismo que Henry de Marton; William de
dencia a la aproximación de los hombres de la Edad Media. Esta Brigham, de cuarenta y cuatro años, entró al servicio de sir William
corresponde, en lo que concierne a las cifras, a una voluntad cons­ de Paterton 39.
ciente de amplificación, de simplificación y de simbolismo. Esto es Todos son exactos: hace de eso veintiún años. Lo cual no les im­
evidente en la utilización que hacen los autores eruditos de los múl­ pide declarar para sí mismos una edad redondeada con la decena
tiplos de 7 o de 12. Pero ellos mismos tampoco se dejaban engañar. más próxima. En esto actúan de manera aproximada, porque ese no
A comienzos del siglo XII, un cronista tan dado a lo maravilloso es el problema principal.
como Orderic Vital sabe su edad y la pone al final de su obra: «Mira1 Pero son capaces de ser minuciosos en los casos en que es nece­
estoy consumido por la edad y la enfermedad y deseo acabar este sario.
libro... Cumplo ahora mis sesenta y siete años» 38• Nacido en At­
tingham en 1075, moría en 1143, a la edad de sesenta y ocho años.
La frecuente falta de referencia a las cifras no significa en abso-
T
i

232 HISTORJA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL Xlll 233

Los remedios contra la vejez al último haz de la cosecha se le denomina «la vieja», «el viejo» o
«la abuela», y se burlan del que lo recoge 4-0.
Cada cual sabe bien, pues, en qué momento de su vida se en­ La fuente de juventud forma parte, más que nunca, de la ima­
cuentra. Si no tenemos cifras es porque el hombre medieval no le ginación colectiva: en El Libro de las maravillas, de Jean de Mande­
daba tanta importancia como nosotros a la estadística meticulosa, ville, está escondida en medio de la selva india. En Le Fabliau de co­
pero esto no le impedía medir por sí mismo el número de sus años. quaigne, de mediados del siglo XIII, está bien situada en esta ciudad
La conciencia del paso del tiempo, y de su carácter irreversible, está maravillosa donde todos los bienes se encuentran en abundancia.
fuertemente anclada en su ánimo. Por eso le preocupa el envejeci­ En L 'Alexandrecité es más que una fuente, es un lago entero que re­
miento. Lejos de ser indiferente al tiempo, el hombre medieval teme juvenece a los que se sumergen en él. En otro lugar es el elixir de
envejecer, y busca los medios de escapar a la decrepitud, bien por larga vida y la isla donde no se envejece. El famoso elixir fue, como
la fantasía, bien por la ciencia. la piedra filosofal, el objeto de investigaciones de los alquimistas.
A nivel popular, el folklore asocia siempre la vejez con la idea Aquí o allá se sugieren recetas mágicas contra el .envejecimiento: be­
de la muerte y el sufrimiento. En las tradiciones alemanas, todas las ber la sangre de un niño o, más agradable pero no más eficaz, la
viejas son maléficas; son brujas que simbolizan el mal y la vejez uni­ leche del seno de una joven; o también bañarse en sangre 41•
das. En ciertos pueblos, para ahuyentar la vejez, se quema el mu­ Algunos nombres relevantes en el campo de la filosofía investi­
ñeco de una vieja. Un cuento famoso relata que en el principio Dios garon las causas del envejecimiento y sobre todo una eventual solu­
había fijado en treinta años la duración de la vida de los hombres ción. Avicena (980-1037), volviendo a tomar el problema en el pun­
y de los animales; como el asno pidió a continución que se le qui­ to en el que lo había dejado Galeno, insiste en la influencia que el
taran dieciocho años, el perro doce años y el mono diez, el hombre clima, el régimen alimenticio, la bebida, la excreción urinaria y anal,
reclamó para sí estos años suplementarios recuperados a los anima­ y el ejercicio físico tienen sobre el proceso de envejecimiento. «En los
les, lo que le otorgó una duración. de sesenta años. Pero no se daba viejos, escribe en su Canon, y en las personas decrépitas, el elemento
cuenta de que éstos serían años de dolor y de decrepitud. Una vez terrestre es más importante que en otras edades» 42• Maimónides
cumplidos los treinta años, tiene que trabajar penosamente, como (1136-1204) recomienda la moderación en la vida sexual y acons�ja
un asno, durante dieciocho años; después se arrastra de un rincón el disfrute del vino y los cuidados médicos. Arnaldo de Villanueva
a otro, como un perro, durante doce años, gruñendo, pero ya ni si­ (1135-1211), en su Tratado sobre la defensa de la vejez y el rejuvenecimien­
quiera tiene dientes para morder; finalmente, durante sus diez últi� to, hace una complicada mezcla de astrología, alquimia, medicina y
mos años, de los sesenta a los setenta, ya no está en pleno juicio, y teología, que le lleva a declarar: «La conservación de la juventud y
se burlan de él como de un mono. la posibilidad de retrasar la vejez se basan en el mantenimiento de
En el Rosellón, la Cuaresma, período de penitencia, está simbo­ la fuerza, de la mente y del calor natural del cuerpo en su estado de
lizado por una vieja, la patorra, a la que se quema el día de Pascua. templanza; y también en el cuidado y el arreglo de estos elementos
En Italia y en España, el rito de expulsión de la muerte se caracte­ cuando son defectuosos. Pues mientras la fuerza, la mente y el calor
riza por la costumbre de «serrar a la vieja»: se sierra en dos un ma­ natural del cuerpo humano no estén debilitados o desfallecidos, la
niquí muy feo que representa a la más vieja del pueblo; en Palermo piel no se arrugará, pues la disminución del calor natural que se en­
hacen como si serraran a la vieja de verdad; en Florencia, el mani­ fría y se reseca impide y altera la alimentación del cuerpo, lo que
quí de la vieja está relleno de nueces y de higos secos que la mu­ provoca el desgaste de la piel y las arrugas» 43• Esto es, en otros tér­
chedumbre recoge después del cercenamiento. En Europa central, minos, la recuperación de la teoría clásica según la cual el enveje-
�"
:J--_·'
234 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 235

cimiento es causado por el enfriamiento y el resecamiento del cuer­ dría creerse. Al investigar las causas del envejecimiento y del carác­
po, lo que debe combatirse con el consumo de buena carne, de vino ter mortal del hombre, utiliza fundamentalmente la medicina gre­
y de los baños. Fue el editor del Regimen Sanitatis de la escuela de colatina encuadrándola en un marco teológico cristiano: «La posi­
medicina de Salerno y se lanzó a la búsqueda del elixir de la larga bilidad de prolongar la vida viene confirmada por el hecho de que
vida. el hombre es naturalmente inmortal, es decir, capaz de no morir; in­
Los trabajos más importantes llevados a cabo sobre el proceso cluso después de haber pecado podía vivir todavía cerca de mil años,
del envejecimiento y sus remedios fueron los del sorprendente fran- y luego su longevidad fue acortada poco a poco. De donde se dedu­
ciscano Roger Bacon. Nacido en Dorset hacia 1210, estudia en Ox­ ce que esta disminución es accidental; por tanto debe ser posible po­
ford bajo el magisterio del gran teólogo Robert Grosseteste, después nerle remedio, total o parcialmente. Pero si investigamos la causa ac­
va a París, enseña a su vez en Oxford de 1251 a 1257, entra enton­ cidental de esta alteraci6n comprobamos que no es debida ni al Cie­
ces en la orden de san Francisco, comparte su tiempo entre París y lo ni a la nada, sino a un mal régimen de vida. Pues de padres co­
Oxford, pero encuentra numerosas dificultades con las autoridades rruptibles nacen hijos de naturaleza corruptible, y por la misma ra­
edesiásticas, preocupadas por el carácter poco ortodoxo de su obra. zón sus hijos son también corruptibles; y de esta manera la corrup­
Muere después de 1292, con más de ochenta años. ción se transmite de padres a hijos, de modo que la reducción de la
Este hombre susceptible y atormentado, de salud frágil sin em­ longevidad se hace por herencia. Esto no quiere decir, sin embargo,
bargo, tuvo la originalidad de poner el acento en la experiencia como que la vida sea cada vez más breve, pues está establecido como tér­
factor principal del conocimiento científico. Gracias a ella se podrá mino de la especie humana que el número máximo de años que pue­
prolongar la vida humana, así como construir aparatos que vuelan de alcanzar será de ochenta, pero con mucho dolor y sufrimiento.
navíos sin velas ni remeros, coches automóviles o ingenios sumergí� El remedio contra la corruptibilidad del hombre es seguir un régi­
bles. Pensamiento excepcional para su tiempo, pero que queda ins­ men de vida sano desde la juventud, que se basa en estas palabras:
crito en un plano religioso e incluso clerical: los prodigios de la cien­ comida y bebida, sueño y vigilia, movimiento y reposo, eliminación
cia s�rvirán para triunfar sobre los no creyentes y permitirán que la y asimilación, aire, pasiones del espíritu. Y si un hombre sigue este
Iglesia lleve a cabo una reorganización del mundo bajo la dirección régimen desde su nacimiento, vivirá tanto tiempo como le permite
de los clérigos. También considera sus obras científicas como ver­ la naturaleza que ha recibido de sus padres, y esto podrá llevarle has­
daderos secretos militares. Un ejemplo perfecto a este respecto es su ta el límite de la naturaleza, perdida con la integridad original; lí­
tratado. El cuidado de la vejez y la preservación de la juventud. Da en ella mite que no podrá, sin embargo, rebasar: pues este régimen es im-
consejos sobre la manera de prolongar la vida y mantener a los an­ potente contra 1a antigua
. . , de nuestros pad res» 45
corrupc10n
cianos en buena salud, pero quiere reservar estos preceptos saluda­ No se trata en absoluto, pues, de hacer que el hombre sea in­
bles para los cristianos, porque esto los hará superiores a los mu­ mortal, sino de alargar su longevidad para hacerla semejante a la
sulmanes. Por esta razón, toma la decisión de expresar sus opinio­ de los patriarcas. Visión optimista en suma, caracterizada por la con­
nes «de forma oscura y dificil, por miedo a que caigan en manos de fianza en el progreso científico: poco a poco, al ir mejorando su for­
los no creyentes» 44, lo que dificulta la comprensión de su texto, in­ ma de vida, el hombre alargará su existencia y reducirá los sufri­
cluso para los buenos cristianos. El tema tiene para él un gran in­ mientos de la vejez. Bacon, rompiendo con la teoría de la solidari­
terés, ya que vuelve a él en sus tratados Sobre el retraso de la vejez y dad universal de los elementos, atribuye el envejecimiento, en El cui­
Sobre el poder maravilloso del arte y de la naturaleza. dado de la vejez, a causas puramente naturales: «De la misma manera
Sin embargo, su pensamiento no es tan revolucionario como po- que envejece el mundo, los hombres envejecen también, np por cau-
,�
1
236 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 237

sa de la edad del mundo, sino por causa del aumento del número to de las facultades y de la fuerza natural, la disminución de la san­
de criaturas vivas, que infectan el aire que nos rodea, y por causa gre y del espíritu, la abundancia del flema podrido, los esputos re­
de nuestra negligencia en organizar nuestra vida, así como también pugnantes, el ahogo, la cólera, el insomnio, la inquietud, el dolor» 48•
por la ignorancia de cuanto conduce a la salud» 46• Cuando el hom­ A cada una de estas señales atribuye una causa, cuya extravagancia
bre envejece, la temperatura de su cuerpo disminuye a causa del des­ contrasta con lo que de razonable tenían las causas generales: los ca­
censo del grado de humedad natural interna y del aumento de la hu­ bellos blancos son debidos a la «flema pútrida que viene del cerebro
medad externa. Un factor importante de deterioro es la contamina­ y del estómago», las arrugas a la fatiga de la piel, la disminución
ción atmosférica, provocada por la proliferación de los seres vivos; de las fuerzas a «una humedad extraña y no natural que reblandece
¿Podemos ver en ello una intuición del fuerte crecimiento demográ­ los nervios».
fico que tiene lugar en Europa en la época en que escribe Bacon? Es a los cuarenta años cuando «la belleza del hombre alcanza
Los demógrafos han calculado para Inglaterra el siguiente ritmo de su máximo esplendor». Después comienza la decadencia, que puede
crecimiento 47: retrasarse de muy diferentes maneras, que Bacon declara haber ex­
perimentado por sí mismo. ¿Acaso no se consiguió rebasar el límite
PERIODO CRECIMIENTO ANUAL fatal de los ochenta años? Lo esencial es llevar una vida cuidadosa­
mente reglamentada y seguir un régimen alimenticio que mantenga
1234-1239 + 2,06%
en la mayor medida posible la humedad, a base de carne, vino, yema
1240-1244 + 0,99%
1245-1249 + 0,94% de huevo y verduras. Diserta ampliamente sobre el problema de las
1250-1254 + 0,62% carnes: recomienda especialmente faisanes, pollos, cabritos, corde­
1255-1259 + 1,1 % ros y ocas tiernas. «Las carnes que se sirven a los ancianos deberían
1260-1264 + 0,98% ser jugosas, calientes y húmedas, a fin de ser muy fácil y rápida­
1265-1269 + 0,48% mente digeridas y descender del estómago» 49. Hay que evitar tam­
1270-1274 + 0,35%
1275-1279 + 1,1 % bién los vapores pútridos, dosificar bien el sueño, las vigilias y los
1280-1284 + 1,97% esfuerzos. Si el buen humor contribuye a conservarla, la risa exce­
1285-1289 + 0,18% siva, por el contrario, consume energía y es, por consiguiente, desa­
1290-1294 -0,15% consejada: «En resumen, es evidente que la alegría, el canto, la con­
1295-1299 + 0,32% templación de la belleza humana, las especias, el agua caliente, los
baños, algunas cosas que se encuentran en las entrañas de la tierra,
otras que están escondidas bajo las olas del mar, otras que proceden
Bacon tuvo tal vez un presentimiento notable: un mayor número del noble animal, bien dosificadas y preparadas, y otras muchas nu­
de hombres, que contaminan más, ponen en peligro el medio am­ merosas cosas semejantes, ·son remedios mediante los cuales los ac­
biente y la salud. No menos notables son sus reflexiones sobre las cidentes del envejecimiento de los hombres jóvenes, los achaques de
causas psicológicas del envejecimiento: los pensamientos sombríos y la vejez y de los ancianos, las flaquezas y las enfermedades de la de­
la ansiedad secan y disminuyen nuestra humedad natural y nos ha­ crepitud en los últimos años de la vejez pueden verse disminuidos,
cen envejecer prematuramente. Después, procediendo a hacer el cua­ retrasados y supnm1· "dos» 50
dro clínico de la vejez, Roger Bacon declara: «Los accidentes de la
vejez son: los cabellos grises, la palidez, las arrugas, el debilitamien-
238 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 239

El número de los ancianos y la longevidad de los fall�cimientos se producían entre los cincuenta y los cincuen­
ta y nueve años, ei 8, 7 % entre los sesenta y los sesenta y nueve
La vejez ha preocupado, pues, a los hombres de la Edad Media, años, el 3, l % entre los setenta y los setenta y nueve años, y el 0,3 %
tanto a los sabios como al pueblo llano. Este hecho indica por sí mis­ de ochenta años en adelante. De cada 100 nacimientos, 25,9 perso­
mo que los ancianos eran relativamente numerosos. No se concede­ nas seguían vivas a la edad de cincuenta años, 12,2 a los sesenta
ría, si no fuera así, una importancia tan grande a una fase de la vida años, 3,5 a los setenta, 0,3 a los ochenta 52• Es decir, que dejando
a la que sólo podría llegar una ínfima minoría. Ahora bien, la falta aparte la enorme mortalidad infantil, un número importante de adul­
de·precisión que hasta este momento ha habido en las cifras y en la tos podía llegar a los sesenta años. Ahora bien, lo que importa para
reflexión sobre la situación sanitaria, alimenticia y médica de la nuestro propósito no es el punto de vista puramente estadístico de
Edad Media, han hecho que la casi totalidad de los historiadores ad­ la demografia, sino más bien la influencia que sobre las mentalida­
mita que los ancianos medievales eran casos excepcionales. No pre­ des ejercía el hecho de que buen número de adultos alcanzaba la ve­
tendemos contradecir radicalmente una opinión tan general, defen­ jez. El hombre medieval podía comprobar que, una vez superada la
dida por eminentes medievalistas, pero formularemos a pesar de todo infancia, había pasado el cabo más peligroso y podía esperar, o te­
algunas reservas. mer, llegar a viejo. Con relación a la población adulta, los ancianos
En primer lugar, al margen de cualquier prejuicio o sensación representaban una cantidad no desdeñable, un estado, por tanto,
de imprecisión, estudios rigurosos basados en el examen de los es­ que merece que se le preste atención, tanto más cuanto que cual­
queletos encontrados en los cementerios medievales, tienden a de­ quiera puede ser llamado a formar parte de él.
mostrar que un gran número de personas morían con más de sesen­ El anciano no es, por tanto, un accidente: «Comparativamente,
ta años. J. C. Russell, en la Historia económica de Europa 51, ha elabo­ la esperanza de vida en la Edad Media era excelente. Parece supe­
rado estadísticas a partir de datos de un centenar de cementerios, rior a la de los romanos, excepto por los datos inexplicables de Afri­
que se basan en 6.259 esqueletos de personas con un mínimo de edad ca del norte, mayor que la de los países subdesarrollados hasta una
de catorce años. De ellas resulta que 719 individuos (414 hombres .época reciente, e incluso mayor que la de comienzos del período mo­
y 305 mujeres) es decir, el 11 % del total, habían. rebasado los se­ derno en Europa» 53. Es lo que afirma J. C. Russell, basándose en
senta años: un cuadro muy esclarecedor que utiliza los datos de la demografia
inglesa entre 1276 y 1300 54• Según este cuadro, se comprueba, en­
NUMERO DE FALLECIMIENTOS tre otras cosas, que de un grupo de 1.000 muchachos cuyo segui­
EDAD TOTAL miento se hace desde el momento de nacer, sólo quedan 650 a la
HOMBRES MUJERES
edad de veinte años, y 311 de cuarenta años, pero quedan todavía
14-19 años ················· 144 308 452 144 que cuentan sesenta años, y el 56 % de los que llegan a esta
20-39 años ................. 1.107 1.365 2.472 edad rebasarán los sesenta y cuatro años; el 60 % de estos supervi­
40-59 años ................. 1.165 951 2.616
60 años y más ............ 414 305 719
vientes alcanzarán los setenta años:

Utilizando el mismo tipo de fuente, Eric Fügedi ha realizado un


análisis demográfico de la Hungría medieval para el período de los
siglos X al XII, según el cual resulta que, niños incluidos, el 13, 7 %
24-0 LOS SIGLOS XI AL XIII 241
HISTORIA DE LA VEJEZ

NúMERO DE
en Inglaterra entre 1280 y 1340 no revela diferencias significativas.
TASA DE PROBABILIDAD
INTERVALO MORTALIDAD EN DE INDIVIDUOS ESPERANZA El régimen alimenticio de los señores, con sus excesos de carne y
SUPERVIVIENTES DE VIDA
DE EDAD ESTÉ INTERVALO SUPERVIVENCIA vino, apenas era más sano que el de los campesinos.
% % AÑos

o años ........ 15,00 85,00 1.000 31,30


1- 4 años ........ 11,00 89,00 850 35,76 ESPERANZA DE VIDA PARA LOS HOMBRES
5- 9 años ........ 4,35 95,65 756 35,65 EN LA INGLATERRA MEDIEVAL 55
10-14 años ........ 4,65 95,35 723 32,16
15-19 años ........ 5,68 94,32 689 28,62 HOMBRES NACIDOS EN LOS PER10D05
EDAD
20-24 años ........ 12,60 87,40 650 25,19 1200 1276 1301 1326 1349 1376 1401 1425
25-29 años ........ 13,66 86,34 568 23,47 1275 1300 1325 1348 1375 1400 1424 1450
30-34 años ........ 11,01 88,99 490 21,80
35-39 años ........ 12,70 87,30 436 19,19 o 35,3 31,3 29,8 27,2 17,3 20,5 23,8 32,8
10 36,3 32,2 31,0 28,1 25,1 24,5 29,7 34,5
40-44 años ........ 16,67 83,33 311 14,78
20 28,7 25,2 23,8 22,1 23,9 21,4 29,4 27,7
45-49 años ........ 25,00 75,00 311 14,78
30 22,8 21,8 20,0 21,1 22,0 22,3 25,0 24,1
50-54 años ........ 25,66 74,34 194 10,52
40 17,8 16,6 15,7 17,7 18,1 19,2 19,3 24,0
55-59 años ........ 18,44 81,56 181 16,61
60 9,4 8,3 9,3 10,8 10,9 10,0 10,5 13,7
60-64 años ........ 43,86 56,14 144 8,30
80 5,2 3,8 4,5 6,0 4,7 3,1 4,8 7,9
65-69 años ........ 39,39 60,61 81 7,81
70-74 años ........ 45,00 55,00 49 6,29
75-79 años ........ 69,56 30,44 27 4,37
80-84 años ........ 71,43 28,57 8 3,75
85-89 años ........ 100,00 0,00 2 2,50 En todos los medios sociales, los hombres son más numerosos
que las mujeres entre los ancianos, ya que los partos eran respon­
sables de múltiples fallecimientos prematuros. Robert Fossier seña­
Otros cuadros se han realizado a partir de los datos sobre los fa­ laba, sin embargo, una evolución favorable en Picardía en
llecimientos en la Inglaterra medieval. Elaborados con ocasión de 1225-1250, período que marcó posiblemente el punto de partida de
problemas de herencias, estos datos conciernen solamente, con toda mejoras en el terreno de la obstetricia 56• No parece que esta com­
seguridad, a los propietarios de tierras, y en su gran mayoría a los probación pueda hacerse extensiva a otras regiones.
hombres. La esperanza de vida de este grupo social es de aproxima­ Las epidemias no parecen haber afectado a la proporción gene­
damente diez a los sesenta años, y de cinco años a los setenta, con ral de personas ancianas en la sociedad. Sin duda se vieron menos
variaciones bastante importantes según las épocas. Los casos de an­ afectadas que los otros grupos de edad, como veremos en el capítulo
cianos de avanzada edad no son tan escasos como se habría podido siguiente al hablar de la peste. Pero en los siglos XI al XIII hubo
pensar: una tal Alina de Marechal hereda su tierra a los noventa relativamente pocos períodos de gran mortalidad que lamentar, y la
años y muere a los noventa y siete; Reginald de Colewyk llega a los tuberculosis, que fue tal vez la enfermedad más mortífera de esta
cien años; su hijo y su nieto rebasarán los ochenta años. Las pro­ época, mata sobre todo entre los quince y los treinta y cinco años.
porciones referidas al mundo campesino son más dificiles de cono­ Más importante por sus consecuencias sobre la condición mate­
cer; sin embargo, según el mismo autor, la comparación entre la es­ rial, psicológica y social es el hecho de que muchos ancianos estári
peranza de vida de los propietarios y la de ciertos grupos de siervos solos, y esto por tres razones: en primer lugar debido a la débil tasa
242 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XJJJ 243

de nupcialidad: de 28 a 34 % entre los siervos de la alta Edad Me­ fieles, no tienen apenas por qué temer las carencias alimenticias; el
dia, el 32,8 % en Basilea el 34,6 % en Ypres, el 38,7 % en Fribur­ aislamiento de los monjes puede protegerlos de las epidemias. Final­
go, de 35 a 45 % en Inglaterra en 1377 57• La proporción de solte­ mente sus funciones, esencialmente «terciarias», les evitan los tra­
ros es grande, en particular entre los hombres. Por otra parte, la fuer­ bajos fisicos violentos o peligrosos; las monjas no tienen temor a las
te mortalidad femenina aumenta considerablemente el número de maternidades. Por tanto no podemos extrañarnos de encontrar en
viudos y reduce más las posibilidades de matrimonio al introducir las filas de los eclesiásticos los casos más numerosos de longevidad.
un desequilibrio de los sexos. Según los cálculos citados anterior­ Las encuestas de los procesos de canonización hacen que presten su
mente, de 719 individuos que lleg.m a los sesenta años, el excedente testimonio venerables clérigos regulares y seculares; la de san Yves,
masculino es de 109, y los 610 hombres y mujeres restantes no for­ que nos sirve de referencia, ve comparecer a Jean de La Vieuvillc.
man todos parejas. Finalmente, Robert Fossier estima que en el si­ clérigo de noventa años, otros dos de ochenta y setenta años, al rec­
glo XIII, en Picardía, un tercio de las parejas es estéril, lo que con­ tor de La Roche Derrien, de setenta años de edad. El cronista Matt­
vertirá al superviviente en un anciano solitario. Sucede también con hieu Paris cuenta cómo, a comienzos del siglo XI, cuando se hicie­
frecuencia que después de un matrimonio en segundas nupcias en­ ron excavaciones en la antigua ciudad de Verulamium (Saint-Al­
tre un anciano y una mujer joven aquél es el primero que desapa­ bans), fue necesario solicitar la ayuda de un viejo sacerdote muy de­
rece, lo que explica el número relativamente elevado de viudas cuva crépito para descifrar las inscripciones que se encontraron 58. Los
situación es a menudo dramática: la viuda y el huérfano son desde monasterios están llenos de viejos monjes que siguen siendo muy ac­
siempre los símbolos del desamparo. Se ven representantes de todas tivos.
las edades en los procesos de canonización: con ocasión del de san El entusiasmo que despertó la orden del Císter a comienzos del
Yves, de 51 mujeres que prestan declaración, 18 son viudas: una de siglo XII hizo afluir a miles de aspirantes que, treinta o cuarenta
treinta años, dos de cuarenta, cinco de cincuenta, tres de cincuenta años más tarde, formaron una generación de ancianos más numero­
y cinco, cuatro de sesenta, una de sesenta y seis, dos de ochenta años. sa que la de los jóvenes mortjes después de la disminución de las vo­
caciones. En los años 1150, la generación de san Bernardo tiene más
de sesenta años, y si bien el célebre abad de Clairvaux no concede,
El clero: .una fuerte proporción de ancianos como ya hemos visto, privilegios especiales a la vejez, habla sin em­
bargo mucho de ella y da consejos sobre el papel que deben repre­
El anciano medieval no es, pues, un mito. Representa un peso sentar los viejos. ¿No será debida esta 'presencia de los viejos en sus
social no despreciable, y cada uno de los tres órdenes que, según últimas obras especialmente al hecho de que en todos los monaste­
Adalberon de Reims, constituyen el pueblo cristiano, tiene su grupo rios de su orden que visita encuentra una gran proporción de mon­
de viejos y viejas. El lugar que ocupan y el papel que les está reser­ jes ancianos? Su padre, convertido en el ocaso de la vida, se había
vado varían por supuesto de una categoría a otra. hecho monje y había muerto «en una.dichosa vejez»; las personas
El clero es siempre, y desde muy antiguo, el estamento que com­ religiosas con quienes mantiene correspondencia son con frecuencia
prende la mayor proporción de ancianos: las limitaciones de edad ancianos, como Guérin, abad de Santa María de los Alpes, o como
existentes para el acceso a las órdenes excluyen a los que son dema­ Robert, que fue monje durante sesenta y siete años 59; sus biógrafos
siado jóvenes, aunque las dispensas no escasean. El carácter sagra­ son todos hombres de edad: el más importante, Guillermo de Saint­
do de los clérigos los pone, como en el período precedente, relativa­ Thierry (1085-1148), tiene sesenta y tres años cuando comienza su
mente a salvo de las crueldades; mantenidos por su orden y por sus obra, que se verá interrumpida por la muerte. Declara en su intro-
244 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 245

ducción: «Me pongo, pues, a trabajar, acuciado como me veo por y cuatro años y morirá a los setenta y uno (1243-1314); Geoffroy de
los achaques crecientes de este cuerpo de muerte, por el lenguaje de Charnay, preceptor de Normandía, tiene más de sesenta años; Hu­
todos mis miembros, que no hablan más que de un final que está gues de Pairaud, visitador de la orden para Francia, tiene sesenta y
cerca, y por el sentimiento que tengo de que el término de mi vida seis años; Geoffroy de Gonneville, preceptor de Aquitania y de Poi­
no está lejos. Tengo incluso mucho miedo de arrepentirme, pero de­ tou, tiene aproximadamente cincuenta años. De cuarenta hermanos
masiado tarde, de haber demorado tanto el comienzo de un relato ordinarios interrogados, diez tienen más de sesenta años, y solamen­
que querría haber terminado a cualquier precio antes de abandonar te doce tienen menos de cuarenta años. Al haber perdido la orden
este mundo» 60• su función militar, se entra a formar parte de ella a veces a una edad
El trabajo será continuado por Arn3:ud de Bonneval, después por avanzada: Gilles d'Encrey, de la diócesis de Reims, pronuncia sus
Geoffroy d'Auxerre, muerto a los sesenta y ocho años, que había votos á los cincuenta años; Albert de Rumercourt a los sesenta y sie­
sido secretario de san Bernardo ( 1120-1188). Una segunda vida del te años. Según su declaración, se le dispensó de escupir sobre la cruz
santo fue escrita por Alain, antiguo obispo de Autun de 1153 a 1161, a causa de su edad avanzada: «Como sois viejo se os dispensará, así
retirado a Clairvaux, donde muere en 1181 con más de setenta años· como a los demás» 63• Tiene setenta años en el momento del proce­
después de 1180, Juan el Ermitaño, antiguo discípulo de san Ber­ so; otro hermano tiene setenta y dos años. La edad media de los de­
nardo, septuagenario, escribirá otra biografia a petición del obispo clarantes es de 47, 4 años.
de Frascati. Por otra parte, todos estos relatos nos muestran al abad Fundadores de órdenes y abades de monasterios son con frecuen­
de Clairvaux en frecuente relación con viejos religiosos, recompen­ cia vigorosos ancianos. Robert d'Arbrissel (1047-1117), archidiáco­
sados a menudo con dones proféticos y con visiones: «un anciano re­ no de Reunes retirado después como ermitaño en el bosque de
ligioso de gran piedad» del monasterio de Clairvaux oye a los de­ Craon, nombrado predicador apostólico por el papa en I 096, reco­
monios que se regocijan de haber arrastrado con ellos el alma de un rre el oeste de Francia, entre los cincuenta y los setenta años, des­
hermano lego. Este último se le aparece igualmente y le hace cono­ calzo, andrajoso y llevando a cabo ayunos draconianos; funda la aba­
cedor de sus tormentos. Tras la intervención de san Bernardo el an- día de Fontevraud. El beato Gérard (1040-1120), su contemporáneo
ciano tiene una tercera visión en la que el hermano fallecido le cuen- que murió a los ochenta años, fue el fundador de los hospitalarios
ta cómo ha sido salvado 61• El santo utilizaba con frecuencia los ser­ de san Juan de Jerusalén, en tanto que el santo del mismo nombre,
vicios de los viejos monjes cuya sabiduría apreciaba; en 1127, en muerto a los setenta y nueve años, en el 959, había fundado la aba­
una carta al conde de Champagne, Thibaud, le recomienda a uno día de Brogne. Herluin,' fundador de la abadía del Bec, muerto al­
entre ellos, que va a ir a ver al rey: «Es anciano, como veis», ad­ rededor de los ochenta y tres años, en 1078, permanece activo hasta
vierte discretamente 62. el final de su vida. En I 070, cuando contaba más de setenta y cinco
En cada orden monástica, el período de decadencia viene mar­ años, fue a Boulogne y se embarcó para Inglaterra después de ha­
cado por un envejecimiento muy claro de sus miembros. La inte­ ber provocado milagrosamente vientos favorables. San Bruno, fun­
rrupción de la captación provoca un descenso dramático del núme­ dador de la Cartuja, nació en Colonia antes de 1030; en 1090, Ur­
ro de los jóvenes y una subida espectacular de la media de edad. bano II, que lo había conocido cuando era canónigo en Reims, man­
Esto mismo comprobamos entre los templarios a comienzos del si­ da que vayan a buscarlo a su ermita para convertirlo en su conse­
glo XIV. Las actas del proceso de 1307, que indican la edad de los jero; pero, no pudiendo acostumbrarse a la corte pontificia, el viejo
hermanos interrogados, dan de las encomiendas una imagen de asi­ ermitaño se retira a Calabria, donde murió en 1101 a los setenta y
los de ancianos. El Gran Maestre, Jacques de Molay, tiene sesenta un años. Reginal, prior de Saint-Aignan d'Orleans, antiguo maestro
246 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 247

de la universidad de París, donde enseñaba derecho canónico, cura­ El benedictino Guibert de Nogent escribe poco más o menos a
do milagrosamente en 1217 por santo Domingo, cuando contaba más la misma edad (1053-1130), lo mismo que Gerald le Gallois
de sesenta años, no duda en partir en peregrinación a Jerusalén, y (1146-1223); hemos mencionado ya a Orderic Vital, que compone
entra después en la orden de los dominicos; enseña después en Bo­ su crónica a los sesenta y siete años (1075-1143), y a Guillaume de
lonia, antes de ser enviado de nuevo a París por Domingo. Malmesbury, que redacta la suya a los sesenta años (1080-1142).
Los cronistas, muchos de los cuales son religiosos, comienzan su Los ancianos cumplen en la Edad Media la función esencial de
trabajo con frecuencia bastante tarde, como hemos visto con los bió­ ser vínculos de unión entre las generaciones, bien testificando en los
grafos de san Bernardo. El principal motivo que les impulsa a �s­ procesos de canonización, bien escribiendo crónicas, contando his­
cribir es el sentimiento de haber vivido mucho tiempo y haber asis­ torias en las veladas o transmitiendo su saber. ¿Se plantea un litigio
tido a acontecimientos importantes que no han conocido las jóvenes en una cuestión de derecho? A falta de pruebas escritas es a ellos a
generaciones. De esta manera el anciano toma conciencia poco a quienes se consulta. En 1252 hay una polémica entre los siervos del
poco del único elemento de superioridad que posee sobre los jóve­ cabildo de Notre-Dame de París y los canónigos a propósito de un
nes: haber sido el testigo presencial de un pasado glorioso que sus derecho señorial, por lo que se hace necesaria una investigación; se
hermanos menores nunca conocerán personalmente. Nadie podrá interroga a los hombres más viejos de la región sobre la tradición: a
arrebatar nunca esta ventaja a la vejez, y los antiguos combatientes Simon, alcalde de Corbreuse, de más de setenta años de edad, «viejo
de todas las guerras serán siempre unos documentos irreemplaza­ y enfermo», y al arcedianojean, antiguo canónigo, quien declara que
bles, a semejanza de Joinville, que redacta su Historia de san Luis en­ en su tiempo tuvo conocimiento de la existencia de «viejos rollos» don­
tre los ochenta y los ochenta y cinco años, evocando recuerdos de la de estaban inscritos los derechos del cabildo y que ha oído hablar
séptima cruzada, en la que contaba sesenta años. El senescal de de ellos a otros más ancianos que él, los cuales le han asegurado que
Champagne, que morirá en 1317, a los noventa y tres años, es el sím­ los derechos eran percibidos «desde la época más antigua» y que el
bolo del papel fundamental que los ancianos medievales van a re­ valor de estos rollos estaba confirmada «en consideración de la an­
presentar como testigos del pasado. Al final de su libro manifiesta tigüedad de la escritura». Todo lo que es antiguo hace derecho, y
discretamente el orgullo que le inspira su situacion excepcional de cuanto más antiguo es el testimonio más valor tiene. Robert Fossier
archivo viviente: muestra la presencia de tres testigos de setenta a ochenta y cinco
«Hago saber a todos que gran parte de los hechos de nuestro san­ años en un proceso que tiene lugar en Béthune en Picardía, en 1316;
to rey antes relatados, los he visto y oído, y otra gran parte de sus en 1237 en Montreuil tres declarantes tienen entre cincuenta y se­
hechos han llegado a mi conocimiento. Y os he recordado estas co­ . senta años, tres de sesenta a setenta años, uno tiene setenta y seis
sas para que aquellos que lean este libro crean firmemente en lo que años, y cuatro tienen más de ochenta años. Durante el proceso de
el libro dice, que yo he visto y oído verdaderamente; y las demás co­ canonización de santo Domingo, sor Cecilia, una religiosa de más
sas que en él aparecen escritas no os garantizo que sean verdaderas de ochenta años, hace una descripción muy exacta del santo 65.
porque yo no las he visto ni oído. Esto se escribió en el ano de gra­ Como los ancianos conocen bien la ley son consultados sobre sus
cia mil CCC y IX, en el mes de octubre.» 64• aplicaciones: es el caso, por ejemplo, de Felipe de Novara y también
Cuando Guillaume Le Breton (hacia 1150-1225) compone sus de Joinville.
Gesta Philippi Augusti, hay ciertamente menos desfase cronológico con Si los viejos son numerosos entre las filas de los clérigos ordina­
los hechos que relata, pero el autor se beneficia sin embargo del pres­ rios, tanto regulares como seculares, con mayor razón la jerarquía
tigio que le confieren sus setenta años. trae consigo una gran proporción de personas de edad avanzada.
HISTORIA DE LA VEJEZ LOS S/GU \'/ AL XIII 249

Christopher Brooke ha señalado que los ocho obispos cuya edad era tró al principio con la dura tare<1 , le enfrentarse a Juan sin Tierra,
conocida en Inglaterra en 1153 tenían más de setenta años 66. No el cual le obligó a permanecer diez años entre los cistercienses de
faltan los ejemplos individuales de ilustres prelados: Robert Grosse­ Pontigny y expulsó a los monjes de Canterbury, todos ellos viejos y
teste, nacido en 1175, nombrado obispo de Lincoln a los sesenta achacosos 67. En 1215 desempeñó un papel esencial en la redacción
años y muerto a los setenta y ocho años en 1253; san Anthelme, na­ de la Carta Magna, después dirigió a su clero con firmeza hasta la
cido en 1107 en Sabaya, obispo de Belley de los cincuenta y seis edad de sententa y ocho años. Todavía de 1272 a 1279 es ocupada
años a los setenta y uno (1163-1178); Arnould de Rochester, nacido la sede de Canterbury por un septuagenario, el dominico Robert Kil­
en Beauvais en 1040, monje y después prior en Canterbury, abad wardby.
de Peterborough, elegido obispo de Rochester a los setenta y cuatro Los teólogos ancianos son legión en esta época. Cit,·mos entre
años, en 1114, y muerto en este cargo a los ochenta y cuatro años; los más célebres a Guillermo de Champeaux, maestro en la escuela
Diego Gelmírez, primer arzobispo de Santiago de Compostela, muer­ catedral de París, fundador de la escuela de san Víctor, donde Abe­
to a los setenta años en 1140; Jean de Salisbury, nombrado obispo lardo seguirá sus lecciones, elegido obispo de Chalons-sur-Marne en
de Chartres a los sesenta y un años en 1176; Otton, obispo de Bam­ 1113, a los sesenta y tres años, muere a los setenta y un años, en
berg, evangelizador de Pomerania, muerto a los setenta y nueve años 1121; Guillermo de Conches, preceptor de Enrique Plantagenet a los
en 1139. sesenta años, muerto con más de setenta y cuatro años después de
Los arzobispos de Canterbury forman una magnífica sucesión de 1154; Guillermo de Saint-Amour, profesor de teología en París,
ancianos intransigentes, ardientes defensores de los derechos de la muerto a los setenta años (1202-1272); Alain de Lille, el «Doctor
iglesia frente a la monarquía. Los más notables fueron Lanfranc, An­ Universal», retirado al final de su vida al Císter, donde muere en
selmo y Stephen Langton. Lanfranc, nacido en 1005, abad de San 1203, a la edad de setenta y cinco años según unos, de ochenta y
Esteban de Caen en 1060, fue elevado a la sede primada de Ingla­ ocho años según otros; Alberto Magr.o, dominico, maestro de santo
terra a los sesenta y cinco años por Guillermo el Conquistador, quien Tomás de Aquino, obispo de Ratisbuna en 1260, a los cincuenta y
tenía plena confianza en él. Desempeñó en varias ocasiones el papel cuatro años, que enseña hasta los últimos años de su vida, empren­
de regente durante las ausencias del rey y gracias al prestigio de este de a los sesenta y cuatro años una ambiciosa Suma Teológica y muere
anciano de ochenta y dos años la corona pasó a Guillermo el Rojo a los setenta y cuatro años, dejando una obra gigantesca cuya parte
sin incidentes en 1087; el nuevo rey soportó con impaciencia sus re­ científica trata precisamente del elixir de la eterna juventud. Su
criminaciones, y murió dos años más tarde, respetado por todos. An­ alumno Gilles de Lessines lo imitará incluso en su longevidad
selmo, abad del Bec, uno de los pensadores más relevantes de la (1230-1304).
Edad Media, le sucedió en 1093; tenía entonces sesenta años. En se­ Si bien la mayor parte de los eclesiásticos cumplían sus funcio­
guida entró en conflicto con el rey, que le aborrecía, y tuvo que exi­ nes hasta el final de su vida, algunos se veían obligados a causa de
liarse. Regresa en 1100 a comienzos del reinado de Enrique I, y se la decrepitud a retirarse del ministerio, y se ven surgir en el siglo
enfrenta pronto con el nuevo rey a causa de las investiduras laicas; XIII hospicios para sacerdotes ancianos, prueba de que el número
en 1103, a los setenta años, viaja a Roma como embajador, perma­ de ancianos de edad avanzada debía de ser elevado entre el clero:
nece exiliado en Lyon y vuelve a Inglaterra en 1107 como resultado en 1251, el obispo Walter de Marvis abre en Tournai uno de estos
de un compromiso. Ejerce sus funciones hasta su muerte en 1109, a hospicios, reservado a los eclesiásticos a los que se les retira el be-.
los setenta y cinco años. Stephen Langton, cardenal, elegido arzo­ neficio a causa de su vejez 68 . .La dignidad del estado eclesiástico y
bispo de Canterbury en 1207 a los cincuenta y siete años, se encon- la justicia exigían no reducir a la mendicidad a estos eclesiásticos.
250 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 251

No hay retiro, sin embargo, para los papas, y a pesar de lo que Los viejos guerreros: respetados mientras permanecen
se haya podido decir, los pontífices de la Edad Media son de edad activos
avanzada, no siendo siempre los más jóvenes los más enérgicos. No
hay más que pensar en Gregario VII (1073-1085), el hombre de Ca­ El mundo de los bellatores, de los guerreros, de los caballeros, del
nossa, el irreductibl� antagonista del emperador, elegido a los sesen­ feudalismo, plantea un problema diferente en su actitud cori respec­
ta años y muerto en el exilio a los setenta y tres; en Calixto II to a la vejez. Si bien a priori podría parecer que este medio en el que
(1119-1124), signatario a los sesenta y dos años del concordato de prima la fuerza fisica haya sido poco favorable a los ancianos, un
Worms; en Celestino III (1191-1198), elegido a los ochenta y cinco examen .:nás atento muestra que el número de los años en realidad
años, que se opone a las pretensiones de Enrique IV sobre el reino apenas tenía importancia entre los caballeros. Una vez el yelmo so­
de Sicilia, muerto a los noventa y dos años; en Gregario IX bre la cabeza, ¿quién puede distinguir al joven del viejo? Ya no hay
(1227-1241), elegido a los setenta y tres años, el enérgico adversario más que fuertes y débiles, valientes y cobardes. La misma literatura
de Federico Barbarroja, que conoció mil tribulaciones y murió a los caballeresca duda entre el emperador de la barba florida y la loza­
noventa y siete años en la Roma sitiada; en Gregorio X (1271-1276), nía de Lanzarote del Lago. La defensa del feudo exige en verdad un
que presidió el concilio de Lyon, elegido a los sesenta y un años y jefe en plena posesión de sus facultades, y la canción de Girard de
muerto a los sesenta y seis; en Celestino V (1294), elegido a los se- Vienne, compuesta a comienzos del siglo XIII, describe el drama de
. tenta y nueve años, pero que pasó rápidamente por el trono de Pe­ un viejo caballero, Garin de Montglane, cuyas tierras, en Gascuña,
dro; en el irascible Bonifacio VIII (1294-1303), el anciano megaló­ son devastadas por las incursiones de los moros porque él es dema­
mano, el autor de la bula Unam Sanctam, quien, a los ochenta y cinco siado viejo para defenderlas, en tanto que sus cuatro hijos son de­
años, califica al rey de Francia Felipe el Hermoso de joven golfo y masiado jóvenes. Uno de ellos, Girard, tuvo una pendencia de ho­
amenaza con «destituirlo por ser un mal muchacho», y que muere nor con el emperador, y Garin, en virtud de la solidaridad del lina­
a los ochenta y seis años, poco después del atentado de Anagni; y je, toma partido por él y se convierte en un rebelde, siendo por eiio
también en sus sucesores Benito XI (1303-1305), papa de los sesen­ blanco de los sarcasmos de los barones: «¡Mirad ese anciano intra­
ta y tres a los sesenta y cinco años, o Juan XXII ( 1316-1334), ele­ table! Le tiembla la mano, tiene la frente canosa y hace frente al em­
gido a los setenta y dos años y muerto a los noventa años. perador, ¡se rebela! ¡Mirad a ese héroe al que se puede derribar de
Dificilmente se puede suscribir, con la evocación de estos nom­ un soplo!»
bres citados, la afirmación de Jacques Le Goff según la cual obispos La caballería no trata con cariño al anciano que se ha vuelto de­
y papas «son con frecuencia elegidos jóvenes» 69. De hecho, exclu­ masiado débil para combatir. Pero no es tanto de la vejez de la que
yendo el escandaloso período de la «pornocracia pontificia» del si­ se burla, cuanto de la debilidad, pues es igualmente dura con res­
glo X y comienzos del XI, la Iglesia confia en la edad y la experien­ pecto al joven bachiller inexperto. Sabe respetar la vejez: tanto si el
cia y este principio apenas se modificará hasta nuestros días. Pero viejo guerrero ha conservado todo su vigor, como un Carlomagno
los ancianos que escoge como pontífices son hombres de un temple de leyenda, como si se encasilla en su papel de consejero, de hom­
y una energía excepcionales. bre de experiencia cuya opinión es tanto más valiosa cuanto más bri­
llante ha sido su carrera. Y los caballeros coinciden en esto con el
pensamiento de los teólogos: cada cual recoge en su vejez lo que ha
sembrado durante su vida; el anciano es el resultado de lo que ha
hecho de sí mismo a lo largo de toda su existencia; el santo es el fru-
252 HISTORIA DE LA VEJEZ

to de toda una vida virtuosa; el viejo caballero es honrado en la me­


1 LOS SIGLOS XI AL XIII

Todos llevan a cabo extraordinarias proezas atléticas. Documen­


253

dida en que ha sido famoso en otro tiempo. Estos hombres, hechos to admirable, testigo de una época, la de los siglos XI y XII, en la
de una sola pieza, no separan al hombre adulto del anciano. El va­ cual la vejez no ha alcanzado .todavía su autonomía, en la que no
liente obtiene gracias a sus hazañas el respeto de sus semejantes para está separada de la edad adulta de la cual, por el contrario, consti­
el resto de sus días. La entrada en la leyenda es definitiva. tuye el resultado prestigioso. Estos viejos guerreros no han perdido
Tal vez sea ésta una de las diferencias fundamentales con el mun­ nada de su fuerza y de su audacia, sino que su barba blanca les otor­
do moderno en el cual «el hombre nunca consigue nada». La edad ga prestigio, experiencia y sabiduría. Es un atributo esencial del hé­
n? hace mella en los auténticos héroes; los supermanes de la Edad Me­ roe épico; Carlomagno no cesa de acariciada cuando está reflexio­
dia, Arturo y Carlomagno, luchan como auténticos diablos mucho nando y de mesársela cuando está ansioso (el relato lo menciona die­
más allá de los setenta años. Su longevidad histórica, agrandada por cisiete veces). Y el último verso del narrador está también dedicado
los trovadores, los convierte en eternos jóvenes de barba blanca. Ar­ · a ella:
turo, fallecido en realidad en el 515, cuando contaba alrededor de
sesenta Y cinco a setenta años, se pasea hasta los cien años en La Con los ojos llenos de lágrimas se mesa la barba blanca 70•
Muerte de Arturo, en compañía de alegres octogenarios como Gauvain.
E cuanto a Carlomagno, que murió en el 814 a los setenta y un En un contexto muy diferente, el del mundo escandinavo, las sa­
:1
a�os, una de sus Vidas, que apareció en el siglo X, le atribuye dos­ gas del siglo XIII reflejan igualmente el respeto que la sociedad is­
landesa profesaba a los viejos jefes, pero también reflejan la evolu­
�1entos_ años. Es la misma edad que le asigna La Canción de Roldán,
impresionan�e epopeya llevada a buen ritmo por ancianos intempo­ ción que esta actitud sufre con el proceso de sedentarización. Estos
_ relatos, testimonios excepcionales de la vejez en las sociedades gue­
rales: el sabi_o conseJero de Marcile es el viejo Blancandrin, mien­
tras qu? �] bicente�ario Carlomagno escucha los consejos de Ricar­ rreras, están dedicados a coniar los acontecimientos y describir una
�o el VieJ_o. Su ternble adversario, el almirante Baligant, es un «an­ situación que se remonta tres siglos atrás, al siglo IX. Los viejos je­
tiguo ª?ciano, que ha sobrevivido a Virgilio y Homero», lo que no fes, lejos de ser despreciados como en el feudalismo francés, gozan
es obstaculo para que haya conservado un fisico impresionante: de un prestigio proporcional a la importancia de sus hazañas pasa­
das. Una vez retirados, viven en sus tierras; las gentes van a con­
Monta a horcajadas este valiente con gallardía sultarles y ellos procuran que los jóvenes saquen provecho de su ex­
finas las caderas y anchos los costados, periencia, como Olaf des Dales, el cual «llegó a ser un jefe grande
el pecho fuerte y bien modelado, y poderoso y vivió en Hvamm hasta la vejez» 71• Antes de morir, reú­
anchos los hombros, el rostro iluminado
orgulloso el semblante, los cabellos rizados
nen a sus hijos y familiares para darles sus últimos consejos y co­
y muy blancos, igual que la flor en verano. municarles sus últimos deseos; así actúan, en la saga de Laxdale,
los jefes Hoskuld, muerto en el 964, y Snorri el sacerdote, muerto
En el e�é�cito :ranco destacan Anseis el Viejo y Gérard de Rous­ en 1031 a los sesenta y siete años 72• El jefe Karlsefni, después de
. muchas aventuras en el mar, volvió a Islandia, se instaló como la­
sillon el V1eJo, mientras que para la batalla decisiva se alinean los
barones de Francia, 100.000 vigorosos ancianos: brador y vivió hasta una edad muy avanzada, honrado por todos.
Algunos, sin embargo, continúan sintiéndose atraídos por el mar
Tienen el cuerpo gallardo y orgullosa compostura, y siguen navegando cuando son ya viejos, buscando deliberadamen­
los cabellos floridos y las barbas blancas. te la muerte en un último viaje. La saga de Njal habla así del viejo
254 HISTORIA DE LA VEJEZ
T LOS SIGLOS XI Al XIII

jefe: «Los hombres cuentan la muerte de Flosi de la siguiente ma­ »Titubeo cerca del fuego,
nera: cuando era viejo viajó él mismo ai extranjero a buscar madera imploro la compasión de las mujeres...
para la construcción. Pasó el invierno en Noruega, y cuando llegó El príncipe me ha recompensado
con el oro precioso,
el verano se retrasaba en su salida. Las gentes le advirtieron que su el rey antaño salvaje
barco no era seguro, pero Flosi respondió que era lo suficientemente fue domesticado por mis palabras...
bueno para un hombre viejo condenado. Subió al barco y partió. No El tiempo pasa penosamente,
se le volvió a ver nunca más» 73• Las ancianas son igualmente res­ Estoy solo aquí, aburrido,
petadas y ejercen una autoridad comparable a la de los hombres viejo, anciano senil,
sin la ayuda del rey.
cuando ellas son jefes de familia; la vieja Unn, en la saga de Lax­ Dos viudas me ayudan a caminar,
dale, ejerce un verdadero matriarcado, y procede a distribuir las tie­ antaño verdaderas mujeres,
rras entre sus hijos y nietos. ahora débiles y heladas,
que necesitan el fuego para calentarse» 75•
Otras sagas tienen sin embargo un tono diferente y en ellas se
ve a viejos jefes venidos a menos que son atropellados sin miramien­
tos. La más hermosa de estas historias es la de Egil Skallagrimsson, Egil hace todo lo que puede para que por lo menos se hable de
poema épico que narra la vida del famoso héroe muerto a los ochen­ él: procura ir a una asamblea para arrojar en ella su dinero por el
ta años, en el 990. Protagonista de numerosas hazañas, Egil padece aire y poder oír empujarse a las gentes para cogerlo. Trágica deca­
no obstante una vejez dificil a causa de sus achaques. El relato de dencia de un viejo jefe. Pero Egil es una excepción. Son sus acha­
su decadencia es patético dentro de su simplicidad: «Egil Skalla­ ques los que le reducen a este lamentable estado, pues en la misma
grimsson se hizo viejo. Sus movimientos se volvieron pesados en su saga, el viejo rey Harald, el de los Hermosos Cabellos, que reinó se­
vejez; disminuyeron su vista y su oído. En este tiempo vivía con tenta años en Noruega y cedió la corona a su hijo Eric, lleva un re­
Grim y Thordis en Mosfell. Un día, Egil se paseaba fuera de las mu­ tiro apacible y honorable, aunque los tribuios se le entregan con un
rallas cuando tropezó y cayó. Algunas mujeres lo vieron y se burla­ poco menos de regularidad que antes.
ron de él: "Estás ya arruinado, Egil, le dijeron, si te caes sin nece­ Lo que en realidad va a destronar definitivamente el prestigio
sidad de que nadie te empuje." Las mujeres no se reían tanto cuan­ del viejo guerrero en Islandia es el paso de una economía de guerra
do éramos más jóvenes, dijo Grim. Y Egil compuso estos versos: y rapiñas a una economía pastoril. En el antiguo sistema, el viejo es
el testigo viviente de las proezas guerreras, la encarnación del honor
»Mi calva cabeza se balancea y se equivoca, familiar que él hace respetar incitando a los jóvenes a sangrientas
la golpeo cuando me caigo; venganzas, a la manera española de don ·niego. En la nueva socie­
mi verga está blanda y colgante
dad, pacífica y agrícola, ya no hay tiempo para estas bravatas, y las
y no oigo cuando me llaman 74•
sagas de la corriente realista del siglo XIII ponen en ridículo a estos
Egil se queda ciego y va a calentarse ante el hogar; pero, como ancianos belicosos. Así, por ejemplo, en la historia de Thorstein, el
es torpe y estorba, es reprendido ásperamente: "No me empujes viejo Thorarin, vikingo retirado, conserva sus viejas armas y anima
cuando vengo a calentarme ante el fuego, dijo Egil; intentemos no a su hijo, un hombre pacífico y trabajador, a cometer una sangrien­
molestarnos unos a otros." "Levántate, dijo la mujer, vuelve a tu si­ ta venganza. «Es una reliquia fósil del pasado vikingo, que no con­
tio y déjanos trabajar." Egil se levantó, volvió a ocupar su sitio y sigue integrarse en la pacífica comunidad rural de la que forma par­
compuso estos versos: te a regañadientes como un miembro inútil», observa el traductor 76.
256 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI Al XIII 257

El relato es claramente crítico en lo que a él respecta: «Había voluntariamente el poder a su hijo es más bien un personaje litera­
un hombre llamado Thorarin que vivía en Sunnudale; era viejo y rio. La historia del Cid a la que antes nos referíamos, basada en tra­
estaba casi ciego. Había sido un feroz vikingo en su juventud, e in­ diciones del siglo XI, constituye una de las excepciones: don Diego
cluso en su vejez no era fácil acercarse a él... Thorarin tenía poco encarga a su hijo Rodrigo Díaz de Vivar que le vengue del conde
dinero pero muchas armas» 77. Se dirige a su hijo y le reprocha su Lozano, «sabiendo que le faltan fuerzas para vengarse por sí mismo
cobardía: «En mi juventud yo no habría cedido nunca ante alguien y que es demasiado viejo para manejar la espada, no puede dormir
como Bjarni, por muy buen combatiente que sea. Preferiría perder­ por las noches ni puede probar bocado».
tr. antes de tener por hijo un cobarde» . Pero, menos afortunado que La mayoría de las veces se comprueba que el caballero continúa
el Cid, el hijo de Thorarin muere a manos de Bjarni. El irreductible cumpliendo personalmente con sus obligaciones mientras le queda
anciano intentará entonces vengarse él mismo, increpando a Bjarni: suficiente fuerza para montar a caballo. Ni siquiera la ceguera se lo
«Acércate, pues soy viejo y me tiemblan las piernas a causa de la impide; sirvan como ejemplo Juán de Luxemburgo, el Ciego, que
enfermedad y la vejez. Y la pérdida de mi hijo, lo confieso, me tras­ pasa su vida de batalla en batalla hasta que encuentra la muerte en
torna un poco. » Coge una espada e intenta golpear a su adversario, Crécy. Tenía entonces cincuenta y dos años; en Bouvines, Felipe Au­
que lo esquiva. Su lamentable fracaso es el de los ancianos de la an­ gusto, que tenía cuarenta y nueve, combatió como un joven león y
tigua generación, el de los ancianos guerreros a los que ya no se res­ nadie se sorprendió por ello. ¿Y qué decir de Federico Barbarroja,
peta. muerto en plena cruzada a los sesenta y ocho años? ¿De Raimundo
En la saga de Hranfkel, el viejo ideal es puesto de manifiesto de VI, conde de Tolosa, que reconquista su feudo con las armas en la
manera irrisoria por una lavandera, que recuerda a su amo anciano mano con más de sesenta años (1156-1222)? ¿De Raymond de Saint­
el deber de venganza: «Es muy cierto lo que dice el viejo refrán: Gilles, uno de los jefes de la primera cruzada, que cae gravemente
"Cuanto más viejo es el hombre más débil es." El honor que un hom­ enfermo durante la travesía del Asia Menor, se recupera, participa
bre adquiere pronto en su vida no vale gran cosa si lo deja caer en en todas las batallas y muere en el ataque a Trípoli, a los sesenta y
desgr:acia y no tiene el coraje de luchar por sus derechos. Es algo tres años (1042-1105)? ¿De Guillermo el Conquistador, guerrero has­
extraño que les sucede a los que antaño se les tenía por valientes» 78• ta la punta de las uñas y hasta el último minuto, muerto a los cin­
Como enseña el ejemplo islandés, se respeta más al anciano en cuenta y nueve años a la vuelta de una expedición de saqueo en Man­
el seno de una sociedad guerrera que en el mundo agrícola. El viejo tes, en 1087, y al que un monje de Caen describe entonces como al­
guerrero está rodeado por una aureola de hazañas; ¿en qué puede guien tan robusto como un joven? ¿O también del famoso Guiller­
· sobresalir el viejo campesino? Mientras no le llegan los achaques, el mo el Mariscal, cuyas hazañas ha narrado Georges Duby? 79•
guerrero anciano mantiene todo su poder, y su experiencia sólo con­ Aventurero profesional, casado por primera vez a los cincuenta
tribuye a acrecentar su prestigio. Por otra parte, el sistema feudal años, mariscal del rey de Inglaterra, encargado de la regencia del
no tiene prevista una edad límite: el vasallaje compromete a los dos . reino a los setenta y un años, a la muerte de Juan sin Tierra, Gui­
miembros hasta la muerte, de acuerdo con la visión monolítica que llermo dirige personalmente la lucha en Ía batalla de Lincoln, a los
se tiene de la vida humana. El vasallo es responsable de su feudo setenta y dos años, en la que no se queda en mero comparsa: hace
hasta el final de su vida. Es cierto que a veces los hechos desmien­ prisionero al jefe del ejército enemigo, el conde del Perche, lugarte­
ten el derecho. Hijos impacientes pueden rebelarse contra su viejo niente del delfin Luis; tres meses más tarde quería ir también al asal­
padre; Enrique II Plantagenet realizó esa cruel experiencia. Pero los to de la flota francesa y fue dificil detenerlo. En el poema de comien­
ejemplos son asombrosamente escasos. El viejo caballero que cede zos del siglo XIII que narra su vida apenas se muestra extrañeza por
·'"r-·..,_ -.
. .
258 fllSTORIA DE LA VEJEZ l LOS SIGLOS XI AL XIII 259

su eda d. El caballero no es viejo mientras puede combatir y nadie cando la admiración de todos: «Escuchad ahora esta extraordinaria
parece asombrars e de que se confie ! a defensa del reino a un sep­ p roeza: el dux de Venecia, que era anciano y apenas veía, cogió to­
tuagenario. Cuando pide la opinión de sus amigos, sólo Jean d 'E arly das sus ar mas y se pu so al mando de su nave y ondeó el e standart e
muestra cierta turbación: «Veo vuestro cuerpo debilitado por l a fa­ de San M arcos ante él; y gri tó a los suyos que le llevasen a tierra,
tiga y la vejez», l e dice, pero todo se queda en eso. Pero no es por o si no haría justicia con sus cuerpos. Y ellos así lo hicieron; el bar­
s u ma yor vulnerabilidad en el campo de batalla por lo que se s eñala co at racó y saltaron fuera; y llevan delante de él el estandarte de
que Mariscal es viejo, sino por su fidelidad a los usos caballere scos San Marcos a tierra... Entonces veríais asalto grande y maravilloso;
ya superados: después de la batalla de Li ncoln, escolta a su enemi­ y e sto lo atestigua joffrois de Ville-Harduin, el mariscal de Champa-
go vencido, el príncipe Lui s de Francia, h asta l a costa. Este respeto ña» 81•
al adv er sario ya no era oportuno en una socied ad donde el realismo El ca so es sin duda único en los anales de la g uerra. El dux so-
comenzaba a preval ecer sobre el i deal ca balleresco, y el h ermoso ges­ brevivió a l ataque y murió al año siguiente, en 1205, a la edad de
to fue considerado como una traición. El autor del poema, mu y an­ nove nta y ocho años. Pero mezclados en la much edumbre anónima
ciano también, lamenta amargamente la desaparición de los ideal es de los cruzados, muchos otros ancianos viajaron a Jerusalén: «Los
de antaño. niños, la s ancianas y los ancianos se p reparaban para la partida;
G uillermo el Mariscal no es el guerrero más viejo que sigue en e llos sa bía n bien que no combatiría n, p ero esp eraban s er mártires»,
activo en su época. El veneciano Enrico Da ndolo, nacido al reded or dice Guibert de Nogent a p ropósito de la cruzada de los pobres. Y
de 1107, empleado varias veces en misiones diplomáticas que l e ha­ la expedición de Go dofredo de Bouillon contaba con numerosos vie­
_
bían valido ser cegado parcialmente en l l 71 por orden del emp era­ jos caball er os 82. Roberto, hijo mayor de Guillermo el Conqmsta­
dor b iza ntino Manuel Commeno, era el egido du x el 21 de ju nio de do r, participó en ella, fue hecho p risionero en Tinchebray a su re­
1192, a los ochenta y cinco años. Doce años más tarde, cuando con­ g re so y m urió en p risión a los ochenta años.
taba noventa y siete de edad, decide participar en persona en la cuar­ Así pues, la vejez no parece ha cer mella e n la caballería. Los va­
ta cruzada, fundamentalmente con el objeto de vengarse de Cons­ lientes que sobreviven a los torneos, a las batallas, a los accidentes
tantinopla. Según él, su edad avanz ada e s una razón suplem entaria de caz a, a los festines y a la apople jía son fue rz as de la naturaleza
para embarcarse, ya que su experi encia será muy valiosa para la ex­ a los que la edad no podrá obligar nunca a ce der a los más jóv ene s
p edición, como declara en un discur so a los cruzados: «Señor, estáis la defe nsa del feudo. No eran muchos los que se retiraban a una en­
acompañado por la mejor g ent e del m u ndo que ll evará a cabo l a ha ­ comien da de l Temple. En cuanto a la s mujeres, si bien es cierto que
zaña más importante que cualquier homb re pueda emprender; yo ingre sa ban con más frecuencia e n un convento a partir de cierta
soy viejo y débil, necesitar ía de scansar, y tengo el cuerpo mu til ado; edad, son también numerosas las muj eres de la noblez a que man­
p ero veo que nadie sabría gob ernaros y conduciros tan bien como tienen una vida muy activa. En una época en la que los partos son
yo, que soy vuest ro señor. Si por el cont rario queréis que· tome el más mortíferos que las batallas, sólo las madres más robustas alcan­
e standarte de la c ru z para p roteg er os y ens eñ ar os y que mis hijos se za n la menopausia y entonces p rodigan su excede nte de energía de­
queden ocupando mi puesto y guardando l a tierra, iré a vivir o a dicándolo a l a política.
morir con vosotros y con los p eregrinos» 80• Sigue siendo célebre el caso de Leonor de Aquitania. Tras haber
Los cruzados le aclaman y celeb ran s u «proeza». En el momento dado diez hijos a sus dos maridos, qued ar se viuda en dos ocasiones,
decisivo, el du x se l anza al frente de su s homb res, provisto de yelmo siendo aún una mujer hermosa con más de setenta años, como lo
y cota de malla, al asalto de las murallas de Constantinopla, provo- ate st igua Guillermo el Mariscal, p asó s u ve jez recorriendo Europa,
260 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL X/11 261

de Inglaterra a Aquitania, España, Italia, Alemania, para asegurar do asegurarse las fidelidades vacilantes de las ciudades y de los se­
el poder de sus queridos y atolondrados hijos. Durante los últimos ñores del suroeste a favor de Juan. Su fantástica cabalgada de la pri­
quince años de su vida, de los sesenta y nueve a los ochenta y cua­ mavera de 1199 la lleva a Loudun (29 de abril), Poitiers (4 de mayo),
tro, recorre miles de kilómetros, remueve cielo y tierra en favor de Montreuil-Bonnin (5 de mayo), después a Niort, Andilly, La Roche­
Ricardo y Juan, trama intrigas, arregla matrimonios, firma trata­ lle, Saint-Jean-d'Angély, Saintes, Burdeos y a Soulac (4 de julio).
dos, soporta asedios. La vida para ella comienza en 1189, a la muer­ Por todas partes otorga cartas de franquicia y recibe homenajes, an­
te de su tiránico marido Enrique 11, que la tenía prisionera. Tiene tes de ir a rendir el suyo a Felipe Augusto, lo que hace en nombre
entonces sesenta y nueve años. Inmediatamente Leonor toma el de su hijo. Y está. de nuevo en Rouen el 30 de julio.
mando, organiza la coronación de Ricardo y va a Francia al año si­ El invierno de 1199-1200, el invierno de sus ochenta años, la ve
guiente para preparar su cruzada. Le encuentra también una espo­ atravesar los puertos pirenaicos para ir a Castilla a buscar una es­
sa, Berenguela de Navarra, y se va a Aquitania para preparar el ma­ posa para el hijo de Felipe Augusto, el delfin Luis; y se lleva a Blan­
trimonio, a pesar de sus setenta años y de los malos caminos de la ca, su nieta, fruto del matrimonio de su hija Leonor con Alfonso
época, y desde allí, a través del puerto del monte Genevre, va a Pisa, VIII de Castilla. Finalmente se retira de nuevo, en la primavera de
Nápoles y Brindisi, donde se embarca para reunirse con su hijo en 1200, a Fontevraud; ella cree que definitivamente. Pero es sólo una
Sicilia. En el viaje de vuelta, la encontramos en Roma el 14 de abril tregua. En 1202, a comienzos de la guerra entre Felipe Augusto y
de 1191 y, tras atravesar los Alpes de nuevo, se halla en Rouen el Juan, huye a Poitiers. Su propio nieto, Arturo de Bretaña, la sor­
24 de junio. Una vez instalada en Bonneville-sur-Touques, se ente­ prende en su huida; ella se encierra en la torre del homenaje de Mi­
ra del regreso de Felipe Augusto y emprende inmediatamente la for­ rebeau y soporta un asedio del que la liberará Juan sin Tierra. La
tificación de las plazas fuertes normandas, desembarca en Inglate­ ancianísima dama volverá a Fontevraud, donde morirá el 31 de mar­
rra el 11 de febrero de 1192, reúne a los barones en Windsor, Ox­ zo o el 1 de abril de 1204, a los ochenta y cuatro años aproximada­
ford, Londres y Winchester y vigila de cerca las maniobras de Juan, mente. Sobre su estatua yacente, que se encuentra en la iglesia aba­
quien pretende usurpar el puesto de Ricardo. Cuando éste cae pri­ cial, no consta ninguna edad.
sionero, Leonor despliega una actividad diplomática extraordinaria Destino excepcional sin duda alguna; pero de manera menos es­
para conseguir liberarlo al tiempo que trata de contrarrestar los ma­ pectacular, mujeres como la reina Matilde, esposa de Enrique el Pa­
nejos de Juan. Embarca para Alemania en diciembre de 1193, a los jarero (890-968), Ida de Borgoña, madre de Godofredo de Bouillon,
setenta y tres años, para ir ella misma a pagar el rescate; reside en muerta en 1113, la condesa Matilde de Toscana (1046-115), la rei­
Colonia, consigue la libertad de Ricardo a comienzos de febrero de na Blanca de Castilla (1181-1252), la emperatriz Mahaut
1194 y regresa a Inglaterra por Anvers y Sandwich (12 de marzo de (1102-1167), y muchas otras dieron ejemplos de firmeza y energía
1194). Dos meses más tarde la encontramos de nuevo en Barfleur hasta una edad avanzada. Si bien el derecho feudal somete por re­
con su real hijo y en los medios allegados se murmura que «olvida gla general a la viuda a la autoridad de sus hijos varones, puede su­
su edad». ceder que gracias a su ascendiente personal ella represente un papel
Sin embargo, probablemente decide retirarse ese mismo año a la político eminente. Ya conocemos las malas pasadas que Blanca de·
abadía de Fontevraud. Pero es una solución falsa. Cinco años más Castilla, que ha heredado el temperamento de su abuela Leonor, le
tarde, en abril de 1199, a los setenta y nueve años, va a Chalus, en juega a su nuera, la reina Margarita. Joinville ha narrado en una .
Limousin, junto a la cabecera de su hijo moribundo. Y de nuevo la célebre página los subterfugios a los que tenía que recurrir san Luis
encontramos en su papel de lugarteniente y de «madraza», buscan- para ver a su mujer a escondidas:
262 HISTORIA DE LA VEJEZ ,, LOS SIGLOS XI AL Xlll 263

«La crueldad con que la reina Blanca trató a la reina Margarita tran seis mujeres y cinco hombres, siendo la decana Dulce de Pro­
fue tal que ia reina Bianca no podía soportar, si estaba en su mano, venza, esposa del conde de Barcelona, Ramón Berenguer 111, que
que su hijo estuviera en compañía de su mujer, excepto por la no­ muere en 1190 a la edad de noventa y cinco años.
che cuando iba a acostarse con ella. El lugar donde más le gustaba Si bien es verdad que con estos datos no se pueden calificar de
vivir era Pontoise, donde se alojaba entre el rey y la reina, porque gerontocráticos los Estados de la Edad Media, falta mucho para ello,
la habitación del rey estaba encima y la habitación de la reina de­ conviene reconocer, sin embargo, que los soberanos ancianos no eran
bajo. Estos se habían puesto de acuerdo para satisfacer su necesi­ tan escasos como algunas veces se afirma. Hubo escritores medie­
dad de verse, y se reunían para charlar en una escalera de caracol vales que se convirtieron incluso en sus defensores. Brunetto Latini
que descendía de una habitación a otra; y habían preparado tan bien es uno de ellos. Nacido en Florencia en 1230, era uno de los jefes
sus entrevistas, que cuando los ujieres veían que la reina se dirigía del partido güelfo, y tuvo que exiliarse a Francia de 1260 a 1269.
a la habitación de su hijo, el rey, golpeaban las puertas con sus va­ Desempeñó después hasta su muerte un papel importante en la po­
ras, y el rey volvía corriendo a su habitación para que su madre lo lítica florentina como secretario, síndico y después prior, y murió en
encontrara en ella; y lo mismo hacían los ujieres de la habitación de 1294. Su experiencia política es importante y atañe, sobre todo, al
la reina Margarita cuando la reina Blanca iba a visitarla para que funcionamiento de una república, a los magistrados electos. En El
ésta encontrase en ella a la reina Margarita. libro del tesoro, su gran obra, da consejos a los gobernantes, como lo
»Una vez estaba el rey junto a la reina, su mujer, que se encon­ hará dos siglos más tarde Maquiavelo; pero, a diferencia de éste, es
traba en grave peligro de muerte porque acababa de dar a luz en claramente favorable al gobierno de los ancianos, quienes ofrecen
un parto dificil. Llegó la reina Blanca, cogió a su hijo de la mano y más garantías de sabiduría: «Dijo Aristóteles que los hombres se
le dijo: "Venid conmigo, aquí no hacéis nada." Cuando la reina Mar­ vuelven sabios gracias a la acumulación de una larga experiencia; y
garita vio que la madre se llevaba al rey, exclamó: "¡Ay! no me de­ no se pued·e tener una larga experiencia sin una larga vida. Por tan­
jáis ver a mi señor ni muerta ni viva." Entonces cayó desvanecida to, concluye que los jóvenes no pueden ser sabios aunque tengan mu­
y creyeron que había muerto; y el rey, que no creyó que hubiese cho talento para aprender. Por ello dice Salomón que desgraciada
muerto, volvió; y con gran esfuerzo consiguió que volviera en sí» 83• la tierra que está gobernada por un rey joven. Y, sin embargo, pue­
Lo cual no fue obstáculo para que Margarita le diera once hijos al de perfectamente tener muchos años y poco juício; pues da lo mis­
rey y viviera sesenta y cuatro años (1221-1295). mo ser joven de razón que de edad. Por eso, los ciudadanos deben
Esta célebre pareja ha inspirado por otro lado a los genealogis­ elegir a un gobernante que no sea joven en ninguno de los dos sen­
tas. En 1949, Forst de Battaglia publicó un cuadro de los 64 ascen­ tidos, sino, por el contrario, que sea viejo en ambos» 85•
dientes más próximos de san Luis, que se remonta a siete genera­ De acuerdo con este principio, los gobiernos monárquicos con­
ciones, es decir, hasta la segunda mitad del siglo XI 84. Conocemos fiaron con frecuencia en consejeros ancianos, apreciados por su ex­
la edad de 82 de los 128 reyes, reinas, príncipes y princesas mencio­ periencia. Y como era preferible que fueran también instruidos, los
nados, a veces con ciertas dudas, pero éstas no sobrepasan los dos elegidos eran a menudo eclesiásticos. Luis VI se dejó guiar en mu­
o tres años. El resultado es claro y debería moderar las afirmaciones chas ocasiones por el abad benedictino Geoffroy de Vendome, quien
pesimistas y apresuradas de muchos historiadores: no siempre se le aconsejó hasta su muerte, en 1132, cuando contaba sesenta y dos
muere joven en el mundo principesco de la Edad Media. De 82 per­ años; Luis VII tuvo la suerte de contar con el abad de Saint-Denis,
sonas, 30, es decir, el 36 %, alcanzan o rebasan los setenta años, y Suger, el cual ejerció el cargo de regente durante la cruzada, entre
entre las más viejas, muertas con más de setenta años, se encuen- 114 7 y 1149, de los sesenta y seis a los sesenta y ocho años, y murió
264- HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI Al XIII 265

ASCENDIENTES DE SAN LUIS a los setenta años. Felipe AugustO contó en sus círculos allegados ·
QUE ALCANZARON O REBASARON LOS SESENTA AÑOS con dos obispos ancianos y antagonistas: el cisterciense Guillermo,
FECHA FECHA EDAD EN EL que llegó a ser arzobispo de Bourges en 1200, a los ochenta años, y
NOMBRE DE DE MOMENTO DE LA que tomó partido por el papa contra el rey en el asunto del divorcio
NACIMIENTO MUERTE MUERTE (A}ios)
y murió a los ochenta y nueve años; su adversario y homónimo Gui­
Blanca de Castilla ............ 1188 1252 64 llermo el de las Blancas Manos, hijo de Teobaldo II de Champaña,
Luis VII ......................... 1120 1180 60 obispo de Chartres, después arzobispo de Sens, más tarde de Reims,
Alix de Champaña .......... 1140 1206 66 y cardenal, dirigió al consejo real de 1184 o 1202; tenía entonces se­
Leonor de Aquitania ....... 1120 1204 8,1
senta y siete años. Tío del soberano, era llamado «el ojo y la mano
Teobaldo IV de Champa-
ña ................................ 1085 1152 67 del rey», o «el rey suplente»; durante la cruzada, ejerció la regencia
Balduino IV de Hainaut . 1110 1170 60 en compañía de la madre del rey, Adela de Champaña, que tenía
Thierry de Flandes .......... 1108 1168 60 aproximadamente sesenta años.
Adela de Inglaterra ......... I062 1137 75 No olvidemos tampoco al hermano hospitalario Guérin, hombre
Englebert 11, duque de Ca de confianza del rey, al que Luis VIII conserva como canciller en
rintia ............................ 1075 1141 66
Uta de Passau ................. 1080 Después de 1140 + de 60 1223, cuando cuenta sesenta y seis años de edad, y que morirá cua­
Godofredo de Namur ...... 1068 1139 71 tro años más tarde. San Luis se rodea de consejeros que son de diez
Hermesinda de Luxembur a quince años mayores que él, y que son relativamente ancianos al
go ................................ 1080 1143 63 final de su reinado: el arzobispo de Rouen, el franciscano Eudes Ri­
Dulce de Provenza .......... I095 1190 95
67
gaud, que tiene setenta años, el dominico Geoffroy de Beaulieu, con­
Enrique I de Inglaterra ... 1068 1135
Gertrudis de Sajonia ....... I035 1113 78 fesor y amigo del rey, también él septuagenario, el canónigo de No­
Guillermo I de Borgoña .. 1025 1087 . 62 tre-Dame Robert de Sorbon, de sesenta y seis años, y Simon de Cler­
Teobaldo IV de Champa mont, señor de Nesles, uno de los consejeros más escuchados, que
ña ................................ 1011 1089 78 ocupa asiento en el consejo y en los parlamentos, de sesenta años
Guillermo el Conquista de edad. San Luis lo nombrará como uno de los regentes en 1270.
dor ............................... 1027 1087 62
Hedvige d'Eppenstein ..... 1050 1112 62 En cuanto a Blanca de Castilla, tenía como confesor al obispo de Pa­
Ciemence de Gleiburg ..... 1065 Después de 1129 + de 64 rís Guillermo d' Auvergne, hasta el fallecimiento de éste en 1249, a
Alberto 111 de Namur ..... 1030 1102 la edaci de noventa y nueve años. Por consiguiente, los ancianos no
Hermesinda de Longwy .. I058 Después de 1129 + de 71 están ausentes de las altas esferas de la política, en los que la expe­
Foulques IV de Anjou .... I043 1109 66 riencia es una baza capital.
Alfonso VI de Castilla .... 1030 1109 79
Geoffroy II du Perche ..... 1040 1110 70
Malcolm 111 de Escocia .. I031 1093 62
Guillermo VIII de Aquita El viejo campesino: a merced de la familia
nia ............................... 1026 1086 60
Hildegarda de Borgoña ... 1045 Despúes de 1114 + de 69 años Es más dificil de enjuiciar el lugar que ocupa el viejo en el mun- .
do de los laboratores, en la muchedumbre de los humildes, y en par­
ticular en la masa campesina de la Edad Media. Son demasiado es-
266 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL Xlll 267

casos los documentos que, a la manera de los registros de Jacques otra mitad para dársela a su padre cuando él, a su vez, lo eche de
Fournier, permiten. estudiar minuciosamente la vida cotidiana de su casa. Embargado de arrepentimiento, el hijo acepta que su padre
una comunidad rural. Tomemos, pues, como punto de partida el se quede.
caso único de Montaillou, pueblo occitano, a comienzos del siglo La realidad no era siempre tan moralizante, y el triunfo de la fa­
86
XIV . Pero hemos de procurar no generalizar: la sociabilidad cá­ milia conyugal sobre la familia patriarcal tuvo lugar probablemente
tara no es la de toda Europa, y muchos de sus rasgos parecen cons­ en esta época en detrimento de la situación de los padres ancianos.
tituir verdaderas particularidades. Robert Fossier ha estudiado esta evolución en Picardía 90• Hasta el
Los ancianos son poco numerosos en este pueblo, y su 'situación siglo X predomina en esta región la familia amplia, que impone a
no es envidiable. El jefe de la casa es el hijo adulto, quien trata con cada uno de sus miembros un papel perfectamente delimitado y que
rudeza a los padres ancianos: «En cuanto a Bernard Rives, el viejo asegura de esta manera el mantenimiento y la supervivencia de los
padre de Pons, no las tiene todas consigo en la casa donde él mismo viejos. A partir del siglo XI, por influencia de la Iglesia y a causa
v�ve, pero que desde ahora dirige su hijo» 87• Cuando vienen a pe­ también de la mejora de la seguridad en los campos, los vínculos
dirle algo prestado, responde: «No me atrevo a hacer nada sin el per­ que hay entre los miembros del grupo se relajan, se debilita la au­
miso de mi hijo». La madre anciana parece estar también tiraniza­ toridad del padre, y la familia conyugal consigue su autonomía. Des­
da y vivir en una dependencia completa respecto de su hijo: <<Estoy de entonces, una parte de los hijos adultos abandona la casa, y los
arruinada, he vendido mis bienes y empeñado a mis dependientes; que se quedan deben mantener a los viejos, que ya no son conside­
vivo humilde y miserablemente en la casa de mi hijo; y no me atre­ rados como parte integrante del núcleo familiar, sino como un su­
vo a moverme», se lamenta la vieja Estefanía de Chateauverdun 88. plemento más o menos parasitario. Esta forma de evolución parece
Para Le Roy Ladurie, «los pocos paquidermos senescentes que so­ haber sido casi general. Los historiadores, lejos de ver en la familia
breviven aún en Montaillou» están en una situación de completa de­ comunitaria el modelo predominante entre los siglos XI y XIII, la
pendencia, sin poder y sin prestigio. «Desde iuego no es agradable consideran hoy como excepcionai.
hacer de viejos osos en el país de Aillon, hacia 1300-1320.» La Europa mediterránea parece haber sido la primera que dio
El caso del padre anciano que está a cargo de su hijo se da en preferencia a la familia conyugal; estudios que se remontan al siglo
todas las épocas, y las relaciones que se establecen entonces depen­ X sobre Cataluña, el Languedoc e Italia central, muestran el aplas­
den enormemente de las personalidades de ambos. La literatura me­ tante predominio del grupo conyugal 91• Les sigue con algún retraso
dieval ha abordado el problema, especialmente en el cuento de La Europa del norte. Los agrupamientos de tipo patriarcal, que reúnen
Manta partida, del siglo XIII: un vendedor, viudo, ha dado sus bienes en torno al abuelo a las generaciones surgidas de él, apenas subsis­
a su hijo, que se ha casado con la hija de un caballero arruinado. ten más que en el sur-oeste francés, y responden a objetivos parti­
El anciano padre vive durante doce años en casa de su hijo y su nue­ culares. Incluso en Montaillou, la familia conyugal tiene claro pre­
ra; ya muy viejo, depende totalmente de ellos, que lo desprecian y dominio, con el resultado de la frecuente cohabitación de los padres
acaban por echarlo de casa: «Padre, marchaos, No podemos hacer ancianos o del que sobrevive de los dos con el hijo y la nuera que
nada por vos: ¡id a pudriros a otra parte! Hace más de doce años se quedan a cargo de la casa. En el caso de ser la anciana madre la
que coméis nuestro pan. Por tanto, id a vivir ahora donde os parez­ que se queda viuda, se beneficia de la situación de viuda-matriarca,
ca!» 89. Pero el cuento tiene una moraleja: cuando el hijo indigno en­ vive en una habitación reservada, ejerce un derecho de control so­
vía a su propio hijo a buscar una manta para dársela a su abuelo bre toda la gente de la casa y es generalmente respetada. Su influen­
que se marcha, el niño la corta en dos diciendo que conservará la cia sobre el hijo y la nuera equivale con frecuencia a un matriarca-
268 HISTORIA DE LA VEJEZ · ws SIGLOS XI Al XIII

do. de hecho. En lo que respecta al padre anciano, desde el momen­ Friburgo, Constanza, Mons, en el monasterio de las Tres-Fuentes y
to en que pierde su fuerza fisica es rápidamente despreciado, inclu­ en el Cambraisis, a un anciano cojo en Cambrai 95. Los viejos sin
so aunque teóricamente siga siendo el jefe de familia. Una vez que recursos constituyen de una manera evidente un gran batallón entre
ha elegido al hijo que heredará la casa se le relega a un lugar su­ los indigentes de la Edad Media: ancianos sin hijos o abandonados
balterno. Al contrario de lo que sucede en el mundo aristocrático, por los suyos.
el derecho tiene muy poco reconocimiento en la práctica. Normal­ Su número es lo bastante importante como para justificar la fun­
mente, el poder paterno acaba sólo con la muerte del padre, que si­ dación de varios establecimientos de asistencia destinados a ellos: el
gue siendo el único jefe en su casa. Este poder paterno, llamado . concil.io de Mayenza, en 1261, pide que cada monasterio esté equi-
«mainbournie» en las zonas donde existía, sólo se ejerce sin embar­ r.
parlo con una eniermen , ·
a para los ancianos 96
; en passau, a comien-
go sobre los hijos que abandonan el hogar paterno. En realidad, la zos del siglo XIII, los burgueses fundan con la aprobación del cabil­
práctica es de una enorme diversidad, y cada familia soluciona sus do el hospital san Juan para acoger a viejos y viejas que ya no pue­
problemas enfünción del interés del grupo 92• den trabajar; los pensionistas ancianos de la casa Santa Isabel, en
El trato entre generaciones en el interior de la familia depende Tréveris, realizaban pequeños trabajos de acuerdo con su capaci­
fundamentalmente de las relaciones afectivas, dejando aparte cual­ dad: jardinería y limpieza de legumbres los hombres, hilado, tejido
quier cuestión de derecho. Así, por ejemplo, el interés que muestran de punto, costura, lavado, las mujeres. En las pequeñas casas de Ve­
algunos abuelos hacia sus nietos está atestiguado en Montaillou, necia y Florencia, pero también en Lille, se acoge a viudas o a hom­
como ha señalado Emmanuel Le Roy Ladurie: Beatriz de Planisso­ bres ancianos de buena conducta, pero se trata preferentemente de 7
les es una abuela solícita, preocupada por la salud de su nieto; una antiguos ricos arruinados; surgen por todas partes casas de retiro 9 •
abuela muerta, convertida en fantasma, vuelve para abrazar a sus La tradición caritativa de la Iglesia había conducido desde mucho
nietos cuando están en la cama; Raymond Authié se interesa por el tiempo atrás en. Oriente a la creación de gerontachia. En Occidente,
matrimonio de su nieta 93. La aparición progresiva del apellido en­ algunos señores mantenían a los viejos trabajadores agrícolas, sobre
tre el siglo XI y XIII tendrá el efecto, por otra parte, de afianzar la todo en Inglaterra, donde también a veces el anciaµo llega a un
solidaridad entre generaciones, y los conflictos no parecen haber sido acuerdo con su heredero, al cual deja sus bienes a cambio de una
abundantes. Cada familia se ocupa de sus padres ancianos. En Ir­ pensión 98• Medidas todas completamente insuficientes, pero revela­
landa se les reserva una habitación, la «habitación del oeste». En al­ doras de una necesidad real.
gunas regiones, el hospital de la localidad concedía una pensión a En las relaciones sociales entre los campesinos de la Edad Me­
las familias más pobres que mantuvieran con ellas a un ascendiente dia, el anciano puede desempeñar, no obstante, un papel no desde­
anciano 94. Pero, además de lo raro de este sistema, que estaba des­ ñable: lo vemos haciendo de intermediario entre las generaciones,
tinado más bien a evitar el aumento del número de mendigos; esto durante las veladas, mientras relata sus historias intemporales. De­
parece indicar más bien una engorrosa tendencia a arrojar a la calle positario de la cultura familiar y campesina, es el vínculo indispen­
a los padres ancianos. sable mediante el cual el grupo enlaza con su pasado. En Montai­
Las prácticas variaban, por consiguiente, según los recursos y las llou, y también seguramente en otros lugares, las personas son se­
circunstancias, y durante los períodos de crisis aumentaban los aban­ paradas según su sexo y edad durante esta ceremonia de la velada,
donos de ancianos. El libro de los milagros de san Bernardo men­ como sucede en la misa, a la que sustituye entre los cátaros; la mis­
ciona a varios de estos desgraciados: cura a ancianos paralíticos en ma separación se da en la misa en los países católicos. Durante es­
Francfort y en Meurville, cerca de Clairvaux, a ancianos ciegos en tos pequeños momentos de reunión en torno al fuego, verdadera li-
270 HISTORJA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 271

turgia laica, el anciano encuentra su función esencial, su verdadera le lleve a formar parte de la asamblea del pueblo. Hipótesis dificil
dimensión, justificada únicamente por su edad. Gran sacerdote en de comprobar, sin embargo, por la escasez y la imprecisión de los
virtud de su vejez, él es irreemplazable, único, inestimable. La so­ documentos. Sin duda, los ancianos -incluidas las viudas que es­
lemnidad del momento y el misterio de la noche contribuyen a agran­ tán a cargo del gobierno de la casa- asistían a la asamblea general,
dar y amplificar al personaje y sus palabras. Asamblea más reduci­ en las que cumplían la función de prestar homenaje y rendir testi­
da y sin duda más atenta que la que se reúne en la iglesia: entonces, monio. Las escasas listas nominativas que poseemos muestran una
de cuando en cuando, durante una velada, el anciano es grandioso, total heterogeneidad en lo referente a las edades, y nada hace pen­
e incluso algo sobrenatural, porque proviene de una época que na­ sar que a los viejos se les daba en ellas especial importancia o un
die más ha conocido, surge del tiempo. papel particular. Por el contrario, las reuniones más reducidas, los
Su templo es también la plaza del pueblo, al menos en el Midi «parlamentos» de pueblo, compuestos por la major et senior pars de
francés, como en Montaillou, donde viejos y viejas vienen a charlar, los «hombres experimentados», que tienen un papel más activo y de­
despiojarse al sol y comentar los acontecimientos pequeños y gran­ terminado por las cartas de franquicia, reúnen a la vez a los más ri­
des, pasados y presentes. La edad otorga a su opinión un peso con­ cos y a los más ancianos. Al ser el reparto de los impuestos el co­
siderable, incluso cuando se refiere a materias tan serias como las metido principal de esta asamblea, la fortuna prevalece sobre la edad
creencias religiosas: en Montaillou, Raymond de l'Aire creerá du­ como criterio de reclutamiento, de la misma manera que se exigen
rante diez años que Dios y María no son otra cosa que el mundo cada vez más competencias intelectuales para elaborar el presupues­
visible, simplemente porque un campesino anciano le ha asegurado to colectivo: saber por lo menos leer y contar. Aparecen aquí los lí­
que era así: «Como Pierre Rauzi era más viejo que yo, creía que me mites de la función social de la vejez en la comunidad aldeana: si
había dicho la verdad», ¡delicioso ejemplo del prestigio que tenían bien le son reconocidos su prestigio cultural y su importancia en la
los ancianos! Pasado cierto tiempo, el mismo personaje se dejará con­ formación y la permanencia de las mentalidades, le son denegados
vencer también de que los animales tienen un alma parecida a la por el contrario los poderes de decisión. Su campo es el del saber
del, hombre: «He creído todo esto porque Guillaume de l'Aire era tradicional, no el del poder real, el cultural, no el práctico. Son la
mas vieJO que yo» 99. No se trata en absoluto del caso de un retra-
· •
riqueza y la cultura las que dan poder al hombre del pueblo, no la
sado que cree todo lo que se le dice, sino, como observa Emmanuel edad.
Le Roy Ladurie, es un ejemplo de la autoridad cultural de los an­
cianos en la comunidad campesina: «La cultura fluye del que tiene
más años al que tiene menos», y nunca en sentido contrario. En este Los negocios: una nueva oportunidad para la vejez
medio cátaro, los hijos nunca consiguen cambiar las convicciones de
sus padres: «Los campesinos varones pueden, si acaso, dejarse do­
minar ideológicamente por sus mujeres o por sus suegras. Nunca A partir del siglo XI, el desarrollo urbano ofrece nuevas posibi­
por su hijo» 100• Se comprende entonces que en un país católico el lidades a los ancianos. Surge una mentalidad diferente en estos nue­
clero insista tanto sobre el papel que deben representar los ancianos vos espacios fortificados, comojacques Le Goffha señalado cumpli­
como ejemplo para los jóvenes y sobre su responsabilidad en la for­ damente, una mentalidad basada en el cálculo; cálculo tanto del
mación de éstos. El viejo es una autoridad moral cuya cooperación tiempo como del dinero. En el mundo de los comerciantes se hacen
la misma Iglesia cree que es útil obtener. cuentas; se cuentan los años y se cuentan las monedas. Si bien es
Parece natural pensar que este prestigio que disfruta de hecho cierto que no se trata de un descubrimiento del tiempo, al que nadie
272 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XI AL XIII 273

es indiferente en la Edad Media, es al menos la aparición de una do de ganancias como ninguno, deja casi toda su fortuna, adquirida
conciencia del valor irreemplazable de este tiempo, que toma inclu­ moneda a moneda, 75.000 florines, a los pobres.
so el aspecto de dinero con el préstamo a interés. Este despertar a Algunos llegan más lejos. No se contentan con estos repartos pós­
la noción de tiempo-dinero genera una actitud ambigua y contra­ tumos, que en definitiva no cuestan nada: dejan los negocios cuan­
dictoria con respecto a la vejez, la cual, más que en las otras cate­ do llegan a viejos y se retiran a un convento. Uno se sorprende al
gorías sociales, se presenta bajo el aspecto de un Jano de dos caras. comprobarlo: es más frecuente la renuncia al mundo entre los viejos
La vejez supone para el comerciante el apogeo de su carrera, al comerciantes que entre los viejos caballeros. Se abandona con más
contrario de lo que le sucede al guerrero, cuya fuerza se debilita con facilidad el dinero que la espada, yJa enseñanza de la Iglesia pesa
la edad. Para aquél cuyo éxito se mide por la riqueza, la importan­ más en el mundo de los ·negocios que en el de la guerra. ¿No sería
cia depende, aunque parezca imposible, del mayor número de años. porque, más instruido, más «evolucionado», el mercader tiene ya
La acumulación de las ganancias llega con la edad, y estas ganan­ una fe más interiorizada, más meditada, más profunda, que le lleva
cias, más que en el medio campesino, son personales. Los bienes a poner en práctica la concepción eclesiástica de la vejez como pre­
muebles son fundamentalmente individuales, en tanto que los bie­ paración para la salvación? En las ciudades, el comerciante frecuen­
nes raíces son más bien propiedad de un linaje; el tesoro es de Har­ ta mucho los conventos, en los que el ideal religioso es más elevado
pagon; los créditos pertenecen a Jean Boinebroke y a nadie más, ni que en la parroquia, y la enseñanza de los monjes le marca más de
siquiera a su hijo; el feudo es de la familia, de la estirpe. De esta lo que parece. ¿Acaso no surgió el ideal de pobreza absoluta, el de
manera el mercader que ha llegado a viejo sigue siendo el único due­ los monjes mendicantes, en los medios de los comerciantes, con
ño de su fortuna, y ésta asegura su prestigio y su autoridad. El viejo Frarn;ois Bernardone?
campesino puede ser suplantado por su hijo; el viejo comerciante no Mucho antes que él, a comienzos del siglo XII, había sido cano­
puede ser suplantado mientras él no lo quiera. nizado el comerciante Godric de Finchale, igual que lo será en 1197
Pero aunque la vejez y la riqueza puedan acompañarse mutua­ el gran negociante de Cremona, Homebon. Sin llegar a la santidad,
mente en los negocios, la cercanía de la muerte trae también consi­ numerosos comerciantes ancianos sienten la necesidad de acercarse
go los remordimientos. Incluso aunque en sus mejores años el co­ a Dios y se retiran a un convento al final de su vida: a comienzos
merciante continúe imperturbablemente sus operaciones de comer­ del siglo XII, Werimbold de Cambrai hace anular su matrimonio y
cio, cambio y préstamo, sabe que la Iglesia lo señala con el dedo, lo ambos esposos entran en religión; los bienes son distribuidos entre
cual perturba su búsqueda de ganancias. El negociante italiano no las abadías Saint-Aubert y Sainte-Croix. En 1178, Sebastiano Ziani,
olvida asignar en sus cuentas su parte de beneficio al «Buen Dios», cuya riqueza es proverbial ( «rico como Ziani»), se retira al monas­
en forma de sustanciosas limosnas, ya que él, que pasa el tiempo con­ terio de san Giorgio Maggiore al que lega una parte de sus casas,
tando, piensa en Dios como en un gran contable en cuyo libro es me­ yendo a parar el resto al cabildo de san Marcos. Su hijo Pietro Zia­
jor tener un crédito sólido. La mala reputación que tiene para la Igle­ ni hará lo mismo en 1229. A principios del siglo XIV, Baude Cres­
sia atormenta su conciencia; cuando es viejo el miedo se apodera a pín, viejo banquero de Arras, se hace monje en la abadía de Saint­
menudo de él y restituye por medio del testamento. Incluso un hom­ Vaast. En 1344 otro gran banquero de Siena, Bernardo Tolomei, se
bre tan despiadado como Jean Boinebroke actúa honradamente: a retira a la congregación de los olivetanos, que acaba de fundar, y la
una tintorera que explota de la manera más deshonesta le afirma: Iglesia lo declarará bienaventurado.
«¡Comadre! No os debo nada, que yo sepa, pero os incluiré en mi No todos los viejos mercaderes se retiran. Los que se quedan for­
testamento.» En Prato, Francesco di Marco Datini, un hombre ávi- man parte de los notables de la ciudad e influyen sobre los asuntos
274 HISTORIA DE LA VEJEZ l LOS SIGLOS XI AL XIII 275

públicos. Según André Chédeville, la edad era en el siglo XII uno corresponde a ninguna realidad de hecho ni de derecho. La vida hu­
de los elementos determinantes en el reclutamiento de los regidores mana es una e indivisible. Comienza con el bautismo y termina en
y caballeros de las ciudades meridionales. Las grandes ciudades de la tumba.
Flandes recurren a los patricios ancianos para las misiones delica­ Su misma precariedad es causa de unidad; las grandes etapas
das: en 1127, cuando envían una delegación ante el rey de Francia, que marcan el ritmo de la. existencia del hombre moderno -esco­
ésta está compuesta por veinte caballeros y doce «de los más ancia­ laridad, mayoría legal, matrimonio, promoción profesional, retiro,
nos y sabios ciudadanos» 101• viudedad-, estas etapas no existen o están muy relativizadas en el
No podemos, por tanto, estar de acuerdo con lo que afirmabajac­ hombre medieval; no hay escola1¡dad, no hay mayoría legal, la vida
ques Le Goff en La Civilización del Occidente medieval: «Parece en cam­ activa comienza cuando lo permite la fuerza fisica, matrimonios y
bio que la clase de los viejos -los "ancianos" de las sociedades tra­ estados de viudez se suceden, con lo que su importancia se <;lebilita;
dicionales- no ha desempeñado un papel importante en la socie­ no existe promoción en un mundo en el que apenas hay movilidad
dad medieval, sociedad de gentes que mueren jóvenes, de guerreros social, así como tampoco existe retiro oficial, excepto para una ínfi­
y campesinos que sólo tienen valor en el momento de su plenitud ma minoría de comerciantes y caballeros. Las verdaderas etapas son
fisica, de clérigos dirigidos por obispos y papas que, a excepción de las estaciones, los acontecimientos familiares, las carestías, las ca­
los escandalosos adolescentes del siglo X -Juan XI sube al trono tástrofes locales, las fiestas religiosas, acontecimientos demasiado nu­
de san Pedro en el 931 a la edad de veintiún años, Juan XII en el merosos y repetidos con demasiada frecuencia para representar el
954 a los dieciséis años-, son elegidos con frecuencia jóvenes (Ino­ papel de transiciones. El envejecimiento es imperceptible; la entra­
cencio III en 1198 tiene alrededor de treinta y cinto años). La so­ da en la tercera edad no viene marcada por ninguna ceremonia; de
ciedad medieval ha ignorado la gerontocracia. Todo lo más, su sen­ hecho no hay tercera edad; hay vida y muerte.
sibilidad puede haberse visto conmovida por los más ancianos de El único límite de la actividad es la incapacidad fisica. El ancia­
barba blanca -tal como se encuentran en los pórticos de las igle­ no desempeña su cometido mientras puede sostener el hisopo, la es­
sias: ancianos del Apocalipsis y profetas, en la literatura a imitación pada, el arado o el libro de cuentas. De hecho, rara vez se señala la
de Carlomagno, "con la barba canosa", y tal como se imaginó y re­ vejez, que se disimula con más facilidad que en nuestros días. El en­
presentó a los ermitaños, patriarcas de una longevidad impresionan­ vejecimiento precoz del rostro y de todo el cuerpo atenúa la diferen­
te» 102. cia entre la madurez y la vejez. Esta sólo atrae la atención cuando
Es cierto que la sociedad medieval no ha practicado sistemáti­ es muy avanzada, y si el hombre está activo todavía, le otorga sa­
camente la gerontocracia. Pero los personajes ancianos fueron nu­ biduría y experiencia a los ojos de los demás. La vejez no se disocia
merosos en la jerarquía civil ,y sobre todo en la eclesiástica. Si la del resto de la existencia humana; el anciano es lo que ha sido y re­
edad no aparece nunca como un criterio positivo en sí, desempeñó coge lo que ha sembrado. Sólo cuando la decrepitud fisica le impide
en la práctica un papel no desdeñable. La noción de vejez, como la desempeñar sus funciones, cuando se vuelve «lento y pesado, y frio­
de infancia, es relativamente confusa en las mentes medievales. En lero y dormilón, y no se acuerda bien de las cosas pasadas» 103, como
tanto que la incapacidad fisica no paralice por completo al indivi­ dice Brunetto Latini, pierde su condición.
duo, apenas se hace diferencia entre el hombre maduro y el hombre El mundo campesino es el más despiadado, pues cada cual vive
anciano, el cual, mientras no se retire, y no se retirará hasta el úl­ en él ante todo de su trabajo fisico y personal, y en tanto que el ele�
timo momento, conserva íntegramente su puesto en la sociedad. La ro cuida de sus ancianos, la aristocracia mantiene a los suyos en el
división de las «edades de la vida» es un juego intelectual que no castillo, el monasterio acoge al comerciante retirado, el viejo cam-
276 HISTORIA DE LA VEJEZ

pesino sólo puede contar con sus hijos, cuando los tiene, y éstos no CAPITULO 8
siempre son cariñosos con las bocas inútiles. Al anciano ya sólo le
queda entonces el papel, muy aleatorio, de memoria del grupo. En­ Los siglos XIV y XV:
vejecer en el siglo XIII no es dramático, a condición de poder seguir
manteniendo su puesto o de poder permitirse un retiro. la afirmación del anciano

El virus de la peste negra desembarca en Génova en 1348. Tres años


más tarde ha matado a más de un tercio de la población europea.
Esta catástrofe demográfica sin precedentes va a tener consecuen­
cias muy importantes para la economía, la sociedad, la política, el
arte, la literatura y las mentalidades. Las formas intermitentes con
que se presenta la epidemia durante más de un siglo, hasta la dé­
cada de 1450, provocarán un clima de inseguridad permanente. Pue­
blos abandonados, ciudades en regresión, inseguridad e inestabili­
dad cada vez mayores de la población, retorno forzoso al erial y a
la insociabilidad, sublevaciones urbanas, estado de guerra perma­
nente, matanzas y violencia salvaje, asesinos y salteadores de ca­
minos, carestías y hambres, extravagancias sin freno de los medios
principescos y las cortes reales, extraños e inquietantes destellos del
arte flamígero: la Edad Media se consume en una fascinante hogue­
ra donde el olor de la muerte se mezcla con el del incienso. Epoca
de locura en la que el hombre y la naturaleza parecen aunar esfuer­
zos para destruir la vida, en la que se transforma la tierra en infier­
no con la esperanza de convertirla en un paraíso. Se quema, se que­
ma como jamás se ha hecho: a templarios, a judíos, brujos, moris­
cos, husitas, a Juanas de Arco y Savonarolas. Este otoño de la Edad
Media, descrito por Huizinga, es verdaderamente el fin de un mun­
do, envuelto en una atmósfera de apocalipsis.
Epoca de paradojas, de extremos, desequilibrios y contradiccio-
278 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 279

nes, ilustrados por la extraña pareja Gilles de Rais-Juana de Arco, Los demógrafos contemporáneos confirman estas observaciones.
que se pone en 1429 al servicio del extravagante Carlos VII de Fran­ J. C. Russell señala que la tuberculosis mata, sobre todo, entre los
cia. Uno tiene veintinueve años, la otra diecisiete y el rey veintiséis: quince y los treinta y cinco años, y. que después de la primera ola
brillan en plena juventud y desaparecen pronto. El hacha o la ho­ de peste, la segunda, que reaparece aproximadamente cuatro años
guera para las grandes personalidades, la peste o el hambre para la más tarde, mata sobre todo a los jóvenes: «Después de la primera
masa anónima, se encargan de acortar la existencia. epidemia de peste, lo!, niños padecieron especialmente las pestes pos­
Todo esto sin embargo es sólo una fachada romántica, deslum­ teriores, porque habían estado menos expuestos, o nada en absolu­
brante y engañosa. Los siglos XIV y XV ven de hecho, y no es esta to, a la primera... A la segunda peste se le llamaba peste de' los ni­
una de las menores paradojas de la época, un fortalecimiento con­ ños: los jóvenes que habían crecido desde la última peste proporcio­
siderable del papel de los ancianos. Este fenómeno, indudable aun­ naban la mayor parte de las víctimas» 2• La esperanza de vida de
que poco espectacular, ha tenido consecuencias importantes para las los supervivientes aumentaba, de manera _generalizada, después de
relaciones entre las generaciones, el arte, la literatura y las menta­ las epidemias: «Probablemente la peste eliminaba a muchos jóvenes
lidades en el sentido más amplio del término. que habrían muerto de otras enfermedades más tarde» 3: morían los
menos resistentes, los supervivientes alcanzaban la vejez en un nú­
mero muy elevado.
La peste trata a los ancianos con indulgencia Todos los estudios locales confirman los juicios anteriores: en el
Condado, en la primera mitad del siglo XV, la proporción de per­
Esta afirmación se sustenta en un hecho demográfico cierto, que sonas ancianas crece claramente después de las crisis de mortalidad:
sorprendió a los contemporáneos pero que hasta una época reciente el 24 % de los cabezas de familia tienen más de cincuenta y cuatro
no han llegado a comprender los historiadores: las epidemias tan años; el 21 % tiene más de cincuenta y siete años, y el 12 % más
mortíferas de los siglos XIV y XV, particularmente la peste, mata­ de sesenta y dos años 4• La tasa de mortalidad es claramente decre­
ron, sobre todo, a niños y jóvenes adultos e introdujeron momentá­ ciente con la edad en Chalon-sur-Sa6ne hacia 1380-1400 5. En el año
neamente un desequilibrio en las distintas categorías de edades, en 1400, la peste afecta, sobre todo, a los adultos de mediana edad en
beneficio de la vejez. La proporción de personas ancianas aumenta Perigueux. El caso del reino de Navarra, minuciosamente estudiado
bruscamente a partir de 1350. Los hombres de la época así lo ad­ por Maurice Berthe, es especialmente esclarecedor 6• Cada brote de
virtieron. El cronista italiano Marchionne Stefani hacía la siguiente peste tiene como resultado un brutal aumento del número de ancia­
comprobación en 1383: «Murieron muchos buenos hombres, pero la nos solos. En 1442, en el pueblo de Oteiza, la epidemia hace que en
peste atacó más a los jóvenes y niños que a los hombres y mujeres seis casas distintas sobrevivan ancianas solas; en Larrainzar, Mar­
maduros» 1• En 1418, el Burgués de París anotaba en su diario: tín Migua «murió con todos los de su familia... excepto una anciana
«Esa epidemia de peste fue, según el decir de los viejos, la que llamada Orchanda», dicen los registros. «Las familias han sido casi
más crueles estragos hizo desde hacía tres siglos. Ninguno de aque­ totalmente destruidas, excepto ancianos y niños muy pequeños, pero
llos· a los que atacaba y, sobre todo, si eran jóvenes y niños, tenían la mayoría de las veces sólo ha matado al padre» 7. En San Martín
salvación... De cuatrocientos o quinientos muertos, no llegaban a d'Unx, los supervivientes son los viejos, los «ancianos». En 1429, en
doce los viejos, casi todos eran niños y jóvenes.» En 1445 señalaba Marcalain, de doce explotaciones diez están diezmadas y ocupadas
el mismo fenómeno a propósito de la viruela: «Ataca sobre todo a sólo por viejos. «La única hipótesis que se puede barajar para ex­
los niños.» plicar este fenómeno es la inmunidad otorgada por la enfermedad a
HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 281

los enfermos curados», declara el autor 8. En la comunidad de Bai­ Fuerte aumento de la proporción de ancianos entre los años
. J
gorri, en 1433, no pasan de trece los hogares, dos de los cuales tie­ '1 1350 y 1450
nen un cabeza de familia de más de setenta años, nueve entre los
cincuenta y los setenta años, y solamente dos tienen menos de cin­ Es posible además hacer una aproximación preestadística del fe­
cuenta años. nómeno gracias al mayor rigor de las fuentes en cuanto a la edad,
La emigración de los jóvenes que sucede a las crisis aumenta tam­ y al aumento de la documentación cualitativa. Las dificultades de
bién la proporción de las personas de edad avanzada: en esa comu­ la época acentúan la necesidad de contar; recuentos de familias, de
nidad, �os hogares se comronen de ancianos solos porque los hijos ingresos y gastos, de víctimas y supervivientes. Se mide el tiempo
se han ido, y otras tres familias han visto también partir a hijos e con más precisión; se multiplican los relojes, se generaliza la crono­
hijas. En las clasificaciones fiscales navarras, los hogares de mugeres logía, cada vez es más frecuente el empleo de números para las fe­
1
son los que carecen de adultos varones en situación de trabajar; se � chas. Surgen los registros parroquiales, instrumentos indispensables
refieren esencialmente a los casos de ancianos solos o de parejas de para el estudio demográfico: a partir de 1232, hay ya un registro de
ancianos sin hijos. Ahora bien, su número total es considerable: del matrimonios en Rimini, en 128 l un registro de fallecimientos en Ci­
24 al 36 % de los hogares según las regiones, del 21 al 31 % en el vidale, en el Friuli; después un registro de bautismos en Arezzo
valle de Pamplona entre 1360 y 1445. Los documentos señalan fre­ (1334), en Cremona (1369), Siena y Gemona (1379). En Francia, el
cuentes reclasificaciones de hogares por decadencia fisica debida al registro de Givry (Saóne-et-Loire) menciona las sepulturas desde
envejecimiento 9, y la desaparición de otros. hogares como consecuen­ 1334; en 1406, el obispo de Nantes ordena la apertura de registros
cia de ventas o donaciones hechas por ancianos y ancianas solos 10, en su diócesis y es imitado por sus vecinos de Saint-Brieuc en 1421,
sobre todo después de 1365. Dol y Saint-Malo en 1446, Rennes en 1464. En Florencia, el registro
Los que sobreviven se ven condenados la mayoría de las veces a más antiguo de fallecimientos se remonta a 1398, el de bautizos a
la mendicidad: en Olondriz, la carestía ha obligado a una pobre vie­ 1450. En Alemania se registran los bautizos en Rheine desde 1345,
ja a abandonar todo para mendigar; una viuda de setenta años, Gra­ en Münster desde 1403, en Endersdorf desde 1415. Milán posee re-
cia García, vive sola en su cabaña. En la comunidad de Sesma en
' . gistros de sepulturas desde 1452, Barcelona desde 1457, Mantua des­
143:, 29 de los 163 hogares, es decir, el 18 %, están compuestos por de 1496; la edad del fallecimiento está indicada en algunas actas.
ancianos, como Martín Sacristán y su mujer, de ochenta años de Paralelamente aparecen los primeros recuentos de población, en
edad, que viven solos y sin animales, o como Teresa, viuda de se­ Dresde (1430), Ypres (1431), Nuremberg (1449), Basilea (1454), Es­
tenta y cinco años, que está tullida y vive de limosnas. Estos ancia­ trasburgo (1470) y Pouzzoles (1489). En cuanto a reinos y princi­
nos cuyos parientes han desparecido se reagrupan a veces, para so­ pados, es conocido el famoso recuento de los hogares de 1328 en
brevivir, en familias complejas formadas con los restos de otros ho­ Francia, el del Poll Tax en Inglaterra en 1377, los de losfuegos ca­
gares desmantelados por la peste: en Zudaire, en 1433, viven juntas talanes de 1359 y 1378 y el de Bretaña en 1427.
dos viudas ancianas con tres de sus nietos huérfanos y un hijo ca­ Se conoce la edad con más precisión. En las familias de la buena
sado; Pero Periz, de cuarenta años, ha recogido a su tía de ochenta sociedad florentina del siglo XV se anotan meticulosamente el día,
años, viuda, así como a dos sobrinos. Por todas partes predomina la hora y el minuto del nacimiento 12• Lo que no impide que los cro­
la misma impresión, la de un déficit de jóvenes y adultos de media­ nistas le atribuyan ochenta años a John Talbot, muerto en la bata­
na edad y un exceso de ancianos 11• lla de Castillon a los sesenta y cinco años, ni que Froissart le supon­
ga sesenta años al duque de Berry cuando se casó por segunda vez,
282 H/STORJA DE LA VEJEZ

no teniendo a la sazón más de cuarenta y nueve. Pero estas exage­


raciones iiterarias no deben ocultarnos lo esencial: los dos últimos
r

LOS SIGLOS XIV Y XV

PISTOIA
283

EDADES % DEL TOTAL


HABITANTES
siglos de la Edad Media han avanzado considerablemente hacia lo (Mas)
que podemos llamar la civilización del número. Y las primeras es­ 0-19 6.904 43,8
tadísticas, que confirman el gran empuje numérico de los ancianos 20-59 6.677 42,3
en la época de las grandes epidemias, se las debemos a esta evolu­ + de 60 2.194 13,9
ción.
Las cifras más numerJsas se refieren a Inglaterra e Italia. Los AREZZO
cálculos de T. H. Hollingsworth y J. C. Russell indican en Inglate­ EDADES HABITANTES % DEL TOTAL

rra una clara elevación de la esperanza de vida de las personas an­


0-19 1.598 40,2
cianas a partir de la peste !legra de 1348 y hasta finales del siglo 1.729 43,6
20-59
XV. El estudio, basado en 3.0 70 grandes propietarios, indica que la + de 60 644 16,2
esperanza de vida al nacer, que era de 35,3 años para los hombres
nacidos entre 1200 y 12 75, es sólo de 2 7,2 años para los nacidos en­
tre 1326 y 134 8 , y desciende a 1 7,3 años para la generación de dia, el número de hombres es más elevado entre estas personas de
1348 -13 75, antes de subir de nuevo lentamente a 32,8 años para la edad avanzada: un sondeo llevado a cabo en Arezzo sobre 1000 fa­
de 1425-1450. Por el contrario, la esperanza de vida de los hombres milias arroja una tasa de masculinidad de 103,1 entre los que tienen
de sesenta años pasa de 9,4 años para los nacidos entre 1200 y 12 7 5, cincuenta y ocho y sesenta y siete años, de 9 7 (lo que es una ano­
a 10, 8 años para la generación de 1326-134 8 , a 10,9 años para la de. malía) entre los de sesenta y ocho a setenta y siete años, y de 138 a
134 8-1375 y a 13, 7 años para la de 1425-1450. La esperanza de vida los setenta y ocho años y más. Sin embargo, el número de viudas es
durante los mismos períodos para los hombres de ochenta años pasa proporcionalmente mucho más elevado que el de los viudos, ya que
de 5,2 años a 6, 4, 7 y 7,9 años respectivamente 13. los hombres se vuelven a casar con mucha más frecuencia que las
Estudios referidos exclusivamente a la esfera social de los pares mujeres: de 1.000 hombres que tienen entre sesenta y sesenta y nue­
ingleses confirman esta tendencia. En el siglo XIV la mortalidad au­ ve años, 894 están casados todavía, 42 están viudos y 64 se encuen­
menta mucho antes de los cincuenta años, pero disminuye después: tran en una situación indeterminada; entre los ql!e tienen setenta
con anterioridad a 1325, el 18 % de los pares moría antes de llegar años y más, 739 de 1.000 están casados, 193 viudos y 68 indetermi­
a los cincuenta años; de 1350 a 13 70 la proporción sube al 66 %, nados. Sin embargo, entre las mujeres hay ya 4 74 viudas de 1.000
para bajar de nuevo al 43 % en la primera mitad del siglo XV. Pero casos entre las que cuentan de sesenta a sesenta y nueve años, y 561
los que rebasan esta edad viven más tiempo 14. viudas de 1.000 casos que tienen setenta años o más. Esta situación
Los estudios realizados por Christiane Klapisch y D. Herlihy so­ está documentada en los archivos fiscales del catasto florentino de
i 142 7, que muestran numerosas familias como la de Agostino di Bar­
bre la demografa toscana en la primera mitad del siglo XV 15 hacen
constar con certeza la existencia en Italia de una gran proporción tolo, en San Giminiano, que comprende la pareja de los abuelos
de ancianos: el 13,9 % de los habitantes de Pistoia y el 16,2 % de (Agostino, de ochenta y seis años de edad y su mujer Caterina, de
los de Arezzo tienen más de sesenta años en el período de 142 7-1430. sesenta años), la de los hijos (Piero, de veintiséis años, y su mujer
L� media para el conjunto de Toscana es de 14,6 % de personas Cristófana, de veintiséis años), y los nietos, Mariana y Benedetto 16.
de mas de sesenta años en 142 7 . Como es habitual en la Edad Me- La diferencia de edad entre los esposos aumenta con los nuevos ca-
'f'"
LOS SIGLOS XIV Y XV 2M
HISTORIA DE LA VEJEZ

samientos. Es bastante pequeña con ocasión del primer matrimonio La peste, al matar a los jóvenes y adultos y dejar vivir a los vie­
Y con frecuencia llega a ser considerable con ocasión del segundo,
1
!
jos, favoreció por supuesto este desfase, que encontramos también
cuando el hombre que se queda viudo se casa con una mujer joven. en Francia. En Reims, el «censo de bocas» de 1422, tras las epide­
mias de principios de siglo, muestra un claro déficit de los grupos
Si sólo se tienen en cuenta los jefes de familia, se comprueba des­
de edad «cero a diez años» en comparación con los de «treinta y cin­
de luego una proporción incluso mucho mayor de personas ancia­
co a cuarenta y cinco años», lo que hace esperar una gran propor­
nas. En Arezzo, de 832 cabezas de familia masculinos, 341 tienen
más de cincuenta y cinco años; 160 de cincuenta y cinco a sesenta ción de ancianos respecto a los jóvenes en los treinta años siguien­
Y cuatro años, 106 de sesenta y cinco a setenta y cuatro años, 75 de tes 18• Como sucede en Italia, el desfase entre los esposos aumenta
con los nuevos casamientos: en Dijon, el 30 % de los hombres en eda­
seten�a y cinco. años en adelante, y la media de edad es un poco
supenor a los cmcuenta años. Entre las mujeres, de 169 cabezas de des comprendidas entre los treinta y treinta y nueve años tienen una
mujer que es de ocho a dieciséis años más joven que ellos; el 15 %
f�milia, 92 tienen más de cincuenta y cinco años, 47 de cincuenta y
f de los de cuarenta años tienen de veinte a treinta y cuatro años más
cmco a sesenta y cuatro años, 29 de sesenta y cinco a setenta y cua­ ! que su esposa 19• En estas condiciones, la mujer es en efecto la eter­
tro años, 16 de setenta y cinco años en adelante. En resumen, de ¡
una muestra de 1.000 cabezas de familia, 432 tienen más de cin­ na menor, a la que el viejo marido tenderá a tratar como a sus hijos.
c�enta y cinco años, 205 de cincuenta y cinco a sesenta y cuatro El caso de Périgueux ha sido cuidadosamente estudiado por Ar­
anos, 136 de sesenta y cinco a setenta y cuatro años, 91 de setenta lette Higounet-Nadal, quien ha señalado especialmente el aumento
y cinco años o más. de la longevidad después de 1350 y sobre todo después de 1400, con­
secuencia indudable de las epidemias de peste. Los registros están
Jacques Heers ha proporcionado otro ejemplo, referido a la fa­
llenos de ancianos, y según el autor las edades indicadas son siem­
milia urbana italiana, de padre a menudo anciano y casado con una
pre edades mínimas, que pueden incrementarse aproximadamente

1
��jer por lo menos veinte años más joven que él, que podría ser su unos cinco años. Tal como se muestran, son ya notables. De 465 ca­
h1Ja: el de Mateo Chorsini, que muere en 1402 a los ochenta años,
sos de los que se conoce la edad en el momento del fallecimiento,
tre� más tarde del nacimiento del último de los veinte hijos que su
217, es decir, el 46 %, se refieren a personas de más de sesenta
muJer le dio en veinticinco años. Esta última, especialmente robus­
años 20:
ta, sobrevivió a su marido; su edad es desconocida, pero calculando 1

1
por su último embarazo, debía de ·tener de veinticinco a treinta años
EDAD AL EDAD AL
menos que su marido 17• Sólo cinco de los veinte hijos alcanzaron FALLECIMIENTO
NúMERODE
FALLECIMIENTO
NúMERODE
FALLECIMIENTOS FALLECIMIENTOS
la edad adulta, de tal manera que al final la familia de Mateo esta­ (AfiOS) (Afios)

ba compuesta por un anciano de ochenta años, que habría podido 15-19 .......................... 1 60-64 ........................ 77
ser el tatarabuelo de sus últimos hijos, por una mujer de aproxima­ 20-24 .......................... 3 65-69 ........................ 42
damente cincuenta años y por cinco hijos. Situación muy particular, 25-29 .......................... 4 70-74 ................. :...... 37
poco propicia para la comprensión entre las generaciones: el desfase 30-34 .......................... 18 75-79 ........................ 18
entre la edad del padre y la de los hijos es tan enorme que se con­ 35-39 .......................... 12 80-84 ........................ 15
40-44 .......................... 43 85-89 ........................ 6
vierte en una fosa infranqueable; el padre, aislado por su edad, está 2
45-49 .........................'. 50 90-94 ........................
considerado como un patriarca, y concentra en sus manos todos los 50-54 .......................... 62 95-99 ........................ 1
poderes sobre una familia en la cual la madre se siente más próxima 55-59 .......................... 73 + de IOO ...................
a sus hijos que a su marido.
286 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 287

En un proceso sobre los derechos del conde de Puy-Saint-Front, ca que trabaja la tierra en el mes de marzo no es una invención de
los veintiséis testigos tienen todos sesenta años o más: dos tienen al­ ios hermanos de Limbourg, que han podido ver miles iguales que
rededor de sesenta años, cinco tienen setenta años, dieciséis tienen ellos trabajando en los campos franceses a comienzos del siglo XV.
ochenta, uno noventa, uno cien y uno declara tener ciento cuarenta Por otra parte, toda la obra está marcada por la importancia dada
años. Si bien este último caso es muy discutido por los historiadores a la vejez y en ella abundan los ancianos: los veinticuatro del Apo­
locales, el examen individual de todos los demás personajes prueba calipsis, todos barbudos (f.º 17 r.º), san Mateo, con los rasgos de un
que las edades no están exageradas, y que si se redondean las cifras anciano (f.º 18 v.º), igual que el emperador Augusto (f.º 22 r.º) y Za­
se hace bajando a la decena inferior. Algunas mujer�s que se han carías (f.º 43 v.º). David, representado muchas veces, lleva siempre

l
quedado solteras o viudas rebasan los ochenta años: es el caso de barba y cabellos blancos; santa Isabel es una anciana con el rostro
Anthéa de Barrant, hija única del comerciante Elie Barrant, falleci­ surcado de arrugas (f. º 38 v.º). En cuanto a Dios Padre, es invaria­
da en 1415, soltera, y de Marie Peyroni, casada una sola vez y fa­ blemente un anciano: en el paraíso terrenal (f.º 25 v.º), asistiendo a
llecida a los ochenta y ocho años. la construcción del Templo (f.º 35 v.º), en la Natividad (f. º 44 v.º),
Jacques Rossiaud hace la siguiente observación en un estudio so­ o presidiendo diversas escenas sacadas de los salmos (f.º 45 v.º, 46
bre el medio urbano a fines de la Edad Media: «Los efectos de las v.º, 49 v.º).
mortalidades selectivas podían hacer que la ciudad cediera bajo el Nos encontramos ante algo más que una representación conven­
peso de los viejos» 21• Y añade: «El tiempo de las epidemias fue tal cional; se trata de la expresión de una realidad palpable de la época
vez más que ningún otro el de una toma de conciencia de la vulne­ de los artistas: el padre patriarca, de edad avanzada. También su­
rabilidad de la juventud. La muerte negra era terriblemente cruel, giere esta obra que esta situación podía ser pasajera, por las dife­
trataba con indulgencia a gentes que habían vivido, pero abatía a rencias que advertimos entre la forma de representar la paternidad
los jóvenes...» Esta revancha del anciano engendra la amargura en que tienen los hermanos Limbourg (hacia 1413) y Jean Colombe,

1
los jóvenes: «... muchos tenían un padre que cruzaba el umbral de que terminó la decoración del manuscrito entre 1485 y 1489. A to­
la vejez cuando ellos iban a cumplir veinte años, o una madrastra dos los padres los representa como ancianos el pincel de los prime­
que, con pocos años de diferencia, habría podido ser su compañera. ros, en tanto que el segundo les da un aspecto de adultos de media­
Comprobarán que una gran proporción de muchachas casaderas les na edad. El contraste es sorprendente en el caso de sanJosé -véase
era arrebatada por hombres establecidos; por último, todos estaban la Natividad de los hermanos Limbourg (f.º 44 v.º)-: frente a una
excluidos de la vida municipal, de las asambleas, de los cargos, de rubia jovencísima, María, un anciano encogido de larga barba blan­
la burguesía» 22. ca, José. Extraña pareja, en la que el padre se parece más a su bi­
El envejecimiento de los cabezas de familia que viven en el cam­ sabuelo: imagen que traduce una realidad social característica.
po es igualmente evidente en la primera mitad del siglo XV; los re­ Igualmente, en la adoración de los pastores, Hugo van der Goes nos
gistros de renovación de los censos de Bretaña de 1427, que hemos presenta a un san José arrugado y con el pelo desgreñado; y lo en­
estudiado en el marco de la diócesis de Tréguier, indican una por­ contramos una vez más en la misma obra el día de la Purificación,
porción de más del 5 % de hombres que rebasan los setenta años. apoyado en un bastón (f. º 54 v. º). Tres páginas despuésJean repre­
En veintidós parroquias, 62 cabezas de familia tienen setenta años, senta la huida a Egipto (f. º 57 r.º); José ha rejuvenecido al menos
y 77 tienen ochenta; 4 son calificados como centenarios 23• Esta si­ treinta años; aunque tiene el aspecto un poco torpe, ha cambiado
tuación encuentra una magnífica ilustración en Les Tres Riches Heures su barba blanca por una pequeña barba rojiza y parece tener una·
du duc de Berry, que vio la luz hacia 1413: este anciano de barba blan- edad más razonable. Del mismo modo, Jean Colombe ha rejuvene-
288 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 289

ciclo a David en todas sus miniaturas, y en la Presentación de Ma­ De las 849 familias de Trégor clasificadas entre los pobres inca­
ría en el Templo, Ana y Joaquín están lejos de parecer tan ancianos paces de pagar impuestos, 125 son familias de «viejos» o «ancianos»,
como podría esperarse (f. º 137 r.º). Lo que sucede es que Jean Co­ como la de Alain Quiener, «pobre anciano enfermizo y consumido
lombe no vive ya en el mismo contexto; desaparecen los efectos de que vive con gran pobreza y miseria»; la de Alain Todic, «pobre an­
las epidemias de peste; la juventud se recupera; la proporción de an­ ciano de cien años y está enfermo en la cama y su mujer le trae el
cianos desciende; allí donde C. Klapisch establecía para 1427 un por­ pan»; la de Jean Leguen, «de ochenta años y pobre tullido, y cami­
centaje del 14,6 % de personas de más de sesenta años, en 1545 sólo na con zanco y su mujer es tan vieja como él y viven de limosnas»;
hay 5,7 % en el campo y 6,4 % en la ciudad 24. la de Jean Pratezer, «anciana y miserable persona no casada y ha
perdido casi la vista y se ha convertido en un mendigo» la de la viu­
da Jean Madoc, «pobre anciana de setenta años y tiembla por la en­
Consecuencias: la ampliación del grupo familiar fermedad y debilidad de cuerpo y vive de la limosna».
El campo navarro ofrece el mismo espectáculo que el de Trégor.
Este empuje de los ancianos en los años 1350-1450 tuvo conse­ Si bien son numerosos los viejos que viven en una situación misera­
cuencias importantes en las prácticas sociales y en la mentalidad. ble, el aumento del número de familias complejas o extensas no es
En primer lugar, parece que la desintegración parcial de las familas menos evidente durante los períodos de epidemias. Los investigado­
bajo el peso de la peste provocó un reagrupamiento de los supervi­ res subrayan siempre el carácter anormal del hecho de encontrarse
vientes en familias amplias, incluso en comunidades, lo que permi­ en presencia de personas ancianas que viven solas. Por el contrario,
tió asegurar la supervivencia de los más desposeídos. Los ancianos el censo de 1427-1428 enumera 1.983 familias complejas de un total
se beneficiaron de este movimiento en tanto que, durante el período de 8.620, es decir, el 23 %, porcentaje inferior a la realidad, ya que
precedente, el predominio de la familia conyugal abandonaba a viu­ las fuentes olvidan a menudo señalar la presencia en el hogar de un
dos y viudas a la soledad. padre o una madre ancianos. En la mayor parte de los casos estas
La tendencia parece generalizada. De 16.368 hogares en Trégor familias amplias reagrupan a tres generaciones, en ocasiones cuatro.
en 1427, solamente 181 son hogares de viudos o viudas que viven A veces la estructura de las parejas permanece intacta durante tres
solos, es decir, el 1,1 % 25. En 1481, el porcentaje subirá en la mis­ generaciones y coexisten la familia de los abuelos, la del hijo y su
ma región al 6,7 %. Desde este punto de vista, el período de las epi­ mujer, y la del nieto y su esposa, más dos o tres bisnietos de corta
demias resultó muy favorable para las personas ancianas, de las cua­ edad. La distribución es la siguiente:
les se hizo cargo el grupo familiar diezmado, en tanto que en perío­
dos normales, la familia restringida, que estaba al completo, los ex­
Familias formadas por los padres y el hijo casado .......... ............ 846
cluía con frecuencia. Es verdad que se encuentran casos de ancianos Familias formadas por los padres y la hija casada ...................... 718
aislados, que viven en una situación trágica, como esas viudas de ma­ Familias formadas por los padres y dos hijos casados ................. 120
rinos de Perros-Guirec en 1457, «cuyos maridos se ahogaron en el Familias formadas por los padres y tres hijos casados ................ 5
mar hace ahora aproximadamente seis años. Diciendo los testigos Familias formadas por los padres, hijos y nietos casados ........... 16
que murieron al naufragar en el mar en tres o cuatro barcos veinti­ Familias formadas por los padres y el nieto casado .................... 12
trés hombres vecinos de la dicha parroquia, y que sus viudas son
tan pobres que sólo pueden pagar por fuego seis monedas cada una, Asistimos también en la misma época en el Bordelais a la proli- ·
debiendo pagar veinte» 26• feración de los grupos de «personeros y consortes» que practican la
LOS SIGLOS XIV Y XV 291
290 HISTORIA DE LA VEJEZ

En el plano afectivo, la convivencia de varias generaciones pue­


vida en común. Vemos en AnJou a familias de hermanos y herma­
de dar iugar a ia aproximación y ei estabiecimiento de nuevos vín­
nas que suscriben acuerdos para mantener a los padres ancianos 21.
culos entre abuelos y nietos. El siglo XV es sin duda un hito impor­
Se e��uentran casos parecidos en el Limousin y los Pirineos, pero
. tante en el arte de ser abuelo, a pesar del mutismo de los textos so­
tamb1en se dan en cmdades como Reims, donde los abuelos viven a
bre el tema. Afortunadamente los pintores han paliado la falta de
veces en casa de los hijos o de los nietos. Sin embargo, el fenómeno
, interés de los escritores. Es ejemplar a este respecto el magnífico cua­
es mas rural que urbano, como lo verifica K. Klapisch en Toscana:
dro de Domenico Ghirlandaio, Un viejo y su nieto, reproducido en la
«Rara vez vive solo un anciano en un popolo toscano, y está integra­
, portada de este libro. Las miradas se cruzan con una intensidad emo­
do en un hogar gobernado por otras generaciones con más frecuen­
cionante. El anciano de frente despejada, de cabellos blancos y cor­
cia que en la ciudad» 28•
tos, de nariz hinchada, tiene un rostro tosco que contrasta con la lo­
Si bien la existencia material de los ancianos queda asegurada
zanía del rostro del niño; sus pesados párpados le dan una expre­
por el hecho de que sus hijos se hacen cargo de ellos con más fre­
sión meditabunda, dulce y desengañada; una vida que termina mira
cu�ncia, no es seguro que �sto les otorgue el mismo grado de pres­
. . a una vida que comienza, sin amargura, pero con una nostálgica re­
tigio y poder. La conv1venc1a produce resultados distintos. Puede te­
signación. Su nieto, sentado en sus rodillas, le dirige una mirada car­
ner des?e luego �us ventajas: el anciano recupera a veces su puesto
gada de interrogantes, como si intentara adivinar el misterio de esta
de patnarca. As1 sucede en las ciudades italianas, donde los danes
tristeza. Fuera, un paisaje simbólico muy sobrio: el camino de la
familiares eligen un <�efe», que generalmente es el más anciano de
· · I 29, o mcluso
I� rama prmc1pa · vida serpentea desde una verde colina a una roca solitaria, abrupta
en los campos del Limousin y los Pi-
y reseca: de la juventud a la vejez.
rmeos, donde el más anciano conserva el control de la Hermandad.
El papel que tiene el viejo en la transmisión del saber es reconocido
Y aceptado con frecuencia. Así sucede en Navarra' donde la desa-
• • ' rl 1
panc10n �e ,os adultos podía devolver a la experiencia dei abueio
toda la importancia que tenía para el conocimiento de los modelos
c�l�urales: «Si desaparece sin haber tenido la posibilidad de trans­ La mayor duración de la vida de los ancianos y su presencia en
el hogar de los más jóvenes, más que favorecer la ternura que acer­
mitirla, es todo un patrimonio de prácticas minuciosas el que queda
ca los dos extremos de la vida, lo que hizo fue facilitar una renova­
sin aprovechar» 30.
ción de la tensión y un renacimiento de los conflictos entre genera­
El caso es más evidente aún entre los artesanos, sobre todo en
ciones, que se habían atenuado tras la desaparición del Imperio ro­
aquellos cuya técnica es más delicada, como los orfebres. A veces
n�s encontramos con verdaderas dinastías, varias generaciones en el mano. Cristina de Pisán describía de la siguiente manera las rela­
ciones entre jóvenes y viejos de su época en El tesoro de la ciudad de
�1s�o taller, d.o?de el más anciano inicia a los demás en los proce­ las damas, de 1405: «Hay con mucha frecuencia disputa y discordia,
d1m1entos tradmonales. Así vemos en Bretaña las familias Le Be­
llec, en Morlaix, y Saint-Jean-du-Doigt y Floch en Tréguier entre tanto en las formas como en la conversación, entre los viejos y los
1486 y 1515: Olivier, Guillaume y J ean, abuelo, padre e hijo, traba­ jóvenes, hasta el punto de que apenas pueden soportarse, como si per­
. teneciesen a especies diferentes. La diferencia de edad provoca una
Jan para la duquesa; los Lapous en Morlaix, los Ploiber en Tréguier,
.
son otros eJemplos. Entre los arquitectos de Trégor, Beaumanoir el diferencia de actitud y de posición social» 32• Cuando habla más es­
Viejo trabaja con Philippe y Etienne en los años 1500. Entre los al­ pecíficamente de las mujeres, les dirige consejos para poner fin a
fareros de Rieux, los ancianos trabajan con los más jóvenes 31. esta «guerra». A través de sus recomendaciones se adivina todo el
292 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 293

anos:
espíritu de las relaciones entre jóvenes y viejos a principios del siglo cuerdos que existen generalmente entre los jóvenes y los anci
cuan­
XV: la mujer sabia debería reflexionar acerca de ello, a fin de.que
tolerable
«Es conveniente que l a mujer anciana sea sens ata en sus actos, do tenga deseos de criticar alos jóvenes por alguna falta 1� _
tú h s sido Joven
sus vestidos, su expresión y sus p alabras... Se dice que l os viejos son de su juventud, se diga a sí misma: "¡Dios mío, si a
época!"
habitualmente más sabios que los jóvenes, lo cual es verdad por dos en otro tiempo: acuérdate de todo lo que hiciste en aquella
or sus lo­
razones. En primer lugar, porque su facultad de comprender es más Se debe corregir a los jóvenes y censurarlo� co� firmeza _ p
r, porq�e
perfecta y debe ser tomada más en serio; en segundo lugar porque curas, pero sin embargo no se les debe odiar m c�!umm a
tolera��ª
tienen una mayor experiencia del pasado, y a que han visto más co­ no saben lo que hacen. Por est.:i razón, los acepta�e1s c�n
r10 ... S1 est os v1c1os
sas. Así pues, es probable que sean más sabios, y si no lo son, tanto y les reprenderéis con dulzura cuando s;a necesa
do u lu­
más criticable es su conducta. Evidentemente, nada hay más ridí­ peculiares os han abandonado, otros mas graves han_ ocup� �
a, la
culo que los ancianos a quienes les falta el buen juicio, o son estú­ gar, t ales como la envidia, la codicia, la cólera, la 1��ac1enc1
ar con
pidos, o cometen las locuras que la juventud engendra en los jóve­ glotonería (especialmente de vino, por la cual os deJais �!ev
la fuer­
nes (y que incluso en éstos son rep rensibles). Por esta razón, la mu­ frecuencia). Vosotros, que deberíais ser prudentes, no �ene1s
os atraen,
jer anciana debería tener cuidado de no hacer nada que parezca za de resistiros a ellos, pues las inclinaciones de la veJez
poco razonable. No es conveniente que baile, que brinque o que ría os tientan y os incita n. Pero queréis
que estos jóvenes _se�n más
mcapa­
a c arcajadas. Si tiene suficiente talento , debe asegurarse siempre de
sensatos que vosotros y hagan lo que vos�tros mismos _sois
tud les
que se divierte de forma comedida y no como los jóvenes, sino de ces de hacer , es decir, resistir a las tentac10nes que la Juve�
una manera más digna. Es conveniente que pronuncie con calma y ofrece. P or tanto dejad en paz a los jóven
es y dejad de queJaros de
se divierta con dignidad y sin albor oto . Si bien decimos que debe ellos.»
mostrarse discreta y digna, no deseam os sin embargo que sea irri­ A continuación Cristina de Pisán se dirige a los jóvenes Y les
s
ta ble, de mal carácter, hu rañ a o grosera, no sea que la gente crea pide que no desprecien a los ancianos, sino que, por el cont�ario, lo
que estos son los signos de la sabiduría. Por el contrario, debería pro­ respeten, como hacían los espa rtanos y, según
ella, los antiguos ro-
curar evitar las pasiones que a menudo sobrevienen a los viejos, manos: .,
como por ejemplo ser colérica, rencorosa y desabrida... Además de «No les irritéis ni les hagáis reproches como hacen algunos Jove-
esta actitud sensata, la mujer ancian a debería llevar vestidos ade­ nes, que son por ello censurables.» Hay q�e obedecerl?s. porque son
ue
cu ados y respetables, porque es cierto el adagio : una anciana vesti­ sabios: hay que temerlos, aunque son físicamente debiles, ya q
y u­
d a de manera extravagante resulta ridícula. Su rostro debería tener siempre tienen algún medio de �o�regir a los j?venes; hay que a
una expresión agrad able y honor able, porque aunque algunos pien­ darlos, por caridad, pues son fragiles y «no ex1st: peor enfermedad

sen que los vestidos hermosos son los que engendran el honor y el que la vejez». Hay que respetarlos, ya que la sociedad les debe n
s
respeto, en verdad la exp resión es característica de una persona an­
mer os os favores: «Cada día, los ancianos hacen observar las buena
ciana que es sabia y se comporta hono rablemente en todos sus ac­ leyes y disposiciones del mundo, en todas la�, tie rra s, to dos l o s p �­
tos. Las palabras de esta sabia anciana deberían estar guiadas siem­ ses y reinos. Pues a pesar de la fuerza de los Jovenes, el mund o sen a
recer
pre por la discreción. Debe tener cuidado de que no salgan de su boca un caos sin la sabiduría de los viejos.» Los jóvenes deben me
s, Y especi al­
pa labras imprudentes o vulgares. Pues un lenguaje ligero y gro,srro por su buen comportamiento el favor de_ los ancian?
en­
es sumamente ridículo en los viejos. mente las jóvenes deben hacerse acompanar por anc1�nas, qu�
» Pe ro volvamos a nuestro tema, es deci r, a las disputas y <lesa- r n est ctitud h ci los
vejecerán en su honor: «Si los viejos muest a a a a a
294 HISTORTA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 295

jóvenes y los jóvenes tratan a los viejos de esta forma, habrá paz en­ El exceso de mortalidad femenina debido a los embarazos, agra­
tre estos grupos, que con frecuencia están en discordia.» vado por los estragos de las epidemias de los siglos XIV y XV, fue
Este largo pasaje muestra claramente la existencia de un proble­ responsable de la escasez de mujeres casaderas. Para responder a
ma agudo entre las generaciones a comienzos del siglo XV, y confir­ las necesidades matrimoniales, se casó a las muchachas cada vez
ma el lugar creciente ocupado por los viejos en esta época. El hecho más jóvenes: la media de edad en el primer matrimonio es de 1 7,6
de que Cristina de Pisán haya juzgado útil consagrar dos capítulos años en Florencia. La primera consecuencia que resultó de ello fue
a este tema prueba que ha sido especialmente sensible a esta «gran el empeoramiento de la rivalidad entre jóvenes y viejos varones. Los
discordia» entre jóvenes y viejos. La longevidad acrecentada de es­ segundos, más ricos, reciber. con frecuencia las preferencias de los
tos últimos y la mayor vulnerabilidad de los jóvenes frente a la pes­ padres de la joven; los primeros, frustrados en sus deseos nupciales,
te no han hecho más que exacerbar la impaciencia de estos últimos comienzan a aborrecer a estos vejestorios que monopolizan las jóve­
de cara al mantenimiento de la autoridad y de la propiedad en ma­ nes bellezas. También puede suceder el fenómeno contrario, pero
nos de los ancianos. Esta situación nos recuerda la de la Roma repu­ más raras veces: una viuda rica de edad avanzada puede ser elegida
blicana. como nuera por los padres de un joven. Cristina de Pisán, quien a
pesar de sus veinticinco años no se volvió a casar, no aprobaba esta
práctica: «¡El colmo de la locura para una mujer vieja es casarse
El desfase creciente entre las edades de los esposos: el tema con un hombre joven! Poco después ella empieza a desilusionarse, y
. del marido anciano es dificil compadecerla, ya que ella es la causa de su propio infortu-.
nio» 35.
Cristina de Pisán es tambi�n un buen testigo de otro rasgo ca­ Estas grandes diferencias de edad entre los esposos tienen tam­
racterístico de finales de la Edad Media: el desfase creciente entre bién consecuencias en las relaciones padre-hijo en el seno de la fa-
las edades de !os esposos. Ella conoció la experiencia de vivir con milia. Como ha comprobado D. Heriihy en Florencia, ei padre de­
un esposo mucho mayor, ya que se casó a los quince años con un masiado viejo ve que su influencia disminuye; la comunicación y la
noble picardo, Etienne du Castel, en l 380, y se quedó viuda a los comprensión mutua con los hijos se vuelven dificiles a causa de la
veinticinco años, con tres hijos. Su madre se había encontrado en la diferencia tan grande de edad, y por ello el papel de la madre gana
misma situación por su matrimonio con Thomas de Pizzano, que en importancia. Los matrimonios en segundas nupcias complican
· era un colega de su propio padre. La época abunda en ejemplos de más la situación y añaden desavenencia y ambigüedad entre la jo-·
casamientos en segundas nupcias entre un hombre anciano y una ven madrastra y el hijastro. Paraíso de los falsos complejos de Edi­
mujer muy joven. En la célebre familia inglesa de los Pastan, la ma­ po, donde nos encontramos de nuevo con la situación de las come­
dre, Agnes, obligó a su jovencísima hija Elizabeth a casarse con un dias latinas, padre e hijo compartiendo la misma mujer.
viudo cincuentón, feo y ajado; como se resistía, durante tres meses No hay, pues, nada extraño en el resurgimiento del tema litera­
fue «golpeada una o dos veces a la semana, a veces dos veces el mis­ rio del viejo marido engañado, que se alimenta de la realidad social
mo día, y tuvo la cabeza hendida en dos o tres lugares» 33. En Flo­ del siglo XV. Una de las ilustraciones más logradas es el pequeño
rencia, en el siglo X.Y, la mitad de los niños de menos de un.año tie­ tratado satírico Los Quince Gozos del Matrimonio, de Gilles Bellemere,
nen un padre de más de treinta y ocho años, y la diferencia media obispo de Avignon de 1390 a 1407. Esta obra muy misógina es entre
de edad entre los esposos es de catorce años entre los ricos y de once otras cosas una maliciosa pintura de la situación de los hogares en
años entre los pobres 34• los que existe. una gran diferencia de edad entre los esposos. Más
296 HISTORJA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 297

allá de las exageraciones impuestas por el género literario, y debido tamente estúpido al anciano que quiere dárselas de guapo y se casa
a su insistencia en el tema, muestra la frecuencia de esta situación con una mujer joven. Cuando veo hacer tales cosas me río de quien
en la encrucijada de los siglos XIV y XV. Por su estilo vivo y gra­ las hace, al pensar en el fin que le espera. Porque debéis saber que
cioso, merece que transcribamos amplios estractos. Para el autor, el si el anciano toma a una mujer joven por esposa, será un milagro si
hombre es siempre la víctima: el pobre marido, bien sea un hombre ella llega a comprender sus necesidades: e imaginad cómo ella, que
joven casado con una mujer vieja, o por el contrario, un hombre vie­ es joven y tierna y de dulce aliento, podrá soportar al anciano, que
jo casado con una mujer joven, resulta prematuramente envejecido toserá, escupirá y se quejará toda la noche, ventoseará y estornuda­
a causa de las preocupaciones: rá; será un milagro que ella no se mate. Y él tiene el alien�!J agrio
«Cuando el que se casó sigue aún casado tras seis o siete, ocho a causa del hígado, que está echado a perder, u otros accidentes pro­
o nueve años de matrimonio, año más, año menos, y tiene cinco o pios de los viejos. Y, por otra parte, también uno estará en contra
seis hijos, y ha sufrido todos los malos días, las malas noches y las del placer del otro. Porque veamos, ¿pensáis que está bien poner jun­
desgracias antes mencionadas, o al menos algunas de ellas, entonces tas dos cosas opuestas? Podemos compararlos con el hecho de poner
no ha tenido un momento de descanso; y el vigor de su juventud en un saco a un gato y un perro: estarán constantemente peleando
está ya tan apagado, que es hora de que descanse de una vez, si pue­ allí dentro hasta el final... Y cuando los jóvenes galanteadores ven
de; porque está tan abatido, tan cansado, tan domado por el trabajo a una hermosa joven casada con un hombre así o con un pobre ne­
y los tormentos domésticos, que no le importa en absoluto lo que su cio, y observan que es bonita y alegre, echan el cebo: porque pien­
mujer le diga o le haga, ya que está encallecido como un viejo asno san con acierto que ella caerá con más facilidad que otra que tenga
que por costumbre aguanta el aguijón, sin por ello acelerar la mar­ marido joven y capaz» 37•
cha más de lo acostumbrado» 36• Es cierto, declara nuestro obispo, Si por desgracia el anciano se vuelve impotente todo se convierte
que las_ mujeres tienen que soportar los embarazos, pero eso no es en un infierno para él: «A veces sucede que por causa de pesares y
motivo para compadecerlas: ¿acaso las gallinas no ponen un huevo dificultades muy grandes o por vejez, el buen hombre languidece de
cada día «por un agujero donde antes no habríais podido meter un enfermedad, de gota u otras cosas, de tal manera que no puede le­
dedito»? Y eso no les impide estar más gordas que los gallos. Estas vantarse cuando está sentado, ni marcharse de un lugar, o está afec­
pequeñas molestias femeninas no tienen importancia: «Esto no es tado en una pierna o un brazo, o le han sobrevenido varias moles­
nada comparado con las preocupaciones con las que se enfrenta un tias que le pueden suceder a cualquiera. Entonces se acaba la gue­
hombre juicioso: pensamientos profundos provocados por asuntos rra, y las cosas se ponen peor: porque la mujer, que se encuentra
importan.tes de los que debe ocuparse.» Agotado ·por las preocupa­ en un buen momento de su vida y es más joven para la aventura
ciones, el marido se queda sin aliento en los juegos amorosos y no que él, hará seguramente sólo lo que le plazca. El buen hombre, que
consigue satisfacer a su mujer, que se queda «con tanto vigor como antes había mantenido viva la guerra de distintas maneras, se ve
tenía antes». También «hay un principio general en lo relativo al ma­ atrapado. Los hijos que había conseguido mantener adoctrinados y
trimonio que todas creen y mantienen: es que su marido es el más controlados, estarán mal aconsejados de ahora en adelante, pues si
mal intencionado y el menos potente en lo relativo al tema secreto». el hombre sensato quiere censurarlos por algo, la mujer se pondrá
Y así nos encontramos a esas esposas que «se lanzan a la aventura en contra suya; por lo cual él sufre profundamente. También está
de comprobar si los demás son tan poco potentes como sus maridos». dominado por todos sus criados por la ayuda que necesita de ellos,
Con mayor motivo ¡qué desgracias tendrá que soportar un hom­ que es mucha. Y aunque sigue teniendo tanto juicio como tuvo siem­
bre anciano que se casa con una mujer joven! «Considero comple- pre, quieren convencerle de que se ha vuelto estúpido para que no
298 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 299

intervenga en nada. Y aprovechando la ocasión, su hijo mayor que­ que esté sometido y gobernado por mujer viuda... : el que llega a este
rrá llevar las riendas de sí mismo, con la ayuda de su madre, para estado no tiene nada que hacer, si no es rogar a Dios para que éste
ser igual que aquél a quien no acaba de llegarle la muerte; así pues, le dé una gran paciencia para soportarlo y sufrirlo todo... ; y con fre­
está harto de ellos. Y cuando el buen hombre se ve tratado de esta cuencia sucede que como él es muy joven con relación a ella, ella se
manera, que ni su mujer, ni sus hijos, ni sus criados lo tienen en con­ vuelve celosa: porque el apetito y la lujuria de la fresca carne del jo­
sideración, ni hacen nada de lo que él manda, y ni siquiera quieren ven la han hecho glotona y Gelosa, de tal manera que querría tener­
correr el riesgo de que haga testamento, porque se han enterado de lo siempre entre sus brazos y asimismo querría sentirse siempre abra­
que no quiere dejarle a su mujer lo que ésta le pide, y algunas veces zada por él. Se parece al pez que está dentro de una coniente de
lo dejan en su habitación durante medio día sin ir a verlo; entonces agua y a causa del fuerte calor del verano que ha durado mucho
tiene que soportar hambre, sed y frío. Por todo lo cual el buen hom­ tiempo, el agua se estanca y se corrompe: por lo cual el pez que está
bre, que ha sido discreto y sensato, y sigue manteniendo entera su dentro de ella está deseando encontrar agua nueva, va tras ella y
capacidad de juicio, cae en una gran desolación mental, y se dice a sube a la superficie en cuanto la encuentra. Igual se comporta la mu­
sí mismo que él podrá salir adelante, y manda a su mujer y a sus jer entrada en años cuando encuentra a un joven y carne joven que
hijos que se presenten ante él: y su mujer deja al azar el acostarse la renueva. Pero sabed que no hay nada que desagrade más a los
con él, según le apetezca, pues el buen hombre ya no puede hacer jóvenes que una mujer vif'ja, ni que le perjudique más su salud. E
nada, y se compadece y se duele. ¡Ay! todos los placeres que en todo igual que un hombre que tiene mucha sed y bebe mucho vino que
tiempo proporcionó a su mujer están ya olvidados, pero sin embar­ ha cogido el sabor del tonel, pero en cuanto ha acabado de beber le
go ella se acuerda de muchos disgustos que él le ha ocasionado, y queda un sabor de boca muy malo, y no volverá a probarlo mien­
les dice a sus vecinos que ha sido un mal hombre y que le ha dado tras tenga otro del que beber; pues lo mismo le sucede al joven que
tan mala vida que si ella no hubiese sido una mujer de mucha pa­ tiene una mujer vieja, que seguramente ya no la ama, y menos aún
ciencia no habría podido aguantar el matrimonio con él» 38. amará la mujer joven al hombre viejo. Hay algunos que se casan
Así pues, la madre y el hijo se confabulan para aislar al viejo pa­ con mujeres viejas por avaricia; pero ellas son muy tontas, pues por
dre y hacerle pasar por loco, con el fin de que no les desherede: «Y muy útiles que ellos les sean, no cumplirán ninguna promesa que
la mujer y el hijo se ponen de acuerdo y dicen que él ya no está en les haya hecho» 40•
su sano juicio: y como ha amenazado al hijo, temen que piense des­ «Y si se da el caso de que una vieja se casa con un joven, éste
baratar la herencia, que les desheredará, y los dos deciden que na­ sólo lo hace por avaricia; por tanto, nunca llegará a amarla; y les
die podrá hablar con él. El hijo pretende hacerse cargo de todo con pegan mucho, y malgastan lo que ellas tienen y a veces algunas lle­
más fuerza que antes, pues cuenta con la ayuda de la madre. Se van gan a empobrecerse. Y debéis saber que la convivencia prolongada
y dicen a todos que el hombre se ha vuelto como un niño; y el hijo con una mujer vieja acorta la vida de un joven: por eso dice Hipó­
procura que el buen hombre sea puesto bajo la tutela de un cura­ crates: non vetulam novi, cur moriar? Y estas viejas casadas con hom­
dor, y le hacen creer que ha perdido el juicio y la memoria, aunque bres jóvenes son tan dadas a los celos y tan insaciables que siempre
está tan cuerdo como lo estuvo siempre» 39. están rabiosas: y vaya donde vaya el marido, sea a la iglesia o a otra
Si casualmente la correspondencia de edades es la contraria, es parte, les parece que sólo va a hacer algo malo; y sólo Dios sabe en
decir, si un joven está casado con una anciana, también en este caso qué tribulación y tormento se encuentra él y los ataques que recibe.
será él la víctima, «pues no hay nada más esclavo, ni que se encuen­ Y una mujer joven nunca estaría celosa por las causas antes men­
tre en mayor servidumbre, que un joven sencillo y de buen natural cionadas; y además podrá también tomarse la revancha cuando quie-
'1. . .
·�., ,·
1
300 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 301

ra. El que ha llegado al estado del que hablo está tan sometido que Difícilmente podían rellenar
no se atreve a hablar a ninguna mujer, y no le queda más remedio los aparatos que los ataban a mí
que estar al servicio de la mujer que es vieja: por lo cual envejecerá (si comprendéis mi sonrisa).
más en un año de lo que lo hubiese hecho con una joven en diez ¡Dios me perdone! ¡Todavía me río
al recordar como los hacía trabajar por la noche!
años. La vieja lo secará completamente: y vivirá también en medio Y a mi vez, yo apenas gozaba;
de peleas y aflicciones, en medio de tormentos de los que nunca po­ aquello no me proporcionaba ningún placer.
drá desprenderse y acabará sus días miserablemente» 41. Ellos me habían dado su tesoro,
y por tanto yo no necesitaba en absoluto darme prisa
43
para ganar su amor o mostrar1es respeto
El testimonio de Chaucer

En tanto que Cristina de Pisán evocaba los conflictos generacio­ También pasa ella su tiempo insultando a su marido y procu­
nales y Gilles Bellemere ridiculizaba los matrimonios de viejos y vie­ rando pelearse con él:
jas, Geoffrey Chaucer presentaba a numerosos ancianos en sus Can­
terbury Tales entre los años 1385 y 1390. La vejez estaba evidente­ Dime, viejo chocho, ¿de qué hablas?
mente a la orden del día, especialmente el problema de los maridos ¿Por qué la mujer del vecino es tan elegante y alegre?
viejos. Chaucer nos presenta una retahíla de éstos, que oscilan to­ Por todas partes donde va se la respeta.
Yo me quedo en casa y no tengo nada que ponerme.
dos entre lo ridículo y lo odioso, colocados sobre un fondo de ani­ ¿Por qué estás siempre en su casa? ¿Qué haces allí?
mosidad entre generaciones. En la historia del molinero, un viejo car­ ¿Estás enamorado? ¿Tan bonita es ella?
pintero se casa en segundas nupcias con una muchacha de diecio­ ¡Cómo! ¿Le susurras secretos a la criada? ¡Qué vergüenza,
cho años: viejo asqueroso! Ya no estás para esos juegos.
Pero si yo charlo con un amigo
- . 44.
Ella tiene dieciocho años de edad. me grunes como un d emomo...
El era celoso y la mantenía enjaulada,
porque era viejo; ella era ardiente y joven;
él temía dejarse dominar. «Viejo traidor», «viejo buitre chocho», <<viejo tonel lleno de men­
Tendría que haber sabido, si hubiera leído a Catón, tiras», «viejo loco», esto es lo que el marido oye todos los días, ya
que un hombre debe casarse con alguien semejante a él, que a su mujer no le gusta «el jamón endurecido».
debe escoger como compañera a su igual.
La historia del comerciante describe los ridículos esfuerzos del
Jóvenes y viejos están con frecuencia enfrentados.
Pero cayó en la trampa, viejo marido cuando está en la cama con su joven esposa:
y debió llevar su cruz como los demás 42•
El le daba mimos, procuraba tranquilizarla abrazándola;
. Es engañado y ridiculizado inevitablemente, y acaba por pasar los pelos de su barba eran tan duros como el rastrojo,
por un loco. La mujer de Bath, casada en cinco ocasiones, tres de como la piel de un cazón, y punzantes como zarzas,
ellas con un anciano, ameniza a su vez a los peregrinos contándoles aunque recientemente afeitados para endulzar su deseo.
El frotaba su barbilla contra su tierna piel...
cómo padecían y sufrían sus viejos maridos para satisfacer sus ape­
titos:
,rI¡_.=
·.<".

LOS SIGLOS XIV Y XV 303


302 HISTORIA DE LA VEJEZ

menos de veinte años, como explica a sus amigos, encargados de en­


Pero ninguna caricia consigue avivar su virilidad:
contrarle una novia:
Hizo esfuerzos hasta el alba,
después bebió un trago de vino aguado, Amigos -dice-, ya no soy joven;
se irguió en la cama, Dios sabe que estoy cerca de la tumba, al borde;
tengo un alma, es preciso que piense en ella...
y comenzó a cantar fuerte y vivamente...
He decidido casarme...
Dios sabe lo que May pensaba en su interior
Pero, queridos amigos míos, tengo que deciros
al verlo sentado, con la camisa abierta,
o que la mujer no debe ser vieja,
el gorr de noche en la cabeza, el cuello descamado.
desde luego, menos de veinte años, y comedida...
No habría dado ni un real por su hazaña.
la tierna vaquilla es mejor que la vieja vaca.
Finalmente él dijo: «Creo que voy a descansar;
ahora que es de día, es mejor dormir un poco»; El trato con viejas es tan peligroso
y lleno de peligros como el barco de Wade,
se tendió y durmió hasta las ocho y media 45•
y cuando ellas quieren, son tales brujas
que no tendría jamás un momento de reposo;
... pero cuando son jóvenes,
Como reconoce el viejo aparcero en su prólogo: un hombre puede todavía controlarlas con la voz
y guiarlas, si ellas se extravían ·H.
Ya no tenemos fuerza para jugar a este juego,
aunque siempre nos gustaban tanto estas tonterías.
Hablamos de lo que ya no podemos hacer, Descrédito de la mujer anciana
y removemos las cenizas cuando el fuego está apagado ...
El deseo no desaparece jamás, y en verdad,
todavía ahora me asaltan ganas juguetonas,
La situación inversa es siempre considerada con desagrado, tal
a pesar del número de años muertos y derramados y como comprobamos en Los Quince Gozas del Matrimonio, hasta tal
desde que el grifo de mi vida comenzó a fluir. punto parece monstruosa la idea de comercio carnal con una vieja.
Con seguridad, cuando nací, hace tanto tiempo, En la historia de la mujer de Bath, el caballero que tiene que casar­
la m4erte abrió el grifo de la vida y lo dejó correr; se con una vieja tras haber prestado juramento, está horrorizado. El
y después, el grifo ha hecho su trabajo,
ya sólo queda un tonel casi vacío.
matrimonio se lleva a cabo sin festejos:
El arroyo de mi vida no es ya más que gotas en la orilla.
La lengua de un viejo loco se irá con él, Se casó con ella en privado al día siguiente,
hablando todavía de los buenos ratos del pasado. y se escondió durante todo el día como un hurón,
Al final ya sólo queda la chochez 46. tan grande era su tortura por tener una mujer tan fea.
Qué angustia atormentaba su espíritu
cuando era conducido al lecho...
Lo que piensa el comerciante es que el único atractivo que un
. . _
VIeJo mando puede tener para su mujer es, en definitiva, su dinero. Su esposa intenta consolarlo en vano, y él le responde con estas
Y a pesar de todo, observa, ¡cuántos ancianos hay en nuestros días despiadadas palabras:
que intentan casarse con una joven! Como este caballero lombardo
cuya ?istoria relata, quien, con más de sesenta años, experimenta la Ya nada podrá ir nunca bien:
tú eres vieja, y horriblemente fea 48•
necesidad de casarse. Pero es preciso que sea con una muchacha de
LOS SIGLOS XIV Y XV 305
304 HISTORIA DE LA VEJEZ

Es un episodio anunciador de uno de los temas favoritos del si­ Para Olivier de La Marche, la mujer de sesenta años es la ima­
glo XVI, el de las feas engreídas y las viejas repelentes de Baldung gen de la fealdad:
Grien: la vieja, encarnación del mal, adquiere el aspecto de una bru­
ja. «Uno no podría imaginarse una criatura más horrorosa», dice Si vivís tanto como lo permite la naturaleza
Chaucer. Villon, por su parte, hará su contribución al retrato con y llegáis a los sesenta años, que son muchos,
Les Regrets de la belle Heaulmiere: vuestra belleza se tornará en fealdad,
vuestra salud en oscura enfermedad,
Y aquí sigo todavía, vieja y canosa. y serviréis sólo de estorbo en este mundo.
Cuando pienso ¡desgraciada de mí! en los buenos 'tiempos, Si tenéis una hija, seréis un fastidio para ella,
¡Qué fui, en qué me he convertido! que se verá solicitada y requerida,
Cuando me contemplo totalmente desnuda, y de todos será la madre abandonada 50.
Y veo cuánto he cambiado,
Pobre, seca, flaca, menguada,
Al momento me invade una gran rabia... En los ambientes populares, la mujer anciana sola y pobre se en­
Frente arrugada, cabellos grises, cuentra en el punto más bajo de la escala social; es despreciada, in­
Cejas peladas, ojos sin brillo sultada, explotada; nadie la defiende. Al menos así es como nos la
Que regalaban sonrisas y miradas
muestra Chaucer en la historia del monje: un grupo de bromistas
Que engatusaron a tantos mercaderes;
Nariz torcida de olvidada belleza,
pesados la toman con una vieja viuda, «viejos restos, ruina destro­
Orejas largas, llenas de musgo, zada»; van a buscarla y la interpelan: «Sal de ahí, vieja borracha;
El rostro sin color, muerto y deslucido, apuesto que escondes todavía en tu casa a un monje o a un cura.»
Encogido el mentón, los labios agrietados: Inventando una falsa orden terminante para que comparezca ante
¡El conjunto resulta de una enorme belleza! el archidiácono, le arrebatan doce peniques a la «vieja bruja».
Los brazos cortos y las manos crispadas,
Los hombros corcovados por completo;
La equiparación de la mujer anciana con las fuerzas del mal es
¿De los senos me habláis? Se han escondido; un rasgo característico del arte religioso de los siglos XIV y XV. En
Igual están las caderas que las tetas; las representaciones de la Pasión aparece el personaje de una vieja,
En cuanto al sexo, ¡puag! Y si hablamos de muslos, encarnación del mal, que guía a los soldados al Monte de los Olivos
De muslos ya, ni restos, sólo quedan muslitos y que forja los clavos de la crucifixión: la vemos en miniaturas in­
Moteados como si fueran salchichas.
Así añoramos entre nosotras,
glesas poco después de 1300, más tarde en una miniatura de la Pe­
Pobres viejas estúpidas, regrinación de Jesucristo, en 1393, en las Horas de Esteban Caballero, de
Los buenos tiempos pasados, Jean Fouquet, en un misterio del siglo XV, en Los Misterios de la Pa­
Sentadas en el suelo, en cuclillas, sión, de Jean Michel. Conocida entonces con el nombre de Hédroit,
Acurrucadas, hechas un ovillo, es fea y odia a Jesús 51• La Dulle Griet, de Brueghel, será su descen­
Al débil fuego de cañamizas
Que tan pronto arde, que tan rápido se apaga;
diente en muchos aspectos.
¡Tan graciosas como fuimos antaño! Chaucer piensa que la única ventaja de casarse con una vieja es
Así será con todos y todas 49• que no se corre el riesgo de ser engañado. En la historia de la mujer
de Bath, la esposa del desgraciado caballero tranquiliza a su marido
de la siguiente manera:
306 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 307

Dices que soy vieja y más repugnante que el fango de un pantano. en ella: el vanidoso poeta se siente halagado de ser amado todavía
No debes, pues, temer convertirte en un cornudo. a su edad por una joven, y esta última debe a la fama de su amante
Convendrás conmigo en que la suciedad y la vejez
son los mejores guardianes de la castidad.
el poder salir del anonimato. Pero, por su misma desproporción, la
Tienes donde escoger: ¿qué prefieres? célebre pareja simboliza una situación social nueva.
Tenerme vieja y fea hasta mi muerte,
pero humilde esposa, fiel y leal,
que no te irritará nunca, La concentración de la riqueza y el poder en manos de los
o prefieres que sea joven y bonita
ancianos
y correr el riesgo de lo que sucede en la ciudad
donde tus amigos te visitarán por mi causa,
y también sin duda en otros lugares. Los estragos selectivos de la peste provocaron también el forta­
¿Qué prefieres? Eres tú quien debes elegir 52• lecimiento del poder económico y político de los hombres de edad.
El padre, perdonado por la epidemia, va a permanecer mucho más
El dilema es tan cruel que el caballero acaba por dejar la elec­ tiempo al frente de sus negocios, que a veces transmitirá directa­
ción a su esposa, que la resuelve de la mejor manera posible: vuelve mente a su nieto. El tiempo le permitirá acumular un capital más
a ser joven de manera mágica y permanece fiel a su marido. importante y monopolizar más que antes los poderes de decisión, !o
El problema de la gran diferencia de edad entre los esposos, tan­ que acarreará en algunas ciudades serios conflictos generacionales.
to en un sentido como en el otro, estaba, pues, de actualidad a fi­ Arlette Higounet-Nadal ha demostrado con claridad el papel de­
nales de la Edad Media, mucho más que en épocas precedentes. La cisivo que tiene la vejez en Périgueux, en la ascensión social de las
-'
proliferación de escritos sobre este tema muestra que los contempo­ familias; en 1254, un inmigrante, Bernabéjoy de Dieu, acaba de ins
ráneos eran conscientes de esta situación, de su novedad y de sus talarse en la ciudad; compra una casa, después otra diez años más
consecuencias, si no de sus causas. A veces parecen también asom­ tarde; en 1276 se encarga de acuñar moneda; su nieto, Héiie Berna­
brarse por ello, como Boccaccio; en el Decamerón, escrito durante los bé' orfebre' es nombrado cónsul en 1323, con poco más de veinti-
peores estragos de la peste negra, entre 1349 y i351, nos presenta a cínco años; se ocupará de los asuntos municipales hasta la edad de
«Carlos el Viejo», es decir, Charles de Anjou, hermano de san Luis, noventa años, desempeñando varias misiones al tiempo que conti­
rey de Nápoles, que se enamora de las hijas de un noble napolitano, nuaba adquiriendo bienes; murió después de 1393, cuando contaba
el señor Neri, y desea raptarlas. Su consejero, el conde Guido, se que­ más de noventa y cinco años. Su hijo Arnaud, fallecido aproxima­
da muy sorprendido por ello: «... Encuentro tan nuevo y tan extraor­ damente a los noventa años en 1436, se casará con la hija de un rico
dinario que vos, a quien veo ya viejo, estéis enamorado, que me pa­ comerciante de Limoges, ocupará asiento en el consejo de 1388 a
rece casi un milagro.» El tiempo de amar ha pasado para los viejos, 1432 y será elegido diez veces alcalde entre 1387 y 1420. No hay
y Carlos el Viejo es claramente un caso aislado en esta sociedad ex­ duda ninguna de que la longevidad excepcional de estos tres hom­
clusivamente joven y licenciosa que muestra el Decamerón. Por lo de­ bres haya contribuido enormemente a su prestigio y a su riqueza.
más, el rey de Nápoles renunciará a su proyecto. En lo que respecta Los hombres más influyentes de Périgueux en esta época tienen ge­
a Guillermo de Machaut, éste no hará ningún misterio de sus amo­ neralmente más de sesenta años; muchos prosiguen una carrera pú­
res de canónigo sexagenario tuerto y gotoso con su Péronnelle d' Ar­ blica durante más de veinticinco años, hasta su muerte. «Tal vez de
mentieres, j9ven de dieciocho años. En Le Livre du Voirdit, expone su manera general, pero con toda seguridad en el caso particular de Pé­
relación sin ·complejos. Es cierto que los dos encontraban ventajas rigueux, la longevidad ha sido un gran triunfo en la vida social. El
T'
308 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 309

poder, la influencia, la acción, han sido el destino de aquellos que (1373-1457), elegido a los cuarenta y seis años y que permanece en
vivieron mucho tiempo» 53 su puesto durante treinta y cuatro años, hasta su destitución; Pietro
El �udoeste francés vio prosperar también a Barthélemy Bonis, Mocenigo (1406-14 76), elegido a los sesenta y ocho años; Giovanni
comerciante de Montauban, enriquecido gracias al comercio de los Mocenigo (1408-1485), elegido a los setenta años; Agostini Barba­
paños, la seda, la mercería, los cueros, las joyas, las armas y las es­ rigo (1419-1501), elegido a los sesenta y siete años; Andrea Gritti
pecias, convertido en banquero local y dedicado a prestar con fian­ (1455-1538), elegido a los sesenta y ocho años.
z a o garantía hasta los setenta años (1300-1370). En un nivel supe­ Es cierto que los dux no son los verdaderos inspiradores de la
.
nor, Francesco Datini, nacido en Prato en 1335, multiplicaba los ne­ política veneciana, pero sin embargo su papel no es desdeñable, y
gocios ?espués de cumplidos los cincuenta años, creando empresas la elección sistemática de estos hombres ancianos es un hermoso ho­
en su cmdad natal y después en Florencia, Pisa, Génova, Barcelona, menaje a la vejez. Algunos incluso llegaron a crear verdaderas cas­
Valencia y Mallorca, lo que le permitió legar, a la edad de setenta tas de ancianos, asegurándose de esta manera un poder considera­
y cinco años, 75.000 florines a Prato para fundar un hospicio. ble. El caso más notable es el de la familia Mocenigo. Tommaso
?orno los oficios y los beneficios eran con frecuencia para toda (1414-1423) extendió la dominación veneciana sobre Tren tino, Friu­
la vida, los cargos de responsabilidad vuelven a recaer con frecuen­ le y Dalmacia; su sobrino Pietro, famoso almirante, luchó contra los
cia en las personas de edad. Así sucede en el campo en lo que se turcos en Esmirna a los sesenta y seis años; su hermano, Giovanni,
refiere a los cargos menores de los señoríos, y todavía más en la ciu­ fue dux de los setenta a los setenta y siete años (1478-1495) . El nie­
dad, donde el acceso a las funciones municipales venía reglamenta­ to de este último, Andrea, fue un hombre de letras y murió a los se­
do por la antigüedad: en Avignon, en 1450, era necesario justificar senta y nueve años (1542), mientras que un sobrino, Alvise I, fue
al menos diez años de presencia en las listas fiscales para tener ac­ dux de los sesenta y tres a los setenta años (1507-1577).
ce�o al consejo; en Tarascón, entre 1370 y 1400, había que haber par­ Las cofradías de la ciudad estaban también en manos de ancia­
.
ticipado en el consejo durante al menos diecisiete años para llegar nos: en 1544, el estatuto sobre el reglamento de la edad de la Scuola
a ser síndico: «Semejantes reglas convertían a algunas élites muni- dellu Misericordia recordaba que los Guardiani Grandi habían sido
Cipa. I es en mmonas
· , de Ia edad» 54. Y entre los que eran iguales en siempre «hombres dignos, de rango y edad respetables», con fre­
capacidad, eran preferidos siempre los más ancianos. cuencia de más de setenta años; el estatuto fijaba además la edad
.
En Italia, donde las funciones municipales tienen una importan­ mínima en cincuenta años 55• La oposición entre jóvenes y viejos era
cia mucho mayor, es todavía más clara la tendencia a la concentra­ evidente: el dux Mocenigo lanzó en varias ocasiones discursos en­
ción en manos de los ancianos, que conducirá en el siglo XV a un cendidos contra la juventud, y es conocido un complot de jóvenes
enfrentamiento directo entre jóvenes y viejos. Así, por ejemplo, Luca que en el año 1433 intentó hacerse con el poder 56•
era gobernada por nueve nobles ancianos y un gonfalonero. En Ve­ En Florencia, la rivalidad entre generaciones llegará más lejos.
necia, el largo cursus honorum conducía a reservar los cargos impor­ Existente ya en la primera mitad del siglo XV, se hace notar en to­
tantes a personas ancianas, y los dux forman la serie más notable dos los medios: en un monasterio los monjes viejos son expulsados
de viejos jefes de Estado de los siglos XIV y XV, batiendo todos los por los jóvenes; unos jóvenes nobles intentan apoderarse de las ur­
records de longevidad política: los siete más importantes, que per­ nas electorales. Por lo demás, Bernardino de Siena echa la culpa a
manecieron activos hasta el final, tenían una media de edad de se­ ambas partes: ridiculiza por un lado la decadencia fisica de los.an­
tenta y ocho años en el momento de su muerte: Tommaso Moceni­ cianos, y se burla al mismo tiempo de los jóvenes gobernantes «an- ·
go (1343-1423), elegido a los setenta y un años; Francesco Foscari gelicales». En esta ciudad donde los jóvenes de menos de treinta
310 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 311

años, no aptos para la vida política y calificados con frecuencia de se insistirá en su fealdad, su debilidad física, sus defectos, las des­
«idiotas», suman en 1427 unos 12.000 de los 20.000 adultos varo­ dichas de su condición tan próxima a la muerte. Cuanto más nu­
nes, el período de los Médicis es testigo de un grave enfrentamiento merosos y fuertes son, políticamente, los ancianos, más desprestigia­
entre generaciones: los jóvenes apoyan el bando Médicis, en tanto dos están; un pesimismo general se abate sobre ellos, en pago por el
que los viejos son favorables al mantenimiento de la gerontocracia aumento de su poder. La mujer anciana, como ya hemos visto, se
tradicional. Característica a este respecto es la época de Lorenzo el convierte en bruja y encarnación del mal. El hombre viejo es, en el
Magnífico. Rodeado de hombres y mujeres jóvenes, el «príncipe», mejor de los casos, objeto de meditación pesimista sobre lo transi­
que se ve en la obligación de ser el modelo del «cortesano», brillan­ torio de los placeres terrenos. Todos los nombres importantes de la
te y fastuoso, no podría aceptar la tutela de austeros ancianos, aun­ poesía del siglo XV han abordado estos temas.
que en la calle les cede ostensiblemente la acera 57• La única voz discordante en estas recriminaciones contra la ve­
Algunos historiadores no dudan en conceder más importancia al jez es la de un oscuro poeta escocés sobre el que se conocen muy
enfrentamiento entre las generaciones que a las rivalidades econó­ pocos datos, excepto que murió muy anciano, hacia el año 1500. En
micas y sociales para explicar los acontecimientos políticos de Tos­ La alabanza de la edad, se declara dichoso de no ser ya joven, pues
cana en esta época: «La división más importante en la Res publica cuanto más viejo es más se aproxima a la felicidad eterna: «No me
era la división entre los viejos y los jóvenes»; afirma Richard C. Trex­ gustaría ser joven ... ; me siento feliz de que mi juventud haya pasa­
ler 58. Probablemente Pedro de Médicis perdiese así el poder en 1494 do..., considero nocivo el estado de juventud, porque en este estado
porque «apoyaba a los jóvenes y la pequeña nobleza y los favorecía hay grandes peligros. Cuanto más viejo es uno más cerca se está del
contra la voluntad de algunos viejos principales y de los hombres de Cielo» 61• En El diálogo entre la juventud y la vejez, insiste en la vanidad
edad madura. A estos ancianos les parecía que Pedro no los apre­ de las ventajas de la juventud, que pasa tan deprisa. Es una alaban­
ciaba» 59• Savonarola intentó explotar esta rivalidad; desconfiaba de za de la vejez puramente académica, pues la única ventaja que se
los viejos, que sentían nostalgia por ios tiempos disoiutos de Loren­ deriva de eiia es no tener nada que perder aquí abajo. Los demás
zo el Magnífico, y quiso formar una juventud virtuosa, que cuidara poetas, que miran con nostalgia todos ellos, con más o menos suer­
de la sociedad. «Savonarola ha utilizado a los jóvenes para poder te, la primavera de su vida, no lo ven de la misma manera.
conseguir su reforma cívica y religiosa» 50. El siglo XVI asistirá al Charles d'Orléans, que arrastró durante setenta y un años una
desarrollo de estos conflictos generacionales cuyo origen se debe en existencia desgraciada (1349-1465) 62, y pasó sus últimos años en el
parte a las consecuencias de la peste negra. valle del Loira, enfermo y retirado de sus quehaceres, supo expresar
con gracia y melancolía los disgustos que le inspiraba la pérdida de
la juventud:
La vejez como tema poético: una imagen pesimista
Pero ahora que ya soy viejo,
La tendencia a la gerontocracia tuvo como corolario en los am­ Cuando leo el libro de la Alegría,
Tengo que coger los lentes
bientes cultivados un brote de crítica contra los ancianos. La ima­
Para que las letras se agranden,
gen de la vejez en la literatura pierde el brillo anterior. Cuanto más Y ya no veo tanto como solía:
importante es el papel activo que desempeñan los ancianos, tanto Antes no padecía esta carencia,
más se les considera como obstáculos, rivales despreciables y temi­ Cuando estaba en manos de mi Dueña Juventud 63.
bles al mismo tiempo. Frente a su riqueza y a su poder de hecho,
312 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 313

En otro �ugar se lamenta de sus pérdidas de memoria: lo que ha­ despreciados en todas partes, señala, y según los jóvenes no son ca­
,
bna aprendido en una hora y media «en la florida juventud», tarda paces de hacer nada bien: «siempre es desagradable el viejo mono»:
ahora el doble de tiempo en retenerlo «los últimos días de mi vida»­'
hay que dejar a los jóvenes los placeres galantes: Pues si fue gracioso en su juventud,
ahora ya no dice nada que guste:
Siempre es desagradable el viejo mono,
De ahora en adelante es mi Dueña Vejez no hay mueca que haga que no disguste;
Quien me ordena y me prohíbe, Si se calla para agradar,
Mientres permite gallardías a los jóvenes. se le toma por un loco cobarde;
Si habla, le' dicen que se calle
y que lo que sirve no es de su cosecha 64•
Ya sólo queda acordarse del pasado,
La vejez es la fealdad, espantosa sobre todo para las mujeres:
... pues, a fe mía,
Sólo me importa del presente lo que veo:
«Yo seré viejo; vos, fea, sin color»:
Pues Vejez me ha abandonado
Como a moneda depreciada. Llegará un tiempo que hará secar,
amarillear, marchitar, vuestra abierta flor.

«El viejo Briquet descansa», y se aburre, solo, Eustache Deschamps, en El Espejo de matrimonio, ha expresado de
manera más mezquina las mismas ideas, pero su actitud sistemáti­
Y Vejez ha decidido hacerle prisionero
En una habitación cerrada...
camente quejumbrosa, como señalaba Huizinga, resta mucho valor
El paso del tiempo me ha robado juventud a su testimonio: «El poeta sólo ve en la vejez males y motivos re­
Y me ha dejado en manos de Vejez. pugnantes, lamentable decadencia del alma y el cuerpo, ridícula in­
sipidez» 65. Para él, la mujer es vieja a los treinta años, el hombre
a los cincuenta, y dificilmente pueden esperar rebasar los sesenta
Males de todas clases asaltan al viejo poeta; «preocupación, ve­
. años. «Todo va mal»: esa es la lección que se desprende de su obra.
Jez y displacer» convierten su retiro en «la casa del dolor»:
El mundo es como un anciano que ha vuelto a la infancia:
Aturdido por la indiferencia,
Ahora estás flojo, enclenque y blando,
Cegado por el disgusto,
Agobiado por la tristeza viejo, codicioso y mal hablado:
No sabe para qué puede valer. Sólo veo locos y locas...
En verdad el fin está próximo ...
Todo va mal...
«¡Pocas cosas puede hacer un anciano!», concluye.
Frarn;ois Villon expresa poco más o menos los mismos sentimien­ A este pesimismo innato será preferible sin duda, aunque la en­
tos, pero en un contexto muy diferente. Le asalta muy temprano la señanza que se desprenda de ella sea semejante, la encantadora ha- .
obsesión por el envejecimiento, pues a la edad de treinta años, en lada de Jehan Régnier, compuesta en 1460. El poeta tiene sesenta y
El Testamento, habla ya de «la entrada en la vejez». Los ancianos son ocho años; su esposa Ysabeau Chrestienne, al evocar su larga vida
·1·"
;;.
-:!.
,_ :Pse:.,;i.

LOS SIGLOS XIV Y XV 315


314 HISTORIA DE LA VEJEZ
{
,¡ de la ciudad sitiada. Chaucer, cuyos ataques contra la práctica de
conyugal, le pide que le componga un poema: «Amigo mío, hemos
estado mucho tiempo juntos y hemos vivido felizmente, y por el amor los matrimonios entre jóvenes y viejos ya conocemos, ha introduci­
que me profesáis habéis compuesto canciones y otras sutilezas, pero do en su galería de ancianos algunos retratos positivos, como el del
como ahora estamos en la edad anciana ya no hacéis nada; os ruego regidor, «viejo, colérico y flaco», con la barba bien apurada, lleno
que compongáis al menos una por amor a mí.» Testimonio conmo­ de experiencia y agudeza, hábil y temible:
vedor de la fidelidad y el amor de los dos viejos esposos, que con­
Sabía evaluar, partiendo de la sequía y la lluvia,
trasta con las frivolidades de Charles d'Orléans o de Villon. Jehan la cosecha que podía esperarse de las semillas y del grano,
Régnier compone, pues, para su mujer una pequeña balada sobre nunca nadie le había cogido en falta...
la vejez, encantadora por su sinceridad, simplicidad, melancolía y era temido como la peste por sus subordinados... 67
tranquila resignación:
Reconoce también que
Puesto que siento que Vejez se acerca a mí
y Juventud me abandona y olvida también, la edad tiene una gran ventaja sobre la juventud,
es preciso que abandone las armas, por la sabiduría y la tradición, es verdad.
pues mi vigor se ha debilitado por completo... . Se puede derrotar a los viejos en una carrera, pero
Ya sólo ansío tranquilidad y descanso. no en el razonamiento.
Cuando me acuerdo de los buenos tiempos pasados
en los que íbamos de cacería... Pero ¡cuántas desdichas hay en la vejez!
y ahora tengo moquillo en la nariz,
no tengo ni un diente, tomo leche o sopa, La edad, que viene a envenenarlo todo,
forrado estoy de pieles y además llevo esclavina, se ha apoderado de mi belleza y mi vigor,
junto al fuego, vino y agua en dos pucheros,
me tiemblan las manos y bebo de un tazón;
se lamenta la mujer de Bath: «La edad os invade arrastrándose, si­
Ya sólo ansío tranquilidad y descanso.
¡Ay, amiga mía! aquél tiempo no volverá, lenciosa como la piedra», dice el sabio. Los viejos son insultados y
si lo esperamos es que somos unos locos, despreciados en todas partes, si creemos las historias de peregrinos.
-
hay que irse sin saber qué será de nosotros, Cuando un anciano saluda a un grupo de caballeros, éstos le respon
debemos gritar: ¡Olvida, olvida, olvida...! den:
Querida, la edad me ha traído hasta aquí,
estudio calendarios y letras, ... ¿Cómo, viejo loco? ¡Quítate de ahí!
ya estoy en manos de la medicina, ¿Por qué no escondes también tu cara?
ya sólo ansío tranquilidad y descanso 66• ¿Por qué vivir tanto tiempo? ¿No es hora de morir?
El viejo, muy viejo buen hombre, lo miró de frente
y dijo: -Ya que nunca he encontrado,
La novela del siglo XV hace causa común con la poesía para des­ aunque he caminado hasta la India y explorado
prestigiar a la vejez. Estamos muy lejos de los valientes ancianos de ciudades y pueblos en mi peregrinación,
la Chanson de Roland. En el Roman de Jehan de París, escrito a finales a nadie que cambiara su juventud por mi edad...
del siglo XV, el viejo rey de Inglaterra, «que ya está muy viejo y can­ Ni siquiera la muerte, ¡ay!, se apodera de mi vida...
sado», no puede rivalizar con el rey de Francia, joven y hermoso. ¡Mira cómo se resecan mi carne, mi sangre y mi piel!
¡Ay! ¿cuándo descansarán estos huesos ... ?
En la guerra, el anciano no hace nada para impedir que le echen
LOS SIGLOS XIV Y XV 317
:ll6 HISTORIA DE LA VEJEZ

Pero vos, Señor, os habéis deshonrado vos mismo


Otros permanecen fieles a la división de la vida en doce partes,
al hablar tan duramente a un hombre anciano pero sólo dejan para los últimos años la tarea de preparar la muer­
a menos que· éste os haya molestado de palabr� o de obra. te . .Los artistas de finales de la Edad Media, inspirándose en un poe­
Está dicho en la Escritura, como vos sabéis: ma del siglo XIV, representan la vida humana en doce estampas,
te levantarás ante la cabeza cana que corresponden a los doce me1¡es del año: a los cuarenta y ocho
y la honrarás» 68.
años se da el agosto de nuestra existencia; la juventud se acaba, es
Precepto que parece estar muy olvidado, incluso entre los caba­ el tiempo de las cosechas; a los cincuenta y cuatro años, finales de
lleros, según el testimonio de la mujer de Bath: septiembre, hay que entrojar, pues aquél que entra en la vejez sin
bienes será muy desgraciado, y las miniaturas ilustran esta edad con
Vos me habéis acusado, señor, de ser vieja. un mendigo; a los sesenta años, finales de octubre, uno se convierte
Ahora bien, aunque nunca lo hubieseis leído
en un anciano, y ya sólo se puede pensar en la muerte; finales de
en los libros antiguos, vosotros, hidalgos, estáis comprometidos
por vuestro honor a respetar la vejez 69•
noviembre: sesenta y seis años; ya no hay razón para vivir; todo se
seca y muere; los herederos se impacientan; la miniatura nos mues­
A comienzos del siglo XIV, Dante retoma en el Convivía el tema tra un anciano en bata con su médico; a los setenta y dos años, fi­
clásico de los períodos de la vida humana y ofrece una opinión más nales de diciembre, llega el final: el desgraciado agoniza 70•
elevada de la vejez. Pero apenas le atribuye otra función· que la de La vejez es, pues, tanto en la literatura como en el arte, un pe­
prepararnos para la muerte. Los valores de la edad avanzada son ríodo trágico, sobre todo si uno se queda solo. El desgarrón de la
todos negativos. Para él la vida se divide en cuatro etapas: la ado­ separación de los viejos esposos ha sido representado de forma an­
lescencia, caracterizada por el calor y la humedad; la edad adulta, gustiosa por Piero della Francesca en La Muerte de Adán (iglesia de
período del calor y de la sequedad; la madurez, que amplía genero­ San Francisco de Arezzo), pintada entre 1452 y 1459. Arrugada, tris­
samen�e de los cuarenta y cinco a los setenta años, fría y seca; y la te y resignada, la vieja Eva, nuestra abuela común, reposa su mano
decrepitud, de los setenta años a los ochenta, fría y húmeda. La vida sobre el hombro de Adán, con un gesto de muda ternura. Drama
es como un arco, con una fase ascendente, una cima, situada entre de valor universal.
los treinta y los cuarenta años, y una fase descendente. Cada edad También se sigue soñando con la eterna juventud, con el mito
tiene un papel que desempeñar; el de la madurez es el de ayudar a del rejuvenecimiento. Las fuentes de juventud fluyen cada vez más
los d:más º alcanzar la perfección, pues sus cualidades son la pru­ en las miniaturas de manuscritos: en el Roman de Fauvel (comienzos
. del siglo XIV), en la Historia de Alejandro el Grande (siglo XV) 71• Se
denc1a, debida al recuerdo de los acontecimientos pasados, la justi­
_ escriben tratados sobre la manera de retrasar la decadencia fisica de
cia, que ha de servir para mostrar el ejemplo a los otros, la libera­
lid�� y la afabilidad. El tiempo de la decrepitud es el de la prepa­ la vejez: el mismo Marsilio Ficino se siente atraído por el proble­

rac10n para muerte, que debe hacerse apaciblemente, igual que
.
ma 72, y Alvise Cornaro piensa que ha de ser posible prolongar la
vida hasta su fin natural de cien años, ya que los hombres se con­
un barco arnba tranqmlamente al puerto tras un largo viaje. Noso­
tros volvemos a nuestro puerto natural, que es Dios; el anciano debe vierten en seres decrépitos a los cuarenta años a causa de sus cos­
aband�nar todos los placeres terrenos y practicar una vida religiosa, tumbres disolutas 73• Gabriele Zerbi publicaba en 1489 su Geronto­
. comia, obra consagrada a la higiene de las personas ancianas.
bendecir a Dios por todo lo pasado. Los ochenta años son el límite.
Incluso el cuerpo de Cristo, si no hubiese sido crucificado, se habría
transformado en cuerpo glorioso a los ochenta y un años.
·r·.-'
. re-:.

1
318 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 319

Políticos, clérigos y artistas ancianos contaron también entre sus filas con un buen número de viejos per­
sonajes: si bien Felipe de Valois murió tras cumplir los cincuenta y
De manera más concreta, el aumento del número y del papel de siete años,Jeanne d'Evreux, esposa de Carlos IV, vivió sesenta y un
los ancianos se tradujo en el avance de la idea del retiro, señal de años; Blanca, esposa de Felipe de Valois, sesenta y cuatro años; Mar­
un principio de reconocimiento de. la situación particular y de la es­ garita, esposa del conde de Flandes, Luis I, setenta y dos años; Isa­
pecificidad de la vejez. Especificidad todavía exclusivamente nega­ bel de Francia, reina de Inglaterra, sesenta y ocho años; Isabel de
tiva, pero que manifestaba una cierta toma de conciencia hacia los Portugal, sesenta y cinco años;Juan, duque de Berry, setenta y seis
problemas de la «tercera edad». años·' a los sesenta años escribía este último una balad:.. sobre el nú-
Es cierto que los más fuertes continúan desempeñando sus fun­ mero de sus amantes: «No una, sino tres o cuatro pares. » René d'An-
ciones y permanecen activos hasta el final. Los siglos XIV y XV apor­ jou murió en 1481, a los setenta y un años;Jean de Brienne, copero
tan su cuota de hombres de Estado, de militares, comerciantes o ar­ mayor de Francia durante cuarenta años, muerto en 1237 a los
tistas ancianos, que no han renunciado a su papel y a quienes la ochenta y nueve años; Arturo III, conde de Richemont y duque de
muerte encontrará dedicados a sus tareas. En esta situación se en­ Bretaña, fallecía a los sesenta y cinco años en 1458; Dunois le se­
cuentran numerosos caballeros y militares de todas clases: si bien ig­ guía, a la misma edad, diez años más tarde. Los soberanos prefieren
noramos lo que le sucedió a Berenguer de Roquefeuil, constructor con frecuencia a los consejeros experimentados: en 1328, Carlos VI
del magnífico castillo de Bonaguil en los últimos años de su vida, recordaba a los bufones de su padre: Jean Le Mercier, Bureau de la
muerto en 1530 a los ochenta y dos años, sabemos que el conde de Riviere, Jean de Montagu.
Foix, Gastan Phoebus, murió a los sesenta años, en 1391, al regreso Los clérigos siguen siendo los campeones de la longevidad, y ge­
de una cacería de osos; que Robert d'Artois murió a los cincuenta neralmente no se retiran. Siguiendo la tradición, los papas son ele­
y seis años a consecuencia de una herida recibida en la batalla de gidos a una edad avanzada, con frecuencia con más de sesenta años:
Vannes, que el condotiero John Hawkwood, que estaba al servicio Urbano Ví es pontífice de ios sesenta a los setenta y un años
de Florencia y que combatió en Italia durante los treinta últimos (1378-1389); Benedicto XIII de los sesenta a los ochenta y un años
años de su vida, participaba todavía en torneos en Bolonia en 1392, (1394-1415); Inocencia VII de los sesenta y seis a los sesenta y º:ho
a los setenta y dos años; que sus colegas Federigo da Montefeltro, años (1404-1406); Alejandro V de los sesenta a los sesenta y un anos
Francesco Sforza y Erasmo Gattamelata permanecieron activos has­ (1409-1410); Calixto III de los setenta y siete a los ochenta años
ta los sesenta años los dos primeros, hasta los sesenta y nueve el úl­ (1455-1458); Sixto IV de los cincuenta y siete a los setenta años
timo; que John Talbot, nombrado condestable de Portchester a los (1471-1484); Alejandro VI de los sesenta y uno a los setenta y dos
sesenta y cuatro años, después capitán de la flota y lugarteniente en años (1492-1503). De este último se decía entonces, cuando tenía se­
Aquitania, fue herido de muerte, a los sesenta y cinco ños, cuando tenta años: «Rejuvenece cada día; olvida sus preocupaciones en el
dirigía el ataque contra el reducido campamento de los franceses en espacio de tiempo de una noche; siempre está contento y nunca hace
Castillon (1453); que los ejércitos de Felipe VI y de Jean le Bon te­ nada que le disguste» 74. Numerosos eclesiásticos de todas las cate­
nían como jefes a viejos soldados como el condestable Gaucher de gorías y niveles de moralidad se muestran muy activos en su vejez,
Cha.tillan y los mariscales Baudrain de la Heuse y Arnold d'Audre­ desde el arzobispo de Sens, Felipe de Marigny, consejero de Felipe
hem. Por lo demás, en el año 1356, Jean le Bon no dudaba en con­ IV y acusador de los Templarios, muerto a los setenta años en 1350, .
vocar a todos los hombres de dieciocho a sesenta años. hasta la humilde Juana María de Maillé, que lleva una vida de po­
Soberanos y soberanas, príncipes y princesas y consejeros rralC's breza y de vagabundeo en Turena y muere a los ochenta y tres años,
320 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XI' 321

en 1414, pasando por el dominico español Vicente Ferrer, muerto . NACIDO MUERTO EDAD AL
NOMBRE
cuando estaba en viaje de predicación en Vannes en 1419, a los se­ t:N EN MORIR (AÑOS)

senta y cuatro años. Los cabildos catedralicios presentan todos ellos Arnolfo dí Lapo ....................................... 1226 1302 76
su lote de ancianos; el de Laon incluye, en el año 1409, un canónigo Cimabue .................................................. 1240 1302 62
de más de ochenta años, uno situado entre los setenta y los ochenta Niccolo Pisano ......................................... 1220 1284 64
años, ocho entre sesenta y setenta años, y once entre cincuenta y se­ Giovanni Pisano ...................................... 1250 1317 67
1266 1337 71
senta años 75• Giotto ......................................................
1348 78
Andrea Pisano ......................................... 1270
Una categoría nueva viene a amenazar sin embargo la suprema­ Andrea Orcagna .................................... ·· 1308 1368 60
cía que hasta ese momento disfrutaban los eclesiásticos: la de los ar­ Duccio ..................................................... 1255 1319 64
tistas. El espíritu creador parece sostener a estos hombres hasta ·una Spinello Aretino ...............................········ 1346 1410 64
edad avanzada, ayudándoles a conservar al mismo tiempo todas sus Jacopo della Quercia ........................·..···· 1376 1438 62
1400 1482 82
facultades intelectuales. Basta consultar las Vidas de los artistas, de Va­ Luca della Robbia ...................................
Paolo Ucello ............................................ 1397 1475 78
sari, para convencerse. De los 47 artistas italianos de los que nos ha­ Lorenzo Ghiberti ..................................... 1378 1455 77
bla, de los siglos XIV y XV, 34 de ellos, es decir, el 72 % han vivido Filippo Bruneleschi .................................. 1377 1446 69
más de de sesenta años; 19 han rebasado los setenta años, y seis los Donatello ................................................. 1386 1466 82
ochenta años. Piero della Francesca ............................... 1416 1492 76
Muy pocos de estos artistas llegarán a retirarse, lo que se com­ Giovanni da Fiesole ................................. 1387 1455 68
Leon Battista Alberti ............................... 14-04 1472 68
prende mejor al contemplar el autorretrato que pintó el decano de Fra Filippo Lippi ..................................... 1406 1469 63
todos ellos, Tiziano, a los noventa años (Museo del Prado). Los ojos Benozzo Gozzoli ............................·........· 1420 1497 77
de este enjuto anciano de larga barba brillan con tal fuego interior Jacopo Bellini .............................····..··....· 14-04 1470 66
que dificilmente podría concebirse que semejante hombre cesara en Gentile Bellini .......................................... 1429 1507 78
su actividad. Aún trabajaría durante nueve años, apagándose algu­ Giovanni Belliní ....................................... 1430 1516 86
Antonio Pollaiuolo ................................... 1429 1498 69
nos meses antes de cumplir los cien años. Luca Signorelli moría a 1444 1510 66
Sandro Botícelli .........................·..·· · ··...···
los ochenta y dos años mientras pintaba un fresco del bautismo de Andrea Mantegna .................................... 1431 1506 75
Cristo; Giovanni Bellini realizaba sus obras más hermosas de los se­ Pietro Perugino ........................................ 1450 1523 73
tenta y cinco a los ochenta y tres años; Andrea Mantegna termina­ Francesco Francia .................................... 1450 1517 67
ba su Madona de la Victoria a los sesenta y cinco años y su Parnaso a Vittore Scarpaccia ................................... 1455 1526 71
Luca Signorelli ........................................ 1441 1523 82
los setenta años; Tintoretto nos hacía su autorretrato a los setenta 67
Leonardo da Vinci ................................... 1452 1519
años; Leonardo da Vinci el suyo a los sesenta, y Miguel Angel se Bramante ................................................. 1444 1514 70
representaba a sí mismo bajo los rasgos de san Bartolomé, cuando Tiziano .................................................... 1477 1576 99
contaba más de sesenta y cinco años, en el fresco del Juicio final. Miguel Angel ........................................... 1475 1564 89
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir han creído descubrir deses­
peración en estos autorretratos. Sartre escribía lo siguiente a propó­ no podría tener esa mirada atormentada �e vie)o asesino ...? Hay
sito del de Tintoretto: «... Un viejo estupor fatigado, petrificado algO en él que nos obliga a mantener las d1stanc1as: el orgullo aus-
como su vida, endurecido como sus arterias... Se otorga a sí mismo tero de su desesperación» 76. ¿Desesperac1on
• , por enveJecer.
• ? En cier-

en la tela la soledad de un cadáver... Se declara culpable: ¿cómo si to modo, no hay duda de ello.
LOS SIGLOS XIV Y XV 323
322 HISTORIA DE LA VEJEZ

Miguel Angel confesaba estar atormentado por los sufrimientos habí a trabajado en el siglo XIV hasta una edad muy avanzada para
fisicos debidos a su edad avanzada: «Estoy roto� hundido desenca­ realizar unos frescos en el castillo de Vaudreuil, al servicio de Jean
jado po r mis largos trabajos, y la hospederí a adonde me 'encamino le Bon 78• En Flandes, H ans Memling comenzaba a los sesenta y un
años, en 1491, el gran t ríptico destinado a la c ated ral de Lübeck.
para vivir y comer en común es la muerte... En un saco de piel lleno
de huesos y nervios guardo una avispa que zumba y en un canal he El artista es irreemplazable, más que ningún otro; su genio y su
e��ontrado t res piedras de pez. Mi rost ro se parece a un espanta­ originalidad no pueden transmitirse. Por ello sin duda, en esta épo­
paJ aros. Soy como esos trapos colgados en los días de sequía en los ca de renacimiento donde el gusto por las obras bellas alcanza pro­
campos Y q11e bastan para espantar a los cuervos. Una araña corre porciones sin precedentes, pintores y escultores t rabajan hasta la
por una de mis orejas, y en la otra un grillo canta durante toda lá muerte. Los mecenas no les dejan ningún descanso, y ellos tampoco
noche. Agobiado po r mi catarro, no puedo ni do rmir ni roncar» 77. se plantean la posibilidad de retirarse. Un político puede reempla­
¿Pero no fue este mismo sufrimiento uno de los acicates de la ex­ zarse, pero no un Miguel Angel. Estos hombres se sienten en la obli­
traordinaria actividad que mantuvo hasta los ochenta y ocho años? gación de beneficiar a la humanidad con su genio hasta el último
veinte años realizó un t rabajo colosal, que hubiese momento, y constituyen hasta hoy la única catego ría para la cual
�n sus últimos
_
sido suficiente para llenar la vida de cualquier artista capaz. A los las palab ras reti ro, jubilación, no tienen ningún sentido.
sesen�a y cinco años emprende el gigantesco fresco del Juicio final,
t rabajo agotador, tumbado boca arriba durante horas sob re un an­
damio del que cae hiriéndose gravemente. A petición de P aulo III Una idea en auge: el retiro
comienza después las pinturas de la capilla paulina, perseguido siem�
pre por problemas de dinero. En 1544, a los sesenta y nueve años, Sin embargo, la idea empieza a extenderse en este final de la
cae gravemente enfermo, lo que no le impide continuar la realiza­ Edad Media entre las capas acomodadas de la sociedad. Cuando
ción de la gigantesca tumba de Julio II. A los setenta años se en­ Jean le Bon crea la orden de caballería de la Estrella, en 1351, pre­
car?a de los planos de las fo rtificaciones de Roma, del palacio Far­ vé una casa de retiro para los viejos caballeros; éstos serán tratados
allí con respeto y servido cada uno por dos criados: idea que puede
nesio, de la rla�a y de los palacios del Capitolio. Nombrado arqui­

tecto de fabnca de san Pedro en el año 154 7, es acosado por las considerarse como el precedente de una C asa de los Inválidos para
antiguos combatientes. El proyecto sólo concierne a un número muy
persecuc10nes de los partidarios de Sangallo, que habí a sido su ri­
val . En 1548 esculpe el busto de Bruto. A partir de 1555, fecha de limitado de personas, pero tiene un valo r simbólico: po r pr imera vez,
la �uerte de su �lumno U rbino, por el que sentía un gran afecto, el poder político aporta la idea de mantener a sus viejos servidores.
. Esta medida supone, además, que un número relativamente impor­
comienza a debilitarse y ya no siente gusto por nada; se siente to r­
t� rado por I� idea de haber malgastado su vida pintando y escul­ tante de caballeros alcanzaba una edad avanzada, hecho que pro­
_ bablemente motivó la decisión.
piendo, activi dades vanas, cuando habría debido consag rarse ente­
ramente a Dios. Sin embargo p r osigue su obra, dirige los trabajos
En la misma época, comerciantes y ar tesanos se organizan en al­
de san Pedro, realiza la Pieta Rondamini, continúa luchando contra gunas ciudades para asegurar su retiro cotizando hasta su muerte
sus enemigos, que pretenden arrebatarle la dirección de los talleres. para ayudar al mantenimiento de una casa de reposo. En Lyon, cam­
S�fre u? síncope a los ochenta y seis años, en 1561, y muere tres pesinos y artesanos comp rometen sus bienes en favo r del hospital a
anos mas tarde. condición de tener garantizada una vejez segura; algunos hospicios
se transforman en casas de retiro 79• En Roubaix se funda en el año
En un nivel mucho más modesto, el pintor francés Jean Coste
324 HISTORIA DE LA VEJEZ

1488 una institución destinada a recoger a doce ancianas «débiles y


T LOS SIGLOS XIV Y XV

Muere dulcemente en 1464, a los setenta y cinco años.


extenuadas» y a treinta religiosas ancianas; existe en Londres desde A finales del siglo XIV, otro florentino, Gregorio Dati, no esperó
1446 una casa de retiro para los viejos taberneros (vintners' almhouse), tanto tiempo para prepararse a morir: a los cuarenta y dos años se
y desde 1454 una para los viejos marinos (salters' almhouse). El obis­ retira a la vida conventual para consegmr ., 82. VeJez
. su sa1vac10n . me-
po de Milán funda un asilo en el siglo XV para acoger a las ancia­ nos devota, pero retiro también dorado es el que tiene el famoso con­
nas 80• Jean de Hubant abre un hospicio en París, en la calle de los dotiero Bartolomeo Colleoni. Tras su última batalla a los sesenta y
Almendros, para recoger a diez ancianas y a diez viejos criados. Las siete años contra Federigo de Urbino, el viejo jefe vivirá los últimos
hermandades, cada vez más abundantes, prevén una cierta asisten­ ocho años de su vida en su castillo de Malpaga, cazando y ocupán­
cia en favor de los miembros de más edad. in los hospitales se re� dose en tareas de riego hasta el último día. También éste fue un re­
servan camas para los ancianos, incluso en aldeas como Tréguier, tiro voluntario, pues las ofertas de empleo no le faltan a pesar de su
Lammion y Guingamp. avanzada edad. Su reputación de jefe militar es tal que los sobera­
El muy escaso número de estas instituciones y su débil capaci­ nos no tienen en cuenta sus años: en 1468, el papa Paulo II pide a
dad de acogida nos parecen risibles. La gran masa de los viejos po­ este hombre de sesenta y ocho años que dirija la guerra contra los
bres se veía claramente obligada a la mendicidad. Sin embargo, la turcos; a los setenta y dos años recibía también una oferta de Carlos
idea misma de retiro iba progresando con toda claridad; el principal el Temerario, que buscaba un buen general. Pero el condotiero tuvo
obstáculo era material y financiero. Se comenzaba ya a reconocer la la sensatez de declinar estas propuestas. A los setenta y cuatro años
necesidad y la legitimidad de un período de descanso en la última recibía al rey de Dinamarca, Christian, y un fresco de Malpaga los
etapa de la vida. representa cazando juntos 83. Murió al año siguiente, en 1475.
Esta toma de conciencia se deriva en parte del aumento de la pro­ Exactamente un siglo antes desaparecían en Italia otros dos cé­
porción de personas de avanzada edad como consecuencia de la pes­ lebres retirados, Petrarca y Boccaccio. Habían pasado los últimos
te: a fuerza de encontrarse uno con ancianos acaba por plantearse años de su vida piadosa y apaciblemente en sus villas de campo, Ar­
preguntas relacionadas con este problema. Y los que tienen medios qua y Certaldo respectivamente. Boccaccio fue el primero en reti­
para ello se ofrecen a sí mismos, cada vez más, el lujo de un retiro. rarse, a los cuarenta y nueve años, meditando sobre los problemas
Así lo hace Cosme de Médicis, que se retira paulatinamente de los que podrían acarrearle en el más allá los cuentos licenciosos del J.?e�
negocios, dejando la dirección a su hijo Pedro. Pasa los últimos años camerón. Murió a los sesenta y dos años. Petrarca, que no se retiro
de su vida en la villa de Careggi, cuida su uricemia y sus problemas hasta los sesenta y seis años, le precedió algunos meses en su muer­
de articulaciones, se entretiene trabajando en los jardines y filosofa te, que le llegó cuando contaba setenta años.
con sus amigos neoplatónicos del círculo de Marsilio Ficino; sus ocu­
paciones intelectuales le permiten mantener la serenidad y el humor
a pesar de sus setenta años cumplidos. Vejez dorada, es cierto, vejez
de humanista, pero también vejez cristiana. Cosme no olvida las en­ Personificación de la vejez
señanzas de los predicadores; pasa horas meditando sobre la muer­
te, y al ver que su mujer se extraña por ello, le responde: «Cuando La presencia de los ancianos en la pintura y la escultura es el
_
vamos a ir a la villa haces preparativos quince días antes de la par­ último signo de su importancia en los siglos XIV y XV. Presencia ya
tida. ¿No comprendes que yo, que debo abandonar esta existencia no simbólica, sino personalizada; ancianos representados por ellos
y cambiarla por la vida futura, tenga mucho que pensar en ella?» 81• mismos y tal como son, no ya ejemplares alegóricos convertidos en
326 HISTORIA DE LA VEJEZ LOS SIGLOS XIV Y XV 327

estereotipos de Doña Vejez. Cierto es que esta evolución es más que cabellos y la barba blanca. En las Tres Riches Heures du duc de Berry,
nada ei fruto de la evolución artística de finaies de ia Edad Media Melchor tiene también barba y cabellos blancos, Baltasar tiene la
hacia un realismo siempre más acentuado; los ancianos no fueron barba morena y Gaspar es imberbe: son las tres edades de la vida.
los únicos en ser retratados, pero fueron tal vez quienes mejor sir­ Pero de ahora en adelante se va a representar cada vez menos a la
vieron a los pintores para destacar su originalidad, pues los signos vejez y cada vez más a los ancianos, personalizados y realistas. Es­
fisicos de la vejez habíari aparecido muy desdibujados hasta ese mo­ tos ancianos son, por el momento, todavía dignos; se ha alcanzado
mento. El cambio fue progresivo, y uno de los primeros pasos fue el equilibrio. El anciano ha conseguido el reconocimiento del lugar
representado por la efigie en bronce del , ey Eduardo III de Ingla­ que ocupa en la sociedad, y se ofrece una imagen respetuosa de él.
terra, que se encuentra en la Abadía de Westminster; realizada par­ Será el siglo XVI el que, al exaltar belleza y juventud, caerá en la
tiendo de la máscara mortuoria, la cabeza del rey, muerto a los se­ caricatura cruel cuando pinte a los ancianos y las ancianas.
senta y cinco años en 1377, tiene la frente arrugada, las mejillas hun­ A pesar de la indudable afirmación del anciano en los siglos XIV
didas y una expresión de cansancio, pero la larga barba y los largos y XV, éste sigue encontrándose en una situación precaria y ambi­
cabellos siguen siendo tradicionales. gua. Su importancia social es pasajera, ya que se debe a condiciones
Habrá que esperar al siglo XV para asistir al nacimiento del ver­ especiales y efimeras: los estragos que la peste causó entre los más
dadero retrato, surgido gracias al mecenazgo. El que encarga la obra jóvenes. La recuperación demográfica que tiene lugar a partir de
se hace representar, de manera que sea reconocible, en la escena re­ 1480 hace surgir la oleada de una juventud numerosa y reivindica­
ligiosa que manda ejecutar y ofrecer a una iglesia; o simplemente dora que arrollará a los viejos y se burlará de ellos. Unos cuantos
hace que le pinten un retrato en el que aparece solo. Las obras de factores van a tener un papel desfavorable en lo que respecta a la
Jan Van Eyck ilustran los dos procedimientos. La Virgen del canónigo vejez: la aceleración relativa de la historia, la discusión de algunas
van der Paele nos ofrece una imagen realista del viejo clérigo, digno tradiciones, la aparición de nuevas técnicas. La sistematización de
y tímido, con el rostro lleno de arrugas, las venas saltonas, la piel los registros parroquiales y la utilización de ia imprenta, entre otras
flácida y con las gafas en la mano, en tanto que el retrato del car­ cosas, harán que el anciano pierda poco a poco su función de ser la
denal Albergati nos muestra a un hombre anciano cuya expresión memoria de la comunidad.
llena de bondad, de sabiduría, de calma, con una pizca de amargu­
ra, corresponde a lo que por otra parte conocemos del personaje, em­
bajador de la Santa Sede, conocido por su amor a la paz.
Filippino Lippi realizó en Italia el Retrato de un anciano, de una
gran sobriedad, con la cabeza cubierta con un gran gorro y la frente
solamente surcada por algunas arrugas. Una vez más todo nos vie­
ne dado por la expresión: la ligera sonrisa nos evoca al testigo indi­
ferente al espectáculo que va a terminar pronto; el hombre anciano
medita, pero mantiene intacta su innata bondad. El anciano simbó­
lico no ha desaparecido completamente. En las Adoraciones de los Ma­
gos, uno de los tres representa con frecuencia a la vejez: en las es­
culturas del coro de Nuestra Señora de París, de la segunda mitad
del siglo XIV, es el que ofrece los regalos: el cráneo calvo, largos los
CAPITULO 9

El siglo XVI:
el humanista y el cortesano contra la vejez

Si has de creer lo que te digo, amada,


en tanto que tu edad abre sµs flores
en la más verde y fresca novedad,
toma las rosas de tu juventud,
pues la vejez, lo mismo que a esta flor,
hará que se marchite su belleza •.

Todos los poetas del siglo XVI, tanto los que preceden a Ron­
sard como los que lo imitan, entonan este estribillo. Novelistas, en­
sayistas, artistas, literatos y pensadores de todas clases y aptitudes
lo repetirán a coro; y el eco de su canto impregnará todas las esferas
sociales del Renacimiento europeo. Pues este período, como cual­
quier otro de primavera y renovación, ensalza la juventud, la vida
en toda su plenitud, la belleza, la lozanía. Siente horror por todo lo
que presagia la decadencia, la decrepitud, la muerte:

Siento que se acerca el invierno, cuyo helado aliento


eriza mi piel con un trémulo horror,

se lamentará Du Bellay. Al enlazar con la Antigüedad griega, el Re­


nacimiento hace instintivamente suya la repugnancia helénica hacia
la vejez. Pero lejos de procurar disimularla, camuflarla, ignorarla, .
hace alarde de ella, la enseña, muestra todos sus aspectos repugnan­
tes. Inconscientemente, espera exorcizarla exhibiéndola públicamen-
T?
!
!
330 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 331

te; pero como se da cuenta al mismo tiempo de que sus esfuerzos ridad macilenta de la luna, se nos muestran tres mujeres: en el cen­
son inútiles, la ataca encarnizadamente, la difama, la desacredita, tro está una hermosa joven desnuda, de cuerpo firme y blanco, pero
la maldice. cuyo rostro deja ver ya rasgos de dureza y ansiedad; a su izquierda,
La violencia sin precedentes de los ataques realizados en el siglo hay una mujer anciana de cuerpo oscuro, con los pechos caídos y
XVI contra la vejez surge de la rabia impotente de esta generación de rasgos angulosos; a su derecha, dándole .el brazo, un horroroso
de adoradores de la juventud y de la belleza; esta época optimista esqueleto femenino que sólo conserva algunos jirones de piel y unos
y creadora se da cuenta de la banalidad de sus esfuerzos por conju­ pocos cabellos; de su vientre salen gusanos y en la mano sostiene un
rar el envejecimiento, y la crueldad que manifiesta por los ancianos reloj de arena. La vieja y la muerte son hermanas.
revela una oculta desesperación. Pues ése es el gran obstáculo que El hombre del siglo XVI oscilará entre las lamentaciones y la in­
hace imposible que el hombre se convierta en Dios: siempre le fal­ vectiva ante el destino que le espera. Lamentaciones frente al inevi­
tará la eternidad en la tierra. ¿Y no es desesperante para los huma­ table paso de la juventud y de la belleza; exhortaciones para apro­
nistas saber que a fin de cuentas el envejecimiento y la muerte vuel­ vechar los años lozanos que, como la rosa, acabarán marchitándose.
ven vanos todos los éxitos de la razón? El envejecimiento es ·d ene­ Ronsard se revela el especialista del género, bien cuando se dirige a
migo por excelencia; la imposibilidad absoluta de vencerlo lo hace su amada:
al mismo tiempo detestable y fascinante.
Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela,
Y al amor de la lumbre, devanando e hilando...
Literatura y arte: culto a la juventud y maldición de la vejez Para entonces serás una vieja encorvada,
Añorando mi amor, tus desdenes llorando.
Vive ahora; no aguardes a que llegue el mañana:
El Renacimiento sostiene un combate encarnizado contra la ve­ Coge hoy mismo las rosas que te ofrece la vida**.
jez; se utilizan todos los medios disponibles para prolongar ia juven­
tud y la vida: medicina, magia, brujería, elixir de la eterna juven­
tud, utopía. Tiempo perdido. La vejez y la muerte constituyen e! O bien cuando medita tristemente acerca de su propia decaden-
gran escándalo, pues las dos caminan juntas; una anuncia a la otra; c1a:
de ahora en adelante el rostro de los viejos será percibido ante todo
Mi dulce juventud se ha marchitado,
como la máscara de la muerte. Ronsard lo experimenta en su cuer­
Y con ella se ha roto mi vigor,
po a los sesenta años: Tengo los dientes negros y los cabellos blancos,
Consumidos los nervios y las venas,
Ya sólo tengo huesos, parezco un esqueleto, Tan frío está mi cuerpo, están llenas
demacrado, abatido, sin vigor, agotado, Sólo de agua rojiza, en vez de llevar sangre...
por el tiro mortal sin piedad alcanzado. El único tesoro verdadero del hombre
No miro ya mis brazos por miedo a estremecerme. Es el verdor de abril. Los años que nos quedan
Son un eterno invierno.

Hans Baldung Grien ha expresado de forma horrible esta alian­


za fatal en Las Edades de la mujer y de la muerte (Museo del Prado). En una obra impresa en Lyon en 1538, una anciana que está apo-
Sobre un fondo de batalla, de resplandores de incendios, bajo la da- yada en un bastón y rodeada de dos esqueletos, se lamenta así:
332 HISTORIA DE LA VEJEZ ELSIGLOXYI 333

Tanto tiempo he vivido y con tanto dolor De Francia a Inglaterra y de Inglaterra a España, la canción si­
Que yo no tengo ganas ya de seguir viviendo gue siendo la misma. En El Pícaro o la vida de Guzmán de Alfarache,
Pero por el contrario ya creo ciertamente novela española de finales del siglo XVI, el protagonista se da cuen­
Que mejor que la vida es cien veces la muerte 1•
ta de que su madre ha envejecido, al volver de nuevo a su casa des­
pués de varios años de ausencia: «Halléla flaca, vieja, sin dientes,
En Inglaterra, George Peel (1556-1596) lamenta también la inu­ arrugada y muy otra en su parecer. Consideraba en ella lo que los
tilidad de los esfuerzos contra el envejecimiento: años estragan. Volvía los ojos a mi mujer y decía: lo mismo será des­
El tiempo ha transformado en plata s·us rubios bucles; ta dentro de breves d 1as. Y cuando alguna mujer escape de la feal­
Vertiginoso tiempo, que no se para nunca; dad que causa la vejez, a lo menos habrá de caer por fuerza en la
Su juventud rechazaba sin cesar al tiempo y a la edad, de la muerte» 2•
Pero en vano: la juventud desaparece al crecer. El mismo lenguaje encontramos en Italia, donde la comedia dell'
arte recupera la vena cómica de Plauto y de Terencio explotando lo
El caba�lero que en un tiempo él fue, se ve reducido a pasar el
. que de ridículo y odioso hay en la vejez en estos tres prototipos: el
tiempo dedicado a ocupaciones devotas, y suplica a la reina que le
viejo enamorado, el viejo pedante y el viejo rico explotador. El pri­
conceda el cargo de capellán. Un contemporáneo suyo, Edmund
mer tipo, que dio a la comedia romana sus mejores momentos, re­
Spenser (1552-1599), toma de nuevo el tema de la rosa:
surge con Pantaleón. Este comerciante retirado de los negocios, afec­
Coge la rosa, pues, cuando aún está lozana, tado por la gota, catarroso, avaro y lujurioso, vestido con ridículo
Ya que pronto la edad ajará su belleza. traje que pone en evidencia su falo en erección, pasa el tiempo in­
tentando corromper a las jóvenes con su oro, pero casi siempre se
Samuel Daniel (1562-1601) desarrolla la misma idea en sus So­ burlan de él, lo engañan y lo golpean. Ruzzante (1502-1542) nos pre­
netos a Delia: senta en El Segundo Diálogo rústico a un anciano que ha raptado a una
· mujer joven; ésta expresa así su repugnancia: «Está medio enfermo.
Qué efímera es la gloria de la encendida rosa, Se pasa la noche tosiendo como una oveja podrida. Nunca duerme;
El rocío que cuidas tan primorosamente constantemente intenta abrazarme, me cubre de besos... Seguro que
Y que al final un día llegarás a perder. su aliento es más apestoso que un estercolero. Huele a muerte a mil
El día en que cargada del peso de los años,
Te encorves y a la tierra muestres tus arrugas;
leguas y tiene tanta porquería en el culo que ésta tiene que salirle
Cuando haya rubricado el tiempo el pasaporte por el otro lado.»
De todos tus temores y haya al fin decidido El mismo Maquiavelo no tendrá inconveniente en escribir una
Señalar las calendas en que vendrá la muerte. comedia sobre el mismo tema, Clizia, en el año 1525, con ocasión
Pero silencio; se ha repetido esto ya con mucha frecuencia del carnaval de Florencia. Es una obra hecha con precipitación, pero
Y la mujer se duele al pensar que envejece.
muestra la popularidad del tema, imitación una vez más de las obras
antiguas. Nicómaco, un ridículo anciano de setenta años, está ena­
Thomas Wyatt (1503-1542), para vengarse de la frialdad de su morado de la joven Clizia. Para poder mantener su debilitada viri­
amada, le desea que se convierta en una vieja: lidad, toma un afrodisíaco; «¡Dios mío! --dice- cuántos problemas.
Ojalá que el destino te seque y te envejezca nos trae esta maldita vejez. Pero, sin embargo, no soy tan viejo que
en las frías noches de invierno. no pueda romper una lanza con Clizia.» Los que lo rodean lo ridi-
334 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 335

culizan: «Un soldado anciano es algo horroroso; un anciano enamo­ el tema del contraste violento que hay entre la juventud y la vejez.
rado es algo más horroroso todavía.» «Tan agradable es el amor en Un cuadro alegórico de Bernardino Luini (1480-1532), La Caridad
un corazón joven, como repelente resulta en el hombre que ha visto romana, es un curioso ejemplo de. ello: una mujer joven amamanta a
que se ha marchitado la flor de su edad.» Cuando no se dedican a su padre; antítesis brutal y ambigua de las carnes� el padre, calvo
corromper a las mujeres, los viejos caen en la beatería: «Si encuen­ y con una gran barba blanca, bebe ávidamente la vida por el seno
tras un viejo, seguro que va a meter las narices en todas las iglesias de su hija. Albrecht Altdorfer llega más lejos al tratar el tema del
que encuentra por el camino, y ahí lo tienes mascullando un Pater incesto entre padre e hija en Loth y sus hijas, de 1525 (Museo de Vie­
noster en cada altar.» Nicómaco será engañado, por supuesto; harán na); el anciano arrusado, lúbrica la sonrisa, está tumbado al lado
fracasar su plan para acostarse con Clizia y será uno de sus criados de la joven mujer cuya blanca piel contrasta con sus carnes oscuras.
el que aparece en su cama. Rafael no se atreve a tanto, pero en La Sagrada Familia (Museo del
El tema da la vuelta a Europa en esta época; lo encontramos de Prado), al colocar juntas a María e Isabel, opone la lozanía y la sua­
nuevo en una comedia escrita en bretón, en un sabroso lenguaje po­ ve sonrisa de una a la piel curtida y arrugada y a la expresión me­
pular, e impresa en 1647, Los amoríos del anciano 3. El erotismo de los ditabunda de la otra.
ancianos es también puesto de relieve en las obras del obispo de
Agen, Matteo Bandello; quien publica en 1554, a !a edad de setenta
años, tres libros de Historias trágicas, llenas de violaciones y de aven­ La crueldad con la mujer anciana
turas lascivas; Lucas Cranach plasmará el tema en un amargo cua­
dro, la Escena costumbrista, que está en el Palacio de la Virreina, en La cólera que los hombres del Renacimiento han sentido contra
Barcelona: un rico anciano, lujosamente vestido, abraza a una mu­ la vejez se ha manifestado especialmente en la pintura de las muje­
jer joven; su cara es una mezcla de concupiscencia y fealdad; su boca res ancianas, ya que el envejecimiento parece producir en ellas un
desdentada y sus rasgos angulosos contrastan con la lisa redondez efecto todavía más devastador que en el hombre. La mujer joven,
del rostro de la mujer, que se presta al juego sonriendo: con mano imagen de la belleza, el amor y el placer terreno, se ve relegada con
rápida rebusca en la bolsa del viejo, embaucado por culpa de su lu- · el paso de los años al otro extremo: fealdad, odio y sufrimiento. La
JUna. mujer está destinada a los extremos: al ser símbolo de la belleza,
La comedia italiana ridiculiza también, en el personaje del doc­ sólo puede convertirse en símbolo de la fealdad; de hada, se trans­
tor, al viejo pedante y exasperante, y Ruzzante ataca en el Aconitaire forma en bruja. Pero sigue siendo el agente del diablo tanto si es se�
a los ancianos que se aprovechan de su riqueza para explotar a los ductora como si inspira horror. Por consiguiente, no puede esperar
pobres. Establece un cruel paralelismo entre juventud y vejez en la compasión alguna: despreciada por. sus antiguos amantes asquea­
dos, condenada por sus detractores de siempre, es rechazada por to­
Piovana: «La juventud se parece a un bello zarzal florido donde los
pájaros se posan a cantar; en tanto que la vejez se asemeja a un pe- i\ dos.
rro flaco cuyas orejas invaden y devoran las moscas... Todo lo que Si bien los italianos prefieren no prest.rde atención, los pintores

\
la vejez toca está mucho más expuesto a la desgracia... Verdadera- flamencos y alemanes se ensañan con la anciana y rivalizan en mos­
mente la vejez es una charca donde se juntan todas las aguas noci­ trar el horror que les inspira. Sirvan como ejemplo La Duquesa Jea,
vas y cuyo único desagüe es la muerte. Si alguien quiere desearle al­ de Quentin Metsys (National Gallery), adefesio con encajes, por
gún mal a otro, que le diga: "Ojalá te conviertas en un viejo".» cuyo escote se desborda la carne fofa y ajada; La Vieja Brnja, de Nik­
Los pintores def Renacimiento vuelven a tomar con frecuencia laus Manuel Deutsch (Berlín, Kupferstichkabinett), que exhibe con
336 HISTORIA DE LA VEJEZ
EL SIGLO XVI 337

impudor su viejo cuerpo desnudo, el canoso y largo vello púbico y Cuyo cuerpo seco y descarnado
los senos caídos. Quentin Metsys vuelve sobre el mismo tema en Las podría convertir, en una tienda,
Tentaciones de san Antonio (Museo del Prado): detrás de las tres boni­ A un ignorante barbero en sabio ...
tas jóvenes que se afanan por seducir al santo, aparece una bruja, Retrato vivo de la muerte, retrato muerto de la vida,
Carroña sin colores, despojo de la tumba,
desdentada, arrugada, repelente, descotada hasta los senos para
Cuerpo desenterrado, alimento de cuervos.
mostrar a todos sus carnes.fofas.
�os hombres de letras disfrutan mucho con esto, y su encarni­
zamiento parece más exagerado ya que ellos son al mismo tiempo En el teatro, las obras de Jodelle, Odet de Turnebe y Larivey,
los poetas del amor. La Antierótica de Du Bellay es característica a se burlan de las mujeres viejas. La Celestina, de Rojas, es una vieja
este respecto: prostituta llena de vicios, que termina siendo castigada. Las novelas
picarescas están llenas de viejas mendigas, mitad magas mitad cu­
... Observa (oh vieja e inmunda, randeras. En La Vida del Buscón, de Quevedo, la tía de uno de los
Vieja, deshonor de este mundo)
a la que (si mal no recuerdo)
personajes, de setenta años de edad, se convierte en el ama de llaves
apenas ha cumplido quince años. del protagonista y de sus amigos: «Lo que pasábamos con la vieja,
Dios lo sabe; era tan sorda, que era menester desgañitamos, y casi
�n los Juegos rústicos habla de las cortesanas envejecidas y arre­ ciega de todo punto; y tan gran rezadera, que un día se le desensar­
pentidas a la fuerza. La mujer vieja tiene poderes maléficos: tó el rosario sobre la olla, y nos trajo el caldo más devoto que he
comido» 4.

Puedes ensangrentar la luna, El Príncipe de los Humanistas�vela el más cruel de todos en
Sacar de la noche oscura el ataque contra las viejas. El Elogio deLit'kcura es despiadado: «Sin
Las sombras de su sepultura embargo, es aun más cómico mirar a las mujeres viejas, que casi no
Y forzar a la naturaleza.
pueden soportar el peso de sus años, y que se parecen a cadáveres
salidos de entre los muertos. Todavía se pasean proclamando que
Igualmente, la Catina de Ronsard, «imagen denigrada», de dien­ la vida es algo bueno, siempre calientes, deseando un macho, como
_
tes «cariados y negros», de cabellos blancos, con «ojos legañosos», dicen los griegos, y seduciendo a un joven Faonte que han compra­
con la «nariz llena de mocos», anda errante: do muy caro. Pasan el tiempo maquillándose, depilándose los pelos
del pubis, exhibiendo sus senos caídos y arrugados, intentando des­
Triste, pensativa y solitaria
Entre las cruces del cementerio. pertar el deseo extinguido con su voz temblorosa y lastimera, be­
biendo y bailando con las jóvenes y garabateando cartitas de amor.
Iv.laynard criti�a a la vieja por tener una «boca desdentada» que Esto sólo puede provocar la risa, pues es una completa locura» 5•
despide «un olor mfectado que hace estornudar a los gatos», y Si­ La vida real coincide con la literatura en la condena de las mu­
gogne la compara a una «negra corneja»: jeres viejas. El prejuicio desfavorable que se tiene de ellas hace que
se las tome por brujas, con mucha más frecuencia que a las jóvenes:
... momia que respira la media de edad para los 164 brujos y brujas juzgados ante el Par­
Y cuya anatomía se adivina lamento de París ente 1565 y 1640 es de más de cincuenta años 6.
A través de una piel transparente, Las mujeres viejas, inútiles entre los inútiles, son las primeras en ser
338
HISTORIA DE LA VEJEZ
EL SIGLO XVI 339

expulsadas de las ci udad es sitiadas: el 25 de enero de 1555, s e ex­


cuantos años más, Bernardo Accolti, de cuarenta y nueve años, Cal­
puisa de Siena a 400 durante el l argo bloqueo impuesto por las tro­
meta de cuarenta y siete, Giovan Cristofor o Romano, de cuarenta
pas del emperador 7. Sólo una voz se alza en el siglo XVI para de­
y do;, F ra M ar iano, de cuarenta y siete; los más jóvenes so� �i�hel
fender a las mujeres ancianas: la de B rantome, q ue encuentra nor­
de Silva de veintisiete, Francesco María della Rovere, de d1ec1s1ete ,
mal que éstas busquen todavía el amor; alg unas d e ellas, afirma, to­
Gaspar: Pallavicino, de veintiuno, y Giuliano de M_edici, de vein­
davía son b ellas y amadas a los setenta años. Di ana de Poitiers for ­ ,
tiocho años. Todos estos personajes de la buena sociedad estan to­
ma parte de estas excepciones; a la muer te de Enrique II, en 1559,
talmente de acuerdo: los viejos son detestables, nostálgicos del pa­
cuando cuenta sesenta años de edad, conserva una ext raordinaria be­
sado, denigran sin cesar el tiempo presente, pi�nsa11 que todo va mal
lleza.
y que todo iba mejor en su tiempo. � no es este un defecto excep­
cional todos los viejos lo padecen por igual: «Me he preguntado mu­
El cortesano y el humanista rechazan la vejez chas �eces con asombr o cuál era el origen de cier to error que, ya
que es cometido por todos los viejos sin excepción, debe formar par­
El siglo XVI tuvo dos modelos: el cor tesano y el humanista. En te sin duda de la naturaleza humana: a saber, que casi todos ellos
los inicios del siglo, en el año 1515, Baltasar d e Castiglione fijaba alaban el pasado y censuran el presente, desprecian nuestros actos
las normas del p rimero y E rasmo proclamab a el m anifiesto del se­ y nuestra conducta y todo lo que ellos mismos no han �echo cuando
era n jóvenes, y afirman también que todas las buen rcostumbres Y
gundo. Ambos condenaban la vejez. El mismo año, un joven rey de �
veintiún años inaug uraba su reinado con la victoria de Marignan; formas de vida, todas las virtudes y, en una pal bra , toda� las cos�s
_
sus futuros rivales, Carlos V y Enrique VIII, tenían quince y vein­ imaginables van de mal en peor... Este defec�o h s1d? siempre U­
� ,
ticuatro años respectivamente. El siglo comenzaba bajo el signo de pico de la vejez, no sólo en nuestro tiei_npo, smo tamb1en en el p�­
la juventud. El libro del cortesano y el Elogio de la locura se convirtieron sado; podemos compr obarlo en los escritos de uchos auton:s anti­
.
en guías de la época. Los id eales que ambos ofrecían iban a deter­ guos, especialmente los autores de comedias, que refl eJan meJor que
minar el modelo h umano del Renacimiento. P ues bien, tanto el cor­ los demás la naturaleza de la vida hu�ana . »
.
tesano como el humanista rechazab an a los vi ejos. El motivo de este estado de espír itu apesadumbrado es, al mis-
Esto es fácilmente comprensible en lo que se refiere al pr imero. mo ti empo, fisico y psicológico: «Parti:ularmen�e yo creo que la :ª­
.
Joven, hermoso, cor tés, espiritual, valeroso y d ecidido, el cortesano zón de esta falta de juicio entre los v1eJos estnba en �ue los anos
_
no se parece en nada a un vejestorio. Los interlocutor es del Libro del que pasan les van quitando la mayor parte de los atra�tlvos que �1e­
cortesano lo reconocen fácilmente. La obra se presenta como una con­ ne la vida· entre otros, retirando a su sangre lo esencial de su vita­
versación ficticia entre personajes reales, q ue hab ría tenido lugar en lidad· co�o consecuencia de esto cambia su constitución fisica Y los
Urbino el año 1507. Los participantes están en la plenitud de la órga�os mediante los que el alma ejercita su �oder se debilitan. De
vida, la mayoría entre los treinta y los cuarent a años. Entre ellos en­ esta forma, en la vejez caen de nuestro corazo� las gozos�s fiebres
contramos a Alfonso Ariosto, de treinta y dos años, a Pi etro Bembo, del contento, igual que en el otoño caen las hoJaS de los arbolesj Y
en lugar de pensamientos claros y luminosos, el al�a se ve aduena­
de treinta y siete, a Ludovico Canossa, de treinta y uno, a Bernardo
Dovizi, de treinta y si ete, a Ottavi ano Fregoso, de treinta y siete, a da por una melancolía sombría y confusa, ac��panada por una an­
_
Cesare Gonzaga, de treinta y dos, a Elisab eth Gonzaga, de treinta gustia infinita. De esta forma, el alma se deb1hta igual que el cuer- .
y seis, a Guidobaldo de M ontefeltr o, de treinta y cinco; con unos po; conserva sólo una débil impres�ón de los placeres pasados, no
.
más que l as horas preciosas de la Juventud, cuando, mientras du-
340 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XV/ 341

ran, el cielo y la tierra y toda la creación parecen alegrarse y sonreír apenas están bautizados, ya conocen más maldad que los adultos de
bajo nuestra mirada, y una gozosa primavera de dicha parece flore­ nuestra época. Al decir esto no se dan cuenta de que confirman que
cer en nuestros pensamientos igual que en un maravilloso jardín. los jóvenes de hoy son más brillantes y más capaces de lo que lo
Por eso, cuando llegue el frío invierno de nuestras vidas y el sol co­ eran los viejos. Por tanto, deberían dejar de condenar el presente
mience a declinar por el oeste, cuando nuestros placeres pierdan su como algo Heno de vicios, ya que si suprimieran los vicios tendrían
encanto, sería bueno que perdiésemos el recuerdo de ellos y descu­ que suprimir al mismo tiempo las virtudes; y deberían acordarse
bramos, como dijo Temístocles, el secreto del olvido... también de que antes, cuando el mundo estaba Heno de virtud, de
»Por ta:n.to, ya que el espíritu senil es un vaso en el que no caben. espíritus elevados y de hombres de un genio excepcional, también
numerosos placeres de la vida, no puede aprovecharse de ellos. E había muchos golfos. Y que si éstos estuviesen vivos todavía, supe­
igual que sucede con los vinos delicados y raros, que tienen un gus­ rarían en maldad a los malvados de hoy, fe la misma forma que los
to amargo para aquellos cuyo paladar está estropeado por la enfer­ virtuosos de esa época aventajarían a lo,S de hoy.»
medad, así pasa con los viejos, que a causa de su incapacidad (que El conflicto generacional está, pues ·más enconado que nunca, y
no significa sin embargo ausencia de deseo) piensan que los place­ el ambiente de los cortesanos manifi sta un profundo respeto hacia
res son fríos e insípidos y muy diferentes de los que recuerdan haber la vejez. Al reproche de la chochez ñade Castiglione los de desen­
gozado, aunque los placeres mismos no hayan cambiado. Por con­ freno y embriaguez: «¿Qué es lo más raro en un anciano: la conti­
siguiente, al sentirse privados de ellos, gruñen y condenan el pre­ nencia o la embriaguez?» Afortunadamente, los viejos son todos me­
sente como malo, no dándose cuenta de que el cambio está en ellos dio impotentes, y «lo que desean más aún que las batallas de Venus
y no en el tiempo; y por otro lado, cuando se acuerdan de los pla­ es el Vino». La acusación es tan antigua como la literatura, y la en­
�eres del pasado, recuerdan el tiempo en que los disfrutaban, y lo contramos con regularidad desde la Grecia antigua.
Juzgan bueno porque parece estar cargado del sabor de lo que ellos Erasmo, que conoce a los clásicos, la toma a su vez de nuevo en
sentían cuando aquél era presente» 8. el Elogio de la locura: «Hay hombres, sobre todo ancianos, que son
Los viejos cortesanos piensan que en su tiempo la corte era más más dados al vino que a las mujeres y encuentran en las borrache­
refinada, que podían encontrar en ella a hombres superiores a los ras su mayor placer» 9• ¿Realidad o tópico literario? Si creemos la
d e hoy; que no había ni asesinatos, ni pendencias, ni intrigas, ni trai­ máxima que dice que no hay humo sin fuego, nos sentiríamos incli­
_
c10nes, que la lealtad y la buena voluntad reinaban en todas partes. nados a pensar que los viejos de antes tal vez abusasen en efecto del
El tiempo añorado era el del duque de Milán Filippo María Viscon­ vino. Antonio de Guevara, obispo de Guadix, se lo reprocha a su
ti (1391-1447) y el del duque de Ferrara Borso d'Este (1413-1471). vez, y cuenta que los antiguos godos tenían costumbre de beber tan­
En esta época, los cortesanos se comportaban como monjes y no se tos vasos de vino como años tenían 10• Las teorías médicas de la épo­
oía nunca una palabra deshonesta; ahora llevan una vida disoluta ca animaban además al consumo del vino como remedio para la pér­
las mujeres son libertinas, las modas indecentes. Y Castiglione con� dida de calor y de humedad que, según las ideas de la época, era
tinúa burlándose de estos viejos chochos de espíritu débil: una característica de la vejez 11. Si a esto añadimos la menor resis­
«Que nos dejen seguir las formas de vida de nuestra época y de tencia de los viejos a la embriaguez y el carácter incongruente de un
nuestra edad sin ser calumniados por estos ancianos que, queriendo anciano borracho -él, que desde siempre ha sido considerado como
hacerse valer, dicen a menudo: "Cuando yo tenía veinte años' dor- la encarnación de la prudencia-, encontramos, sin duda alguna, la
,
m1a todavía con mi madre y mis hermanas", y sólo mucho más tar-· explicación a la popularidad de este tema.
de aprendía lo que eran las mujeres; ahora, sin embargo, los jóvenes Podemos entender fácilmente que el anciano haya sido desterra-
3�2 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI

do del ambiente_ de los cortesanos, donde prima el ideal del super­ la vejez. Parecidos a ellos, como vecinos que son y también por sus
_ formas de vivir, son mis holand s , pues ¿por qué no puedo llamar­
hombre, bello, m�ehgente, fuerte y dado a las pendencias. Pero pue­
de parecernos mas sorprendente que se le condene en el ambiente los míos? Me son tan adictos qu� se han hecho acreedores de un di­
de los humanistas. En efecto, sabiduría y erudición son cualidades cho popular del que no sólo no e avergüenzan, sino que incluso se
que el �entido común otorga sin dificultad a los ancianos, y que el enorgullecen. » Este dicho eray «Cuanto más viejo es un holandés,
h�ma�1smo coloca en un primer plano. Sin embargo, la vejez no es más tonto es.» /
bien vista por los pensadores más importantes del siglo XVI. Eras­ La vejez es una carga pes�da: «La vejez, con sus desgracias, ino­
mo se muestra despiadado en lo que a ésta respecta, y el anciano portuna no sólo para los demás, sino también para sí misma» ; «Nada
ocupa un lugar eminente en su galería de los locos. A partir de cier­ es equiparable a la juventud, nada es más odioso que la vejez» ; «La
ta edad, los viejos se comportan como niños: «Yo sé que se les ca­ vejez es una carga y la muerte una penosa necesidad. » Y, sin em­
lifica de idiotas y estúpidos, y lo son realmente, pues esto es exac­ bargo, los viejos están tan locos que no quieren abandonar la vida.
t�mente lo que significa volver a ser un niño... No hay otra diferen­ «Cuantas menos razones tienen para permanecer vivos, más apro­
cia entre ellos (entre el anciano y el niño) que las arrugas del viejo vechan la vida, pues nada más lejos de ellos que estar cansados de
, vivir. Gracias a mí (la locura), podéis ver por todas partes a viejos
y el num_ero de sus cumpleaños. Aparte de esto, son exactamente
iguales: tienen cabellos blancos, boca sin dientes, son pequeños, les que han alcanzado la edad de Néstor y que dificilmente conservan
la apariencia humana, refunfuñones, seniles, desdentados, calvos o
?usta la leche, son charlatanes, indiscretos, estúpidos, olvidadizos,
mconsecuentes, todo les une. Cuanto más se acercan las personas a con cabellos blancos, o más bien, según las palabras de Aristófanes,
la _vejez má� se �arecen a los niños, hasta el momento en que deben sucios, encorvados, miserables, arrugados, calvos, impotentes, des­
deJar esta vida, igual que los niños, que no están ni cansados de vi­ dentados. Y, sin embargo, están tan dichosos de vivir y tan ávidos
vir ni conscientes de morir» 12. Se alegra de que suceda eso, dice la de juventud que uno tiñe sus cabellos blancos, el otro cubre su cal­
l �cura, ya qu� «¿q vicie con una peluca, otro lleva dientes postizos, tal vez tomados de
_ �ién pod �ía continuar tratando y haciendo nego­
c10s con un v1eJo s1 su ampha experiencia estuviese todavía sosteni­ un puerco, en tanto que otro está loco por una muchacha y sobre­
da por una mente vigorosa y un excelente juicio? Por eso yo procedo pasa a los jóvenes en su locura de amor. Pues en nuestros días cual­
de manera que el viejo sea estúpido, y además esto lo libera de to­ quier vieja ruina con. un pie en la tumba puede casarse con una tier­
das esas ter:i?l �s ansiedades que atormentan a un hombre que está na joven, aunque ésta no tenga dote y esté dispuesta a entregarse a
en su sano JUICIO» . otros» 13• El dinero es la única razón por la cual se corteja todavía
He aquí expresado, de forma ridiculizadora, el secreto de la eter­ a los viejos y a las viejas.
na juventud: gracias a la locura, la infancia se prolonga hasta- el fi­ Estamos muy lejos de la imagen tradicional del viejo sabio en su
nal de la vejez; los filósofos y otras gentes respetables envejecen an­ gabinete de trabajo que el tiempo del humanista evoca a menudo:
tes que los demás a causa de las preocupaciones y los asuntos gra­ De hecho, tras esta crítica despiadada que Erasmo hace de la vejez,
ves que traen entre manos. La locura es el verdadero remedio con­ podemos reconocer los modelos griegos y romanos: las imágenes y
tr � la vejez. Eras�o encuentra un ejemplo de ello entre sus compa­ las ideas están sacadas con frecuencia de Plauto, Horacio, Ovidio,
tnotas: «Es muy cierto lo que se cuenta de los nativos de Brabante: Aristófanes; el tema de la segunda infancia procede directamente de
que el envejecimiento, que aporta la sabiduría a los demás hombres Luciano. La opinión personal y profunda de Erasmo es, sin ninguna
l�s hace a ellos cada vez más locos. Y al mismo tiempo no hay na� duda, más matizada de lo que nos pueden dejar adivinar las carí­
die tan alegre en compañía o tan poco afectado por las miserias de caturas del Elogio de la locura. Sin embargo, algunos pasajes mues-
344- HISTORIA DE U VEJEZ EL SIGLO xrl \ 3'5

tran una amargura innegable y una destemplada ironía del autor se siente envejecer prematuramente a los ciiarenta y cinco años;
consigo mismo. Cuando escribe estas líneas tiene cuarenta y cinco Montaigne, a la misma edad, se siente feliz poi\haber vivido tanto
años, y asiste a su propia entrada en la edad madura comprobando tiempo 15; a los cincuenta y tres años se tiene por un anciano y se
que ha consagrado por completo su juventud al estudio, que ha he­ comporta como tal: «Me encuentro ahora en un estado nuevo; la na­
cho de él un sabio, pero un sabio envejecido que no ha disfrutado turaleza de la vejez no cesa de aconsejarme, de hacerme sentar la
nunca de la vida: cabeza, de sermonearme. He pasado del colmo de la alegría al de la
«... Un modelo de sabiduría, un hombre que ha malgastado su severidad, más fastidioso. Los años me van enseñando, día a día,
infancia y su juventud estudiando, que ha ,µerdido la parte más di­ frialdad y templanza. Mi cuerpo evita y teme cualquier alteración:
chosa de su vida en largas noches de vigilia, de trabajo y preocupa­ le toca a él ahora guiar al espíritu por el camino de la perfección; y
ción, y que no disfruta nunca del más mínimo placer en el tiempo gobierna a su vez con más rudeza y despotismo; no me deja ni un
que le queda. Es siempre ahorrador, pobre, miserable, irritable, duro momento, esté dormido o despierto, librarme de sus advertencias de
e injusto consigo mismo, desagradable e impopular con los demás, muerte, de paciencia y de penitencia» 16•
pálido y delgado, enfermizo y con la vista cansada, prematuramente Pero éstos son estados de ánimo de intelectuales, de gentes que
canoso y senil, agotado y acreedor a una muerte prematura. ¿Qué tienen tiempo de observarse a medida que envejecen y que están de­
diferencia encontramos cuando muere un hombre así? El no ha vi­ dicados a la introspección. No podemos aceptar sus conclusiones so­
vido nunca. He aquí una excelente imagen de un sabio» 1 4. bre la longevidad real de los hombres del siglo XVI ni sobre su en­
vejecimiento precoz. Los hombres de acción tienen un sentimiento
muy diferente de la edad. Blaise de Monluc, duro soldado que de­
1
Relatividad del sentimiento de la vejez dica muy poco tiempo a la meditación, se considera a los cincuenta
1. y tres años como un joven capitán; se dedica todavía a cortejar a las
La ironía es amarga; tras la máscara optimista de la época hu­ damas durante la campaña del Piamonte. A los cincuenta y ocho
manista adivinamos un profundo malestar. ¿No es también ésta la años proclama que no hay que pararse nunca, pues todavía queda
época de los «lamentos», del llanto de los «tristes»; la de la nostal­ mucho por conseguir; hay que continuar luchando para conservar
gia? ¿Cómo podría ser de otra manera? Cualquier época que vuelve la reputación: «No hagáis como aquellos que, desde el momento en
a descubrir el placer de vivir en la tierra siente con más crueldad el que han conseguido algo, se contentan con ello y piensan que hagan
paso del tiempo. El hombre se libera, mejora su entorno, construye lo que hagan siempre se les considerará audaces.» Predicando con
máquinas y sueña con el triunfo de la razón; y, sin embargo, este el ejemplo, viene a combatir a Lorena, con Francisco de Guisa. A los
mundo más agradable que él construye parece que se le escapa cada sesenta y dos años lucha todavía en Aquitania, recorriendo a veces
vez más deprisa. La historia parece acelerarse: la imprenta, los tur­ más de cien kilómetros en menos de dos días, y repitiendo «que él
cos, América, la Reforma, Copérnico, la inflación; hay tantos temas no era hombre de demoras». Dos años más tarde emprende grandes
de meditación como revoluciones en el mundo intelectual. La histo­ trabajos en su castillo de Estillac, y el mismo año se casa con la jo­
ria no vuelve nunca atrás, toma una dirección y coge velocidad. ven lsabeau-Paule de Beauville, que le dará tres hijos. El 20 de sep­
Las modas pasan cada vez más rápidamente, los estilos se suce­ tiembre de 1569, a los sesenta y nueve años, realiza el asalto contra
den, y se tiene la impresión de envejecer más deprisa en este plane­ Mont-de-Marsan, dirigiendo él mismo a sus tropas. Gravemente he­
ta que da vueltas que en la antigua tierra fija y centro del mundo. rido de un arcabuzazo en la cara a los setenta años, dirige el asedio
Uno siente que lo dejan atrás con más rapidez que antes. Erasmo a La Rochelle tres años más tarde, y participa incluso en un asalto.
I
346 HISTORIA DE L-1 VEJEZ EL SIGLO XVI 347

A los setenta y cuatro años llega a ser mariscal de Francia, asedia ante todo, ganarse el amor de su familia y comportarse como un
y toma Gensac a los setenta y cinco años y después se retira hasta tirano doméstico, ya que es tan débil qut¡'puede ser ridiculizado y
morir a los setenta y siete años. engañado fácilmente:
Jean Bodin había publicado De la República un año antes. Se de­ «Hay tantas clases de defectos en 1/vejez, tanta impotencia, es
dicaba a mostrar en ella, con muchos ejemplos históricos, que la ma­ tan dada a recibir desprecio, que lo mejor que puede hacer es dedi­
yor parte de los hombres mueren a una edad que es un ·múltiplo de carse a conseguir el amor y el afecto de los suyos; la autoridad y el
siete: prolongación de una concepción artificial y simbólica de la temor no son ya sus armas. Conozco a alguno que fue muy despó­
edad. La vejez comienza a los cincuenta: y seis años, y se termina, tico en su juventud; cuando ha envejecido, aunque sea de la forma
para la mayoría, siete años más tarde: «El número 63, resultado de más razonable posible, golpea, muerde, echa juramentos, como el
multiplicar siete por nueve, arrastra tras sí generalmente el fin de más impetuoso maestre de Francia; se consume de inquietud y re­
los ancianos. » Los que pasan este cabo llegan hasta los setenta años, celo. Todo esto es sólo una comedia en la que participa la misma
«( edad) que lleva a casi todos los ancianos», o hasta los setenta y familia: los demás pueden hacer mejor uso que él del granero, de la
siete: «Hay un número infinito de ellos a los que vemos morir a esta bodega y hasta de su propia bolsa, aunque sea él quien guarda las
edad 17» . Monluc tendría que darle la razón. llaves en su zurrón con más cuidado que si de sus propios ojos se
Otro hombre de acción nos ha dejado un valioso testimonio en tratara. Aunque él tiene bastante con el ahorro y la tacañería de su
sus Memorias: Benvenuto Cellini. Nos ofrece la imagen de un hom­ mesa, en otros lugares de la casa todo es desenfreno, juego, derro­
bre que no se preocupó apenas por su edad. A los cincuenta y dos che y cotilleos sobre su cólera inútil y su racionamiento. Todos lo
años es tan impetuoso como un joven, y provoca a duelo a un capi­ vigilan. Si, por suerte, algún pobre criado se dedica a ello, rápida­
tán; al año siguiente se dedica a hacer bromas de mal gusto propias mente sospecha de él, cualidad que con tanta facilidad corroe a la
de un chiquillo; continúa procreando: a los sesenta y dos, a los se­ vejez» 18• Ya pasó, por tanto, la hora de mandar, pues «son tan len­
senta y seis, a los sesenta y nueve ... Sin embargo, admite haber te­ tos los pasos de la vejez, tan confusos los sentidos», que ya no tiene
nido ataques de gota desde los cincuenta y ocho-cincuenta y nueve medios para hacerse temer.
años, y otro muy agudo a los sesenta y seis años; a los sesenta y nue­ ¿Cuáles pueden ser los entretenimientos de un anciano? Desde
ve años, dice que está «enfermo y cojo». luego, no la beatería. Montaigne se opone absolutamente a la idea
tan extendida en la Edad Media según la cual la única tarea válida
para un anciano es prepararse para la muerte. El humanista es cris­
¿Qué papel desempeñan los ancianos? La opinión de tiano, pero ante todo es hijo de esta tierra, y cree que hay que dis­
Montaigne frutar de ella hasta el final. Que el anciano aproveche todas las oca­
siones de divertirse que tenga: «Es una gran simpleza alargar y an­
En la literatura del siglo XVI se ha discutido mucho acerca del ticipar, como hacen algunos, las incomodidades humanas: prefiero
papel que los viejos debían desempeñar en la sociedad. Las opinio­ ser viejo menos tiempo que ser viejo antes de serlo; aprovecho todas
nes están repartidas en este punto y dependen ampliamente de los las ocasiones de placer que puedo encontrar, hasta las más peque­
prejuicios heredados de la formación de los humanistas, prejuicios ñas» 19. Lo malo es que estas ocasiones son muy escasas: «Antes se­
casi siempre desfavorables. Montaigne trata este problema con fre­ ñalaba los días difíciles y oscuros como extraordinarios; éstos se han
cuencia con un matizado pesimismo. En el capítulo titulado «Del ca­ convertido ahora en ordinarios: los extraordinarios son los hermosos
riño de los padres a los hijos», piensa que el anc;iano debe intentar, y serenos; me sorprendo a mí mismo sobresaltándome cuando algo
348 HISTORIA DE LA VEJEZ
í ,
EL SIGLO/

,//
349

no me duele, como si de una merced se tratase. Ya no consigo arran­ almas estan somet1"das en la veJez a enfermedades e imperfecciones
car ni una pobre risa de este cuerpo infame, aunque me haga cos­
1 más molestas que en la juventud; yo lo decía cuando era joven; en­
quillas; sólo me distraigo en la imaginación y en sueños, para alejar tonces me decían que era una estupidez: lo repito también ahora
con artimañas la tristeza de la vejez: pero se necesitaría sin duda al­ cuando mis cabellos grises me acreditan para hacerlo. Le damos el
guna otro remedio del que se recibe en sueños, frágil lucha del arte nombre de sensatez a nuestro dificil humor, a la desgana que mos­
contra la naturaleza» 20. trarnos por las cosas del presente; pero la verdad no es tanto que
Por tanto, el anciano debe intentar arrancarle todavía algunos abandonemos los vicios como que los cambiamos por otros que son,
placeres a la vida: «Los años pueden arrastrarme si quieren, ¡pero en mi opinión, peores; además de un estúpido y decadente orgullo,
andando para atrás, como los cangrejos!» Hay que distraer el espí­ una ch�chara aburrida, el humor dificil y huraño y la superstición,
ritu asistiendo a los juegos y a las actividades de los jóvenes, recor­ y una ridícula preocupación por las riquezas cuando ya no se puede
dando al mismo tiempo las propias hazañas, Que el espíritu procu­ hacer uso de ellas, encuentro en la vejez más envidia, injusticia y ma­
re divertirse todavía, pues el cuerpo estará demasiado débil de aho­ licia; nos produce más arrugas en el espíritu que en el rostro; y no
ra en adelante. Pero por desgracia también el espíritu está paraliza­ se ve ni un alma, o muy pocas, que al envejecer no huelan a agrio
do por los males fisicos; semeja al muérdago sobre un árbol muerto. y mohoso» 22.
Muy desventurada es «esta pobre situación a la que mi edad me em­ ¿Qué hacer, pues, con la vejez? O mejor, ¿qué no hacer? Pues
puja», y la filosofia no puede hacer nada contra las aflicciones de la todo es negativo a esta edad. El colmo del ridículo consiste en lan­
vejez: «La razón me impide refunfuñar y protestar contra los incon­ zarse a empresas de largo alcance cuando la muerte está próxima.
venientes que la naturaleza me obliga a soportar, pero no me impi­ Montaigne se muestra a este respecto irrespetuoso con los modelos
de sentirlos: corro de un extremo a otro del mundo en busca de un clásicos: Catón fue un tonto al ponerse a aprender griego en la eta­
buen año de tranquilidad grata y divertida, yo, que no tengo otra pa final de su vejez: «A esto es a lo que llamamos exactamente caer
meta que vivir y gozar». Montaigne piensa como Erasmo que la ve­ en el infantilismo. Igualmente ilusos fueron el viejo Xenócrates, que
jez, «esta edad calamitosa», nos hace caer de nuevo en la infancia. seguía asiduamente las clases de Eudemonidas, y el viejo rey Ptolo­
Se revuelve con violencia contra la hipocresía de aquellos que meo, que se adiestraba todos los días con la armas. El joven debe
pretenden que la vejez es algo bueno porque nos proporciona la pru­ prepararse para la vida, el viejo disfrutar de ella, dicen los sabios;
dencia: deber la virtud a la imposibilidad de gozar de la vida y a la y el vicio más grande que señalan en nosotros es que nuestros dé­
decrepitud es una falacia: «¡Miserable remedio, deber su salud a la seos rejuvenecen sin cesar; siempre estamos empezando a vivir.
enfermedad!» No hay ningún mérito en no entregarse al desenfreno Nuestra aplicación y nuestra avidez deberían a veces barruntar la
cuando uno se ha vuelto impotente: «Nuestros apetitos son escasos vejez. Tenemos un pie en la fosa y sin embargo nuestros apetitos y
en la vejez; una profunda saciedad se apodera de nosotros tras el es- diligencias están renovándose constantemente» 23• Si las hubiese co­
fuerzo: en lo cual yo no encuentro ninguna inteligencia; la pesadum­ nocido, Montaigne habría tratado de locuras nuestras universidades
. para la tercera edad. A los cincuenta años ya no hace ningún pro­
bre y la debilidad nos infunde una virtud estéril y enfermiza» 21.
Si hay que conseguir la virtud a costa de la decrepitud, es pre­ yecto que sobrepase un año de plazo: «El más largo de mis deseos
ferible también disfrutar de los placeres. ¡Qué idea tan estúpida la no llega a tener un año de satisfacción: de ahora en adelante sólo
de ansiar ser más dichoso y más virtuoso en la vejez, renegar de nues­ pienso en terminar, me deshago de cualquier esperanza y empresa
tros años más hermosos y despreciarlos! La virtud de los viejos no nueva, me despido por última vez de todos los lugares que abando­
es más que impotencia; huele a agria y mohosa: «Creo que nuestras no y me desprendo todos los días de lo que tengo» 24. Y se burla dr
350 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 351

los ancianos que se dedican a estudiar: «Este aprende a hablar cuan­ «De todas las acciones humanas dignas de admiración que co­
do lo que tiene que hacer es aprender a callarse para siempre. Siem­ nozco, de cualquier clase que sean, creo que son muchas más las
pre es tiempo para Continuar con el estudio, pero no con la escuela: que han sido realizadas, tanto en los siglos pasados como en el nues­
¡no hay cosa más tonta que un anciano abecedario!» tro, antes de los treinta años que después: sí, con frecuencia incluso
Por el contrario, recomienda hacer turismo, e incluso viajar a paí­ en la vida de los mismos hombres. ¿Acaso no puedo asegurarlo en
ses lejanos: «Pero a una edad como ésta no volveréis nunca de un el caso de Aníbal y de Escipión, su gran enemigo? Vivieron apaci­
viaje largo. ¿Qué me importa? No lo emprendo ni para regresar ni blemente la mitad de su vida gracias a la gloria adquirida en su ju­
para completarlo: lo emprendo solamente para moverme, mientras ventud: grandes hombres después a costa de todos los demás, pero
que el movimiento me guste; y no me paseo por pasearme. Cierta­ no a costa de ellos mismos. En cuanto a mí, estoy seguro qué a par­
me11te, el mayor fastidio de mis viajes es no poder contar con la de­ tir de este momento de mi vida, tanto mi espíritu como mi cuerpo
cisión de establecer mi residencia donde más me guste; y que tenga han disminuido más que aumentado, y han retrocedido más que
siempre que pensar en regresar para adaptarme al talante de siem­ avanzado. Es posible que, en aquellos que emplean bien el tiempo,
pre. Si tuviera miedo de morir en otro lugar distinto del lugar don­ la ciencia y la experiencia crezcan paralelas a la vida; pero la viva­
de nací; si pensara que moriría con más disgusto alejado de los míos, cidad, la diligencia, la fortaleza y otras propiedades mucho más
apenas saldría fuera de Francia; no saldría sin horror ni siquiera fue­ nuestras, más importantes y esenciales, se marchitan y languidecen...
ra de mi parroquia; siento que la muerte me aprieta constantemente Unas veces es el cuerpo el primero en rendirse a la vejez; otras es
la garganta o los riñones. Pero ya me he acostumbrado; ella me también el alma: conozco a muchos a quienes se les ha debilitado
acompaña a todas partes. Si tuviera sin embargo que escoger, pre­ antes el cerebro que el estómago y las piernas; y es un mal tanto
feriría que me encontrara mejor, así lo creo al menos, a caballo que más peligroso por cuanto se trata de una enfermedad poco aprecia­
en una cama, fuera de mi casa y lejos de los míos. Uno encuentra ble para quien la padece, de una desconocida anormalidad» 27• Por
más tormento que consuelo en despedirse de sus amigos» 25. tanto es un error decidir que los veinticinco o treinta años son la
Los viejos son unos quejicas que exageran sus dolencias para que edad de entrada en la vida activa o el momento del acceso a las ma­
los demás se compadezcan de ellos: «Deseamos provocar con nues­ gistraturas: es privarse de los años más activos de la vida, que ya es
tras desgracias la compasión y la tristeza en nuestros amigos: exa­ por sí misma muy corta.
geramos ante ellos nuestros problemas para provocar su llanto; y la
fortaleza para sobrellevar 1a adversidad, que en los demás nos pa­
rece loable, nos parece digna de acusación y de reproche cuando se La hostilidad a la vejez de los teóricos de la política
trata de la nuestra: no nos conformamos con que compartan nues-
. tras desgracias, sino que además queremos que se aflijan con ellas. » Montaigne está de acuerdo en este punto con la mayor parte de
El cuadro es muy sombrío. Según Montaigne, los viejos no sirven los teóricos de la política de su época, que confian en la juventud y
ya para gran cosa. Basándose en sus conocimientos históricos y tam­ desconfian de los viejos. Esto es así sobre todo en Italia a comienzos
bién en su caso particular, manifiesta una opinión que será recogida de siglo. Maquiavelo, en su tratado Sobre la primera década de Tito Li­
y desarrollada en nuestra época por Harvey C. Lehman 26: todas las uio, hacia 1515-1520, alaba a los romanos de comienzos del período
cosas importantes han sido realizadas por jóvenes de menos de trein­ republicano porque otorgaban las magistraturas sin tener en cuenta
ta años. Una vez pasada esta edad, todas nuestras facultades, tanto la edad, ya que si un hombre joven posee cualidades sobresalientes,
fisicas como intelectuales, disminuyen: «sería un gran perjuicio que e! Estado se viese obligado a privarse
352 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 353

de él y a esperar que la vejez le hubiese enfriado su valor» 28. En · tra los viejos que detentan el poder: «Estos viejos que han hecho y
1523 va más lejos al acusar, en El arte de la guerra, a los viejos sabios hacen profesión de sensatez cívica... y viven voluntariamente bajo la
de su ciudad de ser responsables, por su actitud resignada y paci­ tiranía que ellos mismos se han dado... dicen que los jóvenes no de­
fista, de las humillaciones que tuvo que soportar Florencia: «Creo berían discutir de los asuntos públicos, sino ocuparse de sus amo- ·
que deberíamos adoptar la práctica veneciana de hacer hablar a los res... y que un joven de veinticinco años es todavía un muchacho...
jóvenes en primer Jugar. Pues ya que la milicia es un ejército de jó­ Voy a dejar de hablar de la perversidad de estos viejos, porque sólo
venes, estoy convencido de que los jóvenes son más capaces de dis­ pensar en su maldad me da dolor de vientre» 32• Su contemporáneo
cutir de eJJa... Los otros, como ya tienen los cabellos blancos y la Pierfilippo Pandolfini insiste en Jo mismo: «Tal vez no os parece ra­
sangre fría, se oponen tradicionalmente a la guerra por una parte, zonable que los jóvenes, que no tienen cargos importantes, vayan an­
y por otra son incorregibles, igual que los que creen que es la época tes que los viejos, a los cuales el pueblo ha otorgado los honores su­
y no las malas costumbres la que opliga a los hombres a vivir así» 29• premos y la reponsabilidad del bien público..., pero se puede encon�
En la misma época, un miembro del bando de los Médicis, Lo­ trar en cualquier persona, aunque sea joven y sin experiencia, algo
dovico Alamanni, redactaba en 1516 un manual práctico de gobier­ útil al bien público» 33.
no para Florencia en el que condenaba los errores de los antepasa­ Sólo una voz discordante encontramos en este concierto de opo­
dos responsables de haber introducido mercenarios en la milicia: siciones, la de Jean Bodin. Aunque con reservas, concede su apoyo
«Debemos muy poco a nuestros mayores. Al invertir el orden esta­ a los viejos políticos. En su gran obra De la República, hace un resu­
blecido en Italia, Jo han reducido al gobierno de los sacerdotes y de men de todos los ejemplos antiguos favorables a los viejos: «No sólo
los comerciantes»; partidarios del gobierno republicano tradicional, los griegos y los latinos han concedido a los ancianos la prerrogativa
los viejos tienen ideas anticuadas y, demasiado indecisos, ya no re­ de ser consejeros de la República: sino también los egipcios, los per­
sas y los hebreos, que han enseñado a los demás pueblos a gobernar
\
sultan peligrosos, pues se ven rebasados por los acontecimientos:
«No se pueden eliminar las fantasías republicanas de los viejos. Pero correcta y sabiamente sus estados.» Moisés creó un consejo de se­
los viejos son sabios, y no se debe temer a los viejos, porque nunca tenta ancianos; Licurgo y Solón dieron el poder a los viejos. Por con­
hacen nada» 30. siguiente, según él, la Antigüedad ha confiado en la gerontocracia,
También el canciller de Inglaterra, Francis Bacon, les reprocha y él está dispuesto a hacer lo mismo. Pero es el poder de consejo,
el ser demasiado indecisos, y por tanto malos gobernantes. Como fi­ más que el poder de decisión, el que él otorga a los ancianos, a con­
lósofo, científico y hombre político de primera clase que es, se inte­ dición de que éstos posean intactas todas sus facultades: «Pues no
resa por la vejez desde estos tres puntos de vista. En su ensayo De sin razón las leyes han concedido la prerrogativa de honores, privi­
la juventud y de la vejez, piensa que el principal defecto de los políticos legios y dignidades a los ancianos, por la presunción que se debe te­
de edad avanzada es la indecisión: «Los errores de los hombres jó­ ner de que eJlos son más sabios, mejor entendidos y están más pre­
venes provocan la ruina de los negocios, pero los errores de los hom­ parados para aconsejar que los jóvenes. No quiero decir con esto
bres ancianos consisten simplemente en no poder hacer más cosas que la cualidad de vejez sea suficiente para entrar a formar parte
ni hacerlas antes ... Los hombres de edad avanzada ponen demasia­ del senado de la República, y menos aún si la vejez está cansada y
das objeciones, hacen demasiadas consultas, son muy poco empren­ decrépita, si sus fuerzas naturales están desfaJlecidas y el cerebro
dedores, se arrepienten demasiado pronto y pocas veces llevan los tan debilitado que no puede cumplir con su deber» 34.
proyectos hasta el final; se contentan con éxitos mediocres» 31• Así pues, los teóricos políticos del siglo XVI sienten preferencia
Hacia 1525, otro florentino, Donato Giannotti, se enfurece con- en general por la juventud, de acuerdo con las preferencias de los
354 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 355

cortesanos y del pueblo. Y aunque estos discursos, como tendremos prácticos fueron por consiguiente escasos: en general, algunos con­
ocasión de comprnbar, no coinciden con la realidad, responden a pe­ sejos dietéticos e higiénicos que permitieran encontrarse mejor en la
sar de todo a un sentimiento generalizado. Los viejos jefes son a me­ vejez. El balance es muy decepcionante si se compara con las locas
nudo mal aceptados, particularmente en el ejército, donde los hom­ esperanzas que habían depositado en ello los humanistas. La bús­
bres prefieren mandos jóvenes y audaces. Cuando Enrique II nom­ queda de la eterna juventud condujo como mucho a averiguar la for­
bra, en el año 1555, lugarteniente general en el Piamonte a Paul de ma de evitar los resfriados después de los sesenta años. La longevi­
la Barthe, señor de Termes, de setenta y tres años de edad, tiene dad no podrá alargarse ni un sólo día y, en definitiva, nada nuevo
que enfrentarse a la crítica de los oficiales; no por ello Termes de­ se añadirá a las .teorías de Galeno. Pero es el esfuerzo mismo, más
jará de ser nombrado mariscal de Francia, a los setenta y seis años, que los resultados, lo que nos interesa, la pasión con la que tantos
y morirá en activo a la edad de ochenta años. El trato de favor que pensadores han buscado el remedio de ese mal incurable que es la
disfrutaba el mismo Monluc desaparecerá en sus últimos años; el vie­ vejez. Ninguna otra cosa indica mejor el horror que inspiraba en el
jo soldado será considerado como un vejestorio que ha sobrepasado siglo XVI la vejez y sus males.
su tiempo. En otro orden de cosas, Benvenuto Cellini, que sin em­ Luigi Cornaro, en su Tratado de la salud y de la longevidad seguido
bargo sólo tenía entonces sesenta años, será engañado en una tran­ de los medios infalibles para alcan;:.arlas, recomendab�eración en
sacción financiera por personas según él poco escrupulosas, que le todo, tanto en el beber y el comer como enJas emociones, y su pro­
consideran como «un anciano que no llegaría al año siguiente» 35. pia longevidad fue la mejor garantía de la eficacia de su método, ya
que vivió noventa y seis años (1470-1566) 36• Su compatriota Jéro­
me Cardan se ocupó también de la vejez en sus obras de medicina,
Investigación sobre las causas y el tratamiento de la vejez pero sus conceptos son confusos y están mezclados con la astrología.
Vivió lo suficiente como para llegar a odiar la vejez (1501-1576):
Para los médicos y filósofos humanistas se plantea más que nun­ «Cuando llega la vejez, hace que el hombre lamente no haber muer­
ca la cuestión de las causas de esta vejez hostil. Viejo problema que to en la infancia» 37•
Galeno parecía haber resuelto definitivamente, tras los intentos de El suizo Paracelso (1493-1541), espíritu original e independien­
Aristóteles, pero que los pensadores del siglo XVI van a replantear te, concibió una teoría completa del envejecimiento en su tratado El
movidos por su curiosidad insaciable. Testimonio evidente del inte­ libro de larga vida 38• Oscura, prolija, llena de contradicciones y de
rés de esta época por el tema es el abundante número de obras so­ apelaciones a la astrología, su obra da una visión global del proceso
bre el origen y tratamiento de la vejez aparecidas alrededor de 1500, de la vida, de su decadencia y de los medios para prolongarla. Pa­
número no sobrepasado más que en la época actual. Se siguieron to­ racelso niega la concepción griega de la patología y la sustituye por
das las pistas, por otra parte un poco confusas y mezcladas: medi­ otra propia, que insiste sobre la naturaleza independiente de las dis­
cina, alquimia, filosofia, religión, mezclaron sus esfuerzos para re­ tintas enfermedades. La vida es para él un «espíritu» surgido del
solver el enigma y poner fin al escándalo. aire y que posee «fuerza y virtud». Todo ser material tiene un «es­
Porque la meta buscada era realmente práctica: encontrar las píritu», animal, vegetal o mineral, animado o inanimado, celeste o
causas de la vejez a fin de eliminarla, o al menos aplazarla. Todas terreno. Cada parte del cuerpo tiene un «espíritu» específico e inde­
las obras incluyen a la vez estos dos aspectos. Su ambición es in­ pendiente. Ahora bien, existe en el hombre una tendencia innata, na­
mensa; sus medios de investigación, pueriles y confusos, mezclan los tural, a la corrupción, a la separación de los elementos que lo com­
aspectos serios con los conceptos más extravagantes. Los resultados ponen. Esto provoca las enfermedades y también el envejecimiento
·r·· ·
. .

1
356 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI �7

y la descomposición final. Paracelso compara la vejez a la herrum­ dua hasta 1629, consagró los últimos años de su vida a experimen­
bre que corroe y descompone el metal. Se puede retrasar el proceso tos privados, pero su obra más importante, El arte de la medicina es­
gracias a una alimentación equilibrada, viviendo en un clima favo­ tática, data de 1614 y fue reeditada en varias ocasiones 39. Su teoría
rable, y sobre todo tomando un elixir mágico, que él pretende haber se apoya en la noción de «transpiración insensible», que Sanctorius
elaborado, que podría reparar el envejecimiento de los tejidos y re­ se dedicó a medir. La principal originalidad de sus trabajos estriba
generar la persona. Esta poción, que él denomina quinta essentia, o en este espíritu cuantificador, pero el alcance de aquéllos se ve limi­
prima substantia, o lignun vitae, o lignun anima, o arcanum de oro y de tado por el hecho de que no supo d ligarse de la concepción griega
mercurio, se niega sin embargo a utilizarla, ya que sería un método de los humores. El cuerpo humano�ontiene «espíritus» que le per­
contra natura y opuesto a la religión. La vida tiene un fin natural _
miten llevar a cabo sus funciones. El nvejecimiento se produce por
y predeterminado, y nadie tiene el derecho de alargarla artificial­ la progresiva descomposición de estos, espíritus, cuyos residuos re­
mente. No es ésta una de las menores paradojas de este extraño mé­ c�;g�n y e�durecen los tejidos, impididpdo de �st� forma la respira­
dico. c1on msens1ble. El cuerpo, que ya no p\iede ehmmar todas sus sus­
Los franceses tienen también su versión de la vejez. André Du tancias superfluas, se endurece, y los ancianos mueren «porque sus
Laurens (Laurentius, 1558-1609), canciller de la Universidad de fibras se han vuelto duras y ya no pueden renovarse: por eso viene
Montpellier y médico de la corte, publicaba en 1599 un Discurso so­ la muerte» 40. La vejez es «un endurecimiento universal de las fi­
bre la preservación de la vida: sobre las enfermedades de melancolía, catarros bras» 41• Esta opinión, que hoy día nos parece curiosa, será recogi­
y vejez. Su concepción del proceso de envejecimiento se basa en las da sin embargo por respetables médicos del siglo XIX, como Rowbot­
teorías tradicionales de Hipócrates, Galeno, Avicena y Celso: la evo­ ham 42•
lución divergente de los cuatro elementos que están en el cuerpo y A finales del siglo XVI y a comienzos del XVII, dos filósofos y
la acumulación de excrementos que provienen de la alimentación. políticos ingleses estudiaron atentamente el fenómeno del envejeci­
Esta falta de originalidad en las conclusiones contrasta con los mé­ miento desde el punto de vista teórico: Henri Cuff y Francis Bacon.
todos modernos utilizados por Du Laurens. Seguidor del método ex­ El primero (1563-1601), profesor de griego en Oxford, conocido por
perimental, se dedicó a diseccionar cadáveres, lo que le permitió in­ sus intentos de acercar la filosofia griega al cristianismo, tomó parte
validar una <l:ntigua creencia según la cual el corazón de los ancia­ en la conspiración del duque de Essex y fue decapitado. Su obra so­
nos disminuía de volumen cop la edad y acababa por desaparecer, bre la vejez, Las diferencias de las edades de la vida humana 43, fue im­
lo que provocaba la muerte: «Los egipcios y alejandrinos creían que presa después de su muerte, en 1607. Los humores griegos se mez­
la causa natural de la vejez provenía de la disminución del corazón: clan en ella con el alma cristiana de una forma curiosa. En el prin­
decían que el corazón aumentaba hasta los cincuenta años a dos on­ cipio, el cuerpo y el alma estaban en perfecta armonía, y su sepa­
zas por año, y que después de los cincuenta años encogía hasta de­ ración, es decir, la muerte, era imposible. «Pero después que el or­
saparecer. Pero esto no es más que vana imaginación y pura locura. gullo humano fue sublevado por las insinuaciones del diablo, quiso
Hemos diseccionado varios ancianos y hemos encontrado su cora­ probar el fruto prohibido del saber; ... entonces surgieron desacuer­
zón tan grande y pesado como el de los más jóvenes.» do y querella en las partes inferiores del alma, y de ahí proviene la
El método científico no dio, pues, en sus comienzos resultados guerra entre los elementos del cuerpo, que dura hasta que la sangre
más convincentes que el método especulativo tradicional. Podemos haya perdido la partida» 44. A partir de aquí, Cuff intenta explicar
comprobarlo igualmente con los trabajos del italiano Santorio San­ el proceso del envejecimiento. Pero su prolijidad confunde al lector,
torio (Sanctorius, 1561-1636). Profesor de «medicina teóríca» en Pa- que sigue con mucha dificultad el curso de su pensamiento.
�,,,,
·¡
1 /
358 HISTORIA DE LA VEJEZ 1 El SIGLO XVI 359

En resumen, Cuff ofrece tres explicaciones posibles; la primera Pues éste es para él el punto de vista esencial: ¿no podría ser posible
procede directamente de los griegos: el envejecimiento es el resulta­ prolongar la longevidad humana? Con esta orientación práctica es
do de la disminución de calor interno y de humedad en el cuerpo. como comienza a estudiar el proceso del envejecimiento, con objeto
La segunda es una teoría mecánica que recuerda la disminución de de retrasarlo en la medida de lo posible. Esta es, a su entender, la
la velocidad de un cuerpo a causa del rozamiento. La forma en que parte más notable de la medicina. Desde luego, no busca la eterna
Cuff la expone es un buen ejemplo de su estilo confuso y de la difi­ juventud: sólo estamos de paso en esta tierra; pero ¡qué ventaja si
cultad que el lector experimenta para seguir el razonamiento: «Por­ nuestro cuerpo y nuestro espíritu no se deteriorasen! También se ex­
que igual que en el movimiento violento de las cosas naturales com­ traña Bacon de que nadie haya escrito todavía f-�riamente sobre este
probamos que la virtud o potencia de movimiento imprimido por el tema, exceptuando el corto tratado de Aristóteles. Los mismos mé­
poder sobrenatural disminuye poco a poco, a causa de la continua­ dicos son completamente ignorantes en este terreno, teniendo en
ción del movimiento, o más bien por la resistencia de los cuerpos cuenta que «la prolongación de la vida es un trabajo considerable y
que lo rodean, y se extingue completamente; de la misma forma, en dificil y necesita un gran número de remedios que se complemen­
el proceso natural hacia el enemigo, y el fin de la naturaleza, la muer­ tan» 47•
te, los medios de conservación de la vida (sea por el trabajo de su Bacon se burla de la teoría tradicional de los humores, que fal­
operación incesante, sea por la corrupción y la mezcla de humedad sea cualquier estudio serio y oscurece la investigación, «porque está
impura, debilitado e incapacitado cada vez más cada día por el tra­ deformada por falsas opiniones y vanas analogías. Pues estas dos co­
bajo suficiente de su función) ceden finalmente a la violencia. opre­ sas de las que hablan los médicos corrientes, la humedad radical y
siva de sus resistentes adversarios, ya no pueden mantener su ac­ el calor de las medicinas químicas nos llenan de vanas esperanzas
ción conquistadora...» 45• La tercera «explicación» es que el enveje­ al principio, y después decepcionan a sus seguidores» 48. Pero tras
cimiento proviene del enfrentamiento en el cuerpo de los cuatro ele­ este comienzo prometedor, el mismo Bacon cae en otra concepción
mentos, el fuego, el agua, el aire y la tierra, y de sus propiedades, tradicional y teórica, la de «el espíritu o cuerpo neumático», que se
el calor, el frío, la humedad y la sequedad. En efecto, los seres en supone que reside en cada parte del cuerpo y permite el funciona­
los cuales estos cuatro elementos no luchan entre sí duran eterna­ miento de éste: hay un espíritu de la sangre, de la carne, de la gra­
mente: los ángeles, por ejemplo. sa, de las articulaciones, de las arterias, de las venas, de los huesos,
Francis Bacon (1561-1621) gozó de una reputación muy supe­ de los cartílagos, de los intestinos, etc. Es una opinión heredada del
rior a la de su amigo Henri Cuff. Su brillante carrera política, que realismo neoplatónico, según la cual estos espíritus, sobre todo el es­
le condujo al cargo de canciller de Inglaterra en 1618, y sus brillan­ píritu que está en la sangre, son la fuente última de la energía cor­
tes teorías científicas, expuestas en el Novum Organum en 1620, que poraL
hacen de él uno de los precursores del método experimental e in­ Renunciando por tanto a utilizar el método experimental, a pe­
ductivo, justifican plenamente su renombre. Sin embargo, sus con­ sar de sus proclamas iniciales, el autor oscila en realidad entre la al­
cepciones relativas al envejecimiento no son más «modernas» que quimia y las recetas populares cuando se trata de remedios para pro­
las de sus contemporáneos, aunque les haya consagrado una parte longar la vida. De la primera retiene la idea de que los «secretos de
importante de su obra con La historia de la vida y de la muerte, con ob­ la naturaleza» pueden ser descubiertos y conducir a cambiar el cur­
servaciones naturales y experimentales sobre la prolongación de la vida, y dos so de aquélla: «El espíritu de juventud inoculado en un viejo cuerpo
tratados, De la juventud y de la vejez, y Del aumento de la ciencia, dedi­ podría pronto invertir el curso de la naturaleza»; lo que no es otra
cando en el último toda una parte a los medios de alargar la vida 46. cosa que una nueva versión del elixir de la larga vida. Como el de-
·l'�
!

360 HISTORJA DE LA VEJEZ


EL SIGLO XVI 361

terioro del cuerpo deriva del deterioro de los espíritus que gobier­ ¿Qué es más temible, la vejez o la muerte? Lo ideal sería aplazar
nan ese cuerpo, bastaría con renovar esos espíritus para encontrar la segunda indefinidamente conservando al mismo tiempo una sa­
de nuevo la juventud. Mientras tanto, es importante cuidarlos para lud juvenil. Lo imaginario proporciona dos medios para alcanzar tal
no envejecerlos prematuramente: no cometer excesos, no excitarse, objetivo: el elixir de larga vida y la fuente de la juventud. Del pri­
preservarse de los rayos del sol, vivir al aire libre, bañarse, comer mero existen varias versiones: Gabriele Zerbi sugería una mezcla de
alimentos dulces, pero no ácidos, seguir un régimen estricto, no abu­ carne d.e víbora, sangre humana ,..destilada y solución de oro; el ,mis­
sar de cosméticos, hacer ejercicio fisico, pero sin exagerar ni buscar mo Erasmo no rechazaba completamente la idea de la «quinta esen­
batir marcas, «... pues los Juegos Olímpicos han desaparecido hace cia». En cuanto a la fuente de juventud, servía de inspiración tanto
mucho tiempo; y además que en esto es suficiente la mediocridad, a Ponce de León en su exploración de la Florida, como a Lucas Cra­
pues casi siempre lo óptimo sólo es utilizado para una ostentación nach el Joven en un magnífico cuadro de 1546 que nos muestra a
mercenaria» 49• Así pues, nada de deporte profesional ni de alta com­ unas viejas achacosas y feas que encuentran de nuevo belleza y ju­
petición; una «razonable mediocridad» en todo: ni derroche de ale­ ventud. También puede soñarse con las islas Afortunadas, cuya me­
gría (reír a carcajadas cansa), ni derroche de tristeza. moria se ha ido transmitiendo por mediación de Hesíodo, Homero,
Por el contrario, se recomienda tener pequeñas preocupaciones Píndaro, Plinio, Horacio, para encontrarla de nuevo en Erasmo: «El
de vez en cuando: «La pena y la preocupación, sin miedo, y no de­ trabajo, la vejez y la enfermedad son desconocidas allí.»
masiado importantes, prolongan la vida al contraer los espíritus, lo
que es una especie de condensación o de espesamiento» 50. Igual­
mente, un pequeño ataque de cólera bien dosificada de vez en cuan­
do es muy bueno para fortalecer el corazón. La contemplación de La vejez: un rompecabezas para los utópicos
un hermoso cuadro, que satisface al espíritu, puede también ayudar
a prolongarlo. Pero la longevidad no depende sólo de las condicio­ Como todas las épocas de crisis y de aceleración de la historia,
nes de vida; se debe también al estado de salud de los padres en el el Renacimiento ha visto la aparición de numerosas utopías, que son
momento de la concepción: es preferible haber sido concebido por una manifestación de las aspiraciones de los reformadores. La uto­
la mañana, después del sueño. Hay también signos que no engañan: pía, que presupone una naturaleza inalterable e incorruptible, que
«Ser velludo en los miembros inferiores, en los muslos y las piernas, desconoce el deterioro, que niega el tiempo que todo lo destruye,
es un signo de larga vida, pero no en el pecho o en los miembros está destinada por su propia naturaleza a escamotear la vejez. Gi­
superiores» 51• Las cabezas y las nalgas pequeñas viven más tiempo lles Lapouge señala con razón, al estudiar esta clase de literatura:
que las gruesas. «El tipo corriente del utópico... funciona como una terrorífica má­
Todo esto no nos llevará lejos en el terreno científico. Pero está quina de desinfectar, una autoclave de ciencia-ficción. En su mora­
claro que el Renacimiento ha intentado apasionadamente combatir da no existen ni el piojo, ni la chochez, ni la muerte ni el pecado.
la vejez, hacer recuento de los signos y recetas existentes para pro­ La estancia les está prohibida como por decreto tanto a la enferme­
longar la longevidad y mejorar la salud de los ancianos. Añadire­ dad como a la tristeza, y la vejez es escamoteada. Si a pesar de todo
mos también El árbol de la vida, del médico de Juan IV de Portugal, el pecado se insinúa, se le bombardea, se le mata, aún a riesgo de
Eduardo Madeira Arrais (1500-1600), y el Methusala vivax, de Dor­ triturar con el mismo mazo algunas cabezas. Se suelta a mercena­
navus, donde el autor se interroga sobre las causas de la extraordi­ rios, perros guardianes, que purgan la ciudad a perpetuidad, libre
naria longevidad de los patriarcas anteriores al diluvio. para cometer algunos asesinatos legales» 52•
,-,

362 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 363

La utopía del siglo XVi confirma esta descripción en todos sus problema y señalar toda su importancia. Por otra parte, sus actos
puntos. En primer lugar, escamoteo de la vejez: conscientes de no son una prueba de su sinceridad, pues Erasmo nos informa que ha­
poder eliminar ese cáncer, pues la utopía se guarda de ser un cuen­ bía alquilado en Chelsea una casa donde acogía a ancianos achaco­
to de hadas, los utópicos evitan hablar de ella. Son muy escasas las sos. En la primera parte de La Utopía sitúa lúcidamente el proble­
alusiones que se hacen a ella en La ciudad del sol, de Campanella, en ma, al mostrarnos que los viejos son profundamente despreciados y
La Nueva Atlántida, de Bacon, en el País de Macaría, de Stiblin, o en rechazados en su época; en una conversación imaginaria que sostie­
La abadía de Théleme, de Rabelais. En este último caso, uno de los po­ ne con un cardenal y un bufón a propósito de la organización social
cos personajes ancianos es «un viejo poeta francés llamado Ramirta­ y política, se dice que la opinión común clasifica a los ancianos en­
grobis», cuya única tarea es predecir el futuro. «He oído decir muy tre los desgraciados más o menos parásitos cuya existencia debe ase­
a menudo que todo hombre viejo, decrépito y cercano a su fin, adi­ gurar la sociedad: se les incluye en la categoría de los vagabundos,
vina fácilmente lo que va a suceder. Y recuerdo que Aristófanes, en de los enfermos o incluso de los ladrones. El bufón expresa brutal­
alguna comedia, llama sibilas a las gentes viejas» 53. mente el sentimiento general que se tiene respecto a ellos: «Tengo
Es evidente que la utopía, tierra de la perfección racional, no muchas ganas de librarme del espectáculo de estos miserables y de
sabe qué hacer con los viejos. ¿Qué papel podría atribuírseles en es- encerrarlos lejos de la vista de todos. Me molestan con sus llori­
tas cnc;,.rlarlec rle l-iorm;lT'CI<' l"'horios"'S;> T<>mporo -y
\. LJV .l.\,,.,'-1. '-1. L1 '-1. .1..1.
<>narPrPn Pn loen<>-
.I..I..I..I..L
Ó,
y-
1,.1,1.J' .1.11.4,J..J .L.I. - o ....__... .._.._ '-''-''-' .&.'-''-''-'.1..1. '-'.1..1. .1.'-6V
queos, sus suspiros y sus súplicas lamentables, aunque esta lúgubre
raísos terrenales puestos de moda por las novelas y poesías pastori­ música no haya podido nunca sacarme un céntimo» 55. Sugiere, por
les. Sin duda estropearían el paisaje. Son jóvenes los que pueblan tanto, que se les encierre en conventos. Hay demasiados viejos en
las novelas de la Arcadia, la Aminta de Tasso, la· Galatea de Cervan­ este mundo prendado de belleza y juventud; contradicen de una ma­
tes, la Astrea, de Honoré d'Urfé, el Pastor fido de Guarini, la Diana nera irritante el optimismo oficial.
de Montemayor. Desde el momento en que se deja atrás la realidad, Tomás Moro emprende la tarea de su «reinserción social», para
se intenta olvidar la pesadilla que es la vejez. Pero se sabe de sobra io cuai suprime cuaiquier idea de retiro en ia ciudad ideai. Los ofi­
que sigue estando ahí, acechando a sus presas escondidas. En ese cios y las magistraturas se ejercen de manera vitalicia, a razón de
caso, algunos utópicos no dudan en sugerir, en su abominable ciu­ seis horas de trabajo al día. Se les debe respeto y deferencia a los
dad-cuartel, los «asesinatos legales» a los que aludía Gilles Lapou­ ancianos, que deben ser servidos por los jóvenes, característica que
ge. En Utopía, los sacerdotes deberán aconsejar a los ancianos que recuerda la República de Platón y que contrasta con la práctica y
ya están demasiado débiles, que se suiciden con veneno. Antonio de con los sentimientos de los demás utópicos. Cyrano de Bergerac es­
Guevara, obispo de Cádiz, es más radical aún. En El reloj de príncipes cribirá un siglo más tarde: «Los ancianos deben rendir toda clase
sugiere la eliminación pura y simple de la vejez: todo el mundo de­ de respeto y de deferencia a los jóvenes... , pues sólo la juventud es
berá matarse a los cincuenta años para evitar la decrepitud: «¡Qué apta para la acción» 56. En Utopía, «el jefe de una familia es el miem­
puntapié a la Fortuna!», exclama extasiado el obispo, quien, para bro más anciano, y si los años han debilitado su inteligencia será
que no parezca que hace apología del suicidio, sitúa esta costumbre reemplazado por aquél que más se aproxime a su edad» 57. Si al­
en un poblado de una lejana región oriental en la época de Pompe­ guien quiere viajar, debe obtener el consentimiento de su mujer y
ya, y pone sus palabras en boca de Marco Aurelio 54. de su padre. Las mujeres de edad avanzada, lejos de ser desprecia­
La única utopía que se ocupa de una forma clara de los viejos das, pueden ser admitidas en el sacerdocio. El papel específico de
es también la más célebre: La Utopía, de Tomás Moro. El canciller los ancianos en la sociedad será el de moderar el ardor de los jóve­
de Enrique VIII tuvo el mérito de interesarse honestamente por este nes y templar su petulancia al mismo tiempo que el de procurar que
364 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI

se beneficien de su experiencia. Es la función tradicional del viejo ancianos sanos. Antonio de Guevara ni siquiera hace ese esfuerzo.
sabio. Tomás Moro prevé las disposiciones prácticas para favorecer­ Lo que piensa de los viejos se lo declara sin rodeos: «Yo os comu­
la: durante las cómidas, que se hacen por supuesto en común, dos nico, por si no lo sabéis, pobres ancianos, que estáis ya en tales con­
ancianos, «escogidos entre los de más edad y respetables», comen diciones que tenéis los ojos hundidos, los orificios de la nariz pega­
en la mesa de honor en compañía del magistrado y de su mujer: dos, los cabellos blancos, el oído perdido, la lengua tartamuda, los
«A los dos lados de la sala son colocados de manera alterna dos dientes caídos, la cara arrugada y los pies hinchados, y el estómago
jóvenes y dos individuos de más edad. Esta disposición reúne a los frío: finalmente os digo que si la sepultura supiese hablaros como a
iguales y mezcla a la vez todas las .edades; además, cumple un fin súbditos, podría obligaros en justicia a que vinieseis a habitar su
moral. Como no se puede hacer o decir nada que no sea percibido casa» 60• Es cierto, piensa, que los antiguos hacían mucho caso a los
por los que están cerca, la gravedad de la vejez, el respeto que ins­ ancianos: Aulo Gelio nos dice en la Noches áticas que los romanos hon­
pira, reprime la petulancia de los jóvenes y les impide que se eman­ raban a los viejos, que la vejez tenía precedencia sobre todas las co­
cipen más de la cuenta en palabras y en gestos... Se sirven las me­ sas, incluso sobre los hombres más importantes, que los viejos eran
jores raciones a los más viejos de las familias, que ocupan lugares adorados como dioses; en Esparta, Licurgo había ordenado que se
fijos y principales; todos los demás son servidos con total igualdad. respetara a los viejos; en Grecia, los bandidos se disfrazaban de vie­
Estos buenos ancianos no tienen suficiente para dar a todo el mun­ jos para escapar a la justicia; parece ser que un filósofo dijo una vez
do de su porción; pero la comparten como quieren con sus vecinos a Pirro que la mejor ciudad del mundo era Molerda, en Acaya, por­
más cercanos. De esta manera se le rinde a la vejez el honor que se que todos los que gobernaban tenían cabezas blancas. Pero los an­
le debe, y este ho_menaje repercute en bien de todos... Los más an­ tiguos, continúa diciendo Guevara, tenían conciencia también de las
cianos entablan conversaciones honestas, pero llenas de jovialidad desgracias de la vejez. Recuerda cómo Catón, habiendo encontrado
y alegría. Lejos de hablar solos y siempre, escuchan de buen grado un viejo que estaba llorando, le preguntó la causa: «Es por causa
a los jóvenes» 58. Finalmente, cuando el anciano, al llegar a una de las miserias de la vejez», le respondió el otro, quien, a la edad
edad demasiado avanzada, se vuelve decrépito y completamente inú­ de setenta y siete años, había enterrado ya a su padre, su madre, su
til, lo mejor que puede hacer es suicidarse. Reconocimiento del fra­ abuelo, dos tías, cinco tíos, nueve hermanas, once hermanos, tres es­
caso final: en toda sociedad que sitúa el bien común por encima del posas, cinco concubinas, catorce hijos, siete hijas casadas, treinta y
individual, el anciano impotente sólo tiene derecho a la muerte. siete sobrinos, quince sobrinas y dos amigos. El hombre que está car­
Cualquier legislador que razone en términos de comunidad, de co­ gado de años, atormentado por las enfermedades, perseguido por los
munismo, de masa, de generalidad, de pueblo, del mayor número, enemigos, olvidado por sus amigos, visitado por los infortunios y ro­
está condenado a sacrificar a los no-productivos, si es consecuente deado de descrédito y pobreza, no debe pedir una larga vida 61• Por
consigo mismo. «¡Si existe el Paraíso, que no vayan a imaginarse des­ eso el suicidio a los cincuenta años sería la mejor solución para todos.
de luego los ingenuos una vuelta a las siestas del Edén, donde basta Cuando publicó El reloj de príncipes en el año 1529, a la edad de
con alargar la mano para coger los frutos de un jardín delicioso! La cuarenta y nueve años, ¿hacía Antonio de Guevara esta propuesta
felicidad debe pasar por el agotamiento, el sacrificio total, la abne­ en serio? En todo caso, lejos de atribuir a los ancianos un papel po­
gación del individuo en beneficio de la Salvación Pública y el mayor sitivo en su sociedad ideal, se limita a imponerles un código de con­
bienestar de la colectividad»; así describe Jacques Minois, con ra­ ducta destinado a convertirlos en los más discretos y a hacerles pa­
zón, el mundo de la utopía 59• sar desapercibidos. Si no se les puede matar, al menos que se les ol­
Al menos Tomás Moro intenta atribuir un papel honorable a los vide. Que dejen de reclamar los mejores puestos y de querer hablar
366 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 367

siempre los primeros mientras se comportan-.con frecuencia como lo­ gabinete, ordenaba sus libros y ponía al día sus cuentas; después,
cos; que dejen de cotorrear, de chochear, de vestirse como jóvenes bromeaba en la mesa con todo el mundo; acabada la comida, con­
y de correr en pos de placeres que ya no son de su edad: «¡Cuando versaba con su hijo, le daba sabios consejos, le enseñaba a conocer
un joven le pide cons�jo sobre cómo relacionarse con los vivos el an­ a los hombres y le descubría lo que era la vida por medio de algu­
ciano empieza a contarle la vida de todos los 'muertos!». Según él nos ejemplos antiguos o modernos; a continuación salía y dedicaba
algunos ancianos de su tiempo ponen no poca ilusión en ponerse co­ el día a los negocios o a distracciones serias y honorables; llegada la
fias en la cabeza, en hacerse afeitar la barba todos los días, en bus­ noche, el Ave María le encontraba siempre en casa; pasaba algunos
car pelucas falsas, llevar joyas al cuello, llenar sus gorros con �dar­ momentos con nosotros al amor de la lumbre si era invierno, y des­
nos de oro, inventarse caprichos de enfermo, cargar sus dedos con pués se retiraba a su gabinete para echar una última ojeada a sus
ricos anillos, ir perfumados con olores, buscar otras formas de ves­ asuntos; finalmente, por tercera vez, ocupaba su sitio alegremente
tir; finalmente, al mismo tiempo que tienen la cara completamente para cenar. Esta vida regular era un ejemplo para todos en la c,asa,
arrugada no pueden soportar ni una sola arruga en su vestido 62• y cualquiera se hubiese avergonzado de no imitarlo; por eso reina­
Todo lo que se les pide es que sean virtuosos y que se callen. A su ban juntos el orden y la felicidad» 64.
edad no tienen ya derecho a cometer la menor extravagancia: «Por­
que si el joven peca algunas veces es porque le falta experiencia;
pero si el anciano peca es porque le domina la malicia» 63.
Los utópicos, que todo lo juzgan según las normas, son, pues, La vejez en el mundo de Shakespeare
despiadados con la vejez. Como parten de una imagen preconcebi­
da e ideal del anciano, esperan de él la sabiduría y la virtud; el me­ De lo normativo a lo descriptivo: el mayor fresco social y psico­
nor defecto es intolerable en él. Al convertirse en un ser inútil por lógico del siglo XVI, la «comedia humana» del Renacimiento, la 9bra
su decrepitud física, ya no es verdaderamente un hombre, sino un del gran William Shakespeare, ofrece, en su incomparable diversi­
ejemplo, y si no actúa de acuerdo a este papel, debe desaparecer. dad, un cuadro vívido de la forma en que el maestro de Stratford
Esta idea tan radical aparece en todos los intelectuales de la época veía a los viejos. Reflejo de su época al mismo tiempo que penetran­
con distinta intensidad. Para estos humanistas, los ancianos deben te observador, Shakespeare ha sabido expresar la situación ambigua
ser unos Néstor o no existir. Maquiavelo describe de la siguiente ma­ de la vejez no sólo en la confluencia de la Edad Media y la Edad
nera el cuadro de lo que debería ser la existencia de un viejo jefe de Moderna, sino en su dimensión intemporal y universal.
familia en el ámbito de la vida cotidiana de una familia de la alta Ocaso de la vida, la vejez parece ser, sin embargo, una vuelta a
burguesía. Hay que resaltar los términos: «grave», «reservado», «ho­ los orígenes. Es nuestro último papel en la escena de la existencia,
norable», «digno», «sabio», «serio», «puntual», «ejemplo», que ca­ papel que se parece curiosamente al primero. Recuperando el t5ma
racterizan la imagen estereotipada del anciano ideal: de las edades de la vida, que asocia a su imagen favorita del teatro,
«Era un hombre grave, enérgico, reservado. Empleaba el tiempo Shakespeare desarrolla el drama del destino humano en siete actos:
honorablemente: se levantaba temprano por la mañana, oía misa y
se ocupaba de las provisiones para todo el día; después despachaba El mundo entero es un escenario,
los asuntos que podía tener en la plaza, en el mercado, y con los ma­ Todos, hombres y mujeres son solo comediantes,
gistrados; cuando no los tenía, se entregaba a dignas conversaciones Todos hacen su entrada, cada uno sus salidas,
con alguno de sus conciudadanos, o bien, retirado a su casa, en su Y mientras dura nuestra vida, representamos varios papeles.
368 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI

Es un drama en siete edades. Primero el pequeñín calva; un rostro bonito se marchitará; unos ojos llenos de vida se
que chilla y que babea en brazos de su nodriza. hundirán» 67; Es por eso por lo que el viejo es despreciado por los
Después, el' escolar que lloriquea, con su cartera,
jóvenes:
y la cara bien lavada que sólo le dura la mañana.
Se va remoloneando como un caracol
camino de la escuela. Después viene el enamorado ... con mucha frecuencia los viejos tienen el aspecto de muertos,
de largos suspiros de fragua y su triste balada torpes, lentos y pesados, y grises como el plomo 68,
en honor de las perfectas pestañas de su amada.
Luego viene el soldado lleno de juramentos ironiza Julieta. Los jóvenes «pueden bromear a su gusto, sus burlas
y de pelos, pendenciero como una pantera. ignoradas caerán de nuevo sobre ellos mismos con todo su peso», de­
Persiguiendo esa burbuja de aire llamada gloria
clara el viejo rey en Bien está lo que bien acaba; pero al mismo tiempo
Hace guardia, en descanso, por su reputación
e incluso bajo la boca en llamas del cañón. se lamenta: «La horrible vejez se apoderó de nosotros y agotó nues­
Luego el juez, con su panza atiborrada tra actividad» 69. En la segunda parte de Enrique IV, el juez clasifica
de un buen capón; ojo severo y barba formalista, a Falstaff dentro de la categoría de los viejos ante la simple compro­
lleno de sabios refranes, de lugares comunes. bación de su fealdad: «¡Cómo apuntáis vuestro nombre en la lista
Así representa su papel... de la juventud, vos, a quien todos los rasgos de la edad señalan como
La sexta edad viste un flaco pantalón,
por donde asoman unas pantuflas,
a un anciano! ¿Acaso no tenéis el ojo húmedo, la mano seca, la tez
en la nariz las gafas, al costado la alforja, amarilla, la barba blanca, la pierna que mengua, el vientre que en­
Las calzas que tenía en su juventud, gorda? ¿No tenéis la voz cascada, el aliento escaso, el mentón doble,
conservadas con esmero, son exageradamente holgadas la inteligencia simple, y todas vuestras facultades marchitas por la
para sus apergaminadas pantorrillas. caducidad? ¿Y queréis pasar todavía por joven? ¡Fuera, fuera, fuera,
Y su voz que antaño era fuerte y viril,
vuelve de nuevo al falsete infantil, y modula
sir John!» 70. Los viejos, que todo lo juzgan «con la acidez de su bi­
silbidos. Y ya estamos en la escena final lis», son mentirosos y necios, ya que, igual que le pasa a la cerveza,
que pone fin al curso de esta extraña historia, «la fuerza se va cuando pasan los años» 71, y «de la misma forma
se convierte en un níño, el niño que acaba de nacer, que su cuerpo se desfigura, su juicio se corrompe con la edad» 72•
sin memoria, sin dientes, sin ojos, sin deseo, sin nada 65• Shakespeare recupera de nuevo en El peregrino apasionado la oposición
clásica entre juventud y vejez, haciendo que la primera aventaje en
La escena final no tiene, pues, nada de divertida. El anciano es todo a la segunda:
feo y débil. La belleza se marchita después de los cuarenta años:

Cuando cuarenta inviernos pongan cerco a tu frente, Juventud no podría vivir junto a Vejez:
Hollando tu belleza con zanjas muy profundas, Una rebosa gozo, la otra inquietud;
El traje altivo y joven que ahora tanto admiramos Mañana estival una, deslumbrante de júbilo,
no será más que andrajos valorados ruinmente 66• La otra invierno desnudo, recubierto de escarcha.
Juventud tiene ardor, Vejez no tiene aliento,
La una es ligereza, la otra lentitud;
Ninguna superioridad física es capaz de resistir a la vejez: «Una
Una es fuerte y caliente, la otra débil y helada,
hermosa pierna enflaquecerá; una espalda recta se encorvará; una bar­ Una es puro entusiasmo, la otra sólo torpeza.
ba negra se volverá blanca; una cabeza llena de bucles se volverá Vejez, yo te aborrezco, y adoro a Juventud:
370 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 371

Joven es aquel que amo. Hay un personaje que resume toda la angustia y la ambigüedad
Dulce pastor, date prisa, desafia a Vejez: de la vejez: el rey Lear. Es una víctima, desde luego, pero no una
¡Tardas ya demasiado!, tal es mi parecer 73.
víctima inocente. Su vanidad de hombre anciano hace que prefiera
los halagos de Gonerila y Regania a la frialdad aparente de Corde­
En «la noche de los abismos de la edad», reinan el sufrimiento, lia, a la que deshereda en un acto injusto. Es su primera falta. La
la debilidad, los achaques: el viejo Egeón, comerciante de Siracusa, segunda es ceder el poder, buscar un confortable retiro, «desemba­
se lamenta de los efectos que el tiempo ocasiona en su cuerpo: ha razar a nuestra vejez de todos los cuidados y negocios para confiar­
«gastado y roto mi pobre v0z... cubierto con una avalancha de nie­ los a fuerzas más jóvenes, mientras nosotros, liberados de la carga,
ve mi rostro marchito ... ; helado mi sangre en las venas» 74• Hamlet, nos encaminamos poco a poco hacia la muerte» 80. La vanidad y la
en medio de su lúcida locura, declara «... los ancianos tienen la bar­ flaqueza constituyen, pues, la raíz de sus desgracias, y el desprecio
ba gris, el rostro arrugado, que sus ojos segregan goma vegetal y sa­ con el que sus hijas lo tratan no está del todo injustificado:
nies, que están llenos de falta de juicio, a la vez que de flojedad en «Gonerila: Ya veis qué cambiante es su vejez. La observación que
las corvas» 75. Aquiles y Patroclo se burlan incluso del venerable acabamos de hacer no es de las menores: siempre sintió predilección
Néstor, cuyos achaques remedan: «¡Por mi honor! Hay que conse­ por nuestra hermana, y queda patente su falta de juicio por la for­
guir que las flaquezas de la edad se conviertan en una escena cómi­ ma en que acaba de desheredarla.
ca: Patroclo tosiendo, escupiendo y sacudiendo tembloroso su gola, »Regania: Achaques de la edad; verdaderamente nunca tuvo gran
que no deja de abrochar y desabrochar» 76. En El cuento de invierno, dominio de sí mismo.
Polixenes se interesa por el estado del padre de Florizel, que es un »Gonerila: Las muestras que en otro tiempo dio de mayor firme­
hombre de edad avanzada. Sus preguntas revelan la idea que uno za no fueron sino arrebatos; por tanto, debemos esperar de su vejez
se hace a priori de un anciano: «¿No le han convertido en un estú­ no solamente los defectos arraigados de antiguo, sino también la con­
pido la edad y los trastornos que acarrean los catarros? ¿Puede ha­ ducta desordenada e irregular que traen consigo los años de acha­
blar todavía? ¿Y oír? ¿Sabe distinguir un hombre de otro? ¿Es capaz ques e irritación» 81•
de discutir sus propios intereses? ¿O incapaz está postrado en cama? «Anciano pobre, achacoso, débil y despreciado», Lear es tam­
¿O solo hace de nuevo lo que hacía en su infancia?» 77. bién, por confesión propia, «un anciano caduco y torpe, que tiene
Encontramos en varias ocasiones esta idea de la vuelta a la in­ ochenta años, ni una hora más ni una menos. Y, hablando con fran­
fancia en las obras de Shakespeare. Ya lo hemos visto en Como gus­ queza, me temo que no estoy completamente en mi sano juicio» 82•
téis; en El rey Lear, Gonerila se burla de su padre: «¡Viejo inútil, que El· principal reproche que le hacen, y que él reconoce como cierto
quisiera todavía asumir los poderes de los que abdicó! Por mi vida, en sus momentos de lucidez, es su falta de sensatez, cuando todos
estos viejos necios se vuelven niños; y hay que tratarlos con repri­ coinciden en afirmar que ésta es fundamental en los viejos: «Como
mendas a modo de caricias, cuando se ve que divagan» 78• Cuerpo sois anciano y venerable, deberíais ser sensato» 83, le dice su hija Go­
y alma caminan juntos. Es una invectiva que recuerda la teoría de nerila; y su bufón exagera aún más: «No deberías haber envejecido
los humores; Timón de Atenas fustiga la frialdad de los viejos: «La hasta ser más sensato» 84• No es, por tanto, a la vejez por sí misma
ingratitud es hereditaria en estos viejos amigos; su sangre está a la que se condena en este caso, sino a un anciano, víctima de sus
coagulada, fría, fluye con dificultad. No son buenos porque les falta propios errores. Pero no es menos cierto que esta tragedia represen­
calor: todas las criaturas se preparan para el viaje de retorno a la ta también un proceso a la situación de los viejos, colocados en un
., , · · 79
tierra, volv1en dose apatlcas e mertes» . medio hostil que no les permite tener ningún desfallecimiento. La
'
372 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 373

más pequeña debilidad les puede resultar fatal; los errores que a los estaría condenado» 91, declara Falstaff, modelo de vividor, y el mé­
jóvenes se les perdonan fácilmente, son en ellos imperdonables; los rito del viejo criado Adam es el resultado de haber sabido conservar
fracasos que los más jóvenes pueden superar sin dificultad, son para su fuerza fisica:
ellos definitivos. Porque ellos deben ser sensatos, ya que todos espe­
ran que lo sean. La sociedad, que se encarga de mantener al ancia­ Aunque parezca viejo, soy aún fuerte y astuto,
Pues jamás abusé, cuando mi juventud,
no, exige en él la sensatez, y su juicio puede ser despiadado.
De esos licores que hacen las sangres pendencieras.
El rey Lear no es el único anciano de la obra. El honrado duque No he perseguido nunca con obscena mirada
de Gloucester es también un hombre de edad avanzada, y será asi­ Placeres que provocan cansancio y lasitud
mismo una víctima. Nos hallamos ante otro aspecto del desamparo Por eso estoy tan sano como un áspero invierno,
de los viejos: el conflicto entre las generaciones, la impaciencia de Helado, mas afable; si soportáis que os siga,
los jóvenes que empujan a sus mayores hacia la nada, «los jóvenes Os serviré tan bien como lo haría un joven,
Todo lo arrostraré, pese a mi barba blanca 92.
se levantan cuando los viejos caen» 85• Edmundo, hijo bastardo de
Gloucester, tratará de desembarazarse de su padre para heredar el
título. Rechaza el orden social y familiar y expresa las reivindica­ Los viejos descarados son más numerosos que los viejos sen­
ciones de la juventud frente a la autoridad de los padres, conflicto satos, y son pocos los que responden al tipo tradicional. Sea lo que
que se manifiesta en numerosos casos de la vida política del siglo sea, la vejez es algo muy triste, el final miserable de una vida que
XVI: «Este respeto cortés y falso para con la vejez nos amarga la exis­ no es otra cosa que ilusión. En Medida por medida, el duque se dirige
tencia en nuestros mejores años; nos priva de nuestras fortunas has­ a la vida humana de la siguiente manera: «No tienes ni juventud ni
ta que somos viejos y la edad nos impide disfrutarlas. Comienzo a vejez y, por decirlo de alguna manera, no eres más que una siesta
ver una traba necia y vana en la opresión de una tiranía servil que de sobremesa que sueña un poco con las dos. Tu bendita juventud
gobierna no porque sea fuerte, sino porque se la tolera» 86• envejece deprisa y mendiga las limosnas de la senectud, y cuando,
Es cierto que se conceden a la vejez algunas prerrogativas, pero madura finalmente y opulenta, ¡oh vida!, ya no tienes ni calor ni pa­
éstas no son sino una muestra de condescendencia hacia la debili­ sión, ni fuerza, ni belleza para disfrutar tus tesoros, ¿qué queda en
dad propia de esta edad. Por eso es por lo que Leonato niega que ti que pueda llamarse vida? ¡Y en esta vida se esconden otros mil
quiera sacar provecho de ella: «No hablo como un viejo chocho ni muertos más! Sin embargo, tenemos miedo a la muerte, que iguala
como un necio para, aprovechándose del privilegio que me otorga todas estas cuentas» 93•
la edad, jactarme de lo que he hecho cuando era joven y de lo que Por todo lo visto, el balance literario de la vejez en el siglo XVI
haría si no fuera viejo» 87. El respeto y la sensatez forman parte más es completamente negativo. La senectud es para los humanistas el
bien de todo el aparato que acompaña a la imagen estereotipada de aguafiestas que, con su fealdad, sus achaques y su necedad, viene a
la vejez que no de la realidad: «¡El buen sentido y la cordura están estropear el encanto de la existencia y a proporcionar a la vida un
hechos para los viejos!» 88. «Lo que acompaña habitualmente a la fin ridículo y desdichado. ¿Por qué todo tiene que acabar trágica­
vejez, como el honor, la amistad, la obediencia, numerosos ami­ mente? Solamente un poeta parece estimar la vejez: Agrippa d'Au­
gos» 89, todo eso sólo existe en los libros. «Príamo, ¿por qué eres vie­ bigné, para quien «una rosa de otoño es más exquisita que ninguna
jo y todavía no eres sensato?», pregunta Lucrecia 90• En suma, si los otra». Disfrutó plenamente de un confortable retiro como hidalgo
viejos tienen alguna cualidad, no parece que ésta sea la sensatez. «Si campesino, en su castillo de Crest, conservando su plenitud fisica
ser viejo y alegre es un pecado, sé de más de un viejo convidado que hasta su muerte, que tuvo lugar cuando contaba setenta y ocho años.
374 HISTORIA DE LA VEJEZ

Casado en segundas nupcias, hacia los setenta años, con Renée Bur­ CAPITULO 10
lamachi, veinte años menor que él, saborea como un hombre culti­
vado el encanto de la «vejez dichosa»:
El siglo XVI:
Menos deleites hay, más también menos penas; la importancia real de los ancianos
Se calla el ruiseñor, se callan las sirenas.
No vemos recoger los frutos ni las flores.
Se acabó la esperanza, casi siempre ilusoria.
Todo lo puede el invierno, vejez afortunada,
La estación del placer, no ya de los esfuerzos.

D'Aubigné es la excepción; muerto en 1630, pertenece ya a otra


época, aquélla en la que se recupera la vitalidad de la religión, que
provocará nuevamente un cambio en la perspectiva. Pero para el
hombre del Renacimiento, tanto para el humanista como para el cor­ U na de las paradojas del siglo XVI, y no de las menores, es la con-
tesano, la vejez sigue siendo el signo del fracaso último de los inten­ trad.1cc1on
·' ev1'""ente
. rl que se rl'""ª entre ...1 a .imagen teonca
' • que tiene
. de
tos de crear al superhombre. Porque la vejez nos obliga a perder to­ la vejez y el papel real desempeñado por los ancianos en la socie­
das las virtudes del hombre ideal: belleza, fuerza, voluntad y capa­ dad, la economía, la política y el arte. Al mismo tiempo que procla­
cidad intelectual. Nos priva del amor y de los placeres terrenos. Es ma su aversión hacia los viejos por mediación de sus humanistas, el
sufrimiento y flaqueza. Es el mal del siglo que los utópicos sueñan Renacimiento ies confía las responsabilidades más elevadas y les con­
con supnm1r. cede también los mayores honores. Si el siglo comenzó bajo el signo
de la juventud con el brillante trío Francisco I, Enrique VIII y Car­
los V, terminó bajo el de la gerontocracia, con el no menos célebre
triunvirato Felipe II, Isabel y Solimán, cuyos miembros mueren to­
dos sobrepasados los setenta años.
A pesar del descrédito, los ancianos son el grupo proveedor de
multitud de soberanos, ministros, guerreros, diplomáticos, comer­
ciantes, eclesiásticos, lo que explica la completa indiferencia que se
da en la realidad a la opinión aceptada... a menos que la opinión
sea sólo una reacción contra esa realidad. En estas épocas en las que
todavía se desconoce la propaganda de tipo moderno, dicha opinión
es generalmente la de personajes «independientes», pensadores, es­
critores, artistas, que manifiestan sentimientos personales motivados
por el contexto de su tiempo, la tradición y las modas intelectuales.
No existen periódicos, radio ni televisión que suministren a la socie­
dad sus modelos. Muy pocos hombres del siglo XVI han visto a sus
gobernantes, sean civiles o eclesiásticos, que siguen siendo abstrae-
376 EL SIGLO XVI
HISTORIA DE LA VEJEZ

ciones cuya existencia sólo puede comprobarse a través de las deci­ como Avignon (1509), Sevilla (1512), Angers (1504), Verzprem
siones, los impuestos, las guerras o la justicia. El poder y la opinión (Hungría, 1515), Lisieux (1505), se ordena a los curas que anoten
se desconocen entre sí, pues cada uno se mueve en una esfera dife­ los nombres, apellidos y fecha de nacimiento de los bautizados, y la
rente. No es nada extraordinario que, en estas condiciones, cada uno edad de los difuntos.
evolucione de forma casi independiente, y mientras por un lado se Los censos de población se multiplican al mismo tiempo: Dresde
tiene a los ancianos en muy poca estima, por otro los Estados les con­ (1430), Ypres (1431), Nuremberg (1449), Basilea (1454), Estrasbur­
fian muchas más responsabilidades que antes. go (1470), etc. A nivel estatal encontramos censos en el reino de Va­
lencia (1527), en Sicilia (1548), en Sabaya (1561), en Sajonia (1571),
a los que hay que añadir las «Relaciones topográficas de Felipe 11» 4•
Los ancianos en las estadísticas demográficas: resultados Estas averiguaciones tienen casi siempre una finalidad fiscal o in­
todavía dudosos cluso religiosa (asegurarse de que los bautismos se llevan a cabo y
del grado de consanguinidad). Pero hay otra práctica que estimu­
Este hecho no es debido en absoluto a un aumento de la longe­ lará la elaboración de estadísticas relativas a la longevidad y que
vidad o de la proporción de personas ancianas en la población. Las conducirá a la confección de las tablas de mortalidad: las rentas vi­
cifras, que se vuelven más numerosas y precisas con el tiempo, así talicias y los seguros de vida. Las rentas vitalicias existen desde la
lo demuestran. Los hombres empiezan a conocer su edad de forma Antigüedad, y la Tabla de Ulpiano se había creado para evaluar su
más exacta, aunque no todos poseen datos tan minuciosos como Ben­ valor en el activo y el pasivo de las sucesiones en el siglo 111. En la
venuto Cellini, que sabe que en su nacimiento «el parto tuvo lugar Edad Media, algunos municipios flamencos hacían empréstitos
la noche siguiente al día de la fiesta de Todos los Santos, exacta­ reembolsables en rentas vitalicias, lo que hace supone� que ya exis­
mente a las cuatro y media del año 1500» 1. tían cálculos de probabilidad relativos a la longevidad media. Pero
En su estudio sobre la demografia bretona en los siglos XVI y este sistema se desarrollará sobre todo en el siglo XVII, con las ton­
XVII, Alain Croix señala que la edad de los ancianos hospitalizados tinas 5. Los seguros de vida empezarán más tardíamente, a causa de
se indica generalmente con bastante exactitud: los casos en que se la oposición de la Iglesia, que consideraba como algo reprobable la
da una diferencia importante entre la edad declarada y la edad real especulación sobre la muerte y la vida de los hombres. Prohibidos
no sobrepasan el 10 % del total. Un anciano que decía «que tenía en los Países Bajos españoles (1570), en Génova (1588), en Holanda
más de ochenta años», tenía en realidad, después de comprobarlo, (1598), se han hecho sin duda más o menos clandestinamente, y de
ochenta y un años y seis meses 2• Es que de ahora en adelante exis­ forma segura en Inglaterra, ya que Thomas Wilson habla de ellos
ten ya medios de control. «En efecto, a partir de la Reforma la ins­ en su Disertación sobre la usura de 1569 6.
cripción en el registro se generaliza, tanto en países católicos como Casi todos los resultados de estas diversas averiguaciones, ya
protestantes; y en éstos tanto más cuanto que las Iglesias luterana, sean políticas o económicas, se han perdido. Pero las investigacio­
anglicana y calvinista procuran impedir la proliferación de las sec­ nes demográficas modernas restablecen en parte la realidad demo­
tas. Con frecuencia interviene la autoridad civil, consciente del in­ gráfica del siglo XVI relativa a la importancia y longevidad de las
terés que presenta el empadronamiento tanto para el orden público personas de avanzada edad. De ellas se desprenden dos conclusio­
como para la condición de los bienes y de las personas» 3. Los re­ nes: la disminución de las epidemias, que afectaban fundamental­
gistros de bautismos, matrimonios y defunciones se multiplican en mente a los jóvenes, hace que descienda la proporción global de an­
países católicos desde antes de la Reforma: en regiones tan distintas cianos en el conjunto de la población; por otra parte, la longevidad
378 HISTORIA DE LA VEJEZ ELSJGLOXVJ 379

sigue siendo igual a la de la Edad Media. Veamos algunos ejem­ EDAD DE FALLECIMIENTO DE ADULTOS EN ALGUNAS
plos. En Italia, J. C. Russell ha llevado a cabo un estudio sobre la PARROQUIAS BRETONAS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
edad en el momento del fallecimiento de 2.527 personas en Pouzzole 60-69 AÑOS MAs DE 70 AÑOS
en 1489, y de 2.918 personas en Sorrento en 1561 7• Los resultados (%) (%)

son los siguientes: Couffé .................................. 22,2 15,2


Notre-Dame de Guimgamp .. 20,7 18
Notre-Dame d'Hennebont .... 17,8 11,4
PouzzoLE ( 1489) SoRRENTO (1561) Loudéac ......,........................ 17,3 9,8
EDAD AL MORIR Ménéac ................................ 17 ?
(Al'IOS) SOBRE SOBRE SOBRE SOBRE
1.394 HOMBRES 1.133 MUJERES 1.483 HOMBRES 1.435 MUJERES
Saint-Jacques de Nantes ...... 18,4 13
Névez ................................... 25,2 16,4
60-64 ............... 30 32 51 54 Ossé ..................................... 16,4 19,3
65-69 ............... 4 5 25 38 Piriac ................................... 15 ?
70-74 ............... 15 21 11 6 Plozevet ................................ 20,4 14,2
75-79 ............... o 2 9 11 Le Theil ............................... 26,6 12,4
80-89 ............... 3 9 7 5
90-99 ............... 1 3 o 3
100 y más ......... o 2 2 o
Los ancianos en la aristocracia: un crecimiento importante,
Son cifras bastante sorprendentes por la relativa escasez del nú­ sobre todo entre las mujeres
mero de ancianos y, sobre todo, por la mayor proporción de muje­
res� el 3,9 % de los hombres y el 6,5 % de las mujeres murieron con Se han realizado en Inglaterra estudios detallados en los medios
más de sesenta años en Pouzzole; en Sórrento, las proporciones son aristocráticos del siglo XVI 10• Aunque éstos estén limitados a una
del 7 y del 8 % respectivamente. ¿Señal de un descenso de la mor­ categoría social numéricamente restringida, las conclusiones revelan
talidad debida a los partos? Serían necesarios más estudios para con­ las tendencias generales de la época, ya que se han hecho cálculos
firmarlo. comparados con los períodos anteriores. De una manera general pue­
Encontramos una situación muy diferente en Bretaña, donde el de decirse que la esperanza de vida apenas ha aumentado con res­
número de personas de edad avanzada parece mucho más elevado, pecto a la antigüedad romana, si nos atenemos a la Tabla de Ulpia­
como lo muestran las cifras de Alain Croix, aunque estas cifras pe­ no: un noble inglés de cincuenta años puede esperar vivir 2,5 años
netran ampliamente en el siglo XVII 8. · más que un romano del siglo III, y si tiene setenta años sólo vivirá
Los registros parroquiales de Saint-Malo de 1601 a 1625 no se­ por término medio un año más. Aparece sin embargo un factor que
ñalan con exactitud la edad en el momento del fallecimiento, sino ·favorece la mayor longevidad en la nobleza: el descenso evidente del
solamente el nivel de edad. Así, por ejemplo, de 97 fallecimientos se número de muertes violentas, debido sobre todo a la terminación de
dice en 32 ocasiones «anciano» o «anciana», es decir, en el 32,9 % las guerras civiles: mientras que de 1330 a 14 79 el 46 % de los no­
de los casos 9. bles de más de quince años morían en combate, sólo lo hacía el 19 %
de 1480 a 1679. La consecuencia es evidente: hay muchos más hom­
bres que llegan a los sesenta años, mientras que la proporción de mu-
.,
i
380 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 381

jeres sigue siendo la misma: entre 1330 y 1479, de 100 nacimientos Hollingsworth 11, es en el último cuarto de siglo cuando la diferen­
masculinos sólo quedaban ocho supervivientes que llegaron a los se­ cia se acentúa de forma brutal:
senta años; el número ·sube hasta 15 en los años comprendidos entre
1480 y 1679. Nos encontramos ante un hecho importante, si tene­
EDAD
mos en cuenta que de este medio social se abastece la casi totalidad AL
HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES

de los dirigentes políticos: la monarquía de los Tudor tendrá a su MORIR NACIDOS ENTRE 1550 Y 1574 NACIDOS ENTRE 1575 Y 1600
(%) (%)
servicio el doble de servidores viejos que los York o los Lancaster.
Mientras que las matanzas de la guerra de las Dos Rosas habían 50-54 años ........................... 12,8 10,2 6,6 10,6
truncado muchas carreras políticas, los nobles del siglo XVI tienen 55-59 años ........................... 6,3' 13,2 7 10,3
la posibilidad de prolongar sus actividades hasta una edad avanza­ 60-64 años ........................... 6,3 5,8 7,1 7,6
65-69 años ........................... 2,5 4,4 5 5,4
da; ahora veremos que eso fue exactamente lo que sucedió. Esta ob­ 70-74 anos ........................... 5,1 4,4 3 2,9
servación es válida, aunque en menor medida, para toda Europa, 75-79 años ........................... 2,5 4,4 3,8 2,4
donde la nobleza, a pesar de las guerras de los Habsburgo y los Va­ 80-84 años ........................... 1,3 o 1,9 0,7
lois y de las guerras de religión, tuvo que padecer menos que en épo­ 85 en adelante ...................... 1,3 o 0,9 17,2 (?)
cas precedentes. Total: 50 años en adelante ... 38,l 42,4 35,3 57,l
Estos mismos estudios ingleses confirman la inversión de la ten­
dencia señalada en Italia: hay más mujeres que alcanzan la vejez,
y viven generalmente más tiempo que los hombres: de 100 nacimien­ El hecho parece, pues, definitivo, y no se modificará hasta nues­
tos femeninos, 19 siguen vivas entre los años 1330 y 1479, y 17 entre tros días: mientras que desde la Antigüedad hasta el siglo XV las mu­
1480 y 1679. La esperanza de vida a la edad de sesenta años, que jeres morían más jóvenes que los hombres, y los ancianos varones
era de diez años para los hombres y de 8,2 para las mujeres entre eran con mucho los más numerosos, en el siglo XVI sucede lo con­
1330 y 1479, pasa a ser respectivamente de 9,2 años y 10,3 años en­ trario, al menos en los medios aristocráticos, en los cuales se mejo­
tre 1480 y 1679: el siglo XVI representa un importante cambio en ran las condiciones de higiene en los partos. No es posible por el mo­
este terreno. De 100 personas nacidas entre 1500 y 1599, quedan: mento hacer extensible este resultado a las capas populares por fal­
ta de suficientes datos. Pero de aquí en adelante es importante este
hecho: una de las novedades del siglo XVI es la relativa prolifera­
Con 70 años: 6,9 entre los hombres y 9 entre las mujeres ción de ancianas en la nobleza.
Con 80 años: 0,6 entre los hombres y 2 entre las mujeres ¿No podemos ver en esto una de las razones del encarnizamiento
Con 85 años: 0,1 entre los hombres y 0,6 entre las mujeres de los hombres de letras contra las viejas y del éxito de la rosa que
Con 90 años: O entre los hombres y O, l entre las mujeres
se marchita? «Cuando seas muy vieja, a la luz de una vela ... » Esta
previsión habría sido una incongruencia antes del siglo XVI, ya que
la amada habría muerto con toda probabilidad antes de los cincuen­
Dicho de otra forma: un hombre de setenta años nacido entre ta años. Si Ronsard puede permitirse escribir este bello poema, se
1500 y 1599 puede esperar vivir todavía 4,9 años por término me­ lo debe sin duda alguna a un cambio demográfico de su época, en
dio, y una mujer 6,8 años. la que se empieza a ver, en efecto, a numerosas ancianas en los cas­
A juzgar por las cifras suministradas por un artículo de T. H. tillos y casas solariegas.
382 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 383

El fenómeno ha impresionado de forma inconsciente a los con­ de forma supersticiosa, no son más que sueños y fábulas, contrarios
temporáneos de las clases privilegiadas, en las que se encuentran pre­ a la filosofia y a la religión», y por otra, los personajes históricos del
cisamente los poetas y humanistas. Como aumentan con más fre­ antiguo Oriente Medio no han vivido desde luego tanto tiempo como
cuencia que antes las «feas presumidas», están más sensibilizados se dice. Los cien años de Ramsés II son para él una leyenda, y los
ante los efectos devastadores del tiempo sobre la belleza femenina y faraones no vivirían seguramente más de cuarenta o cuarenta y cin­
llenos de aprensiones acerca del futuro de su bienamada. Al descu­ co años. Después de Moisés, la duración de la vida humana es apro­
brir a la anciana, se ensañan contra el escándalo que supone la fe­ ximadamente de ochenta años, pero sometida a variaciones según el
minidad repelente. clima y las ocupaciones de la J:)blación; y él ha podido ver, en Beth­
leem Hospital, a las afueras de Londres, a locos de una edad muy
avanzada.
Desprecio por la vejez y admiración por los ancianos El orgullo que se siente por su avanzada edad y la admiración
que se profesa a los muy ancianos son, pues, la otra cara de la ac­
Debemos señalar en todos los ambientes la presencia de perso­ titud que el siglo XVI manifiesta hacia la vejez. Llegar a los ochenta
nas muy ancianas sin que deje de manifestarse en ello un cierto or­ años es una especie de hazaña deportiva. Esta época, que practicó
gullo, que contrasta con las críticas literarias que hemos referido: el culto al héroe, no podía permanecer indiferente a ello. Además,
«En una capital del departamento de Herefordshire, tuvo lugar un ¿no había vivido Platón, el ídolo, el semidiós, ochenta y un años, y
baile realizado por ocho hombres, la suma de cuyas edades ascen­ escrito sus obras más hermosas en el ocaso de la vida? Esto restaba
día a ochocientos años; algunos tenían tantos años por encima de a los sentimientos de gerontofobia una buena parte de su importan­
cieil como otros tenían por debajo» 12, cuenta Francis Bacon. Y no­ cia. ¿Acaso Rafael no dio trabajo a numerosos ancianos en su Es-.
sotros hemos podido ver en un pequeño cementerio del condado de cuela de Atenas? Si por una parte se desprecia fácilmente a los vie­
Essex la tumba de una tal Mary Ellis, a quien una excepcional lon­ jos contemporáneos, a todos complace el representar a los antiguos
gevidad permitió conocer tres siglos; nació en 1490 y murió el 3 de filósofos con rasgos de ancianos; si se soportan mal los defectos de
junio de 1609, a la edad de ciento diecinueve años 13• Benvenuto Ce­ los viejos aún vivos, sin embargo uno se siente predispuesto a idea­
llini habla con orgullo de su abuelo, Andrea, que vivió más de cien lizar a los viejos muertos; la edad, que perjudica al hombre de hoy,
años, y cuando la ocasión se lo permite no deja de mostrarnos con daba prestigio al hombre de hace siglos. Ambigüedad y contradic­
simpatía la edad de los viejos que conoce: así, por ejemplo, uno de ción son, una vez más, el patrimonio de la naturaleza humana.
sus obreros «tenía por tío un bondadoso anciano de más de setenta ¡Y qué diferencia entre las representaciones de ancianos imagi­
años de edad, que era médico y cirujano y que incluso se dedicaba narios y los retratos de ancianos auténticos! Así como los primeros
un poco a la alquimia». En otro lugar señala los setenta y nueve son repelentes, símbolos portadores de las miserias de la vejez, víc­
años del pintor Giuliano Burgiardini. Francis Bacon valora el hecho timas propiciatorias cargadas del odio hacia los defectos y debilida­
de que, según él, de todas las criaturas vivas el hombre sea el que des de la vejez, los segundos, por el contrario, son dignos, expresan
vive más tiempo, aunque su longevidad se haya reducido en tres la sabiduría y la experiencia de individuos reales con frecuencia no­
cuartas partes tres generaciones después del diluvio. Piensa también tables. Es cierto que el retratista no puede permitirse bajo ningún
que esta longevidad aumenta, y que sus contemporáneos viven más concepto que el rostro del que le encarga el cuadro aparezca defor­
tiempo que sus antepasados de la Antigüedad. Por una parte, «las mado; debe representarlo de manera que pueda ser reconocido y que
edades de las ninfas, de los faunos y de los sátiros, adorados antaño el cuadro sea una obra de arte agradable a la vista de los que la con-
384 HISTORIA DE LA VEJEZ
El.SIGW XVI 385

templen. Pero nada obligaba a Durero, capaz de pintar repulsivos La vejez y el poder político
personajes inventados, a regalar con tantas cualidades a los ancia­
nos reales cuyos retratos realizaba: Michael Wolgenut, su maes­ Por otra parte, numerosos ancianos desempeñaron un papel po­
tro 14, de rostro anguloso y huesudo, dotado con una mirada de una lítico o militar sobresaliente debido a sus cualidades personales. Los
extraordinaria pureza, de una vida y de una energía intensas; Jéro­ ejemplos no fa1ta·n:
me Holtzschuher, senador de Nüremberg 15, cuya barba y cabellos Entre los militares, Blaise de Monluc (muerto a los setenta y cin­
blancos apenas atenúan su aspecto enérgico, incluso severo; san Je­ co años), Andrea Doria (noventa y cuatro años) y su adversario Bar­
rónimo 16, que en realidad es Rodrigo de Almada, embajador de barroja (más de ochenta años), Villiers de l'lsle Adam (set�pta
Juan 111, meditando ante un cráneo; su misma madre 17, represen­ años), Anne de Montmorency (setenta y cuatro años).
tada a la edad de sesenta y tres años con mucho realismo y vivaci­ Entre los jefes de Estado, Isabel (muerta a los setenta años), So­
dad en la mirada. limán (setenta y dos aüos), Bajazet 11 (sesenta y cinco años), Enri­
Nada obligaba tampoco a Rafael y a Tiziano a mostrarnos sim­ que, rey de Portugal (sesenta y ocho años), el emperador Federi­
páticos a los papas del Renacimiento, atenuando la afectación altiva co III (setenta y ocho años), Federico I de Dinamarca (sesenta y dos
y la energía arisca de Julio II con un tinte de amargura, y hacién­ años), Federico 11, el elector palatino (setenta y cuatro años), su su­
donos olvidar las deformaciones del pequeño cuerpo encogido del oc­ cesor Federico III (sesenta y un años), su homónimo Federico III de
togenario Paulo III con un rostro resplandeciente de extrema mali­ Sajonia (sesenta y dos años), Segismundo I de Polonia (ochenta y
cia 18• ¡Y qué grandeza en la austeridad absolutamente puritana de un años), Segismundo III (sesenta y seis años), Iván III (sesenta y
la serie de los retratos Tudor de la National Portrait Gallery! Gran­ cinco años), Cosme de Médicis (setenta y cinco años), Felipe el Bue­
deza en esos hombres vestidos de negro: William Warham, ochenta no (setenta y un años), y la serie de los dux de Venecia con, entre
y dos años, arzobispo de Canterbury; Hugh Latimer, setenta años; otros, Tommaso Mocenigo (ochenta años), Francesco Foscari
William Paulet, ochenta y siete años, marqués de Winchester; Wi­ (ochenta y cuatro años), Pietro Mocenigo (setenta años), Giovanni
lliam Cecil, setenta y ocho años, tesorero de Isabel I; Nicolas Heath, Mocenigo (setenta y siete años), Agostino Barbarigo (ochenta y dos
setenta y siete años, obispo de Rochester y de Worcester; William años), Andrca Gritti (ochenta y tres años), Alvise Mocenigo (seten­
Whitgift, setenta y cuatro años. En todas estas obras, así como en ta años).
el San Jerónimo, de Pedro Berruguete 19, el jan Gerritsz, de Jacob de Entre los papas, Martín V (sesenta y tres años), Calixto 111
Amsterdam 20, la Anciana, de Backer 21 y, más tarde, la Pareja de an­ (ochenta años), Eugenio IV (sesenta y cuatro años), Sixto IV (seten­
cianos, de Gossaert 22, el artista está cercario al personaje, lo que le ta años), Alejandro VI (setenta y dos años), Pío III (sesenta y cua­
permite captar sus cuálidades. El contraste se da en este caso entre tro años),Julio 11 (setenta años), Adriano VI (sesenta y cuatro años),
la oposición a la vejez abstracta y la simpatía hacia los ancianos con­ Paulo 111 (ochenta y un años), Julio III (sesenta y ocho años), Pau­
cretos. A modo de transposición, de enfrentamiento entre realistas lo IV (ochenta y tres años), Pío IV (sesenta y seis años), Pío V (se­
y nominalistas, la vejez es odiosa, pero cada anciano en particular senta y ocho años), Gregorio XIII (ochenta y tres años), Sixto V, Ur­
es digno de estima. bano VII (sesenta y nueve años), Inocencio IX (setenta y dos años),
Clemente VIII (sesenta y nueve años), León XI (setenta años).
Entre los consejeros reales, el cardenal Gattinara (sesenta y cin­
co años), Nicolás de Granvela (sesenta y cuatro años), Hurtado de
Mendoza (setenta y dos años), Antoine Duprat (setenta y dos años),
386 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 387

Michel de !'Hospital (sesenta y ocho años), Cheverny (setenta y un FUNCIONES


NúM. EDAD MEDIA

años), Olivier de Serres (ochenta años), el presidente Jeannin CARGOS


DE
CASOS ALA TOMA A LA AL
(ochenta y dos años), Bn1lart de Sillery (ochenta años), Achille du DE POSESIÓN RENUNCIA FALLECIMIENTO

Harlay (ochenta y tres años), Claude de l'Aubespine (sesenta y sie­ Chambelán .............. 6 58 a. 64 a., 9 m. 68 a., 9 m.
te años), el canciller Pomponne de Bellievre (setenta y ocho años), Canciller .................. 12 54 a., 1 m. 60 a., 2 m. 67 a.
Duplessis Mornay (setenta y cuatro años), Sully (ochenta y un años), Tesorero ................... 4 53 a., 3 m. 71 a. 74 a.
el tesorero William Cecil (setenta y ocho años), Thomas Howard Mariscal ................... 6 53 a., 1 m. 62 a., 1 m. 63 a., 4 m.
(ochenta y un años), su hijo y homónimo (ochenta y un años), el Tesorero de la Casa "
Real ....................... 4 51 a., 6 m. 61 a., 3 m. 71 a., 3 m.
canciller John Gage (setenta y siete años), el chambelán William Oficial del Sello
Paulet (ochenta y siete años). Privado .................. 10 51 a., 4 m. 59 a., 2 m. 64 a., 5 m.
La lista no es de ningún modo exhaustiva. Es verdad que estos Administrador de la
personajes no han sido viejos siempre, y es importante conocer el pe­ Casa Real ............... 11 49 a., 3 m. 54 a., 4 m. 65 a., 8 m.
ríodo de su vida durante el cual han ejercido sus funciones. Pues si Almirante ................. 9 47 a., 4 m. 51 a., 5 m. 60 a., 6 m.
Mayordomo de la
bien la mayor parte de ellos han permanecido activos hasta el final Casa Real ............... 3 46 a., 6 m. 55 a. 62 a.
de su vida, algunos han abandonado la vida política y han vivido }Jaste; of the ;olls ....... 14 42 a., uo m. 48 a. i::.t:
..JU a., fl
J m.
sus últimos años retirados. Sully, por ejemplo, fue destituido de su Secretario del Rey .... 16 40 a., 5 m. 48 a., 4 m. 63 a., 5 m.
cargo en 1611, cuando contaba cincuenta y un años. En cambio, so­
beranos, papas y dux, normalmente titulares vitalicios, permanecen
La administración de los Tudor está, por tanto, en manos de per­
casi siempre ejerciendo su función hasta el final. Pero es preferible,
sonas experimentadas, tanto más ancianas cuanto más importante
si se puede, hacer una aproximación estadística. Hay un medio que
es el cargo: los empleos más importantes no se alcanzan antes de los
se presia bien a ello, el de los consejeros reales, particularmente en
cincuenta años, pero dificilmente se continúa siendo titular hasta la
Inglaterra, donde las instituciones monárquicas, que están bien de­
muerte. La cumbre de la carrera es la tesorería, que con frecuencia
finidas, permiten elaborar listas de titulares de las distintas funcio­
se mantiene hasta pasados los setenta años. Thomas Howard fue ti­
nes. El estudio de la carrera de estos personajes, realizado con la ayu­
tular de ella durante veintiún años, de los cincuenta y ocho a los se­
da del inestimable Dictionary ofNational Biography, nos da la respues­
tenta y nueve, y murió tres años después de su renuncia, en 1524.
ta a la siguiente pregunta: ¿a qué edad escogían los Tudor a sus con­
Los cambios de reinado apenas provocan trastornos, aunque inclu­
sejeros? El cuadro siguiente, realizado con 100 titulares de los más
so vayan acompañados de cambios religiosos. Los nuevos monarcas
altos cargos de la administración inglesa entre los años 1485 y 1558,
mantienen a los viejos consejeros, ya que son indispensables por su
indica la media de edad de la toma de posesión, de renuncia y de
conocimiento de los asuntos de Estado. Sólo los cambios de humor
fallecimiento:
de Enrique VIII interrumpieron algunas carreras, como la del Can­
ciller Tomás Moro, ejecutado a los cincuenta y siete años, en 1535.
El mejor ejemplo de esta continuidad es William Paulet, primer
marqués de Winchester, que atravesó sin dificultad los reinados de
Enrique VIII, Eduardo VI, María Tudor e Isabel, respetado por todos
por su sabiduría y experiencia. Nacido en 1485, a los veintisiete
388 HISTORIA DE LA VEJEZ El SIGLO XVI 389

años es ya sheriff de Hampshire, miembro del consejo privado en séis años, de los cincuenta y dos a los setenta y ocho años. Fue pin­
1525, a los cuarenta años, administrador de la casa real en 1532 (cua­ tado por Marcus Gheeraerts eljoven cuando William Cecil tenía se­
renta y siete años), después embajador en Francia y encargado de tenta años, y es un magnífico testimonio del poder de hecho que te­
diversas misiones, tesorero de la casa real de 1537 a 1539 (de los cin­ nían los ancianos en Inglaterra en el siglo XVI. La monarquía de
cuenta y dos a los cincuenta y cuatro años), chambelán en 1543 (cin­ los Tudor confió como ninguna otra en la edad y la experiencia, otor­
cuenta y ocho años), ministro de la casa real de 1545 a 1550 (de se­ gando los cargos más importantes a hombres ancianos pero en ple­
senta a sesenta y cinco años). Apreciado por todos por su gran dis­ na posesión de sus facultades.
creción, es nombrado mie�bro del consejo de regencia en el testa­ La presencia de los ancianos es en efecto menos frecuente entre
mento de Enrique VIII. Llega a ser tesorero en 1550, y permanece los grandes servidores del Estado en la dinastía de los Valois. El
en el cargo durante veintidós años, hasta su muerte a los sesenta y más notable fue sin duda Antaine Duprat. Primer presidente del Par­
siete años. María Tudor lo confirma en todas sus funciones y le con­ lamento de París en 1508, a los cuarenta y cinco años, canciller du�
fía el sello privado en 1556, aunque se manifestó contrario al matri­ rante veinte años, de los cincuenta y dos a los setenta y dos años
monio español. Bajo el reinado de Isabel, fue además presidente de (1515-1535), era además cardenal desde 1527. Uno de sus sacerdo­
la cámara de los Lores, de 1559 a 1566. Un magnífico retrato de la tes, Michel de !'Hospital, ocupó la cancillería de los cincuenta y cin­
National Portrait Gallery nos lo muestra a los ochenta y cinco años co a los sesenta y ocho años (1560-15 73). Pero fue el primer Bar­
como un digno anciano, del que parece ser que había dicho la reina bón, Enrique IV, el que más confianza depositó en los viejos. En
Isabel: «Si mi tesorero fuera un hombre joven, me casaría con él an­ 1590 volvía a tomar a su servicio al viejo canciller Hurault de Che­
tes que con cualquier otro de Inglaterra.» Halagador cumplido al verny, que había caído en desgracia bajo el reinado de Enrique 111;
proceder de una joven reina de veintisiete años. En el momento de en 1599 recurría a un viejo gentilhombre calvinista de Vivarais, Oli­
su muerte, William Paulet tenía ciento tres hijos y nietos. vier de Serres (1539-1619), para pedirle consejos sobre agricultura;
Decano de los servidores de la monarquía de los Tudor, Wílliam el mismo año reemplazaba a su canciller de sesenta y nueve años
Paulet no es, sin embargo, un ejemplo aislado. Aunque sí menos bri­ que había muerto, por uno de setenta, Pomponne de Bellievre, que
llante, la carrera de Thomas Howard no fue menos notable; tesore­ permanecería en el cargo hasta los setenta y ocho años, en 1607. Su
ro de los cincuenta y ocho a los setenta y nueve años, lord mariscal sucesor, Bn1lart de Sillery (1544-1624), tenía sesenta y tres años, y
de los sesenta y siete a los ochenta y un años, y lord almirante de viviría hasta los ochenta. El secretario de Estado Nicolás de Neuf­
los setenta a los ochenta y un años; su hijo y homónimo (1473-1554) ville de Villeroy iba a ocupar su puesto durante veintidós años, de
fue lord mariscal de los sesenta a los sesenta y cuatro años, y teso­ los cincuenta y cuatro a los setenta y seis años (1594-1616). El pre­
rero de los cuarenta y nueve a los setenta y cuatro años. John Gage sidentejeannin (1540-1622) desempeñaba un papel fundamental en
(1479-1556) fue administrador de la casa real de los sesenta y uno el Consejo de Estado, y Achille de Harlay, conde de Beaumont, que
a los sesenta y ocho años, y chambelán de los setenta y cuatro a los murió en 1619 a los ochenta y tres años, era uno de los hombres
setenta y siete años. William Warham (1450-1532), que murió sien­ más escuchados por el rey.
do arzopispo de Canterbury a los ochenta y dos años, fue también ¿Existió acaso una «política de los vejetes», más prudente y me­
canciller de los cincuenta y cuatro a los sesenta y cinco años. En la nos arriesgada que la de los hombres jóvenes? ¿Se comportan con
National Portrait Gallery se encuentra igualmente un retrato suyo comedimiento los ancianos que gobiernan? Nada permite afirmarlo.
que lo representa a los setenta y siete años, y un poco más lejos está Es cierto que Michel de ]'Hospital jugaba la carta de los «políti­
el de Lord Burghley (1520-1598), tesorero de Isabel durante veinti- cos», pero jóvenes y viejos se repartían por igual entre los extremis-
390 HISTORIA DE LA VEJEZ EL SIGLO XVI 391

tas y los moderados: Anne de Montmorency y Blaise de Monluc, cruzada, y murió a los ochenta y un años; Paulo IV (1555-1559),
muertos a los setenta y cuatro y !os setenta y cinco años respectiva­ que luchó contra los abusos eclesiásticos, fue elegido a los setenta y
mente, se opusieron hasta el final a todo compromiso. En 1609-1610, nueve años y falleció a los ochenta y tres años. Las estatuas de estos
el <�oven» Sully (cincuenta años) induce al rey para que intervenga dos últimos pontífices, realizadas por Guglielmo Della Porta (Vati­
de forma activa en Europa, en tanto que Villeroy. (sesenta y ocho cano) y Giacomo de Cassignola (Santa María in Araceli), nos pre­
años) aconseja la prudencia, pero aparte de que no fue escuchado, senta a dos nobles ancianos de larga barba, de rostro digno y pen­
su ejemplo no basta para afirmar que la edad influye en la política sativo el primero, ascético el segundo. Gregorio XIII (1572-1585),
y la orienta a la moderación. cuyo pontificado ejerció de los setenta a los ochenta y tres años, co­
El mundo mediterráneo ofrece también numerosos ejemplos. Los menzó a hacer aplicar los decretos de Trento, y su sucesor Sixto V
dux de Venecia utilizan a diplomáticos ancianos para las misiones (1585-1590), papa de los sesenta y cinco a los setenta años, realizó
más delicadas: en 1540, Tomaso Contarini, de ochenta y ocho años, una importante obra legislativa.
es enviado ante el sultán Solimán el Magnífico; la Serenísima tuvo,
ya lo hemos visto, sus viejos condotieros, como Colleone, que libró
LOS PAPAS DEL SIGLO XVI
por ella su último combate a los sesenta y siete años; su pintor no­
TRAMOS
nagenario, Tiziano; sus comerciantes octogenarios, como Francesco DE EDAD (AÑOS)
NúMERODE
PAPAS ELEGIDOS
NúMERODE
PAPAS FALLECIDOS
Balbi. El septuagenario Andrea Doria rivalizaba en el mar con el oc­
togenario Barbarroja; en tierra, el temible ejército turco entraba en 30-39 .......................... l o
40-49 .......................... l l
campaña al este de Hungría, en 1565, al mando de un sultán de se­
50-59 .......................... 3 3
tenta y un años, Solimán, y de un general en jefe de setenta años, 60-69 .......................... 9 7
Mustafá Pacha. En su encierro del Escorial, Felipe II meditaba su 70-79 .......................... 4 9
desquite contra el Infiel mientras escuchaba los consejos del septua­ 80-89 .......................... O 3
genario Hurtado de Mendoza (1503-1575), después de Antonio de
Granvela (1517-1586), mientras que el historiógrafo real Marineo Sí­
culo se rompía el brazo cuando recorría los campos de batalla espa­
ñoles a los setenta años, y moría a los ochenta y nueve años, sin ha­
ber dejado de escribir. Finalmente, en Roma los papas no rejuvene­ Los conflictos generacionales: ¿espejismo o realidad?
cen. Su media de edad no ha sido incluso nunca tan elevada. De los
dieciocho pontífices elegidos entre 1503 y 1605, trece tenían más de La avanzada edad de los sucesores de san Pedro condujo a al­
sesenta años al tomar posesión de su cargo, y cuatro más de setenta gunos historiadores a plantear el problema de la Reforma en térmi­
años. nos de conflicto entre generaciones. Ciertamente no se puede redu­
Media de edad en el momento de la elección: sesenta y un años cir el cisma protestante a este aspecto relativamente secundario. Pero
y ocho meses; al fallecimiento: sesenta y siete años y dos meses. Los si consideramos detenidamente la edad de los primeros protagonis­
más ancianos fueron incluso los más activos, cualquiera que fuese tas de la crisis, podemos preguntarnos indiscutiblemente qué parti­
la naturaleza de sus actividades: Julio 11 (1503-1513), papa de los cipación tuvo la juventud en las ideas arriesgadas que provocaron
sesenta a los setenta años; Paulo III (1534-1549), que convocó el la ruptura con Roma y cuál fue la de la vejez en el rechazo católico
concilio de Trento, restableció la Inquisición, intentó promover la a plantearse reformas profundas. «El problema de las generaciones
392 HISTORIA DE U VEJEZ EL SIGLO XV/ 393

contribuyó también a endurecer y acelerar el desarrollo de los acon­ no recurría a los ancianos para formar su consistorio ginebrino cuyo
tecimientos. Los jóvenes estaban por Lutero, los ancianos por la tra­ fin era vigilar la vida religiosa.
dición», escribe Hermimn Tüchle 23• Si bien parece que la edad no tiene una influencia decisiva en
Sorprende en efecto comprobar la homogeneidad de edad de los las actitudes religiosas y filosóficas, sin embargo desempeña siempre
primeros grandes reformadores. Lutero tiene treinta y cuatro años un importante papel en los conflictos políticos que agitan constan­
en 1517, cuando publica en Wittemberg las noventa y cinco tesis, y temente los pequeños Estados italianos, especialmente Florencia.
se gana la adhesión de hombres de su generación: Karlstadt, su co­ Aquí surgen constantemente panfletos y tratados a favor o en con­
lega de universidad, tiene treinta y siete años, Franz von Sickingen, tra de los viejos, como ya hemos visto. Y los acontecimientos inter­
que estará al mando de la caballería alemana, treinta 'y seis años, nos de la República tenían impreso siempre el sello de las disputas
Ecolampadio, hombre de compromiso, treinta y cinco años, Zwin­ entre las generaciones. Los Médicis, de nuevo en el poder de 1512
glio, que promove_rá su propio movimiento en Berna, treinta y tres a 1527, gobiernan rodeados de un círculo de amigos y partidarios
años. También arrastra tras sí a mentes jóvenes y brillantes: Ulrich compuesto por jóvenes: Lorenzo, nieto del Magnífico, está al mando
von Hutten, humanista de veintinueve años, Thomas Müntzer, que de la ciudad de los veintiún a los veintisiete años (1513-1519), su
dirigirá a los campesinos rebelados, de veintiocho años, Martín Bu­ hijo Alejandro lo estará de los trece a los diecisiete años (1523-1527),
cer, el dominico de Sélestat, de veintiséis años, Philippe Melanch­ acompañado por su joven tío Hipólito. La oposición está dirigida
ton, profesor de la universidad de Tubinga, de veinte años, Johan­ por los viejos, de las familias Albizzi, Vettori, Valori y Rucellai, y
nes Brenz, futuro reformador del ducado de Wurtemberg, de diecio­ estos últimos son incluso instigadores de un complot en 1522. El fra­
cho años. En efecto, la Reforma parece ser en sus comienzos sólo un caso de esta conspiración inspiró al joven Niccolo Martelli un me­
movimiento de jóvenes fogosos, el mayor de los cuales tan sólo tenía morándum que envió a los Médicis, en el que les indicaba una vez
treinta y siete años. Por el contrario, los adversarios que desde el más que la división más importante que se daba en la sociedad era
principio escogen la tradición tienen generalmente más de cincuen­ la creada entre jóvenes y viejos, y les enumeraba las categorías de
ta años: los dominicos Prieras y Hochstraten, el franciscano Tho­ viejos que había que vigilar.
mas Murner, los capellanes del duque de Sajonia, Jérome Emser y Los acontecimientos de 1527-1530 iban a avivar el conflicto. Los
Cochlaus. Médicis perdían el poder en 1527; de él se apoderaban los republi­
Sin embargo, no se debe generalizar partiendo sólo de estos ca­ canos y elegían como gonfalonero a un feroz enemigo de los jóvenes,
sos. Como ya hemos podido comprobar, las ideas nuevas --que por Niccolo Capponi; era el desquite de los viejos. Sin embargo, al año
otra parte nunca son completamente nuevas- han sido con frecuen­ siguiente estos últimos tienen que aceptar rebajar a veinticuatro años
cia difundidas a lo largo de la historia por hombres entrados en años. la edad mínima para poder participar en el Gran Consejo, y Donato
Por otra parte, volviendo al caso que nos ocupa, no hay que olvidar Gianotti, que forma parte del gobierno, es favorable a la idea de con­
que el teólogo que luchó más encarnizadamente y que fue el más ac­ fiar algunas responsabilidades a los jóvenes. Afirma que no existe
tivo defensor del papado, Johann Eck, tenía tres años menos que Lu­ una oposición absoluta entre jóvenes y viejos, y·que la barrera psi­
tero, y que el papa de 1517, León X era el más joven que la Iglesia cológica no es insalvable; el orden social existente debería ser cam­
conociera en dos siglos y medio: tenía entonces cuarenta y dos años. biado a fin de permitir participar a los jóvenes en la vida política y
Finalmente, encontramos en ambos lados personajes de edades muy poder ayudarles de esa forma a adquirir experiencia. Habría que ins­
heterogéneas: en el bando de Roma, ¿cuántos jóvenes obispos, co­ taurar un nuevo orden, en el cual «los jovenes se esforzarían por ser
mendatarios o no? Mientras que en el bando de la Reforma, Calvi- viejos antes de ser jóvenes» 24. El gobierno acepta en 1528, en parte
394 HISTORIA DE LA VEJEZ

por influencia de Gianotti, la formación de una milicia de jóvenes, Conclusión


que se cubrirá de gloria durante el asedio de 1529-1530, mientras
que los viejos están dispuestos al pacto y a la rendición 25.
Existe por tanto en el siglo XVI un claro desfase entre el discur­
so sobre la vejez y la acritud real que se adopta con los ancianos.
Los casos de oposición a éstos, como los de la vida política floren­
tina, fueron escasos y limitados a los pequeños Estados de gobierno
republicano, en tanto que las monarquías se servíar con mucha
frecuencia de la experiencia de consejeros ancianos. En todos los
terrenos existieron ancianos que desempeñaron un importante pa­
pel. El siglo XVI no conoció una especial supremacía de la geronto­
cracia con respecto a los períodos precedentes, pero depositó a me­
nudo su confianza en los ancianos; y en cuanto a las ancianas, su
falta de amor por ellas se manifestó casi solamente en la literatura. «Toda sociedad tiende a vivir, a sobrevivir; exalta el vigor y la fe­
La actitud teórica del humanista y del cortesano con respecto a la cundidad ligadas a la juventud; rechaza el deterioro y la esterilidad
vejez no es más que una fachada; fachada resplandeciente por el ta­ de la vejez» 1• Esta afirmación de Simone de Beauvoir se confirma
lento de los que la exponen, pero tras la cual la actitud concreta ha­ especialmente en las sociedades antiguas que hemos estudiado. Se
cia los ancianos estaba impregnada de más simpatía que sarcasmo. impone en efecto, dejando aparte los casos particulares, una impre­
El Renacimiento asistió al desarrollo de los lazos afectivos entre sión general de pesimismo y hostilidad con respecto a la vejez. A pe­
abuelos y nietos. Si la aceleración de la historia puede abrir una fosa sar de los distintos defensores con que nos hemos encontrado, es evi­
entre padres e hijos, puede también acercar a las generaciones más dente que la juventud fue preferida siempre y en todas partes a la
separadas: «Y es que el tiempo de los abuelos está tejido con otro vejez. Desde los comienzos de la historia, los viejos echan de menos
hilo; evoca el irisado temblor de las antiguas estampas de los cuen­ su juventud y los jóvenes temen la llegada de la vejez: La vejez es,
tos, tiempo maternal, tiempo de las abuelas, de mujeres tan carga­ para la cultura occidental, un mal, una imperfección, una edad tris­
das de años que tal vez han podido librarse de las horas, mientras te que prepara la llegada de la muerte. Incluso esta última es con­
que el padre es el obrero del tiempo» 26• También Benvenuto Cellini siderada a menudo con más simpatía que la decrepitud, ya que sig­
nos cuenta lo mucho que su abuelo amaba a los nietos y jugaba con nifica liberación. El pensamiento cristiano se ha dedicado siempre a
ellos; cuando era pequeño, el pequeño Benvenuto cogió un escor­ reconciliar y familiarizar a los creyentes con la muerte, paso hacia
pión mientras jugaba: «Mi abuelo casi murió del susto de tanto como la vida eterna. El pensamiento pagano y neopagano prefiere el sui­
me quería. » Y quienes, como el temible Blaise de Monluc, a sus cidio a la vejez. Se trata de un hecho indiscutible, que sería inútil
setenta años, lamentan no haber mostrado suficiente cariño a sus hi­ querer camuflar tras algunos ejemplos de vejez apacible y «dicho­
jos, haber mantenido con ellos una actitud huraña y un «rostro in­ sa». Dichosa tal vez desde fuera, pero muy amarga para el que la
expresivo» 27• En el siglo XVI existió más simpatía real entre las ge­ vive. La fuente de juventud ha sido siempre la más loca esperanza
neraciones de lo que la literatura nos permitiría imaginar. Pero no se del hombre occidental.
hacía alarde de ella; tendremos que esperar hasta el prerromanti­ La situación vívida por los viejos muestra la ambigüedad de la
cismo para ver manifestaciones de ternura hacia el anciano venerable. condición humana mucho más que las demás etapas de la vida. Aun-
i
1
396 HISTORIA DE LA VEJEZ
CONCLUSION 397

que viven todavía en este mundo, se les considera como seres que humano. �-Dd,hción de los incian�s está hecha,,co� varios,�l­
ya no forman parte de él. Les están prohibidos los comportamien­ ponentes que _no e�?,hfcionan necesanam�n;!� �? el rmsmqsen�
tos, actividades y distracciones de los jóvenes; e l único papel que les
está permitido es inhumano: una sensatez sin desfallecimiento, erro­
y una
m����!1-! :��E':�:1�.��j'��llf_a.�?Ill:e�
e
.
ª···�.up, .�­
a
terjqro��tro. Nunca se han llegado a Juntar todas las cond1C10U,ijf
res ni debilidad. El anciano tiene que ser un santo para que le acep­ ihvorabldi
ten. Condenado a ser venerado u odiado, ya no tien e derecho a co­ ¿Cuáles son estos distintos factores que entran en juego para de­
meter el mínimo error, él que tanta experiencia tiene; ya no puede finir el estatuto social del anciano? El primero es, sin duda,�-
sucumbir al menor deseo carnal, él, tan consumido y arrugado como ,, gili�JI�i.�. De donde se deduce que la condición de los viejos será
está; tiene que ser perfecto, a riesgo, si no lo es, de ser considerado 'pe�r er{ las sociedades menos civilizadas, las más anárquicas, basa­
repugnante y chocho. «Si los ancianos manifiestan los mismos de­ das en la ley del más fuerte, como por ejemplo en el mundo mero­

1
seos, los mismos sentimientos y las mismas reivindicaciones que los vingio y en la alta Edad Media en general. Por el contrario, las so­
jóvenes, escandalizan; el amor y los celos parecen en ellos odiosos o ciedades más estructuradas, donde el Estado y la ley tienen más au­
ridículos, la sexualidad repugnante, la violencia irrisoria. Deben dar toridad para hacer respetar el orden, protegerán más a los débiles
ejemplo de todas las virtudes. Se les exige ante todo serenidad; se de los ataques físicos de los fuertes; éste será el caso de Roma y de
asegura que la poseen, lo cual permite desentenderse de su desgra­ las monarquías absolutas del siglo XVI.
cia. La imagen sublimada que se les ofrece de ellos mismJs es la del El segundo factor que entra a formar parte del estatuto social de
Sabio rodeado de una aureola de cabellos blancos, rico en experien­ la vejez es el conocimien_to y la experiencia que se derivan de la d�­
cia y venerable, dominando desde muy alto la condición humana;
si se apartan de ella caen en desgracia: la imagen opuesta a la pri­
ración
.,,,-"-" .... ,... - ............ ' . .,
serán, pues, las que se basan en la trad1C1on oral y en la costumbre. .
de Íav[cta: t;;s��rvílizacfones"ínas favora6les a los ancianos
mera es la del viejo loco que chochea y dice extravagancias y del en ellas los ancianos desempeñaron el papel de vínculos entre las ge­
que se burlan los niños. De todas formas, bien por su virtud, bien neraciones y el de memoria colectiva; a ellos se �urrirá en las ve­
por su vileza, están fuera de la humanidad» 2. ladas y los procesos; será lo que suceda en ·precia)y sobre todo en
Nos hallamos sin duda ante un razonamiento fundamental. cual­ la Edad Media. Por el contrario, el avance de"la escritura, de los ar­
quiera que haya sido la evolución de las distintas sociedades surgi­ chivos, de las leyes escritas les será desfavorable; su conocimiento
das desde la Antigüedad al Renacimiento, éstas siguen basadas fun­ de las costumbres �e convertirá en algo inútil. El liro·�eso fue
damentalmente en la fuerza fisica, en el vigor corporal; por tanto, _
un tiempo el enemigo del anciano. A este respecto, �orna.)' el Re­
las condiciones son a priori desfavorables a la vejez. Pero en el in­ nacimiento le resultaron nefastos. Estas civilizaciones'1egalistas tu­
terior de este marco aparecen pequeñas variaciones que contribu­ vieron menos necesidad de la experiencia tradicional de los ancia­
yen a mejorar o deteriorar local y temporalmente la situación de los nos. A esto hay que añadir que }�relativa aceleración de la historia
viejos. Sería inútil, desde luego, buscar una evolución similar desde que tuvo lugar en el Renacimilnfo.spntribuyó a relegarlos a la ca­
el antiguo Egipto hasta el Renacimiento a través de regiones y civi­ tegoría de lo viejo, de lo-�ad,J d_<fugc!.�-
lizaciones tan diferentes. Pese a que las sociedades que hemos estu­ Harvey C. Lehman expresaba de la siguiente manera las carac­
diado a lo largo de esta obra son en cierta medida herederas las unas terísticas positivas y negativas de la vejez con respecto a la evolu­
de las otras, no existe en ningún caso una continuidad absoluta en­ ción cultural: «Cualesquiera que sean las causas de la ascensión y
tre ellas. La marcha de la historia no es ni hipérbola ni parábola, de la decadencia, está claro que el genio no funciona de la misma
es arabesco caprichoso que escapa a cualquier control del cerebro manera a lo largo de la edad adulta. La creatividad aumenta rela-
CONCLUSJON 399
398 HISTORIA DE LA VEJEZ

Podemos considerar también la vejez como la edad de la acumu­


tiyamente deprisa para alcanzar un máximo que s,e, sit.úa general­ lación de riquezas, que garantizan seguridad material y prestigio a
mente entre los treinta y los cuarenta años, y después disminuye len­ los ancianos de las clases dominantes. Las sociedades en las que la
tamente. Desde que llega a la madurez, el hombre se ve enfrentado riqueza mobiliaria, esencialmente individual, desempeña un papel
a la paradoja de la vejez que puede expresarse en términos de trans­ importante permitieron de esta forma que muchos ancianos tuvie­
ferencia positiva y negativa. Las personas entradas en años tienen ran acceso a un estatus superior, en los medios mercantiles y finan­
probablemente una transferencia más importante que los jóvenes, cieros de Roma, de finales de la Edad Media y del Renacimiento.
positiva y negativa al mismo tiempo. El resultado de la transferen­ Pero esta concentración de riquezas en manos de los viejos tuvo como
cia positiva es que los viejos tienen en general una sabiduría y una consecuencia el nacimiento de unos celos impacientes y a veces ren­
erudición mayores. Es una ventaja incalculable. Pero cuando la si­ corosos de los jóvenes. Por el contrario, el predominio de la propie­
tuación exige una nueva visión de las cosas, la adquisición de téc­ dad de bienes raíces perteneciente al grupo familiar, es menos favo­
nicas nuevas o incluso un nuevo vocabulario, los ancianos parecen rable al dominio de los ancianos.
estereotipados y paralizados. Para poder aprender lo nuevo tienen De una forma general, los períodos llamados «de transición» co­
que desprenderse con frecuencia de lo viejo, lo que resulta doble­ nocieron un clima menos desfavorable a los viejos que los períodos
mente dificil de aprender sin tener que olvidar. Pero cuando la si­ de estabilidad, llamados tclás1cos». Los tiempos de cambios profun­
tuación pide una acumulación de saber, entonces los viejos encuen­ dos, liberados de los prejuicios y de las estructuras rígidas que ca­
tran de nuevo la ventaja que tienen sobre los jóvenes. » 3. racterizan a los tiempos de equilibrio, están más abiertos a la diver­
Tercer factor: la alteración de los,,n;�gg�JI§i<::Q§; Las sociedades sidad de los talentos, más receptivos a la diferencia, menos cargados
que practican el citltoa�iabeTféia-��rporal, tienden a menospreciar de tabús estéticos, morales o sociales. Se trata, sin duda, de perío­
la vejez; esto fue especialmente evidente en Grecia y d�rante el R,e­ dos dificiles,para todos, pero el anciano se ve en ellos menos recha­
nacimiento. Por el contrario, las sociedades regiaaspor un. ídeal ·es­ zado; pues la precariedad es patrimonio común de todas las edades:
iltico m�abstracto y más simbólico sentirán menos repulsa por los el mundo helenístico, el tiempo de las invasiones germánicas y la
rostros surcados de arrugas, pues dirigen su mirada hacia una be­ baja Edad Media fueron menos duros para los viejos que la Grecia
lleza espiritual que está más allá de lo visible; será lo que sucede so­ y la Roma clásicas o el Renacimiento.
bre todo en la Edad Media. A esto hay que añadir que la atmósfera general con respecto a
La edad hace·aumeritar también el parentesco, ya que aparecen los viejos adquiere en cada época un tono particular en cada grupo
las nuevas generaciones y las alianzas matrimoniales. Las civiliza­ social. Siempre ha sido preferible ser viejo y rico que viejo y pobre.
ciones que conocieron la familia amplia y patriarcal, que se hacía A lo mínimo que se puede aspirar en este último caso es a la cari­
cargo de los miembros que ya eran incapaces de trabajar, ayudaron dad. La dependencia de los demás es absoluta. �n resumen, no hub
más a los viejos. Esto sucedió generalmente en las épocas más re­ nunca una edad de oro de la vejez, sin() tma eyoiucioiic'ao
motas, situadas en el origen de una civilización nueva, o también du­ ted de los cambios de valor no'st��;onizados en las civffizaci�n rl
rante los períodos de crisis: Grecia arcaica, comienzos de la Repú­ La noción de retiro es inexistente en todos estos períodos anti-
blica romana, baja Edad Media. Por el contrario, los períodos de guos, excepto para algunos casos privilegiados. Lo que nos lleva de
equilibrio relativo, que asistieron por lo general a la descomposición hecho a distinguir dos categorías de viejos: los viejos activos, que
del grupo y al repliegue sobre la familia conyugal -Grecia clásica, continúan ejerciendo un oficio a pesar de su edad y a quienes sus
Roma Imperial, alta Edad Media, Renacimiento--, tuvieron ten­ contemporáneos incluyen en la masa de los adultos, y los viejos inac-
dencia a abandonar a sus ancianos.
400 HISTORIA DE LA VEJEZ

tivos, obligados al reposo a causa de la decrepitud y a quienes las NOTAS


fuentes clasifican entre los impedidos y enfermos. De esta manera se
pierde a lo lejos y desaparece la vejez. Aquí reside la principal difi­
cultad y de aquí provienen también la debilidad y las desgracias de
los ancianos de antaño: en sociedades todavía muy compartidas,
donde el estatus de una persona, su pertenencia a un grupo, es la
única garantía de aspirar a un reconocimiento social, donde el indi­
viduo aislado no puede subsistir, el viejo no es reconocido en su es­
pecificidad. Por tanto, no tiene ningún derecho y se encuentra com­
pletamente a merced de su entorno. �n definitiva, es el medio social"·
el ·ue crea la'ifüá ·eij,delos· vje'os a:. artir de las hormas·· ·fos-ideaf'
' es nos de la e �: ca
p ?a advilíz ad """·,tiene su propio modelo de a�cia�o.y juzg! Y ... •·· INTRODUCCIÓN
. .
fos vre qs ·con ·refer .· · · ro·. uan(:(J más.ideafIT<l'.tl6"-:esta �
! �o'· ftf�!!'!�!!!'������-�.,�!Mi-• y mhfüfras rki sé invi9f
m 1 Ladislas ROBERT: «Biologie du vieillissement», Communications n.º 37, 1983, p.

i 17.
ta
� el··procéso, el ancano no estará verda , ' a en e m , 1:16�1
gruJ?<?, P�e.s .todas las descripciones �ue hemos enc?ntrado eran én 2 Edgar MORIN: «Vieillissement des théories et théorie du vieillissement»,
_,\,"

Communications, ibid., p. 206.


realidad JUICIOS de valor, en los que siempre aparec1a el buen o mal 3 G. CALOT y j.-C. CHESNAIS: la Situation démographique de la France: diagnostic et
anciano más o menos conforme al ideal preestablecido. Cuando las perspectives, Rapport au Conseil Central de Planification, mars 1979, París, Cahiers
sociedades partan de la realidad, de la vejez vivida, en lugar de par­ de l'INED, 1980.
tir de un modelo abstracto, se dará un paso muy importante. Para 4 Simone de BEAUVOIR: La Vieillesse, Gallimard, 1970, p. 97 {Edhasa, 1983).
5 El n.º 37 de la revista Communications, de 1983, titulado «Le continent gris»,
ello habrá que esperar el advenimiento de las ciencias sociales, de
reúne diversos estudios sobre la vejez, procedentes de todas las disciplinas. Cada
la psicología y de la medicina geriátrica. Estudiar a los viejos y adap­
artículo va seguido de una bibliografia.
tar la sociedad a sus necesidades, y no a la inversa. Reconocer que 6 Michel PHILIBERT: «Le statut de_la personne agée dans les societés antiques
la persona anciana tiene necesidades, incluidas las necesidades fisi­ et préindustrielles», Sociologie et societés, vol. 16, n.º 2, oct. 1984.
7
cas, y permitirle que las satisfaga, más que decretar que el anciano Paul-Laurent ASSOUN: «Le vieillissement saisi par la psychanalyse», Com1111J-
es un sabio y querer obligarle a que lo sea. nications, op. cit., p. 167.
8 Edgar MORIN: op. cit., p. 211.
9 Simone de BEAUVOIR: op cit., p. 97.
10 Philippe ARIES: «Une histoire de la vieillesse?» Communications, op. cit., p. 54.

11 Jean-Pierre BOIS: Les Anciens Soldats dans la societé fraru¡aise au XVIII' sücle, 4
vol., 979 p., tesis inédita {defendida en la Sorbona el 21 de junio de 1986).
Jean-Pierre BOIS es asimismo autor de numerosos artículos sobre este tema.
12 Simone de BEAUVOIR: op. cit., p. 97.
13 Konrad LORENZ: «La place des anciens chez les animaux sociaux», Commu­
nications, op. cit., p. 7.
14
Georges CONDOMINAS: «Afnés anciens et ancetres en Asie du Sud-Est»,
Communications, ibid., p. 63.
402 HISTORIA DE LA VEJEZ
NOTAS 403
15
Louis-Vincent THOMAS: «La vieillesse en Afrique Noire», Communications,
ibid., p. 85.
24
J. H. BREASTED: The Edwin Smith Surgical Papyrus, University of Chicago
16 Press, 1930, vol. I, p. 498.
/bid.
25
D. B. BROMLEY: op. cit., p. 37.
26
l. VEITH: The History ofPhilosophy ofKnowledge of the Brain and its Functions, F.
CAPÍTULO 1 N. Poynter, 1958, p. 35.
27
Ancient Near Eastern Texts..., p. 265.
28
El antiguo Oriente Medio: Samuel Noah KRAMER: L'Histoire commence a Sumer, Arthaud, 1957, p. 194
el anciano entre el mito y la historia (Orbis, 1985).
2
9 /bid., pp. 242-243.
30
1
La Vieillesse;probleme d'aujourd'hui, Groupe lyonnais d'études médicales, SPES, Ancient Near Eastern Texts..., op. cit., p. 101.
París, 1961. 31
HERODOTO: op. cit., libro III, XXII y XXIII.
2 32
Louis-Vincent THOMAS, Anthropologie de la mort, Payot, 1975, p. 362. !bid., libro I, CXXXXIII.
3 33
Leo SIMMONS: The Role of the Aged in Primitiue Society, Yale University Press, D. B. BROMLEY: op. cit., pp. 36-37.
34
1945. Para el mismo tema ver también Michel PHILIBERT: «Le statut de la Papyrus lnsinger, XVIII, 4.
35
personne agée dans les sociétés antiques et préindustrielles», en Sociologie et sociétés, Paul FAURE: La Vie quotidienne en Crete au temps de Minos, Hachette, 1973
vol. 16, n.º 2, oct. 1984, pp. 15-27. (Vergara, 1984).
4
J. ROUMEGUERE-EBERHARDT: Pensés et société africaines, Mouton, París-La 36
HERODOTO, op. cit., libro 11, LXXVII.
37
Haye, i963, p. 73. jacques y Michel DUPAQUIER: Hisioire de la démographie, Perrin, i985, pp.
5 28-32.
Louis-Vincent THOMAS; op. cit., pp. 361-362.
6 38
HERODOTO: Los nueue libros de la Historia, libro I, CCXVI. Ancient Near Eastern Texts, op. cit., p. 550.
7 39
!bid., Libro III, XCIX. Cambridge Ancient History, 11, Part 2A, Cambridge University Press, 1975, p.
8
Simone de BEAUVOIR: op. cit., pp. 94-96. 390 (Alianza, 1988).
9
D. B. BROMLEY: The Psycology of Human Ageing, Penguin Books, 1981. 40
Ancient Near Eastern Texts., op. cit., p. 350.
10
Inca GARCILASO DE LA VEGA: Comentarios reales de los Incas. (2 vols.). Caracas, 41
Encyclopaedia oJ Reli,gion and Ethics, ed. James Hastings, Edimburgo, 1917,
1985. artículo «Old Age».
11 42
/bid. Paul GARELLI: Le Proche-Orient asiatique. Des origines aux inuasions des peuples de
12
/bid. la mer, Nlle. Clio, 1969, p. 56, (Labor 1982).
43
13
/bid. /bid., p. 92.
14 4
/bid. 4 /bid., p. 119.
15 45
]bid. /bid., p. 267.
16 6
Ancient Near Eastern Texts relating to the Old Testament, ed. James B. Pritchard, 4 Cambridge Ancient History, op. cit., p. 624.
Princeton University Press, 1955, p. 412. 47
HERODOTO, op. cit., libro 111, XXXI.
17
/bid., p. 483. 48
JENOFONTE: La Ciropedia, 1, 2, 4.
49
18
Papyrus lnsinger, trad. F. LEXA, París, 1926, (XVII, 11, 14). Cambridge Ancient History, op. cit., pp. 154-155.
50
19
Ancient Near Eastern Texts, op. cit., p. 439. /bid., p. 159.
20 51
HERODOTO, op. cit., libro 111, CXXXIV. Ancient Near Eastern Texts, op. cit., p. 422.
21 Le 52
Papyrus Ebers, trad. B. Ebbel, Londres, Oxford University Press, 1937, p. /bid., p. 420.
53
117. /bid., p. 415.
22 54
Huang Ti Nei Ching Su We, The Yellow Emperor's Classic ofInterna/ Medicine, trad. /bid., p. 414.
55
l. Veith, Baltimore, Williams and Wilkins, 1949, p. 183. HERODOTO, op. cit., libro 11, LXXX.
23 56
· Kauiraj Ku11ja Lal Bhishagratna, An English Translation of the Sushruta Samhita, !bid., libro 11, XXXV.
57
Calcuta, Wilkins Press, 1907-1916, t. 11, p. 530. !bid., libro I, CXXXVII.
58
Cambridge Ancient History, op. cit., pp. 39-40.
NOTAS 4-05
HISTORIA DE LA VEJEZ
17
Diógenes LAERCIO: op. cit.
CAPÍTULO 2 18 !bid
.
19
]bid.
El mundo hebreo: 20 !bid
del patriarca al anciano
.
21
!bid.
22 !bid.
Se ha utilizado para este capítulo la trad�cción de la Biblia de Jerusalén (Desclée 23
!bid.
de Brouwer, 1967), cuyas referencias se indican en el texto usando las abreviaturas 24
!bid.
de la misma obra. Asimismo, se han manejado las obras siguientes para todo lo 25
!bid.
relativo a la sociedad judía: André CHOURAQUI: La Vie quotidienne des lwmmes de la 26
PLATÓN: La República, 1, 328.
Bible (Hachette, 1978), Charles F. JEAN: Le Militu biblique avantjisus-Christ (París, 27
!bid., I, 328-330.
1936), Dictionnaire de la Bible, de F. VIGOUROUX (París, 1912), R. de VAUX: Les 28
PLATÓN: Fedra, 240.
Institutions de l'Ancien Testament (Cerf, 1960, 2 vols.) (Herder, 1962). André BARUCQ: 29
PLATÓN: La República, III, 412.
Écclisiaste Qohikt (París, 1968),Joseph BONSIRVEN: Textes rabbiniques des dtux Pre,:iiers 30 PLATÓN: Las Leyes, 111, 690.
sücles chritiens (Roma, 1955), Encyclopaedia oJReligion and Ethics (ed.James Hastmgs, 31 !bid., 11, 666.
Edimburgo, 1917). 32
!bid., XI, 929.
33
ARISTÓTELES: Política, 11, 9, par. 25.
34 ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco, IV, l; VIII, 3; VIII, 4; VIII, 5; VIII, 6.
35
ARISTÓTELES: Rewrica, 11, 13.
36
Citado por Simone de BEAUVOIR, op. cit., p. 123.
CAPÍTULO 3 37
PLATÓN: Las Leyes, XI, 928.
38
Jacques ELLUL: Histoires des institutions de l'Antiquité, PUF, 1961, p. 44.
El mundo griego: «la triste vejez» 39
Enciclopaedia oJ Religion and Ethics, op. cit. «Old Age», p. 417; ver también a
este respecto M. S. HYNES: «The Supposedly Golden Age for the Aged in Ancient
Ver, a propósito de estas interpretaciones, Cambridge Ancient History, op. cit.,
Greece (a study ofliterary concepts ofold Age)», En The Gerontologist, 1962.
vol. II, parte 2B, («Early cosmogonical and theogonical myths>:)- 40
2 Cambridge Ancient History, ibid., cap. XXXIX, «The homenc poems as h1sto- . Citado por Diógenes LAERCIO en la Vida de Solón.
41 Robin LANE Fox: Alexander the Great, Omega, 1973.
ry», pp. 820-850. 42
3 JENOFONTE: Apología de Sócrates.
La Ilíada, I, 245. 43 B. E. RICHARDSON: Old Age among the Ancient Greeks, Baltimore, 1933, p. 225.
4 !bid., Id, 260.
44
5 !bid., IX, 50. VITRUVIO: libro 111, cap. VIII.
45
6 Todos los detalles relativos a la expedición de Alejandro Magno están
!bid., X, 76.
7· La Odisea, II, 16. tomados de Robín LANE Fox: Alexander the Great, op. cit.
46
8 !bid., II, 150. ARISTÓTELES: La constitución de Atenas.
9
!bid., VII, 155.
47
J. y M. DUPÁQUIER: Histoire de la démographie, Perrin, 1985, p. 34.
48 B. E. RICHARDSON: Old A Among the Ancient Greeks, op. cit.
IO ]bid., 11, 225. ge
49 HIPÓCRATES, trad. F. Adams, The Genuine Works of Hippocrates, Nueva York,
11
!bid., II, 179.
12 William Wood and Co., 1929, p. 197.
!bid., XXIV, 240. 50
HIPÓCRATES: Aforismos, 111, 31.
13 Simone de BEAUVOIR: op. cit., p. 97. 51
Richard L. GRANT: «Concept ofAging: An Historical Review», en Perspectives
14 Ver a este respecto Henri-lrénée MARROU: Histoire de l'éducations dans l'Anti-
in Biology and Medicine, 1963, p. 450.
quité, I, Le Monde grec, Seuil, 1948, cap. l. (Akal, 1985). 52
, , . Se utiliza la traducción inglesa de W. ÜGLE: On Youth andOld Age, on Lije an
15 Diógenes LAERCIO: Vidas, opiniones y sentencias de los filosofos mas ilustres.
16 Death and on Respiration, Londres, Longmans, Green and Co., 1897.
Ver especialmente para este tema el estudio de Bessie Ellen RICHARDSON: 53
D. B. BROMLEY: The Psychology of Aging, op. cit., p. 41.
Old Age among the Ancient Greeks, Baltimore, 1933.
406 HISTORIA DE LA VEJEZ
NOTAS 407

54
PLUTARCO: Obras rrwrales y de costumbres (Moralia). Los comensales o las charlas de 15
JUVENAL: Sátira X.
sobremesa. 16 SUETONIO: Los doce Césares, Augusto 71.
55 '
/bid., Cuestión 111 del libro 111. 17
56 /bid., Augusto, 98.
!bid., Cuestión VIII. 18
57
Eugen CIZEK: Néron, Fayard, 1982, pp. 214-215.
/bid. 19
TÁCITO: Anales, VI, 20.
58
PLUTARCO: Obras rrwrales... ¿Debe un anciano comprometerse en los asuntos públicos? 20
/bid., VI, 23.
59
/bid. 21
Eugen CIZEK: op. cit., p. 185.
60 /bid. 22
SUETONIO: Nerón, 33.
61 /bid. 23
62
Eugen CIZEK: op. cit., p. 206.
/bid. 24
P. GALLIOU: op. cit.
63
/bid. 25
Jacques HEURGON: La Vie quotidienne chez les Étrusques, op. cit.
64 PLUTARCO: Obras morales... Los comensales... 26
JUVENAL: Sátira X, 188-288.
65 /bid. 27
66 PLINIO ELJOVEN: Cartas, 111, l.
PLUTARCO: Obras morales... Consolación a la esposa por la muerte de su hija. 28 JUVENAL: Sátira XIV.
67 PLUTARCO: Obras morales... Cómo alabarse sin provocar envidia. 29
68 Eugen CIZEK: op. cit., p. 125.
PLUTARCO: Obras rrwrales... Sobre la virtud. 30
Jean GAUDEMENT: L'Église dans l'Em"ire 1' romain' París' 1958' pº 698 º
31
PLAUTO: El mercader, V, 985-988.
32
/bid., v. 1015-1020.
CAPÍTULO 4 33
PLAUTO: Los dos Meneemos, escena 2.
34
TERENCIO: Las Adelfas, v. 833-835.
El mundo romano: 35
The f!istichs °[�ato: a famo'!5Me1ieval Text Book, trad. W. J. Chase, University
grandeza y decadencia del anciano _
ofW1sconsm Stud1es m the Social Sc1ences and History' 1922' VIIº
1
36
M. S. HAYNES: «The Supposedly Golden Age for the Aged in Ancient
Jacques HEURGON: La Vie quotidienne chez les Étrusques, Hachette, 1961.
2 Rome», en Thc Gerontologist, III, 1963.
Patrick GALLIOU: L'Armorique romaine, Les Bibiiophiies de Bretagne, i984, p. 37
/bid., p. 34.
224. 38
3 TIBULO: Elegías, 1, 4, v. 31.
K. HOPKINS: «On the Probable Age Structure of the Roman Population», 39
/bid., v. 70-73.
Population Studies, XX, 2 nov. 1966. 40
4 /bid., I, 8, v. 41-42.
Trebellius POLLION: «Divus Claudius 11», Historiae Augustae Scriptores. 41
/bid., v. 44-48.
5
Citado en J. y M. DUPÁQUIER: Histoire de la démographie, Perrin, 1985, pp. 42
/bid., l. JO, v. 43-44.
38-39. 43
ÜVIDIO: Tristes, IV, 8.
6 /bid., pp. 39-4-0. 44
7
/bid.
Jacques HEURGON: op. cit. 45
ÜVIDIO: Las, Metamorfosis, VII.
8
J. C. RUSSELL: «Late ancient and medieval population» en Transactions of the 46
HORACIO: Epodos, VIII y XII.
American Philosophical Sociery, vol. 48, 3. ª parte, 1958. 47
HORACIO: Odas, XXV.
9
Cifras relativas al período que abarca desde el siglo III antes de Cristo hasta el 48
HORACIO: Arte poética.
VII después de Cristo, según Hombert, M. y C. Préaux: «Note sur la durée de la vie 49
HORACIO: Sátiras, Libro 11.
dans l'Egipte greco-romaine»; Chronique d'Egipte, 20, 1945. 50
of
Letters and Treatiars Cícero and Pliny, Nueva York' Harvard Classics' 1909 ' p.
10
.
Tito LIVIO: Ah Urbe condita, 1, 9. 261.
11 PLUTARCO: Vidas paralelas, Fabio Máximo. 51
12
CELSO: De medicina, 11, 1.
/bid. 52
13
GALENO, según la traducción inglesa de M. GREEN: A Translation of Galen's
/bid., Catón el Viejo. Hygiene, Springfields, Charles C. Thomas, 1951, p. 7.
14
/�id., Cqyo Mario. 53
/bid., p. 15.
408 HISTORIA DE LA VEJEZ NOTAS 409

54 15
/bid., pp. 217-218. SAN GREGORIO MAGNO: Dialogues, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 3
55 vol., 1978, 11, pro!.
lbid.,pp. 15-17.
56 16
CICERÓN: De senectute, 11. HILARIO DE ARLES: Vida de San Honorato, XI, 10.
57 17
/bid., III. /bid., X, 2.
/bid., v.
18
58 DEFENSOR, monje de Ligugé: Liure d'étincelles, Le Cerf, col. «Sources chrétien­
59
/bid.,VI. nes», n.º 77, 1961, trad. H. M. Rochais, 2 vol. cap. 68, «Des vieillards et des
60
/bid.,VIII. jeunes», vol. 11.
19
61
/bid., IX. ORÍGENES: Homilías sobre josué, Homilía XVI.
20
62
/bid., XI. SAN AMBROSIO: Obras. BAC. Madrid, 1966. Tomo 1, Tratado sobre el Evangelio
63
/bid., XI. de S. Lucas,VIII, 7.
21
64
/bid., XVI. SAN JUAN CRISÓSTOMO: CEuvres completes, t. X, p. 260.
22
65
/bid., XVIII. SAN AGUSTÍN: Obras. T. XV: «Comentarios a Isaías y Primer Tratado sobre
66
Letters and Treatises of Cicero and Pliny, op. cit. la Epístola de S. Juan».
23
/bid., t. XXI, «Discurso sobre el salmo 91».
24
SAN JUAN CRISÓSTOMO: CEuvres completes, t. XI, p. 485, «Commentaire sur
l'Ép1tre de saint Paul aux Hébreux», Homilía VII.
CAPÍTULO 5 25
SAN AGUSTÍN: Obras,t. XII.
26
/bid., t. XIII, «Tratado XXIII sobre el Evangelio de San Juan».
27
La alta Edad Media: /bid.,t. XX, «Tercer discurso sobre el salmo 26».
28
El anciano como símbolo en la literatura cristiana /bid., t. VII, «Sermón 81».
29 SAN JERÓNIMO: Carlas,t. 1, carta 10.
1 30
Maurice BOUVIER AJAM: Dagobert, Tallandier, 1980, p. 95. SALVIANO DE MARSELLA: CEuvres,2 vol. trad. G. Lagarrigue, Le Cen. col.
2
Philippe ARIES: L'Enfant et la vie familiale sous l'Ancien Régime, Seuil, 1973, pp. «Sources chrétiennes>}, 1971 y 1975, Carta IV, 15.
6-13. 31
EFREN DE NISIBE: Hymne sur le paradis, trad. R. Lavenant, Le Cerf, col.
3
SAN AGUSTÍN: «Sobre el Génesis: contra los maniqueos», cap. 23, Obras de S. «Sources chrétiennes», 1968, Himno XI, l .
32
Agustín BAC Madrid, 1960 (18 vols.), t. XV. /bid., himno VII, 10.
4 33
SAN AGUSTÍN: Las 83 cuestiones diversas», Obras, t. XII. Vie des peres dujura, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 1968.
5
Philippe ARits: op. cit., p. 7, cf. infra. 34
Teodoreto DE CYRO: Histoire ,ús moines de Syrie, trad. P. Canivet y A
6
Le Grand Propiétaire de toutes choses,tres utile el tres pro.fitable pour tenir le corps en Leroy-Moliglen, 2 vol. Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 1977, t. 1, Vie de saint
santé, por B. DE GLANVILLE, traducido por Jean Corbichon, 1556. Jacques,IV.
7 35
SAN GREGORIO MAGNO: les Morales sur le livre de Job, París, 3 vol., ed. de Ver supra.
36
1969, t. 111, libro 34, p. 814. SAN JERÓNIMO: Cartas, t. 1, carta 10, «A Paulo Concordiense».
8
SAN EUCHlrn: úttre a Valérien sur le mépris du monde. 37
SAN AGUSTÍN: Obras,t. VII, «Sermón 161».
9 38
FILON DE ALEJANDRÍA: La Migralion d'Abraham, Le Cerf, col. «Sources SALVIANO DE MARSELLA: CEuvres, «Du gouvernement de Dieu», VI, 73.
39
chrétiennes, 1957, p. 79. /bid., VII, 2.
10
SAN JERÓNIMO: Carlas,BAC Madrid, 1950 (2 vols.). Ed. de D. Ruiz Bueno, 40 SAN AMBROSIO DE MILÁN: La Penitencia, libro 11, cap. 8.
t. I, carta 10. 41 SAN JUAN CRISÓSTOMO: CEuvres completes, t. XI, p. 485, «Comentario a la
11
DHUODA: Manuel por mon.fils,trad. B. de Vregille y C. Mondésert, Le Cerf, Epístola de San Pablo a los Hebreos», homilía VIII.
col. «Sources chrétiennes», 1975, VI, 4. 42
/bid., t. V, p. 254, «Homilías sobre el Génesis», homilía XXXVII.
12 SAN JUAN CRISÓSTOMO: (Euvres completes,11 vol., trad. M. Jeannin, París, 43
/bid., t. V, p. 509, «Cuarta homilía sobre Ana».
44
1865, t. 11, «Apologie de la vie monastique», pp. 22-23. /bid.
13 45
LACTANCIO: La Obra de Dios creador,cap. IV. /bid.,t. XI, pp. 420-421, «Comentario a la Epístola de San Pablo a Tito».
14
SAN AGUSTÍN: Obras, t. XII. % /bid.
NOTAS 411

410 HISTORIA DE LA VEJEZ


CAPfTUL06
47 !bid., t. V, p. 509.
48 !bid., t. VI, p. 364, «Comentario sobre lsaías», cap. 3. La alta Edad Media:
49
SAN AGUSTfN: Obras, Tomo XII. indiferencia hacia la edad
50
!bid., t. VII, «Sermón 138».
51
JUSTINO: 1, Apol. XV, 6. 1
52
TERTULIANO: Sobre el vestido de las mujeres, VI, 3. Beowulf, trad. M. ALEXANDER, Penguin Books, 1973.
53 CIRILO DE ALEJANDRfA: Diálogos sobre la Trinidad. 2
TÁCITO: La Germanía.
3
� GREGORIO MAGNO: Dialogues, 3 vol., Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», PROCOPIO: De Bell, Goth, 11, 4.
4
1978, III, 33, 4-5. H. M. CHADWICH: The Cult of Othin, Londres, 1899, p. 99.
5
55
LACTANCIO: La obra de Dios Creador, X, 14. Enqclopaedia of Religion aTUÍ Ethics, op. cit., artículo «Old Age».
6
56 JEAN MOSCHUS: Le Pré spirituel, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», p. 113.
Ammiano MARCELINO: Res Gestae, XXXI, 2.
a
7
57
SAN PATRICIO: Confission et lettre Coroticus, trad. R. P. C. Hanson, Le Cerf, BEDA: Hist. Eccl., IV, 13.
col. «Sources chrétiennes», 1978, X, 3.
8
Pierre RICHÉ: La Vie quotidienne dam l'empire carolingien, Hachette, 1973, p. 317.
9
58
XIV Homélies du IX' siecle, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 1970, sermón Consúltense especialmente los Études sus l'histoire de la pauvreté {Moyen Age-XVI'
IV. siecle), publicaciones de la Sorbona, 1974.
10
59 SAN AGUSTfN: Obras, t. XI, «Carta 166». A. D. KAPFERER: «Des images de la pauvreté dans le haut Moyen Age
60 GREGORIO MAGNO: Dialogues, 1, 10-11; 1, 4, 21. anglo-saxon», Cahiers de la pauvreté, n.º 9, 1972-1974.
61
11 C. MIRABEL: «Les pauvres et ia pauvreté en Itaiie du Nord d'apres Rathier
!bid., IV, 49, 6.
62
!bid., I, 9, 15; III, 12, 2; 111, 21, l. de Vérone», Cahiers de la pauvreté, n.º 6, 1967-1968.
12
63
ÜRfGENES: Homilías sobre Los Números, homilía 6. M. ROUCHE: Le Matricule des pauvres, Études sur l'histoire de la pauvreté,
64 HILARIO DE ARLES: Vida de San Honorato, XII, 4. publicaciones de la Sorbona, 1974.
13
65
!bid., VI, 1 y VII, l . Citado en P. RICHÉ, p. 296.
14
66
SAN JERÓNIMO: Cartas «Carta al monje Heliodoro». T. l. Carta L SALVIANO DE MARSELLA: CEuvres, Le Cerf, col. «Sourées chrétiennes», 2 vol.,
67
DHUODA: Manuel pour monfils, op. cit., III, l. a
1971 y 1975, «Livres de Thimothée l'Église», 11, 62.
15
68
La Regla de San Benito, en S. BENITO: Su Viday su Regla. BAC. Madrid, 1954, XIV Homélies du IX' siecle, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 1970, sermón
título XXXVII. VII.
69
16 CÉSAR: Guerra de las Galias, VI, 19. GAIUS: lmtitutionum comment, I, 51, 52, 55.
!bid. 17
70
Vie des peres dujura, «Vie de saint Oyend», 171, 3; «Vie de saint Romain», 21, Henri HUBERT: Les Celtes et la civilisation ce/tique, Albin Michel, 1974, p. 224.
1 8 . ELLUL: Histoire des imtitutiom de l'Antiquité, PUF, 1961, p. 631.
5; 28, 2; «Vie de saint Lupicin», 68, 7. 19
J
71
La Regle du maítre, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 1964, cap. 94. !bid., pp. 682-683.
20
72 GUIGUE, I: Coutume de Chartreuse, Le Cerf, col. «Sources chrétiennes», 1984, Lex. havar. 11, 9, MGH Leges V, 2.
21
78, 2. P. LASLEIT: Household and Family in Past Time, Cambridge, 1972, y artículo de
73
a
SALVIANO DE MARSELLA: Les Livres de Timothée l'Église' IV' 4. Laurent THEIS: «Saints sans famille? Quelques remarques sur la famille dans le
74 SAN JERÓNIMO: «Carta a Paulo Concordiense», op. cit. monde franc a travers les sources hagiographiques», Revue historique, n.º 517,
enero-marzo 1976, pp. 3-20.
22
Récits et poemese ce/tiques. Domaine hritanique {Vl'-XV siecles), Stock, 1981, pp.
54-55; ver también los textos de antiguas poesías galesas, editadas por K. Jackson,
Early Welsh Gnomic Poetry, 2.ª ed., Cardiff, 1961.
23
L'Épopée irlaTUiaise, Presses d'aujourd'hui, 1980, p. 43.
24
Anatole LE BRAZ: La Légende de la mort che;:. les Bretom armoricaim, Laffitte
Reprints, Marsella, 1974, sucesivamente t. I, p. 439, t. 11, p. 149, t. 11, p. 164, t. 11,
p. 244, t. I, p. 391.
412 HISTORIA DE LA VEJEZ NOTAS 413

25 3
B. MERDRIGNAC: Les Saints témoins de Ditu ou témoins des hommes? L'hagiographie «Grant kalendrier et compost des bergiers», ed. de 1500, según]. MORAWSKI:
et son public d'apres les Vitae bretonnes armoricaines des origines au XV' siecle, tesis 3.er ciclo, «Les douze mois figurez», Archivum romanicum, 1926, pp. 351-363.
4
Rennes, 1982. !bid.
5
26
NENNIUS: «Kentish Chronicle» y «Welsh Annals», en Historyfrom the Sources. Regimen sanitatis, schola salemitania, ed. Arnaldo DE VILLANUEVA.
6
Arthurian Period Sources, vol. VIII, Londres 1980. DIDRÓN: «La vie humaine», Annales archéologiques, XV, p. 413.
7
27
M. BOUVIER-AJAM: Dagobert, Tallandier, 1980, pp. 44-45. DIDRóN: Annales archéologiques, XVII, pp. 69 y 193. Ver también P. ARIES:
28
C�SAR: Guerra de las Galias, libro I, cap. 29. L'Enfant et la viefamiliale sous l'Ancien Régime, Seuil, 1973, p. 12.
29 8
P. RICH�: «Problemes de démographie historique du haut Moyen Age. Philippe ARIES: op. cit., p. l l .
v•-v111e siecles», Annales de démographie historique, 1966, pp. 37-55. 9 Philippe D E NOVARE: Des quatre tenz d'aage d'ome, § 36.
30 10
Gregorio de TOURS: Historia Francorum, VI, 15, 20; IX, }6. C. V. LANGLOIS: La Vie en France au Moyen Age d'apres quelques moralistes du
31
M. BOUVIER-AJAM: op. cit. temps, París, 1908, p. 27.
32
Seguimos el relato de Monroe STEARNS: Charlemagne, Monarch of the Middle
11
Aucassin et Nicolette, en Poetes et romanciers du Moyen Age, Bibliotheque de la
Ages, Londres-Nueva York, 1971. Pléiade, p. 453.
33
John MORRIS: The Age ofArthur, Londres, 1973.
12
!bid., p. 461.
34
English Historical Documents, op. cit., vol. l. 13
Le Roman de la Rose, en Poetes et romanciers du Moyen Age, Bibliotheque de la
35
B. GU�RARD: Cartulaire de l'abbaye Saint-Víctor de Marseille, París, 1857. Pléiade, pp. 556-558, texto vertido al francés moderno.
4
1 Hélinant DE FROIDMONT: Les Vers de la mort.
36
R. ÉTIENNE: «La démographie de la famille d'Ausone», Études et croniques de
démographie historique, 1964, pp. 15-24. 15
J. LE GoFF: «Temps de l'Église et temps des marchands», en Annales ESC,
37 R. ÉTIENNE: «A propos de la démographie de Bordeaux aux trois premiers 1960, pp. 417-433. Consúltese también a este respecto G. POULET: Études sur le temps
siecles de notre ere», Revue historique de Bordeaux, t. 42, 1955, y G. FABRE: Esclaves et humain, 1949; H. l. MARROU: L'Ambivalence du temps de l'histoire chez saint Augustin,
affranchis impériaux: essai de dimographie dif.férenciée, tesis de 3_er ciclo, Burdeos 1970. 1950.
38
SAN ATANASIO: «Vida y conducta de Nuestro padre San Antonio» en Vida de
16
J. LE GOFF: La Civilisation de l'Occident médiéval, p. 149.
1.7 Gilles LAPOUGE: Utopie et civilisations, Champs, 1978, p. 68.
los Padres del desierto.
39 18
SAN AGUSTÍN. !bid., p. 77.
40 19 Isaac DE L'ÉTOILE: Sermons, trad. G. Salet, Le Cerf, col. «Sources Chrétien­
Simone DE BEAUVOIR: La Vieillesse, op. cit.
41
Nouvelle Histoire de l'Église, t. I, Seuil, 1963, p. 281. nes», n.º 130, 1967, Sermón 6.
42
!bid., p. 149. 2
° FILON: De opificio mundi, 105, 107, SAN GREGORIO: Morales, XXV, 17, 18,
43 Isidoro de Sevilla: Líber numerorum, VIII, 34-37, RABANO MAURO: De laudibus s.
Gregario NACIANCENO: «Poema sobre mi vida», v. 1680 s.
44
NENNIUS: Kentish Chronicle, op. cit., pp. 28 y 32. Crucis, 1, 107, 225, Jean DE SALISBURY; De septem septenariis.
45 21
M. BOUVIER AJAM; Dagobert, op. cit., p. 129. Hélene ÉTIENNE: Marbode, éveque de Rennes. 1096-1120, DES, Rennes, 1967.
22
46
!bid. SANTO TOMÁS DE AQUINO: Suma Teológica, «El Pecado», cuestión 85, art. 5,
«Los orígenes del hombre», cuestión 97, art. l . (BAC. Madrid, 16 vols.).
23
SAN BERNARDO: Oeuvres completes, trad. par l'abbé DION, 8 vols. París, 1867,
CAPÍTULO 7 t. IV. Traité du reglement de la vie et de la discipline des moeures, pp. 59-83. (Traducción
Española: BAC. 1960. 2 vols.)
24
Los siglos XI al XIII: !bid., t. I, carta CLXXXV, p. 256.
25
La diversidad social y cultural de la vejez !bid., t. I, carta LXXVI, p. 110.
26
!bid., t. I, carta CLXXXV, p. 256.
Poema goliardesco, citado por J. LE GOFF: La Civilisation de l'Occident médiéval,
27
1
!bid., t. VI, pp. 59-83.
28
Flammarion, 1982, p. 142. !bid., t. 11, Traité sur les 111/Eurs et les devoirs d'un éveque, cap. VII, p. 207.
29
2
Le Grand Propriétaire de toutes choses, tres utile et projitable pour tenir le corps en santé, !bid., t. I, carta CCLIC, p. 365.
B. DE GLANVILLE, trad. J. Corbichon, 1556.
30
!bid., Vie et gestes de saint Bemard, premier abbé de Clairvaux, en sept livres, par
414 HISTORIA DE U VEJEZ
NOTAS 41.'i
Guillaume qui, apres avoir été abbé de saint Thierry, pres de Reims, devint simple religieux de
Ligny, ou il écrivit, t. I, p. 5. 59
SAN BERNARDO: (E,wres completes, op. cit., t. I, p. 352.
31 60 /bid., p. 5.
!bid., t. I, carta CCLIV, p. 365.
32
!bid., t. VII, p. 257. 61
/bid., p. 217.
33
Georges DUBY: Le Temps des cathédrales. L'art et la societé. 980-1420, Gallimard, 62
/bid., p. 76. Carta XLI.
1976, p. 182 (Argot, 1983). 63
Le Proces des Templiers, trad. Raymond Oursel, 1955, p. 39.
34 64 jOINVILLE: Histoire de Saint Louis, CXLIX.
VILLEHARDOUIN: «La Conquete de Constantinople», en Historiens et chroni­
queurs du Moyen Age, Bibliotheque de la Pléiade, pp. 91 y 100. 65
Pierre MANDONNET: Saint Dominique, París, 1937, t. I, p. 72.
35 66 Christopher BROOKE: Europe in the Central Middle Ages, op. cit.
Christopher BROOKE: Europe in the Central Middle Ages. 962-1154, Longman,
1964, p. 92. (Aguilar, 1973). 67
A. L. POOLE: From Domesday Book to Magna Carta, Oxford, 1970, p. 445.
36
T. H. HOLLINGSWORTH: Historical Demography, The Sources of History Limited, 68
Léon LALLEMAND: Histoire de la charité, 4 vols., París, 1902-1912, t. III, p.
1969, pp. 220-222. 133.
37
38
Monuments originaux de l'histoire de sáint Yves, Saint-Brieuc, 1887. 69
J. LE GOFF: la Civilisation de l'Occident médiéval, op. cit., p. 286.
Orderic Vital, ed. A. LE PRÉVOST, vol. V, p. 133. 70 La Chanson de Roland, en Poetes et romanciers du M en Age, Bibliotheque de la
oy
39
English Historical Documents. 1189-1327, ed. Harry Rothwell, Londres, 1975, p. Pléiade, p. 124.
826. n.º 195. 71
Groenlendigna Saga, trad. Magnus Magnusson, Penguin Books, 1965, p. 57.
40 J. G. FRAZER: The Golden Bough. 72 La Saga de Laxdale, trad. Muriel Press, Londres, 1964.
41
D. B. BROMLEY: The Psycology of Human Ageing, Pelican Books, 1981, p. 44. 73
La Saga de Njal, trad. Magnus Magnusson, Penguin Books, 1960, p. 354.
42
AVICENA, trad. inglesa de O.C. Gruner: A Treatise of the Canon of Avicenna, 74 La Saga d'Egil, trad. Hermann Palsson, Penguin Books, 1976, p. 235.
Londres, Luzac and co., 1930, p. 75. 75
/bid., pp. 235-236.
43
Arnold ofVILLANOVA: The Defence ofAge, and Recovery of Youth, A, 11, ed. de 76
Hrafnkel's Saga and other lcelandic Stories, trad. Hermann Palsson, Penguin
1540, Londres, Robert Wyer. Books, 1971, p. 20.
44
Roger BACON: The Cure of Old Age and Preservation of Youth, trad. Richard 77
/bid., p. 72.
Browne, Londres, 1683, p. 15. 78
/bid., p. 20.
45
Roger BACON: De la merveilleuse puissance de l'Art et de la nature, citado en L. 79
Georges DUBY: Guillaume le Maréchal ou le rr.eille-.ir dievalier du monde, Fayard,
GRANT: Concepts of Aging: an Historical Review, op. cit., p. 456. 1984 (Alianza, 1987).
46 Roger BACON: The Cure of Old Age ... , op. cit., p. l . 80
VILLEHARDOUIN: op. cit., p. 100.
47
T. H. HOLLINGSWORTH: Historical Demography, op. cit., p. 378. 81
/bid., p. 121.
48 Roger BACON: The Cure of Old Age..., op. cit., p. 22. 82
Pierre AUBÍ.: Godefroy de Bouillon, Fayard, 1985.
49
/bid., p. 139. 83
jOINVILLE: op. cit., p. 336.
50 lbirf., p. 148. 84
0. FORST DE BATTAGLIA: Traité de généalogie, Lausana, 1949.
51
The Fontana Economic History of Europe, The Middle Ages, ed. Cario M. Cipolla, 85
Brunetto LATINI: Le Livre du trésor, enjeux et sapietu:e du Moyen age, Bibliothe­
1978, cap. 1: «Population in Europe. 500-1500», por J. C. Russell (Ariel, 1979). que de la Pléiade, p. 826.
52
Éric FUGEDI: «Pour une analyse démographique de la Hongrie médiévale», 86 E
. LE RoY LADURIE: Montaillou, village aceitan, de 1294 a 1324, Gallimard,
Annales ESC, 1969, pp. 1299-1312. 1975.
53
J. C. RUSSELL: The Middle Ages, op. cit., p. 46. 87
/bid., p. 65.
54
J. C. RUSSELL: British Medieval Population, Alburquerque, 1958, p. 181. 88
/bid., p. 64.
55
J. C. RUSSELL: The Middle Ages, op. cit., p. 47. 89
La Housse partie, en Romans et contes du Moyen Age, Bibliotheque de la Pléiade.
5
6 Robert FOSSIER: La Terre et les hommes en Picardiejusqu'a la fin du XIII' siecle, 90
Robert FOSSIER: La Terre et les hommes en Picardiejusqu'a la fin du XIII' siecle,
París-Lovaina, 1968. París-Lovaina, 1968.
57 91
/bid. Monique BOURIN, Robert DURAND: Vivre au village au Moyen Age. Les
58
Thomas WALSINGHAM: Gesta abbatum monasterii Sancti Albani, ed. H. T. Riley, solidarités paysannes du XI' au XIII' siecle, Messidor, Temps actuels, 1984, p. 42.
t. I, Londres, 1867, pp. 24-28. 92
Jacques POUMAREDE: «Puissance paternelle et esprit communautaire dans
les coutumes du sud-ouest de la France au Moyen Age», en Recueil de mémoires et
416 HISTORIA DE LA VEJEZ NOTAS 417

travaux publié par la société d'histoire du droit et des institutions des anciens pays de droit écrit, 12
Two Memoirs ofRenaissance Florence. The Diairies of Buonaccorso Pitti and Gregorio
Mélanges Roger Aubenas, Université de Montpellier 1, pp. 651-663. Dati, ed. G. Brucker, Nueva York, 1967.
93 13
E. LE ROY LADURIE: op. cit., p. 317, nota 2. The Fontana Economic History oj Europe, op. cit., p. 47.
94
A. BRIOD: L'Assistence des pauvres au Moyen Age dans le pays de Vaud, Lausana, 14
J.J. ROSENTHAL: «Medieval Longevity: the Secular Peerage. 1350-1500», en
1976. Population Studies, t. 27, julio 1973.
95 15
SAN BERNARDO: CEuvres completes, op. cit., t. I, pp. 131, 135, 138, 170, 175, 196, Christiane KLAPISCH: «Fiscalité et démographie en Toscane, 1427-1430»,
197. Annales ESC, 1969, pp. 1313-1337, C. KLAPISCH y D. HERLIHY: Les Toscans et leur
96
C. H. HEFELE: Histoire de conciles, París, 1914. famílle: une étude du catasto jlorentín de 1427, París, École des Hautes Études et
97
Léon LALLEMAND: Histoire de la charité, 4 vols., 1902-1912. Fondation nationale des Sciences Politiques, 1978.
98
D. B. BROMLEY: The Psycology of Human Ageing, op. cit., p. 54. 16
Caso citado por J. y M. DUPAQUIER: Histoire de la démographie, op. cit., p. 45.
99
E. LE Rov LADURIE: op. cit., p. 363. 17
J. HEERS: Le Clan familial au Moyen Age, PUF, 1974.
JO() !bid., p. 365. 18
P. DESPORTES: La Population de Reims au X? siecle d'apres un dirwmbrément de
1 1
0 Histoire de la France urbaine, bajo la dirección de Georges DUBY, Seuil, 1980, t. 1422, Le Moyen Age, 1966, pp. 463-509.
11, La ville médiéuale, p. 163. 19
Histoire de la France urbaine, op. cit., p. 485.
1 2 .
0 J LE GOFF: op. cit., p. 286. 2
0 Arlette HIGOUNET-NADAL: Pérígueux aux XI? et XJI" siecles. Étude de démograp­
1 3
0 Brunetto LATINI: op. cit., p. 735. hie historique, 2 vols. París 1977, tablas pp. 805-815.
21
Jacques ROSSIAUD: «Crises et consolidátions, 1330-1530», en Histoire de la
France urbaíne, op. cit., p. 487.
22
!bid.
CAPÍTULO 8 23
Georges MINOIS: L'Éveché de Tréguier au X? siecle, tesis de 3. ciclo, mecano­
0

grafiada, Rennes, 1975, p. 189.


Los siglos XIV y XV: la afirmación del anciano 24
Jean-Pierre Poussou: «Pour une histoire de la vieillesse et des vieillards
1
dans les sociétés européennes», VII coloquio nacional de demografía, Estrasburgo,
Citado en Richard C. TREXLER: Public Life in Renaissance Florence, Nueva York, 1982, Les Ages de la vie, Actas del coloquio, t. 11, PUF, 1983, pp. 149-160. _
Londres, 1980, p. 362. 25
Georges MINOIS: op. cit., pp. 174-176.
2
The Fontana Economic History oJ Europe, op. cit., pp. 56-67. 26
!bid., p. 194.
M. LE MÉNÉ: Les Campagnes angevines a la fin du Moyen Age, Nantes, 1982.
3
!bid. 27
4
Monique ZERNER: «Une crise de mortalité au XVe siecle d'apres les testa­ 28
C. KLAPISCH: Fiscalité et démographie en Toscane, op. cit., p. 1336.
ments et les roles d'imposition», Annales ESC, 1979, n.º 3. 29
J. HEERS: Le clan familia/ au Moyen Age, PUF, 1974, p. 253.
Maurice BERTHE: Famínes et épidémies dans les campagnes navarraises a la fin du
5
H. DUBOIS: «L'histoire démographique de Chalon-sur-Saone a la fin du 30
XIVe siecle d'apres les creches de feux», en Annales de lafaculté des lettres de Nice, n.º Moyen Age, op. cit., p. 143.
17, 1972, pp. 89-102. 31
6
Anne LE Duc: «Familles et lignages d'artisans», en Arlistes, artisans· et
Maurice BERTHE: Famines et épidémies dans les campagnes navarraises a la fin du productíon artistique en Bretagne au Moyen Age, Rennes, 1983, pp. 39-4-0.
Moyen Age, 2 vols. SFIED, 1984.
7
32
Christine DE PISAN: The Treasure of the Ci/)' of Ladies or the Book of the Three
!bid., p. 417. Virtues, trad. inglesa, Penguin Books, 1985. Esta obra es muy dificil de encontrar
8
!bid., p. 552. actualmente. Por lo tanto utilizamos esta traducción inglesa reéiente.
9
!bid., p. 152. 33
IO
G. M. TREVELYAN: Histoire socia/e de l'Angleterre du Moyen Age a nosjours, trad.
!bid., p. 155. Cécile Seresia, Payot, 1949, p. 67.
11
Mucho más tarde, con ocasión de la peste que asoló Londres en 1603, se 34
D. HERLIHY: «Vieillir a Florence au quattrocento», Annales ESC, 1969, pp.
advirtió también que morían muchos más niños que ancianos: c( M. F. y J. M. 1338-1352.
HOLLINGSWORTH, «Plague Mortality Rate by Age and Sex in the Parish of St. 35
Christine DE PISAN: op. cit., p. 160.
Botolph's without Bishopsgate, London, 1603», en Population Studies; t. XXV, 1, 36
Les Quinze Joies de Mariage, en Poetes et romanciers du Moyen Age, ed. de la
marzo 1971. Pléiade, p. 611.
NOTAS 419
418. HISTORIA DE LA VEJEZ
74
Citado por J. R. HALE: <<Renaissance Europe, 1480-1520», Fontana History of
37
p. 662.
/bid., Europe, op. cit., p. 18.
38 75
p. 643.
/bid., Hélene MILLET: Les Chanoines du chapitre cathédral de Laon. 1272-1412. École
39
p. 645.
/bid., franc;aise de Rome, 1982.
76
40 pp. 661-662.
/bid., Citado por Simone DE BEAUVOIR: La Vieillesse, p. 319.
41 77
pp. 662-663.
/bid., /bid., p. 318.
42 78 Jean DEVIOSSE:jean le Bon, Fayard, 1985, p. 225.
CHAUCER: The Canterbury Tales, ed. Penguin Classics, p. 106.
43 79
Histoire de la France urbaine, op. cit., p. 536.
/bid., p. 282.
4t /bid., p. 283. 80 Léon LALLEMAND: Histoire de la charité, op. cit., vol. 111.
45 81
lvan CLOULAS: Laurent le Magnifique, op. cit., p. 84.
/bid.' p. 391.
82
46
/bid., p. 124. Two Memoirs ofRenaissance Florence. The Diaries ofBuonaccorso Pitti and Gregorio
47
/bid., p. 379. Dati, op. cit.
48 /bid., p. 306.
83
Geoffrey TREASE: The Condottieri, Soldiers of Fortune, Londres, 1970.
49
VILLON: «La vieille en regrettant le temps de sa jeunesse».
5
0 Olivier DE LA MARCHE: Le Parement et triomphe des dames.
51 CAPfTULO 9
Émile MALE: L'Art religieux de la fin du Mo'l} '-'en Age en France' París ' 1922.
52 ,
CHAUCER: op. cit., p. 309.
53 El siglo XVI: El humanista y el cortesano contra la vejez
Arlette HIGOUNET-NADAL: op. cit., p. 829.
54
Histoire de la France urbaine, op. cit., p. 5IÓ.
55
B. PULLAN: Rich and Poor in Renaissance Venice, Oxford, 1971. * Traducción de J. M. Valverde.
56 ** Traducción de C. Pujo!.
Richard C. TREXLER: Public Life in Renaissance Florence, op. cit.
57 1
Citado por Jean DELUMEAU: La Civilisation de la Renaissance, Arthaud, 1967, p.
lvan CLOULAS: Laurent le Magnifique, Fayard, 1982, p. 277.
5 391.
8 Richard C. TREXLER: op. cit., p. 518.
59 2
Mateo ALEMÁN: Guzmán de Alfarache (edición de S. Gili Gaya), Espasa Calpe,
Piero PARENTI: Citado por Richard C. TREXLER, p. 515.
60
C. PUELLI MAESTRELLI: «Savonarole, la poli tique ei la jeunesse a Florence», Madrid i972 (5 vols.). T.V. p. 93.
3
en Thiorie et pratique politiques a la Renaissance, XXII coloquio internacional de Tours, Gwennolé LE MENN: La Littérature en moyen breton de 1350 a 1650, Actes du l 07
París, 1977, pp. l-14. congres national des Sociétés savantes, Brest, 1982, p. 95.
4
61
Robert HENRYSON: Poems and Fables, ed. H. Harvey Wood, Edimburgo, F. de Quevedo: El Buscón. Espasa-Calpe, Madrid, 1960, pp. 43-44.
5
1978, pp. 185-186. ERASMO: Elogio delb locura, Edaf, Madrid, 1973, p. 83 (traducción revisada).
6
62
E. MAC LEOD: Charles of Orleans, Prince and Poet, Londres, 1969. 7
A. SüMAN: Annales ESC, 1977, p. 799.
63
Charles D'ORLEANS: Balada XXII. Jean-Charles SOURNIA: Blaise de Monluc, Fayard, 1981, p. 138.
8
64
Franc;ois VILLON, ed. de la Pléiade, p. 1158. Baltasar CASTIGLIONE: Segundo libro del Cortesano.
9
ERASMO: op. cit., p. 55.
65
J. HUIZINGA: Le dlclin de Moyen Age, ed. Payot, pp. 39-40 (Alianza, 1987). 10
Antonio de GUEVARA: Relox de Príncipes o libro áureo del emperador Marco Aurelio.
66
Jehan �GNIER, en Poetes ét romanciers du Moyen Age, ed. de la Pléiade, pp.
1529.
1131-1132. 11
67
Francis BACON: «De augmentis scientiarum>>, en Francis Bacon Philosophical
CHAUCER: op. cit., pp. 35-36. Works, ed. John M. Robertson, Londres, 1905.
68
/bid., pp. 269-270. 12
ERASMO: op. cit., pp. 43-44.
69
/bid., p. 308-309. 13 /bid., p. 83.
70
Émile MALE: L'Art religieux de la fin du Moyen Age en France, op. cit. 14
71
/bid., p. 96.
Histoire de la France urbaine, op. cit., pp. 528-529. 15
MüNTAIGNE: Essais, I, 57.
72
Marsilio FICINO: De vita libri tres. 16
/bid., 111, 5.
73
Alvise CORNARO: Discorsi intorno alla vita sobria, ed. Pietro Pancrazi, Floren­ 17
Jean BODIN, Los seis libros de la República, IV, 2.
cia, 1946, p. 80.
420 HISTORIA DE LA VEJEZ 421
NOTAS

18
MONTAIGNE: Essais, 11, 8. 50
19 The Historie of Lijé ami Death, p. 172.
!bid., 111, 5. 51
!bid., p. 121.
20
!bid. 52
21
Gilles LAPOUGE: Utopie et civilisations, op. cit., pp. 67-68.
!bid., 111, 2. 53
RABELAIS: Le Tiers Livre, cap. XXI.
22
!bid. 54
23 Antonio de GUEVARA: op. cit.
!bid., 11, 18. 55
Tomás MORO: Utopía, Espasa-Calpe, 1952, p. 49.
24
!bid. 56
Cyrano DE BERGERAC: L'Autre Monde, ed. sociales, p. 113.
25
!bid., III, 9. 57
Tomás MORO: Utopía, p. 82.
26
Harvey C. LEHMAN: Age ami Achievement, Princeton, 1953. 58
27 !bid., pp. 86-87.
MONTAIGNE: Essais, 1, 57. 59
Jacques MJNOIS: L'idialité du réel comme réalité de l'idial, p. 193.
28
MAQUIAVELO: Discurso sobre la primera década de Tito Livio, cap. 60. 60
Antonio DE GUEVARA, op. cit..
29
MAQUIAVELO: El arte de la guerra. 61
3
°Citado en Richard C. TREXLER: Public Lijé in Renaissance Florence, Nueva 62
!bid.
!bid.
York-Londres, 1980, pp. 519-520. 63
31 !bid.
Francis BACON: Philosophical Works, ed. John Robertson, Londres, 1905, «Of 64
MAQUIAVELO: Clizia.
youth and age», pp. 787-788. 65
32 SHAKESPEARE: Como gustéis, 11, 7.
Richard C. TREXLER: op. cit., citado p. 521. 66
33
!bid., p. 525. SHAKESPEARE: Soneto n.0 2.
67
34
Jean BODIN: La Republica, libro 111, cap. 1, «El Senado y su potestad». Enrique V, V, 2.
68
35
Benvenuto CELLINI: Memorias, VIII, 4. Romeo y Julieta, 11, 5.
69
36
Edición inglesa de su obra realizada por T. Smith: A Treatise of Health and Bien está lo que bien acaba, I, 2.
70
Long Lijé with the Sure Means of Attaining it, Hich, Leake and Flackton, 1743. Enrique IV, 2.ª parte, l. 2.
71
37
Citado en D. B. BROMLEY: The Psychology og Human Ageing, Penguin Books, Mucho ruido para nada. IV, 4.
72
ed. 1981, p. 47. La Tempestad, IV, l.
73
38
PARACELSO: Siimtliche Werke, ed. K. Sudhoff, Munich y Berlín, R. 91den­ El Peregrino apasionado, 12.
74
bourg, 1930, 3_er vol. La Comedia de los errores, V, l.
75
39
C( S. SANTORIO: Medicina statica, trad. J. Quincy, Londres, J. Osborn, T. Hamlet, 11, 2.
Longwan y J. Newton, 1728.
76
Troilo y Créssida, I, 3.
77
40
!bid., p. 92. El Cuento de invierno, IV, 4.
41 78
!bid., p. 270. El Rey Lear, I, 3.
42 79
S. ROWBOTHAM: An lnquiry into the Cause of Natural Death; or Death from Old Timon de Atenas, 11, 2.
80
Age, Manchester, A. Heywood, 1842. El Rey Lear, I, l.
43
H. CUFF: The Differences of the Ages of Man's Lijé: together with the Original 81
!bid.
82
Causes, Progresse, ami End thereof, Londres, Arnold Hatfield, 1607. !bid., IV, 7.
4 83
4 !bid., p. 73. !bid., I, 4.
45 84
!bid., p. 76. !bid., I, 5.
46 85
Francis BACON: The Historie of Life and Death, with Observations Naturall and !bid., 111, 3.
86
Experimentall far the Prolonging of Lijé, Londres, 1638, Of Youth and Age; De augmentis !bid., I, 2.
87
scientiarum, en Francis Bacon. Philosophical Works, ed. John M. Robertson, Londres, Mucho ruido para nada, V, l.
1905. 88
La violación de Lucrecia, 275.
47 89
De augmentis scientiarum, p. 490. Macbeth, V, 3.
48
The Historie oJ Lijé and Death, op. cit., p. 61. 90
La violación de Lucrecia, 1550.
49 91
De augmentis scientiarum, p. 491. Enrique IV, l.ª parte, 11, 4.
NOTAS 423
422 HISTORIA DE LA VEJEZ
26
Gilles LAPOUGE: Utopie et civilization, pp. 126-127.
92
Como gustéis, 11, 3. 27 Cf. J. C. SoURNIA: Blaise de Monluc, p. 307.
93
Medida por medida, IH, l.

CONCLUSIÓN
CAPÍTULO 10 1
Simone de BEAUVOIR: La Vieillesse, p. 47.
2
/bid., pp. 9-10.
El siglo XVI: la importancia real de los ancianos 3
Harvey C. LEHMAN: Age and Achievement, Princeton, 1953, p. 330.
1
Benvenuto CELLINI: Mémoires, ed. Giuliano Maggiora, París, 1953, p. 7.
2
Alain CROIX: La Bretagne aux XVI' et XVII' siecles, 2 vol. París, 1981.
3
Jacques y Michel DUPÁQUIER: Histoire de la démographie, Perrin, 1985, p. 52.
4
!bid., pp. 79-80.
5
!bid.
6
F. HENDRICKS: Contributions to the History of Insurance and of the Theory of Lije
Contingencies, Londres, C. y E. Layton, 1851.
7 J
. C. RUSSELL: Late Ancient and Medieval Population, Transactions of the
American Philosophical Socicty, vol. 48, 3.ª parte, 1958.
8
Alain CROIX: op. cit.
9
Nicole LUCAS: Saint-Malo, étude démographique. 1601-1625, memoria de licencia­
tura, Rennes, 1969.
10 S. PELLER: «Birth and Death among Europe's Ruling Families since 1500»,
T. H. HOLLINGSWORTH: «A Demographic Study ofthe British Ducal Families», en
Population in History: Essays in Historical Demography, ed. D. V. Glass y D. E. C.
Eversley, Londres, 1965.
11
T. H. HOLLINGSWORTH: «Mortality in the British Peerage Families since
1600», Revue Population, sept. 1977.
12
Francis BACON: The Historie of Lije and Death... , op. cit., p. 108.
13 Cementerio de Leigh on Sea.
14
Germanisches National Museum, Nuremberg.
15 Staatliche Museum, Berlín.
16
Museo nacional de arte antiguo, Lisboa.
17
Staatliche Museum, Berlín.
18
RAFAEL: Retrato de julio II (Florencia, Galería de los Oficios); TIZIANO: Pablo
Illy sus sobrinos (Galería Capodimonte, Nápoles).
19
Retablo de Santo Tomás de Ávila.
20
El Louvre.
21
Wallace Collection, Londres.
22
National Gallery, Londres.
23
Nouvelle Histoire de l'Église, Seuil, t. 111, «Réforme et Contre-Réforme», p. 67.
24
Donato Gianotti and his epistolae, ed. R. Starn, Ginebra, 1968.
25
Seguimos aquí la exposición de R. C. TREXLER: Public Lije in Renaissance
Florence, Nueva York-Londres, 1980.
BIBLIOGRAFIA

Actualmente es dificil proporcionar una orientación bibliográfica sobre la


historia de la vejez hasta el Renacimiento, ya que los estudios existentes no
la han tratado nunca directamente. Los datos que pueden servir para ello se
encuentran dispersos en una multitud de crónicas, artículos y obras de
historia social, demográfica, económica, institucional, política y de las
mentalidades. Solamente algunos trabajos ingleses y americanos, a menudo
dificilmente accesibles, han empezado a abordar· ia cuestión. Como las
referencias están indicadas en las notas de cada capítulo, sólo ofrecemos a
continuación los títulos generales más útiles.

ARIES, P.: L'Homme devant la mort, Seuil, 1977.


- L 'Enfant et la Vie familia/e sous l'Ancien Régime, Seuil, 1973.
BAILBE, J.: Le theme de la vieillefemme dans la poésie satirique du XVI' siecle et du
début du XVII', Bibliotheque d'humanisme et Renaissance, XXVI, 1964.
BEAUVOIR, S. de: La Vieillesse, Gallimard, 1970. (Edhasa, 1983).
BERELSON, L.: Old Age in Ancient Rome, University of Virginia, 1934.
BIRREN, J. E.: «A BriefHistory of the Psychology of Aging», The Gerontolo-
gist, vol. I, l 967.
BOIS, J.-P.: Les Anciens Soldats dans la societé franfaise au XVIII' siecle, tesis
mecanografiada, París, 1986.
BROMLEY, D. B.: The Psycology of Human Aging, Penguin Books, 1974.
CASSEDY,JamesH.: Mortality in Preindustrial Times. The Contemporary Verdict,
Farnborough, 1973.
CHAMOUX, F.: La Civilisation hellénistique, Arthaud, 1981. (Juventud, s.().
l
426

1962 (Crítica, 1978).


HISTORIA DE LA VEJEZ

CIPOLLA, C.-M.: Economic History of World Population, Harmondsworth,

COFFMAN, G. R.: «Old Age from Horace to Chaucer», Speculum, IX, 1934.
CREIGHTON, G.: «When did Renaissance man grow old?», Studies in the
Renaissance, XIV, 1967.
r
}
BIBLJOGRAFIA

REINHARD, M. ARMENGAUD, A., DUPÁQUIER, J.: Histoire générale de la


population mondiale, París, 1968.
RICHARDSON, B. E.: Old Age among the Ancient Greeks, Baltimore, 1933.
RUSSELL, J. C.: British Medieval Population, Albuquerque, 1948.
427

DELUMEAU, J.: La Civilisation de la Renaissance, Arthaud, 1967 Uuventud, - Late Ancient and Medieval Population, Filadelfia, 1958.
1977). SALMON, P.: Population et dipopulation dans l'Empire romain, Bruselas, 1974.
DUBY, G. y LE GOFF, J.: Famille et Parenté dans l'Occident médiéval, Roma, SMITH,S. R.: «Growing Old in EarlyStuart England», Alhion, VIII, 1976.
1177. THOMAS KEITH: Age and Authoriry in Early Modern England, Londres, 1976.
DUPÁQUIER, J. y M.: Histoire de la démographie, Perrin, 1985. WILLCOX, W. F.: The Lenght of Life in the Early Roman Empire, Congres
EVERSLEY, D. E. C., LASLETT, P., WRIGLEY, E. A.: An /ntroduction to international de la population, París, 1927.
English Historical Demography from the XVlth to the X/Xth Century, Londres, ZEMAN, F. D.: serie de artículos en eljournal ofMount Sina'i Hospital, Nueva
1966. York:
GAUDEMET, J.: Les Communautés familia/es, París, 1963. «Old Age in Ancient Egypt», vol. 8, 1942.
GLASS, D. V. y EVERSLEY, D. E. C.: Population in History, Londres, 1965. «The Gerontocomia of Gabriele Zerbi», vol. 10, 1944.
GRANT, R. L.: «Concepts of Aging: an Historical Review», Perspectives in «Life's Later Years.Studies in the Medical History of Old Age», vol. 11,
Biology and Medicine, vol. V!, 1963. 1944.
GRIMAL, P.: La Cívilisation romaine, Arthaud, 1960. «The Ancient Hebrews», 1944.
GRUMAN, G. J.: «History of Ideas about the Prolongation of Life», «the Contribution of Greek Thought», 1944.
Transactions of the American Philosophical Sociery, vol. 56, 1966. «Roman Attitudes and Opinions», 1945.
HAYNES, M.S.: The Supposedly Golden Age for the Aged in Ancient Greece, The «Tlie Medicine of Islam», 1945.
Gerontologist, II; 1962. «The Medieval Period», 1945.
- The Supposedly Golden Age far the Aged in Ancient Rome, III, 1963. «The Reviva! of Learning», 1945.
- Concept of Old Age in the Laie Middle Ages, with Special Reference to Chaucer,
University of California, 1956.
HEERS, J.: Le Clan familia/ au Moycn Age, París, 1974. (Labor, 1978).
HERLIHY, D.: «Vieillir a Florence au Quattrocento», Annales ESC, XXIV,
1969.
HOPKINS, K.: «On the probable age structure of the roman population»
Population Studies, XX, 2, 1966.
LASLETT, P.: «Famille et ménage», Annales ESC, 1972.
- The History of Aging and the Aged, Cambridge, l 9i7.
- Household and Family in Past Time, Cambridge, 1972.
LE GOFF, J.: La Civilisation médiévale, Arthaud, 1964. Uuventud, s.f.).
LEHMAN, H. C.: Age and Achievement, Princeton, 1953.
Me KENZIE: «Antonio Pucci on Old Age», Speculum, XV, 1940.
Poussou, J. P.: Pour une historie de la vieillesse et des vieillards dans les societés
européennes, Actes du Vlle colloque national de démographie, P.U.F.,
1983.

Вам также может понравиться