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Explicado por Peter L. Berger, desarrolla los orígenes históricos de dicho proceso, así como los alcances y límites que conlleva en la actualidad en este breve capítulo...
Explicado por Peter L. Berger, desarrolla los orígenes históricos de dicho proceso, así como los alcances y límites que conlleva en la actualidad en este breve capítulo...
Explicado por Peter L. Berger, desarrolla los orígenes históricos de dicho proceso, así como los alcances y límites que conlleva en la actualidad en este breve capítulo...
150 PARA UNA TEORIA SOCIOLOGICA
iltimo de esta supuesta realidad. Dentro de este marco de
referencia, las proyecciones religiosas s6lo pueden ser trata-
das como tales, como productos de la actividad y de la con-
cienciacién humanas y tendriamos que colocar rigurosamen-
te entre paréntesis la cuestién de si estas proyecciones pue-
Gen ser alguna otra cosa mas (0, mejor dicho, se refieren a
algo mas que el mundo humano en el que se originaron em-
piricamente). En resumen, cualquier investigacién de los
asuntos religiosos que se limite a lo dado empiricamente de-
beré necesariamente basarse en un «ateismo metodolégi-
co» (36).
Pero incluso dentro de esta inevitable restriccién meto-
dolégica debemos repetir una vez més la siguiente indica-
cién: Ja empresa religiosa de la historia humana revela la
acuciante urgencia ¢ intensidad de la busca humana de la
significacién. Las gigantescas proyecciones de la conciencia
religiosa, sean lo que fueran, ademés, desde otros puntos de
vista, constituyen el mayor esfuerzo histérico que el hombre
haya realizado para hacer a la realidad humanamente signi-
ficativa. Nuestro andlisis del masoquismo religioso se refirié
6
a cierto precio efectivamente pagado por ello. La gran para-
doja de la alienaci6n religiosa es que el propio proceso de
deshumanizacién del mundo sociocultural tiene sus raices en
el deseo fundamental de que la realidad como un todo pueda
tener un lugar significativo para el hombre. Por ello pode-
mos decir que la alienacién ha sido otro de los precios paga-
dos por la conciencia religiosa en busca de un universo hu-
manamente significativo.
(86) _stoy en deuda con Anton Zijderveld por este térming tan sugestivo.
Pora una altetior exposicion de este tema véase el Apéndice I,
II. ELEMENTOS HISTORICOS
5, EL PROCESO DE SECULARIZACION
Hasta aqui nuestras consideraciones han revestido un ca-
racter ampliamente te6rico. Hemos introducido en ellas ma-
terial histérico para ilustrar puntos teéricos generales, pero
no para buscar aplicaciones practicas y nuevas atin para de-
mostrar su validez. Bs, por supuesto, un tema sujeto a con-
troversia dentro de las ciencias sociales el de si al llegar una
teorfa a un cierto grado de generalidad puede ser de algin
modo demostrada y ocupar un lugar entre las disciplinas
empiricas. No es este el momento ni el lugar adecuado para
considerar estas discusiones metodologicas, y dado nuestro
objetivo cuenta poco si todo lo que antecede se considera un
preambulo al opus propium del socidlogo o cabe atribuirle
la denominacién de teoria sociolégica. Por supuesto que a
nosotros nos gustaria que, por generales que fuesen nuestras152, PARA UNA TEOR{A SOCIOLOGICA
consideraciones, éstas pudieran ser consideradas como una
teorfa sociolégica més bien que como meros prolegémenos.
Pero en cualquier caso, lo que importa es ver si estas pers-
pectivas teoréticas pueden sernos de utilidad a la hora de
ilustrar situaciones empfrico-histéricas concretas; en otras
palabras, si pueden ser «aplicadas». En este capitulo y en?
los siguientes, pues, nuestra intencién va a ser la observacién
de la situacién religiosa contempordnea a la luz de los pun-
tos de vista ofrecidos por nuestra perspectiva tedrica, No
hace falta decir que todo lo que aqui se dira acerca de dicha
situaci6n no derivara necesariamente de nuestro propio pun-
to de vista, Por el contrario, una gran variedad de fuentes
tebricas y prdcticas estardn en el origen de nuestra diserta-
cin, Creemos posible sostener, sin embargo, que la perspec-
tiva teorética que levamos expuesta muestra su utilidad
arrojando sobre diversos aspectos de la situacién una nueva
luz y sometiendo al anélisis sociolégico otros aspectos ante-
riormente olvidados.
El término «secularizacién» ha pasado por varias aven-
turas en sus trescientos afios de existencia (1). Fue origi
nalmente empleado en el inicio de las Guerras de Religion
para deisgnar el hecho de que terrenos y propiedades eran
sustraidos al control de las autoridades eclesidsticas. En el
Derecho Canénico de la Iglesia Cat6lica el vocablo ha acaba-
do por designar el retorno al «mundo» de los individuos que
habian recibido Grdenes sagradas. En ambas acepciones, y
prescindiendo de las controversias sobre cuestiones de deta-
lle, el término podia ser usado de un modo puramente des-
criptivo y no valorative. Esto, por supuesto, no es lo que ha
ocurrido con el uso reciente del término. Tanto «seculariza-
cién» como su derivado «secularismo» han sido empleados
)_ Cf, Hermann Luehbe, Sackularisiorung Geschichte eines ideenpolitis
chen Beorisfs (Freiburg, Alber, 1985).
ELEMENTOS HISTORICOS 153
como concepto ideolégico muy lastrado de conotaciones va-
lorativas, a veces positivas, a veces negativas (2). En los
circulos anticlericales y «progresistasy ha llegado a signifi-
car la liberacién del hombre moderno de la tutela religiosa,
mientras que en circulos conectados con las iglesias tradicio-
nales han sido atacados como sinénimo de «descristianiza-
cin», «paganizaciény, etestera. Ambas perspectivas, ideclé-
gicamente sobrecargadas, relativas a un fenémeno tnico
valorado con indices opuestos, pueden ser curiosamente se-
guidas en las obras de los sociélogos de la religién inspiradas
respectivamente por los puntos de vista marxistas y cristia-
nos (3). La situacién ha quedado atin menos clara desde que,
a partir de la If Guerra Mundial, un grupo de tedlogos,
prineipalmente protestantes, siguiendo ciertas vias de pensa-
miento abiertas por Dietrich Bonhoeffer, han invertido la
previa valoracién de la «secularizaciény de los cristianos, y
la han celebrado precisamente como la realizacién de temas
cruciales del propio cristianismo (4). No resulta, pues, sor-
prendente que en vista de este furor «ideologizador» del vo-
cablo, se haya propuesto que fuera totalmente abandonado
por confuso o por haber perdido su sentido (5).
Nosotros no estamos de acuerdo con esta posicién, a pe-
@) Cf, sid, passim.
9 Véose. bor ejemplo, Olof Klonr (edicién a su cargo), Retigion und
Athelomus heute (Berlin, Deustoher Verlag der Wissenschaften, 1900), y_ Sabi
fo Requavives Leeelsst del suoro, nella eiolea ndustriate (iano, "alsiont
Communit, 4960.
Of Die muendige Welt, edicion a cargo de B. Bethge, Vols. 1-2
Conunten, Ratoer, 188660). Para una formulacton reciente desde
Vista similar, pero expresado en un_contexto mas barthano, ef. Arnold Loen,
Sectularitasion (afumien, Kaiser, 1908). Una reciente evaluacton eristiana «os
War de la stculoridad’ esti populariaada en. Norteamerien por Harvey. Cox,
The’ Secular City (New York, MacMillan, 1968), tradue. en castellano” (Baie
Zlons‘62, Barcelona, 1868) Le ciudad secviar. Para una formulacion orentada
ints bociolggieamente. de esta posiién eristiana, ef. Dietrich von Oppen, Das
personals Zettaleer (eattgart, Krevs, 1960)
(Cf. Joachim Matihes, Die Bruigration der Kirehe aus der Gesclischaft
Gtamburg’ Furehe, 1900" También las aportaciones ‘de ‘Trute Rendtortt y
David. Martin en €l International Yearbook for the Sociology of Reliyion,
21866).154 PARA UNA TRORIA SOCIOLOGICA
sar de que el anilisis en que se basa esta justificado. La
palabra «secularizacién» afecta a procesos empiricos conoci-
dos de gran importancia en la historia del Occidente moder-
no. El que estos procesos deban ser deplorados o por el con-
trario celebrados, es algo, por supuesto, irrelevante para el
sociélogo 0 el historiador. Es posible describir sin gran es-
fuerzo los fenémenos empiricos sin necesidad de tomar ante
ellos una postura valorativa. También es posible investigar
sus origenes histéricos, ineluida su conexién histérica con el
cristianismo, sin asentir o disentir sobre si ellos representan
una realizacién o una degeneracion del mismo. Creemos que
vale la pena insistir sobre ello, dadas las actuales discusiones
entre los tedlogos a este respecto. Una cosa es sostener que
exite una relacién de casualidad histérica entre el cristianis-
mo y ciertas caracteristicas del mundo moderno, y otra muy
distinta afirmar que, «por lo tanto», el mundo moderno, in-
cluyendo su cardcter secular, debe ser considerado en cierto
modo una especie de realizacién légica del cristianismo. Con
relacién a lo que antecede, es saludable recordar que la ma-
yor parte de las relaciones histéricas tienen cierto cardcter
irénico, 0 dicho de otro modo, que el curso de la historia
tiene en realidad poco que ver con la légica intrinseca de
las ideas que fueron factores causales del mismo (6).
No es dificil encontrar una definicién simple de secula-
rizacin para que podamos manejarla. Entendemos por secu-7
larizacién el progréso por el cual algunos sectores de 1a so-
ciedad y de la cultura son sustraidos de la dominacién de las
instituciones y los simbolos religiosos. Cuando hablamos de_,
sociedad y de instituciones en la historia del Oceidente mo-
derno, est4 claro que la secularizacién se manifiesta por la
gue Ea RONS eas fees, sedate Habe ae en rlelon
con este tema destacerd inevitablemente su irénica explosién de las relaclones
fentre las intenciones humanas y sus conseeuencias histéricas.
ELEMENTOS HISTORICOS 155
evacuacién por parte de las Iglesias cristianas de reas que
previamente estuvieron bajo su control e influencia —por
ejemplo, la separacién entre Iglesia y Estado, la expropia~
cidn de los bienes eclesiales inmuebles 0 la emancipacién de
la educacién con relaci6n a Ja tutela de la Iglesia, Sin en-
bargo, cuando hablamos de simbolos y de cultura, implica-
mos que la secularizacién es algo mas que un proceso socio-
estructural. Afecta a la totalidad de la vida cultural e ideo-
logica, y puede observarse en el declinar de los temas reli-
giosos en las artes, en Ja filosofia, en la literatura, y sobre
todo en el despertar de la ciencia como una perspectiva res-
pecto al mundo, auténoma y eminentemente secular. Ade-
més, presuponemos que el proceso de secularizacién tiene
también su vertiente subjetiva. Igual que existe una secula-
rizacién de la sociedad y de la cultura, existe también una
secularizacién de las conciencias. Blo significa simplemente
que el Occidente moderno esté produciendo incesantemente
una cantidad de individuos que miran al mundo y a sus pro-
pias vidas sin prevalecerse de las interpretaciones religiosas.
Aunque la secularizacién puede ser considerada como un
fenémeno global de las sociedades modernas, no se halla uni-
formemente distribuida entre ellas. Los diferentes grupos
de poblacién que por ella han sido afectados lo han sido en
distintos grados (7). Asf, se ha podido observar que, por
(7) Probablemente la mayor cantidad de datos sobre 1a diferenclacién
social de la identificaciGn religiosa es la recogida por Gabriel Lelires
‘aquellos otros (generalmente socl6logos.eatélicos) que han Seguido sus méto-
es. Cf. sus tudes de sociologie religieuse (Paris, Presses Universitaires de
France. 1955). También mile Pin, Pratigue relloteuse et classes soctales (Paris
Spes, 1956) y F. A. Isombert, Christianisme et clasee owvriére (Tournal, Ca
fterman, 196i). Las obras de Joseph Fichter, comensando por Southern Parish
(Chicago, Chicago University Press, 1051), réflejan ‘una orientacin muy similar
etro de'la sociologia catélica norteamericana. (Un bro de Fichter traducldo
al castellano ¢s Sociologia (Barcelona, Herder, 1964). El libro clisico que treta
ela problematica general de 1a cociologia de la retigién en Norteamérica es
el de Richard Niebuhr, The Social Sources of Denominationalism (New York,
Hilt, 1925), que a su vez estimulé gran nimero de estudios sobre casos em:
piricos. Un eJemplo reciente ex el de N, J. Demerath, Sociat Class in Ameri