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150 PARA UNA TEORIA SOCIOLOGICA iltimo de esta supuesta realidad. Dentro de este marco de referencia, las proyecciones religiosas s6lo pueden ser trata- das como tales, como productos de la actividad y de la con- cienciacién humanas y tendriamos que colocar rigurosamen- te entre paréntesis la cuestién de si estas proyecciones pue- Gen ser alguna otra cosa mas (0, mejor dicho, se refieren a algo mas que el mundo humano en el que se originaron em- piricamente). En resumen, cualquier investigacién de los asuntos religiosos que se limite a lo dado empiricamente de- beré necesariamente basarse en un «ateismo metodolégi- co» (36). Pero incluso dentro de esta inevitable restriccién meto- dolégica debemos repetir una vez més la siguiente indica- cién: Ja empresa religiosa de la historia humana revela la acuciante urgencia ¢ intensidad de la busca humana de la significacién. Las gigantescas proyecciones de la conciencia religiosa, sean lo que fueran, ademés, desde otros puntos de vista, constituyen el mayor esfuerzo histérico que el hombre haya realizado para hacer a la realidad humanamente signi- ficativa. Nuestro andlisis del masoquismo religioso se refirié 6 a cierto precio efectivamente pagado por ello. La gran para- doja de la alienaci6n religiosa es que el propio proceso de deshumanizacién del mundo sociocultural tiene sus raices en el deseo fundamental de que la realidad como un todo pueda tener un lugar significativo para el hombre. Por ello pode- mos decir que la alienacién ha sido otro de los precios paga- dos por la conciencia religiosa en busca de un universo hu- manamente significativo. (86) _stoy en deuda con Anton Zijderveld por este térming tan sugestivo. Pora una altetior exposicion de este tema véase el Apéndice I, II. ELEMENTOS HISTORICOS 5, EL PROCESO DE SECULARIZACION Hasta aqui nuestras consideraciones han revestido un ca- racter ampliamente te6rico. Hemos introducido en ellas ma- terial histérico para ilustrar puntos teéricos generales, pero no para buscar aplicaciones practicas y nuevas atin para de- mostrar su validez. Bs, por supuesto, un tema sujeto a con- troversia dentro de las ciencias sociales el de si al llegar una teorfa a un cierto grado de generalidad puede ser de algin modo demostrada y ocupar un lugar entre las disciplinas empiricas. No es este el momento ni el lugar adecuado para considerar estas discusiones metodologicas, y dado nuestro objetivo cuenta poco si todo lo que antecede se considera un preambulo al opus propium del socidlogo o cabe atribuirle la denominacién de teoria sociolégica. Por supuesto que a nosotros nos gustaria que, por generales que fuesen nuestras 152, PARA UNA TEOR{A SOCIOLOGICA consideraciones, éstas pudieran ser consideradas como una teorfa sociolégica més bien que como meros prolegémenos. Pero en cualquier caso, lo que importa es ver si estas pers- pectivas teoréticas pueden sernos de utilidad a la hora de ilustrar situaciones empfrico-histéricas concretas; en otras palabras, si pueden ser «aplicadas». En este capitulo y en? los siguientes, pues, nuestra intencién va a ser la observacién de la situacién religiosa contempordnea a la luz de los pun- tos de vista ofrecidos por nuestra perspectiva tedrica, No hace falta decir que todo lo que aqui se dira acerca de dicha situaci6n no derivara necesariamente de nuestro propio pun- to de vista, Por el contrario, una gran variedad de fuentes tebricas y prdcticas estardn en el origen de nuestra diserta- cin, Creemos posible sostener, sin embargo, que la perspec- tiva teorética que levamos expuesta muestra su utilidad arrojando sobre diversos aspectos de la situacién una nueva luz y sometiendo al anélisis sociolégico otros aspectos ante- riormente olvidados. El término «secularizacién» ha pasado por varias aven- turas en sus trescientos afios de existencia (1). Fue origi nalmente empleado en el inicio de las Guerras de Religion para deisgnar el hecho de que terrenos y propiedades eran sustraidos al control de las autoridades eclesidsticas. En el Derecho Canénico de la Iglesia Cat6lica el vocablo ha acaba- do por designar el retorno al «mundo» de los individuos que habian recibido Grdenes sagradas. En ambas acepciones, y prescindiendo de las controversias sobre cuestiones de deta- lle, el término podia ser usado de un modo puramente des- criptivo y no valorative. Esto, por supuesto, no es lo que ha ocurrido con el uso reciente del término. Tanto «seculariza- cién» como su derivado «secularismo» han sido empleados )_ Cf, Hermann Luehbe, Sackularisiorung Geschichte eines ideenpolitis chen Beorisfs (Freiburg, Alber, 1985). ELEMENTOS HISTORICOS 153 como concepto ideolégico muy lastrado de conotaciones va- lorativas, a veces positivas, a veces negativas (2). En los circulos anticlericales y «progresistasy ha llegado a signifi- car la liberacién del hombre moderno de la tutela religiosa, mientras que en circulos conectados con las iglesias tradicio- nales han sido atacados como sinénimo de «descristianiza- cin», «paganizaciény, etestera. Ambas perspectivas, ideclé- gicamente sobrecargadas, relativas a un fenémeno tnico valorado con indices opuestos, pueden ser curiosamente se- guidas en las obras de los sociélogos de la religién inspiradas respectivamente por los puntos de vista marxistas y cristia- nos (3). La situacién ha quedado atin menos clara desde que, a partir de la If Guerra Mundial, un grupo de tedlogos, prineipalmente protestantes, siguiendo ciertas vias de pensa- miento abiertas por Dietrich Bonhoeffer, han invertido la previa valoracién de la «secularizaciény de los cristianos, y la han celebrado precisamente como la realizacién de temas cruciales del propio cristianismo (4). No resulta, pues, sor- prendente que en vista de este furor «ideologizador» del vo- cablo, se haya propuesto que fuera totalmente abandonado por confuso o por haber perdido su sentido (5). Nosotros no estamos de acuerdo con esta posicién, a pe- @) Cf, sid, passim. 9 Véose. bor ejemplo, Olof Klonr (edicién a su cargo), Retigion und Athelomus heute (Berlin, Deustoher Verlag der Wissenschaften, 1900), y_ Sabi fo Requavives Leeelsst del suoro, nella eiolea ndustriate (iano, "alsiont Communit, 4960. Of Die muendige Welt, edicion a cargo de B. Bethge, Vols. 1-2 Conunten, Ratoer, 188660). Para una formulacton reciente desde Vista similar, pero expresado en un_contexto mas barthano, ef. Arnold Loen, Sectularitasion (afumien, Kaiser, 1908). Una reciente evaluacton eristiana «os War de la stculoridad’ esti populariaada en. Norteamerien por Harvey. Cox, The’ Secular City (New York, MacMillan, 1968), tradue. en castellano” (Baie Zlons‘62, Barcelona, 1868) Le ciudad secviar. Para una formulacion orentada ints bociolggieamente. de esta posiién eristiana, ef. Dietrich von Oppen, Das personals Zettaleer (eattgart, Krevs, 1960) (Cf. Joachim Matihes, Die Bruigration der Kirehe aus der Gesclischaft Gtamburg’ Furehe, 1900" También las aportaciones ‘de ‘Trute Rendtortt y David. Martin en €l International Yearbook for the Sociology of Reliyion, 21866). 154 PARA UNA TRORIA SOCIOLOGICA sar de que el anilisis en que se basa esta justificado. La palabra «secularizacién» afecta a procesos empiricos conoci- dos de gran importancia en la historia del Occidente moder- no. El que estos procesos deban ser deplorados o por el con- trario celebrados, es algo, por supuesto, irrelevante para el sociélogo 0 el historiador. Es posible describir sin gran es- fuerzo los fenémenos empiricos sin necesidad de tomar ante ellos una postura valorativa. También es posible investigar sus origenes histéricos, ineluida su conexién histérica con el cristianismo, sin asentir o disentir sobre si ellos representan una realizacién o una degeneracion del mismo. Creemos que vale la pena insistir sobre ello, dadas las actuales discusiones entre los tedlogos a este respecto. Una cosa es sostener que exite una relacién de casualidad histérica entre el cristianis- mo y ciertas caracteristicas del mundo moderno, y otra muy distinta afirmar que, «por lo tanto», el mundo moderno, in- cluyendo su cardcter secular, debe ser considerado en cierto modo una especie de realizacién légica del cristianismo. Con relacién a lo que antecede, es saludable recordar que la ma- yor parte de las relaciones histéricas tienen cierto cardcter irénico, 0 dicho de otro modo, que el curso de la historia tiene en realidad poco que ver con la légica intrinseca de las ideas que fueron factores causales del mismo (6). No es dificil encontrar una definicién simple de secula- rizacin para que podamos manejarla. Entendemos por secu-7 larizacién el progréso por el cual algunos sectores de 1a so- ciedad y de la cultura son sustraidos de la dominacién de las instituciones y los simbolos religiosos. Cuando hablamos de_, sociedad y de instituciones en la historia del Oceidente mo- derno, est4 claro que la secularizacién se manifiesta por la gue Ea RONS eas fees, sedate Habe ae en rlelon con este tema destacerd inevitablemente su irénica explosién de las relaclones fentre las intenciones humanas y sus conseeuencias histéricas. ELEMENTOS HISTORICOS 155 evacuacién por parte de las Iglesias cristianas de reas que previamente estuvieron bajo su control e influencia —por ejemplo, la separacién entre Iglesia y Estado, la expropia~ cidn de los bienes eclesiales inmuebles 0 la emancipacién de la educacién con relaci6n a Ja tutela de la Iglesia, Sin en- bargo, cuando hablamos de simbolos y de cultura, implica- mos que la secularizacién es algo mas que un proceso socio- estructural. Afecta a la totalidad de la vida cultural e ideo- logica, y puede observarse en el declinar de los temas reli- giosos en las artes, en Ja filosofia, en la literatura, y sobre todo en el despertar de la ciencia como una perspectiva res- pecto al mundo, auténoma y eminentemente secular. Ade- més, presuponemos que el proceso de secularizacién tiene también su vertiente subjetiva. Igual que existe una secula- rizacién de la sociedad y de la cultura, existe también una secularizacién de las conciencias. Blo significa simplemente que el Occidente moderno esté produciendo incesantemente una cantidad de individuos que miran al mundo y a sus pro- pias vidas sin prevalecerse de las interpretaciones religiosas. Aunque la secularizacién puede ser considerada como un fenémeno global de las sociedades modernas, no se halla uni- formemente distribuida entre ellas. Los diferentes grupos de poblacién que por ella han sido afectados lo han sido en distintos grados (7). Asf, se ha podido observar que, por (7) Probablemente la mayor cantidad de datos sobre 1a diferenclacién social de la identificaciGn religiosa es la recogida por Gabriel Lelires ‘aquellos otros (generalmente socl6logos.eatélicos) que han Seguido sus méto- es. Cf. sus tudes de sociologie religieuse (Paris, Presses Universitaires de France. 1955). También mile Pin, Pratigue relloteuse et classes soctales (Paris Spes, 1956) y F. A. Isombert, Christianisme et clasee owvriére (Tournal, Ca fterman, 196i). Las obras de Joseph Fichter, comensando por Southern Parish (Chicago, Chicago University Press, 1051), réflejan ‘una orientacin muy similar etro de'la sociologia catélica norteamericana. (Un bro de Fichter traducldo al castellano ¢s Sociologia (Barcelona, Herder, 1964). El libro clisico que treta ela problematica general de 1a cociologia de la retigién en Norteamérica es el de Richard Niebuhr, The Social Sources of Denominationalism (New York, Hilt, 1925), que a su vez estimulé gran nimero de estudios sobre casos em: piricos. Un eJemplo reciente ex el de N, J. Demerath, Sociat Class in Ameri

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