Вы находитесь на странице: 1из 54

UNA

N
U NEC
CESAR
RIA CRÍT
TICA
A EN TOR
RNO A
LA CUE
ESTIÓ
ÓN DDE G
GÉNEERO

Vienntos de
d Octuubre
ÍNDICE

 P REFACIO A LA PUBLICACIÓN ………………………………………………………………………1


 I NTRODUCCIÓN ………………………………………………………………………………………14

 O RIGEN CLASISTA DE LA OPRESIÓN DE LA MUJER : LA CUESTIÓN DEL


PATRIARCADO …………………………………………………………………………………….….15

 A SPECTOS REACCIONARIOS DE LA L ÍNEA DE RECONSTITUCIÓN ……………………….…20

 M ARXISMO Y F EMINISMO ………………………………………………………….…………..... 25

 E L FEMINISMO QUE VIENE … DE LA MANO DE LA BURGUESÍA ……………………………..31

 V IOLENCIA PATRIARCAL FRENTE A VIOLENCIA DOMÉSTICA ………………………………41

 B REVEMENTE ALREDEDOR DE LA NORMATIVIDAD Y LIBERTAD SEXO ‐


AFECTIVA ……………………………………………………………………………………………..47

 C ONCLUSIÓN ………………………………………………………………………………………….50
PREFACIO A LA PUBLICACIÓN

Mis camaradas de partido, nos inculparon, a mí y a mis correligionarias, de ser «feministas» y conceder excesiva
importancia a nuestros asuntos de mujeres. En aquella época aún no sabían valorar en absoluto el extraordinario
papel que les correspondía a las trabajadoras, a las mujeres económicamente independientes, en la lucha política.

Autobiografía de una mujer emancipada; Aleksandra Kollontai.

Sólo a través de la superación dialéctica del pensamiento dominante en la sociedad actual podrá triunfar la
ideología del proletariado. Para ello, la vanguardia deberá abordar en profundidad el estudio y análisis de
lo más granado del saber contemporáneo y someterlo a la crítica más feroz, bajo el rigor científico más
absoluto y en dura lucha ideológica con las concepciones burguesas que medran en su propio seno.–…– La
conformación de tal vanguardia ideológica superará tal situación destruyendo las concepciones burguesas
que el oportunismo y el revisionismo ha inyectado en su pensamiento y su práctica política, lo que viene a
significar que tendrá que desenvolverse bajo la lucha de dos líneas, hasta derrotar dichos errores y
desviaciones. Pero esto tendrá lugar en estrecha conexión con la crítica de la ideología burguesa y la
superación ideológica y política de la experiencia anterior revolucionaria, o sea, reconstituyendo la
ideología del proletariado. Por tanto, la construcción de la vanguardia ideológica sólo podrá tener lugar
como un proceso indisolublemente unido a la reconstitución ideológica del comunismo. Un proceso en el
que, al mismo tiempo, ira tomando forma la elaboración de la línea política del Partido, que es el primer
acercamiento de la ideología a las condiciones generales, pero actuales, de la revolución. La lucha de dos
líneas es la expresión teórica de la lucha de clases y debe ser resuelta como tal. Esta lucha, sin embargo, es
importante que se comprenda como un proceso de elevación dialéctica, lo que conduce a la consideración
del resto de los destacamentos y miembros de la vanguardia como sujetos de la reconstitución y no como
simples objetos portadores de concepciones erróneas que destruir. El verdadero objetivo de la lucha de
líneas es el de derrotar los elementos y concepciones oportunistas y revisionistas que bloquean o destruyen
el proceso revolucionario, y no el de vencer unas organizaciones a otras buscando la preeminencia política
en una lid de carácter burgués. Por ello no es correcta, sino condenable, la actitud de quienes se niegan a
la lucha ideológica y la consideran una agresión hacia el movimiento. La rechazan por miedo a reconocer
sus propios errores y por comodidad con unas posiciones establecidas, aunque no conduzcan a la verdad,
aunque la experiencia diaria muestre su fracaso.

¡Hacia la vanguardia proletaria!; MAI.

Por el contrario, precisamente los últimos tiempos se han distinguido –como predijo hace ya mucho Axelrod a los
"economistas"– por una reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas. En estas condiciones,
un error "sin importancia" a primera vista puede tener las más tristes consecuencias, y sólo gente miope puede
considerar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la
consolidación de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa durante muchísimos
años.

¿Qué hacer?; V. I. Lenin.

1
La primera gran ola de revoluciones proletarias iniciadas con el hito histórico que supuso Octubre, entendido
como el primer jaque a la burguesía y su dominación capitalista, supone un punto de inflexión en el avance
dialéctico de la sociedad hacia el comunismo. Este primer envite del proletariado hacia la superación de la vieja
sociedad y sus determinaciones que constriñen el desenvolvimiento de lo real, representa las cotas más altas de
ruptura y génesis de la nueva sociedad autoconsciente. Si bien es cierto que mucho camino le queda aún por
recorrer a la vanguardia en su tarea de sintetizar toda esta praxis histórica que se presenta como el material
sobre el que edificar el nuevo despliegue revolucionario universal, la perspectiva superior –no en un sentido
elitista, sino histórico‐dialéctico– que nos otorga la clausura del viejo ciclo nos permite extraer lecciones para
con el desarrollo del marxismo‐leninismo entendido en tanto que cosmovisión revolucionaria; esto es, para con
las necesidades objetivas que la debacle del Ciclo de Octubre impone, en correlación con el propio estadio de
desarrollo de la vanguardia.

Una de estas lecciones, corroborada por la praxis pretérita del proletariado en sus límites intrínsecos, viene a
ser la importancia crucial de la lucha de dos líneas, como momento propio de la lucha de clases y no en forma
de apreciación intelectual esporádica o “escollo” en la conformación de los Partidos, para la futura construcción
del comunismo. Y buena cuenta de ello ofrece el desarrollo del Movimiento Comunista Internacional durante el
Ciclo de Octubre, siendo esta una de sus tradiciones –si bien ocasionalmente desmerecida y desde luego
limitada– fundamentales. La superación de las limitaciones del marxismo “ortodoxo” propio de la inmadurez de
sus primeras formulaciones, ancladas en el determinismo mecanicista del materialismo vulgar, conlleva situar
en su justa significación la acción consciente del sujeto de vanguardia, que se despliega para sí como unidad
contradictoria en devenir. La consciencia, la subjetividad revolucionaria y las condiciones subjetivas en tanto
que universal‐concreto juegan un papel esencial para rearticular nuevamente el movimiento comunista que
barra definitivamente con el capitalismo, más teniendo en cuenta el estado de derrota inapelable, la
disgregación ideológica de la vanguardia y la pérdida de referencialidad del marxismo‐leninismo legado tras la
derrota del comunismo. Ya no basta con aguardar pacientemente al estallido espontáneo insurreccional fruto
de las crisis sistémicas del capital, no es posible augurar el colapso inmediato del capitalismo subsumido en sus
propias lógicas de autorreproducción del que los comunistas tan solo han de prepararse como espectadores
externos que intervienen en el momento justo para tomar las riendas de un desarrollo social que, por lo demás,
aparenta ser lineal. Los viejos paradigmas y las preconfiguraciones del marxismo que hegemonizaron el viejo
ciclo, entendiendo este en su necesaria y limitada historicidad, caen de la mano de la derrota del proletariado, y
es este en su proyección como sujeto histórico revolucionario el que lo desvela; su praxis. Ya no es viable, pues,
el reconocimiento general y al unísono en torno a unas 21 condiciones aceptadas de manera mecánica para dar
génesis, sobre todo en su expresión más inmediata en lo orgánico, al Partido Comunista. El Partido Comunista,
así como la revolución y el propio comunismo asimilado como estadio social superior libre de determinaciones
clasistas, son un producto indisolublemente ligado a la autoconsciencia del proletariado, a la ideología proletaria
en pugna continua con su contrario. La lucha de dos líneas como cristalización de los intereses de clase
antagónicos inherentes al capitalismo es un momento orgánico, interno, parte constitutiva misma de la propia
ideología proletaria, inconcebible al margen de la crítica superadora de la burguesía, mediante la cual enlaza su
depositaria –la vanguardia marxista‐leninista– con sus masas a través de todo un entramado de mediaciones y
vínculos políticos y orgánicos –Partido Comunista como relación social objetiva– que van dando génesis a la
transformación de las viejas formas capitalistas en pos de la dictadura del proletariado. En pocas palabras: sin
ideología proletaria como totalidad coherente y en su validez universal aplicada en lo concreto, el comunismo
no podrá ser siquiera una lejana ensoñación.

La lucha de dos líneas se fundamenta en la defensa de los principios esenciales del marxismo en el
transcurso de la polémica en concreto. Se trata, entonces, del deslinde de campos como aspecto principal. La
experiencia que el viejo ciclo pone a disposición de la vanguardia nos muestra que históricamente la
línea proletaria parte de una minoría. No se trata, pues, de cantidad, de acumulación formal de militantes/
simpatizantes cuyo máximo potencial sería corear al unísono unas consignas que les son dadas de forma
extrínseca a su propia constitución en militante –pues ello es un proceso dialéctico de elevación y maduración,
no un status “jurídico” en términos de afiliación–. El punto de partida se encuentra en la cualidad, en la
capacidad subjetiva, ideológica, puesta al descubierto a través de la defensa de los principios antes mentada,

2
para transformar la realidad objetiva en unidad dialéctica, como aspectos mutuamente determinados. Se trata,
de tal forma, de disponer de las mediaciones ideológicas y políticas para subvertir tal situación minoritaria de
partida, pues es la defensa de los principios en el transcurso de la lucha de dos líneas la que permite ir cimentando
las bases de la ulterior referencialidad revolucionaria en el seno de la vanguardia. Será esta férrea defensa la
que posibilite la elevación de cada vez más amplios sectores de vanguardia, no en calidad de meros
espectadores del proceso, sino como partícipes directos del proceso revolucionario, asumiendo y
cumplimentando las tareas que la situación objetiva imprimen a la vanguardia.

Pretendiendo recoger dicha fructífera tradición de nuestro movimiento que es la lucha de dos líneas,
presentamos a continuación este documento al conjunto de la vanguardia. Asimismo, y habida cuenta de los
derroteros que se han visto en la confrontación en el seno del Movimiento por la Reconstitución, hemos creído
oportuno ampliar su contenido inicial por dos cuestiones esencialmente. La primera, y a modo de autocrítica,
para evidenciar nuestras propias carencias y las limitaciones de las que partíamos en un comienzo a la hora de
enfocar la polémica. La segunda es debida al cariz que ha venido tomando la lucha de dos líneas y cómo esta se
ha ido progresivamente empantanando, dificultando la comprensión de los términos del debate no solo para
terceros, sino para el propio Movimiento por la Reconstitución; además de la necesidad de explicar ciertas
cuestiones esenciales de la propia polémica para su justa y correcta consideración.

Sin más dilación, presentamos a continuación al conjunto de la vanguardia el documento subsiguiente tal cual
fue enviado originalmente a los destacamentos que se reconocían en la Línea de Reconstitución, sin alterar su
contenido original –únicamente modificando el precario formato empleado–, pero poniendo al descubierto y
profundizando en algunas limitaciones evidentes que subyacían en nuestras posiciones allá por el comienzo de
la polémica. Este es el motivo de la inclusión de notas extra –resaltadas en color rojo–, y no la eliminación y
sustitución de las carencias originales: poner al descubierto estas para que se pueda comprobar el sentido del
avance en la polémica.

***

Para comenzar, y quizás lo menos obvio para aquellos camaradas que estén tomando contacto con la polémica
de primera mano recientemente, conviene hacer un pequeño y sucinto comentario respecto al porqué de que
este documento no fuese publicado en un principio, y a los motivos que nos empujan en la actualidad a su
defensa y consecuente publicación. Sin entrar en detalles, Vientos de Octubre se encontraba en un
relativamente avanzado proceso de acercamiento político al Comité por la Reconstitución cuando se empezó a
desencadenar la polémica en torno a las desviaciones de la Línea de Reconstitución respecto a la cuestión de
género, durante el 2016. Si bien el destacamento había compartido opiniones de forma extraoficial con
representantes del Comité –antes incluso de que la polémica llegase a sus puntos más álgidos–, y teniendo en
cuenta la necesidad de profundizar en la problemática –sobre esto sí que incidiremos a continuación–, el
destacamento se propone en un primer momento hacer llegar de forma breve sus discrepancias al Comité. Sin
embargo, las contradicciones comienzan a desarrollarse, fruto de las continuas muestras de reacción a través
de la agitación y propaganda por parte de algunos voceros del Comité, y reforzadas por la toma de conciencia
respecto a un hecho –que más tarde hemos podido identificar como tendencial y no aislado en su significación–
que se menta en la presente crítica: la intención de hacer partícipe de Vientos de Octubre a un maltratador –ver
página 23– como mediación para incorporarle al Movimiento por la Reconstitución ante intentonas fracasadas
anteriores. Todo ello nos coloca como destacamento en la ineludible posición de revolucionar la contradicción,
a través de su enfrentamiento franco y sin ambages, lo que dio lugar a la redacción de una crítica más extensa y
a su envío a todos los destacamentos que asumían la Línea de Reconstitución.

¿Qué es, pues, lo que nos lleva a publicar ahora el documento? La imposibilidad manifiesta de proseguir la lucha
de dos líneas bajo las maneras en las que esta se estaba desarrollando, de forma velada y sembrando confusión
en el seno de la vanguardia, en vez de suponer una mediación para el avance en la rearticulación del referente
de vanguardia marxista‐leninista en conjunción con la elevación de aquellos sectores que subsidiariamente
pueden verse influenciados por la lucha de dos líneas. El completo despojo del contenido esencial de la lucha de

3
dos líneas –el deslinde de campos– y la necesidad de avanzar en la superación de la línea burguesa imprimen
sin más dilación la tarea de enfrentar la polémica acorde con su contenido y su trascendencia política, para que
los elementos de juicio se ajusten a la realidad. En un primer momento pecamos de liberales por pretender
encerrar la lucha de dos líneas en lo “privado”, tan solo expuesta de forma tímida y poco concreta mediante
canales extraoficiales. Pese a la posterior dureza con la que se hayan podido desarrollar los debates entre
representantes de ambas organizaciones, nuestra actitud inicial suponía una conciliación velada al no saber
enfrentar y dirigir correctamente la polémica –a pesar del envío del documento en un primer momento al
conjunto del Movimiento por la Reconstitución–. Como añadido, cierto es también que esperábamos en primera
instancia, allá por el 2016, una actitud frente a la lucha de dos líneas diametralmente opuesta a la que hemos
recibido hasta la fecha por parte del sector más derechista de la Línea de Reconstitución, quizás por simple
ingenuidad, o por falta de altura de miras política por nuestra parte. Ello quizás sea debido a la “osadía” por
nuestra parte de exponer de manera franca la existencia de unas desviaciones en el seno del Movimiento por la
Reconstitución y de llamar a las cosas por su nombre: derechistas. Si bien se puede entrar a debatir lo oportuno
o no de tal denominación –qué duda cabe que nosotros la consideramos como una triste evidencia y que se está
demostrando correcta conforme ha avanzado la lucha de dos líneas–, lo que debiera resultar inadmisible para
cualquier comunista que se proponga estar a la altura de las necesidades que se desvelan a la vanguardia para
rearticular el proyecto revolucionario, es enturbiar el deslinde de campos ante una exposición franca de
principios.

Siguiendo con la autocrítica, y previo paso a comenzar a profundizar en las aclaraciones necesarias en torno a
la polémica, cabe destacar varias limitaciones más en las que incurrimos. En primer lugar, relativo a la cuestión
del balance como mediación para la conquista ideológica de la vanguardia, se aprecia una nula exposición y
profundización en su importancia y su concretización en el documento original; si bien es cierto que no era el
objeto del texto, no queda por ello exento de –auto–crítica por las desviaciones a las que abre la puerta.
Podemos dar a entender en algunos pasajes que el desarrollo del marxismo acerca de la problemática de la que
se trata pasa por el estudio concreto y profundo de cada corriente del feminismo por encima del balance –pese
a que no sea la postura que defendemos y se explique correctamente en otros lugares del mismo documento–,
obviando que la necesaria confrontación y deslinde de campos con las teorías que pugnan por la hegemonía en
el seno de la clase se tiene que desplegar desde los principios proletarios en tanto que práctica social
sintetizada, por lo que el balance se torna en mediación principal y representa el carácter fundamental de las
tareas que atañen a la vanguardia comunista. Balance y lucha de dos líneas son dos momentos orgánicamente
ligados, inconcebibles el uno externo al otro, siendo partes consustanciales del mismo proceso de
reconstitución ideológica del comunismo.

Conviene incidir, para continuar con la autocrítica, en la postura respecto al feminismo que se expresa a lo largo
del documento. Pese a que el aluvión de acusaciones –“centristas” e incluso “feministas” propiamente, etc.– que
se han ido vertiendo por canales extraoficiales contra los defensores de la línea expuesta en nuestro documento
son producto de un desconocimiento total de la trascendencia de la misma, sí que tienen su razón de ser en una
deficiencia por nuestra parte: la vacilación que se deja entrever en algunos momentos del documento respecto
a la crítica contra el feminismo. Tan innegable como que, para todo aquel que emprenda una lectura meditada
del documento, nos hemos posicionado resueltamente contrarios a los postulados que abogan por el feminismo
de clase o cualquier variante al uso, lo es que en ciertos momentos damos pie a la conciliación con el ala
izquierda del feminismo. No obstante, este hecho hay que comprenderlo en su contexto: el documento no se
propone realizar una crítica integral al feminismo como aspecto principal del mismo, no es un texto dirigido a la
vanguardia teórica feminista. El sentido político del mismo, donde encuentra su sustantividad, es en el deslinde
de campos con la línea derechista en el seno del Movimiento por la Reconstitución, en confrontar las desviaciones
existentes y poner al descubierto las tendencias misóginas tomadas acríticamente –no pocas veces debido al
simple desconocimiento– por los propios militantes de la Línea de Reconstitución. Esta es la razón por la que
no se sistematiza ni se profundiza en una crítica al feminismo –aunque esta recorre de principio a fin todo el
texto–, sino que se toma como necesario punto de partida los principios básicos del marxismo en torno a tan
compleja problemática, pues la posición táctica del escrito es la lucha de dos líneas como mediación para

4
superar una línea política revisionista que se enarbola como condición de sustento del Comité por la
Reconstitución, sobre lo cual más adelante se incidirá. Se trata, pues, de trazar las bases fundamentales para
colocarse en trinchera proletaria ante la ulterior necesidad de concretizar la línea política y el programa de la
revolución que permitan a la vanguardia dar respuestas y solventar las problemáticas que se derivan de la
contradicción de género, a medida que avance el proceso de reconstitución y se genere, no como posibilidad
sino como acto, el movimiento revolucionario de nuevo tipo. Es el deslinde de campos respecto a las
desviaciones internas lo que se desvela como esencial de la crítica y de forma consciente, pues es esto lo que
permite ir avanzando en la rearticulación del referente de vanguardia marxista‐leninista.

Tal posición táctica del escrito, acorde con las tareas que nos imprime la dispersión ideológica de la vanguardia
y la hegemonía del revisionismo, fue aplicada de forma limitada en un primer momento, pues la ausencia de
dicha sistematización en la crítica contra el feminismo supuso la permisibilidad para con la conciliación con
este ante las muestras más descarnada de misoginia por parte de la línea de derecha. Sendas muestras de ello
las encontramos en la incongruencia que se presenta a la hora de exponer una crítica unitaria a las teorías del
patriarcado, llegando a rechazar el dualismo sistémico –base de la mayoría de corrientes del feminismo– pero
estirando el concepto patriarcado, únicamente “adaptándolo” , manteniendo sus implicaciones políticas; lo cual
conduce a un callejón sin salida. Pero, sobre todo, estas limitaciones se expresan en el respaldo velado al ala
izquierda del feminismo que se puede desprender de nuestras argumentaciones, y que implica de suyo sustituir
el marxismo como cosmovisión integral y totalizadora del proletariado por el interclasismo burgués, pese a que
no sea de forma intencionada ni parte de nuestra línea política.

Todo ello, entre otras cosas, viene reflejado como parte de la autocrítica en las notas extra que anteriormente
se referenciaban, por lo que procederemos a exponer de forma clara varias cuestiones de relevancia política y
que ayudan a concebir en su plena significación el presente documento, su importancia y hacia dónde apunta.

Para comenzar, se tornan necesarios unos breves apuntes en torno al papel de la unidad de los comunistas y
la concepción leninista de ello –que es la nuestra, asimismo–, habida cuenta de que ello ha venido siendo
utilizado como arma arrojadiza contra Vientos de Octubre en el transcurso de las polémicas, en relación a la
conformación del Comité por la Reconstitución como entidad orgánica superior respecto a la dispersión inicial
de los círculos adscritos a la Línea de Reconstitución. Vaya por delante que en ningún momento, ni Vientos de
Octubre ni ninguno de sus militantes, se ha manifestado en contra de los pasos hacia adelante que se han
venido dando desde la Línea de Reconstitución, también en lo orgánico. Y, para ello, basta con atender al correo
mediante el cual se hizo llegar el texto original al conjunto de los destacamentos de la Línea de Reconstitución,
que reproducimos lo esencial a continuación:

Sin embargo, visto el desarrollo de los acontecimientos respecto a la lucha de líneas desarrollada en redes sociales
que ponían en primer plano una serie de limitaciones de la LR respecto a la cuestión de género, desde Vientos de
Octubre se ha decidido primar la lucha ideológica en vistas a una superación de dichas limitaciones, en
busca de una unidad desde un punto cualitativamente superior, por lo que ha resultado necesario
extendernos un poco más de lo concebido en un primer momento.

Aprovechamos también para dar a conocer este correo como vía de comunicación al resto de destacamentos que
desarrollan su trabajo fuera del marco geográfico de actuación de Vientos de Octubre.

¡Saludos revolucionarios, camaradas!

Tales eran los propósitos, y tal era, es y seguirá siendo la postura de Vientos de Octubre frente a la unidad
comunista. Nuestra intención no fue en ningún momento destructiva, como así se ha venido enarbolando por
parte del sector más enconadamente derechista. Ello, por supuesto, no implica ningún tipo de medias tintas a la
hora de enfrentar el debate, pues sería diluir la importancia del mismo, así como llevaría parejo una actitud
deshonesta por nuestra parte al ocultar nuestras posiciones. Asimismo, esta concepción de la lucha de dos
líneas conlleva inevitablemente la tendencia hacia el dogmatismo y su consecuencia directa de “cerrar filas”, tal
como se ha venido haciendo, en lugar de atender al contenido de nuestra crítica y a la superación de las

5
limitaciones. Se ha venido dando primacía a lo aparente y superficial, en lugar de incidir en la esencia de la
situación.

Es un completo absurdo plantear el contenido de la crítica y su proyección política para con el Movimiento por
la Reconstitución en clave de “barrer con todo lo hecho hasta ahora”, cuyo resultado viene dando lugar al
Comité. La pretensión de que Vientos de Octubre, por criticar un organicismo tendencial que ha venido siendo
expuesto hasta ahora por parte del derechismo, obvie todo el recorrido y la lucha de dos líneas que ha ido
desarrollando la Línea de Reconstitución hasta la fecha responde a, o bien simple incomprensión de lo
elemental del asunto, o a voluntad de desnaturalizar el debate. Es precisamente el recoger esa rica tradición y
experiencia en la lucha de dos líneas por parte de la Línea de Reconstitución lo que nos impulsa a identificar el
problema que parece suponer a los representantes del Comité nuestra voluntad, fruto de una necesidad
inexorable, de proseguir con el deslinde de campos como requisito para la construcción de la vanguardia. Por
supuesto que somos conscientes de todo el esfuerzo y los años de trabajo que se encuentran tras la
cristalización del Comité por la Reconstitución, pero bajar la guardia y sustituir la lucha de dos líneas por la
conciliación es servir el fracaso de la revolución en bandeja de plata antes incluso de que esta se llegue a gestar.
Y de nuevo Octubre y su implacable recorrido hacia su liquidación dan muestra inequívoca de ello.

La lucha de dos líneas seguirá mediando el avance de las nuevas ideas en su pugna contra las viejas hasta el
comunismo, pues esta no puede ser entendida en sus ricas determinaciones si la reducimos al voluntarismo de
la metodología subjetivista, en lugar de comprenderla como momento concreto de la lucha de clases vinculado
al desarrollo consciente del sujeto revolucionario. Entender que por el hecho de que se tenga un recorrido
determinado, o una tradición de lucha que precede a una entidad orgánica como cristalización de la ideología,
se deba desmerecer la confrontación ideológica ante la evidencia de las limitaciones y los impedimentos para la
construcción de la vanguardia, da como resultado cualesquiera de las archiconocidas propuestas de “unidad de
los comunistas” del revisionismo. Y esto va más allá de que las intenciones sean tales o no, pues aun siendo de
forma velada, la condena a la revolución implica las mismas fatales consecuencias para el proletariado. La
unidad, contra la cual –por si las dudas– no estamos arremetiendo, se ha de construir como momento procesual
en base a la ideología, que permite destilar una línea política concreta y la cual articula la táctica‐plan acorde a
las necesidades del momento. El nudo gordiano de la reconstitución se encuentra en concebir la construcción
de la vanguardia como proceso mediado por la elevación del marxismo‐leninismo a través de la lucha de dos
líneas, pues de lo que se trata es de resituar al marxismo‐leninismo como ideología de vanguardia a través de su
autosuperación, del balance de la praxis histórica de la clase. Tal es la forma en la que la vanguardia es
conquistada para la revolución: mediante la demostración del marxismo como única ideología revolucionaria,
capaz de emancipar a la humanidad de toda forma de opresión; y no mediante la asunción formal de tal o cual
propuesta de mínimos, línea de trabajo practicista o líneas políticas tomadas de forma dogmática. La unidad
tampoco puede ser proclamada de forma unilateral, lo cual implica de nuevo entender las vinculaciones
orgánicas por encima, previas e incluso independientemente de los vínculos ideológicos y políticos. Son estos
últimos los que se desarrollan y cristalizan en las formas orgánicas revolucionarias, los que articulan y
permiten a la vanguardia desenvolverse hacia la revolución. Todo ello podría resumirse a través del
antagonismo clásico entre el marxismo‐leninismo y el revisionismo: consciencia frente a espontaneidad.

Sin momento previo de deslinde de campos, no puede cristalizar unidad comunista revolucionaria. “Previo” en
sentido explicativo, si se quiere realizar un recorrido temporal del proceso –lo que no escapa al reduccionismo–
, pues este deslinde de campos no es un momento aparte de la conformación de la unidad comunista, sino que
es parte misma de esta génesis. Es una mediación necesaria como momento orgánico que se desvanece en el
proceso como totalidad articulada en base al antagonismo, al autodinamismo. Se trata de incidir, pues, en
aquello que ideológicamente nos separa para superarlo; en lugar de obviarlo dando primacía al masismo y a la
inmediatez de la organización, de lo dado.

Para conformar el núcleo dirigente del proceso de construcción partidaria, hay que partir de la asimilación
consciente de los principios elementales del marxismo‐leninismo. Este es, pues, su concretización, la forma en
la que se materializa la ideología proletaria y desde donde parte todo el conjunto de mediaciones en el proceso

6
de mutuotransformación dialéctica vanguardia‐masas. Por lo tanto, en el proceso de conformación de ese
organismo prepartidario en el que nos encontramos, partir de los principios resulta vital; de lo contrario,
simplemente no hay proceso alguno. La lucha de dos líneas adquiere carácter principal en tanto que permite
demostrar la validez revolucionaria de los planteamientos en la práctica, permite avanzar de tal manera hacia
la conformación del organismo prepartidario.

Entonces, ¿contra qué se manifiesta Vientos de Octubre? Por un lado, precisamente contra los paso atrás que se
vienen constatando en torno a la problemática conceptual de la unidad comunista. Por otro, en oposición
decidida a la línea política revisionista y misógina que actualmente se enarbola, sobre lo que nos detendremos
seguidamente.

La tendencia hacia el organicismo por encima de la lucha de dos líneas se manifiesta de varias formas. En
relación con lo expuesto, se ha llegado incluso a concebir la lucha de dos líneas como una “amenaza” con
voluntad fraccionalista e izquierdista. No, camaradas; la amenaza es, y no solo para el Movimiento por la
Reconstitución sino para la revolución en su conjunto, el seguir manteniendo posiciones reaccionarias incluso a
sabiendas de su contenido de clase. La amenaza la representa la conciliación y el auspicio bajo fraseología
pseudorrevolucionaria de líneas políticas burguesas. La condena al avance del comunismo viene de la mano de
los que pretenden trazar las bases generales del marxismo para con una expresión particular de opresión de
clase, como es la opresión de género, destruyendo la coherencia interna revolcionaria de la línea proletaria,
fomentando por activa y por pasiva las formas en las que esta se concretiza, y renunciando a su tratamiento
desde el marxismo revolucionario como cosmovisión totalizadora. La liquidación de la iniciativa del
proletariado revolucionario se da al poner en primer plano la unidad orgánica por encima de los principios,
llegando incluso a ser tachada de fraccionalista la defensa coherente de la Línea de Reconstitución, al más puro
estilo del revisionismo “ortodoxo”. Y no, no se trata de una disputa pueril por ver quién representa la
“verdadera Línea de Reconstitución”, como se ha pretendido hacer pasar en alguna ocasión, poniendo más
absurdo empeño en proclamar a los cuatro vientos que no hay dos líneas en el seno del Movimiento por la
Reconstitución que en la crítica y la autocrítica. Este proceder exactamente igual de reaccionario en su
contenido, pese a su distinta envoltura, que el revisionismo “ortodoxo”, únicamente puede servir de
autoconsuelo y de refuerzo para la línea burguesa. Se trata de poner en primer plano los principios generales
del m‐l en todos los frentes esenciales para la revolución, para poder ir solventando las tareas de construcción de
la vanguardia, Balance y lucha de dos líneas mediante. Tanto es así que se ha llegado a censurar el hecho de que
militantes de Vientos de Octubre compartiesen textos de la Línea de Reconstitución –¡como si defendiésemos y
aplicásemos otra cosa, para desgracia de nuestros detractores!–, al más puro estilo burgués de reclamar una
suerte de “propiedad intelectual” en torno a la producción teórica, la cual no pertenecen a las siglas desde las
que se expida, ni mucho menos a la individualidad como figura de intelectual burgués, sino a la clase.

Llegados a tal punto, compete mencionar el carácter de fondo y la imposibilidad de rearticular el referente
de vanguardia marxista‐leninista enarbolando una línea política burguesa.

Si entendemos que, efectivamente, el tratamiento particular de la contradicción de género y la opresión de la


mujer no compete en el presente momento, en tanto que nos encontramos aún en el proceso de conformación
de la línea general de la revolución proletaria, ¿por qué ponemos el foco en esta polémica? ¿Cómo es posible
“hacer balance de la opresión de la mujer sin balance del propio marxismo‐leninismo”? En primer lugar, cabe
aclarar que, de forma consciente, el documento que enarbolamos ni realiza de facto ni era su intención tácita
elaborar un balance o desarrollo profundo e inmediato respecto a la problemática, pues las limitaciones
históricas que determinan el devenir del marxismo tras la caída del Ciclo de Octubre lo impiden. No es posible
concretizar la profundización y ulterior articulación política al respecto de la opresión de la mujer y la
contradicción de género independientemente de la superación de las limitaciones históricas que constriñen al
marxismo, al margen del balance de la praxis histórica del proletariado, pues esta problemática es una
expresión particular de la totalidad burguesa contra la que se enfrenta el comunismo. Tal como se expone en la
propia crítica y anteriormente concretábamos, su significación estriba en el deslinde de campos como
mediación para que los preceptos generales a la hora de esgrimir posicionamientos políticos sobre tal forma de

7
opresión se encuentren en plena concordancia con la ideología proletaria. Y es justo esto lo que reivindicamos:
la necesidad de la defensa general del marxismo revolucionario en todos los frentes en los que se pronuncie la
vanguardia comunista.

Y aquí encontramos realmente la clave de la disputa, que da al traste también con las manidas acusaciones de
“espontaneísmo teórico” por nuestra parte. Toda esta voluntad de crítica no se debe a las apetencias subjetivas
en incidir en la opresión de género, ni por el creciente empuje del movimiento espontáneo feminista, ni por la
voluntad de recoger de forma inmediata a las masas que se encuadran en tal movimiento, a través del descenso
hacia estas formas espontáneas de articulación política. Si bien es cierto que sin un tratamiento adecuado de la
cuestión, en función siempre de la necesaria planificación, será imposible ir dando respuestas cada vez más
concretas desde el marxismo a la cuestión de género y la opresión de la mujer que permitan vincular a la
vanguardia con sus masas a través de su elevación y escisión frente al movimiento espontáneo, esto es un
proceso mediado que no compete en el momento presente. La necesidad de la crítica estriba, pues, en derrotar
una línea política que preconfigura el Comité por la Reconstitución y que había sido elaborada ni mucho menos
a petición nuestra, sino con gran anterioridad. Asimismo, se tornaba necesaria la ruptura con la agitación y
propaganda de principios burgueses que venía siendo desplegada de forma sistemática por representantes del
Comité, tampoco a causa de una inquietud subjetiva nuestra por incidir en la vanguardia teórica feminista. No
hemos sido nosotros quienes hemos plasmado una línea política y quienes hemos ido desplegando de forma
sistemática una actividad propagandística en torno al asunto. Nosotros, bien al contrario, hemos puesto el foco
en la necesidad de que tales cosas se realicen desde la cosmovisión proletaria, desde la defensa del marxismo
revolucionario.

La disgregación de la vanguardia se desprende de la propia liquidación del marxismo‐leninismo como ideología


de vanguardia; es decir, por la hegemonía que ostenta el revisionismo, debida a las limitaciones históricas
intrínsecas de la línea proletaria. Sería, pues, un sinsentido proseguir con la defensa acrítica de la línea
burguesa en el seno del Movimiento por la Reconstitución. Que “no sea el momento” de abordar tal cuestión no
implica una suerte de carta blanca para enarbolar cualquier posicionamiento burgués execrable en torno a ello.
No implica relegar la cuestión e incluso restarle importancia. El tratamiento de las limitaciones históricas del
marxismo respecto a la opresión de la mujer viene necesariamente mediado por el balance integral de la
experiencia que nos brinda Octubre, puesto que tal problemática es un momento particular de la totalidad
burguesa. Así fue concebido por Vientos de Octubre desde el comienzo, y buena cuenta de ello dará una lectura
atenta del documento subsiguiente. Ahora bien, ello no implica la imposibilidad de que las posiciones “de
mínimos” que se enarbolen sobre sobre la contradicción de género y la opresión de la mujer –más si cabe
teniendo en cuenta su carácter de línea política–, o sobre cualquier otro asunto, vayan siendo desplegadas
desde la cosmovisión proletaria, retomando el punto ideológico y político más álgido que muestra la lucha de
clases. Resultaría del todo injustificable y reaccionario a día de hoy, pretender trazar un posicionamiento,
siquiera general, acerca de la cuestión racial y colonial realizando sendas concesiones a la burguesía
imperialista y racista. Sería un ejercicio igualmente reaccionario pretender concretar un texto de línea política
para criticar la parcialidad de los movimientos antirracistas partiendo del propio racismo, sin combatirlo
resueltamente como expresión burguesa que es y contraponiéndolo a la independencia de la cosmovisión
proletaria. ¿Por qué entonces no se tiene la misma firmeza ideológica para la “cuestión de la mujer” –que, por
cierto, no consideramos casual tampoco que se reduzca de tal manera la problemática–?

El problema no reside en una falta de profundidad y desarrollo interno en el tratamiento de la cuestión como
aspecto principal, si bien es cierto que tal situación es más que obvia. Lo determinante es, pues, la posición de
clase de la que se parte a la hora de esgrimir una línea política en nombre de los primeros brotes hacia el
organismo prepartidario. No es un asunto de mera acumulación formal de conocimientos, o de progresión
intelectual y teoricista para sentar cátedra de una vez y para siempre, sino que es un problema de intereses de
clase, de líneas políticas en pugna, que son las que deben articular, como ya se ha explicado, la unidad de acción.
Hay que comprender, asimismo, que no se trata tampoco de simples detalles o “anécdotas”, ni tampoco de
pequeños desacuerdos tácticos ni de limitaciones propias –que también, pero no se reduce a ello– de la
historicidad de lo real. Se tratan de auténticas desviaciones, las cuales el desarrollo de la praxis histórica del

8
proletariado pone al descubierto como errores y permite subsanarlos habida cuenta del propio desarrollo de la
ideología proletaria, de la altura política que le corresponde a la vanguardia en función del momento histórico.

Creemos que no está de más, al hilo de lo referido, evidenciar el oportunismo en el que se están viendo
envueltos los correlatos directos de la presente crítica. Para cualquier camarada que venga siguiendo de cerca
la disputa, bien sea por canales extraoficiales, será una obviedad el cambio en las formas –pues ello no deja de
redundar en lo aparente– a la hora de desplegar la agitación y propaganda por parte de los representantes del
derechismo. Todo un conjunto de “casualidades”, como que ya no se comparta y se defienda con vehemencia El
feminismo que viene, que se hable incluso de contradicción y opresión de género pese a que este mismo texto lo
niega explícitamente, los intentos de sembrar la confusión entre ciertos sectores de vanguardia y el masismo
que se desprende de ello, las continuas intentonas de lavado de cara hablando incluso de machismo o misoginia
–lo cual también se llegó a negar como términos apropiados por representantes del derechismo–, etc. ; son
clara muestra del fruto del deslinde de campos. Ahora bien, las frases grandilocuentes y los posicionamientos
individuales y extraoficiales son puro oportunismo si no van estrechamente vinculados con la crítica y la
autocrítica. La misoginia hasta ahora plasmada como línea política es en absoluto incompatible con la
coherencia interna del marxismo‐leninismo, y tales movimientos que pretenden enmascarar este hecho
inapelable, solo puede servir de consuelo para conciliadores y reaccionarios enmascarados, o para la confusión
de elementos hasta el momento desorientados. No hay construcción de la vanguardia posible desde la
configuración de una línea política misógina, desde el dogmatismo y el despliegue deformado de la lucha de dos
líneas.

¿Qué sentido tiene “combatir la misoginia desde dentro” cuando se ha demostrado por activa y por pasiva la
falta absoluta de voluntad política para la autocrítica? ¿Cómo es posible plantear tareas en conjunto obviando la
discrepancia de principios en torno a la línea política revisionista que se enarbola? ¿Cómo se puede forjar la
rearticulación del referente de vanguardia marxista‐leninista sacrificando la independencia ideológica y
política del proletariado a la hora de trazar la línea política que la articula? Sin partir de la coherencia integral
de la cosmovisión proletaria para cimentar y desplegar la línea política, no hay conquista de la vanguardia para
la revolución posible. Vaya por delante que Vientos de Octubre proseguirá su actividad de elevación de cuadros
y profundización en el Balance de forma planificada, lo cual supondría simple teoricismo si tales tareas no
fuesen vinculadas con la necesidad de la construcción de la vanguardia mediada por la lucha de dos líneas. He
aquí una breve síntesis de la relevancia y justeza de la crítica revolucionaria aquí expuesta.

Algo fundamental sobre lo que también han versado las polémicas es acerca del concepto marxista de negación
de la negación, del salto cualitativo en el desenvolvimiento del desarrollo dialéctico. Ante lo cual, no está de
más realizar varios apuntes.

No se trata de partir a prior de lo “positivo” de las teorías burguesas, ni de identificar la unidad de los
contrarios con –al margen de, o por encima– la síntesis misma en el proceso dialéctico de resolución de las
contradicciones, pues la síntesis –negación de la negación– es el resultado de la lucha de contrarios. Se trata de
entender que la resolución revolucionaria, dialéctica, del antagonismo insoslayable e inherente a la
contradicción en tanto que tal no pasa por el rechazo mecánico, necesariamente apriorístico, del contrario en
pugna –lo cual implica ya de por sí una estrecha concepción metafísica de oposición de contrarios como
entidades “relativamente” independientes el uno del otro–, sino que estriba en la superación de la propia
contradicción; es decir, la revolucionarización de la unidad antagónica que cristaliza en el marxismo y su
contrario. Y esta resolución implica la mutuotransformación de los contrarios; de ahí que la superación de la
línea burguesa conlleve necesariamente el enriquecimiento del marxismo, su elevación; precisamente al
demostrarse como opción revolucionaria en el transcurso de la lucha. No se trata, pues, de blanquear las teorías
burguesas con las que el marxismo pugne, ni de remitirse a estas como aspecto principal para resolver los
propios problemas del marxismo, o de admitir las soluciones que se plantean de forma espontánea desde las
teorías ajenas a la cosmovisión proletaria. Tampoco se trata de hacer avanzar al marxismo colocando a este a
remolque de los postulados “rescatables” de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera, pues la condición
de desarrollo del marxismo se encuentra dentro de sí; concretamente en el proceso consciente de lucha de dos

9
líneas desplegado por la vanguardia para construir, desde su propia coherencia interna como cosmovisión, lo
nuevo rompiendo con lo viejo; es decir, mediante la lucha. Y es solo fruto de la insoslayable lucha de contrarios
como el marxismo es capaz de asimilar no ya sus propios preceptos –en clave de enriquecimiento–, sino la
potencialidad positiva que pueda tener o no la forma ideológica contra la que el marxismo parta. Es la propia
lucha la que dirime y concreta los posibles aportes o no aportes de las teorías burguesas; pero la contradicción
se resuelve siempre como aufhebung, como movimiento de lo inferior a lo superior y derrota de lo viejo, no
como negación mecánica y estática: Y es que no hay verdadera construcción de la vanguardia sin la interrelación
del marxismo‐leninismo con el resto de las corrientes teóricas que influyen sobre el proletariado, sin lucha
de dos líneas entre ambas y sin el proceso de transformación en virtud del cual el marxismo‐leninismo fagocita a
esas corrientes, es decir, las destruye asimilándolas, las supera incluyéndolas. En alemán, existe un verbo que
expresa a la perfección el sentido que queremos otorgar a esta acción: aufheben, que significa, al mismo tiempo,
elevar, suprimir y conservar. Entonces, las contradicciones entre el marxismo‐leninismo y las demás
corrientes teóricas irán resolviéndose sucesivamente como síntesis – Aufhebung , o, para decirlo en
lenguaje marxista, negación de la negación – en las que el marxismo‐leninismo se enriquecerá elevándose , al
mismo tiempo que suprime a esas corrientes derrotándolas políticamente y conserva lo que han podido aportar a
la reconstitución ideológica del comunismo. Al realizar esto, el marxismo‐leninismo va configurándose como
discurso teórico‐político –reconstitución ideológica– y se construye como movimiento de vanguardia. En esto
consiste su pugna por la hegemonía entre los sectores ideológicamente avanzados del proletariado. Es en el
desenvolvimiento de este proceso como el marxismo‐leninismo toma cuerpo y crece en todas las facetas –teórica,
política y organizativa– como vanguardia ideológica, en función de las necesidades prácticas del propio
movimiento de vanguardia, necesidades prácticas que, por cierto, no son sino las necesidades teóricas del
proletariado como movimiento revolucionario. –La nueva orientación en el camino de la reconstitución del
Partido Comunista; PCR–

No es posible entender la derrota política de las teorías burguesas sin el salto cualitativo que esta representa, y
este salto cualitativo –aufhebung– no viene determinado por si se “recogen” o no aportes provenientes de
dichas teorías, sino por la capacidad del marxismo para autodesarrollarse dando respuestas superiores,
capaces de vincularse con las necesidades revolucionarias. Implica, entonces, la conquista y el fortalecimiento de
una posición política, y no un mero cúmulo cuantitativo de conocimientos, y se concretiza en función de las
necesidades de la revolución articuladas en la táctica‐plan.

La iniciativa consciente del proceso recae en el propio marxismo‐leninismo y en su vanguardia como entidad en
la que cristaliza la ideología. Se trata, pues, de comprender que el marxismo no se desenvuelve en el vacío, sino
en lucha con su contrario, de la que necesariamente este extrae todo aquello que sea susceptible de aportar al
proceso de reconstitución –para el contexto que nos ocupa– precisamente a través de su superación, no a través
de la integración inmediata. La mezcolanza de principios de base antagónicos que abre la puerta al
interclasismo y al colaboracionismo burgués en el plano político nada tiene que ver con la negación de la
negación. El aspecto principal es pues, yendo a lo concreto, la derrota política y la superación ideológica de lo
viejo, la revolucionarización de la contradicción, pues la negación de la negación no es un proceder
unilateralmente subjetivo que se aplica tan solo a uno de los contrarios en pugna de forma arbitraria –
entendidos, tal es así, de forma externa como oposición metafísica–, sino que es la manera en la que la dialéctica
materialista resuelve la contradicción, cancela la unidad antagónica en pos de formas contradictorias ulteriores.
Sin superación no hay posibilidad alguna de asimilación, de síntesis, de salto cualitativo; pues esta es un
momento necesario de aquello.

No se trata de identificar, previa lucha de contrarios, los elementos que conformen la unidad ulterior –
mecanicista– entre marxismo y, para el caso que ha levantado controversia, feminismo; ni plantear su
doblenegación como necesidad inmediata, lo cual se deja meridianamente claro en el transcurso de la crítica. El
quid del asunto se encuentra en entender que el marxismo se autodesarrolla –el término no es gratuito– a
través de la lucha con su contrario y su resolución como negación de la negación –aufheben–. Es, entonces, el
resultado en el proceder subjetivo de la vanguardia en la lucha de dos líneas el que revela las posibles
aportaciones; en este sentido, la doblenegación es fruto de la lucha, y no a la inversa. No es posible identificar a

10
toda corriente contraria al marxismo como sujeto de asimilación, en el sentido de tener objetivamente algo que
aportar al proceso de reconstitución, y nunca se ha sostenido tal cosa –ver nota 36‐. Nosotros hemos planteado
en todo momento la imposibilidad de reconstituir el marxismo obviando la premisa básica de su desarrollo
contradictorio; de ahí la necesidad de aducir al proceso –tremendamente mal entendido y tergiversado– de
doblenegación, pero no hemos defendido en ningún momento algo así como un conglomerado artificial de
aportes burgueses aderezados con una pizca de marxismo, al margen de toda posibilidad siquiera de lucha.

Tampoco es comprensible, ni por supuesto compatible con el materialismo dialéctico, la posibilidad de que el
marxismo se proyecte en lucha desde la “conciencia vacía”, libre de toda determinación pretérita; esto es,
exenta de superar los límites de lo viejo. Esto es idealismo a todas luces, que conlleva por un lado concebir al
marxismo como una entidad eternamente idéntica a sí misma –es decir, inerte, inmóvil–, y la vanguardia
portadora de la consciencia como sujeto abstraído –y abstracto– de toda determinación burguesa contra la que,
se supone, pugna. Esto último nos conduce, o bien a concebir nuevamente que la vanguardia entra en la pugna
ideológica o política con su contrario de forma externa a su desenvolvimiento interno; esto es, como fruto de un
“desajuste” o contratiempo que habría de evitar, pues la contradicción es un escoyo formal a solventar, a modo
positivista, y no parte integrante, orgánica y universalmente determinada en su concreción del desarrollo de lo
real. O bien simple y llanamente que la vanguardia no entra en pugna –o no hay contrario, lo que es lo mismo–,
sino que pone y dispone a su antojo de forma continuista, espontánea, lineal, donde la acción consciente queda
sublimada, diluida, ante la pasividad del progreso político abstracto e inmediato.

La dialéctica es esencialmente negatividad, superadora sobre lo conservador. Pero es negatividad creadora, no


se limita a “barrer” con lo viejo –pese a que ello sea un momento necesario–, sino que se desarrolla sobre este,
contra este; donde lo nuevo se determina, se concreta y adquiere su significación a través de doblenegación, no
de la negación formal y apriorística. No hay destrucción sin creación, y viceversa. Son momentos que se
desenvuelven de forma interdependiente, como unidad de contrarios, desplegándose en su totalidad en función
del devenir, en este caso, de la aplicación consciente de la lucha de dos líneas. No se niega el momento
necesario de derrota ideológica y política del feminismo –ya que es de lo que se nos ha acusado, con mayor o
menor franqueza–, ni tampoco se postula el rescate de su “ala de izquierda” o su reformulación en base a sus
propios preceptos, lo cual resultará obvio para cualquier camarada honesto que se preste a leer el presente
documento. Lo que se está poniendo en la picota, en relación con la concepción de la dialéctica materialista, es
que esta “destrucción” del feminismo es inoperante si no se realiza desde y para la elevación del marxismo‐
leninismo; entendiendo que las ulteriores construcciones ideológicas y políticas fruto de la doblenegación son
necesariamente desarrolladas desde la propia superación de lo viejo, y no desde sí mismas –¿qué suerte de
negatividad creadora se estaría enarbolando si se da pie a la aparición de la Idea absoluta?–.

Para resumir, la posibilidad de que el marxismo efectivamente “extraiga” aportes de las teorías burguesas no se
presenta como fatalidad dada a priori, bajo palio del determinismo mecanicista, sino que viene mediada por la
lucha de contrarios. Este es el aspecto principal de la negación de la negación, o doblenegación, para la
dialéctica materialista: la resolución como síntesis superior de la lucha antagónica de contrarios. Si se ha hecho
hincapié en el momento de “conservación” del salto cualitativo, ha sido porque este venía siendo rechazado a
priori por parte, al menos, de ciertos representantes de la línea de derechas, lo cual implicaba dar al traste con
la dialéctica revolucionaria al desnaturalizar su esencia misma como negación de la negación y sustituir la
progresión en espiral del marxismo por el estaticismo y la linealidad.

El marxismo no discurre de forma autónoma a la hora de elaborar sus propios conceptos, sino que lo hace
tomando partido en el seno de la lucha de clases; necesariamente bajo –o a través– de la historicidad que le es
inherente. No se trata, pues, de construir un “lenguaje proletario”, sino de basar las concepciones del marxismo
en su propia independencia ideológica y política, lo que se sustantiva no por plantear la “novísima” palabra no
esgrimida por ninguna corriente burguesa –o, en su defecto, directamente acuñada desde la cabeza de algún
representante histórico del marxismo–, sino por concretizar su significación desde la coherencia del propio
marxismo‐leninismo en su proyección emancipadora. Lo contrario resulta únicamente de reducir el concepto a


11
la mera apariencia ortográfica y gramatical, lo cual es un absurdo metafísico que nada tiene que ver con el
marxismo.

***

Lo afirmamos con rotundidad una y mil veces: no es posible forjar la independencia ideológica y política del
proletariado enarbolando una línea política en torno a la contradicción de género y la opresión de la mujer desde
la más sangrante misoginia, realizando sendas concesiones a la burguesía más retrógrada y desarrollando una
agitación y propaganda reaccionarias. La reconstitución ideológica del comunismo es absolutamente
incompatible con la defensa y la ampliación de los argumentos de la burguesía acerca de una forma histórica de
opresión contra la que el proletariado revolucionario ha de luchar inapelablemente; más, si cabe, cuando ante
la evidencia de las limitaciones y desviaciones se prefiere apartar la vista e incluso deformar tanto las críticas
como su intención. Toda una muestra de ideología burguesa, también, a la hora de conceptualizar la lucha de
dos líneas y la relación política en el seno del Movimiento por la Reconstitución. Tampoco es compatible con el
liberalismo y la permisibilidad de cara a sujetos en suma reaccionarios a los que, cuando no forman parte
orgánica del movimiento, se les permite actuar en calidad de propagandistas. Y no nos referimos tan solo al
caso ya mentado; de ahí que se identifique esta desviación como tendencial, y no un caso aislado o un desliz.

La praxis histórica de la lucha de clases del proletariado, y más concretamente en su correlato en la lucha de
dos líneas, demuestra dos cosas: la línea revolucionaria, habida cuenta del desarrollo objetivo de la lucha de
clases y sus limitaciones, y de la maduración subjetiva de la vanguardia, parte en cierto momento en una
posición subsidiaria respecto a la línea burguesa, con una correlación de fuerzas adversa, como señalábamos. Y
dos, que los representantes de la línea burguesa ponen en marcha uno y mil artificios para proseguir en su
condena tácita o explícita –en función de la correlación de fuerzas en el seno de la vanguardia– de la revolución.
Habida cuenta de tal situación, nada hemos de temer en lo sucesivo, pues, parafraseando a Mao, es bueno si el
enemigo nos ataca, pues ello no es sino muestras del avance del deslinde de campo. Y alcanzar cotas de éxito
cada vez más cimentadas lleva parejo el incremento de la virulencia del envite de la línea burguesa. Pero no
cabe duda que no es momento para vacilaciones, pues lo que supone hoy una renuncia a los principios en pos
de la transigencia y la “estabilidad”, en el sentido más explícitamente burgués, en el futuro va de la mano del
mantenimiento inexorable del proletariado en su condición de explotado y oprimido. Es hora de tomar partido,
camaradas.

¡Comunismo contra toda forma de opresión!

¡Ni un respiro a la misoginia en las filas proletarias!

¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!

Vientos de octubre; mayo de 2017.


12
Este
E incremeento y reimppulso organizativo de la las masas feemeninas exxige investiggar seriameente el probllema
de la mujer y aanalizar cláásicamente las organizzaciones exiistentes o en n formaciónn; así se desslindará cam mpos
para establecersse, como en otros terrenos, las doss líneas en eel problema a de la mujeer: la
co
ontrarrevoluucionaria bajo
b el comaando del imp
mperialismo y la burgueesía intermeediaria y, la a revolucionnaria
cu
uyo mando y centro es el proletariiado. Así see servirá al desarrollo organizativo
o vo del movim miento femeenino
poppular, el quee requiere necesariame
n ente que su construcció ón se libre en
e medio dee la lucha dee las dos línneas,
expresión
e dde la lucha de
d clases y de
d los intereeses afines y contrapueestos de las clases en contienda. Claro
C
esttá y esto noo se debe olvvidar, que dentro
d de caada línea haay variantess y diferenciias en función de las cllases
ag
grupadas enn torno a cada línea; dee ahí que ell problema consista
c en establecer llas dos líneeas contrarias y,
deentro de cadda una las variaciones
v y matices dde las mism
mas, y la possición que esstá al mand do en cada línea
l
que respondienndo a la classe que dirig ge da su carrácter revollucionario o contrarrevvolucionario o a cada unna de
las líneas en luucha.

«El marxiismo, Mariáátegui y el movimiento


m o femenino»
»; C. Adriannzen.

(…) el moovimiento dee la mujer está


e divididoo en varias corrientes ideológicas
i por todo ell país. Debeemos
estuddiarlas y connstruir un fuerte
fu movim
miento de la
a mujer conttra las corri
rientes errónneas en su seno.
s

«Entrevistta a la camaarada Janaky


y –Anuradhha Ghandy–
–»; Poru Maahila.

Creo, camaaradas, que es necesariio, ante todoo, dejar a un lado las pequeñeces,
p , las cuestio
ones personaales,
etc., para resolvver el probllema que no
os interesa, que es el dee la desviacción de dereecha.

¿Existe
¿ en nnuestro partido un peliigro de dereecha, un pelligro oportuunista? ¿Exxisten condicciones objettivas
favorablees para estee peligro? ¿Cómo
¿ se deebe luchar contra
c él? Esas
E son lass cuestioness que hoy see nos
planttean.

Perro no resolvveremos el problema


p dee la desviacción de dereecha si no ddejamos a un
n lado todas las
pequueñeces y toddos los elem
mentos extraaños que lo envuelven y nos impidden compren nder su esenncia.

«D
Discurso en el Pleno deel Comité dee Moscú y dde la Comissión de Con
ntrol de Mosscú del PC––b– de la UR RSS,
19 de ooctubre de 1928»;
1 I. Sttalin.

13
INTRODUCCIÓN

El breve documento que a continuación Vientos de Octubre pone a disposición de la vanguardia


marxista-leninista tiene como objeto, primeramente, manifestar abierta y honestamente el profundo malestar
y desacuerdo de la organización respecto al sentir general en torno a la cuestión que aquí se aborda. De igual
forma, el texto pretende ser el inicio de una lucha de dos líneas contra el oportunismo de derecha que
actualmente hegemoniza, hasta donde el círculo ha podido comprobar, sin ningún tipo de dudas, el seno de
la vanguardia marxista- leninista.

Las contradicciones respecto al tratamiento de la cuestión de género por parte de la Línea de


Reconstitución, han sido recientemente espoleadas debido a la confrontación con el revisionismo feminista.
Si bien, y esto vaya por delante, Vientos de Octubre no comparte el paradigma burgués que sustenta el
revisionismo en sus críticas, sí considera, con triste sentir, que ha quedado más que evidenciada la falta de
tratamiento interno de la cuestión, tanto a nivel teórico como político-práctico, subsumiendo la línea
proletaria a los designios burgueses más reaccionarios y conservadores, guardando las apariencias mediante
el disimulo, tiñendo de rojo posturas del todo ajenas a la cosmovisión proletaria. Esto es un sentir
generalizado en el seno de la vanguardia teórica, que no tendría mayor inconveniencia de no ser por la
actitud interna que se ha venido sosteniendo frente al debate, como se referirá más adelante.

Así, la presente crítica ha de ser entendida en su justeza a nivel político. Vientos de Octubre entiende
y asume la necesidad de jerarquización de las tareas para la reconstitución del comunismo, así como la
cuestión del balance como mediación para la conquista ideológica de la vanguardia, en función de las
necesidades prácticas concretas. En este sentido, no se plantea en ningún momento realizar un balance
integral de la cuestión de género como tarea inmediata, ni el abordaje a las diversas corrientes feministas, ni
un estudio totalizador urgente de la experiencia histórica que el Ciclo de Octubre ofrece a los comunistas
respecto a la cuestión de la mujer en este momento, atendiendo al desarrollo de la vanguardia. Bien al
contrario, el círculo se propone, en primera instancia, el combate contra las tendencias derechistas y
reaccionarias que actualmente son referente en el seno de la Línea de Reconstitución, para su eliminación, y
cuya superación colocará a la línea proletaria en una posición superior de partida, que le permitirá un
desarrollo ulterior respecto a la cuestión de género desde la cosmovisión proletaria. De igual forma,
mediante el despliegue de la lucha de dos líneas, será posible la corrección de los postulados reaccionarios
que actualmente sostiene –por lo menos cara afuera– la Línea de Reconstitución, cuestión que sí es una
necesidad inmediata, tanto a nivel ideológico como a nivel político, de cara a la agitación y propaganda
comunistas entre los sectores más avanzados de la vanguardia teórica1.

La vanguardia marxista-leninista ha de dotarse de las herramientas que le permita enarbolar,


defender y aplicar los principios proletarios a una cuestión tan absolutamente fundamental –y,
paradójicamente, tratada con gran limitación desde el marxismo a nivel histórico– como lo es la cuestión de
género y, particularmente, la cuestión de la mujer2. Los textos de la línea proletaria, aun siendo fruto de

1
Se hace referencia a un despliegue de agitprop ya dado de antemano, no se trata por tanto del deseo subjetivo de Vientos de
Octubre desde un inexistente espontaneísmo teórico para iniciar el mismo. Se refiere entonces a una situación política dada con
anterioridad a la propia conceptualización de la presente crítica.
2
Opresión de la mujer.

14
consideraciones previas a un balance totalizador que despliegue la cosmovisión proletaria respecto al tema
en toda su amplitud, han de estar en plena consonancia con el marxismo-leninismo, y la ideología burguesa
en los mismos es un cáncer a extirpar, pues lo que subyace a estas manifestaciones –que se tratarán
seguidamente– es una importante carencia y un desarrollo insuficiente de la cosmovisión proletaria. Toda
concesión a la burguesía en materia de principios ideológicos es una condena al proletariado que los
marxistas-leninistas no han de tolerar.

No se confunda la firmeza y posible contundencia del escrito con la hostilidad, pues en ningún
momento Vientos de Octubre plantea el debate en tales términos. Ahora bien, las divergencias adquieren
carácter de principio, y Vientos de Octubre no está dispuesto a ser absorbido por un movimiento en el que,
por lo menos de cara al exterior, no se combate con la justeza que requiere las tendencias derechistas que el
círculo ha constatado –y contrastado por otras vías– en numerosas ocasiones. De tal forma que la
organización ha determinado que, hasta que la sangrante polémica no llegue a buen puerto y no se constate
un cambio de actitud y, sobre todo, de lineamientos ideológicos, esta se mantendrá independiente, pues es
precisamente la asunción de los postulados generales de la Línea de Reconstitución –los que se reivindican y
aplican sin vacilación alguna– lo que permite a Vientos de Octubre ser consciente, a nivel colectivo, del
peligro que implica la tolerancia para con la burguesía entre nuestras filas.

ORIGEN CLASISTA DE LA OPRESIÓN DE LA MUJER: LA


CUESTIÓN DEL PATRIARCADO

Bien conocido es desde el comunismo revolucionario el origen histórico de la opresión de la mujer.


La literatura marxista es bien rica en esta cuestión y son numerosos los textos que abordan esta problemática
concreta de la opresión clasista: comenzando por Engels y su obra El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado, pasando por Aleksandra Kollontai y Clara Eissner, las cuales abordaron con gran
profundidad para la época el tratamiento adecuado de este asunto3, llegando a las revolucionarias Catalina
Adrianzen con El marxismo, Mariátegui y el movimiento femenino desarrollada como respuesta, desde el
organismo generado por el PCP, Movimiento Femenino Popular, e incluso Anuradha Gandhi con su análisis
y confrontación con las diversas variantes del feminismo en Philosophical trends in the feminist movement,
llegando, como no podía ser de otra manera, hasta textos como La emancipación de la mujer y la Revolución
Proletaria de los camaradas del PCR.

Ahora bien, es necesario realizar algún apunte –los cuales, se espera, puedan ayudar en la realización
del balance del Ciclo de Octubre en el momento en el que la vanguardia adquiera las herramientas
adecuadas para abordar la cuestión sobre la emancipación revolucionaria de la mujer, que permitan
profundizar en el plano teórico sobre la opresión de la mujer, su origen y su especificidad. Permítase para
ello unos breves apuntes históricos que sirvan de repaso a la transformación de la materia biológica a la
forma social de la propia materia.


3
No sin limitaciones; como ejemplos se encuentran los “batallones femeninos de limpieza” que proponía Kollontai o la ausencia
de “cuestión femenina” en el campo que propugnaba Eissner.

15
El salto cualitativo de la materia biológica a una forma de materia superior, la materia social, viene
mediado por el trabajo. El largo proceso de desarrollo de la humanidad desde los primeros estadios de la
evolución con la aparición de los homínidos fue el periodo de transformación de la especie humana; uno de
los acontecimientos más destacables en este sentido es la aparición de la especie homo habilis –el primer
tipo de homínido que comenzó a utilizar herramientas para transformar el medio natural que le rodeaba, de
una forma consciente más allá de reproducir, en el suelo, las condiciones de vivienda de épocas pretéritas
empleando ramas–, a partir del cual, las especies de homínidos que le siguieron fueron desarrollando ciertas
actividades –trabajo– de grado más complejo.

Las diferentes evoluciones del género homo que se sucedieron en el tiempo hasta la llegada del homo
sapiens mantuvieron una actividad productiva –es decir, trabajo– basada en la caza y la recolección, en la
que se dio una división natural –de carácter sexual– del trabajo. Esta división se materializaba en que los
machos de la especie ocupaban la posición, dentro de este proceso productivo, de cazadores –principalmente
de lo que se considera la caza mayor–, mientras que las hembras se encargaban de la recolección y, en
menor medida, de cierta caza menor, resultando esta actividad determinante en el mantenimiento de la
especie. Esta división natural-sexual, dentro de la etapa biológica, del trabajo no implica, de ninguna
manera, la opresión de la mujer dentro del grupo social de la comunidad humana; si bien es cierto que
ciertas bases biológicas sirven de justificación teórica para la subordinación de las mujeres a posteriori.

El punto clave –salto cualitativo– y fundamental para comprender la opresión de la mujer se sitúa
cronológicamente en el Neolítico, entre los años 10.000-3.500 a.C. Hasta esa etapa, los grupos homínidos
desarrollaban sus relaciones sociales enmarcadas en el comunismo primitivo, viviendo en pequeñas
comunidades de cazadores-recolectores donde las relaciones entre los sexos –contradicción principal de la
materia biológica– adquiría un carácter igualitario, sin la preeminencia ni dominio de uno sobre otro –si
bien es cierto que en esta fase tienen lugar elementos biológicos que, posteriormente, permitieron sustentar
en el plano ideológico la opresión de la mujer4–. En estos años tiene lugar el proceso que da lugar a la
aparición de las clases sociales: la domesticación del medio natural. La caza de grandes animales comienza a
reducirse y se empiezan a capturar las crías de diferentes especies animales, lo que permitió su cría en
cautividad dando origen a la ganadería; indisolublemente ligado, la recolección de frutos y el estudio de la
naturaleza que permitía saber cuáles eran comestibles y que si se plantaban semillas podían surgir más
frutos; de este proceso surge la agricultura. Este transcurso de las sociedades cazadoras-recolectoras a las
agrícolas-ganaderas sienta las bases, dentro de una propiedad comunitaria, para una producción
excedentaria: la capacidad reproductiva de los animales hace que éstos se multipliquen exponencialmente en
relación a los que son consumidos, a su vez, el aumento de semillas plantadas producía el mismo efecto en
la plantación. Es en este contexto en el que tiene lugar una especialización económica, dando lugar a la
división social del trabajo y a la aparición de la propiedad privada. El aumento de excedente animal y
vegetal dificultaba el control comunitario viéndose, desde la propia sociedad, como útil una parcelación de
los recursos, dándose de este modo el origen de la propiedad privada ligada al trabajo; y esta trajo aparejada
la necesidad de transmisión a la descendencia para poder perpetuarse, para lo que fue necesario el control de
la sexualidad femenina y la imposición del derecho paterno para tener la seguridad de que su descendencia
fuese realmente suya 5 . De esta contradicción –ya de carácter social– comienzan a articularse diversas

4
Respecto a esta cuestión, cabe destacar el papel de las mujeres durante el comunismo primitivo a la hora de cuidar a las crías de
la especie: las condiciones en las que se desenvolvían los seres humanos eran adversas en muchos ámbitos; en este sentido, la
protección materna ligada a una lactancia más larga en el tiempo permitió, con el surgimiento de la sociedad clasista, relacionar
este aspecto biológico a la posición social que deberían de ocupar las mujeres.
5
Desde Vientos de Octubre se cree necesario completar esta explicación sobre el tránsito de la división natural del trabajo a la
división social del trabajo; es decir, a la sociedad de clases y a la primera opresión de clase. En la gens –las sociedades de linaje–,
mientras todavía tiene lugar la división natural del trabajo de carácter sexual, la principal forma de organización social era la
familia amplia, se podría decir incluso que era la sociedad misma y el peso de la mujer en la esfera doméstica-distributiva le
reportaba cierta estima social en el grupo, ya que la esfera productiva dominada por los hombres se encontraba aún en un estado

16
divisiones en la propia sociedad: la segunda de ellas –pues la primera fue entre cazadores y recolectores– se
enmarca en la división entre trabajo productivo y trabajo reproductivo; es decir, los varones se ocupaban de
la economía productiva y distributiva mientras que las mujeres se encargaban del cuidado de la
descendencia, articulando el germen de la opresión clasista en torno al sexo6. No obstante, la verdadera
división en clases sociales antagónicas vino determinada por otro factor: la guerra. La disputa por los
recursos que permitiesen la supervivencia de diferentes tribus llevó a los enfrentamientos entre estas, lo que
llevaba a la inevitable masacre total de un grupo por el otro; sin embargo, dentro de este proceso, se produjo
un cambio en estas prácticas al hacer prisioneras de guerra –los hombres, dado su conocimiento en el
manejo de armas empleadas para la caza, permitían la posibilidad de rebeliones, algo que la comunidad
ganadora no podía consentir– las cuales, fundamentalmente, se utilizaban como mano de obra en el plano
reproductivo-doméstico –con la correlativa implicación de opresión de género–. La descendencia que tenían
estas primeras esclavas era utilizada como fuerza de trabajo que explotar, reproduciendo las condiciones de
esclavitud: las mujeres en la esfera de la reproducción social, los hombres en la esfera productiva como
pastores o agricultores. Existe, de este modo, un lazo interno entre explotación sexual y económica, no son
fenómenos separados. Como ejemplo del desarrollo de esta práctica, se puede señalar también que el
intercambio de mujeres, se sistematiza y, en ese sentido, se “perfecciona” mediante el intercambio de
mujeres influyentes de diferentes dinastías; se trata precisamente de una herramienta de las clases
poseedoras para seguir fomentando esta pauta.

Como producto lógico del desarrollo contradictorio entre la etapa biológica y la etapa social, y más
concretamente en la transformación del comunismo primitivo al esclavismo, tiene lugar el origen de la
familia como la primera institución clasista.7

La causa de la opresión de la mujer es, entonces, la sociedad de clases. En este punto nos
enfrentamos a una cuestión compleja: ante los contextos de reflujo de la revolución proletaria mundial, la
limitación histórica del marxismo sobre la emancipación de la mujer, y el cierre del Ciclo de Octubre se han
planteado diversas respuestas a esta más que problemática forma de opresión: desde la cosmovisión
burguesa y desde la cosmovisión proletaria.

Desde el feminismo, concretamente el feminismo radical –RadFem–, desde la década de los 70 del
pasado siglo, se trató de solventar el origen y la causa de la desigualdad social de la mujer y su supeditación
al hombre: es en este contexto en el que surge la teoría del patriarcado. Resumidamente, esta teoría aboga
por la explicación de una opresión femenina anterior a la sociedad clasista, basada en la contradicción
biológica, configurando un sistema de dominación que, según sus propias teóricas, permitiría el desarrollo
de las posteriores opresiones “de clase y de raza”; caen, inevitablemente, en el determinismo biológico que
permite establecer como causante de dicha opresión al hombre, como una naturaleza humana de corte
esencialista, y cuya base material sobre la que se sustenta es la división en el papel reproductivo –obviando
cómo esta división se da en todas las especies animales de reproducción sexual, lo que permitiría hablar,
según su criterio, de opresión de todo tipo de machos sobre las hembras en el mundo animal– entre hombres


embrionario. Esta estima social se traducía en numerosas ocasiones en matrilinealidad; esto es, la organización de la familia en
torno a la descendencia materna. Sin embargo, con el desarrollo de las fuerzas productivas, las sucesivas divisiones sociales del
trabajo –ganaderos-agriculores;ganaderos-agricultores-artesanos…–, en definitiva, con el desarrollo de la sociedad de clase, se fue
relegando a la mujer a un papel cada vez más limitado en la sociedad. Las mujeres pasarían a realizar únicamente las tareas
reproductivas, y para asegurar una descendencia realmente suya, el varón pasaría a controlar la sexualidad femenina quedando
instaurada la familia monógama.
Aun con todo es una explicación limitada la cual será tratada con profundidad a través del Balance.
6
Se refiere al sexo en el estadio primitivo.
7
La cuestión de la familia será tratada más adelante en profundidad.

17
y mujeres. Su discurso, al tomar al marxismo como mera herramienta de análisis 8 , se encuadra en el
materialismo mecanicista, separando la totalidad de lo real en parcelas bien demarcadas, las cuales se unen
como una suma de sistemas de opresión –de ahí que abracen la interseccionalidad–: el patriarcado explicaría
la dominación sobre la mujer, los distintos modos de producción clasista la dominación de clase –expresada
de un modo marcadamente economicista–, etc.

En este sentido, la definición de patriarcado –algo difusa entre las propias corrientes feministas–
como un sistema de dominación particular y ajeno a las clases sociales y, por lo tanto, a la lucha de clases,
que se añade como una mera suma aritmética, constituiría una desviación, digna del revisionismo más
derechista; es decir, su sustantivación implicaría reconocerle una categoría de sistema social propio con unas
dinámicas opresivas ajenas a la relación de dominación establecida por clases sociales. Sin embargo, la
adjetivación concreta –patriarcal– es más útil a la hora de desarrollar la particularidad de la opresión de la
mujer dentro del sistema clasista, negando, de esta manera, la existencia de diferentes sistemas de opresión,
lo que nos llevaría a la postura dualista –dos se integran en uno– ajena al marxismo. De tal forma que para el
marxismo revolucionario el patriarcado únicamente es concebible como formulación social objetiva que
imbrica la especial situación de opresión que ha sufrido la mujer en los distintos sistemas de clase,9 como la
jerarquización de las relaciones sociales y su desarrollo histórico dialéctico a través de las sociedades
clasistas 10 . Negar el carácter patriarcal de las relaciones sociales capitalistas –en este caso– no es sino
despreciar, mediante su tratamiento incorrecto, las particularidades de la opresión de la mujer, así como las
determinaciones sociales que cristalizan en torno a la construcción del género. Es, en última instancia, negar
la contradicción de género; esto es, negar la opresión de la mujer y las configuraciones sociales en torno a
las distintas formas de socialización, el reparto de roles, la violencia estructural y sistemática en torno al
género11, la represión y normatividad sexual, la jerarquización de valores, etc.

Aclarando, mientras que las feministas radicales o de clase suelen hablar del patriarcado como
sistema histórico de algún modo paralelo al capitalismo –aunque reconocen algunas imbricaciones que se
analizan como puntos de unión–, las comunistas aluden no a una imbricación mecánica entre “ambos
sistemas”, sino al punto de partida en la sociedad de clases y las luchas entre éstas como motor de la historia,
en cuyo desarrollo histórico encontraríamos que las formas de opresión revisten diversas determinaciones.
Por tanto, de manera contrapuesta a la cosmovisión totalizadora marxista, el análisis feminista mayoritario
del patriarcado como sistema ahistórico se mueve en términos idealistas y consecuentemente lleva a una
praxis12 política economicista y reformista.

En este sentido, el problema insoslayable desde el punto de vista revolucionario acerca del dualismo
sistemático, de erigir sistemas de opresión paralelos y autónomos, es la cuestión de los entes en lucha que
articulan cada cual. Por un lado, el reconocimiento formal del sistema clasista –capitalismo en la presente
fase histórica– implica la constancia de la escisión de la materia social básicamente en dos grupos
principales; esto es, poseedores y desposeídos –o, en el momento histórico que nos ocupa, proletariado y

8
En el mejor de los casos, cuando no renuncian abiertamente a él. No se trata de blanquear el “feminismo marxista” sino de
explicar sus desviaciones. El marxismo no puede ser nunca una simple herramienta de análisis, sino una concepción integral del
mundo.
9
En torno al día de la mujer trabajadora, el 8 de marzo y el reformismo; JCA/JCZ. No está de más señalar que este texto, a pesar
de su carácter agitativo, permite entrever posicionamientos más avanzados respecto al conjunto de textos de la Línea de
Reconstitución en torno a esta cuestión.
10
A modo de autocrítica; aquí hay una exposición limitada de la cuestión, que deja la puerta abierta a dotar de sustantividad al
término de patriarcado, inclusive a la contradicción con otros postulados del presente documento. No hay pues patriarcado, esa
jerarquización no es producto de la propia postulación de un sistema (semi)autónomo como se da a entender en este párrafo, sino
de la organización de la sociedad de clases. Se trata por tanto de una particularidad determinada por esta misma, no dotada de
sustantividad e independencia. No existe un sistema-patriarcado alejado de la contradicción clasista que articula la sociedad, bien
sea de forma externa o “interna” a su propia totalidad.
11
Esto no quiere decir que sea producida por el género en abstracto, pues el género es consecuencia y no causa.
12
Práctica.

18
burguesía–, de tal modo que la interrelación dialéctica entre ambos aspectos irreconciliables cristaliza en una
multiplicidad de relaciones sociales en continuo devenir, articuladas precisamente en torno a esa
contradicción clasista –lucha de clases–. Sin embargo, y en aparente oposición, se encuentra el patriarcado
autonomizado, en el cual la materia social queda escindida13 no por la cuestión clasista, propiedad privada y
división del trabajo mediante, tal como demuestra el marxismo, sino por la cuestión de género. De esta
forma, el dinamismo social viene determinado por la contradicción hombre-mujer en primera instancia y de
forma ahistórica. Lo que se desprende de tales cuestiones viene a ser la imposibilidad de constitución del
sujeto revolucionario: el capitalismo como sistema clasista está llamado a ser enterrado por el proletariado
revolucionario como sujeto social en el que cristalizan, en última instancia, toda forma de opresión, como
clase que se dobleniega a sí misma en el tránsito revolucionario hacia la emancipación de la humanidad; sin
embargo, el patriarcado tal cual expuesto requeriría de una asociación interclasista de personas socializadas
como mujeres para desarrollar un movimiento de emancipación de las relaciones sociales patriarcales, lo
cual choca irreconciliablemente con el despliegue revolucionario del proletariado como clase.

Frente a esto, el marxismo revolucionario es –o debe ser– capaz de realizar un análisis totalizador
del complejo proceso que se viene explicando –a través de la articulación de la sociedad clasista–, y debe a
su vez ser capaz de abordar la particularidad del mismo. Atendiendo a lo primero, podemos apreciar un
desenvolvimiento dialéctico siguiendo la tesis de uno se divide en dos: la opresión de la mujer es una forma
de opresión clasista, y como tal se divide en dos aspectos contradictorios; el primero de ellos –el aspecto
principal de la contradicción en el origen de la opresión– es su posición en el proceso productivo dentro del
modo de producción esclavista, es decir, su posición de clase como esclava en los primeros compases de
este desarrollo a través de las guerras; la segunda cuestión –el aspecto secundario de la contradicción en su
inicio– se encuentra en su posición empírica ligada a las características biológicas –concretamente
biológico-sexuales–. Por lo tanto, la opresión femenina 14 se produce en tanto por su posición clasista,
aunque la apariencia biológica nos oculte esta esencia de clase, mostrando como aspecto principal la
cuestión biológica y, más concretamente, sexual.

Ahora bien, aunque es cierto que la contradicción de género que articula la opresión de la mujer es
una contradicción clasista, es necesario tener presente su trascendencia respecto a las meras
determinaciones socioeconómicas de la clase. El marxismo revolucionario, por tanto, debe partir de esta
constatación para observar la particularidad de la opresión patriarcal –que no externa ni autónoma–. Para
ello resulta pertinente analizar las instituciones sociales que van a irse configurando históricamente en base
al sometimiento de género –como particularidad de la sociedad de clases– y a articularse a lo largo de los
diversos modos de producción en la historia de la humanidad. Es decir, se trata de desentramar las formas
particulares que adopta la opresión al respecto del género, para constatar que se dota de una cierta apariencia
de “independencia” fruto de su institucionalización –aunque evidentemente, siempre entendida de modo
dialéctico: en constante interrelación con el medio social–, para de este modo observar la particularidad de la
violencia patriarcal como fruto del desarrollo histórico de dichas instituciones –específicamente, la familia
como base social–.

Para conceptualizar la particularidad del desarrollo de la opresión de género, es necesario señalar que
el proceso de apropiación privada socavará las estructuras de parentesco de la tribu, ahondando en la
estratificación por clases. Todo esto va generando una socialización de las personas mujeres como
subordinadas en lo sexual15 y dependientes de la voluntad del marido, aunque la “codificación patriarcal” se

13
Se alude aquí a la contradicción principal.
14
Opresión de la mujer.
15
No se produce solamente en la esfera sexual, sino en todos los ámbitos de la sociedad, acentuada la subordinación según el
contexto histórico y las clases sociales de las que se trate en una esfera u otra, pero nunca de forma “exclusiva” en lo sexual o
reproductivo, lo cual supone desentenderse de los modos históricos de producción como totalidades concretas.

19
dé más tarde. Evidentemente, la esclavitud sexual de las mujeres, las violaciones, es fruto social –clasista–:
las guerras y los intercambios de mujeres van a extenderse por una cuestión social –ya no funcional por la
necesidad de supervivencia grupal–, pues se va a buscar la extensión territorial o económica, derivada de la
condición de partida del excedente económico, que posibilita el aumento de población y también la
apropiación privada. Por tanto, el refuerzo de estos fenómenos –guerras e intercambio–, en principio
funcionales, se torna en social con el surgimiento de la propiedad privada.

La reproducción de estos comportamientos16 derivará en la elaboración de instituciones patriarcales.


Serán las clases dominantes quienes elaboren las codificaciones patriarcales como modelo social:
matrimonio patriarcal, fundamentalmente, que constituye la forma de institucionalización de la familia
patriarcal –familia donde el hombre tiene derecho a disponer de los y las familiares de la mujer; tiene
propiedad sobre la mujer e hijas–. Además, y absolutamente relacionado, hay que hacer referencia a la
instauración de la patrilinealidad y patrilocalidad, que fomentarán, además dialécticamente, un imaginario
de honor femenino en la castidad, de forma que la descendencia pueda, mediante esta forma familiar,
asegurar la herencia paterna. Hay que señalar que la ley, la codificación, institucionaliza los cambios
estructurales y dialécticamente los refuerza: el dominio patriarcal pasará del poder privado de las clases
dominantes al poder público más explícito, a la generación de ideas en el imaginario colectivo –las ideas
dominantes son las ideas de la clase dominante–.17 La consolidación en este sentido de la familia patriarcal
es una cuestión ligada, por tanto, al poder del Estado –la regulación sexual– por parte de las clases
dominantes.

ASPECTOS REACCIONARIOS DE LA LR

Es menester comenzar el presente apartado realizando algunas observaciones generales previas que,
si bien podrían redundar en lo anecdótico, revisten de la suficiente importancia política e ideológica como
para que sean puestas en conocimiento.

Ante las recientes polémicas que se han ido desarrollando vía redes sociales, Twitter
principalmente, 18 con el revisionismo feminista, desde la Línea de Reconstitución mediante sus
representantes se han ido sosteniendo actitudes deplorables19 de cara al desarrollo de la lucha de dos líneas.
En primer lugar, no se atenderá al contenido de las polémicas por estas vías para la profundización en la
crítica, pues su pretensión es la de servir de punto de partida para discernir campos, para lo que es necesario

16
Compete hablar de relaciones sociales más que de comportamientos pues estos remiten a lo individual. Y la problemática
trasciende al sujeto aislado; de hecho, no hay problemática como tal del propio sujeto aislado sino en la medida en que este forma
parte de la sociedad.
17
La ideología alemana; Karl Marx y Friedrich Engels.
18
Sería una consideración un tanto obtusa negar que, actualmente, las redes sociales, y Twitter en particular, son uno de los
principales –si no el principal– altavoces de la Línea de Reconstitución. Esto, que ha de entenderse como la evidente modesta
implantación que tiene la línea proletaria en el seno del MCE y, especialmente, entre las filas del proletariado, suma importancia a
los hechos narrados, pues estamos hablando de lo que en la actualidad, para bien o para mal, constituye una herramienta para
mediar en la conquista de ciertos sectores avanzados de la vanguardia.
Vaya por delante que no se está obviando el cada vez más pronunciado desarrollo que está experimentando la Línea de
Reconstitución, sino que se pretende poner en situación respecto al contexto de repliegue ideológico y político de la vanguardia y
la posición subsidiaria del comunismo revolucionario en relación con las distintas corrientes burguesas.
19
Analizar dialécticamente la cuestión que nos atañe –la particularidad de la opresión de género– implica reconocer la
permeabilidad de la ideología dominante a todos los ámbitos, la constante interrelación, y en este sentido, la necesidad de los y las
comunistas de vigilar sus comportamientos de cara a una reconstitución sobre bases sólidas del comunismo.


20
abordar los posicionamientos oficiales de la Línea de Reconstitución; esto es, sus documentos. Sin embargo,
toda actividad de agitación y propaganda por redes tiene necesariamente su correlato político e ideológico, y
es por ello por lo que no resultan baladíes las consideraciones siguientes.

Primeramente, llama poderosamente la atención las posiciones de las que se partían para enfrentar la
polémica. En lugar de desarrollar una correcta lucha ideológica, como hasta ahora ha sido una
referencialidad por parte de la Línea de Reconstitución, se partió de la cerrazón a priori de cara a la crítica
externa, del dogmatismo más pueril e incluso “conspiratorio”, llegando a afirmarse que la polémica
respondía a un ataque orquestado desde el revisionismo con motivo del crecimiento de la Línea de
Reconstitución –¿?– y ante los, pequeños pero sólidos e importantes, pasos que esta recientemente había
dado.20 Esto, que a todas luces reviste de una incomprensión política importante, no es sino una burda forma
de abordar una polémica concreta, suscitada a causa del incuestionable atraso de la Línea de Reconstitución
respecto al género. Es, por tanto, un modo de cerrar filas ante el acoso feminista al que la línea proletaria se
estaba enfrentando por sus propias limitaciones – ¡he aquí lo fundamental!–, lo que, mezclado con ciertas
dosis de arrogancia y malas formas a la hora de enfrentar el debate por parte de algunos camaradas, dificulta
al máximo el correcto despliegue de la lucha de dos líneas. Este dogmatismo reviste otra consecuencia
íntimamente relacionada con ello, y naturalmente de raíces revisionistas: la primacía del continente sobre el
contenido; o, lo que es lo mismo, el enfoque, atención y refutación de la crítica atendiendo más al emisor de
la misma que propiamente al contenido. Esto se observa de forma descarnada cuando incluso se llega a
reprochar, no sin ciertas ínfulas de superioridad, el atrevimiento del revisionismo de hacer críticas a la Línea
de Reconstitución ¡por tratarse de críticas desde fuera! ¿Pero qué ha hecho la Línea de Reconstitución hasta
ahora si no el enfrentar al revisionismo refutando sus posturas y superando sus críticas – ¡externas!– desde
posiciones proletarias? ¿Cuál es la tarea de la vanguardia marxista-leninista si no es la de proseguir en la
conquista ideológica de la vanguardia, combatiendo contra los enemigos tanto dentro como fuera de sus
propias filas? ¿Cómo se puede entender la lucha de dos líneas si se desdeñan las críticas por su proveniencia
externa a la Línea de Reconstitución? Estos planteamientos errados reducen todo desarrollo ideológico a una
mera confrontación “entre grupos”, proceder calcado, por cierto, del revisionismo “ortodoxo”.

A la hora de mediar en la resolución de una problemática ideológica y de la necesaria profundización


de la vanguardia al respecto, toda actitud que ponga trabas –consciente o inconscientemente– a la lucha de
dos líneas, ha de ser depurada para avanzar en la superación de las limitaciones que puedan manifestarse en
el seno de la propia vanguardia marxista-leninista. Al obviar esto, aparte de ser una actitud marcadamente
liberal, le subyace una concepción metafísica tanto de la lucha ideológica en general como de la propia
vanguardia marxista-leninista como ente abstracto, puro, intocable e inaccesible –¡pobre de los que se
atrevan a criticarla externamente!–.

Siguiendo con lo señalado, otra forma de evadir el correcto enfrentamiento de la cuestión es el


argumento de la moralidad, convertido en cliché, en comodín, y desde luego vaciando de ideología
proletaria el mismo. Si bien en un principio la crítica al revisionismo por moralizante puede ser correcta –ni
qué decir tiene que cuando es desarrollada desde principios proletarios–, y de hecho, es una cuestión
ineludible que ciertos sectores21 del mismo se nutren de argumentos bien sesgados de moral burguesa, esta
se ha convertido en una banalización estéril, cuyo objetivo cumple a la perfección: servir de argumento
totalizador ante cualquier planteamiento externo. Toda crítica externa es, parece ser, intrínsecamente

20
Concretamente, a la publicación oficial de Línea Proletaria, la que, por cierto, se celebró por parte de Vientos de Octubre como
una buena muestra del avance del movimiento revolucionario, y el reparto de octavillas con motivo del 1 de mayo.
21
No cabe sector no moralista burgués (en última instancia) en el seno del feminismo, pues ello implicaría reconocerle una
esencia revolucionaria en tanto que tal, la posibilidad de desarrollo espontáneo de la moral proletaria rompiendo con la coherencia
integral de la cosmovisión marxista, lo cual es un absurdo. Con “ciertos sectores” se pretendía hacer referencia a algunos de los
que entraron en el debate.

21
moralista –no está de más señalar, y sin que sirva de precedente, que las críticas que iniciaron toda la
polémica no estaban orientadas de tal forma ni mucho menos; el primer detonante fue la equiparación de la
violencia del hombre hacia la mujer con la de la mujer hacia el hombre, que se abordará más adelante–,
cuestión que ya parece ser suficiente para dar por finiquitada la polémica. Ante lo cual cabe, esencialmente,
dos aclaraciones. La primera, ya mentada, es que efectivamente cierto revisionismo tiende a ser moralizante,
por lo que la cuestión no es esto, sino la banalización del argumentario y el despache de las críticas sin su
debida comprensión. La segunda, y de la que se deriva la primera, es una problemática de índole ideológico:
la incomprensión de la moralidad. El proletariado revolucionario no es de ningún modo amoral; de hecho, la
cuestión de la moral comunista resulta central para el ulterior avance del proceso revolucionario,
especialmente en el transcurso de las sucesivas revoluciones culturales. El dirigente bolchevique daba unas
pequeñas pero imprescindibles pinceladas sobre la cuestión de tal forma: Tenéis que hacer comunistas
de vosotros mismos. (…) Toda la educación, toda la instrucción y toda la enseñanza de la
juventud contemporánea deben inculcarle el espíritu de la moral comunista.

Pero ¿existe una moral comunista? ¿Existe una moralidad comunista? Es evidente que sí. Se
pretende muchas veces que nosotros no tenemos una moral propia y la burguesía nos acusa con frecuencia
de que nosotros, los comunistas, negamos toda moral. Esto no es más que una maniobra para suplantar los
conceptos y arrojar arena a los ojos de los obreros y los campesinos.

¿En qué sentido negamos nosotros la moral, la moralidad?

La negamos en el sentido que la ha predicado la burguesía, deduciéndola de mandamientos divinos


(…). O bien, en lugar de deducir esta moral de los dictados de la moralidad, de los mandamientos de Dios,
la deducían de frases idealistas o semiidealistas que, en definitiva, se parecían siempre mucho a los
mandamientos de Dios.

Nosotros negamos toda moralidad de esa índole tomada de concepciones al margen de la sociedad
humana, al margen de las clases. Decimos que eso es engañar, embaucar a los obreros y campesinos y
embotar su conciencia en provecho de los terratenientes y capitalistas.

(…)

Por eso decimos que, para nosotros, la moralidad tomada al margen de la sociedad humana no
existe, es un engaño. Para nosotros, la moral está subordinada a los intereses de la lucha de clase del
proletariado.22

A modo de sintetización, la moral comunista viene a ser la condensación de los principios


revolucionarios en favor del avance de la lucha de clases, recogimiento de todo lo nuevo entre lo viejo, en
constante devenir dialéctico. Desdeñar, por tanto, la crítica a ciertas consideraciones atrasadas –
incompatibles con la cosmovisión proletaria, como a continuación se expondrá– por moralistas, más
teniendo en cuenta que se hace sin explicar cómo y por qué, es una eficaz forma de desnaturalizar tanto la
cuestión de la moralidad como la polémica en sí misma.

En relación a lo expuesto, no pasa desapercibida tampoco la forma en la que se ha obviado, no pocas


veces, la crítica a tal o cual postura concreta de la Línea de Reconstitución con el argumento de que el
revisionismo presta más atención a las “anécdotas” que al desarrollo ideológico –lo cual, por otro lado, no
deja de ser cierto en multitud de ocasiones–. De esto se desprenden dos cuestiones nuevamente. En primer
lugar, se obvia que a las anécdotas o deslices a nivel político siempre les subyace ideología, y que son
perfectamente constitutivas o producto de una línea política concreta. Las pequeñas cosas, en el contexto de
22
Tareas de las Juventudes Comunistas; V. I. Lenin.

22
militancia comunista, nunca deben ser merecedoras de desprecio o falta de consideración alguna, pues ello
conlleva un tratamiento erróneo de las contradicciones y, por tanto, su agudización y/o la imposibilidad de
su superación revolucionaria. En segundo, y en estrecha relación con lo ya expuesto, evidencia una pueril
forma de “quitar hierro” a según qué cuestiones que, por según qué razones, no se tenga a bien considerar en
su justa medida. En cualquiera de los casos, obviar lo que pueda parecer como detalles –que no son
meramente anecdóticos ni insignificantes, para el caso– no es un proceder comunista.

Toda esta actividad por redes sociales, tanto en contenido como en forma, pone al descubierto una
errónea línea de masas, con consecuencias directas a nivel político fácilmente constatables. Cuando la
confrontación y la asimilación-superación del revisionismo –feminista en este caso– se torna en simples
ataques de continuo, más cuando se manejan concepciones arcaicas y antimarxistas al descuidar el
tratamiento de la cuestión y el desarrollo ideológico del tema –esta vez sí a nivel netamente interno–, se
provoca una reacción espontánea de rechazo, incluso recelo y aversión, entre sectores perfectamente
permeables a la ideología de vanguardia23 y susceptibles de ser incorporados a las filas de la revolución. Se
tiene constancia por parte de Vientos de Octubre de no pocos casos al respecto,24 por lo que tal proceder
resulta, como poco, una irresponsabilidad política. Por otro lado, sin sentar las bases para el correcto
desarrollo ideológico de la cuestión de género, la vanguardia marxista-leninista seguirá atada de pies y
manos para el propicio desempeño de la lucha de dos líneas como mediación para la elevación de cada vez
más amplios sectores, especialmente de las mujeres, pues no es ningún secreto –ni tampoco fruto del
caprichoso azar– la infinita minoría en la que estas se encuentran actualmente en el seno de la Línea de
Reconstitución, cuestión que debería ser tenida seriamente en cuenta.

Llegados a este punto, Vientos de Octubre se ve obligado a denunciar, con más indignación que
pesar, uno de los correlatos políticos más sangrantes en lo que a este respecto se refiere: la tolerancia y el
amparo que está recibiendo un maltratador25 por parte de la Línea de Reconstitución. Si bien a esta persona
–que, por cierto, se le fue denegada la militancia en Vientos de Octubre26– se le ha vetado su participación
política activa y directa en el movimiento, es un, relativamente, conocido propagandista de este por redes
sociales. En un principio esto no supuso molestia o contradicción, ya que este hecho era de pleno
conocimiento por parte de Vientos de Octubre. Sin embargo, a medida que se ha ido investigando –y
descubriendo, no está de más decirlo, que las actitudes de este “camarada” eran bastante más graves de lo
que se tenía constancia en un principio– y tomando consciencia de la situación, se llegó a la conclusión de lo


23
Se hace referencia a aquellos sectores afines a la línea de reconstitución que se elevan hacia esta. De ninguna manera se
pretende hablar de “descender a las masas”, no se da primacía a la incorporación de masas al proyecto revolucionario. El aspecto
principal son la necesidad objetiva y disposición subjetiva de la vanguardia para cumplimentar sus tareas y avanzar en el deslinde
de campos como exigencias de la reconstitución ideológica.
24
Pese a que pudiera parecer que se pone el énfasis en lo meramente cuantitativo, nada más lejos de la realidad, pues de lo que se
trata aquí no es de una simple suma aritmética de individualidades o pequeños grupos a las filas de la línea proletaria, sino la
mutua transformación de ambos aspectos de la contradicción –la vanguardia marxista-leninista y sus masas– a través de la
elevación ideológico-política hacia posiciones revolucionarias, cuyo proceso posibilita, asimismo, la ulterior conquista de cada
vez más amplios sectores. Es, por tanto, una transformación cualitativa mediante el despliegue de la correcta lucha de dos líneas
en torno a las problemáticas acuciantes que competen a la vanguardia, que va sentando las bases para la constitución del
proletariado autoconsciente.
25
No se hará referencia a su nombre, primeramente, porque se tiene absoluta constancia de que, si bien quizás no el movimiento
en su totalidad, los representantes de este con los que Vientos de Octubre ha tenido contacto, están al tanto de la situación. Y más
importante aún, por respeto y seguridad de la compañera agredida.
26
Dicho sea de paso, y que conste como autocrítica, Vientos de Octubre ha pecado de liberalismo en el tratamiento de esta
cuestión. Si bien es cierto que a esta persona se le veto la militancia gracias a la investigación que pusimos en marcha, no se tuvo
la suficiente firmeza a la hora de denunciar el caso. Entre otras cosas, en el momento en el que la presente crítica fue redactada se
omitió un dato fundamental, como es el hecho de que fueron representantes del derechismo quienes intentaron introducir a este
reaccionario en Vientos de Octubre, teniendo constancia de su historial y sin mencionar ni una palabra al respecto hasta que fue
descubierto por parte del destacamento. El liberalismo viene también por no confrontar desde el comienzo el hecho de que se
ocultara esta información a Vientos de Octubre. Se concilió abiertamente con un hecho intolerable por el avanzado estado en el
que se encontraba el destacamento de cara a la fusión con el Comité por la Reconstitución.

23
inaceptable de la misma, más cuando el susodicho se dedicaba a hacer agitación de los principios de la Línea
de Reconstitución… ¡contra el feminismo! Un maltratador de manual, tanto físico como psicológico,
pretendiendo confrontar al feminismo27 desde posiciones proletarias –¡!– es una vergüenza intolerable, y
aquí Vientos de Octubre ha de realizar una seria autocrítica28 por no haber denunciado tal sinsentido desde el
principio. Pese a que de puertas para adentro este sujeto está, hasta donde la organización tiene constancia,
vetado, de puertas para afuera no solo que no se le ha denunciado, contando evidentemente con la agredida,
ni se ha realizado la pertinente autocrítica respecto al tratamiento de la cuestión –pues fue un proceso largo y
complejo–, no solo que no se han puesto las suficientes mediaciones para ayudar a la compañera agredida –
que, además, era también afín a la Línea de Reconstitución en un principio– e incluso, si hubiese sido
posible, para que el agresor pudiese dejar atrás sus comportamientos execrables y profundamente
anticomunistas, ¡sino que se le ha instado desde las redes sociales, especialmente en su cruzada contra el
feminismo! En lugar de apartar a este sujeto totalmente hasta que esté en condiciones –si es que fuese el
caso– de militar, de ser comunista, se ha preferido guardar las formas y no denunciar este atropello
abiertamente, conservándole como un buen propagandista. Por otro lado, sería el proceder obvio para
cualquier sujeto sin una entereza comunista: a nadie se le pasaría por la cabeza permitir que cualquier
revisionista se autoproclame –o se le permita hacer propaganda, como es el caso– parte del movimiento.
Esta situación es simplemente intolerable, y constituye una muestra descarnada de cómo se ha primado el
ataque –que no la asimilación-superación– al feminismo por encima del combate sin miramientos contra
toda actitud burguesa y patriarcal en el seno de la propia vanguardia marxista-leninista. Todo camarada está
necesariamente imbuido en las viejas relaciones sociales, y especialmente los camaradas socializados como
hombres –no por su condición biológica o sexual, sino social– son susceptibles de reproducir todo tipo de
actitudes reaccionarias en cuanto a la cuestión de género, de las que nadie está exento. La piedra de toque es,
por tanto, la actitud, tanto individual como colectiva, que se tenga ante ello. Las aspiraciones idealistas de
constituir sujetos plenamente “deconstruidos” bajo las viejas relaciones capitalistas son una mera formalidad
autocomplaciente y reaccionaria. Ahora bien, toda manera de concesión a la ideología burguesa, tanto a
nivel ideológico como a nivel de actitudes concretas, del día a día, es un cáncer a extirpar en el seno de las
organizaciones revolucionarias. Este sujeto ha de ser realmente apartado hasta que esté efectivamente en
condiciones, si lo llega a estar, siquiera de ser un mero propagandista de la línea proletaria.

Con todo ello no se pretende negar la posibilidad de autotransformación individual del comunista;
todo lo contrario, se parte de este presupuesto, y de la imposibilidad de convertirse en sujetos puros e
incorruptibles, por quimera idealista. Por el contrario, se pretende demarcar claramente los límites entre la
revolución y la reacción, y un sujeto que no es capaz de superar ciertas limitaciones o comportamientos
deleznables –y denunciables–, obviamente no se encuentra en el campo del proletariado, ni como mero
propagandista.

Toda esta valoración se realiza con los conocimientos que Vientos de Octubre posee hasta la fecha
respecto al tema, fruto de meses de investigación y varias fuentes, lo que anima a la organización a
denunciar los hechos. Si por falta de información se ha errado en alguna consideración –aunque resulta
ciertamente difícil, pues se ha seguido el proceso de cerca y se ha denunciado una obviedad pública: la
actividad de un maltratador por redes sociales en nombre de la Línea de Reconstitución–, sería menester
ponerlo a conocimiento del grupo. Por lo pronto, es una obligación revolucionaria apartar totalmente a este
sujeto, hacer autocrítica por el evidente trato incorrecto de las sucesivas contradicciones que el hecho ha ido

27
Guste o no guste a los antifeministas, si algo hay que reconocer al feminismo es la cuestión de la puesta al descubierto de los
tipos de maltrato y su intolerancia –en el buen sentido, evidentemente– hacia ellos, algo de lo que el comunismo [se hace
referencia al estado actual del MCE, no se pretende obviar el avance propiciado por la praxis comunista] tiene todavía mucho que
aprender, por desgracia.
28
Efectivamente este proceso ha sido objeto de reflexión y autocrítica en el destacamento extrayendo importantes enseñanzas de
cara a futuros casos.

24
suscitando, y denunciar abiertamente a la reacción en nuestras filas, siempre contando con la agredida, por
supuesto.

MARXISMO Y FEMINISMO

Lo primero que se ha de tener en cuenta para desentrañar la complejidad de cualquier fenómeno de lo


real es atender a su autodinamismo, al sistema de contradicciones y a la contradicción principal que lo
vertebra, en función de su interrelación concreta respecto a la totalidad en la que se desenvuelve. Tanto más
se ha de proceder con el feminismo, absolutamente todo lo contrario que ha hecho hasta la fecha el ala
derecha de la Línea de Reconstitución.

El feminismo no es, ni mucho menos, un todo homogéneo, un ente uniforme y exento de


contradicciones. Sin embargo, la Línea de Reconstitución ha elaborado un concepto de feminismo que
esquiva toda enjundia de la cuestión. Ha fabricado un perfecto hombre de paja como autojustificación de
sus, hasta ahora, desviaciones derechistas. Así, en lugar de atender al desarrollo histórico y a las diferentes
particularidades y líneas enfrentadas –e irreconciliables, correspondientes a distintas clases29– en el seno del
movimiento feminista, se ha hecho completa abstracción del mismo, identificando al feminismo
unilateralmente como feminismo institucional, vaciando de contenido toda construcción ideológico-política
feminista y demostrando una completa incomprensión de la complejidad de las distintas corrientes del
feminismo. Esta desviación metafísica y unilateral está presente en todos los textos de la Línea de
Reconstitución que pretenden abordar el tema hasta la fecha, lo cual coloca a esta en una posición de partida
errónea y muy limitada para poder superar al feminismo –esta vez sí, como corriente en su aspecto universal,
es decir, atendiendo al conjunto de las diversas subcorrientes particulares y su desarrollo interno–.

De igual forma, llama poderosamente la atención la insistencia –el temor, más bien– de evitar a toda
costa la “coincidencia” con el feminismo en cualquier desarrollo político-ideológico, so pretexto de la “no
concesión” a la burguesía y al revisionismo, particularmente por el uso de ciertos conceptos, como
patriarcado –o relaciones patriarcales30, mejor dicho–, machismo u homofobia. Estos posicionamientos, sin
embargo, chocan frontalmente con la más descarada y sangrante permisibilidad a la coincidencia – ¡y no
meramente casual, ahí reside el problema!– y al uso de parte del argumentario y de conceptos de la extrema
derecha para confrontar con el feminismo. Esto llega a tal punto que no solo se utiliza terminología propia
de la reacción y concepciones arcaicas, como se viene desarrollando y se profundizará a lo largo de la
crítica, sino que se llega a utilizar “textos” referentes para personajes execrables como Perdiguero –policía y
conocido antifeminista filofascista, que se codea públicamente con todo tipo de elenco reaccionario, como
los dirigentes del Hogar Social Madrid– para refrendar los posicionamientos derechistas. Toda una
limitación, y prueba más que evidente del endeble estado de desarrollo de la cuestión de género en el seno
de la Línea de Reconstitución.

Respecto a la “coincidencia” con el feminismo por el uso de tal o cual concepto, es necesario abordar
la cuestión someramente. Un concepto es la construcción ideal de un fenómeno concreto de lo real tomado

29
Con esto no se quiere dar a entender que exista un feminismo proletario, sino que se aduce a las contradicciones interburguesas
–gran burguesía conservadora, gran burguesía liberal, estratos medios, pequeña burguesía y aristocracia obrera–.
30
Sería más correcto utilizar el concepto particularidad patriarcal de las relaciones sociales.

25
en su universalidad, atendiendo a la interrelación que el mismo lleva intrínseco en tanto que lo aislado no es
sino meramente un momento específico y relativo de la concatenación de fenómenos en devenir dialéctico.
Es una herramienta cognitiva para desentrañar la esencia del fenómeno en concreto. De tal forma que lo
fundamental se coloca, de nuevo, en la parcela de lo real designada a nivel cognitivo, determinada histórico-
culturalmente. Así, El concepto confiere “significado”, o mejor dicho, “extrae” y “expresa” el significado
de un elemento específico de la totalidad de la realidad. Tener significado, como dice Vygotsky, es
convertirse en una herramienta, es decir, en un universal concreto, que no es únicamente aplicable dentro
del sistema del que este significado forma parte, sino también aplicable dentro de otros sistemas y que se
sumerge dentro de nuevas áreas de la realidad y nuevos significados. El concepto es concreto porque es el
instrumento sine qua non de una forma específica de acción; es universal porque es una herramienta que
tiene aplicación más allá del contexto inmediato en el que se ha producido.

El universal o el concepto tienen una realidad objetiva, pero no en el sentido platónico o hegeliano –
como una mera idea– sino “en el sentido de conexiones gobernadas por leyes de los fenómenos materiales,
en el sentido de la ley de estar unidas componiendo un mismo todo, en el contexto de una totalidad o
agregado auto-desarrollado, donde de hecho todos los componentes están relacionados, no por la virtud de
poseer el mismo atributo idéntico, sino por la virtud de tener el mismo antepasado común, o por decirlo de
manera más exacta, por su virtud de resultar como diversas modificaciones de la misma sustancia de
un carácter material absoluto –esto es, independiente del pensamiento y la palabra–” –Ilyenkov 2009, 204–
. 31 Esta pequeña pero brillante exposición coloca en posiciones justas para comprender las deficiencias
ideológicas que subyacen a las pretensiones de la “no coincidencia conceptual” con el revisionismo. Para el
caso que nos ocupa, lo relevante es, por un lado, las relaciones sociales sobre las que operan los conceptos
como herramientas cognitivas y, por otro –que no aparte, extrínseco o desvinculado–, la cosmovisión de la
que se parta en el desarrollo ideológico para enfrentarlas. De tal suerte que las pretensiones de darle cancha
al revisionismo por el uso de tales conceptos que históricamente el marxismo no ha sabido, hasta hace
relativamente poco, asimilar, 32 es meramente una quimera idealista. Primeramente, por la propia
incomprensión del concepto “concepto” en su significación filosófica, lo que se traduce en posicionamientos
políticos ya referenciados. Y de seguido, por pretender equiparar cosmovisiones de partida enfrentadas,33


31
Marx sobre el concepto de proletariado: una interpretación de Ilyenkov; Siyaves Azeri –citando a Ilyenkov–. Subrayado por
Vientos de Octubre.
32
Aquí se da por hecho que el marxismo ya ha asimilado todo lo que pueda provenir de estas corrientes burguesas sin atender al
estado actual de derrota ideológica y, sobre todo, por encima del Balance del Ciclo de Octubre, lo cual es falso; es decir, el
marxismo aún no se ha autosuperado, pues ello implicaría dar por finalizada la fase de reconstitución ideológica.
33
Tal es el absurdo idealista que se deriva de la incomprensión de lo expuesto, que de llevar el razonamiento hasta sus últimas
consecuencias no se podría, por ejemplo, ¡ni hablar de marxismo, puesto que este “coincide plenamente” a nivel conceptual con el
revisionismo! El propio Marx hizo notables y sonoras “concesiones” a la burguesía al partir de los mismos conceptos de esta para
cimentar sus posicionamientos ideológicos. Ni qué decir tiene que conceptos absolutamente fundamentales para el marxismo
como “clase social”, “dictadura”, “Estado” y un larguísimo etcétera no son patrimonios exclusivos de este, como no podría ser de
otra forma. Tales pretensiones hacen retornar a la defensa de una construcción lingüística “proletaria” –cuestión sobradamente
combatida y desmontada por el marxismo-leninismo–, y otorgan inconscientemente a las meras formulaciones gramaticales y/u
ortográficas un carácter de clase en tanto que tal. Por supuesto, nada más lejos de la realidad, pues el lenguaje no tiene un carácter
de clase per se, es el propio marco histórico-cultural sobre el que opera y que designa el que está imbuido y determinado por
relaciones sociales clasistas. Así, las mismas estructuras lingüísticas y los mismos conceptos fueron usados antes y después del
triunfo de las revoluciones proletarias. La significación de los mismos, en todo caso –así como del lenguaje en general–, irán
transformándose en función del devenir dialéctico de las relaciones sociales y del propio desarrollo histórico-cultural de las
sociedades.
Lo que el marxismo-leninismo ha de tener en cuenta, entonces, es la cosmovisión de la que se parta para la
transformación de lo real, designado mediante los conceptos como herramientas cognitivas –prescindiendo de interpretaciones
metafísicas de los mismos como entes abstractos y autojustificativos–, determinados tanto por la propia realidad que designan
como por la cosmovisión en que se integren. Un concepto es en sí mismo impensable como mera abstracción absoluta de lo real,
pues el concepto es necesariamente una transposición cognitiva de la realidad objetiva, por lo que no son estos por sí solos los que
adquieren “carácter de clase”, sino que es la sociedad –efectivamente escindida en clases– en la que se encuentran inscritos la que
es clasista. Obviar esto, de la mano de la metafísica, conduce al absurdo de que los conceptos surgen con las clases –¿cómo si no

26
razón por la cual no existe concesión alguna, y las “coincidencias” –nótense las comillas– pasan a ser
meramente formales, coyunturales y para nada limitadas de principio, ergo exentas de toda ruptura con la
independencia ideológica de la línea proletaria.

Como debiera ser una obviedad para cualquier marxista que pretenda atender al estado de cosas
legado tras la derrota del comunismo, la necesidad de reconstitución ideológica de la teoría de vanguardia
tiene su razón de ser en la insuficiencia –histórica, por otro lado– del marxismo-leninismo que nos legó el
viejo ciclo para transformar la sociedad mediante la revolución proletaria. Ese hecho objetivo, no fruto del
caprichoso deseo de una vanguardia marxista-leninista con “hábil inventiva”, es constatable en la mayoría
de parcelas que afectan al desarrollo del elemento consciente y que determinan la revolucionarización de las
relaciones sociales burguesas. Sin embargo, el propio desarrollo de las condiciones materiales –sin obviar el
aspecto subjetivo en base al avance de lo más progresista de los estudios burgueses respecto a esta materia–
revela con mayor franqueza las limitaciones y deficiencias que el marxismo revolucionario lleva arrastrando
desde su conformación respecto a ciertos temas de imperiosa necesidad de superación para la revolución
proletaria34.

Es un hecho incuestionable que el marxismo adolece de importantes limitaciones de partida en el


tratamiento de la cuestión de género. Si bien los clásicos marxistas supieron cimentar las posiciones
proletarias respecto a la cuestión, y la riquísima experiencia que nos proporcionaron los procesos de
construcción socialista, que constituyen la cristalización de lo más avanzado entre lo viejo, no sería sino un
pueril ejercicio de autocomplacencia y falta de honestidad comunista decretar el “todo dicho” respecto a tan
intrincada problemática. Para lograr abordar la emancipación de la mujer desde una perspectiva proletaria,
se ha de partir invariablemente del reconocimiento –explícito y sin medias tintas– de la más que insuficiente
puesta en escena que el marxismo revolucionario vino desarrollando durante el viejo ciclo. Si bien, como se
ha afirmado más arriba, tales iniciativas resultan lo más avanzado que la humanidad ha logrado ofrecer, y
que los postulados esenciales del marxismo respecto al tema son piedra de toque fundamental para discernir
entre revolución y reacción, tan obvio como esto resulta que todos los esfuerzos pasados de los camaradas –
tanto teóricos como prácticos– han resultado insuficientes tanto para elevar a la humanidad hacia el
comunismo como para la emancipación de la mujer –con la consecuente superación de todas las estructuras
y construcciones sociales que sostienen y reproducen su opresión– y la abolición del género, pues son
momentos distintos de un mismo proceso autoconsciente de emancipación universal.

Este vacío teórico y las deficiencias en el desarrollo a nivel histórico de la praxis comunista en torno
a la cuestión de la mujer es lo que explica la total hegemonía del ala izquierda del feminismo en el seno de la
vanguardia. La razón es, pues, la propia debilidad del comunismo y la no poca influencia de la ideología
burguesa más reaccionaria a este respecto entre los propios comunistas, el desarrollo, sustento y
reproducción de las relaciones patriarcales –en definitiva, burguesas– y la incorrecta perspectiva respecto al
feminismo –todo ello, a su vez, producto intrínseco de la ya mencionada debilidad histórica de la línea
proletaria–. Como en todo fenómeno de lo real, las contradicciones externas actúan a través de las internas,
por lo que si hay que “buscar culpables” de la influencia de la burguesía en el seno de la vanguardia es entre
los propios comunistas, y no en una suerte de confabulación “feminista-masónica”.

La humilde posición del marxismo acerca de tan trascendentales cuestiones coadyuvó a la búsqueda
espontánea de soluciones. Esta es la razón de ser del ala izquierda del feminismo –feminismo radical,


podrían tener carácter de clase y ser constitutivos por sí mismos de concesiones burguesas, al margen de la línea política?– y que
han de ser “transformados” mecánicamente, pasando por alto las relaciones sociales históricamente determinadas.
34
Es la derrota del marxismo como aspecto principal la que revela las deficiencias de la praxis histórica revolucionaria, a través
precisamente de su sintetización. Pese a que tal es el modo en el que se expone a lo largo del escrito, en este párrafo se obvia por
completo, ofreciendo una explicación muy limitada.

27
feminismo de clase o socialista–, en la que cristalizan elementos centrales de la cosmovisión proletaria con
construcciones ideológico-políticas reaccionarias, de otras clases sociales. El feminismo como corpus
teórico general –o generalizado– es un elemento ajeno a la cosmovisión proletaria. Ahora bien, de ninguna
manera es posible realizar tabla rasa respecto al feminismo, como bien hace la derecha de la Línea de
Reconstitución, pues en su seno se desarrollan corrientes contrapuestas y de intereses de clase bien
divergentes35 –es del todo una banalidad política comparar a Kate Millett con Beyoncé, por ejemplo–. De
igual forma que esto resultaría una verdad objetiva para todo marxista con un mínimo de aspiraciones a la
rigurosidad proletaria, tanto lo es que han sido precisamente estas corrientes de izquierda en el seno del
feminismo –que tienden a conciliar con el marxismo; esto es, revisionismo– las encargadas de arrojar algo
de luz y poner en la picota todas aquellas deficiencias históricas que el marxismo arrastra desde su propia
génesis. De tal modo que la actitud que se ha de adoptar desde el marxismo-leninismo para el avance en la
reconstitución ideológica es la del propio desarrollo y profundización del mismo a través de la
doblenegación36 de todo lo nuevo que esté presente en lo viejo, en la ideología burguesa –en el ala izquierda
del feminismo, para el caso que nos ocupa, que no es poco–. Los no escasos aportes que este ala izquierda
pueda suscitar de cara al tratamiento de la cuestión por parte del proletariado revolucionario, han de ser
superados asimilándolos como fruto del deslinde de campos y de la lucha de dos líneas –uno se divide en
dos– con el propio feminismo, con el balance como mediación ideológico-política, lo cual ya se aclara al
comienzo del escrito que no es el objetivo del mismo. Desechar el feminismo, haciendo abstracción del
mismo respecto a su desarrollo histórico y sus múltiples determinaciones, así como de las problemáticas y
formas de abordarlas que pone sobre la mesa, es simple revisionismo mecanicista, y está lejos de coadyuvar
a lograr un profuso análisis proletario acerca de la cuestión de género, cimentada en la independencia
ideológica y política de la clase obrera.

Las contradicciones entre el marxismo-leninismo y las demás corrientes teóricas irán resolviéndose
sucesivamente como síntesis –Aufhebung, o, para decirlo en lenguaje marxista, negación de la negación– en
las que el marxismo-leninismo se enriquecerá elevándose , al mismo tiempo que suprime a esas corrientes
derrotándolas políticamente y conserva lo que han podido aportar a la reconstitución ideológica del
comunismo.37

Este enunciado resume, en el actual estado de derrota del movimiento comunista internacional a
nivel político, teórico e ideológico, cuál debe ser la relación de la vanguardia marxista-leninista, es decir, de
la Línea de Reconstitución, con el resto de la vanguardia teórica. Die Aufhebung del marxismo-leninismo no
se puede realizar de manera inmediata ni espontánea, sino que es necesario un largo proceso en el que la
vanguardia teórica marxista-leninista se dirige a los distintos sectores que conforman el resto de la

35
Se viene a señalar las contradicciones internas en el seno de la burguesía. La a priori divergencia entre las diferentes corrientes
del feminismo determinadas por su posición de clase, no responde de ninguna manera al interés del proletariado.
36
Por oposición al revisionismo feminista, que pretende agregar a la cosmovisión proletaria elementos de otras clases inasumibles
por el proletariado revolucionario en su despliegue comunista –integrar dos en uno–, la postura marxista-leninista pasa por la
asimilación-superación de lo avanzado entre lo viejo que pueda ser desarrollado por la cosmovisión proletaria a través de la
confrontación ideológica y el deslinde de campos –uno se divide en dos–. Dicho de otro modo, frente a la incorporación aleatoria
de elementos revisionistas al marxismo como fútil intento de subsanar las lagunas teóricas del mismo, el proletariado
revolucionario transforma los elementos asumibles por este en su desarrollo ideológico-político desde el propio marxismo, en su
profundización y puesta al día –reconstitución ideológica– como momento necesario en el proceso de conformación del sujeto
revolucionario autoconsciente, cristalizado en Partido Comunista. Mientras que la primera postura da al traste con el marxismo
como cosmovisión totalizadora e impide su desarrollo coherente y revolucionario, la segunda lleva este postulado hasta sus
últimas consecuencias, revelando la interrelación dialéctica del marxismo para con la ideología burguesa y colocando la lucha de
dos líneas como condición sine qua non para el ulterior avance del comunismo. Tenemos, pues, la concepción metafísica frente a
la concepción dialéctica del marxismo-leninismo. Esta formulación, pretendidamente asumida por la Línea de Reconstitución, sin
embargo, levanta ampollas cuando de lo que se trata de superar es el feminismo, producto indudable de la interiorización de lo
más rancio de la ideología burguesa en el seno del sector derechista de la línea proletaria, como más adelante se tratará. Su
correlato directo e inevitable es el triste, insuficiente y marcadamente reaccionario desarrollo que se tiene a bien realizar respecto
a la cuestión de género por parte de la Línea de Reconstitución hasta ahora.
37
La Nueva Orientación en el camino de la Reconstitución del PC. “La construcción de la vanguardia”; PCR.

28
vanguardia teórica a través de la lucha de dos líneas en función del plan de reconstitución y de las sucesivas
mediaciones que las tareas a realizar requieran. Asimismo, este enunciado debería resumir la relación entre
los feminismos y el marxismo-leninismo.

El feminismo, como movimiento parcial que lucha por la igualdad entre hombres y mujeres o bien
por la emancipación de las mujeres –al menos el ala izquierda del feminismo, en la teoría, formalmente
reconoce esta búsqueda de emancipación, la cual naturalmente no es capaz de aportar–, es enormemente
heterogéneo. El desarrollo durante la segunda mitad del pasado siglo de numerosos colectivos de mujeres y
diversas corrientes de pensamiento –feminismo humanista, radical, socialista, negro…– muchas veces
enfrentadas entre sí, no fue acompañado de una aprehensión crítica de estas por parte del marxismo. De
hecho, la discusión y el debate fue rechazado mecánicamente al verse, en muchas ocasiones, como ataques
directos a las organizaciones o como discursos que agudizaban las contradicciones en el seno de la clase.
Posteriormente, durante los años noventa y hasta nuestros días, se ha producido el surgimiento de un nuevo
feminismo, el denominado LGTBIQ+ que acaba con el sujeto político del feminismo tradicional –la mujer–
y desplaza el centro de la discusión del binomio sexo-género a la sexualidad y el deseo, y extiende el
problema de la opresión de género a homosexuales, bisexuales, intersexuales y transexuales. Todas estas
corrientes son el resultado de la aplicación del psicoanálisis y las diversas corrientes filosóficas posmodernas
a la cuestión de género.

En el MCI históricamente se distinguen dos grandes posiciones hegemónicas según su relación a la


cuestión de género. Por un lado, aquellos que pretenden hacer una combinación entre feminismo y
marxismo como si un compendio de ideas o una forma de pensamiento para analizar dos sistemas de
opresión –clase y género– ajenos entre sí se tratasen. Estos serían los autodenominados feministas
socialistas, feministas marxistas, feministas de clase… en definitiva, feministas con algún complemento
combativo, tendente a la reforma y a la inmediatez de lo necesario, concebido como lo urgente. El
marxismo, desde esta visión que comparten desde los académicos burgueses hasta los destacamentos
revisionistas, se vería reducido a una corriente filosófica que analiza la opresión del proletariado de manera
utilitarista y parcializadora, y no como una cosmovisión totalizadora de la realidad, como síntesis de lo más
avanzado del conocimiento humano en su despliegue revolucionario contra la burguesía.

Por otro lado, se hallan aquellos sectores de la vanguardia que rechazan mecánicamente todos los
desarrollos teóricos que el feminismo ha realizado entorno a la opresión de la mujer, tildándolos de
reformistas, burgueses o reaccionarios.

En ambos casos no se realiza un análisis de las distintas corrientes feministas desde una posición
proletaria sino que, bien se integran acríticamente al marxismo contaminándolo con teorías ajenas a la
cosmovisión proletaria o bien se rechazan de plano y de forma apriorística evitando la elevación del
marxismo en la cuestión de la mujer y de género.

Los numerosos análisis que se han realizado desde el feminismo sobre la opresión específica que
sufren las mujeres como consecuencia de la sociedad de clases en general –lo que tiende a denominarse
patriarcado como entidad común de los distintos feminismos– y en el capitalismo en concreto suponen
enormes avances frente a los cuales el marxismo se ha encontrado, hasta ahora, limitado, como se decía
anteriormente.

La opresión de la mujer, de origen clasista, es reproducida y ampliada en base al género y no al sexo,


es decir no la imputación de la causa de la opresión de la mujer por el hombre a un supuesto carácter
natural e innato, más o menos agresivo, de este último38 sino, por el contrario, la imputación de la opresión

38
El feminismo que viene. “Género y familia”; PCR.

29
de la mujer por el hombre a la construcción social que se edifica sobre el sexo39 –este sí de carácter natural–.
Sin embargo, ni siquiera esta premisa es compartida por todas las feministas sino que, por el contrario,
también se achaca por ejemplo a factores psicológicos apoyándose en tesis freudianas y lacanianas sobre la
construcción de la personalidad o a una esencia femenina o masculina –estas sí de carácter natural e innato–.

El origen de la opresión de la mujer sí que es explicado por algunas corrientes feministas por factores
naturales. En numerosos casos se plantea que el patriarcado siempre ha existido, siendo la primera de todas
las opresiones. Sin embargo, desde lo que se denomina la antropología feminista sí que existen corrientes
que ubican el origen del dominio masculino en el seno del conjunto de relaciones sociales y de producción.

También el análisis en profundidad de la división del trabajo, la oposición entre trabajo productivo y
reproductivo, la acumulación originaria… son temas que a pesar de tener su origen en las obras de Marx y
Engels deben ser retomados teniendo en cuenta desarrollos posteriores. Además, todos los estudios de la
homosexualidad, las sexualidades, el deseo, el género performativo, teoría queer… son completamente
ajenos al pensamiento marxista pero que tampoco cuentan con una perspectiva de clase proletaria40.

Teniendo en cuenta la necesidad por parte de la vanguardia marxista-leninista de sentar bases


respecto a la cuestión de género, y atendiendo a estos breves apuntes, la posición revolucionaria no pasa por
el desarrollo de un “feminismo proletario” –o de clase, o marxista–, tal como lo más granado del
revisionismo corea al unísono. Pasa por el desarrollo del marxismo-leninismo respecto a tan compleja tarea,
a través de la asimilación-superación de todos los aportes que el ala izquierda del feminismo haya podido
desarrollar y sean susceptibles de ser incorporados a la cosmovisión proletaria. Y, por supuesto, extirpando
todo atisbo de ideología burguesa y patriarcal de entre las filas comunistas, combatiendo a los reaccionarios
con mano de hierro según se tercien las circunstancias. Todo ello no viene a señalar que el tratamiento


39
El debate en torno a la contradicción sexo-género suscita un enorme interés a la hora de abordar desde la cosmovisión proletaria
la cuestión de género y la emancipación de la mujer. Dado lo intrincado del mismo, simplemente se procederá a señalar lo
esencial del tema, aunque a modo de notas superficiales.
El marxismo entiende el sexo meramente como el conjunto de caracteres genotípicos y fenotípicos que son dados a nivel
biológico, natural, en el desarrollo de las especies cuyo mecanismo de reproducción implica la existencia del binomio macho-
hembra como condición que posibilita la recombinación genética. El género, sin embargo, se concibe como construcciones socio-
políticas en función de las relaciones sociales objetivas y articulados en torno a los caracteres biológicos del individuo. Mientras
que las diferencias macho-hembra son inherentes al reino animal –en los estratos ya especificados a nivel reproductivo–, el género
es, por contra, exclusivo de la forma superior de organización de la materia: la social, y corresponde a una jerarquización de
índole política y de historicidad concreta. La base material del género se encuentra, pues, en la disposición social concreta,
articulada en torno a las clases como contradicción principal, que erige todo un complejo entramado de relaciones sociales
cambiantes alrededor de los caracteres sexuales. Dicho de otro modo, hombre y mujer son categorías sociopolíticas en devenir
dialéctico –tanto “lo masculino” como “lo femenino”, y toda derivación intrínseca, no ya es que haya variado conforme la historia
ha ido desarrollándose, sino que en la propia actualidad ni siquiera tiene las mismas significaciones para grupos sociales
diferentes–, son la cristalización de las determinaciones particulares de la contradicción de género, la concreción de tales
relaciones sociales cambiantes erigidas en torno a la propiedad privada y la división sexual del trabajo.
El propio binarismo es una mera abstracción de la materialidad en lo referente al desarrollo biológico del ser humano –
aquí merece ser traído a colación la cuestión de la intersexualidad–, pues obvia la diversidad genética más allá de lo normativo,
construido de nuevo en función de las relaciones sociales concretas, esta vez alrededor de lo biológicamente más común, y
necesario a nivel reproductivo para el ser humano. Esta última aseveración ha de ser comprendida correctamente, pues no se está
negando la base material –los caracteres sexuales: macho y hembra–, sino que esta va más allá de lo normativo –el binarismo
estricto–, como la propia ciencia burguesa se ha encargado de demostrar, y que esto es producto de unas relaciones sociales
objetivas con una multiplicidad de determinaciones que dan lugar a la contradicción de género.
De todo ello se desprende que lo meramente natural –sexo–, una vez trascendida la organización biológica de la materia
hacia la forma superior hasta ahora conocida, la social, no tiene mayor importancia que la de servir como referencia a la hora de
arrojar luz ante el problema de género en tanto que forma parte de su base material. Lo meramente sexual, entendido como lo
biológico y no como el conjunto sociocultural de relaciones sexo-afectivas entre individuos, no es constitutivo de ninguna
opresión, cuestión fundamental para no caer en el error determinista biológico que reproduce la opresión de la mujer ad infinitum
en tanto que esta es intrínseca a su condición biológica. Es, por tanto, el género como constructo histórico en su universalidad a lo
que el marxismo revolucionario ha de atender para avanzar hacia la emancipación de la humanidad.
40
Como autocrítica, no se trata de dar una perspectiva de clase al feminismo, sino de superarlo desde el marxismo. La exposición
anterior induce a error, como si se tratase de “reformar” las teorías burguesas o integrarlas desde el epíteto expiatorio “de clase”.

30
integral del feminismo sea una tarea prioritaria en el plan de reconstitución, sino que el feminismo,
especialmente hoy en día con la enorme presencia que tiene entre la vanguardia, requiere de un correcto
tratamiento, balance mediante, y no puede ser despachado con un simple artículo. Asimismo, la vanguardia
marxista-leninista ha de desarrollar posicionamientos –bien sean “provisionales”, pero con carácter de línea
política– en plena concordancia con la cosmovisión proletaria.

El feminismo en su totalidad, como ente extrínseco al marxismo, coadyuva a la dominación de clase


en tanto que es incapaz –como movimiento parcial espontáneo que es, al igual que el sindicalismo o el
antifascismo, por ejemplo– de ofrecer una respuesta revolucionaria para la emancipación de toda
contradicción clasista. Es por esto por lo que desde el marxismo se ha de confrontar con él, no en base a
argumentos retrógrados y reaccionarios desde el desconocimiento más absoluto del tema. El marxismo ha de
doblenegar el feminismo, superar asimilando, prestando especial atención al ala izquierda, y siempre
atendiendo a la necesaria jerarquización de tareas; a la par que combate sin miramientos todo oportunismo
de derechas respecto a la cuestión, toda actitud burguesa execrable, manteniendo una correcta vigilancia
revolucionaria en el seno de la vanguardia marxista-leninista.

EL FEMINISMO QUE VIENE… DE LA MANO DE LA


BURGUESÍA

Para entender la urgente necesidad de la presente crítica, merece especial mención el texto que, sin
duda, evidencia de forma más explícita las desviaciones derechistas y las limitaciones que hasta ahora
estaban presentes en el seno de la Línea de Reconstitución. Unido a todo lo ya comentado, el tratamiento de
El feminismo que viene, por el PCR, acerca de la cuestión de género pone de manifiesto el atraso inapelable
de parte de la vanguardia marxista-leninista. Es necesario un apartado específico para este texto, aparte de
por ser el que mayor cantidad de desviaciones e improperios antimarxistas condensa, porque ha sido
presentado ante la vanguardia – ¡aun tras habiéndose puesto en evidencia algunas de sus inapelables
carencias!– como un texto “con carácter de línea política”, algo que Vientos de Octubre considera
intolerable. A continuación, se expondrán una serie de fragmentos del mismo para facilitar el deslinde de
campos.

El texto en discordia comienza de tal forma: (...) pues se trata de una señorona que tiene a su
alrededor todo un equipo de verdaderos trabajadores y trabajadoras que curran para que ella luzca su
palmito de talla supergrande y pueda codearse con la beautiful people de Marbella –…–.41 Primer párrafo
de un texto que pretende abordar la cuestión de la mujer, llamando literalmente gorda –¡¿?!– a una
representante de la burguesía mediática.42 Un primer párrafo merecedor de un texto entero dedicado a tal

41
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
42
De igual forma, no deja de ser curioso –y reaccionario, sobra decir– el inexplicablemente recurrente “señoronas” para hacer
referencia a mujeres burguesas, poniendo la atención en su condición de género por encima de la de clase, y que está presente en
varios textos públicos. Curioso porque, en primer lugar, es algo que la Línea de Reconstitución achaca al feminismo, y en
segundo, porque desmerece absolutamente la cuestión, ya que el “problema” con la aducida no viene dada por su condición de
“señora”, sino por su condición de burguesa. Hasta la fecha, Vientos de Octubre no conoce ninguna publicación por parte de la
Línea de Reconstitución que haga mención a “señorones” o términos despectivos similares en referencia a los burgueses varones.

31
“sutil y elegante metáfora”, repleta de todo contenido burgués y patriarcal reaccionario. La dominación
burguesa no puede ser combatida bajo las determinaciones ideológicas de la propia burguesía, y he aquí la
razón de la importancia cardinal que adquiere la independencia ideológico-política del proletariado para el
despliegue revolucionario. Este principio básico queda, una vez más, reducido a la nada cuando de lo que se
trata es de confrontar con el feminismo –que, dicho sea de paso, nada tiene que ver Mª Teresa Campos con
la totalidad compleja del feminismo–, y es una de las muchas evidencias de la convergencia del sector
derechista de la Línea de Reconstitución con la derecha más rancia, valga la redundancia.

Es absolutamente inadmisible, más en un texto que aspira a ser un referente político de la línea
proletaria, el uso de tales formas ideológicas para pretender confrontar con la burguesía, y es deber de todo
comunista honesto destapar este tipo de auténticas salidas de tono y extirpar a la burguesía enquistada en el
propio movimiento comunista. Sin embargo, ante el aluvión de críticas por parte del revisionismo y del
feminismo en general –totalmente justificadas, que no quiere decir que estén ideológicamente bien
fundamentadas; de hecho, se quedan en la anécdota sin profundizar en la crítica– se ha llegado hasta a
defender lo indefendible, intentando justificar estas palabras, diciendo que durante el Ciclo de Octubre, fue
de uso recurrente en agitación y propaganda la representación de la burguesía como hombres –tampoco
casual– orondos u obesos.43 Una vez más, se prima la defensa de postulados reaccionarios frente a la crítica
externa, la unidad frente a la lucha, y se rechaza el combate contra este tipo de reproducciones ideológicas
burguesas tan evidentes e intolerables. Los cánones de belleza son producto de las sociedades clasistas, una
determinación universal más de la contradicción de género, por lo que el proletariado revolucionario ha de
aspirar a suprimirlos como tal, como conjunto artificial y opresivo de imaginarios normativos acerca, en este
caso, del aspecto físico de los individuos. Por el contrario, ¿qué ofrece, hasta ahora, la Línea de
Reconstitución en uno de sus textos con “carácter de línea política”? La más completa interiorización y
reproducción de los mismos, sin atender a su significación política y, por ende, obviando la incompatibilidad
de estos para con la construcción comunista.

(...) no debe extrañarnos la tendencia a enfatizar cada vez más en la parte substancial –género–
sobre la adjetiva –clase– en todo discurso dirigido a la mujer trabajadora, y, con ello, a independizarse
cada vez más el epos feminista de la problemática social general de la clase obrera.44 Como se ha explicado
a lo largo del presente texto, el género es en sí mismo una construcción social de origen clasista, por lo que
pretender trazar una línea divisoria entre la problemática de género y la problemática social en general de la

Una obviedad, por otro lado, que cobra su relevancia ideológica en el contexto en el que se inscriben esas formas de
denominación de las mujeres burguesas, nada casuales.
El marxismo revolucionario no desprecia a la burguesía por su condición de género, por ser una “señorona” en este caso,
sino por su condición de clase, para lo cual esa terminología despectiva cae netamente en saco roto.
43
El problema con este fútil intento de salvar las apariencias es la incomprensión de las significaciones socio-históricas que ambos
hechos suscitan. Mientras que la forma de propaganda que representaba a la burguesía como hombres obesos respondía a la
relación existente entre abundancia y sobrepeso, la ridiculización que el PCR realiza descansa sobre los cánones patriarcales de
belleza que son hegemónicos en la actualidad en las sociedades capitalistas desarrolladas. Al burgués se le representaba como
gordo no por una cuestión estética, de mera apariencia o por simple banalización, sino porque se hacía referencia a la acumulación
de riquezas, a la ostentación y al alto nivel de vida que cristalizaba en el individuo de aspecto lustroso, en comparación con las
representaciones de proletarios – ¡casualmente no mentadas en las pretendidas justificaciones!– que giraban en torno a la delgadez
como sinónimo de pobreza, de escasez, de penurias. Esta dicotomía, por tanto, no respondía a las mismas lógicas ni mucho menos
a las que responde la afirmación del texto en la actualidad, pues hay que comprender que tales representaciones se circunscriben a
un periodo histórico determinado, con una herencia sociocultural concreta, pues asociar pobreza a delgadez y riqueza a gordura es
una constante a nivel histórico, por la sencilla razón de que ambos indicaban unos hábitos alimenticios –y de vida en general–
según la capacidad adquisitiva del individuo, en función de la pertenencia a una clase social determinada.
Esto, sin embargo, queda diluido con la entrada del capitalismo, especialmente en su fase monopolista, y más agudizado
todavía en los países capitalistas desarrollados y los centros imperialistas, como es el caso del Estado español –pese a ser un
fenómeno complejo y que resulta imposible analizarlo en el texto presente, valga como pequeña muestra este interesante aporte de
un camarada a través de las redes sociales: https://www.twitlonger.com/show/n_1sap0mg- – por lo que trazar una suerte de
paralelismo entre ambos recursos propagandísticos es simple miopía política.
44
El feminismo que viene; PCR.

32
clase obrera, como se desprende de esta cita, es un absurdo idealista. La contradicción de género es
intrínseca a la problemática social en general de la clase obrera, es una forma en la que esta se manifiesta –
teniendo en cuenta que su manifestación no se circunscribe únicamente a la clase obrera–. El error45 de
ciertas corrientes feministas consiste en entender la escisión de lo social en función del género como
contradicción principal, sustituyendo a la clase, no en disociar el género de las problemáticas sociales en
general, como afirma el texto, algo que daría al traste con el género como concepto político mismo. Y del
feminismo en general, la parcialización de la realidad en función de la autonomización de sistemas de
opresión ligados –en el mejor de los casos– extrínsecamente entre sí.

(...) el feminismo, en tanto que programa político, no es otra cosa que la maduración de este
proceso de particularización y secesión del movimiento social (...)46 Como se ha señalado anteriormente,
desde la Línea de Reconstitución se homogeniza al feminismo como ideología y movimiento político exento
de contradicciones, como un todo dado. El texto en cuestión no iba a ser menos, y he aquí una muestra
concreta –¿qué programa político es el que enarbola qué feminismo?–, aunque tal limitación se presenta
hasta la saciedad a lo largo del escrito.

Pretendiendo dar una explicación de la convergencia del revisionismo con el feminismo, el


texto afirma: (...) las mujeres socialistas de finales del siglo XIX y principios del XX, a la vez que
iban alejándose del programa común de la revolución proletaria, terminaron convergiendo
ideológicamente con las feministas de la época, las sufragistas, y de esta fusión surgió el feminismo
moderno.47 Sin embargo, ni una palabra del porqué las mujeres socialistas bascularon de la revolución
proletaria hacia el feminismo, o del porqué el ala izquierda del feminismo hegemoniza actualmente, y
viene de largo, al conjunto de la vanguardia teórica; en general, del porqué del ascenso generalizado del
feminismo, excepto lo que sigue: (...) el feminismo, pujante hoy gracias al apoyo que recibe desde
el poder. 48 El feminismo – ¿qué feminismo?– está en auge simplemente por el apoyo que recibe
desde “el poder”, destruyendo así la cosmovisión proletaria para el análisis-transformación de la
realidad, al obviar todo el desarrollo social en clave de progreso desde el pasado siglo, la lucha de clases
y, lo que es fundamental, al proletariado como sujeto social esencial para comprender el devenir
político-normativo –referido a la superestructura– en el capitalismo. El auge del feminismo es reducido,
de tal forma, a una suerte de conspiración desde el poder – ¡incluso se habla, en sentido despectivo, de
lobby! otra muestra más de la coincidencia con la extrema derecha–, en que la lucha de clases en
general, la derrota del comunismo y el desarrollo de ideología proletaria parecen pintar poco o nada.
¿Desde cuándo el marxismo revolucionario concibe el auge de la ideología burguesa en términos de
apoyo desde el poder –en genérico–, en lugar de atender a la lucha de dos líneas y a la fortaleza de la
línea proletaria? ¿Acaso el principio dialéctico de que las contradicciones externas actúan a través de
las internas no tiene validez para el fenómeno de que se trata? Ni una palabra acerca de la debilidad
histórica del proletariado revolucionario respecto a la problemática del género, algo que ya ha sido
someramente abordado más arriba, por lo que no se reincidirá en ello.
Siguiendo con el tratamiento unilateral del feminismo, se afirma: En este sentido, es ilustrativo que
el discurso feminista haya ido basculando desde la reivindicación de la igualdad en el disfrute del derecho
a la de la igualdad en el disfrute del poder.49 Sin embargo: La igualdad es un término que congela el
feminismo: por supuesto que en un sentido general no podemos estar en contra de la igualdad, pero en otro
sentido decir solo que luchamos por la igualdad es decir que queremos la explotación capitalista que

45
No se trata de un error, sino de una limitación intrínseca a su propia esencia en tanto que corrientes necesariamente
parcializadores de lo real.
46
Ibídem.
47
Ibídem.
48
Ibídem.
49
Ibídem.

33
sufren los hombres. Creo que lo podemos hacer mejor que eso, hay que aspirar a transformar el
modelo entero (...)50 Poco más que añadir.
También es necesario remarcar la defensa a capa y espada que hace el texto de la terminología
jurídica burguesa. Al marxismo-leninismo no pueden servirle de pretexto, en una pretendida lucha de dos
líneas dentro de la vanguardia, los conceptos decimonónicos del Estado de Derecho liberal, así como el mal
entendido sujeto de derecho universal.51

Es ciertamente penoso que el texto enarbole el argumento de la ruptura con la igualdad jurídica entre
sujetos de derecho a favor de la especificidad de un colectivo concreto –las mujeres– como crítica al
feminismo, es decir, la crítica idealista desde una posición que, con benevolencia, solo es posible catalogar
de legalismo burgués.

Citando textualmente: La lógica jurídica feminista niega toda posible construcción conceptual y
legal de un sujeto de derecho universal, destruye el pedestal sobre el que la burguesía erigió al ciudadano52.
No es de agrado señalar correctamente cómo el concepto de ciudadano se construye como una de las
múltiples determinaciones de la ideología burguesa –en este caso legalmente–, a la vez que se posicionan en
su trinchera utilizando las mismas armas de la crítica contra el feminismo.

El derecho, como construcción superestructural, es una forma a remolque de la realidad material y


siempre determinado por ella; los conceptos53, como abstracciones de la lógica burguesa, no son puros ni
eternos, y si se toman como armas es porque lo son, pero para una clase: la burguesía.

Los términos reconocidos de iure por la burguesía son la negación de la lucha de clases, suponen la
concretización más viva de la ideología y la mediación de esta con la estructura social. El texto critica esa
escisión entre el derecho y el reconocimiento del individuo como sujeto universal, pero ¿se puede criticar, de
forma revolucionaria, la especificidad del feminismo sin romper con el viejo orden burgués de derecho?

A continuación el texto pretende arrojar luz acerca del género y la familia, afirmando lo que sigue:
Finalmente, normativas como la Ley Integral contra la Violencia de Género, que entró en vigor a comienzos
de 2005, a la vez que insisten en la liquidación del Derecho, proyectan las consecuencias de esa
liquidación hacia ámbitos más amplios. De esta manera, la introducción penal del criterio de género como
agravante de delito implica la involucración de elementos prepositivos en la configuración del marco
regulativo, a la vez que presupone la vinculación del comportamiento de los individuos a factores de
naturaleza no social. Desde el punto de vista penal, esto supone una regresión a la criminología del siglo
XIX, que buscaba la causalidad del delito en factores de orden biológico o fisiológico. De manera que si la
vieja criminología podía ser tachada justamente de racista, el nuevo reformismo de género debe ser tratado
de sexista, en el peor sentido del término.54 Este sinsentido más absoluto a nivel teórico viene a decir que la

50
Extracto de una entrevista a Silvia Federici para Eldiario.es fechada el 24/5/2014 por parte de la periodista Ana Requena
Aguilar. Vaya por delante que no se pretende refrendar la línea ideológica de Federici, o pretender que este tipo de corrientes
estén en la posición correcta de partida para enfrentar la cuestión de género y la emancipación de la mujer ni mucho menos,
puesto que para ello es condición sine qua non la revolución proletaria. Sin embargo, es una buena evidencia de hasta qué punto
se desconoce el feminismo como conjunto heterogéneo por parte de la Línea de Reconstitución, y concretamente sus desarrollos
más recientes, que van bastante más allá de las aspiraciones a la igualdad en el disfrute del poder.
51
En referencia a lo revolucionario frente al feudalismo del sujeto de derecho universal planteado por la emergente burguesía,
conviene mencionar cómo, dentro de la propia burguesía revolucionaria, existían contradicciones en torno a esta cuestión que se
materializaron en las críticas de las primeras feministas. Prueba de ello fue la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la
Ciudadana, redactada por Olympe de Gouges, en contraposición a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
que únicamente dotaba de reconocimiento a la mitad masculina de la burguesía.
52
El feminismo que viene; PCR.
53
Del derecho burgués, con su contenido político como tal.
54
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.

34
introducción del factor género como criterio a nivel jurídico55 implica la vinculación de factores al margen
de lo social, de carácter natural o biológico… ¡cuando el género es en sí mismo una construcción social al
margen de determinismos biológicos! Es una prueba irrefutable del escasísimo conocimiento que se tiene en
el ala derechista de la Línea de Reconstitución, no ya del desarrollo histórico del feminismo y su complejo
corpus teórico, ¡sino de los conceptos absolutamente fundamentales y más básicos con los que se pretende
confrontar! La introducción de un factor netamente social, ni qué decir tiene que en absoluto pone el foco en
factores biológicos, algo obvio de todo punto. Llama poderosamente la atención, de igual manera, que el
texto considere a una ley burguesa –que ni siquiera se molesta en explicar, y mucho menos en confrontar
desde el marxismo– sexista en el peor sentido del término por incluir medidas de “discriminación positiva”.
Partiendo de esta soberbia consideración, ¿qué clase de sexismo subyace entonces a toda expresión explícita
o implícita de violencia patriarcal que recae sobre las mujeres?
Siguiendo con el concienzudo análisis de la LIVG, se afirma: Pero lo más importante es que toda
esta legislación tiene como finalidad ocultar el verdadero origen —que sí es de naturaleza social— de la
opresión y de la marginación que sufre la mujer.

El feminismo ha sellado un pacto de silencio con el capital sobre la verdadera naturaleza de la


cultura machista que impregna esta sociedad en todas sus esferas. La imputación de la causa de la
opresión de la mujer por el hombre al supuesto carácter natural e innato, más o menos agresivo, de este
último —que es a donde conduce todo discurso feminista invariablemente— significa relativizar, si no
pasar absolutamente por alto, el medio social en el que se desenvuelven las relaciones entre ambos sexos.56
En primer lugar, una obviedad: ninguna ley burguesa destapa la raíz de la desigualdad social sobre la que se
sustenta y se erige toda superestructura jurídica, incluida la propia ley en cuestión. Ninguna, pues, sienta las
bases por sí misma para la superación de la problemática social que aborda, puesto que lo contrario
supondría dar al traste con las imbricaciones del derecho para con la sociedad de clases que regula,
supondría acabar con el derecho burgués, algo que parece no entusiasmar al PCR. Conllevaría o bien la
concepción de todo el entramado jurídico-normativo sustancialmente extrínseco de las determinaciones
sociales concretas –idealismo–, o bien la ruptura con el marco institucional burgués, algo que solo la
revolución proletaria puede generar, transformando las relaciones sociales y las fuerzas productivas –como
unidad de contrarios– en su totalidad. Este es el punto de partida del marxismo revolucionario para abordar
la crítica a toda construcción jurídica burguesa; particularmente, para normas progresistas57 –como pueda ser
la LIVG– que posibiliten a las masas, desprovistas de las mediaciones ideológicas de la vanguardia,
reconocer al Estado o a la judicatura burguesa como remedio de todos sus males.


55
De nuevo, el derechismo remitiéndose a la defensa del viejo orden jurídico burgués para lograr dar “sentido” a unos
posicionamientos de pleno alejados del análisis marxista.
56
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
57
No confundir que una ley burguesa sea progresista con que sea revolucionaria, parte constitutiva de la política proletaria o
sensible de ser incorporada como medida en sí misma para abordar la cuestión de género. La norma que nos ocupa es progresista
en tanto que antes no había, literalmente, nada a nivel institucional para dar las coberturas básicas a las mujeres maltratadas,
especialmente a las de alto riesgo. Sin embargo, y como toda ley capitalista, es una regulación burguesa, cuyo aplicador principal
es el Estado y sus instituciones, que opera sobre los efectos más descarnados de unas contradicciones sociales que, naturalmente y
como ya se ha explicado, ni de lejos aborda. Por lo tanto, no está en disposición de acabar con la opresión de género, puesto que
esta tiene sus bases en la sociedad de clases, no en las configuraciones superestructurales ni en los desajustes jurídicos. En este
sentido, su defensa no es competencia de los comunistas; ahora bien, su crítica pasa por la comprensión de sus limitaciones como
medida normativa burguesa, de carácter progresista, y su combate ha de realizarse desde la máxima vigilancia revolucionaria
frente a las más que posibles desviaciones patriarcales y concesiones a la burguesía más conservadora. Se cree oportuno la
necesidad de especificar más el concepto de progresista, dada la costumbre de retorcer interesadamente los argumentos expuestos.
Progresista no es sinónimo de revolucionario, ni se contrapone a reaccionario, sino que se opone a regresivo o conservador.
Reaccionario se opone, políticamente hablando en todo momento, a revolucionario. Por lo tanto, toda norma progresista es
necesariamente reaccionaria en tanto que está enmarcada en el gradualismo reformista; es decir, no puede trascender las lógicas
burguesas de reforma social. La política proletaria no puede ser calificada de “progresista”, sino de revolucionaria, puesto que no
representa un avance lineal de las condiciones dadas, sino su superación. No se pierda de vista tampoco que progresismo político
no es sinónimo del progreso histórico, ni tampoco la necesaria tendencia hacia la corporativización de todo movimiento parcial y
de toda reforma en última instancia en el seno del imperialismo, lo cual refuerza el argumento de su contenido reaccionario
esencial.

35
El feminismo que viene, en lugar de molestarse en comprender y explicar realmente la LIVG, pasa
por la defensa de las “históricas conquistas burguesas” a nivel jurídico, reproduciendo toda esa cultura
machista, que parecen no comprender más allá de un eslogan casual, al lamentarse de la “destrucción” del
marco institucional burgués clásico por incluir medidas básicas para la protección de las mujeres
maltratadas. Prueba de ello es también que, en lugar de enarbolar los principios proletarios para la crítica,
achaca al feminismo, convertido de nuevo en un ente cerrado en sí mismo como realidad paralela y
homogénea, un supuesto pacto de silencio con el capital para encubrir el verdadero origen de la opresión de
género, atribuyendo a todo feminismo un corte esencialista y biologicista, algo que naturalmente no le
corresponde. Otra muestra más de la crítica-cliché, que descubre unas insuficiencias teóricas para afrontar
el desarrollo de la crítica revolucionaria. Para redundar en ello: (...) el feminismo al uso hace abstracción
de estos elementos de base y prefiere hablar de las relaciones entre los sexos al modo burgués, sin
historia, en abstracto y como partiendo de individuos aislados, resguardados de toda influencia
ajena a su circunstancia de género y al comportamiento que se le atribuye respectivamente
como natural y espontáneo. El gran error de fondo, pues, consiste en considerar las
relaciones de género independientemente de la familia y en observar a ésta más bien como resultado
de esa relación, como si de un contrato de colaboración entre individuos de distinto sexo se tratase.58
El feminismo al uso es en sí mismo una abstracción metafísica, pues sirve como recurso ideológico para
identificar a todo el feminismo con el institucional, lo que impide abordar su desarrollo dialéctico –
uno se divide en dos, menos el feminismo, parece ser–. Las sangrantes limitaciones teóricas no dejan
de evidenciarse, pues el “individuo aislado” que según el PCR es sujeto de análisis por el
feminismo, sin atender a nada más que a su circunstancia de “género”, no podría estar sujeto a ninguna
condición de género, puesto que esta es producto de la sociedad, como se viene explicando. ¿Cómo va a
centrarse el feminismo en un “individuo aislado”, remitiéndose a su condición de género, cuando esta se
produce tan solo al socializarse y ser socializado en determinadas circunstancias concretas? ¿Acaso el ala
izquierda del feminismo ignora esto?59 Quien, por el contrario, sí lo ignora es el PCR cuando afirma
cosas como: El marxismo demostró hace tiempo que la diferente posición social de los sexos y la
marginación de la mujer (...)60 No hay “posición social” entre sexos, sino entre géneros. Las
afirmaciones del PCR carecen de sentido alguno para el marxismo revolucionario, y vuelve a
poner de manifiesto la recurrente confusión entre sexo-género y los factores naturales-sociales, algo
que curiosamente también achacan al feminismo –lo que no quiere decir que ciertas corrientes
efectivamente lo confundan, así como que otras estén limitadas por el esencialismo y
biologicismo–. Todas estas tropelías teóricas para acabar esgrimiendo argumentos para pelear
contra auténticos “feminismos” de paja.
Por si las muestras de metafísica no hubiesen sido suficientes, el texto afirma que el feminismo no
atiende a la importancia de la familia como elemento central en la reproducción de la opresión de género,
atribuyéndole a este en su conjunto una concepción concreta de la misma, sin ir por supuesto más allá en la
profundidad de la crítica. Respecto a la familia, el texto en discordia asevera tales cuestiones: [La familia]
es el marco dado en el que se circunscriben las relaciones entre los sexos, (...)61 En todo caso, lo
correcto sería hablar de las relaciones entre los géneros, pero es que ni de lejos es posible reducir una
totalidad social a una célula concreta de reproducción de la sociedad. La familia es una institución
burguesa central para comprender la opresión de la mujer, pero no puede ser el primum agens de la
misma, ni se puede reducir esta a la institución familiar, puesto que la familia es el resultado de la
cristalización de unas relaciones
58
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
59
Evidentemente, no se está haciendo defensa alguna del ala izquierda del feminismo como si capaz fuese de enarbolar la
supresión de la contradicción de género –algo ya explicado en el presente documento–, sino que se pretende criticar los
(pre)juicios errados y las desviaciones derechistas del PCR al confrontar con el feminismo. No se puede superar tal o cual
corriente de pensamiento desde el tratamiento unilateral de la misma, ignorando sus desarrollos y sus contradicciones.
60
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
61
Ibídem.

36
sociales concretas e históricamente determinadas.62 Es, por tanto, en estas relaciones sociales en las que se
ha de poner el foco para comprender y transformar las múltiples determinaciones opresivas de la
contradicción de género, incluida la propia familia como constructo social en continua transformación e
interrelación respecto a la totalidad del marco social al que se circunscribe, del que parte y el que reproduce.
La contradicción de género, de tal forma, es un fenómeno presente en todas las esferas sociales, que de
pleno trasciende los estrechos marcos familiares. Esta concepción errada de la familia queda reforzada al
concebir a la misma como mero organismo de reproducción biológica de la sociedad de clases.63 Con este
enfoque biologicista y simplista, se obvia la función principal de la familia como institución clasista–
especialmente en el capitalismo–: asegurar la reproducción del capital. La familia es la principal célula de
reproducción social, no meramente biológica,64 encargada tanto de asegurar la manutención principal de la
fuerza de trabajo como de la socialización primaria de los individuos en función del estadio de desarrollo de
las relaciones sociales que dan lugar a la propia institución familiar. El enfoque biologicista que esgrime el
PCR, aparte de desnaturalizar la función esencial de la familia, obvia por completo el desarrollo de los
modelos familiares “no tradicionales”, como las familias homosexuales o las uniones sin hijos, que en
absoluto dejan de cumplir su función como células de reproducción social, ni se transforman en modelos
familiares “no burgueses”.

El siguiente párrafo constituye un conjunto de infructuosos intentos de justificar un posicionamiento


revisionista, como es la cuestión de la violencia doméstica. Dado lo intrincado del asunto, se desarrollará en
un apartado concreto del documento. Sin embargo, no está de más analizar algunas desviaciones derechistas
con las que se pretende sustentar tal posición reaccionaria: El simple uso de la categoría violencia de
género para describir la manifestación más onerosa y despreciable de la posición subsidiaria que sufre la
mujer en la relación entre los sexos, implica ya una selección intencionada y dirigida de todo el conjunto de
fenómenos que se desarrollan dentro del ámbito doméstico. La acepción violencia de género —que,
curiosamente, sólo contempla la actitud violenta de los hombres respecto de las mujeres, y no a la inversa
–¡sic!–— extrae de raíz la relación varón-mujer del escenario social que le es propio –…–.65 Obviando la
continua confusión entre lo natural o biológico, y entre la esfera individual como momento concreto de una
totalidad articulada que lo determina, se aprecia otra concesión más a la burguesía más retrógrada. En primer
lugar, como a lo largo de todo el documento se ha desarrollado, las contradicciones que el género como
constructo social suscita imbrica la totalidad de la sociedad de clases, pues es producto de esta. La esfera
doméstica, es decir, del hogar, lo “privado”, es una prolongación de la sociedad, en interrelación dialéctica.
Sociedad y ámbito doméstico se encuentran mutuamente determinados, siendo el aspecto principal las
relaciones sociales que devienen en cristalizaciones familiares, por lo que no existe posibilidad alguna de
circunscribir las formas de interrelación entre los individuos, determinados por su condición de género66, al

62
De hecho, el texto aparentemente se contradice, pues afirma que La desigualdad en la intimidad del hogar no se genera desde
dentro, es la sociedad quien se la inocula. Una premisa esencialmente correcta, que da paso a un desarrollo insuficiente y
revisionista. ¿Cómo se explica que las “relaciones entre los sexos” se circunscriban a la familia, teniendo en cuenta que esta es
una determinación más de la sociedad de clases? ¿Cómo es posible que se ponga el acento en la institución familiar, en detrimento
precisamente de esas relaciones sociales, que son las que engendran la familia como tal –y de ahí su condición histórica sujeta a
modificaciones funcionales para la sociedad clasista– y las que hay que revolucionarizar para acabar con la opresión de género?
Esgrimir la consigna de abolición de la familia como panacea para la superación de la contradicción de género, obviando la
centralidad de las relaciones sociales, resulta un ejercicio de propaganda burguesa vacía, producto precisamente de circunscribir
las “relaciones entre los sexos” a la institución familiar. Es más, la familia no podrá ser abolida más que por la superación de la
totalidad de las relaciones sociales burguesas; esto es, en el comunismo, y el viejo ciclo puede dar fe de ello; por lo que la
consigna de abolir la familia, en abstracto, es limitada de partida.
63
El feminismo que viene; PCR.
64
Resulta una obviedad, pero la reproducción biológica de la especie es muy anterior a la construcción de la familia y sus
ulteriores desarrollos, por lo que esta función es en todo caso incorporada a la familia, pero no es el motivo de su surgimiento, ni
mucho menos de su desarrollo y mantenimiento.
65
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
66
Se hace referencia al aspecto en concreto, no se pretende decir que la contradicción principal que determine al individuo sea el
género.

37
ámbito privado –familiar o doméstico–, como si de una entidad autosustantivada y al margen de lo real se
tratase. Lo privado es siempre una esfera relativa, es meramente un momento concreto de lo social, no una
esfera al margen, y aplicar tales consideraciones a la cuestión de la opresión de género conlleva su
desnaturalización, y una total incomprensión de las múltiples formas en las que cristaliza la opresión de
género. Es, por tanto, una forma de ponerse del lado de la reacción, a nivel teórico, en tanto que se cercena
el análisis marxista de la sociedad de clases y se pierde la perspectiva proletaria para la superación de la
opresión de género. Además, invisibiliza completamente toda forma de opresión que es reproducida fuera de
la esfera privada, en un reduccionismo peligrosamente similar a aquel “es que son cosas de casa”. Este
argumentario acerca de la conceptualización de la violencia doméstica es, literalmente, calcado de las
fracciones burguesas más conservadoras, y es otra prueba más de las concesiones a esta por parte del ala
derechista de la Línea de Reconstitución. Más adelante se refuerza esta desviación derechista de la manera
que sigue: La ocultación ideológica de la esfera doméstica como el verdadero medio social en el que se
desenvuelven las relaciones de parentesco —entre las que se incluyen las de género— y desde el que es
preciso partir para comprender su verdadera naturaleza 67 Sin ningún tipo de tapujos, se afirma
rotundamente la concepción metafísica ya desmontada, añadiendo que es preciso partir de la esfera
doméstica en el análisis de la opresión de género. ¿Dónde queda el carácter de las relaciones sociales que
generan esa esfera doméstica?

Pero es que, por si fuera poco, el texto pone el grito en el cielo por la no contemplación de la
violencia que supuestamente ejercen las mujeres hacia los hombres –cabría aclarar, “por el hecho de ser
socializados como hombres”, pues no se puede hablar de violencia en abstracto–, equiparando
contradicciones cualitativamente distintas. ¡Un texto de la línea proletaria emulando el discurso
antifeminista más rancio y desfasado! Este completo sinsentido reaccionario será abordado en el apartado
siguiente, pues guarda una estrecha relación con la cuestión de la violencia doméstica.

Más adelante, entre unas breves consideraciones económicas, el texto afirma lo siguiente: La
consigna feminista de igualdad salarial oculta la verdadera naturaleza del capitalismo y favorece la
explotación de la clase obrera.68 Evidentemente, cualquier consigna está en sí misma limitada para destapar
todo el entramado de relaciones sociales burguesas, y más cuando es de carácter parcial o reformista. Sin
embargo, la consigna en cuestión, que ha sido una reivindicación histórica del comunismo y es
perfectamente susceptible de ser incorporada al programa de la revolución,69 no constituye por sí sola un
mecanismo para ahondar en la explotación de la clase obrera, pues enfatiza una contradicción concreta –la
discriminación de la mujer respecto a la desigual remuneración y a la flexibilidad laboral en general– fruto
del capitalismo70. En todo caso, pretende descubrir la mayor explotación que sufre la mujer trabajadora, ¿o
es que las proletarias no forman parte de la clase obrera, no sufren la explotación y opresión burguesa?


67
Ibídem.
68
Ibídem.
69
La diferencia fundamental respecto al grueso del feminismo, y del revisionismo derechista en general, estriba en enarbolar la
consigna como si de un paquete de medidas urgentes se tratase para reformar el capitalismo, o como una mediación en sí misma
en el proceso de conquista de la emancipación de la mujer. La diatriba resulta, de nuevo, entre la concepción reformista y la
concepción revolucionaria de transformación social: mientras que el revisionismo pretende lograr reformas salariales en el seno
del capitalismo como excusa para alcanzar cotas más altas de emancipación o como medio hacia la revolución, el comunismo
despliega su movimiento revolucionario contra todo lo viejo, enarbolando un programa en función de las necesidades concretas de
las masas para ganarlas y que sean partícipes directas de su propia emancipación –a través de la guerra popular–, en el cual el
principio a igual trabajo, igual salario no puede faltar mientras existan las categorías de la economía política burguesa, en lucha
contra las nuevas relaciones sociales que pondrán fin al reino de la necesidad; sin embargo, no hay que olvidar que se lucha por la
abolición del trabajo asalariado y la aplicación del principio de cada cual según sus capacidades a cada cual según sus
necesidades.
70
Hay que señalar que la consigna no se enarbola en el vacío, sino que es el feminismo como movimiento político lo que
contribuye a la explotación del proletariado en tanto que ancla a este a seguir reproduciendo ad infinitum su condición de clase en
sí, tal como se afirma en el propio documento.

38
El siguiente párrafo viene a colocar una de las guindas por excelencia de la extrema derecha en
cuanto al análisis del feminismo se refiere: El feminismo que viene ha mudado de piel. A diferencia del
sufragismo burgués o de las líderes socialdemócratas del siglo XIX, que encabezaron luchas de carácter
progresista, el desarrollo de la lucha de clases del proletariado y los realineamientos sociales que trae
consigo el capitalismo monopolista han subvertido el contenido del feminismo moderno, así como de todo el
reformismo.71 Efectivamente, el simplista hasta la médula “el feminismo bueno era el de antes”, pero esta
vez vestido de rojo. Otra concesión a la derecha más rancia. En primer lugar, cabe adelantar que progresista
no es sinónimo de revolucionario, de marxista. Es decir, el carácter progresista de tal o cual corriente de
pensamiento, política o reforma –como la anteriormente aducida LIVG– no implica su escisión respecto de
los marcos burgueses en la que opera. Dicho de otra forma, que tal o cual cuestión pueda ser calificada de
progresista implica su necesaria vinculación con el estado de cosas burgués que impera; por tanto, su
carácter progresista se desprende no de su esencia marxista-leninista, sino al tener en cuenta que su
contenido de clase –burgués– se contrapone a las fracciones hegemónicas más reaccionarias, pues sobra
decir que la burguesía tampoco es un bloque monolítico, sino que está vertebrado asimismo por las
contradicciones entre las diversas fracciones, en continua pugna. Partiendo de todo ello, los primeros
movimientos feministas efectivamente adquirían un cariz progresista, en tanto que cristalizaron como la
pugna interburguesa entre las fracciones más avanzadas y liberales para la época –las feministas– y sus
adversarios conservadores, en la confrontación por la incorporación a la cogestión del Estado y de cotas más
altas –o estables– de poder a fracciones más amplias, en contraposición formal a las fracciones que hasta el
momento ostentaban una posición acomodada respecto a la dominación clasista y a la acumulación del
capital. Por supuesto, estos movimientos también sentaron ciertas bases, a nivel ideológico y político, que
servirían como punto de partida para la elaboración de las más diversas teorías para enfrentar el statu quo
respecto a la dominación y opresión de género, lo cual fue un importante avance para la época, que redunda
en su carácter progresista, analizándolo en su historicidad concreta. Y aquí viene el error de bulto, fruto sin
duda de la asunción de prejuicios patriarcales, que reproduce el PCR, pues el desarrollo ulterior que viene
experimentando el feminismo, esencialmente tras su escisión fundamental en dos alas claramente
diferenciadas,72 adquiere un carácter progresista muchísimo más acusado73 o relevante para el marxismo que
sus antecesoras sufragistas, por dos motivos principales. En primer lugar, porque el desenvolvimiento
histórico del sufragismo burgués, de las primeras feministas, se realizó al margen y en contraposición al
marxismo, siendo un movimiento completamente autonomizado, que pretendía redundar en el
perfeccionamiento de la maquinaria de dominación burguesa, y es por ello por lo que, en virtud de la
identidad de contrarios, llegado a cierto punto de desarrollo social, estos movimientos devienen
abiertamente reaccionarios y el carácter progresista es desarrollado, en tal situación, por la incipiente ala
izquierda. En segundo lugar, y partiendo de lo recién señalado, porque los desarrollos más recientes de la
izquierda del feminismo pretenden arrojar algo de luz a las problemáticas históricamente limitadas en el
marxismo, como también se ha señalado en apartados anteriores, y para ello toman al propio marxismo74

71
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
72
Tal como el movimiento obrero en sí mismo, o el propio marxismo, encontramos claramente dos alas en el feminismo como
movimiento ideológico-político: la derecha, que englobaría todo feminismo tradicional, institucional y liberal, que rechaza
explícitamente el marxismo y únicamente se propone abiertamente la profundización en la dominación capitalista, con la salvedad
de garantizar a las mujeres la posibilidad de participar en la dominación de clase; y la izquierda, que englobaría las ya referidas
corrientes del feminismo radical, de clase o marxista, y ciertas corrientes transfeministas, o, al menos, ciertos aportes.
Naturalmente, esta escisión de izquierda no se corresponde con la política proletaria, con el marxismo-leninismo, como ya ha sido
desarrollado, pues supone precisamente la profundización de las fracciones pequeñoburguesas y aristocrático-obreras
fundamentalmente en su lucha progresista contra las fracciones burguesas más conservadoras.
73
Naturalmente, para comprender esto es necesario atender al autodinamismo del movimiento feminista y a sus desarrollos
recientes, pues obviamente se aduce al ala izquierda del mismo.
74
Obviamente desnaturalizado, limitado de partida. Es un intento de integrar dos en uno, en lugar de partir de las necesidades del
marxismo de doblenegar todo aporte que haya de progresista en los movimientos burgueses, lo que descubre su esencia
revisionista y la imposibilidad de estas tendencias de desplegar la nueva ola de revoluciones proletarias. Ver el apartado Marxismo
y feminismo.

39
como herramienta de análisis y acción política. Los aportes75 que el ala izquierda del feminismo ha logrado
poner encima de la mesa en cuestiones como el origen de la contradicción de género, la dialéctica sexo-
género y los extensos estudios de género, la institucionalización de la opresión de la mujer, la multiplicidad
de cristalizaciones de la violencia patriarcal, la conceptualización de lo privado como extensión de lo
público –lo personal es político–, los estudios sobre el trabajo sexual, la sexualidad y el deseo, la
configuración y retroalimentación de la opresión de género tras el triunfo de las revoluciones proletarias, los
aportes al surgimiento del capital y las implicaciones para la mujer, y un larguísimo etcétera, suponen un
progreso gigantesco respecto a las concepciones burguesas al uso, teniendo en cuenta el anquilosamiento del
marxismo. Borrar de un plumazo76 todo este profuso desarrollo histórico del feminismo únicamente pone
trabas a la necesidad de la reconstitución ideológica y política del comunismo77.

El texto, para acabar por todo lo alto, asevera que [El feminismo] orienta la tendencia creciente
hacia la fascistización del Estado 78 ¿Con qué clase de rigor marxista se puede afirmar tal cosa? Más
teniendo en cuenta que es una idea que sobrevuela todo el texto, y acerca de la que no hay absolutamente
nada que se parezca a un análisis proletario respecto a tal acusación. ¿Cómo puede ser el feminismo –de
nuevo tomado como entidad abstracta– agente que coadyuve a la fascistización del Estado, teniendo en
cuenta que parten de presupuestos totalmente antagónicos, incluso el ala más derechista del feminismo?79 La
infantil y reaccionaria acusación, muy a la par del clásico entre los clásicos “feminazi”, tan solo viene
endeblemente respaldada por la tendencia al corporativismo por parte del ala derechista del feminismo.
¿Pero es que acaso monopolio y corporativismo son sinónimos de fascismo? ¿Es que acaso, siguiendo tal
razonamiento, el desarrollo lógico y lineal del imperialismo es el fascismo como necesaria “etapa superior”
de la dominación burguesa irreversible?80 ¿Acaso no existe corporativismo en las democracias burguesas,


75
Es una limitación hablar de aportes a priori –es más, en el resto del documento se habla correctamente de la posibilidad, no de
hecho apriorístico–, pues estos serán tal para el marxismo en tanto que mediados por la lucha de dos líneas. Lo correcto sería en
lugar de aportes, hablar de cuestiones que el feminismo ha traído a colación, en tanto que no cabe concebir aportes sin que el
marxismo como cosmovisión pugne con las diferentes expresiones del feminismo –en este caso– y obviando la sintetización de la
praxis histórica revolucionaria legada por el Ciclo de Octubre.
76
No se trata de negar mecánicamente el feminismo, sino de superar dialécticamente. El marxismo no puede limitarse a afirmar
que el feminismo es reaccionario, sino que tiene que explicar el porqué de su esencia de clase; tiene, en última instancia, que dar
respuestas superiores –es decir, capaces de vincularse con la transformación de la totalidad social hacia el comunismo– al
feminismo desde su coherencia interna como cosmovisión proletaria.
77
Tal es así, puesto que el marxismo alcanza la posición hegemónica en la vanguardia a través de la lucha de dos líneas contra las
corrientes burguesas que están presentes en su seno. Pues como se ha señalado, el hecho de que desde el feminismo se haya
pretendido avanzar acerca de estas cuestiones no implica que sus desarrollos puedan ser asumidos a priori por el comunismo.
78
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
79
Pues representa a las fracciones de la gran y mediana burguesía democrático-liberal, que nada les interesa la instauración de la
dominación fascista, más teniendo en cuenta la correlación de fuerzas actuales entre el proletariado y la burguesía. Otra
contradicción, además, que se plantea es la que hace referencia al papel que la mujer juega en el fascismo, algo que estas
fracciones burguesas de corte feminista rechazan abiertamente, pues la relegaría de toda posible conquista de corte reformista
conseguida hasta el momento. Todo ello no es debido a la voluntad subjetiva de las fracciones burguesas feministas, sino que es
de señalar igualmente la falacia de la que parte el documento sometido a crítica sobre las bases últimas y determinantes del
sobrevenimiento del fascismo que se deja entrever en la denuncia a la corporativización del feminismo.
La organización monopolista del capital es condición sine qua non del paso al estadio imperialista del Estado; es decir, el
señalamiento de este proceso no es sino una periodización de los pasos que conforman la nueva estructura orgánica del capital.
Por lo tanto, el fascismo como epifenómeno de la cadena del imperialismo está localizado en esta transformación del papel del
Estado y la reorganización del bloque dominante, pero no encuentra su particularidad en el mismo en abstracto. Que la
corporativización del feminismo coadyuve a la formación del fascismo no encuentra su razón de ser si no es en el reduccionismo
economicista comentado anteriormente; el imperialismo formulado por Lenin quedaría cojo si no se atuviera a su importante
significación en tanto que factor ideológico y a la lucha de la infinidad de contradicciones contenidas en los eslabones
imperialistas y su determinación en la formación social –lucha de clases– de cada Estado.
Para resumir, la evidente tendencia hacia la corporativización de todo feminismo –lo cual no se está negando–, no puede ser
tomado por sí solo como elemento consustancial del proceso de fascistización, pues el corporativismo es la esencia misma del
imperialismo, por lo que si estiramos el argumento inevitablemente se caería en la tesis revisionista del fascismo como desarrollo
lógico, lineal e irreversible del propio imperialismo, sin atender a las formas políticas e ideológicas de dominación y a las
contradicciones interburguesas. Se aprecia, pues, una concepción vulgar de feminismo, corporativismo, fascismo y fascistización.
80
Lo cual llevaría a defender los posicionamientos del revisionista PCE(r).

40
siendo incluso este un rasgo característico de las mismas, en función del desarrollo económico y las
contradicciones de clase? ¿Qué ha de entenderse entonces por fascistización? Para abordar algo de luz,
aunque no sea el tema central del escrito: A propósito de las contradicciones entre clases y fracciones
de clases dominantes (...) esas contradicciones no se limitan, como sucede a menudo, al único
nivel económico. En el caso del proceso de fascistización, la exacerbación de las contradicciones
“internas” del bloque en el poder se manifiesta por su extensión característica en el plano político
y en el plano ideológico.81

Todas estas exposiciones tienen su colofón en la negación explícita de la contradicción de género:


[El feminismo] contribuye de manera irreprochable a la división interna de la clase obrera con la excusa
mendaz de la existencia de una contradicción inconciliable de género.82 En primer lugar, la clase obrera es
en sí misma una entidad dividida, en tanto que no es homogénea y está determinada por diferentes
contradicciones sociales –raza, nacionalidad, género, posición frente al proceso productivo, etc. – que
articulan su autodinamismo. Es decir, la “división de la clase obrera”, argumento simplista por excelencia
para confrontar al feminismo, es objetiva, puesto que ni es ni puede ser una formación monolítica en tanto
que sujeta al devenir de las relaciones sociales en las que se desenvuelve, pues el proletariado tampoco es un
ente al margen de lo real, como materialización de la Idea absoluta exenta de todo movimiento dialéctico. La
segunda parte del enunciado puede ser exculpada asumiendo que el PCR aduce no a que la contradicción de
género no exista –algo que parece obvio que se afirma–, sino a que no es irreconciliable. Lo cual abre las
puertas de par en par a la metafísica, pues toda contradicción es, por definición, irreconciliable, en tanto que
consta de la unidad de dos contrarios en lucha. Las contradicciones dialécticas no se concilian, se superan, y
su superación deviene en revolucionarización de la contradicción, negación de la negación, no en un
ensamblaje artificial de los dos aspectos en pugna.

Negar la contradicción de género, siquiera restarle importancia, como ya se ha señalado


anteriormente, tiene consecuencias atroces para la recomposición del comunismo como movimiento de
emancipación universal, y es la justificación teórica para una línea derechista que redunda en las
concesiones a lo más granado de la reacción. Queda pues evidenciada la esencia revisionista del texto,
extensible a todo el sector derechista que pretende refrendarlo, a la línea burguesa que o bien lo enarbola o
bien asume acríticamente sus preceptos, en lugar de situarse en las posiciones proletarias para avanzar en el
proceso de reconstitución de la ideología proletaria.

VIOLENCIA PATRIARCAL FRENTE A LA VIOLENCIA


DOMÉSTICA

Los camaradas del Partido Comunista Revolucionario hacen referencia a la violencia contra la mujer
expresada en términos de violencia doméstica, algo que es erróneo al no abarcar la cuestión en su totalidad.

Como se ha expresado, la violencia contra la mujer es una manifestación particular de la opresión


que ejerce el capital como totalidad articulada que se divide en varias contradicciones sociales, vertebradas
81
Fascismo y dictadura. La III Internacional frente al fascismo; Nicos Poulantzas.
82
El feminismo que viene; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.

41
todas ellas desde la contradicción principal: la contradicción de clase. Para entrar en materia conviene
analizar la primera institución de carácter clasista –algo que se ha decidido exponer aquí para hilar de forma
lo más precisa posible nuestra argumentación– que es la familia.

La familia nace como producto histórico que tiene lugar con el surgimiento y desarrollo de la
división social del trabajo y de la propiedad privada; lo cual socavó las primitivas estructuras de parentesco
tribales.83 Es la célula básica de reproducción de la sociedad en todos sus aspectos: ideológicos, políticos y
económicos; podría considerarse, permítase la expresión, como una reproducción de la sociedad en pequeña
escala. De esta manera, desde su origen, la familia presenta una división desigual en su seno,84 que tiene que
ver con la relación entre los géneros –en cuyo origen biológico se encuentran los sexos, y de cuya expresión
y construcción social se trasciende ese aspecto biológico– como la posición de clase concreta de cada
miembro que compone el núcleo familiar; ocupando, de esta manera, el hombre la posición dominante y la
mujer la subalterna –en palabras de Engels: en la familia el hombre es el burgués, la mujer representa al
proletario–. La primera forma de familia fue la patriarcal, 85 donde el hombre ocupaba la posición de
propietario de los medios de producción, incluyendo tierras de cultivo, ganado, esclavos y la mujer como
instrumento de –re–producción; en el feudalismo se reprodujo esta forma de estructuración familiar y,
finalmente, la familia dentro del capitalismo dobleniega todos los aspectos positivos que para su forma
particular de célula básica de reproducción social adquiere el papel subsidiario de la mujer.86

En este sentido, la propia institución familiar, como producto de la sociedad de clases, es la


cristalización de unas relaciones sociales desiguales, que ya ha repartido roles desiguales y que ya ha
repartido la riqueza desigualmente.87 Precisamente de esta desigualdad –contradicción– de roles dentro de
la propia sociedad emana una violencia explícita e implícita que se reproduce en el marco familiar, pues


83
A modo de resumen de este complejo fenómeno y por ahondar en la institucionalización de la familia, cabe decir que mientras
que en el comunismo primitivo los conflictos los zanja la colectividad de la tribu –sociedad sin clases–, el tránsito a la propiedad
privada nos lleva como comentamos hacia la destrucción de la gens, hacia la formación de unidades individuales económicas –
familias–, que es posible precisamente –es decir, está a la base de la misma– con la apropiación del trabajo reproductivo de las
mujeres por parte de la clase que se hace propietaria; y nos lleva también hacia una regulación social separada del conjunto de los
miembros como colectividad –pues se están fraguando las clases–, es decir, hacia un poder público particular, especial: nace el
Estado como institución para asegurar y legitimar la apropiación privada de la riqueza; se trata de instituir formalmente la familia
como unidad individual económica, unidad más pequeña donde la propiedad privada pueda encauzarse de forma menos
problemática dada la división por género del trabajo. Es decir, el Estado no es un poder abstracto sino un poder de clase. Se hace
necesaria dicha administración y jurisdicción central en tanto que ya la colectividad deja de ser encargada de la resolución de sus
conflictos, y la tendencia a la individualización familiar, a la vez que la tendencia a las grandes divisiones del trabajo –entre
agricultura, oficios manuales, comercio, navegación–, junto con la persistencia de guerras, necesita, para una apropiación privada
sin sobresaltos, una regulación favorable a sí. El aumento de la producción repercute en el aumento de población y ello ahonda a
su vez en estos procesos comentados.
84
Otra necesaria matización conveniente tiene que ver con el paso de la sustitución de la matrilinealidad y matrilocalidad a la
patrilinealidad y patriarcalidad. Los primeros grupos humanos de los estadios primitivos del salvajismo y de la barbarie se
organizaban por grupos de parentesco que, posteriormente, supondrían el germen de las relaciones familiares, al practicar la
poligamia se organizaban en comunidades matrilineales –pues resultaba imposible conocer el progenitor varón, lo que en este
aspecto concedía consideración social a la maternidad y, por ende, a la mujer dentro de estas estructuras de parentesco–; sin
embargo, con el paso a la sociedad clasista y la propiedad privada ligada al trabajo –con la necesidad de transmisión–, teniendo
lugar la disolución de estas formas de parentesco por la patrilinealidad y patrilocalidad, en un primer momento y, posteriormente,
con la total configuración de la familia como institución clasista, la institución de la familia patriarcal –la cual incluía al núcleo
matrimonial, su descendencia y los esclavos en propiedad–.
85
El carácter clasista de la figura del patriarca queda reflejado en su control sobre todos esos medios de producción, ejerciendo su
dominio independientemente del género de quienes estaban a su cargo; sin embargo conviene remarcar que, precisamente, la
esencia de clase de esta figura se aprecia una vez muerto el patriarca familiar, su posición social la detentaba su viuda, ocupando
la posición dominante frente tanto a hombres como mujeres, por no hablar directamente de los medios de producción que incluían
a esclavos de ambos sexos.
86
La particularidad de la contradicción de la cuestión de género en la sociedad clasista hoy en día es la que existe entre la
importancia de las mujeres en la economía de la sociedad y su subordinación a la esfera privada familiar, y consecuentemente, a la
sociedad. Es decir, mientras que el capitalismo la llama al trabajo sacándola del hogar, la familia sigue manteniéndose como
unidad privada de reproducción de la fuerza de trabajo y de perpetuación de la propiedad privada.
87
El feminismo que viene. “Género y familia”; PCR.

42
esta desigualdad en el seno de la familia es inoculada por la propia sociedad, es toda una muestra de la
dialéctica que recorre toda estructura clasista que refleja cómo las contradicciones externas actúan a través
de las internas; es decir, la opresión de la mujer –y su manifestación violenta– surge de la totalidad de las
relaciones sociales clasistas y se reproduce en todas sus esferas, y en este sentido, en la familia como esfera
particular de la sociedad. De aquí parte el error de los camaradas, pues hablar de violencia doméstica reduce
el origen y la materialización de las manifestaciones violentas más extremas de la opresión en contra de la
mujer al espacio privado, pues no se encuentra su origen en dicho marco ni se reduce, exclusivamente, a él.
No se puede separar de forma mecánica el espacio público y el espacio privado, producto de una de las
primeras divisiones sociales: la división entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo. Pues si se cae
en este reduccionismo limitamos la comprensión de la opresión estructural de la mujer a un engranaje
particular y no a la maquinaria en su totalidad.

Para profundizar más en la cuestión de la violencia patriarcal atendiendo a la clase obrera, hay que
señalar que el hecho de que el proletariado reproduzca conductas patriarcales es una manifestación de la
existencia de la sociedad de clases, de la existencia de la familia burguesa como modelo hegemónico y las
dinámicas de opresión de género –división social del trabajo, fundamentalmente– que esta lleva intrínseca; a
su vez, es una manifestación de la fuerza de la ideología burguesa y de la necesidad de reflotar el marxismo;
pero la particularidad de la contradicción de género no se encuentra inscrita en la internalidad del
proletariado de forma esencialista, sino en tanto que fruto del desarrollo social capitalista, de las relaciones
sociales clasistas. La emancipación de las mujeres pasa entonces por la revolución proletaria, aunque ello no
vaya en menoscabo de, en la dialéctica que rige la adquisición de conciencia de clase para sí del
proletariado, tener que abordar la particularidad de la contradicción de género y revolucionar las prácticas
burguesas inscritas en la misma para poder contribuir, sobre bases proletarias sólidas, al desarrollo de la
reconstitución ideológica y política del proletariado.

Ahora bien, aunque vaya esto por delante, de cara a tratar correctamente la especificidad de la
contradicción, es necesario no caer en el materialismo vulgar, en el análisis metafísico de la realidad, que en
lo concerniente a la cuestión de género ha venido diciendo que es posible separar la familia como institución
social básica del resto de la totalidad social, y que las conductas que se imprimen en aquella unidad no
tienen por qué darse afuera: se ha independizado un aspecto de la totalidad social y se ha negado su
incidencia en el resto de esta. Así, al respecto de la conceptualización de la violencia patriarcal como
“violencia doméstica”, es necesario recalcar que el hecho de que la familia sea uno de los elementos
fundamentales de la base social que perpetúa la sociedad de clases en general y la opresión de género en
particular, no implica que el desarrollo histórico de dicha opresión –si bien en base a dicha unidad– se quede
en lo doméstico y que la violencia se ejerza solo en tal ámbito, o que esta sea una mera “proyección” de la
familia de cara al “exterior”. El concepto violencia patriarcal puede ser reduccionista si no se asimila tal y
como el marxismo revolucionario lo plantea –en el sentido de que el feminismo en general intentará aludir a
la existencia aislada de la opresión de género, y no a su intrínseca ligazón con el desarrollo de la sociedad de
clases–, pero tomado de forma no metafísica como es propio del marxismo revolucionario, expresa
científicamente la procedencia de la contradicción transversal88 de género. Lo que se ha de hacer en todo
caso es siempre explicitar la base socioeconómica –aludiendo aquí, entre otras cosas a la familia– de dicha
opresión para contrarrestar el discurso burgués que alude a la familia como mera unidad de lazos
matrimoniales; pero emplear violencia doméstica implica un imaginario burgués de esfera privada espacial,
cosa falsa y que no pone sobre la mesa que la ideología dominante, las prácticas y las relaciones burguesas,


88
El término transversal está fuera de lugar en tanto que da pie a error y abre las puertas a las teorías intersecionales. Con
transversal se pretendía señalar que es una contradicción que atraviesa a la sociedad en su conjunto, que no se materializa
únicamente en el seno de la clase obrera.

43
no se desenvuelven en unos ámbitos sí y en otros no, sino que la lucha de clases y el aspecto burgués en este
sentido se extiende en la totalidad social, en constante movimiento.

Partiendo de esto, la violencia patriarcal como modo de sujeción de las mujeres a los hogares89 –
división del trabajo para la reproducción de la propiedad privada en última instancia– se ha construido sobre
unas prácticas y relaciones particulares entre géneros 90 , donde los comportamientos masculinos –la
agresividad que debe manifestar el hombre–eclipsan y subordinan los femeninos –la pasividad de la mujer,
etc.–, dándose esto entre la pareja en la familia con especial brutalidad y cotidianeidad, pero estando
presente en todo ámbito social. De la socialización en estos roles de género parten comportamientos
patriarcales violentos que será necesario abordar como es aquella ejercida hacia la infancia y la ancianidad;
ahora bien, que la causa de otras manifestaciones de la violencia sea similar no implica que pueda
arbitrariamente invertirse la estructuralidad de los comportamientos sociales.

Resulta llamativo cómo se remarca el vacío teórico de la concepción de violencia de género de un
20% de hombres que sufren violencia por parte de la mujer.91 Evidentemente, como fenómeno violento de la
sociedad requiere su análisis, más concretamente desde la dialéctica materialista para poder abordarlo en su
profunda complejidad. Las estadísticas burguesas, en lo que a este campo se refiere, exponen el dato
únicamente de modo informativo –¡no se puede esperar otra cosa de toda ciencia burguesa!– sin entrar en
toda la complejidad social que rodea esta violencia respecto al hombre; sin embargo, debido a la posición
subsidiaria de la mujer en las relaciones sociales burguesas que cristalizan en el marco familiar,
concretamente en las relaciones de pareja, se debe reflexionar sobre qué lleva a dichas mujeres a ejercer
violencia sobre los hombres. Estas razones se dividen fundamentalmente en dos: la primera de ellas reside
en una expresión y reacción de carácter espontáneo frente a las diversas formas de violencia –física o
psicológica y emocional como un momento de esta– que sufren en relaciones marcadamente opresivas –
pues, dentro del marco de relaciones sociales capitalistas toda relación de pareja resulta opresiva,
independientemente de la voluntad subjetiva de ambos miembros–, podría considerarse una muestra de
rebelión frente a la opresión de género personificada, en lo concreto, en la figura de la pareja masculina en
este caso. La otra forma de violencia ejercida por la mujer está íntimamente relacionada con la anterior, pues
suele producirse en la siguiente relación de pareja tras la ruptura de su relación marcadamente opresiva, es
decir, la mujer en este ámbito asume y reproduce comportamientos y actitudes que, rompiendo su papel
social, ejercen violencia –de nuevo, física o psicológica– ocupando el papel opresivo en el ámbito concreto
pero no en toda la sociedad, asumiendo y reproduciendo las propias dinámicas opresivas que sufre como
sujeto particular; es decir, en estos casos la mujer trasciende sus determinaciones empíricas inmediatas como
tal para reproducirlas contra el hombre, retroalimentando de esta manera las relaciones sociales objetivas de

89
En su origen, pues a medida que avanzan las sociedades de clases, este proceso se complejiza.
90
En el sentido anteriormente aducido, como expresiones particulares de la sociedad de clases. Su basamento último es pues la
propiedad privada y la división social del trabajo. El género no es la causa de la opresión sino la consecuencia de la sociedad de
clases; la opresión de género –como toda opresión- es clasista.
91
No ha sido posible obtener los datos concretos respecto al victimario de hombres que presentan los camaradas del PCR –más
aún al desconocer la fuente en la que se basan y el criterio que sigue la misma–; sin embargo, al buscar datos en referencia a los
asesinatos de hombres por violencia de género, tratando de realizar un análisis lo más acertado posible, Vientos de Octubre ha
consultado diferentes fuentes y, aunque ninguna coincide con el año de publicación de El feminismo que viene, en ellas se hace
referencia a los hombres que resultaron víctimas mortales de violencia de género –utilizando para ello los datos acumulados
durante el año 2015, fueron registrados 10 varones muertos por este motivo– responden a una doble tipología: por un lado los
hijos varones asesinados por su padre o por la pareja de su madre, y por otro, las respectivas parejas masculinas a manos del
antiguo compañero sentimental. Las fuentes utilizadas han sido las siguientes: http://www.feminicidio.net/articulo/tipos-de-
feminicidio-o-las-variantes-de-violencia-extrema-patriarcal y http://www.feminicidio.net/articulo/listado-de-feminicidios-y-otros-
asesinatos-de-mujeres-cometidos-por-hombres-en-espa%C3%B1a-2015 Aun partiendo de criterios que salen de las instituciones
burguesas oficiales como el Ministerio del Interior, las autoras del blog utilizan también noticias que dichas instituciones no
recogen. Es necesario remarcar cómo tanto las estadísticas del Ministerio del Interior como del Instituto Nacional de Estadística y
toda fuente utilizada proporcionan datos sesgados que sirven para encubrir la totalidad de manifestaciones de la violencia
patriarcal.

44
las que sigue siendo sujeto oprimido. Esto es, en definitiva, un momento concreto de las dinámicas sociales
objetivas mediante las cuales el sujeto oprimido asume, alimenta y reproduce su propia opresión –esta
determinación universal es perfectamente extrapolable a cualquiera de las opresiones derivadas de la de
clase: nacional, racial etc.–. Y he aquí la razón fundamental por la cual es imposible, desde el marxismo
revolucionario, siquiera insinuar la equiparación ente la violencia que sufre la mujer respecto la que sufre el
hombre, puesto que ocupan momentos distintos en la contradicción y son cualitativamente diferentes:
mientras que la violencia que ejerce el hombre como sujeto social es la afirmación de la posición opresora
para con la totalidad de las relaciones sociales, que rigen el desenvolvimiento de las interacciones humanas
en las sociedades clasistas –capitalismo en este caso–, la violencia de la mujer no es sino una asunción de
esas propias relaciones sociales y su proyección espontánea hacia el hombre en lo concreto; es decir, la
mujer no deja de ser un sujeto socialmente oprimido, de igual forma que el proletario al asumir y reproducir
ideología burguesa –como, por otro lado, es el caso que nos ocupa– no se emancipa de las determinaciones
capitalistas, no deja de estar oprimido ni explotado, sino que refuerza, precisamente, esa dominación de
clase. Por no mencionar que la violencia que ejerce la mujer no es ni tan siquiera en términos meramente
cuantitativos comparable. ¿Cuántos hombres son asesinados, violados, vejados de forma sistemática,
hipersexualizados o cosificados, por poner algunos ejemplos, por parte de mujeres y por el hecho de ser
socializados como hombres?

Tanto más se produce respecto a la violencia en parejas homosexuales, la cual adquiere el mismo
carácter contradictorio a nivel interno: uno de los miembros de la pareja asumirá el rol patriarcal dominante.
Lo cual indica el nexo interno de la opresión de género como determinación surgida de la contradicción de
clases, y que trasciende a ésta conforme la articulación de la totalidad social se complejiza con la
transformación de un modo de producción en otro. Así, al respecto de la violencia patriarcal entre parejas no
heterosexuales, hay que explicitar que la violencia derivada de la socialización patriarcal no alude
únicamente a aquella que se ejerce entre una persona socializada como hombre y una como mujer, sino que
se trata de una conducta reproducida de una manera determinada al calor de las relaciones sociales
imperantes, esto es, bajo influencia de la ideología burguesa particularizándose en la cuestión de género: se
trata de conductas donde se expresa la ideología patriarcal92 aunque no se involucre directamente a una
mujer.

La violencia patriarcal es aquella que, en este sentido, es ejercida por motivos de género, no
entendido en forma de “lucha de géneros” –lo que supondría la parcialización de la problemática–, sino
entendido como el fruto histórico que ofrece el capitalismo de la articulación de la opresión patriarcal. Hace
referencia al carácter de las relaciones sociales burguesas en cuanto a la particularidad de género, teniendo
en cuenta la concepción de patriarcado93 anteriormente expuesta: como la jerarquización de las relaciones
sociales en torno a las múltiples determinaciones de la construcción del género y no como sistema
autonomizado de opresión, en la que la posición dominante recae en lo masculino en detrimento de lo
femenino, como continuación –doblenegación– bajo el capitalismo de las estructuras patriarcales pretéritas.
Es, por tanto, el término más adecuado para el marxismo revolucionario a la hora de atender a la
particularidad de la opresión de género.

Otra manifestación de la opresión de la mujer, sobre la que conviene dar algunas pinceladas, se
encuentra en su cosificación94. Dentro de la formación social capitalista, el capital concibe a las mujeres
como un medio de reproducción –tanto de la burguesía, cuya descendencia será la futura propietaria; como

92
Carácter patriarcal (concreto) de las relaciones sociales burguesas; no hay ideología patriarcal, sino ideología burguesa en sus
diferentes formas de manifestarse.
93
Se constata de nuevo una contradicción en los planteamientos expuestos. Ver nota 10.
94
Se tiene constancia de lo limitado de la explicación al respecto, pues no es tarea del presente documento profundizar en esta
problemática, aunque habrá de ser tenida en cuenta a la hora de ir resolviendo las sucesivas contradicciones que el hecho suscita.

45
del proletariado, de cuya fuerza de trabajo se nutrirá para su reproducción ampliada–, lo cual, siguiendo la
lógica de la producción mercantil, convierte a las mujeres en objetos. 95 Esta objetivación-cosificación
supone una nueva manifestación de la opresión de la mujer que supera la infantilización que ésta sufrió
durante la esclavitud y el feudalismo, degradando su situación aún más al transformar su consideración en la
de un objeto –más concretamente una mercancía–. Volviendo al capitalismo y la concepción burguesa de la
mujer como medio de –re–producción: esta idea encuentra su base en la totalidad de relaciones sociales
capitalistas –principalmente en el ámbito ideológico– aunque cristalice de forma particular en cada célula
familiar. La necesidad de reproducción ampliada de capital implica la producción de la única mercancía
capaz de añadir valor a las mercancías que produce: la fuerza de trabajo; ésta tiene como base sustancial a
los proletarios, cuya cantidad cada vez más amplia beneficia al capital en tiempos de bonanza, pero también
en contextos de crisis y depresión al rebajar los salarios; el papel de la mujer,96 en este sentido, resulta
fundamental por su capacidad biológica de engendrar una descendencia que reproduzca la sociedad –en
todos sus ámbitos–. Al tener esa capacidad íntimamente ligada a la reproducción sexual, el capital trata de
explotar la sexualidad femenina a través de convertir a su continente –el cuerpo– en un objeto, que bajo las
relaciones capitalistas se torna en una mercancía de consumo cuyo máximo exponente, y ejemplo más
palmario, se halla en la prostitución.

La cosificación del cuerpo de la mujer mediante su hipersexualización reproduce la concepción que


el capital –más concretamente, sus múltiples determinaciones particulares, en la correspondiente
personificación en la figura del capitalista– adquiere de su cuerpo como medio de producción97, es decir,
como un objeto de consumo para producir, en este caso, descendencia98. Dentro de esta cosificación juega
un importante papel el modelo estético que busca plasmar un ideal de belleza determinado, cuya base
histórica se ha encontrado en las mujeres de las distintas clases dominantes. En el capitalismo este modelo
toma a la mujer burguesa –cuya forma de vida ociosa permite adecuarse y adaptarse a los diferentes cambios
estéticos, para encuadrarse en los diferentes cánones físicos relacionados con la belleza– como referencia,
concibiéndola como un objeto que sirve para acompañar y adornar al hombre, 99 como un objeto que,
además, es consumido –en términos sexuales–, negando, de esta forma, su capacidad como sujeto; sin
embargo esta realidad no está exenta de contradicciones, pues no todas las mujeres se adaptan ni pueden
adaptarse a tal canon, lo que provoca, también en las mujeres proletarias y, dentro de este grupo en sus
sectores más jóvenes, situaciones bastante complejas y perjudiciales que las empujan hacia enfermedades –
con una patología más psicosocial que fisiológica– como las que suponen los trastornos de la conducta
alimenticia –TCA–, además de distintas formas de violencia autolesiva al sentir que no encajan en el lugar
en el que la sociedad burguesa las depara.

La cuestión en torno al término violencia patriarcal como modo de expresar la particular


manifestación violenta de la opresión de género reside, precisamente, en su origen clasista: en la
contradicción entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo, el papel dominante en la sociedad lo
detentaba el primero de ellos, su concretización en la figura del patriarca, como producto lógico de una
totalidad de relaciones articulada en torno a la contradicción entre explotadores y explotados –primeramente,
esclavista-esclavo, señor feudal-siervo, burgués-proletario– que se fue desarrollando a lo largo de todos los
sistemas clasistas. Al complejizarse las diferentes formaciones sociales, la contradicción de género se fue
desarrollando adquiriendo diversas determinaciones en tanto se iba produciendo la expropiación de los


95
La situación de la mujer en el capitalismo se encuentra, íntima e inevitablemente, ligada a la acumulación de capital.
96
Tanto burguesa como proletaria, pues aquí se hace referencia a su capacidad de reproducción biológica de la especie con su
correlato social: la reproducción de la burguesía y del proletariado como clases antagónicas.
97
Quizás sería más correcto hablar de mercancía.
98
No; o por lo menos no solo. Atender al rol en la publicidad, ideal de belleza burgués etc.
99
Si bien esta es la concepción que la burguesía tiene de las mujeres, cabe resaltar cómo, al desenvolver sus relaciones sociales
dentro del marco burgués, esta noción es extrapolable a todas las clases que forman parte de la sociedad capitalista.

46
productores y difuminando cada vez más la consideración del patriarca. No obstante, la familia patriarcal,
en la que, por su posición en el proceso productivo dentro de la contradicción entre producción y
reproducción, el hombre adquiere primacía, se ha mantenido a lo largo de las sociedades escindidas en
clases, y es ahí, precisamente, donde conviene hablar, en el sentido particular y concreto de la contradicción
de género, en términos de violencia patriarcal y no como violencia de género o, menos aún –pues responde
a una lógica diferente, aunque evidentemente debida a la sociedad clasista–, como violencia doméstica, por
su carácter reduccionista.

BREVEMENTE ALREDEDOR DE LA NORMATIVIDAD Y


LIBERTAD SEXO‐AFECTIVA

Teniendo en cuenta lo complejo del tema, simplemente se aducirá, de nuevo, a la vergonzosa


posición oficial y pública de la Línea de Reconstitución sobre ello, más que al propio desarrollo en
profundidad del mismo, por lo que vaya por delante que no se pretende sentar cátedra con la exposición
subsiguiente, sino eliminar las desviaciones que se aprecian también respecto a esta problemática.

Se entiende por normatividad sexual todo el conjunto de formas de socialización a nivel sexual
construidas en relación a una historicidad concreta –es decir, ni son naturales ni eternas e inmutables– que
hegemonizan actualmente en el seno de las sociedades capitalistas desarrolladas. Engloba tanto los gustos o
deseos construidos como las formas de saciarlos, las prácticas concretas, las formas de unión interpersonal,
etc. El sexo en la actualidad, al trascender la especie humana la mera determinación material biológica de
existencia, adquiere un fuerte carácter social, que es verdaderamente el que resulta determinante a la hora de
comprender la cuestión, en oposición al prisma pretendidamente biologicista que lleva siendo el hegemónico
desde tiempo ha, reduciendo el sexo al mero acto de reproducción –nada más lejos de la realidad–. La
heterosexualidad como pilar fundamental de la normatividad sexual responde a factores de índole material
que nada tienen que ver con una supuesta “naturalidad” de la atracción sexual y el deseo acorde con la
necesidad biológica de reproducción, sino principalmente con la defensa de la familia 100 como unidad
reproductiva y primera célula de perpetuación de la propiedad privada, con la consecuente superestructura
ideológica que se erige en torno a ello. Teniendo esto en cuenta, la defensa de la normatividad sexual101 está
de todo punto lejos de las necesidades de la revolución proletaria. Sin embargo, tales son las brevísimas pero

100
Tanto es así que el desarrollo de la homofobia no ha venido siendo lineal, y la forma en la que esta se manifestaba a lo largo de
los distintos modos de producción en la historia es bien distinta. A modo de simples ejemplos, en la Grecia y Roma clásicas, la
homosexualidad o la bisexualidad eran prácticas perfectamente loables, recubiertas incluso en ciertas ocasiones de un halo de
nobleza, como las características orgías romanas de las clases altas. El desarrollo de la homofobia a nivel social, en relación por
supuesto con el arquetipo cristiano de unidad familiar como marco ideológico-normativo, que venía de lejos, se aprecia con el
desarrollo de las relaciones sociales clasistas vertebradas por la propiedad privada, ante la necesidad de la familia como institución
fundamental para la reproducción social; especialmente con la entrada del capitalismo como modo de producción y el
reforzamiento de la familia burguesa. Permítase un curioso ejemplo, enmarcado en los inicios del capitalismo en Rusia con la
figura de Pedro el Grande, quien prohibió las relaciones homosexuales en dicho país al comenzar a desarrollarse las relaciones
sociales de producción capitalista y debido a la necesidad de una mayor cantidad de mano de obra. Pues la homosexualidad, hasta
entonces, no estaba prohibida por la ley a excepción de la repulsa moral ejercida por la Iglesia ortodoxa; incluso, históricamente se
producían uniones –llamadas adelfopoiesis– que se podrían calificar de homosexuales entre hombres de una posición social
elevada, encuadradas en la tipología del amor cortés feudal.
101
No confundir esto con la asunción de gustos sexuales que encajen en lo normativo. Es decir, la cuestión no es que esté “bien o
mal” –como categorías morales judeocristianas– tal o cual preferencia legítima a nivel sexo-afectivo en el individuo, sino que el
comunismo entiende lo opresivo de dichos marcos generados, por lo que la defensa de la normatividad sexual en tanto que tal, no
como mero gusto o preferencia individual, es un posicionamiento reaccionario.

47
explícitas palabras que la Línea de Reconstitución dedica al tema: Para las homosexuales también supone
una gran preocupación, puesto que sus relaciones están mal vistas e incluso perseguidas. En esta cuestión
no nos atrevemos más que a decir que no es la forma más habitual de unión. Pero la misión que tenemos
como clase está por encima de reivindicaciones puramente parciales que afectan a una ínfima minoría de la
clase. 102 Estas vergonzosas declaraciones podrían justificarse aduciendo a la antigüedad del texto en
concreto.103 Sin embargo, el verdadero problema, sin desmerecer tal muestra de ideología burguesa, es que
no existe en la actualidad autocrítica alguna respecto a este tipo de posicionamientos por parte de la Línea
de Reconstitución, así como absolutamente ningún principio de desarrollo del tema en ninguno de los textos
que pretenden abordar la cuestión de género, por lo menos hasta donde Vientos de Octubre tiene constancia.
Además, el argumento utilizado, dicho burdamente, para escurrir el bulto, es tan absurdo como reaccionario.
¿Acaso el Partido Comunista es la forma “más habitual de unión” –política, en este caso– del proletariado?
Evidentemente que no, lo que no es motivo para no dedicarle su justa atención, en función de la importancia
que el hecho suscite para el despliegue de la lucha de clases, absolutamente central en el caso del Partido
Comunista, pese a no ser “habitual”104 entre el proletariado, atendiendo a su maduración actual. ¿Es el mero
desarrollo cuantitativo criterio único para sentar cátedra respecto a la complejidad de un fenómeno de lo
social, de una problemática a la que el proletariado revolucionario ha de hacer frente? Por supuesto que
tampoco, lo cual resulta una casi obscena salida por la tangente, con objeto de eludir un tema históricamente
comprometido en el seno del movimiento comunista. Octubre y sus limitaciones se descubren en toda su
crudeza.

Respecto al carácter de las relaciones sexo-afectivas y de parentesco interproletarias, se afirma lo


siguiente: La cuestión sexual puede ser motivo de preocupación para la burguesía porque su unión, al
contrario que ocurre con respecto a la clase obrera, se hace con carácter “formal” dentro del matrimonio
que, frecuentemente, no se une por amor, sino por intereses ajenos a éste.

De ahí que las burguesas acaben planteando el propio acto sexual como una tarea más de las que
desempeñan en el hogar y, en la mayor parte de los casos, aseguran que es una carga.

Para el proletariado, esa unión, aunque se desarrolle en el mismo marco del hogar burgués, no se
hace por intereses ajenos a nuestra propia voluntad; en ese sentido somos mucho más libres que los
burgueses. Y cuando una pareja no puede convivir, se separa; no necesitamos sacrificar nuestro goce ni
practicar el engaño.105

El matrimonio burgués es en sí mismo, y necesariamente, una unión formal, independientemente de


la extracción socioeconómica de los cónyuges;106 concretamente, una formalización institucional de la unión
sexo-afectiva entre individuos,107 una sanción jurídica constreñida en unas relaciones sociales determinadas,
por lo que la primera afirmación no tiene, literalmente, ningún sentido para el marxismo revolucionario.
Asimismo, pudiera desprenderse de ello que en el seno de la burguesía se siguen manteniendo uniones

102
La emancipación de la mujer exige la reconstitución del Partido Comunista; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
103
Que, por cierto, en absoluto sería un argumento expiatorio ni muchísimo menos, pues el documento data de 1994… ¡casi 30
años más tarde del estallido de las protestas y del desarrollo del movimiento LGTBI en Estados Unidos! En 1969 ya se celebraban
multitudinarias manifestaciones en pro de los derechos de los homosexuales –naturalmente, eran movimientos esencialmente
pequeñoburgueses y totalmente reformistas–, y a finales de los 70 podíamos ya ver movimientos similares en el Estado español,
por lo que es otra constatación más del atraso de la línea proletaria, y una sangrante concesión a la burguesía más conservadora.
104
En tanto que consustancial, forma espontánea de articulación política e ideológica. El Partido Comunista surge de la
consciencia revolucionaria, no del “hábito”.
105
La emancipación de la mujer exige la reconstitución del Partido Comunista; PCR. Subrayado por Vientos de Octubre.
106
Lo que no quiere decir que esto no sea relevante para atender a la forma concreta del desenvolvimiento del matrimonio, pero
no determina el matrimonio como institución en sí, pues este lo determina, nuevamente, las propias relaciones sociales sobre las
que se sustenta como forma jurídica concreta.
107
Unido a esto, habría que preguntar a los camaradas del PCR qué se entiende por uniones fundamentadas en el “amor”, o qué es
el “amor” en sí mismo, y si este está libre de las determinaciones clasistas.

48
matrimoniales estrictamente por conveniencia económica, a modo de las uniones concertadas del
feudalismo, por ejemplo.

Acerca de la consideración respecto al sexo por parte de la burguesía, es un planteamiento totalmente


sesgado –lo que no quiere decir que lo que se señale sea esencialmente erróneo, sino limitado–, fruto de una
insuficiente comprensión de la construcción de las formas de interacción a nivel sexual. Así, el sexo como
carga –llevado más allá, el sexo como productor de frustraciones e insatisfacciones– tiene su origen en la
configuración patriarcal de las formas de sexualización y, concretamente, en el tabú erigido en torno al sexo
y la toxicidad de las relaciones burguesas –que no de la burguesía–, que determinan las sociedades clasistas.
Es, pues, asunto de la escisión de la sociedad en clases antagónicas, que imbrica a la totalidad de estas, pues
la clase obrera no se sitúa al margen de las determinaciones sociales de carácter burgués.

Todo ello para terminar con una desviación obrerista de carácter esencialista,108 que obvia ese marco
burgués en el que se desenvuelven las relaciones entre proletarios, para afirmar la supuesta “mayor
libertad”109 que cristaliza en las relaciones entre proletarios a pesar de este. En primer lugar, el carácter de
estas relaciones es plenamente burgués por mucho que el sujeto socioeconómico sea el proletariado, puesto
que las relaciones de nuevo tipo a nivel social solo pueden ser desarrolladas mediante la revolución
proletaria, a través de la reconstitución del proletariado como sujeto autoconsciente, y cristalizan en el
comunismo. Toda pretensión de idealizar las relaciones entre sujetos pertenecientes a la clase obrera resulta
una mera desviación de raíces economicistas. Pero además, y presuponiendo esa “mayor libertad”
inexistente realmente, ¿cómo podría ser compatible tal afirmación con los endémicos casos de relaciones
abusivas e impositivas en el seno del proletariado? ¿Qué clase de “libertad” tiene la mujer maltratada, por
ejemplo? Es más, el propio PCR se contradice en otro texto de tal forma: Ciertamente, en el capitalismo,
incluso entre los proletarios, las consideraciones económicas influyen en el matrimonio,110 desplazando esta
vez esa “voluntad y mayor libertad” y la unidad en base al “amor” respecto a las relaciones en el seno de la
clase obrera. Esta posición se encuentra más cerca de una postura consecuentemente comunista, aunque
cabría aclarar que no se ven únicamente influidas a nivel económico, sino que son una manifestación
concreta de las relaciones sociales clasistas en torno a la interrelación entre individuos a nivel sexo-afectivo.
Respecto a las relaciones abusivas, lejos de constituir mera anécdota, son fruto del desarrollo lógico, más o
menos agudizado, del paradigma burgués de relaciones sexo-afectivas, paradigma al que naturalmente se
encuentra sometido el proletariado bajo la dictadura de la burguesía.

Respecto al divorcio, de nuevo, nada más lejos de la realidad, pues a día de hoy aún supone un
amargo trago para millones de mujeres sometidas a la dominación de clase, que en absoluto supone la
supresión del engaño – ¿no existe “adulterio” 111 en el seno de uniones interproletarias?– ni muchísimo
menos la no supresión del goce, como ya se ha señalado. El divorcio, que es, por cierto, otra sanción jurídica
formal, sigue siendo un camino durísimo de recorrer, especialmente para las personas socializadas como
mujeres, y todo lo que no sea desvelar las insuficiencias del marco normativo burgués –divorcio en este
caso– para la solución de las problemáticas de la clase obrera –aunque es menester señalar que este
problema también se manifiesta en otras clases– contribuye a cimentar la dominación burguesa.

De nuevo, dos líneas, dos vías: o reacción mediante la banalización de problemáticas acuciantes para
el desenvolvimiento de la sociedad hacia el comunismo, o revolución proletaria que barra con todo lo viejo.

108
Pues atribuye a la clase obrera, concretamente a sus relaciones, una esencia pretendidamente innata en tanto que tal, al margen
del desarrollo histórico-concreto de las mismas y de las contradicciones que las determinan.
109
¿Cómo es entendido aquí el concepto de libertad? ¿Cómo cristaliza?
110
La emancipación de la mujer y la Revolución Proletaria; PCR.
111
Se entrecomilla el término para delimitar la concepción de este respecto a la moral cristiana dominante. Se hace referencia aquí
a la ruptura del consenso interno de la pareja en concreto, no al hecho de que una persona tenga relaciones consensuadas con más
de una persona al mismo tiempo.

49
CONCLUSIÓN

A modo de conclusión, es preciso remarcar, como ya se ha venido haciendo a lo largo de todo el


texto, el deslindamiento de campos con respecto al feminismo: este, encuadrado, como no puede ser de otra
forma, en un marco burgués, deriva en una conceptualización de dos sistemas paralelos e independientes,
patriarcado y capitalismo, cuya razón de ser estriba en su carácter espontáneo y parcial, y en este sentido,
metafísico, y no dialéctico. De forma opuesta, la cosmovisión marxista implica o nace de la síntesis de la
experiencia de la lucha clases y de los aportes más avanzados del saber universal: la dialéctica materialista,
la visión del movimiento… y en este sentido implica el análisis-transformación, con vocación totalizadora,
de una sola sociedad, unitaria –monismo ontológico en la base–. Así, se ha establecido desde el marxismo
revolucionario, en la problemática que nos ocupa, que la raíz de la opresión reside en el surgimiento y
desarrollo histórico de la apropiación de excedentes y trabajo ajeno, al calor de la división de la sociedad en
clases y el surgimiento de la propiedad privada. La apropiación privada de estas riquezas por parte de
algunos hombres –aquellos que van a convertirse en poseedores– fomenta que –existiendo una división
funcional del trabajo entre sexos–, la mujer quede ahora relegada, encadenada en lo doméstico, para permitir
la herencia y la reproducción de la propiedad. Se observa así que el origen de la opresión se remonta a la
escisión de la sociedad en clases, que tiene, evidentemente, una historicidad, y que por tanto no podemos
hablar de patriarcado como independiente del resto de la totalidad social. Partiendo de esto, pero ahondando
en su especificidad, también se ha expuesto a lo largo del texto la particularidad de este proceso,
materializado fundamentalmente en la familia como cristalización de las relaciones sociales desiguales entre
géneros derivadas de la escisión de la sociedad en clases, y cuya articulación a lo largo de la historia ha
generado diversas manifestaciones o representaciones de la opresión –como se ha intentado ejemplificar con
los apuntes en torno a la especificidad de la violencia patriarcal, los procesos de cosificación de las mujeres,
etc.–. Evidentemente, y como también se ha explicado, se trata de unas manifestaciones dinámicas y
cambiantes, dado el carácter dialéctico de la materia social, lo cual no impide sino que demanda la lucha
ideológica en el seno de la vanguardia marxista-leninista por un tratamiento específico y correcto,
atendiendo al momento y necesidad histórica de revolución proletaria que nos ocupa. Esto implica
precisamente trabajar por la depuración de la Línea de Reconstitución de concepciones reaccionarias como
las más arriba mencionadas: se trata de dialectizar nuestra propia ideología en dicho proceso de
reconstitución para elevarla conscientemente a un nuevo ciclo en un estadio ideológico más elevado,112 que
permita por fin la superación de toda forma de opresión hacia el comunismo, pues no se puede combatir la
ideología burguesa –el feminismo en este caso– desde la propia ideología burguesa, esto es, desde
posiciones reaccionarias que reproduzcan precisamente una de las cristalizaciones que ha tomado
históricamente la sociedad de clases: las actitudes patriarcales113. Para ahondar en este deslinde de campos y
en el avance de la ideología proletaria en la tarea de lograr articular respuestas revolucionarias en torno a la
cuestión de género, la doblenegación del feminismo resulta crucial; esto es, la asimilación de todo aporte,
todo lo nuevo, que las diversas corrientes feministas –su ala izquierda, principalmente– han introducido a lo
largo de la historia, como condición de superación de las mismas. La confrontación desde la ideología

112
«No sólo se precisa como basamento ideológico la reelaboración del marxismo desde sí mismo, por decirlo así, sino también es
preciso que esa reelaboración se adecue al estado alcanzado por el saber de la humanidad». La Nueva Orientación en el camino de
la Reconstitución del PC. “Una autocrítica”; PCR.
113
No solo actitudes, sino las desviaciones ideológicas y la política burguesa que se enarbola.

50
burguesa más reaccionaria o el rechazo mecánico implica, de la mano de una concepción arcaica de los
diversos feminismos, el enquiste del marxismo-leninismo en las viejas posiciones limitadas de octubre, y
todo un anacronismo respecto a la imperiosa necesidad de avance de la ideología proletaria, especialmente
en un campo históricamente tan limitado como el que ocupa estas líneas. Vientos de Octubre insta pues a
todos los camaradas honestos a desatar la lucha de dos líneas, desde posiciones proletarias, contra todo lo
viejo que se materializa en el seno de la vanguardia marxista-leninista.

Con todo, para que no se malinterpreten estas palabras –se califique al destacamento de “querer ir
demasiado rápido”, y en este sentido, masistas, conciliadores, etc.–, es pertinente remarcar que Vientos de
Octubre comparte la necesidad de jerarquización de las tareas que a los comunistas revolucionarios
competen desde la óptica de la línea general en el camino hacia la reconstitución del comunismo, 114
momento en el que a grandes rasgos se encuentra nuestro movimiento, pero sin olvidar, o lo que es peor, ir
en detrimento de un asentamiento de bases correctas para el tratamiento futuro –balance mediante– de la
cuestión de género en su profundidad. En otras palabras, y como ya se ha repetido, si bien Vientos de
Octubre comparte en lo fundamental los principios de la Línea de Reconstitución, ha intentado mostrar
limitaciones del actual desarrollo de la misma, algunas de las cuales pueden suponer deficiencias ideológicas
de base en relación a la cuestión de género que se viene tratando. En este sentido, es necesario profundizar al
respecto y repensar qué documentos se tienen como referentes en cuanto a línea política y qué expresa este
hecho,115 para poder superarlo.

Por ello, Vientos de Octubre ofrece está crítica no solo para deslindar campos con el feminismo y
todo posicionamiento externo y ajeno al comunismo revolucionario, como ya ha debido de quedar claro,
sino, en lo fundamental, para desenmascarar la ideología burguesa en las filas revolucionarias e ir colocando
unos cimientos coherentes en torno a la cuestión de género que nos permitan superar las limitaciones
objetivas y subjetivas hasta ahora presentes en dichas filas, en pro del desarrollo correcto de la línea
proletaria. Evidentemente, esto no puede quedar en meras declaraciones idealistas de intenciones sino que
supone, por parte de la militancia revolucionaria una comprensión y aprehensión consciente de la dialéctica
que se produce entre lo individual y lo colectivo, entendiendo y llevando a cabo una lucha continua –crítica
y autocrítica mediante– contra el yo burgués en todos sus aspectos y actitudes, y particularmente en la
problemática que aborda el presente texto. También, esto pasa por hacer intolerable la presencia de
elementos absolutamente reaccionarios en las filas proletarias, aquellos que por más que se tiñan de rojo no
parecen estar, por el momento, en posición subjetiva de asimilar conscientemente la dialéctica individual-
colectiva que se acaba de mencionar, y que hacen flaco favor al desarrollo de la línea proletaria si se tiene,
como se ha venido teniendo desde lo que se ha mostrado como el ala derecha de la Línea de Reconstitución,
total tolerancia con ellos, sin comprender, precisamente, que la Línea de Reconstitución no es ninguna
psicóloga que pueda sustituir, en el momento actual, –desde la lógica de que lo externo actúa a través de lo
interno– la lucha individual contra la ideología burguesa en nuestro interior; y que por tanto, estos elementos
son absolutos portadores de la ideología burguesa dentro de la línea proletaria y que es necesario una fiera

114
Así, se comparte que la línea proletaria debe actualmente, a fin de no llevar a cabo una actividad metafísica que separe teoría y
práctica, establecer una línea de masas que posibilite la conquista de los sectores de la vanguardia teórica capaz y dispuesta a
trabajar bajo el Plan de Reconstitución, sectores concretos cuyo alcance permite, o mejor dicho, concuerda con la situación
objetiva en la que se encuentra la vanguardia respecto de nuestra capacidad de incidencia real, a fin de rearticular el movimiento
comunista revolucionario. Puesto que para ello es esencial la creación de las condiciones pertinentes que posibiliten dicha
conquista, la crítica y la autocrítica en torno a las derivas reaccionarias en que se pueda incurrir, dado el estado primitivo de
ausencia de balance en torno a la cuestión de género, son fundamentales. Se trata de dotar de un tratamiento adecuado al sector de
la vanguardia al que se puede y se debe dirigir la línea de masas, de acuerdo a un plan concreto en función de las necesidades de la
vanguardia, sin menoscabo de un contundente desenmascaramiento y deslindamiento con toda ideología burguesa provenga de
donde provenga.
115
Principalmente, es el caso de las cuestiones que se han desgranado de El feminismo que viene como punta del iceberg de las
limitaciones y déficits del tratamiento de la cuestión de género por el marxismo revolucionario en la actualidad. Se trata de
destapar lo inadmisible que resulta que dicho documento tenga carácter de línea política.

51
luch
ha para deseenmascararllos en el prroceso que ccompete a los
l comunistas: la connstrucción de d la vanguaardia
revo
olucionaria,, germen deel Partido Co
omunista coomo el sujetto de transfo
ormación soocial revolu
ucionaria.

En deffinitiva, se trata de ponerp sobrre la mesaa la urgenccia de quee la militan ncia comunnista
revo
olucionaria asimile connscientemen nte la necessidad de recconstituciónn ideológicaa y política del comuniismo
en todos
t sus aspectos, estto es, en taanto cosmovvisión totalizadora. Po or ende, y ccomo no pu uede ser de otra
mannera, incluyendo la partticularidad de la opresiión de género y sentand do en este ssentido las bases,
b vigilaancia
y lu
ucha revoluccionaria conntra toda muestra
m de reeacción, parra un tratam
miento correecto de la misma.
m Ningguna
concesión a la bburguesía en
e el seno deel movimiennto comunista.

¡Sin m
mujeres no hay
h revolución!

¡Marxismo-
¡ -leninismo contra
c todo lo viejo!

¡Por la reeconstitucióón ideológicca y políticaa del comunnismo!

Vientos dee Octubre, 2016


2


52

Вам также может понравиться