Вы находитесь на странице: 1из 1

Qué es la ideología?

Clásicamente se ha entendido la ideología como un sistema de ideas fundamentales


que definen un modo de pensamiento político, religioso, cultural, identitario, etc.
propias de una persona o colectividad. Es decir, en cierto modo se pone el acento
en lo atemporal y en el grado en que esas ideas definen y son definidas por la
persona o colectivo que las ostentan.

Desde el punto de vista de la cognición es muy cómodo entender el concepto de


ideología como algo inmutable. Las categorías estancas y fijas no conducen hacia la
contradicción, promueven formas de pensar conservadoras: ser anarquista implica no
ir a votar en las elecciones generales, ser de derechas implica defender la
flexibilidad laboral. “No voto porque soy anarquista, soy anarquista porque no
voto. Se trata de un razonamiento prácticamente tautológico con los engranajes
internos perfectamente engrasados.

La complejidad de nuestra concepción del mundo


Sin lugar a dudas, creer en las ideologías fijadas apriorísticamente es
confortable. Sin embargo, esta creencia tiene el problema de ser totalmente irreal.
Pensar que las personas tenemos conceptos, sistemas de categorías y “circuitos del
pensamiento” fijados en el tiempo o incluso “propios de nuestro ser” es una forma
de dualismo que va en contra de todo lo que sabemos acerca de la psicología y la
neurociencia. Hoy sabemos que cualquier idea es en realidad fruto de una red de
relaciones neuronales en continuo cambio, incluso durante la vejez. No existen
maneras fijas de ver la realidad, y por lo tanto aún menos existen las maneras de
pensar “propias de…” si tenemos en cuenta que estas están en continuo cambio. De
igual modo, tampoco las definiciones acerca de ideologías políticas propias de la
literatura académica existen al margen de un lector que interiorizará esas ideas
bajo la luz de sus experiencias pasadas y presentes y que además orientará sus
conclusiones de acuerdo a sus objetivos e intereses.

Entre ideas, prejuicios y voluntades


Cualquier idea existe porque ciertas asociaciones entre ideas y percepciones de
menor jerarquía silencian otras posibles asociaciones de ideas. Lo que ocurre que
se dan asociaciones de ideas en el seno de un proceso de competencia y convergencia
de varios fragmentos de conocimiento, impulsos biológicos, valoraciones subjetivas
y conclusiones del pensamiento deliberado, tal y como señala Joaquín M. Fuster en
Cerebro y Libertad (2014). Esto pasa continuamente, incluso mientras dormimos. Como
consecuencia, nuestro pensamiento no está guiado rígidamente por un solo principio
integrador como el “ser de derechas” o “ser pacifista”, etc.

El término “ideología” se refiere sólo a aquellos lineamientos generales que


definen modos de pensar, pero a la vez implica un reduccionismo inevitable a la
hora de estudiar algo, compararlo con otras cosas, etc. Es útil hablar de
ideologías, pero hay que tener en cuenta que lo que se da en la realidad es otra
cosa: pensamientos únicos e irrepetibles, profundamente originales aún a pesar de
estar basados en vivencias, memorias y conocimientos previos, guiados sólo en parte
por el pensamiento deliberado.

Esta conclusión tiene implicaciones serias. Renunciar conscientemente a nuestra


capacidad para reducir la política a sistemas filosóficos herméticos y autónomos
propuestos “desde arriba” implica pensar en la política como una función que no es
propia de órganos centrales de decisión. Implica, a fin de cuentas, decirle adiós
al monismo ideológico, a la política de manual.

Вам также может понравиться