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pueden hacer

E ste artículo comenzó con una conversación, con una declaración

dentro de la conversación: «¡Los cristianos no pueden guardar rencor!».


Simplemente no es una opción, no es un vicio que podamos permitirnos.
Pero no es lo único que los cristianos no pueden hacer. Hay otro tipo de
conductas que Dios descarta, que Dios describe como nada menos que
rebelión pecaminosa. Lamentablemente, esto no siempre nos detiene.
Algunas de estas conductas continúan a pesar de la insistencia de Dios de
que son inapropiadas para sus hijos. Estas son algunas cosas que he
encontrado últimamente en la vida, la familia y el ministerio.

Los cristianos no pueden guardar rencor. Cuando alguien comete una


ofensa contra uno, uno tiene dos opciones: puede pasarla por alto, o
puede confrontarla (Proverbios 19:11, Mateo 18:15-17). O la deja pasar sin
guardarla jamás contra la otra persona, o bien la confronta con amor y le
da una solución saludable. Pero uno nunca puede guardarse la ofensa con
enojo y amargura. Esa simplemente no es una opción para el creyente.

Los cristianos no pueden negar el perdón. Cuando una persona nos pide
perdón, nuestro deber es perdonarla (Lucas 17:1-4). Aun si esa persona
peca contra uno reiteradamente y cada vez pide perdón, uno tiene el
mismo deber de conceder el perdón. Uno no puede decidir que la persona
necesita sufrir por un momento primero, que la persona merece la ley del
hielo, o que la persona no es lo bastante sincera. Uno tiene que conceder
perdón tan gratuita y prontamente como Dios le ha concedido perdón a
uno.

Los cristianos no pueden acaparar su riqueza. Los cristianos pueden y


deberían ganar dinero. Cuando se presenta la oportunidad, los cristianos
deberían ganar más en vez de menos dinero; la pobreza no tiene un valor
intrínseco, ni la riqueza tiene un problema intrínseco. Pero los cristianos
no deben acaparar sus riquezas (Marcos 10:23). Más bien los cristianos
deben entender que la riqueza es un medio para los fines de Dios. Esto
incluye la provisión para uno mismo y para la familia, y una razonable
preparación para el futuro, pero también incluye el financiamiento de la
misión de Dios aquí y ahora. Dios no mide la riqueza por lo que se
acumula sino por lo que se dedica a su obra.

Los cristianos no pueden quejarse. La murmuración es el pecado favorito


de muchos. Algunos llegan incluso a tratarla como una virtud. Solo piensa
en la televisión de la noche y las quejas que se presentan allí bajo la
bandera de la comedia. Pero la Biblia revela la murmuración como un
problema del corazón y una conducta inapropiada para el cristiano. Más
bien se nos dice que hagamos «todo sin quejas» (Filipenses 2:14; ver
también 1 Pedro 4:9; Santiago 4:1-3). En lugar de quejarse uno debe orar
y darle gracias a Dios por su providencia, sin importar las circunstancias.

Los cristianos no pueden arreglárselas solos. En lo profundo del corazón


humano hay un carácter independiente, un deseo de arreglárselas solo en
la vida. No obstante, a los cristianos se les manda que conformen iglesias,
comunidades de creyentes que comparten la vida (Hebreos 10:25). Los
cristianos solitarios son cristianos desobedientes que rehúsan aprovechar
uno de los más importantes medios de gracia de Dios. El vivir fuera de
una comunidad de cristianos no es una opción legítima para el cristiano.

Los cristianos no pueden ser una piedra en el zapato del pastor. Muchas
iglesias tienen esa persona o algunas personas que asumen el rol de
mantener al pastor honesto, cuestionar todas sus acciones, rehusar darle
el beneficio de la duda. Ellos ven el ser abogado del diablo como su
ministerio en la iglesia, su ministerio de restricción de los líderes de la
iglesia. Pero la Biblia no permite semejante «ministerio». Más bien,
«obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes
como quienes tienen que rendir cuentas. Obedézcanlos a fin de que ellos
cumplan su tarea con alegría y sin quejarse, pues el quejarse no les trae
ningún provecho» (Hebreos 13:17).

Los cristianos no pueden estar improductivos. La pereza y la falta de


productividad rara vez nos abandonan. Cuesta estar activo y es fácil
distraerse. Siempre hay un motivo para evadir nuestras responsabilidades
e ir hacia el entretenimiento. Pero los cristianos no pueden ser perezosos.
No pueden estar improductivos. La productividad es una palabra
desacreditada y malentendida, pero cuando se define correctamente es el
centro de la vida cristiana. Ser productivo según la mejor definición del
término es darle gloria a Dios haciendo el bien a los demás (Gálatas 6:10,
Hebreos 10:24). ¡Para eso estamos aquí!

Los cristianos no pueden tener un pecado regalón. No nos


equivoquemos, darle muerte al pecado es una labor ardua. Puede ser
difícil y desalentador. Es un trabajo especialmente duro cuando se trata
de dar muerte a esos pecados regalones, esos pecados que uno ha llegado
a amar y consentir durante la vida (Colosenses 3:5). Pero como cristiano
no se puede tener un pecado regalón, un pecadillo, un pecado que uno
rehúsa confrontar mediante el poder del Espíritu Santo. Todo pecado, por
muy pequeño o valioso que parezca, debe ser confrontado y destruido.

Los cristianos no pueden estar ansiosos. Muchos cristianos piensan que


preocuparse e inquietarse es algo menor que un pecado. Algunos podrían
llegar a pensar que la preocupación es necesaria, como si rehusar
preocuparse por los afanes y tristezas de la vida indicara apatía. Pero, de
hecho, el rehusar preocuparse indica confianza en la voluntad de Dios.
Dios le dice a su pueblo que no se preocupe, que no esté ansioso, sino que
más bien le confíe todas las cosas a su buena y benigna providencia
(Filipenses 4:6-7). La ansiedad no es una opción legítima para el cristiano.

Los cristianos no pueden hablar mal unos de otros. Sabemos que no


podemos andar chismeando unos de otros, esparciendo temerariamente
información maliciosa o hechos improbables. Pero aún así hallamos
formas de hacerlo, ya sea en forma de una petición de oración, una
solicitud de ayuda, o un chiste. Como cristiano, debes estar consciente de
tu tendencia a hablar mal de otros, a usar indebidamente tus palabras
(Santiago 3:6, 9). Y necesitas cuidarte de hablar de otros de una forma en
que no lo harías si estuvieras cara a cara. Las palabras solo deben usarse
para edificar y nunca para destruir.

Todas estas son cosas —solo algunas de las cosas— que los cristianos no
pueden hacer. Son cosas que no podemos hacer porque están más
asociadas con la impiedad que con la piedad, más con el pecado que con
la salvación. En cada caso, Dios nos ha liberado por su evangelio a una
nueva y mejor forma de vivir, una vía de amor, perdón, generosidad,
aliento, comunidad, sumisión, laboriosidad, pureza, y libertad. No
podemos hacer aquellas cosas que solo nos dañarían a nosotros y a
quienes nos rodean.

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