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INTRODUCCIÓN A LA ANTROPOLOGÍ..\. HISTÓRICA

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· ·eco de la edición: Marco Curatola Petrocchi
Responsa ble c1enr111
Departamento de Hun1anidades ,
Pontificia lJniversidad Catolica del Peru

Traducción de Ximena Fernández Fontenoy


lnfroduzione al/ántropologia .rtorica
©;i_ooo, Gius. Laterza & Figli Spa, Roma-Bar1 Introducción a la Antropología Histórica

Pier Paolo Viazzo

Pontificia Universidad Católica del Perú


~I
Instituto Italiano de Cultura
FONDO EDITORIAL 2003 Lima
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Primera edición: Lima junio de 2003 Índice


INTRODUCCIÓN A LA ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA

© 2003 Pier Paolo Viazzo


© 2003 por e! Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú
Plaza Francia 1164, Lima, Perú
Teléfono: 330 741 I
Telefax: 330 7410
feditorlí#pucp.ed u. pe
© 2003 Instituto Italiano de Cultura Premisa 9
Av. Arequipa 107'.» Samra Beatriz, Lima
Teléfono: 471 7074 L La antropología histórica: ¿nueva disciplina o terreno
de frontera?
I.I. Una identidad abigarrada: diferencias disciplinarias
y contextos nacionales '9
1.2. El desarrollo de la antropología histórica 33
Diseño de carátula: Edgar Thays Ll llistoria, antropología y teoría
La ri1la· entre el carnaval y la ruaresina ( I 559) de Pieter Brueghel
4'
Kunsthistoriscbes Museum Wien 1.4. Antropología histórica e historia de la antropología 5'

Prohibida la reproducción total o parcial de este libro 2. i\ntropología e historia: los años de la
por c:ualguier medio, sin permiso expreso de los editores. separación (1922-1950) 63
2.1. El nacimiento de la antropología social británica
ISBN 9972-42-567-6
y la «exclusión de la historia»
N" de Depósito Legal: l )OI412003-1676
2.2. En 1'\ortearnérica: Boas, Kroeber y Radchffe-Brov.rn
Impreso en el Perú - Printed 1n Peru 2.3. Los historiadores

.- ,.,.--
3. ,A.ntropulogía e historia: los años del
acercamiento (1950-1968) 123
Premisa
i\.ntropología e historia entre arte y ciencia:
la Marrtt Lecrure de Evans-Pritchard n8
Antropología e historia cultural 43
1

J.l· Nuevas historias: el nacimiento de la etnohistoria


y de la historia africana
3.4 . Hacia el acercamiento

4 . Antropólogos, historiadores y brujos


4 .1. El estudio antropológico de la magia y la hi_sroria era p~ra la .ªn~rop~logía
de la brujería desde :Frazer a Evans-Pritchard
4 .2. Dos paradigmas en el esn1dio histórico de la brujería
H ACE t.:NOS l"REINTA AÑOS,
una tierra incógnita y de evitar. El archivo, si bien ritual-
inente invocado, era percibido con10 un umbral oscuro y peligro-
4.3. Brujería, inquisición y etnografía so donde el antropólogo podía fácihnente extraviar el sendero de
su investigación. Los historiadores, a s-q. vez, no escondían su pro-
5. Otras historias, historias otras pia desconfianza frente a las ambiciones teóricas de la antropo-
«Productores» y «Consumidores» de historia logía y hasta su absoluta indiferencia hacia una disciplina que se
Historia cuantitativa e historia interpretativa 251
ocupaba de pueblos lejanos y sin escritura; pero no faltaban natu-
5·3· Estructura y estrategia '77 ralmente las excepciones, sobre todo en el ca1npo <le la historia
5-4· Las historias de los otros
300
antigua, sector historiográfico que hasta inicios del siglo xx haLía
n1anrenido estrechas relaciones con la antropología antes <ll' una
Bibliografía l
"' brusca separación, se notaban signos alentadores de acercamiento.
Este "libro hunde sus raíces en aquellos aiios cuando como es-
Índice onomástico 33 1 tudiante de J,etras, dividido entre el interés por la historia antigua
y la pasión por la antropología, 1ne había quedado fascinado con
los trabajos de historiadores con10 Moses Finley, Peter Bro\\'ll y
Sally 1-lun1phreys quienes habían aplicado los instrumentos con-

8
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ceptualcs y las sugerencias con1parativas de la antropología al es- te, para comprender rncjor los procesos Je transforn1ación que el
tudio del inundo antiguo, y me pron1etí emularlos. I-Iace algunos antropólogo observaba en el terreno . .i\I partir hacia el trabajo de
meses, hojeando mi tesis de licenciatura de 1975, descubrí que al campo, el antropólogo presumía recabar este conocimiento a par-
analizar los trabajos de Peter Bro\1.'n, )'O lo hacía en los términos tir principalinenre de 11n escr11tinio de la literatura histórica exis-
de la «antropología histórica». No me parece que Bro;\'n se h11- tente y por alguna incursión hecha en el archivo. Pero, como n1 u-
biesc definido como antropólogo histórico, pero leyendo sus estu- chos otros antropólogos de mi generación que han llevado a cabo
dios sobre la brujería y los santos siríacos de la antigüedad tardía, investigaciones en Europa, rápidamente n1e di cuenta de las po-
uno se olvidaba de que no eran fruto de la observación directa de tencialidades ofrecidas por los archivos !Ocales, cuya humilde do-
un antropólogo en el campo. La expresión «antropología históri- cumentación -si es oportunamente interrogada- permitía es-
ca» estaba ya en el ambiente con10 testimonio de un despertar del tudiar una con1unidad del pasado con métodos que, en principio,
interés de los historiadores por la antropología. Algunos habían no eran tan diferentes de los que el antropólogo usaba para estu-
usado el término en i-\lcmania y en Inglaterra, y pronto se habría diar una comunidad en el presente. Se podía, por tanto, entrar en
hecho familiar por la decisión --de parte de Jacques Le Goff, An- las viviendas de los antiguos habitantes, conocer su sistema fami-
dré BurguiCre y otros exponentes de la escuela de los «Annales» - liar, descubrir los conflictos que a veces los habían dividido, ras-
de dar este nombre a uno de Jos principales ámbitos de investiga- trear las estrategias de supervivencia que habían seguido, entre
ción que se proclamaba orgullosamente como la nouvelle hi.rtoire. otros hechos.
Después de la licenciatura, fui a estudiar antropología social Este primer encuentro con el archivo ha marcado, en lo perso-
al University College de Londres donde enseñaban Sallyr }lum- nal, el inicio de un recorrido que por vías inesperadas no solo n1e
phreys y Mary Doug1as, cuyas ideas habían influenciado en Petcr ha conducido nuevamente a la antropología histórica, sino que n1e
Bro\vn. Los nuevos estímulos ofrecidos por los cursos seguidos en ha hecho trabajar por más de diez aiios en estrecho contacto, o al
Londres me llevaron, no obstante, a abandonar la idea inicial de interior, con varias comunidades de historiadores. Es un caso en-
volverme un antropólogo histórico del mundo antiguo y a desa- tre tantos. A partir de los primeros años de la década del ochenta
rrollar en cambio -como antropólogo !out court- una larga in- el número de antropólogos que se ha dedicado a investigaciones
vestigación de can1po en una com11nidad de lengua alemana de de arch.Í\'O, o que de algún modo ha dado a s11s propias investi-
los _;\Jpes occidentales. Sin embargo, los tiempos estaban también gaciones una in1pronta particularniente histórica, ha crecido rá-
ca1nbiando para la antropología_ La orientación estrech3n1ente sin- pidan1ente. \'este can1hio de dirección hacia la historia no solo ha
crónica del funcionalismo había mostr;:ido s11s líin1tcs y se adver- concernido a los antropólogos que han llevado a cabo sus inves-
tía 1'1 necesidad de conocer cuál había sido la situación preceden- igaciones en Europa, sino ta1nbién a sus colegas cmpeüados en

"


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csrudiar oqucllas poblaciones no europeas c11ya historia parecía, a dífCrentes de los que le vendrían inmediatamente en n1entc al his-
las anteriores generaciones de antropólogos, de poca in1portancia toriador. Para complicar el panorarna intervienen además «dife-
o en todo caso imposible de reconstruir. rencias nacionales» que cortan transversalmente estas «diferencias
Junto al contemporáneo desarrollo de las nucyas corrientes his- disciplinarias». l{acer antropologí.1 histórica en Italia no es lo mis-
toriográficas, se encuentra, prin1ero entre todas, el n1ovin1iento 1110 que hacerla en Francia, en los países anglosaiones o en el mun-
«n1icrohistórico>>. Este can1bio de dirección de la antropología ha do ale1nán.
transformado el panorama más allá de toda previsión. Hoy en día, Estos diversos «dialectos,, vuelven difícil, sobre todo para lo:;
los antropólogos dan por descontada la necesidad de con1ugar an- esrudiantes, el alcanzar un pleno usufructo Je la literamra que la
tropología e historia y aconsejan a sus estudiantes acompafiar el antropología histórica ha producido. El esrudiante de historia ten-
trabajo de campo de una pesquisa histórico-archivística. En la otra drá probablemente escasa fanliliaridad con los 111odelos antropo-
vertiente, si bien no todos Jos historiadores son tan asequibles al lógicos usados, por ejen1plo, con el trabajo de los historiadores
connubio, ciertatnente son muchos los que hacen uso de instru- sobre la brujería europea. Recíprocan1ente, el estudiante de an-
mentos antropológicos en sus investigaciones y recomiendan a sus tropología será conquistado por las monografías escritas por los
estudiantes adquirir familiaridad con la antropología. Para inves- historiadores sobre pneblos, pero fatigará al contexrualizarlas en
tigadores y estudiantes -y también para quien tiene algún tí rulo los debates historiográficos que las han originado. Sacando venta-
para definirse como antropólogo histórico- no es fácil orientarse ja de mi «identidad n1estiza>>, en esta o"bra he tratado de hacer el
en este territorio de frontera, un tiempo dcspohlado y ahora, por papel de intermediario, de proveer una guía que p11eda ser de ayuda
el contrario, teatro de intensos intercambios. La bibliografía antes para 411e el antropólogo o el historiador se mueva con n1ayor se-
desc(lnsoladamente pobre es hoy no solo interminable, sino tam- guridad en un territorio con un n1apa de lo 1nás abigarrado. Para
bién 1nás heterogénea de cuanto no fuese en los primeros afias de tal fin n1e ha parecido útil, en el segundo y tercer capítulo, reco-
renovada colaboración entre antropología e historia. Con10 estu- rrer la evoh1ción de las relaciones entre la historia y la antropolo-
diante he vivido prin1ero entre los historiadores y después et1tre gía, buscando esclarecer las causas de aquel clima de separación e
los antropólogos; posterior1nt•nte, he tenido cargos de investiga- indifer~ncia que ha dominado hasta los a11os sesenta y de sei1alar
ción y de docencia, bien sea como antropólogo O'"Con10 historia- las razones que han llevado a estas disciplin:is al acercan1iento. J,a
dor. J)e esta experiencia personal he recabado la JllSta impresión historia de la antropología está todavía en gran parte por escribir-
de que los dos grupos ven a la antropología histórica de n1an.era se, y tarnbién nuestros conocin1ientos sobre la historiografía del
parcialn1ente diversa. Para definir sus características y sus objeti- siglo XX presentan sorprendentes zonas de confusión. El cuadro
vos, un antropólogo citará autores, libros y ten1as de Ín\-estigación aquí delineado es IOr1ada1nentE' esqucn1ático v provisorio, pero


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T
espero que pueda revelar circunstancias y conexione,<i no del todo ' Es una perspecti1·a atractiva para la antropología que por largo
obvias. Espero también que este examen, moviéndose en la curn- f cieinpo ha subordinado el estudio del pasado al del presente, pero
bre que separa a las dos disciplinas para mantenerlas a ambas a la I con riesgos para la antropología histórica tal como la conocemos
vista, pueda servir para iluminar sobre los orígenes de las princi-
110},. Los argun1entos posmodernistas ciertamente sirven para de-
pales tendencias de la antropología histórica acn1al y de los deba- sacralizar el documento de archivo como depositario últirno de la
tes que la conciernen. Esto se discute en el cuarto y quinto capí- verdad, pero tienden a sugerir que su relevancia no reside tanto
tulo de este libro. en su contenido, sino n1ás bien en el valor evocativo que este tiene
Frente a estos debates, la reciente ventada posmodernista que para quienes lo manipulan. Diflciln1ente los historiadores aban-
ha embestido a la historia y todavía más a la antropología agrega donarán el archi\ 0, mientras existe la concreta posibilidad de que
1

nue\'OS dilemas. La antropología hísrórica ha nacido del encuen- Jos antropólogos lo hagan. Se disolvería así el vínculo que ha dado
tro realizado en los archivos. Los instrumentos interpretativos de vida a la antropología histórica, y se dejaría solo a los historiado-
la antropología y el uso analógico de sus métodos le han permiti- res una de las tareas fundamentales que la antropología histórica
do al historiador hacer nuevas preguntas a docu1ncntos a menudo se inipuso: con1prender los con1portan1ientos y las creencias de
bien conocidos, y algu11as veces dar voz a hombres y mujeres del seres humanos lejanos a nosotros en el tiempo. Personalmente, creo \
pasado que de otra manera habrían estado condenados al silencio. que una elección unidireccional en favor de esta dimensión cons-
Al antropólogo, que se ha sumergido para encontrar antecedentes tituiría un empobrecimiento de la antr;1pología histórica; pero la
con la convicción de que el presente está en gran medida ya con- cuestión está obviamente abierta y espero que el material que he
tenido en el pasado, el arcl1ivo le ha reservado frecuentemente el reunido en este libro pueda ofrecer al lector los elementos útiles
sabor del descubrimiento y le ha consentido valorizar congruen- para formular un 1uicio.
cias y discrepancias entre las versiones del pasado, recogidas en el Como es inevitable, cuando un texto hunde sus raíces tan atrás
campo y fi¡adas en la documentación. La crítica posn1odernisra nos i: en el ticn1po, he acumulado con los años una deuda de reconoci-

¡''
ha vuelto más conscientes de que, en un sentido muy importante, 111iento con n1uchas personas e instituciones. ?\te interesé en los
no es el pasado el llamado a determinar y explicar el presente, primeros trabajos de (;inzhurg y Macfarlane, en ague! ento11ces
'
sino el presente-iinponiendo a la in\'estigación histórica las pro- recién i)uhlicados y hoy entre los clásicos de la antropología his-
pias cuestiones y los propios interese~- el llan1ado a «crear» el tórica, a partir de un seminario sobre las interpretaciones históri-
pasado. Esta inversión de la cadena causal conlleva obviamente cas Y antropológicas de la niagia organizado por :Franco Bolgi ani
a un desplazan1iento del interés sobre el pasado con10 recurso y, Y !)ario Rei (1970-1971) en la Univer!iidad de Turín. ()bviamente,
por tanto, tamlJién a sus potenciales o efectivas 111anip11lacioncs. han sido decisn·as Lls experiencias maduradas en las instituciones
''

'4
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donde he recibido 1nis variadas iniciaciones: el Departn1ent of
Anthropology del U niversity College, el Cambridge Group for the
Ilistory of Population and Social Structure y el Istituto degli fn- CAPÍTULO PRIMERO
nocenti de Florencia, donde he podido conocer desde adentro un
gran archivo urbano muy diferente de aquellos donde trabajan ge- La antropología histón.ca: ¿nueva disciplina
neralmente los antropólogos. !\le dispuse a traba¡ar de n1ancra n1ás o terreno de frontera.<
sisten1ática sobre los temas afrontados en este libro poco después
de mi llegada al f)ipartin1cnto di Scienzc i\.ntropologiche, Archco-
logiche e Storico-'fcrritoriali de la Universidad de Turín. Estas
reflexiones han encontrado una primera formulación en noviem-
bre de 1996, y en una ponencia «f}antropologo e l'archivio» pre-
sentada dentro del marco de la actividad sen1inarial del Dottorato desde cuando en 1899, Frederic Wi!liam
H
A PASADO UN SIGLO
di ricerca in Antropología Culrurale e Etnología del Departan1ento Maitland, el gran historiador del derecho inglés, en una con~
de la Universidad de 'IUrín. Estoy agradecido a todos los que me ferencia destinada a volverse famosa expresó la opinión de que
han ayudado y alentado en las varias fases de la investigación y siempre la antropología se habría encontrado frente a la elección
durante la redacción de la 1nisma, y en 1nodo particular a Stcfano «entre ser historia o ser nada». 1 En los 'siguientes cincuenta afias
Allovio, Piero Mattbcy y Francesco f{en1otti por haber leído total la antropología -sobre todo en c;.ran Bretafia, pero ta1nbii·n en
o parciahnente los capítulos de este libro, ofreciéndome valios<is los otros países c-uropeos y en los Estados Unidos- eligió resuel-
sugerencias y librándorne de numerosos errores. (~crt J)resscl y tan1ente no ser historia, sin por esto devenir en nada. Más bien,
(;.ianluca Ligi me han sei'íalado trabajos que se me habían escapa- precisan1entc esta elección condujo a la antropología a recorrer
do y 1ne han proporcionado n1aterial bibliográfico de dificil acce- vías que, a partir de los años sesenta, con1enzaron a suscitar el in-
so. Ta1nbién a ellos va n1i agradecimiento. terés de los historiadores, al extren10 de que en 196~, un joven his-
toriado~, Keith 'l'hon1as podía ad\·ertir a sus colegas-invirtiendo
..
! r. FW. M<iit!and, "1'hc Body Poliric,,, en 'I'lw Co!lccrcd P11p<'l"J ofFn·d1·nc H'1!l111111
Pr~ss,

l
.ll.aitlaiid. \To J. 111. H.1\.L. Fisher ( ed.). Can1hridge: <:an1bndgc Li niver,1\t)'
1911, p. 29_,.

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13 afirmación de ~'faitland~ que la historia se encontraba ahora testigos de contactos e intercan1bios ~iempre más frecuentes t' in-
en el deber de escoger entre ser antropología o ser nada. 2
tensos entre dos disciplinas que anteriormente habían demostra-
Sería exagerado sostener que en la segunda mitad del siglo XX do por largo tiempo recíproca indifCrencia, cuando no desconfianza
]ci his(nria se haya rransfOrn1ado en antropología; pero indudablc- 0 abierta hostilidad. c:on10 consecuencia de estos intercambios, no
nientc l::i Ín\'Ítación de Thomas, a mirar con ojos más acuciosos sien1pre y en todas partes sin1étricos e i~rualitario~, han surgido
los trabajos de los antropólogos y a adoptar sus métodos y las pcrs- problen1as y tenias de investigación de cornún interés. i\l parecer
pecTÍ\'as teóricas, ha sido recogida por n1uchos historiadores. Re- de muchos, hasta ha nacido una nueva disciplina: la antropología
cientcrncntc, inclusive un renon1brado historiador con10 Jacques hist/irica. Indicar con precisión los límites, las características dis-
Le (_;otT no ha dudado en seiialar a la antropología como la inter- rintivas y los objetivos de esta nueva disciplina -o área de inter-
l(icutora privilegiada de la «nueva historia». 3 Conte1nporánea1nen- sección disciplinaria- no es tarea fácil. «F:l éxito de la nueva eti-
te, el creciente conocin1iento de las limitaciones }' distorsiones queta 'antropología histórica'>,, observaba en 198s i\.ndré Burguiere,
interpretativas causadas por orientaciones teóricas y n1etodológi- «110 encuentra hoy iguales que en la in1prccisión de su definición».6
cas estrechamente sincrónicas o aten1porales ha determinado en ¡\quince años de <llstancia, el CT1adro se presenta todavía más vivo
las ciencias sociales un difundido «retorno a la historia».4 Por cuan- y rico <le estírnulos, pero ciertamente no menos con1plejo.
to este can1bio de dirección se advierte en casi todas las ciencias
sociales y hurnanas -de la sociología al derecho, de la politología 1.1. Una identidad abigarrada: difere11cias disciplinarias
a la crítica literaria- es quizás precisamente entre los antropólo- y contextos nacionales
gos que la exigencia de un acerc;:uniento a la historia se ha mani-
festado <le n1anera n1ás evi<lente.5 f,os últin1os decenios han sido Un pri1ner punto que vale la pena notar es que quienes usan h1
expresión «antropología histórica» han sido, y son hasta ahora, 01 :ís
l. K "fhon1a.'>, «lliotory and A.nthropology,,, en Pa.rf and P1·e.rr11r, XX!\' (1961), los historiadores que los antropólogos. l=l caso n1:ís sugestivo es
p. i8. probablen1cnte el <le Francia, donde en 1978 uno de los capín1los
1. J. Le (;off.,,¡_ 'h1sto1n: nou\'cJle,,, r;n La 11ou1w!!c /Ji.rtoirr. J. L!'." Goff, (cd.). centrales de un afürn1nado volun1en colectivo sobre las orienta-
París· Éd1nons Cornplexc, 1988, pp. 62-:;.
1 Sohrr este can1b10 dr: d1rccc1ón de la histona \"éasr: la compilación de rnsa- PP· I\"8-9 y, recicnccn1enrc, de S. Borutti y U. Fab1etti en b ·dntroducc 1ú 11 ,, ~!
ros he'-h:1 por TJ J\IcDonnld, Tht !flstor1c 1Uru i11 rhr !fuma11 Sc1n1cts. •A.nn :\r·· volun1en rea hzado por ellos, Fra r111rropol11.f!Ja r .rtorta. J\,1 iláu: ,\1 ursia, 199 8, copc-
bor: 1'he Lnivcr~irv of \11chigan Pn:ss, 1996. cinl111enre, pp. 12-i~.
í \."éan~c a e>tc propr'1sito las ohservacioncs de S. Ortncr, ""fhcory in :\nthro- 6. .A•. Burgu1Cre, «1\1uhropolog1e historique,,, en F1!()'rlopacdi11 [.'uic· 1-rr11 /i.r. \"OI. !J.
polo¡:!;Y si11u; the Sixnc~", ~-n C111npa1ut1rc Sri;r/ics 111 Sont'T)' a11d l!isro1:¡.; XX\·¡ ( 1984 ), P~rís: Encyc)opaedia Linivers:ilis Edilt'llr, 198.1. p.2_>0. .

í •
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cioncs Je la historiografía francesa conrcn1poránca estaba de- J\nrhropologie" en la Universidad de J<riburgo. _•\lgunos años des-
pués, en 1976, cuatro investigadores del i\1ax-Planck-Institut für
dicado a la antropología históric::i;'.1 pero, tanibién en otros paí~cs
nurncrosos historiadores no han tenido reticencias en 11sar esta de~
' Gcscbichte ele (iotinga L.1nz3ron la idea de organizar nna sene de
seminarios y n1esas redondas gue perniiriesen discutir y evaluar
non1inación, <lesde Petcr Burkc en lnglatcrr<i, que en 1y87 publicó
las in1 plicancias de la antropología social y cultural parci sus in-
l-l 1storic{fl i1.11thropofog,,Y oj· l'.ár/y fe1 odcr11 lta{y, 8 hasta el clasicj sta Ric-
vestigaciones. f~ran Robcrr Berdabl, i\lf l~üdtkc, Hans Medick y el
cardo di l)onato en ItaliaY y el rncdicvalista l\ron GureviC en Ru-
an1ericano J)avid Sahcan, el cual antes de arribar al J\.1ax-Planck-
sia,'º por citar solo algunos non1brcs. Sin e1nbargo, es sobre todo
Institut había transcurrido un aüo en C:ambridge estudiando an-
en los países de lengua germana <londe ln antropología histc'irica
tropología social hajo la guía dcJack Goo<ly.'l Este pcqucüo gru-
ha registrado en estos últimos aiios un fuerte desarrollo institu-
po de estudiosos ha tenido, como lo veren1os en el quinto capí-
cional. En ,A,Jcmania, la antropologí<i histórica ha tenido inicios
tulo,14 una importancia fundamental en <lefinir los objetivos y los·
precoces. }:n 1968, proponiendo una «segunda fundación de la his-
métodos de la antropología histórica. Otro tanto decisivo ha si<lo,
toria social sobre bases antropológico-culturales», el historiador
'l'hon1as Nipperdey planteaba expresarnente una «Historischc 12. Sobre los orígenes de es¡e Í!lStirutn y sobre sus líneas de 1111-·estigación véan-
i\nthropologie,,," y en 1973 se fundó el Institut fLir 1-Iistorische se O. KOhler, « \'ersuch eincr '! liston~chen 1\nthropologie'>,, en S(lcru/11111, \X\'
(1974), pp. 129-246, y J. M 3rtin, «Das lnstitut fi.i r 1-11srorischc Antl1 ropologie», fll
Saecu!um, XXXJII (1982), pp. 371-80. -
7. .'\. Burgui0r2, «L antropolog1c histonque", en !.a nouvi:!tt h1.rro1re.
1
J Le {ioff,
lj. He pod1r.lo consultar en la biblioteca del {~an1bnr.lge Group for the !Jisrory
R. {]iarticr y.J. H_e\'cl (cds.J París: Rct7., 1~178
of Population aud Social Structurc un Reporl 011 thr !listw:Y a11d A11thropolo_v,}1
8. P. Bu rkc, 1/Jt• Htsroncal Authropology o( Early 1Vlodcru I fistm:y. E.rJ1fj'J 011 Pt'rtcp-
Roundtable a11d !Vorkshop, redartado por lV1edick, Sabea11 y otros, que 1nforrnH
1111111111d C11m111u11it111io11. Cunihridge: Canibridge Univcr~Íty Press, 198¡. };src 1·0-
sobre la ideación v organización de los prinieros de estos encuentros entre his-
lun1cn li:i sido trad\1c1<lo en italiano ron el dn1lo de Sa:nedi vitü q11oud1a!lfl nd!'
toriadores y antropólogos en (~oring:t La in1portanc1a del aüo (1972-1971) Trans-
IZ01na -Bari: La1erza, 1988_
lta/111 11if!d1.T1H1.
currido en C:an1bridge es subrayaJa por el propio Sabenn en el prefacio a su
9. lliccardo J)i ])onnro, Pcr 111111 autn1p11lugia Jtor1ca del 111011du flliflto. Florencia: La
voluincn Kii1Jhip i11,\'eckflrhauJl"11, lJl!l!-1870, C:a1nbridge: (:a111bridgc lJniversity
Nuov3 Jt3Jia, i990. l)i Oonato n..:r1entcn1ente ha publicado en italiano una se-
Press, 1998, P· XXI\' Sobre las diferencia~ entre las orientaciones de la escuela
lección de ensayos de \1 aro..:l i\1 ~uss que ha titu laJ(> Jfi111da1n1·11t1 d1 1111"1111f!·opulny,1a
de Fribufgo, que se refieren a Li tradición alernana de anrropología filosófica, y
.rtorio1. ·rurín: Linaudi, 1998. '·
elgr11podeGot1nga
. .', que, pn\ ···1i eg1a
· en cam1·)!O e 11e 1a·1 ogo con \o anrropo 1or;1a ·
ro. Sobre la antropologí.1 histónc~ de (;t1rc\'ic, véase l.. Schol,,;c lrrlitz, "E;.;-
socialycultura!n
. 'ng 1osa11ina,
. ¡ia 11 arnauo, Ia ate11c1011
. }f. !\-lcd1ck,
- "I'o,l1s~u1nanes
, . -.
pl•Jrin~ llisroncal A.rnhropology:Jaciiucs Le Goff y AaronJ. (;11re\·ich,,, ,~11
1n . the Ro\V Boat''· i•.t ¡1110 ¡og1c;1
· ¡ \V avs o ¡ K1Hl\Vlng a~ a (,hallcng1:
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tu ,'iocial
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w
- - - - - - - - - - - - - - - - - -
en los aiíos ochenta, el interés por la antropología <len1ostrado por <le los fcnó1nenos n1ás ínteresantes del actual panuran1a
senta uno
~lichacl Mitterauer y por sus alumnos y colaboradores del Insti- historiográfico europeo.'~
tuto de historia cconón1ica }' social de la Universidad de \-ciena , ¿Cuáles son las razones de esta n1arc~da ~r~p.cnsión de los his-
uno de los más prestigiosos centros europeo::; para el csrudio de la toriadores a usar el término «antropolog1a h1stur1ca», y sobre todo,
historia de la farnilia.'-' Las escuelas ale111anas y austríacas han con- a buscar espacios institucionales para este nuevo carnpo de inves-
¡:
fluido en un vigoroso movin1iento que ha encontrado expresión tigJción? Una razón es probable1nentc el dec~arado tcn1or, por p;:irre
en la revista Hzston.scbe Authropologie 16 y que ha alcanzado, co1no :·' de muchos antropólogos, Je que el acercarn1cnto entre antropolo-
se ha dicho, un grado de institucionalización desconocido fuera gía e historia, en vez de c::incelar fronteras disciplinarias )r crear
de los países de lengua germana. ,i\I Instiruto de friburgo se le ha un espacio de encuentro entre esn1diosos de diversa proveniencia
recientemente flanqueado un Inrerdisciplin3.res Zentrun1 für His-
torische 1\nthropologic en la 11reie Universiti:it de Berlín y depar-
' y forn1ación, pueda sin1plemcnte crear un ulterior ámbito n1uy es-
pecializado que iría a agregarse a los tantos sectores en donde ya
tamentos o cursos universitarios en Fráncfort, Viena, Graz e lnn~­ se subdivide la ::intropología (econóniica, política, jurídica, ecoló-
bruck.'7 'l~ambil·n a causa de la barrera lingüística constituida por gica...), con sus propios esoterismos y nuevas, pero no n1cnos rígi-
el alemán, estas escuelas son relativamente poco conocidas en Eu- das, fronteras. ,,El Ciclo no quiera», ha Jesea<lo el antropólogu sue-
ropa occidental y en l\mérica, pero su influencia es dominante en co Orvar l.Ofgren, que por lo demás ha sido uno de los prin1eros y
los países de f~uropa sudoriental, donde la antropología históric::i más inteligentes asertores de la antropología histórica, «que de-
está conociendo un rápido e inesperado crecimiento que rcprc- bamos asistir a la transforn1aciún de la antropología hlstc'irica en
lina disciplina académica, controlada por antropólogos historia-
l_i. El tcstin1onio rnás significativo de este interés es la corripilación <le en.1ayo.1
dores oficialn1cnte autorizados».1Y Pero otra razón podría residir
de- ?-.1. ?vlinerauer, lfisronsch-ailfhropofoguche fr1111itie11forschu11g Vien¡¡-Coloni~·
---como ha sido un tanto rnaliciosa, pero no injustan1enre obser-
Bühlnu, 1990.
16. Sobre la fundacióu (en 199~) y sobre los ob¡etivos de esta revista H1sr11n.rrhl"
/l11thropofog11·, Yéasc .\1. J\1incrauer y L~ Saurcr, «lli.rrorische A11thr11p11!ogfr: una 18. Sobre el crecin11ento de la antropología histórica ea el área balcánica 1·éa11-
u u o\· a rivista in lingua re<le~ca,,, en f2.!!ader111 sror1c1, >. X\'J 11 (1993), pp. 267 ·8.1. se U. Brunnbauer, «H1storisclu: A.nthropolngie in Bulgarieu», e11 ll1.rron.r1'h1· /111-
r¡. P:na ll!la
..
1nirada general sobre t"l desarrollo, inclusive institucional, de b
antropología histúrica en los pabc\ de lengua ale1nana véanse R. \/an Dülnicn,
thropu!agie, Vil (1999), pp. 129-41",.
y. el volunien colecri1·0 de ?\.t .fovanovic: K. J(a-
Ser}' S. Naun1ovic ( cds.). Bttwen1 thl' ,-lrlhh.ws a11d tl.w Fir!rl. 11 [Juilogur m1 l l1stonc11!
"l lisiori~chc 1\111hropolog1e in <lcr deutschen Sozialgeschichtsschrei[)lJJJg", en Anrhropology iu rhc B1dkt111s. Belgr~do: Udruzen1e 1.a dfustve1n1 1sríiri¡u, 1999.
1
(;esrhiiht1' 111 l-Visse11.rch11jf u11d [i11rerruh1, Xl.11 (1991), pp. 692-709, y G !)res.lt'l, 9· O. LOfgren, «l:olornziug che Tcrri1ory uf ] listonc:ll A.nrhropolog \''"en Cul-
1Iisturu·clw A11rhropulog1e, [111c E11:jt'ihru11g. 'Viena-Colonia- Weimar: Biihlau 1996, t~n: a11d llúrory, 1 {i987), p. z_; :\n:ílogas preot"11pac1ones han sido expresudas re-
pp. 21- i y 229· 77. cientemente por N "fhornas en el po~L1c10 ~ !~ scgund>1 e<l1LHÍn de sn inílu

22

,,..........
----------------·-~,.,.,,, ..,., ....,,,, ','-' ,.,.,, ..
;ra<lo- en J,1 cornprobada tendencia de la historia a adueñarse de nón1ica y social, historia de las n1entali<lades, invesrif!,ación inter-
objetos y n1érodos de inve~tigación de otras disciplinas, cs~ecia!­ <lisciplinaria-, ha acabado por no verse asignar en .Francia un
incntc cuando estas parecen an1enazar la pretensión de la h1stor1a ón1bito autóno1no. 22 En /\ustria }' ,\len1ania, en c::11nbio, In antro-
de dar una explicación global de la sociedad. Precisamente por pología histórica se ha propuesto cnn10 antítesis a la tradición bis- 1
sus propios éxitos, la antropología correría la misma suerte que toriográfica por largo tiempo don1inante en el n1undo de lengua
con anterioridad los historiadores habían reservado para la eco- alemana; sin lugar a dudas, n1ncho menos innovadora que la es-
nomía, psicología y sociología.1 º cuela de los «i\nnales» durante el segundo periodo <le posbruerra,
Sin ernbargo, cabe ren1arcar que son sensibles las diferencias y mucho menos abierta a contactos con la antropología. El pro-
existentes entre los varios países. La tendencia «anexionista» sur- yecto de los defensores de la antropología histórica en t\ustria y
ge evidente sobre todo en Francia, donde la antropología históri- Alemania parece ser no canro el de si1nple1nente lanzar un puente
~a ha sido vista esencialmente-por los historiadores- como una entre historia y antropología, sino más bien el de <lar vida a una
profundización del programa <le los «i\.nnales». 21 Lucien Febvre y nueva disciplina de frontera que se separe o, por lo nienos, se ase-
!\.1arc Bloch, los fundadores de los «/\.nnales>» habían incitado a gure una autonomía de la Ge.rchicbtS7.DLrst11schafi, la «Ciencia histó-
los historiadores a salir de las cancillerías y de las asambleas par- rica» con1únn1ente entendida, para federarse con una antropo-
lamentarias, a abandonar los campos privilegiados de la historia logía que desde hace algunos decenios demuestra un creciente
política y diplomática para dirigir la propia atención a los grupos interés por la historia. 2 l En los países de lengua ale1nana, la antro-
sociales, a las estructuras económicas, a las creencias de los estra- pología histórica ha ohservado con cierta ffial<la<l la propia lec-
tos más humildes. Esta continuidad con el progran1a «annalístico» ción de la escuela de los «Annales» y -obviando totalmente o
ha favorecido el desarrollo de la antropología histórica, la cual casi un diálogo con los últirr1os representantes de las escuelas an-
-colocándose en la intersección de los tres ejes principales que tropológicas autóctonas- ha buscado con10 inrcrlocurora directa
I~loch y l<ebvre habían asignado a la 11ueva historia: historia eco- a la antropología anglosajona.
Las diversas orientaciones que ,.;e observan de país a país de-
vente \'(llu111e11 Out oj.'J 'iinc. flutory 1111d F. vu!utwn in A11thrupo!ogical Dtscourse. Ann penden.en gran n1edida del tipo <le antropología con la cual las va-
.'\rbor: Thc University of !viich1gan Prc~s, 1996(z), pp. 12~-4 .•.
rias con1unidades «nacionales» de historiadores han podido o
20. J c.:. SchniitL «L'anthropologie histonquc>>, en D1ctiu11111111·c di' f"et!.n1u!ugie et de

f"r111rhropo!og1('. P. Bontr y ;\l Izanl ( eds.). París: Presses llnivers1taires de France,


1y92, p. 3_,H. 22. \iéusc 1\. BurguiCrc, «L'anthropolog1l~ h1~tunque". ob.cit., pp. 2;-0-1.
21. Sobre la escu<'Ll de los «Annales» véanse 111:\s adelante pp 10\"-10, 177-87, Z:\, v·éase K. Hauscn, "Hiscorischc i\nthropolog1c -l'in hi>tOl"!<J¡>_Ll]lhlsChl'S Pro-
z_;1-_;8. granl!n.»-, en HiJturislhef111thropo!og1I', v (1997), p 4-'"

'4
debí Ju confrontarse en su propia casa. Cuando Keith crhon1as afir- Nos poden1os entonces preguntar por qué tanto en F'ranci'1,
111aba gue la historia debía escoger entre ser antropología o ser como en Austria J' ;\lemania se ha irnpuesto la etiqueta «antropo-
nada, la antropología que tenía en mente era la social antbropology logía histórica,, en vez de «etnología histórica». I"as razones son,
de escuela británica, la cual -así como la cultural anthr0jJologJ1 nor- al menos en parte, diversas y de no poca importancia. Recogiendo
tearnericana- en los ültilnos afios del siglo XIX e inicios del XX se tardíamente la exhortación de Bloch y de 1''ebvre de acercar his-
babía separado del ca1nino de la antropología que se llaniaba en toria y cthno/ogie, los historiadores fi"ancescs buscaron un diálogo
agl1cllos ticrnpos .flsica y que hoy se prefiere definir como biológica. con los estudiosos que se ocupaban de los «pri1nitivos», precisa-
En ca111bio, tanto en Francia como en 1\len1aoia, co1no de otra parte n1cnte en los afios cuando en Francia estos estudios eran fuerte-
en todos los otros países de 'Europa continental, todavía en los afios mente renovados y fortalecidos teórica1nente por Claude l"évi-
sesenta el término «antropología» designaba esencialn1ente a la Strauss y por su escuela cstructuralista, que para designar su pro-
antropología física; es decir, la disciplina que, por citar una defini- pio can1po de investigación adoptaron la dicción anglosajona de
ción de aquellos años, se ocupaba «del hombre corno organismo antropología, más en consonancia con una disciplina descosa de
físico y de su posición en el cuadro de la evolución biológica», y ser reconocida como «Ciencia social universaln1ente aplicable, cu-
por tanto afrontaba ternas con10 «la diferencia física entre las ra- yos métodos y postulados fueran válidos para todas las sociedades
zas de la especie Jfo1no sapiens, la genética hun1ana y la variedad de y no solamente para los grupos llarnados 'primitivos' o 'can1pcsi-
adaptaciones y de reacciones fisiológicas a diversos ambientes na- nos',.,.'.í I~os historiadores franceses siguieFon a Lévi-Strauss en esta
turales».i4 Para inllicar el estndio <le las instituciones sociales y las elección tern1inológica. Mientras Lévi-Strauss y la antropología
creencias de los «prirnitivos» -la antropología social de los britá- francesa se encaminaban a conquistar una posición hegen1ónica
nicos r la antropología cultural de los nortca1nericanos-en !<'ran- en el án1hito internacional, las grBndes escuelas de J3erlín, Fránc-
cia se usaba casi exclusivamente el térn1ino ethnologie, 1nientras que fort y Vriena, que antes de la segunda guerra rnundial habían ase-
en el n1undo germano prevalecían los do~·; t{rn1inos amt)liamente b'l.1rado a la VO!kcrkuude alen1ana y austríaca ·una posición preerni-
sinóni1nos de Fthnologie y Vülkerkundr. ncnte en El1ropa -y de la cual había sido en gran parte tributaria
la investigación etnológica en Italia-, estaban al contrario en pleno
24. La definicn'1n ha sidu c~xtraída de la clásica introducción,.a la arnropología declive, t.eórican1ente inertes e incapaces de offccer estÍlnulos ::i
~nria l d<:'J 8e:nt ie, 01htr C1d111rrr, ,11111.,; .\-lcthuds aud Ach11'1Wllll'nfs 111 Socitil Anthru-
pu!ofJ'· Londres: Rontlcdgc and Kcgan l'aul, 1966 (z), p 17 ltraducción itnliana
(.'011111ti di;,•ersi da 1w1. Ban· Latcrza, 1972, p. 341, que subrayaba con 111ucha clari- 2.\. i\f. Codcl1cr, «.i\n1cncan Anthropology ~s Sec11 fron1 Francc,,, ci1 .1uthropo-
d~d la <livt:rsa accpcióu del térinino «antropología,, en Gran 8rctaüa y en Eu- logy ?i1day, Xlll (1997), n r, p.' Véase ta1nb1én A Bur¡rui<l-re, L"ri111hrupo!ogieh1s10-
rc1pa l1Jnt1ncntal. rir¡ut:, ob. cir., p. 21o.

,6
--- - - - - - -
un.1 generación <le historiadores en búsqueda de nuevos horizon- periodo de entrcguerras, ya que -acentuando hasu1nte n1:is que
rcs interprctatiyos. Los únicos csn1dios que atraían la atención de en otro lugar sus propensiones eugenésicas~- se transt(>rn1ú en una
los historiadores fueron los de \\Tilhel1n ?vlühln1ann sobre los n10- «ciencia de Lis razas» (l?assc11ku11dc) en perfecta sintonía con el
vin1ientos nativistas no europeos.'~ J)c otra parte, los historiado- régin1en nazi. 1 ~ C~on10 han 1nostrado recientes investigaciones, h1
res de leng·ua nlcn1ana se dirigieron directarncnte a }'rancia y acusación de haber «allanado científican1ente el can1ino hacia
sobre todo 81 tnundo anglosa1ón del cual importaron no solo deci- i\usch\\'itz» no carece de fundan1cnto. 1Y ?\o sorprende, por tanto,
si\ as indicaciones teóricas y n1etodológicas sino ta1nbién el térn1i- que en A.. lemania y en ,'\ustfia la antropología histórica se n1an-
nu «;lntropología», que era reintrn<lucido en el inundo germano tenga alejada de argu1nentos que, de otro n1odo, puedan hacer pen-
con un nuevo significado y al cual era conferido -aunque con sar en vergonzantes parentelas con la antropología física. En el
alguna dificultad- una nueva respetabilidad. diferente cli1na político y culn1ral francés, ten1as desde sie1nprc
l"eycndo los trabajos de los antropólogos-historiadores alema- centr<iles para la antropología biológica -desde la n1cdición de
nes y austríacos, uno no puede dejar de quedar in1presionado al la estatura y de otras características físicas hasta el estudio de los
ver cónio todavía hoy están ohligados a precisar con n1ucha fuer- aislan1ientos genéticos- fórman en can1bio parte de la agenda de
za que su campo de indagación)' las tradiciones de investigación la antropología histórica,l 0 y han sido más bien entre los primeros
antropológicas en las cuales se inspiran, no tienen nada que con1-
partir con la Antbropo/07.,ie co1no ha sido y es basta ahora predon1i- z8. \''éasc el excelente trabajo de R. Proctor, "i,'roni '1\nthropologic' to 'Ras-
senkundc' in the German J\nthropological Tradition", t:n Hiuory of',4uthro-
nante1nenre entendida en el n1undo ::ilernán, o sea con la antropo-
pology, V (1988), pp. r38-79, y la reciente síntesis <le r\".S. Bock, "Historical ¡\n-
logía física o biológica.'!)' esto no rantu, o solan1enrc, para indicar
thropology an<l the History of A.nthropology 111 Gern1any», en Ficld71.JOrk aud
objetivos diversos, sino para tomar distancia de una disciplina que Foot11orrf. Studic.r 111 tbi: f-listory oj' E11ropa111 .1l11thropo!11g)·· 1lF \'crn1cu lcJJ y A A1-
ha salido profundnn1cntc desacreditada en el n1undo alcnián del varez Rold:'in (cds.). Londres-Kneva York: Rout!edge, 199_1. que 1D11estra cr'nll<J
tun1\iién los estudios de etnología ( ViJ!kcrh1111dc) y sobre todo de f"Olk lo re ( /'i1!h.r~
ku11de) se habían gra\'enientt' con1pro1neüdo con el naz1sn10.
26 Sobné el interés SllSCHarlo por los traba¡os de i'vlühhnann t:ntre los hi<;toria-
29. Esta ac:1sac1ón («\Varen es nicht gerade A1nhropologell, die den \Veg na ch
dorcs alcn1a11c<; véase \'an Dül111eu, «Historische :\ntliropologie», oh. cir., p. 69<..
A.uscb\vitz 1v1sscnscbaftlich ebnctcn'") es reto111aJ,1 por l)r<?sscl, "] list1Jnsclie
·'·7 Véase, por C]Cn1plo, llausen, «Historis("he i\nthropolog¡'é,., oh. cit., pp. 4.>.>-7;
.~nthropologie. NE"uc Perspektiven» ob. en., p.)). SohrE" la~ dificultades rreadas
e; l)rc'>sC'I, «l-:liston;che Anr\1r()pologic. l·:nie "E111íührung'" oh cit., pp. i.o-6,
a la naciente antropología histórica por el descrédito y por Li sospe("ha que h>lll
Y ~ohre tlld<.i (;. J)rcs;el, «!~1storischc 1\nthropnl<¡gic Ncuc Perspektivcn, ncuc
T'henu.:n, neue Retlektionen>" en IJ!i1'11rr 11·/,ge drr Suc;;i1J!g!'rrh1chf<'. F.X Edcr, circundado a las ciencias antropolúgic<1.s en .\le1nanH1 en el .<,cgundo pc·nodo dr·
posguerra, vénsc ta1nb1én Bock, ,J-listorical Antbropologv", ob. cit., pp. zo9··IT.
I' 1:eldha11er. v I·, l.andsteiner ((~d.1 ). \ 1 icnn-C~olnn1a-\Vein1ar: BiihL1u, i9y7,
pp. ,,_ 7. )o. \ 1 éase BurguiCre, «L'antropolDgie histonrp1e•-, oh. cit .. p 2<"2.
en ser investigados por algunos <le sus más renon1brados píoncros. an1plirud de documentación -hasta ahora dcscon(Jcidas-las va-
l,a gran investigación realizada hacia fines de los arios sesenta por riaciones que la estatura de los franceses había tenido en el rie1n-
l~n1n1anuel Le Roy Ladurie y por un grupo de colaboradores so- po, en las diferentes regiones y en relación con la profesión y la
Lire la base de ficbas antropon1étricas de los reclutas del siglo XIX, condición social, era posible «hisrorizar la biología» y dernostrar
conservadas en los archivos n1ilitares y CU)'OS resultados fueron cuánto fue influenciada por factores culturales. En continuidad con
publicados en 1972 en un volun1cn del título ernblemático: Autbro- el proyecto de historia lanzado por la prin1cra generación de l::i
pologir du co11scn·1.fra11(ais, es quizás todavía el caso n1ás significati- escuela de los «AnnaleS>>, pero con un conocimiento ultcriormcn-
\'O)' r:ste voluinen es frecuentcn1ente recordado con10 una de las te aguzado por los objetivos de las tareas de una antropología hi~­
pri1neras demostraciones -gracias tanibién al recurso, revolucio- tórica, se volvía ra111bié11 posible al menos iniciar ::i delinear otra
nario en aquellos tiempos, de metodologías informáticas- de las historia, difE:rente a la de los reyes, a la de los parlamentos y bata-
enortnes potencialidades de la historia cuantitativa o «Serial». F:l llas, o quizis hasta una pluralidad de orras historias.
enrusiasrno de Le Roy l,adurie por la cornputadora es bien cono- Todo lo hasta ahora dicho no debe crear la falsa in1presión de
ci<lo: es de aquellos años su profecía -no tan en broma- de que que se haya hecho antropología histórica --<le parte <le los histo-
el historiador del futuro deberá transfor1narse en progra1nador.l1 riadores- solamente en Francia, ,'\lernania o en aquellos países
Pero la con1putadora era sola1nente un instrumento para hacer en donde esta etiqueta ha sido 111ás frecuente y desenvueltamente
cinergcr nuevan1ente de colosales series archivísticas -con10 las usada. Lo den1uestra bien el caso <le Italia, donde historiadores
producidas sobre los conscriptos fi:anceses- datos, que de otro con10 Cario (~_;inzhurg, l~doardo (~rendi y <__;iovanni f,evi, aun usan-
n1odo eran inaccesibles, sobre las condiciones n1ateriales de vida do con menor ostentación este término, han logrado un feliz con-
de estratos de la población que habían dejado de sí misn1os solo nubio entre las dos disciplinas. \ioJúmencs con10 1 bc11a11dt1nfl y JI
esporádicas trazas en los doc11n1entos de las cancillerías. 1\<lemás formag,gio e i vcrmi de Ginzburg,31 o con10 L'errditú in1mareriale de
de los datos antropo1nétricos, las fichas conservadas en los archi- Lcvi,l4 traducidos en los principales idiornas europeos, acn1almente
vos 1nilitares franceses contenían inforn1acioncs directas o in<li- son citados en todo el n1undo corno trabajos clúsicos de antropo-
rectas sobre la salud de los reclutas, sus profesiones, su grado de logía histórica. 1'odavía menos se debe suponer que una cierta
alfabetización, su ali1nentación. Individuando coli precisión y con
:13. C Giniburg, f hn1a11da11t1. Strcgo11tT1a c cu/ri r1gran rra C111r¡11crn1to 1' St1cc11tü.
11. E. J,e Roy Ladurie yj. P A.ron, A111bropo!og1edu anur:rit fr1111¡-a1s. París-La l Iaye. 1'urín· Ein~nd i, 1966, y J!fOr1nagg10 1' ¡ t"r>r1111. !! cosmo di 1111 m11,11,11aio dd :foo. "!·u ríu.
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10 1•
- - - - - - - - - - - - - - -
resistencia a us::ir el r.érn1ino «antropología históric8», de otra par- 1•2 . El desarrollo de la antropología histórica
te no co1np3rtida por todos los antropólogos, haya in1pc<lido a es-
tos últin1os de contribuir rclevantcn1cnte. El nún1cro <le estudios Durante su célebre conferencia «Anthropology and History» (1961),
hisrt'1rico-antropológicos publicados en los últin1os treinta anos por el antropólogo británico Ed\.vard E van Evans-Pritchard, que diez
autores de forn1ación anrropológica ha sido, al contrario, muy ele- años antes se había convertido en paladín de un acercan1iento en-
vado y va en continuo crecimiento. Para citar otra vez a Italia, no tre antropologúi e historia, constataba con cierta desilusión que
es casual que de los prin1eros intentos de confi.-ontación con los «Uno de los pocos libros verdaderarnentc históricos en el enfoque,
historiadores iniciados por algunos antropólogos en los arios ochen- escrito por un antropólogo de carrii:r1'», eta :;u volun1en sobre Se-
ta, 1' se haya pasado en los años noventa a la constitución -al in- nussia, una confraternidad musulmana radicada sobre todo en
terior de la 1\ssociazionc Italiana d1 Scienzc Etno-,i\ntropologiche c:ircnaica, publicado en 1949.l7 Más allá del Atlántico, un antropó-
6
(.~!SEA)- de una activa Sección de Antropología flistórica.J Una logo que en aquellos afios buscaba medirse con los historiadores
de las razones por las cuales es difícil tarnbién solo enumerar los en su propio terreno y adquirir respetabilidad ante ellos era Bcr-
,,contenidos» de la antropología histórica es precisamente por el nard c:ohn, el cual había realizado investigaciones de can1po y de
cnorn1e incremento de trabajos de parte de los antropólogos y por archivo en la Ir1dia y que, como f,vans-Prirchard, se había gradua-
su riqueza temática; un au1nento que, como indican algunos datos do en historia antes de dedicarse a la antropología. Pero ran1bién
sohre los cuales vale la pena detenernos, estamos hasta tentados Cohn se sentía aislado y el cli1na para uoa colaboración entre dos
en definir con10 exponencial. disciplinas todavía rígidamcnre separadas le parecía ((bastante
gélido»)8 \ 1einte años más tarde, en un clirna decisivamente 1nejo-
:; 1. Hay que recordar sobre ro do los sei~ senl!narios organizados por e! antropó- rado, los estudios antropológicos que buscaban integrar la inves-
logo Gav1no 1vlusio en la Universidad de Firenze a parrir de 1981. Las contribu-
tigación etnográfica con la histórica se habían incren1entado
cionc~ n1ás s1gnific:Hivas presentadas en estos encuentros han sido publicadas
mucho y ya eran suficientemente nun1erosos para justificar los
en (~ Musio (ed.). St(lria e r111rropof(l7,ia stonc11. Ronia: 1\rrnando Edicorc, 1991.
36. Fundada en 1992, la sección publica sen1cstral1ncnte el boledn Antropologir1
~J. E<lv.,'ar<l E. Evans-Pritchard, «i\nrhropology an<l H1story'" en Essay.r i11 Social
sr11r1ca y funciona con10 catalizador de las ~ctividadcs de los antropólogos un-·
A11thropology. Londres: Fa her and .Falier, 1y61, p _18 rrad italiana en apéndice 8
..
1

lianos q11c lle\'an a cabo i11vcstigac1ones de onentac1ón histónca. A su acción se E.E. E\'ans-Pritchard, /utroduziour atl't1ntrr1pol11gia socir1lc. Ban; Laterza, 1971, pp.
Jel>c !a organ1zaci(1n Je nunicro>os convenios y la publicación Je algunos vo- 18z··3].
lú1ncnc\ Je actas. enrrc los cuales cabe seiialar el traba10 de(; Mazzo!en1, /\. ~8. «t\n Anthrupologisr among rhc ll1s1orians: A Field Snidy'>, en B.S. (:ohn, An
Santicn11na y V. 1.art.lnZi (cds. ). A11rropofogif1 Sf(lrica ..llatcriafiper u11 diharrao. Rorna: A11rhr(lf10!ug1.r1 r1111ong rht Historiaus a11d Other l:"ssays. !)chli-Oxford: ()xford Unt-
L11n1n1:i, ¡99>, y e 1 rec1cnre E. S i!vcstrin1 ( ed.). Fa re r111tropolug1r1 .ff(lric11. Le f011t1. vcn;iry Press, 19yo, p. i. Este ensayo apareció onginalniente en 1961 en !a revisca
Ro1na: Hulzoni, 1999. South At!a11ric Quarrcrf:y.
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primeros balances39 e inducir a previsiones para el ~ü~1~0, pat:ti- juicio de Kellogg, en general, eran n1eto<lológican1cnte correctos
cularmente en algunos campos nuevos gue desde el 1n1c10 hab1an y realizados con evidente seriedad. Se trataba de una generación
1'
llamado Ja atención tanto de los historiadores con10 de los antro- de antropólogos que, aun sin desenvoltura profesional, había en-
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pólogos, la historia de la familia, por ejemplo.4º Revisando la evo- trado en los archivos con respeto y mucho escrúpulo, haciendo
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lución teórica de la antropología a partir de los años sesenta Y de- l' diligenteinente lo n1ejor que podían para adueñarse de los instru-
biendo indicar el probable punto focal de la investigación de los ¡ 111enros viejos y nuevos de la investigación histórica. Por tanto,

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años ochenta, en 198 4 Shcrry Ortner había pronosticado que los muchas cosas habían cambiado desde cuando los pocos antropó-
antropólogos se habrían concentrado en el estudio de la «prácti- logos que se aventuraban fugazmente en los archivos tendían a uti-
ca» y la sociología de la acción; «pero sé bien,,, había añadido, «que lizar la docun1entación con una superficialidad y un diletantisn10
muchos habrían escogido otro símbolo-clave: la historia».4' que los historiadores -como era obligado a revelar Bruce 'frig-
Sin embargo, nadie habría podido imaginar que en los. años ger, uno <le los antropólogos que más se ha en1peñado en acercar a
ochenta la antropología histórica habría conocido un crecirniento las dos disciplinas-, no sin razón, encontraban «repugnantes».4 -1
tan rápido y que a tal crecimiento los antropólogos habrían con- A distancia de unos diez años los hechos han cambiado ulte-
tribuido en medida tan masiva. ,'\un restringiendo la rcseiia de la riormente bastante. L1 na primera transfi>rn1ación de gran impor-
literatura histórico-antropológica a libros y artículos escritos por tancia es la que podríainos definir con10 la expansión geográfica
antropólogos, y publicados en inglés, en 1991 Susan Kellogg (una de las fronteras de la antropología histó.rica. Si se revisan los títu-
historiadora) podía citar casi 300 estudios aparecidos en los diez los de los trabajos censados por Susan Kellogg, se ve que en gran
años anteriores.4' Estos estudios pecaban de ingenuidad, pero a parte son fruto de investigaciones llevadas a cabo por antropólo-
. Véanse en particular dos articulas de B.S. Cohn, ''.History and Anthropolo,- gos en Europa. No es una casualidad que el acercamiento de la
39
gy: 'l'he State of Play,,, en Comparative StudieJ 1n Soc1e~y a11d H1Jrory, XXll (198o 1, antropología a la historia haya ido paralelo al crecimiento de la así
pp. 198-221, y «Anthropology and History in the 198os. To\vard a Rapproch~ llamada «antropologíR de las sociedades complejas>>. Ya en 1951
ment», en .7ournal of lnterdúciplinary History, Xll (1981), p]l 227-52, Y ta'.1:b1cn
Evans-Pritc}1ard había escrito que hasta el 1nomento en el cual los
J. Davis, «Soc1al Anthropology and the Consumption of History», en 1'hrm)'
antropólogos se habían ocupado «de pueblos co1no los aborígenes
and Society, IX (1980), PP- so3-18.
40. Véase D. J_ Kertzer, «.A.nthropo!ogy and Fa1n1 ly l·Iist1:1r}">, en .7uurnal of fll- 1¡ a11stralianos o los habitantes de las islas de los n1ares del Sur, que
mi!y H1story, JX (1y84), pp. 201-16.
4'- ()rtner, «Theory in Aothropology,,, ob. ci(., p. 158. ¡ no tienen una historia documentada», se habían podido dar el lujo

z. S. Kellogg, «Histories for A.nthropology: T'en Years of f.listorical Researlh t 43' B.G. Trigger, The Childre11 o( Aataens1r. A Ifi.rrory of the Hurm1 Peop/1· to IÓÓll,
4
and \\'riting by A.nthropologists, 1880-1990'» en Soaat Sciencl' flirtDI)', X\'(i99i¡, voL l. !'l-1ontrcal-Lon<lrcs: !1-lc(~ill-Quecn's Universiry Pres.1, 1976, P- 12: véase
pp. 417-11. 1 Cohn, «.\uthropology anJ Historv'" ob. cit., pp. ¡)4-_f.
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de ignorar a la historia sin hacerse 1nayores problen1as. 1\hora que
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comenzaban a estudiar comunidades rurales en I-:uropa, en la In-
t Js/al!dI o_f.Fltrtory, l\·larshall Sahlins no lograba ocultar la propia
sacisf;.icción por haber demostrado que existía también una docu-
dia o en otras «Sociedades con1plc¡as>>, para las cuales la Jocun1en-
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mentación archivístíca para los «habitantes de LJs islas de los 1na-
tación archivística ciertamente no faltaba, los antropólogos se veían res del Sur»,)' que, aden1ás, siendo esta docun1entación de origen
«Obligados a escoger explíc.itarncntc entre si ignorar o tomar en relativan1enre reciente, era n1ás rica y precisa de aquella disponi-
consideración su pasado social en el 1nomcnto de afrontar el estu- hle, por ejen1plo, para I~uropa medieval.4' Pero el volumen de
dio de su realidad social actua!,,_44 Después de haber inicialmente Sahlins iba n1ás allá, develando las insidias que debía enfrentar el
buscado establecer una división del trabajo que asignase el estu- antropólogo que se lirnitase a cotejar con acumen de historiador
dio del pasado exclusivan1ente a los historiadores, reservando para las versiones editadas e inéditas de los diarios de navegación del
la antropología la tarea de efectuar investigaciones de can1po es- <:apitán C:ook y de sus co1npañeros de via1e, o a sumergirse en los
trechamente sincrónicas, hacia la 1nitad de los años setenta lama- archivos producidos por las potencias coloniales. Haciendo esto,
yor parte de los antropólogos que trabajaban en Europa, o en otras el antropólogo arriesgaba de hacer pura (y convencional) historia
«Sociedades co1nplejas», se daba cuenta de la necesidad de explo- de archivo y de acercarse a las islas de los n1ares del Sur en las
rar en primera persona el pasado de las co1nunidades, objeto de na\'cs de los exploradores en vez de utilizar los propios conoci-
sus investigaciones etnográficas. Esto explica en gran medida el rriicntos etnográficos y esperar, por así decir, la llegada de los
crecimiento impetuoso de la antropología histórica en los afios europeos y su historia desde las play:is.46 l,os brillantes análisis
ochenta. Si en los años noventa este crecimiento se transfornió en de Sahlins n1ostraban cón10 las fuentes etnográficas si fuesen opor-
una auténtica explosión, se debe en gran parte a la conciencia 1 tlln'11nc-nte interrogadas, no solo ilun1inarían sohre mucho de los
-1nadurada en el decenio precedente- que para los antropólo- ~.
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eventos y co1nporta1nientos, que si consultadas solo las fuentes ar-
gos es posible estudiar el pasado no solo de con1unidades euro- chi\'Ísticas, hahrían estado destinados a quedar como enign1áticos
peas o hindúes, sino ra1nbién de muchos de aquellos pueblos donde !: -prin1cro, entre todos, la muerte <lel Capitán C:ook y sus causas,
por largo tiempo se había pensado que no n1viesen «Una hisrorin
'' al centro del más famoso e influyente de los ensayos recogidos en
documentada'"'·
1'~n 198s, en una con1pilación de estudios hlstórico-::intropoló-
''
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¡ 4J. !vt. Sahlíns, !J-!ai1d.r o/"llisrory. {J1icago-Londrcs: 'l'hc Unil'crsicy of C:h1-
cugo Pres~, 1981, p. XVIII [tr~d. ira liana Jsult t/1 stor1a, ·rllrÍn: E111audi, 19H6,
gicos sobre las islas l-:la\vai, l'iyi y l\ueva 7.clanda, ha10 el título
p. \1x¡.
46. Sobre esre riesgo, to1nnndo con10 punto de partida alg11no~ traha¡os p11lili-
44 E. E. Evans-Pritchard, Social f111t/Jropo!ogy. Londres: <:ohen an<l \Vese, 19_,-1, cados por Sahlins en los pruneros aiíos de la dé-cada del uche11ta, hahí~ valla·
p 59 l erad. italiana 1!1trodu::.io11e af!'aJ11ropolog1a soc1alr, oh. ¡;ir., p. 7tí] 111ndo la atenrión ()rrner, «Theory in A.ntliropology'" ob. cil .. p. 14).

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fsla11dr off-!zsto~,47 sino también revelar modos diversos de con- con1ún. ]v1ientras basta hace algunos años las reseiias críticas <le la
ceptuar el tiempo)' la relación entre presente y pasado. «A diver- literatura antropológica hacían hincapié en las relaciones entre
sas culturas, diversas historicidades»: 48 este lema de Sahlins se ha antropología e historia, las más recientes tienden a poner el acen-
convertido en la voz de orden de una de las más significativas to en la maciza penetración de la historia en la antropología. I-lace
corrientes de la antropología histórica de los años noventa. Al más o n1enos unos treinta años, James Fa11bioo observó, en una
invitar a escribir nuevamente la historia bajo el signo de la n1ulti- reseña tirulada precisa111ente History in !lnthrojJo!ogy, que «la 'histo-
plicidad cultural, la antropología ha dilatado enormemente los ho- ria' iniciaba apenas a ernerger de los márgenes de la antropología;
rizontes de la investigación y de la reflexión histórica. Después de ahora se encuentra mucho más cerca del centro de la imaginación
haber encaminado a los historiadores hacia el estudio de «Otras etnográfica y antropológica».4~
historias» en Europa -las historias de los humildes, de los gru- Ln batalla iniciada hace cincuenta aiios por Evans-Pritchard
pos subalternos, de las mujeres, de la infancia- la antropología parece, por lo tanto, ganada. Hoy escriben con justicia Silvana Bo-
ha hecho brotar del análisis combinado de fuente¡; etnográficas y rutti y Ugo Fabietti, "ºº hayT ya una antropología sin la intención
de archivo historias concebidas y vividas diversamente: «historias de representar el carácter ten1poralmente discontinuo de la cul-
de los otros», «otras historias». tura[ ... ] la antropología culn1ral y social han retornado a la his-
Además de esta ainpliación de horizontes geográficos y ten1á- toria».Sº Sin embargo, detrás de estos boletines de victoria per-
ticos hay, sin embargo, otra razón por la que hoy se haría difícil manecen algunos proble1nas. Por la veftiente antropológica, un
una especie de censo de la literarura histórico-antropológica como problcn1a de no poca importancia había sido ya entrevisto en 1984
el intentado por Kellogg. En los anos ochenta los líinites cnrre an- por Sherry Ortner. /\un considerando el acercamiento a la histo-
tro1)ología e historia, aun si menos rígidos que antes, eran todavía ria con10 «Un desarrollo de extren1a importancia para la antropo-
bastante definidos. I~os pasajes de frontera podían ser registrados logía en su conjunto», Ortner había justificado su elección de no
con una cierta facilidad y precisión. En los últimos diez anos los indicar en la historia el símbolo-clave de la futura investigación
lín1ites se han difuminado mucho y para los antropólogos la nece- antropológica sugiriendo que la tendencia le parecía «hasta de-
sidad de integrar la investigación etnográfica con más o menos pro- masiado .extendida,, y acababa por esconder, en vez de resaltar, im-
fundas indagaciones históricas se ha convertidéí casi en un lugar portantes distinciones: «amalgamándose prácticamente con toda

47. «l:uptainJanic~ (:ook, or die Dy1ng God», en ;\L Sahlins, Is!t1nds oj· J-lisror)'. 49· J D. Fuuhlon,«l-listory 1n :\nrhropo logy", en A1111u11Í Rn'll'W of A11rhropo!ogJ',
ob. cit. XXI! (199\), p.)\.

48. Sahlins, lsiand; oj" Hútory,ob. cit., p. X jtrad. it. oh. cit., p. Xll] 5°· Boruni v Fabietti, «lntrodnz1one'" ob. cit., p.13.
forma de investigación antropológica, la liistorÍ<l ofrece una seu- rante inquietantes hacen ten1cr que los espasn1os posmo<lernistas,
do-integración de la disciplina que no lleva a afrontar las Cl1cstio- en los que se debate actualmente la historiografía, puedan inducir
nes 1nás profundas»." En los·guince años transcurridos desde en- a no pocos historiadores a volver a asun1ir una actitud de descon-
tonces, se ha a1npliado la tendencia a unir antropología e historia, fianza ffente a la antropología.
y los riesgos de gcnericidod y «Seudo-integración» se han corres-
pondientemente aguzado. 1.3- Historia, antropología y teoría
r--:n la vertiente histórica, un problema diferente ---en cierto sen-
tido opuesto- podría tener efectos importantes en las relaciones Para con1prcnder mejor las razones de estos desarrollos recientes,
con la antropología y en el futuro del terreno de frontera consti- ciertan1ente inesperados solo pocos años antes, es útil regresar brc-
tuido por la antropología histórica. Si no hay dudas de que la an- vernente al «cli1na gélido» de los años cincuenta}' de los prin1eros
tropología se haya hisrorizado mucho, el proceso inverso de pe- años sesenta, y detenernos en un aspecto crucial -hoy con1o
netración de la antropología en el territorio resguardado por los ayer- de las relaciones entre antropología e historia. c:orr1pleta-
historiadores no ha conocido, en can1bio, en ningún lugar fáciles do su trabajo de ca1npo en la India, Bernard Cohn -que, co1no se
éxitos. F:n el campo antropológico, los últi1nos decenios han sido ha recordado, se hahí::i graduado en historia antes de convertirse
testigos del creci1niento constante de tendencias «interpretativas», en antropólogo- tuvo por algún tien1po un p11esto de docencia
«posestructuralistas», «reflexivas» y ho}' sobre todo «posmoder~ en un J)epartamento de 1Iistoria y con esto la oportuni<la<l de ob-
nistas». El irri.11npir de tendencias análogas en la escena historio- servar, con ojos adiestrados a la investigación etnográfica, las cos-
gráfica parecería a prirncra vista ser la señal de 11n ulterior acer- tu1nbres y rituales -muy diversos a los de los antropólogos- de
camiento entre las dos disciplinas. J~n efecto, es probable que la la tribu de los historiadores. Lo que mayorr11entc llan1a la aten-
lecn1ra de trabajos de historiadores o filósofos de la historia, par- ción, leyendo el n1ordaz y a veces divertido «infürmc <le campo,,
ticularmente afines, aliente a n1uchos antropólogos. Sin e1nbargo, de Cohn, es el carácter de sacratísin10 que circundaba al archivo
concentrando selectivamente la atención en algunos árboles raros, en la vida social de los historiadores y su culto por los hechos, al
exisre el riesgo de perder de vista el gran bosque de la profesión cual co~rcspondía un difundido recelo por todo tipo <le teoría.f2
histórica. No se puede, en efecto, ignorar que é"stas tendencias es·· f~as cosas no se desarrollaban de rnanera 1nuv diferente en Suecia
tán encontrando fuertes resistencias en los que permanecen los donde al estudiante de historia Orvar Lotgr;o le era ensefi~do qu'~
sectores historiográficos mayoritarios, y gue algunos indicios has- la regla básica del trabajo del historiador era la de «buscar prin1e-

_\L ()rrner, ,/rhcory in A.nchropology,,, ob. cit., p. 119. ·Jz.\'éusc(')h ' Ant 1iropo 1og1~t
· ,, n, "·"n · a1nong t 11c l listonans",
· oh clt., pp. 3-11.

41

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ro las fuentes y después los problenlas,,, que las fuentes eran «Un la lectura de las intervenciones n1ás recientes de Hobsba\V01 que-
particular género de datos generalmente encerrados en especiales da claro que la situación hoy en día está muy ca1nbiada, y que su
santuarios llamados archivos"" y que antes de entrar en ello.sera i personal actitud en relación con la teoría y con la utilidad para
indispensable dejar de lado los propios prejuicios subjetivos y «ves-
tir el limpio y aséptico delantal de la crítica de las fuentes». Ivlcjor ¡ Jos historiadores de n1antener u buscar relaciones interdisciplina-
rias se ha vuelto más cauta. «Teóricos <le todo tipo», ha escrito
todavía, aconsejaba llno de los profesores de Lotgrcn, «el verda-
dero historiador debería sicn1prc entrar desnudo al archivo". íl Una
similar orientación rígidamente positivista era n1ás acentuada en
¡ I-lobsbai.v1n en el prefacio a una con1pilación de ensayos, «mero-
dean alrededor de las pacíficas manadas de historiadores ocupa-
dos en pacer los ricos pastos de sus fuentes primarias o rumiar sus
ciertos países, en ciertas universidades y en ciertas escuelas histo-
riográficas que no en otras partes. Sin embargo, las experiencias
1 respectivas publicaciones»..'5 Esta eficaz imagen demuestra cómo
Hobsbawm continúa sin apreciar a los múltiples historiadores que
de Cohn y Lófgren nos indican con vivaz inn1ediación que, hacia perseveran en seguir las reglas que le fueron enseñadas a I.iifgren
los aiios sesenta, separar a los antropólogos de los historiadores en los años sesenta. Pero también es bastante evidente una viva
era debido, quizás más que otra cosa, al profi.indo desinterés de inquietud por la an1enaza representada por los rebaños de «teóri-
estos últimos por la teoría. Para la historia, la apertura hacia la an- cos» que giran fa1nélicos alrededor de las plácidas manadas de his-
tropología de los decenios siguientes ha sido, en gran parte, una toriadores, y es más que probable que. entre estos teóricos estén
explíc:ita búsgueda de inspiración teórica. incluidos los antropólogos. En efecto, no hay que olvidar que mu-
En efecto, si la atmósfera estancada producida por este desin- chos historiadores atribuyen que la crisis que está atenazando a la
terés por la teoría e1npujó a algunos -por ejemplo, a Lüfgren- a propia disciplina se debe"ª la influencia cancerígena de la crítica
abandonar la historia para arribar a la antropología, otros en can1- literaria»; el i1npulsar a los historiadores en este carnina ha sido
bio decidieron quedarse, pero con el e1npeiio de que la historia se inicialmente la influencia de algunas corrientes antropológicas
renovase a través de contactos con la antropología y otras ciencias como la antropología estructural de Lévi-Strauss y la antropolo-
sociales. Uno de estos historiadores era, como hemos visto, Keith gía interpretativa de Clifford Geertz.56 Después de decenios en los
"l'homas. ()tro, entre los más en1inentes y luchadores, era Eric que historiadores metodológicamente conservadores habían,
Hobsba\l./rn que en un famoso artíc11lo de ry72 'fecomendaba a sus
54· E.J. Hohsbawn1, ,/fhe Social Function of tbc Past: Sorne ()J.1esnons,,, en
colegas buscar una guía en los modelos analíticos y, n1<Í.S en gene-
Pasrand Prtsl'nt, LV (i 972 ), p. 7.
ral, en la propensión a la teoría de los antropólogos socialcs..'4 !Je SS «Preface" a E.J. Hobsbawm, en 011 Histor;'. Londres: A.bacus, 1998 (2), p. \'ll
J6. Véase N.B. Dirks, .,Js \Ticeversa> Historical 1\nthropolog1es and .1\nthropo-
-''· Lüfgrcn, ,,(;olonn:ing thc l'crritory,,, ob. cit., p. 9. loglcal 11istories», en ]'he Hisronc "f"urn 111 the Humrn1 Scieuces, ob. clt., p. 33.

4' 4l
- - - - - - - - - ...,., - - - - - - - - -
qliizás solamente de palabra, rccon1endado un accrca1niento o in- <lo en gu:irdabosques».'8 l"a antropología histórica tiene ya n1ás de
clusive un connubio con la antropología, o con orras ciencias t treinta arios n las espaldas, quizás n1ás, y los ob¡etivos iniciales no
hun1anas y sociales, y en los cuales se había cedido dc1nasia<lo a l::i pueden ser obvian1ente los n1isn1os de hoy. c:on10 y::i se ha sefia-
retórica de la «fecundación intcrdisciplinaria», son muchos los que lado, tanto la antropología como la historia hnn sufrido en los úl-
hoy en día hablan de «levantar el puente levadizo» para in1pedir 3
los teóricos penetrar en la ciudadela asediada de los estudios his- 1 tiinos decenios, y cst:ln hasta ahora sufriendo, cambios muy pro-
fundos.
tóricos.i7 f J,a centralidad del actual debate sobre el posn1odernisn10 es
}\.fe ha parecido bien citar a l-I0Lsbawn1 porque su transforn1a- evidente para quienquiera que se acerque hoy a la antropología.
da actitud den1uestra có1no, paradójica1nente, hasta uno de los re- El camino había sido abierto a inicios de los años setenta por c:;eertz,
conocidos padres de la antropología histórica pueda llegar a, sino pero quien puso prepotenten1entc en discusión la iniagen clásica
propiamente repudiar a la propia criatura, por lo rncnos a ver con del e-tnúgrafO, distanciado observador científico capaz de referir
inquicn1<l el n1antcnirniento de contactos entre la historia y las dis- ::iutorizadan1ente los hechos en 110 lenguaje objetivo fue sobre todo
ciplinas lin1ítrofes, que desde hace cien1po se habían convertido In publicación en 1986 de Vflriti1tg ('ulturl', una compilación de
en las tradicionales proveedoras de teoría. Sin cn1bargo, no es la ensayos realizada por James C:lifford y (;corge ?\1arcus.f9 Concen-
única paradoja: antropólogos que hace unos veinte o treinta años, trándose en el 1no1nenro crucial de la .redacción del reporte et-
en el periodo formativo de la antropología histórica, eran señala-
nográfico, y valiéndose de instrt1menros analíticos y teóricos pres-
dos con desprecio con10 enemigos de la historia -?v1alinowski y tados de la crítica literaria, los autores de csros ensayos han
J.évi-Strauss, para citar los dos non1bres más fatnosos-, hoy son re1narcado las afinidades entre la producción escrita de los antro-
propl1estos nuevamente co1no portaestandartes de algunas de las pólogos y la producción literaria, y han llegado a la conclusiún de
direcciones hacia las cl1ales la antropología histórica se está mo-
que la invcsrigación antropológica puede llegar solan1ente a «ver-
viendo. l'odo esto indica que nos encontramos frente a un can1po
dades parciales», verdades fatalmente incon1plctas y fatalrncnte
en vías de transformación. Existe, en efecto, un problenia de es-
partisnnas. 60 1\.náloga1ncnte, en el can1po historiográfico los críti-
tratificación y coexistencia de difCrcntes generaciones. ,,f .os caz<l-
dorcs furtivos de un ricn1po», ha sostenido un'¡) de los autores <le! _>:8. 1'.Joycc, ,/fhe Eud of Social 1-listorv;,,, en Soci11l !fistrny, \X (199;), p. Ho.
giro pos111odernista en los estudios históricos, «Se han rransfor1nn- J9.J <.:lifl(Jrd y(~ E. l\larc11s (eds.). H'riti11g Culture. Tbr Pornc.r 1111d Polrnc.r o/
f.tbimgrr1phJ'· Berkeley. L;nil'crsity of C:alilOnn:i Pres\ 1986 [rrad. it., Scn1Yrr lr
17. Sol.ire estas Blannas v la 1n1age11 del «puente leva<l1ZO», y sobre los ncsµos culrurl'. Ronia: ,\lc!te1111, r997 ¡
~le cn1pobrec11n1e11to ljl;e una clausura sinülar a aporres externos sig:n1ficarLi, lío. Véase sobre todo .J. C:lifford, «lntroduction· l'ani::i I Trnth\», en f//n1111g Cul-
véase R.J Lvaas, /¡¡ Dr.já1ct' oj" Hútor)'. Landre~: (irantu Buuks, 1997, pp. 8-9. ture, oh. CH .• pp. 7-H l trctcl 1r.. ob cit, pp. i;o-r I·

44 4.f
,.. - - - - - r - - - - -
cos de la así llarnada «historia científica» han indicado que la na- mente favorables --o por lo n1cnos sensibles a las instancias pos-
rración histórica, aun partiendo de hechos o eventos cn1píricarncn- niodernistas- han la1nentado que todavía tanto en Gran Bretai1a
te convalidados, requiere necesariamente de un salto imaginativo r con10 en Italia se i-1restc t'scasa y s11perficial atención, ya sea en la
para colocar tales hechos o eventos al interior de un acontecimiento investigación con10 en la didáctica de la historia, a esras contro-
coherente, permitiendo así que entre un elemento de jiction -«in- versias que envisten las propias bases cpiste1nológicas de la histo-
vención literaria», pero también «ficción»- 61 en el discurso his-
1 riografía.6> Bastante parecida parece ser .Ja situación en Francia y
tórico. Estas críticas han tenido el efecto de poner en discusión en los orros países europeos -Polonia, para citar un ejemplo im-

los presupuestos sobre Jos cuales ¡;e habían basado Ja investiga- portante-64 en los cuales ha sido más fuerte la influencia de Ja
ción y la escritura desde el emerger de la historia como disciplina escuela de los «Annales», cuyos n1ayores representantes, desde
académica y profesio11alizada durante el siglo XIX, y en particular I<'ebvre a Le Goff, nunca escondieron su intolerancia hacia la filo-
una concepción de verdad según la cual el historiador tendría la sofía <le la historia y hacia toda elaboración teórica que pudiera
posibilidad -y por tanto la rarea- de presentar a sus lectores distraer la atención de la investigación.~s En cambio, en los }:sra-
<los Unidos el debate es rnuy encendido; se inició en la década del
personas que realmente han existido y eventos que realmc11te han
setenta sobre todo por f-Iaydcn Whitc, un historiador de las ideas,
sucedido. 61
Acrualinente, en términos generales, el debate suscitado por buen conocedor de la filosofia de la hisroria alen1ana e italiana66 y
estas tesis ocupa una posición menos central en el ca1npo históri-
63. Para C.:;ran Bretal1a, véa~e K. Jenkin.1, Ou "Wbat i.r 111.rrory>. fi-0111 Carr and
co que en el antropológico. f(ecicnrcmcnrc, historiadores abierta- E!ro11 to Rnrry 1111d íVhite. Londres-Nueva York: Routledgc, l99f; para Italia el
reciente volun1en de P Di Cori, !usegnarF di .rtoria. 1\irín: 'frauben Edizioni,
6i. Sobre la poliseniia del térnlÍ[lO fictio11, y sobre el significado original del 1999·
latín fictio («algo construido», «algo plasmado») del cual den va e\ inglés fictwn, 64. \ 7l-ase \V. \Vrzosek, flistar_y, Cu!rurt, J1etaphor. 1ht' Facet.r of ]'lon-C/11s.r11"11! His-
había llarnado la atención de los antropólogos (]jffonl Geertz en uno de los toriugraphy. Poznan. c\da1n Mickie\vicz L1niversity !'res~, 1997, p. q.
parágrafos ni:is 1níluventes de la introducción a Sll compilación de ensayos 'fhc 6_'.· \~éase J . e (~off, "Préface ii la nouvelle édition», en /,a 11011i.w!í~ h1.rto1rc,J. Le
!11terprer11rio11 a(C11!t11res. Nueva ·York: Basic Books, 197j, p. J_í [trad. ir. lnrcrprrf//- (,off (ed.), ob. cit, pp. 13 _14 .
zian1: di culture. Bologna: Il Mu lino, 1987, p. _1:; I· '. 66. Lno de los pri1neros (rnba¡os de \\-'hite fue, en 19_í9, la tradurción al inglés
6l. La lircrat11ra del debate surgido de esra~ críticas es n111y vasta. Una guía
confiable, nl día, y a 1ni parecer equilibrada es ofrecida por la s1ntécica l'isióu
r de_ la afortunada obra de Cario ,\nto11i, J)(1!/o .rtoricismo tt!!tt socwlaí!_ir1, ap~rec1da
onginarian1enrc c11 1940. El volunicn fue publicado en J)etroit por la \\'irync
de con1unto de (~. (;_ lggers, H1.rmriog1upf~}' in thl' "j ":!Jn1t11.'fh Cc11tUY)'- From Sc1r11tI- State U11ivers1ty l'rcss con el título Fra111 HistOIJ' to Sociology. 1"/.ic "J"ra11sit1011111
fir (!h;i:rth·1ry ro rhl' Pos-tmodl'rn Challenge. Ilanover- Londres: \Veslcyan L niversi ty t Gennu¡¡ !listona¡/ "Jhii1kt11g, con un pref1ciu de Benedetto <:roce (reproduce el
Pres~, 1997. Sobre la puesta en discusión. de los presupuestos de la «historia t~'Xto l'.C una resei'ia :iparecidu en la revista La Crtrica, \X\\ 111 [1940]. pp ,02-3)
científica». véase en particular las pp. 1-3. } una llHroducción del n11sn10 \\'hite («On 1-Iistory and ll1storici~rn.s»).

47
por muchos años colega de Ja1nes Clifford en la Universidad de teniporánea; la prescn(ación Je estas credenciales de1a poco espa-
California en Sanra Cruz. En los Estados Unidos son muchos los cio a los historiadores, que aparecen en la escena principalnH:nte
'
teóricos que 1nerodean al interior de las 1nanadas un tiempo paci- con10 sin1ples su1ninistradores de hechos relativos al pasaJ 0 ,,,r,N
fistas de los historiadores, y no son pocos los historiadores que se 1 Es evidente gue las cuestiones r1ue aql1Í henios bosquc1ado son
han transfOrmado en teóricos. Es cierto que el debate se extende-
r:i siempre n1:is 'Y que la antropología será vista, por al menos una
¡ de gran in1portancia y con1pleji<lad, y se tratarán prolijan1cnte en
los próxin1os capírulos. Sin crnhargo, aunque sun1arias, estas prj-
parte de los historiadores gue se opongan al posmodcrnis1no, co1no '
1 meras anotaciones nos ayudan desde ya a con1prcnder mc_jor las
responsable de la crisis. Si l,évi-Strauss ha ejercido una decisiva razones que hacen poco n1anejab]c -y tarr1bién poco deseahlc-
influencia en los pri1neros trabajos teóricos de Whitc, 67 ahora a el definir con precisión los lúnites y las características de la antro-
Geertz frecuentemente se le acusa de haber conducido no solo a pología histórica. Diferencias quizás sutiles, pero no por esto in-
los colegas antropólogos sino también a m11chos historiadores ha- significantes, que dependen sobre todo de la diversa fórrnación y
cia el subjetivismo y el relativisn10 extre1no; y la reciente propuesta 1 colocación académica de historiadores y antropólogos. Liifgren ha
antropológica de encaminar la investigación hacia las «diversas his- observado con razón que un antropólogo y un historiador social
toricidades» de las varias culturas, para usar la expresión de Sahlins, que afronten un mismo problema acabarán, probableniente, inclu-
no contribuirá a atenuar estas sospechas. De otro lado, no se pue- sive <<armados por las n1is1nas lecturas ~eóricas», por producir re-
de excluir que entre los antropólogos, también entre los que se sultados y conocimientos distintos. I,as causas de estas difCrencias,
definen «antropólogos históricos,,, se esté Jnanifesrando una ten- 1nás que de las procla1nas teóricas y de los preceptos rnetodológi-
dencia a leer menos los trabajos de los historiadores de cuanto no cos contenidos en los 111anualcs, «en1ergerán más claran1cntc a ni-
se hiciese diez o veinte años atrás. (~omentando algunos recientes vel cotidiano de la cultura», de aquel proceso de socialización que
estudios ele antropólogos históricos de formación antropológica, enseña, a través de la absorción de reglas no verbalizadas, primero
i\.nton J~lok -también antropólogo y uno de los pioneros de la al estudiante y después al joven estudioso, «CÓtno indivi<lnar nn
antropología histórica en los años setenta- ha polé1nican1entc problen1a interesante, cómo manejar el n1aterial, cón10 escribir un
observado que SU/:> trabajos hacen referencia «prin1arian1ente a las prefacio .apropiado o un buen proyecto de invcsrigació11,,_69 Estas
ideas de otros antropólogos, los non1bres de algÚ"nos de los cuales difCrencias entre disciplinas son, sin en1hargo, cortadas transvt'r-
parecen ser de rigor en gran parte de la teoría antropológica con-
68. i\. Blok, «Reflc-cüons on ';\1:ik1ng History'>,, eu Othn flis1arirs K IL1strup
67- \'éase cn p:irticular 11. \.Vli1tc, «Thc Ilistoi"Ícal 1'ext as Literary 1\rtlfact", (cd.J Londres-Nueva York: Routlcdge, 1992, p. 12~.
en Cha. 111 (1974), pp. 277-~o~. 69- Liiígrcn, «(:olonizing the l'erritory", ob. cll., pp. 10-11.

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,., - ·--··--·--···-----
- - - - - - - - - 1
- - - - -
en el uso de particulares fuentes a través de inétodos en buena
-
saln1entl' por otras diferencias internas a la propia disciplina. c:n
!·'rancia, Li antropología histórica ha representado una expansión parte distintivos, ffuto de una e1nulaciún entre vecinos guc ha lle-
del progran1a hegemónico de los «i\nnales>>, mientras que en el vado a los historiadores a experimentar en los propios can1pos de
undo de lengua germana se ha colocado en antítesis a las tradi- investigación los instrumentos de los antropólogos y viceversa. Si
111
ciones historiográficas dominantes. Y 1nás aun, como apenas se ha de una parte la antropología histórica pernianece y debe pern1a-
~·isto, se observan diversidades generacionales y variaciones conec- necer como un «proyecto abierto», de otra no se pueden descui-
tadois con las particulares evoluciones disciplinarias de la historia, dar las razones de los que, buscando un cierto grado de alltono-
de la antropología y de las otras ciencias hun1anas y sociales, y de mía y de institucionalización, están intentando crear un espacio
s11s rnudablcs relaciones. académico no demasiado vago y aleatorio, y una serie de instru-
Más que una n11eva disciplina con los confines bien dcli1nita- mentos didácticos que consientan a estudiantes y estudiosos de
dos, la antropología histórica parece constituir un terreno de fron- conocer mejor las disciplinas que han alimentado los intercan1-
tera, yn sea porque colocada en la intersección de los ámbitos de bios de donde ha nacido la antropología histórica, de comprender
]a antropología y de la historia, corno también por ser terreno solo los rérminos exactos de estos intercan1bios y de adq11irir las con1-
recientemente roturado -un territorio en precedencia inexplo- petencias técnicas de base necesarias para leer con mayor prove-
rado donde desde hace unos decenios se lleva a caho la coloniza- cho la literatura histórico-antropológica y llevar a cabo correcta-
ción por parte de tribus académicas- «Con antepasados Y tótems mente un trabajo de investigación. Si imponiendo ffonteras rígi-
diversos» y de distinta identidad, historiadores de variada prove- das a la antropología histórica se enffeñra el retroceso y la aridez,
niencia v sobre todo antropólogos, pero también sociólogos, geó- rechazando cada delimitación de campo se arriesga a abrir el ca-
grafos, l;istoriadores del arte, críticos literarios, entre otros.7º Sin niino hacia la improvisación y a alentar un diletantisn10 que p<l-
eo1hargo, en estos decenios de cohabitación, contactos y quizás de recía superado.
desencuentros, ha surgido, indudablen1ente entre los colonizado-
res del territorio de la antropología histórica, una cierta identi- 1.4. Antropología l1istó~ica e historia de la antropología
dad colectiva, vinculada a la especificidad de los contextos y de
las situaciones -y negociable co1no cualquier otra identidad-. (;ert J)ressel, uno de los estudiosos que mayorn1ente se han en1-
l~sta identicla<l colectiva enc11entra expresiórf·en un canon no rí- pefiado en conquistar t1n espacio institucional en este ca1npo de
gidan1cnte definido sino an1plian1ente con1partido de lecturas Y investigación, ha indicado q11e entre los objetivos pri1nordi::ilcs de
la antropología histórica se h<illa la exploración de su propia his-
70 lbíJ .. p.¡.


- - - --;
i
- - - - - - - - -
roria.'.'' J~JJ esta conciencia de la necesidad de sacar a la luz y de disciplinario de la antropología histórica ..'\ quieo se ;:ipresta 3 pre-
revisar crírica1ncntc el propio pasado, la antropología histórica no sentar un cuadro de las relaciones entre antropología e hisrori~1 se
cst<Í ohviHn1cnrc sola. Un fuerte aunicnto del interés por «el cons- ]e presenta «Un horizonte de problenias: ¿la historia de los histo-
tituirse en la historia de los varios discursos disciplinarios» hn sido riadores o la de los antropólogos?, ¿historias?, ¿antropologías?, ¿cuá-
en eíCcto uno de los aspectos n1::ís significativos de aquel «retorno les historiadores? y ¿cuáles antropólogos?».74 i\de1nás, en nun1e-
a lc1 histori::i» que ha caractl'rizado a las ciencias humanas y socia- rosos puntos de notable relevancia es fácil encontrcirse con ntrcis
les en los Liltin1os veinte años.7z Para la nntropología histórica serias dificultades, primera entre todas: el nivel todavía no satis-
se trata, sin en1bargo, de una tarea quizás todavía n1ás esencial factorio alcanzado por la historia de la antropología.
que para otras disciplinas o terrenos de investigación, en cuanto En la introducción a una irnportante con1pilación de ensayos
-con10 se ha trata<lo de sugerir en este capítulo inicial- sola- sobre el «retorno a la historia» en las ciencias hun1anas y sociales
n1cntc una precisa identificación de su periodo forrnativo y de su realizada por 'fercncc McDonald, se afir1na (l\le el famoso liLro
posterior evolución pern1ite cornprender con1plet::unentc n1uchas de 1~homas S. Kuhn, F,structuru de las Revoluciones (~ieut(/icas, 7 r pu-
características releva11tcs de su 1napa actual; pero se trata también blicado en 1962 y destinado a convertirse rápi<larnente en un tex-
de investigaciones cornplcjas y por el 1non1enro solan1ente enca- to-clave para la reflexión epistemológica de la segunda n1itad del
minadas. c:ierta1nente no faltan los ensayos que han óriln1cntc bus- siglo XX, ha contribuido en medida deternlinante «a dar libre cur-
cado delinear el desarrollo de las relaciones entre antropología e so en los aftos ochenta }'noventa a una inundación de trabajos so-
historia./\ los trabajos a los que hemos hecho ya referencia se les bre la historia de las ciencias sociales que bao elevado el nivel de
han afl::idido bastantes otros en los últin1os años.7' Estas tentati- autoconciencia histórica en todas las disciplinas,,)6 I~a antropo-
vas de síntesis son, sin e1nbargo, dificultadas por el carácter inter- logía no es la excepción. Desde los primeros decenios del siglo
hasta la tnita<l de los años sesenta no habían faltado los libro~ que
7i. !)re-,scl, «l-hstoriscbe :\nd1ropologic. Kcuc Pcr~pckrivcn", ob cit., pp. 46-_,o.
proponían una historia del pensarniento antropológico. Escritas casi
72. TJ :\lcf)onal<l, «lntroduction», en l'br' 111.rronc Tun1 ¡¡¡ r/.Jc ll11111ai1 Scin1o·s,
ob. cit.. p. 1. che~ter: 11anchesrcr U niYersiry Press, i999; B. Schnepel, «Ethnologlc u nd (;es-
7;. L1urc lo> n1:Í.> rcr1e11tc~ se p11edcn recordar: N. 1"hon;i_as, «History nnd An- chiclne. Sunionen der Standorthestinunung uus <lcr britischcn 'Social _.-\nthro-
tlirnpolog¡"" c11 F.11ry&lop1,dia of Social a11d Cu!run¡/ Anrhl'opo!ogJ', A Bnrnard V pology'," en !Jistorisiht Anth111p11iog11', \ ll ( iyyy ), pp. ¡09-·28_
J. Spencrr (cds.) Lo11<l reo- N uevci York: Rouclcd f''\ 1996; J. Good1nan, «I listory 7+ Goo<ln1un, «/ listory un<l Anthrupology,,, oh. en., p 78)
and -"111thropology'" en C11111pu11i011 to H1srorwgrnp/.J)'. ?vl. Bcntlcv (cd.) Londres- 7S· Kuhn, "l'..\ ·¡ 'JJ(' ,)'1ru<fH/l' o( «'i'nt111ifir Rr¡;ufutim1.r c:h1é ago: ·rhe L llllTrsitv or
1'\uc\·a York: Routledp:e, 1997, .'\_ (~reeu y K. 'l'ronp, «1\nthropology a11d Chicago Pre.1s, iy6i.. -
Ltl111oh1~torian""· rn 'J!Jt' H1111ses 11/" Hislory, :\_ (;rccn y K. 'froup (cds.) ld;in 76. i\lcf)on~ld, "Introd11ction,,, nh_ cit., p 6_
' -- - - - - - - - -
todas por «antropólogos militantes,,, n1ás que por historiadores de por los autores n1ás afarnados, presumiblcn1ente n1ós influyentes, y
la ciencia, estas historias de la antropología tenían fines principal- ciertan1ente más obvios. Al dar inicio a la invcsrigaci/Jn par;:i su
n1ente persuasivos y pedagógicos, y tendían a asignar un lugar de tesis de doctorado sobre la ciencia social nortean1erican<l y la teo-
honor a los precursores reales o presuntos de la posición teórica ría de la raza entre fines <lel siglo XIX e inicios del XX, Stocking
favorita del autor y dejar 1nal, caricaturizar o simplemente igno- había, en cambio, adoptado una estrategia radical1nente distint;:i,
rar a los otros antropólogos y a las otras corrientes de pensamiento. En vez de concentrarse en una minuciosa exégesis del pensa1nicnro
1~1 cjcn1plo extrerno es 1De J?ise of.Anthropological Theory de Marvin de un número restringido de eminentes estudiosos, había decidi-
llarris, una maciza historia de la antropología que cuando apare- do recolectar toda la literatura publicada en las revistas de cien-
ció en 1968 suscitó furiosas polén1icas a causa del tono explíci- cias sociales norteamericanas entre 1890 y 1915, llegando al final a
tamente, y por momentos violentatnentc crítico con el cual el analizar ss1 artículos escritos por 228 diferentes autores.7Y i\l pu-
autor, indiscutido jefe del «materialismo cultural», reconstruía la blicar en el volumen de 1968 alf.,runos densos ensayos fruto de aque-
evolución de las otras orientaciones teóricas.77 Sin clamores, en 1la prin1era investigación, junto con otros estudios m:ís recientes,
aquel mismo año era publicado un volun1en que, poniéndose en pero no menos esn1eradamente documentados, Stocking ofrecía
las antípodas del de 1-Iarris, debía marcar un vuelco en los estu- una decisiva lección de 1nétodo. Reconstruyendo con paciencia el
dios de la historia de la antropología: Race, Culture, and Evolution de contexto en el cual las varias teorías antropológicas habían surgi-
c;eorge Stocking/8 un historiador de formación que a un sólido do, sacando nuevamente a la luz las intenciones de sus pri1ncros
oficio de investigador de archivo unía una concepción kuhniana sostenedores y n1idiendo sus éxitos y fracasos en el resolver los

¡
Je los inétodos y de los objetivos <le la historia <le la ciencia. problemas de entonces, y no nuestros problemas de ahora, indica·"
Llna confrontación entre estos dos libros de historia de la an- ba adernás la vía para susriruir con un «historicisrno» de sello de-
tropología, aparecidos casi siniultáneamente, pero tan ejemplar- claradamente kuhniano, el «prescntisrno» de historias de la antro-
mente diferentes, es todavía hoy instructiva. Para trazar en casi mil pología, conscienrc o inconscientemente proclives a seleccionar,
páginas la evolución del pensamiento antropológico desde la edad interpretar y evaluar el pasado solo en los tér1ninos de la agenda
de la Ilustración hasta la n1itad del siglo XX, I larris había discutido teórica del moniento. 80 En los 1nás de treinta años transcurridos
un gran núniero de textos, privilegiando, si~ embargo, los escritos desde 1968, los tértninos «historicisn10» y «prescntisn10» han en-
77. f-.i. l larns, 'J'bc Rúe vfA11thropo!og1cal Theo1:y. A ll1.rtor_y of "l"hr'orie:; of Cu!r11rr.
Nuc\·:¡ York: 'l'hon1as Y. (~ro\vell, 1968. 79. Ibíd., p. \·Ju.
78 G. \\'. Stocking.Jr., Rae e, Cuft11rl', a11d Ev11luti1111. Es.ra,y:; In tht Hútm)• 11[ Anthropo- Bo. ·véas("' sohre todo el ensayo «Ün tlie Lin1ir~ of 'Pres<:nrisrn' ~nd 'llis1or1-
lvgy. Nue\"a York: Tbc Fn:c Press, 1968. cisni' in tbc l-Jisroriography of the Behavioral Sciences». lhíd., pp 1-12.

>4
- - - - - - - - - - - -
trJdo sólidan1cnte en el uso para indicar dos rnodos contrapuestos la antropologL1 se encuentran hoy en la necesidad de afrontar una
de hacer historia de la antropología; los estudios de tipo «prescn- serie de viejas y nuevas dificultades.
rista» han sido sicn1pre 1nás marcados de superficialidad e ingenuo Una primera dificultad consiste en el hecho de que es parte de
dilcrantisn10 o acusados de propagandismo. Siguiendo el cjen1plo la naturaleza de estos estudios proceder con lentitud. l Iacer una
de Srocking, otros historiadores de la ciencia han decidido ocu- historia de la antropología que respete los exigentes estándares
parse de historia de la antropología. Un no1nbre entre todos es el propuestos por Stocking· significa excavar con detenimiento en los
Je J Icnrika l(uklick, que ha dedicado una serie de lúcidas investi- archi1iOS de las universidades y· de los entes gubernan1entales 0 de
gaciones a la antropología británica de fines del siglo XIX y pri- las fundaciones que financian la investigación, encontrar publica-
n1cros decenios del XX, y que hace erncrgcr un cuadro complejo e ciones poco conocidas de autores iinportantes y menores, entrar
instructivo de aquellas escuelas evolucionistas y difusionistas que en posesión de los documentos privados de un antropólogo, esru-
generaciones de esn1diantes habían conocido confusa1nente a tra- diar los inéditos y las anotaciones al niargcn <le los libros de sn
vés <le los lentes fuerten1ente <lefürinados <le las victoriosas escuelas bibilioteca, reconstruir extensas correspondencias epistolares. Sí
funcionalistas:'\i La lección de Stocking ha sido aprovechada por bien el nún1ero de los historiadores de la antropología ha aurnen-
los propios antropólogos profesionales que al enfrentarse con la ta<lo, los ángulos oscuros son todavía n1uchísin1os, porque uno se
historia de la antropología se han vuelto meto<lológican1entc n1ás da n1cjor cuenta del escaso fundamento de ciertos juicios y de tan-
agudos. 8 ' Aun,¡ue sería excesivo hablar de una «inundación» de tas convicciones. 1'odo ello hace obviaruente pre1natura, o cuanto
estudios de historia de la antropología, el número de los especia- 1nenos provisoria, cada tentativa de síntesis, y vacilante roda pre-
listas reconocidos y de aquellos que han llevado a cabo investiga- sentación de carácter didáctico. A este bien conocido probleina,
ciones más o menos esporádicas en este campo ha seguramente en gran 1nedida endén1ico, se han recienre1nente afiadido y sobre-
aun1entado, gracias tan1bién a la fundación en 1983 de la revista puesto nuevos problemas. El progran1a historiográfico enunciado
JJistory oj.A11thropologJ' dirigida por el propio Stocking. C:on todo por Stocking en 1968, aun si tan rico de" innovaciones, se apoyaba
esto, la situación no es todavía satisfactoria, y tanto los producto- en un robusto realismo y no se alejaba de aquel clásico de la «his-
res co1no los potenciales consumidores <le estudios de historia de toria científica». l)c1nostrando así la superioridad de sus trabajos
0
" t·1opo'jogos· nu·¡·1tantes, Stoe k''Jng se pon1a
respecroald .... losan ' cn1110
81. I I. Ku k l ick, Tbe S11v11gl' ff'ith111. 1"/1e Socitt! lf!rtvr;' of Í3t-insh A11rbropology, 188í- ·" de J «n11to»
objetivo las
' us·t'tu
1 c1on · por j a« h'1stona»,· 1n reconstruc-
i9.'f.\". (~nn1hridgc· f:a1nbridgc U111\'ersity Press, 1991.
ción finan1cnre contcxn1alizada de lo que había realn1enrc sucedi-
82. Sobre la leiririn1idad de la di~tinción entre histonn y niito. Yéa~t en pc1nic11 -
do ' en vez, d e·] uso St,~¡ ect1vo
· · y torc1'd o ej e un pas::icJo conocH.lo
' solo
lar (,.\\' Stocking.Jr., 'lhr Eth11ographer's .-f<fagic a11d Orhcr Esst1)'> 111 rhc I!isrr 1)' o(
A11rhropo!vg:f. ~vladison: Cn1Yersity or \V1s<.:OllSlll Press, 1992, p 14. superficialn1cr1t e. U n prog1arna . · ·¡ d · ·
s11111 ar -to av1a rcc1enten1cnte

57
- - - -
1 textualizaciones históricas una interpretación «auténtica» -por
afianzado- presenta el lado débil a la crítica posn1odernista, la
cual no solo niega que el historiador pueda llegar a establecer lo ejemplo, la antropología de Boas y· su escuela-, han tenido re-
que ha sucedido real1nente, sino también afirma que el estudio del percusiones no despreciables en la teoría y en la didáctica de la
pasado tiene necesariamente el propio eje en el presente del c11al antropología. «lrónicarnente, por tanto», ha sido señalado, «el Boas
recoge cuestiones y perspectivas, y que el pasado niismo es una de Stocking ha adquirido una existencia presentista a pesar de las
creación del presente y la historia un instrumento de legitin1ación mejores intenciones historicistas de su creador».86 Es por tanto in-
y <lcslegitin1ación de la actuali<lad.8l discutible, como de otra parte ha admitido en uno de sus últi1nos
I-Iay que decir que ya en 1968 no le escapaba a Srocking que la trabajos el propio Stocking, que el programa «historicista» pre-
individuación de un «problema histórico» merecedor de ser in- sentase li1niraciones más serias <le cuanto no pareciese hace trein-
vestigado depende no solan1cnte del estado de adelantamiento de ta años atrás. 87 Si a pesar de ello Stocking ha declarado preferir la
la investigación propia y destacadamcnte histórica, sino tan1bién reconstrucción a la deconstrucción y permanecer fiel a su objeti-
de las orientaciones de la teoría antropológica en aquel particular vo de «buscar, con10 un antropólogo, co1nprender los contextos y
momento.8 4 Qµince años 111ás tarde, en el editorial que presentaba los n1odos de pensamiento, de expresión y de acción de personas
el prin1er número de History ofAnthropo!ogy se lee que los funda- que han vivido en n1undos que, si bien contiguos al mío, de él son
dores de la nueva revista, aun mirando con particular favor a «es- más bien distintos»,88 se puede sospechaF que esto se deba, al me-
n1dios basados en concretas investigaciones históricas», esperaban nos en parte, al deseo de encauzar el retorno a un «presentisrno»
por lo menos «ir más allá de una anticuaria anecdótica para con- que, si bien epistemológican1ente n1ás sofisticado, no se presenta
tribuir a la Cfllnprensión crítica de proble1nas generales de serio n1uy diferente al que había dominado los esn1dios sobre la histo-
interés acn1al para la anrropología». 81 Y es indudable que las in- ria de la antropología hasta fines de los años sesenta. Es en efecto
vestigaciones de Stocking, in1poniendo a través de magistrales con- curioso Y alar1nante ver la denuncia de Herbert Lewis en un artí-

8) \'éase,Jenkins, On «ffihnr 1.r Hisro1y'" ob. cit., pp. 14-42. Board of Stud1es in the l-1istory of Consciousncss de la Universidad de Cali-
84. Véase Stock1rig, Ral:t", Cu!turt, and F1.J0Íuri011, ob. cit., JIP· 196··7. fornia en Santa C ruz,· uno de 1os rnayores centros de d·r · tconca
1 us1on · de 1po.1-
8,. Sobre ,.I-listory of ;\rithropology: Whencc/\Vhitber», en Ili.rtory oj" A111hr11 " , ' en h.IS tona y en antropología.
modernis,no
86
p(Jfogy, ¡ (198;), p. 6. La edición no cstú f1nna<la y por tanto debe considerarse · R. Handler, «Rayniond \Vi!lian1s, Georgc Stocking, and Fin-de- Sn:cle LT.S.
~uscrn,1 coli:crivarnentc por el director Georgc Stocking y por los otros n1ie 1n· ~nrh~opol~gy,", en Cu!rural,4uthropofog;', XIII (1998), p. 418.
!iros del Lon1ité dt' dirección que comprendí2 a 'ralal /\sad,Janies BoorI, C11rtis . · · Stoe k1ng.J r.,
¿·7.Vease(,\\ ,~'lfri'r 1·1 ··isona1A11t~r11p11
yor. Bnn.r~ 1 1ogy, iXXX-ij)JI. /\'1J-
Hinslcv, \)ell Hynics, J-lennka Kukhck, Bruce ·rrigger,Janii:s Clifford Y tson: Unrversity of \lo/iscons1n Press, i995, p. XVII.
88. Íden1 ·
f)onna .l~ara\vay. Esto> dos últin1os (a{1cnias
. l laydcn \ vh·lle ) son 1111e1n
. 1)ros del

S9
- - - - - - - - -
culo aparecido recientemente en una de las 1nás prestigiosas re-
l reto posrnodcrnista h<l cicrtaniente contribuido a convertir 3 los
1

vistas antropológicas, acerca de la tendencia cada vez 1nás con1ún antropólogos en plenamente conscientes de los usos a los cnc1les
de «trasvas<ir todo nuestro pasado en un embudo constituido por se presta la historia para la definición de un carnpo disciplinario,
un:1 rápi<la referencia --pero solo una referencia, no un verdade- pero no está ciert:irnente alentando un cuidadoso análisis de lns
ro exanicn -de las obras de algunos fan1osos antropólogos -Rad- fuentes que, por al rnenos dos decenios, ha caracterizado la reno-
clifIC-Bro\vn, 1\{alino\vski, Bcnc<lict, Lévi-Strauss y C~eerrz-y fin- vada investigación sobre la historia de la antropología. f~C\Vls est<Í
gir que este selecto grupo de famosos autores representa el entero en grado de dcn1osrrar con en1barazosa facilidad (¡ue un cierro nú-
can1po antropológico».s~ Después de treinta años de la publica- niero de afirmaciones polén1icas, las cuales han tenido en estos aiios
ción del 1nanificsro n1etodológico de Srocking, Lc\vis se encuen- un gran eco en el n1undo antropológico nortea1nericano, :;e basa

tra nuc\'an1entc arnonestando a los colegas antropólogos porque en refCrencias manifiestan1ente incorrectas -quizás de segunda
esta propensión a concentrarse en pocas figuras de relieve y a «no o tercera mano- de las obras de algunos de los padres fundado-
ton1::ir en consideración las ideas y las obras de un an1plio mues- res de la antropología nortea1nericana. En líneas generales, el ar-
trario de antropólogos conduce a una seria distorsión de nuestra tículo de Le\.vi:> confirma por tanto cuanto sea difícil y erizada de
historia intelectual».9º insidias la tarea que Dressel, co1no hemos visto, considera justa-
}..1e ha parecido oportuno citar este artículo de I~e\vis por n1ás mente esencial para la antropología histórica, es decir, la explora-
razones. ,1\nte todo nos hace con1prender cón10 «el alzamiento del ción de la propia historia_ Sin en1bargo,·más cspecífican1ente, estL:
nivel de autoconciencia histórica», señalado por Mcl)onald, entre artículo asunie para nosotros una relevancia particular en cuanto
los ;ispectos más significativos del «retorno a la historia» en las denuncia, sin n1edios térrninos como un n1ito, a una de las repre-
cienci::is sociales no se esré traduciendo, al rnenos por lo que con- sentaciones de la antropología de la primera rnitad del siglo 'XX
cierne a la antropología, en una consolidación y an1pliación de los que n1ás ha servido a la antropología histórica para definir la no-
conoci1nientos según los linea111ientos indicados por Stockinµ que, vedad del propio progran1a y, en último análisis, la propia identi-
bajo el perfil nieto<lológico -n1ás allá por tanto de ciertos indu- dad. Según I.ewis, la irnagen co1nún1nente aceptada de una antro-
dables lí111ires de su «hisroricisnio»-, consistían sustanci::iln1enre pología moderna que se h:i conscin1ido en los prin1eros decenios
en la aplicación a l:i historia de la antropología de estrategi<is de del siglo XX en explícita oposición a la historia sería sin1plen1entc
invcsrigacióu desarrollad<is por los historiadores de profesión. IJ falsa.Y' Se cornprcnde bien que una tesis de esta magnitud no se
concede a cón1odas y definitivas verificaciones. 'l'nca, sin en1bar-
89. H. S. Le\\'i', "Thc lv1 isreprcs¡;nrat ion of '\nthropologv and lts (:011scq11('ll-
ces", (.'ll /1111triu111 A11thn1po!og1st, e (1998), p. 7rX.
ye. Ídeni

60
- - - - - - - - - -
r
go, un punto de irnportancia evidentcn1ente fundamental y nos 1
in1pone reconsiderar las relaciones entre antropología e historia a '
partir de los pri1neros decenios del siglo XX. CAPÍ'l'ULO SEGUNDO

Antropología e histon·a: los años de la


separación (¡922-1950)

e una periodización, y cada periodiza-


ADA HJS'fORIA REQUIERE

ción requiere fechas, las cuales -con10 enseñaba i\.rnaldo


~1omigliano-1 no son otra co¡;a que sín1bolos. Encontrar una fe-
cha para el nacimiento de una disciplina, o para un cambio signi-
ficativo en su desarrollo, puede parecer un juego fl1til, pero detrás
de la cuestión de las fechas está siempre el probletna no trivial de
la individuación y de la percepción de fracturas y continuidades.
Sobre la fecha de nacirniento de la antropología, las opiniones y
las preferencias divergen; algunos propenden, con buenas razones,
por otoño de i799, año \ifll de la Rcpúbl~ca, cuando en París se
fundó la Société des Obscrvateurs de l'Homme que se proponía
estudiar al hombre en su variabilidad física, lingüística, geográfica
Ysocial.' ()tras prefieren indicar 1871, afio en el cual aparecieron, a

L A. :\Ion11gliano, .. n cristianesinio t~ la deca<lenza dcll'ln1pero roniano», en I!


conjlitto tr11 paga11e.rimo e cn.rua11e.f11111J 11ef .rrco!o /V, i\. \.10111igliano (cd.). "l\1rín. Ei-
nan<li, 1968, p. 6.
2· Sobre la cuestión Je! nac111l!ento de la antropología y n1ás en parricular .10-

,,
-
orillas del ,'\tl:lntico, los Systetns oj"C'onsangui11i~y aud Ajfini(y ofthe cionista», de la cual lv1organ y 'J'ylor son considerados los niayo-
ffuinan /·'an1i/y de Le\VÍS Henry ?\1organ }' Primitive Culture de E<l- res representantes, con10 con el «difusionisn10» Je sus críticos,, con10
\Vard Burnett 'l'ylor.l Si queren1os escoger una fecha que marque, Rivers en Gran Bretaña y l•"ranz Boas en los Estados Unidos. El
'
1
inás que el inicio, el año en que se in1pone con inayor fuerza evo- l punto rnás relevante para nosotros es que al emparentar a evolu-
cativa la antropología moderna es sin duda r922. En el que ha sido cionistas y difusionistas, n1ás allá de las n1uchas y profundas
definido co1no ,,el a11nus mirabilis del funcionalismo,,·\ los dos in-
f
1 divergencias, se inclinaba hacia una orientación principalniente his-
discutidos íefes de la antropología social británica, Bronislaw Ma- tórica. Es opinión amplian1ente con1parcida que lvfalinowski -y Rad-
lino\vski y i\lfred Reginal<l Radcliffc-Brov.'n, publicaron las dos pri- cliffe-Brown, en s11s monografías de f922 y en otros trabajos
tncras nionngrafías basadas en las propias investigaciones de cam- publicados en los ailos inn1ediata1nente subsiguientes, hayan con-
5
po: .11rgonauts oftht Western Pacijic y The Andaman !slanders. Casi a tribuido en n1anera decisiva a fundar nuevamente la antropología
sellar el final <le 11na hege1nonía, en aquel año moría ta1nbién sobre bases ra<licalme11te nuevas sobre todo a través de lo que Ni-
\\Tillian1 Rivers, que en Gran Bretaña había sido el más eminente cholas 1'homas ha definido co1no la «exclusión de la historia».6
y respetado exponente de la antropología pre funcionalista. El año
iy 2 2 marca una discontinuidad tanto con la antropología «evolu- 2.1. El nacimiento de la antropología social británica y
la «exclt1sión de la historia»
hre la~ razones que sugieren la elección de 1799, véase U. Fabietti, Storiu ddf'
antropolog111. Bologna: Zanichelli, 1991, PP- 2-9. Sobre la Société des üb~erva­ La mejor forn1ulación sintética del programa de la antropología
teurs de l'Hon11ne y sobre los inicios de la antropología en Francia alrededor evolucionista de la se,l,runda n1itad del siglo XIX es probablen1ente
Je 1¡;; 00 véase tan1bién Stocking, Race,Culrure, a11d Evo!ution, ob. cit., PP· t3-4L ofrecida por el título de otro gran libro de ;\1organ: /lncient Society,
3. L.1--l. M organ, .'1Jsten1s ofCo11sn11guinity and Affinity ofthe Human Fa111i{y. Wash-
or Researthe.r n1 t/Je Liues o¡· !-Juman Progress JYom Savagery, thruugh Bar-
ington: 1'he S1n1thson1an Institution, 1871; E.B. l'ylor, Prir11irh1e Culture. Restar,.
chcJ i11t11 the Dr~·elopnw11t uf;W_J•thofogy, l'hifofophy, Rel1g1011, Lauguage, Arl a11d Cus-
b~riJ1n, to Civilizatio11.1 f,as informaciones eti1ográficas y arqueoló-
tom_ Londres: John l\furray, 1871. gicas acumuladas a lo largo del siglo XIX parecían sugerir que en
4 B i\1 alino~ski, Argonaurs of 1he H7eJtern Pac1fic. An Account of Nativt' E11terprist cada parte del inundo, el progreso de las sociedades hun1anas hu-
anti Adve111ure i11 thc A1<hipel11goes ofJ11:!1111esia11 f.'rw Guinea. Londres· Routledgc biese seguido - y co,1t,·nu ase a seguir- · · ·¡ ar,
un proceso muy s1rn1
and Kegan Paul, 1922; i\. R. Radcliffc-Bro\vn, 'J'fJe A11da»Íán Js!aurltrs. C:an1bridgc.
que desde las fórmas más prin1itivas y «salvaies», rican1entc do-
Can1bridgc Univcrsity Press, r912.
_;. ,\_ K11pcr, /111thropologi.rts r1nd /J11rhropol11gy. The Brit1sh Schoo/ 1922-1972. Londrcs. 6· 'fhoni:is, Out o( Timt', ob. cit., PP- 19· zi.
:\llcn Lane, 1973, p. 9. Sobre con10 fecha-sín1bolo, véase tan1bién el recien"
1922 S. l. ~l. ;\lon"an
7. ._ , ' 111nei1t
· ·yoc1t!J', 111· R1'Sl'111-c~e.r
¡ 111 !Jt'
¡ L111rs
· of Ji11m1n1 Proe:_1Y.rs fru111
.
tísi1no traba10 de Schncpel, "Ethuolog1e und C~cschichtc», ob. cit., PP- 11°- 2· avager;•, through Barbar1.rn1, to Ch.>1'/iz.atro11. Nueva York: l J~nrv 1--:!olt, 18~.,
,,-

··----------
cumentadas prccisan1ente por la naciente antropología cultural, desarrollo aceptaban el axioma <le una evolución unilineal e in-
conducía a través de una secuencia de fases evolutivas hasta la ci- dependiente. f)esde el 1nomento en que la naturaleza no da saltos
vilización. El objetivo fundamental de los antropólogos evolucio- argu1nentaban los evolucionistas, el pasaje de un punto inicial x ~
nistas se dirigió a identificar con precisión tal secuencia y derivar un punt~ más avanzado y, para llegar a uno más adelantado z, de-
<le numerosos análisis con1parativos las «leyes» que gobernaban el bía seguir el mismo camino, las mismas fases evolutivas. Para Boas
crecimiento de la sociedad humana, y cuyo conocin1icnro habría era evidente que «los n1ismos fenómenos se pueden desarrollar
permitido comprender las causas del rápido progreso de algunos en una tnultitud <le modos»/º y que las sernejanzas encontraban
p 11eblos, del lento proceder de otros, y del colosal retraso de los más a menudo una explicación no tanto en una supuesta unidad
que todavía se encontraban en un estadio primitivo. psíquica de la humanidad, como querían los evolucionistas, v ni
Gracias a este programa an1bicioso y claramente formulado, la siquiera en análogos imperativos ambientales, sino más bien en ~c­
antropología -como notaba Boas en un artículo de 1896, fi.1erte- canismos y procesos de difusión cultural como el contacto 0 las
n1ente crítico frente al evolucionismo-había finaln1ente «Con1en- migraciones de los pueblos.
zado a recibir aquella generosa cuota de interés pl1blico que le Al método comparativo de los evolucionistas, Boas reprochaba
había sido negada hasta cuando se le había considerado que no un~ rigidez y una tendencia a la simplificación que convertían sus

pudiese hacer otra cosa que registrar las curiosas costumbres y n1a¡esruosas reconstrucciones históricas en singularn1ente ahistó-
creencias de poblaciones exóticas 1 o en el mejor de los casos tra- ricas. A ello oponía un méto<lo más modesto, pero más seguro que
zar sus relaciones, dilucidando en tal modo las primeras migra-- concentrándose en el cuidadoso estudio de pequeñas áreas geo-
8 gráficas consentía evaluar la influencia del ambiente físico de ha-
ciones de las razas humanas y las afinidades entre los pl1eblos». '
Este progra1na se basaba en un método comparativo que, según c~r emerger préstamos culturales y relaciones de interdependen-

Boas, se prestaba a una «Objeción de carácter fun<lamenraJ,,y Los cia con las áreas limítrofes, en definitiva, de captar la cuestión
que comparaban fenó1nenos culturales sin1ilares atestados en di- humana en su complejidad y en su variabilidad. El método pro-
versas partes del mundo para descubrir la historia uniforrne de su ' por Boas era, en u'¡ t11na
puesto · 1nstanc1a,
· · «no otra cosa que el tan
risible métod,( ¡llS
· t or1co"
• · que ¡os. antropo, ¡ogos evoluc1on1stas
. . ha-
8. F. Boas, "The Li111itations of the c.:01nparativc i\1cth'ód in 1\nthropology", en bían casi del todo abandonado para dedicarse a la investigación
J<l., Race, LauguagtaiidCulture. Nueva York: The Free Press, iy40, p. 270 ltrad. ir. de las leyes q11e gobernaban el crecin1icnto de la sociedad." Es im-
12
enAntropologia cu!turalr, l .. Bonin y 1\. Maraz1.i (cds.). :'vfilán: l-loepli, 1970, P 7
(aq11í rcton1ada con ~!guna n1odificación). El articulo apareció ongin~n:11ut:!l' 1
º· Ibíd., P· i73 [trad. it., p qo]
te en Scie11cc, n.s .. IV (1896), pp 901-8.
u. Ibíd., P '77 [[r·'d.
~ . p. 132
lt., 1

9 lbíd., p. 276 [tru<l. it., p. 132].

66
.¡., c<:rcanía entre las críticas hechas por Boas en este por Guillertno el Conquistador. l\.l realizar los e1npadronamicn-
portante no tal " , , - .' <l.
. ' ulo )'la casi contcrnporanea y tan celebre protecia i.: tos catastrales, los legados reales h;:ihían reunido en asarnbieas a
tan1oso art1c - ¡
'! . l· d que en 1899 con10 hen1os yisto, habín ahrn1a<lo (]Ue a los representantes de condados, distritos y pueblos, y habían for-
1v a1t an , ' .
'a se habría ¡)tonto encontrado a deber escoger ent1c mulado una serie <le preguntas relativas :1 las condiciones de la
antropo 1o gl " , Nl, ·
. . "''~t nada,, _Fn efecto, l::i antropolog13 a la que J a1t- agricultura y de las otras actividades económicas, la an1plitud de
ser h 1stor1a o "'" · · .
land se refería era la de los evol11cionistas rnás proclives a creer Ja población y sobre todo los usos y las costurnbrcs locales, parti-
incondicionaln1cnte en el progreso de la sociedad l~u1n~na y a bus- cularrnente las relacionadas con la transn1isión de la propiedad .
. leyes A estos antropólo(ros, así como a sus inspiradores los Utilizando esta extraordinaria colección de infórn1ación, Jviaitland
CH- ·· ' o 1
sociólogos Y a aquellos historiadores que_ c~uerían transfor~ar a no se liniitó a esn1diar la Inglaterra Je los decenios inn1ediatarnente
. ¿·sc1.pl.1na en una ciencia social, !\1a1tland contrapon1a «el posteriores a la conquista norn1anda de Jo66, sino que se movió
propia 1 ' l
historiador del tipo hoy fuera de inoda, que no habla de m~toc '.l hacia atrás, «más allá del Dorncsda_y Book», con un trabajo de inter-
científico o de leyes de la naturaleza», y cuyo método «es c1cnt1- pretación de fuentes que se transtOrtnó en un;:i obra de excavación
c 1 el ''Cnti<lo en el cual lo sería el método de Sherlock de la cual aflora una insospechada estratificación de formas de pro-
JlCO so o en ·'
pieda<l, de estrucruras innlobiliarias y <le n1odelos de asenta111ien-
Holmes».'' . .
De otra parte 1v1aitland había definido con mucha claridad !,:J to. Este estudio «hacia atrás» de la evolución de las cosn11nbrcs
. : . ' UJ' par de año:; antes en un volun1en que todav1a jurídicas de la Inglaterra anglosajona Convirtió a i\tlaitland en pro-
propia pos1c1on • . .
ho llan1a la atención por la originalidad del proyecto h1stor10- funda1nente escéptico acerca <le 1~1 validez y la aplicabilidad de
rrfico y por la osadía n1eto<lológica, Do1nesday Book and. B_eyond los esquen1as propuestos por los evolucionistas (rnuchos de los cu;:i-
g( 8 ) ]·'! !Jomesday Book, litcraln1ente el «libro del día del 1u1c10», les, conviene recor<larlo, tenÍ;:in forn1ación jurídica y considera-
J 97 . " . . . d d 86
es el más antiguo catastro de las tierras inglesas or ena o en io ban las propias investigaciones antes que nada co1no contribucio-
nes a la historia del derecho). I~a Inglaterra ;:inglosa1ona no había
• \' triis p 18 Da1·id conocido sie1npre y solarDente un progreso de las i<leas jurídicas
/\laitland «Thc Body Politic», ob. en., p. 29_;;, vea~c ineas a . . . . 1
12
· ' ' . · . , !· d i iuesta desde la perspecnva e e
hacia forn1as más 1nodcrnas; n111v frccuentcn1entc :\1airland había
Bi<lnc)' ha escrito que ,Ja 1es1s de i\ 1a11 an , pn 1 · , .._
1 ¡
un histonador del dercch(J, anticipa claran1cntc as C·flt\Cas P
·· \anteadas n1a> ta!
·. ·k· (~ _ descubierto un retroceso (r{'trogr~ss) a formas preccdentcs.'4 J~l nÚ··
de por Boas V " • !)'
,~ sus seguidores» ('Theorericul //rlfhropolof!Y. Nueva 101 · '.º
. ' ¡; 1nn
r l d B )'lS V i\1aidantl expresa,J,,
mero <le pueblos que pudí;:in con alguna plausibilidad ser tratados
lun1bia Un1versirv l'n:ss, 1yr3, p. 26~¡ . . n rea ll
·
ª ( '· ,
· 8(\csegu ..
1 sus posiciones ,ducas casi S\lllUltánearncnte, el pnn1ero en 1 9 \
1
, "
',:· E\V. ll·faitland, D11111('sday /loo{ a11d Bi:y1111rl 'Jbrn· FssHyJ 011 rhl' f.Hr{y lflstm)' o(
(co1no se verá) en 1897. •nglª 11 d• e anihndgr:
. (:an1bridge Univer~itv 1-'ress, 1Hy7, pp. 224-).
\ 13. Ihíd., p. 286.

68
¡
l
como independientes era n1uy reducido, y «tal es la complejidad años después por uno de los más autorizados repr,, .
,esenrantes nor-
de los casos humanos y tal su interdependencia, que no podemos tea1ncricanos
.
de esta corriente antropológica
.
k ).1et
, l"
d ¡ • ·
o o og1camen-
1

confiar en leyes científicas que formulen una secuencia de esta- ,


te, .tal nlan1ficsto conllevaba para el historiador el p recepto d e "no
dios para cada provincia de la actividad humana».'.f La tentativa ' " 0 <l e¡ per10
ale¡arse de mucho, co1110 reglo general ' del p·tt'• · do 0 b_
evolucionista de construir un «programa normal» para todas las jeto de cstudio», 1Y Y para el antropólogo de circunscribir Ja inves-
sociedades huinanas se le presentaba por tanto corno «ocioso y tigación
' a un área lirnitada va, estudiar de cet·ca , e n pa J a¡1ras d e
poco científico». 16 Y añadía: Boas, ,<Jas cosrumbres en su relación con la cultura general de la
tribu que las practica, en correlación con una investigación de su
Aunque nuestros antropólogos ruviesen a su disposición ma-
distribución, geográfica
· entre , 11 '"'"· 20 5·1 b'1en aj gu-
. . las tribus Jin1t'tt'J'C'' L

teriales que los justificasen al prescribir un programa normal


nos antropologos evoluc1on1stas·' comenzando P'lt"1 ' 1v organ y ·¡·v¡or
para Ja raza humana y al decretar que cada porción indepen-
diente de la hu1nanidad debe[ .. ] pasar a través de una pre-
habían
. . . tenido. , experiencias de can1¡Jo , el intet·c's pr1nc1pa
· · ¡ por . 1'a
1nd1v1duac1on de regularidades y leyes generales del desarrollo
destinada serie de estadios que pueden ser designados con10
social había conducido a una ·separación st.cmprc n1as
· nera entre
Estadio A, Estadio B, Estadio C, etc., estos deberían todavía
afrontar el hecho de que los grupos que se han movido n1ás la actividad de los que recolectaban la documentación etnográfica
rápidamente en la vía del progreso hlln sido prec1san1ente los en e:.can1po Y las acr~vidades de los '~estudiosos de escritorio» que
que no han permanecido independientes [... ] sino los que se analizaban co1nparanvamente esta docuinentación para sisteniati-
han apropiado de ideas de otros y han estado por tanto en gra- za~la en grandes síntesis teóricas. I.os n1ás 1nodestos objetivos de
do [... l de saltar del Estadio A al ·Estadio X sin pasar a través la 1nvesr· · ' d'fu
· 1gctc1on I
· ·
sionista contribuyeron a reducir la distancia
de estadios interniedios. Nuestros antepasados anglosajones entre trabajo etnográfico}' trabajo teórico. l:;'riedrich Rarzel el geó-
no llegaron al alfabeto, o al Credo niceno, atravesando una ~raf~ alen1án que fue el pri1ner in1portante sostenedor d~l difu-
s1on1s1no hacia fi nes d e ¡os anos
, oc¡1enta del siglo XlX, err1pezó a
17
larga «serie» de estadios; ellos saltaron uno y otro. ·
• evo I uc1on1stas
dudar de la validez· d e ¡as. teor1as · · durante el trans-
Si la naturaleza no da saltos, la cultura ciertamente está en grado curso de . ¡ . , .
, sus argos v1a¡es en .A.frica. i\simismo, Boas, también alc-
de darlos. Estos pasajes del Domesday Boak and Beyond constituyen tnan de origen y d e 1orrr1ac1on
r ., ,
un verdadero manifiesto difusionista, reconocido como tal veinte . geografica, desarrolló pioneras
18.VéascR 1-J L · ) ..
43.f· · . N11eva' Y"k·
· O\\'le, I l"lllllfl<'<' Society. v• · íl oni· an d L'1venght, i9io, p.

!_,. lbíd., p. 34.'· '9· Mairland 71 1. B .


~e B . ' ~ ady f'11f1t1,; oh. cit., p. z86.
16. Ídem. • OQS,«fhc] ·
,JfllltLlllon,,,, oh. cit., 276 jtrad. 1t oh. cir, p. 1:;z].
17. Íden1.

¡o 7I
- - - - - - -, - - - -
estallido de la Gran c;uerra, sin embar¡,i:o, los lí1nites y los d(jfec-
in\'Cstigaciones etnográficas entre los esquimales y las tribus an1e-
tos de esta forma de investigación etnográfica
. , que necesºr·
a lamen-
rindias de la costa nor-occidental. F11e sobre todo para den1ostrar
te debía hacer uso de intérpretes y recurrir a particulares técnicas
la superioridad de las hipótesis difusionisras que se organizó en
para recolectar los datos lo más correctaniente posible en el más
Cambridge, prccisan1ente a fines del siglo XlX, la farnosa expedi-
breve tiempo posible, coinenzaban a aparecer. F11e el propio Ri-
ción al f,strccho <le Torres, el brazo de mar que separa Australia
vcrs quien hizo la denuncia sobre esta forma de investigación del
de Nueva Guinea.
modo 1nás claro Y despiadado; pero fue él misn10 quien, de otra
Esta expedición ha sido definida co1no «Un hito en las historias
parte, había contribuido n1ás que ningún otro a promover investi-
tanto de la antropología co1no de la psicología» precisan1cntc por
gaciones de tipo extensivo y a refinar su metodología. En un in-
haber imp11csto «la fusión de los roles, en precedencia separables,
forme sobre el estado de la investigación antropológica aparecido
del teórico y del recolector de datos». 21 Bajo la guía de .i\lfred
en 1913, Rivers sugería la posibilidad de alentar investigaciones «in-
Iladdon, en aquel entonces profesor de zoología en f)ublín y <lo-
tensivas» (intensive work), es decir, investigaciones en las cuales el
centc de antropología cultural física en Can1bridge, nn grupo ex-
antropólogo «norn1almente vive por un año o más en una comu-
tremadamente calificado de antropólogos -casi todos de forn1a-
nidad de cuatrocientas o quinientas personas y estndia cada parti-
ción médica y naturalista, y que comprendía entre otros también
cularidad de su vida y de su cultura llegando a conocer personal-
a Rivers, psicólogo y psiquiatra además de antropólogo- - llevó ::i
ment~ a cada nliembro de la comunidad, no se conforma con ge-
cabo entre el mes de abril y noviembre de 1898 investigaciones de
neralizaciones, sino indaga cada aspecto de la vida y de las cos-
campo antropológicas y psicológicas en 28 islas del estrecho habi-
tu1nbres en los detalles concretos y mediante la lengu~ local». Solo
tadas por pobhtción nJclanesia. J,a expedición, coronada por 1111
a ~rav~s de investigaciones de este género, reconocía Rivers, ba-
éxito sin precedentes, debía brindar un n1odelo de investigación
b~ia sido posible «descubrir el carácter incon1pleto y basta des-
«extensiva» (survty work) destinado a dominar la investigación an-
viado de gran parte <le la enorme 01asa de survey work que hoy for-
tropológica por veinte aiios.' 2 Ya en los últimos años antes del
ma el material de la antropología».iJ
l ! El método·1ntens1vo,· contrariamente
· a cuanto generalmente se
21. Kukhck, The Savage IVith111, ob. cit., p. 139; véanse ta1nbiéu las pp. i42-y. que
suele repetir, no fi:1e por tanto «Jnventauo»
· por Malino\vski du-
n1ucstran corno la exigencia de h111dir los dos rol~ y desarrollar 1nvcsngacio-
_1

ncs de can1po que consintiesen salir de las condiciones artiftc1a\cs dt.'l l~bDra­ 1~· W.11. Hiver'·' ,' Rcport on Ant1)ropo 1og1cal Rcsearch ()utside A.nH:rica», en
WI
torio fi1csc advertida en aquellos aüos tan1bién por los psicólogos. · -LR1vers
Qt¡d F ._, 1\}:'~. Jen ks Y'S,
.G. i\1orley (cds.), Rrports 11pu11 thr Pn:scut Cu11ditío11
i:i.. Sohrc la expedición al Estrecho de l"orrcs y sobre su nnportancHl, 1 éanse
Ufur-eNreds
es sacado de o/-tf>S·'·
~1. u1nce or~ ..
n11thr-opology. Washington, 1913, p. 6. El parágrafo
Fubie{Ü, Storia dell'antropofog1a, ob. cit., pp. 1_;:{,-7, Kc1kl1ck, T'hc S(n:agc H'1th111. ob.
Kuper, A11rhropolog1srs a11d A11rhropo!ogy, ob. cit., p. 20 .
cit., pp. q~-49, y Stocking, .1frn· 'J}!or, ob. cÍL, pp. 98-1!_\".

k· 7l
72
- ·- ·- ·- - - - - - - - - - - - - - -
rante su investigación llevada a cabo en dos oportunidades en las briandcsa <le Malinowski, mostró sus ventajas y potencialidades
islas 1'robriand, frente a Nueva Guinea, entre 191s y 1918. El escri- con una evidencia y una fuerza persuasiva mucho 1nayores que
to de Rivers, como ha sido justa1nente observado, los trabajos surgidos de los pocos y tímidos tentativos de aplicar
el método intensivo antes de la guerra. 2 6
.. J marca ya, a nivel progran1ático, la transición en la antro-
pología británica del 1nodelo de la expedición al l~strecho de Argonauts ofthe Western Pacific inicia con un capítulo introduc-
Torres (en la cual un equipo de investigadores se dividía la civo que constituye la codificación, en muchos casos definitiva, del
tarea de desarrollar un reconocin1iento antropológico gene- método intensivo y de la técnica de la «observación participante'"'·
ral n1ultifocal) al acostumbrado modelo n1oderno de una in- Aun si volviendo a proponer integralméntc los principios nleto-
vestigación sociológica más estrechamente focalizada por parce doiógicos enunciados por Rivers, estas páginas iniciales indicaban
de un singular 'observador participante'. 2 4 a la investigación antropológica objetivos nuevos y grávidos de
consecuencias. El etnógrafi) debía set,,ruir tres líneas de investiga-
Las particulares circunstancias de los afias de la guerra, que
ción: la reconstrucción de la organización social de la tribu esni-
coino es resabido confinaron a Mali11owski en las islas 'frobriand
diada, la transcripción de textos en lengua local, y sobre todo
durante toda la duración del conflicto,'-' contribuyeron, sin en1-
-«a través de detalladas y particularizadas observaciones, en for-
bargo, a acelerar la prueba del nuevo método )' queda fuera de
ma de diario etnográfico»~ el registro de los comportamientos
dudas que la publicación de Argonauts ofthe Western Pacijic, la pri-
de los locales como se manifestaban frente a los imponderables de
mera y más importante monografía fruto de la larga estadía tro-
la vida real. El objetivo final de estas tres líneas de investigac::ión,
recalcaba Malinowski, era uno solo: «captar el punto de vista del
24. Stocking, Afier 1)!01; ob. cit., pp. 122-3.
indígena, su relación con la vida, darse cuenta de su visión de su
25. t"acido en 1884 en Cracovia, entonces parte del in1perio a\1strn-hung{inco
se trasladó a Inglaterra en 1910. l\1a!inowski era todavía ciudadano austríaco
mundo,,.•7 Rivers había considerado el método intensivo si1nple-
cuando fue sorprendido por el estallido de la guerra en 1\ustral1a, donde arric\1gó mente con10 el camino obligado para mejorar la calidad de los
ser JlltC'rnado en un can1po de concentración. De orra parte, en los años de la datos et nogra'fi1cos necesarios
· para proceder a reconstrucciones
guerra Malinowski gozó de una discreta libertad de 1novi1niento y las islas l"ro- histórico-di fu sionistas.
· · • a¡¡ a· d e ¡os pronunc1am1enros
M as · . meto-
briand, contrarianiente a cuanto fue transn1itido por la vulgarff n1alino\v~kiana,
no fueron impuestas cocno lugar de exilio por las a'úroridades hrit:í.nit·a~ ~jno l6.Sobreladc11d
. ' a d e M a¡·inov:s k.l con R.1vcrs y so bre los intentos pren1ahnov.'s-
fueron escogidas como rerrt:'no de investigación por el propio i\tf alino\vski. \' énn" kianos de 11rili zar e ¡ nieto
· d · ·
o 1ntens1vo, .
\"Case Stocking, Aftcr 1"y!oi; ob. cir., pp.
se a este propósiro la vivaz biografía intelectual de Mahuo\vski entre hisrori:i Y '' s-io.
17· Malinov.•ski A · . . .. .
n11to en Kuper, A11thr11p11lugis1s a11d Anthr11p11logy, ob. clt., pp. l'\-37, y el relato cui- t · , rgonauts, o11. en., pp. 14-2s [trad. 1t. A1go11ü11t1 dFI Pao/11:0 orodru-
dadosanicnte docuinentado de Stocking. After Tyfm; ob ("ll ., pp. 144-68. 4 1e. Rorna· Ne .
·
e .
wton ompton, 1973, p. 49]; el curslvo es de l\.tahnowski.

74 7S
- - - - - - - - - - - - - -
111
, ,
d o1og1cos,
ostraban
¡as1:
en
· cas··i·nºntes
. .., " · páginas
cambio q11e
'
una
, del volumen
.
investigación
de ?vtalino\vski de-
llevada a caho
,
segun
l fusinnistas y a1n!)ientalisras- «parece en efecto haber espacio para
un nuevo tipo de tcorÍa».2~ El rechazo de la historia no se mani-
los cánones prescritos por Rivcrs conducía casi fataln1ente a con- fiesta en anaternas o en declaraciones prograrnáticas, sino rnás bien
centrar Ja atención en la riqueza y complejidad de la vida social en un análisis silencioso, pero consrante1ncnte dirigido a conven-
directamente observada por el etnógrafo, a asignar a las e1nocio- cer al lector de que una reconstr11cción histórica de los orígenes y
nes y a los problemas existenciales de los nativos una irnporrancia del desarrollo <le una institución no es esencial para explicar su
00 menor que a los problemas científicos que habían lle\'ado al funcionamiento actual, que el conocirnienro del pasado no es in-
antropólogo al carnpo, a recorrer la red de relaciones que Ct~nec­ dispensable para la C(llnprensión del presente.
taban a las diferentes instituciones y a buscar aquellas funciones Es interesante notar que el único pasaje de Arypnauts qf the West-
sociales que permitían dar sentido a una costumbre o a un ritual en11iac1jz'cen el cual la investigación etnográfica es confrontada con
también sin reconstruir la génesis histórica. la investigación histórica, si de una parte ren1arca la diversidad ele
Ya durante los aíí.os veinte, sobre todo en contextos dcclarada- fuentes y <le métodos entre las dos disciplinas, de la otra revela
01ente polé1nicos, Malinowski habría manifestado una actitud una deuda metodológica con la «ciencia histórica». El pasaje, uno
sien1pre más hostil al uso de métodos históricos en antropología, de los más ffccuente1nente citados, es aquel en el cual Malino\vski
y en uno de sus últimos trabajos (publicado pósturr10 en 1945) ha- afirn1a que el etnógrafo es «Cronista e historiador al rrlismo tien1-
bría llegado a sostener la inutilidad de las fuentes de archivo Y de po, nlientras que sus fuentes son indud~hlcmcnte de fácil acceso,
una investigación convencionalmente histórica para el estudio de
pero t.<irnbién suprcn1a1nentc cvasiYas y complejas, porq11c no son
la transformación social en ,~frica. Según Malinowski, era i1npor- fijadas en inrnutablcs documentos rn:lterialcs, sino encarnadas en
tante solan1 ente ,.Ja historia que sobrevive o en tradiciones toda- el comportarr1iento ·y en la n1e1noria de hombres vivientes».>º c:on
vía virales o en el funcionamiento de las instituciones». 2 ~ En la
n1enor frecuencia se observa que a inducir a Malinowski a hacer
nionografia de 1y22 se bu:;caría en vano ton1ar posiciones tan mo-
explícitas sus propias fiientcs y sus propias elecciones n1ctodoló-
nifiestas. }~n el capítulo final Malino\vski se lin1ita modestan1ente
gicas era, con10 se lec en la frase inn1ediatan1entc anterior a aque-
a observar que el profundo examen de los modos en los cuales los
lla cita<la, la conciencia de que «en la ciencia histórica nadie
diferentes aspectos de una cultura dependen funcionaln1entc l'.~º
podría pretender ser to1nado en serio sí hiciese misterio de sus
del otro «podría suministrar tnaterial interesante para una reflexio_n
fuente.s y hablase del pasado co1no si lo conociese por adivina-
teórica» y a sugerir que-al lado de las teorías evolucionistas, di-

28. B. j\{alino\vski, The f~y11a111ics oj{'ufrurr Cha11ge. An l11q111r;' inro Rao: Rela11o11.> 111
i9. i\lalino\\'Ski, Arf!.1111íl1/t.r. ob. cit., pp. \11-6 [trad. ir. oh. cit., p. 471]
Afi7a1. P\1. Kaberry (ed.). Nev: Havcn-Londres: Yale Un1versity Prcss, 194í, P l7· 3°· !bid, p.~ itrad. ir (lig¡;rani¡;nte niodificada), p. 31]

76 77
- - - - - - - - - - -
ción».l' No hay duda de que Malinowski viese a la ciencia históri- Las fuentes etnográficas, -sostenía ?\1alino1.vski- no difie-
ren esencialn1enti.: de aquellas históricas. r:1 fin de una eLno-
ca con10 un modelo de rigor metodológico por todo lo que él mis-
grafía descriptiva 1.· .] es ib'llalinente casi idéntico a la tarea
mo había escrito en su primera obra importante, The /<'amily arnong
del historiador, siendo el objetivo <le an1bos la exposición po-
the Australiau Abon[,iues, un trabajo «<le escritorio,, terminado en
sitiva de un estado de cosas real. Las reglas de la crítica de las
1913 poco antes de partir para Oceanía, donde habría recibido la
fuentes se aplican por tanto a nuestra disciplina así co1no a
propia iniciación en el campo. Releyendo este libro, hoy casi olvi- cualquier otra ciencia histórica. Esto será obvio para todo et-
dado, se descubre un Malinowski ya crítico de las teorías históri- nógrafo que lea el excelente n1anual de los señores Langlois y
cas propuestas por los antropólogos evolucionistas, en donde «la Seignobos, en el cual es proporcionada la dernostración de la
comprensión de los hechos reales es sacrificada a estériles espe- indispensabilidad de tal crítica.16
culaciones sobre un hipotético estado de cosas antcrior>>,l' y mu-
cho inás interesado en lograr «una cuidadosa descripción de los En aquellos años, 1'.-1alinowski no era el único en deplorar la in-
hechos y de sus mutuas dependencias como existen hoy en las so- difCrencia de la antropología respecto de la crítica de las fuentes.
ciedades primitivas vivientes».ll l\l mismo tiempo Malinowski su- Marcel Mauss, en su fragn1entario estudio de 1909 sobre la plega-
l1raya con fuerza la necesidad de someter a las fuentes etnográfi- ria -publicado recién años 1nás tarde y por tanro presumiblen1ente
cas, a menudo en contradicción una con otra y diversamente aten- ignoto a Malinowski-, notaba que es necesario un procedimien-
dibles, a una crítica mucho más rigurosa de C\Ianto fuese costu1n- to especial para extraer «los hechos que sirven <le n1ateria a una
bre entre los antropólogos. «Pero tal crítica», añadía, «no puede teoría de la plegaria» de la docun1entación histórica y etnográfica
ser arbitraria; debe conformarse a reglas estrictas,,.J4 Y estas reglas en la cual están registrados. Tal procedimiento, continuaba ?vlauss

eran ahora proporcionadas por la ciencia histórica, que precisa- refir_iéndose tan1bién al 1nanual de Langlois y Seignobos, «CS aquel
mente en aquellos años, con la publicación de los manuales de I ,Hn- particular rnodo de observación que las ciencias históricas desig-
glois y Seignobos, y de Bcrnhcim,'-( celebraba sus faustos meto- nan con el nombre de crítica». Partiendo de los mismos datos de
la historia, la sociología habría debido aplicar los mismos méto-
dológicos.
dos. Pero esto sucedía raran1ente, sobre todo en relación con la
31. Íde1n. •. etnogr'lfía·
' · « jo
" fll"'dp1a
· escue
,• ¡a antropo l'og1ca
· ut1·¡·iza generalmente
~~- B. Malino\vski, Tht Family among tbi: A11stralia11 Aboriginr.r. A Soáologic11i .i'tudy.
Londres: University ofLondon Press,19q, p. Vil.
f-lachene ' i8 98' Bern 11c1n1, !
· 1·,,. Lthr.1uch drT /J1J/11rischr11 l1l'thod1' u11d di:r Gr.rc/.nchrs-
~3· lbíd.,p. lX. philo.ro"h'. 1 . . e·
r' r. ,e1pz1g; ,oc~chcn, i908 (6).
34. Ibíd., p. 18. 36
'.\_\. (~ \' Langlois y C. Seignobos, lut1·oductio11 aux (rudt.r fnstonqurs París: hlalinos1i.'k1, ·rht Fami!y, ob. cit., p. 18.

¡8 7Y
·-~=-~------- - - - - - - - - -
los materiales etnográficos <le los cuales se sirve sin haberlos sufi-
T de fines del siglo XIX no haya contribuido -gencran<lo aquel «pu-
cientemente criticado».J7 Estas citas nos 01uestran que en los ai'ios ris1no» que se encuentra clarainenre en las numerosas ton1as de
forn1ativos de la antropología social, sus fUndadorcs no eran igna- posición sobre las relaciones entre antropología e historia de par-
ros y todavía nienos despreciaban los métodos de los historiado- te de Radcliffe-Bro\vn- a convertir de hecho n16s neta y prolon-
res. Al contrario, ellos reco1ncndaban su aplicación a las fuentes ga<la la separación entre las dos disciplinas en el periodo entre la
etnográficas. No hay que olvidar que en 1899 Mairland había re- prin1era y la segunda guerra mundial.
prochado a la antropología no solamente sus inclinaciones cientí- Esta actin1d se encuentra expresada ya sin ambigüedad en el
ficas, sino tan1bién un escaso rigor en el uso de la evidencia docu- volun1en de 1922, The A11dan1an lsfanders, fruto nluy tardío de una
mental: las presuntas pruebas a favor de las teorías evolucionistas, investigación desarrollada por Radcliffe-Brown entre 1906 y 190 s
había afirmado, se deshacen cotno nieve al sol «apenas llegan a y de una redacción del texto completada desde 1914. Alun1no de
. . .
manos de hombres adiestrados en una severa escue l a l11stor1ca». 1"
I-Iaddon y Rivers en Ca1nbridge, en su trabajo de campo en las
c:iertamente 1'.1auss no escondía su animadversión hacia la ten- islas Andaman, uno de los archipiélagos del golfo de Bengala, Rad-
dencia de los historiadores de hacer de la crítica casi el fin de la cliffc-Brown había utilizado un método intermedio entre el
investigaciónl9 y 11alinowski, sobre todo después de la experien- survcy work y la investigación intensiva. J)urante la larga fase Je
cia de campo, distinguirá entre las fuentes del historiador y las «SU- elaboración de datos y de redacción llabía luego recibido la in~
prcmamente evasivas y complejas» del etnógrafo ..!\. pesar de eso, fluencia decisiva de la escuela sociológica de J)urkheim y Mauss.
hacia 1910 la antropología estaba asi1nilando las lecciones metodo- Según lo que el propio Radcliffc-Bro\\'n escribía en una carta a
lógicas de la crítica histórica y estaba en un sentido importante, Mauss, durante unas conferencias dictadas por él en 19ro en c:an1-
recogiendo la invitación de Maitland a hacerse historia:1-º Nos po- bridge, habría tenido por primera vez la posibilida<l de presentar
dernos más bien preguntar si, paradójicamente, precisamente esta a un público inglés las tesis de la escuela del «i\nnée Sociologi-·
fan1iliaridad con el extremo rigor positivista de la crítica histórica ;u~"- 41 La influencia de Ernile f)urkheim (y en particular de su
ra a¡o l as rorinc.r
ult1mogrn11r·b· ,. · deia vtc· re¡··
e·¡·ementazres 1y,1cusc de 1912)
17· M. lv1auss., «La priCno>>, en OeuvrtJ', vol. l. París: r.tos Éditions de t-.1inllic esdeotra¡) arte v1s1
··¡·¡·· ¡ ., ,.
)J 1s1ma en a secc1on teor1can1cote central de

1968, pp. 388-9. la ~nonografía sobre las /lndarnan, en el quinto capítulo dedicado a
38. /'vlauland, «The Bo<ly Po!itil",,, ob. cit., p. i95. la 1nterpre1· ac1on 1 1 ceren1on1a.
·' te · l Rad c['f'
1 rc-l~ro\\'n esclarece inn1e-
19· !\.Iauss, «La prierc,,, ob. cit., p. 388. diata111cntc que «por 1nterpretac1on
· ¡ 11na costun1brc se en nen-
·, le .
40.No es inlitil recordar que «The Body Pohti1.>, el ensayo de J\.Iaitland qnc
contiene su predicc1ón sobre el futuro de !a antropología, fue publicado póstu-
1no precisamente en ar¡ucllos años, en 1911.
41.VéascSr
' oc k'ing, · .
/Jfitr T;'!°'~ ob cit., p. 3o 9.

80

L.~--
- - - - - - - - - - - - - - - - l
de un discurso pronunciado en julio de al¡uel 1nis1no a no..
- ·\I e¡·J-
de aquí el descubrimiento, no de su origen, sino de su significado
rigirse a la Sección E de la South i\frican i\ssociation for the
· ) 4' ¡ ., co'tu1'1hrcs andamanas observad.as en el ca1npo
( nitan111r:, "· '" 5 ·' ' · 1\dvancement of Science, su punto de partida había sido la cons-
eran oh~'ian1 cntc el producto de un largo proceso evolutivo, pero
tatación de que para designar el estudio de la culnira erun ern-
buscar el origen o intentar recorrer su evolución, le parecía una
pleadas denominaciones dií'ersas-etnología, antropologÍ8 social,
einpresa vana: «en ausencia de cualquier documentación históri-
antropología cultural- sin una estable y coherente distinción . -\1 as

c:.1, lo máxinio <iue podríamos hacer sería intentar lograr una re-
allá de esta confusa terminología, le parecía evidente que existie-
construcción hipotética del pasado, la cual, en el estado actual de
sen dos métodos de explicación claran1ente distintos: el n1étodo b11-_
la ciencia etnológica, sería cosa de dudosa lltilidad,,.43 Bastante más
tórico y el que definía como método inductivo. Su propuesta era de
proinetedor se presentaba el estudio del «significado>> de una co~­
reservar el término «etnología» para indicar los esn1dios que ha-
tuinbre, sea de su función social. «C:ada costumbre o creencia
0 cían uso del método histórico y el tér1nino «antropología social»
desarrolla en una sociedad primitiva un determinado rol en la vida
para designar en cambio los estudios que se valían del tnérodo in-
social de Ja comunidad, exactamente co1no cada órgano de un ctter-
ductivo. Si bien no escondiendo su escasa simpatía por el método
po viviente cutnple un cierto papel en la vida general del organis-
h.istórico, incapaz de proporcionar leyes generales corno las reque-
1110,,,44 Determinando la contribución c1ue una costumbre o una
ridas por las ciencias inductivas, Ra<lcliffe-Brown no podía dejar
creencia aportaban al funcionan1iento del organismo social, .el ~~­
de reconocer que una vez que se posCyeran datos históricos ade-
tropólogo estaba en capacidad de descubrir su significado; ,s1g111r~­
cuados era posible 11tilizar tal 1nétodo para esrudiar los hechos de
cado del que los nativos, la mayoría de las veces, no ten1an n1aS
la cultura. Pero «Si ahora consideran1os las instituciones de los pue-
'l.ue una vaga conciencia. blo~ no civilizados», se apuraba a añadir, «debemos adn1itir que
La ausencia de docun1entación histórica y la inutilidad-o algo
casi no t enemos d atos h.1stor1cos».
' · G ran parte de los estudios et-
peor- de las reconstrucciones hipotéticas del pasado, serán mo-
nológicos eran por tanto condenados a agotarse en reconstruccio-
tivos recurrentes en los trabajos teóricos de Radcliffc-Bro\\'ll. Uno
nes puramente conjeturales y en definitiva seudo-hisróricas.4'
de lo~ nás importantes -a11téntica carta de fundación de la 3n-
1 1
tropología social- es todavía su artículo .e.le 1923 sobre los n éto-
<los de la etnología y de la 3ntropología social, q11e reto1na el texto ~5· A. R_ Radcliffe-Bro\\'11, ,:rhe ;\lctbods of Ethnology and Social i\nthropo-
~g'."• en -'"Y1I'thod in Social A11thrvpology, ?vlysorc :'\l. Snn1vas (eJ_). Cliicago: 'fhe
Ro·- ', of ('hicago
lltversirv ~ , l'ress.. ,i91 8,p.4 ¡tra ¿ .lt. ¡¡ mrro d 011c!'1111trupo!og1a,onalr',
¡ ·
42. Radc\ift(:- Bro\vn, 'l'h1' il11da1111111 {J/andcrs, ob. cit., P- 229. mu. Ofhc1na Ediz1on1 · ~ P- 28'
, iy,..i., ' ·- E.l ensayo aparcc10· ong1nan·1n1rntc
· · en el
South//fi' cr . ' - · '
4~- Ídcnl. nca 11 .rourua! o/ Scinicr, X'\ (iyzj), pp. 124 _47.
44- Ídcn1.

8;
- - - - -
(~01110 ha siclo 111uchas veces seiiala<lo,41' a convertir este artícu- ción de dependencia unilateral (011e-sided
, dcjJeuJ,.,,, t·) · :'
'l.H::ntrc1s la
antropología social puede
, obviar
. a la ctnolog·í.,"' ¡.," ctn o ¡og1a
• pare-
lo de 1923 en Li verdadera carta de fundación de la an(ropología
ce no poder renunciar a ciertos presupuestos que pertenL'cen ,
social son el ardor, la precisión y la radicalidad con hi cual es pe- ·¡· ~
mo, do. espec11co a la antropología · Er~
_ ·social»-'º "" un-" ,,' 1·sion
,·' hcge-
rorada la causa de una antropología social como <<ciencia inde-
pendiente, dotada de un específico campo de investigación y de
propios n1éto<los distinrivos».47 ,\1 sostener esta tesis, l~adcliffe­
- . .
' .
1non1ca <lest1n<ida a triunfar en C;ran Bretafia y en¡,,. ot . ·
del (,on1mon\vealth y a ser en cambio totaln1ente rechazada -al
=p···~

Bro\.vn-extcndiendo a la antropología social la reivindicación de menos hasta la Segunda Guerra Mundial- en :\len 1ania Fran-
cia, Italia y en el resto de Europa continental
" · J)c'stc'11to
· nues'
'an1ente
::n1to[lomía propuesta por Durkhcitn para la sociología desde 189_¡-
fue el caso de los Estados Unidos., país· en el c11al mtccl1os ernincn-
·
tcnía en mente sobre todo a la psicología. El objetivo de la antro-
tcs antropólogos no desdeñaban en definirse etnólogos y se decla-
pología social debía ser «Cl descuhrirniento de leyes que no son
raban fieles al método histórico, y donde RadcliffE--Bro\vn llegó
absolutainente psicológicas».48 Pero él indiscutiblemente aml)icio-
naba de1narcar ta1nbién el territorio de la antropología social del en 1931 l_la:nado a enseñar antropología en la todavía joven, pero
ya presng1osa Universidad de Chicago.
territorio de la etnología, y establecer más bien una clara jerar-
quía. La etnología, a su parecer, si de una parte podía "l)roporcio-
nar a la antropología social pocos, poquísimos ele1nentos nuevos,
2.2. En Norteamérica: Boas, Kroeber y Radcliffe-Brown
y nada más», de la otra no habría ja1nás llegado tan lejos sin el
auxilio de la antropología social.4>' Au1nentando ulteriormente la
Es un lugar con1ún no carente de verdad sostener que si la antro-
dosis, Radcliffe-Bro\vn acusaba a la etnología de ser, a diferencia pología social debe sus propios n1étodos <le investigación de catn-
~o a 11alinowski, en cambio fue Radcliffe-Hrown quien le dio ]::i
de la antropología social, una disciplina anticuaria sin ning;nna nti-
imp~onta te'.}rica decisiva. Pero mientras el polaco 11alinol.'-'ski, que
Ji<lad práctica y concluía afirtnando que «Una vez reconocid<is la
hab1a estudiado en C:racovia y después en I~ipsi::i antes de lleg:ir a
ernología y la antropología social cotno disciplinas separadas, his-
Inglaterra , tuv o co1no a ¡u1nnos en sus seminarios . . de Ja f,ondon
tórica 11na e inductiva la otra, la relación entre ellas será una rela-
School of }'co
• nomics· . , a to dos, o a casi. todos, los n1avores antropó-
logos británicos
.
fi01·n1a dos. entre ¡os anos
- veinte
· ·.
y treinta, el inglés
.1ó. \ 1 l·ase por últ\1110 Sclinepel, "l~thDologic und Ge~ch1clue,., ob. cit., p. 111. Radci1ffc-llr own, e ¡ 1nas• ¡)rJ·¡¡ ante 1ovcn
· •
exponente <le la escuela
47 ]{;1dcliffe-·Brov;11, "'l'he :\-1crhods of Ethnology,,, ob. cit., P- r8 [tr:id. Í! ob . a de e an1 1)rJ·¿ ge antes del csralli<lo <le la c;ran c;ut>
antropolt1gic
c11 (hgeranientl' 111odificada), p. 41 I
48. Ídcn1_ Jo. Ibíd ., P· 27 [trad_ Jt.,
. P- ¡.
49 lhítl, P- 21' \rraJ. it., p. 48j 49

8r
- - - -
~~=m
· · ' su ,·nfluc,1c,·a .solo a distancia
. a través de. sus escritos.
. tropológica había alcanzado un grado de solidez suficiente para
Nacido en 188 1 (y por tanto tres años mayor que J\.1abnov.rsk1), en- justificar la creación de un departamento de antropología autó-
tre 1909 y 1914 había dictado cursos en Cam_brid~c, en la l_-on_don 001no; pero, después de la separación, el nuevo departan1ento ha-
School of Economics y, por último, en la Universidad de 131r1n1ng- bía rnantenido un interés por las ciencias sociales lo que explica
han1 su ciudad natal. Desp11és del final de la guerra, sin embargo, probable1nente la decisión de Chicago de llarnar a un antropólo-
su c~rrera se desarrolló por veinte aií.os lejos del suelo británico. go de inclinaciones tan n1anifiestamente sociológic;is conio R.adcli-
Profesor de antropología desde 1921 a 1926 en la Universidad de ffe-Bro\Vll. ,\un contando entre sus n1ien1bros a varios alurnnos de
e_:iudad del Cabo, en Sudáfrica, se trasladó luego a Sidney, donde Boas, no rotaba en una órbita boasiana y ofrecía por tanto un am-
perrrianeció por cinco años antes de ser llamad<~ a Chicag~. l,a tra- biente congenia) con el recién llegado y con su proyecto de impo-
dición oral, refiere Stocking,S' cuenta que Ch1cago logro ascgu- ner los métodos y los objetivos de la antropología social también
s ,¡ya célebre Radcliffe-Brown alcanzándolo en /\ustralia con
raLc" 0 en los Estados Unidos. 'l
un relegraina y ganando así por puesta de mano a Harvard que le En el mundo antropológico nortea1nericano, sin embargo, las
había hecho llegar su propia oferta por correo. Desde Chicago ha- escuelas boasianas -y su concepción de las relaciones entre an-
bría regresado a Inglaterra solo en 1937 para obtener la cátedra tropología e historia- continuaban siendo dominantes. Las razo-
<le antropología social en Oxford poco antes, curiosamente, qu_e nes que justificaban el estudio del P?sado también cuando la
Malinowski dejase I~ondres para transferirse a los Estados Uni- documentación más convencionalmente histórica se presentaba
dos donde habría muerto pocos años después en 1942.5i escasa o casi inexistente, habían sido expuestas por el propio Boas
{~ 0 Chicago, la antropología había tenido una historia intele~­ en un artículo de 1920. Boas reconocía que «en el ámbito de la et-
rual e institucional bastante anón1ala en el panorama estadouni- nología, en el cual, en la n1a}'Of parte de las regiones del n1undo,
dense. El departamento de sociología, destinado a volverse fa1no- ningi.'1n hecho histórico está disponible si se exceptú.'ln los que pue-
so sobre todo por las investigaciones de sociología urbana irnpul- den ser revelados por el estudio arqueológico", cada reconstruc-
,
sadas por Robert Park y Edward Burgess, h ab1a nac1 o iunto
·¿ · con
ción de carácter histórico debía confiarse a infCrencias y a mc'.>-
·
ia universidad en 1892 y desde los primeros - 11a b'Ja d ad)l am-
anos todos indirectos. Recordaba que estos métodos basados "en la
· asu1n1en
plio espacio a la antropo 1og1a, · d o h'as t a e 1 nombre .de IJe- ,comparación de fenón1enos estáticos acoplada al estudio de su
partment of- Soc1ology
· an d A nt h ropo Jogy.• J:.n
e i929 la sección an-
SJ. El estudio ni:ís co111pleto sobre el naciniiento y el Jesarrollo 1111c1al de la
sociología
S . j• I· • · en Cf
.1 .. nrropo ¡og1a ·
, ucago penuancce aque. 1de R.E.L.
· 1-ans,
· · Cb101gu
ilfi1·r 'r;,!or, ob. cit., p 3.l)·
;-1. " 'l"ck
. , · ·son sacadas de Ku~ 1 '
1 R<l dc¡1fl·t:- Brown Oc1ofoq,, l"'O-//I¡• Ch. . . TI ie ,unn·ers11y
. o ¡· ("!, 11cago
. p ress, 1970 (2) Sobre
,
¡2 Estas notH;1as lnograficas SO)fC ~ "- "~. - 1cago.
Radcliffe-Br-'""•• , ('I · ' · ,. lfr. ·1· 1 J ·
u,..· ,en .11cagovease::itoc·1ng.,. er .YOl",DJ.Clt.,pp.i,;:2-60.
1·he St1r11ge fVilhi11, ob. cit., p. i.14.

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- -
. ·¡ ·· r·'n ºnálorros a los empleados por los esn1diosos de dica<la a la discusión <le la apenas cita<la frase <le Boas. 1(' Si este
d JStfl ll1ClOD» e a '-' b · '
filología con1 parativa. «}:s obvian1cntc verdadero», había. conclui- encuentro mantuvo un carácter privado, forn1a pliblica y tonos
do Boas, "que no podren1os jamás esperar obtener datos 1ncont:o- encendidos, asumió, en cambio, un par de años n1ás tarde un
vertibles respecto de la secuencia cronológica de los eventos, s1ru1 intercambio de puntos de vista entre Radcliffe-Bro\vn y ..-\lfred
algunos an1plios escenarios generales pueden ser delineados con Kroeber, el rnás eminente entre los alun1nos de Boas. En 1y34 se
un elevado grado de probabilidad, o hasta de certeza».54 Unos doce iniciaron las hostilidades con la publicación <le un breve ensayo
años m<'Ís tarde, cuando Radcliffc-Bro\vn se había ya asentado en de Krocber sobre las terrr1inologías de parentesco de cinco grupos
Cbicago, al indicar los objetivos de la antropología, Boas h~bía r~-· amerindios de California nor-occidenral. Reverdeciendo un de-
afirniado no solo Ja posibilidad, sino la esencialidad <le la investi- bate que hallaba sus orígenes en la distínción entre sisten1as «cla-

gación histórica, afirmando que:


sificatorios» Ysisteinas «descriptivos» de parentesco trazada en 187r
por J..1organ en S)1stems oj.C'onsanguinity, y que afias antes había ya
[ .. ] el niatcrial de la antropología es tal que debe necesaria-
visto a Kroeber y a Radcliffe-Brown enfrentados en orillas opues-
niente ser una ciencia histórica, una de las ciencias cuyo inte-
tas/7 en este ensayo Kroebcr había reafirn1ado su convicción <le
rés se concentra en el tentativo de con1prender los fenón1e-
que los sisten1as de parentesco fuesen «in1ágenes más que imper-
nos individuales n1ás que en la definición de leyes generales,
las cuales, debido a la complejidad del 1naterial, resultarían fectas de las organizaciones sociales e instrun1entos otro tanto irn-
necesariamente vagas y, podríainos casi decir, tan obvias de perfcctos para reconstruirlas». Eran tan1bién sisre1nas de pensa-
. ' \( n1iento dotados de una existencia histórica propia y «el n1omento
ser de poca ayuda para una rea l co1nprens1on.
preciso para afrontar el problema de su relación con las institu-
J~n 1 Boas había ya superado los setenta años, pero su voz ciones coexistentes», sugería Kroeber, es regularn1ente «Sucesivo
193
era todavía de gran autoridad y su alusión a Radcliffe-Brov.'n Y no anterior a por lo menos la intuición de ciertos aspectos de su
suficientemente clara para inipulsar a este i.'lltimo a organizar en histori<i».>8
(~hicago en 1933 una especie de n1esa redon<la específicamente de-
56· Véa~c Stocking, Afro· "f)i/01; ob ("Ít., pp. , 54 _5.
Boas ,:fhe Mc-tho<ls of Etbnology,,, en Racc, /..,anguage and Culrun·, ob. cit., 57. Los tc>.:tos-clave de este debatl" son út1ln1cntc recogidos en la parte final del
·~ ' . . . . .
p. 284. Artículo aparecido orig1nanan1ente en Amrncan An1h1opofug1st, 11. .,
5 ~ volun1en cd·,.1 a J o pllr '.
,, Rc1nottl,· ¡ Sl.ift/111 d.1part11rc!11.111nn:
, . Locschcr, 1974, pp.
2l'í7-3n.
(1920), pp. ;11-22. 1111d sB.A.L · Kn),,¡,,,.
·'' l~oas, .:rhc i\Ín1s of 1\nchropological Rescarch», en Race, Lang11ag" .. \' k J N c1g1
, "llro·an 1 bonng
· K.1n ·¡,crn1 Svstcn1s» en '¡,,,,\·11t11n·
i '
.f Culture· c1i·,.cago- ¡~Onures:
, . o ¡· C htcago
'l'h e U n1Ycrs1ty . . Prcss, i9_,2,
' p. zo1 [trad.
0
. ¿· . l d 9l.' fue
Culrurc, oh. cit.. p. 2_;8. El ccxco del discurso, J1ctado en 1c1ein )re e r -,
pnhlica<lo onginarian1.;1uc en Sricnce, 1.XX\'I (19~2), PP· 6o,;-i3.
!t.L1111aruradf!e u cu ¡tura. Blo ogna. ¡ 1.\lulu10,1974,
· p. jó1]. El. cnsavo ap:1n•c10,

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