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Comprendiendo las experiencias de las mujeres que maternan en el contexto de


la violencia doméstica: Implicaciones para los prestadores de servicios
comunitarios y judiciales relacionados1

Peter G. Jaffe, Ph.D.

Claire V. Crooks, Ph. D.

Autores comisionados por Violence Against Women Online Resources

Fecha de publicación: Febrero 2005

Tabla de Contenidos

 Sumario
 Introducción
 Temas que subyacen a los desafíos de maternar en el contexto del abuso hacia
la mujer:
o El maternaje puede ser afectado por la experiencia de la violencia.
o El esfuerzo de los profesionales para diferenciar conflicto de violencia.
o Las mujeres abusadas enfrentan con frecuencia continuos riesgos por
parte de su pareja luego de la separación.
o La violencia doméstica es altamente relevante para la determinación de
la tenencia de los hijos.
o Con frecuencia la significancia de la violencia doméstica es pasada por
alto por la familia, los tribunales, abogados y los servicios relacionados
con la justicia.
o Las mujeres abusadas experimentan con frecuencia dificultades en el
acceso a apropiados servicios de asesoramiento legal y de salud
mental para ellas y para sus hijos.
 Recomendaciones para los prestadores de los servicios comunitarios y
judiciales:
o Entrenamiento para la evaluación y el manejo del riesgo actual.
o Entrenamiento para los prestadores de servicios relativo a la exposición
de los niños a la violencia doméstica, y cómo discutir estas
preocupaciones con las madres.
o Priorizar la necesidad de seguridad en la planificación de la
intervención.
o Evaluar la violencia doméstica en los procesos por custodia.
o Brindar entrenamiento específico al personal judicial.
 Conclusiones
 Referencias

Sumario

1
Traducción de Licenciada en Trabajo Social

Susana Tesone
2

Aunque existe un reconocimiento creciente en el servicio social y los sistemas


judiciales de que la violencia doméstica tiene un impacto dominante y negativo sobre
las víctimas, generalmente la comprensión de este impacto no toma en cuenta el
funcionamiento de las mujeres como madres. Este trabajo identifica y discute siete
temas centrales que ponen de relieve la intersección entre el abuso hacia la mujer y su
capacidad para maternar. Se plantean implicaciones y recomendaciones específicas
para los prestadores de servicios comunitarios y legales/judiciales.

Introducción

Hoy la violencia doméstica es reconocida claramente como un comportamiento


criminal, pero es minimizada con frecuencia en el contexto del maternaje. Este impacto
es negativo y produce efectos directos e indirectos tanto en las mujeres como en los
niños2. Vivir con violencia aterroriza a los niños y presenta una barrera tremenda para
la confianza y los recursos de las mujeres para satisfacer las necesidades de los hijos.
La dinámica de la violencia interpersonal contradice los principios fundamentales de
respeto mutuo, confianza, igualdad y cooperación requeridas para una efectiva co-
parentalidad. En una época en que la sociedad y el sistema de justicia están
reconociendo en forma creciente el importante rol de los padres varones y alientan a
una involucración más activa comparada con las generaciones anteriores, los
perpetradores de violencia doméstica requieren ser exceptuados de este pensamiento.
Este artículo identifica temas centrales en la investigación que subrayan los desafíos
que las mujeres abusadas enfrentan como madres. Además, se discuten las
implicaciones de brindar a estas mujeres un servicio efectivo en la comunidad y en los
sistemas de justicia. En el comienzo de este artículo los autores desean reconocer que
los hombres también pueden ser víctimas de violencia doméstica. Sin embargo,
estadísticamente son las mujeres quienes siguen siendo las víctimas principales en las
relaciones heterosexuales. Las mujeres tienen más probabilidad que los hombres de
ser atacadas físicamente, pasan más tiempo recuperándose de las heridas
relacionadas con el abuso, reportan temor a la violencia de su pareja, e informan
sentirse deprimidas como resultado de la violencia que experimentan. Dado que
predominantemente las víctimas de la violencia doméstica son mujeres, este artículo
hace foco en la intersección entre violencia doméstica y maternaje. Además, la
violencia también existe en un rango de relaciones no tradicionales; sin embargo,
estos temas escapan al alcance de este trabajo. Hay una clara necesidad de una
investigación que aborde específicamente la violencia y las disputas por tenencia en
las relaciones entre personas del mismo sexo y en otras constelaciones familiares.

La identificación de la violencia doméstica y la comprensión del impacto sobre una


mujer es difícil en sí misma. Cuando son considerados su rol materno y el bienestar de
sus hijos, estos temas se tornan aún más complejos. Aunque con frecuencia los
servicios compartimentan las experiencias de victimización de las mujeres y su rol
como madres, estas facetas de sus vidas están inextricablemente entrelazadas. Ser
víctima de violencia afecta la habilidad para maternar. Ser una madre afecta las
decisiones enfrentadas con respecto a estar siendo abusada. Sin importar si una mujer
decide o no abandonar una relación abusiva en un momento determinado, ellas
identifican con frecuencia que su comprensión del mejor interés de sus hijos ha
constituido un factor central en la toma de estas decisiones (Hilton, 1992). Las
2
En lo sucesivo se utilizará el género masculino para referirse a los niños y a las niñas (N. de la T.)
3

preocupaciones que sienten las madres por sus hijos en estas circunstancias varían
desde la supervivencia básica (es decir, refugio y comida), a las preocupaciones
acerca de la intervención de los servicios de protección infantil respecto de la
percepción del daño emocional sufrido por los hijos que no tienen contacto con una
figura paterna. En muchos casos, las mujeres pueden inadvertidamente ponerse en
riesgo a sí mismas, manteniendo el contacto con una ex pareja peligrosa a fin de
facilitar el contacto padre-hijo, creyendo que ‘cualquier padre es mejor que ninguno’.

Muchas mujeres que experimentan violencia en sus relaciones íntimas tienen contacto
con una amplia variedad de prestadores de servicios sociales y de salud. No todas las
mujeres revelan la violencia íntima de su pareja, y no todos los prestadores de servicio
saben cómo preguntar acerca del abuso. Recientemente se han desarrollado algunas
iniciativas para implementar una exploración universal del abuso femenino en los
servicios médicos, de salud mental, asesoramiento en adicciones y sociales (Ebell,
2004; Little, 2000). Además de que preguntar acerca del abuso sea un paso
importante, existe un gran vacío en el entrenamiento en estrategias de intervención
que incluyan una exhaustiva evaluación del riesgo, derivación a los servicios
especializados, y manejo del riesgo. Este vacío se hace aún mayor cuando los
profesionales consideran el impacto de la violencia doméstica en el maternaje y en el
bienestar de los niños.

Existe una disyunción similar entre lo que los profesionales preguntan y saben hacer y
la información en el escenario (setting) judicial. En el peor de los escenarios, “qué
hacer” puede variar desde culpar a la víctima por no proteger a los niños, a sospechar
que la misma está haciendo acusaciones falsas como una táctica para obtener la
mejor parte en los arreglos procesales financieros y por custodia. Un extremo menor,
pero de respuesta demasiado habitual, es creer en la revelación, pero no ver la
relevancia de los procedimientos judiciales. Reconocer la relevancia de la violencia
doméstica en los procedimientos de tenencia de los hijos requiere un significativo
cambio de paradigma desde las nociones prevalecientes acerca del cada vez mayor
rol de los padres varones, la preferencia por tenencia conjunta y planes compartidos
de parentalidad, énfasis en la mediación y en la resolución de conflictos, y lo notable
de la construcción “padre amistoso”. En particular, la construcción del padre amistoso
es ampliamente adoptada por los jueces, los abogados en familia, mediadores, y
evaluadores para premiar al padre que tenga más probabilidades que el otro de
promover un contacto y una relación positiva con los niños. En los casos de violencia
doméstica, una víctima de abuso que intenta limitar el contacto con un abusador
puede ser considerada hostil y poco amistosa, y ser castigada por sus protestas y
vigilancia.

Aunque algunas víctimas de abuso intentan limitar el contacto padre-hijo, muchas


señalan que quieren que sus hijos tengan relaciones con sus padres, a pesar de la
historia de abuso. Algunas mujeres reconocen los riesgos, pero valorizan las
relaciones padre-hijo si pueden manejarlas en forma segura (Arean y Davis, en
prensa; Tubbs y Williams, en prensa). Otras madres pueden estar motivadas por
sentimientos de culpa por haber instigado la separación en la familia. Un tercer grupo
puede no tener conciencia o darse cuenta del nivel de riesgo actual, y evaluar la
seguridad de forma incorrecta (Campbell, Sharps, y Glass, 2001). En forma opuesta a
la preocupación de algunos padres y abogados de que las mujeres utilizan
4

acusaciones de violencia doméstica fabricadas para mantener a los padres alejados


de sus hijos, nuestra experiencia como evaluadores de custodia es que muchas
mujeres golpeadas minimizan el abuso a fin de lograr un acuerdo menos confrontativo,
razonable y oportuno (Jaffe, Crooks, y Poisson, 2003).

Temas que subyacen a los desafíos del maternaje en el contexto del abuso hacia
la mujer.

Hemos identificado siete temas que creemos son centrales para la comprensión de las
dinámicas de la violencia doméstica y el maternaje. Más aún, argumentaríamos que es
esencial para los prestadores de servicios comprender estas dinámicas a fin de
proveer servicios apropiados a las mujeres que son víctimas de violencia doméstica.
Estos siete temas incluyen: 1) La capacidad de maternaje de las mujeres puede estar
afectada por la experiencia de la violencia; 2) Los profesionales luchan para diferenciar
conflicto de violencia; 3) Las mujeres abusadas enfrentan con frecuencia riesgos
continuos luego de la separación de su pareja; 4) Los niños son afectados
negativamente por la exposición a la violencia doméstica; 5) La importancia de la
violencia es pasada por alto con frecuencia por los juzgados de familia, los abogados,
y los servicios judiciales relacionados; y 7) Las mujeres abusadas experimentan con
frecuencia dificultades para acceder a un apropiado asesoramiento legal y en salud
mental para ellas y para sus hijos.

El maternaje de las mujeres puede ser afectado por la experiencia de la


violencia.

Vivir con violencia puede afectar el maternaje de una mujer de formas directas e
indirectas. Algunos investigadores han encontrado que las mujeres abusadas ejercen
su maternidad tan efectivamente como sus contrapartes no abusadas, a pesar de los
obstáculos que enfrentan (Holden y Ritchie, 1991; Edleson, Mbilinyi y Shetty, 2003).
Las mujeres abusadas pueden ser tan nutrientes como cualquiera otras madres y aún
tratar de compensar por la violencia de sus parejas (Sullivan, Nguyen, Allen, Bybee y
Juras, 2000). Sin embargo, el estrés que experimentan las mujeres en una relación
violenta puede llevar a crecientes síntomas físicos y psicológicos, así como a una
efectividad reducida en el manejo de los niños (Jaffe, Wolfe y Wilson, 1990;
Levendosky y Graham-Bermann, 2000). Los efectos del abuso pueden incluir niveles
más altos de depresión maternal, que ha mostrado estar relacionada a la severidad del
abuso, en donde niveles de violencia más severos están asociados con niveles más
elevados de depresión (Campbell, Kub, Belknap y Tempin, 1997). Las mujeres que son
abusadas pueden sentirse abrumadas/agobiadas por intentar sobrevivir en el día a
día. Al mismo tiempo tienen que proporcionar un cuidado sensible y efectivo a los
niños, quienes probablemente estarán exhibiendo sus propios síntomas de
angustia/aflicción. Cuando los niños más necesitan que su cuidadora primaria esté
disponible y contenedora, ella está en peores condiciones para responder a estas
demandas. Algunas mujeres experimentan consecuencias en su salud física y mental
a largo plazo que finalmente afectarán su maternaje, incluyendo índices elevados de
abuso de sustancias y problemas de salud mental. Para otras mujeres, separarse de
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su abusador resulta en un mejoramiento en su adaptación y en la de sus hijos


(Edleson et al., 2003; Jaffe et al., 1990).

Las madres pueden sentirse defraudadas en sus expectativas de obtener un


comportamiento respetuoso por parte de sus hijos, lo cual contrasta con el tratamiento
extremadamente despectivo exhibido por el padre de los niños hacia su madre. Del
mismo modo, ver a su madre como el blanco del menoscabo y el abuso puede minar
ante ellos su autoridad como madre. Los hombres que abusan de sus parejas pueden
exhibir una variedad de intenciones en su comportamiento, desde la falta de insight
sobre el impacto de su conducta hasta la corrupción deliberada de la relación madre-
hijo (Bancroft y Silverman, 2003). En algunos casos, las madres pueden acoplarse en
conductas coercitivas o abusivas de maternaje, en un intento de minimizar o evitar
acciones más severas por parte de su pareja abusiva.

En nuestra propia práctica clínica de evaluaciones de tenencia de hijos vemos una


vasta serie de madres y padres que pueden tener mucho para ofrecer a sus hijos, pero
que se presentan como padres inadecuados o negligentes. Somos recordados
constantemente de que es erróneo generalizar sobre la competencia o deficiencias del
maternaje/paternaje basadas solamente en el género o en la historia de violencia.
Aunque argumentaríamos que los perpetradores de la violencia doméstica no están
practicando un buen maternaje/paternaje, ser una víctima no es necesariamente
equiparable con un buen maternaje. Es decir, hay víctimas de violencia doméstica que
son malas madres, por una serie de factores que van más allá del impacto del abuso.

Los profesionales luchan para diferenciar conflicto de violencia.

Los profesionales de trinchera están expuestos a una amplia variedad de conflictos


maritales que pueden ser descriptos de forma diferente por los integrantes de la
pareja. Tanto los perpetradores como las víctimas pueden minimizar la violencia como
conflicto. ‘Conflicto’ y ‘violencia doméstica’ se confunden con frecuencia o se utilizan
indistintamente a pesar de las importantes diferencias entre ellos. La confusión
proviene del término ‘alto/elevado conflicto’, que ha sido utilizada para describir
disputas más intensas y prolongadas que requieren recursos considerables por parte
del tribunal y de la comunidad y que incluyen casos de violencia doméstica (Johnston,
1994). Los términos violencia doméstica, conflicto y abuso pueden ser usados
indistintamente, sin ninguna definición o comprensión clara de ellos. Es necesario
hacer una distinción más clara entre los casos de alto/elevado conflicto y violencia
doméstica en términos de las estrategias de evaluación e intervención (Jaffe, Lemon, y
Poisson, 2003). Estas visiones discrepantes subrayan una controversia fundamental
en el tribunal de familia, por la cual los abogados en violencia doméstica están
preocupados por la posibilidad de que la violencia doméstica sea eufemizada como
conflicto, mientras otros argumentan que cualquier conflicto puede ser interpretado
como violencia doméstica.

En la mayoría de los casos de separación y divorcio derivados como de ‘alto/elevado


conflicto’, la violencia doméstica es un tema importante (Johnston, 1994). La evidencia
de que esta violencia puede ser pasada por alto fue hallada en un reciente estudio de
los servicios de mediación. De 2.500 familias que ingresaron a mediación en
California, aproximadamente las tres cuartas partes de los padres indicaron que
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durante la relación hubo violencia doméstica (Hirst, 2002). En la mayoría de los casos,
los mediadores no reconocieron la violencia doméstica como un tema y mantuvieron
sesiones conjuntas contrariamente a las regulaciones que protegen a las víctimas en
estas circunstancias. La necesidad de una evaluación y seguimiento apropiados es
resaltada por otros estudios que subrayan la prevalencia de violencia entre las parejas
que se separan. Ciertamente, en la investigación hecha por líderes en el campo, la
mayoría de los padres derivados por el tribunal de familia para asesoramiento por
fracaso en la mediación o continuas disputas por el cuidado de sus hijos, describen
historias maritales que incluían agresión física (Johnston y Campbell, 1988).

Aunque la violencia doméstica es una característica predominante de alto conflicto en


las parejas que se divorcian, existe una minoría bastante considerable de casos de
alto conflicto en los que no hay violencia doméstica. Estos casos de alto conflicto
pueden incluir padres cuyos rígidos estilos de personalidad o aún las dificultades en su
salud mental los tienen atrapados en prolongados litigios. O, en un caso de alto
conflicto las partes pueden tener diferencias fundamentales con respecto a creencias
religiosas, cultura, filosofía referida a cómo ser padres, o cuidado médico. Estos casos
difieren del más típico conflicto de separación por la buena disposición de uno o
ambos padres para gastar recursos financieros y emocionales en litigar, con frecuencia
en una misión de venganza o convalidación. Mientras la mayoría de las parejas que se
divorcian encuentran una razonable estabilidad y pueden comenzar a moverse en su
nuevo rol co-parental luego de un período de dos a tres años, estas parejas de alto
conflicto continúan siendo enemigos y mantienen el conflicto legal y el enredo
emocional por muchos años más.

Históricamente, la bibliografía sobre violencia doméstica se ha desarrollado aislada de


la bibliografía sobre divorcio (y viceversa), y los hallazgos de un área no han informado
el pensamiento y la práctica en la otra. Los investigadores que han intentado identificar
los marcadores de riesgo asociados con la reincidencia, la peligrosidad, y la violencia
letal en las relaciones domésticas han identificado sistemáticamente el proceso de
separación como un período crítico. Estos investigadores han señalado que la
violencia doméstica es más sobre el intento de una persona de controlar y dominar a
su pareja, que sobre actos aislados de abuso. Un intento de abandonar a una pareja
violenta, con hijos, es uno de los factores más significativos asociados con la violencia
doméstica severa y la muerte (Websdale, 1999). El análisis profundo de los homicidios
domésticos y la Domestic Violence Fatality Reviews han señalado al período de
separación como la época de más alto riesgo para las víctimas de violencia doméstica
(Johnson y Bunge, 2001). Lamentablemente, la violencia doméstica es minimizada con
frecuencia como un incidente aislado, inusitado, causado por la angustia de la
separación, en lugar de ser reconocida como un marcador de riesgo de violencia
severa o aún letal en el contexto de un patrón de abuso histórico.

Las mujeres abusadas enfrentan con frecuencia riesgos continuos por parte de
su pareja luego de la separación.
7

La mayoría de las personas supone que la violencia doméstica se acaba cuando una
víctima de abuso abandona finalmente a su pareja. En realidad, la separación puede
ser una señal para el perpetrador para escalar su conducta en un intento por continuar
controlando o castigando a su pareja por dejarlo. Cada año en los EE.UU. unas 1.600
mujeres son asesinadas por su pareja íntima, más frecuentemente después de una
historia de violencia y de un intento de poner fin a la relación (Fox y Zavitz, 1999).
Algunos analistas han señalado la importancia de proporcionar a las víctimas servicios
apropiados, con un claro foco en mantener al perpetrador alejado de la víctima para
prevenir nuevas ofensas , y, en el extremo, homicidios (Dugan, Nagin, y Rosenfeld,
2003). Cuando la víctima es una madre, ella se enfrenta con las contradictorias tareas
de buscar seguridad, pero también proporcionarles a los niños las visitas acordadas
con su padre. Para ilustrar este punto, una víctima de violencia doméstica que
recientemente brindó testimonio a un comité revisor de muertes dijo a uno de los
autores (Jaffe) que en un tribunal penal se la había ofrecido un plan de seguridad, pero
que el tribunal de familia ordenó promover el acceso al padre. El plan permitió al
perpetrador ir a la residencia de la víctima a buscar a los niños. Este contacto forzado
permitió al perpetrador atentar en contra de su vida. La necesidad de un sistema que
evite estas órdenes judiciales contradictorias reclama un sistema judicial
especializado, en el que un entrenamiento y colaboración mejorados puedan prevenir
estas tragedias (Sack, 2002).

Además de la posibilidad de una agresión seria o que atente contra la vida, el abuso
puede ser más insidioso y estar relacionado con los temas de custodia y visita. Por
ejemplo, en un estudio de hombres abusivos derivado a un grupo de padres, una
estrategia comúnmente identificada por los propios hombres era la utilización de las
demandas de custodia para controlar u hostilizar/hostigar a la ex pareja (Francis,
Scott, Crooks y Kelly, 2002). Por cierto, las amenazas para obtener la custodia son
utilizadas con frecuencia por los abusadores como un arma contra la víctima del abuso
para aumentar su poder y control después de la separación. Más aún, la investigación
ha mostrado que los golpeadores solicitan más probablemente la custodia y tienen la
misma probabilidad de que les sea otorgada que los padres no violentos (Liss y Stahly,
1993, Zorza, 1995). Por otra parte, los golpeadores pueden usar el acceso a los niños
para obtener el acceso a sus ex esposas. Como se señaló, el pasaje/transición de un
padre al otro permite la proximidad que brinda la oportunidad para un posterior abuso.
Además de las preocupaciones planteadas acerca dela violencia letal, los niños
pueden estar expuestos a las amenazas y el hostigamiento actuales durante las
transiciones, lo cual va minando la frágil sensación de seguridad que la madre y los
niños pueden estar desarrollando luego de la separación. En un estudio, la cuarta
parte de las mujeres reportaron que sus vidas estaban amenazadas durante las visitas
(Leighton, 1989). Realmente, los riesgos presentes para los mujeres abusadas y los
niños son tan elevados al momento de la separación que los centros de visitas
supervisadas se han transformado en un servicio esencial en violencia doméstica
(Sheeran y Hampton, 1999). Aunque estos centros aumentan la seguridad para la
mayoría de los clientes, no son un resguardo de seguridad garantizado; en verdad,
existen casos documentados de homicidio doméstico que han ocurrido en estos
centros.
8

Muchos niños son afectados negativamente por la exposición a la violencia


doméstica.

La investigación sobre la exposición de los niños a la violencia doméstica ha


identificado de modo consistentente una variedad de resultados negativos para
muchos de ellos (Wolfe, Crooks, Lee, McIntyre-Smith y Jaffe, 2003). Esta investigación
apunta a un continuo de consecuencias potenciales que varían de acuerdo a un
conjunto de factores de riesgo y protectores (Gewirtz y Edleson, 2004). Los niños que
están expuestos a violencia doméstica pueden mostrar niveles comparables de
problemas emocionales y de conducta a los de los niños víctimas de abuso físico o
sexual (Jaffe et al., 1990). Además de los problemas emocionales y de conducta, las
dificultades experimentadas por los niños testigos pueden abarcar una variedad de
síntomas de trauma, incluyendo pesadillas, flashbacks, hiper vigilancia, depresión, y
regresión a etapas anteriores de desarrollo (Graham-Bermann & Levedonsky, 1998).
Otras dificultades identificadas incluyen compromiso del desarrollo social y académico
(Moore, Pepler, Mae y Michele, 1989). Peled (2000) ha resumido los efectos de ser
testigo de violencia y de la respuesta a ella, como sigue: “Los hijos de hombres
abusivos crecen aterrorizados, presenciado comportamientos violentos, rígidos y,
algunas veces, auto destructivos, y están expuestos a modelos negativos y limitantes.”
(p. 26).

El efecto de la violencia doméstica atraviesa todas las edades y etapas del desarrollo
de los niños. El impacto de la violencia sobre niños muy pequeños sugiere que pueden
ocurrir permanentes cambios negativos en la mente y en el desarrollo neuronal del
niño , tales como alteración del desarrollo del sistema nervioso central, predisponiendo
al individuo a conductas más impulsivas, reactivas y violentas (Perry, 1995). Más aún
los efectos adversos de la exposición a la violencia no están limitados a los niños
pequeños. En la adolescencia, la exposición a la violencia doméstica está asociada
con el abuso de drogas s y alcohol, ausencias, relaciones de pareja violentas e
involucración en el sistema penal juvenil (Buel, 2002). La exposición a la violencia
doméstica en la infancia también está asociada con problemas importantes en la
adaptación social adulta (Henning, Leitenberg, Coffey, Turner y Bennett, 1996).

Todavía debemos comprender cabalmente todos los factores y caminos que


determinan las consecuencias a corto y largo plazo de la exposición a la violencia para
cualquier individuo; sin embargo se han hecho importantes progresos en el examen de
los factores que parecen proteger a muchos niños de los resultados adversos. Las
primeras indicaciones apuntan al cese de la violencia, al rol del padre protector y al
apoyo de la comunidad como mitigadores de los efectos potencialmente dañinos para
los niños (Hughes, Graham-Bermann y Gruber, 2001; Osofsky, 2001).

La violencia doméstica es altamente relevante en la determinación de la custodia


de los niños.

La violencia doméstica tiene un impacto sobre las víctimas y sus hijos, que no es
conducente a una relación presente segura y a salvo con el golpeador. La base para
un plan de paternaje compartido exitoso o el contacto regular – confianza,
comunicación, respeto e igualdad – han sido seriamente erosionadas por el
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comportamiento abusivo pasado. Más allá de la dinámica de la relación con la madre


victimizada, los perpetradores son pobres modelos para los niños sobre cómo moderar
las emociones, controlar la ira e incluirse en relaciones sanas y nutrientes (Cummings,
Iannotti y Zahn-Waxler, 1985; Bancroft y Silverman, 2002; para una discusión más
completa ver Gewirtz y Edleson, 2004).

Los perpetradores de violencia doméstica pueden tener un impacto indirecto sobre la


relación de sus hijos con la madre no ofensora socavando a esa madre. Además,
pueden incluirse en conductas alienantes y reprobables que pueden llevar a conflictos
de lealtad y comprometer la habilidad de los niños para lidiar con la separación
(Bancroft y Silverman, 2002). Aún si cesa el contacto entre el perpetrador y la madre
de los niños, los golpeadores pueden continuar exponiendo a sus hijos a la violencia
en relaciones íntimas subsecuentes y de ese modo continuar traumatizándolos
(Woffordt, Mihalkic y Menard, 1994).

Por último, muchos investigadores han identificado la superposición/coincidencia


parcial entre violencia doméstica y varias formas de maltrato infantil. Por lo tanto, la
identificación de la violencia doméstica sugiere una probabilidad del 30-60% de que
pueda estar ocurriendo abuso directo de los niños (Edleson, 1999). Los factores antes
mencionados proveen una visión de conjunto de la importancia de la violencia
doméstica como un factor significativo en la toma de decisiones respecto de la
custodia de los hijos. A los que estén interesados sugerimos ver nuestro libro enfocado
en violencia doméstica y custodia desde las perspectivas legal y clínica (Jaffe, Lemon
y Poisson, 2003).

La violencia doméstica es pasada por alto con frecuencia por los tribunales de
familia, los abogados, y los servicios judiciales relacionados.

La violencia doméstica puede ser pasada por alto o minimizada en los procesos de
custodia por tres razones: primero, las mujeres pueden no plantear el tema en
absoluto o, por el contrario, plantearlo pero tener dificultad para probar la violencia;
segundo, la experiencia de la violencia doméstica puede afectar el modo en el que las
madres victimizadas se presentan en una evaluación; y tercero, aún cuando la
violencia doméstica ha sido planteada y validada, puede ser pasada por alto en el
proceso de la toma de decisiones.

Aún cuando las mayor parte de las regulaciones de mediación requieren la


identificación de la violencia doméstica como un criterio de exploración/investigación
obligatorio, la mayoría de las víctimas de violencia doméstica no plantean quejas sobre
su victimización en la mediación. Aún en los casos en que se plantea, el proceso de
mediación no necesariamente muestra interés en ella. Por ejemplo, en los casos en
que se hacen acusaciones de violencia, en más del 40% de ellos se llevan a cabo
sesiones conjuntas entre el perpetrador y la víctima (Hirst, 2002).

Más aún, la violencia doméstica es notoriamente difícil de confirmar/corroborar. La


mayoría de las mujeres abusadas tiene dificultad para probar el abuso en los procesos
del tribunal de familia debido la insuficiente evidencia confirmatoria. Dado que la
mayoría de las víctimas de abuso no recurren a la policía, la evidencia independiente
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requerida por los tribunales está frecuentemente ausente (Statistics Canada, 2001;
Tjaeden y Thoennes, 2000). Esta evidencia es crecientemente crítica ya que los
tribunales se han puesto más escépticos respecto de la motivación de las madres que
plantean acusaciones de violencia en el contexto de disputa por custodia.

La presentación de los golpeadores y las víctimas es tal que su competencia como


padres en los procesos de custodia de los hijos es difícil de evaluar con exactitud. La
mayoría de los golpeadores se presentarán sin problemas visibles de salud mental. En
comparación, muchas víctimas sufren una variedad de síntomas de trauma
probablemente relacionados con su abuso. Como resultado, el dictamen judicial puede
pasar por alto los temas básicos de seguridad de las víctimas y de sus hijos, y la
responsabilidad por la conducta del perpetrador (Gondolf, 2002). Más aún, las
sobrevivientes de abuso pueden presentarse enojadas, desconfiadas, y recelosas con
todos los profesionales relacionados con los procedimientos judiciales. Esta
presentación socava su efectividad para manejarse con el sistema judicial y puede dar
como resultado inferencias negativas acerca de sus actitudes, habilidades para ejercer
su maternidad, y capacidad para promover una relación con el otro padre (Jaffe y
Geffner, 1998).

Aún cuando la violencia doméstica está formalmente reconocida, puede no medirse su


relevancia para determinar la custodia de los hijos y los regímenes de visita. La
investigación reciente ha señalado que la documentación de la violencia doméstica en
una evaluación de custodia y visitas no siempre está reflejada en las recomendaciones
del evaluador (Logan, Walker, Jordan, Horvath y Leukefeld, 2003; Horvath. Logan y
Walker, 2003). Es más, aún si la custodia es otorgada al padre protector en el caso de
violencia doméstica, se puede premiar al perpetrador con visitas regulares,
permitiendo de ese modo la continuidad del hostigamiento, las amenazas y el abuso
(Shaffer y Bala, 2004).

Con frecuencia las mujeres abusadas experimentan dificultades para acceder a


adecuados servicios de asesoramiento legal y de salud mental para ellas y para
sus hijos.

Las mujeres abusadas y sus hijos envueltos en procesos de tenencia requieren un


conjunto de servicios legales y sociales bien coordinados. En cierto punto de la crisis,
se requiere de las víctimas que naveguen por complejos sistemas a fin de tener
acceso a servicios limitados. El sistema existente ha sido criticado por el modo en que
“múltiples jueces y abogados manejan los diferentes aspectos del caso, la información
es despareja, errática e inconexa, el monitoreo de los perpetradores es inconsistente,
y las víctimas que llegan a través del sistema judicial no son derivadas
sistemáticamente a ningún tipo de asistencia” (Sack, 2002). Esta situación puede
exacerbarse aún más por las barreras relacionadas con el aislamiento, la pobreza y el
status de inmigrante (Vascoe, Jaffer y Irwin, 2002).

Las mujeres abusadas se siente frecuentemente revictimizadas por la respuesta del


sistema judicial a la violencia. En lugar de encontrar seguridad, las disputas
extremadamente prolongadas pueden exponer a las mujeres y a los niños a riesgos
futuros (Sinclair, 2000). El acceso a asistencia legal está limitado por la pobreza y
11

puede ubicar a las mujeres abusadas en la posición de tener que elegir entre una auto
representación o un asesoramiento inadecuado, limitado por una dedicación mínima o
falta de experiencia y especialización en el campo (Neilson, 2001). Alguna
investigación ha indicado que en casi la mitad de los casos el acceso limitado a la
representación legal puede ser un factor que favorezca la permanencia o el retorno a
relaciones abusivas (Ontario Association for Interval & Transition Houses, 1996).

Asimismo, las creencias culturales y los sistemas culturalmente incompetentes afectan


la precisión de las evaluaciones y pueden llevar a un tratamiento diferencial de las
madres inmigrantes o recién llegadas, con pocas habilidades para expresarse en
inglés y para entender qué significa “violencia doméstica”. Más aún, las creencias
culturales relacionadas con ser madres pueden influenciar la forma en que las víctimas
de abuso protegen a sus hijos. Las personas de otros países (especialmente aquellos
que están en medio de conflictos políticos o guerras) pueden visualizar a la autoridad
como amenazante. Esta sospecha hacia las figuras de autoridad puede hacer que en
general estas inmigrantes /recién llegadas sientan temor de cualquier oficial del
gobierno (como la policía o los agentes de protección infantil), y adapten de acuerdo a
ello sus comunicaciones (Enos, 2003). Estos temas son discutidos muy
detalladamente en Child Protective Services and Battered Inmigrant, Refugee and
Indigenous Women por Pualani Enos (disponible en
http://www.apiahf.org/apidvinstitute/ResearchAndPolicy/publications.htm).

Recomendaciones para los prestadores de servicios judiciales y comunitarios.

Sobre la base de los temas discutidos en este trabajo, ofrecemos cinco


recomendaciones para prestar servicios adecuados a las mujeres abusadas y a sus
hijos en el contexto de los servicios judiciales y comunitarios relacionados. Estas
recomendaciones tienen una amplia variedad de objetivos que incluyen al sistema, las
víctimas, los perpetradores, y los niños. Incluyen: 1) la necesidad de una permanente
evaluación del riesgo y la gestión; 2) la necesidad de que los prestadores del servicio
estén entrenados acerca de la exposición de los niños a la violencia doméstica y cómo
discutir estas preocupaciones con las madres; 3) la necesidad de priorizar la seguridad
y el planeamiento de la intervención; 4) la violencia doméstica necesita ser evaluada
en los procesos por custodia; y, 5) el personal judicial requiere entrenamiento
específico.

Entrenamiento en la evaluación permanente del riesgo y la gestión.

Claramente, las mujeres abusadas tienen una necesidad permanente de planeamiento


de la seguridad antes y después de la separación. Reconociendo que no todas las
mujeres abusadas acceden a programas especializados en violencia doméstica, una
gama cada vez más amplia de profesionales debe ser entrenada en estas áreas (por
ej., médicos de familia, consejeros en adicciones y profesionales de la salud mental).
Más aún, los juzgados y los servicios judiciales relacionados necesitan considerar una
variedad de opciones en los casos de violencia doméstica incluyendo la prohibición de
visitas, las visitas limitadas supervisadas, los intercambios supervisados, y las visitas
12

regulares, basadas en la evaluación caso por caso. El rol de las visitas supervisadas o
de los intercambios supervisados puede ser esencial para la protección de las mujeres
y de los niños de la continuación del abuso. Estas opciones pueden incluir/considerar
el supuesto prevaleciente de que todos los niños necesitan un contacto frecuente con
ambos padres luego de la separación (Saunders, 1998).

Entrenamiento de los servicios prestadores acerca de la exposición de los niños


a la violencia doméstica, y cómo discutir estas preocupaciones con las madres.

Por regla general, los servicios comunitarios y judiciales se han enfocado en las
necesidades de los niños que son física o sexualmente abusados por adultos. Se ha
asumido que la exposición a la violencia doméstica es inocua y no merece una
atención especial, menos una intervención especializada. Sin embargo, la
investigación emergente sobre el daño potencial asociado a la exposición a la
violencia doméstica sugiere que estos niños pueden requerir una evaluación e
intervención exhaustiva de los servicios. Además de familiarizarse con las
consecuencias de la exposición a la violencia doméstica, los prestadores de servicios
deberían recibir entrenamiento y ser alentados a discutir estos temas con las madres.
Brindar a las madres una información precisa acerca de algunos de los documentados
efectos negativos de la exposición a la violencia doméstica puede ayudarlas a tomar
decisiones. Los prestadores de servicios también necesitan entrenarse en cómo
juegan estos temas en la corte (es decir, si el planteo del tema por parte de la madre
puede llevar a que sea rotulada como “poco amistosa”/”hostil” y la necesidad para los
profesionales de estar involucrados en el proceso judicial).

Priorizar la necesidad de seguridad en el planeamiento de la intervención.

Aunque las mujeres abusadas y sus hijos pueden requerir de una variedad de
servicios, la seguridad debe ser la primera prioridad. Tal como señalaron otros
investigadores, es improbable que cualquier intervención que apunte simplemente a
las consecuencias/secuelas de la violencia (tales como la depresión y los síntomas de
trauma de las mujeres golpeadas) tenga una influencia beneficiosa sobre las madres y
sus hijos cuando el golpeador no ha sido excluido del hogar (Levendosky y Graham-
Bermann, 2000). En las situaciones en que la madre ha elegido permanecer
cohabitando con el golpeador en la esperanza de que él se beneficiará con la
intervención, es esencial el contacto entre la madre y el programa de intervención con
el golpeador. Por lo menos, debería proveérseles a las madres información acerca de
la naturaleza del programa, notificarlas si su pareja lo abandona, y brindarles
información de derivación a servicios adicionales según lo indicado. La madre también
puede requerir de apoyos adicionales. Hasta donde tales programas están disponibles,
las intervenciones adicionales que abordan el paternaje de hombres abusadores están
indicadas (ej., Scott, Francis, Crooks y Kelly, 2002). Muchos profesionales se sienten
desafiados por el dilema planteado por las mujeres abusadas que eligen permanecer
en una relación violenta, por una gama de complejos factores que pueden incluir
dependencia económica, apegos emocionales, y creencias religiosas. En estas
situaciones el empoderamiento de la víctima puede ser sostenido por el acceso a la
13

información y recursos que permitan una permanente evaluación del riesgo y de los
potenciales impactos sobre los niños (Campbell et al., 2001). También está disponible
la información específica sobre el planeamiento de la seguridad para los niños, y
debería ser compartida con las madres para ayudarlas en su proceso de toma de
decisiones (Hardesty y Campbell, 2004)

Evaluar la violencia doméstica en los procesos de custodia.

Dada la prevalencia de la violencia doméstica en las parejas en trámite de divorcio


que están activamente involucradas en los tribunales y en los servicios relacionados,
el término “alto conflicto” puede enmascarar las graves preocupaciones acerca de la
violencia y el abuso. Comprender la violencia doméstica tiene implicaciones
importantes a través del proceso judicial, desde la admisión y la investigación inicial
hasta la evaluación más detallada del riesgo y los procedimientos del planeamiento de
la seguridad. Temas específicos tales como la agresión sexual en el curso de un
matrimonio y el abuso emocional severo de los miembros de la familia por preferencias
dañinas (harming pets), pueden ser minimizadas o pasadas por alto sin una
investigación específica. Por lo tanto, los juzgados de familia y los servicios
relacionados necesitan evaluar la naturaleza, alcance e impacto de la violencia
doméstica sobre las mujeres y los niños en las disputas por custodia. La American
Psychological Association (APA) ha publicado una serie de lineamientos para abordar
la violencia doméstica en las evaluación de custodia y acceso. Por ejemplo, la APA
enfatiza la importancia de reunir información de fuentes colaterales al evaluar las
acusaciones de abuso, más que apoyarse solamente en las entrevistas o testeos
psicológicos (American Psychological Association, 1998).

Proveer entrenamiento específico al personal judicial.

Los oficiales de los juzgados de familia, los abogados y los prestadores de servicios
judiciales relacionados necesitan entrenamiento para mejorar sus habilidades para
responder a la violencia doméstica. Aunque los lineamientos que subrayan la
importancia de la violencia doméstica han sido desarrollados para la mayor parte de
los servicios judiciales relacionados y aprobados/respaldados por varios cuerpos
profesionales, no se ha alcanzado su implementación generalizada y la adherencia a
estos principios. Por ejemplo, los lineamientos para completar las evaluaciones de
custodia infantil para los psicólogos incluyen la importancia de evaluar una historia de
violencia doméstica al determinar la idoneidad de un padre para detentar la custodia
principal de los niños (American Psychological Association, 1996). El hueco entre
estos lineamientos y la práctica profesional ha sido confirmada por la investigación
reciente (Logan, Walker, Jordan, Horvath y Leukefeld, 2003; Horvath, Logan, y Walker,
2003).

Conclusiones

Aunque este trabajo ha esbozado numerosos desafíos y defectos en las respuestas


legales y comunitarias a las mujeres abusadas en su rol como madres, la imagen no
14

es tan uniformemente desalentadora. De hecho, existen numerosas soluciones


emergentes que desafían a los sistemas individuales a responder más
apropiadamente a las mujeres que han sido abusadas y a sus necesidades como
madres (Jaffe, Baker y Cunningham, 2004). También han habido cambios legislativos
que reconocen la relevancia de la violencia doméstica en las disputas por custodia e
intentan reparar algunas de las preocupaciones señaladas en este trabajo. Estos
esfuerzos de reforma legislativa han mejorado los requerimientos para que los
juzgados y los servicios judiciales relacionados hagan una prioridad de la seguridad de
las mujeres abusadas y de sus hijos (Jaffe, Lemon y Poisson, 2003; National Council
of Juvenile and Family Court Judges, 2002). Los cambios legislativos no son
suficientes y pueden ser dañinos porque incluyen leyes pobremente
conceptualizadas, o por el contrario, tienen beneficios potenciales que pasan
inadvertidos por la falta de entrenamiento y recursos. En otro trabajo hemos
identificado los efectos perjudiciales de algunos de los cambios legislativos bien
intencionados en esta área (Jaffe, Crooks y Wolfe, 2003).

Los programas innovadores para golpeadores, víctimas y niños expuestas a violencia


están siendo implementados y evaluados a lo largo y ancho de los Estados Unidos de
Canadá. Por ejemplo, modelos efectivos de programas basados en un abordaje grupal
psico-educacional para niños expuestos a violencia doméstica han mostrado ser
promisorios como una estrategia comunitaria para lidiar con las
consecuencias/secuelas de la violencia doméstica (Graham-Bermann, 2001). En el
campo de la intervención con el golpeador, existen algunas señales esperanzadoras
de que los perpetradores cambian cuando la intervención está asentada en una
respuesta comunitaria y judicial global (Gondolf, 2002). Las mujeres abusadas pueden
encontrar también un apoyo significativo por parte de agencias especializadas, que
prestan asesoramiento a los niños y trabajan en red con otros sistemas y prestadores
de servicios (Vascoe et al., 2002).

El entrenamiento y la educación en violencia doméstica para los jueces, abogados,


mediadores, evaluadores de custodia, prestadores de visitas supervisadas y
trabajadores de los servicios de protección infantil es un componente esencial de la
reforma judicial. Por ejemplo, en California, los evaluadores de custodia deben tomar
16 horas de entrenamiento específicamente en violencia doméstica (12 horas de clase
y cuatro de trabajo en red con prestadores de servicios en violencia doméstica) antes
de ser aceptados por el tribunal como un evaluador calificado (Family Violence and
Sexual Assault Institute, 2000). Paralelamente a los requerimientos de entrenamiento
mejorados, también está avanzando la nueva tecnología de evaluación. Por ejemplo,
los investigadores y los practicantes en el área de la violencia doméstica están
desarrollando continuamente nuevos instrumentos y mejorando los existentes en un
esfuerzo para predecir la peligrosidad futura de los golpeadores, como asimismo las
consecuencias para sus víctimas y los niños (Campbell et al., 2001).

Existen prácticas promisorias que han emergido recientemente en muchos tribunales


de familia que capitalizan la reforma legislativa, los programas innovadores, y la
colaboración entre los participantes de la justicia y la comunidad (Sack, 2002). Estos
continuos intentos de mejorar la justicia y la prestación de servicio en las disputas por
custodia infantil necesitan ser informados a los sobrevivientes de la violencia
doméstica. A ellos debería dárseles una voz esencial en el mejoramiento de las
15

respuestas de la justicia y la comunidad a la grave situación de las mujeres y los niños


abusados.

Para terminar, la seguridad de las mujeres abusadas debe considerar cuidadosamente


su rol como madres. Nuestra comprensión de las necesidades de estas mujeres debe
estar informada por sus desafíos como madres. Compartimentar las necesidades de
las madres como víctimas adultas y sus necesidades como madres de niños que están
traumatizados puede corresponder o ajustarse a la función de una agencia individual,
pero no a la realidad de una víctima. En palabras de la pionera Bárbara Hart:

“La seguridad no es sencilla. Mínimamente, supone estar libre de violencia y coerción.


Pero la seguridad va más allá e incluye la habilidad para negociar los desafíos diarios
de la vida sin que una pareja controladora se inmiscuya y se oponga a las decisiones.
Incluye la confianza en que el padre golpeador no disputará las rutinas de los niños.
Es la liberación de la denigración pública y privada de un esposo abusivo. Es el cese
del acoso. Es el conocimiento de que el desacuerdo con el padre de los niños no
precipitará una represalia violenta” (Hart, 1998, p. 3).

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